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Impuestos: el dolor de cabeza

Juan J. Paz y Miño C.

El Telégrafo

Los estudios económicos de la Cepal tienen una línea de reflexión que da continuidad al pensamiento de Raúl Prébisch (1901-1986) y de sus colaboradores en la institución (desde 1950 Prébisch fue Secretario Ejecutivo), para quienes estuvo muy claro que la teoría económica, tal como llega a nuestra América Latina, presume de universalidad y se impone desde los países capitalistas centrales; y que, por tanto, esa “teoría” debe someterse al filtro de la realidad regional, al mismo tiempo que América Latina tiene que desarrollar su propia teoría económica.

En esa línea se ubica el Estudio Económico de América Latina y el Caribe 2016 que acaba de publicar la Cepal, en el que se evalúa el desempeño de la región, reflexiona sobre los desafíos macroeconómicos bajo un contexto externo debilitado, analiza las capacidades del financiamiento para el desarrollo, examina la desaceleración y las restricciones fiscales, y presenta referencias por países.

A través del estudio cabe observar los límites que encuentran ciertos cambios estructurales en la región. Y este es el caso de los impuestos. Las reformas tributarias en América Latina solo tienen logros “moderados” en cuanto a la recaudación de impuestos, y la evasión llega a $ 340.000 millones, que representan el 6,7% del PIB regional. La carga tributaria sigue siendo “baja”, y los sistemas tributarios mantienen un “sesgo regresivo”, porque los impuestos directos están por detrás de los indirectos, no generan ingresos suficientes para cumplir con el objetivo de redistribución de la riqueza y mantienen todavía tasas efectivas muy bajas, sobre todo en el decil de población económicamente más rica.

El impuesto a la renta de empresas y personas naturales es el más evadido y en algunos países llega a más del 60%. Pero este fenómeno, que ocurre en el ámbito interno, también es visible en el externo, pues mientras mayor es la incorporación de América Latina al mercado internacional, también es mayor la posible erosión de la base tributaria por intermedio de prácticas ilícitas que representan el 1,8% del PIB regional.

Hay que añadir la fuga al pago de impuestos por los capitales colocados en paraísos fiscales, pero también las políticas permisivas de los gobiernos que adoptan exoneraciones tributarias muy favorables a las empresas y perjudiciales al fisco.

Pero estos temas analizados por la Cepal no son motivos del debate económico usual ecuatoriano. Y peor en el ámbito político, donde lucen candidatos que ahora ofrecen, como tesis maravillosa, la supresión o rebaja de impuestos, al mismo tiempo que el alto empresariado clama contra el anticipo del impuesto a la renta. El NO a los impuestos es una posición que viene desde la Revolución Juliana (1925) de la mano de las elites económicas más reaccionarias al progreso social.

No se admite que Ecuador tiene promedios tributarios menores a los latinoamericanos. E incluso con gobierno de nueva izquierda, aún no se ha logrado afirmar un sistema de impuestos directos que realmente afecte a los ricos y posibilite una radical redistribución de la riqueza.

Esta noticia ha sido publicada originalmente por Diario EL TELÉGRAFO bajo la siguiente dirección:http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/impuestos-el-dolor-de-cabeza

Imagen tomada de: http://1.bp.blogspot.com/-3RxeXoGoWtM/VKxHyZ-kL0I/AAAAAAAAJs4/KZKoplBPd8k/s1600/vivir-en-brasil-impuestos.jpg

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El Capital y América Latina

Por: Juan J. Paz y Miño Cepeda

En 1972, la prestigiosa editorial Pasado y Presente (PyP) publicó el libro Materiales para la Historia de América Latina, una antología de textos de Karl Marx y Friedrich Engels. Eran tan solo 350 páginas y casi lo único que se podía encontrar de todo lo que los fundadores del marxismo escribieran y que se conocía hasta ese momento.

Muy poco material, si se le compara solo con el primer tomo de El Capital (1867) que consta de unas 770 páginas y los 50 tomos de las Obras completas de K. Marx y F. Engels, que “Historia y Crítica” ha difundido en pdf, a través de su portal web (https://goo.gl/DoO6eT y tambiénhttps://goo.gl/SDh83K)

A esos materiales habría que añadir otros textos de Marx no recogidos en la edición de PyP, así como los incluidos en el libro Sobre el modo de producción asiático (1969), que prologó Maurice Godelier (https://goo.gl/CYhqGL).

No hay duda que Marx dio a la humanidad, como sus mayores contribuciones intelectuales, una concepción del mundo y un análisis sobre el capitalismo. Toca a los latinoamericanos saber utilizar su teoría y método como hilo conductor para investigar la realidad específica de la región.

Marx y Engels obraron con los conocimientos de la época y a su genialidad sobre el mundo europeo unían sus limitaciones sobre otras regiones, como América Latina. El historiador marxista británico Eric Hobsbawm -quien hizo un concienzudo análisis de las fuentes utilizadas por Marx y Engels para el prólogo del libro Formaciones económicas precapitalistas(publicado por PyP en1972)- incluso demostró que los conocimientos de ambos eran “débiles” en lo relativo a la prehistoria, sociedades comunales primitivas, América precolombina.

“Virtualmente inexistentes”, asimismo, en cuanto a África; “no notable” sobre el Medio Oriente antiguo o medioeval; pero “marcadamente superior” sobre ciertas zonas del Asia, en especial la India; “pero no sobre Japón”; “bueno” en lo que se refiere a la antigüedad clásica y Edad Media europea; para su época era “sobresaliente” en lo relativo al ascenso del capitalismo.

Además, el propio Marx tuvo equivocaciones, como la biografía sobre Simón Bolívar escrita en 1858 para The New American Cyclopedia, que se basó en fuentes secundarias de oficiales enemigos de El Libertador. Marx llegó a escribir a Engels: “La fuerza creadora de mitos, característica de la fantasía popular, en todas las épocas ha probado su eficacia inventando grandes hombres. El ejemplo más notable de este tipo es, sin duda, el de Simón Bolívar”. Es una tergiversación basada en el desconocimiento, que hoy rechazaría cualquier bolivariano latinoamericanista.

