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La desigualdad de género favorece el cambio climático

Por: Rebelión.

Mujeres labrando el campo en Guatemala. El trabajo de la mujer es fundamental para asegurar la provisión de alimentos, agua y energía de cientos de millones de personas en el planeta, y resultan de las más afectadas al combinarse el cambio climático con la violencia de género y los conflictos que derrumban la paz. Foto: Caroline Trutmann/PNUD

NACIONES UNIDAS, 10 jun 2020 (IPS) – La violencia de género y la desigualdad estructural en ese campo limitan las capacidades de las comunidades para adaptarse a los efectos del cambio climático y para alcanzar la paz y la seguridad sostenibles, aseguró un nuevo estudio de agencias de la ONU divulgado este miércoles 10.

Existe “una conexión intrínseca entre género, clima y seguridad, en una dinámica con falta de legislación, y relativamente desconocida en el plano internacional”, afirmó Inger Andersen, directora del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.

El cambio climático impacta cada rincón del planeta, y millones de personas están en grave riesgo, especialmente mujeres y niñas que son tradicionalmente proveedoras de comida, agua y energía, pero soportan distintos tipos de marginación y falta de recursos para adaptarse a las condiciones cambiantes, señaló el informe.

Un ejemplo es que, en algunas regiones, sequías severas y temperaturas en aumento causan hambre, pérdida del hogar y de medios de vida, y esas fallas pueden llevar a hombres y mujeres a recurrir a la violencia en un contexto de migración.

El informe utiliza casos de estudio para evidenciar la conexión entre clima, género y violencia, y los envía como señales a gobiernos y legisladores para que ayuden a las comunidades a ser resilientes, inclusivas y pacíficas.

En el norte de Nigeria, mientras el cambio climático destruye la naturaleza, que es la base de alimentación en la región, las normas de masculinidad, como el deseo de proteger la riqueza familiar, intensifican los conflictos intercomunales, lo que a su vez motiva a los hombres jóvenes a unirse a grupos armados extremistas como Boko Haram.

Acciones terroristas de ese grupo que se reivindica como islamista afectan a comunidades forzadas a desplazarse y pierden sus medios de vida en Camerún, Chad, Malí, Níger y Nigeria.

En Egipto la limitada disponibilidad de agua dulce incide en la seguridad alimentaria y energética, y con ella en el empleo, la sanidad y la educación, afectando sobre todo a las mujeres marginadas de las esferas económicas, políticas y sociales.

En la isla de Papúa, en Indonesia, las mujeres indígenas, ya afectadas por marginalización, desplazamientos, inseguridad y violencia sexual, son las más perjudicadas por la degradación de la tierra causada por las industrias extractivas, exacerbada por el cambio climático.

En regiones de Pakistán, la conexión entre la violencia de género y el cambio climático es aún más clara, ya que las mujeres sufren violencia doméstica cuando no pueden proveer agua a sus hogares, una carencia que además impulsa a los hombres a movilizarse con grupos criminales.

Mujeres en el Corredor Seco de América Central (en El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua) denuncian que viajan cada vez más lejos para conseguir agua, y pasan más tiempo cuidando de familiares enfermos de zika o dengue, epidemias exacerbadas por el cambio climático.

En las comunidades afectadas por los conflictos y el cambio climático, la pandemia covid-19 agrava aún más las carencias en alimentación, medios de vida, seguridad y cohesión social, socavando logros en procesos de paz y desarrollo.

El informe apunta que las intervenciones positivas en torno a los recursos naturales, el ambiente y el cambio climático brindan oportunidades para mitigar la violencia sexual y de género, impulsar el liderazgo político de las mujeres y contribuir a la paz.

Sierra Leona, por ejemplo, es un país donde la combinación de rápida urbanización, lluvias fuertes, aumento del nivel del mar y deslizamientos de tierra dejan sin hogar, y con merma en sus medios de vida, a los sectores más vulnerables.

Pero el informe registró que en ese país del occidente africano, a pesar de la brecha que existe en la cantidad de mujeres que participan en política, aquellas que están involucradas en los gobiernos locales obtienen logros en hacer que sus comunidades sean más resilientes.

También se destacan intervenciones puntuales como la práctica “discriminación cero” de la empresa Flor Agroindustria de Costa Rica, traducida en igual remuneración para los hombres y mujeres que emplea.

