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Google, Youtube, redes sociales… Las armas de las sectas para cazar nuevas víctimas

Marta Sofía Ruiz

La llegada de internet y de las redes sociales ha modificado las estrategias de captación de las sectas —también conocidas como grupos coercitivos— que ahora cuentan con nuevas herramientas para atraer a posibles adeptos. De los panfletos y los anuncios en revistas y periódicos, estas organizaciones han saltado a la red, obteniendo un alcance más inmediato y global.

«Antes se llegaba a la gente con papeles pegados en las calles, ofreciendo cursos o conferencias, o bien te paraban para ofertarte cualquiera de las actividades del grupo. De esta forma atraían solamente a la gente de la zona, pero ahora el sector al que pueden alcanzar es muchísimo más amplio», explica a Teknautas Margarita Barranco, psicóloga y experta en sectarismo y dinámicas abusivas de REDune, ONG que trabaja en la prevención sectaria.

Según esta experta, prácticamente todos los grupos de este tipo, sustentados sobre una serie de procedimientos encaminados a fomentar la devoción de sus miembros hacia una ideología específica o hacia el propio líder y caracterizados por emplear técnicas de manipulación psicológica, tienen presencia en internet. Y no prevalece ningún perfil concreto. «Da igual que sean más religiosos, más políticos, culturales, pseudoterapéuticos o ufológicos… Todos tienen cabida», concreta la especialista.

Desde RedUNE señalan como ejemplo a un grupo pseudocientífico al que llevan tiempo denunciando: el movimiento de la Bioneuroemoción, liderado por Enric Corbera. Revestida con una capa de pseudociencia, sus vídeos en Youtube tienen una gran popularidad y alcanzan los 134.000 suscriptores. «Son los propios miembros los que han puesto en marcha el grupo de Facebook, con más de 100.000 suscriptores, y donde se difunden los postulados de esta ‘teoría’», relatan.

La psicóloga de la ONG explica que sus ideas sobre cómo curar enfermedades se basan en solucionar el supuesto conflicto emocional que las provoca ya que, según su discurso, al resolverse ese problema emocional se solventará el físico. Enric Corbera, en uno de los vídeos en los que habla de la «bioneuroemoción» en un espacio de la televisión pública, pone el ejemplo de alguien que está con su novia comiendo marisco cuando la chica lo deja. Después de eso, desarrolla una alergia al marisco que desaparecerá cuando elimine el trauma de la ruptura.

La Bioneuromoción encuentra en la Red la forma ideal para su difusión, llegando a miles de personas vulnerables. Trabajan con un concepto que está muy de moda, pero que no tiene ninguna base científica: nuestro estado emocional es el causante de las diferentes enfermedades y, por lo tanto, tenemos el poder dentro de nosotros para sanarnos, resolviendo ese estado negativo», explican desde RedUNE.

«Además, mezclan todas sus teorías con una pátina científica con la que tratan de otorgarle rigor, y la verdad es que para muchas personas resulta creíble», concreta la organización. De hecho, un vistazo a los comentarios de Youtube del canal de Corbera sirve para ver la fuerte creencia que muchos de sus seguidores muestran por sus postulados y las alabanzas al supuesto experto al que revisten en ocasiones de salvador.

Una estrategia en redes

Con un buen posicionamiento SEO (las técnicas que se utilizan para aparecer en los primeros puestos de buscadores como Google), estas organizaciones optan por tener distintas páginas web en las que se hable de ellas de forma positiva y en las que se presenten como grupos atractivos y sólidos. «Prácticamente todos los grupos tienen páginas web. Y no una, sino muchas. De hecho, acaban abriendo una por cada país y por cada zona de ese país, alabando las cosas que hace el grupo. De esta forma son más accesibles y, por tanto, llegan a más gente», relata la psicóloga.

Barranco cuenta que encontrar páginas con opiniones negativas sobre los grupos se convierte en ocasiones en algo casi imposible. «Que se llegue a las páginas críticas se hace difícil y complicado. Las personas normalmente pueden mirar como mucho las tres primeras webs de cualquier buscador, y luego dejan de buscar, por lo que es difícil que descubran los aspectos críticos», se lamenta.

Las estrategias de captación que emplean son muy variadas. A veces piden que el visitante deje sus datos en la página para enviarle información de las actividades; en otros casos, a través de los vídeos, acaban animando a la gente a que se apunte a cursos de formación, en algunos casos gratis pero en otros de pago.

La publicidad ‘online’ es otra de sus claves. A pesar de que empresas como Google o Facebook poseen normas que limitan el tipo de anuncios que aceptan, sus reglas suponen un cortafuegos muy débil para estos grupos. Según informan desde Google, en 2015 el gigante de Internet retiró más de 780 millones de anuncios por incumplimiento de sus políticas. Algunos de ellos correspondían a falsificaciones, medicamentos no aprobados o que ofrecían efectos inexistentes o estafas para perder peso.

En Youtube, la plataforma que muchos usan como escaparate —como en el caso de la Bioneuroemoción—, se prohíben los vídeos que contengan desnudos o contenido sexual, contenido violento o gráfico, piezas con incitación al odio, amenazas, ‘spam’, violaciones de los derechos de autor o contenido perjudicial y peligroso. En este último punto es en el que podrían escudarse aquellos que quieran denunciar los vídeos de estos grupos, debido a que sus teorías podrían, en el caso de los grupos pseudocientíficos, conducir a alguien a creer que una enfermedad puede curarse con «el método» y renunciar a tratamientos médicos reales.

Facebook posee una política similar a la de la compañía de Larry Page y Serguéi Brin. En concreto, los puntos que podrían usarse para oponerse a los anuncios de estos grupos serían los que afirman que «los anuncios no deben constituir, facilitar ni promover productos, servicios o actividades ilegales» y «los anuncios no deben incluir contenido falso, fraudulento o engañoso, como afirmaciones, ofertas o prácticas comerciales que puedan inducir a engaño». Sin embargo, probar que estos grupos realizan actividades ilegales no es fácil.

Barranco explica que, en ocasiones, se solicita el cierre de algunas páginas y la retirada de publicidad, pero el número de webs es muy alto y los grupos cambian su cara con mucha frecuencia. Para conseguir una retirada habría que demostrar que están cometiendo un delito que esté tipificado, «y ese es el gran problema», concreta la psicóloga.

En España, la legislación con respecto a estos grupos es complicada. El Código Penal considera que los grupos que, aun teniendo por objeto un fin lícito, empleen medios violentos o de alteración o control de la personalidad, están incurriendo en un delito. A pesar de ello, definir cuándo se está controlando la personalidad o cuando suponen un daño para las víctimas ha sido un reto durante años en los tribunales, que en muchos casos han terminado desestimando las causas.

Por desgracia para víctimas, familia y para la propia sociedad, internet ha supuesto un trampolín para los grupos coercitivos que trabajan en su posicionamiento y su presencia web con el objetivo de captar a nuevos miembros que sigan sus planteamientos y respalden sus teorías. Al menos por el momento, las políticas de las compañías y el sistema judicial no son defensa suficiente para frenar su actividad, que cada día crece en usuarios y visitas.

Fuente del articulo:http://www.elconfidencial.com/tecnologia/2016-07-31/google-youtube-redes-sociales-las-armas-de-las-sectas-para-cazar-nuevas-victimas_1240516/

Fuente de la imagen: http://5www.ecestaticos.com/imagestatic/clipping/5a8/29f/f5a/5a829ff5ad79bfcc97e7ecfca8791066/google-youtube-redes-sociales-las-armas-de-las-sectas-para-cazar-nuevas-victimas.jpg?mtime=146981616

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De Stephen King a R.R. Martin: los grandes escritores y su relación con los ordenadores

Marta Sofía Ruiz

La llegada de los procesadores de texto modificó los hábitos de muchos escritores que cambiaron el papel y el boli y la máquinas de escribir por un ordenador y un ‘software’ —manual complicado de por medio—. En cuestión de pocos años, muchos autores aprendieron a confiar en la tecnología para ahorrarse tiempo y esfuerzo y trasladaron su escritura a una pantalla de ordenador.

