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Fin de mes, fin de mundo

Por: Luis Bonilla-Molina

Durante más de cincuenta semanas, todos los sábados, miles de ciudadanos franceses con chalecos amarillos han salido a expresar su descontento contra el sistema. Una angustia los asedia cíclicamente cuando se agotan los días del calendario, haciendo del fin de mes una tortura ante la creciente precarización laboral, la pérdida de poder adquisitivo del salario real, los nuevos impuestos que convierte al salario en sal y agua.

Es un movimiento sui generis que no parte de los sindicatos ni de las izquierdas partidarias. Tampoco es exclusivo de la clase trabajadora, incluye a pequeños propietarios, trabajadores independientes, estudiantes. La represión del gobierno de Macron ha sido inclemente e incesante. Más de diez manifestantes han perdido un ojo, una mano o sufrido heridas severas.

Insisto en afirmar que son las primeras huelgas instintivas contra la invasión de lo tecnológico, la tercera revolución industrial y su impacto en el mundo del trabajo, así como los anuncios de millones de desempleos que traerá la cuarta revolución industrial. Las manifestaciones de finales de 2018 destruyeron prácticamente todos los “sensores de velocidad” que imponían multas a los conductores con exceso de velocidad, en unas ciudades en las cuales el acceso al tiempo fuera del trabajo es cada vez más escaso. A una velocidad mayor a la que eran repuestos estos sensores por el gobierno, los chalecos amarillos los destruían. La rabia es creciente por los elevados precios del combustible que apuntan a los dos dólares por litro.

Ya no hay casi sensores de velocidad y la rabia comienza a dirigirse a los centros comerciales urbanos, a las tiendas de lujo. Son esas vitrinas donde se muestra un ideal de consumo feliz inaccesible a la clase trabajadora y los pequeños propietarios. No es todavía un movimiento con conciencia de clase en los términos ortodoxos del marxismo, pero si se va politizando día a día.

Los militantes de izquierdas son una minoría en el movimiento, pero ya comienzan a mostrarse convocando a reuniones de coordinación los días miércoles. En algunos lugares ese proceso ya venía ocurriendo de manera autónoma por parte de los chalecos amarillos.


La derecha de Le Pen intento acercarse y coaptar el movimiento pero rápidamente debió emprender la retirada al comprobar el creciente sentimiento anti sistema del movimiento y la composición importante de inmigrantes que lo conforman. Las izquierdas intentan acompañar para aprender. Quizá lo que tendrían que hacer los marxistas franceses es dejar de pensar en clave de la segunda revolución industrial y comenzar a empalmar con las nuevas tácticas que demanda el proyecto revolucionario en el siglo XXI. Mientras tanto el grito rebelde sigue resonando, fin de mes, fin de mundo.

Imagen tomada de: https://luisbonillamolina.files.wordpress.com/2019/04/par.jpg

Fuente: https://luisbonillamolina.wordpress.com/2019/04/05/fin-de-mes-fin-de-mundo/

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Educación y socialismo1 (I)

Por: Luis Bonilla-Molina

Ensayos sobre las similitudes y diferencias entre el pensamiento pedagógico liberal y el socialista.

 

En este ensayo y las sucesivas entregas de esta serie, utilizaré la interrogante respecto a si se deben o no colocar tareas escolares para que los estudiantes las realicen en casa, como un «pretexto» para revisar la relación de las teorías pedagógicas con el pensamiento capitalista y/o las resistencias anticapitalistas.

Continúa abierto el debate respecto a la pertinencia o no, de colocar tareas a los y las estudiantes para que estos las realicen en casa. Esta no es una discusión solo sobre corrientes pedagógicas, sino que contiene en sí elementos de tres asuntos convergentes. El primero, el rol de los padres y/o la familia en el trabajo educativo; segundo, la eficacia pedagógica de la extensión del trabajo del niño, niña o el adolescente fuera del contexto escolar; y tercero, sobre el uso del tiempo libre de los y las estudiantes. Todo ello en el marco de la tercera revolución industrial y los anuncios del cuarto giro global de innovación tecnológica. Por supuesto que estos elementos no son neutros, están mediados por posiciones ideológicas. En este artículo, trataremos de hacer una apretada síntesis de los entretelones que giran alrededor de este asunto.

Aclaro que este trabajo no tiene pretensiones de neutralidad epistémica, por el contrario, es un esfuerzo desde las pedagogías críticas por reconstruir parte de nuestra historia, utilizando para ello la resolución de una interrogante que surge en la cotidianidad de la acción educativa. La intención no es otra que tratar de avanzar en la comprensión de la complejidad que tiene en el presente responder cualquier asunto pedagógico, en medio de la actual crisis civilizatoria derivada del impacto de la revolución científico-tecnológica en el sistema capitalista dominante y su modo de producción. Crisis que nos afecta a quienes reivindicamos un cambio estructural de la sociedad, en la medida que no desarrollemos una teoría revolucionaria para los nuevos tiempos. Estamos hablando de la necesidad de reactualizar el pensamiento de izquierdas y con ello a las propias pedagogías críticas.

A partir del texto de Friedrich Engels (1820-1895) «El origen de la propiedad privada, la familia y el Estado» (1884) y otros aportes del marxismo clásico ubicados en esa misma perspectiva, se desarrollaron líneas de trabajo que planteaban que la educación era una tarea exclusiva del Estado mediante la escuela única2 y que la familia cumplía un rol accesorio en los procesos educativos. Progresivamente, el pensamiento socialista se distanció de estas posiciones, ubicando la disolución de la familia burguesa en el horizonte comunista, no en la transición socialista y mucho menos en el capitalismo. Las «Cartas a sus hijos desde la cárcel» (1928-1934) de Gramsci (1891-1937), muestran el compromiso del revolucionario italiano y su esposa rusa, Julia Schucht (1894-1980), en la educación de ellos, mostrando que la formación de los niños es una labor que la escuela socialista comparte con la familia.

También encontramos vertientes de la educación popular que niegan toda forma de escuela y mucho más de sistema escolar, pero no por ello dejan fuera de la estrategia pedagógica a las familias. Sin embargo, el eje central de este ensayo es sobre sistemas escolares y escuelas, razón por la cual en este momento solo les mencionaremos. Estas vertientes están asociadas a epistemologías que van desde los arquetipos protomarxistas, anarquistas hasta algunas expresiones de la teología de la liberación. En este último caso, las manifestaciones de pensamiento conservador o anti escuela, están muy asociados a la caracterización que históricamente hace la iglesia católica respecto al papel jugado por la escuela moderna, con su actitud científica y anti dogmática, en la pérdida de influencia y liderazgo social de la institución religiosa. Para esta última variante, los pedagogos pueden ser sustituidos por «gente de buenos principios morales», con vocación de servicio y capacidad «innata» para enseñar, que trabajen las necesidades educativas del lugar y la gente, para quienes la docencia sea un apostolado y no un trabajo; la escuela es útil si es controlada por las jerarquías religiosas, directamente o a través de laicos comprometidos con la fe. Su ataque a la escuela, al estatus científico de la pedagogía y a los profesionales de la docencia, es formulada desde un lugar epistémico restaurador, en contraposición a las expresiones revolucionarias del grueso de educadores pertenecientes a la teología de la liberación. En realidad, las propuestas de los conservadores religiosos pretenden ocultar que su propósito real es restituir la influencia de la teología en la reproducción del conocimiento y la generación de conciencia.

Las pedagogías críticas deben trabajar para la alianza entre escuela, familia y movimiento social en la educación de los niños, niñas y adolescentes. Buena parte de las resistencias anticapitalistas en el siglo XXI tienen como lugar de enunciación lo comunitario, cuyas bases están conformadas por familias que hacen de la lucha, la solidaridad y la ayuda mutua, herramientas para la construcción de otro mundo posible. Desde esa mirada, nos aproximamos a la respuesta de la interrogante que motiva este artículo, desde una perspectiva histórica con las herramientas epistémicas de la dialéctica fenomenológica.

  1. Eficacia pedagógica de las tareas

La educación clerical, impulsada en occidente por siglos, fundamentalmente por la iglesia católica, entendía la enseñanza de la lectura, escritura, literatura, ciencia de la vida y cálculos básicos como un medio para reproducir la cultura dominante durante un periodo que abarcó siglos. Esta enseñanza fortalecía el dogma y contribuía a construir y consolidar la moral necesaria para mantener el estatus quo. En ese sentido las tareas educativas para la casa estaban asociadas a la repetición para garantizar la consolidación de los aprendizajes, la búsqueda controlada de nuevos referentes del paradigma teológico y el monopolio del tiempo del infante, visto éste como el ser que no piensa por sí mismo y a quien hay que «tener ocupado» para limitar sus posibilidades de «mal comportamiento». Muchacho no es gente y hay que tenerlo ocupado para evitar que invente cosas inaceptables y se comporte mal, reza el dicho popular que resume este paradigma.

Como las letanías, la repetición una y otras veces de normas, procedimientos y contenidos, hasta que se lograra memorizar el conocimiento, constituía el indicador claro de aprendizaje. No importaba que se comprendiera como se llegaba a la cosa, si éramos capaces de describir y hablar de ella. El conocimiento era visto como un objeto del cual había que apropiarse. Los bordes, el contorno, el contenido y el envase eran más importantes que comprender la esencia y las causas de la cambiante forma. Las planas para aprender por reiteración, los problemas matemáticos para fijar las reglas, los dictados para verificar el correcto uso de la ortografía, la lectura mecánica para memorización, la descripción de los personajes y sus historias eran desprovistas de las reales contradicciones de su tiempo histórico. La indagación sobre términos y expresiones de la ciencia «buena» servían para aprender del mundo sin disgustar a Dios y, los cuestionarios que se debían responder eran para evidenciar los aprendizajes alcanzados en los distintos temas; todo ello constituía la expresión y corpus de las tareas que se debían realizar en el hogar, como complemento de la labor del o la maestra(o), bajo este paradigma. El pasado y el presente se presentaban como categorías estáticas y amigables en una misma construcción narrativa; el futuro ya estaba escrito. Por supuesto, había resistencias y fugas permanentes a este modo educativo, pero no eran lo hegemónico.

Se pedía el involucramiento de los padres en el acompañamiento a los deberes extra escolares para que la familia se apropiara de las líneas gruesas del conocimiento impartido en clase, construyendo hegemonía cultural y como generalización del protectorado permanente de una niñez que era vista como quienes no pensaban por cabeza propia, los infantes. El Estado y la familia se complementaban en el orden social y la gobernabilidad del sistema. Cuando por diversas razones los padres no podían cumplir esta labor, ya les había quedado claro que la educación clerical enseñaba el vivir el conocimiento en «correcta moral». En ese periodo, el empleo de especialista en tareas dirigidas emergió como un oficio que resolvía las limitaciones de acompañamiento por parte de la familia.

Si hacemos antropología pedagógica encontraríamos que en este periodo la pedagogía científica en construcción se centraba en las formas didácticas y la autoridad del conocimiento que residía en el educador. Fue un periodo de abundantes tareas para la casa, básicamente de carácter mecánico para afirmar y consolidar lo aprendido que era una verdad inamovible.

    1. La escuela moderna

Con el surgimiento del sistema capitalista emergen dos metarelatos, el liberal burgués y el socialista; ambos coinciden en el potencial de la escuela y la educación para el desarrollo de su horizonte estratégico. Ambos también comparten la preocupación respecto al rol regresivo de la iglesia católica en cualquier empresa reformadora.

Por ello, la hibridación y el eclecticismo que encontramos en muchas propuestas pedagógicas que se abordan carentes de historicidad y epistemología de origen, donde se pretenden fusionar el agua con el aceite educativo; incluso algunos erróneamente llegan a decir que hay una u otra propuesta educativa sin trasfondo político, que por su carácter «humanista» se pueden aplicar en el capitalismo o en el socialismo más allá de la ideología.

En la mundialización desde Cristóbal Colón y Vasco da Gama hasta nuestros días (2018) de Eric Toussaint (1954- ) se muestra como la conquista de América fue parte del proceso que posibilitó la eclosión del sistema capitalista a escala planetaria. En nuestra américa antes de la llegada de los colonizadores, existían modelos educativos propios, en los cuales las familias jugaban un rol central, incluso, en lo que hoy denominados desde la lógica de sistemas escolares, como tareas para el hogar. El carácter de reproducción cultural y de sostenimiento de la hegemonía de las formas de poder existentes antes de la conquista eran el núcleo del mundo educativo en todo el territorio que fue conquistado.

Los proyectos de independencia nacional y de construcción de Repúblicas en América Latina y el Caribe fueron parte de la dinámica de restructuración y expansión del capitalismo a escala planetaria. A partir de las explicaciones de Ernest Mandel (1923-1995) podemos entender de manera clara los rasgos del capitalismo tardío en América Latina, el cual tuvo un ciclo largo de hegemonía monárquico-girondina que hizo parecer exageradamente progresista el desembarco de las ideas liberales en el continente.

Ya en el siglo XIX e inicios del XX encontramos que en la región las ideas liberales y socialistas no siempre tuvieron claras sus fronteras. En la obra del uruguayo José Enrique Rodó (1871-1917), especialmente en su libro Liberalismo y Jacobinismo (1906) encontramos pistas al respecto. Rodó fue considerado como uno de los maestros paradigmáticos de la juventud que llevó adelante la «reforma de Córdoba», hecho que marcó un punto de inflexión en el debate respecto a la universidad que necesitaba el capitalismo liberal y la revolución socialista en la América Latina y el Caribe del siglo XX, en el marco de la primera y segunda revolución industrial2.

El surgimiento de los Ministerios de Educación, las leyes de Educación y el nacimiento de los centros de formación docente en el continente, fueron vistos con buenos ojos tanto por liberales como por socialistas. El trabajo de Anibal Ponce (1898-1938), especialmente en «Educación y Lucha de clases» (1934) marca una necesaria inflexión al respecto en la región, en lo que se refiere a la definición de los campos ideológicos en materia educativa, pero lamentablemente su obra fue ampliamente difundida en nuestros países solo décadas después.

La escuela republicana sería una mixtura de lo viejo con lo nuevo, que no terminó de liquidar la herencia pero que tampoco se negó al encuentro con lo nuevo que hegemonizaba lo educativo. Por ello, la escuela capitalista en América Latina no fue nunca una copia precisa ni un calco perfecto de las visiones española, francesa, anglosajona o portuguesa, sino que fue adquiriendo una identidad propia que era el reflejo de su adaptación contingente al capitalismo y la lógica del mercado.

La escuela moderna es una estructura organizativa que evidencia la hegemonía del paradigma positivista. Su lógica evolutiva, escalar, segmentada, replicable, verificable, estandarizada, homogénea en cada uno de los grados escolares y estos a su vez en niveles y modalidades, es un espejo en el plano educativo del mundo de la ciencia, la fábrica, la producción. Es esta lógica lo que hace posible que contemos con un modelo de sistemas escolares más o menos homogéneos en el mundo, que hoy posibilite la normalización capitalista de las políticas educativas3.

Con la escuela moderna la pedagogía adquiere el nivel de actividad científica4, al ser definidos y estructurados los principios, rituales, componentes, protocolos y procedimientos que le eran propias, profesionalizándose la docencia y adquiriendo el plantel escolar un papel central en la gobernabilidad del mundo político, económico y social que le había resultado esquivo en el pasado. Ahora la escuela estaba en el centro de la reconfiguración económica, política y social del mundo. Surgía la sociedad capitalista y con ella la escuela adquiría nuevos encargos que demandaban su adscripción al paradigma científico. Dinámicas éstas que en buena medida vinculaban a la escuela a las premisas del emergente modo de producción capitalista: insumos, procesos y productos, pero también a la construcción de mentalidad civilizada, indispensable para la gobernabilidad.

Esta nueva lógica educativa tenía tres grandes expresiones. La primera, conocimiento ilustrado, asociado al método científico. Segunda, lo que genéricamente se denominó desarrollo integral de la personalidad de los y las estudiantes, que en realidad está asociado al concepto de civilizado, ilustrado, en la cultura occidental. Desde la perspectiva capitalista, la mentalidad de consumo, la cultura del consumo, aparece vinculada a la noción del ser civilizado. La tercera, se generaría en un último momento, derivada de la construcción de un modelo ideal de gobernabilidad, la democracia liberal o representativa burguesa, que requeriría la confluencia de múltiples institucionalidades, en este caso la escuela, para la construcción de ciudadanía.

Las izquierdas pedagógicas siempre problematizaron estas tres dimensiones del quehacer de la escuela moderna. En la primera, vinculando el conocimiento a su utilidad en la justicia social y la distribución equitativa de la riqueza. La valoración de los otros conocimientos, las integraciones de los múltiples referentes del saber con las nociones derivadas del mundo de las ciencias surgen como otros caminos posibles del método científico. Luego se abriría un debate, aún en curso, sobre las formas descoloniales del saber, que desde las pedagogías críticas expresan una hibridación entre verdades científicas y saberes, en una nueva forma de conocimiento territorializado, enunciado y construido desde el lugar. En la segunda dimensión, la construcción de pensamiento y perspectiva crítica como único antídoto real al consumismo. Se trataba de crear las condiciones cognitivas para que los estudiantes no solo se apropiaran del mundo en su real expresión como un lugar que es posible cambiar, sino que a partir de ello fuera posible iniciar la transformación de su realidad como punto de partida en la construcción de otro mundo posible. Sin embargo, en algunos casos el pensamiento crítico llegó a ser visto como un producto y como un proceso, sufriendo este una especie de metamorfosis en mercancía cultural que inducía a una especie de consumo del pensamiento crítico para ser civilizado. En la tercera expresión, se plantea la importancia de una personalidad colectivista y un desborde creativo de la ciudadanía, en la construcción compartida de conciencia crítica. Efectivamente la escuela contribuía a modelar el comportamiento social, pero no solo para el orden, sino que desde las izquierdas se asume la rebeldía como anti normatividad y camino disolutivo de las reglas del poder dominante. La idea civilizada del proceso guiado del buen salvaje al buen revolucionario orientaba a una parte importante de la acción educativa de izquierdas.

La expansión y construcción de hegemonía de la pedagogía moderna en los procesos educativos, está profundamente asociado a los requerimientos que derivaban de la primera y segunda revolución industrial, tanto para la dominación como para la liberación. La pedagogía se convierte en una síntesis epistémica respecto al cómo educar ya sea para la lógica del mercado o de la sociedad de hombres libres, en la futurica social que emana del liberalismo y/o del socialismo.

Por ello, la pedagogía se ha visto tensionada de manera permanente entre los campos del poder establecido y de las revoluciones. La burguesía y el proletariado industrial son hijos de las dos primeras revoluciones industriales y sus narrativas, imaginarios e ideología terminan aflorando de una u otra manera en los enfoques pedagógicos de la escuela moderna, hecho que si lo descuidamos puede terminar confundiendo a los educadores desprevenidos, que se aproximen a la teoría educativa con una lectura despolitizada. Las ideas liberales y socialistas, asumidas por clases sociales diferenciadas respecto a su relación con los medios de producción capitalista, se disputan el control del Estado y es precisamente ese Leviatan moderno quien ahora regenta la educación mediante la figura de sistemas escolares, razón por la cual es imposible la existencia de una neutralidad pedagógica en medio de campos opuestos y en disputa por el control del Estado Moderno.

En lo que sí coinciden liberales y socialistas es en la potencialidad de la ciencia, la innovación y el campo tecnológico para el desarrollo de la sociedad. Sin embargo, el impacto negativo sobre la naturaleza, la vida humana y la sociabilidad de una ciencia orientada fundamentalmente por el lucro, la ganancia y el consumo generó desde muy temprano serios cuestionamientos sobre los referentes éticos, ontológicos, epistemológicos y paradigmáticos de esta ciencia. La fe en la ciencia comienza a ser superada por una visión más relacional del conocimiento, que reconoce las tensiones entre poder y ecología en detrimento de la segunda, entre felicidad y opresión, igualdad y libertad, que fueron nociones menos trabajadas en los originales desarrollos del materialismo histórico.

Las carencias en esta problematización de la ciencia, fundamentalmente en lo referido a su impacto en la reintegración de los hombre y mujeres a la naturaleza, impactaron al propio campo marxista que en un primer momento tenía una mirada positivista, cientificista del mundo y la educación. Evidencias de estas perspectivas abundan en los prolegómenos teóricos y prácticos de la revolución de octubre y en su devenir. El humanocentrismo socialista constituyó un desarrollo opresor que impedía la relación armónica e integrada de los seres humanos con el resto de la naturaleza, solo posible por la hegemonía de la fe en la ciencia, vista ésta como una entidad éticamente auto referenciada en su utilidad y para el bienestar de los hombres y mujeres. Una vertiente de la modernidad construyó un imaginario de la naturaleza según la cual ella era un recurso, inagotable o sustituible, cuyo destino estaba supeditado al bienestar de la «externalidad» humana. Ello conspiraba incluso contra otras aproximaciones racionales al tema, derivadas de la propia episteme moderna, liberando de frenos sociales al uso de la ciencia y las tecnologías de gran escala, lo cual desde la experiencia del socialismo real acarreó perversos impactos en el conjunto de la vida en el planeta, de lo cual Chernóbil () o la presa de las tres gargantas () fueron solo expresiones. La fragmentación de los hombres y mujeres como entidades abstraídas de la naturaleza tendría serias repercusiones en el campo de las ideas socialistas, con ecos aún en el siglo XXI.

Los cuestionamientos al uso incontrolado de la ciencia y las innovaciones tecnológicas, también estuvieron mediados por algunos paradigmas e ideologías de carácter pre moderno, que no siempre estaban liberados de su carga opresora. Una vez que se asoman los primeros cuestionamientos al impacto del positivismo científico en la naturaleza, la mirada religiosa se apresuró a construir una narrativa «actualizada» que cuestionaba el método científico y buscaba legitimar toda «verdad» subjetiva como otra ciencia posible, pero que sin embargo no rompía con su tradición de legitimar las rentables lógicas del mercado, incluida la explotación indiscriminada de la naturaleza, siempre y cuando sus promotores contribuyeran al esquema de financiamiento del poder clerical. Además, en el plano educativo el debate sobre el positivismo y el método científico, que no fue planteado como una agenda para su eliminación sino para su revisión crítica, le sirvieron de punto de partida a miradas neo metafísicas para generar argumentos sobre una «ciencia» de las especifidades, de cada uno, que colocaba la transformación social nuevamente en el plano del «cambio personal», admitiendo todo como «conocimiento válido» y planteando la relatividad de replicar conocimientos5. Para este enfoque, eran igualmente válidos y tenían el mismo estatus epistemológico, si alguien se sanaba después de una operación efectuada mediante un protocolo replicable, de otra persona que lo hacía mediante la intervención espiritual «milagrosa» de un santo o mediante la «imposición de manos» y, ambos casos, eran considerados desde esta posición, como hechos irrefutables, colocando al campo de la ciencia en un nuevo terreno teológico.

Otros, cuestionaron el método científico, abriéndose a otros protocolos para llegar a generar conocimiento verificable y repetible, admitiendo la singularidad y expresión contextual de los resultados. Esto último posibilitó el desarrollo de otras metódicas para avanzar por caminos distintos en los campos de la química, la física o la biología. La evolución de la física cuántica, por ejemplo, es un resultado de esta otra lógica científica. En el campo de las ciencias sociales se tuvieron que romper los paradigmas del evolucionismo histórico, el historicismo lineal, el determinismo funcionalista, los condicionantes predeterminados del comportamiento social, los restos de las consideraciones referidas a la supremacía de la teoría sobre la práxis social y la separación del hombre respecto al resto de las formas de vida, para poder avanzar en su redimensionamiento. De este giro provendrían los métodos de investigación acción participativa, los estudios comparados de carácter dialéctico, entre otros muchos.

Como veremos más adelante, el propio campo del materialismo histórico debió reconfigurarse para empalmar con los nuevos desarrollos de las otras miradas emancipatorias en las ciencias. En el caso de la educación, los avances para su tiempo histórico realizados por Jean Piaget6(1896-1980), Lev Vytgoski (1896-1936), la neurociencia especialmente los procesos de construcción de consciencia, la plasticidad del cerebro y la cognición con sus procesos de toma de decisiones, así como los trabajos de Howard Gardner (1943- ) con los estilos de aprendizaje, plantearían desafíos interesantes para el marxismo. El desarrollo de la física cuántica incita a nuevos retos para la fenomenología dialéctica, tarea aún pendiente para las ideas socialistas-

La rápida burocratización de la experiencia bolchevique posibilitó el emerger de lecturas problematizadoras en el campo socialista que están en los orígenes de la pedagogías críticas, especialmente los trabajos de Marcuse (1928-1929), respecto precisamente a la importancia de lo fenomenológico, la superación del mecanicismo histórico, el problema de los imperativos morales kantianos en la visión marxista del hombre nuevo, la filosofía concreta y la necesidad de considerar al pensamiento socialista como un campo abierto, en permanente construcción y actualización; así como los desarrollos de la Escuela de Frankfurt en distintos campos pero en especial sobre las subjetividades, la importancia de las singularidades en los recorridos colectivos y la noción de justicia social.

