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La monotonía del discurso educativo

Por: Pedro Badía

La educación no es una receta contra el desempleo es, sobre todo, el proceso necesario e insustituible para formar ciudadanos y ciudadanas que se pregunten los porqués de la existencia.

El discurso se vuelve cada vez más uniforme y el esquema educativo más homogéneo y más simple. Agentes sociales, partidos políticos y asociaciones de distinta índole parecen cada vez más imbricadas en el discurso de moda: educación, empleo y mercado. Cualquier llamamiento a la necesidad que el futuro de la democracia tiene de las Humanidades y del término humanismo aplicado a la educación se entiende como un gesto de rebeldía trasnochada, cuando no de arrogancia y de falta de perspectiva de futuro.

Diferentes agencias que se dedican a los estudios sociales y económicos como la OCDE y expertos de entidades como la Comisaría de Educación de la Unión Europea (UE) señalan la importancia de la formación, el desarrollo de ciertas competencias para una mejor inserción en el mercado laboral y la mejora de los sistemas escolares, como los caminos más fiables para superar la crisis social y económica en la que viven inmersos más de 20 millones de desempleados en la UE, y que es especialmente virulenta con los y las jóvenes.

La crisis económica se presenta como una consecuencia de la falta de formación de la juventud y de las competencias necesarias para hacer que la economía sea más dinámica y competitiva y tenga más capacidad para hacer frente y superar las crisis. Según Pablo Gentili, secretario general de CLACSO: “Una bella pero muy mal contada historia que vuelve heroica la labor educativa y que acaba condenándola ante las aparentes evidencias de su ineficacia para responder a los retos del presente”.

La ecuación más educación igual a más y mejores empleos y a más ingresos debe tratarse con mucho cuidado y de manera muy reflexiva. La educación, si puede arrojar luz para un futuro mejor, es para mejorar la calidad del trabajo en un mercado laboral más solidario, vertebrado sobre la equidad y la cooperación, para conseguir una economía sostenible que no apunte al crecimiento como único fin y objetivo. Pero la educación no puede convertirse en un proceso para mantener la dramática economía de guerra en la que vive más de la mitad de las personas del mundo, incluidos varios millones de españoles.

La educación no es una receta contra el desempleo es, sobre todo, el proceso necesario e insustituible para formar ciudadanos y ciudadanas que se pregunten los porqués de la existencia. “Cada vez que desaparecen los porqués se produce un vacío que se llena de cosas malas. Una democracia entra en crisis cuando se deteriora el medio ambiente de los porqués”, Manuel Rivas.

Es una lástima que las autoridades europeas y españolas no afronten las injusticia del mercado de trabajo, la discriminación, la injusticia social que a diario se perpetran en el modelo económico que sufre la sociedad, y apoya la mayoría de los gobiernos de la Unión Europea, entre ellos el español.

Ese está produciendo un cambio drástico que será perjudicial para el futuro de las democracias. El discurso monótono del mercado y la intoxicación de la educación por términos y estrategias que proceden de la economía, hace que la finalidad, el objetivo y los contenidos tengan un sentido y no otro, dejando fuera a la comunidad educativa de decisiones tan importantes como la construcción del currículo, la utilidad de la evaluación o el papel de la institución escolar en la sociedad. Se educa para incrementar la renta y se progresa para incrementar los datos macroeconómicos.

En realidad nos empujan hacia un entorno centrado cada vez más en el crecimiento y el éxito, en el que la rentabilidad importa más que la imaginación y el gusto por la vida.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/12/11/la-monotonia-del-discurso-educativo/

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Propongo una historia de la cultura

Por: Pedro Badía

Como elemento de cambio, para desintoxicar el sistema educativo de la discriminación, de la moral religiosa intolerante, del predominio de la historia militar política y patriarcal, de la jerarquización curricular y de todos aquellos elementos que en la actualidad tienen como rehén al conocimiento.