“Todos hablan de que el proceso se convirtió en algo mucho más fácil […] Antes se hacían uno, dos o tres borradores, pero ya no había que pasar por todo eso. Todos creen que les hizo mejores escritores, porque podían pasar más tiempo revisando”, explica a Teknautas Matthew G. Kirschenbaum, autor de Track Changes, un libro sobre la historia de los procesadores de texto.

Durante una entrevista para la televisión, George R. R. Martin confesó que todavía utilizaba un ordenador sin conexión a internet con un procesador de texto antiguo llamado WordStar. Creía que esto era su “arma secreta”, e indicó que la falta de distracciones de la que disfrutaba gracias a esa tecnología era lo que le había permitido escribir historias tan largas. A pesar de que durante el programa habló de otras cosas, como la ausencia de dragones en el primer borrador de ‘Juego de Tronos’ o sus preferencias a la hora de matar personajes, lo que acaparó titulares fue su apego a su antiguo método de redacción, muestra de lo chocante que parece imaginar a un escritor trabajando con tecnología que, aunque pionera, ahora se concibe como anticuada.

Sin embargo, no ha pasado tanto desde la época en que ni siquiera WordStar era una herramienta habitual: solo tres décadas nos separan de la introducción de los procesadores de texto destinados a los hogares y del proceso —bastante rápido— de adaptación de los distintos autores. Y, si bien George R. R Martin no llegó tarde a la adopción, su nombre no aparece en el relato de los pioneros.

Aunque la historia de estas aplicaciones informáticas comienza en las oficinas en la década de los 60, especialmente de la mano de IBM, serán los modelos más desarrollados de los años 70 —más parecidos a los que empleamos actualmente— los que empiecen a captar la atención de los escritores. Según Kirschenbaum, Gay Courter fue la primera escritora que redactó una novela en un procesador que, no obstante, todavía estaba diseñado para ser una herramienta de oficina. «Escribí cada palabra yo misma y creo que solo conseguí una novela comercial porque pude reescribir una y otra vez hasta que obtuve lo que quería», explicaba la pionera al autor de ‘Track Changes’.

La decisión de invertir 18.000 dólares –el precio de su IBM System 6, unos 63.000 euros actuales– puede parecer descabellada, pero fue consecuencia directa de su gestión de un negocio familiar en el que sería útil y de la necesidad de encontrar un método que le permitiera seguir escribiendo mientras cuidaba de sus hijos. Así, ‘The Midwife’, obra que entró en la lista de superventas de The New York Times y de la que se vendieron más de tres millones de copias, pudo ver la luz gracias a la adopción de esta nueva herramienta.

Después de esta primera escritora, otros nombres se sumaron a la lista de los pioneros que, antes de que los procesadores de texto y los ordenadores personales se convirtieran en habituales, ya abrieron su mente al mundo de posibilidades que les ofrecía este nuevo método de redacción. Jerry Pournelle, Larry Niven o Anne Rice serían solo algunos de ellos.

Los inicios de los años 80 marcaron su popularización. En un artículo de ‘The Economist’ de 1891 se afirmaba que 500.000 personas ya estaban utilizando uno. ‘Time Magazine’ también publicó una pieza en la que se explicaba que “cada mes, más y más escritores están desechando sus lápices y sus máquinas de escribir por ‘procesadores de texto’, la jerga técnica que describe pequeños ordenadores con teclados y pantallas electrónicas para el escaneo y la manipulación de textos, unidades para almacenar la información e impresoras de alta velocidad”. Con tal nivel detalle había que explicar las cosas por aquel entonces.

“Los que usaban un procesador en 1977 eran pioneros, pero emplearlos en 1981 ya era ‘mainstream’”, explica Kirschenbaum. “La llegada de los ordenadores personales hizo que se popularizaran muy rápidamente”.

Un libro a dos manos

En 1981, Stephen King y Peter Straub firmaban sus contratos para ‘El Talismán’, la novela mundialmente esperada que ambos escribirían a dos manos. Consagrados en el panorama del terror, esta colaboración sería la que les sirviera de introducción en el mundo de los procesadores de texto. King vivía en Maine y Straub en Connecticut, a unas seis horas en coche, lo que suponía un problema para intercambiar trabajo y combinar sus energías creativas.

Por ello, ambos decidieron que la tecnología era la mejor opción para facilitar las cosas y se lanzaron a adquirir sendos procesadores. King compró un Wang System 5 y Straub un IBM Displaywriter 6580. “Estaban pensados para una oficina. Los adquirieron únicamente para poder trabajar juntos y poder mandarse los textos el uno al otro”, explica Kirschenbaum.

Solo tres años más tarde, en 1984, los ordenadores personales y el procesador de texto WordStar eran los reyes del sector. Este programa copaba más de una cuarta parte del mercado y autores como Michael Chabon, Arthur C. Clarke o Ralph Ellison pasaban sus palabras por este ‘software’.

Pionero en su momento, hoy todavía goza de cierto culto entre los escritores de ciencia ficción. George R.R Martin no es el único gran enamorado: otros como Frederick Pohl o Robert Sawyer también han confesado su apego por el viejo programa.

Sin embargo, y a pesar de que WordStar fuera el líder indiscutible, el mercado ofrecía decenas de alternativas. Una guía muy detallada que se publicó en un número de 1983 de Writer’s Digest comparaba tres docenas de programas diferentes y analizaba sus características, además de su precio y compatibilidad. Por supuesto, adoptar cualquiera de ellos no era tan intuitivo como ahora. Los escritores tenían que aprender los comandos que les permitirían borrar, copiar o reemplazar texto y debían leerse un manual para poder hacer uso de esta tecnología.

“La curva de aprendizaje era mucho más larga”, explica Kirschenbaum. “Para adoptar un programa como WordStar tenías que estudiar un manual o tomar un curso”. No obstante, “una y otra vez los escritores se maravillaban por lo instantáneo de su nuevo procesador. Al presionar un tecla, el documento cambiaba ante sus ojos. Ya no se trataba solo de retroceder un espacio para corregir una errata, sino que podían borrar o mover trozos de texto o cambiar una palabra de forma repetida durante todo el manuscrito”.

“Si tenía que cambiar el nombre de un personaje –algo que me pasó en mis dos primeros libros– simplemente podía codificar el cambio en la máquina y automáticamente se modificaba en el disco”, explicaba Robyn Carr a Kirschenbaum, tratando de poner palabras a la fascinación que sentía en aquel momento.

Cuando Joan Didion comienza ‘El Año del Pensamiento Mágico’, su libro más famoso, lo hace relatando las propiedades de un archivo de Microsoft Word en el que escribió justo después de la muerte de su marido. Didion, para la que escribir en un procesador de texto era tan habitual que aparecía en su literatura cuando hablaba de sí misma, explicó lo que el cambio a este tipo de programas supuso para su trabajo. Su visión representa la de los cientos de escritores que vivieron a medio camino entre las máquinas de escribir, el bolígrafo y el papel y un ordenador:

“Antes de que empezara a usar un ordenador, escribir una pieza suponía trabajar en algo un día, almacenar el material y no estar seguro de dónde ibas a ir a continuación. Con un ordenador, dejó de ser como pintar y se convirtió en algo parecido a la escultura, donde empiezas con un bloque de algo y vas dándole forma”, relataba.