Pero en la propia URSS todavía se utilizó como válida esa biografía, y se hizo de una manera tan dogmática que la interpretación errada de Marx se reprodujo en las primeras obras sobre la historia latinoamericana a fines de los años 30, cuando creció el interés por la región alentado por los trabajos de V. Miroshevski, pionero en el latinoamericanismo soviético. Esos estudios hoy son casi imposibles de conseguir.

También era limitante la apreciación de Marx sobre el Incario, al que supuso un modo de producción parecido al “asiático”, mientras hoy está en claro, sobre todo gracias a los trabajos sobre la economía incásica de John V. Murra (1975 y 1978), que lo que hubo fue un modo de producción “andino”, ni comunista, ni socialista, como creía Louis Baudin en su publicitado libro “El imperio socialista de los Incas” (1940), quien sustenta una idea que el peruano José Carlos Mariátegui supo rebatir muchos años antes.

En cambio, el capítulo XXIV sobre “La llamada acumulación originaria” del primer tomo de El Capitales de una lucidez inigualable, pues comprende perfectamente la relación colonial y el saqueo mercantilista sobre Latinoamérica.

Los dogmatismos de todo tipo suelen confiar en que todo lo dicho por Marx y Engels es cierto y verdadero. Pero Engels siempre aclaró “Nuestra concepción de la historia es, por sobre todo, una guía para el estudio, y no una palanca para construir a la manera de los hegelianos”. De modo que lo que hay que distinguir es la teoría y metodología de Marx con respecto a las investigaciones concretas que él mismo realizó.

En su célebre “Prólogo de la Contribución a la crítica de la Economía Política” (1859), Marx dice, muy claramente, que después de una serie de estudios llegó a un “resultado general” que en adelante le sirvió de “hilo conductor” para sus estudios, y que lo resumió allí en una serie de conceptos y tesis abstractas. Entendido así el asunto, con ese “hilo conductor”, es decir, con su teoría y su método, Marx estudió el capitalismo y como resultado de esta investigación escribió El Capital.

En su obra se propuso descubrir las “leyes” que presiden o determinan el sistema y lo hizo: el eje central del capitalismo es la ley de la plusvalía; pero además descubrió otras “leyes” (es decir otras “tendencias”, como lo aclara el mismo Marx) y ante todo aquella que sirve de base para la creación de un nuevo sistema: la socialización creciente de las fuerzas productivas frente a la privatización de las relaciones de producción.

No hay duda que Marx dio a la humanidad una concepción del mundo y un análisis sobre el capitalismo, como sus mayores contribuciones intelectuales. Toca a los latinoamericanos saber utilizar el “hilo conductor” (teoría y método) de Marx para investigar la realidad específica de la región, que no puede suplirse con simples etiquetas, conceptos y abstracciones teóricas realizadas por Marx sobre la base del capitalismo europeo.

Pero a siglo y medio de la obra cumbre de Marx, en 2013 circuló el libro (el original en francés y edición en español del 2014) con un título bastante sugestivo para el presente: El Capital en el siglo XXI, del economista Thomas Piketty, director de estudios en la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) y profesor asociado de la Escuela de Economía de París. La obra rápidamente se convirtió en “best seller” mundial y enseguida despertó la irritación de las instituciones económicas internacionales, de una serie de economistas y de  grandes capitalistas prestos a desprestigiar los contenidos del libro de Piketty.

El Capital de Piketty ni de lejos se compara a El Capital de Marx. La obra del primero se reduce a un examen específico: la concentración de la riqueza y su distribución desde el siglo XVIII, utilizando para ello información estadística de una veintena de países. Tampoco aparece allí América Latina, aunque su autor ha aclarado que esa ausencia está motivada por la falta o dificultad para obtener estadísticas históricas como las que se halla en Europa o los Estados Unidos.

El Capital de Piketty ni de lejos se compara a El Capital de Marx. La obra del primero se reduce a un examen específico: la concentración de la riqueza y su distribución desde el siglo XVIII, utilizando información estadística de una veintena de países.

Al exitoso libro hay que unir otro que se publicó en español en 2015, titulado La crisis del capital en el siglo XXI (el original francés es de 2011), que recopila artículos escritos desde el 2004.

Piketty retoma el camino destacado por Kuznets en 1953, cuando examinó la distribución de los ingresos en los EE.UU. entre 1913-1948, pero ahora aborda el tema a largo plazo y sobre la base de considerar a los principales países del mundo.

Su obra, aunque limitada al asunto de la distribución de la riqueza, tiene el valor de examinar un impresionante material (en realidad tuvo un equipo de investigadores y colaboradores) con sentido histórico y sobre la base de fuentes primarias (declaraciones de impuestos sobre los ingresos, sucesiones patrimoniales), lo que permite entender las realidades de la economía desde una perspectiva poco o nada usual en un mundo dominado por las visiones neoliberales y cuantitativas, pues, en definitiva, combina economía e historia.

Esquemáticamente cabe señalar lo central de su argumentación: durante los “años dorados” del capitalismo, es decir, las tres décadas comprendidas entre 1950-1970, hubo crecimiento continuo y disminución de las desigualdades; pero entre 1980 y 2013, años de la “desregulación”, el crecimiento fue menor y, además, aumentaron las desigualdades, tanto en ingresos, porque un 10% de la población recibe entre 30 y 50% de los ingresos, pero sobre todo en cuanto a riqueza, es decir, en la desigualdad de patrimonios, pues apenas el 10% recibe entre 50 y 90% de la riqueza; lo cual significa que hoy los ricos son más ricos y los multimillonarios apenas representan el 1%.