De especial importancia para la educación y los orígenes de las pedagogías críticas resultó el desarrollo marcusiano de la fenomenología dialéctica, que dicho sea de paso nada tiene que ver con mucho de lo que hoy conocemos como fenomenología educativa, que esconde su despolitización, en una lectura de Edmund Husserl (1859-1938) sin vínculo con su tiempo histórico y descontextualizada con el presente, así como en un seudo debate de lo cualitativo como superación de lo cuantitativo, cuando en realidad estas dos dimensiones están dialécticamente integradas. Sobre ello volveremos más adelante.

Con el capitalismo avanzado, la mujer se incorpora de manera más decisiva al mundo del trabajo asalariado, eso sí en condiciones laborales discriminatorias, sin que ello implique el abandono de sus oficios y responsabilidades en el hogar, expresándose redobladas formas de explotación. El patriarcado es inmanente a la lógica del capital y aunque en la sociedad capitalista ambos padres trabajen, las mayores cargas de tareas en el hogar continúan recayendo sobre las mujeres trabajadoras. En la medida que se profundiza la sobre explotación laboral, los padres de familia deben extender las horas extras o redoblar los turnos en las fábricas y lugares de empleo para alcanzar salarios de sobrevivencia; hecho que cada vez más les aleja del hogar. En ese contexto el debate sobre las tareas de los estudiantes en casa, las cuales implicaban un acompañamiento por parte de los padres, ha resultado a través del tiempo un tema sustantivo, de interés generalizado. Desde las pedagogías críticas hemos subrayado que la familia trabajadora es parte del proyecto emancipatorio, razón por la cual cualquier estrategia educativa tiene que contar con la vinculación y participación de los padres, para lo cual es fundamental incorporar esta aspiración a las luchas reivindicativas que se presentan en la disputa entre capital y trabajo.

La escuela moderna, desde distintos lugares de enunciación ideológica y paradigmática es homologada con el performance de la fábrica. Ello llevaba implícita una concepción del docente como «obrero» intelectual, quien debería cumplir labores específicas (insumos) y estructuradas (procesos) en la «fábrica escuela» para obtener el producto esperado, que para la ideología liberal burguesa estaba asociado a habilidades para la vinculación con el mundo de las mercancías, el consumo y la ciudadanía mientras que, para las ideas socialista se asocia a teoría crítica, transformación de la realidad y desborde de la ciudadanía. El perfil del egresado se convierte en el lente ajustable de la actividad educativa, que tanto a liberales como a izquierdistas les permite afinar la mirada cuando se trata de dibujar la agenda educativa en cada coyuntura histórica.

A pesar de los determinismos en cada uno de los campos socialmente enfrentados, rápidamente en la escuela moderna y las corrientes pedagógicas de este periodo, tanto liberales como socialistas, se comienza a dudar de la eficacia de la enseñanza exclusivamente repetitiva y memorística inherente a la epistemología dogmática. Esto se debe a la evidencia empírica respecto a las limitaciones o precaria utilidad para el modo de producción capitalista pero también para la revolución, de una escuela sin capacidad de pensar y actuar en lo nuevo.

El debate sobre las ciencias llega de manera tardía al campo educativo, impactado en el momento de estructuración de los sistemas escolares en América Latina y el Caribe, por las ideas de Henri de Saint-Simon (1760-1825), Auguste Comte (1798-1857) y John Stuart Mill (1806-1873) como lo podríamos observar en las apuestas educativas de Lancaster. Para el positivismo educativo la experimentación era el camino para alcanzar un conocimiento replicable, objetivo, que pudiera en un momento dado colocarse en los circuitos de producción y circulación de mercancías en cualquier espacio y tiempo, pero también para trabajar la transformación a partir de un programa mínimo que contuviera en su interior las claves replicables de la ideología socialista.

El positivismo educativo se centró en hechos y leyes que permitieran la reproducción de todos los resultados y conocimientos considerados de rango y valor científico. De allí, que necesariamente surgiera un punto de bifurcación epistémica con esta premisa desde las pedagogías socialistas, las cuales se centran en conocer las causas que originan el hecho y los principios replicables para generar la contradicción que posibilite romper con esas causas y abrirle paso al nuevo incluido revolucionario. Esta ampliación del horizonte epistémico no significa necesariamente una ruptura con el positivismo sino una derivación.

Bajo el paradigma positivista en educación, el tema de la enseñanza-aprendizaje en los sistemas escolares tiende a adquirir una lógica pedagógica que lo estructura en los distintos campos disciplinares de enseñanza de la siguiente manera: conceptos, subconceptos, procedimientos, comparaciones y pensamiento relacional, aplicabilidad del conocimiento, experimentabilidad y verificación de la repetitividad del aprendizaje. Desde el liberalismo educativo la secuencia y el producto son parte de la reingeniería social que promueve el capitalismo para asegurar la optimización del funcionamiento del sistema. Desde el pensamiento socialista esta epistemología se amplía llevándola a las formas y expresiones que garanticen utilidad para la transformación social y construcción compartida del conocimiento, construyendo mentalidad colectiva.

Inicialmente las pedagogías enmarcadas en la mirada del mercado se concentran en la competitividad y el individualismo dentro de las dinámicas de aprendizaje, mientras que, en las pedagogías socialistas en la cooperación, la solidaridad y el trabajo en equipo. Individualismo versus colectivismo son los dos grandes campos paradigmáticos que enfrentan a las pedagogías liberales y socialistas, en el marco del desarrollo de la primera y segunda revolución industrial en el siglo XIX. Ambas comparten el paraguas del paradigma positivista.

Para garantizar el logro de esta secuencia, sincronización y complementariedad de procesos educativos se estructura una mecánica de lo pedagógico, que se fundamenta en desarrollos que habían sido logrados en distintos momentos históricos, asociados ahora a los procesos de enseñanza-aprendizaje. La visión de engranaje de piezas y de funcionamiento sistémico resultan fundamentales en las expresiones de lo educativo de ese momento, cuya teleología pasa a ser determinada por el Estado como garante de la orientación estratégica de la escuela y del oficio del educador.

(Continuará……)

1 Maestro e investigador desde el enfoque de las pedagogías críticas. Sus trabajos contienen un enfoque comparativo.

2 Mi planteamiento es que debemos superar la aproximación a las contradicciones capital-trabajo como un todo petrificado y analizar la movilidad de estas contradicciones en la medida que se desarrollan las revoluciones industriales.

1 Escrito a solicitud del portal de los maestros «Otras Voces en educación» en el marco de su tercer aniversario.

2 La escuela única merece un artículo separado solo para analizarlo en detalle. En este artículo solo le mencionaremos.

3 Educación Para Todos (EPT) de la UNESCO; las pruebas PISA y las orientaciones de las OCDE y más recientemente el ODS4 son algunas evidencias de ello.

4 En este artículo no entre en la polémica respecto a si la pedagogía es una ciencia o una confluencia de ciencias. Lo que subrayo es el carácter científico de la profesión.

5 Esto está en la génesis del pensamiento neo autoritario en la escuela que analizaremos en otro artículo.

6 Nahuel Moreno, un destacado dirigente del trotskismo latinoamericano, expresó un interés especial en buscar puntos de encuentro entre Marx, Trotsky y Piaget en su libro: Moreno, Nahuel (1973). Lógica marxista y ciencias modernas. Editorial Pluma. Buenos Aires.

Fuente: https://www.aporrea.org/educacion/a276606.html

 

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Educación y Socialismo (II). Ensayos sobre similitudes y diferencias entre pensamiento pedagógico capitalista[i] (liberal/autoritario) y socialista.

Por: Luis Bonilla-Molina

Con esta segunda entrega del ensayo sobre los antecedentes de la pedagogía socialista, continúo desarrollando un esquema de trabajo de largo aliento, que partiendo del plano histórico procura contribuir a la formulación de propuestas alternativas, radicales y socialistas para la educación en el siglo XXI. En consecuencia, como lo señalamos en la primera entrega el ensayo en su conjunto y sus partes debe ser valorado más como un texto para el debate y la problematización.

De Montaigne a Locke: el pensamiento pedagógico como carrito chocón

El pensamiento pedagógico moderno inherente a las dos primeras revoluciones industriales tiene cuatro grandes momentos fundacionales. El primero, casi de carácter ontológico con Montaigne (1533-1592), Francis Bacon (1561-1626), Jan Amos Komensky, conocido como Comenio (1592-1670), René Descartes (1596-1650) y John Locke (1632-1704), quienes desarrollaron múltiples formulaciones educativas que aún hoy siguen influyendo en los procesos de enseñanza-aprendizaje. 

Montaigne era un escéptico incluso de las posibilidades del educador para lograr construir un aprendizaje que, partiendo de las características de los niños, fuera socialmente aceptable. Montaigne hace del derecho a la duda un motivo central de lo educativo, considerando que el hombre no debe esperar pasivamente la felicidad que la religión le promete en los cielos, sino que tiene derecho a aspirar a la felicidad en la vida terrena (Rosental e Iudin, 1960, p.323). Montaigne es un naturalista y universalista en lo que respecta a la existencia humana. El hombre no “es” sino que se “hace” (Ferrater, 2001, p.2454) y además en movimiento hacia el mañana, es decir, es una construcción contingente que puede cambiar su futuro; en ese sentido la educación adquiere un papel esencial en ese “hacerse”. Hegel (1770-1831) y el marxismo, desde otro lugar epistémico continuarían y redimensionarían esta perspectiva del ser contingente y nunca predestinado. El liberalismo pedagógico, así como el instrumentalismo pedagógico capitalista también lo harían, en torno a la posibilidad de construcción del ser civilizado.

Para Bacon el hombre (y la mujer) es un ser que estudia y comprende conforme a los hechos concretos, no alguien que se dedica a juzgar desde lo moral. Bacon rompe con la filosofía tradicional y antigua, la cual considera especulativa basada en supuestos no tangibles e incapaces de generar conocimiento fundamentado en hechos; construyendo caminos para el surgimiento con fuerza del materialismo. En consecuencia, construye una filosofía experimental. La experimentalidad venía reconstituyéndose, reforzando uno de los principios del método científico, el cual estaría en el corazón del pensamiento positivista, del liberalismo educativo, del instrumentalismo capitalista en la enseñanza y del propio pensamiento pedagógico socialista. El materialismo histórico es un desarrollo que tiene entre sus hitos de disputa la idea materialista trabajada por Bacon.

Francis Bacon resaltaría la importancia de construir método para conocer los significados de los hechos, ampliando el camino que se concretaría en las reglas para replicar los procesos que conducen al conocimiento universal. En su reforma del método aristotélico consideró fundamental romper con los ídolos en el proceso de construcción de conocimiento fundamentado en hechos; algo que luego le sería esquivo a una parte importante de los marxismos posteriores a Marx (1818-1883). Otros aspectos del método de Bacon, como el inductivismo unilateral y su materialismo vacilante, serían criticados por Marx quien acusó a su pensamiento de estar plagado de inconsecuencia teológica. No obstante, el trabajo de Francis Bacón generaría líneas de pensamiento que permitirían redimensionar el pensamiento y la filosofía de la época y su trabajo no puede ser visto por el pensamiento de izquierdas ni por la pedagogía socialista con una aproximación de todo o nada.

Las Ciencias Pedagógicas son en gran medida el método inherente a los procesos de enseñanza-aprendizaje, mucho más allá de las didácticas. El método pedagógico es una ruta científica para el aprendizaje social, entendiendo y valorando lo cognitivo, ético, paradigmático, experiencial y reflexivo como un camino para alcanzar conocimiento transformador del ser humano y la realidad, del entorno y el ser humano. Es imposible entender la Pedagogía, las Ciencias Pedagógicas, el estatus científico de este campo, sin el trabajo de Bacon.

Por su parte Comenio defendió el derecho de todos los “hombres” a recibir educación y presentó una propuesta sistemática, coherente y articulada para la organización de la actividad didáctica. Sus ideas centrales están reunidas en Puerta Abierta de las Lenguas (1631) y en Didáctica Magna (1657). Didáctica Magna está organizada en Didáctica General (capítulos del 1 al 9), Didáctica Especial (capítulos del 10 al 14), Organización Escolar (capítulos del 15 al 33). En su organización escolar contempla el: a) método de enseñar alcanzando la perfección; b; los ensayos de los inventores del arte tipográfico; c) el producir vastos ejemplares; d) el imperativo de no ser semejantes por sus características; e) la elegancia y el primor (sensualidad[iii]); f) el revisar y el corregir, así como; g) escribir con tinta que no se corra. Concibe una organización de la escolaridad conforme a las edades para aprender que aún hoy continúa vigente: a) escuela maternal con un tope etario de los seis años y que a diferencia de otros pedagogos contemplaría desde ese momento, la enseñanza de las ciencias; b) escuela elemental: que vendría a ser la escuela primaria que conocemos hoy y que trabajaría con estudiantes hasta los doce años. Su labor se concentraría en la formación ética, así como en los conceptos y contenidos necesarios para comprender las ciencias, cultivando la memoria, imaginación e inteligencia creativa; c) escuela latina o gimnasio: en la cual profundizan en el conocimiento de las ciencias y el conocimiento racional de la sociedad, considerada como preparatoria para continuar estudios superiores. Defendía la selectividad para continuar estudios en la academia. Es el equivalente a nuestro bachillerato actual; d) academia: que es parecida a nuestras universidades, con un ciclo de duración de siete años (de los 18 a los 25), donde se especializaban en el dominio de una ciencia. Comenio estructura la idea de escuela moderna (capitalista y comunista, liberal y socialista), que luego evolucionaría pero que mantendría la lógica estructural y parámetros de su propuesta. Solo el neoliberalismo educativo se ha planteado la disolución de este modelo de escuela y comienza a romper con la lógica de estructura de los aprendizajes y las dinámicas de enseñanza expuestas por el pedagogo checo; sobre eso volveremos en las últimas entregas de esta serie.

En ese momento histórico, el discurso educativo más que el pedagógico como lo conocemos hoy proveniente de la modernidad, no sería una estructura de procesos convergentes y complementarios, sino fundamentalmente de enseñanza, bajo la forma de didácticas. Comenio definió como principios didácticos la enseñanza viva, la graduación, la imitación y la ejercitación. Su sensualismo pedagógico tenía características materialistas, al postular la enseñanza racional como proceso activo para conocer; algo que luego recuperaría Herbart. En la sociedad elitista en la cual le correspondió vivir, defendió el derecho del pueblo en general a la educación, al saber científico y cultural, en ese sentido fue revolucionario.

La idea del libro de texto en Comenio sería de impacto profundo en la constitución de las ideas pedagógicas, tanto liberales, capitalistas como socialistas. Aún hoy en día es imposible pensar la escuela sin textos, incluso en oposición al híper texto y/o al libro digital.

Comenio es considerado uno de los más importantes precursores del evolucionismo en general y del evolucionismo histórico en particular. Opositor vehemente de los métodos escolásticos de enseñanza, militó en el movimiento social y político contra los señores feudales alemanes y la iglesia católica. Sus ideas están reflejadas en los orígenes de la psicología genética.

Su propuesta didáctica se fundamenta en el conocimiento del niño, sin dejar por ello a un lado sus aportes al desarrollo de la educación funcional. Su perspectiva logró impulsar una mirada internacional de la educación, como conjunto de procesos convergentes existentes en distintos países y regiones que se expresan con desarrollos desiguales y combinados.

Su trabajo logra combinar la mirada teológica, con el movimiento especulativo y la estructura de procesos en educación, estas últimas premisas resultarían fundamentales para el desarrollo científico de las actividades educativas. Comenio se sitúa entre los autores que consideran que para el auténtico desarrollo de la política es indispensable la universalización de las culturas. Es de los pocos europeos de esa época que se refieren en sus reflexiones a Latinoamérica y el Caribe.

Quizá por su desarrollo de la didáctica como una ciencia especial y específica, su panteísmo religioso y su participación en movimientos anti hegemónicos de su época, Comenio es considerado un referente pedagógico tanto para el liberalismo educativo, como para el instrumentalismo capitalista de la enseñanza y para las propias pedagogías socialistas.

A Descartes se le considera el fundador del racionalismo y de un cierto voluntarismo de las ideas, así como el padre de la filosofía moderna. Mi perspectiva es contraria a las genialidades, sin desconocer el papel del individuo en la historia como acertadamente lo planteara Plejanov (1856-1918), por ello, no me abstengo de subrayar la importancia singular de algunos aportes.

Descartes se concentra en la búsqueda de un nuevo método para alcanzar el conocimiento, senda que había explorado Bacon sin los alcances del cartesianismo. Para Descartes, primero, solo se puede admitir como verdadero aquello que se puede explicar de manera clara; segundo, las dificultades para conocer una cosa o tema se resuelven separando en cuantas partes sea posible [el problema] y en cuantas [propuestas] requiera su solución; tercero, todo estudio, todo camino del conocimiento debe ir de lo simple a lo complejo; cuarto, recorrer de manera exhaustiva lo conocido, todo lo general referido al hecho o tema de estudio, sin omitir nada. Para él, la naturaleza simple posee claridad y elementos que la distinguen.

Esta lógica epistémica y narrativa atravesaría a la pedagogía moderna desde sus orígenes hasta la actualidad, con un impacto decisivo y casi imperceptible ante conciencias desprevenidas en el presente. Para cumplir las finalidades de los sistemas escolares (problema), que suelen estar asociados al desarrollo integral de la personalidad, construcción de ciudadanía, desarrollo profesional, inserción en el mundo laboral capitalista y mentalidad de consumo (partes), se construye una ruta que divide los aprendizajes (propuestas) en ciencias sociales, ciencias naturales, pensamiento lógico matemático, cultura física y ética ciudadana; a su vez, por ejemplo, en las llamadas “ciencias naturales” se van separando las materias relacionadas a ciencias específicas: biología, física, química, para solo citar algunas. Los contenidos de la biología se dividen por años escolares y esta a su vez, en contenidos generales, luego en específicos. Esto tendrá un correlato en las propuestas didácticas, evaluativas, de planeación, gestión escolar, entre otros. El sistema educativo soviético no solo no rompió con esta lógica, sino que incluso en algunos aspectos lo profundizó. En consecuencia, el método cartesiano es intrínseco a la idea de sistemas escolares modernos.

Su separación del ser humano del resto de animales a quienes consideraba autómatas complejos, sería una continuidad del conocido humanocentrismo materialista y expresión de su no ruptura definitiva con las nociones de seres con alma, hechos a la imagen y semejanza de Dios (metafísica). Para Descartes los seres humanos nacemos con unas ideas innatas que no poseen los animales, especialmente en lo referido a los axiomas matemáticos y lógicos (veracidad, cantidad, abstracción, correspondencia), así como los principios básicos de la filosofía (adquisición y utilidad del conocimiento). En este aspecto Descartes es expresión de un momento histórico en el cual la filosofía, la ciencia y el conocimiento escindieron al hombre de la naturaleza. Por ello la apropiación de nuestra condición biológica común nos permite reencontrarnos con la naturaleza y producir otro conocimiento para una ciencia integrada y respetuosa de la unidad dialéctica que conformamos. Y esto debe ser trabajado así en las aulas, como un cuestionamiento a un error o vacío teórico, no como caída y mesa limpia, tomando distancia de las narrativas que señalan que, si existen problemas y errores en una formulación eso invalida toda su propuesta, porque ello negaría la propia dinámica caótica de construcción de todo pensamiento.

Descartes va más allá de la noción de duda que promovió Bacon, dudando no solo de las autoridades (ídolos) y de las apariencias del mundo sensible, sino también de las propias verdades matemáticas. No se trata de un neo escepticismo, sino del desarrollo de en la racionalidad de la duda metódica como instrumento epistémico para verificar la verdad o reconocerla en sus cambiantes formas, lo cual esta expresado en la idea cartesiana de la indagación como último criterio de verdad.

En ese sentido, Descartes pareciera haber sido mal interpretado por aquellos que le atribuyen a él la rigidez del conocimiento científico; su método es una invitación permanente a dudar, incluso de los resultados que nuestros sentidos confirman. En consecuencia, resulta desatinada la crítica al camino científico para conocer el mundo, con un reduccionismo mediante el cual algunos le atribuyen mecanicismo o dogmatismo al método científico, cuando en realidad este es solo una de las síntesis de un camino posible.

Los protocolos del método son posteriores e incluso hay quienes cuestionamos un solo formato de presentación de método, cuando en realidad los hombres y mujeres de ciencia lo hacemos con una multiplicidad de variantes. En cualquier caso, las expresiones mecanicistas respecto a los procedimientos científicos, en medida alguna ponen en tela de juicio la epistemología de la ciencia como camino para conocer y transformar el mundo.

Esta no es una digresión o una referencia estéril con relación al tema de nuestro ensayo. Por el contrario, la lógica dialéctica de la perspectiva científica versus la dogmatización de procedimientos encubiertos como método científico, se disputan el espacio escolar. Lo preocupante es que ante un debate que no termina de develarse, la mirada metafísica intenta volver a coaptar el mundo educativo. Todo ese debate anti ciencia, revestido de narrativas que parecen emergentes, novedosas, de avanzada, progresistas y hasta revolucionarias, que asedian en el presente a lo educativo, son en realidad la expresión de un neoconservadurismo y neo dogmatismo metafísico que gana popularidad ante la falta de profundidad analítica.

No estoy ocultando ni negando el uso irracional, destructor de tecnologías y conocimientos científicos, pero ello forma parte de otro debate, no menor, sobre las políticas y la gestión de la ciencia, dentro de una perspectiva socialista.

La duda cartesiana expulsada de la escuela moderna por la hegemonía mecánica de los gestores de manuales y currículos educativos, debe ser retomada con fuerza para la construcción de otra ciencia para otro mundo posible a partir del encuentro pedagógico en la escuela. Por supuesto que esto preocupa a sectores de las burocracias educativas, porque un ser humano que duda, seguramente problematizaría la legitimidad, eficacia y ética de muchas de las autoridades que dicen conducirnos. Por ello, la escuela de la duda, la escuela científica que aprende para dudar de lo aprendido y seguir investigando y experimentando en busca de mayor y mejor conocimiento, aterró y seguirá asustando a quienes prefieren la inmovilidad que caracteriza al poder, independientemente que sean de derechas y/o de izquierdas.

Para Descartes todo conocimiento contiene evidencias originarias, simples, irreductibles o, nociones relacionadas a ellas, por lo cual se debe distinguir lo simple de la complejidad, lo general de lo sencillo, la parte de lo compuesto, para que su estudio permita establecer un sistema de ideas que posibilite la comprensión del conjunto. Una parte importante del esfuerzo transdisciplinario actual recupera esta mirada, aunque se asuma en contravía a la lógica cartesiana.

Descartes no se planteó fragmentar todo conocimiento como un fin en sí mismo, en la ruta sinuosa de construcción de sentido, sino como un momento del método para llegar a la comprensión compleja de todo saber. La aspiración cartesiana estaba si, en la comprensión de todo el universo como un mecanismo con partes integradas. La aspiración de comprensión del origen diverso y de los funcionamientos diferenciados de los elementos de la realidad, implicó el más fuerte golpe dado a la lógica metafísica del espíritu divino como determinante del orden de las cosas; por ello, el furibundo odio que hoy en día sigue despertando en las mentalidades metafísicas su pensamiento.

La racionalidad de Descartes está en la estructura constitutiva de la escuela y la pedagogía moderna. Por ello, los posmodernos como construcción epistémica y narrativa del capitalismo decadente, intentan socavar las bases de la mentalidad científica para posibilitar el emerger de nuevos dogmas de fe que terminan (aunque no se lo propongan) justificando la dominación en el siglo XXI; los ideales liberales del capitalismo naciente no son los mismos de la sociedad del mercado neoliberal del presente.

Descartes es uno de los pensadores que deben ser estudiados con mayor detenimiento para comprender las dinámicas educativas históricas, pero fundamentalmente del presente. A pesar de ello, tanto la compilación de “pensadores de la Educación” (1993/1994) hecha por la UNESCO como en la “Historia de la pedagogía” (1957/2010) de Abbagnano y Visalberghi, prácticamente desestiman su obra o le prestan una atención menor. Sus trabajos principales están contenidos en “Discurso del método” (1637)[iv] y “Principios de la Filosofía” (1644).

