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Preparados para el cambio: Ciudades en Transición

Isabel Benitez

El Movimiento de Transición propone alternativas ante las crisis climática y económica que asfixian a nuestras comunidades. 

Imaginen pasear por su localidad y poder recoger un tomate o una ciruela de un jardín público o de uno de los maceteros que decoran las calles. Suena bien, ¿verdad? O encontrar en ese mismo lugar plantas medicinales o hierbas que puedan usar para preparar una reconfortante infusión. Pues bien, ésta que, a priori, puede parecerles una propuesta algo irreal es precisamente una de las ideas por las que una pequeña localidad del norte de Cáceres se ha hecho famosa en nuestra región.

Carcaboso fue el primer municipio extremeño en adherirse al Movimiento de Transición, una revolución internacionalque pretende crear comunidades más sostenibles y autosuficientes capaces de afrontar las crisis climática y económica que nos atenazan.

En sociedades altamente dependientes de los combustibles fósiles y que han llevado el planeta a su límite, el Movimiento de Transición propone empezar desde cero: recuperar la producción y consumo locales (reduciendo intermediarios, empaquetado y cadenas de distribución de miles y miles de kilómetros), facilitar la generación de empleo y riqueza en nuestros barrios, pueblos y ciudades, o, por ejemplo, promover el uso de fuentes de energía limpias. Todo para reducir el impacto que nuestras acciones tienen sobre la naturaleza, reconectarnos con nuestro entorno y nuestra comunidad, y hacernos más libres.

La semilla

El Movimiento de Transición o de Ciudades en Transición (su nombre original es Transition Towns) nació en Irlanda allá por el año 2005.

Todo comenzó cuando Louise Rooney, un estudiante que asistía a las clases de permacultura de Rob Hopkins, decidió dar vida a lo que, hasta el momento, había sido un simple planteamiento teórico. En las aulas, alumnos y docentes habían alumbrado un proyecto para la creación de un futuro más sostenible, por lo que, ansioso de demostrar su viabilidad, Rooney lo llevó al ayuntamiento de su localidad. Las autoridades de Kinsale aceptaron el reto. Un año después, era el propio Hopkins el que trasladaba este modelo a su pueblo natal, Totnes (Inglaterra), ahora convertido en la meca del Movimiento de Transición.

De este modo, lo que empezó como un proyecto piloto no tardó en propagarse como un virus (benigno) y extenderse por toda la geografía británica, Europa y los cuatro continentes restantes. Hoy existen más de 1.800 experiencias en todo el mundo.

En España, estas iniciativas que comenzaron a gestarse en 2008 ya ascienden a 50. Engloban desde barrios aislados de Barcelona hasta pueblos y ciudades enteras como Zarzalejos (donde se celebraba en 2011 la configuración de la Red de Transición de España, la asociación que representa, promueve y apoya este tipo de proyectos en nuestro país), Cardedeu, Puebla de los Infantes, Granada o el propio Carcaboso.

Qué, cómo y por qué

Lorena Rodríguez, la actual alcaldesa de la localidad cacereña, explica con simpatía cómo surgió Carcaboso en Transición. “Carcaboso es un municipio muy chiquitito, y pensamos ‘¡pues en algo tenemos que destacar!’”.

Fue así como esta localidad de 1.200 habitantes creó sus primeros jardines comestibles (precisamente, una de las propuestas más innovadoras de Totnes) y montó su primer gallinero comunitario, inició las cesiones de huertos ecológicos a sus vecinos, y llegó a un acuerdo con restaurantes y tiendas para que priorizaran los productos locales en sus establecimientos. A ellos se unen sus campos de experimentación agrícola, pero también campañas ajenas al sector de la alimentación como la renovación de los sistemas eléctricos para la implantación de energías renovables, o los talleres y seminarios de ecología y economía social. La lista de proyectos es casi interminable.

“Hay una premisa de partida y es que la transición no sólo es necesaria, sino que está sucediendo ya y es inevitable”, explica Juan del Río, miembro de la Red de Transición España. “El modelo socioeconómico en el que vivimos se está cayendo a pedazos. El Movimiento de Transición trabaja para que en ese proceso de cambio vayamos a un futuro coherente, y un mundo en el que podamos vivir de la manera más justa, más feliz y más adaptada a lo local posible.”