Si no empezamos a nadar contra corriente difícilmente superaremos la charca moral en la que vivimos desde hace años. La quincalla intelectual es tan peligrosa como las ideas más extremas y más violentas porque te deslumbran hasta atarte al palo del inmovilismo. Te piensas que estás en la lucha, pero en realidad estás en un camino marcado de antemano. Las palabras se van deteriorando con el uso indiscriminado hasta perder el sentido original que las hace fuertes y necesarias. Me pasa con la palabra diversidad o con la palabra experiencia. A fuerza de retorcerlas las hemos convertido en quincalla intelectual.

La diversidad es inherente a la existencia de la humanidad, no tenemos porqué adornarla tanto. La experiencia en sí no vale nada, si no distinguimos entre la experiencia que aporta calidad a nuestra existencia y aquella que nos hace rehén de las peores formas de vida y de profesión. En educación insistimos mucho en la diversidad y en la experiencia y nunca en todo aquello que nos une como personas y en la calidad de lo vivido existencial y profesionalmente. La atención a la diversidad, que aparece en casi todos los papeles educativos no es sino el reflejo de un mal sistema educativo. Y la persistencia en el currículo de la catequesis de religión, principalmente católica, es el signo de un tiempo, aún no pasado, que insiste en adoctrinar feligreses en vez de educar ciudadanos y ciudadanas. Si la diversidad humana es la norma, ¿Hay algo más discriminatorio que la atención a la diversidad? Si la libertad de conciencia, creencias y no creencias, es la base de nuestra convivencia ¿Ha existido en la historia de la humanidad alguna creencia que haya provocado más guerras, muertes y represión que las religiones? ¿Algún credo que separe más a los seres humanos que las religiones?

Me perturba la lectura de los quince puntos para un posible pacto educativo, emanados de los trabajos de la Subcomisión de Educación del Congreso de los Diputados. Porque intuyo que pueden pactar, una vez más, sobre aquellos fundamentos que mantienen como rehenes de un sistema educativo inflexible y gris, al conocimiento, al aprendizaje, a la creación y a los valores.

Una vez más aparece la catequesis, de religión católica, como un punto importante que negociar, quedando fuera cualquier alusión a una educación para la ciudadanía tan importante para construir una cultura de paz que asegure y haga efectivo los derechos humanos universales.

Yo propongo que la religión y su alternativa actual queden fuera del currículo y que hagamos efectivo en la Enseñanza Obligatoria una Historia de la Cultura. El propósito de esta asignatura sería dar a conocer entre los menores todo aquello que nos ha unido y nos une como seres humanos, en lo que debemos y deben seguir implicados todos aquellos que se suman a la edad adulta, tras su paso por la etapa escolar, para no autodestruirnos. Que ponga el énfasis en todo aquello que tenemos en común. Que eduque a las personas desde la infancia como ciudadanos y ciudadanas en un proyecto común, la Humanidad, elevándose por encima de términos tan hostiles como patria y nación.

La Historia de la Cultura tendría que orientar un cambio de rumbo en los currículos. Enseñar el impacto que la cultura y la ciencia de unos países ha tenido sobre la de otros, la interrelación de todo lo que acontece a nuestro alrededor. Todo el progreso que los pueblos se deben entre sí. Aprender que la historia de los pueblos es un proceso en el que la Humanidad sólo ha avanzado cuando nos hemos visto como hermanos. La Historia de la Cultura es la historia misma de la humanidad, según Stefen Zweig “la historia de la humanidad: la de la construcción de la cultura, de los grandes inventos, los descubrimientos, los progresos en la moral, la ciencia, la tecnología (…). La historia de la cultura les enseña a honrar el intelecto. Y para esta, el logro es precisamente la paz”.

Propongo una Historia de la Cultura como elemento de cambio, para desintoxicar el sistema educativo de la discriminación, de la moral religiosa intolerante, del predominio de la historia militar política y patriarcal, de la jerarquización curricular y de todos aquellos elementos que en la actualidad tienen como rehén al conocimiento y al aprendizaje.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/02/23/propongo-una-historia-la-cultura/

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Adrián y la política del engaño

Por: Pedro Badía

El sistema necesita recursos, nueva organización y currículo, docentes mejor formados, perfiles de apoyo, participación de la comunidad para caminar hacia un sistema inclusivo.