El informe trae un puñado de recomendaciones a gobiernos, legisladores e instituciones, y de inicio pide un análisis más profundo de las dimensiones de género de los riegos del cambio climático, así como de los desafíos de seguridad.

Propone integrar las agendas de paz, cambio climático, igualdad de género y seguridad, en países a un mismo tiempo asolados por conflictos, discriminación y el impacto de los cambios en el clima.

Luego, recomienda realizar intervenciones que empoderen a las mujeres y los grupos vulnerables para abordar los riesgos del cambio climático. Plantea que los programas con ese fin deben tener una financiación específica.

La directora de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcuka, sostuvo que tras la pandemia covid-19 “reconstruir mejor, con una perspectiva de género, significa garantizar que nuestras economías aborden las desigualdades fundamentales en la sociedad y pongan fin a la violencia contra las mujeres”.

Fuente del artículo: https://rebelion.org/la-desigualdad-de-genero-favorece-el-cambio-climatico/

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La peste y la cólera

Por: Rebelión

“Lo que estamos viviendo hoy es un tiempo suspendido que se nos ha impuesto, que no es el fruto de una acción autónoma de oposición al mundo”

Traducción del francés de Elodia Guillamón

¿Cómo podemos contrastar y relacionar las reflexiones sobre el extraño y singular período que estamos viviendo? Un período que, por su aspecto trágico, pone de relieve las debilidades y los límites del sistema capitalista mundializado, debilidades que, todavía ayer, pasaban por ser la expresión de su fuerza y su potencia.

Sometidos a los discursos tóxicos, destilados en bucle, estamos clavados al presente por una atmósfera ansiogénica, somos impotentes por el hecho mismo de nuestro aislamiento.  Nos sentimos amenazados por un entorno donde todo objeto o individuo es percibido como hostil, fuente misma de muerte. Las relaciones humanas en sí mismas se ven minadas por el peligro. Las cifras y las curvas de los “especialistas” de la muerte son seguidas como las de la Bolsa, nos inundan y nos abruman; se suman a las explicaciones conspiranoicas, a las especulaciones y a las supuestas certezas que pretenden ser tranquilizadoras. Es en este magma donde el espíritu crítico debe forjar su camino. Es intentando ejercer este espíritu crítico que podremos avanzar hacia la única salida al aire libre posible y que podremos superar la renuncia a la reflexión por culpa del miedo.

El rechazo a la idea de la muerte parecía bien consolidado en las sociedades ricas, borrado por el culto al bienestar y por el mito del progreso, del individuo dominador de la naturaleza. Sin embargo, la tempestad del progreso no es más que destrucción de los seres vivos – lo que sospechaban, ya hace un siglo, los enemigos de la ideología productivista, entre los que cabe señalar a Walter Benjamin y otros “pesimistas” emancipadores.

La evidencia de la fragilidad de la vida y de las sociedades había sido postergada a los pueblos pobres, en los territorios cada vez más numerosos que son víctimas de la barbarie de la guerra; a las sociedades a la espera de los frutos de este terrible progreso. La producción de la muerte se había convertido en una imagen para el consumo, ciertamente también en causa de rebeldía, pero todavía lejana. La consolidación del sentimiento de seguridad no ha cesado de ser reforzada por los muros de la represión y de la xenofobia de las sociedades ricas. La figura del refugiado, las decenas de miles de ahogados en el Mediterráneo, nos lo recordaban a diario. Después, sin apenas hacer ruido, el virus ha esquivado los controles policiales, los muros y las fronteras y se ha impuesto entre nosotros. Finalmente,  ha optado por el camino más moderno y más fácil, el de la libre circulación de bienes y personas, incluyendo  – ironía del presente- aquella disfrazada de ocio lúdico, el turismo de masas. “¡Más lejos, más rápido, más nada!” decía un grafiti anarquista sobre los muros de la gran ciudad. Lo conseguimos: ya estamos sumergidos en la nada. Ya lo sabíamos, estábamos avisados, íbamos contra el muro. Esta vez, ya estamos: ¡en el muro! El choque frontal nos abruma y nos paraliza. En efecto, una vez más en la experiencia histórica, sólo si nos fijamos objetivos de mayor envergadura  podremos intentar liberarnos de la parálisis y de los miedos, sólo así podremos atravesar este período sorprendentemente extraño.