Frenos al progreso

Pese a sus nobles intenciones y ambiciosos objetivos, son sin embargo numerosas las iniciativas de transición que se quedan en el camino y no consiguen cuajar. A juicio de Juan del Río, el momento actual ofrece innumerables oportunidades para que germinen las simientes del Movimiento de Transición, pero esta hermosa planta hay que regarla y mimarla y no siempre las condiciones atmosféricas ni los cuidados que le ofrecemos son los más adecuados. Para el también autor de la primera Guía del Movimiento de Transición escrita en español, hay que distinguir entre barreras (externas, sobre las que no se puede actuar, pero que están ahí, como puede ser la falta de apoyo público o de recursos) y dificultades (inherentes al propio grupo o proyecto y que se pueden atajar con más facilidad). Al hablar de estas últimas, Del Río recuerda:

“No estamos acostumbrados a usar herramientas para trabajar de manera colectiva, no sabemos resolver los conflictos u organizarnos de manera cooperativa. También nos cuesta buscarnos la vida para conseguir los recursos necesarios. Y está el tema de cómo nos comunicamos en nuestro barrio, en nuestro pueblo, para hacer llegar este mensaje. Son cosas que tenemos que aprender de nuevo.”

La alcaldesa de Carcaboso destaca el papel que las autoridades locales deben jugar en este proceso de transición:

“Implica cambios de funcionamiento; te olvidas de que la decisión la toma un equipo de gobierno y se abre la participación a los vecinos. Esto va a más, pero cuesta porque los cambios nunca gustan y se hacen despacio. Aún así, en los municipios en los que se está haciendo las ventajas son tremendas.”

La otra parte le toca a los propios ciudadanos:

“Hay que trabajar en que la persona se crea que sus opiniones valen”, asegura Lorena Rodríguez. “Muchas veces la gente tiene miedo a opinar, a decidir y presentar unas propuestas. Me dicen ‘No, no voy a decir una sandez’, y yo siempre les respondo que cuatro ojos ven mucho más que dos”.

Aquí y ahora

El sueño de Carcaboso es convertirse en un municipio autogestionado por sus vecinos, “que seamos autosuficientes y no tengamos que depender de nadie para creer en nuestro pueblo”, en palabras de Lorena Rodríguez. Un reto que muchas otras localidades de nuestra región compartirán. Y es que Extremadura tiene sin duda el potencial para conseguirlo. Posee los recursos naturales pero, sobre todo, el capital humano y ese sentimiento de vecindad y comunidad que en el Movimiento de Transición se antoja tan necesario. Como asegura Juan del Río, “estamos en un momento en que hay que ocuparse más que preocuparse”. Y si la materia prima es buena, el resultado tiene que ser óptimo.Por supuesto, el hecho de que una iniciativa no lleve el apellido de en Transición no significa que sea menos importante o no sea válida en la lucha por el cambio. Pese a que en Extremadura no existen más municipios que se autodenominan de este modo, como Carcaboso, hay proyectos reseñables en ámbitos muy diversos (no sólo valen los grupos de agricultura ecológica y alimentación) que siguen una filosofía muy próxima al modelo de raíces británicas. Las propuestas de moneda social de Logrosán y Almendralejo sirven de prueba.

Fuente del articulo: https://isabelrbenitez.wordpress.com/2015/03/30/ciudades-transicion/

Fuente de la imagen: https://isabelrbenitez.wordpress.com/2015/03/30/ciudades-transicion/jardin-comestible/#main

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Cosmética responsable, cosmética saludable

Isabel Benitez

“La cosmética es muy importante. Se ha usado desde tiempos ancestrales y puede aportarnos salud o quitárnosla. Es como un alimento; el alimento de nuestra piel.” (Beatriz Mayoral, EcoEko)

Posiblemente, el tono de este blog, y en especial de algunos artículos, les hace pensar que soy una consumidora responsable convencida. Desde luego, no puedo negar que tengo cierta predisposición positiva hacia todo lo que suena a alternativa. Sin embargo, eso no quiere decir que no me surjan dudas y cientos de miles de preguntas. La más evidente y recurrente es por qué o para qué optar por un consumo más consciente.

Una de las respuestas más convincentes que he encontrado en las últimas semanas se apareció ante mí en forma de aceite corporal -o, si lo prefieren, de producto cosmético. Y la culpa la tiene EcoEko, una empresa social que opera desde hace años en este sector.