Rápido y masivo, el proceso de adaptación a los procesadores de texto supuso una gran innovación en el campo de la escritura. Tanto que, posiblemente, la capacidad de revisar los textos y el ahorro de tiempo hayan hecho que algún escritor, que de otra manera no hubiera sido capaz, haya conseguido firmar una buena (y larga) obra. Al menos para George R.R Martin es una de las claves de su creación.

Fuente del articulo: http://www.elconfidencial.com/tecnologia/2016-08-14/de-stephen-king-a-george-r-r-martin-asi-se-adaptaron-los-escritores-a-la-informatica_1246428/

Fuente de la imagen: http://www.ecestaticos.com/image/clipping/654/b2b6480b5dcc200ca9e105592f2dde06/stephen-king-con-su-wang-fuente-matthew-g-kirschenbaum.jpg

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«El lugar perfecto para aprender»: así es el verano de un becario en Google o Tesla

Por: Marta Sofía Ruiz

Solo los mejores logran acceder a unas prácticas en los gigantes tecnológicos. Perseverancia, trabajo duro y una actitud positiva son fundamentales para llegar a ser becario en Google, Tesla o Microsoft. Una vez dentro, los estudiantes disfrutan de unos meses de trabajo duro con sueldos elevados y grandes alicientes. Conseguir un contrato es todavía más difícil.

Cuando Martijn se incorporó a su puesto de becario en Google, una cifra le llamó poderosamente la atención. Seis semanas. Era el tiempo del que disponía este joven diseñador alemán para desarrollar su primer proyecto. “Al principio no podía quitármelo de la cabeza”, reconoce. “Antes de Google, había diseñado aplicaciones enteras en seis días. ¿Cómo se supone que voy a emplear seis semanas en el diseño de una sola página?” Pronto comprendió que en este tipo de empresas hasta el último píxel está sumamente estudiado.

El ritmo de trabajo en el gigante de internet no es un esprint, sino más bien una maratón. “Correr a gran velocidad sobre la línea de meta es gratificante, pero después siempre necesitaba un par de días para recuperarme del todo”, explica a HojaDeRouter.com.

Martijn van den Broeck llegó al famoso buscador tras un largo proceso de selección. Al contrario de lo que mostraba la película ‘Los Becarios’, que marcó un antes y un después en la forma de entender las prácticas en Google, no cualquier persona puede aspirar a hacer prácticas en una tecnológica de primer nivel.

Solo los más cualificados pueden acceder a este selecto club. Estudiantes con un currículum impecable que hayan mostrado su interés por la tecnología de antemano y hayan plantado sus primeros pinitos de forma independiente. Además, las empresas no solo valoran los conocimientos técnicos. Se tienen muy en cuenta el interés y la disposición positiva, una combinación que los de Mountain View han reformulado como ‘googliness’ (traducido por ‘googleza’ en el film) y que está relacionada con que el candidato transmita una actitud acorde a la cultura empresarial de la compañía.

Otra parte reseñable del proceso de selección son las pruebas psicotécnicas y de resolución de conflictos a las que se someten todos los candidatos para comprobar que, aparte de una trayectoria excelente, cuentan con las aptitudes necesarias. Una carrera de obstáculos en toda regla. No en vano, la probabilidad de ser el escogido para unas prácticas es de un insignificante 3,75 %, algo más elevada, eso sí, que la de ser contratado a tiempo completo (por debajo del 1 %).

Como parte de esa minoría excelente, Martijn ha pasado los últimos meses en la sede que los de Mountain View tienen en Múnich (Alemania). Durante su estancia, ha estado trabajando en el diseño del navegador Chrome. “Antes de pasar por Google estuve en IDEO, en San Francisco. Un colega de esta empresa tenía una amiga en Múnich, y ella se animó a ver mi porfolio. Después de eso pasé por un proceso de selección y, finalmente, me contrataron”, nos cuenta.

La experiencia es uno de los factores a los que más peso otorga la firma a la hora de tomar la decisión. También sucedió así en el caso de Alejandra Sandoval, una estudiante mexicana que desde agosto trabaja como becaria en la sede de Tesla en Palo Alto (California, Estados Unidos). “La universidad organizó una convocatoria y yo envié mi CV”, nos cuenta. “Entré en el proceso de selección y, durante la entrevista, les llamaron la atención los sitios donde anteriormente había trabajado”. Fueron precisamente las tablas de Alejandra como diseñadora de interiores lo que permitió que entrase a trabajar en el diseño de la carrocería interna de los vehículos de Tesla.

Alejandra en su primer día de trabajo en Tesla Motors (Imagen: Tesla Motors)

Alejandra en su primer día de trabajo en Tesla Motors

A pesar de lo alto que está el listón para entrar, de lo difícil que es quedarse y de la guerra por el talento que libran entre sí los gigantes de la tecnología, la impresión de los becarios consultados es que en estas compañías reina un buen ambiente de trabajo en equipo. Al menos hasta el momento, ninguno ha sido testigo de una lucha de egos.

“Nunca he experimentado ningún tipo de competencia entre mis compañeros. Todas las personas con las que he trabajado solo estaban preocupadas por mejorar la calidad del producto. Aquí he descubierto el significado del término ‘googley’, que significa dejar atrás tu ego y ponerte manos a la obra”, explica Martijn.

“Hay gente muy preparada, pero no creo que haya un ‘yo soy mejor, tú eres peor’”, confirma Alejandra en referencia a Tesla. “Si sabes que una persona del equipo es buena, te acercas a ella y sabes que te va a ayudar. Todos a los que he pedido ayuda han sido muy pacientes y siempre han resuelto mis dudas”.

En Microsoft la sensación es similar. Adam Michael Sasine, un estudiante de Georgia (Atlanta, Estados Unidos), está pasando el verano como becario en la sede central de la compañía en Redmond, a poco más de veinte kilómetros de Seattle. “No siento competitividad alguna y estoy en el lugar perfecto para aprender”, sentencia.

Las horas que hagan falta

Una vez dentro, cada becario tiene una tarea asignada, en la mayoría de los casos fija durante el tiempo que permanece en la empresa. Y no, ninguno de ellos se pasa las prácticas sirviendo cafés a los altos directivos.

En el caso de Martijn, su día a día durante más de dos meses ha consistido en el diseño de dos proyectos, cada uno de seis semanas, para el navegador Chrome: “Mi tutor me ayudó a estructurar mis prácticas y se aseguró de que aprendiera sobre diversas materias. Como diseñador de experiencias (‘UX design’) en prácticas, hice la investigación del usuario, esbocé algunas ideas, desarrollé prototipos y finalmente traté de conseguir que fueran aprobados para su implementación”.

Alejandra nos cuenta que su equipo se encarga de desarrollar “algunas piezas que se quieren modificar para el diseño de los tres coches de Tesla”. También destaca la escasa burocracia que deben superar los proyectos antes de ponerse en marcha: “Todo el trabajo aquí es muy rápido. Todo lo que tú diseñas o propones se lleva directamente a producción. No pasa por tanto trámite como en otras empresas”. Adam, por su parte, trabaja como ingeniero de ‘software’ en Microsoft y afirma que se siente muy apoyado por sus superiores.

A menudo, el trabajo bien hecho viene de la mano de un entorno laboral agradable y divertido. Aunque no todos los campus de Google son como el famoso ‘Googleplex’, la sede central en Mountain View, las oficinas de la compañía alrededor del mundo distan de ser el clásico cubículo en el que se encierra durante ocho horas un trabajador corriente. “Una de las cosas que me sorprende de Google es su nivel de eficiencia. Todos trabajan muy bien juntos y emplean cada minuto de su tiempo en hacer algo productivo”, explica Martijn, que durante su estancia ha dedicado a la compañía una media de nueve horas al día.