Hemos salido de la normalidad, la normalidad del capitalismo que rechazábamos pero a la que estábamos obligados a someternos, a veces, incluso más allá de nuestra conciencia. Quizá esta sea una primera lección de este momento: todos y todas formamos parte del sistema, más allá de las ideas de ruptura que podamos compartir o de las prácticas al margen de las normas que podamos experimentar. Pero esta salida de la normalidad no es la que hayamos podido vivir en otros momentos de la historia, la ruptura del tiempo del capitalismo y el acceso a otro tiempo producto de la actividad subversiva de la colectividad. Lo que hoy estamos viviendo es un tiempo suspendido que nos ha sido impuesto, que no es el fruto de una acción autónoma de oposición al mundo. Esta extrañeza es seguramente una de las causantes de nuestras angustias. Vivimos una nueva experiencia que no era previsible bajo esta forma: “la huelga general del virus”, para retomar la fórmula pertinente enunciada en algún lugar. La interrupción del “business as usual” se ha materializado sin nosotros, fuera de los esquemas conocidos que siempre hemos tenido en cuenta, que hemos deseado y por los que hemos luchado. Se trata de una huelga general de masas sin “masas”, peor aún, sin fuerza colectiva subversiva. Sería probablemente justo decir que estamos viviendo una primera agitación que nos anuncia otras, que vendrán en un proceso de hundimiento general de una sociedad organizada con el propósito de la obtención de un beneficio destructor. Este hundimiento, ajeno como es a toda acción colectiva consciente, no es portador de un mundo nuevo, de un proyecto de reorganización de la sociedad sobre nuevas bases. Permanece todavía como una creación del capitalismo, en los límites de su barbarie, sin más perspectivas que las del colapso.  Aquí se acaba toda similitud con la huelga general, que es la creación de una colectividad que se apropia de su fuerza.

Por lo tanto, el golpe que se nos ha asestado y que anuncia un encadenamiento de rupturas en el orden del mundo, está en relación con el funcionamiento del sistema social en el que vivimos y no puede disociarse de sus contradicciones. Los desarrollos recientes en la mundialización del capitalismo, la aceleración de los intercambios, la concentración y la urbanización rápida y gigantesca de las poblaciones, han acelerado la transformación ecológica y destruido la frágil reproducción del mundo vegetal, del mundo animal y del de los humanos, quebrando así las últimas barreras entre ellos. El advenimiento del capitalismo global no ha supuesto el fin anunciado de la historia, sino que ha inaugurado una nueva era de epidemias cada vez más frecuentes. Después de la gripe aviar, después del SARS, cabía temer la inminencia de una nueva epidemia que era prácticamente previsible. Por lo tanto, la lógica del modo de producción capitalista abocada a la obtención de lucro ha seguido implacablemente su camino y el freno  mencionado en el  “Monólogo del Virus” no ha sido accionado; sólo podía serlo por fuerzas sociales que se opusieran a esta lógica y que apenas si pueden constituirse. Las consecuencias de esta lógica y de esta impotencia para poder bloquearla están ante nosotros.  Me parece que es una pista para la reflexión: no separar la crisis viral de la naturaleza misma del sistema. Hay que oponerse a las tentaciones de explicaciones fáciles que se acomodan dentro de los límites de lo que existe, y que esconden mal la intención de volver a poner en marcha la maquinaria. Un buen ejemplo de ello es el de los delirios conspiranoicos de toda clase, incluido el muy seductor del “virus creado en el laboratorio”.  Si sabemos que la guerra biológica forma parte de los proyectos criminales de las clases dirigentes, si la desorganización y el accidente son inherentes a toda burocracia, ya sea militar o de cualquier otro tipo, el hecho es que la visión conspiranoica deja de lado la lógica mortífera del modo de producción capitalista. La explicación más inverosímil pasa por ser la más evidente. Este virus fue fabricado, no por poderes ocultos, sino por el proceso destructor del capitalismo moderno.