Desde lugares cruzados de enunciación, Locke desarrollo la idea que el niño al nacer es como una tabula rasa, colocando de relieve la importancia del contexto social en el desarrollo de la personalidad, la conducta, la apropiación del conocimiento y el uso racional del mismo. Considera equivocada la afirmación cartesiana de las ideas innatas, ya que para él la única fuente de las ideas es la experiencia.

Sin embargo, para Locke las ideas surgidas de la experiencia son solo materiales y no constituyen aún el saber cómo categoría. Para que se transformen de la condición primogénita de materiales, de su estatus de “materia prima” del pensamiento, estas ideas iniciales deben superar la simple sensación del encuentro cognitivo inicial, mediante el reconocimiento, la comparación, la combinación de formas y expresiones y, la abstracción de este proceso para generar un nuevo entendimiento.

Esto resulta fundamental a la hora de reconocer y valorar los neo empirismos educativos que mitifican la experiencia como saber en sí mismo, colocando la praxis como oposición cualitativamente superior a la teoría; cuando en realidad ambas forman una unidad dialéctica. Su trabajo es un referente para comprender el surgimiento de las ideas pedagógicas socialistas.

La formación teórica sin referentes y praxis en el proceso concreto de constitución del saber, es tan pueril como una praxis sin reflexión e hibridación con el acumulado teórico-experencial. Mientras los que construyen el culto de la teoría se esconden detrás de citas, autores, libros, títulos, para evitar la validación de los saberes en su encuentro con la realidad, quienes hacen del culto de la praxis su razón de ser intelectual, planteando una especie de formateo conceptual total a la situación inicial de reinicio “descontaminado” desde la praxis, evidencian con ello sus inconsistencias y vacíos en la comprensión heurística de la genealogía histórica del saber. Ambos “cultos” son simples eufemismos egocéntricos que deben ser develados y combatidos en la escuela, para que el neo hippieismo filosófico impulsado con una narrativa seudo marxista no derive en un resurgir del empirismo como eje de la praxis pedagógica.

He encontrado discursos educativos que fundamentan su narrativa en la concepción de que lo importante es lo que se aprende con la comunidad, lo académico no tiene pertinencia, o, vamos a sembrar con la comunidad y esto se concreta con herramientas de trabajo del campo iguales a las que se usaban hace un siglo, como si todo el desarrollo científico tecnológico ocurrido en más de dos décadas fuera inútil y la ciencia de lo popular estuviera enfrentada a todo el desarrollo de las revoluciones industriales. Ello es como un cover (versión musical de alguna vieja melodía) de narrativas campesinas producidas en el desembarco del capitalismo, alimentadas ahora, por corrientes de socialismo campestre y un cierto progresismo naturalista de corte neo empirista. Pero pareciera que hablar de ello en el presente es políticamente incorrecto.

Existe un potente dinamismo en la experiencia popular, una constitución de saberes fuera del mundo académico que son complementarios a los que genera la academia que vincula teoría y práctica en su construcción de conocimiento. Hay que propiciar el encuentro, no el enfrentamiento irreductible. Eso sí, debemos estar alerta ante la demagogia de un sector que esconde su desactualización teórica y falta de disciplina en el estudio de las ciencias sociales, refugiándose en “lo popular” para ocultar sus carencias, mientras propician enfrentamientos entre academia y saber popular que solo le resulta útil a la promoción de sus egos ante auditorios incautos. Esos “teóricos” de lo “popular” que hablan de indigenismo, pero les tienen pánico a los zancudos, esos agitadores de lo comunitario que no se atreven a vivir en el barrio, sino que lo visitan ocasionalmente para registrar en video o en libretas sus vivencias, son en realidad colonizadores de nuevas formas de oscurantismo. Lo que urge es la creación de espacios de encuentro, de intersección, de hibridación creativa y liberadora entre los saberes populares y académicos, valorando en ambos casos el proceso de salto de las ideas primogénitas a conocimiento cualificado. Por ello, el trabajo de Locke sobre la construcción de ideas, de pensamiento resulta fundamental en la actual coyuntura educativa.

Locke más que ejercer como educador de aula o popular, lo que hizo durante su carrera docente fue educar a los hijos de la nobleza, como era la costumbre de los ilustrados para poder sobrevivir. Por ello, su jerarquía de valores educativos son virtud, prudencia, buena educación e instrucción. Tampoco se diferenciaban mucho de los de Comenio planteaba, que eran erudición, moral, piedad y bienestar físico. Y ese es otro dato importante, como las ideas educativas están asociadas a los referentes morales de cada tiempo histórico.

Para Locke, los pensamientos constituyen un camino para llegar a la virtud; la prudencia es la cualidad de un hombre que conduce en el mundo sus asuntos con habilidad y previsión; la buena educación pretendía por una parte, evitar la tonta timidez, y por la otra, la falta de reserva, por un defecto de respeto para con los demás, por lo tanto formulaba una regla de oro: no tener mala opinión ni de sí mismo ni de los demás; y finalmente, en la instrucción se concentra en el aprender los conocimientos básicos: leer, escribir, contar y expresarse con claridad.

Esta última enunciación, que suena a simplificación, acostumbrados como estamos a grandes propósitos educativos, pareciera ser retomada por el neoliberalismo educativo cuando valoramos la orientación de las pruebas PISA[v] de la OCDE[vi], los indicadores de evaluación de los estudios del LLECE[vii]-OREALC[viii] UNESCO[ix] y/o los referentes estadísticos del ODS4[x]: calidad educativa de la ONU[xi], monitoreado por la UNESCO.

La simplicidad, falta de profundidad y carencia de sentido histórico es un rasgo cada vez más claro en las propuestas educativas neoliberales. Sobre el reformateo actual del sistema educativo que actualmente se realiza en el mundo, volveremos en otra entrega cuando trabaje el impacto de la tercera revolución industrial en los procesos educativos. Por ahora volvamos a los momentos fundacionales del pensamiento pedagógico moderno en el marco de las dos primeras revoluciones industriales.

De Rousseau a Bello: el momento de los grandes sueños educativos. Arquetipos y definiciones

En el segundo momento fundacional del pensamiento pedagógico moderno, queremos destacar inicialmente a Jean-Jaques Rousseau (1712-1778), Johann Heinrich Pestalozzi (1746-1827), Johann Friedrich Herbart (1776-1841), Simón Rodríguez (1769-1854), Joseph Lancaster (1778-1838), Wilhelm Von Humboldt (1767-1835), Alexander Von Humboldt (1769-1859) y Andrés Bello (1781-1865), quienes expresan nítidamente las premisas de las ideas educativas de la ilustración.

Para Rousseau el hombre nace bueno y es la sociedad quien lo pervierte, además la escuela y la educación en general no debería tener como propósito la preparación del niño para cumplir con los fines del Estado, sino para su vida misma. Esto es explicable como irrupción contra el autoritarismo de la educación clerical y el modelo feudal de obediencia para aprender.

Algunos sectores que se reivindican de izquierdas, fundamentadas en lecturas consejistas o del comunismo consejista, de Anton Pannekoek (1873-1960), Otto Rühle (1874-1943) y Paul Mattick (1904-1981) hacen una interpretación sui generis y mecánica de los procesos de control obrero aplicados a la escuela. De hecho, ello demuestra una epistemología moderna que asocia todo a la fábrica, ya sea para optimizar la construcción de ideología capitalista o para constituir desde la escuela un sujeto revolucionario proletario. Desde esta perspectiva plantean que es la misma niña, niño o adolescente quien debe escoger su propio currículo, su propia ruta de aprendizaje, a la usanza de la educación de los hijos de los nobles feudales, desconociendo el derecho a que todos y todas tengamos una educación común, de calidad, popular y transformadora. En este caso, las elecciones asamblearias particulares, por mucho que se revistan de hoz y martillo, de A encerrada en círculo, están promoviendo la estratificación educativa.

Cuando Pierre Bourdieu (1930-2002) trabaja Capital Cultural, Escuela y Espacio social (1997) nos está dando las pistas respecto a cómo las diferenciaciones, incluso al interior de las propias clases sociales, reproducen la hegemonía social de la dominación. Bourdieu nos recrea de manera muy potente respecto a cómo la idea de herencia familiar no monetaria, empuja hacia otras estratificaciones que suelen ocultarse bajo la figura de la mejor educación para mis hijos (diferenciación), para que se sepan defender en la vida y no pasen por las que yo tuve que hacer (ascenso social) y puedan ser exitosos (desclasamiento).

Incluso esta misma lógica afecta a narrativas que se auto definen como liberadoras, cuando señalan que, juntos, entre los actores sociales involucrados en la experiencia pedagógica (estratificación), trabajaremos de manera compartida para posibilitar la construcción de un colectivo con conciencia social (neo vanguardismo/núcleo conductor) que haga posible la construcción de una sociedad donde todos seamos iguales (determinismo idealista), están generando otra forma de reproducción de la diferenciación social.

La idea de colectivo (pequeños grupos) decidiendo su propia educación se convierte en un nicho de reproducción acelerada y ampliada del capital cultural de los participantes. Esto no tendría problema, hasta fuera digno de ser estimulado, si no supiéramos qué entre miembros de las mismas clases trabajadoras, existen diferenciadas culturales de partida y recorrido, derivadas del hecho, por ejemplo, que en las casas de unos hay bibliotecas, internet, computadores y tienen posibilidades de conocer referentes diversos, mientras que en otras carecen de todas ellas.

La escuela, cumple un papel de espacio de democratización del conocimiento, que a su vez es también de hegemonía cultural, ante la cual surgen resistencias articuladas, desde lo escolar, que pueden contribuir a construir alternativas que se expandan por todo el sistema. Una escuela con puntos de partida comunes es la base para la construcción de democracia socialista. Como se gestiona la escuela y los procesos de enseñanza aprendizaje es parte de la disputa en cada sitio en particular, que puede tener especificidades, estar contextualizada, pero debe tener un tronco común.

Lo colectivo, también tenemos que discutirlo, porque se ha convertido en un fetiche para las lógicas sectarias que establecen odiosos límites con el conjunto. Son hermosas las experiencias en las cuales participan grupos humanos bajo la figura de colectivos, pero, estos muchas veces son solo partículas del universo social, cuyos recorridos particulares y no integrados, pueden derivar en clanes que constituyen signos de estratificación social.

Desde el punto de vista educativo la visión ilustrada de Rousseau tendría una marcada influencia del liberalismo originario que luego sería retomado por propuestas pedagógicas que pretenden ubicarse en el campo de la despolitización, pero también por un liberalismo educativo centrado en la formación de élites, por variantes del anarquismo, por sectores de la educación popular y como narrativa que alimenta posiciones de grupos en los periodos en los cuales están fuera de toda dinámica de poder y que se presentan como marxistas.

Los textos más difundidos de Rousseau serían Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres (1755)[xii], Contrato Social (1762)[xiii] y El Emilio o de la Educación (1762)[xiv]. Su trabajo de conjunto, podría considerarse el de un liberal progresista, con las características de su momento histórico.

Rousseau era partidario de la democracia burguesa y del sistema de libertades civiles, manteniéndose crítico respecto a las consecuencias de la propiedad privada en la generación de la opresión y la exclusión social. Planteaba que las ideas morales eran innatas, como si los referentes éticos no fueran una construcción social, descartando la contingencia histórico cultural de la moral, minimizando la posibilidad de construir desde lo educativo referentes éticos.

Rousseau mantenía diferencias conceptuales explícitas con Thomas Hobbes (1588-1679) ya que consideraba que en el Estado “natural”, la violencia, las diferenciaciones agresivas entre grupos humanos y la dominación de los hombres sobre sus iguales, no eran determinantes; concepción que influiría en el debate posterior entre anarquistas y marxistas.

Contradictoriamente a lo que planteaba respecto a la libertad de enseñanza por parte del aprendiz, Jean Jacques fue un acérrimo crítico del modelo educativo feudal, fundamentado en las diferencias de clase como condicionante para el acceso a la educación. Los propios revolucionarios franceses tendrían dificultades para conciliar esta posición con la anterior.

Su concepción idealizada del honrado artesano tendría, y tiene hoy en día, claras influencias y expresiones en sectores que se definen de izquierdas, quienes reivindican que el mundo artesanal debe tener mayor significación en la educación, respecto al que tiene lo industrial en la educación para el trabajo. El propio Simón Rodríguez mostraría luego influencia de este pensamiento.

Entiendo la importancia de la tierra, tanto en la acumulación originaria de capital como en la soberanía agroalimentaria fundamental en cualquier estrategia de liberación. Pero estamos hablando de esas “izquierdas” que oponen y discriminan positivamente, la enseñanza de un oficio como la cerámica en arcilla, el tejido a mano con base al fique, la agricultura con pala, escardilla y arado con bueyes o la talabartería rudimentaria sobre la cerámica refractaria, al tejido mecánico derivado de la lanzadera volante de John Kay (1704-1779) o con la máquina de hilar sin dedos, los avances de la agricultura ecológica a gran escala, o mucho más del aprendizaje informático.

No pretendo desvalorar el valor cultural, antropológico y de economía familiar del trabajo previo a la revolución industrial, pero es idealista intentar hacer un déjà vu pedagógico en un momento histórico en el cuál lo tecnológico está en el corazón de propuestas de transformación radical, con mucha más profundidad que el romanticismo del retorno de masas a lo antiguo.

Es importante en la estrategia de educación radical la defensa y preservación de la los saberes y la cultura ancestral, pero ello no es contradictorio con la apropiación liberadora del desarrollo tecnológico “de punta”. Hay tecnología desarrollada en el periodo capitalista que debe ser desechada (uso bélico de la energía nuclear, ingeniería genética invasiva, intromisión neurológica no autorizada), pero también todo el desarrollo tecnológico (armas, pólvora de uso bélico) ocurrido en el periodo pre revolución industrial, que hicieron posible edificar ese terrible monstruo “acaba vidas” que es el complejo industrial militar.

Rumbo a los 10 mil millones de habitantes en el planeta resulta estratégica hoy la apropiación y reconversión tecnológica para disminuir el impacto en el ambiente de ésta, junto a un modelo de economía socialista del siglo XXI, si queremos evitar la barbarie.

La idealización del pasado puede ser en realidad una pulsión de fuga, ante el agobio de la inmensa tarea que significará la construcción de un futuro humano y ecológicamente amigable, en medio de la creciente aceleración tecnológica. Ni salto hacia atrás ni arrojarnos al vacío de un futuro que nos vende la supuesta neutralidad ideológica de lo tecnológico. El socialismo en el siglo XXI tiene que ser de abundancia razonada en armonía con el medio ambiente, atreviéndonos a problematizar la noción de escasez económica, tecnológica y cultural de las propuestas anticapitalistas que se ha desarrollado, desterrando la imagen del socialismo como votos de pobreza aplicados a lo político social, panorama que se ha venido instalando en el imaginario popular.

Jurjo Torres Santomé (1951-   ), en su libro Políticas Educativas y Construcción de Personalidades Neoliberales y Neocolonialistas (2017) nos introduce a las ideas de Homo Economicus, Homo Consumens, Homo Debitor y Homo Nomenicus como expresiones del capitalismo neoliberal colonial del siglo XXI. El Homo Ecomenicus, estaría representado por el ser humano que considera al dinero y las riquezas como su motor de vida; mientras que el Homo Consumens son los seres humanos que consideran que el sinónimo de vida es consumir. El Homo Debitor son aquellos que han naturalizado su condición de seres endeudados; y, el Homo Nomenicus es el ser humano medible y cuantificable. A ello le agregaría, el Homo Technologicus que vendría a ser el hombre y la mujer moldeado por la tecnología, que solo se entiende en el mundo acompañado de innovación tecnológica.

El imaginario de bienestar humano acumulado en los últimos siglos por la humanidad, plantea en el siglo XXI el desafío de construir propuestas radicales de cambio a partir de ese imaginario. El ideal del liberalismo originario, reinterpretado ahora en el siglo XXI sería algo así como un hombre y mujer libres, justos, tecnológicos y ecológicos, una especie de Human Thechnologically eco friendly ¿Y cuál sería la síntesis del hombre y la mujer, que corresponde a la propuesta del socialismo en el siglo XXI?

Pero sigamos con nuestra línea histórica. Rousseau coloca al niño en el centro de lo educativo, que era parte de un despertar del interés colectivo por la infancia, solo que Jean-Jacques intenta conciliar en su propuesta pedagógica distintos humanismos, como síntoma de una época. A criterio de Michel Soëtard (1939-   ) en Rousseau Necesidad y Libertad, corazón y razón, individuo y Estado, conocimiento y experiencia: [son] términos de esas antinomias que se nutren en el Emilio (1995, p.438, en Unesco, obra citada).

Ese fue uno de los mayores retos presentes en la obra educativa de Rousseau, el lograr el mayor consenso sin desdibujar su propia posición, sin diluirse en algunas de las tendencias que tensionaban su tiempo; es una especie de ecléctico ilustrado racionalista. Razón por la cual, continúa señalando Soëtard la educación será para Rousseau el arte de organizar los contrarios en la perspectiva del desarrollo de la libertad y de la autoridad (igual).

Rousseau se opone a Locke debido a la ruptura de éste con el innatismo cognitivo. Para Rousseau nacemos no solo con un sistema operativo sino con unos programas básicos que condicionan y orientan nuestros aprendizajes y juicios morales. Esto tendría consecuencias, porque incluso algunos de los que plantean la segregación racial partiendo de características morales o intelectuales determinadas por el origen, al estilo de ideas innatas en los negros, indígenas, homosexuales o hasta en las mujeres, se valdrían de Rousseau para justificar sus puntos de vista. Si bien ese no era su propósito, la noción de ideas innatas es profundamente reaccionaria. Otra cosa sería el recorrido que tendría la psicología genética y la genética humana en el conocimiento de las condiciones de posibilidad en mayor o menor que influyen para desarrollar determinadas habilidades o patologías, pero estas permean a todos los grupos humanos por igual. Es evidente que tenemos un sistema operativo construido y reproducido socialmente como especie, que soporta y permite la comprensión de nuestros sistemas iniciales de ideas, incluso que construye condiciones de posibilidad para la biopolitica, pero este lo que es en realidad es un aspecto biológico común a todos y todas, no son unas ideas innatas.

Rousseau se opondría al autoritarismo educativo, que limita tanto a estudiantes como a docentes. Y este no es un aporte menor al debate, porque aún sin explicitarlo permite colocar al docente como otro oprimido, lo cual nos permite develar una de las carencias de algunos pedagogos críticos del presente, que ven al docente como expresión de la opresión en el aula y no como otro oprimido forzado a representar la autoridad. Rousseau plantea el anti autoritarismo como una agenda amplia de trabajo.

Uno de los aspectos de estas ideas anti autoritarias está referido al uso de la violencia en el aula. Rousseau se ubica en este aspecto claramente opuesto a la cultura educativa religiosa e incluso de la tutelada por Estados, que no solo permitían sino hacían (¿o hacen?) del castigo corporal, uno de los rituales presentes en la escuela. En ese sentido el maltrato no es solo una patología autoritaria, sino un rasgo cultural de un tiempo histórico. La letra entra con sangre es en realidad el correlato al tránsito por la vida como un castigo, que es inherente al cristianismo, premisa según la cual debemos vernos como objetos vivientes en un valle de lágrimas; en oposición, Rousseau entiende la vida como una oportunidad para la libertad y la felicidad.

Rousseau es consciente de lo problemático de una escuela sin castigos y con libertad de pensamiento, en sociedades con rezagos fuertes de autoritarismo, por lo que su apuesta por alcanzar libertad, autonomía y respeto en las aulas forma parte de la lucha cultural contra hegemónica del periodo en el cual le correspondió vivir, aunque aún perduren en el presente, rezagos de esta problemática en nuestras sociedades.

Otro de los aspectos centrales del trabajo de Rousseau es el encuentro entre experiencia y conocimiento, contradicción que aún hoy en día sigue atormentando a los pedagogos críticos y al pensamiento pedagógico socialista. ¿Es cierto que el conocimiento le quita a la experiencia espontaneidad e imprevisibilidad? La experiencia de veinte años en las aulas con niños y niñas, pero también mi estilo de aprendizaje cuando era chico y lo que observo cuando acompaño en los procesos educativos a mis hijos, me hacen relativizar esta disyuntiva. Si las actividades de enseñanza-aprendizaje se mueven desde el plano experiencial y la resolución de problemas de la realidad del estudiante, el conocimiento general (teórico-práctico) con el cual se encuentra el estudiante en las aulas puede resultar estimulador para emprender alternativas de solución y estar preparado para “finales” diversos. Es decir, una educación desde las expectativas y necesidades del niño, niña y adolescente a partir del entorno escolar, que sea capaz de vincular lo particular con lo general, lo global con lo cotidiano, lo urgente con lo importante, lo constante con lo contingente, lo estético con lo riguroso, lo caótico con lo ordenado, lo lúdico con los protocolos, posibilita un encuentro armónico entre conocimiento y experiencia y viceversa.

Este debate no solo ha estado presente en la valoración de la práctica profesional de los y las docentes, sino que no ha sido posible enunciarlo desde la formación inicial y continua de los docentes más allá de narrativas que suelen presentarse en esos espacios, sino desde la puesta en escena de propuestas de trabajo alternativas donde se están formando los y las futuros maestros y maestras. La formación inicial de los docentes suele ser innovadora en los discursos y conservadora en las prácticas, por lo cual perpetúa la angustia epistemológica formulada por Rousseau.

Sin embargo, en este debate Rousseau formula expresiones que evidencian desvaloración de lo pedagógico como campo científico de lo educativo, del papel de los y las educadores(as) en la construcción de aprendizajes, llegándose incluso a plantear que sea el niño quien se haga responsable de su aprendizaje, algo que luego retomarían con fuerza propuestas anarquistas de la educación. Esta idea Rousseana está siendo asumida en el presente por los organismos económicos globales, especialmente en el giro de la educación presencial en las aulas al modelo neoliberal de educación virtual en las casas, que denuncié hasta la saciedad en El Apagón Pedagógico Global (2018).

Lo altamente progresivo del planteamiento de Rousseau sobre este tema es la idea de entorno pedagógico que coloca la acción liberadora de la educación más allá de los límites de la escuela, constituyendo al estudiante en sujeto no solo de su propio cambio, sino también de la transformación radical de la sociedad. Para Rousseau no puede existir una educación republicana (ciudadana), libertaria (derechos) y humanista en medio de sociedades despóticas.

Rousseau no se dedicó a la formulación de propuestas prácticas en el aula, sino a la definición de principios rectores, por ello, sus ideas sirven de marco teórico tanto a liberales radicales, teóricos de las pedagogías capitalistas o neoliberales, pero también a marxistas y anarquistas. La mirada de El Emilio sería incorporada de manera práctica por Pestalozzi a la crianza de su hijo, con lo cual al parecer no le fue muy bien. El Emilio también inspiró con mejores resultados a Simón Rodríguez en la educación de Simón Bolívar

La idea del libre albedrió en el aprendizaje sería rechazada luego por la psicología genética, incluso de izquierdas, por su descubrimiento de momentos casi irrepetibles en la ruta de construcción humana de estructuras cognitivas. Dejar hacer al niño, niña y adolescente, sin marcos mínimos estructurados (no autoritarios) puede terminar siendo más perjudicial que benéfico en la construcción de conciencia crítica de la propia ubicación del ser con la realidad. Massimo Recalcati (1959-   ), tanto en El Complejo de Telémaco: padres e hijos tras el ocaso del progenitor (2014), como en La Hora de Clase: por una erótica de la enseñanza (2016) plantea las consecuencias del egocentrismo educativo en la construcción del ser social.

Un aspecto resaltante del trabajo de Rousseau es su aproximación a una propuesta didáctica para la enseñanza de la lectura, expresada en el proceso de adquisición de la lectura por Emilio, allí se muestra la influencia de Comenio. Las características de sus propuestas al respecto, lo ubican como precursor de una semiótica pedagógica del texto escolar, que se atreve a problematizar lo que subyace en los contenidos, las valoraciones y abstracciones. Las ideas contenidas en los textos escolares si no son debatidas, reflexionadas, cuestionadas y asumidas de manera crítica pueden convertirse, según Rousseau, en una forma de autoritarismo cognitivo. Más allá de la certeza o no de su propuesta específica, introduce un tema con el cual la enseñanza de la lectura no ha saldado aún lagunas teóricas y prácticas, más allá del instrumentalismo, por ejemplo, de oponer al método silábico el método global en la enseñanza de la lectura.

