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España: ¡Oíd, oíd!!!

¡Oíd, oíd!!!

Pablo Neruda: El Ejército Rojo en las puertas de Prusia. ¡Oíd, oíd!
oscuros, humillados, héroes radiantes de corona caída,
oíd, aldeas deshechas y taladas y rotas,
oíd, campos de Ucrania donde la espiga puede renacer con orgullo,
oíd, martirizados, ahorcados, oíd, guerrilleros muertos tiesos
bajo la escarcha con las manos que muerden todavía el fusil,
oíd, muchachas, niños desamparados, oíd, cenizas sagradas
de Pushkin y Tolstói, de Pedro y Suvorov,
oíd, en esta altura meridiana el sonido
que en las puertas de Prusia golpea como un trueno.

(Todo el viejo metal imperialista corre fundido en aguas quemadoras, donde guerrillero, obrero, artista, las balas cogen para sus ametralladoras). El 19 de enero de 1937, Nicolás Guillén, sale de la isla invitado a un congreso hacia México. Pero la noticia del golpe de estado de corte militar monárquico en la Península Ibérica inquieta su amor profundo, su lealtad y sensibilidad interna, aferrando al poeta a dar rienda suelta a los sentimientos que vierte sobre treinta y dos páginas que reproduce de urgencia grapadas con título España: Poema en cuatro angustias y una esperanza. Aquella instancia en México que debería haber sido corta con vuelta rápida se trunca dando rienda suelta su encuentro con la historia vía República en el Estado español (consciente de que Cuba, estaba de su lado, esperaría su regreso). Y, allí se presenta, henchido en su misión con numerosos ejemplares editados a difundir, entrevistar y conocer en vivo camaradas en lucha dando conferencias, visitando durante seis meses algunos de los frentes de guerra enfrentados al fascismo, y dando la cara al mundo del lado de los suyos participando en el II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas. Así lo sintió y manifestó su llamado participando como uno más según sus palabras: ”en la lucha patriótica contra los sublevados y sus patrocinadores totalitarios de Alemania e Italia”. Una sublevación que representaba la antesala de un ensayo más siniestro de carácter más amplio y esperpéntico avasallador y genocida más nazi-onal-imperialista. Aquella guerra que contaban los yanquis colocándose al final para salir en la foto, no terminó ni mucho menos cuando sacaron la de Shukov y Patton dándose la mano, ni terminó antes con la foto de la bandera de la URSS en Berlín, ni cuando los nazis se rindieron ante el Ejército Rojo el 9 de mayo de 1945, fotograma que fue a la papelera de Hollywood en las cientos y mil películas que produjeron sobre la invención de los resultados de su defensa. La guerra terminó cuando Emil Klaus Fuchs, entrega a la URSS, el plano de la bomba atómica desmontando poco antes de que los yanquis pudieran cumplir su plan de exterminio atómico contra ella. Fuchs además de científico era un comunista alemán que colaborara con sus camaradas rusos época en que vivía en Gran Bretaña. Se entera que va a ser trasladado a EEUU, a proseguir los trabajos para fabricar la bomba atómica, e informa a sus contactos, que le aconsejan entrar en contacto con otro científico: ‘Raymond’ cuyo nombre era Harry Gold. En el segundo encuentro con éste, le entrega información sobre el plan de investigación de Estados Unidos, los puntos ya desarrollados y los cálculos matemáticos de la difusión gaseosa elaborados por él considerado el mejor científico en la materia. En junio de 1944 vuelve a proporcionar nuevos planos y esquemas de la bomba; pocos días después, envía un plano con todos los detalles precisos de la planta de difusión gaseosa situada en Tennessee y el programa de los logros del “Proyecto Manhattan” (denominación en clave del plan para fabricar la bomba atómica). Emil Klaus Fuchs es ascendido, el jefe científico Oppenheimer, considera que su aporte es esencial para culminar la fabricación de la bomba atómica. Se le traslada a Álamos donde la seguridad se estrecha más endurecida: desde dicha posición Fuchs, iba a conseguir proporcionar información más amplia y precisa, sobre la fabricación atómica experimental y su explosión en Alamogordo: informando a sus contactos de todos los pormenores de la primera explosión así como sus efectos devastadores.

Rusia se entera de que la bomba atómica cambia su destino, no será lanzada sobre Alemania, sino sobre Japón. Dada la crítica situación explosiva internacional de amenazas de exterminio nuclear, una contra reloj se desencadena entre los científicos soviéticos; preparan su defensa: una bomba atómica tres veces más potente, viendo inquietos que los generales norteamericanos responsables del uso ‘de la bomba atómica’ entre otros Groves, carecían de verdadera objetividad y desconocimiento sin tener en cuenta la atrocidad de los resultados. Se impone valorar el carácter preventivo gracias al valor de espionaje realizado por Emil Fuchs Klaus, facilitando a Rusia, la posibilidad de una respuesta capaz de frenar el dominio absoluto nuclear sobre el mundo: demostrado en la irresponsabilidad e inhumanidad de Estados Unidos al ordenar el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Tal magnitud criminal, sin parangón su patética ignorancia enfermiza, de un desequilibrio mental aberrante de destrucción llegando a niveles de absoluta demencia declaran: ”Cuando lanzamos la bomba, antes de lanzarla y en el momento de lanzarla no teníamos una idea precisa del daño que causaría”. Emil Klaus Fuchs vive los últimos años de su vida en la RDA como subdirector del Instituto Central de Física Nuclear de Rossendorf, en 1979, recibe la orden de Karl Marx; nacido en Manheim en 1911 muere en 1988 en la RDA. Hubo otros científicos que no tuvieron tanta suerte, es el caso de la actriz Ethel Greenglass Rosenberg y el ingeniero Julius Rosenberg, estadounidenses ejecutados en la silla eléctrica. Fue la primera ejecución por espionaje de civiles en la historia de Estados Unidos. Julius muere en la primera descarga; su compañera Ethel, tuvo que sufrir hasta tres descargas eléctricas antes de fallecer prolongando su agonía; y, la bestia se justifica, responsabiliza del aberrante método al “diseño” de la silla construida para machotes de mayor corpulencia cuyos electrodos no se ajustaban “adecuadamente” a su cuerpo.

Se cumplen 78 años de la liberación del campo de concentración de Auschwitz por el Ejército Rojo. Ernest Hemingway declara esperanzado acelerando el alumbrar del sol con palomas en los ojos de liberación y humildad su reconocimiento: ‘‘Toda una vida no será suficiente para agradecer lo que hizo el Ejercito Rojo por la libertad”. Su manifiesto nos sigue acompañando, pese a las montañosas contradicciones que entre nosotrxs, unas veces nos une; la mayoría, nos separa lanzándonos las peores y más abominables palabras (acusaciones) condicionados por las provocaciones del enemigo común, sus ratoneras informativas sobre el precipicio destronando cimientos con sus estados en coma desmantelando libertadores, entre drásticas guerras inclinadas al vasallaje, confusión y adoración al mayor de los genocidas. El misterio de los sencillos sigue y seguirá mal que les pese siempre hacia adelante, la dialéctica es incansable nunca lograrán dominar su potencial, crece a fuerza de soles y vientos a favor entre tempestades contra negras tormentas aislando el oscurantismo, enflaqueciendo tiranos y desmantelando disecados intelectuales a su servicio. Se trata de enfrentar al globo del infantilismo insulso carente de sentido y sus cacareos triunfalistas ruines propagando el fascismo; y, abrir ventanas a la vida, a la entereza, a la naturaleza real de los seres que recorren por el mundo la sangre vertida de su raíz en la tierra. El fanatismo fascista no tiene remedio y menos en dimensión imperial haciendo que una inmensa parte del mundo, y su propia sociedad estadounidense, termine creyendo que quien acabó con el nazismo representa su bandera genocida, culpable de las bombas atómicas, de todos los desastre causados, acelerando sobre el planeta radioactividad, muerte y destrucción. Recuerden, no olviden que el nazismo en sí nunca acabó, por la gran razón de que EEUU, les apadrinó, acogió, financió, asentó y floreció el sionismo con parcela en el FMI y la Casa Blanca; desde entonces, ha tenido del lado de su sistema económico, político y de guerra a miles de ellos y también de ellas. Años antes pasó de cuando la guerra contra el fascismo internacional en el levantamiento militar contra la República, el yanqui ‘democrático’ se puso de su lado: del lado del nazismo, mismo brazo de guerra. No solo Estados Unidos se implicó contra Rusia, haciendo concesiones al nazismo: le calcularon con la distancia que les predispone hacia la galería animándolos a su vez a acabar con la URSS. Colaboraron muchas empresas a nivel económico en ello como Coca-Cola, Bayer, Kodak, Ford, General Motors… entre otras hoy multinacionales que siguieron desarrollándose tras la segunda guerra mundial en la impunidad intocable. Otros países también lo hicieron como con la República de este lado revolucionaria, hasta estrangularla por dentro y fuera, y triturar sus vidas meses antes los países del Eje posicionándose del lado del nazismo. Y una vez más la hipocresía del gabacho, de Francia y Gran Bretaña junto al yanqui destacaron su rancio oscurantismo ansiosos de la destrucción del poder obrero ruso y su ejército soviet. Solo entra el Tío Sam en la IIª Guerra Mundial, viendo ya al más fabuloso de los ejércitos de guerra mundial completamente destruido, consciente de la evidencia de que no levantará cabeza; y, sobre todo, de que los rusos no solo podían llegar a Berlín; por igual ímpetu, dominio estratégico en sus dirigentes y conciencia en sus combatientes, podrían llegar a París, y a toda Europa.