Un grupo de becarias de Microsoft atentas a la explicación de su tutor (Imagen: Microsoft Careers)

Un grupo de becarias de Microsoft atentas a la explicación de su tutor

Adam también trabaja mucho, entre ocho y diez horas al día, pero afirma que el ambiente de trabajo es tan estimulante que ponerse manos a la obra no supone un suplicio. El modelo de Tesla, en cambio, es distinto: el becario es quien decide cuántas horas desea trabajar. “Se puede estar desde tres hasta cinco o siete horas, si es que el tutor que te han asignado te lo permite. Tú decides la hora a la que dejas de trabajar, es flexible. No tienes un horario como tal establecido”, señala.

¿Becarios precarios? Ni de lejos…

Además de lujos y caprichos a mansalva (masajes, comida gratis y un largo etcétera), los gigantes tecnológicos ofrecen a sus becarios unos sueldos muy elevados. Se trata de evitar que los más brillantes se vayan a la competencia en un contexto de batalla campal por el talento en Silicon Valley.

Si bien los estudiantes consultados no han querido hablar de cantidades precisas, se trata sin duda de una alta remuneración. Según la red social Glassdoor, donde los usuarios publican su salario de forma anónima, un becario de Microsoft en el campus de Redmond puede llegar a cobrar hasta 7.000 dólares mensuales, unos 6.180 euros. Una cifra asumible, claro, si se compara con lo que percibe un ingeniero de la empresa, que ronda los 130.000 dólares (114.820 euros) anuales.

En Google depende de la sede, pero las cifras van desde los 3.000 dólares al mes (2.650 euros) en Múnich hasta los 9.000 dólares (7.950 euros) en Mountain View. En Tesla, los datos de Glassdoor hacen referencia a la remuneración por horas. En función del departamento en que se encuentre el becario, puede cobrar entre unos 20 y 26 dólares la hora (17 y 22 euros).

Además, todos los becarios de estas empresas, al igual que en Apple, Facebook o Amazon, cuentan con seguro médico, comida gratis y ayudas al transporte. Sin embargo, la mayoría de ellos no llega al año de trabajo y suelen conservar estas nóminas durante tres, seis o nueve meses en el mejor de los casos. Según un estudio de Linkedin, en las empresas dedicadas a la tecnología alrededor del 30 % de los becarios tienen posibilidad de ocupar un puesto a tiempo completo. No obstante, cuando hablamos de gigantes como Google o Facebook este porcentaje se reduce considerablemente.

Con todas estas ventajas, más de un universitario olvidará la idea de pasarse el verano sumergido en la piscina y pensará en aprovechar esos meses como becario en una de estas multinacionales. No es tarea fácil. Quien quiera cambiar sus vacaciones por una estancia en Google, Tesla o Microsoft tendrá que trabajar duro. Al contrario de lo que sucede en la ficción, pocos pueden aspirar a ser becarios de un gigante informático.

Fuente: http://www.eldiario.es/hojaderouter/tecnologia/becarios-practicas-verano-Google-Tesla-Microsoft-Silicon_Valley_0_554344824.html#

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Si ya tenemos el poder para modificar el clima, ¿por qué no deberíamos usarlo?

07 de septiembre de 2016 / Por: Marta Sofía Ruiz / Fuente: http://www.eldiario.es/

La tecnología para alterar el clima ya existe, pero la mayor parte de la comunidad científica se opone a utilizar métodos como la ingeniería solar para contrarrestar los efectos del cambio climático. Solo algunas voces discordantes reclaman la falta de investigación y plantean que, a pesar de los riesgos morales y los posibles efectos negativos, su uso podría volverse necesario.

Hasta ahora, la mayor parte de los intentos por frenar el cambio climático se han centrado en reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y en desarrollar una nueva generación de sistemas y cultivos resistentes a sus consecuencias, como cosechas preparadas para soportar los aumentos de temperatura.

Conforme el reloj corre en contra de la salud del planeta, sin que se estén alcanzando los objetivos fijados en cuanto a reducción de emisiones, otro tipo de métodos comienzan a postularse como alternativas. Camino prohibido para unos y vía necesaria para otros, la geoingeniería, la manipulación intencionada del clima, comienza a ser cada vez más citada cuando se barajan opciones para intentar que el cambio climático no dañe el planeta de forma permanente.

 Aunque relativamente inexplorada, la tecnología ya está disponible: en teoría ya poseemos los medios necesarios para modificar el clima artificialmente. Sin embargo, existe una falta de información sobre el impacto, los beneficios y los costes de estos métodos especialmente en lo que respecta a frenar la radiación solar que obstaculizan, por el momento, su desarrollo y aplicación.

La mayor parte de la comunidad científica no parece dispuesta a jugar con la naturaleza y enfrentarse a las posibles consecuencias. “Se han considerado muchas posibilidades, pero las frenan los posibles efectos desconocidos o inesperados”, explica a  HojaDeRouter.com  Upmanu Lall, director del  Columbia Water Center y especialista en ingeniería medioambiental.

Disminuir el CO2 de la atmósfera puede ser un proceso cara y poco rentable

Disminuir el CO2 de la atmósfera puede ser un proceso caro y poco rentable

El experto aclara que a la hora de hablar sobre la intervención en el clima, y además de la ya explotada posibilidad de reducir las emisiones y sustituir los combustibles fósiles por energías renovables, hay dos vías principales, ambas analizadas recientemente por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos (NAS) en sendos informes.

En primer lugar está la opción de retirar el CO2 y otros gases de efecto invernadero de la atmósfera. Según el organismo estadounidense, y a pesar de que métodos como el de la fertilización con hierro de los océanos deberían investigarse más en profundidad por sus posibles peligros, otros encarnan pocos riesgos y han sido bastante estudiados.

“La eficacia está probada pero el coste y la energía que se necesita para muchos de ellos es alta”, concreta Lall. Además, según el experto, absorber el CO2 y almacenarlo podría no tener un impacto significativo en el panorama climático que, ya afectado por su presencia, no sería capaz de volver a estados previos al empeoramiento.

Llegamos entonces a la segunda vía, la más polémica, y también la que podría combatir de forma más rápida algunas de las consecuencias del cambio climático: la ingeniería solar. La idea consiste en frenar las altas temperaturas liberando partículas cargadas con sulfatos en las capas altas de la atmósfera, lo que haría que parte de la luz del sol rebotara y no llegara a incidir sobre la Tierra.

“Sé que funcionaría. Por supuesto habría efectos secundarios, pero sé a ciencia cierta que funcionaría. Por una razón: ya se ha hecho anteriormente. Y no lo hemos hecho nosotros, no yo mismo, sino la propia naturaleza”, explicaba  David Keith, firme defensor de la exploración de estas tecnologías, en una controvertida charla TED.

El experto aludía a experiencias con erupciones volcánicas, como la del monte Pinatubo, que a comienzos de los años 90 envió un montón de azufre a la estratosfera creando una nube de gas que provocó que, durante un tiempo, la cantidad de radiación que llegaba a la superficie terrestre fuera mucho menor. El efecto sobre las temperaturas fue tangible e incluso mayor que en otras erupciones en las que se produjo el mismo proceso.

Según Lall, la posibilidad de poner «espejos gigantes» en el espacio que reflejen la radiación solar también se ha discutido. Pero, al igual que con otras posibles técnicas de modificación solar, el mundo académico sigue estando generalmente en contra.

