Por: Jaume Carbonell
Los centros de tamaño reducido, donde el alumundo de distintas edades comparte espacio y aprendizaje, favorecen la innovación según muestran varias investigaciones.
Un encuentro entre amigos me hizo evocar las conversaciones que escuchaba a principios de los setenta entre los maestros de la Escuela Heura, un centro barcelonés muy innovador que primero funcionaba como una cooperativa y más adelante se integró en la red pública. Lo que me sorprendía era, sobre todo, el conocimiento que tenía cualquier maestro de todos los alumnos y también de sus familias. El secreto era muy sencillo: el tiempo que dedicaban a observar a los pequeños en el jardín y otras espacios y actividades, y a hablar de ellos en las reuniones; la proximidad y colaboración de padres y madres; y el tamaño reducido del centro: solo existía una línea con ratios más que aceptables. Es evidente que estas tres ventajas pedagógicas, que testifican la existencia de un equipo docente y de una cultura de centro, se daban y siguen dándose en otras escuelas urbanas, aunque son mucho más perceptibles en las escuelas rurales. Lo he comprobado en mis numerosas visitas y reportajes por la geografía española y así lo atestiguan los estudiosos de este modelo escolar. En este caso, al tamaño reducido del centro se añade la organización del centro en aulas multigrado que suelen reunir, respectivamente, a los pequeños, medianos y mayores -aunque las agrupaciones son diversas en función de cada contexto específico-. En cualquier caso, se trata de grupos de alumnos y alumnas de distintos grados que conviven y aprenden juntos en ese lugar llamado aula, con un solo maestro y a veces con especialistas que imparten algunas materias como inglés, música o educación física.
Estas escuelas muestran una especial preocupación por mantener el tamaño reducido del centro -no solo por las ratios del grupo-clase- y la mezcla de edades porque entienden que se trata de dos criterios de calidad que pueden reportar diversas y poderosas ventajas educativas. Las oportunidades que brindan han sido analizadas a fondo, entre otros autores, por Laura Domingo, Jordi Feu y Roser Boix, quienes han realizado la tesis doctoral y publicado unos cuantos textos sobre esta temática. Todos ellos coinciden, grosso modo, en estos factores potencialmente ventajosos: la heterogeneidad del alumnado como factor de enriquecimiento de las relaciones y aprendizaje; la experimentación didáctica y metodológica; la integración o globalización de los diversos saberes y asignaturas; el clima más familiar de aula y la convivencia; la flexibilidad en el currículo, tiempos y espacios; el seguimiento y evaluación del alumnado; la relación con las familias y con el entorno; la construcción de la identidad individual y colectiva, y la cohesión del grupo.
Conviene detenerse en el cambio de rol del alumnado. La mezcla de edades responde al orden natural de la sociedad. ¿Acaso en las distintas manifestaciones y escenarios de la vida real se separa a la infancia y juventud por su edad? ¿Qué importancia tiene preguntarles constantemente cuántos años tienen? La escuela es la única institución que los agrupa por su estricta edad cronológica. ¿Qué razones lo justifican cuando se sabe que los ritmos de crecimiento, como evidencian numerosas investigaciones, muestran el valor pedagógico del aprendizaje entre iguales y de las interacciones entre alumnos mayores y menores? Ya no se trata únicamente de los razonamientos superiores y el mayor caudal de experiencias que reciben unos, o del compromiso y aprendizaje que les reporta a otros tener que ayudarles a entender un texto o a explicar un concepto de forma clara y precisa, sino del amplio abanico de posibilidades que abre el conjunto de interacciones cambiantes que se van sucediendo. ¡La de cosas que pueden aprender unos de otros! Porque, siguiendo la estela de Vygotsky, la interacción social favorece la mejora del aprendizaje. Sobre todo, cuando la cooperación sustituye a la competición, otra de las singularidades de este proyecto educativo multinivel.