Adrián es un niño con trastorno del espectro autista al que el gobierno de la Comunidad de Madrid ha obligado a matricularse en un centro de educación especial en contra de la voluntad de su familia. La Consejería de Educación  alega que este alumno necesita más apoyo del que pueden ofrecerle en el centro ordinario en el cual estaba matriculado. Según informa la prensa, la familia solicitó a los tribunales medidas cautelares para paralizar la decisión administrativa, pero la justicia rechazo dicha petición alegando, según un medio tan acreditado como la cadena SER, “que podía perjudicar al resto de compañeros”.

Una decisión política que protege un inmovilismo insano del sistema educativo, y que tiene su fundamento en la ideología más conservadora, aquella que distingue la escuela para “listos” y la escuela para “tontos”. Un fallo judicial que se fundamenta en el más absoluto desconocimiento de las necesidades del sistema educativo y que avala las ideas más retrógradas sobre el papel de la escuela y los beneficios de la escolarización en el marco de un sistema educativo inclusivo. ¿Porqué estos jueces y gobernantes quieren impedir una educación saludable y humana para Adrián? Cerraría todo los centros de educación especial.

Estuve un año en un centro de educación especial de Málaga. Una mezcla de estudio sobre el terreno y voluntariado me llevaron hasta allí. Era muy joven. Pero a punto de cumplir los sesenta años lo que allí viví, observé y aprendí me ha acompañado durante todos estos años. Especialmente me impactaban las horas de recreo y ocio. Allí me encontré, perdido, a un niño –entonces tendría 10 u 11 años– al que había dado clases particulares en el verano de ese mismo año. Ni él entendía porque estaba allí, ni yo entendí nunca cómo había terminado allí. La imagen de este niño, y otros muchos de similar perfil, deambulando por la zona de recreo sin rumbo me ha acompañado estos años y me ha reafirmado en la creencia de que todo es más sencillo de lo que parece: hay políticas educativas cuyo objetivo es separar a las personas marcando el hecho diferencial como elemento de riesgo y políticas educativas cuyo objetivo es cohesionar, haciendo de todo aquello que nos une algo bello e importante y del hecho diferencial, sustancial a cualquier ser humano, un elemento enriquecedor de todo aquello que nos une.

Por todo esto considero que el decreto de educación inclusiva que el gobierno regional de Madrid pretende poner en marcha para dar respuesta a la diversidad del alumnado, con especial atención a los más vulnerables es una apuesta para que todo siga como está, incluso peor. Porque la normativa madrileña no entra al fondo del problema y deja a los centros a su suerte, sin recursos ni orientaciones. Será un decreto pensado para ocultar la suerte que siguen corriendo muchos niños, niñas y jóvenes en la Comunidad de Madrid: el ostracismo. La política del engaño y el engaño como política. Todo esto me suena a charanga y pandereta. A la España machadiana de Frascuelo y de María. La Administración educativa va a conseguir que dude incluso de la buena voluntad. De que se intenta hacer las cosas de buena fe, aunque no se consiga. Me suena todo a estrategia mal fabricada.

El sistema educativo necesita recursos humanos y materiales. Otra organización escolar. Otro currículo. Un profesorado mejor formado. Nuevos perfiles profesionales de apoyo al docente, al alumnado y a las familias. Un escenario de participación real de la comunidad educativa. Y todo para caminar con paso firme hacia un sistema de educación inclusivo. Imposible con la LOMCE. Inviable con tanto recorte en la inversión. Improbable con un pacto político por la educación que se está fraguando quién sabe dónde.

Fuente noticia: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/01/10/adrian-la-politica-del-engano/

Fuente imagen: https://i.ytimg.com/vi/LWsa4cnGIMc/maxresdefault.jpg

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Salir del hoyo cavando

Por: Pedro Badía

Debemos de trabajar por un sistema educativo inclusivo, de justicia social. Más participativo, más colaborativo y solidario. Con más capacidad para integrar conocimientos y experiencias frente a un sistema neoliberal que quiere hacerse con el mercado educativo.

