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“La representación de las mujeres hoy en los gobiernos democráticos es realmente muy baja”

Por: Karina Batthyány

Hoy te propongo que hablemos de participación y representación política de las mujeres. Y tú dirás por qué este tema ahora: hay un gran evento que ocurrió este domingo que es la elección de Elisa Loncón para presidir la Constituyente chilena. Y otro evento recordatorio en este caso que fue el recordar un domingo 3 de julio de 1927 en que por primera vez en Sudamérica las mujeres votaban (hace 94 años): en este caso en Uruguay, mi país, en un plebiscito departamental, aunque a nivel nacional recién el voto se concretó varios años después, pero ese 1927 marcó un hito en Sudamérica.

Entonces, trayendo los dos eventos, uno de la actualidad y de la importancia que tiene la elección de una mujer representante de los pueblos originarios para presidir la Constituyente chilena; y un recuerdo de hace casi un siglo de cuando por primera vez pudimos decir algo, en términos electorales, las mujeres.

Y por eso te propongo repasar un poquito esas primeras formas de gobierno democráticos a nivel mundial, donde no incluyeron a las mujeres como integrantes de la ciudadanía. Es decir, las mujeres no teníamos derecho a ser ciudadanas. La democracia como la entendemos hoy, es decir, como un gobierno representativo elegido periódicamente por el voto de todos y todas, ha sido históricamente el fruto en realidad de un proceso lento y difícil de reconocimiento de los derechos de ciudadanía para algunos grupos y particularmente para las mujeres.

Recordemos que la declaración inicial tan recordada y que tanto nos enseña además en el marco de los sistemas educativos, la declaración que se realizó durante la Revolución Francesa, de los famosos Derechos del Hombre (masculino) y del Ciudadano (en masculino también), es una declaración de principios sobre la igualdad pero que no incorporaba a las mujeres. Es decir, directamente las mujeres estaban excluidas del concepto de ciudadanía y se explicaba en esos momentos que era justamente porque teníamos una naturaleza diferente, más allá de que por supuesto ya en ese tiempo también existían muchas voces –masculinas y femeninas, pero sobre todo femeninas–, que planteaban esta necesidad de extender los derechos políticos a todas las mujeres y también a todas las clases sociales, que era otra razón de exclusión de los derechos de la ciudadanía.

Entonces, esa definición inicial de la categoría de ciudadanía y de la categoría por lo tanto de ciudadanos y ciudadanas, a partir de la Revolución Francesa está muy marcada por esta idea del patriarcado que no reconoce a las mujeres como ciudadanas. De a poco esto fue cambiando, muy de a poco, y se fueron incorporando la idea de inclusión también de las mujeres como ciudadanas.

Hoy qué es lo que está ocurriendo: podemos encontrar distintas realidades cuando observamos nuestras sociedades latinoamericanas, pero primero antes miremos qué pasa en el mundo. Lo decíamos en alguna columna de InfoCLACSO hace algunos meses, que si miramos todos los países, los gobiernos, solamente en 22 vamos a encontrar jefas de Estado o de Gobierno mujeres. Y además encontramos hoy en día también prácticamente 120 países donde nunca en toda su historia ha habido una mujer al frente de la presidencia o similar como se llame el cargo en capolitica de las mujeres

da uno de los países. Y además, a nivel mundial, las mujeres sólo estamos representadas en un 25% en los parlamentos nacionales de los países y en un 36% de los cargos electos de distinto tipo, sean cargos a nivel nacional o subnacional.

Por tanto, la representación de las mujeres hoy en estos gobiernos democráticos es realmente muy baja. Y esto tiene problemas no solamente porque es injusto en la medida que las mujeres somos la mitad de la población, sino porque como se ha mostrado en muchos estudios, cuando las mujeres estamos infrarrepresentadas las políticas que se aprueban y se deciden, no reflejan las necesidades y las prioridades de esa mitad de la población que aproximadamente somos las mujeres a nivel mundial. Y creemos que es necesario avanzar en esa representación que incorpore a las mujeres no solamente en el derecho a votar, sino en el derecho a ser elegidas y que esto se concrete.

A nivel de América Latina, tenemos un promedio regional que no llega al tercio. Es decir, si tenemos que recordar una cifra, siempre que nos pregunten sobre este tema, recordemos el tercio: las mujeres estamos en el 31% de los parlamentos a nivel de América Latina y el Caribe, un poquito más bajo a nivel de los ministerios en un 28%, y todavía bastante más bajo en el 15% si miramos las alcaldías o gobiernos sub-nacionales. Obvio que estos números van cambiando porque hay designaciones sobre todo a nivel de los ejecutivos, de los ministerios, que pueden modificar de un día a otro los temas. Pero en términos de tendencia recordemos que es un tercio. Y eso a pesar de los avances que han habido por medio de los que se llaman las medidas afirmativas, medidas de cuotas, medidas de paridad, para que las mujeres tengan una mayor representación en los distintos espacios de decisión.