La estela del nazifascismo sigue más en pie que nunca; moderniza sobre el siglo, sus latigazos insaciables pincelados por sociólogos, periodistas, politólogos, historiadores, asesores militares “retirados”… y muchos son los que se prestan como ‘intelectuales’ creyendo los pueblos incapaces de entender su agresión despiadada, a venderse al mayor postor tergiversando los acontecimientos y, correr cortina de humo sobre el rol de la trampa y la mentira, que les da prestigio monetario y servil gritando sus estómagos: ¡Vivan las arcas del capital del bienestar, que son tres días el vivir, de su costilla, como aquél que dice!!! Lo grave, o muy grave, es que hay grupos sociales y medios de comunicación que se publicitan así mismo progresistas y hasta de izquierdas, bailando la trama intermitente al ritmo de las orquestas, de la SS, Sionismo, OTAN, neonazismo en Europa y Gran Oligarquía de los países más ricos. No todo en la vida es “olvido ni perdón” sobre su disposición rastrera injustificable, tergiversación de los hechos para mejor confundir, una de las tantas maneras en que el sistema alimenta parásitos. La mayor parte de la prensa de Europa como: Francia, Bélgica, Suiza… se ha referido al emblemático, Ejército Rojo, no para reconocer ni informar de su labor y desafío al nazismo sino para acusarlo de «invasor» poco más y, declaran de forma ruin y miserable a los soviéticos culpables de la segunda guerra mundial, del holocausto, y también, ¿por qué no?: de matarse a si mismos. Es la política basura, la que domina el mundo capitalista; de un solo uso, usar y tirar: de arrasar de la memoria los hechos históricos arma estratégica de los herederos del fascismo europeo. Su propósito fundamental es que los pueblos olviden a los verdaderos culpables del horror presente, del pasado y del que nos avecinan ya predispuesto el horror permanente. Y entre tanto, y tanto, seguir corriendo la lluvia ácida del desagravio; dejarles el camino libre asentando la primera piedra a la manoseada y rastrera Ucrania (oficial) apostando al resurgir del terror nazi y criminalidad más abominable del yanqui. Por lo pronto en Alemania (cuna del nazismo), en Austria, Italia, España, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Polonia, Hungría… y otros países del Eje de la Comunidad Europea <<los grupos ultra reaccionarios son fuerzas políticas oficiales>> que deciden directa o indirectamente las decisiones políticas de los gobiernos. Tienen presidentes, ministros, alcaldes, curas, obispos ‘entre otros hidalgos’ ocupando altos puestos en la administración del Estado. Son los mismos estados, y las grandes trasnacionales, los que financian y sostienen a las organizaciones más reaccionarias de extrema derecha: en Europa, en medio de una creciente crisis económica y ampliación de la desocupación, se fomenta la apertura de los estados policiales. Crece el odio en el mundo a dos caras; una contra la verdadera izquierda consciente, pese a que el pacifismo a través del fascismo a ampliado sus alas aferradas a ella; la otra cara, es la viva expresión diaria del avance de éste, y de la aberrante política de la Unión Europea, en manos del yanqui y cuna del nazismo controlado por las fuerzas más retrogradas del sistema capitalista. Se tergiversa la historia, y con ello se facilita, la reimplantación de antiguos colaboradores nazis y simpatizantes del dominio racial.

Ni Hitler obedeció al calificativo loco ni aventurero a sí sin más ni todos fueron judíos (como propiedad exclusiva) los que acabaron en los campos de exterminio nazis como han intentado mostrar cientos de películas y documentales  yanquis-sionistas: muchos miles eran comunistas, anarquistas, insumisos sin calificación política a su terror sembrado entre otros miles de antifascistas de toda Europa. La presencia del guerrillero republicano del Estado español en Mauthausen, fue impecablemente relevante de organización, resistencia y desafío, como mostró la fotografía del 5 de mayo de 1945, saludando con una gran pancarta a las fuerzas liberadoras: pero en el aniversario este año de la liberación del campo de Auschwitz, el gobierno polaco no ha invitado al país que los liberó; ya que ahora, está en guerra: ¿intentando liberar a Ucrania de sus propios nazis?

Maité Campillo (actriz y directora d` Teatro Indoamericano Hatuey)

Fuente de la Información: https://kaosenlared.net/oid-oid/

 

 

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El Salvador: Más de mil menores han estado encarcelados por régimen de excepción

El Salvador: Más de mil menores han estado encarcelados por régimen de excepción

Human Rights Watch pide al gobierno de Bukele “reemplazar el régimen de excepción con una estrategia sostenible y respetuosa de los derechos humanos”.

Por Milton Rodríguez 

“Abusos a gran escala” de parte de autoridades del gobierno de Nayib Bukele hacia los detenidos bajo el régimen de excepción. Eso se evidencia en la filtración de una base de datos a la que ha tenido acceso la organización internacional Human Rights Watch.

Los registros analizados por tal organismo muestran violaciones masivas del debido proceso, hacinamiento extremo en centros penales y muerte de personas bajo custodia del Estado salvadoreño. Esto en el marco del Estado de excepción que se impulsa que impulsa el gobierno salvadoreño desde el 27 de marzo del 2022 y que ha prorrogado en 10 ocasiones, a pesar de fuertes cuestionamientos nacionales e internacionales por abusos de poder y capturas de personas inocentes.

Se trata de una base de datos, atribuida a una fuente de confianza al Ministerio de Justicia y Seguridad Pública en la que se enumera los nombres de personas procesadas entre marzo y fines de agosto de 2022 bajo tal medida.

El documento indica que miles de personas, incluidos cientos de niños y niñas, han sido detenidos y procesados por delitos definidos de manera amplia que violan las garantías básicas del debido proceso y socavan las perspectivas de justicia para las víctimas de la violencia de las pandillas.

Uno de los datos más preocupantes es que a finales de agosto, 1,082 menores detenidos durante el régimen de excepción (918 niños y 164 niñas) habían sido enviados a detención provisional, incluidos 21 que tenían 12 o 13 años. Estos encarcelamientos fueron posibles debido a las reformas aprobadas por los diputados de Bukele en abril del 2022 y que disminuyó la edad de imputabilidad penal de 16 a 12 años para los niños y niñas acusados de delitos relacionados con pandillas.

“Esta base de datos permite corroborar graves violaciones de derechos humanos cometidas durante el régimen de excepción”, expresó Tamara Taraciuk Broner, directora en funciones para las Américas de Human Rights Watch.

Una dato alarmante que revela el informe publicado este viernes es que “las autoridades salvadoreñas han sometido a las personas detenidas, incluyendo a cientos de niños, a un hacinamiento extremo en centros de detención abarrotados, y que han hecho muy poco para garantizar el acceso a la justicia para las víctimas de los graves abusos cometidos por pandillas”.

Serias preocupaciones

Tras contrastar la información, HRW plantea serias preocupaciones sobre la cantidad de vulneraciones a los derechos humanos de los salvadoreños.

Por otro lado, el informe indica que 32 personas murieron bajo custodia, en su mayoría en los penales de Izalco y Mariona (La Esperanza). En noviembre, las autoridades salvadoreñas informaron que 90 personas detenidas habían fallecido desde marzo sin dar detalles de las condiciones en que se encontraban.

HRW destaca que hasta el mes de agosto, más de 50,000 personas habían sido enviadas a detención provisional, elevando la población penitenciaria a más de 86,000 personas. Esto contrasta con los datos oficiales brindados en febrero de 2021 cuando se dijo que el sistema penitenciario de El Salvador tenía capacidad para 300,000 personas.

Cuatro veces más detenidos

Por otra parte, el informe dice que la mayoría de los detenidos fueron enviados al penal Mariona, donde la población penitenciaria aumentó de 7,600 a 33,000, y al penal de Izalco, donde este incremento pasó de 8,500 a 23,300. Según la base de datos, al mes de agosto, Mariona tenía cuatro veces más detenidos de los que podía albergar, y la cifra en Izalco triplicaba su capacidad.

Un dato importante que se detalla en el escrito es que más de 39,000 personas habían sido acusadas del delito de “agrupaciones ilícitas” y más de 8,000 por ser miembros de una “organización terrorista”. Es decir, que al hacer una comparación se puede verificar que son menos las personas que habían sido acusadas de delitos violentos, como homicidio (148 personas, es decir, menos del 0.3 % de los detenidos) o agresión sexual (303 personas, es decir, menos del 0.6 %).

Sobre este punto, HRW señala que “el uso de estos tipos penales imprecisos abre la puerta a detenciones arbitrarias de personas sin conexión relevante con las actividades de las pandillas y hace poco para garantizar la justicia por los abusos violentos de las pandillas, como asesinatos y violaciones sexuales”.

Es decir, el informe divulgado este viernes respalda los hallazgos presentados anteriormente por Human Rights Watch y Cristosal respecto a la sobrepoblación severa en centros penales y la muerte de personas en prisión. Y es que desde que comenzó el estado de excepción, policías y soldados han detenido a más de 61,000 personas. Alrededor de 3,000 han sido liberadas de prisión, algunos con medidas sustitutivas.

3,102 casos de denuncias

Tras conocer estos datos alarmantes, el organismo internacional recalcó que los abusos cometidos durante el régimen de excepción han sido posibilitados gracias al desmantelamiento acelerado de las instituciones democráticas encabezado por el presidente Nayib Bukele desde que asumió el cargo en 2019, ya que actualmente ningún órgano gubernamental independiente puede servir como freno o contrapeso al poder ejecutivo o garantizar reparaciones y justicia para las víctimas de abusos.

Hasta el 9 de enero del 2023, Cristosal registró 3,102 casos de denuncias de violaciones a derechos humanos bajo la medida excepcional.

Ante este parama, HRW pide al gobierno de Bukele “reemplazar el régimen de excepción con una estrategia sostenible y respetuosa de los derechos humanos para abordar la violencia de pandillas y proteger a la población de los abusos que estas cometen”.

Agrupaciones ilícitas es “poco preciso” y da paso a capturas arbitrarias, advierte HRW

Así lo afirma Human Rights Watch. Ellos consideran que es una tipología penal imprecisa, pero que ha llevado a la captura de decenas de miles de salvadoreños.