Se ha retornado a una “sociedad patrimonial”, que supera el crecimiento (la tasa de retorno es mayor que la tasa de crecimiento: R>C), a pesar de que muchos de los multimillonarios no son emprendedores; y esto ha ocurrido por la desregulación financiera y estatal.

Para Piketty ello trae aparejado una serie de implicaciones políticas, porque la idea de que el Estado debe disminuir o achicar no es consistente con la evidencia empírica sino todo lo contrario: se vuelve necesario, a estas alturas del mundo, regular esa distribución/concentración negativa de la riqueza para la sociedad en su conjunto y beneficiosa para una elite económica, de manera que se requerirá apuntalar los impuestos directos y sobre todo aquellos que afectan al patrimonio, como el impuesto a las herencias. Con ello se puede lograr una redistribución de la riqueza, y mayor equidad.

Ahora bien, aunque Piketty reconoce no haber trabajado sobre América Latina, la CEPAL lo venía haciendo desde años atrás y hay varias publicaciones a las que se puede acudir: La hora de la igualdad: brechas por cerrar, caminos por abrir. (2010); Cambio estructural para la igualdad: una visión integrada del desarrollo (2012); Pactos para la igualdad: hacia un futuro sostenible (2014); Evasión tributaria en América Latina: nuevos y antiguos desafíos en la cuantificación del fenómeno en los países de la región (febrero 2016); Tributación para un crecimiento inclusivo (marzo 2016) (www.cepal.org/es)

Al recibir al economista francés en enero de 2015, Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la CEPAL, hizo notar la coincidencia en cuanto a las investigaciones y expresó:

“Señor Piketty, la experiencia de los modelos neoliberales aplicados en América Latina, en particular durante los años ochenta y noventa muestra que estos no solo no alcanzaron tasas de crecimiento altas y sostenidas, sino que profundizaron las desigualdades e incrementaron el deterioro en los indicadores de distribución de ingresos, además de privatizar bienes, procesos industriales y servicios de gran relevancia pública.  La concentración de la riqueza alcanzó niveles desproporcionados. De ahí la necesidad de proactivamente elaborar e implementar políticas públicas en los ámbitos fiscales, productivos y sociales”.

Y también destacó que en América Latina, en promedio, el 10% de los hogares más ricos de la región concentra 32% de los ingresos totales, mientras que, en el otro extremo, el 40% de los hogares con menores ingresos capta en promedio solo 16% del ingreso total.

En cada país latinoamericano pueden comprobarse las brechas existentes en la concentración de los ingresos y de la riqueza, que han determinado que la región sea la más inequitativa del mundo.

En Ecuador la situación es impactante, de acuerdo con la investigación “El proceso de internacionalización de los grupos económicos del Ecuador: una perspectiva histórico-económica” (2014), realizada por la Facultad de Economía de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE): en 2014, los 115 grupos económicos (hoy son 125) solo representan a 3.757 personas, pero sus ingresos equivalen al 46% del PIB del país (2012) y su cumplimiento tributario por concepto del impuesto a la renta bordea el 2,1%, aunque 23 de ellos pagan menos de U$ 1,00 de impuesto a la renta por cada 100 U$ de ingresos, es decir, su carga fiscal es inferior al 1%.

Pero lo que se requiere subrayar es que la concentración de la riqueza se agudizó durante los años ochenta y noventa a consecuencia del modelo empresarial-neoliberal.

Desde 1999, cuando se inició el ciclo de gobiernos progresistas, democráticos y de nueva izquierda en América Latina, se creó el espacio que se necesitaba para imponer el Estado y los impuestos a las élites enriquecidas. Se avanzó enormemente, según lo constatan los estudios de la propia CEPAL.

Si El Capital de Piketty sirve a los latinoamericanos tanto como los estudios de la CEPAL es para reafirmar la necesidad de Estados interventores y reguladores de la economía y acabar definitivamente con la ideología que supone al mercado y a la empresa privada como dioses rectores para la vida de la sociedad.

Además, sobre la base de Piketty, y más aún de la CEPAL, ya no caben dudas sobre la necesidad de fijar fuertes impuestos a los patrimonios de las élites ricas y a las ganancias de las élites empresariales, lo cual significa mayores proporciones de impuestos directos como los de herencias, plusvalías, ganancias y rentas.

Ello tiene más implicaciones políticas porque realizar semejante tarea -para la que no están dispuestos a ceder un milímetro los poseedores y concentradores de la riqueza- requiere no sólo de una correlación de fuerzas que la respalde, sino de gobernantes que tengan igualmente el suficiente poder y decisión políticos para llevar adelante esta verdadera misión histórica.

Desde 1999, cuando se inició el ciclo de gobiernos progresistas, democráticos y de nueva izquierda en América Latina, se creó el espacio que se necesitaba para imponer el Estado y los impuestos a las élites enriquecidas. Se avanzó enormemente, según lo constatan los estudios de la propia CEPAL. Aun así, el promedio de impuestos en la región es de apenas el 20% del PIB y Ecuador está todavía por debajo de esta línea, porque llega solo al 19%. Según Piketty, no hay en la historia país alguno que pueda generar mejor riqueza con menos del 20% tributario.

Si es cierto que se ha agotado, o peor aún ha llegado a su fin el  llamado ciclo de gobiernos progresistas, el problema que enfrentará América Latina en su inmediato futuro es el de la reversión de la tendencia hacia la redistribución de la riqueza junto con la detención del Estado para imponer los intereses colectivos sobre los intereses privados movidos por el simple afán de lucro y sin responsabilidades sociales.

El retorno de las derechas económicas en nada garantiza la continuidad de las políticas sociales y mucho menos la posibilidad de políticas destinadas a gravar patrimonios, ganancias y riquezas. Y desde la perspectiva del largo plazo, el camino para que el trabajo y la sociedad se impongan sobre el capital corre el peligro de que América Latina pase a otro ciclo histórico en el que nuevamente los intereses del capital se impongan a los del trabajo y la sociedad.

Quito, mayo 31 de 2016.

