La pobreza infantil es otra forma de violencia

Por: Pedro Badía

Las ONG se han convertido en las protagonistas antes la actuación de un Estado ausente

La violencia escolar es como una gota de alcohol en una jarra de agua si la comparamos con la violencia social y económica que se ejerce diariamente contra millones de niños y de niñas. En España la pobreza se nutre con la sangre de más de 2.700.000 niños y niñas. Son el producto de la política económica y social que se ha ejercido contra los colectivos más débiles y necesitados de educación y de protección social. Pero el terrorismo económico contra los que menos tienen y nada esperan no es noticia para los medios de comunicación. Son culpables de ser pobres.

La violencia escolar, aunque minoritaria, es intolerable y debe erradicarse con el esfuerzo de toda la comunidad educativa. La prevención es más conveniente que la represión. Y el trabajo cooperativo y solidario de familias, docentes y alumnado más importante que cualquier decreto o norma que estigmatiza y pierde para la sociedad a niños, niñas y jóvenes.

La pobreza es el acto de violencia más cruel y dolorosa. ¿Acaso los tiempos duros nos han hecho ser deshonestos e insolidarios? La crisis se ha tragado la dignidad cívica y ha sustituido la ética de la responsabilidad por la inmoralidad como referente ético. Mientras el movimiento 15M tomaba las calles y las plazas de España al grito “que no nos representan”, el PP ganaba las elecciones con mayoría absoluta. Los resultados han sido cuatro años de recortes, y otros cuatro de movilizaciones. La quiebra de la cohesión social y un sistema educativo más desigual. Los derechos no se heredan.

En España la pobreza infantil es insoportable. Según UNICEF los niños y las niñas son ya el grupo de edad más pobre, 2,7 millones, el 30% de la infancia española. No por conocidos son menos ilustrativos otros datos: España es el segundo país de la Unión Europea (UE) con más pobreza infantil, el 12,8% de los niños y niñas pobres de la UE son españoles; 1 de cada 4 niños y niñas no tienen cubiertas sus necesidades básicas; el 24% de la infancia no tiene cubierto el consumo de verduras, frutas y otros alimentos importantes para un desarrollo saludable; 3 de cada 10 niños y niñas no hacen tres comidas al día y sufren pobreza energética, y otras carencias como mala calidad de los vestidos, ninguna posibilidad de acceso a la cultura y un derecho a la educación muy limitado. Las ONG son el principal medio de atención a la pobreza ante el Estado ausente.

La bolsa de pobreza escondida en los centros, para los medios de comunicación y para la sociedad, es una dolorosa carga en el día a día para los profesionales de le educación. Los recortes en becas y ayudas, las raquíticas políticas sociales del Gobierno han provocado y agravado una situación de pobreza que se extiende como una mancha de aceite.

Sufrimos la ley de la jungla en las relaciones sociales y económicas, con un retroceso visible de los valores de solidaridad y de bien común. Estamos en un mundo donde la desigualdad es asumida como una forma de modernidad, sin darnos cuenta que la desigualdad material destruye la cohesión social y aumenta la desigualdad ante la educación.

Cuando la pobreza aumenta lo hace también la falta de equidad en el sistema educativo. Los niños y las niñas pobres tienen menos posibilidades de asistir con regularidad a la escuela, o de hacerlo en condiciones de precariedad y en clara desventaja social. Cada día aumenta la exclusión del disfrute de la educación. La pobreza educativa deja sin futuro a millones de niños, niñas y  jóvenes.

Según la organización Save the Children, la pobreza educativa hace referencia a la ausencia de la posibilidad de aprender o experimentar de los niños y de las niñas de todas las edades; así como en las limitaciones en el desarrollo de todas sus capacidades, habilidades, talentos y aspiraciones, motivada por el contexto socioeconómico familiar y, añadiría, por las políticas económicas y sociales del gobierno. Las cuentas no salen si al multiplicarse la pobreza se resta la inversión: menos gasto público en educación; más niños y niñas con necesidades; menos becas y ayudas; más gasto medio de las familias en educación. ¿De qué sirve que un niño y una niña dispongan de un aula y un profesor si no cuenta con libros, material escolar, una vida cultura digna o una alimentación adecuada?

En el marco de un modelo económico social y más redistributivo, el derecho a la educación debe garantizarse a través de las políticas públicas. Es el primer paso para combatir la pobreza educativa. El segundo paso es convertir la educación en un espacio de justicia, cooperación, solidaridad. Pasos necesarios para trabajar a favor del respeto y de la dignidad humana, y el progreso social.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2016/12/14/la-pobreza-infantil-es-otra-forma-de-violencia/

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Pedro Badía

Corresponsal del portal español El diario de la Educación.