Page 3 of 3
1 2 3

Mi compromiso como docente

Por: Pedro Badía

El docente tiene que ser más un intelectual que un instructor, además de ser capaz de entender, y compartir, el alcance político y social de su profesión.

No vivir la profesión en el día a día sino en lo que le queda por hacer. Vivir la profesión desde la perspectiva del intelectual, no desde la del instructor o la del reformador, que intenta juzgar el mundo con justicia e independencia. Los reformadores, como escribía Chesterton, son una parte esencial del mundo que reforman y suelen ser unos esnobs o unos especialistas. Hay políticas educativas y leyes que pretenden convertir la profesión docente en un trabajo más, y la educación en un negocio y que se lleva como cualquier otro negocio, que se dirige con la misma frialdad, el mismo distanciamiento y las mismas exigencias que una sucursal bancaria o una agencia de seguros.

La docencia, como la educación, está inspirada en una ética de la responsabilidad. “Quien se inspira en la ética de la responsabilidad piensa en cambio, no sólo en la pureza de sus valores, sino también sobre todo en las consecuencias de sus actos”, Claudio Magris. Nunca han estado los docentes como hoy llamados a ejercer la duda sobre su trabajo y a interrogarse sobre su sentido y sus consecuencias. Nunca llamados como hoy a no someter a su profesión a las leyes educativas más conservadoras, pero si a las personas a las que educa.

El docente no puede sustraerse a la responsabilidad de elegir valores universales cuando ejerce su trabajo intelectual. La educación, como escribía Hanna Arendt sobre los estudios, es comprender lo que sucede en el mundo, pero también elaborar juicios para entender y dar respuestas a los acontecimientos y para poder valorar los actos. Se trata de una tarea intelectual y moral, en medio de la complejidad de la situación del aula y de la falta de liderazgo moral de importantes componentes de la sociedad, que urgen al docente a que se ocupe de todo, con lo que deja de ser docente. En estos tiempos la docencia es una profesión de riesgo. Y un compromiso social y político que requiere de mucho coraje. Esta doble tarea intelectual y moral es la que va a permitir al docente educar a las personas “en un justo medio ideal entre un razonable relativismo cultural, respetuoso con la diversidad, y la medida necesaria de universalismo ético sin el cual no es posible una vida política, civil y moral”, Claudio Magris

Nuestra sociedad está fundada en el conocimiento y lo que el docente debe comunicar es el amor por el conocimiento a través de las distintas disciplinas, pero también la actitud cívica y moral necesaria para una convivencia pacífica donde el conflicto se gestione a través del diálogo. Una educación sin este doble componente es una educación incompleta. El conocimiento, necesariamente, no te convierte en ciudadano, como el título de profesor no te convierte en docente, aunque te habilite para impartir clases.

Como docentes, no podemos permanecer indiferentes Hoy más que nunca la profesión docente debe estar vinculada a la moral, y a la ética, a la vida política, al desarrollo sostenible y a la ‘economía verde’ y no especulativa. El trabajo del docente tanto a título personal como colectivo debe ser capaz de activar ese “efecto mariposa” definido por el meteorólogo Edward Loren, en su teoría del caos, donde cada acción es importante por insignificante que parezca, pues puede provocar una reacción en cadena en cada persona que conocemos, en cada escuela, en cada niño y cada niña, como “el simple aleteo de una mariposa”, pues los problemas de otras personas, de otros países, no los podemos mirar con indiferencia porque ahora son nuestros problemas y en la resolución nos jugamos la vida de la sociedad y del planeta.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/03/13/mi-compromiso-como-docente/

Comparte este contenido:

Educar en la fraternidad

Por: Pedro Badía

El gran reto es recuperar el espacio de aprendizaje cooperativo y solidario, no de acumulación de conocimiento y la escuela sigue siendo el espacio más importante.