*Exclusivo para Firmas Selectas de Prensa Latina

  • Articulo tomado de: http: //firmas.prensa-latina.cu/index.php?opcion=ver-article&cat=P&authorID=129&articleID=1769&SEO=paz-y-mino-cepeda-juan-jose-el-capital-y-america-latina
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Argentina: El peligro de la restauración conservadora en América Latina

Por: Juan J. Paz y Miño Cepeda

Las elecciones del 25 de octubre (2015) en Argentina, que otorgaron a Daniel Scioli el 36.86% de los votos y a Mauricio Macri un 34.33%, sólo dieron un triunfo mínimo al candidato del “Frente para la Victoria”, lo cual ha despertado la alarma en América Latina, ante la posibilidad de que en la segunda vuelta electoral (balotaje que se realizará el 22 de noviembre), Macri, candidato del derechista “Cambiemos” alcance la presidencia y con ello concluyan 12 años de “kirchnerismo”, con los gobiernos de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández (2007-2015).

Como lo han señalado diversos analistas argentinos, la candidatura de Scioli no parece que era la mejor y el propio gobierno acumuló resistencias ciudadanas, como fruto de una serie de límites políticos; pero en lo de fondo, existe un real peligro por el avance de la derecha neoliberal camuflada de modernidad y rostro conciliador, apoyada por el imperialismo.

Atilio Borón, uno de los intelectuales argentinos más prestigiosos entre la izquierda latinoamericana, ha sido muy claro en ubicar el riesgo tras el balotaje, la incapacidad por discernir entre lo que significan Scioli y Macri para el futuro de los gobiernos progresistas en América Latina, así como el juego al imperialismo que representa plantear el voto en blanco, por lo cual Borón realiza un fuerte cuestionamiento a ese sector de izquierdas que prefiere refugiarse en su supuesta radicalidad.

Argentina, entonces, se convierte en un país crucial para el futuro de la región. Y, sin duda, hasta el momento, deja en claro algunas circunstancias dignas de considerar.

A pesar de los logros sociales en la región, las elecciones en Argentina no dejan de inquietar a todos los países con gobiernos progresistas, porque las derechas neoliberales se han mostrado hábiles para esconder su pasado y aparecer con nuevo rostro.

Los gobiernos progresistas y de nueva izquierda en América Latina se enfrentan a tres fuerzas poderosas: las élites empresariales dispuestas a frenar todo intento “estatista” y que buscan revivir el paraíso del mercado libre absoluto bajo hegemonía de las empresas privadas como agentes supuestamente centrales y naturales de la economía; los medios de comunicación privados más influyentes, que libran a diario una sistemática campaña ideológica y cultural para minar el respaldo ciudadano a los gobiernos progresistas; y el imperialismo, que alienta la restauración conservadora desde la perspectiva de una geoestrategia mundial destinada a impedir la continuidad de gobiernos capaces de generar una vía exitosa de cuestionamiento global al capitalismo.

Esas tres fuerzas siempre han estado presentes y su accionar se potencia en la actualidad ante los síntomas de la desaceleración  y crisis económica en América Latina, porque se vuelve fácil acusar de ella al “modelo” que siguen los gobiernos progresistas y de nueva izquierda.

Como ocurre en otros países, en Ecuador la derecha neoliberal no ha perdido un minuto para acusar a las políticas del gobierno del presidente Rafael Correa como las causantes de la desaceleración económica, que ha obligado a revisar el presupuesto estatal para el año 2016, sobre la base de recortes a la inversión pública, la acumulación de la deuda externa, un déficit fiscal de todos modos manejable y la implementación de un sistema de alianza público-privada, que procurará atraer las inversiones del sector privado a proyectos de interés estatal.

Lo que esa derecha neoliberal procura ocultar es un cúmulo de hechos históricamente muy significativos: la “crisis” económica ecuatoriana ni de lejos se parece a la que vivió el país a raíz de la crisis de la deuda externa, que arrancó en 1982. A partir de ese momento, durante cinco lustros, se construyó un modelo empresarial-neoliberal en el cual las “soluciones” a la prolongada crisis económica se sujetaron a un recetario nacido en el Fondo Monetario Internacional (FMI), que provocó el deterioro sistemático de las condiciones de vida y de trabajo de la población nacional, así como el literal colapso de los servicios públicos.

Los paquetes de medidas económicas tomadas desde los ochentas por los sucesivos gobiernos ecuatorianos, que caminaron al compás de lo que ocurría en el resto de América Latina, solo beneficiaron a las capas empresariales, los sectores adinerados y particularmente al capital financiero. Como ocurriría con el “corralito” argentino (2001), Ecuador se anticipó en marzo de 1999 (gobernaba Jamil Mahuad, 1998-2000) a decretar un feriado bancario y la congelación de depósitos, hasta llegar a la dolarización decretada en 2000, que fue la culminación del proceso de restauración del poder plutocrático y de una economía plutocrática en el país.

El desastre social, institucional y gubernamental en Ecuador (entre 1996 y 2006 hubo 7 gobiernos, 1 efímera dictadura y los únicos 3 presidentes elegidos por votación popular fueron derrocados), comparable a otros países latinoamericanos y, sin duda, con Argentina (5 gobiernos en un par de semanas a fines de 2001), da cuenta del camino que seguía la región de la mano del idilio neoliberal. En Argentina, como en Ecuador se levantaría una misma y coincidente consigna: “¡Que se vayan todos!”

Esa nefasta herencia comenzó a cambiar desde 1999, con la llegada al poder en Venezuela del presidente Hugo Chávez (1999-2013) y, después de él, con la sucesión de los gobiernos progresistas y de nueva izquierda en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, El Salvador, Nicaragua, Paraguay y Uruguay.

