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Desfinanciamiento de universidades públicas

Por: Ignacio Mantilla

Por estos días, cuando se habla de las dificultades económicas por las que atraviesan las universidades públicas y cuando se debate sobre las aparentes fortalezas y conveniencias de programas como “Ser pilo paga” y otras iniciativas de créditos para adelantar estudios universitarios, y en general, cuando se defiende el subsidio a la demanda con preferencia al financiamiento de la oferta de las universidades públicas, aparece el falso argumento de la ineficiencia de las universidades públicas como causa de su desfinanciamiento.

Es mi obligación, por lo tanto, pronunciarme sobre este tema y muy especialmente, hacer énfasis sobre algunas de las verdaderas causas del problema financiero de las universidades del Sistema Universitario Estatal.

Desde la aprobación de ley 30 de 1992, actualmente vigente, las universidades públicas han aumentado su cobertura. En efecto, en 1993 teníamos unos 160.000 estudiantes de pregrado matriculados en las universidades públicas del país y actualmente hay cerca de 560.000. Hasta hace 25 años no había sino un par de programas de doctorado en el país, desarrollados en la Universidad Nacional. Actualmente hay cerca de 4000 estudiantes de doctorado y 1700 de especialidades médicas. En 2003 ya se contaban 19.652 estudiantes de posgrado en las universidades públicas, cifra que hoy se ha duplicado.

Estos números revisten especial importancia por cuanto el costo de la formación en posgrado, especialmente en programas de maestrías de investigación y doctorados, es considerablemente superior al costo de la formación en pregrado. En la Universidad Nacional, por ejemplo, los estudiantes de posgrado constituyen el 18 % de la población estudiantil actual y su costo semestral promedio es de 3 veces el de un estudiante de pregrado.

El decreto 1279 de 2003 estableció un régimen salarial para los profesores universitarios de las universidades públicas que incluyó factores nuevos tales como la productividad académica y los títulos universitarios, que tienen un peso especial en la remuneración. El impacto de este decreto ha mejorado los indicadores nacionales de investigación, pero ha implicado un incremento anual real adicional cercano al 3% en los salarios de los profesores, que las universidades públicas han cubierto con sus recursos propios.

Normas y sentencias en aspectos salariales, con posterioridad a la vigencia de la ley 30 de 1992, han contribuido al desequilibrio presupuestal de las universidades. (Ver documento del Sistema Universitario Estatal: “Desfinanciamiento de la educación superior en Colombia”). Así mismo, incrementos salariales por encima del IPC no han sido siempre garantizados por los gobiernos en los presupuestos de las universidades, teniendo éstas que cubrir con recursos propios las diferencias que se acumulan y crecen anualmente, por cuanto afectan también los aportes parafiscales. Su efecto se estima hoy en unos $300 000 millones.

La apuesta por mejorar y aumentar la formación de estudiantes de doctorado y maestría ha implicado, como es apenas natural, una transformación de una planta docente que para el año de expedición de la ley 30 estaba constituida  en su mayoría, por docentes que sólo tenían un título de pregrado. A manera de ejemplo, en la actualidad, en la Universidad Nacional de Colombia 1459  de sus 3008 profesores tienen formación doctoral y 1271 tienen un título de maestría de investigación o de especialidad en alguna rama de la medicina. Esta alta cualificación docente ha demandado importantes recursos adicionales por el reconocimiento de títulos y publicaciones, pero también ha demandado esfuerzos económicos adicionales para el cubrimiento de comisiones de estudio que han permitido alcanzar estas cifras.

Las universidades públicas cuentan hoy con cerca de 2500 grupos de investigación, el 50 % del total del país, que requieren infraestructura, apoyo tecnológico, de cómputo, de comunicaciones, pero muy especialmente de equipos de laboratorios y de técnicos y operarios adicionales.

La misión social, que adicionalmente cumplen las universidades públicas para formar una población estudiantil vulnerable, obliga la implementación de programas de bienestar ambiciosos que garanticen la permanencia y faciliten el buen desempeño académico, con evidentes costos adicionales.

Los anteriores aspectos, entre otros, han producido unos costos de funcionamiento que crecen anualmente a una tasa real de 4 puntos por encima de los aportes que establece la Ley 30 de 1992 para tal fin.

Los esfuerzos adelantados por las universidades públicas por ofrecer educación y realizar investigación de alta calidad, mayor cobertura, alta cualificación docente y mejores condiciones de bienestar para sus estudiantes, así como el cumplimiento responsable de la ley y decretos reglamentarios atendidos con recursos propios, son las verdaderas causas de su desfinanciación.