Y solamente estoy hablando hoy de los espacios de decisión a nivel de la representación o de la elección política. Pero esto también se aplica en otros espacios de poder de la sociedad, porque cuando vamos a analizar la participación a nivel de los sindicatos, a nivel de las empresas, a nivel de las universidades, por ejemplo, también encontramos esa infrarrepresentación femenina.

Entonces, este es un tema que nos tiene que llamar, convocar a la acción y a seguir planteando la necesidad de que tanto mujeres como varones estemos debidamente representados en los distintos espacios de la sociedad. Por eso quería traer este tema hoy. No tengo que decirte que si además abrimos ese colectivo de mujeres –yo hablé aquí solamente de mujeres–, pero si ese colectivo lo abrimos por otras de las dimensiones de las desigualdades que hemos hablado aquí en InfoCLACSO, la situación es más compleja todavía: si lo abrimos por edad, jóvenes; si lo abrimos justamente por la dimensión étnica o racial todavía es complicada la representación. Entonces, hoy quería colocar este tema a partir de estos dos acontecimientos que mencioné al inicio.

-Sí, claramente iba a ser uno de los temas que también va a circular en todo Info CLACSO y es interesante que tú lo anuncies con estas cifras que ponen en contexto la valorización de lo sucedido en esta Convención Constituyente que entendemos tiene una dimensión de impacto mucho más allá de Chile que es en algún punto un faro, porque se trata de la Primera Convención Constituyente en donde esta paridad se da y se consigue. Entonces me parece tiene una dimensión que por ahí inclusive en Chile no sé si hay dimensión del impacto a nivel regional…

-Absolutamente. Y sabiendo además que van a estar las palabras de la presidenta aquí en InfoCLACSO, nos parecía más que oportuno colocar el tema y mostrar que efectivamente se puede trabajar con criterios de paridad y se pueden hacer transformaciones tan importantes como las que van a empezar a ocurrir en este proceso Constituyente de Chile al frente de su presidenta. Creo que este tema tenemos que seguirlo analizando, tenemos que seguirlo de cerca, y no tengo dudas que el proceso de Chile va a tener un impacto más allá de lo simbólico, también en este punto en la realidad regional latinoamericana.

-Karina, la semana pasada tú hablabas de diversidad aquí en el programa y en las últimas horas no enteramos de un nuevo asesinato, un crimen de odio como se suele llamarse: un joven de tan solo 24 años fue asesinado a golpes en España. Realmente está teniendo repercusión esta nueva situación que entiendo está en investigación, pero que es una de las noticias de impacto de las últimas horas.

-Absolutamente. Y refiere lo que hablamos la semana pasada el tema de no respetar las distintas identidades, de no respetar la diversidad, y este es un nuevo crimen de odio por los indicios que hay. Efectivamente está presente en todas las noticias, en todos los portales, así como también la represión que hubo a jóvenes y algunos no tan jóvenes que salieron a protestar por este crimen de odio en las calles de Madrid y fueron reprimidos bastante brutalmente por la policía. Lamentablemente es un tema que se repite y es un tema que como dijimos la semana pasada no podemos dejar pasar inadvertido, también tenemos que desde en InfoCLACSO llamar la atención y denunciar este tipo de acontecimientos.


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“Se trata de volver a discutir este proyecto de América Latina como región, como continente”

Por: Karina Batthyány

NI UNA MENOS

Empecemos primero por la edición de Ni Una Menos, un movimiento que tiene su origen en Argentina en 2015 y que nos recuerda una vez más el tema de la violencia hacia las mujeres, que lo hemos abordado en múltiples ocasiones y que sigue siendo uno de los problemas más graves, más dramáticos en términos de desigualdades de género en la región latinoamericana y caribeña.

Entonces, este miércoles es una nueva celebración, una nueva protesta del Ni Una Menos que adquirirá seguramente formas distintas por la pandemia en cada uno de los países, pero una vez más desde CLACSO nos sumamos con contundencia a esa consigna: Ni Una Menos, basta ya de violencia contra las mujeres, basta ya de cualquier tipo de violencia física, simbólica y sexual contra nosotras, las mujeres. Recordemos, solo como dato, que en nuestra región una de cada tres mujeres es víctima de esta forma de violencia.