Los gobernantes del nuevo ciclo histórico-político en la región y particularmente en Bolivia, Ecuador y Venezuela, que pasaron a la vanguardia en las nuevas orientaciones, liquidaron al neoliberalismo, reinstitucionalizaron al Estado, afirmaron los principios de la soberanía y la dignidad nacionales e impulsaron un “modelo” económico basado en el activo papel económico estatal, amplios servicios sociales (educación, salud y medicina, seguridad social, vivienda), la promoción de los derechos laborales y colectivos, y la redistribución de la riqueza.

De esa manera, la “crisis” económica latinoamericana de la actualidad en los países con gobiernos progresistas y de nueva izquierda no tiene ningún parecido al pasado reciente, aunque las derechas neoliberales se esfuercen por hacerla aparecer como un desastre del cual ellas toman distancia. Porque incluso bajo las condiciones críticas, la sociedad goza de servicios públicos e inversiones estatales que garantizan la atención y el cubrimiento de necesidades básicas. En Ecuador, los recortes presupuestarios y el reenfoque público-privado no ha afectado a las políticas sociales ni a las inversiones en estos sectores, además de que están en marcha proyectos de ley que incrementarán los impuestos a las herencias y plusvalías a las capas adineradas.

A pesar de los logros sociales en la región, las elecciones en Argentina no dejan de inquietar a todos los países con gobiernos progresistas, porque las derechas neoliberales se han mostrado hábiles para esconder su pasado y aparecer con nuevo rostro. En la campaña argentina el maquillaje ha hecho uso de la conciliación, el discurso de la armonía social, la frescura de los ideales y el revestimiento de las palabras sobre el enfoque económico.

Hoy, la restauración conservadora tiene razones para obrar con mayor violencia y hasta venganza, porque las derechas neoliberales no perdonarán un solo milímetro de lo hecho por los gobiernos progresistas y de nueva izquierda en América Latina.

Pero tanto en Argentina como en Ecuador, las propuestas de la derecha neoliberal en materia económico apuntan a lo mismo: el viejo esquema del mercado libre y la empresa privada absoluta. Por el momento bien podrían mantenerse los logros sociales; pero precisamente son éstos los que carecen de garantía en el mediano o en el largo plazo, si es que realmente triunfa la restauración conservadora.

Pero tampoco cabe dejar a un lado las responsabilidades históricas que tienen las izquierdas opositoras, que se asumen como verdaderas y hasta “marxistas”. En Ecuador, en las elecciones nacionales de 2013 (hasta hoy el referente más inmediato, porque las de 2014 fueron seccionales), todas ellas, unidas a ciertos movimientos sociales en la “Unidad Plurinacional de las Izquierdas”, obtuvieron solo el 3% de votos, algo igual a lo que ha ocurrido con el “Frente de Izquierda y de los Trabajadores” (FIT) que en las recientes elecciones de Argentina obtuvo el 3.23%.

Cabe preguntarse si es un sector históricamente útil e importante para la conducción de las transformaciones que anhelan los pueblos.

Suficientes experiencias históricas tiene América Latina con respecto a las restauraciones conservadoras en el pasado. Argentina lo vivió en otros momentos, como ocurrió con el propio peronismo, cuando fue perseguido y hasta proscrito. Hoy, la restauración conservadora tiene razones para obrar con mayor violencia y hasta venganza, porque las derechas neoliberales no perdonarán un solo milímetro de lo hecho por los gobiernos progresistas y de nueva izquierda en América Latina.

(Exclusivo para Firmas Selectas/Prensa Latina)

*tomado de: http://firmas.prensa-latina.cu/index.php?opcion=ver-article&authorID=129&articleID=681&SEO=paz-y-mino-cepeda-juan-jose-argentina-el-peligro-de-la-restauracion-conservadora-en-america-latina

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Trabajadores, ¿unidos?

Juan J. Paz y Miño Cepeda

A mediados de la década de 1980, un grupo de investigadores unidos a través del proyecto ‘Historia del movimiento obrero ecuatoriano: proceso sindical y proceso político”’, auspiciado por varias instituciones académicas y, sobre todo, con la participación directa de las centrales de trabajadores, pudimos entregar al país una serie de estudios inéditos sobre la Cedoc (1938), CTE (1945) y CEOSL (1962).
Estas confederaciones de trabajadores, otrora enfrentadas por razones ideológicas, lograron converger en sus posturas clasistas y crearon el Frente Unitario de Trabajadores (FUT), que ya luchó contra las dictaduras petroleras de los setenta. Sin embargo, a partir de 1979, con los gobiernos constitucionales, el FUT realizó impactantes huelgas nacionales, ampliamente apoyadas en el país.
Las “plataformas de lucha” del FUT tuvieron fuerza no solo por la unidad de acción sindical, sino también por el claro e importante liderazgo de sus dirigentes, el respaldo de las izquierdas (excepto los ‘chinos’ del PCML) y la vigencia teórica y política que aún tenían el marxismo y los ideales socialistas del triunfo proletario, que movilizaban a distintos sectores académicos y sociales.
El autoritarismo del gobierno de León Febres Cordero (1984-1988), el derrumbe del socialismo en el mundo a raíz de la perestroika, el incontenible avance del modelo empresarial de economía en la década de los noventa, la flexibilización laboral y el agotamiento de los liderazgos y formas de lucha obrera, afectaron gravemente al proceso sindical y político de los trabajadores.
Para el año 2006, el FUT, así como todas las centrales de trabajadores, incluida la UGTE (1994, ligada a los ‘chinos’) eran membretes débiles, sin la fuerza ni la presencia del pasado. Incluso la academia fue impactada, pues hasta la historia del movimiento obrero pasó a ser un área relegada.
Pese a quienes hacen gala de un vehemente criterio contrario, desde 2007, con la superación del modelo empresarial y la reorientación del Estado, se abrió el espacio para el resurgir del movimiento de los trabajadores, que pasó de la crisis sindical y política a la presencia activista.
Sin embargo, de la antigua unidad igualmente se cayó en el fraccionamiento, incluso por la formación de otras organizaciones como la CUT y el Parlamento Laboral. En el ambiente polarizado de la política nacional, también entre las organizaciones sindicales y los trabajadores, hay divisiones entre ‘correístas’ y ‘anticorreístas’.
Se ha privilegiado así la coyuntura por sobre la visión de largo plazo, que debía enfatizar en la fortaleza organizativa y en la lucha contra el poder real del capitalismo que todos cuestionan en teoría, y que se ubica del lado de los sectores de la derecha económica y política que, en cambio, tienen muy claros sus objetivos de clase y saben bien a quiénes deben enfrentar para retomar el Estado.
Sobre la base de las experiencias históricas solo cabe esperar que el movimiento obrero se fortalezca y replantee críticamente su unidad, para detener el avance de quienes manejan el poder real.