Pero ¿qué puede  hacer a una empresa como esta (o a sus productos) más “responsable”? Varios factores:

  • La materia prima empleada, garantizando la ausencia de químicos y su sustitución por productos ecológicos, como únicos ingredientes del cosmético.
  • Su impacto medioambiental. La agricultura ecológica que proporciona la materia prima beneficia a nuestro entorno; pero, además, sacar los productos químicos de la ecuación reduce la contaminación de nuestro ecosistema…
  • … ¡y de nuestro propio cuerpo! Porque componentes como el aluminio u otros químicos usados en los desodorantes o las cremas que nos aplicamos a diario pueden tener graves efectos sobre nuestra salud a largo plazo, favoreciendo, por ejemplo, al desarrollo de células cancerígenas o afectando a nuestro sistema hormonal. 
  • La ausencia de experimentación con animales. No parece muy ético torturar a un ratón hasta destrozar su piel para dar con la fórmula mágica que hará que la nuestra luzca tersa y suave, ¿no creen?
  • La educación y formación del consumidor. Empresas como EcoEko hacen un significativo esfuerzo por compartir el conocimiento como forma de empoderar a los ciudadanos y contribuir al bien común, a través de talleres o de, por ejemplo, garantizar la transparencia de sus procesos –solo hay que entrar en su web o darse una vuelta por su laboratorio, que abren a quien quiera visitarlo. (Por cierto, como documento útil, aquí y ahora, esta lista de productos químicos que podemos detectar, fácilmente, en el etiquetado de los cosméticos que encontramos en los supermercados.)
  • La promoción de un modelo de belleza más natural (por no decir realista). Frente a los estereotipos de la industria cosmética, trabajan para ayudarnos a ser más felices, encontrar “nuestra” belleza y querernos como somos –con arrugas y todo :p

¿Seguimos?

Fuente del articulo: https://isabelrbenitez.wordpress.com/2016/06/30/cosmetica-responsable-cosmetica-saludable/

Fuente de la imagen:https://isabelrbenitez.files.wordpress.com/2016/06/cosmc3a9tica_natural.jpg?w=625&h=390&crop=1

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Construyendo juntos La Colmena Cultural

Isabel Benitez

Las abejas siempre se han considerado un ejemplo de cohesión, solidaridad y eficiencia. Como las hormigas, el otro gran ejemplo del reino animal, trabajan duro por su comunidad, cooperando por el bienestar de sus miembros y consiguiendo con su unidad lo que no podrían lograr por separado.

Cooperar es también connatural al ser humano (aunque, a veces, la vorágine individualista en que vivimos nos nuble la vista), y ésta es precisamente la razón de ser del primer proyecto del extremeño Ramón Muñoz.

“La idea es que La Colmena se haga sola”

La Colmena Cultural es una iniciativa colaborativa y sin ánimo de lucro que pretende conectar a todos aquellos interesados en el patrimonio cultural y medioambiental de la provincia de Badajoz, sean de dentro o de fuera de nuestra comunidad. La Colmena proporciona una herramienta útil y sencilla para planificar sus viajes y conocer de una forma amena y divertida las ciudades y municipios que componen cada provincia.}

La Colmena Cultural crea un mapa-panal de cada comarca y lo divide en celdas. Cada celda representa un rincón emblemático o un punto de interés y contiene información detallada a modo de guía. El objetivo es conseguir el mayor número de piezas del panal posible y completar su propio mapa.

De esta manera, cuando un usuario de la plataforma visita un lugar de los que aparecen en ella, sólo tiene que enviar a través de la lacolmenacultural.com una foto que demuestre que ha estado allí -selfies incluídos- y, automáticamente, recibe en su casa la correspondiente celda-imán del panal. Así, hasta completar su mapa de la comarca y el de toda la provincia.

“Lo que pretendemos es que la gente conozca y dé a conocer el patrimonio de cada pueblo”

Además de obtener información sobre los pueblos y ciudades que van a visitar (o que están visitando) y completar su propio panal, los usuarios disponen de otras opciones para participar en la plataforma. Por un lado, pueden subir las imágenes de sus viajes a la web y ampliar la galería de cada municipio. Por otro, pueden crear nuevas celdas para que otras personas descubran desde un detalle en la fachada de la iglesia hasta personajes ilustres de la localidad.