Insistimos en que las medidas de confinamiento y de privación de las libertades sociales e individuales ponen de relieve las relaciones de clase. Una vez más, ahora sí, la igualdad formal desaparece, de manera macabra, frente al temor a la desigualdad social. Desigualdad que la crisis viral acelera. Pero la crisis viral rebela también la naturaleza del capitalismo moderno y sus contradicciones. La cotidianidad ha sido trastornada, la realidad es ahora el colapso de los sistemas financieros, la debacle de las bolsas, la precariedad generalizada del trabajo asalariado, el aumento vertiginoso del paro, un empobrecimiento masivo. Una bocanada de aire fresco: los “economistas”, que habían relegado al fondo del baúl de los recuerdos los conceptos molestos de desequilibro del sistema, han prácticamente desaparecido, confundidos por lo inesperado, faltos de pronóstico. Mientras que millones de parados se suman a los millares de muertos por la pandemia, las fortunas gigantescas se tambalean para encontrar protección en brazos de sus Estados. La plancha de billetes se pone de nuevo en marcha y la inflación, que nos decían era cosa del pasado, asoma la nariz. El después se anuncia ya como una segunda sacudida del derrumbamiento.

No puede sorprendernos que la epidemia del covid-19 y aquellas que la han precedido hayan tenido su origen en China, convertida en la fábrica del mundo, en los territorios presa de una destrucción salvaje, rápida y masiva de la naturaleza. La China, fábrica del mundo, es productora de virus como es productora de máscaras,  aparatos de respiración asistida y dolipranes, etc. Forman un todo.

Por su amplitud global, planetaria, la contaminación viral ha desembocado rápidamente en un bloqueo de los intercambios, en un derrumbe de la economía, en la desorganización de la producción del lucro. Una crisis lleva a la otra. A partir de ahora,  todo es global. Y, en un período de dos semanas, lo que apenas se vislumbraba se ha hecho realidad: sólo en Estados Unidos, en uno de los centros mismos de la máquina infernal, más de diez millones de trabajadores se han convertido en parados.

Entre las preguntas que nos interpelan, que nos inquietan, está la de la respuesta que han dado los poderes políticos en el terreno de los derechos formales, de sus restricciones liberticidas que cambian por completo el marco jurídico de nuestra existencia. La eventualidad de adoptar el “modelo chino” como la referencia en materia del estado de emergencia se ha dibujado muy pronto en las sociedades europeas para concretarse enseguida en la adopción de métodos y técnicas represivas y de control de lo cotidiano.  A esto se han sumado algunas derogaciones que van en el sentido de un cuestionamiento del Derecho laboral. En países como Portugal, el gobierno socialista ha llegado a suspender el derecho de huelga, permitiendo al Estado “tener los medios legales de obligar a las empresas a funcionar”[1].

Tenemos, por experiencia, razones para temer que estas formas de estado de emergencia  puedan, una vez la crisis viral haya terminado, convertirse en “derecho común”, para retomar la fórmula púdica del “diario de todos los poderes”.  Más aún cuando este “final”, el famoso “desconfinamiento”, corre el riesgo de ser lento y a plazos. La urgencia de un retorno necesario al “business as usual”  –reclamada ya por todas las fuerzas capitalistas-  justificará sin duda la perpetuación de “restricciones liberticidas”. Un nuevo orden jurídico para nuevas formas de explotación. Lo que significa que, la simple oposición a este nuevo estado de derecho autoritario será indisociable de la capacidad colectiva de oponerse a la reproducción de la lógica de producción y de destrucción del mundo, que nos ha llevado a donde ahora estamos.

Así pues, queda pendiente la cuestión inaplazable de saber si el capitalismo, sistema complejo, potente y capaz de giros inesperados, puede acomodarse, a la larga, a un funcionamiento social reglado por medidas y constricciones liberticidas extremas. La experiencia histórica muestra que un estado de excepción basado en la reproducción de las relaciones de explotación y la búsqueda de la producción del lucro es compatible con una fuerte intervención del Estado. No es casualidad que uno de los grandes teóricos del estado de excepción, Carl Schmitt, haya sido un brillante admirados del orden nazi, que facilitó el orden jurídico de una sociedad moderna en Europa durante una decena de años al precio de espantosos horrores. Más recientemente,  es indiscutible que el orden totalitario heredero del maoísmo ha conseguido engendrar un régimen capaz de construir una potencia capitalista moderna, en el seno de la cual, la explosión de desigualdades sociales y el aumento de conflictos y de antagonismos de clase, han sido, por el momento, superados por medidas despóticas.