Se impone el voto de aquellas personas que cuidan de sí mismas sin escrúpulos. No es mayoritario, pero se impone, y propicia el gobierno de la derecha y el ascenso de la ultraderecha. No es un votante indignado, es un votante inmoral, insolidario, racista, xenófobo conforme con los discursos y los programas que representan los políticos y las políticas de moda en Europa y que desde hace unas semanas gobierna los Estados Unidos. Es el tiempo de una generación desprevenida. Aquella que cree que los derechos se heredan. Vivimos en una época en la que comprender exige un gran esfuerzo, y permanecer fiel a los ideales de solidaridad y cooperación requiere un coraje inmenso.

Las reformas educativas, como la LOMCE en España, propician ese vacío inmenso que es vivir un exilio interior que termina por desmembrarnos como personas sociales que necesitamos de las otras personas. Las reformas no son simples transformaciones técnicas de los programas de estudios, sino que orientan, hacia una dirección u otra, el sentido de la educación. ¿Para qué educar? Ahora, en el año 2017, si me preguntaran qué destacaría de una educación consistente y de calidad para el siglo XXI, diría que la educación en valores. Nunca hemos estado tan necesitados de valores como en estos tiempos en los que la pobreza y la desigualdad se han asumido como un signo de modernidad, la izquierda más fraccionada e irreconocible que no comparece ante la ciudadanía, y el voto de los temerosos, de aquellos y de aquellas que ya son rehenes del discurso del miedo y de la insolidaridad. Hoy, Adam Smith sería tratado como un comunista peligroso por los sectores predominantes en la política y en la economía. Sus palabras “para cualquier persona, un impuesto es un emblema, no de esclavitud sino de libertad” serían consideradas como las de un izquierdista trasnochado. La ausencia de moral y la falta de referentes éticos son una amenaza mayor para la libertad y para el progreso que cualquier dictadura.

Ya sabemos que el conocimiento no es intrínsecamente liberador y que mientras el progreso científico y tecnológico es imparable, en términos morales, de ética, de democracia y de libertades todo se puede perder en un instante. Y aunque no es tarea fácil, porque como explica John Grey a lo largo de la Historia la barbarie se repite continuamente, el profesorado en particular y la comunidad educativa en general tenemos la tarea de proteger y extender la civilización movilizando al máximo de las personas posibles contra la política del odio y la trivialidad. Contra la inevitable aceptación de la infamia. Cuando lo trivial nos invade perdemos el control de lo esencial.

Los modelos educativos en alza engendran una cultura de la subordinación irreflexiva, de la dependencia de objetos y bienes y de la distracción que conduce a la insolidaridad en las que juegan un papel fundamental las nuevas tecnologías. Ni el progreso tecnológico ni su uso abusivo significa progreso social ni libertades ni más derechos. La educación puede acabar por restringir el horizonte de las personas en vez de ensancharlo. Tendremos que esforzarnos mucho para que la inmensa mayoría de los ciudadanos y de las ciudadanas vuelvan a apreciar nobles valores como la solidaridad y la justicia social. Y para este inmenso trabajo se necesita coraje, convicciones y capacidad para confrontar modelos educativos contra aquellas personas y colectivos sociales y económicos que facilitan el gobierno a Trump en Estados Unidos, propician el “brexit” en Inglaterra, enloquecen con el ascenso de la ultraderecha en la Unión Europea y otorgan su consentimiento a los gobiernos del Este de Europa que se afianzan, cada vez más como estados autoritarios con un discurso pensado para movilizar a la población contra las minorías, contra “el otro”. Una educación desprovista de toda inteligencia, cultura y moral es una de las premisas más importante para un viraje a la actitud más reaccionaria.