“Por ejemplo, alguien a quien le gusta mucho su pueblo o que ha encontrado un sitio que no estaba en nuestra web, tiene aquí una herramienta para darlo a conocer”, explica Ramón Muñoz.

Así, La Colmena Cultural se construye solidariamente, con cada abeja realizando su aportación a la plataforma, compartiendo imágenes, información y experiencias.

En este sentido, La Colmena Cultural es ambiciosa. El proyecto se ha iniciado con la provincia de Badajoz pero pretende ampliar su ámbito de influencia más allá. Su equipo ya está trabajando en el mapa-panal de la provincia de Cáceres, y pretende exportar la iniciativa al resto del país. De hecho, cualquier persona, sea de donde sea, ya puede comenzar a crear celdas de cualquier localidad española.

“Ya hay gente que está compartiendo imágenes de Granada y Ávila, y de eso es de lo que se trata. Yo no quiero que sea mi proyecto, sino que sea un proyecto que construyamos entre todos”, concluye Ramón.

Además, como plataforma, La Colmena Cultural tiene otras funcionalidades. Es también un escaparate para los negocios locales que pueden anunciarse de manera gratuita en la plataforma y las celdas y, si lo desean, donar alguno de sus productos para que sea sorteado una vez al año entre quienes hayan visitado el municipio en ese período. De este modo, cuantos más viajes realice el usuario, más oportunidades tendrá de ganar.

La Colmena Cultural

Por el momento, La Colmena Cultural es sólo un prototipo, un ensayo que, sin embargo, ya ha conseguido reunir más de 3.500 euros a través de una campaña de crowdfunding para la creación y lanzamiento de su página web  y ha recibido el apoyo económico de la Diputación de Badajoz. Pero aún queda lo más importante. Es el turno de las abejas. ¿Dispuestas a construir este panal?

Más en www.lacolmenacultural.com

Fuente del articulo: https://isabelrbenitez.wordpress.com/2015/04/16/la-colmena-cultural/

Fuente de la imagen:https://isabelrbenitez.files.wordpress.com/2015/04/la-colmena-cultural.jpg?w=625&h=353&crop=1

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Las Economías del Co-

Isabel Benitez

¿Estamos aprovechando todo el potencial que nos brinda la colaboración?

He de reconocer que desde el primer momento me inquietó esa parte. Me refiero al uso de la palabra ‘colaboración’. Ese término, a la vez olvidado y sobreprotegido, comenzaba a aparecer por doquier y, para más inri, lo hacía asociado a un (casi) antónimo (‘economía’) y encabezando las listas de Tendencias.

Lo más parecido a ese colaborar que había llegado a mis oídos era el cooperativismo. Sin embargo, desde el principio, parecía evidente que hablábamos de realidades distintas ­─sobre todo porque aquí, en España y en según qué círculos, las cooperativas sonaban ya a propuesta añeja, condenada a un segundo plano por sus propios tropiezos.

¿Cuál es entonces la propuesta de esa nueva economía co-(laborativa) y en qué se parece y se distingue de sus co- predecesores?

Lo cierto es que poco y mucho a la vez. O, al menos, esa es la reflexión que podría extraerse de la presentación de Marc Arthur Gauthey, representante de OuiShare Francia, el think and do-tank de la economía colaborativa, en su última visita a nuestro país.

 “Las plataformas son sólo una parte de lo que llamamos colaboración.”

Al sonido de economía colaborativa, se nos vienen a la mente los gigantes dominantes del sector; empresas que, por otro lado, están siendo duramente juzgadas por quienes guardaban el término colaboración para ocasiones especiales –a muchas se les acusa de ser lobos capitalistas con piel de cordero. Pero el proyecto colaborativo en esencia, y aquí viene lo interesante, es mucho más ambicioso y complejo.

Superada una primera fase de aproximación superficial y tecnocéntrica (el simple hecho de ahorrar dinero o financiar un proyecto con la ayuda de desconocidos a través de una aplicación móvil) ese co- se traduce en un concepto absoluto de sociedad, en el que las personas vuelven a ser fin además de medio. Es en ese instante cuando se vuelve a llenar de significado un vocablo que, ya sea por desconocimiento o por desidia (no voy a hablar de frivolidad aunque también la habrá por ahí), se había adulterado y aligerado para evitar atragantarnos.