Es irracional, entonces, que a pesar de mostrar contundentes resultados la política educativa se incline ahora a financiar la demanda de la educación superior en contra del apoyo financiero indispensable para las universidades públicas.

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/desfinanciamiento-de-universidades-publicas-columna-695734

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¿Por qué impugnar una ley que beneficia la educación superior?

Por: Ignacio Mantilla

Desde el año 2013 la Universidad Nacional de Colombia y la Universidad Distrital Francisco José de Caldas se aliaron en un proyecto conjunto para tramitar, con el apoyo fundamental del Congreso de la República, la modificación y ampliación de la Estampilla pro Universidad Distrital.

Las dos Instituciones han dado un claro ejemplo de cooperación académica y han demostrado la eficacia de la unión para el fortalecimiento de la calidad y el logro de los objetivos. Conscientes de nuestras responsabilidades con la educación superior pública en la capital de la República, tenemos claro que no es la competencia, sino la cooperación, el camino correcto para formar mejor a nuestros jóvenes estudiantes. Actualmente, el 95 % de los estudiantes de la Universidad Distrital y el 80 % de los estudiantes de pregrado de la Sede Bogotá de la Universidad Nacional provienen de las 20 localidades de esta ciudad.

Ambas instituciones acordaron solicitar al Congreso la modificación a la Ley 648 de 2001, que autorizaba la emisión de la Estampilla pro Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Con esta modificación, aprobada por amplias mayorías en el Congreso a través de la Ley 1825 de 2017, se logra extender el recaudo por 30 años para la financiación de la infraestructura de las dos universidades, el apoyo a sus laboratorios, bibliotecas, investigación, contratación de profesores con doctorado y la ampliación en la cobertura de la educación superior en Bogotá.

La Ley 1825 fue sancionada por el señor Presidente de la República el pasado mes de enero. Gracias a esta ley más de 60 000 estudiantes de estratos 1, 2 y 3 se podrán beneficiar de manera directa con el apoyo y fomento a la calidad de las dos instituciones de educación superior. Esa norma define que el 70 % del recaudo se destine a la Universidad Distrital y el 30 % restante a la Sede Bogotá de la Universidad Nacional.

La Universidad Distrital es la universidad pública de la Capital y la Sede Bogotá de la Universidad Nacional es la más grande de las sedes de la Universidad Nacional, con impacto principal en esta ciudad. Pero su labor no se limita a la Ciudad Universitaria en Bogotá; en efecto es la única universidad que hace presencia en Sumapaz, por ejemplo, y mantiene convenios interinstitucionales con las universidades públicas y privadas radicadas en Bogotá. Adicionalmente, asesora con frecuencia a entidades públicas y privadas del Distrito.

Es oportuno reconocer el apoyo indiscutible que el Congreso le entregó a esta nueva ley para fortalecer la educación superior en Bogotá. Gracias al acompañamiento permanente de los representantes a la Cámara Olga Lucia Velásquez y Alfredo Guillermo Molina, y a los senadores Fernando Tamayo, María del Rosario Guerra y Ángel Custodio Cabrera, la ley hoy es una realidad que espera ser reglamentada por el Concejo de Bogotá, con el fin de iniciar el recaudo efectivo.

Ante el apoyo mayoritario del Congreso de la República, en especial el de los representantes a la Cámara por Bogotá, y siendo evidente el acuerdo de las dos universidades para articular sus proyectos institucionales, no se entiende por qué la Alcaldía Mayor de Bogotá considera que dicha ley debe ser impugnada.

Opina el señor alcalde que la ley, con aplicación en el Distrito, no debe beneficiar a una institución de nivel nacional como la Universidad Nacional de Colombia, pues ésta debe ser responsabilidad exclusiva del Gobierno Nacional.

Lamento la ceguera y mezquindad de la Alcaldía para comprender que los beneficiados en este tipo de iniciativas siempre son las personas, y para el caso de la Ley 1825 de 2017 son, principalmente y en su gran mayoría, los miles de jóvenes de la ciudad de Bogotá, pues se aclara en la misma ley que los recursos para la Universidad Nacional solo podrán ser destinados a la Sede Bogotá, que como ya se dijo, recibe ampliamente a jóvenes de los estratos más bajos de los colegios distritales.

Recordemos que ya existen varios casos de recaudo solidario como el aprobado en la Ley 1825 del 2017. Podemos destacar la Estampilla pro Universidad Nacional de Colombia que comparte el recaudo con las restantes 31 universidades públicas del país, incluyendo universidades departamentales o locales como la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Aunque el recaudo de esta ley se hace sobre contratos de obra con recursos de nivel nacional, no discrimina a los jóvenes universitarios de las regiones o de las ciudades que hacen parte de instituciones que no están adscritas al nivel nacional del Estado.