-Quería marcar si se puede hacer un pequeño balance de Ni Una Menos teniendo en cuenta la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en la República Argentina, las luchas en República Dominicana, un continente muy movilizado y con algunas luchas triunfantes en este último año.

-Totalmente. Un continente en el que observamos las dos tendencias: por un lado, un avance en términos de lo que es la agenda feminista, la agenda del Movimiento de Mujeres, claramente los hechos en Argentina, la situación ahora en República Dominicana, pero también no nos olvidemos un continente donde hay una reacción muy fuerte de los sectores conservadores justamente en contra de esta agenda. Es decir, en contra de la agenda de reconocer los derechos para las mujeres. Reacción que por momentos sorprende por su violencia, por su virulencia y que por eso tenemos que tomar cada una de estas fechas, en este caso Ni Una Menos, que refiere efectivamente a la violencia contra las mujeres, para recordar los avances pero también las deudas o las materias pendientes en términos de la igualdad entre varones y mujeres. Y si hay una materia pendiente sin dudas esa es la de la violencia de género. Por supuesto hay otras también como todo lo vinculado a los derechos sexuales y reproductivos, la temática de los cuidados y otros temas que hemos ido abordando en distintas columnas.

30 AÑOS DEL MERCOSUR

Dado que estamos también en los 30 años del MERCOSUR, te propongo abordar el tema de la integración regional a partir de un evento en el que CLACSO participó el viernes pasado organizado por FOMERCO (Fórum Universitário do Mercosul) sobre los desafíos de la integración regional en América Latina.

El primer punto que quiero plantear allí es este tema de la integración sobre una clave que ya hemos conversado. En estos momentos, en la pandemia quedó más que claro pero antes también, la búsqueda de soluciones, la búsqueda de alternativas a los distintos problemas que enfrentamos jamás va a ser de manera aislada: nadie sale por sí solo ni a nivel individual ni a nivel colectivo como Estado, como países. Entonces, necesariamente el tema de la integración regional vuelve a colocarse con urgencia en la agenda de América Latina. Además porque creemos que América Latina tiene riqueza en términos de sus capacidades humanas, culturales, sociales, científicas, para poder colocar este tema y buscar alternativas en colectivo como región, como continente.

Por supuesto que cuando decimos América Latina también sabemos que estamos hablando de América Latina que es una y que son muchas a la vez. Es una porque tenemos comunidad de intereses, de cultura, de proyectos, de aspiraciones, pero también tenemos que plantear la diversidad que hay en América Latina de idiomas, de culturas, y que justamente creemos que la mejor versión de América Latina es la mezcla en la diversidad. Es decir, el reconocimiento de esa diversidad y a partir de allí plantearse los desafíos de la integración regional. Desafíos de la integración regional que por supuesto tienen que estar analizados o en clave de lo que es la geopolítica y no olvidarnos del componente histórico en esa evolución de lo que ha sido la inserción geopolítica de América Latina. Recuerden: tuvimos periodos de gran dependencia de Europa, luego del Imperio Británico antes, luego de Estados Unidos. Y hoy apareció un nuevo actor en escena que tiene una gran relevancia económica y geopolítica justamente que es China (el primero o segundo socio comercial de la mayoría de nuestros países).

Entonces tenemos que pensar en esa integración regional, en esa clave geopolítica. Porque hablar de integración regional no es escapar a la globalización, sino plantearnos en los desafíos que impone la globalización pero desde una perspectiva o una lógica de la región latinoamericana. También allí tenemos que plantearnos cómo podemos entender estos asuntos que desafían a cada uno de nuestros países si no fueran una proyección regional. Yo creo que realmente esto es difícil por no decir imposible, porque las lógicas muchas veces estrechas de nuestros estados nacionales son insuficientes en un contexto que está muy marcado por la globalización.

Y si no pensemos en otro tema que hemos abordado aquí en InfoCLACSO, lo que ocurrió con las vacunas y más en general con la industria o las multinacionales de los medicamentos. Tenemos ejemplos todos los días de lo que significa esta dificultad en el acceso a las vacunas para el continente latinoamericano.