Economía colaborativa cooperativa

En sentido estricto, una economía y sociedad colaborativas nos hablan de comunidades reales que se involucran en la toma de decisiones y están empoderadas; de personas que participan del capital y los beneficios de distintos proyectos, que comparten la propiedad y los procesos creativos, que tienen voz, que tienen voto. Nos recuerdan a la flexibilidad, la capacidad de adaptación y la motivación propios de los modelos de organización en los que los individuos están en el centro. Muy cooperativo también, pero más moderno, con un lenguaje adaptado a los oídos que habitan este siglo.

“No se trata ya de competición sino de cuidar a los otros a través de la colaboración.”

Casualmente, el consumo colaborativo (una de las ramas de la economía colaborativa) se empeña en repetir en su definición que se trata de “volver a lo ya hacíamos antes” (al compartir, a las relaciones de confianza entre iguales) pero aprovechando las oportunidades de redefinición que brinda la tecnología. Yendo un paso más atrás, cabe recordar que el origen del modelo cooperativo estuvo en grupos de consumidores asociados para obtener bienes a mejores precios y eliminar intermediarios. Mi primer contacto con los hoy populares espacios de co-working fue precisamente a través de una cooperativa de autónomos que compartían y gestionaban juntos un espacio común. Por no hablar de las finanzas P2P, otro área englobada bajo el paraguas de la economía colaborativa, que mucho antes se manifestaron en la forma de cooperativas de vecinos sufragando el despegue de las energías renovables.

Nueva o vieja, con sus paralelismos y todos sus matices, lo cierto es que la economía colaborativa está adentrándose e inoculando sus ideas en espacios donde ni las cooperativas ni la economía social han conseguido entrar en años. ¿Diferentes barcos, misma dirección? Después de todo, ambas son en potencia economías en las que el co- (unión) pesa más que el yo individual: lo co-mún, el co-crear, y, con la misma raíz, el com-partir, la com-unidad, la con-fianza… Tal vez lo único que sobran son las etiquetas. Desde luego, la popularidad y el predicamento alcanzados hasta ahora son dignos de envidiar para quienes lo han intentado antes. Me pregunto si sabremos aprovechar la oportunidad.

“La colaboración siempre ha estado ahí; la gente se organiza porque juntos somos más fuertes.”

Fuente del articulo: https://isabelrbenitez.wordpress.com/2015/10/29/economia-colaborativa-economia-cooperativa/

Fuente de la imagen:https://isabelrbenitez.files.wordpress.com/2015/10/trust-johnhain-pd.png?w=625&h=390&crop=

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En España gusta el ocio sostenible

Isabel Benítez

El vaso puede estar medio lleno o medio vacío. Todo depende de los ojos que lo miren. Sin embargo, en este caso, parece que, objetivamente, podemos quedarnos con la parte positiva. Avanzamos, sin prisa pero sin pausa, y cada vez son más las personas que en nuestro país se decantan por festivales y otras actividades de ocio sostenibles y más cuidadosas con el entorno y las personas.

Es la conclusión que extrae Ecovamos tras varios años trabajando en este sector. La agenda online de eventos de ecología y bienestar ha notado un incremento del 70% en su oferta de propuestas alternativas desde 2014. De hecho, confirma que un 3% de la población de la comunidad de Madrid y un 2,5% de la población de Cataluña están interesados en asistir a eventos de ocio y turismo sostenible.

Estas propuestas alternativas incluyen desde talleres de cosmética natural y cursos de permacultura hasta festivales de música en los que el cartel pasa a un segundo plano en favor de la interacción humana, el sentimiento de pertenencia y la identificación con unos valores concretos. De hecho, la Asociación de Festivales Independientes (AIF) constata que el 58% de los asistentes a festivales de música escoge el evento en función del ambiente del recinto, frente al 7% que lo hace fijándose exclusivamente en el cartel.

Pero ¿por qué tienen éxito los festivales sostenibles?

5 razones para elegir ocio alternativo

Ecovamos identifica diferentes factores que están contribuyendo al éxito de los festivales responsables. El componente ético juega un papel fundamental. Es decir, no solo hablamos de festivales medioambientalmente más sostenibles (que reutilizan materiales promocionales o instalan inodoros ecológicos), sino de proyectos que piensan más en las personas (salarios justos, apoyo al emprendimiento social…).