Más allá de las buenas o de las malas notas; de la disciplina y del esfuerzo para aprender y aprobar asignaturas. Más allá del fracaso escolar y del abandono escolar temprano, hay que la mayoría del alumnado que lo aprueban todo no son necesariamente excelentes, tampoco son pésimos aquellos y aquellas que suspenden, fracasan y abandonan cada curso. ¿Por qué un joven capaz de mantener una conversación, de tener alertas de noticias en el móvil sobre las cuales tiene opinión y de leer prensa y algún libro de su interés fracasa en la escuela? ¿Por qué abandonan el sistema educativo jóvenes normales y corrientes? Seguramente porque la escuela sea de las pocas instituciones importantes que quedan para garantizar un orden social más selectivo que solidario y más competitivo que colaborativo. En la “sociedad del riesgo” la escuela es infalible. El sistema escolar ha resistido el empuje de las nuevas tecnologías y de las redes sociales y se sigue moviendo por una lógica del apartheid, donde un importante número de jóvenes ya parecen de antemano excluidos y excluidas.

La educación es el resumen de los derechos humanos más importantes. Hablar de educación es hablar de justicia social y de valores morales que deben ser exigibles en cualquier sistema educativo, y que debemos de aprender porque su ausencia es un lastre para la sociedad civil. “La excelencia moral es la que más vale porque, sin ella, las demás excelencias valen menos”, Aurelio Arteta.

Es importante decantar el debate que existe actualmente entre modelos educativos que, como ha escrito Camila Crosso, pugnan entre sí con “diferentes sentidos, valores y prácticas de la educación”. En este momento predomina una concepción más economicista de la educación, reducida a la instrucción en determinadas disciplinas, según la jerarquía de materias que existe en el currículo. Los ejes que organizan el trabajo dentro del sistema educativo son el aprendizaje de ciertas habilidades y de determinados conocimientos y la medición, que no evaluación, mediante pruebas nacionales e internacionales cuyos resultados marcan las políticas educativas de algunos gobiernos. Se acumulan conocimientos medibles para ser más competitivos en el mercado laboral. En un mundo cada vez más complejo sigue ganando fuerza la instrucción y la medición.

¿La solución? Parece que en los últimos años no la tienen los gobiernos. España es un ejemplo. La LOMCE no sólo es ineficaz para solucionar los problemas y afrontar los retos que tiene el sistema educativo, sino que agudiza los primeros e ignora los segundos. Es una ley que insiste en la instrucción como guía, en la fragmentación y jerarquización como principales valores del currículo y en la medición de conocimientos como fórmula para avanzar en el sistema educativo. La solución que aporta la LOMCE tiene como principal objetivo “consolidar un modelo de desarrollo educativo, económico y social que profundiza las brechas de injusticias generadas por un mundo cada vez más desigual. Una perspectiva que despolitiza el derecho a la educación y transforma a las pruebas y los resultados de aprendizaje estandarizados en el epítome de la calidad educativa”. Palabras escritas por Camila Crosso sobre la tendencia predominante en educación mundial, pero aplicables al caso español.

En el suplemento Babelia de El País, sábado 9.09.2017, Iñigo Errejón escribía una crítica muy interesante, y recomendable del libro Contra el Populismo (José María Lassalle, Debate, 2017) y señala algunos de los problemas más complejos que forman parte del escenario actual en el que se ubica el sistema educativo, y al que las políticas neoliberales son incapaces de dar respuestas. Errejón indica que ante la grave fractura social, el control de las democracias por poderes privados incontrolables, la voladura de las instituciones que garantizan la buena salud de la democracia y especialmente la voladura de las políticas públicas que tenían como objetivo limitar el poder de los más fuertes, elevar las oportunidades de los más débiles y garantizar unas reglas del juego compartidas por la comunidad política, la solución que ofrece el neoliberalismo es “salir del hoyo cavando”. Protegerse aún más de los componente solidarios, cooperativos, de justicia social, así como del fortalecimiento del espacio público tan importante para promover una ética ciudadana que supere el individualismo y apueste por la construcción de la igualdad, la justicia social y el bien común.