También se modifica el rol del profesorado, que transita hacia un perfil más polivalente y que le proporciona una visión más global de la educación. Por otro lado, le exige una atención más personalizada del alumno para atender su diversidad, respetando sus procesos madurativos, intereses y ritmos de aprendizaje. El tipo de ayuda docente, que se traduce en una tarea de acompañamiento y facilitación de las tareas, es clave para avanzar hacia la inclusión escolar y social. En estas pequeñas escuelas se recupera la imagen del maestro artesano de que nos habla Richard Sennett y que se ha popularizado, con un registro un tanto idealizado, en novelas y películas de distintas geografías protagonizadas por maestros. A la postre, se trata humanizar y hacer más estimulante y cercano el trabajo docente.
En algunas escuelas urbanas innovadoras de Catalunya y de otras comunidades autónomas, que tratan de mantener un crecimiento sostenible con una sola línea, se va introduciendo la agrupación multi o internivel. En un par de ellas, que he visitado recientemente, los grados de Infantil y Primaria se reparten en tres grandes espacios -las comunidades de los mayores, pequeños y medianos- donde el alumnado trabaja en grupo, por parejas o individualmente, compartiendo proyectos o concentrándose en diversos espacios de aprendizaje tanto interiores como exteriores. En Inglaterra y Estados Unidos -sobre todo en California con la red AltSchool– ya hace tiempo que existen este tipo de centros, formando parte de dos movimientos que se entrecruzan: el de las multiage classrrom y el de las small schools. Las características son similares a las descritas anteriormente: acercamiento al alumno; atención intensiva a la diversidad; currículum abierto, integrado y flexible; concepción del profesor como orientador… Asimismo, el referente teórico es Vigotsky, especialmente la noción de zona de desarrollo próximo, entendida como la ayuda y el conjunto de interacciones sociales que se producen entre personas adultas y menores y entre estos en un determinado contexto. Para ello se prevén un montón de estrategias y recursos, con la pertinente formación docente, para llevarlas a cabo. Este mismo movimiento de reforma e innovación educativa se plantea en algunos países latinoamericanos.
Un par de reflexiones a modo de conclusión y para el debate. La primera tiene que ver con el modelo educativo. Hemos hablado de las ventajas y oportunidades que ofrecen estos centros pero siempre andan condicionadas a que se fundamenten en una opción pedagógica para construir una escuela diferente de futuro y no para perpetuar un modelo escolar de presente-pasado. Así, por ejemplo, la mezcla de alumnos puede obedecer simplemente a razones meramente estructurales y administrativas, y el tamaño reducido del centro a la baja matrícula. La apuesta por el modelo multigrado innovador requiere una opción educativa a favor de una de infancia que pueda crecer en libertad, autonomía y responsabilidad; de un proceso de enseñanza que favorezca el protagonismo y la curiosidad del alumnado por el aprendizaje; de una escuela que sea respetuosa y exigente con la atención a la diversidad para allanar el camino hacia la equidad y la inclusión, y de un profesorado debidamente formado y comprometido con esta manera de entender la educación.
La segunda tiene que ver con edificios escolares enormes y masificados, donde se instala el anonimato del alumno y la complicada relación y participación democrática de los diversos agentes educativos. Estamos hablando de macrocentros de hasta dos mil alumnos y más de un centenar de profesores, que subsisten por tradición o que han sido construidos por necesidades urgentes de escolarización. Quizás en algunos lugares y momentos sea inevitable en un primer momento pero, como ha ocurrido también, más adelante puede atenderse a criterios de calidad y partirse en dos o más centros. En sentido contrario, cabe señalar los problemas que comportan a menudos las ampliaciones y fusiones de centros. Algunos movimientos y expertos, al referirse a las escuelas pequeñas multigrado, manejan cifras de entre 50 y 150 alumnos en el caso de las escuelas rurales y de hasta 300-350 en el caso de las urbanas. Sin entrar en detalles numéricos, lo realmente importante es poder convertir las oportunidades innovadoras en realidades tangibles y sostenibles. Y eso es pertinente y necesario en cualquier contexto. Porque es la escuela del futuro.
Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/pedagogiasxxi/2017/02/01/la-grandeza-de-las-escuelas-multigrado/