Otro tema es la aplicación de este modelo a las sociedades del viejo capitalismo de dominio privado, donde el estado de derecho regula, a partir de la cogestión de los “agentes sociales”, el conjunto de relaciones sociales. En principio, es cierto que la dirección de los asuntos económicos y públicos se hace de manera cada vez más autoritaria, bajo las formas actuales de capitalismo liberal. La tendencia ya era clara antes del advenimiento de la pandemia y el derrumbe previsible de la economía. La evolución del capitalismo, su crisis de rentabilidad y la necesidad de maximización de los beneficios habían reducido progresivamente el espacio de negociación y de cogestión, fundamento del consenso de la democracia representativa y de sus organizaciones. La crisis de la representatividad política que vivimos desde hace años es la consecuencia inmediata de ello.

Dicho esto, podemos preguntarnos si la puesta en marcha de estas medidas liberticidas está ligada a un proyecto consciente por parte de los poderes de construir, de manera durable y con una aceptación también durable, un estado de excepción permanente.  ¿O es que la adopción de estas medidas es la única respuesta de la que dispone la clase política para afrontar las consecuencias sociales de la pandemia?

Como en cualquier crisis, la clase dirigente debe hacer malabares entre la idea de defensa del interés general, en que se funda su hegemonía ideológica, y la subordinación a quienes en verdad dan las órdenes, esto es la clase capitalista. En cualquier circunstancia de confusión, el único plan B disponible es el de un refuerzo del autoritarismo,  el de un mayor uso del miedo como forma de gobierno.

En la época actual, la dimensión de las medidas coercitivas exigidas por la amplitud de la crisis viral mundial, plantea, finalmente, el problema de una parálisis del sistema productivo mismo. Por el momento, el receso de la economía no está más que en sus inicios y la búsqueda de la vía social demuestra indiscutiblemente la riqueza y la potencia de las sociedades capitalistas modernas. Si las medidas de suspensión se prolongaran, correríamos el riesgo de ver el derrumbe del conjunto de la maquinaria económica.  No obstante, el paso rápido, en pocos días, de un estado de estancamiento económico a una recesión vertiginosa con millones de parados es el signo de la fragilidad del conjunto del edificio. Lo que explica las reticencias de una parte de la clase dirigente a adoptar medidas de estado de emergencia sanitaria.

Los discursos anti-liberticidas están justificados, nos alertan contra la pérdida de derechos que ya eran bastante magros. Sin embargo, y teniendo en cuenta los efectos desastrosos que estas medidas de excepción pueden tener sobre el desequilibrio de “su” economía, podemos considerar que los sistemas políticos las adoptan, no con el objetivo principal de dominar a la mayoría de la población, ni de someter a los explotados a nuevas condiciones de explotación, sino, sobre todo, porque se ven forzados por las circunstancias, por una situación que los sobrepasa.  Por supuesto, las clases dirigentes saben hacer un buen uso de estas medidas del estado de emergencia, las aprovechan para acelerar el desmantelamiento de los derechos llamados “fundamentales”, para transformar el estado de derecho. No obstante, los hechos muestran la ambigüedad de la situación. Estas mismas clases políticas –en Europa e incluso más allá, en países donde el equilibrio social es frágil- se ven forzadas a volver a orientaciones y decisiones tomadas anteriormente. A modo de ejemplo, la suspensión en Francia de la odiada “reforma de las pensiones” y de la “reforma de los derechos de los parados”, el tímido proyecto de liberación de ciertas categorías de prisioneros, en Francia, en Estados Unidos, en Marruecos y otros lugares. Sería sobreestimar su función e incluso su inteligencia de clase considerar que los dirigentes dominan la situación y son capaces de ir más allá de medidas de salvaguarda de  las leyes del lucro. Son estas leyes las que conducen su iniciativa política. En el momento actual de la crisis sanitaria, la necesidad de confinamiento de la población  parece ser la única forma posible de evitar una situación de desastre social y económico.  Se confina a la población no para reafirmar la dominación social, sino como único medio de aliviar un servicio público de sanidad hecho trizas, como consecuencia de haber optado por la austeridad. Al querer mostrar que domina la situación, el sistema político busca esconder sus responsabilidades en el desastre sanitario. Intenta negar su fracaso desde el punto de vista de la defensa del famoso “interés general”.  Como broche final: el bloqueo progresivo de la economía, debido a estas medidas,  debilita a su vez  la gobernanza.

Nada indica que la salida del “confinamiento” pueda hacerse como una vuelta harmoniosa a una reproducción del pasado. Este sería, sin duda, el proyecto de los señores del lucro y de sus servidores políticos. Estos corren el riesgo de encontrarse, a la salida del estado de emergencia, más debilitados que al inicio de la crisis.  Y con otra emergencia, la de una crisis social extendida. La crisis del capitalismo será el segundo episodio de la crisis viral. Es por ello que, desde ahora, la clase política busca preparar una salida que sea un largo proceso que permita integrar medidas de emergencia en un estado de derecho convertido cada vez más en estado de excepción.