Impugnar la ley no solamente es injusto con los miles de jóvenes estudiantes matriculados en los programas de la Sede Bogotá de la Universidad Nacional, de prosperar la impugnación también se verán afectados los estudiantes de la Universidad Distrital, pues no contarían con esos recursos hasta que no se tramite y apruebe una nueva ley en el Congreso de la República.

Nos deja profundamente preocupados la actitud discriminatoria del mandatario distrital, que bien podría, más bien, apoyarse en la Universidad Nacional, patrimonio de todos los colombianos, como un aliado estratégico para adelantar tantos proyectos que requieren del apoyo de nuestros expertos. Para la reglamentación de la ley confío, sin embargo, en el buen juicio del Concejo de Bogotá, organismo del que siempre hemos recibido amplio respaldo y en el que se percibe gran compromiso con la educación pública de calidad.

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/por-que-impugnar-una-ley-que-beneficia-la-educacion-superior-columna-694629

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¿Por qué impugnar una ley que beneficia la educación superior?

Ignacio Mantilla

Desde el año 2013 la Universidad Nacional de Colombia y la Universidad Distrital Francisco José de Caldas se aliaron en un proyecto conjunto para tramitar, con el apoyo fundamental del Congreso de la República, la modificación y ampliación de la Estampilla pro Universidad Distrital.

Las dos Instituciones han dado un claro ejemplo de cooperación académica y han demostrado la eficacia de la unión para el fortalecimiento de la calidad y el logro de los objetivos. Conscientes de nuestras responsabilidades con la educación superior pública en la capital de la República, tenemos claro que no es la competencia, sino la cooperación, el camino correcto para formar mejor a nuestros jóvenes estudiantes. Actualmente, el 95 % de los estudiantes de la Universidad Distrital y el 80 % de los estudiantes de pregrado de la Sede Bogotá de la Universidad Nacional provienen de las 20 localidades de esta ciudad.

Ambas instituciones acordaron solicitar al Congreso la modificación a la Ley 648 de 2001, que autorizaba la emisión de la Estampilla pro Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Con esta modificación, aprobada por amplias mayorías en el Congreso a través de la Ley 1825 de 2017, se logra extender el recaudo por 30 años para la financiación de la infraestructura de las dos universidades, el apoyo a sus laboratorios, bibliotecas, investigación, contratación de profesores con doctorado y la ampliación en la cobertura de la educación superior en Bogotá.

La Ley 1825 fue sancionada por el señor Presidente de la República el pasado mes de enero. Gracias a esta ley más de 60 000 estudiantes de estratos 1, 2 y 3 se podrán beneficiar de manera directa con el apoyo y fomento a la calidad de las dos instituciones de educación superior. Esa norma define que el 70 % del recaudo se destine a la Universidad Distrital y el 30 % restante a la Sede Bogotá de la Universidad Nacional.

La Universidad Distrital es la universidad pública de la Capital y la Sede Bogotá de la Universidad Nacional es la más grande de las sedes de la Universidad Nacional, con impacto principal en esta ciudad. Pero su labor no se limita a la Ciudad Universitaria en Bogotá; en efecto es la única universidad que hace presencia en Sumapaz, por ejemplo, y mantiene convenios interinstitucionales con las universidades públicas y privadas radicadas en Bogotá. Adicionalmente, asesora con frecuencia a entidades públicas y privadas del Distrito.

Es oportuno reconocer el apoyo indiscutible que el Congreso le entregó a esta nueva ley para fortalecer la educación superior en Bogotá. Gracias al acompañamiento permanente de los representantes a la Cámara Olga Lucia Velásquez y Alfredo Guillermo Molina, y a los senadores Fernando Tamayo, María del Rosario Guerra y Ángel Custodio Cabrera, la ley hoy es una realidad que espera ser reglamentada por el Concejo de Bogotá, con el fin de iniciar el recaudo efectivo.

Ante el apoyo mayoritario del Congreso de la República, en especial el de los representantes a la Cámara por Bogotá, y siendo evidente el acuerdo de las dos universidades para articular sus proyectos institucionales, no se entiende por qué la Alcaldía Mayor de Bogotá considera que dicha ley debe ser impugnada.

Opina el señor alcalde que la ley, con aplicación en el Distrito, no debe beneficiar a una institución de nivel nacional como la Universidad Nacional de Colombia, pues ésta debe ser responsabilidad exclusiva del Gobierno Nacional.