Ahora bien, desde nuestro lugar que son las Ciencias Sociales y las Ciencias Humanas, cuáles son los temas de las ciencias sociales latinoamericanas justamente en esta clave regional. El primero, somos el continente más desigual del mundo, por lo tanto la desigualdad es sin duda uno de esos temas. Desigualdad que está atravesada por múltiples dimensiones: género, étnicas, urbanas, rurales, educación, edad, etc., que van marcando esos clivajes de la desigualdad. Tenemos que trabajar este tema de la desigualdad en clave regional. Porque si nos quedamos solo en los registros nacionales seguramente se nos van a escapar algunas dimensiones y sobre todo algunas alternativas que son bien importante para poder avanzar en torno a este tema.

Dentro de la desigualdad –pero lo destaco como un tema especial– las desigualdades de género en el caso de la violencia. Allí hay algunos temas absolutamente claves para la región: la violencia de género, la temática de los cuidados, la agenda en materia de derechos sexuales y reproductivos, la participación a nivel social y política, y un largo etcétera.

En tercer lugar, el tema de la democracia y los procesos de inestabilidad política. Hablamos de este tema donde nos preocupa mucho estos procesos de inestabilidad política y cómo se pone en cuestión la democracia e incluso algunos indicadores que nos muestran ciertos niveles que por lo menos ponen en cuestión el arraigo de la población latinoamericana a los sistemas democráticos, y algunos temas que creíamos ya superados en la región que vuelven a aparecer en escena. Y esto además es particularmente importante para las ciencias sociales, porque sabemos muy bien que estos procesos de inestabilidad política amenazan el desarrollo del conocimiento particularmente en las universidades y en las instituciones de investigación y son especialmente amenazantes hacia las ciencias sociales y las ciencias humanas.

Luego también está el tema del ambiente y el cambio climático: cómo proteger la cuestión ambiental en nuestro continente que tiene la mayor biodiversidad, pero también es un continente que sufre de manera directa las consecuencias ambientales y sociales del cambio climático global. Necesitamos profundizar el conocimiento y la discusión en clave regional sobre este tema.

Y luego también los temas vinculados a la migración y la movilidad humana. Lo hemos dicho en otras columnas: la movilidad humana y la migración entendida como un derecho humano. Esta movilidad humana que por supuesto se da a través de los procesos migratorios y que son un fenómeno social de enorme impacto en la realidad actual contemporánea de América Latina, donde además convergen dimensiones de las desigualdades, de la violencia.

Y por último plantear también la necesidad de discutir los procesos de generación de conocimiento, de desarrollo científico y tecnológico que quedaron además tan en evidencia en esta pandemia: cómo asociar y potenciar los sistemas científicos en América Latina para no tener estos niveles de dependencia, por ejemplo, de la vacuna.

En definitiva, se trata de volver a discutir este proyecto de América Latina como región, como continente, con construcción de intereses comunes, con aprendizajes que a su vez nos permitan solucionar los conflictos que surgen en todas las regiones con una mirada estratégica hacia el futuro. Que nos permitan entender qué ha sucedido en América Latina, hacia dónde vamos y qué podemos hacer para fortalecer la construcción de alternativas democráticas que superen los modelos de exclusión que determinan estas brechas de desigualdad.

-Karina pensaba mientras te escuchaba en lo interesante de cómo es el movimiento geopolítico, porque en estos procesos de interacción regional que se vienen dando y que son muy importantes, vimos sectores de la derecha o de los sectores más conservadores que van con un proceso contrario de la integración regional, específicamente en el MERCOSUR, declaraciones de Brasil, Uruguay, contrarios en la integración regional con la intención de correrse de los bloques en el mismo momento en el que la individualidad en la negociación mundial y el mapa geopolítico complica más que nunca, v os lo decías recién con el tema de las vacunas. Entonces el tema de la integración regional se ha vuelto mucho más importante y mucho más dentro de la agenda de los sectores progresistas de la región. ¿Esto es así?

-Exactamente. Cuando uno mira justamente esas visiones nacionalistas te plantean la posibilidad de encontrar las soluciones en el nivel nacional, no en los procesos de integración, generalmente están asociados a discursos más conservadores, más de derecha. Por eso digo hay que revitalizar estos procesos de integración regional, el MERCOSUR es un ejemplo pero no solamente, y plantear estos desafíos como los desafíos de una agenda que nos permita entender lo que ha pasado en América Latina, pero sobre todo búsqueda de alternativas hacia adelante para superar este flagelo que tiene América Latina que es la desigualdad. Y t enemos la convicción de que eso no se hace de manera aislada, es decir, los países por sí solos no lo van a lograr si no es potenciándose, integrándose, reconociendo la diversidad pero desde allí construyendo alternativas colectivas. Creo que eso es un poco el centro de la discusión o la agenda de discusión en materia de integración regional. En tal caso eso fue lo que estuvimos debatiendo y discutiendo en esa mesa de FOMERCO (Fórum Universitário do Mercosul), donde estaban participando varios de los colegas de las distintas FLACSO de América Latina, buscando también mecanismos de complementariedad entre CLACSO (somos una red de investigación, de trabajo en ciencias sociales) y FLACSO (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales) que es otra red que también forma parte de CLACSO, en cómo nos potenciamos, cómo nos articulamos entre nosotros para impulsar estas y otras discusiones en la región.