La crisis de representación, anclada ya en una sociedad rica y violentamente no igualitaria, se reafirmará debido a los efectos devastadores de la crisis económica.

Después del tiempo suspendido del confinamiento, las fuerzas del capitalismo intentarán imponer un regreso al modo de producción del pasado, a las leyes del lucro como única alternativa posible. Pero no estamos en el siglo XIV de la peste negra y, en Francia como mínimo, podemos esperar que la rebeldía y la resistencia acumuladas a lo largo de estos últimos años puedan nutrirse de las nuevas formas de solidaridad que se han tejido durante el confinamiento. Lo colectivo, única fuente de creación libertadora, deberá recuperar su sitio, deberá extenderse.

De lo vivido durante estos extraños meses, aflora ya un elemento portador de esperanza: la experiencia de los sanitarios. Los colectivos de sanitarios, aun trabajando en condiciones extremadamente difíciles y con medios restringidos, por la elección política de aquellos que ahora se presenten como salvadores, han conseguido encargarse de la supervivencia de la sociedad. Más allá de jerarquías y burocracias, han demostrado su capacidad de organización, de improvisación, de innovación y de invención. Si el horror no se ha extendido más todavía es gracias a ellos. Esta solidaridad de los colectivos de trabajo sin duda ha extraído su energía de una experiencia de varios años de lucha contra la austeridad y los recortes, contra la destrucción de sus condiciones de trabajo, contra el ataque predador del capitalismo privado. Frente a la injusticia de la muerte, unidos por los valores de la solidaridad, los sanitarios se han reapropiado de su labor, recuperando el control de su actividad, antes en manos de los gestores financieros.  Por su función, estos trabajadores son conscientes de su utilidad social para la supervivencia de la colectividad, consciencia que refuerza su compromiso pero también su capacidad de contestación. Como ya habíamos visto en el caso de otras catástrofes, es este movimiento el que puede constituirse en la base de un proyecto de futuro diferente.

Estamos viviendo la peste, pero este tiempo suspendido puede ser también donde cultivemos y acumulemos las cóleras.  La oportunidad de su afirmación traerá la vida, después del tiempo de los carroñeros.

Mientras tanto, y para dominar miedos y angustias, podemos leer con placer algunas líneas de alguien apreciado por Karl Marx, Heinrich Heine, escritas durante los años del plomo, entre la revolución de 1848 y la Comuna: “Aquí reina actualmente la gran calma. Una paz laxa, somnolienta y de bostezos de aburrimiento. Todo está silencioso como en una noche de invierno envuelta en nieve. Sólo se oye un pequeño ruido misterioso y monótono, como de gotas cayendo. Son las rentas de los capitales, cayendo sin cesar, gota a gota, en las cajas fuerte de los capitalistas, haciéndolas casi desbordar; se oye con nitidez la crecida continua de las riquezas de los ricos. De vez en cuando, se mezcla a este sordo chapoteo algún gemido en voz baja, el gemido de la indigencia. A veces también, resuena un ligero tintineo, como de un cuchillo afilándose.2“

Algo así nos ocurre hoy, el silencio no es siempre la calma, es también el tiempo en que afilamos las armas que ajustan las cuentas pendientes.


[1] Antonio Costa, primer ministro, declaración a  la televisión privada SIC, 20 de marzo de 2020.

2 Heinrich Heine, Lutèce, Lettres sur la vie politique, artisitque et sociale de France (1855), precedido de una presentación de Patricia Baudouin, La Fabrique, 2008.

Fuente: https://rebelion.org/la-peste-y-la-colera/

Imagen: https://pixabay.com/illustrations/coronavirus-virus-mask-stamp-china-4817450/

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Llamamiento continental: A los pueblos originarios, afrodescendientes y organizaciones populares

Por: Rebelión

La crisis que globalmente ha provocado el COVID-19 nos presenta una encrucijada a los pueblos de Abya Yala – América Latina. Las organizaciones populares somos la primera línea de resistencia frente a las peores expresiones del sistema en descomposición:

Estamos atravesando una crisis integral que amenaza la vida en todas sus formas. El COVID-19 se transformó en pandemia en un momento de agudización de la crisis capitalista y de reiterados intentos desde el poder económico de que la clase trabajadora cargue con la recomposición de la tasa de ganancia empresarial; que confluye con el debilitamiento de los sistemas de salud, el deterioro de las condiciones de vida y el despojo de lo público como resultado del giro neoliberal. La asfixia a la que nos someten la deuda externa, los organismos internacionales y el agobio permanente del imperialismo contra nuestra soberanía le dan forma a un escenario que anticipa las graves consecuencias.