Las erupciones volcánicas han probado que se puede modificar la incidencia del sol

Las erupciones volcánicas han probado que se puede modificar la incidencia del sol

La NAS afirma que, a juzgar por los datos teóricos y observacionales, el control de la radiación solar podría compensar algunas de las consecuencias del calentamiento global en pocos años y con un coste directo relativamente bajo. Sin embargo, emplear estas técnicas de modificación del clima a gran escala conllevaría una serie de riesgos ambientales, sociales, legales, económicos, éticos y políticos debido a la falta de conversaciones y de acuerdos al respecto. «Es necesario determinar si las técnicas de modificación del impacto de la radiación solar son una respuesta climática viable», sentencia.

Los informes y sus indicaciones se enmarcan en la línea de lo que reclama el físico David Keith, que lleva años batallando por la profundización en el campo. “Hemos decidido colectivamente que preferimos la ignorancia. Necesitamos un programa serio, abierto, lógico e internacional de investigación. Y no tenemos uno. Es pura cobardía política”,  afirma el profesor.

UN PASADO DE NEGACIÓN

La intervención en el clima no es un invento reciente. La idea de ‘jugar’ con el mismísimo sol se remonta a los años sesenta. Distintos informes que mencionaban la geoingeniería pasaron por las mesas de los presidentes de los Estados Unidos, empezando por Johnson en 1965. La NAS tampoco acaba de empezar con los informes al respecto: en 1977, 1982, y 1990 ya se había considerado la posibilidad.

Sin embargo, durante los últimos veinte años el tema se ha ido convirtiendo en una especie de tabú, una opción políticamente incorrecta. A pesar de que voces como Paul Crutzen, químico neerlandés ganador del premio Nobel en 1995 por sus investigaciones sobre la incidencia del ozono en la atmósfera, hayan avisado de que sería positivo explorar sus posibilidades, y de que otros como Keith lleven años abogando por lo mismo, la investigación al respecto sigue virtualmente detenida y la mayor parte de la comunidad científica se opone firmemente a retomarla.

“Yo no propondría que se usaran este tipo de métodos por todas las posibles consecuencias inesperadas. La mejor solución para luchar contra el cambio climático es eliminar las emisiones cambiando la infraestructura energética”, defiende Mark Z. Jacobson, profesor de ingeniera civil y medioambiental de la Universidad de Stanford. Lall añade que, mientras las estrategias para retirar el CO2 son caras y podrían no obtener resultados relevantes, el manejo de la radiación es directamente peligroso y podría tener consecuencias graves “regional y globalmente”.

Podría disminuir la presencia de ozono estratosférico e incluso podría alterar los patrones de precipitaciones. Además, esta intervención no contrarresta la elevada concentración de dióxido de carbono en la atmósfera.

Una gran crisis de cosechas podría hacer que algún país se lanzara a la geoingeniería por su cuenta

Una gran crisis de cosechas podría hacer que algún país se lanzara a la geoingeniería por su cuenta

La tecnología plantea otro problema grave: su uso podría hacer que se redujera la preocupación sobre los efectos negativos de los gases de efecto invernaderoen el clima, lo que se considera un riesgo moral. Al pensar que existe una solución fácil y rápida, gobiernos, empresas y ciudadanos podrían cejar en su empeño por combatir la contaminación del planeta.

Casi todos los expertos, tanto los que están en contra como los que se muestran a favor, coinciden en un punto: el siguiente paso debería ser un tratado que regule el estudio de la geoingeniería y quién (organismo o países) tendría derecho a emplearla.

Si no, la comunidad internacional podría encontrarse ante un conflicto difícil de gestionar: “Si China se despierta en 2030 y se da cuenta de que los impactos en el clima son inaceptables, podría no mostrarse muy interesada en nuestras discusiones morales acerca de cómo hacerlo y decidir que prefiere tener un mundo con geoingeniería que sin ella. Y no tendríamos un mecanismo internacional para determinar quién puede tomar esa decisión”, defiende Keith.

“Hay un acuerdo de las Naciones Unidas que prohíbe a los países realizar modificaciones del clima, pero no está claro si se aplica a la geoingeniería”, concreta Lall.

A pesar de la posible reducción de los gases puede que algunos efectos no tengan solución

A pesar de la posible reducción de los gases, puede que algunos efectos no tengan solución

Por el momento, la larga lista de contras inclina la balanza hacia métodos más conservadores como la reducción de emisiones. Sin embargo, expertos como Keith se preguntan qué sucederá si, el día en que realmente se controlen las emisiones, algunas cosas ya no tienen marcha atrás.

“Tal vez ese mismo día también nos demos cuenta de que la capa de hielo de Groenlandia se está fundiendo de forma inaceptablemente rápida, suficiente como para incrementar unos metros el nivel del mar en los siguientes 100 años y borrar así algunas de las grandes ciudades del mapa. Esa es una situación absolutamente posible. Podríamos decidir en ese instante que, incluso aunque la geoingeniería era incierta y moralmente inquietante, era mucho mejor que la decisión de no optar por ella», alertaba ya en 2007.

Al menos por ahora, y a pesar de sus copiosas advertencias, los riesgos son demasiados altos. La tecnología seguirá durmiendo en un cajón a la espera de que, incluso con todos sus puntos negativos, un día se convierta en necesaria. O a que, gracias a los esfuerzos conjuntos, en el futuro sea solo una anécdota sobre las medidas que llegaron a plantearse, pero no a tomarse, en los peores momentos climáticos del planeta.

Fuente artículo: http://www.eldiario.es/hojaderouter/ciencia/geoingenieria-clima-modificacion-cambio_climatico_0_553644849.html

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Por qué los móviles no son tan móviles como parecen (y cómo llegarán a serlo)

Por: Marta Sofía Ruiz

Las pantallas táctiles obligan a detenerse, sacar el móvil del bolsillo e interrumpir cualquier actividad que estemos realizando. Ideas tan simples como recuperar los botones grandes o desarrollar sistemas más avanzados de reconocimiento de voz podrían acabar con esta lacra que a menudo pasa inadvertida.

Vas por la calle escuchando música, con tu móvil en el bolsillo. Si quieres cambiar de canción, y los auriculares no tienen su propio mando a distancia, tiene que sacar el teléfono, desbloquear la pantalla –seguramente introduciendo un código o patrón para ello– y centrar tu atención en los menús para pulsar las teclas adecuadas.

Con un antiguo reproductor de MP3 hubiera sido menos engorroso: cambiar de pista era tan fácil como meter la mano en el bolsillo y reconocer los botones por su tacto. Los ‘smartphones’ modernos han hecho que sus propietarios tengan que interrumpir su marcha para realizar las acciones más simples.

Al menos así lo cree Joseph Marshall, investigador de la Universidad de Nottingham que estudia la interacción en movimiento, es decir, la posibilidad de usar un dispositivo supuestamente móvil mientras nos movemos.

“La mayor parte de las funciones de un teléfono, y especialmente las ‘apps’, están diseñadas para ser usadas mientras estamos quietos. Los teléfonos son difíciles de utilizar incluso cuando caminamos, y es especialmente complicado si estás corriendo o conduciendo”, explica el experto.

Según Marshall, para conseguir que teléfonos y ‘wearables’ no dificulten nuestro desplazamiento por culpa del diseño de su interfaz, los diseñadores de ‘hardware’ y los desarrolladores de sistemas operativos y ‘apps’ tendrían que idear soluciones que permitan interactuar con los distintos aparatos sin tener que mirar a la pantalla.