Human Rights Watch (HRW) reveló, tras conocer una base de datos de detenidos en el régimen de excepción, que más de 39,000 personas habían sido acusadas de “agrupaciones ilícitas” y más de 8,000 por ser miembros de una “organización terrorista”.

Estos datos contienen información entre marzo y fines de agosto de 2022.

Al hacer una comparación con estos datos se puede verificar que muchas menos personas habían sido acusadas de delitos violentos, como homicidio (148 personas, es decir, menos del 0.3 % de los detenidos) o agresión sexual (303 personas, es decir, menos del 0.6 %).

Ante este panorama, Human Rights Watch destacó que el delito de “agrupaciones ilícitas” se define de una forma amplia e incompatible con estándares internacionales.

Además, advierten que los “tipos penales imprecisos” abren la puerta a detenciones arbitrarias de personas sin conexión relevante con las actividades de las pandillas y “hacen poco para garantizar la justicia por los abusos violentos de las pandillas, como asesinatos y violaciones sexuales”.

Hacinamiento carcelario

Por otra parte, el informe detalla que hasta agosto pasado, más de 50,000 personas habían sido enviadas a detención provisional, elevando la población penitenciaria a más de 86,000. Esto supone un salto sustancial con respecto a cifras oficiales de febrero del 2021 en las que se estableció que el sistema penitenciario salvadoreño tenía capacidad para 30,000 personas.

Asimismo, el documento revela que más de 7,900 mujeres habían sido enviadas a detención provisional, lo cual duplica la cantidad total de mujeres que se encontraban detenidas en el país en febrero 2021.

Siempre sobre el hacinamiento, HRW indicó que la mayoría de los detenidos bajo el régimen fueron enviados al penal de Mariona, donde la población aumentó de 7,600 a 33,000; y a Izalco, donde pasó de 8,500 a 23,300.

Según los datos, se evidencia que hasta agosto 2022 “Mariona tenía cuatro veces más detenidos de los que podía albergar, y la cifra en Izalco triplicaba su capacidad”. Ante esto, Human Rights Watch considera que en el país hay un “hacinamiento extremo”.

HRW también expone que otros centros de detención, como el penal para mujeres de Ilopango y el de hombres de San Miguel, “tenían una población carcelaria seis veces superior a su capacidad”. Al respecto, el director general de Centros Penales, Osiris Luna Meza, expresó en octubre del año pasado que las mujeres detenidas en Ilopango habían sido trasladadas a otra cárcel.

¿Qué dicen los expertos?

Para Oswaldo Feusier, penalista y docente de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), “la filtración de datos confirma lo que ya es un secreto a voces en los tribunales del país y lo que no es un secreto a voces, sino que han gritado las organizaciones de derechos humanos: que se trata de una política criminal fundamentada en la violación sistemática, grave y generalizada de derechos humanos para personas inocentes”.

Por su parte, el representante de la organización “Los siempre sospechosos de todo” dijo que el régimen de excepción más que convertirse en un elemento jurídico para combatir la delincuencia se ha convertido más en un instrumento de tipo político que está siendo utilizado “para mantener la popularidad del gobierno como caballito de batalla”.

“El problema es que al estar siendo utilizado más con un fin político se olvida de que como instrumento jurídico debe garantizar los derechos humanos de todas las personas detenidas y de toda la población en general”, opinó.

Luego recordó que ya se ha demostrado a través de medios nacionales e internacionales que “ha existido detenciones de tipo ilegales” sin elementos de prueba suficientes para garantizar que la persona que se encuentra detenida se está beneficiando del vinculo que pudiera tener con una pandilla o con un miembro de pandilla o que este pertenezca en sí a la pandilla y que ayude a cometer delitos.

“Eso es una clara violación al derecho internacional de derechos humanos”, enfatizó. Por tanto, el experto dijo que “no es extraño que ahorita dentro de los centros penitenciarios se estén violentando derechos humanos de todos los privados de libertad, aun de gente inconsciente que ya lleva detenida casi el año de detención”.

Celia Medrano, especialista en derechos humanos, señaló la negación de información que existe aun en casos personas detenidas y que se bloquean por decisión estatal para que no se conozca la situación real de personas privadas de libertad.

En ese sentido advirtió que “el número de homicidios ocurridos en prisiones durante la vigencia de medidas permanentes de suspensión de garantías al debido proceso puede llegar a cientos”.

“No es exagerar que muchos de estos casos demorará años esclarecerlos puesto que las autoridades no notifican a familiares que sus parientes han sido asesinados en las prisiones y los entierran como personas no identificadas”, concluyó Medrano.

Informe de HRW confirma que régimen de excepción es “una política criminal”

Oswaldo Feusier dijo que la filtración de información confirma lo que “ya es un secreto a voces en los tribunales del país y han gritado las organizaciones de derechos humanos”.

El informe de Human Rights Watch confirma que el régimen de excepción, impulsado por el gobierno de Nayib Bukele, desde marzo del 2022, es “una política criminal” que sirve para ejecutar violaciones sistemáticas, graves y generalizadas a los derechos humanos de personas inocentes.

“Abusos a gran escala”

Así lo consideró en declaraciones a este medio, Oswaldo Feusier, abogado penalista y docente de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), al analizar la filtración de una base de datos a la que ha tenido acceso la organización internacional, Human Rights Watch, en la que se revelan “abusos a gran escala” de parte de autoridades del gobierno de Nayib Bukele, hacia los detenidos bajo el régimen de excepción.

Los registros analizados por HRW, correspondientes a una base de datos atribuida a una fuente de confianza al Ministerio de Justicia y Seguridad Pública, muestran violaciones masivas del debido proceso, hacinamiento extremo en centros penales y muerte de personas bajo custodia del Estado salvadoreño.

El docente de la UCA consideró que la filtración confirma lo que “ya es un secreto a voces en los tribunales del país y lo que no es un secreto a voces sino que han gritado las organizaciones de derechos humanos”. “Se trata de una política criminal fundamentalmente para poder desarrollarse en la violación sistemática, grave y generalizada de derechos humanos para personas inocentes”, dijo Oswaldo Feusier en referencia al Estado de excepción.

3,102 casos

Hasta el 9 de enero del 2023, Cristosal registró 3,102 casos de denuncias de violaciones a derechos humanos bajo la medida excepcional.

Ante este panorama, HRW pide al gobierno de Bukele “reemplazar el régimen de excepción con una estrategia sostenible y respetuosa de los derechos humanos para abordar la violencia de pandillas y proteger a la población de los abusos que estas cometen”.

Fuente de la Información: https://kaosenlared.net/el-salvador-mas-de-mil-menores-han-estado-encarcelados-por-regimen-de-excepcion/

 

 

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España: Los Salarios Perdieron El 5,6% De Su Poder Adquisitivo En 2022, El Peor Dato Desde 1985

Los Salarios Perdieron El 5,6% De Su Poder Adquisitivo En 2022, El Peor Dato Desde 1985

Los sueldos pactados en convenio, la inmensa mayoría firmados por CCOO y UGT con la patronal, subieron el 2,8% en el año 2022, tres veces menos que la inflación media del año, que fue del 8,4%.

Los datos sobre los incrementos salariales que reflejan los convenios firmados en 2022 no pueden ser más desastrosos para la clase trabajadora. Se trata del peor año desde el 1985, que es tanto como decir el peor dato de la serie histórica, puesto que no fue hasta 1985 cuando el Ministerio de Trabajo empezó a registrar las estadísticas sobre convenios colectivos firmados.  En  2022, los salarios pactados entre patronales y sindicatos (CCOO y UGT fundamentalmente) a través de la negociación colectiva cerraron el ejercicio con un incremento del 2,8%, una cifra tres veces inferior a la inflación media del 2022 (8,4%). Incluso tomando como referencia el último dato del IPC de diciembre, el 5,8%, los salarios reales habrían crecido menos de la mitad  que la inflación oficial en ese mes.

Como ocurre siempre en períodos de crísis del sistema capitalista como el presente con la mayor inflación desde los años 80, son los salarios, y por lo tanto la clase trabajadora, las principales víctimas de una crisis de precios originada por los mecanismos de funcionamiento del propio sistema.

En el caso de la clase trabajadora española los salarios ya llevaban una década de estancamiento. La crisis de precios actual, con los precios de la energía disparada y los alimentos por las nubes, golpea a la clase trabajadora mientras los beneficios de las grandes corporaciones del Ibex 35 han crecido ocho veces más que los salarios desde la irrupción del covid.

Las pensiones, no obstante, sí que mantendrán el poder adquisitivo (se incrementarán en un 8’5%), sin duda como resultado del proceso movilizador, de verdadera resistencia organizada, de un movimiento pensionista que ha dado ejemplo en los últimos años de organización y lucha, frente a la política colaboracionista y desmovilizadora de la izquierda intitucional y del sindicalismo burocrático.

Los empleados públicos, por su parte, también perderán poder adquisitivo: sus salarios subieron en 2022 un 3,5%, es decir, perdieron cinco puntos de salario real. Una reducción semejantes sufrieron los trabajadores que perciben el SMI, que creció un 3’6% en 2022.

Por sectores es precisamente en aquellos cuyos datos de beneficios batían récords donde CCOO y UGT pactaron peores condiciones salariales en 2022. Es el caso de la banca y las energéticas, que con un 1,2% y un 1,9%, se sitúan en la cola de los incrementos salariales pactados en convenio.

Una situación que se produce, además, en el marco de un gobierno que se autodenomina como “el más progresista de la historia” y que no aplica la actualización salarial según el IPC, única garantía de mantenimiento del poder adquisitivo, ni siquiera con aquellos trabajadores cuyos salarios dependen directamente de él.