Rousseau como hombre de su tiempo era un machista confeso, quien plantea en El Emilio que la mujer está hecha especialmente para agradar al hombre, alertando sobre los riesgos del igualitarismo feminista e, incapaz de extender sus ideas de igualdad al terreno del género. Sin pretender disminuir el impacto negativo de este problema en el pensamiento de Rousseau, me interesa mucho más ver sus planteamientos al respecto como un claro punto de partida para el estudio del sexismo en la educación y las pedagogías modernas. En algún momento tendremos que asumir la tarea de estudiar este momento fundante del patriarcado en las propuestas pedagógicas y la construcción de sistemas escolares modernos; en este sentido, al estilo del lenguaje musical, los silencios y la variación en los tiempos (blancas, negras, corcheas) en la escritura de las partituras para el teclado (papel segregador o igualador del lenguaje político), tendrán un significado que se mostrará en la ejecución de la melodía de la libertad humana en el siglo XXI, ya sea ésta ejecutada en clave de Sol (mano derecha) o en clave de Fa (mano izquierda).

Se suele asociar a Rousseau con los ideales de la educación republicana, lo cual es impreciso por decirlo de la manera más cortés. Si entendemos la educación republicana asociada a sus expresiones pública, gratuita y popular, y al acceso a la misma de todos y todas, estaríamos en serias dificultades ontológicas para poder hacer el vínculo. El modelo de enseñanza libre, basado en una persona y no en grupos está presente en todo El Emilio. No estoy diciendo con ello, que Rousseau no planteara y defendiera el acceso universal (al menos de los varones) a la escuela, sino que su obra “innovadora” está más referida a la enseñanza personalizada; en Venezuela, el maestro Simón Rodríguez educaría al Libertador Simón Bolívar de esa manera, pero desarrollaría en su praxis pedagógica –la escuela de Chuquisaca, por ejemplo- un modelo de educación colectiva.

Desde ese momento la pedagogía tiene un serio problema entre discurso idealizado y posibilidades concretas en el aula. El Emilio es una pedagogía para que el docente la trabaje solo con un chico o chica; si eso lo intentamos hacer con cuarenta o cincuenta niños y niñas sería absolutamente inmanejable. La mayoría de autores educativos prefieren dejar a un lado este asunto, bien porque no tienen experiencia real ejerciendo por años con niños escolarizados de carne y hueso o, peor aún, contando con la experiencia prefieren no realizar un planteamiento incómodo para no ser etiquetados de conservadores. Hoy en día los diseñadores y gestores de muchas reformas educativas ni han trabajado en las aulas ni son docentes; razón por la cual avalan o construyen propuestas de innovación hermosas en el papel, pero totalmente inviables en el aula. Ese fue el problema con el que se encontraron sus contemporáneos para convertir estas ideas en un plan educativo concreto y de amplia cobertura por parte del Estado.

Un problema adicional es que el Estado no puede asumir los costos financieros y presupuestarios de una educación individualizada. En consecuencia, muchas de estas iniciativas y/o las de trabajo pedagógico con pequeños grupos, se han realizado bajo el formato de la educación privada. El propio Simón Rodríguez, antes de viajar a Europa y tener contacto directo con los ideales republicanos en materia educativa, trabajaría de manera individualizada y privada con Simón Bolívar, en el marco de las ideas “innovadoras” de su tiempo impulsadas por Rousseau. Insisto, la educación individual a Bolívar fue expresión de un momento histórico, mientras que el grueso de la actividad de Robinson fue la potente construcción de su pensamiento pedagógico popular de acceso universal a la educación; su gran trabajo educativo fue no solo de carácter colectivo, sino fundamentado en el pensamiento crítico y siempre republicano.

Volviendo a Rousseau es necesario subrayar las consecuencias de una interpretación ahistórica de su pensamiento, en temas diversos que se presentan con el formato de formas educativas “innovadoras”, incluso en el pensamiento de izquierdas. En Chile tuve la oportunidad de compartir con un grupo de entusiastas jóvenes, que sostenían una perspectiva libertaria, quienes me llevaron a conocer sus experiencias de trabajo educativo emancipador. Las técnicas y métodos que usaban eran de vanguardia y se asociaban a varias tendencias pedagógicas identificadas como de izquierdas. Todo iba bien, hasta que comencé a preguntar por las fuentes de financiamiento de la iniciativa. Resulta que los compañeros habían diseñado un mecanismo de administración autónoma cuyos fondos provenían del aporte de los padres y en ese momento estaban procurando acceder a fondos públicos de co-financiamiento del Estado. Cuando revisé sus materiales y publicaciones no encontré una sola línea de defensa de la educación pública. Aún con las mejores intenciones y un discurso de “avanzada” habían desarrollado un modelo propio de privatización de la educación, que tenía en Rousseau una de sus fuentes. Los planteamientos del pobre Rousseau terminaron sirviendo de marco teórico de iniciativas tan disímiles que en realidad esconden la falta de rigurosidad en el análisis del discurso de Rousseau conforme a su tiempo histórico.

Si hacemos una lectura de Rousseau conforme a su tiempo histórico y no desde los referentes del presente, encontramos que en su trabajo se procuraba conseguir el equilibrio paradigmático entre distintas posiciones existentes, lo cual generaba (y genera) tensiones inherentes a la génesis de los discursos pedagógicos liberales y socialistas, aunque estos aún no se presentaran como tales. Eso no desmerece para nada su compromiso con el idealismo educativo y la lucha por educación para todos y todas, solo que en ese tiempo histórico era natural pensar que pagara para educación individualizada quien pudiera hacerlo y que recibieran educación financiada por el Estado aquellos que no disponían de los recursos para educarse. Plantea eso sí, dificultades para el desarrollo del republicanismo, aunque fuera diametralmente opuesto a las premisas del feudalismo; sus ideas podrían ubicarse en el campo del pensamiento transicional de la época. Esa noción liberal progresista para ese momento histórico, se convertiría un siglo después en el sustento de propuestas elitescas y de estratificación de clases sociales, pero eso es otro tema que tiene que ver más con el desarrollo de las ideas. No podemos hacer una lectura de Rousseau con los lentes del siglo XXI sin evitar el desenfoque de sus propuestas.

Por su parte Pestalozzi desarrollo una propuesta teórico-práctica que se fundamentaba en el aprendizaje experiencial de lo simple a lo complejo, de lo conocido a lo desconocido, de lo concreto a lo abstracto, de lo particular a lo general. Pestalozzi es considerado, junto a Comenio, uno de los padres fundadores de la pedagogía moderna, aunque sus trabajos han sido poco estudiados en América Latina y el Caribe, ante una mirada que lo hace aparecer como un voluntarista del derecho a la educación.

Es imposible analizar a Pestalozzi sin encontrar lógicas analogías con el pensamiento educativo de los seguidores de San Ignacio de Loyola (1491-1556) fundador de la Congregación de Jesuitas, la cual tendría una influencia determinante en la orientación educativa colonial. Incluso el modelo desarrollado por el padre chileno José María Vélaz (1910-1985) en Venezuela con las escuelas Fe y Alegría, tendría y tiene una fuerte hibridación con el pensamiento de Pestalozzi.

Para el educador helvético (Pestalozzi), el internado de Neuhof (1769-1798) fue su experimento de autogestión educativa. Conforme al espíritu de la época, luego de comprar unas tierras en Argovia, hoy un cantón de Suiza, procedió a crear un internado para jóvenes, en el cual, siguiendo el modelo de los orfanatos de la época, desarrolló un modelo de sustentabilidad de los mismos a través del trabajo agrícola de los niños. El dinero obtenido del trabajo infantil era destinado al sostenimiento de los chicos. El propósito de esta iniciativa era que los niños adquirieran una racionalidad económica (trabajo, ingresos, compromisos) a la par de desarrollar el libre emprendimiento personal con responsabilidad. Era la lógica según la cual para salir de la pobreza había que trabajar mucho, saber auto administrarse y arriesgarse a la competitividad de la sociedad industrial. Quien seguía en la pobreza era por flojo y el Estado lo que debería era (y es) construir las condiciones materiales para que la educación forjara disciplina y herramientas para poder vivir y crecer en el mundo del mercado.

En 1780 el Neuhof se declaró en quiebra. La ideas de Pestalozzi subyacen el modelo de escuelas y universidades que plantean el trabajo “productivo” de los estudiantes como fuente de su financiamiento y construcción de mentalidad de emprendimiento, pero también impregnó la noción de escuelas para el trabajo de Makarenko (1888-1939) centradas en este último caso en la producción de utilidad social, el trabajo liberador y la cultura del trabajo colectivo: solo que en la experiencia soviética el papel del Estado en el financiamiento era central. Lo terrible ha sido la derivación de la experiencia de Pestalozzi en una narrativa que habla de devolución por parte de los niños, niñas y jóvenes del esfuerzo social y gubernamental hecho en su formación, que abrió paso al discurso neoliberal de costes educativos.

La tendencia del capitalismo es recargar sobre los hombros de los más pobres el peso de la educación y, a pesar de todo el romanticismo con el cual se suelen presentar las ideas y prácticas de Pestalozzi, su propuesta está en la base de esta dinámica de “costes” de los sistemas escolares. El ideario educativo capitalista cada cierto tiempo desempolva las ideas de Pestalozzi en esta materia, revestidas muchas veces de “espiritualidad” para engañar a los más incautos. Cuando leemos en la web del World Economic Forum (2019), que los líderes del capital en el siglo XXI se plantean ¿Y qué pasará cuando se tengan que hacer recortes en la financiación de la educación? Los individuos también deberán aprender los riesgos financieros de los repentinos sacudones económicos y las recesiones, sobre todo en momentos en que crecen las deudas personales[xv], no podemos menos que recordar a Pestalozzi.

En 1798 surge la República Helvética, bajo el impulso francés, como nueva expresión político institucional y territorial de lo que fuera la decadente Confederación Helvética. Pestalozzi vio como progresiva esta acción para una mejora considerable de la educación y de las escuelas para el pueblo sencillo[xvi] colocándose de parte de los nuevos gobernantes. La noción de soberanía no sería un tema fuerte en el pensamiento de Pestalozzi. En mayo de ese año, el Directorio o poder ejecutivo de la República decidió apoyarlo, financiando la creación de un instituto para que el pedagogo desarrollara su propuesta educativa. En enero de 1979 abre sus puertas el Instituto de Stans, convirtiéndose en un referente del trabajo social de Pestalozzi. Allí, se concentró en la formación de valores para el compartir entre hermanos. La propuesta pedagógica para la formación ética de Pestalozzi en ese momento, contenía tres fases: a) la conformación de un estado de ánimo ético, que surgiría a partir de la satisfacción de las necesidades básicas de los estudiantes; b) hacer el bien hasta el cansancio, hasta que por repetición se convirtiera en una costumbre; y, c) racionalizar la ética, es decir, construir un discurso de esa otra praxis de encuentro humano. Los niños se levantaban muy temprano a realizar aprendizaje escolar de a) 6 am a 8 am; y b) de 4 pm a 8 pm. El resto del día lo dedicaban a la formación en artes y oficios, artesanales y agrícolas. El experimento no duraría más de seis meses, porque las instalaciones en las cuales se albergaba a los chicos (no había chicas) fueron destinadas para actividades militares.

Tanto Neuhof como Stans habían sido experiencias orientadas por el servicio social, más que actividad pedagógica como tal. Por ello, a los 53 años de edad (1799), decide hacerse profesor entrando al Seminario de formación docente de Burgdorf. Esto es importante precisarlo, porque las citadas experiencias de Pestalozzi suelen ser usadas para desmerecer el papel del docente y colocar lo pedagógico como un “apostolado”, no como un trabajo profesional, que lo pueden emprender “gente con vocación”, independientemente que no tengan formación científica pedagógica.

En Burgdorf Pestalozzi comienza a trabajar con un grupo de estudiantes y construye una propuesta de intervención pedagógica que se fundamenta en: a) eliminar inicialmente los libros, para fomentar la observación; b) aprender a pensar a partir de la observación y el debate, como requisito previo para aprender a leer; c) el aprendizaje de la lectura y la escritura, para poder d) comprender adecuadamente el contenido de los libros. Detrás de esto estaba una noción de Pestalozzi del conocimiento científico como “problema” en la constitución ética del ser, pues las ideas eran evaluadas desde la moral derivada de la realidad, viendo que de ello resultaba útil y que no. Ese riesgo sigue latente en el presente, cuando todos hablan de contextualizar la educación, pero ello no tiene un significado ideológico común.

Para los conservadores contextualizar es sacar de todo conocimiento aquello que pueda ser problemático para el estatus quo y aprovechar aquello que aun pareciendo neutro o no, detenga todo cambio. Para esta mirada conservadora las transformaciones estructurales terminan siendo fundamentalmente mediaciones pedagógicas, bajo el formato de interpretación instruccional. Las actividades educativas en Burgdorf, para Pestalozzi, deberían ser mediadas por la combinación de la cabeza (mente), manos (trabajo) y el corazón (ética, sentimientos nobles).

A la muerte del director creador del centro de formación docente de Burgdorf, Pestalozzi se hace cargo, combinando los grupos de trabajo en clase, con los del instituto, educativo elemental, lo cual vendría a ser un antecedente importante de los centros experimentales de formación inicial y continua de los docentes que se fundamentan en la valoración reproductiva de lo observado y experimentado por los y las futuros(as) maestros y maestras en la educación de los estudiantes.

En Cómo Gertrud enseña a sus hijos (1779) Pestalozzi desarrolla de manera más nítida su propuesta educativa. La visión pedagógica de Pestalozzi moldea una noción de escuela popular, que aún sigue estando presente en la orientación de congregaciones como Fe y Alegría, que adquieren su carácter de “popular” por el origen proletario de sus estudiantes y la combinación de teoría, trabajo y valores, más que por las ideas provenientes de la praxis. Al pueblo hay que enseñarlo a trabajar para que salga por sí mismo de la pobreza, minimizando los alcances de los problemas estructurales de la sociedad capitalista, lo cual se constituiría en el siglo XXI en una limitante epistémica y operacional de esta importante experiencia pedagógica.

El retiro de las tropas francesas del territorio Helvético generó una serie de transformaciones políticas que llevaron a que el gobierno de Berna, solicitará en 1804 la devolución del castillo donde se encontraba el Instituto de Formación Docente de Burgdorf que dirigía Pestalozzi. La mudanza temporal a Münchenbuchsee no resultó exitosa. Allí había otro centro de formación y se tuvieron que fusionar ambos, con el consentimiento de Pestalozzi, pero el director del instituto resultante de la fusión, el señor Fellenberg, se oponía a la práctica del primero que inscribía de manera gratuita a niños provenientes de hogares con bajos recursos. Esto obligó a Pestalozzi a emigrar nuevamente.

Pestalozzi evaluó las causas de sus errores, para emprender más tarde la experiencia de Yverdon (1804-1825). Este instituto se convertiría en ese tiempo, en un referente de la pedagogía moderna para casi toda Europa. Junto al instituto de Yverdon estaba el instituto de señoritas, que pasó a depender de la institución que dirigía Pestalozzi, aunque la enseñanza era separada por sexos. Conforme a los votos de pobreza religiosa, Pestalozzi permitía que allí estudiaran todos aquellos hijos de familia pobres que no tenían como aportar a la educación de sus hijos, pero la falta de inversión pública creó una situación muy compleja en la cual los docentes trabajaban sin sueldo, a cambio de comida y techo. La idea de la educación como un “apostolado” impregnaba la mirada y enfoque de gestión de Pestalozzi. Contra la idea de apostolado insurgiría en la década de los sesenta del siglo XX la noción de trabajadores de la educación, que refuerza la idea del magisterio como una profesión, del docente como un intelectual asalariado.

Las características del Instituto de Yverdon fueron: a) estudiantes entre 5/7[xvii] y 11 años; b) colaboración de los padres con el instituto y la formación de sus hijos; c) había una imprenta anexa; d) enseñanza centrada en el trabajo y organizada por grupos; e) quien aprendía se convertía en tutor de quienes tenían dificultades en el aprendizaje; f) sesenta (60) horas de clase; g) escuela abierta a la comunidad; h) no habían calificaciones ni se expedía boletas de notas, porque ellas no tenían sentido práctico en ese momento; i) los niños con dificultades para el aprendizaje eran incorporados al resto del grupo quien tenía la tarea de ayudar a los maestros en la labor; j) las visitas extra escolares bajo el formato de excursiones eran habituales en el instituto, recuperando y adaptando el método de observación desarrollado en Burgdorf; k) la educación para el trabajo (carpintería, jardinería) eran centrales en la actividad pedagógica; l) la actividad deportiva en la dinámica escolar (natación, patinaje), junto a la formación en las artes, hacían del Instituto una mezcla de las mirada espartanas y atenienses; m) las normas eran contingentes a cada situación específica; n) los docentes en su mayoría eran jóvenes seminaristas; o) la autoridad moral de los docentes era el principio de control; p) la figura del pedagogo era asimilable a la de “gran padre”; q) la enseñanza de materias se organizaba por temáticas: pensamiento matemático (matemática, algebra, lógica, contabilidad), ciencias sociales (geografía, historia), arte (dibujo, canto), ciencias naturales (física, química, morfología, biología, zoología. Botánica), literatura (redacción de cartas, latín, francés, alemán), metafísica (religión) y educación física (gimnasia).

Pestalozzi, retomando a Comenio, planteaba la necesidad de un libro guía para la educación de los padres sobre la enseñanza de los hijos. La noción de escuela primaria que aún tenemos, está fuertemente influenciada por la experiencia y propuestas de Pestalozzi.

Me quiero detener brevemente en el anterior inciso “b)”. Pestalozzi desarrolla uno de los prototipos de organización comunitaria que estaría en los orígenes de las comunidades educativas. Pero las comunidades educativas eran vistas no como instancias de co-gobierno, sino como organización de los padres para ayudar con el sostenimiento de la escuela. La noción de caridad y obligación de los padres a devolver la misma con acciones concretas para la institución educativa, permearía y evolucionaría en el discurso neoliberal hasta la formulación de la sociedad educadora.

Herbart (1982, pág. 65) contaría su experiencia pedagógica con Pestalozzi así: una docena de niños, de edades comprendidas entre los cinco años y los ocho años, eran convocados a clase por la tarde a una hora habitual; yo temía encontrarlos de mal humor y ver fracasar el experimento que iba a presenciar. Pero los niños acudían de buena gana y participaban hasta el final en medio de una actividad animada.

El trabajo de Pestalozzi sería analizado posteriormente por el pedagogo socialista Pistrak en su libro Moisey Pistrak (1888-1924, Problemas Fundamentales de La Escuela Del Trabajo (1924); sobre ello volveremos en otra entrega. Para Pestalozzi si los niños trabajaban para financiarse su educación no le deberían nada a nadie, pero ello terminaba siendo una apuesta por descargarle al Estado la responsabilidad en la educación. El mito cristiano del trabajo para redimir el pecado estaba transversalmente presente en la perspectiva del pedagogo, lo cual suponía que todos estuvieran felices por labrarse su propio camino a la libertad que daba el conocimiento. Sin embargo, ello se convertía en un recargar responsabilidades en los más chicos desde muy temprana edad, algo que luego trabajarían los derechos humanos de los niños, niñas y adolescentes. Muchos de los modelos de escuelas granjas e internados incluso regentados por los Estados, expresan hoy en día esta mirada de Pestalozzi, de ganarse el cielo con trabajo.

La idea teológica del trabajo en la evolución del hombre y la mujer, así como en la transformación de la conciencia humana sería heredado y redimensionado por el pensamiento marxista. La distinción entre trabajo intelectual y trabajo material, en favor del segundo tendría un desarrollo dialéctico en el pensamiento educativo socialista, pero no podemos desconocer su dosis de herencia mistificadora del trabajo manual.

La decepción y crisis cognitiva de Pestalozzi sería enorme cuando se dio cuenta que los niños del internado preferían jugar libremente como lo hacían antes de entrar a la escuela, a tener que trabajar para financiarse sus propios estudios y el de los compañeros. El adulto centrismo de Pestalozzi al respecto era hegemónico en su época y aún hoy en día, sigue estando presente en propuestas, documentos y hasta declaraciones de autoridades educativas.

El mercado es implacable y así lo comprobaría Pestalozzi. Las exigencias de sostenimiento económico de la empresa educativa autogestionaria resultaron cada día más crecientes y eso implicaba destinar más tiempo al trabajo para garantizar rentabilidad, que al propio oficio de estudiar y aprender. Los límites de una empresa educativa a partir del trabajo, sin el apoyo del Estado quedarían claramente evidenciados en la experiencia de Pestalozzi.

Como protestante, la idea de la colaboración económica entre los actores era fundamental en la perspectiva del trabajo social. Para Pestalozzi era necesario complementar el principio de libertad Rousseano con el de obligación o deberes. Algo que estará tensionando a través del tiempo, de manera permanente, tanto al pensamiento educativo religiosos, como al liberal y al socialista. ¿Quién decide cual es el límite de la autoridad y la autonomía, respecto a la corresponsabilidad? ¿la idea de corresponsabilidad es común a todos? ¿el grado de comprensión de la corresponsabilidad será igual en todos los sujetos revolucionarios para sí, en lo que atañe al planteamiento socialista? Cuando trabaje el pensamiento pedagógico de la revolución rusa y posterior, veremos las aristas de esta problemática.

Pestalozzi asumiría que el problema es el egoísmo humano y no la ideología. Pero el problema es mucho más profundo. ¿Es posible realmente pensar en una sociedad sin diferencias, egoísmos ni distintas formas de interpretar la solidaridad? ¿Qué de tanto comunismo tiene la idea de un cielo impoluto, y que tanto de paraíso tiene el determinismo de una forma única de la sociedad comunista? Para quienes nos reivindicamos marxistas este es un problema teórico a resolver, aunque muchos prefieran obviarlo, a pesar que ello tiene consecuencias en la forma de entender lo democrático en el pensamiento socialista. La visión de vanguardia revolucionaria como un grupo selecto que posee la verdad revolucionaria, permiten clasificar y categorizar los distintos niveles de conciencia existentes en la sociedad y en consecuencia generar el autoritarismo justificado que impide tomar decisiones en igualdad de condiciones. Falta de conciencia política es en el relato socialista el equivalente a egoísmo y pecador en las narrativas cristianas.

En la época de Pestalozzi se desarrolló una fuerte campaña de denuncia sobre abusos en los orfanatos que de alguna manera afecto a la experiencia de Pestalozzi. Se cuestionaba que al interior de muchas instituciones que albergaban niños, niñas y jóvenes de escasos recursos económicos, la férula feudal no había desaparecido. Esto era un signo positivo del cambio epocal, porque ahora se criticaba algo que venía ocurriendo desde mucho tiempo atrás. Pero de allí, se pasó a un cierto prejuicio social respecto a la cotidianidad de las instituciones educativas que mantenían bajo régimen de internado a los niños, lo cual golpeaba el trabajo que hacía Pestalozzi, de quien todas las evidencias históricas señalan como un humanista.

Para Pestalozzi la educación del hombre es fundamentalmente moral para construir una humanidad a imagen de Dios. Lo incluyo como antecedente del periodo ilustrado y no como rezago de la educación clerical religiosa, por sus aportes en la definición de un perfil del educador (moralista respecto la obligación del educador de evitar disturbios en la marcha del desarrollo ser humano), que incidiría por mucho tiempo en la construcción del perfil de egreso de la profesión docente, así como de la educación para el trabajo, comunidades educativas, entre otros temas.

Su mayor trabajo fue el internado de Yverdon que era una continuidad de la perspectiva institucional religiosa, promoviendo el amor por el propio acto de pensar, no por la mera apropiación de los pensamientos de otros hombres (…) por lo cual la fe debe ser cultivada por nuestro propio acto de creencia como lo expresó en Gertrudis enseña a sus hijos (1801). Pestalozzi fue un educador preocupado por el acceso de los pobres, los marginados al derecho a la educación; su esfuerzo debe ser valorado como un despliegue a favor de la obligación de la alianza entre particulares y Estado para garantizar acceso y permanencia a una educación para todos y todas.

Si revisamos los textos de las reformas educativas propuestas y desarrolladas en el siglo XIX encontraremos en ellos, la huella clara de las ideas de Pestalozzi. Sin embargo, sus textos han tenido una precaria divulgación en América Latina y el Caribe, aunque su pensamiento pedagógico influyó de manera importante en el trabajo tanto de Fröbel como de Herbart, mucho más estudiados en la región.

Herbart era un conservador, que se oponía al constitucionalismo y planteaba la obligación que tienen los hombres y mujeres de subordinarse a las clases dominantes. Su trabajo es importante, porque evidenciaría desde sus orígenes que el pensamiento científico no está exento, sino que por el contrario viene determinado por invariantes ideológicas.