El gran reto de la educación del siglo XXI es el de educar en la Fraternidad. No es el reto de las tecnologías, ni el de agrupar muchos contenidos y muchas horas de estudio para hacer frente a las cientos de pruebas estándares ideadas por descerebrados sociales, y que proporcionan enormes beneficios a las multinacionales que las controlan, para horror de los niños, las niñas y los jóvenes y desasosiego de las familias. Ya no me creo estas “historias”. El gran reto es recuperar los lugares comunes como espacio de aprendizaje cooperativo y solidario, no de acumulación de conocimiento y, en este sentido, la institución escolar sigue siendo el espacio más importante. Aquí se van a educar en el amor al conocimiento porque queremos ciudadanos y ciudadanas cultos, pero también se han de formar para saber apreciar los valores más nobles del ser humano: la solidaridad, la justicia, la libertad. Educar en la Fraternidad es educar para una cultura de paz y contra el odio “al otro”.

Para esta tarea el profesorado tendrá que ser más un intelectual que un instructor, además de ser capaz de entender, y compartir, el alcance político y social de su profesión.

Fuente:

Comparte este contenido:

El derecho a la educación como posibilidad hacia otros derechos

Por Pedro Badía

Hoy, gran parte de los niños y niñas no escolarizadas viven en zonas afectadas por los conflictos. La crisis de los refugiados, también provocada por las políticas inmorales de la UE, ha puesto al descubierto el enorme tránsito de menores, en la mayoría de los casos dejados a su suerte, que están pendientes de atención y protección o desaparecidos. No solo es la alta proporción de menores que llegan hasta las fronteras de la UE, es que en los campos de refugiados de Turquía, Líbano o Jordania, donde se contabilizan ya más de cinco millones de personas, una gran mayoría son menores de edad: niños y niñas, jóvenes sin futuro, condenados a la marginación y la violencia.

La educación, es una apuesta de futuro, para que millones de personas mantengan la esperanza en situaciones de conflicto, de emergencia y de post-conflicto. La población más desfavorecida encuentra solo en la educación el espacio para vivir y disfrutar de la riqueza cultural y del conocimiento. Precisamos de la educación como instrumento para la intervención social y la recuperación temprana de niños, niñas y jóvenes. La educación adquiere un papel relevante para desarmar el odio, aunque tantos otros se encarguen de deshacer a diario lo que día a día maestros y maestras se afanan, incansablemente, en construir y transformar

Necesitamos una agenda común para reflexionar sobre el sentido de la educación y de la escuela pública, sobre la importancia del papel del profesorado y sobre la recuperación de la inversión internacional y nacional. Y que afronte los retos que se derivan de esa reflexión.

Necesitamos inversión, lo que significa revertir los duros recortes que se están llevando a cabo en muchos países del mundo. En España, por ejemplo, se han convertido en estructurales, mediante leyes, y bajo el paraguas argumental de la crisis. Hay que recuperar el 0,7% del PIB para la cooperación al desarrollo. Hay que activar políticas para condonar deuda a países en vías de desarrollo por inversión en proyectos educativos. Y hay que fijarse a medio plazo la meta del 6% del PIB nacional para educación.

Hablar del sentido de la educación significa promover la escuela pública y la diversidad cultural. La gestión de la diversidad cultural es altamente compleja, de ella depende favorecer la convivencia intercultural o entorpecerla y alimentar un discurso del odio. Integrar esa dimensión intercultural de la educación en el diseño curricular, ampliando el modelo de currículo escolar antirracista de Miguel Ángel Essomba por un modelo anti odio, en la propia organización escolar, en la metodología de aula y la propia profesión docente: pensar en un proyecto de centro comunitario, de éxito escolar personal y social, pedagógico, cultural y ético.

Significa, también, reafirmar la visión y la voluntad política, que se reflejan en los numerosos tratados de derechos humanos internacionales y regionales, en los que se establece el derecho a la educación, y su estrecha relación, con otros derechos humanos.

La educación, entendida como el principal motor para la consecución de los objetivos para un desarrollo sostenible y para transformar el discurso del odio. La Declaración de Incheon (1), señala que necesitamos una visión global inspirada “en una concepción humanista de la educación y del desarrollo basada en los derechos humanos y la dignidad, la justicia social, la inclusión, la protección, la diversidad cultural, lingüística y étnica, y la responsabilidad y rendición de cuentas compartidas.”