Comprobada pues y nuevamente la vergonzosa capitulación de la casta dirigente de los llamados ‘sindicatos mayoritarios’ y el nefasto papel de un gobierno propatronal, firmando unos convenios contra los intereses de aquellos a quienes dicen representar y legislando los otros en favor de la clase empresarial, urge sin duda construir una alternativa verdaderamente de clase, levantada desde abajo y basada en la democracia directa y la fuerza movilizadora de la clase trabajadora. Una tarea en que tanto el sindicalismo alternativo como algunos movimientos sociales de resistencia (vivienda, antirepresivo, pensionista…) andan empeñados y que sólo se construirá con espíritu movilizador unitario y en dura lucha contra las políticas y la acción de los agentes políticos y sindicales de la patronal.

 

 

 

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España: 2023 tiene que ser año de la confluencia del sindicalismo combativo

2023 tiene que ser año de la confluencia del sindicalismo combativo

2023 se presenta como un año cargado de tensiones sociales. La guerra de Ucrania ha desatado un proceso de aumento de la inflación a escala global que los Bancos Centrales tratan de atajar con subidas de los tipos de interés. Todo ello contribuye a hundir el poder adquisitivo de los salarios y a empujar a gran parte de la clase trabajadora a un escenario de miseria, desahucios y escasez de suministros básicos. Además, la crisis climática parece lejos de estar controlada, y los fenómenos atmosféricos extremos se multiplican por el globo.

Las sanciones asociadas a la guerra, además, impactan sobre los mercados alimentarios y energéticos, impulsando un aumento brutal de la pobreza en los países del Sur, que se ve aún más incentivado por las crecientes fugas de capitales provocadas por las subidas de los tipos de interés en los países del Norte. Este proceso alimenta las tensiones geopolíticas al impulsar, en los países emergentes, la simpatía social con las nuevas potencias que ponen en cuestión el orden imperialista global, como Rusia o China, pese a sus estructuras políticas fuertemente autoritarias.

En nuestro país, las contradicciones partidarias han llevado a un “golpe blando” de la derecha judicial, que se ha autoconstituido en una cámara previa de control de lo que puede ser votado en sede parlamentaria. La pasividad del sindicalismo oficialista, que lo fía todo al buen hacer del Ministerio de Trabajo, incapacita a la clase trabajadora para responder a la creciente pérdida de poder adquisitivo de los salarios y a la degradación de los servicios públicos. La clase dirigente europea pretende sostener precariamente a los sectores más vulnerables, para tratar de conjurar una hipotética explosión social, mientras profundiza el proceso de desposesión de la clase trabajadora en su conjunto y las dinámicas de mercantilización de la vida.

Estamos, pues, ante un escenario complejo y ambiguo, dominado por tensiones irresolubles y contradicciones crecientes. Una era de bifurcaciones no reversibles y de pulsiones autoritarias. De ascenso de la ultraderecha y de presiones belicistas. Y, sin embargo…

Sin embargo, la clase trabajadora global da muestras de una vitalidad persistente y no completamente domesticada. Las huelgas se suceden en el Reino Unido, en lo que los medios de comunicación ya llaman “un nuevo invierno del descontento”. Los trabajadores precarios estadounidenses ensayan nuevas formas de organización en las grandes empresas posfordistas. El sindicalismo combativo francés toma las refinerías y sostiene un pulso con la patronal que está cerca de llevar a una huelga general. Las dinámicas de lucha social derriban gobiernos en América Latina y provocan un nuevo “ciclo progresista” en las urnas.

En nuestro país, los metalúrgicos desarrollan amplios procesos huelguísticos y de movilización callejera. Las trabajadoras de Inditex, en Galicia, consiguen un aumento salarial inédito para un sector fuertemente precarizado. El personal sanitario de la Atención Primaria madrileña ocupa el local de la Consejería. Conductores de autobuses en Zaragoza, trabajadoras de la limpieza de edificios en Castelló y de la atención domiciliaria en Asturias y Valencia…los conflictos, dispersos, y muchas veces encauzados rápidamente por el sindicalismo oficialista, se multiplican por toda la geografía española.

El sindicalismo combativo y el anarcosindicalismo tratan de organizar y concienciar a la clase trabajadora para la gran batalla que se avecina. Pese a persistente letanía derrotista de quienes quieren mantener a los trabajadores en un estado depresivo permanente, el sindicalismo combativo se desarrolla lentamente, pero sin pausa. La CGT, el principal sindicato no oficialista de ámbito estatal, despierta de un cierto letargo con una nueva propuesta y se convierte en la organización obrera que más días de huelga convoca en Cataluña. CNT, pese a sus contradicciones internas irresueltas, se vuelca por fin en el sindicalismo y en la organización obrera, lo que provoca un crecimiento limitado pero sostenido de su afiliación. Otras organizaciones se unen para conformar organismos mayores (como AST y CSC, que conforman la nueva Alternativa Sindical de Clase) o, dentro de sus límites, crecen en afiliación y perfeccionan claramente su estructura y sus capacidades de intervención en los centros de trabajo (como hemos hecho en Solidaridad Obrera). Mientras, organismos que se encontraban hace ya tiempo en la esfera de la concertación, derivan claramente hacia la acción sindical combativa, como ELA en Euskadi.

Además, las convocatorias conjuntas de manifestaciones y la generación de plataformas comunes (como el Bloque Combativo y de Clase, o la Taula Sindical de Catalunya) son ya una costumbre asentada en muchas organizaciones. Es la hora de un nuevo sindicalismo combativo que contribuya a construir una fuerza social capaz de detener el brutal salto hacia el abismo al que se ha lanzado el capitalismo global. 2023, es el año en que la respuesta del sindicalismo combativo y el anarcosindicalismo tiene que hacerse audible. Pero ¿cómo?

El sindicalismo combativo y el anarcosindicalismo deben presentar un bloque unido en 2023 sobre la base de un programa mínimo de consenso, que debe comenzar por la defensa de los salarios y los servicios públicos, y la conversión de estos últimos en instituciones comunal-comunitarias con participación protagónica de los/as trabajadores/as y usuarios/as. Debemos plantear una fuerte limitación de la subcontratación y del uso de los falsos autónomos y del trabajo en formación, recuperar la readmisión obligatoria en el despido improcedente y caminar hacia la expansión de los derechos y garantías de las secciones sindicales. Y, por supuesto, debemos delinear cuáles son nuestras reivindicaciones en un gran proceso de debate sindical que alcance a todas las organizaciones y que culmine con una gran demostración de fuerza unitaria (movilización o Congreso Obrero).

Porque nuestra tarea principal en esta etapa es vencer la desesperanza de la clase trabajadora abriendo, en 2023, el camino para la confluencia y la unidad de acción del sindicalismo combativo y el anarcosindicalismo. Una confluencia que se puede construir con nuevas plataformas locales (al estilo de la Taula Sindical de Catalunya) y nuevos debates programáticos y de fondo; con la convocatoria de eventos unitarios (manifestaciones, conferencias abiertas a la ciudadanía, congresos…); generando medios comunes de difusión y debate, y expandiendo la discusión y la reflexión sobre ese nuevo sindicalismo que queremos construir más allá de las siglas y la fronteras organizativas; abriendo espacios para una nueva cultura obrera en los centros sociales o en ateneos sindicales conjuntos; construyendo Consejos Productivos Locales con las entidades de economía social y las plataformas de defensa de los servicios públicos, etc. etc.

Además, por supuesto, debemos tomarnos en serio la internacionalización de las luchas y el apoyo mutuo a través de las fronteras, multiplicando las relaciones con las organizaciones de trabajadores/as de América Latina, con las que compartimos idioma y múltiples códigos culturales, así como con las organizaciones del sindicalismo combativo europeo, que tienen enemigos muy visiblemente equivalentes a los nuestros.

La Federación Sindical Mundial, la Confederación Internacional del Trabajo, la Red Roja y Negra, la Asociación Internacional de los Trabajadores y la Red Internacional de Solidaridad y Luchas, las distintas internacionales a las que pertenecen nuestras organizaciones, deben intercambiar información y apoyarse mutuamente en sus conflictos, contribuyendo a una cultura obrera plural, reflexiva y respetuosa con las diferencias que envíe un fuerte mensaje a todos los trabajadores y trabajadoras de nuestros países: ahora sí, estamos en camino.

Es la hora de que el anarcosindicalismo y el sindicalismo combativo muestren con firmeza su capacidad para hacer frente a la devastación capitalista en curso. Quienes militamos en las organizaciones sindicales que luchan debemos asumir nuestra responsabilidad en este momento histórico y hacerle un gran presente a nuestro pueblo: el regalo de una clase trabajadora organizada, consciente de su fuerza y unida en su diversidad.

2023 tiene que ser el año del inicio del camino hacia la construcción de un gran bloque obrero combativo y con capacidad de parar la economía capitalista para iniciar el trayecto a una sociedad más justa.

 

José Luis Carretero Miramar* para Kaosenlared

 

*Secretario General de la Confederación Sindical Solidaridad Obrera

Fuente de la Información: https://kaosenlared.net/2023-tiene-que-ser-ano-de-la-confluencia-del-sindicalismo-combativo/

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El capitalismo nunca será ecológico

Por: Gilles Dauvé

En el discurso político contemporáneo, la ecología se ha vuelto omnipresente: transición energética, capitalismo verde, reformismo eco-responsable … Pero, si básicamente nada cambia, no es por la ceguera de los líderes políticos, es por un asunto de carácter estructural: la incompatibilidad entre ecología y capitalismo.

Inevitable e ilimitado

Calificada como industrial – y hoy como postindustrial – la sociedad moderna está formada por empresas, cuyo objetivo es el lucro y el crecimiento. Un investigador puede ser apasionado y un ingeniero puede querer con toda su alma construir represas, pero sus proyectos solo se hacen realidad si está de por medio el interés mercantil de la empresa que los emplea. El objetivo de la empresa siempre será vender un producto competitivo, acumular ganancias, re-invertirlas para hacer crecer el capital.

“El desarrollo de la producción capitalista requiere una ampliación continua del capital colocado en una empresa, y la competencia impone leyes inmanentes de la producción capitalista como leyes coercitivas externas a cada capitalista individual. Estas leyes no le permiten conservar su capital sin aumentarlo, y no puede incrementarlo a menos que se acumule gradualmente. […] Acumular para acumular, producir para producir, tal es la consigna de la economía política que proclama la misión histórica del período burgués” (Marx, El Capital, capítulo XXIV, § 3).