“Los eventos deberán aportar valor y empezar a entender cómo han cambiado los nuevos viajeros.”

Ese carácter alternativo también se deja sentir en la oferta musical que comienza a dar mayor protagonismo a los artistas independientes, una baza a favor de las caras nuevas y la cultura en general. Además, los conciertos comienzan a combinarse con meditación, yoga, talleres de pintura, dinámicas de grupo y todo tipo de actividades relacionadas con el bienestar físico y mental de los asistentes. Algo a lo que se une, por último, la comida sana, ecológica e incluso local, sin olvidar a vegetarianos y veganos.

Los Festivales Sostenibles en España

Este tipo de festivales comienza a ser una realidad en nuestro país. Destacan nombres como Low Cost, SOStenible 4.8 o Rototom Sunsplash Festival. Este último, por poner un ejemplo, hace hincapié en 3 valores fundamentales: la cultura de paz, la solidaridad y lo que llama greensplash. Unos principios que en la práctica se traducen en:

  • Su reconocimiento por parte de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) como Evento Ejemplar por su labor en la promoción de la Cultura de Paz y la No Violencia;
  • Su contribución económica a proyectos sociales en África y América Latina;
  • Su firme compromiso con el uso responsable del agua, la reducción de basura y el reciclaje -solo en 2015 consiguió recuperar más de 16.200 kilos de envases ligeros y 7.400 kilos de papel y cartón para su posterior reciclaje.

No hay vuelta atrás

Vaya antes el huevo o la gallina, lo cierto es que la oferta y la demanda de festivales y actividades de ocio responsables va en aumento.

Como explica la fundadora de Ecovamos, María José Fuertes, los eventos deberán aportar valor y empezar a entender cómo han cambiado los nuevos viajeros. Por su parte, parece que es el momento oportuno para que los usuarios y consumidores reclamen aquello que de verdad consideran prioritario. Con suerte, habrá muchos puntos de encuentro con los que disfrutar.

Fuente del articulo: https://isabelrbenitez.wordpress.com/2016/09/28/en-espana-gusta-el-ocio-sostenible/

Fuente de la imagen:https://isabelrbenitez.files.wordpress.com/2016/09/rototom-sunsplash-2016_1608_main-stage_damian-marley_gc_05-04-24_004.jpg?w=625&h=390&crop=1

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Movilidad colaborativa y más sostenible. El caso de Amovens

Isabel Benitez

Pedir, a estas alturas, que volvamos a movernos a pie o en bicicleta es excesivo pero, sin duda, existen formas más sostenibles y eficientes para desplazarse que el coche privado. 

En ocasiones, solo necesitamos hechos. Sí, pueden repetirnos miles de veces las consecuencias que tiene para el medio ambiente desplazarse en un vehículo privado para ir a la tienda de la esquina, pero las grandes cifras nos quedan precisamente tan grandes que cuanto menos nos hacen perder la perspectiva y cuanto más avivan nuestra máxima despreocupación y pasotismo. Por el contrario, lo que funciona es vivirlo en las carnes propias y los ejemplos cercanos.

Yo no soy diferente al resto y, por eso, hace una semanas decidí pasar de la teoría a a práctica y averiguar cuál era el impacto real de mis formas de desplazarme y moverme por este mundo. Usando la calculadora ceroco2.orgdescubrí que recorrer una distancia de 61 kilómetros en coche -uno de esos vehículos a motor que van vacíos la mayor parte del tiempo excepto por el conductor (¡y pronto ya ni eso!)- suponía emitir a la atmósfera 13 kilos de CO2, mientras que elegir la opción más sostenible -el transporte público; andando me parecía excesivo- resultaba solo en la emisión de 2 kilogramos del mismo gas pernicioso al entorno.

Después de años y años de dudas, por fin he comprendido que lo que nos cuentan es verdad y que buscar formas de movilidad más sostenibles tiene sentido. Si se puede, ¡claro! Porque, para poder elegir esas otras opciones, estas tienen que funcionar.

En Extremadura, donde vivo, no siempre es el caso. De ahí la dependencia no solo cultural sino vital del vehículo privado. Los autobuses no llegan, y el tren… ¡ay, ese gran olvidado!