“Se trata de volver a discutir este proyecto de América Latina como región, como continente”

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“En pandemia, los cuidados estallaron en nuestra vida cotidiana, pero la política pública no ha dado ninguna respuesta”

Por:  Karina Batthyány

Con la ceremonia inaugural a cargo de Gioconda Herrera, su presidenta, comenzó LASA (Latin American Studies Association). Y el tema central que se ha dado para este Congreso de LASA (que se hace año a año) es “Desigualdades sociales y centralidad de la vida”. Se terminó uno de los paneles centrales llamados Presidenciales porque son paneles organizados y convocados por la presidenta de LASA sobre este tema “Desigualdades sociales y centralidad de la vida”. Y quiero compartir con todos y todas en InfoCLACSO algunos de los puntos que estuvimos debatiendo allí.

Para eso voy a plantear que cuando hablamos de la centralidad de la vida, una dimensión central, tiene que ver con el cuidado o con los cuidados y el cuidado de la vida. Tema que ya hemos abordado pero que es bueno volver a visitar, discutir e intercambiar. Como dijimos en algún momento, esta pandemia si hay algo que hizo fue cambiarnos a todos y a todas en nuestras vidas cotidianas. Es decir, los arreglos, las formas de vida cotidiana que teníamos de un día para el otro se vieron profundamente modificadas. Y puso, la pandemia, en el centro algo que desde el feminismo venimos diciendo hace mucho tiempo, que es la necesidad de colocar la vida en el centro y el cuidado de la vida en el centro.

Y además de entender -creo que eso nos va quedando muy claro en este año y pico que llevamos de pandemia ya en América Latina y el Caribe- que todos y todas somos interdependientes. Tenemos que entender que las personas necesitamos de bienes, de servicios y de cuidados para sobrevivir, y que justamente estos cuidados son relacionales e interdependientes. Todos y todas por tanto hemos precisado o precisaremos en algún momento de nuestra vida cuidados: hemos cuidado o seremos cuidado a lo largo de diferentes etapas de nuestro ciclo vital. Necesitamos alimento, ropa, abrigo, apoyo, compañía, cuidados.

También todas las personas en algún momento nos enfermamos o nos lesionamos, tenemos COVID en algunos casos, pasamos por la primera infancia y llegaremos ojalá y deseablemente a la vejez. Y eso es lo que hay que entender: la característica relacional e interdependiente que los cuidados colocan en el centro. La pregunta que nos tenemos que hacer es qué pasó con los cuidados en el marco de esta emergencia sanitaria. Y efectivamente cuando revisamos en América Latina y el Caribe las medidas que han tomado los distintos Estados, los distintos gobiernos para atender esta dimensión que es central (por eso hablamos de la centralidad de la vida), encontramos que prácticamente no ha habido políticas o apoyos para esta temática. Lo analizamos hace un par de columnas atrás cuando vimos justamente las políticas que los gobiernos latinoamericanos están desarrollando en el marco de la pandemia. Entonces, vaya contradicción: los cuidados nos estallaron a cada uno de nosotros en nuestras casas, en nuestra vida cotidiana, pero del lado de la política pública no ha habido ninguna respuesta. Y recordemos que cuando hablamos de cuidado estamos hablando de mujeres cuidadoras, porque en nuestra región prácticamente el 80% de los cuidados no remunerados son realizados por mujeres. Pero, además, los cuidados remunerados, los que se dan en el marco de relaciones laborales, por ejemplo, también están ampliamente feminizados.

Esta situación que no es única de América Latina pero que es más grave, nos lleva a reflexionar sobre el punto. Digo que no es única en América Latina porque, decía, en nuestra región las mujeres contribuimos con un 73% del tiempo total que se destina al cuidado y al trabajo no remunerado; y los varones con un 27%. Pero qué pasa por ejemplo en países como Suecia: las contribuciones de los varones son del 44%; en Estados Unidos un 38%; en China un 39%. Por lo tanto, la brecha en América Latina en este punto es mucho más pronunciada. Y agregarle a esto cómo aumentó el trabajo no remunerado y el cuidado por el cierre de los establecimientos educativos, y el traslado de la educación de las escuelas a los hogares, donde alguien tiene que hacerse cargo de monitorear, de seguir y de apoyar esa situación. Los datos preliminares que tenemos es que ese “alguien” también para América Latina y el Caribe tiene cara de mujer. Es decir, son las mujeres las que están sosteniendo ese punto.