La prueba de que vivimos en un mundo capitalista es que la hipertrofia industrial, lejos de ser un fenómeno autónomo, está sujeta a las exigencias de la revalorización del capital. Para que una fábrica de automóviles o una acería siga funcionando debe ser suficientemente rentable, si no, inevitablemente, cierra.

El burgués no tiene derecho a dormirse en los laureles: un capitalismo que no crezca es signo de decadencia. Durante doscientos años, esta megamáquina se ha renovado periódicamente mediante la autodestrucción “creativa” … El destino de las fábricas del “cinturón del óxido” de Estados Unidos significó casi el fin de la industria en esas regiones. Las técnicas, los sistemas de producción, los sitios de fabricación fueron reemplazados para hacer frente a la competencia.

Cargado con un inevitable peso material, el capitalismo hoy sueña con ser virtual, digitalizado, sin proletarios. Pero, los trabajadores siguen siendo imprescindibles para transformar los cientos de millones de toneladas de mineral, madera, acero, cemento, plástico… necesarias para la producción de los millones de artefactos y pantallas del mundo digital.

Las prioridades permanentes de un “buen capitalista” es intensificar el trabajo de los proletarios, reducir los costos de producción y, si es necesario, agotar las bases materiales de la producción. Constructor y demoledor incansable, devorador de recursos y siempre contaminador, el capitalismo por definición ignora la sobriedad. Austero o derrochador, el burgués no es necesariamente codicioso, pero siempre está al servicio de la lógica del sistema. Para el patrón más benévolo las buenas intenciones sociales o ambientales son totalmente secundarias, la competencia es la que manda.

«Crecimiento» es el nombre que toma el «progreso» cuando se aplica a la economía. Desde la máquina de vapor de James Watt hasta la electrónica de Silicon Valley, la fe en el progreso es esencial para la burguesía, pero el “progreso” solo se convierte en fuerza material cuando acumula valor. El modo de producción capitalista no sólo es un sistema industrial devastador, también es reacio a hacerse cargo de sus estragos.

Un mundo de empresas

El mundo en el que vivimos nunca será manejable como una sola gran empresa. No habría competencia. Una multinacional global es una utopía. Bujarin no fue el único que analizó la hipótesis (improbable según él) de «un plan racional desde el punto de vista del capital con una clase capitalista unificada”. Cualesquiera que sean los obstáculos geopolíticos – que en todo caso son insuperables – la lógica del modo de producción capitalista hace que la «confianza» sea estructuralmente imposible. Quién dice mercado (nacional o global) dice competencia.

Cada empresa es responsable sólo de sí misma y de su hoja de balance. Funciona como un organismo, con un interior distinto al exterior, pero poroso. Hay inversiones, materias primas, empleados, instalaciones técnicas que producen bienes generadores de dinero. Pero, aunque la empresa está en contacto con la sociedad sus jefes sólo son responsables de no perder dinero. Tienen que respetar la legislación y pagar los impuestos (que normalmente tratan de evitar), pero cumplidas estas dos condiciones, el resto no les concierne: “No debo nada al público” proclamó en el siglo XIX J.P. Morgan.

Las empresas habitualmente rechazan los efectos negativos que se producen como consecuencia de su actividad. Para tener en cuenta estas “externalidades negativas”, la sociedad capitalista tuvo que empezar a sufrir los daños que provoca cada empresa en su entorno. Y , ahora se ha vuelto urgente comparar el costo de las inversiones con el costo de las pérdidas producidas por el calentamiento global. Pero lo que, en realidad, busca el sistema es alcanzar un umbral de emisiones de CO2 que «económicamente sea óptimo».

La burguesía no es ni monolítica ni ciega, y no carece de think tanks que le ayuden a afrontar sus conflictos y contradicciones. Sin embargo, tiene grandes dificultades para actuar de acuerdo con el interés colectivo de su clase. Pese a que medidas drásticas contra el climático podrían beneficiar a toda la burguesía, cada empresa es reacia a aumentar sus costos de producción. El beneficio individual (el individuo es ante todo la empresa) y la cooperación burguesa rara vez van de la mano: por más verde que sea un patrón, nunca correrá el riesgo de reducir la competitividad de su empresa.

Futuro Oscuro

Para el 2050 se cuadruplicará el volumen de la carga internacional, se duplicará el tráfico aéreo, habrá una explosión del turismo, aumentará en un 100% la producción de ropa (a costa del enorme consumo de agua y del uso masivo de pesticidas), crecerá la producción de plástico y el 5G consumirá más energía … La tecnología digital requiere metales transformados, su uso absorbe entre el 10% de la electricidad mundial y las tecnologías de la información contribuyen negativamente al cambio climático tanto como el transporte aéreo: “En términos de destrucción, todavía no hemos visto nada” nos dice el ecólogo, Philippe Bihouix.

Y como sabemos no será la crisis de Covid-19 la que revertirá esta nociva tendencia. La electro-movilidad amplificará la explotación de los recursos naturales, se ha demostrado que la extracción y refinación de los metales raros requieren procesos altamente contaminantes. Pero, ¡qué importa! el coche de “petróleo o diesel” ya tuvo su época. El coche eléctrico es el próximo paso de la «modernidad».

Irlanda afirma que logrará la “neutralidad de carbono” en 2050 gracias a los coches eléctricos. Pero, no nos engañemos, todo depende de cómo hagamos las cuentas: como las empresas no incluyen las emisiones de gases invernadero durante el proceso de producción, el productor de un auto eléctrico está autorizado a decir que su vehicula es ecológico.

Moverse es una necesidad humana y un placer, pero el capitalismo hace de la movilidad una necesidad. Todo debe circular en el trabajo y fuera del trabajo. Movilidad e individualidad significa poder escuchar “mi” música en cualquier momento, gracias a un dispositivo portátil que llevo conmigo. Libertad es conducir un coche personal pese que hay «buses con cero emisiones».

En cuanto a la durabilidad, la obsolescencia programa forma parte del funcionamiento obligatorio de los objetos, en particular de los electrónicos. Y, paradójicamente la recuperación, el compartir, la no propiedad, el reciclaje, los talleres cooperativos, el trueque… son propugnados por personas que generalmente no ven objeciones a la llegada de la “fibra”.

El 4G está siendo reemplazado por el 5G, esencial para los objetos conectados a la red, la computación en la nube, las ciudades «inteligentes». Mientras ya estamos esperando el 6G y quienes critican estos desarrollos lo hacen principalmente por sus efectos sobre la salud y rara vez por su uso: estar conectado a todo y a todos en cualquier momento. Son tecnologías que satisfacen las necesidades del «hombre moderno individualista”. ¿ El resultado?, nadie quiere que los barcos-contenedores reduzcan su actividad transportando cinco o diez veces menos iPhones, Playmobil y Nike.

Aunque la energía solar y eólica lleguen a ser más baratas que los combustibles fósiles, la mayor productividad del capital exige la construcción de centrales nucleares, nuevas infraestructuras de energías fósiles, oleoductos, carreteras, centrales eléctricas de carbón, y sobre todo producción de más plástico (el consumo de este producto petroquímico se duplicado en los últimos diez años)

Entre la “mitigación” (la esperanza de frenar el calentamiento global) y la adaptación a un oscuro futuro, el segundo camino tiene prioridad para la clase dominante. La historia del siglo XX, impredecible para Marx, muestra cómo las burguesías nunca han anticipado el futuro, tanto en sus avances técnicos como en sus catástrofes. La guerra de 1914, la crisis de 1929, el nazismo, la guerra de 1939-1945… fueron y siguen siendo atribuidos a escorias del pasado, fracasos, aberraciones. Lo mismo ocurrirá con la crisis climática.

¿Keynesianismo verde?

“Si el capitalismo realmente tomó ímpetu después de 1980, su victoria no fue lo que se cree habitualmente. Las deficiencias de la década de 1970 siguen presentes cuarenta años después enmascaradas por los beneficios de una minoría de empresas (monopolios u oligopolios) y del sector financiero” (Esto es lo que dijimos en 2017).

Hoy, en una situación generalizada de déficit de rentabilidad, las inversiones para la «mitigación»(suponiendo que se realicen) agravarán la crisis y, esto a pesar que una parte de la burguesía tendrá importantes beneficios. Las sumas en juego serían inconmensurables en relación con las movilizadas en 2008 para rescatar a los bancos.

“Mil billones para el clima”, recomiendan Jean Jouzel y Pierre Larrouturou (para evitar el caos climático y financiero), queriendo demostrar que una política verde no solo sería posible, sino socialmente beneficiosa (creación de un millón empleos) y, con una ventaja adicional, sería bueno para la economía y la competitividad del país… y de Europa.

Este proyecto “verde” trata de otorgar al modo de producción capitalista lo que no es capaz de hacer por sí mismo. Pero, tal como van las cosas, en un futuro previsible, no habrá keynesianismo verde ni keynesianismo social. No debemos esperar una movilización de todos los recursos como lo hizo Estados Unidos después de Pearl Harbor. En esos años, Roosevelt destino gran parte del presupuesto a la economía armamentista, el estado federal administró desde la producción de aviones hasta las municiones. En menos de un año, la industria se había reconvertido; Chrysler fabricaba fuselajes; Ford bombarderos Ford, General Motors tanques, etc.

Después de Pearl Harbor, era inaceptable para las grandes empresas de EEUU que los japoneses controlarán los recursos económicos y minerales del Pacifico. La amenaza fue precisa y sus consecuencias concretas.Ochenta años después, el capitalismo estadounidense y europeo no irá a la guerra contra el CO2.