Herbart se concentró en la elaboración de un método de enseñanza asociado a su idea de instrucción educativa. Sin pretender simplificarlo, desarrolló en el plano pedagógico las ideas de Descartes.

Herbart evidencia una fuerte influencia de la mirada positivista, que considera al sujeto como un objeto que era posible moldear con una metódica replicable. El pensamiento educativo de Herbart es una bisagra entre la mirada clerical y la científica, en un intento de hibridación que permanecería vigente por un largo periodo. La idea de sistemas escolares, liberales, capitalistas y socialistas tendría en Herbart uno de sus predecesores, pues la idea de lo escolar se basa en la réplica a gran escala de un conocimiento.

Herbart hacía suyo el método deductivo heredado del tiempo de discípulo con uno de sus maestros, Johann Gottlieb Fitche (1762-1814), pero de manera pragmática acude también al inductivo en su reflexión pedagógica. A pesar de ello, se puede considerar un seguidor de la lógica Kantiana.

Desde el punto de vista pedagógico Herbart enfatiza en la diferencia entre educación e instrucción, algo que ahora se ha homologado a la distinción entre educación y escolaridad, aunque instrucción y escolaridad no necesariamente signifiquen lo mismo. El interés de Herbart era la instrucción, con una concepción que se parecía más a la de tecnología de la enseñanza del presente. Para Norbert Hilgenheger (pág. 693, 1995, OIE, op.cit.), estas ideas en Herbart implican que la educación se ocupa de formar el carácter y de mejorar al ser humano. La instrucción trasmite una representación del mundo y conocimientos nuevos, perfecciona las aptitudes preexistentes y hace aparecer capacidades provechosas. En el modelo instruccional de Herbart el pensamiento crítico no tiene mayor espacio; es una especie de mecanicista pedagógico

Las ideas de Herbart estuvieron fundamentalmente orientadas al desarrollo de la escuela como aparato ideológico del Estado. El énfasis reproductor de la enseñanza en Herbart permitiría que sus trabajos sirvieran de soporte epistemológico a la concepción fascista de los sistemas escolares y, a las ideas de usar la escuela como instancia de reproducción ideológica que caracterizaría a los sistemas escolares del siglo XX.

Herbart subordina la instrucción a la educación. Es decir, la educación define el horizonte y la instrucción construye metódica para que todos y todas se apropien de ese panorama. Intereses de aprendizaje, voluntad de conocer y reflexión sobre su utilidad contribuyen a forjar la moral del tiempo histórico, que terminará formando un carácter que conforte al individuo. El trabajo de Herbart vendría a ser uno de los soportes de la supervisión educativa, de la obsesión por el control de lo enseñado.

Para llegar a un conocimiento acabado del plano educativo (instruccional), Herbart resaltaba la importancia de la reflexión pedagógica. Ésta tendría dos grandes momentos. El primero, de carácter analítico (experiencia y búsqueda personal), que va desde lo empírico hasta lo filosófico. El segundo, de pensamiento especulativo-sintetizador que parte de un sistema de ideas previo (filosofía) hasta llegar a una propuesta pedagógica teórica y práctica. La reflexión en Herbart tiene una orientación más de entender para que puede ser usado lo que se aprende que, a la generación de oposición epistémica, de pensamiento crítico.

En su propuesta instruccional Herbart se basa en las metas y los medios. Las metas asociadas a la ética serían de carácter amplio, relacionándose a lo que evolucionaria luego bajo el formato de finalidades de los sistemas educativos. Los medios estarían más vinculados a los procesos de enseñanza-aprendizaje, eso que la escuela moderna conocería de manera más nítida un siglo después como objetivos educativos, currículo por objetivos o planeación educativa. En síntesis, el modelo de instrucción de Herbart se sustentaría en los valores y la cognición. El interés y el deseo son consideradas como parte del espíritu.

Herbart plantea que la cuestión de las metodologías no es un tema a priori, sino que está profundamente asociado al interés de los estudiantes y los docentes. El interés posibilita el encuentro epistemológico entre sujeto y objeto. Para Herbart el interés ideal es polivalente y se constituye cuando el sujeto se apropia cognitivamente de una serie de objetos y logra construir un sistema de relaciones integradas entre ellos que denomina remembranza global. En consecuencia, las metodologías pedagógicas se mueven desde el momento inicial de la apropiación del objeto al surgimiento de la direccionalidad que genera la integración de estos objetos. Las metodologías adquieren significación en el modelo de instrucción, como herramientas para el logro de las metas educativas; de allí, que las reformas educativas tengan un gran componente metódico, presentado ya sea como planeación o como didactismos.

Una obra de Herbart que debe ser estudiada en profundidad para comprender el papel de la escuela en la construcción de imaginarios y narrativas, es Acerca de la representación estética del mundo como objeto principal de la educación (1804). Literatura, arte e historia emergen en el pensamiento de Herbart como objetos que se encadenan para construir un modo social de actuación; eso que luego se asumiría genéricamente como educación ciudadana en los sistemas escolares del capitalismo avanzado. Estas ideas las continuaría en Pedagogía General (1806) y en Bosquejo de lecciones de pedagogía (1835/1841). La idea de instrucción en Herbert se distancia de la simple trasmisión de conocimientos, así que no tiene la connotación conceptual peyorativa que se le atribuye en el presente.

Durante su trabajo en el Instituto Königsberg a partir de 1809, Herbart se concentra en el desarrollo de modelos didácticos que tengan que ver con las metas y los medios, a partir del interés. A partir de 1818, siguiendo el método experimental de su maestro Pestalozzi, logró financiamiento para trabajar con un conjunto de niños su método centrado en el interés.

Volviendo a América latina y el Caribe, encontramos a Simón Rodríguez, cuyo seudónimo Robinson, expresaba la dualidad del clandestino que trabajó incansablemente por la libertad de América, así como la influencia en su pensamiento de las ideas de Rousseau. Robinson expresaría las ideas de Auguste Comte (1798-1857) y sería un precursor en la obligatoriedad del Estado en la educación cuando señaló: La sociedad debe no solo poner a la disposición de todos la instrucción, sino dar los medios de adquirirla, tiempo para adquirirla, y “obligar a adquirirla”.

Como lo señalan González y Di Zacomo (2015) Rodríguez pone en marcha en Bolivia, durante la presidencia del Mariscal Ayacucho (1826-1828), la primera Escuela Mixta de Oficios del continente nuestro americano. Esta experiencia sería el mejor reflejo de la influencia en Rodríguez de las ideas libertarias que darían origen al pensamiento anarquista como lo sugeriría Augusto Mijares (1897-1979) en Hombres es Ideas de América (1940). Cuando se reconstruye el pensamiento socialista en Venezuela y se indague la ruta del proto anarquismo, con seguridad nos encontraremos con las ideas y propuestas de Simón Rodríguez. Rodríguez no solo fue conocedor y partidario de Locke, sino que procuró difundir sus ideas. En su famosa carta al Sócrates de Caracas (1825) Bolívar reconocería que de la mano de Rodríguez conocería a Voltaire, Locke y los hombres de pensamiento científico de la época.

Rodríguez construye una propuesta pedagógica que es expresión de un cierto jacobinismo liberal, profundamente descolonial, que intenta hacer de nuestra realidad la fuente de inspiración de la educación de los hombres y mujeres libres. Como hombre de su tiempo histórico, señaló que la educación no debe ser calco ni copia al afirmar ¿Dónde iremos a buscar modelos? La América Española es original —originales han de ser sus Instituciones y su Gobierno— y originales los medios de fundar uno y otro. O inventamos o erramos. Rodríguez es de los primeros pensadores del continente que alerta contra los peligros para la libertad de la hegemonía de pensamiento eurocentrista, lo cual resultaría ser fundamental para el desarrollo de las pedagogías críticas[xviii]. Esa perspectiva sería retomada décadas después por el marxista nuestro americano José Carlos Mariátegui (1894-1930), sobre ello volveremos en uno de los próximos artículos de esta serie.

Rodríguez era defensor de construir un sistema de ideas que partiera de la propia experiencia del estudiante. No bastaba con pretender que la escuela cumpliera con los fines de la ilustración. Señalaba: Ilustración, Civilización ¡son palabras vagas si no se determinan las ideas que expresan con ellas! Pídanse explicaciones, y se verá que todos no dan las mismas, y, tal vez, que raro será que el que las tome en su verdadero sentido (2001, p.228).

En Nota sobre la educación popular (1830) Rodríguez expone y defiende la experiencia educativa de Chuquisaca, atribuyéndole al Libertador lo que seguramente fueron sus sugerencias. Señala que allí, se expidió un decreto para que se recogiesen los niños pobres de ambos sexos … no en casas de misericordia a hilar por cuenta del Estado –no en conventos a rogar a Dios por sus bienhechores- no en cárceles a purgar la miseria o los vicios de sus padres- no en Hospicios, a pasar sus primeros años aprendiendo a servir para merecer la preferencia de ser vendidos, a los que buscan criados fieles o esposas inocentes. (Sociedades Americanas, p.253). Allí, Rodríguez no solo expresa abiertamente su oposición a las ideas de Pestalozzi y otros “buenos samaritanos” sino que delinea la obligación del Estado, de la República con la educación de los menos favorecidos, no como una limosna sino como derecho de estos. Lo que conoceríamos luego como Estado Docente tendría en Rodríguez uno de sus fundamentos principales. Por ello, el desprecio unísono que han sentido por el pensamiento de Rodríguez tanto los defensores del pensamiento pedagógico capitalista como los teólogos educativos.

En esta misma Nota Rodríguez delinea su propuesta de educación para el trabajo, que, si bien pudiera considerarse con una mirada en el siglo XXI como sexista, en realidad era profundamente revolucionaria al incluir a las niñas en el derecho a la educación en igualdad de los varones. Además, la concepción Robinsoniana de la educación no se limitaba a las letras y artes, sino que debería estar acompañada de las condiciones materiales que garantizaran su adecuado aprovechamiento; por ello incluía el derecho a la alimentación, vestido, techo como parte de la obligación de la República con los estudiantes.

La educación no era solo un asunto escolar para Simón Rodríguez. Por ello, defendía un modelo educativo en el cual los padres participaran, no como co-financiadores de la educación de sus hijos, sino en el aprendizaje de artes y oficios que les hicieran libres y pudieran acompañar la transformación cultural de los más pequeños. De hecho, en Chuquisaca Bolívar nombró un director al cual asignó la tarea de administrar las minas de camino, como lo expone Rodríguez en sus Notas.

Hoy que encontramos múltiples experiencias de educación para el trabajo, de proyectos educativos alternativos defendidos por algunas expresiones de las izquierdas pedagógicas, notamos cuanta falta les hace conocer las propuestas de Simón Rodríguez. Para Robinson era importante no solo que trabajaran en la autogestión escolar, sino en la administración de los recursos, finanzas, ganancias de la actividad productiva; todo ello, sin soslayar la responsabilidad del Estado y/o la república en el financiamiento de los sistemas escolares y la educación pública, gratuita, obligatoria y universal. Allí, su apuesta se convertiría en uno de los cimientos de la educación socialista, de la pedagogía socialista en nuestra américa.

Simón Rodríguez era un Republicano crítico de la construcción de nuestras naciones independientes. Al respecto señalaba: la máxima filantrópica de las monarquías, es la que rige en las nuevas repúblicas “levantar el palo para mandar y descargarlo para hacerse obedecer”. Luego República, entre nosotros, es una parodia de la monarquía (2001, pág. 231).

Simón Rodríguez delinea un perfil para trabajar la formación docente, bajo el pretexto de los rasgos del director, que hoy tiene plena vigencia. Según sus palabras el perfil del maestro y director de escuela debería ser más exigente que el que se le pedía a un presidente de la República. Ello pasaba por 1) moralidad no monástica; 2) espíritu social; 3) conocedor práctico de las ciencias; 4) experiencia cosmopolita y espíritu de identidad popular; 5) adecuados modales; 6) capacidad para hablar, tratar y dialogar con distintos seres humanos, especialmente con los niños y niñas; 7) autoridad intelectual y ética sin autoritarismo; 8) capacidad para trasmitir lo que sabe y ha aprendido de la combinación entre teoría y práctica; 9) estabilidad emocional; 10) capaz de resolver y aportar soluciones ante la contingencia educativa diaria; 11) no debe ser un simple que se deje mandar por los que mandan, ni un necio que se haga valer por el empleo.

Su influencia en el pensamiento de Simón Bolívar fue determinante como se desprende en el decreto mediante el cual le nombra ministro de educación de Bolivia (1825), en el cual define la obligación del Estado republicano con la educación. Simón Rodríguez escribiría en 1830: Los gobiernos deben ver en la primera escuela el fundamento del saber y la palanca del primer género con que han de levantar los pueblos al grado de civilización que pide el siglo. El interés general está clamando por una reforma de la instrucción pública; la América está llamada por las circunstancias a emprenderla; la América no debe imitar servilmente, sino ser original. Enseñen, y tendrán quien sepa; eduquen, y tendrán quien haga. La guerra de independencia no ha tocado a su fin (pág. 21, op. Cit.)

Destaco la distinción que hace Rodríguez entre enseñanza y educación. Enseñanza no tiene la connotación de instrucción desarrollada por Herbart, sino más bien, una analogía con el pensamiento dogmático, centrado en los aprendizajes por repetición. La idea de Educación no tendría en Rodríguez ni la connotación de todos los procesos de formación de pensamiento que analizaremos más adelante, ni los fines escolares sino la de medios y metodología para el aprendizaje. En ese sentido, Robinson considera que el verdadero aprendizaje es el que genera pensamiento crítico, convirtiéndose en un precursor latinoamericano de las pedagogías críticas.

El pensamiento de Simón Rodríguez es el del desarrollo más avanzado de los propósitos libertarios de la pedagogía, en el marco de la reorganización capitalista en América Latina y el Caribe. Dentro de esa reestructuración el pensamiento de Rodríguez está claramente ubicado de parte de las mayorías ciudadanas y no de las élites republicanas gobernantes de las cuales siempre sería crítico. Simón Rodríguez construye el primer esbozo en América Latina y el Caribe de resistencias en el aula contra la dominación, que, si bien no logra desplegarse plenamente por la influencia que tendría Lancaster en la puesta en marcha de los sistemas escolares de la región, se convierte en un referente para la teoría de las resistencias anticapitalistas en la escuela.

Rodríguez era conocedor de los desarrollos de Herbart y Pestalozzi, pero creía importante desarrollar una propuesta nuestro americana que partiendo de la mirada racionalista rompiera con las concepciones elitescas de la educación. Rodríguez era un innovador fundamentado en la lógica científica, cuando hablaba de Inventamos o erramos lo hacía desde esa epistemología. Lamentablemente corrientes de la izquierda latinoamericana y muy especialmente algunos colectivos pedagógicos docentes han hecho de la frase una especie de reivindicación de la empírea como sustento de la obra de Rodríguez; nada más alejado de la verdad.

Sin embargo, la idea de apostolado de Pestalozzi que expresaba la hegemonía de la mirada religiosa en la educación, también estaba presente en Rodríguez a pesar de su irreductible militancia anti jerarquías clericales.

Preparo un texto para los 150 años del nacimiento de Simón Rodríguez (2019) por lo cual no me expandiré más en este momento, sobre el análisis de la obra del maestro más importante de la historia de Venezuela.

 

Lancaster adquiere notoriedad con la publicación Mejoras en la Educación (1804). Para Joseph Lancaster deberían ser simultáneos el aprendizaje y el retorno inmediato del mismo a otros estudiantes, mediante la figura tutorial, o “tutor al mismo nivel” como se le llama hoy. Lancaster heredaría una parte importante de la idea de tutor de Pestalozzi. Lancaster desarrollo y modificó el método de enseñanza mutua de Andrew Bell (1753-1832). Su método fue tan popular que Simón Bolívar privilegió las posibilidades de su desarrollo en la Gran Colombia, por encima incluso de los planteamientos de su maestro Simón Rodríguez. El método de Lancaster en su momento y en el presente tiende a desestimar el carácter científico de la acción pedagógica, limitando el trabajo educativo al plano instruccional.

Aunque diferenciados en sus expresiones de pensamiento, me voy a permitir la libertad de trabajar a estos dos hermanos de manera conjunta. Ambos eran la expresión de los paradigmas de la ilustración, la filantropía y las ideas de Rousseau. Para Wilhelm Von Humboldt (1767-1835) y Alejandro de Humboldt (1769-1859) la Revolución Francesa (1789-1799) marcaría una clara impronta en su pensamiento. El segundo de ellos, influiría de manera determinante en el pensamiento de Bello.

Mientras Wilhelm es reconocido como un lingüista, Alexander sería considerado en Latinoamérica y el Caribe como uno de los más importantes naturalistas y fundador de la geografía moderna. Los registros de las visitas de Alexander Humboldt a los distintos lugares de la geografía venezolana, se convertiría en el reconocimiento más importante que se había hecho del territorio nacional. Alejandro Von Humboldt desarrolla la idea de una geografía diferenciada en sus expresiones contextuales, es decir una geografía de cada territorio vinculada no solo a toponimia sino a la flora, fauna y riquezas, algo que sería de soporte para el desarrollo del concepto de la geo historia en Ramón Tovar (1923-2018) al romper este último con la geografía descriptiva.

La carta (1804) de Alexander Humboldt donde fija posición contra el sistema esclavista norteamericano generaría turbulencias en las fuerzas republicanas venezolanas, que, en su mayoría, en sus orígenes, no eran abolicionistas. Humboldt sería uno de los precursores de la actividad científica en lo que conocemos como la vida republicana de Venezuela. Sus estudios sísmicos serían fundamentales para el desarrollo de la sismología en América Latina, así como sus aportes en la geología.

Todos los estudios de Alexander de Humboldt estaban asociados al desarrollo del capitalismo en el marco de la primera revolución industrial, especialmente en lo referido al descubrimiento de minerales emergentes, territorios para el desarrollo e inventarios de biodiversidad. Recordemos la importancia que en esta época se les daba a la investigación y enseñanza de los usos de materiales, minerales y tecnología asociada a la innovación. Precisamente el descubrimiento de nuevos minerales y la innovación en materia de energía precederían al desarrollo de la segunda revolución industrial, por ello la educación enfatizaba en su conocimiento en profundidad, no como esnobismo teórico sino como mecanismo para incentivar el descubrimiento de posibilidades de uso en el modo de producción. Esta tendencia se mantiene, debido a que el desarrollo tecnológico que precede a la tercera y cuarta revolución industrial ha requerido el encuentro de nuevos materiales y el desarrollo de innovaciones tecnológicas generadas a partir de los mismos.

En un trabajo separado analizaré los diseños curriculares del presente en muchos países de América Latina y el Caribe, no solo como demostración de la influencia que aún mantiene Humboldt en ellos, sino como evidencia del estancamiento de los diseños curriculares en el paradigma de la primera y segunda revolución industrial. Es interesante mostrar la articulación de los diseños curriculares de primaria, bachillerato y universidad (de biología, matemáticas, química, física, entre otros) en la formación de mano de obra calificada, técnica y científico-tecnológica para el desarrollo industrial del capitalismo avanzado.

Por su parte, Wilhelm se dedicaría a estudiar el Estado moderno y la educación dentro de su constitución. En Ideas sobre los límites de la acción del Estado (1792) le dedica un capítulo a la educación que considero importante mencionar en la línea histórica del vínculo entre las ideas pedagógicas liberales, capitalistas y socialistas que estoy trabajando. En la referida parte de su trabajo, titulada Sobre la instrucción pública del Estado (1792), plantea la necesidad de defender y promover la libertad de los seres humanos desde la educación. Formularía, mucho antes que Marx un principio que sería tomado y reformulado por el comunismo científico, según el cual la educación debe permitir que cada individuo [se pueda desarrollar], en la medida de sus necesidades y de sus inclinaciones, limitado únicamente por su capacidad.

Para Humboldt los tres principios rectores de la enseñanza eran educación, verdad y virtud. Educación como posibilidad desde lo escolar de acceso a la cultura y el conocimiento universal. Verdad mediada por la racionalidad científica y la virtud del desarrollo de la conciencia humana.

Wilhelm fue de los primeros que advirtió la tendencia del Estado en usar la educación para sus fines de gobernabilidad y producción, por encima de los intereses de los individuos. Formuló una interesante distinción en materia educativa respecto a individuos y ciudadanos, abogando en favor de los primeros como principio rector de lo educativo. Lo planteado en Humboldt tensionaría a las ideas liberales, capitalistas y socialistas, como lo mostrarían un siglo después los trabajos de Dewey, Kruskaya, Freinet, entre otros. Esta tensión se haría creciente en la segunda mitad del siglo XX, posterior a la culminación de la segunda guerra mundial.

Su idea del individuo como el sujeto y el Estado como objeto serían revolucionarias para su época. Ello suponía una concepción del Estado como síntesis de las aspiraciones ciudadanas y no como Leviatán capitalista que modela a los seres humanos para que sean máquinas de consumo, tanto de ideas como de mercancías, piezas del mercado en la cual todos tenemos un valor. El campo socialista, especialmente el marxismo tiene aún un debate abierto respecto al papel del Estado en manos de revolucionarios en el periodo de capitalismo avanzado. Ello tiene claras repercusiones en las diferencias no declaradas entre posiciones marxistas respecto al sistema educativo como un proceso diseñado desde “arriba” o “desde las escuelas”.

Su concepto respecto a la obligación de los padres en el desarrollo de la educación de los hijos hasta los dieciocho años sería un antecedente jurídico de carácter constitutivo para las legislaciones en la materia. La familia era vista como lo harían luego Lenín o Dewey como co-responsables de una Educación con finalidades claramente definidas por el Estado. Humboldt consideraba que el Estado tendría que estar facultado para la supervisión del cumplimiento por parte de los padres del derecho a la educación.

Wilhelm Humboldt plantearía abiertamente la defensa de la libertad de enseñanza que protagonizan los docentes y alumnos. Su visión era la propia de la primera ola de expansión educativa que conllevó el capitalismo de la primera revolución industrial, periodo en el cual no la había instrumentalizado tan claramente como lo haría a partir de la segunda revolución industrial. Para Humboldt el docente debería ser un referente ético, científico y de convivencia para moldear a sus estudiantes.

Wilhelm Humboldt fue uno de los arquitectos prácticos del Estado moderno en su faceta educativa. Y ahí quedan en evidencia las diferencias conceptuales entre marxistas y liberales, respecto al Estado moderno. Resulta urgente poner a dialogar las ideas de este autor con los trabajos de Marx, especialmente el Programa de Gotha (1875) escrito un siglo después y el de Lenin (1870-1924), en Estado y Revolución (1917) formulado ciento cincuenta años más tarde, por su incidencia en la lógica institucional de la enseñanza, en la constitución de los sistemas escolares en América Latina y el Caribe. Humboldt consideraba importante la educación no debería ser individualista. Subrayó el hecho que la educación no puede ser solo un medio para moldear al individuo, sino para construir posibilidades del sujeto en la transformación de la realidad.

Humboldt cumplió un rol de administrador educativo en el marco de la transformación de la enseñanza que se impulsó en Prusia (1809). El gobierno realiza una nueva reforma educativa inspirada en el método Pestalozzi, con el cual Humboldt tenía algunas reservas, pero con el cual progresivamente se vincula.

Durante la gestión de la reforma educativa Humboldt desarrolla un estilo de la gestión pública que puede ser catalogado como novedoso, fundamentado en la toma de decisiones en colectivo, basadas en la reflexión y el debate. Y esto resulta importante para distinguir el liberalismo originario de sus vertientes educativas capitalistas posteriores y neoliberales. Aunque las ideas de Fayol (1841-1925) y el Taylorismo educativo hablaron de trabajo en equipo, se requerirían casi dos siglos para se cerrara el circulo de lo “colectivo” en las propuestas de gestión educativa capitalistas hasta la llegada de Peter Senge (1947-   ) y su Quinta Disciplina (1990), la de la gente y, Schools That Learn (2000). Los modelos de justo a tiempo, Benchmarking y calidad ISO estarían en la ruta epistémica de las elaboraciones de Senge. El pensamiento socialista exploraría formas de gestión educativa basadas en lo asambleario (de Makarenko hasta Ilich), la gestión participativa (Fals Borda, Ezequiel Andr-Egg, Paulo Freire, entre otros) y el modelo de sistematización y toma de decisiones basado en la educación popular (Oscar Jara, Marco Raúl Mejia, entre otros).