El derecho humano a la educación es el terreno más importante que conquistar por el neoliberalismo, y el lugar donde se está dando una de las batallas más cruentas. De aquí la importancia de que la comunidad educativa se organice en movimientos de amplio espectro social y suficientemente organizados para resistir y al mismo tiempo avanzar con una propuesta educativa que garantice la educación a lo largo de toda la vida como un derecho de ciudadanía capaz de compensar las desigualdades; que garantice unas condiciones dignas de infraestructuras y de inversión pública; que ponga en valor la profesión docente, desde una perspectiva política y social; que consolide el objetivo de una educación, y una cultura de paz, para la ciudadanía.

Debemos de trabajar por un sistema educativo inclusivo, de justicia social. Más participativo, más colaborativo y solidario. Con más capacidad para integrar conocimientos y experiencias.

“Un sistema educativo puede presumir de excelencia si está pensado para formar en ella a todos sus alumnos, pero no si se deshace de todos aquellos alumnos que no la alcanzan por sí mismos”, Jorge Wagensberg. Ya sabemos lo que no funciona y la solución no es seguir cavando.

* Aurelio Arteta. Catedrático de Filosofía Moral y Política en la Universidad del País Vasco.
*El sistema educativo está compuesto por tres componentes esenciales el subsistema escolar, el subsistema familiar y el subsistema sociocultural. Según la definición de Xavier Melgarejo.
*Camila Crosso es la coordinadora general de la Campaña Latinoamericana por los Derechos de la Educación, CLADE, y presidenta de la Campaña Mundial por la Educación.
*Iñigo Errejón. Politólogo y político. Investigador. Diputado por Madrid en la lista de Podemos.
* Jorge Wagensberg. Profesor, investigador y escritor español.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/09/22/salir-del-hoyo-cavando/

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No hay discurso educativo alternativo

Por: Pedro Badía

Es necesario otro discurso educativo basado en la solidaridad, la cooperación, la participación, la convivencia y el compromiso social y político de la profesión docente.

La economía más conservadora y las ideas políticas más reaccionarias han contaminado al sistema educativo. Confluyen un discurso muy conservador fortalecido por el voto ciudadano y poderosos medios de información, con la debilidad y el miedo de la izquierda a exponer sus ideas ante la sociedad.

Los males del sistema educativo no vienen de la comprensividad ni de la extensión de la obligatoriedad hasta los 16 años, ni de la diversidad que hoy frecuenta nuestras aulas; sino de una concepción del sistema educativo que al igual que la globalización ha quedado en manos de la ideología neoconservadora más dura y rancia. La educación es cada vez más un instrumento de selección, y un negocio de miles de millones de dólares al que ya han puesto ojo las grandes multinacionales. Muchos gobiernos del mundo están facilitando la llegada de estos grupos económicos que depredan el sistema con la idea de “excelencia” como bandera, un término tramposo al que toda la comunidad educativa, sin diferencia ideológica, rinde pleitesía. He escuchado y he leído a políticos de izquierda y a expertos en educación hablar y escribir sobre la compatibilidad entre la equidad y la excelencia. Esto significa asumir un ataque directo a los desheredados y a los pobres a los que un sector político y social de España no quiere en el sistema educativo, porque los consideran un lastre académico y un peligro cultural. Todo el sistema educativo está pensado para los que se van a quedar, cuando el sistema educativo tiene que orientarse, sobre todo, hacia los que puedan estar en peligro de exclusión. Hacia los que nada saben y nada tienen, hacia los que menos saben. Los sistemas educativos más conservadores promocionan la desigualdad y la excelencia como una forma de modernidad, como la LOMCE. Hay que conseguir niveles máximos de equidad, no niveles óptimos de excelencia.

La educación necesita un discurso alternativo que sitúe con claridad los derechos y la equidad como las primeras prioridades. Y que se sustente en cinco ideales: a) la solidaridad; b) la cooperación; c) la participación; d) la convivencia; e) el compromiso social y político de la profesión docente.

La educación tiene que estar ligada a los valores de solidaridad y de cooperación que son los que procuran el bien común para todas las personas. La convivencia es compleja y no surge espontáneamente sino que se construye con educación y con perseverancia; aceptar “al otro” no significa aceptar cualquier cosa. Sólo con la participación convertimos la igualdad en una relación social; la participación se construye con el diálogo y la gestión civilizada de los conflictos; se trata de convivir como iguales, reconociendo la singularidad de cada cual. El profesorado debe de trabajar a favor del respeto y de la dignidad humana, para garantizar en el futuro el bienestar de la sociedad.