En Estados Unidos, hoy en día, una tendencia del Partido Demócrata, milita en el llamado “Green New Deal”. Su programa es que norteamérica cuente con una red eléctrica que funcione al 100% gracias a las energías renovables en el 2030 . Este «nuevo» New Deal olvida que se necesitó la crisis de 1929 y una ola de huelgas con ocupaciones de fábricas para que Roosevelt impusiera ciertas restricciones a la burguesía.

Los demócratas “verdes” olvidan que es un sueño insustancial pedir al capital que renuncia a “maximizar” su rentabilidad. No se trata de la relación (negociable) entre salario y beneficio, sino de la base del funcionamiento del modo de producción capitalista. Un capitalismo verde es imposible: no sería rentable. Por tanto, es legítimo preguntarse qué “fracciones” de la burguesía tienen interés en “enverdecer» el sistema.

La cuestión es reconocer una verdad del porte de una catedral: el capitalismo seguirá dañando los equilibrios naturales. Para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 5 o un 10% anual se requiere un esfuerzo colectivo de toda la humanidad, una centralización de los poderes de decisión, una economía energética planificada. Se necesita ir más allá del marco nacional y a contramano del capitalismo «verde».

Notas

Marx, El Capital, Libro I, Cap. XXIV, § 3, acumulación.

Andreas Malm, Hacia una historia diferente del cambio climático.

Philippe Bihouix, La felicidad era para mañana, Seúl, 2019.

Fuente de la información e imagen: https://kaosenlared.net/

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Colombia. La educación popular como un elemento vital en la lucha social

Por América Niño/Kaosenlared

A propósito del IV Encuentro de Educación Popular en Bogotá que se desarrolló durante dos días con la participación de educadores y educadoras de todo el país, es preciso preguntarse por los desafíos de la educación liberadora ahora que la lucha de clases es tan difusa y se confunde fácilmente con la polarización política en […]

A propósito del IV Encuentro de Educación Popular en Bogotá que se desarrolló durante dos días con la participación de educadores y educadoras de todo el país, es preciso preguntarse por los desafíos de la educación liberadora ahora que la lucha de clases es tan difusa y se confunde fácilmente con la polarización política en la que tanto persisten los medios de comunicación y sus líderes de opinión. Se ha convertido en lugar común señalar y silenciar todo lo que cuestiona el capitalismo a través de procesos de organización social y comunitaria.

Siguiendo los planteamientos de Paulo Freire acerca de la educación popular, es claro que existen relaciones de poder entre oprimidos y opresores y que de esta relación se desprende una necesidad de los sujetos conscientes de su opresión por superar las condiciones de desigualdad y buscar la humanización y la libertad.

En este sentido y como conclusión del encuentro vale la pena analizar los fenómenos sociales, políticos, económicos y culturales de la sociedad colombiana a la luz de una educación que problematice las condiciones de desigualdad y busque desde la praxis establecer un diálogo entre los saberes propios de las comunidades con los resultados científico-sociales aportando así al rechazo colectivo del actual sistema económico empobrecedor y deshumanizante.

Para construir desde la rabia y paso a paso un mundo nuevo que dignifique la existencia humana hacia el buen vivir.
Basta con recorrer las grandes ciudades para ver como la miseria convive a pocos metros con la opulencia, como la normalización de la pobreza imposibilita unirnos como clase, como los pueblos que luchan por la autonomía y propiedad colectiva de sus territorios son estigmatizados, asesinados, desplazados y judicializados a diario, sin que esto nos movilice exigiendo alternativas para la vida digna. Gran parte de los sectores populares han sido empujados a defender posturas políticas que van en contra vía de condiciones dignas de vida para sí mismos.

Hacer educación popular es también forjar escenarios de disputa política que tengan como referente la lucha de clases, precisando la forma en que esta lucha se ha desarrollado en Colombia y de qué manera podemos crear colectivamente alternativas para la superación de las desigualdades, y además legitimar los procesos de educación y organización como elementos propios de las comunidades y que no pueden permitir el señalamiento directo a las organizaciones y procesos sociales de pertenecer a grupos alzados en armas pues ha sido este fenómeno el que ha incrementado y legitimado el asesinato a líderes y educadores en los territorios.

De acuerdo con Boaventura de Sousa Santos, quien participó también del IV encuentro de Educación Popular “actualmente la lucha armada no es una forma de lucha legítima, los acuerdos contribuyeron a deslegitimarla porque el principal grupo de lucha armada decidió abandonar las armas y ha dicho precisamente que hoy en día no se justifica” (Sousa, 2019) Sin embargo, es pertinente preguntarse qué tan perjudicial ha sido rechazar esta forma de lucha como una de las vías para la disputa del poder, porque ha sido precisamente esta satanización del derecho a la rebelión armada, la que ha puesto a organizaciones y líderes sociales en una condición de desventaja frente a las posibilidades políticas de sus propuestas y que no permite el avance de propuestas de país para la vida digna.

Es entonces la educación popular una oportunidad para cuestionar los rasgos de una sociedad como la nuestra que ha instalado en la cultura ciudadana una visión generalizada de los buenos muertos y los malos muertos, en vez de cuestionar las causas de la desigualdad, la participación y la violencia que son en últimas las que han generado las condiciones para la guerra y que nos ponen ahora en un contexto particular, en el que con la excusa de la rebelión armada se han segregado sectores sociales con propuestas políticas que propendan por una sociedad con justicia social.

La respuesta está en la educación antipatriarcal, anticapitalista, antirracista, antiimperialista y solidaria que fomente los nuevos cimientos de una sociedad con principios de equidad, respeto a la diversidad y buen vivir, una educación que deje de formar proletarios para engrosar las filas del desempleo o de trabajadores con sueldos precarios, y comience a forjar personas libres y conscientes de la realidad que viven, capaces de generar cambios y la transformaciones estructurales para crear colectivamente la vida digna.

Fuente: https://kaosenlared.net/colombia-la-educacion-popular-como-un-elemento-vital-en-la-lucha-social/

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China: La Revolución Cultural, Una Revolución Política Abortada

Por: Alberto Madoglio/Kaos en la Red

1968, del cual este año festejamos el cincuentenario, fue un año de enormes cambios a nivel global. Masas de jóvenes, estudiantes, trabajadores, irrumpieron en el escenario de la lucha política. La clase dirigente de cada país fue puesta en tela de juicio. En Francia, en el mes de mayo, diez millones de obreros en huelga ocuparon las calles del país, y estuvieron a un paso de tomar el poder.

En los años anteriores hubieron muchas señales de que la situación política a nivel global estaba llegando a un punto de ruptura.

China fue la nación que, en la mitad de los años’ 60, tuvo un enorme estallido revolucionario que asumió las características de una verdadera revolución política contra el dominio burocrático del Partido Comunista, de clara matriz estalinista. La burocracia, guiada por el PCCh, privilegiaba la defensa de los propios intereses materiales en detrimento del desarrollo de la revolución, sea a nivel nacional o internacional. Como todos los partidos comunistas de corte estalinista, en una primera fase fue completamente subalterno a los intereses de la burocracia del Kremlin. Una vez tomado el poder, las necesidades burocráticas nacionales del nuevo Estado obrero entraron en conflicto con las de Moscú.(*)

Para tratar de comprender las razones de este fenómeno, tenemos que analizar brevemente el curso anterior de los acontecimientos y el marco nacional e internacional en que se desarrollaron.

China: un Estado obrero deformado

A diferencia de Rusia en 1917, en China la revolución dio vida a un Estado obrero deformado (tal como lo eran los Estados obreros nacidos en la segunda posguerra en Europa del Este). El poder no estuvo nunca en manos de organismos de clase comparables a los soviets, ni el PCCh podía ser en modo alguno comparado con el Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky.

Al mismo tiempo, el marco a nivel internacional era diferente de aquel que, de alguna manera, facilitó la consolidación del poder de Stalin y su gente. En los años ’30, el proletariado a nivel global había padecido una serie de importantes derrotas: victoria de Hitler en Alemania, derrota de los procesos revolucionarios en Austria, Francia y España por causa de la acción política impuesta por Stalin sea directamente, sea a través de los partidos comunistas locales. Diferente fue la situación en los años siguientes a 1945: la derrota del nazismo y el fascismo en Europa; el proceso de descolonización en Asia y África; el nacimiento de nuevos Estados obreros, incluso deformados, en Europa del Este y en Asia; la derrota de EEUU en la guerra de Corea; y posteriormente la resistencia que encontraron y debieron enfrentar en Vietnam. Todo eso creaba, incluso con importantes contradicciones (la derrota de las revoluciones pos Segunda Guerra Mundial en Italia, Francia y Grecia), un clima de mayor confianza entre las masas oprimidas a nivel mundial.

La «Gran Revolución Cultural Proletaria» en China se inserta en esta nueva situación.

Del «Gran salto hacia adelante» a la Revolución cultural

Es útil hacer una introducción previa antes de abordar plenamente aquellos acontecimientos. Hacia finales de los años ’50, la República Popular China tuvo que cerrar cuentas con el fracaso del «Gran salto hacia adelante»: una tentativa veleidosa, administrada con métodos burocráticos, de favorecer el proceso de industrialización del país. Apoyado fuertemente por Mao, que se ilusionaba con superar en el curso de pocos años la producción industrial de Gran Bretaña, el proyecto se tradujo en un enorme fracaso que costó la vida a millones de personas por causa de una carestía debida al derrumbe de la producción agrícola.

Se inició una dura lucha fraccional al interior del Partido Comunista chino. Todos los mayores dirigentes habían sostenido la política del «Gran salto hacia adelante», pero ahora muchos la criticaban pidiendo el fin del proceso de colectivización en el campo. Una Conferencia del partido en 1961 señaló este giro moderado o de derecha. Se comenzó a favorecer la pequeña parcela agrícola, tal como el provecho privado y los incentivos materiales a los campesinos. Se redefinieron los equilibrios de poder al interior del PCCh y del Estado. Mao dejó el cargo de presidente de la República en 1959, ahora confiado a Liu Shaoqi, y permaneció simbólicamente como presidente del PCCh, del que Deng Xiaoping llegó a ser secretario. Al mismo tiempo, Lin Biao, un aliado de Mao, se volvió ministro de Defensa. Explotando su posición, empezó a consolidarse en el ejército el culto a la personalidad del Gran Timonel, que jugaría un papel cada vez más importante durante el curso de la Revolución Cultural.