Además, si miramos el mundo del trabajo remunerado, recordemos lo que hemos dicho en otras columnas aquí en InfoCLACSO: en muchos casos las mujeres están en el sector informal de la economía. De hecho, la OIT (Organización Internacional del Trabajo) dice que hay 126 millones de mujeres que trabajan de manera informal en América Latina y el Caribe. Y eso es más o menos la mitad de la población femenina de la región.

¿Qué pasa en ese sector informal? No hay protección social, los ingresos no son altos, hay mucha inestabilidad laboral. Súmale a eso que en el sector del mercado laboral justamente las mujeres son las que están más empleadas en los sectores que han sido más afectados por la pandemia: el comercio, los restaurantes, el turismo, el trabajo doméstico remunerado. Todo eso nos va dando una situación que es muy compleja en términos de lo que está ocurriendo con las mujeres latinoamericanas y caribeñas.

Esto me lleva a plantear entonces cómo esta crisis del COVID-19, una vez más, ha profundizado los nudos estructurales de la desigualdad de género en América Latina. ¿Por qué afirmamos esto? Porque una de cada dos mujeres ocupadas, está ocupada en los sectores de mayor riesgo, los sectores que hoy están en riesgo económico y por lo tanto el desempleo las ha impactado más en la pérdida de ingreso, etc. Porque las mujeres han salido de la fuerza laboral tanto que la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) dice que hay un retroceso de diez años en este punto, como ya mencionamos en otra ocasión. En el sector doméstico remunerado se han perdido empleos, prácticamente la mitad de los empleos del sector doméstico remunerado en América Latina han desaparecido y allí son 98% mujeres las que estaban trabajando. Pero además las mujeres están también en la primera línea de la respuesta a la pandemia, porque en el sector de la salud el 73% de las empleadas son mujeres. Ha aumentado, como decíamos, la carga de cuidados no remunerados en los hogares y no se ha distribuido equitativamente ni la carga anterior ni ese aumento, lo que genera todavía más exigencias y tensiones sobre las mujeres.

También recordar que una de cada cuatro mujeres de entre 15 y 24 años (jóvenes) no estudian ni están ocupadas hoy en América Latina y el Caribe, y que de esas mujeres, tres cuartas partes, no estudian ni se ocupan porque se dedican a cuidar. Entonces, cómo se han potenciado las brechas de género es algo que empezamos a tener datos y que, por supuesto, nos alarma, nos preocupa, porque esto sabemos que tiene consecuencias hoy para la vida de cada una de nosotras en América Latina y el Caribe, pero también tiene consecuencias futuras aún en la situación de salida de la pandemia.

Y por último, recordar que estas brechas que estoy mencionando, estas desigualdades o nudos estructurales de las desigualdades de género, se potencian cuando incorporamos las dimensiones étnicas y raciales, donde claramente por ejemplo las mujeres afrodescendientes reciben ingresos menores, sufren mayor desempleo.

Pensaba una cosa: diste algunas pistas en relación con eso, pero me genera cierta intriga en relación a la investigación académica que llevas adelante para tratar de saber por qué es más grave en América Latina que en otras partes del mundo. ¿Hay cuestiones educativas que son demarcantes, cuestiones conservadoras? ¿Qué es lo que marca la diferencia en otras partes del mundo que esta región tiene datos mucho más preocupantes?

Yo creo que se combinan cuatro elementos: la desigualdad socioeconómica más pronunciada en nuestra región; los patrones culturales machistas o patriarcales que son clásicos de América Latina y el Caribe y que no se han superado, siguen muy vigentes en nuestras prácticas cotidianas; la división sexual del trabajo, por supuesto relacionado a esos patrones culturales y machistas; y también la falta de autonomía o de presencia de las mujeres donde se toman las decisiones. Aquello que alguna vez hablamos de la autonomía en la toma de decisiones y la sub-representación me animo a decir escandalosa que hay en nuestra región de las mujeres en los distintos lugares de toma de decisiones a nivel de toda la estructura o de las distintas estructuras de poder de la sociedad.