Tal vez por eso mismo el consumo colaborativo ha sido recibido como verdadero agua de mayo en una región dispersa y con serios problemas de comunicaciones. Compartir trayectos en coche e incluso el alquiler de coches entre particulares se están convirtiendo en la solución a muchos de nuestros problemas, más allá de ayudarnos a salvar distancias que, de otro modo, no podríamos cubrir.

Estas alternativas de transporte son económicas y flexibles, adaptándose a los rasgados bolsillos extremeños, a los horarios más intempestivos, y a los no tanto que, así y todo, siguen sin quedar cubiertos por el transporte público. Son las principales motivaciones para optar por la movilidad colaborativa, a la que se unen otras ventajas como que nos brindan la oportunidad de conocer a gente interesante o el hecho de saber que contribuyen a reducir la contaminación ambiental: hay menos vehículos en las carreteras y las ciudades, por lo que estas se descongestionan, y los que hay se aprovechan y usan de forma más eficiente porque llevan a más gente a bordo. Sirva de ejemplo el caso de Amovens, una de las plataformas de movilidad colaborativa más populares en nuestro país, cuyos usuarios evitan la emisión de entre 1/2 y 1 millón de toneladas de CO2 a la atmósfera al usar sus servicios.

Fuente del articulo: https://isabelrbenitez.wordpress.com/2016/09/07/movilidad-colaborativa-y-mas-sostenible-el-caso-de-amovens/

Fuente de la imagen: https://isabelrbenitez.files.wordpress.com/2016/08/future_carshare_500.jpg?w=300&h=26

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Se busca modelo social que empodere a los ciudadanos. Razón aquí.

Isabel Benítez

Llevo varios días intentando hacer memoria para averiguar en qué momento me dijeron por primera vez que para ser feliz tenía que poseer todo lo poseíble, consumir todo lo consumible, acumular mucho dinero y atarme cuanto antes a un trabajo que, me gustase o no, me diera mucho de esa mal llamada seguridad y muy poco tiempo para pensar.

Aún busco al o a la lumbrera, se lo aseguro. Más que nada, para darle las gracias. De no ser por él, por ella, o por ellos –no dudo que fuera una conspiración con varios implicados–, no estaría aquí. Ya saben. Si hubiera sido una mentira a medias o una burrada de menor calibre, quizás andaría todavía metida en el círculo vicioso, embriagada por la ignorancia y sufriendo sus consecuencias como esa enfermedad que no da la cara hasta que es demasiado tarde. Sin embargo, dejarse llevar por un engaño cuando es tan flagrante es más complicado. Y aquí estamos.

Digo “estamos”, usando la primera persona del plural, porque, por suerte, no es solo cosa mía. Por el contrario, cada vez son más las personas que quieren recuperar el control sobre sus vidas. Cuestión de tiempo, tal vez. La tierra se aró hace mucho y las semillas se sembraron y se riegan cada día con mucho cuidado. “Estamos en el momento de reinventar los viejos contratos sociales, de crear un nuevo sistema operativo”, decía Albert Cañigueral desde Badajoz hace solo unos días, en el marco de la mesa redonda organizada por Espacio COnvento y en la que participaron el fundador de OuiShare, Antonin Leonard, y el  conector para Alemania Thomas Doennebrink. El conector de OuiShare para España y América Latina se refería así a las oportunidades de la economía colaborativa como herramienta de cambio a gran escala.

La ‘economía colaborativa’ ha muerto

Por supuesto, para quien asocie el concepto a la plataforma digital de turno que le permite ahorrarse unos eurillos en transporte o ganarse un dinero extra deshaciéndose de lo que le sobra, esto puede sonar un poco a chino. Economía colaborativa es eso, pero también puede significar más.

Pese a su nombre –seguiremos usándolo hasta que se nos ocurra uno mejor–,pensar en la economía colaborativa solo en términos de intercambios de productos y servicios es reduccionista. Lo dice hasta uno de sus ideólogos, el fundador de OuiShare, Antonin Leonard, que insiste en que el término ya no sirve para designar una realidad multidimensional, harto compleja e imposible de encorsetar; toda una manera de pensar, de hacer y de vivir en sociedad.