La educación es un derecho fundamental que hace posible la realización de otros derechos cuyos ejes son la inclusión y la equidad, lo que significa que ninguna meta educativa se debe considerar lograda si no se ha conseguido el éxito escolar para todos y todas.

El antropólogo nigeriano John Ogbu señalaba que, aunque la batalla se desarrolle en el aula, su origen estaba fuera. Debemos intentar optimizar la influencia de la escuela en la sociedad y de esta en la escuela, desmontando el discurso del odio y la discriminación, convirtiendo a la educación pública en la herramienta más importante, para construir el bienestar de las sociedades. El sociólogo Pablo Gentili, ha escrito al respecto que: “La educación debe transformarse en una oportunidad para comprender el mundo en que vivimos y ayudarnos a construirlo sobre los principios de la solidaridad, la igualdad y la más radical defensa de los derechos humanos, la paz y la justicia social”. Y, en palabras inspiradas en Paulo Freire, añade que “la educación no cambia el mundo, la educación cambia a las personas, y son ellas las que harán del mundo un lugar más digno y acogedor. La educación es el espacio, la plataforma, la cuna donde se gestan la esperanza y la utopía que brindan energías a nuestra lucha por sociedades donde el ser humano sea algo más que un valor de cambio y el conocimiento un bien común del que todos y todas puedan apropiarse”.

No solo es muy importante reformular el sentido de la educación. En palabras de Francesc Carbonell y Danilo Martuccelli, 2009, (2) (Guillén, febrero, 2012) “urge la reconversión del oficio de educar, por una clara motivación ética, puesto que una práctica educativa reproductora de la inequidad es, por sí misma, una contradicción moral: la educación debe precisamente, formar una ciudadanía libre y crítica y favorecer la realización individual y colectiva de personas y comunidades. Y estas premisas no son posibles a través de prácticas educativas que reproduzcan y consoliden las situaciones de injusticia social existentes”.

En este sentido, la reconstrucción de la profesión docente es un reto de gran importancia, por el momento en que se encuentra. Por un lado, son muchas las investigaciones que indican el impacto de la calidad de las y los docentes en el éxito escolar de niños y niñas y en la calidad de la educación. Por otro lado, se adoptan medidas y decisiones políticas, tanto en el ámbito internacional, como en el nacional, que están provocando la precariedad laboral, la proletarización de la profesión docente, la desmoralización del colectivo y la debilitación de los saberes profesionales. La construcción de la profesión docente es una tarea permanente que, en la actualidad, se desenvuelve en un escenario inestable y decididamente complejo.

Necesitamos políticas que protejan y velen por la profesión docente. Un profesorado debidamente contratado, con buena formación pedagógica y sensibilización social, motivados y apoyados por las políticas educativas con recursos suficientes. Y concienciado sobre la importancia ética y social que tiene su profesión.

Los y las docentes adquieren un papel relevante para hacer posible que los derechos de los niños y las niñas sean una realidad vivida. Capaces de activar ese “efecto mariposa” definido por el meteorólogo Edward Loren, en su teoría del caos, donde cada acción es importante por insignificante que parezca, pues puede provocar una reacción en cadena en cada persona que conocemos, en cada escuela, en cada niño y cada niña, etc. Como “el simple aleteo de una mariposa”.

(1) La Declaración de Incheon, República de Corea mayo de 2015, Educación 2030: hacia una educación inclusiva y equitativa de calidad y un aprendizaje a lo largo de la vida para todos y todas.

(2) Citados por Pep Gratacós i Guillén, enCuadernos de Pedagogía nº 420, febrero 2012, p.51

Pedro Badía, Presidente de la Fundación Investigación, Desarrollo de Estudios y Actuaciones Sociales (FIDEAS)

Fuente:

Imagen: e02-expansion.uecdn.es/assets/multimedia/imagenes/2016/05/27/14643454545428.jpg

Comparte este contenido:

Los retos de la profesión docente

Por. Pedro Badía

La comunidad educativa, agentes sociales, familias, administraciones públicas, entidades privadas deben transmitir confianza en el sistema educativo y en sus profesionales.