Los teléfonos son difíciles de usar cuando caminamos

Los teléfonos son difíciles de usar cuando caminamos

Soluciones para el movimiento

Para actividades simples como andar, conseguir una interacción limitada pero útil (por ejemplo, las notificaciones de los ‘smartwatches’ o las gafas de Google) podría ser tan sencillo como hacer los botones más grandes o emplear interfaces que se controlen con la voz.

De hecho, ya hay vías de investigación que Marshall describe como “muy interesantes” y que abordan problemas simples como controlar la música mientras corremos. Es lo que intenta resolver  PocketMenu: con el dispositivo en el bolsillo, se pueden emplear gestos sobre la pantalla para cambiar de pista o modificar otros parámetros como el volumen.

Se trata de un retorno, con vuelta de tuerca, a la forma en que se manejaban los reproductores antiguos. Aunque resulte paradójico, los botones de los viejos aparatos facilitaban el uso en movimiento, mientras que las actuales pantallas, que obligan a usar la vista, plantean una mayor dificultad.

Los teléfonos se interponen en el camino del movimiento natural de sus usuarios

Los teléfonos se interponen en el camino del movimiento natural de sus usuarios

“Hay también innovación en sensores, como Google Tango, que promete que los dispositivos serán ‘conscientes’ de lo que hay a su alrededor, lo que permitirá que te avisen si te vas a chocar con alguien o con algo mientras vas caminando, alertándote para que levantes la mirada”, indica el experto.

El experto también hace referencia a Pokémon Go, el juego más popular del verano, como ejemplo de ‘app’ con fallos relativamente fáciles de corregir. “De alguna manera no importa tanto, porque no tienes que moverte rápido», admite Marshall, «pero en otros sentidos es terrible porque te anima a ir a todas partes mirando la pantalla, ignorando lo que hay a tu alrededor”.

La propia empresa responsable del juego parece ser consciente. De hecho, ya tiene una respuesta en camino. «Están desarrollando un dispositivo ‘wearable’ para poder jugar aunque el móvil esté en tu bolsillo que favorecerá la interacción en movimiento”, recuerda el investigador.

Hacer los botones más grandes es una de las soluciones más simples

Hacer los botones más grandes es una de las soluciones más simples

Para abordar la interacción mientras se llevan a cabo  actividades más exigentes, como la natación o el buceo, las compañías tendrán que ofrecer soluciones a medida. El objetivo es que el usuario tenga a su disposición ciertas funcionalidades que sean de utilidad para ese ejercicio en concreto.

“Por ejemplo, puedes conseguir  gafas para nadar diseñadas por OnCourse que te ayudan a navegar y a mantenerte en línea recta”, cuenta Marshall. “Solo realizan una función, pero gracias a esa especialización lo pueden hacer en condiciones muy extremas: bajo el agua, con las manos y el cuerpo en una posición constreñida, sin posibilidad de mirar a una pantalla…”

En este contexto, realizar tareas no relacionadas con el ejercicio, como leer los correos o los mensajes de WhatsApp, sería entrar en lo que el investigador denomina “zona de peligro”. Así hace referencia a los sistemas que permiten la interacción cuando el usuario debería estar concentrado en otra cosa, en este caso su actividad. Según Marshall, esta es la pregunta más complicada: ¿hay que diseñar para facilitar la interacción u optar por dificultarla?

“Hay compañías de coches que también están trabajando en esto, debido a la proliferación de pantallas táctiles”, explica el investigador. “Por ejemplo, algunos están desarrollando pantallas en las que no haga falta posar los ojos y en las que se empleen gestos como deslizar dos dedos hacia arriba para subir el volumen o tres dedos para controlar el aire acondicionado y la temperatura”.

Respecto a soluciones como el reconocimiento de voz o asistentes virtuales como Siri, el experto considera que funcionan bien en ciertos entornos, como en un coche cuando la música no está encendida. Fuera, si hay ruido, o viento, o si te estás moviendo rápidamente, no sirven. A pesar de ello, las versiones más avanzadas que llegarán en un futuro deberían simplificar la interacción en movimiento, al menos para las actividades más sencillas.

“La gente intenta usar sus teléfonos todo el tiempo», sentencia Marshall. «Cada vez que te chocas con alguien por la calle porque va mirando su móvil o que intentas enviar un mensaje en la bici o el coche son prueba de ello”. Así las cosas, el experto cree que los dispositivos que consideramos móviles deben empezar a hacer honor a su nombre e integrarse totalmente en el quehacer de las personas, sin interrumpir sus movimientos naturales.

El futuro más lejano podría parecerse a la película ‘Her’, o tal vez tengamos una voz en la cabeza que atienda nuestras peticiones. Quizá, sencillamente, las interfaces las veamos integradas con nuestro entorno (la verdadera realidad aumentada). Es imposible predecirlo. De momento habrá que conformarse con que el peatón devuelva el móvil al bolsillo y la vista al frente, donde deben estar.

Fuente:http://www.eldiario.es/hojaderouter/tecnologia/moviles/interaccion-interfaces-movilidad-realidad_aumentada-reconocimiento_de_voz_0_550845051.html

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El paraíso de los robots: por qué Japón es la capital del imperio de las máquinas

Por: Marta Sofía Ruiz

Fuertemente implantados en su sociedad y con visos de que su importancia siga creciendo, los robots son una parte fundamental del país nipón, que confía en ellos para solucionar los problemas de falta de mano de obra y personal de servicios.

Influido por su desarrollo histórico y por factores sociales y culturales, Japón se ha convertido en una suerte de imperio de los robots gracias, en gran parte, al apoyo institucional y a la potencia de su industria automovilística. Como si de una pócima mágica se tratara, distintos ingredientes han hecho del país nipón un refugio de autómatas llamados a solventar los problemas poblacionales y a convertirse en parte imprescindible de la sociedad.

La afición de esta isla por la robótica, cuya expresión más visible pasa por creaciones como  el famoso robot Asimo o por los humanoides que cada vez se parecen más a sus diseñadores, no es algo nuevo, sino que lleva años fraguándose, desde antes de la Segunda Guerra Mundial. Tras grandes avances en el periodo previo al conflicto y después del amplio desarrollo militar que se produjo durante la contienda, el Gobierno quiso reorientar todos esos esfuerzos e impulsó la industria de la maquinaria, redirigiéndola hacia el ámbito civil.

“El Gobierno comenzó a promover la industria de forma muy activa en la década de los 50, ofreciendo préstamos con intereses muy bajos y exenciones fiscales”, relata a  HojaDeRouter.Com  Tetsuji Okazaki, profesor de historia económica de Japón en la Universidad de Tokio.

Con los años, y especialmente a partir de la década de los 70, el sector automovilístico se convirtió en estandarte de la industria de la maquinaria y en uno de los principales impulsores de la robótica. “Los fabricantes de automóviles han contribuido al crecimiento de los robots industriales con el objetivo de poder mejorar su propia productividad ”, explica Yuji Hosoda, secretario general de la Sociedad de Robótica de Japón.

La industria automovilística ha impulsado el campo de la robótica

La industria automovilística ha impulsado el campo de la robótica

Kazuhito Yokoi, director del Instituto de Investigación de Sistemas Inteligentes en el Instituto Nacional del Avance de la Ciencia y la Tecnología de Japón, va más allá y afirma que si la industria japonesa de la robótica es tan potente se debe a estas compañías: “En Japón tenemos muchas empresas de automóviles como Toyota, Mitsubishi, Nissan o Suzuki que se han introducido en la industria de los robots”, defiende. “La industria de la robótica es potente porque la de los automóviles es potente”, remarca el experto.

Desde el comienzo de los años 90, muchas otras compañías y ‘startups’ se han lanzado al mercado de la robótica con el objetivo de seguir innovando. “Empresas como Panasonic, Sharp o Sony, que también son muy fuertes, han entrado en el mercado y han aportado grandes avances”, afirma Yokoi.