La irrupción de lo digital y el shock generalizado que ha producido el darnos cuenta de que el modelo imperante ya no cubre nuestras necesidades nos brindan oportunidades de cambio. Y, si se alteran los objetivos, el resultado no puede ser el mismo. Para Thomas Doennebrink, de OuiShare Alemania, se está produciendo un cambio en nuestros valores y auto-percepción. Trazando paralelismos con momentos históricos, “en la era del carbón, yo era lo que hacía; en la del petróleo, ‘era lo que consumía’; en la de las renovables, ‘soy lo que puedo hacer y lo que puedo compartir’.”

Y, ¿entonces?

Produzco luego existo

Nos podemos quedar en la superficie y pensar en una plataforma a través de la que cambiamos un viejo jersey por un pantalón que nos hace falta, o ir un poco, solo un poco, más allá y quedarnos con cómo eso nos permite pasar de consumidores pasivos a productores de valor. Es un esquema muy simple, desde el momento en que se nos da la posibilidad de crear, se nos está concediendo un poder que antes solo estaba al alcance de unos pocos. Nos convertimos en ciudadanos-productores.

Profesionales vs. amateurs

La irrupción de lo digital ha contribuido a que los recursos y las herramientas de producción sean cada vez más accesibles, al igual que los canales de difusión. Volvemos a un concepto de producción en el que el valor radica en la capacidad para ofrecer un producto ajustado a las necesidades de los usuarios, “como ocurría antes de que aparecieran los gremios, cuando un producto valía si era de calidad y yo me forjaba una buena reputación”, explicaba Albert.

Dueño y señor

No solo se trata de democratizar el acceso a las herramientas de producción; “el empoderamiento real viene de la propiedad de esas herramientas”, aseguraba el conector para España y América Latina.

Por sus características intrínsecas y las motivaciones de quienes las utilizan, las plataformas e iniciativas de economía colaborativa pueden, si quieren, organizarse de otro modo. Thomas Doennebrink explica: “Muchas de esas plataformas se han convertido en monstruos híbridos; tienen por delante plataformas en la que las personas satisfacen sus necesidades ‘de manera colaborativa’, pero su motivación, lo que subyace en el trasfondo, es generar dinero para extraer más dinero en el futuro. Muchas pueden generar más de esa desigualdad que ya existe en el mundo.”

Frente a esto, se pueden crear proyectos que ahondan en el concepto de ‘colaboración’, compartiendo la propiedad, la gobernanza, los beneficios. Se trata de la posibilidad de volver a un modelo más cooperativo, en sentido estricto, repensándolo sobre la base de las nuevas necesidades sociales.

El trabajo ya no es lo que era

Primero, porque se diversifican las fuentes de ingresos; segundo, porque ¿de verdad que no es trabajo la actividad que se remunera en tiempo u otras especies?

“Es el cambio más importante; si se cambia el trabajo, se cambia todo”, aseguraba Antonin Leonard. “Cada vez menos vamos a ser asalariados y, cada vez más, vamos a tener la posibilidad de desarrollar diferentes actividades económicas”. Frente al modelo de trabajo rígido, de 35-40 horas a la semana para una misma empresa –sí, ese que con la crisis se ha convertido en el sueño dorado-, lo digital nos permite comenzar a decidir cuándo, cuánto y desde dónde trabajamos y obtenemos nuestros recursos.

Un cambio desde lo local

“Ningún partido político habla de la economía colaborativa”, explicaba Albert. Para él, la propuesta colaborativa está ausente en el orden del día porque quienes han de tomar las decisiones ni la entienden, ni profundizan en ella, ni quieren ver su potencial.

Según Antonin Leonard, “lo digital ha transformado todas las industrias menos la industria financiera. La otra cosa que no ha transformado es la democracia: los políticos no saben qué hacer con el ciudadano empoderado”.  Y, no obstante, ahí está, por primera vez con capacidad para decidir si se queda solo en la parte útil –práctica– de esa propuesta social o va un paso más allá. Es decisión personal

Fuente del articulo: https://isabelrbenitez.wordpress.com/2016/02/26/se-busca-modelo-social-que-empodere-a-los-ciudadanos-razon-aqui/

Fuente de la imagen:https://isabelrbenitez.files.wordpress.com/2016/02/ouishare_talk.jpg?w=625&h=390&crop=1

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