Lamento la ceguera y mezquindad de la Alcaldía para comprender que los beneficiados en este tipo de iniciativas siempre son las personas, y para el caso de la Ley 1825 de 2017 son, principalmente y en su gran mayoría, los miles de jóvenes de la ciudad de Bogotá, pues se aclara en la misma ley que los recursos para la Universidad Nacional solo podrán ser destinados a la Sede Bogotá, que como ya se dijo, recibe ampliamente a jóvenes de los estratos más bajos de los colegios distritales.

Recordemos que ya existen varios casos de recaudo solidario como el aprobado en la Ley 1825 del 2017. Podemos destacar la Estampilla pro Universidad Nacional de Colombia que comparte el recaudo con las restantes 31 universidades públicas del país, incluyendo universidades departamentales o locales como la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Aunque el recaudo de esta ley se hace sobre contratos de obra con recursos de nivel nacional, no discrimina a los jóvenes universitarios de las regiones o de las ciudades que hacen parte de instituciones que no están adscritas al nivel nacional del Estado.

Impugnar la ley no solamente es injusto con los miles de jóvenes estudiantes matriculados en los programas de la Sede Bogotá de la Universidad Nacional, de prosperar la impugnación también se verán afectados los estudiantes de la Universidad Distrital, pues no contarían con esos recursos hasta que no se tramite y apruebe una nueva ley en el Congreso de la República.

Nos deja profundamente preocupados la actitud discriminatoria del mandatario distrital, que bien podría, más bien, apoyarse en la Universidad Nacional, patrimonio de todos los colombianos, como un aliado estratégico para adelantar tantos proyectos que requieren del apoyo de nuestros expertos. Para la reglamentación de la ley confío, sin embargo, en el buen juicio del Concejo de Bogotá, organismo del que siempre hemos recibido amplio respaldo y y en el que se percibe gran compromiso con la educación pública de calidad.

Fuente del articulo: http://www.elespectador.com/opinion/por-que-impugnar-una-ley-que-beneficia-la-educacion-superior-columna-694629

Fuente de la imagen: http://diarioelnortino.cl/wp-content/uploads/2014/10/Beca-educacion-Superior-2014.jg

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Las editoriales universitarias

Por: Ignacio Mantilla

Con la celebración de la trigésima versión de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, en las últimas semanas volvimos a respirar el plácido aire que nos entregó la agrupación de miles de libros abiertos y listos para ser leídos.

Esta reunión de lectores de todas las edades, autores y editores en torno al libro fue una oportunidad más para que las instituciones de educación superior presentaran al público en general el trabajo juicioso y consolidado de sus profesores y estudiantes. Un trabajo soportado fuertemente por las editoriales universitarias o secciones de publicaciones de cada institución.

Desde hace más de seis siglos, son las oficinas de publicación universitaria las encargadas de la difusión y consolidación del conocimiento que se produce en las universidades de todo el mundo. Desde la fundación de la universidad en Occidente estas unidades empezaron la producción de libros, manuales y compendios con el fin de fortalecer el quehacer académico de las universidades. Sin embargo, solo hasta 1478 se organizó una verdadera editorial universitaria. La prensa académica se estructuró como una dependencia de la Universidad de Oxford en Inglaterra y su primer libro publicado fue la Exopisitio in symbolum opositorum de Tiriano Rufino Aquilea.

La Universidad de Cambridge también cuenta con una de las más antiguas editoriales universitarias y gracias a ella hemos podido conocer los trabajos de intelectuales de la talla del filósofo Francis Bacon, el físico Isaac Newton, el clérigo y economista Thomas Malthus, el naturalista Charles Darwin y en épocas recientes hemos conocido a través de esta editorial uno de los mayores descubrimientos del siglo XX, la descripción de la doble hélice del ADN por Watson y Crick. Este es solo un pequeño ejemplo de lo que las editoriales universitarias han aportado en la difusión y apropiación del conocimiento producido en todas las épocas por nuestras universidades. Ya lo estipulan muy bien los primeros estatutos de la Universidad de Padua redactados en 1264: “Sin ejemplares no habrá universidad”.

Hoy por hoy, las editoriales universitarias en el mundo anglosajón son fuertes empresas que aportan recursos a sus universidades y que han conformado diversos proyectos complementarios a la publicación de libros, como la organización de exámenes certificados o la consolidación de programas de formación editorial en nuevas tecnologías. Aunque la mayoría de editoriales universitarias siguen siendo dependencias que hacen parte de las universidades, existen otras como las de Harvad o Princeton que son sociedades independientes, pero que apoyan, principalmente, la producción académica de las universidades.