En una América donde nos negamos a aceptar los ajustes estructurales y el desembarco de nuevas políticas imperialistas, y donde nuestros pueblos han encarnado importantes levantamientos populares en los últimos meses, la pandemia se ha convertido en una excusa para legitimar la presencia de las fuerzas armadas en nuestros territorios e implementar medidas de ajuste y el deterioro de las condiciones de existencia de la clase trabajadora. Asimismo, esta crisis puso de manifiesto nuevamente la brutalidad de la violencia patriarcal sobre las mujeres y disidencias sexuales, así como la exclusión histórica de los pueblos indígenas y afrodescendientes expuestos a enfrentar la pandemia en condiciones de vulnerabilidad extremas.

Como es la mejor tradición de nuestra gente, somos las organizaciones del pueblo, obreras, campesinas, de pueblos originarios, feministas, afrodescendientes, piqueteras, de pobladoras/es, las que estamos poniendo el cuerpo, la cabeza y el corazón en desarrollar respuestas inmediatas, pero también a proyectar

los lazos comunitarios y de unidad popular, territorial y regional, que alimentemos durante esta batalla, serán parte del tejido que construya los horizontes de transformación en Abya Yala.

Ante la falta de vivienda ocupamos territorios y construimos casas; ante la falta de trabajo organizamos cooperativas, recuperamos fábricas y enfrentamos cierres, despidos y suspensiones; ante el ataque patronal peleamos por mejores condiciones de trabajo; ante la falta de educación generamos escuelas; ante la opresión hacia las mujeres y disidencias construimos feminismos populares; ante la explotación construimos organización sindical de base y luchamos contra la precarización y por salarios dignos; contra el hambre construimos comedores y merenderos populares; ante la crisis climática desarrollamos la agroecología; frente el monocultivo y el monopolio de los alimentos, construimos territorios campesinos agroalimentarios para garantizar la soberanía y autonomía alimentaria; ante la militarización, el paramilitarismo y el narcotráfico hacemos sustitución de cultivos y luchamos por la paz. Nuestra alternativa es de vida contra los que nos proponen muerte.

Frente a la política de fronteras cerradas y de fragmentación, y frente a la xenofobia y el neofascismo que proponen desde arriba, retomamos el horizonte de la solidaridad continental y la unidad de los pueblos.

Frente a las políticas de los y las capitalistas, para usar la crisis como revestimiento del ajuste, profundicemos y replanteemos nuestras luchas históricas por la defensa de los territorios, la vida y la socialización de las riquezas, construyamos poder popular y comunitario.

Por eso, exigimos a los gobiernos y llamamos a los pueblos:

una salida a esta crisis que no sea una vuelta atrás a la normalidad capitalista, sino un camino hacia una sociedad mejor. Ello será posible si tomamos lo mejor de nosotros como pueblos,

1. Priorizar la vida sobre la deuda. No al pago de la deuda externa, investigación exhaustiva y condonación de la misma. Es criminal que se escatimen fondos a la salud y los derechos, por pagar las obligaciones con el FMI y otros acreedores. Los sistemas de salud y de protección social para enfrentar la pandemia son la prioridad.

Necesitamos recuperar nuestra riqueza estratégica y el manejo de nuestros bancos y comercio exterior, fuente permanente de la sangría económica de los países latinoamericanos. Solo una política de soberanía económica, desde el avance del poder popular, puede aliviar la crisis económica y la mundial que estamos empezando a vivir.

2. Combatir las desigualdades. Impuesto extraordinario a los ricos, a la ganancia de los bancos y las grandes empresas, a los que fugaron capitales. Que los gobiernos asuman el papel de eliminar las desigualdades promovidas por el mercado, que las inversiones necesarias en políticas de emergencia se financien enfrentando la concentración de la riqueza, no con rebajas salariales a los trabajadores. Reorientar las líneas de producción de las grandes empresas para la producción de insumos destinados a combatir el Coronavirus, así como las enfermedades que soportamos sin atención del Estado como la desnutrición, el dengue, el chagas y la tuberculosis.