  • Artículos recientes de Juan Paz y Miño en «El Telégrafo»: http://goo.gl/eHLSGQ

  • Fuente de la imagen: http://archivo.e-consulta.com/blogs/salario/pronunciamiento-de-apoyo-al-sindicato-de-trabajadores-unidos-de-honda-mexico-stuhm/

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América Latina: desigual entre millonarios

Juan J. Paz y Miño Cepeda

En enero de 2016, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) puso en circulación el libro “Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe 2015”; en febrero difundió otro estudio: “Evasión tributaria en América Latina: nuevos y antiguos desafíos en la cuantificación del fenómeno en los países de la Latina 2015. Documento informativo”, “Panorama Fiscal de América Latina y el Caribe 2016: las finanzas públicas ante el desafío de conciliar austeridad con crecimiento e igualdad” y “Tributación para un crecimiento inclusivo”.

Esos recientes estudios de la CEPAL deben ser atendidos con sumo interés porque el retrato que ofrecen de la América Latina del presente permite extraer una gama de reflexiones y conclusiones para trazar nuevos caminos de acción ciudadana en la lucha por la construcción de una nueva economía y una nueva sociedad que garanticen el buen vivir en toda la región.

Expongo algunas ideas al respecto.

Está claro que la crisis económica que golpea a Latinoamérica, sobre todo desde 2015,  continuará agravándose en el presente año y probablemente hasta 2017, lo cual se ha reflejado sobre todo en la caída del PIB considerado un índice clave para determinar si hay crecimiento o derrumbe. Bajo esta coyuntura, los gobiernos que se han colocado en la mira de la crítica política y de la propaganda interesada en ello, son precisamente los que se identifican como progresistas y de nueva izquierda. Casi no importan los “otros” gobiernos.

De manera que un formidable caudal de editoriales de prensa y artículos académicos -en los que hay que incluir autores y escritos provenientes de la socialdemocracia, de los marxistas ortodoxos y las izquierdas tradicionales- apuntan a convencer al mundo que se ha cerrado o  acabado el ciclo de tales gobiernos, que su “modelo económico” ha fracasado  e, incluso, se ha producido un abandono del progresismo para retornar al camino neoliberal y  las viejas prácticas políticas de aquello que en Ecuador el presidente Rafael Correa bautizó como “partidocracia”.

Para las derechas intelectuales (y políticas, evidentemente) se ha demostrado que todo gobierno izquierdista es, más tarde o más temprano, un fracaso y, por tanto, hay que retornar a lo que es obvio: retirar al Estado, reducir el gasto público y entronizar nuevamente la competencia capitalista, el mercado libre y la empresa privada como motores naturales de la economía.

De acuerdo con los estudios de la CEPAL, puede inferirse que los gobiernos progresistas y de nueva izquierda gozaron de condiciones económicas muy favorables cuando estuvieron altos los precios de los commodities, pero entraron en dificultades cuando llegó la crisis. El gran afectado resultó el mismo Estado, que ha sido el instrumento central para las inversiones sociales y el proveedor de los servicios públicos en educación, salud, seguridad social, vivienda, que la CEPAL destaca igualmente como los logros más significativos de los gobiernos progresistas en la región.

Es que a la reducción del gasto público, especialmente de capital, se ha unido el aumento del déficit fiscal por la caída de los ingresos; además, se ha incrementado la deuda pública y se mantiene una baja carga tributaria, sobre todo frente al decil más rico de la población; persiste la “insuficiencia crónica” de la imposición patrimonial y hasta los avances en la lucha contra la evasión se han detenido. Ecuador está entre los países con mayores caídas en la inversión pública. (Panorama Fiscal).

Los problemas económicos han debilitado ciertas capacidades estatales para continuar entregando a la sociedad aquellos servicios ya logrados; y los riesgos del desencanto ciudadano se han incrementado por el hecho de que no hay más medicinas urgentes para aquellos sectores vulnerables que las necesitan, la atención médica y  la seguridad social igualmente se estancan o burocratizan, se posterga el pago a empresas medianas y pequeñas que proveyeron con bienes al Estado, se liquida a trabajadores estatales bajo contrato, se descuida la atención al sector de economía social y solidaria, o incluso se retrasa el pago de salarios y hasta de pensiones.

En Ecuador, a partir de 2015, pueden advertirse algunos giros contradictorios, pues al mismo tiempo que se ha acudido a ciertas flexibilizaciones laborales, se inclinan acciones a favor de altos sectores empresariales privados (lo he señalado en varios artículos del diario “El Telégrafo”).

Puede comprenderse que esas son las circunstancias que han permitido el resurgir de unas derechas agresivas, que ahora se lanzan al ataque directo para terminar con todo, como ocurre en Venezuela; buscan la desestabilización gubernamental como en Brasil o acentúan sus propósitos de “restauración conservadora” para llegar al poder en las elecciones de 2017, como ocurre en Ecuador, con el firme propósito de “des-correizar” a la sociedad; y todo ello acicateado por el triunfo de su “causa” al lograr la presidencia en Argentina, ganar la mayoría legislativa en Venezuela o la derrota de la reelección presidencial en el referéndum de Bolivia. Se experimentará como nuevo triunfo la reciente votación en el congreso a favor del juicio político a la presidenta Dilma Rousseff en Brasil.