“Maestros y profesores reciben elogios, la cursilería de los discursos que exaltan la abnegada labor de los apóstoles de la docencia que amorosamente moldean con sus manos la arcilla de las nuevas generaciones; y además, reciben salarios que se ven con lupa”. Estas palabras de Eduardo Galeano pertenecen a su libro Patas arribas. La escuela del Mundo al revés, cuya primera edición es de 2005. Galeano se refiere a la enseñanza pública latinoamericana, y a la situación de la profesión docente, pero en la actualidad sería aplicable a otros muchos países de otros tantos continentes.

La profesión docente se encuentra ante una paradoja. Por un lado, muchas investigaciones indican que la calidad de la educación depende en gran medida de la calidad del profesorado. Por otro lado, los gobiernos toman decisiones políticas que provocan la precariedad laboral y profesional del colectivo docente; se aplican medidas que debilitan los saberes profesionales y se hacen manifestaciones públicas por parte de los responsables políticos que desmoralizan al profesorado, intensificando el corporativismo y desprestigiándole ante la sociedad.
En muchos países del mundo, España no es ajena a esta tendencia, se está produciendo una proletarización de la profesión docente. El caso español es ilustrativo: en la actualidad el 28,61% del empleo docente público está ocupado por personal interino y el número de funcionarios de carrera ha disminuido casi un 10%. A esta situación hay que sumar los recortes salariales, el empeoramiento de las condiciones laborales y la pérdida de derechos sociales.