En términos generales las editoriales universitarias tienen la importante función de presentar en forma definitiva los textos e impresos producidos por las universidades, teniendo en cuenta muy cuidadosamente el público lector al que quieren llegar. Años y abundantes recursos invertidos en el desarrollo de una investigación pueden perderse si dicha investigación no se presenta de la manera más adecuada a través de una publicación u otro medio académico. Saber cómo “destilar” este conocimiento en una publicación, como bien lo dicen los editores de la Universidad de Cambridge, es una labor compleja, profesional y de gran responsabilidad que asumen los integrantes de nuestras editoriales universitarias. Por tanto, a ellos también hay que reconocer y agradecer el éxito de nuestras instituciones en el mundo de las ciencias, la cultura, las artes y las humanidades.

En Colombia esta labor ha venido profesionalizándose en los últimos años. Hoy contamos con la Asociación de Editoriales Universitarias de Colombia (ASEUC), que reúne a más de 60 editoriales de universidades de todo el país. Y Colciencias, hace un par de años, emprendió un esfuerzo (lamentablemente no continuado) para certificar los procesos editoriales de calidad para la investigación. En el marco de este programa se organizaron cerca de cuatro convocatorias para el reconocimiento de las editoriales universitarias, que efectivamente arrojaron excelentes resultados para las universidades y sus dependencias editoras.

En esta última versión de la FILBO se batieron marcas en asistencia de público al pabellón de las universidades. Como siempre, la Universidad Nacional de Colombia, patrimonio de todos los colombianos, se presentó de la mejor manera. Con el estand más grande del pabellón y cerca de 500 títulos en todas las áreas del conocimiento. De ellos 106 fueron novedades publicadas especialmente para ser presentadas en la feria. Como muy pocos lo saben, nuestros libros en todos los casos están subsidiados por la institución, pues creemos férreamente que la responsabilidad de la universidad es la de hacer todo lo posible para que el conocimiento se difunda y expanda en todas las direcciones.

Así, el público que asistió a nuestro estand pudo adquirir libros de gran calidad desde 5000 pesos en adelante. En esta ocasión entregamos al público 6026 libros de la gran producción universitaria. Es importante resaltar que varios de nuestros libros se agotaron en la feria. Uno de los más vendidos fue Campesino de los Andes y otros escritos antológicos de nuestro gran maestro Orlando Fals Borda, publicado en la colección de la Rectoría, Obras Escogidas. Adicionalmente, en el marco de la feria, se realizaron algunos lanzamientos de nuestras novedades editoriales, para eso se organizaron 27 eventos académicos en el estand de nuestra institución que se vistió con los símbolos conmemorativos del sesquicentenario de nuestra fundación.

Al estand de la universidad concurrieron aproximadamente 30 mil visitantes en las dos semanas de feria. Allí no solamente se encontraba nuestra producción editorial, también hizo presencia la emisora UN Radio, con programación especial, y la novedosa Tienda Universitaria, que se convirtió en un nuevo canal de interacción con nuestros egresados y estudiantes.

La Universidad Nacional de Colombia es consciente de la gran importancia que tiene la producción editorial de nuestra comunidad académica, no solamente para los fines mismos de la Universidad, sino, también, para las necesidades y retos de nuestro país. Felicitaciones a los autores por su dedicación y compromiso con el conocimiento y, por supuesto, felicitaciones a todas las editoriales universitarias porque una vez más dejaron clara la importancia de un trabajo minucioso, de mucha calidad y de poco protagonismo.

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/las-editoriales-universitarias-columna-693609

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El sabor dulce y amargo de la calidad en las universidades públicas

Por: Ignacio Mantilla

El nivel de cualificación de los miembros de una sociedad y su capacidad de investigación y desarrollo están fuertemente asociados con la disposición de los recursos financieros necesarios para poder competir en «igualdad de condiciones” en un mundo globalizado y exigente.

Cimentar una cultura de investigación significa formar profesionales integrales, capaces de abordar de manera autónoma tareas que conduzcan a la solución de los problemas que retan sus propias capacidades y su imaginación. Si bien, las disciplinas pueden fomentar algunos islotes de la comunidad científica, con un alto nivel de especialización, son los nuevos problemas los que reúnen a las comunidades académicas, de diversas áreas del conocimiento, con el objetivo común de encontrarles solución.

La calidad de la investigación en nuestras universidades está también estrechamente ligada a los programas de posgrado y muy especialmente a los de doctorado. Los actuales profesores universitarios deben entonces aceptar y realizar su trabajo, equilibrando la indisoluble relación entre la docencia y la investigación.