La contracción económica, de acuerdo con la CEPAL, es particularmente visible en Suramérica, que en 2016 tendrá un decrecimiento del -0.8%, sobre todo por los ritmos del -2% en Brasil y -7% en Venezuela. (Balance). Pero las culpas son magnificadas y atribuidas específicamente a los gobiernos progresistas de la región.

Sin embargo, no dejan de inquietar seriamente algunos resultados sociales porque, de acuerdo con la CEPAL (2013 y 2014), Venezuela proyectó un incremento de la pobreza al igual que Guatemala y México, en tanto disminuyó la pobreza en Brasil, Colombia y Ecuador; la tasa de pobreza cayó en la mayoría de países entre 2010-2014, pero se elevó a un ritmo anual de entre 2% y casi un 5% en Honduras, México y Venezuela, países a los que también acompañó un incremento de la brecha y la intensidad de la pobreza, debido a un decrecimiento de los ingresos.

Por otra parte, la tasa de inflación (2014) se aceleró al 68.5% en Venezuela y al 23.9% en Argentina, en tanto el promedio inflacionario en 20 países de la región fue del 8.4%. Sin embargo, las reducciones más importantes en el coeficiente de Gini (desigualdad del ingreso) entre 2010-2014 se registraron en Uruguay (-2.7% anual), Argentina (-2.3%) y Ecuador (-2.2%) (Panorama Social: 9-13).

Frente a ese panorama, el contraste persiste con respecto a la concentración de la riqueza y a la capacidad de los gobiernos para cobrar impuestos a quienes más concentran la riqueza.

De acuerdo con la CEPAL, “entre 2002 y 2015 las fortunas de los millonarios de América Latina crecieron en promedio un 21% anual, es decir, un aumento superior al del PIB de la región”; y en 2014, el 10% más rico de la población había amasado el 71% de la riqueza, de modo que si esta tendencia continúa “dentro de seis años el 1% más rico de la región tendría más riqueza que el 99% restante”, a lo cual hay que añadir que la tasa impositiva media efectiva para el 10% más rico “solo equivale al 5% de su ingreso disponible”. (Tributación)

Por tanto, América Latina continúa como la región más inequitativa del mundo y las fortunas se sienten protegidas con tasas impositivas bajas.

No hay duda que, mientras no se altere en su raíz el sistema capitalista, en el cual se ha legalizado la apropiación económica privada del valor socialmente generado, una de las formas más efectivas para la redistribución de la riqueza es el cobro de impuestos directos y proporcionales, de manera que quien más posee, más pague.

Pero los estudios de la CEPAL han comprobado una serie de realidades: aunque la recaudación tributaria ha mejorado en la última década y entre 2000-2013 la tasa impositiva media subió del 16% del PIB al 20.6%, todavía  un nivel inferior con respecto al promedio de los países miembros de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), que llega al 34.1%; la evasión y la elusión de impuestos se impone a tal punto que es significativamente mayor que el total del gasto público de inversión que realiza toda Latinoamérica; la región tiene bajas tasas impositivas efectivas, pues en promedio llegan apenas al 2.3%, mientras en la Unión Europea es de 13.3% (Tributación).

Adicionalmente, cabe señalar que en América Latina es difícil -quizás imposible- encontrar millonarios capaces de solicitar que les cobren impuestos, como lo han hecho recientemente en los EE.UU. más de 200 “millonarios patriotas” (entre ellos Morris Pearl, Eric Schoenberg, Scott Nash), que en noviembre de 2015 acudieron al Congreso de los EE.UU. para solicitar que se creen mayores impuestos para los ricos y, al propio tiempo, se eleven los salarios de los trabajadores (http://goo.gl/oN1twr).

A ello se suma el hecho de que las fortunas latinoamericanas, que tienen baja carga tributaria, también huyen de la región o se refugian en otros lugares para evadir impuestos. Es el marco de escándalo evidenciado a propósito de los “Papeles de Panamá”, cuya intención inicial fue, al parecer, la de lograr el desprestigio selectivo de algunos gobiernos progresistas.

El estudio de la CEPAL, publicado antes de que aparecieran los “Panama papers”, ya señalaba: “los paraísos fiscales y los abusos en relación con los impuestos corporativos están destruyendo el contrato social entre el gobierno y el ciudadano, al permitir que los que podrían aportar más a la sociedad no paguen los impuestos que les corresponden en justicia.

El llamado escándalo de las cuentas secretas en Suiza o Swissleaks reveló 52.600 millones de dólares de fondos de residentes de América Latina en cuentas del banco HSBC en Suiza en 2006 y 2007, el equivalente a un 26% del total de la inversión pública en salud en toda la región” (Tributación). Una referencia que me ha recordado, de inmediato, el libro “Una Suiza por encima de toda sospecha” (1977), de Jean Ziegler, (parlamentario suizo y funcionario de la ONU, que en 1964 sirvió como chofer al Che Guevara en su visita a Ginebra), quien calificó como “nación de encubridores” a la Suiza de los bancos y el secreto bancario al servicio de la oligarquía mundial.

Desde luego, los paraísos fiscales tienen sus defensores. Daniel Lacalle, economista, gestor de fondos y autor de varios “best sellers”, se refiere al tema en “Diez mitos sobre los paraísos fiscales” (http://goo.gl/QZ8VG1) y sus razonamientos sirven como modelo. Todo es “legal”, aunque el contraste resulte paradójico, pues a Dilma Rousseff se le puede seguir más rápido un juicio parlamentario a todas luces ilegal y amañado, mientras se libra de culpas a políticos de alto nivel abierta y claramente identificados en los “Papeles de Panamá”.

De otra parte, la CEPAL reconoce que lo tradicional ha sido aumentar impuestos al consumo, así como otorgar un trato excesivamente generoso en exoneraciones a las corporaciones extranjeras; pero añade que lo esencial es incrementar los impuestos directos sobre las rentas, rendimientos del capital, patrimonios y herencias.