En el desarrollo de la tarea de administrador del sistema educativo, Humboldt puso en práctica el modelo de supervisión sorpresiva. Este enfoque parte de una desconfianza en la información que se recibe y parte de la premisa que el contacto directo facilita un conocimiento más detallado de la realidad. Este método es en esencia fiscalizador y abre puertas a expresiones punitivas en la gestión. La contraloría social de la gestión educativa sería la antítesis del pensamiento socialista a este modelo de gestión, que tendría como contraparte la propuesta de la gestión compartida en el neoliberalismo educativo.

Humboldt impulsó la conformación de un Consejo Científico en educación, que luego tendría competencias restringidas a los exámenes. Este modelo ha tenido desarrollo con especificidades, tanto en los países capitalistas avanzados como en el llamado socialismo real, pero mostraba el interés de Wilhelm en impulsar una morada científica de la pedagogía y la escuela moderna.

Para Humboldt, conforme al espíritu científico el sistema educativo debería organizarse en etapas, conforme al desarrollo natural del ser humano. Estas tres etapas deberían ser para Humboldt enseñanza elemental, secundaria y universitaria en la estructura que había trabajado Pestalozzi. Lo novedoso de la estructura propuesta sería el propósito de cada una, especialmente la elemental. Para Humboldt la enseñanza elemental tenía como propósito crear una base cultural común a toda la sociedad, de la cual pudieran disponer tanto los hijos de los trabajadores como de los burgueses. En ese sentido Humboldt construye la idea de base educativa mínima para la hegemonía cultural capitalista y sentaría las bases de lo que luego sería el mínimo del derecho humano a la educación en las sociedades capitalistas avanzadas hasta Incheon, Corea en 2015. Cuando estudiemos a Gramsci volveremos sobre el tema de la hegemonía y contra hegemonía cultural desde los sistemas escolares y la educación.

Humboldt trabaja la noción de sistema educativo, como la estructura homologada que tiene la tarea de garantizar que los contenidos y procesos inherentes al proceso de enseñanza-aprendizaje tengan una base epistemológica, axiológica, conceptual y operativa común. Humboldt tenía la idea de estructura escalar y lógica, de lo simple a lo complejo de los contenidos a desarrollar desde el nivel elemental hasta el superior, todos hilvanados según las características y requerimientos de la primera revolución industrial y el método científico. Este debate ha tenido más desarrollos en el campo liberal que en el socialista, no obstante, algunos pedagogos populares de izquierdas han planteado y puesto en práctica interesantes propuestas educativas transgeneracionales. La tendencia dominante en el pensamiento socialista es la de mantener un sistema educativo por etapas estructuradas conforme al desarrollo evolutivo y cognitivo del niño, niña y adolescente.

Humboldt rompe en la gestión de lo educativo con la idea de educación diferenciada a partir de las posibilidades económicas de los padres, consolidando la noción del papel rector del Estado en la educación común para todos y todas. Este es un aspecto en el cual no hay unanimidad en el pensamiento pedagógico socialista ni el liberalismo capitalista; el Estado unas veces es visto como Leviatán opresor y otras como instancia de protección. En ese sentido las opiniones liberales y socialistas (anarquistas y marxistas) se cruzan e hibridan. Las dos grandes tendencias al respecto se muestran claramente enfrentadas sobre la conveniencia o no, de incluir a los niños y niñas con dificultades de aprendizaje en las aulas ordinarias de clase; hay quienes consideran que esto se corresponde al principio de igualdad y donde la diversidad debe ser trabajada por el docente, mientras otros consideran que esto puede profundizar odiosas diferenciaciones.

El concepto de la enseñanza superior y en especial de la Universidad de Berlín por él creada, era la de integrar la enseñanza con la investigación, el aprendizaje con la apropiación del método científico. Humboldt es uno de los impulsores de la idea de autonomía universitaria para garantizar la libertad de enseñanza (limitando la influencia política del Estado) y el desarrollo de la ciencia, aunque ésta debería estar en contacto con la realidad. Una de las limitaciones de este modelo educativo para el desarrollo del capitalismo avanzado es su énfasis en la formación cultural general y no en la formación profesional que requiere el modo de producción. En el primero de los casos, para las izquierdas en oposición a gobiernos de derecha, el modelo de autonomía de Humboldt se convirtió en una bandera, incluso en el campo de la ciencia, a lo cual se le agregaría ciencia del pueblo y para el pueblo. El concepto de Humboldt de la autonomía financiera tendría una fuerte mirada de lo que sería luego el paradigma de la sociedad educadora. Sin embargo, este es un tema abierto a las disputas en el presente, como lo demostraron las deliberaciones y agendas de la III Conferencia Regional de Educación Superior (CRES) realizada en Córdoba, Argentina (2018). En el libro que estoy terminando, La Universidad que no termina de nacer (2019) desarrollaré más ampliamente la evolución y perspectivas de la autonomía universitaria.

Humboldt promueve la idea de creación de un Fondo Nacional para la educación, constituido inicialmente con el aporte del gobierno pero que fuera independiente de él, de responsabilidad de la Nación. Este fondo tendría el compromiso de cubrir los costos del sistema educativo. Citado por Gerd Hohendorf (1995, pág.713, op. Cit.)[xix] , Humboldt en sus cartas a su esposa (pág. 594) señalaría que la educación es competencia de la nación, y hemos de prepararnos (aunque con gran cautela) para poder prescindir en mayor medida de la ayuda estatal para garantizar cada vez más el apoyo de la nación. Este fondo nacional sería el encargado de subvencionar o becar aquellos estudiantes de sectores populares que decidieran cursos estudios superiores. Esta idea ha ido evolucionando en el ideario capitalista hasta llegar a la noción de sociedad educadora, que descarga al Estado la responsabilidad de la educación pública y la coloca en manos de la gente, lo cual tiene un efecto altamente privatizador en materia de financiamiento. Las izquierdas en su mayoría se han opuesto a este camino, enfatizando en la obligación del Estado con la educación pública, gratuita y de calidad.

Durante el breve lapso de tiempo que se mantuvo en la administración educativa, promueve las escuelas populares de acceso universal y funda la Universidad de Berlín. En 1810 renuncia al cargo. El breve paso de Humboldt por la administración educativa no logro impactar al segundo nivel educativo (Gimnasio) más allá de la separación de la teología de la filología, lo cual limitó de manera estructural las posibilidades de las clases populares de su prosecución luego del primer nivel de enseñanza, especialmente respecto al acceso a la educación universitaria.

Andrés Bello uno de los maestros del Libertador Simón Bolívar, es de los más importantes educadores ilustrados del siglo XIX en América Latina y el Caribe y, un humanista claramente identificado con los ideales fundacionales de la escuela y la pedagogía moderna. El universalismo y mentalidad investigativa de Alejandro Von Humboldt causarían un fuerte impacto en la perspectiva universalista de Bello.

En 1810, en medio del fragor de la Declaración de Independencia de Venezuela escribiría Resumen de la Historia de Venezuela y Calendario manual y guía universal del forastero en Venezuela mostrando la urgencia de presentar ante el mundo a Venezuela, desde la mirada de sus nacionales y no desde los lentes de las naciones coloniales. La Biblioteca Americana (1823) en la cual trabajó, evidenciaría su vocación de encuentro cultural, que algunos injustamente podrían considerar de carácter colonial. Otros trabajos, como el Repertorio Americano (1826-1827) y sus escritos en El Araucano (1830-1877) disiparían cualquier duda sobre su profundo americanismo. La lectura de la obra de Bello posibilitaría en el presente, el desarrollo de una línea de pensamiento descolonial sobre la educación venezolana, donde existen diversas opiniones al respecto. Para el pensamiento pedagógico socialista las ideas de Andrés Bello son importantes por su visión universal de la enseñanza-aprendizaje, que no desmerita y conflictúa con la contextualización educativa, pero que si confronta a quienes asumiéndose socialistas construyen una narrativa localista, ahistórica y aislacionista de lo educativo.

Bello no era un jacobino, por el contrario, se le puede caracterizar más como un conservador modernizante[xx], lo cual es explicable por el paradigma naciente de desarrollo fundamentado en el acceso al desarrollo científico y tecnológico que se comenzaba a desplegar en el mundo y del cual había sido testigo en su estadía en Londres. En términos de lo que sería mucho después el campo del marxismo, diríamos que Bello condicionaba las ideas de libertad, progreso e independencia al desarrollo de las fuerzas productivas en el país.

Para Bello, la relación con Europa y Estados Unidos era fundamental para el desarrollo de América Latina y el Caribe, especialmente como referentes del conocimiento universitario. Entendía la universidad como un espacio para el acceso a la cultura universal, las artes, el conocimiento científico y un modo de convivencia civilizado. Aunque haya sido poco trabajado al respecto, considero que el trabajo de Bello enfatizaría de manera especial, en la definición de ciudadanía que impactaría a los sistemas escolares por más de un siglo. Esto se evidenciaría en su posición respecto a la enseñanza primaria o elemental, en la cual consideraba básica la construcción de moral pública, vista ésta como educación común, algo en lo cual en su mismo tiempo histórico enfatizaría Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), como lo veremos más adelante.

Andrés Bello cuestionó la noción de Bachillerato como etapa de transito al mundo universitario, señalando que este nivel educativo tenía finalidades propias de etapa en el proceso formativo. La educación para el trabajo y el acceso a textos de divulgación científica, constituían para él elementos sustantivos de esta etapa. La mirada de Bello sobre el bachillerato pareciera estar marcada por lo que hoy denominamos como salida profesional no universitaria, es decir, como habilitación del egresado para trabajar en un arte, oficio o profesión teniendo un bagaje científico y cultural del mundo.

Enfatizó especialmente en el estudio de la lengua, no solo como embellecimiento narrativo sino como rasgo distintivo de identidad. Sus aportes al estudio y desarrollo de la literatura y la poesía perduran hoy en día como construcciones pedagógicas en el campo de la enseñanza de la lengua y la literatura.

(Continuará ……….)

Referencias

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Torres Santomé, J (2017). Políticas educativas y construcción de personalidades neoliberales y neocoloniales. Ediciones Morata. Madrid. España.

Notas:

[i] En este ensayo liberalismo es considerado sinónimo de la perspectiva capitalista, como derecha pedagógica. En ese sentido, se aproxima más a las definiciones italianas del mismo que a las norteamericanas, francesas o inglesas. Se coloca liberalismo como antecedente de la brutal perspectiva que hoy conocemos como neoliberalismo educativo. En ese sentido, si surgen dudas léase mejor capitalismo, pedagogía capitalista.

[ii] Disponible en:

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=252258&titular=educaci%F3n-y-socialismo-(i)-

https://luisbonillamolina.wordpress.com/2019/02/06/educacion-y-socialismoi-i/

https://www.alainet.org/es/articulo/198033

[iii] mención mía

[iv]http://www.posgrado.unam.mx/musica/lecturas/LecturaIntroduccionInvestigacionMusical/epistemologia/Descartes-Discurso-Del-Metodo.pdf

[v] Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes o Informe PISA (por sus siglas en inglés: Programme for International Student Assessment)

[vi] Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos

[vii] Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad Educativa

[viii] Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe

[ix] Organización de las Naciones Unidas para la educación, la Ciencia, la cultura y la Información.

[x] Objetivo de Desarrollo Sostenible Nº 4

[xi] Organización de las Naciones Unidas

[xii] https://www.marxists.org/espanol/rousseau/disc.pdf

[xiii] http://www.enxarxa.com/biblioteca/ROUSSEAU%20El%20Contrato%20Social.pdf

[xiv] http://activistasxsl.org.ve/wp-content/uploads/2014/09/Emilio-ROUSSEAU.pdf

[xv] https://es.weforum.org/agenda/2019/02/educacion-10-megatendencias-que-afectan-a-la-ensenanza-en-todo-el-mundo/

[xvi] Pestalozzi. Escritos. Pag.15. Edición en fotocopia son los datos de impresión muy defectuosos

[xvii] en la literatura pedagógica existe divergencia respecto a la edad de comienzo de la actividad escolar en el trabajo de Pestalozzi, por lo cual menciono las dos que se usan con más frecuencia

[xviii] Ver mi artículo sobre los orígenes de la pedagogía crítica.

[xix] En Perspectivas, revista trimestral de educación, número 87-88. OIE-IBE. UNESCO. Ginebra. Suiza.

[xx] Criterio que sostiene Gregorio Weinberg (1919-2006) en Pensadores de la Educación, Unesco, 1995

*Fuente: https://luisbonillamolina.wordpress.com/2019/02/28/educacion-y-socialismo-ii/

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No somos monedita de oro

Por: Luis Bonilla-Molina.

Para quienes nos reivindicamos del campo de las pedagogías críticas, las tareas de resistencia en el plano educativo y social resultan doblemente complejas. Damos la impresión de andar buscándole siempre la quinta pata al gato, cuando en realidad lo que intentamos es evidenciar las distintas formas, lógicas, expresiones y caminos de la dominación.

Decía la negra Mercedes Sosa, todo cambia y que yo cambie no es extraño. El problema central para un pedagogo crítico es saber identificar claramente las cambiantes formas de la opresión, que muchas veces se disimulan en nuestras narrativas e imaginarios. Y como somos seres sociales, a veces el compañero o la compañera ve primero aquello que nos parece normal, correcto e incluso ideal, pero en cuya raíz larva la opresión; en muchas oportunidades ello despierta nuestras conservadoras reacciones y hasta actuamos de manera virulenta ante la invitación a modificar recorridos. No es fácil el cambio incesante. Otras veces somos nosotros quienes hallamos el laberinto del fauno en una propuesta didáctica, un modelo de gestión escolar o el performance de un juego escolar. Y en ese caso, mientras unos están dispuestos a escuchar, analizar y discernir para cambiar, los otros responden con la furia propia del instinto de supervivencia. En el cambio se juega la vida. Lo importante es aprender a escuchar, oír, examinar para que lo colectivo deje de ser un refugio para la inmovilidad y se convierta en el soporte de las transformaciones.

Las pedagogías críticas

Cuando se instaura el capitalismo como sistema dominante, surgen dos grandes campos filosóficos, políticos, económicos que se asumen como relatos de las dos clases en disputa en el marco de las dos primeras revoluciones industriales: el capitalismo y el comunismo. Liberalismo y socialismo, aunque algunos los vieron y siguen entendiéndolos como campos cerrados y homogéneos, en realidad ambas propuestas deben ser señaladas en plural y analizadas en sus aspectos divergentes y convergentes entre sí.

En el marco de los socialismos surgen dos grandes narrativas: el anarquismo y el marxismo, que rápidamente dejan de ser singulares para tener múltiples vertientes. Los marxismos de primera generación, altamente democráticos en sus formas y mecanismos de discusión pública y abierta, consideraban que el partido revolucionario era la síntesis de la “verdad revolucionaria”. Los debates al interior eran duros e implacables, pero a nadie se le perseguía por sus ideas y todos y todas compartían una misma ruta más allá de las diferencias.

Ese fue el espíritu de la revolución bolchevique (1917), la República de los soviets (1918-1922) y del movimiento comunista de los primeros congresos de la III Internacional. En ese marco, el partido dictaba un marco general y cada una de las áreas construía su política sectorial que no siempre era la que representaba el partido. De hecho, las políticas educativas de Lounatcharski, responsable del equivalente a la SEP hasta 1929: el Narkompros, era muy cuestionada por dirigentes del partido y militantes, sin que ello pusiera en riesgo su opinión y accionar. No siempre las propuestas educativas eran coincidentes, pero no por ello eran descalificadas ni sus defensores perseguidos. Contrario a lo que se suele pensar, no siempre eran coincidentes las propuestas de Makarenko, Pistrak, Kruskaya o Vitgostsky. El problema surge cuando el estalinismo asume el control del PCUS y se usa el centralismo democrático para ahogar el debate, perseguir las diferencias y aniquilar las disidencias. Surge la idea del marxismo-leninismo como parámetro de evaluación de lo “correcto” e “incorrecto”. Las nociones de revisionistas se convierten en una espada de Damocles para quienes intenten polemizar.

En ese contexto, se abre un debate en los marxismos no estalinistas, que en el plano educativo tiene seis momentos claves para la constitución de las pedagogías críticas como las conocemos hoy. El primero, en los planteamientos de Marcuse en Contribuciones a una Fenomenología del Materialismo Histórico (1928); el segundo, en las producciones de la Escuela de Frankfurt y su teoría crítica. El tercero, con el surgimiento de la Teología de la Liberación y los desarrollos de Paulo Freire; cuarto, con los aportes de los post estructuralistas norteamericanos, latinoamericanos y caribeños (Giroux, McLaren, Tedesco); el quinto, con la reivindicación descolonial de las pedagogías nuestra americanas. El quinto, en el cual se retoma con fuerza la dialéctica materialista, hibridada con los aportes de los cinco momentos anteriores. Entre el cuarto y quinto momento se vive un periodo de influencia transversal de las narrativas posmodernas, que pareciera haber perdido fuerza. Este es el momento epistemológico actual de las pedagogías críticas.

De manera resumida podríamos precisar que los aportes de Marcuse están referidos a una: a) superación del determinismo mecánico por la historicidad de las ideas y prácticas sociales que coloca las formas y expresiones de la transformación radical con una especie de final abierto; b) el cuestionamiento al positivismo de los marxismos de primera generación, que convierten lo colectivo en una “cosa” uniforme, que invisibiliza las especificidades y particularidades. Ello posibilita la construcción de políticas que empalmen, respeten y desarrollen múltiples miradas liberadoras a partir de la revaloración de las subjetividades; c) construcción de una fenomenología marxista, que surge de poner en dialogo a Hegel, Husserl, Heidegger y Marx; d) problematización de la herencia no develada suficientemente en el pensamiento Hegeliano y marxista, de los imperativos morales kantianos que postulan un ideal de hombre o mujer, al estilo de las tablas bíblicas y, que se expresan en discursos como los del hombre nuevo. Este último debate adquiriría especial relevancia, cuando el fascismo italiano, fundamentado en el idealismo hegeliano asume como una de sus tareas centrales el modelamiento del hombre y mujer del mañana o cuando Heidegger construye las condiciones de posibilidad filosófica para que el nazismo hablara de una raza superior.

Por su parte, la escuela de Frankfurt construye una idea de la justicia social que se centra en atacar la degeneración del capitalismo del siglo XX a la par de la tragedia del autoritarismo estalinista, visto éste, más que como un fenómeno, como consecuencia de problemas no resueltos en el plano teórico del socialismo científico; b) revalora el papel de la justicia social; c) trabaja el problema de la ideología y la cultura en el marco del desarrollo de una industria cultural capitalista y; d) la crítica a la separación de los hombres y mujeres respecto a la naturaleza, lo cual genera opresión a esta última que abre paso a una crisis civilizatoria sin precedentes.

La teología de la liberación: a) genera una propuesta emancipatoria más allá del sistema escolar, inscribiendo su trabajo en la educación popular; b) retoma la idea de lo colectivo no como masa, sino como expresión de múltiples subjetividades que tienen el derecho a construir juntos y juntas una ruta de liberación; c) coloca el énfasis en lo comunitario y lo partidario político pasa a ser subsidiario de la democracia de la gente.

Por su parte, los post estructuralistas, trabajan a) las resistencias en el aula, la escuela como espacio en disputa, rompiendo con la clásica definición de la escuela como un simple aparato ideológico del Estado capitalista; b) las otras opresiones invisibilizadas incluso por la tercera generación de marxistas. Su crítica al patriarcado, la homofobia, la segregación racial, las nociones de “vanguardia” única, resultan fundamentales para la reivindicación de los sujetos como protagonistas de la emancipación y la caracterización de todo aquello que pretenda dirigir al ser humano como opresión; c) el papel de la tecnología, la cultura, las narrativas y representaciones en las políticas educativas, las prácticas de los docentes y los conflictos de los estudiantes, en la transformación de la escuela; d) la reivindicación del docente como articulador de las resistencias en el aula, lo comunitario y lo social.

El renacer del interés de la dialéctica es propio de la actual profundización de la opresión capitalista. Pero la dialéctica se ha vulgarizado como sinónimo de cambio. La dialéctica es cambio incesante, que desafía el presente sin abandonar el legado histórico de las luchas y que asume la contingencia del futuro como una posibilidad de múltiples escenarios de liberación y del socialismo, siendo este último constitutivo de su conformación como campo del pensamiento educativo. Todo análisis dialéctico es una visibilización y estudio en profundidad de lo que se critica y una respuesta detallada a cada una de las contradicciones que se evidencian. La dialéctica entre lo global y lo local demanda una territorialización de las contradicciones que mantenga conexión con la totalidad. La dialéctica es también expresión de la ideología, ubicada en su tiempo histórico, por lo tanto, en permanente movilidad, rompiendo con cualquier dogma. Dialéctica y transdisciplinariedad comparten horizonte mediante la relación entre lo general y lo particular, así como en la indivisibilidad de toda realidad. Sigamos en debate para romper con la terrible visión de Leonard Cohen del futuro como un crimen, aunque con ello sigamos siendo fieles al hecho de no ser moneditas de oro.

Fuente del artículo: https://luisbonillamolina.wordpress.com/2019/02/10/no-somos-monedita-de-oro/

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La lumbre bailarina

Por: Luis Bonilla_Molina

Cuentos sobre mi abuela

Entrar a la cocina de la nona Carmen era una aventura. Mantenía la puerta cerrada para que el viento no azotara más de lo debido a la brasa. Cuando uno se atrevía a traspasar el umbral empujando la lámina de madera, una bruma gris inundaba los sentidos. La vista intentaba lagrimear, mientras el olfato trataba de entender porque seguíamos en esa dirección y no huíamos de una buena vez.

A veces, la brisa que entraba al abrir la puerta hacia que saltaran miles de luces y una lumbre bailarina me perseguía por toda la cocina. La abuelita se carcajeaba y emitía una frase que sonaba: Eiiiiiyyy. Nos contaba que una vez se le apagó la estufa y no tenía cerillos para encenderla y que una docena de esas luciérnagas bailarinas que a veces me perseguían, se habían juntado y llevado el fuego nuevamente a la leña apagada. Ella decía que el fuego era amigo de quien no le hacía daño a nadie.

Mi abuela siempre olía a leña quemada, a humo de su cocina, a cenizas de su estufa. Por las mañanas la arepa de maíz, el café, los huevos fritos y el queso asado que nos servía al desayuno tenían un aroma único, un sabor inigualable, una textura singular.

La nona Carmen decía que, por las noches, las brasas y las lumbres bailarinas revivían para hacer tertulias en la cocina con el propósito de acordar como hacer más rica la comida del día siguiente. Nunca me atreví a interrumpir una de esas reuniones nocturnas, pero cada mañana la comida me parecía más rica que el día anterior

Fuente: https://luisbonillamolina.wordpress.com/2019/02/09/la-lumbre-bailarina/

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Educación y socialismo (I): Ensayos sobre las similitudes y diferencias entre el pensamiento pedagógico liberal y el socialista

Por: Luis Bonilla-Molina

En este ensayo y las sucesivas entregas de esta serie, utilizaré la interrogante respecto a si se deben o no colocar tareas escolares para que los estudiantes las realicen en casa, como un “pretexto” para revisar la relación de las teorías pedagógicas con el pensamiento capitalista y/o las resistencias anticapitalistas.

Continúa abierto el debate respecto a la pertinencia o no, de colocar tareas a los y las estudiantes para que estos las realicen en casa. Esta no es una discusión solo sobre corrientes pedagógicas, sino que contiene en sí elementos de tres asuntos convergentes. El primero, el rol de los padres y/o la familia en el trabajo educativo; segundo, la eficacia pedagógica de la extensión del trabajo del niño, niña o el adolescente fuera del contexto escolar; y tercero, sobre el uso del tiempo libre de los y las estudiantes. Todo ello en el marco de la tercera revolución industrial y los anuncios del cuarto giro global de innovación tecnológica. Por supuesto que estos elementos no son neutros, están mediados por posiciones ideológicas. En este artículo, trataremos de hacer una apretada síntesis de los entretelones que giran alrededor de este asunto.

Aclaro que este trabajo no tiene pretensiones de neutralidad epistémica, por el contrario, es un esfuerzo desde las pedagogías críticas por reconstruir parte de nuestra historia, utilizando para ello la resolución de una interrogante que surge en la cotidianidad de la acción educativa. La intención no es otra que tratar de avanzar en la comprensión de la complejidad que tiene en el presente responder cualquier asunto pedagógico, en medio de la actual crisis civilizatoria derivada del impacto de la revolución científico-tecnológica en el sistema capitalista dominante y su modo de producción. Crisis que nos afecta a quienes reivindicamos un cambio estructural de la sociedad, en la medida que no desarrollemos una teoría revolucionaria para los nuevos tiempos. Estamos hablando de la necesidad de reactualizar el pensamiento de izquierdas y con ello a las propias pedagogías críticas.