Los equilibrios entre las muchas fracciones de la burocracia en China permanecieron precarias. La «derecha» de Liu y Deng controlaba el PCCh y los aparatos del Estado, la «izquierda» de Mao y Lin, los cuadros del ejército y la policía.

Una aclaración es necesaria. Los términos derecha e izquierda son puestos entre comillas porque, como veremos más adelante, se trataba de una diferenciación dentro del aparato de poder, que cuando vio puesto en peligro el propio predominio buscaría y encontraría el modo de dejar de lado las propias contradicciones.

La tregua interburocrática, sin embargo, no podía durar mucho: contradicciones de carácter sea externo o interno contribuyeron a minarla siempre más. El proceso de desestalinización iniciado en la URSS acentuaba, entre otras cosas, la línea de la coexistencia pacífica entre el primer Estado obrero y el imperialismo. Eso tuvo consecuencias concretas respecto de China: fin de las ayudas económicas por parte de Moscú, fin de la cobertura nuclear defensiva a favor de Pekín. Estas decisiones no podían sino crear fuertes preocupaciones en el país, a causa de la cada vez más fuerte presencia de tropas americanas en el Sudeste asiático: una agresión imperialista de barras y estrellas no podía ser descartada.

A nivel interno, la victoria revolucionaria de 1949 permitió importantes e innegables progresos en el campo económico. Los propios efectos devastadores del «Gran salto hacia adelante» fueron completamente borrados en cuestión de pocos años; sin embargo, los desequilibrios dentro de la sociedad china estaban muy lejos de ser superados: las escuelas mejores siguieron siendo prerrogativa de los hijos de la nueva clase dirigente, la superación de la política de industrialización forzada trajo consigo la vuelta al préstamo usurario; el cierre de muchos hospitales en las zonas del campo más pobre, una diferenciación de los salarios entre el proletariado agrícola (más alto para quien producía bienes de mayor valor destinados a las ciudades, por ejemplo hortalizas), un alto porcentaje de trabajadores precarios en la industria que no recibieron salario desde 1959. Esmien cuenta que en aquellos tiempos la población activa crecía en cerca de siete millones por año, mientras las ciudades solo podían garantizar 300.000 nuevos puestos de trabajo. No obstante, quien había conocido la vida urbana no quería volver a la miseria de la vida en el campo.

Esta situación fue la base material que permitió a Mao y su fracción recurrir a las masas más pobres para invertir las relaciones de fuerza en el Partido y en los ganglios del Estado, pero al mismo tiempo también estuvo entre las causas que impidieron a la fracción del Gran Timonel evitar que la situación se le fuera de las manos.

Los acontecimientos tomaron el nombre de Revolución Cultural porque fue por cuestiones de la cultura que comenzó la lucha de fracción y la sucesiva marea revolucionaria propiamente dicha.

La lucha interburocrática estalla con violencia

El 10 de noviembre de 1965 aparece en un periódico de Shanghái (que desde aquel momento será la fortaleza de los maoístas) un artículo de crítica a una obra de 1961 escrita por el vicealcalde de Pekín, La destitución de Hai Rui. La acusación que le hace al autor es, tras la apariencia de un drama histórico, haber atacado las ideas de Mao. Este, mientras tanto, pide al CC que las ideas de los intelectuales próximos a los líderes de la «derecha» del Partido fueran condenadas, pero sin éxito.

En febrero del año siguiente, el grupo constituido por la Revolución cultural (hegemonizado por elementos adversos a Mao, entre los que se destacaba el alcalde de Pekín, Peng Chen) afirmó que el debate no debía salir del ámbito intelectual. Después de haberlo esbozado en un primer momento, Mao y sus aliados pasaron a la ofensiva. El Comité permanente de la Asamblea Nacional lanzó la «Gran revolución cultural proletaria». El 16 de mayo el CC lanzó una circular para extender la Grcp entre Partido, Estado y ejército, con el objetivo de eliminar los elementos filo-burgueses: tomada de este modo, inició la depuración de los elementos adversos a Mao. En Pekín, en la universidad, apareció el primer balcón (manifiesto mural), en el cual se criticaba a los docentes que de algún modo eran identificados como adversarios del pensamiento del fundador de la República Popular. Los tumultos se extendieron como mancha de aceite. Los partidarios de las posiciones de «derecha» comenzaban a advertir el peligro y, por toda respuesta, organizaron equipos de trabajo para mandar a los ateneos y a las escuelas para tratar de dirigir la Revolución cultural, en realidad para intentar poner la situación bajo su control. Mao y los suyos, por reacción, decretaron la disolución de los equipos de trabajo, acusados de querer interrumpir la Revolución cultural en las escuelas, y el cierre de las universidades. En ese contexto, comenzaron a aparecer los Guardias rojos, formaciones juveniles partidarias de Mao Zedong.

Los acontecimientos siguieron sucediéndose frenéticamente. En el pleno del CC, en agosto, Mao lanzó el famoso eslogan «bombardear el cuartel general». Esto, junto a la promulgación de los dieciséis puntos, carta fundamental de la Revolución cultural, creó la ilusión de que Mao y su fracción eran los partidarios de una revolución propiamente dicha en el sistema de poder pos 1949. En realidad, los edictos a la libertad de pensamiento, de crítica a los dirigentes, de auto-organización de las masas en lucha, de elegibilidad y revocabilidad de los dirigentes refiriéndose a la experiencia de la Comuna de París de 1871, quedaron en el papel. Ciertamente, la apelación a las masas, las oceánicas manifestaciones de millones de Guardias rojos hechos venir a Pekín para sostener a los partidarios de la Revolución cultural, y a Mao en particular, indujeron a esta equivocada convicción. Fueron los acontecimientos sucesivos, entre de diciembre de 1966 y enero del año siguiente, los que aclararon sin sombra de duda cuál era el verdadero intento de la agrupación así llamada de «izquierda».

Mao y sus seguidores sostenían que la revolución no debía concernir solo a la cultura, pero una vez abierta la Caja de Pandora de la movilización de masas, los acontecimientos no podrían ser ni directos ni controlados por defecto por los miembros del Comité Central.

La clase obrera sale a escena

Shanghái, el mayor centro industrial del país, fue el centro de aquella que fue llamada «la tempestad de enero». Huelgas, choques con la policía, ocupaciones de fábricas, bloqueo generalizado del transporte público, caracterizaron la lucha en la metrópoli. El descontento y las contradicciones acumuladas por años estallaron sin control. La clase obrera comenzó a entrar en el escenario de la lucha, con reivindicaciones propias: aumentos salariales, mejores condiciones laborales, calidad de vivienda y sanitaria. Los obreros vieron en el pensamiento y en las palabras de Mao la justificación de sus acciones. Sin embargo, el Gran Timonel comenzaba a advertir el peligro. Por un lado, no podía hacer un específico llamado a la desmovilización en tanto sus adversarios en el aparato no fueran completamente derrotados, por el otro, empezaba a darse cuenta de que la situación ya estaba fuera de control. Sobre las huelgas que estallaron en el país, y como recordado en particular sobre la de Shanghái, el Comité Central votó un documento en el que se condenaba como economicismo las solicitudes de mejoras económicas planteadas por los obreros, porque según el grupo dirigente del PCCh amenazaban con poner en peligro las conquistas revolucionarias. Mao y su fracción creían que detrás de los acontecimientos que se sucedían en la capital económica del país estaban sus adversarios del PCCh, juicio sin sombra de duda errado y calumnioso. En realidad, el proceso iniciado en la tardía primavera del ’66 resultó ser el «la» [el tono] al descontento que se alojaba desde hacía tiempo en la sociedad china y que la revolución no fue capaz de derrotar. Más bien, los enormes privilegios de que gozaron los burócratas no hicieron otra cosa que aumentar la rabia y el resentimiento popular, que esperaban solo la ocasión para salir a la superficie. Ciertamente, en algunos casos los adversarios trataron de utilizar las movilizaciones obreras contra la fracción de Mao, pero en ningún caso se puede hablar de una acción pensada en los despachos por los exponentes de la «derecha». Shanghái era en realidad el bastión propiamente dicho de los maoístas.

La tentativa de la fracción de «izquierda» de controlar los acontecimientos vino todavía con el llamado a la movilización de los Guardias rojos. Mao lanzó la consigna de las «tomas de poder». ¿De qué se trataba?

Primeras tentativas de normalización. El papel del ejército

Los Guardias rojos, junto a los miembros maoístas del Partido, tuvieron que asaltar las sedes del Partido y las instituciones estatales, echar a los adversarios políticos sustituyéndolos por los suyos. La característica saliente de este proceso fue dada por la intervención del ejército. Si al principio el ejército de liberación popular tuvo que respaldar la acción de los Guardias rojos y de la fracción de Mao, con el pasar del tiempo y el precipitar de los acontecimientos se volvió un sujeto cada vez más activo y protagonista. La naturaleza burocrática y bonapartista de las «tomas de poder» se evidenció en el hecho de que esto era más simbólico que concreto, en el sentido de que los Guardias rojos no se convirtieron en la base de masas de un nuevo poder. Tuvieron que limitarse al nivel local (ciudadano y regional) mientras era descartado que las «tomas de poder» pudieran valer en el plano nacional. El ejército tuvo que ser excluido puesto que se volvió, con el pasar del tiempo, la única institución que podía garantizar una cierta continuidad de poder: reprimía las huelgas tomando el control de puertos, ferrocarriles, transportes, etc., intervenía cada vez más a menudo para solucionar disputas entre los muchos grupos revolucionarios. Muchas veces, a nivel periférico, los líderes de uniforme no vieron con agrado la retórica «movimentista» de Mao, porque veían en ella un peligro para el mantenimiento del status quo.