Además, en muchos casos, la universidad ha jugado un papel fundamental en la configuración del panorama de la robótica, ya que ha nutrido a las empresas de jóvenes investigadores e ingenieros, ha sido el origen de numerosos avances y el embrión de ‘spin offs’ y ‘startups’ que han nacido en el ámbito de la enseñanza y han dado el salto a los negocios. “La industria se sustenta en redes muy fuertes que enlazan al Gobierno, las empresas y las universidades. Por estas redes es por lo que Japón es un buen país para el negocio de la robótica”, explica el experto.

Una necesidad vital

Con una población muy envejecida y unas tasas de natalidad muy bajas, Japón confía en su industria robótica para encontrar la solución al problema de la falta de mano de obra. Sus políticas sobre inmigración, muy restrictivas – solo un 2% de la población es extranjera–, únicamente agravan un problema que el país nipón palia con  315 robots industriales por cada 10.000 empleados, que cargan con una parte del trabajo del territorio. Solo por detrás de Corea del Sur en número de autómatas por trabajador, todos los expertos coinciden en lo mismo: estas entidades mecánicas son la solución a la falta de mano de obra que acecha a la sociedad nipona e irán cobrando cada vez más protagonismo en tareas no solo industriales, sino de cuidado de mayores y atención al cliente.

“Japón se enfrenta a un problema muy serio conforme su población envejece. Cada vez hay menos nacimientos, menos mano de obra y además hay una gran brecha generacional y una mayor necesidad de atender a los mayores. Esa brecha debe llenarse con robots”, explica el profesor Okazaki.

Muchos diseñadores robóticos crecieron influenciados por series como Astroboy

Muchos diseñadores robóticos crecieron influenciados por series como Astroboy

Esta convivencia entre humanos y robots, que parecen destinados a formar parte aún más inherente de la sociedad nipona, solo podría tener una implantación tan amplia y positiva en una sociedad como la japonesa y en el contexto de su religión y su cultura.

“Casi todos los japoneses están familiarizados con Karakuri, que fue un antiguo autómata del periodo Edo [parte de la historia de Japón que se extiende desde el 24 de marzo de 1603 hasta el 3 de mayo de 1868 y que delimita el gobierno del Shogunato Tokugawa]”, explica el secretario general de la Sociedad de Robótica.

“Además, los japoneses no se han visto influenciados por el ‘complejo de Frankenstein’ como los cristianos, porque no han sido monoteístas”, añade. Al hablar de este concepto, el experto emplea la expresión con la que Isaac Asimov describió el miedo de los hombres a que las máquinas se rebelaran contra sus creadores, como el legendario monstruo de la novela de Mary W. Shelley. Sin embargo, este temor, argumento repetido en distintas narraciones occidentales, no está presente en la isla en la que, además, una parte de la población, sintoísta, cree que incluso los objetos inanimados –incluidos aquellos construidos por el hombre– pueden tener una esencia espiritual.

El sueño infantil de la robótica

No se trata solo de que el imperio del Sol Naciente no tenga miedo de los robots, sino que el amor por estos seres mecánicos está fuertemente implantado en su cultura popular. Algunos de los más renombrados inventores de robots, como Tomotaka Takahashi, han mencionado el impacto que los cómics y la serie de Astroboy tuvieron durante su infancia. El profesor Okazaki relata que también fue uno de los millones de niños japoneses que creció contemplando las aventuras de este androide.

Pepper ha sido el primer robot humanoide en trabajar en un banco

Pepper ha sido el primer robot humanoide en trabajar en un banco

“Yo nací en 1958, y en ese momento Astroboy era muy popular y todos estábamos muy entusiasmados con esa animación. La industria de la robótica se ha nutrido de talento humano y creo que esos mismos niños que se entusiasmaron con las series de animación se convirtieron en investigadores e ingenieros en el campo de la robótica, que, por cierto, es una de las carreras más populares en la universidad”, explica el profesor de Historia Económica. “Quizá ese talento está asociado con las influencias culturales recibidas”.

Yuji Hosoda está de acuerdo. Además, en esos gustos y en la ausencia de rechazo hacia las máquinas se cimenta, en su opinión, la gran cantidad de robots humanoides que se desarrollan en el país nipón. “Puede que los robots humanoides tengan la forma de los sueños de muchos investigadores e ingenieros robóticos japoneses”, manifiesta.

Durante los últimos años, el Gobierno, a través del Ministerio de Economía, Comercio e Industria (METI por sus siglas en inglés) ha liderado la apuesta por la robótica, y los robots de servicios son el próximo paso. “En este cuarto de siglo, los robots de servicios han sido incubados como el próximo producto de mercado en distintos programas nacionales del METI”, explica Hosoda.

Especialmente en los últimos años, Shinzō Abe, el primer ministro japonés, ha estado apostando por la innovación social a través de los robots. “Este nuevo movimiento recibe el nombre de la Iniciativa de la Revolución Robótica [Robot Revolution Initiative]”, concreta Hosoda.

El hotel en el que solo te atienden androides; el robot Pepper, que trabaja como conserje en uno de los bancos más grandes de Japón, o el desarrollo de  robots mascotas robots que se encarguen de cuidar a los ancianos son solo algunos ejemplos de la apuesta del país por una nueva generación de autómatas.

Aibo, jugando al igo, es una mascota robótica.

Aibo, jugando al igo, es una mascota robótica.

El secretario general de la Sociedad Robótica de Japón también apunta a que otros robots, como aquellos especializados en dar respuesta práctica ante un desastre, han acelerado su desarrollo desde el accidente nuclear de Fukushima. “Y, por supuesto, los robots industriales también continúan avanzando, en busca de una mayor efectividad y de una producción de mayor calidad”, añade.

Sin embargo, y a pesar de ser el rey de la robótica, Japón tiene grandes competidores en una de las áreas que más desarrollo están teniendo en la última década: la inteligencia artificial. En este campo, empresas europeas y estadounidenses se posicionan como rivales muy fuertes que buscan convertirse en referentes de esta tecnología. De hecho, Kazuhito Yokoi cree que los robots de comunicación que emplean inteligencia artificial están teniendo un desarrollo muy competente fuera del país nipón, muy avanzado en la parte mecánica.

Por su parte, Yuji Hosoda apunta a otro territorio como posible competidor dispuesto a quitarles el título de imperio de las máquinas: “ China está creciendo y convirtiéndose en uno de los mayores usuarios de robots en el mundo”.

Por el momento, y con un futuro que solo contempla la posibilidad de más robots, el país nipón será el refugio de máquinas y creaciones humanoides que, de forma progresiva, se convertirán en parte más y más imprescindible de una sociedad que, además de acogerlos con los brazos abiertos, los necesita para sobrevivir

Fuente: http://www.eldiario.es/hojaderouter/tecnologia/Japon-maquinas-robots-humanoides-automatas-inteligencia_artificial_0_546995435.html

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La activista negra que forzó los derechos de autor para luchar contra la esclavitud

Feminista, abolicionista y defensora de los derechos de los afroamericanos, Sojourner Truth usó los derechos de su propia imagen para financiar sus distintas luchas. Adelantada a su tiempo, esta activista del siglo XIX pasó treinta años siendo esclava y, tras huir de su dueño, dedicó su vida a intentar cambiar un sistema con el que no estaba de acuerdo.