A partir del texto de Friedrich Engels (1820-1895) “El origen de la propiedad privada, la familia y el Estado” (1884) y otros aportes del marxismo clásico ubicados en esa misma perspectiva, se desarrollaron líneas de trabajo que planteaban que la educación era una tarea exclusiva del Estado mediante la escuela única[ii] y que la familia cumplía un rol accesorio en los procesos educativos. Progresivamente, el pensamiento socialista se distanció de estas posiciones, ubicando la disolución de la familia burguesa en el horizonte comunista, no en la transición socialista y mucho menos en el capitalismo. Las “Cartas a sus hijos desde la cárcel” (1928-1934) de Gramsci (1891-1937), muestran el compromiso del revolucionario italiano y su esposa rusa, Julia Schucht (1894-1980), en la educación de ellos, mostrando que la formación de los niños es una labor que la escuela socialista comparte con la familia.

También encontramos vertientes de la educación popular que niegan toda forma de escuela y mucho más de sistema escolar, pero no por ello dejan fuera de la estrategia pedagógica a las familias. Sin embargo, el eje central de este ensayo es sobre sistemas escolares y escuelas, razón por la cual en este momento solo les mencionaremos. Estas vertientes están asociadas a epistemologías que van desde los arquetipos protomarxistas, anarquistas hasta algunas expresiones de la teología de la liberación. En este último caso, las manifestaciones de pensamiento conservador o anti escuela, están muy asociados a la caracterización que históricamente hace la iglesia católica respecto al papel jugado por la escuela moderna, con su actitud científica y anti dogmática, en la pérdida de influencia y liderazgo social de la institución religiosa. Para esta última variante, los pedagogos pueden ser sustituidos por “gente de buenos principios morales”, con vocación de servicio y capacidad “innata” para enseñar, que trabajen las necesidades educativas del lugar y la gente, para quienes la docencia sea un apostolado y no un trabajo; la escuela es útil si es controlada por las jerarquías religiosas, directamente o a través de laicos comprometidos con la fe. Su ataque a la escuela, al estatus científico de la pedagogía y a los profesionales de la docencia, es formulada desde un lugar epistémico restaurador, en contraposición a las expresiones revolucionarias del grueso de educadores pertenecientes a la teología de la liberación. En realidad, las propuestas de los conservadores religiosos pretenden ocultar que su propósito real es restituir la influencia de la teología en la reproducción del conocimiento y la generación de conciencia.

Las pedagogías críticas deben trabajar para la alianza entre escuela, familia y movimiento social en la educación de los niños, niñas y adolescentes. Buena parte de las resistencias anticapitalistas en el siglo XXI tienen como lugar de enunciación lo comunitario, cuyas bases están conformadas por familias que hacen de la lucha, la solidaridad y la ayuda mutua, herramientas para la construcción de otro mundo posible. Desde esa mirada, nos aproximamos a la respuesta de la interrogante que motiva este artículo, desde una perspectiva histórica con las herramientas epistémicas de la dialéctica fenomenológica.

  1. Eficacia pedagógica de las tareas

La educación clerical, impulsada en occidente por siglos, fundamentalmente por la iglesia católica, entendía la enseñanza de la lectura, escritura, literatura, ciencia de la vida y cálculos básicos como un medio para reproducir la cultura dominante durante un periodo que abarcó siglos. Esta enseñanza fortalecía el dogma y contribuía a construir y consolidar la moral necesaria para mantener el estatus quo. En ese sentido las tareas educativas para la casa estaban asociadas a la repetición para garantizar la consolidación de los aprendizajes, la búsqueda controlada de nuevos referentes del paradigma teológico y el monopolio del tiempo del infante, visto éste como el ser que no piensa por sí mismo y a quien hay que “tener ocupado” para limitar sus posibilidades de “mal comportamiento”. Muchacho no es gente y hay que tenerlo ocupado para evitar que invente cosas inaceptables y se comporte mal, reza el dicho popular que resume este paradigma.

Como las letanías, la repetición una y otras veces de normas, procedimientos y contenidos, hasta que se lograra memorizar el conocimiento, constituía el indicador claro de aprendizaje. No importaba que se comprendiera como se llegaba a la cosa, si éramos capaces de describir y hablar de ella. El conocimiento era visto como un objeto del cual había que apropiarse. Los bordes, el contorno, el contenido y el envase eran más importantes que comprender la esencia y las causas de la cambiante forma. Las planas para aprender por reiteración, los problemas matemáticos para fijar las reglas, los dictados para verificar el correcto uso de la ortografía, la lectura mecánica para memorización, la descripción de los personajes y sus historias eran desprovistas de las reales contradicciones de su tiempo histórico. La indagación sobre términos y expresiones de la ciencia “buena” servían para aprender del mundo sin disgustar a Dios y, los cuestionarios que se debían responder eran para evidenciar los aprendizajes alcanzados en los distintos temas; todo ello constituía la expresión y corpus de las tareas que se debían realizar en el hogar, como complemento de la labor del o la maestra(o), bajo este paradigma. El pasado y el presente se presentaban como categorías estáticas y amigables en una misma construcción narrativa; el futuro ya estaba escrito. Por supuesto, había resistencias y fugas permanentes a este modo educativo, pero no eran lo hegemónico.

Se pedía el involucramiento de los padres en el acompañamiento a los deberes extra escolares para que la familia se apropiara de las líneas gruesas del conocimiento impartido en clase, construyendo hegemonía cultural y como generalización del protectorado permanente de una niñez que era vista como quienes no pensaban por cabeza propia, los infantes. El Estado y la familia se complementaban en el orden social y la gobernabilidad del sistema. Cuando por diversas razones los padres no podían cumplir esta labor, ya les había quedado claro que la educación clerical enseñaba el vivir el conocimiento en “correcta moral”. En ese periodo, el empleo de especialista en tareas dirigidas emergió como un oficio que resolvía las limitaciones de acompañamiento por parte de la familia.

Si hacemos antropología pedagógica encontraríamos que en este periodo la pedagogía científica en construcción se centraba en las formas didácticas y la autoridad del conocimiento que residía en el educador. Fue un periodo de abundantes tareas para la casa, básicamente de carácter mecánico para afirmar y consolidar lo aprendido que era una verdad inamovible.

  • La escuela moderna

Con el surgimiento del sistema capitalista emergen dos metarelatos, el liberal burgués y el socialista; ambos coinciden en el potencial de la escuela y la educación para el desarrollo de su horizonte estratégico. Ambos también comparten la preocupación respecto al rol regresivo de la iglesia católica en cualquier empresa reformadora.

Por ello, la hibridación y el eclecticismo que encontramos en muchas propuestas pedagógicas que se abordan carentes de historicidad y epistemología de origen, donde se pretenden fusionar el agua con el aceite educativo; incluso algunos erróneamente llegan a decir que hay una u otra propuesta educativa sin trasfondo político, que por su carácter “humanista” se pueden aplicar en el capitalismo o en el socialismo más allá de la ideología.

En la mundialización desde Cristóbal Colón y Vasco da Gama hasta nuestros días (2018) de Eric Toussaint (1954-   ) se muestra como la conquista de América fue parte del proceso que posibilitó la eclosión del sistema capitalista a escala planetaria. En nuestra américa antes de la llegada de los colonizadores, existían modelos educativos propios, en los cuales las familias jugaban un rol central, incluso, en lo que hoy denominados desde la lógica de sistemas escolares, como tareas para el hogar. El carácter de reproducción cultural y de sostenimiento de la hegemonía de las formas de poder existentes antes de la conquista eran el núcleo del mundo educativo en todo el territorio que fue conquistado.

Los proyectos de independencia nacional y de construcción de Repúblicas en América Latina y el Caribe fueron parte de la dinámica de restructuración y expansión del capitalismo a escala planetaria. A partir de las explicaciones de Ernest Mandel (1923-1995) podemos entender de manera clara los rasgos del capitalismo tardío en América Latina, el cual tuvo un ciclo largo de hegemonía monárquico-girondina que hizo parecer exageradamente progresista el desembarco de las ideas liberales en el continente.

Ya en el siglo XIX e inicios del XX encontramos que en la región las ideas liberales y socialistas no siempre tuvieron claras sus fronteras. En la obra del uruguayo José Enrique Rodó (1871-1917), especialmente en su libro Liberalismo y Jacobinismo (1906) encontramos pistas al respecto. Rodó fue considerado como uno de los maestros paradigmáticos de la juventud que llevó adelante la “reforma de Córdoba”, hecho que marcó un punto de inflexión en el debate respecto a la universidad que necesitaba el capitalismo liberal y la revolución socialista en la América Latina y el Caribe del siglo XX, en el marco de la primera y segunda revolución industrial[2].

El surgimiento de los Ministerios de Educación, las leyes de Educación y el nacimiento de los centros de formación docente en el continente, fueron vistos con buenos ojos tanto por liberales como por socialistas. El trabajo de Anibal Ponce (1898-1938), especialmente en “Educación y Lucha de clases” (1934) marca una necesaria inflexión al respecto en la región, en lo que se refiere a la definición de los campos ideológicos en materia educativa, pero lamentablemente su obra fue ampliamente difundida en nuestros países solo décadas después.

La escuela republicana sería una mixtura de lo viejo con lo nuevo, que no terminó de liquidar la herencia pero que tampoco se negó al encuentro con lo nuevo que hegemonizaba lo educativo. Por ello, la escuela capitalista en América Latina no fue nunca una copia precisa ni un calco perfecto de las visiones española, francesa, anglosajona o portuguesa, sino que fue adquiriendo una identidad propia que era el reflejo de su adaptación contingente al capitalismo y la lógica del mercado.

La escuela moderna es una estructura organizativa que evidencia la hegemonía del paradigma positivista. Su lógica evolutiva, escalar, segmentada, replicable, verificable, estandarizada, homogénea en cada uno de los grados escolares y estos a su vez en niveles y modalidades, es un espejo en el plano educativo del mundo de la ciencia, la fábrica, la producción. Es esta lógica lo que hace posible que contemos con un modelo de sistemas escolares más o menos homogéneos en el mundo, que hoy posibilite la normalización capitalista de las políticas educativas[iii].

Con la escuela moderna la pedagogía adquiere el nivel de actividad científica[iv], al ser definidos y estructurados los principios, rituales, componentes, protocolos y procedimientos que le eran propias, profesionalizándose la docencia y adquiriendo el plantel escolar un papel central en la gobernabilidad del mundo político, económico y social que le había resultado esquivo en el pasado. Ahora la escuela estaba en el centro de la reconfiguración económica, política y social del mundo. Surgía la sociedad capitalista y con ella la escuela adquiría nuevos encargos que demandaban su adscripción al paradigma científico. Dinámicas éstas que en buena medida vinculaban a la escuela a las premisas del emergente modo de producción capitalista: insumos, procesos y productos, pero también a la construcción de mentalidad civilizada, indispensable para la gobernabilidad.

Esta nueva lógica educativa tenía tres grandes expresiones. La primera, conocimiento ilustrado, asociado al método científico. Segunda, lo que genéricamente se denominó desarrollo integral de la personalidad de los y las estudiantes, que en realidad está asociado al concepto de civilizado, ilustrado, en la cultura occidental. Desde la perspectiva capitalista, la mentalidad de consumo, la cultura del consumo, aparece vinculada a la noción del ser civilizado. La tercera, se generaría en un último momento, derivada de la construcción de un modelo ideal de gobernabilidad, la democracia liberal o representativa burguesa, que requeriría la confluencia de múltiples institucionalidades, en este caso la escuela, para la construcción de ciudadanía.

Las izquierdas pedagógicas siempre problematizaron estas tres dimensiones del quehacer de la escuela moderna. En la primera, vinculando el conocimiento a su utilidad en la justicia social y la distribución equitativa de la riqueza. La valoración de los otros conocimientos, las integraciones de los múltiples referentes del saber con las nociones derivadas del mundo de las ciencias surgen como otros caminos posibles del método científico. Luego se abriría un debate, aún en curso, sobre las formas descoloniales del saber, que desde las pedagogías críticas expresan una hibridación entre verdades científicas y saberes, en una nueva forma de conocimiento territorializado, enunciado y construido desde el lugar. En la segunda dimensión, la construcción de pensamiento y perspectiva crítica como único antídoto real al consumismo. Se trataba de crear las condiciones cognitivas para que los estudiantes no solo se apropiaran del mundo en su real expresión como un lugar que es posible cambiar, sino que a partir de ello fuera posible iniciar la transformación de su realidad como punto de partida en la construcción de otro mundo posible. Sin embargo, en algunos casos el pensamiento crítico llegó a ser visto como un producto y no como un proceso, sufriendo este una especie de metamorfosis en mercancía cultural que inducía a una especie de consumo del pensamiento crítico para ser civilizado. En la tercera expresión, se plantea la importancia de una personalidad colectivista y un desborde creativo de la ciudadanía, en la construcción compartida de conciencia crítica. Efectivamente la escuela contribuía a modelar el comportamiento social, pero no solo para el orden, sino que desde las izquierdas se asume la rebeldía como anti normatividad y camino disolutivo de las reglas del poder dominante. La idea civilizada del proceso guiado del buen salvaje al buen revolucionario orientaba a una parte importante de la acción educativa de izquierdas.

La expansión y construcción de hegemonía de la pedagogía moderna en los procesos educativos, está profundamente asociado a los requerimientos que derivaban de la primera y segunda revolución industrial, tanto para la dominación como para la liberación. La pedagogía se convierte en una síntesis epistémica respecto al cómo educar ya sea para la lógica del mercado o de la sociedad de hombres libres, en la futurica social que emana del liberalismo y/o del socialismo.

Por ello, la pedagogía se ha visto tensionada de manera permanente entre los campos del poder establecido y de las revoluciones. La burguesía y el proletariado industrial son hijos de las dos primeras revoluciones industriales y sus narrativas, imaginarios e ideología terminan aflorando de una u otra manera en los enfoques pedagógicos de la escuela moderna, hecho que si lo descuidamos puede terminar confundiendo a los educadores desprevenidos, que se aproximen a la teoría educativa con una lectura despolitizada. Las ideas liberales y socialistas, asumidas por clases sociales diferenciadas respecto a su relación con los medios de producción capitalista, se disputan el control del Estado y es precisamente ese Leviatan moderno quien ahora regenta la educación mediante la figura de sistemas escolares, razón por la cual es imposible la existencia de una neutralidad pedagógica en medio de campos opuestos y en disputa por el control del Estado Moderno.

En lo que sí coinciden liberales y socialistas es en la potencialidad de la ciencia, la innovación y el campo tecnológico para el desarrollo de la sociedad. Sin embargo, el impacto negativo sobre la naturaleza, la vida humana y la sociabilidad de una ciencia orientada fundamentalmente por el lucro, la ganancia y el consumo generó desde muy temprano serios cuestionamientos sobre los referentes éticos, ontológicos, epistemológicos y paradigmáticos de esta ciencia. La fe en la ciencia comienza a ser superada por una visión más relacional del conocimiento, que reconoce las tensiones entre poder y ecología en detrimento de la segunda, entre felicidad y opresión, igualdad y libertad, que fueron nociones menos trabajadas en los originales desarrollos del materialismo histórico.

Las carencias en esta problematización de la ciencia, fundamentalmente en lo referido a su impacto en la reintegración de los hombre y mujeres a la naturaleza, impactaron al propio campo marxista que en un primer momento tenía una mirada positivista, cientificista del mundo y la educación. Evidencias de estas perspectivas abundan en los prolegómenos teóricos y prácticos de la revolución de octubre y en su devenir. El humanocentrismo socialista constituyó un desarrollo opresor que impedía la relación armónica e integrada de los seres humanos con el resto de la naturaleza, solo posible por la hegemonía de la fe en la ciencia, vista ésta como una entidad éticamente auto referenciada en su utilidad y para el bienestar de los hombres y mujeres. Una vertiente de la modernidad construyó un imaginario de la naturaleza según la cual ella era un recurso, inagotable o sustituible, cuyo destino estaba supeditado al bienestar de la “externalidad” humana. Ello conspiraba incluso contra otras aproximaciones racionales al tema, derivadas de la propia episteme moderna, liberando de frenos sociales al uso de la ciencia y las tecnologías de gran escala, lo cual desde la experiencia del socialismo real acarreó perversos impactos en el conjunto de la vida en el planeta, de lo cual Chernóbil (1986) o la presa de las tres gargantas (1995-2010) fueron solo expresiones. La fragmentación de los hombres y mujeres como entidades abstraídas de la naturaleza tendría serias repercusiones en el campo de las ideas socialistas, con ecos aún en el siglo XXI.

Los cuestionamientos al uso incontrolado de la ciencia y las innovaciones tecnológicas, también estuvieron mediados por algunos paradigmas e ideologías de carácter pre moderno, que no siempre estaban liberados de su carga opresora. Una vez que se asoman los primeros cuestionamientos al impacto del positivismo científico en la naturaleza, la mirada religiosa se apresuró a construir una narrativa “actualizada” que cuestionaba el método científico y buscaba legitimar toda “verdad” subjetivacomo otra ciencia posible, pero que sin embargo no rompía con su tradición de legitimar las rentables lógicas del mercado, incluida la explotación indiscriminada de la naturaleza, siempre y cuando sus promotores contribuyeran al esquema de financiamiento del poder clerical. Además, en el plano educativo el debate sobre el positivismo y el método científico, que no fue planteado como una agenda para su eliminación sino para su revisión crítica, le sirvieron de punto de partida a miradas neo metafísicas para generar argumentos sobre una “ciencia” de las especifidades, de cada uno, que colocaba la transformación social nuevamente en el plano del “cambio personal”, admitiendo todo como “conocimiento válido” y planteando la relatividad de replicar conocimientos[v]. Para este enfoque, eran igualmente válidos y tenían el mismo estatus epistemológico, si alguien se sanaba después de una operación efectuada mediante un protocolo replicable, de otra persona que lo hacía mediante la intervención espiritual “milagrosa” de un santo o mediante la “imposición de manos” y, ambos casos, eran considerados desde esta posición, como hechos irrefutables, colocando al campo de la ciencia en un nuevo terreno teológico.

Otros, cuestionaron el método científico, abriéndose a otros protocolos para llegar a generar conocimiento verificable y repetible, admitiendo la singularidad y expresión contextual de los resultados. Esto último posibilitó el desarrollo de otras metódicas para avanzar por caminos distintos en los campos de la química, la física o la biología. La evolución de la física cuántica, por ejemplo, es un resultado de esta otra lógica científica. En el campo de las ciencias sociales se tuvieron que romper los paradigmas del evolucionismo histórico, el historicismo lineal, el determinismo funcionalista, los condicionantes predeterminados del comportamiento social, los restos de las consideraciones referidas a la supremacía de la teoría sobre la práxis social y la separación del hombre respecto al resto de las formas de vida, para poder avanzar en su redimensionamiento. De este giro provendrían los métodos de investigación acción participativa, los estudios comparados de carácter dialéctico, entre otros muchos.

Como veremos más adelante, el propio campo del materialismo histórico debió reconfigurarse para empalmar con los nuevos desarrollos de las otras miradas emancipatorias en las ciencias. En el caso de la educación, los avances para su tiempo histórico realizados por Jean Piaget[vi](1896-1980), Lev Vytgoski (1896-1936), la neurociencia especialmente los procesos de construcción de consciencia, la plasticidad del cerebro y la cognición con sus procesos de toma de decisiones, así como los trabajos de Howard Gardner (1943-  ) con los estilos de aprendizaje, plantearían desafíos interesantes para el marxismo. El desarrollo de la física cuántica incita a nuevos retos para la fenomenología dialéctica, tarea aún pendiente para las ideas socialistas-

La rápida burocratización de la experiencia bolchevique posibilitó el emerger de lecturas problematizadoras en el campo socialista que están en los orígenes de la pedagogías críticas, especialmente los trabajos de Marcuse (1928-1929), respecto precisamente a la importancia de lo fenomenológico, la superación del mecanicismo histórico, el problema de los imperativos morales kantianos en la visión marxista del hombre nuevo, la filosofía concreta y la necesidad de considerar al pensamiento socialista como un campo abierto, en permanente construcción y actualización; así como los desarrollos de la Escuela de Frankfurt en distintos campos pero en especial sobre las subjetividades, la importancia de las singularidades en los recorridos colectivos y la noción de justicia social.

De especial importancia para la educación y los orígenes de las pedagogías críticas resultó el desarrollo marcusiano de la fenomenología dialéctica, que dicho sea de paso nada tiene que ver con mucho de lo que hoy conocemos como fenomenología educativa, que esconde su despolitización, en una lectura de Edmund Husserl (1859-1938) sin vínculo con su tiempo histórico y descontextualizada con el presente, así como en un seudo debate de lo cualitativo como superación de lo cuantitativo, cuando en realidad estas dos dimensiones están dialécticamente integradas. Sobre ello volveremos más adelante.

Con el capitalismo avanzado, la mujer se incorpora de manera más decisiva al mundo del trabajo asalariado, eso sí en condiciones laborales discriminatorias, sin que ello implique el abandono de sus oficios y responsabilidades en el hogar, expresándose redobladas formas de explotación. El patriarcado es inmanente a la lógica del capital y aunque en la sociedad capitalista ambos padres trabajen, las mayores cargas de tareas en el hogar continúan recayendo sobre las mujeres trabajadoras. En la medida que se profundiza la sobre explotación laboral, los padres de familia deben extender las horas extras o redoblar los turnos en las fábricas y lugares de empleo para alcanzar salarios de sobrevivencia; hecho que cada vez más les aleja del hogar. En ese contexto el debate sobre las tareas de los estudiantes en casa, las cuales implicaban un acompañamiento por parte de los padres, ha resultado a través del tiempo un tema sustantivo, de interés generalizado. Desde las pedagogías críticas hemos subrayado que la familia trabajadora es parte del proyecto emancipatorio, razón por la cual cualquier estrategia educativa tiene que contar con la vinculación y participación de los padres, para lo cual es fundamental incorporar esta aspiración a las luchas reivindicativas que se presentan en la disputa entre capital y trabajo.

La escuela moderna, desde distintos lugares de enunciación ideológica y paradigmática es homologada con el performance de la fábrica. Ello llevaba implícita una concepción del docente como “obrero” intelectual, quien debería cumplir labores específicas (insumos) y estructuradas (procesos) en la “fábrica escuela” para obtener el producto esperado, que para la ideología liberal burguesa estaba asociado a habilidades para la vinculación con el mundo de las mercancías, el consumo y la ciudadanía mientras que, para las ideas socialista se asocia a teoría crítica, transformación de la realidad y desborde de la ciudadanía. El perfil del egresado se convierte en el lente ajustable de la actividad educativa, que tanto a liberales como a izquierdistas les permite afinar la mirada cuando se trata de dibujar la agenda educativa en cada coyuntura histórica.

A pesar de los determinismos en cada uno de los campos socialmente enfrentados, rápidamente en la escuela moderna y las corrientes pedagógicas de este periodo, tanto liberales como socialistas, se comienza a dudar de la eficacia de la enseñanza exclusivamente repetitiva y memorística inherente a la epistemología dogmática. Esto se debe a la evidencia empírica respecto a las limitaciones o precaria utilidad para el modo de producción capitalista pero también para la revolución, de una escuela sin capacidad de pensar y actuar en lo nuevo.

El debate sobre las ciencias llega de manera tardía al campo educativo, impactado en el momento de estructuración de los sistemas escolares en América Latina y el Caribe, por las ideas de Henri de Saint-Simon (1760-1825), Auguste Comte (1798-1857) y John Stuart Mill (1806-1873) como lo podríamos observar en las apuestas educativas de Lancaster. Para el positivismo educativo la experimentación era el camino para alcanzar un conocimiento replicable, objetivo, que pudiera en un momento dado colocarse en los circuitos de producción y circulación de mercancías en cualquier espacio y tiempo, pero también para trabajar la transformación a partir de un programa mínimo que contuviera en su interior las claves replicables de la ideología socialista.

El positivismo educativo se centró en hechos y leyes que permitieran la reproducción de todos los resultados y conocimientos considerados de rango y valor científico. De allí, que necesariamente surgiera un punto de bifurcación epistémica con esta premisa desde las pedagogías socialistas, las cuales se centran en conocer las causasque originan el hecho y los principios replicables para generar la contradicción que posibilite romper con esas causas y abrirle paso al nuevo incluido revolucionario. Esta ampliación del horizonte epistémico no significa necesariamente una ruptura con el positivismo sino una derivación.