Las investigaciones disponibles muestran que hay un gran malestar docente relacionado con algunos factores importantes:
-El exceso de alumnos y alumnas por escuela y aula. Sobre el cual alerta la UNESCO en el Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo 2016.
-Los recortes de plantillas y la falta de perfiles profesionales de apoyo a la docencia. En España la educación pública ha perdido 10.000 docentes al año desde la llegada al gobierno del PP. La caída del empleo ha afectado especialmente al profesorado fijo, funcionariado de carrera. En concreto en el período 2011-2016 se han destruido más de 41.000 plazas fijas, debido a la política de duros recortes ejecutadas por el PP. La ampliación de la jornada lectiva docente y otras medidas antisociales han deteriorado las condiciones de trabajo del profesorado.
-La inestabilidad de los equipos docentes, especialmente en el sector público, en ocasiones debido a la alta tasa de interinidad, ayudan poco los actuales concursos de traslados, y la dificultad de consolidar equipos en torno a proyectos pedagógicos concretos.
-La jerarquización en la escuela, que dificulta un trabajo más cooperativo y participativo.
-El aislamiento del profesorado, especialmente del nuevo, que a menudo se tiene que encargar de las tareas más difíciles en una escuela.
-La falta de recursos para abordar situaciones personales o sociales complejas.
-La gran diversidad en las aulas, y la distribución segregada por origen social y según el nivel de aptitud.
-Los bajos salarios y los recortes de los derechos sociales y laborales. El Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo 2016, indica que una remuneración competitiva y unas condiciones laborales y profesionales óptimas son esenciales a la hora de captar y retener los mejores profesionales.
-La falta de reconocimiento de las enfermedades profesionales derivadas de los riesgos psicosociales.
-La falta de negociación colectica real y efectiva que no se respeta en muchos países, incluido España. El profesorado ha que tener capacidad para influir en sus propias condiciones profesionales, en la organización del trabajo y en la organización del sistema educativo.
-El acceso cada vez más restringido a una formación continua gratuita y de calidad.
Pero no es menos cierto que el malestar docente también está asociado a la aparición de nuevos agentes de socialización y de cambio en los procesos de transmisión cultural y de adquisición de conocimientos. El fuerte impacto de los medios de comunicación de masas, y el enorme potencial de las TIC para transmitir información y adquirir conocimientos sitúan a la escuela y al profesorado casi en un lugar subalterno.
La disociación que se produce entre la teoría pedagógica (expertos), la práctica educativa (docentes) y la toma de decisiones políticas (gobiernos) provoca que el sistema educativo no esté blindado ante los vaivenes políticos, económicos y culturales. La docencia es de las pocas profesiones, tal vez la única, donde existe una gran distancia entre los contenidos de la formación y las exigencias para el desempeño que impone el día a día.
Es innegable que existe relación entre la calidad de los procesos de aprendizaje del alumnado y la calidad de la docencia, pero no existen argumentos sólidos para concluir que el ciento por cien de la responsabilidad de los resultados escolares se localizan en el desempeño de la profesión docente.
Construir una profesión docente de calidad y con vistas al futuro es un reto muy importante. Y es una tarea permanente que en la actualidad se desenvuelve en un escenario inestable, complejo y francamente desfavorable. El reto está en responder a la pregunta ¿qué docente necesita la sociedad del conocimiento y de la tecnología más avanzada?
Desde una nueva perspectiva el profesorado debe ser un profesional poseedor de un saber sobre los medios de la educación y el aprendizaje, pero desde una perspectiva complementaria será un profesional crítico. Según Emilio Tenti “constructores de subjetividades conforme a proyectos políticos que transcienden su identidad técnica. Desde esta perspectiva, el docente sería un agente clave en los procesos de construcción de una sociedad más justa, libre y democrática. Para cumplir esta función social que los transciende deben estar en condiciones de ejercer un control colectivo sobre el sentido, los objetivos y contenidos de su trabajo. En este sentido estricto no serían funcionarios y funcionarias, sino intelectuales capaces de cooperar en la distribución de ese capital estratégico en las sociedades contemporáneas, que es el conocimiento y la cultura en las nuevas generaciones.”
El reto de construir una profesión docente de calidad tiene mucho que ver con el gran consenso social sobre el papel estratégico que tiene un sistema educativo público de calidad para un país. Y aquí nos enfrentamos al reto de la confianza.
La sociedad en su conjunto. La comunidad educativa, agentes sociales, familias, administraciones públicas, entidades privadas deben transmitir confianza en el sistema educativo y en sus profesionales. Una confianza que hay que construir día a día y preservar de los vaivenes políticos y económicos. Para el buen funcionamiento del sistema educativo público y de la profesión docente, la confianza es tan importante como para los sectores económicos y financieros.
Para el profesor Pedro Ravela “no es posible educar en un contexto en el que las autoridades desconfían radicalmente de los docentes; los docentes desconfían de las autoridades educativas, sean del partido que sean; las familias desconfían de las escuelas a las que envían a sus hijos y de los docentes que están a su cargo; la opinión pública desconfía de las instituciones educativas en general”.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/01/11/los-retos-de-la-profesion-docente/

Imagen: eldiariodelaeducacion.com/wp-content/uploads/2016/11/Insti_BarresiOnes_01.jpg

Comparte este contenido:

La pobreza infantil es otra forma de violencia

Por: Pedro Badía

Las ONG se han convertido en las protagonistas antes la actuación de un Estado ausente

La violencia escolar es como una gota de alcohol en una jarra de agua si la comparamos con la violencia social y económica que se ejerce diariamente contra millones de niños y de niñas. En España la pobreza se nutre con la sangre de más de 2.700.000 niños y niñas. Son el producto de la política económica y social que se ha ejercido contra los colectivos más débiles y necesitados de educación y de protección social. Pero el terrorismo económico contra los que menos tienen y nada esperan no es noticia para los medios de comunicación. Son culpables de ser pobres.