De la misma manera, hoy en día a la universidad no le basta con solamente formar nuevos profesionales, también debe formar nuevos investigadores. Por lo tanto, la contratación de nuevos profesores, que se dediquen en forma exclusiva a la universidad y que tengan la capacidad para realizar una buena docencia y, además, integren grupos de investigación es una tarea que exige gran responsabilidad. Lamentablemente, tras la búsqueda exitosa de los mejores candidatos y después de la enorme satisfacción que produce la vinculación de un gran profesor, llega la amarga realidad que enfrentan las directivas de las universidades públicas: a saber, el de ir poco a poco profundizando la desfinanciación institucional.

Y es que el actual sistema que regula los salarios de profesores universitarios de las instituciones públicas, los clasifica en categorías acordes con su hoja de vida, pero además establece una base salarial que depende especialmente de su formación (títulos) y su productividad. Es deseable que los profesores tengan una formación al más alto nivel y una gran productividad, y que ésta no disminuya tras su vinculación en la universidad. Pero, también es cierto que el relevo generacional que obliga la sustitución de un profesor que se pensiona después de 30 años, normalmente implica un costo mayor para la institución -debido a los requisitos de formación más exigentes de los actuales concursos docentes en todas las áreas- que no se reconoce en la fórmula inercial de financiación estatal que ordena la Ley 30 de 1992. En relación con este mismo desequilibrio presupuestal está el mecanismo que establece el Decreto 1279 de 2002 según el cual, durante todo el tiempo de vinculación, la productividad académica de los profesores y las direcciones de tesis deben reconocerse con un estímulo económico adicional, que en el caso de las publicaciones de calidad representan un aumento en la base salarial para toda su vida laboral restante. Aun cuando, gracias a estos estímulos la productividad y la investigación en las universidades han mostrado un crecimiento significativo, también es cierto que en ausencia del financiamiento estatal de estos nuevos elementos no incluidos en los presupuestos, se ha propiciado un desfinanciamiento crónico de las universidades públicas.

Desde la aprobación de la Ley 30 la fuente de financiación estatal crece anualmente con el porcentaje del IPC del año inmediatamente anterior, pero los gastos, sólo debidos a lo señalado anteriormente, crecen aproximadamente 4 puntos por encima de este indicador. Como consecuencia, las universidades públicas se ven obligadas a cubrir con recursos propios estas diferencias y a aumentar las tareas que les permitan obtener recursos adicionales para financiar su funcionamiento. Así, podemos afirmar que hoy en día estamos obligados a financiar buena parte de la calidad con recursos propios y que el dulce de la calidad contrasta con el amargo de su desfinanciación.

El pasado 12 de febrero el Gobierno Nacional expidió los decretos correspondientes al reajuste salarial de los empleados públicos para 2016. Este ajuste es del 7.77%; un punto por encima del IPC del año 2015. Esta noticia, que es buena para los servidores públicos, tiene también el amargo reto que nos impone cubrir ese punto adicional con recursos propios. Otro factor que en años anteriores ha sido también una causa más de la desfinanciación de las universidades públicas.

Como se deduce, es urgente llevar a cabo la modificación de la Ley 30 y, en especial, de la fórmula del IPC para el presupuesto de funcionamiento de las universidades públicas, reconociendo factores como los expuestos. Una propuesta en tal sentido, originada desde las universidades, viene discutiéndose actualmente con el Ministerio de Educación Nacional.

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/opinion/el-sabor-dulce-y-amargo-de-la-calidad-en-las-universidades-publicas-columna-617673

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Zarpazo a las universidades públicas

Por: Ignacio Mantilla

Por estos días se ha conocido ampliamente la iniciativa de un proyecto de ley que busca modificar los montos, mecanismos y, especialmente, el recaudo posterior de los recursos que el Icetex administra para que los jóvenes beneficiados puedan acceder a la educación superior. Incluso el debate se ha extendido en determinar si se trata del plagio de un proyecto que ya había sido formulado antes por el congresista Rodrigo Lara.

El proyecto se enmarca en un modelo que ha sido experimentado en otros países como Australia, por ejemplo, y que se denomina Crédito Educativo Contingente al Ingreso. Al graduarse, el endeudado profesional puede tener periodos de gracia y pagar el crédito de acuerdo a su salario y con intereses blandos, sin que sus ingresos se vean drásticamente menguados por esta causa y sin la presión de un corto tiempo límite para cubrir la deuda. Es decir que su empleo profesional y el salario que devengue será el determinante de la modalidad de pago del crédito educativo.