Nacida en 1797 como esclava, Sojourner Truth –nombre que adoptó en 1843– pasó gran parte de su vida luchando contra la esclavitud y fue una defensora de los derechos de la mujer y de la igualdad entre blancos y negros. Vendida un total de tres veces, escapó un año antes de que su último dueño se viera obligado a liberarla a causa de las nuevas regulaciones del estado de Nueva York, que avanzaba lentamente hacia la abolición total del esclavismo.

Con su hija pequeña en brazos, abandonó la granja en la que había trabajado los últimos 16 años, dejando atrás a su marido y a otros tres hijos que, ni siquiera con las nuevas leyes, podían obtener aún el derecho a ser libres. “ No salí corriendo, pensando que hacía mal, salí andando, creyendo que todo estaba bien”, explicaría años más tarde.

'Vendo la sombra para proteger la sustancia' era la inscripción de las tarjetas

Desde entonces, su vida se convirtió en una batalla permanente contra lo establecido en la que utilizó todas las herramientas a su alcance para hacer oír su voz. Dotada de una gran espiritualidad, que experimentó a través de su pertenencia a distintas congregaciones, Truth fue una de las primeras afroamericanas que ganó un juicio contra un blanco cuando, en 1928, acudió a los juzgados para conseguir la custodia de su hijo Peter, que había sido vendido a un esclavista de otro estado de forma ilegal. Le dieron la razón. Y no sería la última vez.

En 1832 presentó una demanda por calumnias cuando su nombre se vio envuelto en un escándalo relacionado con el Reino de Matthias –un grupo religioso al que estuvo vinculada durante un tiempo– y obtuvo 125 dólares, lo que equivaldría a unos 2.600 euros en la actualidad. Años más tarde, en 1865, presentó cargos contra un conductor de un tranvía que la había intentado tirar del vehículo y que, debido a su denuncia, fue apartado de su puesto de trabajo.

Sin embargo, puede que uno de los puntos más peculiares de la historia de esta luchadora pionera sea el uso que hizo de su propia imagen, que ha permitido que distintas fotografías en las que aparece hayan llegado hasta nuestros días. En ellas, Truth, una mujer alta y ya en sus sesenta, mira al espectador con una pose digna, ataviada con la vestimenta cuáquera que adoptó en las últimas décadas de su vida. Con un precio de 25 centavos –lo que en la actualidad equivaldría a unos 6 dólares o a unos 5 euros–, aquellos que las adquirían contribuían a la labor de predicación de Truth, que recorrió el este y el medio-oeste de Estados Unidos defendiendo sus ideas.

La sombra para proteger la sustancia

La tarjeta de visita o ‘carte de visite’ fue un formato fotográfico para retratos de estudio nacido en Francia que se convirtió rápidamente en un fenómeno social, expandiéndose por toda Europa y Estados Unidos. Los álbumes para coleccionar y mostrar estas tarjetas de pequeñas dimensiones se volvieron habituales y las personas intercambiaban sus retratos y adquirían otros nuevos, siendo especialmente relevantes los de personajes prominentes de la época.

Truth encontró en estas ‘carte de visite’ un modo de financiación y, a la vez, una forma de reivindicación peculiar. La abolicionista decidió que la propietaria de las imágenes en las que aparecía era ella, y no el fotógrafo que las realizaba. Por ello, ponía en los retratos que el ‘copyright’ le pertenecía.

Tal y como explica el libro ‘Enduring Truths. Sojourner’s Shadows and Substance’, poco después de que la activista empezara a reclamar derechos sobre su imagen, Estados Unidos introdujo una enmienda que clarificaba el ‘copyright’ estableciendo que “los autores que habían creado las fotografías y los negativos de las mismas eran los poseedores de la propiedad intelectual.»

A pesar de que los fotógrafos no se dieron demasiada prisa en ejercer sus derechos legales, las imágenes que incluyen ‘copyright’ mencionan habitualmente a su creador. Por ejemplo, Mathew Brady –el fotógrafo– es el que aparece como poseedor de los derechos en su retrato de Abraham Lincoln, a pesar de la importancia del presidente. No era así en el caso de Truth, que consiguió obtener la propiedad de las imágenes que protagonizaba. De hecho, solo dos de sus cartas de visita, de las primeras realizadas en los años sesenta del siglo XIX, mencionan al fotógrafo. Y aún así también incluyen su nombre.

Cartas de visita de la abolicionista

Cartas de visita de la abolicionista

“En sus cartas de visita, Truth exigía que se imprimiera su nombre tanto en la parte delantera como en la parte trasera de la foto. Esto es muy inusual, pocas cartas de visita incluyen el nombre de la persona que aparece en ella y, hasta donde yo sé, ninguna tiene derechos de imagen asociados a la persona fotografiada, lo que sí sucede en el caso de Truth”, explica en el libro Darcy Grimaldo Grigsby.

El nombre de la activista no es lo único que se grababa en esas fotos: «Vendo la sombra para mantener la sustancia», solía aparecer escrito acompañando a la imagen de Truth. Este lema era su forma de explicar, y reclamar, que después de haber sido vendida en numerosas ocasiones, era ella ahora su única propietaria y la que decidía comercializar una parte de sí misma.

A pesar de que los fotógrafos que realizaban su retratos podrían haber reclamado el ‘copyright’, la mayoría de los autores de sus cartas de visita estuvieron de acuerdo en cederle su derecho sobre las imágenes y ni siquiera aparecer mencionados. En contra de la ley, la convención y la práctica general, Truth poseía incluso la sombra de su imagen.

¿Acaso no soy una mujer?

Este juego con el ‘copyright’ le permitió pasar las últimas décadas de su vida luchando por la abolición total de la esclavitud, por el voto de los afroamericanos y las mujeres –acudió en varias ocasiones a las urnas pero nunca la dejaron votar–, por el derecho a la educación y a la propiedad de terrenos de los esclavos emancipados, por la desegregación de los tranvías y por la eliminación de la pena capital.

Sojourner Truth pasó 30 años como esclava

Adelantada a su tiempo y defensora de las nuevas tecnologías –como dejó patente en cartas que remitió a distintas publicaciones–, Truth no pasó a la historia por su reivindicación original y tan particular de los derechos de imagen, sino por su aclamado discurso ‘ ¿Acaso no soy una mujer? que pronunció en la Convención de Mujeres de Akron (Ohio) en 1851, en el contexto previo a la Guerra de Secesión. Durante su mensaje, según la transcripción que otros realizaron de sus palabras, Truth reivindicó y estableció un paralelismo entre la la lucha por los derechos de las mujeres y los de los afroamericanos.

“Los caballeros dicen que las mujeres necesitan ayuda para subir a las carretas y para pasar sobre los huecos en la calle y que deben tener el mejor puesto en todas partes. Pero a mí nadie nunca me ha ayudado a subir a las carretas o a saltar charcos de lodo o me ha dado el mejor puesto. ¿Y acaso no soy una mujer? ¡Mírenme! ¡Miren mis brazos! ¡He arado y sembrado, y trabajado en los establos y ningún hombre lo hizo nunca mejor que yo! ¿Y acaso no soy una mujer? ¡Puedo trabajar y comer tanto como un hombre, si es que consigo alimento, y puedo aguantar el latigazo también!”

Futura protagonista del reverso del billete de 10 dólares, que homenajeará a las pioneras que lucharon por el sufragio femenino, y con un asteroide nombrado en su honor, los métodos de esta luchadora, que se declaró dueña hasta de su sombra, le ayudaron a combatir las injusticias y le hicieron ganarse un hueco en la historia de sus diferentes luchas y también, de pasada, en la de la propiedad intelectual y el ‘copyright’.

Fuente:http://www.eldiario.es/hojaderouter/Sojourner_Truth-abolicionismo-esclavitud-feminismo-derechos_0_544545763.html

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