No hay discurso educativo alternativo porque ningún partido político apuesta claramente por una educación pública, laica y con participación plena de la comunidad educativa. Por un discurso claramente orientado a robustecer la educación pública. Por un sistema educativo que tenga como uno de sus objetivos más importantes corregir las desigualdades e injusticias sociales, cada vez más notorias, donde no debe tener cabida la demagogia ni la ambigüedad.

Fuente artículo: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/07/03/no-hay-discurso-educativo-alternativo/

Fuente imagen: http://mundopedagogico.es/wp-content/uploads/2015/07/Escuela-alternativa_EDIIMA20130222_0406_13.jp

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Becas, ayudas y pobreza

Por: Pedro Badía

Mientras los porcentajes de pobreza en el país son alarmantes, el crecimiento de la partida de becas y ayudas del Ministerio aumenta el 1,4%, por debajo del 4% de crecimiento de la economía.

España es un país con el 30% de la población en situación de pobreza. Más del 45% de las personas en desempleo no percibe ninguna ayuda del Estado; un 27% de los niños y niñas es pobre; y un gran número de puestos de trabajos de nueva creación son precarios, habiendo aumentado los trabajadores y trabajadoras cuyos contratos laborales les impide salir de la indigencia. Las cifras microeconómicas desmienten a las macroeconómicas. En España, como en los países pobres en los que nunca llegó a consolidarse un Estado del Bienestar, la enseñanza privada se lleva cada año un buen bocado de las arcas públicas para mantener la red de centros. Las familias españolas han invertido durante los años de la “crisis” más de 3.000 millones de euros en educación. Somos uno de los países que más dinero público destina a la enseñanza privada y en el que las familias hacen un mayor esfuerzo económico para invertir en la educación de los hijos y las hijas.

Cuando la brecha de la pobreza aumenta, también lo hace la brecha educativa. Disminuye de manera alarmante la posibilidad de aprender y de desarrollar capacidades, talentos y aspiraciones, de tener un futuro mejor.  Como ha señalado la organización Save the Children: “Las cuentas no salen si al multiplicarse la pobreza se resta la inversión”. En resumen: menos gasto público, más alumnado con necesidades, más gasto de las familias en educación y menos becas y ayudas y de menor cuantía. Es una incongruencia no relacionar la situación social de España con los retos y problemas más importantes que tiene el sistema educativo. El reconocimiento de esta malsana realidad social y su impacto sobre la educación de las clases sociales más desfavorecidas sería un primer paso para hablar de pacto.

La realidad desmiente a las buenas palabras. El borrador de Proyecto de real decreto que establece los umbrales de renta y patrimonio familiar y las cuantías de las becas y ayudas al estudio para el curso 2017-2018, del que se informará en el Consejo Escolar del Estado en la primera quincena de junio, es un ejemplo de la política social del Gobierno y de la ausencia del Estado para proteger a las clases más desfavorecidas. El borrador persiste en un modelo de becas y ayudas que compromete seriamente la igualdad de oportunidades. La limitación presupuestaria condiciona por completo el marcado carácter social  de las becas y de la ayudas en sus distintas modalidades. Estamos ante un modelo paupérrimo de becas y ayudas en el marco de unos Presupuesto Generales del Estado que abandonan a su suerte a amplios sectores de la población española.

En el curso 2017-2018, el Gobierno invertirá, en términos del PIB, menos dinero en becas y ayudas. Aunque la partida sube un 1,4%, se prevé un aumento nominal del PIB de al menos un 4,1%. La subida se concentrará en una partida destinada a las comunidades autónomas para ayudas a libros de texto, dejando solo un 0,25% para el resto de las becas. Esto significa una congelación de todos los indicadores recogidos en el Programa 323M de becas.