Precisamente entre sus recomendaciones está la de lograr al menos una relación del 20% entre los impuestos y el PIB, así como elaborar una hoja de ruta de incrementos de un 5% anual; y, además,“otorgar prioridad a la erradicación de la evasión y la elusión de impuestos, mediante el compromiso de lograr una reducción del 50% en un plazo de cinco años y una reducción del 75% en diez años”, con un plan regional de acciones agresivas, con nuevas leyes tributarias y también el combate al uso de paraísos fiscales.

La media de la recaudación tributaria en América Latina entre 2000-2013 representa el 20% sobre el PIB; Brasil la sobrepasa con el 36% y le siguen Argentina (31%), Bolivia (28%), Uruguay (27%), Costa Rica (22%), Chile y Colombia (20%), porque los otros 11 países tienen recaudaciones menores.

Además, en conjunto, 18 países latinoamericanos no llegan al promedio de la recaudación de los 34 países de la OCDE, que asciende al 34% del PIB. Por tanto, llama la atención que Ecuador (19%), Nicaragua (19%) y Venezuela (14%), considerados entre los países con gobiernos de nueva izquierda, tengan promedios de recaudaciones tributarias que no llegan a la media latinoamericana sobre el PIB.

Esta situación induce a considerar que los gobiernos progresistas y de nueva izquierda en América Latina han podido controlar el poder del Estado con apoyo ciudadano, y a través de él, lograr importantes transformaciones sociales, extendiendo servicios de salud, educación, seguridad social, vivienda -de un amplio beneficio social-, así como obras públicas y de infraestructura a favor de toda la nación.

Pero, al momento de destaparse la crisis económica, los gobiernos progresistas demuestran que todavía no han topado a las clases ricas, que falta una decisiva acción para imponer fuertes impuestos a quienes concentran en exceso los ingresos y que la redistribución de la riqueza merece radicalizar las políticas estatales.

Fuentes Citadas:
– Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe 2015, http://goo.gl/J9a48P
– Evasión tributaria en América Latina: nuevos y antiguos desafíos en la cuantificación del fenómeno en los países de la región, http://goo.gl/0zaUG2
– Panorama social de América Latina 2015. Documento Informativo, http://goo.gl/NCvf7v
– Panorama Fiscal de América Latina y el Caribe 2016: las finanzas públicas ante el desafío de conciliar austeridad con crecimiento e igualdad, http://goo.gl/8jR9Ju
– Tributación para un crecimiento inclusivo, http://goo.gl/zRwLEs

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Menos pobreza y ricos intocables

Juan J. Paz y Miño C.

Inec, Senplades y Banco Mundial (BM) presentaron recientemente dos estudios: “Reporte de Pobreza por Consumo. Ecuador 2006-2014” y “Mapa de Pobreza y Desigualdad por Consumo. Ecuador 2014”.

Cabe resaltar algunos datos: entre 1995-1998, en plena vigencia del modelo empresarial-neoliberal, la pobreza por consumo aumentó del 39.4 al 44.8%; creció aún más en 1999, pues llegó al 52.2% en medio de la debacle bancaria; y luego retornó a un 38.3% en 2006.

Sin embargo entre 2006-2014, cuando cambió el modelo económico y social, la pobreza se redujo al 25.8%; también la pobreza extrema, que pasó del 12.9 al 5.7%; y aunque en el área rural la pobreza es mayor, igualmente se redujo del 61.5 al 47.3%. Además, cayó la desigualdad en la distribución del consumo per cápita, y entre 2006-2014 el índice de Gini pasó de 0.456 a 0.408.

Con el aval estadístico del BM, es evidente que hasta 2014 la Revolución Ciudadana sin duda logró abatir la pobreza, la pobreza extrema y la desigualdad medida por el índice Gini.

Pero es una cara de la medalla. La otra viene de la mano de dos investigaciones realizadas en la Facultad de Economía de la PUCE: la primera, “La concentración de capitales en Ecuador y sus efectos, período 2002-2008” y otra, “El proceso de internacionalización de los grupos económicos del Ecuador: una perspectiva histórico-económica” (2014), que contienen información relevante sobre los “grupos económicos”, que hasta 2014 eran 115 (hoy son 125). Los 115 grupos representan apenas a 3.757 personas (76% sociedades nacionales, 14% personas naturales y 10% sociedades extranjeras); pero los ingresos de esos grupos equivalen al 46% del PIB del país (2012); además de que ellos son únicamente el 0.2% de los contribuyentes registrados en el SRI.

El último estudio de la PUCE señala: “El cumplimiento tributario de los grupos económicos en su conjunto por concepto del IR (impuesto a la renta) bordea el 2,1%. Sin embargo, un importante número de ellos (23 en total) pagan menos de $ 1 de impuesto a la renta por cada $ 100 de ingresos, es decir, su carga fiscal es inferior al 1%”.

Estas investigaciones coinciden con los estudios de la Cepal sobre finanzas públicas, impuestos y evasiones, publicados en marzo de 2016, que traen datos alarmantes sobre la concentración de la riqueza en América Latina, así como sobre la elusión y evasión tributaria, al mismo tiempo que la institución cuestiona el énfasis tradicional en los impuestos al consumo y no en los directos sobre patrimonios, capitales y herencias.

Con todas las reformas impulsadas desde 2007 y a pesar de las recaudaciones logradas, Ecuador sigue por debajo de la línea promedio de la región en cuanto a la carga tributaria.

Y, como lo están demostrando los datos, si bien se ha logrado reducir la pobreza y mejorar la equidad a base de la inversión y atención estatal favorable a los sectores medios y populares, todavía ni se topa a la élite más rica de la sociedad. Y eso sigue ocurriendo en toda Latinoamérica, a pesar de los gobiernos progresistas y de nueva izquierda.

Fuente : http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/menos-pobreza-y-ricos-intocables

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