La violencia escolar, aunque minoritaria, es intolerable y debe erradicarse con el esfuerzo de toda la comunidad educativa. La prevención es más conveniente que la represión. Y el trabajo cooperativo y solidario de familias, docentes y alumnado más importante que cualquier decreto o norma que estigmatiza y pierde para la sociedad a niños, niñas y jóvenes.

La pobreza es el acto de violencia más cruel y dolorosa. ¿Acaso los tiempos duros nos han hecho ser deshonestos e insolidarios? La crisis se ha tragado la dignidad cívica y ha sustituido la ética de la responsabilidad por la inmoralidad como referente ético. Mientras el movimiento 15M tomaba las calles y las plazas de España al grito “que no nos representan”, el PP ganaba las elecciones con mayoría absoluta. Los resultados han sido cuatro años de recortes, y otros cuatro de movilizaciones. La quiebra de la cohesión social y un sistema educativo más desigual. Los derechos no se heredan.

En España la pobreza infantil es insoportable. Según UNICEF los niños y las niñas son ya el grupo de edad más pobre, 2,7 millones, el 30% de la infancia española. No por conocidos son menos ilustrativos otros datos: España es el segundo país de la Unión Europea (UE) con más pobreza infantil, el 12,8% de los niños y niñas pobres de la UE son españoles; 1 de cada 4 niños y niñas no tienen cubiertas sus necesidades básicas; el 24% de la infancia no tiene cubierto el consumo de verduras, frutas y otros alimentos importantes para un desarrollo saludable; 3 de cada 10 niños y niñas no hacen tres comidas al día y sufren pobreza energética, y otras carencias como mala calidad de los vestidos, ninguna posibilidad de acceso a la cultura y un derecho a la educación muy limitado. Las ONG son el principal medio de atención a la pobreza ante el Estado ausente.

La bolsa de pobreza escondida en los centros, para los medios de comunicación y para la sociedad, es una dolorosa carga en el día a día para los profesionales de le educación. Los recortes en becas y ayudas, las raquíticas políticas sociales del Gobierno han provocado y agravado una situación de pobreza que se extiende como una mancha de aceite.

Sufrimos la ley de la jungla en las relaciones sociales y económicas, con un retroceso visible de los valores de solidaridad y de bien común. Estamos en un mundo donde la desigualdad es asumida como una forma de modernidad, sin darnos cuenta que la desigualdad material destruye la cohesión social y aumenta la desigualdad ante la educación.

Cuando la pobreza aumenta lo hace también la falta de equidad en el sistema educativo. Los niños y las niñas pobres tienen menos posibilidades de asistir con regularidad a la escuela, o de hacerlo en condiciones de precariedad y en clara desventaja social. Cada día aumenta la exclusión del disfrute de la educación. La pobreza educativa deja sin futuro a millones de niños, niñas y  jóvenes.

Según la organización Save the Children, la pobreza educativa hace referencia a la ausencia de la posibilidad de aprender o experimentar de los niños y de las niñas de todas las edades; así como en las limitaciones en el desarrollo de todas sus capacidades, habilidades, talentos y aspiraciones, motivada por el contexto socioeconómico familiar y, añadiría, por las políticas económicas y sociales del gobierno. Las cuentas no salen si al multiplicarse la pobreza se resta la inversión: menos gasto público en educación; más niños y niñas con necesidades; menos becas y ayudas; más gasto medio de las familias en educación. ¿De qué sirve que un niño y una niña dispongan de un aula y un profesor si no cuenta con libros, material escolar, una vida cultura digna o una alimentación adecuada?

En el marco de un modelo económico social y más redistributivo, el derecho a la educación debe garantizarse a través de las políticas públicas. Es el primer paso para combatir la pobreza educativa. El segundo paso es convertir la educación en un espacio de justicia, cooperación, solidaridad. Pasos necesarios para trabajar a favor del respeto y de la dignidad humana, y el progreso social.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2016/12/14/la-pobreza-infantil-es-otra-forma-de-violencia/

Comparte este contenido:
Page 3 of 3
1 2 3