Otra tendencia  significativa es la ausencia de datos fiables y actualizados que permitan conocer el impacto real de las políticas de becas y ayudas, cuya evaluación debería ayudar a la hora de orientar la futura normativa. Un año más se hace complicado hacer un seguimiento  de los recursos destinados.

Por último, llama la atención que los estudios religiosos superiores y los estudios militares superiores y de Grado se sigan beneficiando de las becas y las ayudas. La Iglesia y el Ejército no dejan de ser “estados” dentro del Estado, con un ingente presupuesto, dinero público, insensible a los muchos años de recortes en detrimento del gasto social.

Pedro Badía. Presidente de la Fundación Investigación, Desarrollo de Estudios y Actuaciones Sociales (http://ffideas.org)

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/06/09/becas-ayudas-y-pobreza/

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Contra la privatización y la comercialización de la educación

Por: Pedro Badía

El educativo es un mercado de miles de billones de euros en el que las empresas están intentando entrar por diferentes vías. El ánimo de lucro pugna con la equidad.

Las familias españolas han gastado casi 3.000 millones de euros entre 2008 y 2014 en educación, es decir, un 32,4% más en comparación a lo que pagaban al comienzo de la crisis. Sin incluir otros gastos complementarios. (Las cifras de la educación en España. Curso 2014-2015. Edición 2017. MECD). Este aumento se debe a que la mayor parte de lo que el Estado ha dejado de invertir en educación lo han tenido que aportar las familias. La ausencia del Estado, con recortes y privatizaciones, repercute especialmente en las personas más vulnerables y esta situación se refleja en las dificultades para acceder al sistema educativo, los problemas para mantenerse dentro y los índices de abandono y fracaso escolar.

La educación es un gran negocio porque es el recurso más sostenible del mundo. Un negocio de unos 6 trillones de dólares de los cuales las grandes empresas solo han llegado a capitalizar un 0,1%. El negocio de la educación es un objetivo compartido por las grandes corporaciones y estimulado por las políticas neoliberales de los gobiernos conservadores.

La privatización de los sistemas educativos es un riesgo para la mayoría de la población porque genera desigualdad y pobreza. El negocio no está tanto en las redes privadas de centros, un negocio nada despreciable, sino en conseguir que las familias inviertan más para tener una mejor educación; y en la gestión del dinero público por entidades privadas.

Lo más importante es entender que la privatización de la educación es un movimiento global que, promovido en muchos casos, a iniciativa de los gobiernos, forma parte de la reforma estructural del Estado.

La privatización adopta distintas formas. Las “escuelas charter”, infraestructuras públicas gestionadas por empresas privadas. La privatización “por defecto” como son las escuela privadas de bajo coste promovidas por fundaciones y que se están abriendo camino en países de Asía-Pacífico; África y América. La existencia de una doble red, públicos, y privados concertados con unas importantes inversiones de dinero público, como son los casos de España, Chile, Argentina, o los Países Bajos. Y la privatización por la vía del “desastre”, que tiene en el caso español su paradigma más cercano.

El gobierno del PP ha aprovechado la crisis económica para articular una ley de educación, la Lomce, que posibilita todas las aspiraciones del ideario más reaccionario de la sociedad, de la política y de la economía. Una ley rechazada por la totalidad del arco parlamentario español y por la totalidad de la comunidad educativa.

El caso sueco es paradigmático. En este país los conservadores han teorizado sobre el estado posibilitador en sustitución del estado del bienestar: libertad de elección de centros, cheque escolar, y un sistema educativo regido por las leyes del mercado que han terminado hundiendo a Suecia en los informes internacionales.

El mercado no entiende de moral ni de ética, solo de beneficios y ánimo de lucro. La educación de calidad solo está al alcance de los bolsillos más pudientes y esto crea desigualdad, inequidad y exclusión. Debilita la democracia, fomentando una sociedad descohesionada, insolidaria y moralmente rota. Desperdicia talento porque es selectiva, elitista y genera pobreza y marginación: ¿cuántos científicos, literatos, artistas, filósofos o tecnólogos se han perdido en las zonas pobres de Nairobi, México DF, Deli o Madrid?

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/04/07/contra-la-privatizacion-y-la-comercializacion-de-la-educacion/
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