“En pandemia, los cuidados estallaron en nuestra vida cotidiana, pero la política pública no ha dado ninguna respuesta”

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Esta pandemia llega a América Latina y el Caribe en una alta desigualdad, vulnerabilidad y debilitamiento social”

Por: Karina Batthyány

Había quedado pendiente, a partir de una pregunta tuya en la última columna, el tema de la protección social en América Latina en estos tiempos de COVID-19 y a propósito por supuesto de informes que han salido en estas últimas semanas sobre el tema.

Abordemos este tema entonces antes situando -como ya hemos mencionado en otras columnas- que esta pandemia del COVID-19 está teniendo unos efectos muy fuertes en el ámbito de la salud y en los temas vinculados al crecimiento económico y al desarrollo social en nuestra región. Justamente la pandemia llega a América Latina y el Caribe además en un contexto de bajo crecimiento, como hemos dicho de alta desigualdad y de vulnerabilidad en la que se observaban ya tendencias crecientes en la pobreza (y en la pobreza extrema) que por supuesto se han acrecentado en este año y medio que llevamos de pandemia. Además de un debilitamiento en lo que se refiere a la cuestión social. Y recordemos, antes de la pandemia, importantes manifestaciones de descontento popular que han seguido, aunque con menor intensidad, en este año y medio producto de las medidas de confinamiento y no aglomeración.



América Latina y el Caribe como sabemos es la región que registró en este tiempo la mayor reducción de las horas de trabajo en todo el mundo. Solo para dar un dato: aproximadamente esta reducción es del 20%. Eso quiere decir 55 millones de puestos de trabajo a tiempo completo en nuestra región que han desaparecido; informe de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) del año 2020 que nos da esta cifra. Además, en 2019 el 77% de la población de la región, que son 470 millones de personas, pertenecía a los estratos de ingresos bajos o de ingresos medios bajos. Es decir que tienen cierta inseguridad  económica y que sus ingresos per cápita son de hasta tres veces la línea de pobreza. Y por lo tanto no tenían un respaldo, en términos de ahorro, como para enfrentar una crisis como la que estamos viviendo.

Estos impactos desde el punto de vista social y económico nos vuelven a mostrar la matriz de la desigualdad social en nuestra región. Hemos abordado este tema en otras columnas, pero recordemos que las dimensiones estructurantes de esta matriz de la desigualdad social son justamente el pertenecer a distintos estratos socioeconómicos o clases sociales, el género, la etapa del ciclo vital, la condición étnica racial, la dimensión territorial, a los que podemos sumar otras dimensiones también como son la situación o el estatus migratorio, el encontrarse en situación de calle, la discapacidad, etc.

¿Qué es lo que ocurre? Estas desigualdades obviamente se acumulan, se potencian, interactúan entre sí causando diferencias en términos del ejercicio de los derechos de las personas en América Latina y el Caribe. ¿Qué ha pasado entonces con las medidas de protección social tanto de corto, de mediano o de largo plazo para poder enfrentar los efectos de esta pandemia que nos encontró en esta situación? Lo primero decir es que esa protección social tiene que incorporar la idea del bienestar para toda la población (para todos y para todas) y especialmente para estos grupos que sufren esta acumulación de desigualdades o que experimentan distintas formas de exclusión, de discriminación y sufren por lo tanto de manera más aguda los impactos de esta crisis.

Nuestros países latinoamericanos y caribeños han respondido de manera diferente desde el punto de vista de la protección social. De acuerdo a los datos que tenemos disponible por parte de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) y OIT (Organización Internacional del Trabajo), encontramos que hasta agosto-septiembre del 2020 de los países de América Latina y el Caribe se habían anunciado aproximadamente unas 400 medidas de protección social en respuesta a la crisis de la pandemia. En la mayoría de estas medidas implicaban nuevos programas o más bien nuevas prestaciones (más de la mitad, el 56% de hecho eran nuevas prestaciones), seguida en un 24% por ajustes a programas o prestaciones ya existentes de la protección social, y luego ajustes en el gasto social aproximadamente un 11%. Como dije, casi la mitad de estas medidas se explican por nuevos beneficios o nuevas ayudas en prestaciones, sobre todo términos de alimentación, de nutrición, de salud y en algunos casos también medidas de protección al empleo. Este tipo de medidas también se ha complementado, en algunos casos, con la suspensión del pago de lo que llamamos servicios básicos o servicios esenciales como agua, luz, pero también la conectividad a internet ­–recordemos la importancia de este punto, por ejemplo, en los momentos de teletrabajo y teleeducación–, así como el aumento en el monto de las transferencias monetarias que ya existían pero que aumentaron su monto.