Sin lugar a dudas este es un buen e ingenioso mecanismo para financiar la demanda de educación superior. Pero no quiero ahondar en los detalles del proyecto, más bien quiero resaltar que se trata de una alternativa más de financiación a la demanda, que sumada a otra fuentes, estrategias y programas ampliamente conocidos, permiten concluir que el modelo de financiación que quiere reforzarse desde el Gobierno Nacional apunta, cada vez más claramente, a subsidiar la demanda.

Lo anterior no admitiría crítica alguna si estos programas tuviesen sus propias fuentes de financiación y sumaran opciones para los estudiantes universitarios colombianos, sin debilitar la financiación de la oferta que hacen, principalmente, las universidades públicas. En este punto coincidimos rectores de universidades, tanto públicas como privadas.

En efecto, con enorme desilusión hemos visto cómo los anhelados recursos que se habían aprobado en la última Reforma Tributaria para la educación superior pública (el 40 % de medio punto del IVA) ahora se quieren destinar, en su mayoría (cerca del 70 %), para fortalecer los fondos del Icetex y para garantizar los créditos nuevos y los que están desfinanciados. Así que la duda sobre el presunto plagio está despejada. No hay plagio sino originalidad, pues es difícil creer que el representante Lara o la senadora Claudia López hubieran pensado siquiera en echar mano a estos recursos para financiar esa propuesta.

Naturalmente, si se quiere estimular el crédito educativo como solución para cubrir los altos costos de la educación superior, las universidades públicas tendrán que adaptar sus sistemas de financiación porque los recursos para tales créditos y créditos-beca finalmente son los mismos que estaban destinados a financiar las universidades públicas exclusivamente.

Pero tal parece que la meta nacional se hubiese cambiado y que en lugar de apostarle a alcanzar un número N de nuevos profesionales universitarios, se aspire ahora más bien a otorgar M nuevos créditos (con M>N). Esto parece el mundo al revés: el Icetex, que con sus fondos debería estar fortaleciendo las universidades, ahora resulta fortalecido con los fondos de las universidades.

En mi opinión, creo que es un “disparate”, de enorme impacto negativo, atraer cada vez a más jóvenes y a sus familias al endeudamiento para cursar un pregrado en Colombia. La opción del crédito debe ser la última y no la primera, como se está presentando. Es como si dejásemos que los bancos formulen la nueva política educativa y prime el interés por endeudar a las familias sobre el de graduar a sus hijos.

Hace unas semanas, en el encuentro de Macrouniversidades de América Latina (de Colombia sólo forma parte la Universidad Nacional), realizado en Santiago de Chile, la presidenta Bachelet informaba a los rectores y delegados sobre su proyecto para tener gratuidad en la educación universitaria y hacía un llamado al Congreso chileno para que le apoye en la aprobación de esta nueva ley que propone su gobierno. El debate que se ha dado en Chile en torno al financiamiento de las universidades a través de costosas matrículas que pagan los estudiantes con créditos bancarios, tanto en universidades públicas como privadas, permite observar que en Chile el Estado se desentendió de la financiación de sus universidades a tal punto que universidades tan emblemáticas, como la Universidad de Chile, recibe hoy menos del 10% de sus recursos de funcionamiento de parte del Estado. Los efectos que este sistema ha tenido debe alertarnos para no incurrir en los mismos errores que hoy se quieren corregir en Chile.

En Colombia los grandes avances y logros en materia de cobertura, calidad y financiación en educación básica y media pueden intentarse también en la educación superior. Creo que en el Estado y su capacidad actual, las políticas del crédito educativo pueden ser una buena alternativa para cursar estudios de posgrado y no así para extenderla a los estudios de pregrado.

Pero, independientemente de calificar de bueno o malo el proyecto para el Crédito Educativo Contingente al Ingreso, lo que tampoco es aceptable a favor de este nuevo modelo es el argumento de un aparente debilitamiento académico o una ineficiencia administrativa de las universidades públicas. Ese no debe ser el soporte, no es admisible que se intente asfixiar a las instituciones públicas para poder mostrarlas moribundas y justificar así el uso eficiente del oxígeno en otros pacientes menos enfermos.

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/zarpazo-las-universidades-publicas-columna-692478

 

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Ejemplo excepcional: una universidad para sordos

Por: Ignacio Mantilla

Mucho se habla de la importancia de la inclusión en la educación como acción esencial para reducir la desigualdad. Pero casi siempre nos referimos a la desigualdad que representa el origen y la condición social o económica. Sin embargo, hay ejemplos que bien vale la pena conocer, de instituciones, comunidades y personas que llevan a cabo tareas admirables en este sentido. Me quiero referir en esta ocasión a uno de estos casos.