El acontecimiento que dio la excusa para empezar el proceso de normalización de la Revolución cultural fue el así llamado incidente de Wuhan. En agosto de 1967, dos ministros enviados por Pekín fueron arrestados por el comandante militar de instancia en la ciudad. El propio Mao fue obligado a dejar a hurtadillas la ciudad, después de que una muchedumbre enfurecida rodeó su vivienda.

El aparato del PCCh retoma el control

Las escuelas y las universidades, que proveyeron la base material de los Guardias rojos, fueron reabiertas. Se cancelaron las facilidades que les habían permitido a los estudiantes ir a Pekín a apoyar a Mao y su grupo. Veinte millones de Guardias rojos fueron enviados al campo en los cuatro rincones del país con la excusa de entrar en contacto con la vida de los campesinos, en realidad para dispersarlos y volverlos inocuos. Los comités independientes (que en algunos casos alcanzaron el millón de adherentes) fueron disueltos, también con la intervención del ejército cuando necesario. Mao afirmó que 95% de los dirigentes del Partido eran honestos, mientras al mismo tiempo ordenaba la depuración de sus partidarios que de manera demasiado ansiosa [extremista] se hicieron intérpretes de su pensamiento. Entre sus adversarios, solo Liu Shaoqi fue separado mientras Deng Xiaoping padeció solo una sanción disciplinaria menor.

La demagogia movimentista y antiburocrática fue dejada definitivamente de lado cuando, con ocasión de la convocatoria del IX Congreso del PCCh, la lista de los delegados fue decidida por el Comité Central y de los más de 1.500 delegados 3/4 eran miembros del ejército.

El maoísmo o la ilusión de una autorreforma de la burocracia

Se trata ahora, llegados a este punto de análisis del fenómeno de la Revolución cultural, de comprender sus características de fondo, y por qué las esperanzas depositadas en Mao como posible defensor de una genuina batalla contra la burocracia y sus degeneraciones fueron equivocadas.

Desde cierto punto de vista, no hace falta sorprenderse de las esperanzas e ilusiones que la acción de Mao hizo nacer en sectores de vanguardia del movimiento estudiantil y, en parte, obrero a nivel internacional, no solo en los años en que se daban los acontecimientos que hemos recordado brevemente sino también en los años siguientes. En Italia en particular la mayoría de las organizaciones políticas que se situaban a la izquierda del PCI en aquellos años tuvieron en el maoísmo su propia referencia política internacional. Esto explica también por qué una situación revolucionaria como la que caracterizó el país por un década (finales de los años ’60 y los ’70) acabó con una derrota. Ni estas organizaciones ni mucho menos el PCI tuvieron un programa coherente para la acción revolucionaria que pudiera finalizar en la conquista del poder por parte de las masas obreras.

Como señala Nahuel Moreno, mientras la casta burocrática en la URSS se afirmaba como un cuerpo monolítico consolidado contra la clase obrera rusa, que no solo había sido poco a poco expropiada del poder conquistado en octubre de 1917 sino que fue aniquilada, exterminada y reducida a la más completa pasividad, en China las cosas seguían un curso diferente. Mao lanzaba su batalla en nombre de la lucha contra las degeneraciones burocráticas del Partido y el Estado, contra las cuales llamaba a la participación y a la movilización de las masas estudiantiles primero, y las obreras después.

Stalin, en ningún período de su dominio llegó a tanto (1). Además, mientras en los años ’60 la URSS se hacía paladín de la coexistencia pacífica con el imperialismo estadounidense, la fracción del PCCh conducida por Mao y Lin Biao recurría a la retórica antiimperialista y a la necesidad de la movilización de las masas en defensa de la nueva China surgida de la Revolución del 1949 (la prueba de cuánto la propaganda contra el imperialismo fue instrumental a la lucha de fracción se vería años después, con la visita de Nixon a China y el nacimiento de acuerdos entre los dos países, esta vez en función anti URSS). Obvio que todo eso creara esperanzas entre las vanguardias que en los años ’60 empezaban a convertirse en protagonistas de la lucha política, no limitándose a delegarla a sus tradicionales representaciones políticas y sindicales.

Las razones de fondo que explican la acción de Mao son otras. Como recordado al inicio, como consecuencia del fracaso del «Gran salto hacia adelante», Mao fue dejado, al menos parcialmente, aparte. La nueva mayoría conducida por la fracción Liu Shaoqi/Deng Xiaoping se inclinaba por la aplicación de una política económica más favorable a las capas superiores de los campesinos, a una suerte de tolerancia hacia la iniciativa privada (después de la muerte de Mao, Deng volverá con plenos derechos a la vida política china, y como líder incontrastable será el artífice del proceso de restauración del capitalismo en el país).

Encontrándose en minoría en el aparato del Partido, Mao intentó por un período reconquistar posiciones usando las estructuras del PCCh. Vista la imposibilidad de recorrer con éxito este camino, eligió la vía de llamado a las masas. En cuanto a que su real voluntad fuese no lanzar una verdadera lucha frontal contra el aparato podemos intuirlo por las decisiones de no querer movilizar, al inicio, las masas obreras: un llamado directo al proletariado habría demostrado la voluntad de una real lucha contra las degeneraciones burocráticas que estaban presentes en la sociedad china, pero un producto del aparato como Mao no podía correr este riesgo. Mao quiso siempre tener el ejército al amparo de la acción detonante de los Guardias rojos: las «tomas de poder» de que hemos hablado, no deberían incluirlo, aunque de hecho la intervención del ejército garantizaba, en la medida de lo posible, nuevos sobresaltos a la estructura del Estado.

También en los momentos en que el choque fue más duro, Mao evitó lanzar sus ataques contra esas mayores instancias del Estado y el Partido (Consejo de Asuntos de Estado y Comité Central). Después del incidente de Wuhan, su acción fue abiertamente contrarrevolucionaria y restauracionista: el uso masivo del ejército para normalizar la situación contenía ya las intenciones autoritarias y burocráticas.

La ausencia de una dirección revolucionaria es la causa del fracaso de la movilización de las masas contra el aparato

Sin embargo, los acontecimientos de la Revolución cultural también nos dejan enseñanzas positivas. Una vez liberada, la fuerza revolucionaria de las masas, especialmente obreras, no puede ser gobernada tan fácilmente. No tenemos la contraprueba, no sabemos qué habría hecho Mao si hubiera imaginado que su llamado a las movilizaciones se convertiría en una tempestad que golpearía a fondo y por tanto tiempo la sociedad china. Sabemos, en cambio, que, después, las luchas entre las muchas fracciones del PCCh se resolvieron sin requerir la intervención activa de las masas, aunque las tensiones que estallaron entre estos en 1989 se resolvieron con la intervención del ejército de liberación popular y con la brutal y sangrienta represión a los jóvenes que ocuparon la plaza Tiananmen.

Además, hemos tenido por enésima vez la prueba de que sin una clara y consecuente dirección política ninguna movilización, por muy extensa y muy radical que sea, puede de por sí triunfar. Un partido de tipo bolchevique, apoyado en un claro programa leninista y organizativamente separado de cualquier otro partido político, es no solo indispensable para la conquista del poder en una sociedad burguesa capitalista, sino que también era necesario para llevar a cabo con éxito una lucha de revolución política en los Estados obreros degenerados o deformados.(2) Y es esta, sin sombra de duda, la culpa más grande de aquella corriente mayoritaria que después de la Segunda Guerra recupera las posiciones políticas de Trotsky y de la Oposición de Izquierda para el estalinismo. El no haber construido partidos bolcheviques leninistas, es decir, secciones de la Cuarta Internacional en los Estados obreros, ilusionándose con que sectores de izquierda de la burocracia pudieran absorber esta tarea es sin duda una de las causas, si no la principal, que no permitió a la más amplia y radical experiencia revolucionaria en un Estado obrero deformado echar definitivamente del poder a la burocracia, poniéndolo en las manos del proletariado y sus organizaciones de poder, los soviets.

Notas:

[1] Véase Nahuel Moreno, “La revolución cultural china”, en: La Verdad 102, 21/8/67, y el capítulo “Cómo debemos analizar el fenómeno”, en: Nahuel Moreno, Las revoluciones china e indochina, 1968.

[2] Usamos el verbo en pasado porque hoy no existe más el Estado obrero por el cual sea posible levantar la consigna de la revolución política.

Para los nombres chinos se utiliza la ortografía oficial china en vigencia desde 1958.

* Para profundizar sobre el tema, que no tenemos posibilidad de desarrollar en este artículo, sugerimos las siguientes lecturas (además de los textos citados en la bibliografía):

Bibliografía:

BRONZO, A. I comunisti in Cina. Dalle origini alla presa del potere [Los comunistas en China. Del origen a la toma del poder]. Nuove edizioni internazionali, 1983.

TROTSKY, L. La rivoluzione permanente [La revolución permanente], 1929, Pbe, 1967.

TROTSKY, L. Scritti 1929-1936 [Escritos 1929-1936], Oscar Mondadori, 1968.

TROTSKY, L. I problemi della rivoluzione cinese e altri scritti su questioni internazionali 1924-1940 [El problema de la revolución china y otros escritos sobre la cuestión internacional 1924-1940], Einaudi, 1970.

TROTSKY, L. La terza internazionale dopo Lenin [La Tercera Internacional después de Lenin], Schwarz, 1957.

ISAACS, La tragedia della rivoluzione cinese 1925-1927 [La tragedia de la revolución china 1925-1927], Il saggiatore, 1973.

Mao Zedong, Il libretto rosso [El libro rojo], Newton Compton, 2008.

Sobre el papel del estalinismo y del togliatismo en Italia remitimos a diversos artículos publicados en Progetto comunistaTrotskismo oggi y en nuestro sitio web.

Fuente de la Información:  https://kaosenlared.net/la-revolucion-cultural-una-revolucion-politica-abortada/

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