Entonces, tenemos nuevas transferencias monetarias que es lo más frecuente en la región (23 países de América Latina y el Caribe lo han hecho), aumento del monto de las transferencias que ya existían (11 países que lo han hecho), anticipo en algunos casos de la entrega de transferencias existentes (las adelantaron en el tiempo) y aumento de la cobertura poblacional de esas transferencias. Es decir, transferencias que ya existían pero se aumenta la cantidad de gente que recibe esas transferencias. Si lo vamos a medir en números, ahí es donde encontramos nuevamente una gran desigualdad o una gran disparidad entre nuestros países de América Latina y el Caribe, ya que la cobertura de estos paquetes (digámosle así de protección social) tiene una amplia variación en todos nuestros países entre un 0.7% a más del 10% del PBI dependiendo el país que miremos. Por ejemplo, en los extremos, encontramos a República Dominicana y a Uruguay –mi país– con 0.7% del PBI destinado a la protección social en el marco de la pandemia. Y en el otro extremo encontramos a El Salvador con el 11% del PBI;  a Chile con el 6%; a Perú, Brasil, Paraguay, todos en el entorno del 4%; Argentina con también casi un 4%. En promedio globalmente si miramos toda la región, América Latina y el Caribe destinó un 3.2% del Producto Bruto Interno para apoyar a la población en esta situación.

También decir (porque importan las magnitudes en todo esto) que estas medidas extraordinarias que mencionaba o medidas que ampliaron las prestaciones tienen también una desigualdad muy importante en cuanto al monto concreto que se entrega y varía desde 40 a 345 dólares en los distintos países de América Latina para los hogares, las personas. Y dejar para el final, quizás lo podemos analizar en alguna otra columna, que también estamos observando una tendencia muy reciente de las últimas semanas en algunos de nuestros países de América Latina sobre la necesidad de pedir contraprestaciones a la población por este tipo de medidas. ¿A qué me refiero? Pongo nuevamente el caso de Uruguay, donde se habla de pedirle a la gente “algo a cambio” –digámoslo en el lenguaje sencillo– por estas prestaciones que el gobierno está otorgando. Y yo me pregunto allí: ¿Se hizo la pregunta el presidente de Uruguay sobre las contraprestaciones en casos de mujeres (también de varones pero sabemos que la mayoría son mujeres) que están en sus casas intentando teletrabajar o desempleadas, pero cuidando hijos pequeños que no están asistiendo a la escuela o a la educación inicial porque están cerradas las formas presenciales por la pandemia? Cuando discute esta medida de la contraprestación, ¿cómo sería posible para una mujer con dos hijos -pensemos- en su casa sin escuela, sin educación y obviamente en situación de vulnerabilidad desde el punto de vista socioeconómico, tener nada más que tiempo para poder cumplir con esas contraprestaciones? Prestemos atención a eso también porque es una discusión que empieza a estar presente en todos nuestros países a raíz de este aumento supuesto de la ayuda o de las prestaciones para la protección social.

-Lo que hace muy valioso tu columna de hoy es que nos planteas un panorama regional de lo que sucede en los diferentes lugares tratando de entender… Pero me quedo con la sensación de que todo esto no está generando modificaciones de bases, parecen parches sobre parches para tratar de atravesar la situación. Inclusive si en estos casos no se transforman casi en un sostén en las mismas lógicas capitalistas…

-Efectivamente en ninguno de nuestros países hubo una discusión desde el punto de vista estructural. Es decir, cuáles son aquellos elementos estructurales que tenemos que modificar para evitar llegar a esta situación, no por la pandemia sino por las desigualdades anteriores que mencionaba al inicio de la columna, que se incrementaron, se exacerbaron en la pandemia pero que ya existían. Esa es la discusión estructural de fondo que remite una vez más a la discusión de cuáles son los modelos de bienestar y desarrollo que queremos para nuestros países. Esa discusión evidentemente está ausente en la reflexión y por eso también mi comentario sobre el final: justamente como no hay un cambio de lógica en el planteo, se puede llegar a absurdos de pretender que a una mujer, por otorgarle una prestación, exigirle una contraprestación de algún tipo de trabajo comunitario, de “devolución”, por esa ayuda que está recibiendo cuando está en una situación insostenible con sus hijos, en su casa, sin escuelas, sin educación inicial y sin ningún otro tipo de apoyo. Evidentemente la discusión estructural no está presente en estas situaciones.

“Esta pandemia llega a América Latina y el Caribe en una alta desigualdad, vulnerabilidad y debilitamiento social”

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