Bajo el paradigma positivista en educación, el tema de la enseñanza-aprendizaje en los sistemas escolares tiende a adquirir una lógica pedagógica que lo estructura en los distintos campos disciplinares de enseñanza de la siguiente manera: conceptos, subconceptos, procedimientos, comparaciones y pensamiento relacional, aplicabilidad del conocimiento, experimentabilidad y verificación de la repetitividad del aprendizaje. Desde el liberalismo educativo la secuencia y el producto son parte de la reingeniería social que promueve el capitalismo para asegurar la optimización del funcionamiento del sistema. Desde el pensamiento socialista esta epistemología se amplía llevándola a las formas y expresiones que garanticen utilidad para la transformación social y construcción compartida del conocimiento, construyendo mentalidad colectiva.

Inicialmente las pedagogías enmarcadas en la mirada del mercado se concentran en la competitividad y el individualismo dentro de las dinámicas de aprendizaje, mientras que, en las pedagogías socialistas en la cooperación, la solidaridad y el trabajo en equipo. Individualismo versus colectivismo son los dos grandes campos paradigmáticos que enfrentan a las pedagogías liberales y socialistas, en el marco del desarrollo de la primera y segunda revolución industrial en el siglo XIX. Ambas comparten el paraguas del paradigma positivista.

Para garantizar el logro de esta secuencia, sincronización y complementariedad de procesos educativos se estructura una mecánica de lo pedagógico, que se fundamenta en desarrollos que habían sido logrados en distintos momentos históricos, asociados ahora a los procesos de enseñanza-aprendizaje. La visión de engranaje de piezas y de funcionamiento sistémico resultan fundamentales en las expresiones de lo educativo de ese momento, cuya teleología pasa a ser determinada por el Estado como garante de la orientación estratégica de la escuela y del oficio del educador.

(Continuará……)

Fuente: https://luisbonillamolina.wordpress.com/2019/02/06/educacion-y-socialismoi-i/

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¿Hacia donde se mueve la clase obrera?

Por: Luis Bonilla-Molina.

Ensayos sobre las izquierdas desde América Latina y el Caribe

  1. El portentoso trabajo de Marx

Cuando vemos con más de 150 años de distancia la obra de Carlos Marx (1818-1883) reconocemos el trabajo de un portento de las ciencias sociales, quien realizó uno de los más importantes esfuerzos por conocer y comunicar la dominación, la explotación del hombre por el hombre, la constitución del capitalismo y la conformación de las clases sociales en el nuevo periodo histórico en el que le correspondió vivir. Marx es un gigante de su tiempo cuya producción intelectual continúa contribuyendo al estudio de la lucha de clases.

Marx insistió siempre en la necesidad de vincular todo pensamiento a las relaciones de producción existentes en una sociedad, en un tiempo histórico. La mayor potencia de su trabajo está en la construcción de un método, un camino para comprender la dialéctica relación entre opresores y oprimidos. Acercarnos a la producción teórica de Marx como textos cerrados e inamovibles sería un insulto a su trabajo. Es urgente una aproximación al pensamiento de Marx como trabajo vivo, en permanente actualización.

Un aspecto central del trabajo de Marx es su definición de clase obrera y el rol protagónico de ésta en la transformación estructural de la sociedad capitalista de la primera y segunda revolución industrial. Marx trabajó y redimensionó el trabajo de Hegel (1770-1831) heredando de este su esperanza en el mañana. Marx valoró la voluntad para el cambio e insistió hasta la saciedad en la necesidad de vincular la voluntad con la conciencia y el pensamiento crítico.

Precisamente desde el pensamiento crítico es necesario y urgente, volver a estudiar no solo la estructura de clases existente en el capitalismo del siglo XXI, sino la fisonomía y características que ha adquirido la clase obrera en la actualidad, en el marco de la tercera revolución industrial y los prolegómenos del cuarto giro tecnológico en el modo de producción capitalista. Este no puede ser un esfuerzo ocioso, ni meramente académico, sino profundamente asociado al proyecto histórico de construcción de otro mundo posible.

  1. El concepto de clase. Clase en sí, Clase para sí

El primer dilema es ¿a cuál clase obrera se refería Marx?, si a la fabril e industrial o a todos los trabajadores que convierten su fuerza de trabajo en mercancía. Desde de mi punto de vista, Marx se refería a la clase obrera fabril, industrial, cuando hablaba del sujeto histórico de la revolución proletaria. La condición de asalariado o de trabajador (tipo individual, de servicios, empleados públicos, ocasionales) en el mejor de los casos logra hacer posible, desde el enfoque marxista, una toma de conciencia sobre su condición en sí, pero difícilmente lograrían tomar conciencia de “clase” para sí. El proceso de toma de conciencia para sí, no es un acto que se pueda simplificar con el estar juntos, sino todo un proceso de aprendizaje reflexivo que se genera alrededor de la organización en el mundo del trabajo en la fábrica, la industria. Los empleados de Microsoft, en las oficinas del Banco Mundial, la cadena de comida rápida o los supermercados, un Ministerio e incluso de la universidad, que realizan juntos su labor y se encuentran en el sitio de trabajo, no por ello adquieren una conciencia en sí de clase obrera que vende como mercancía su fuerza de trabajo. Marx elaboró su concepto de trabajo asalariado no solo en la producción, sino también en la distribución y venta de mercancías, pero considero que su noción de clase obrera como sujeto revolucionario central, era mucho más restringida al proceso productivo. El agruparse como masa, no es sinónimo de toma de conciencia. Respecto a la clase obrera Marx señalaba: “esta masa es ya una clase respecto al capital, pero aún no es una clase para sí”[i] debido a que “los diferentes individuos sólo forman una clase en cuanto se ven obligados a sostener una lucha común contra otra clase”[ii], “en la lucha […] esta masa se une, se constituye como clase para sí”[iii]. (p.34, )

Los procesos de conformación y constitución de las clases sociales son aplicables no solo a la clase obrera. Las incomprensiones al respecto llevaron por ejemplo en Venezuela, a generar reiterados y fallidos intentos por conformar a gran escala el campesinado como clase social, disminuida como había ocurrió en el último siglo producto del rentismo petrolero. Para ello se pensó que, con incentivos crediticios, dotación de tierras y conformación de asociaciones cooperativas sería suficiente para construir desde afuera a una renovada clase campesina. Ello se hizo obviando factores culturales de carácter histórico inherentes a un Estado que había anidado a la burguesía alrededor de la importancia de mercancías producidas ya y listas para el consumo. En esta realidad la mayoría de los ciudadanos a quienes se le pretendía inducir a convertirse en campesinos, valoraban mucho más las facilidades que giraban alrededor del consumo de lo importado que de lo sembrado. La relación de los hombres y mujeres que trabajan la tierra y se constituyen en campesinado demanda unas condiciones de trabajo material sustantivamente distintas a las citadinas. El campesinado que persiste y garantiza su aporte en volúmenes de comida al resto de la población, tiene un conjunto de comportamientos y prácticas asociadas a su relación productiva con la tierra, propios de una clase que no se adquirieron de la noche a la mañana. Estos campesinos cuando han ido tomando conciencia de clase, se han movilizado contra los agro tóxicos o contra la industrialización del agro que los haría desaparecer.

Algo parecido ocurrió con intentos por conformar una clase obrera para sí, de manera simplificada o fast track. Las empresas autogestionadas que fueron puestas en marcha y funcionaron fueron aquellas que venían de relación pre existente entre capital y trabajo que les había permitido a sus integrantes ser una clase en sí. Fue a partir de la toma de conciencia de su condición de clase para sí, en intentos por romper con la dominación contra la especulación y explotación del capital cuando se plantearon tomar el control de la producción. Es cuando inician enlazamientos con cadenas productivas y de circulación de mercancías que le permitieran apropiarse de todo el circuito de producción. Y entonces entendieron la necesidad de redistribuir socialmente el plusvalor de estas mercancías. No bastaba con dar la fábrica para que fuera conducida por hombres y mujeres trabajadoras que no se habían constituido aún como clase en sí. Esto viene a ser significativo para comprender dialécticamente los avances y retrocesos en la conformación de la cultura proletaria. La propia organización autogestionaria de los trabajadores en el marco de una sociedad capitalista les permitió entender a los trabajadores la relación entre Estado y supremacía de la ideología burguesa y saber que la contradicción también escala y hay que prepararse para ello.

Marx insistía que una clase social no está determinada mecánicamente por su lugar en la estructura social. Una clase social no es el resultado de una reingeniería social realizada desde un centro de poder por simple deseo, al mejor estilo de las ciencias sociales positivistas, sino la consecuencia de cómo se estructura el modo de producción dominante y las tensiones entre capital y trabajo. Las clases sociales desarrollan una cultura, un performance, unos rituales e imaginarios que demandan una temporalidad, es decir, no se hacen de la noche a la mañana. Esa incomprensión ontológica sobre el ser colectivo obrero, llevó incluso a organizaciones revolucionarias a considerar que si un profesional militante hacía unas “pasantías” en la fábrica se proletarizaba y se convertía en militante obrero mientras estuviera laborando junto a la clase. Esto generaría serias limitaciones epistemológicas para entender luego las transformaciones del sujeto revolucionario en el marco de la tercera revolución industrial.

En el tiempo de Marx era precario el desarrollo tecnológico, en comparación con la aceleración que ha adquirido la innovación en este campo en los últimos setenta años. La escala de innovaciones tecnológicas de la primera y segunda revolución industrial construyeron un imaginario de futuro en el cual era previsible la multiplicación de fábricas por doquier para poder cubrir las necesidades fundamentales y el consumo alienado que generaba el capitalismo. Este crecimiento exponencial de las fábricas e industrias situaría a la clase obrera en todos los lugares y territorios haciendo posible la revolución proletaria y la sociedad comunista. Pero ello no ocurrió así.

  1. La clase obrera

Al lograr constituirse el capitalismo avanzado a escala planetaria, el mundo se estructuró en a) lugares orientados a la extracción de materias primas; b) centros de transformación de las materias primas en insumos; c) sitios y cordones fabriles donde se producían las mercancías; d) un universo en expansión de servicios alrededor de la producción y el consumo. La clase obrera se convirtió en la fuerza de trabajo que producía las mercancías, generándose plusvalía y la espiral de expansión capitalista.

Como lo pensó Marx la clase obrera por un largo periodo, construiría una cultura propia que posibilitaba su toma de conciencia para auto convertirse en sujeto revolucionario. El partido revolucionario como lo haría la I y II Internacional y un periodo significativo de la III antes de su burocratización y liquidación cumpliría el papel de síntesis histórica para garantizar la transición revolucionaria entre períodos de repliegue de la lucha proletaria a situaciones revolucionarias. En muchos casos la “vanguardia” sería incapaz de acompañar el emerger de la propia revolución, pero ello no desmerita la importancia de su rol transicional. La cuarta internacional fundada por León Trotsky (1879-1940), solo dos años antes de su asesinato, aunque representa hoy el acumulado histórico de las luchas proletarias del siglo XX, no ha podido cumplir su rol de Internacional con influencia de masas.

La organización de las rutinas de la fábrica y la industria iban generó el agenciamiento del nuevo estrato, desterritorializando a los hombres y mujeres de la fábrica respecto a sus orígenes y creando un nuevo territorio donde se ejercía el trabajo. El trabajo material concreto requería la conformación de una máquina ideológica abstracta. Pero ese proceso construía como lo señaló Marx, una dinámica rizomática en el cual se constituía la clase obrera en sí. Cada cierto tiempo se quebraban los dispositivos de control cuando la clase adquiría conciencia para sí y, se daba inicio a formas diversas de acción revolucionaria.

¿Cuales eran estas rutinas que cohesionaban a la clase hasta hacerla tomar conciencia de sí? Cronos, el tiempo como organizador del espacio, del lugar. Para que el sistema funcionara había un tiempo para todo, para llegar a la fábrica, para saludarse y reconocerse desde la última presencia. Quien escapaba al rigor del tiempo ponía en peligro la eficacia, el cumplimiento de la tarea, la seguridad y hasta el salario del otro, de los otros. La precisión en la rutina, el adecuado manejo del fragmento que a cada uno le correspondía fusionaba al individuo con lo colectivo. El uso racional de los grados de libertad que cada uno conservaba como espejismo de libertad, los cuales se asumían sin que ello afectara a los demás. La anticipación del error posible, del fallo catastrófico que afectara el universo de cada uno. La normalización de los intervalos de trabajo, descanso, alimentación, higiene, diálogo, para disipar los privilegios entre iguales. La capacidad de actuar en dinámicas estandarizadas como un mecanismo sincronizado, que a su vez convertía a toda la clase en una maquinaria abstracta que trabajaba lo concreto. En ese sentido, el barrio obrero se convertía en una extensión de la fábrica con tiempos y rutinas cada vez más homologadas. Los problemas comunes abrían el espacio para compartir las soluciones. Los lazos de familia extendida se concretaban entre compañeros de trabajo. La vuelta a la fábrica cada día se convertía más en un nosotros que en un yo. Lo nuevo en la fábrica, en la industria demandaba la inteligencia colectiva, el aprender juntos para evitar que alguien quedara fuera del nuevo territorio. La hora de la comida, el encuentro en los baños, las conversas breves entre intervalos, se convertían en espacios para compartir angustias, para hablar de los problemas individuales que de alguna manera se asumían comunes. La opresión del trabajo alienante comienza a ser concienciado y expresado; la plusvalía se convierte en un detonador de aspiraciones para mejorar las precarias condiciones de vida. Resulta evidente que mientras los unos (ellos y ellas) trabajan, los otros viven del excedente de venta de las mercancías. Esto último posibilitó, la toma de conciencia sobre el poder de la acción colectiva. El sindicato surge como expresión organizativa, en el campo defensivo, pero también ofensivo. El estallido rizomático de la rebeldía, la huelga, el conflicto por mejores condiciones de vida a partir del trabajo que se realiza, permite lograr victorias que habrían resultado esquivas por otra vía; es el momento del inicio del movimiento de los engranajes de la conciencia en si en la conciencia para sí. El conflicto permite descubrir, producto de la solidaridad que generó, que hay quienes están inconformes con la situación en la que se trabaja y vive: otros trabajadores, estudiantes, profesoras, mujeres, sexo diversos, indígenas, afrodescendientes. El partido, los partidos revolucionarios se visibilizan y se tornan de carne y hueso cuando se encuentra que uno de los suyos es parte de esa organización. El acumulado, la experiencia históricaconfigura una cultura proletaria de importancia histórica singular. El proceso se repite una y otra vez, pero no termina de producirse la situación subjetiva revolucionaria que empalme con las condiciones objetivas para el cambio estructural; pero el pensamiento marxista seguía apostando y trabajando para ese momento de la revuelta proletaria. Para el marxismo la constitución de la clase como el sujeto revolucionario no deriva de un deseo, de ser un pueblo elegido, sino de las condiciones histórico materiales que crean las condiciones de posibilidad para que ello ocurra.

Una dosis de evolucionismo histórico se apoderó de una parte importante del pensamiento marxista. Esta dinámica se vigorizó con el triunfo de la revolución bolchevique y el ciclo de revoluciones en los países atrasados. Marx no previó, ni tenía por qué hacerlo, el surgimiento del estalinismo y con ello el inicio de procesos de restauración capitalista que durarían décadas en eclosionar, aunque aún sus variantes China, Coreana y Vietnamita mutan sin diluirse. El estalinismo quebró la noción lineal y la visión de la historia como un proceso de evolución irreversible; mostró que había “retrocesos” y evidenció a infalibilidad de lo cualitativo como superación de lo cuantitativo. Muchos marxistas consideran que la precaria comprensión de la relación entre medios de producción y tecnología aceleró la caída del socialismo real.

Katz, C (1997) a partir de los estudios de Aronowitz (1988) considera que las interpretaciones de Bernstein (1850-1932), Kaustky (1854-1938), Hilferding (1877-1941), Plejanov (1856-1918), Bauer (s/f) son mecanicistas respecto a papel dinamizador de lo tecnológico en el avance ininterrumpido del progreso. Considero que el marxismo de esa época era en gran medida determinista e histórico evolucionista por lo que era natural las derivaciones mecanicistas de algunas formulaciones. Sin embargo, ello no nos puede llevar a desestimar el trabajo de conjunto de estos revolucionarios. En el caso de Plejanov, es necesario retomar sus elaboraciones respecto a la concepción marxista de las fuerzas productivas como tecnología, porque las nuevas generaciones de marxistas lo han desestimado y ello resulta fundamental para entender la situación de la clase obrera en el siglo XXI.

La visión economicista que se hace respecto al trabajo de Marx desestima la importancia que este le otorgó en su pensamiento a la cultura, mucho más allá del campo de lo ideológico. Pero Marx fue un hombre de su tiempo histórico por lo tanto hay desarrollos tecno culturales que no conoció y por ende no incorporó en sus reflexiones. Marx fue un hombre del mundo de la prensa. El periódico y el libro impreso constituían el imaginario de última generación tecnológica en el campo de la reproducción cultural. Sus trabajos sobre la prensa obrera subrayaban la importancia de este medio para la difusión de las ideas y las experiencias proletarias. Marx no presenció el impacto en la cognición humana y de la clase obrera de la comunicación de masas centrada en lo visual-auditivo, la radio. Marx no conoció ni presenció el impacto ideológico de una innovación como la televisión que reproducía la ideología dominante las veinticuatro horas del día, mucho menos la revolución digital, la web y la virtualidad. Pero fundamentalmente como científico social no tenía posibilidades concretas de prever el impacto de estas innovaciones en el mundo del trabajo, en los medios de producción y la organización social. Lamentablemente buena parte de las nuevas generaciones de marxistas posteriores a su muerte, tuvieron una aproximación dogmática y cuasi teológica a su pensamiento, concentrada en la comprobación de sus hipótesisde trabajo más que en su actualización permanente.

  1. La noción de proletariado

Los orígenes italianos y reproducidos en el Derecho Romano del concepto de proletariado, para referirse a aquellos individuos que no poseen más propiedad que su fuerza de trabajo, es un término que ha generado discusiones e interpretaciones diversas en el campo del marxismo. Pareciera que en Marx la noción de proletariado es más totalizante y referida a todos los explotados por el capital en el mundo laboral quienes toman conciencia de su situación y deciden movilizarse en colectivo para cambiar la situación de injusticia y explotación.

La clase obrera industrial y fabril estaría en el corazón del proletariado y sería su motor para abrirle paso a la revolución socialista, al comunismo. De allí la frase del Manifiesto Comunista (1848) ¡¡Proletarios de todos los países uníos!! En este sentido, la condición proletaria se convierte en un referente estratégico en la labor del partido revolucionario, de la vanguardia, de los comunistas.

  1. El concepto abarcante de trabajador

El desarrollo científico y tecnológico comienza a vivir una aceleración históricamente inusual en el siglo XX, con redobladas expresiones en el periodo post guerras mundiales. Aunque es justo decirlo, la aceleración no disminuyó en los periodos de confrontación bélica, sino que su uso en la producción y el surgimiento de la cultura de masas fue limitado. La aceleración de la innovación científico tecnológica fue impactando de manera precisa al modo de producción y a la estructuración del trabajo fabril e industrial. La incorporación de las innovaciones científicos tecnológicas en la producción fabril e industrial aumentó la capacidad productiva de las mismas, eso sí, requiriendo menos mano de obra y quebrando la idea inicial de fábricas por doquier.

La nueva realidad del mundo productivo comienza la tendencia a acoplar al y la trabajadora mucho más a las tecnologías que al trabajo del otro y la otra. Este es un proceso gradual y casi imperceptible que genera nuevas resistencias fundamentadas en la memoria histórico-cultural acumulada por la clase obrera. Pero la rueda comienza a girar en la estructura del modo de producción y ello comienza a expresarse en el conjunto de la sociedad.

La organización del creciente número y formas de mercancías hace necesaria la creación del ciudadano consumidor para poder concretar el ciclo de apropiación del plusvalor. Mientras la clase obrera ve estancado y muchas veces disminuido su tamaño porcentual en la población, se multiplica la creación de nuevos empleos y puestos de trabajo en áreas de los servicios, la administración y el desarrollo de mercancías inmateriales.

El empleo y el trabajo que se expande contiene unas condiciones histórico materiales que promueven mucho más la competencia que la solidaridad, a pesar de ser parte estos trabajadores de quienes no tienen otra propiedad para vender que su fuerza de trabajo. La expansión de la cobertura educativa por parte de los sistemas escolares conforma un nuevo trabajador titulado que solo puede vender lo que sabe hacer para obtener capacidad de compra de alimentos, vivienda, transporte y ser el soporte económico de los más chicos.

El estancamiento y disminución numérica de la clase obrera respecto al universo del mundo del trabajo es nuevamente problematizado por el campo marxista. Pero además la clase obrera inicia un periodo de baja presencia política, en contraste con un creciente protagonismo de los estudiantes trabajadores, los maestros, enfermeras, médicos, pilotos, etc.

Esto se resuelve teóricamente de diversas maneras en el campo marxista. Mientras la mayoría de marxistas continúan desestimando el impacto de la innovación científico-tecnológica en la conformación de la clase obrera como clase en si y para sí, Daniel Bensaid (1946-2010), lo resuelve asumiendo el concepto de trabajador como abarcante a todas las formas de explotación y venta de la fuerza de trabajo como mercancía a los capitalistas y, Guy Standing (1948-   ) intenta explorar y actualizar el horizonte del marxismo hablando de precariado. Más recientemente ese debate se ha planteado en términos de posibilidad de disolución de la clase obrera o negación de este enunciado ante el avance de la robótica en el modo de producción capitalista, para lo cual marxistas como Harvey (1935-   ) han expresado su oposición a esta posibilidad.

En la década de los sesenta del siglo XX se inicia la tercera revolución industrial, con ciclos internos que se identifican a nivel de público con determinados productos, pero que tienen múltiples expresiones en el modo de producción. Hasta ahora las generaciones de la tercera revolución industrial se conocen a nivel del público como a) era de la super computadora; b) computadora en casa; c) computadora portátil; d) video juegos, internet, la web y el mundo digital en casa; e) redes sociales y capitalismo cognitivo y; e) realidad virtual, inteligencia artificial, nanotecnología y conexión 4G. Estas innovaciones están reconfigurando el mundo del trabajo como lo analizaremos en otro artículo con datos cruzados.

Lo cierto es que la mutación y multiplicación de las formas y expresiones de venta de la fuerza de trabajo como mercancía al capital, ha generado una expansión sin precedentes de la mentalidad, de la cultura de la clase media. El problema es que el marxismo ha construido una narrativa pequeño burguesa de la clase media que limita la comprensión de su desarrollo en el siglo XXI. Sobre ello volveremos de manera exclusiva en otro artículo.

Buena parte de la evidencia empírica muestra una intención de hegemonía de la lógica del consumo y bienestar de la clase media entre los trabajadores, no de condición proletaria. Los trabajadores comienzan a ver el estilo de vida de la clase media, el performance cultural de ésta como su ideal, muy alejado de las previsiones de un mundo altamente planificado y en asamblea permanente de reorganización social. El ocio creativo y la diversión ideológicamente pragmática se han instalado en los imaginarios de buena parte de la clase trabajadora (…. Continuará)

En los próximos artículos de esta serie trabajaremos: problemas y situaciones novedosas presentes en la fábrica de la tercera revolución industrial. La pérdida de protagonismo social de la clase obrera. Mutaciones en las narrativas de las izquierdas. La odiada clase media y el capitalismo cognitivo del siglo XXI. Los chalecos amarillos ¿un nuevo despertar de la clase para sí? ¿Qué es esa vaina de la Cuarta revolución industrial en el mundo del trabajo? Y que pasa si se cumplen los pronósticos sobre la curta revolución industrial. ¿Desaparece la idea socialista? Volver al método de Marx. ¿Es suficiente con rescatar el idealismo Hegeliano?

Lista de referencias

Barronco, Oriol (2006). ¿Todavía la clase obrera y la condición proletaria? En Revista Viento Sur, Nª 86, pag. 42-49

Claudio Katz: Discusiones Marxistas sobre tecnología, Teoría, en Razón y Revolución nro. 3, invierno de 1997, reedición electrónica. Disponible en http://www.razonyrevolucion.org/textos/revryr/prodetrab/ryr3Katztecnolo.pdf

Deleuze, Gilles y Guattari, Felix (1997). Mil Mesetas: capitalismo y Esquizofrenia. Ediciones Pre-Textos. Valencia. España.

Marx, Karl Miseria de la Filosofía, Buenos Aires, Siglo XXI, 1975, p. 158.

Marx, Karl El Capital, Libro 1, Cap. IV.

Fuente del artículo: https://luisbonillamolina.wordpress.com/2019/02/03/hacia-donde-se-mueve-la-clase-obrera/

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