Existe una universidad que llama poderosamente mi atención por su vocación, pero sobre todo por su historia y fortaleza conceptual. Se trata de la Universidad Gallaudet de Washington, una universidad que desde sus orígenes fue diseñada para servir a la población sorda; institución única en el mundo con tales características.

Esta universidad tuvo su origen en un colegio para sordos y fue el propio presidente Lincoln quien en 1864 firmó la ley que le autorizó expedir títulos universitarios.

Son múltiples y variadas las historias de las luchas que ha librado esta institución en el camino hacia la evolución académica. Algunas de estas luchas han sido protagonizadas por estudiantes de diferentes generaciones. Gracias a la persistencia, la audacia y la convicción de una comunidad que abandonó el miedo para exigir su reconocimiento, hoy la Universidad Gallaudet es un modelo ejemplar de educación superior incluyente.

Desde la ley de 1864, la institución ha realizado un serio trabajo que comenzó como college. Finalmente, por un acto del Congreso, a Gallaudet College se le da estatus de universidad en octubre de 1986. En 1988 fue nombrado el primer rector sordo de Gallaudet, como consecuencia de un movimiento estudiantil que, hasta hoy, se reconoce como un caso excepcional de activismo estudiantil en favor de la inclusión.

Hoy, la Universidad Gallaudet ofrece 40 diferentes carreras profesionales y mantiene sus principios intactos. En la actualidad, esta universidad ha abierto sus puertas a estudiantes no sordos. Este grupo corresponde al 5 % de toda la población estudiantil.

Los programas que ofrece la universidad son dignos de examinar. Al principio pueden despertar solo curiosidad, pero fácilmente se descubre una oferta tan rica, amplia y especial que atrae toda nuestra atención y despierta admiración. En efecto las posibilidades de especialización y preparación formal con énfasis en las oportunidades educativas para sordos son tan amplias que aun para quienes nos desempeñamos en el campo de la educación superior resultan sorprendentes e insospechadas. Algunos de los énfasis y líneas de investigación son: comunicación abierta y aprendizaje visual, historia y cultura sorda, lengua de señas americano, impacto de la tecnología en la comunicación sorda.

Como principio fundamental, presente en todos los programas, la Universidad Gallaudet sostiene que los sordos pueden hacerlo todo: no deben tener límites.

El primer rector sordo, después de la reforma que lograron los estudiantes, fue el Dr. I. King Jordan, quien estuvo en el cargo durante 20 años. Desde entonces todos los rectores han sido personas sordas, tal como lo exigió el movimiento estudiantil apoyado por los profesores en 1988 con la consigna: “¡Rector Sordo Ya!”. Actualmente la universidad la dirige, desde 2016, Roberta Cordano, primera mujer sorda en ocupar la Rectoría. Y acorde también con la reforma, hoy se exige que al menos el 51 % de los cargos directivos de la universidad estén ocupados por personas sordas.

La Universidad Gallaudet cuenta con casi 1800 estudiantes, de los cuales cerca de 500 son de maestría y doctorado. El 8 % de todos los estudiantes son estudiantes internacionales. Tiene unos 300 profesores. Uno de los programas más exitosos es el de Maestría en Lenguaje y Educación para Sordos.

Quiero resaltar que, por lo general, cuando se habla de educación “para todos”, se empieza por definir quiénes son “todos”, de manera que la motivación por establecer instituciones incluyentes suele terminar por excluir a unos pocos. La Universidad Gallaudet nació para responder a la exclusión que sufrían los estudiantes sordos en otras instituciones, y ha logrado probar que ser sordo, lejos de dificultar el aprendizaje, es una fuente excepcional de conocimiento. El éxito de esta institución muestra que no sólo existen formas de aprendizaje sorprendentes y dignas de reconocimiento, sino que la comunidad sorda ha logrado crear una cultura profundamente valiosa.

En la Universidad Nacional de Colombia, patrimonio de todos los colombianos, desde hace muchos años hemos atendido a los aspirantes sordos, tanto de pregrado como de posgrado, adoptando diferentes mecanismos y apoyados por asesores que dominan la lengua de señas colombiana, para que nuestros estudiantes sordos puedan competir con los demás por un cupo en igualdad de condiciones. El pasado domingo, por ejemplo, presentaron el examen de admisión regular 28 aspirantes sordos, que contaron con las herramientas necesarias para aspirar legítimamente a ingresar a la universidad.

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/ejemplo-excepcional-una-universidad-para-sordos-columna-691522

Imagen: http://elcalce.com/pr/contexto/increible-gobierno-boricua-no-sabe-cuantos-sordos-viven-en-la-isla/

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