3. Fortalecimiento urgente de los sistemas de salud pública: inversión urgente y prioritaria en el sistema público de salud, estatización de la salud privada y fortalecimiento de las medidas de contención pandémica por parte de los estados. La pandemia reafirma la necesidad de que todos y todas reciban asistencia de salud universal, fortaleciendo la promoción pública de estos servicios. Que los Estados tomen control de la producción y administración de todos los insumos necesarios para enfrentar la crisis con participación y control de los y las trabajadoras. Eliminación del sistema de patentes sobre los medicamentos para desarrollar con plenitud la investigación y aplicación científica para resolver los problemas humanos, y reconocimiento a la medicina originaria y ancestral.

4. Por trabajo con todos los derechos. Ingreso universal garantizado para todas y todos, prohibición de despidos y suspensiones. Es esencial reconocer los derechos de las y los trabajadores para vivir una cuarentena digna. Que esta emergencia no sea la excusa para seguir avanzando en la precarización del trabajo. No al cierre de empresas, apoyo estatal a su ocupación y recuperación por parte de los y las trabajadoras.

5. La vivienda y el hábitat digno como derecho social, la cuarentena solo puede realizarse bajo un techo, con servicios básicos garantizados y en un barrio saludable. Es necesario suspender desalojos, pagos de alquiler y de servicios; las políticas de hábitat deben direccionarse hacia una reforma urbana integral que garantice el acceso a la vivienda en barrios dignos para todas las familias trabajadoras.

Acceso universal al agua, luz y gas y urbanización de los barrios populares: no hay lucha contra la pandemia sin que todas las personas puedan tener agua potable, gas y acceso a la electricidad en el hogar, barrio o comunidad. Ni casas sin personas ni personas sin casas. Requisición de propiedades vacías para la población en situación de calle y albergues populares.

6. Enfrentar el hambre y garantizar la alimentación universal, priorizar el financiamiento y el rol de la agricultura familiar cooperativa, comunitaria y agroecológica en el abastecimiento de alimentos para el pueblo, comedores, merenderos y cocinas comunitarias: es necesario avanzar en la promoción del acceso a los alimentos, como una forma de impulsar la economía y no causar una crisis de suministro. Garantizar una canasta básica con precios regulados y exentas de impuestos. Exigir sanciones a la especulación con los precios el acaparamiento de supermercados e intermediarios. Condonación de las deudas de los campesinos y campesinas, la redistribución de la tierra productiva e implementación de sistemas de protección y colonias agroecológicas con financiamiento del Estado.

7. Contra la mercantilización de la naturaleza, necesitamos recuperar la soberanía sobre nuestros bienes comunes como el agua, el gas, el petróleo, la tierra, riqueza estratégica que es usurpada por pulpos económicos con las complicidad de gobiernos y empresarios locales. Pleno respeto a los territorios de los pueblos y replanteo del modelo económico y extractivo. La explotación de recursos naturales debe respetar a la madre tierra como así a los pueblos que la habitan.

8. Fortalecimiento del cerco sanitario y asistencia humanitaria con garantía de soberanía de los territorios a pueblos originarios, nacionalidades indígenas y afros. especialmente a todo aquellos cuyo hábitat se encuentra en ecosistemas vitales como la Amazonía, para quienes la amenaza epidemiológica puede significar un etnocidio. Fortalecimiento del gobierno propio y sus sistemas para la pervivencia territorial y cultural de la vida de los pueblos indígenas y afros. Prohibición de desalojos y acciones que violen la soberanía de los pueblos indígenas.

9. Políticas reales para enfrentar la violencia machista: Con las medidas de aislamiento social, existe la posibilidad de aumentar la violencia doméstica y otras formas de violencia contra las mujeres. Que para las mujeres, cis y trans, la expansión de las plataformas tecnológicas para garantizar su uso cuando la violencia contra las mujeres es un hecho no es suficiente para prevenirla y erradicarla. Presupuesto para prevenir femicidios y transfemicidas. Refugios para personas en situación de violencia, entrega de subsidio económico especial a sobrevivientes. Planes de empleo y educación orientados hacia mujeres y disidencias.

10. Más prevención, no a la represión: muchos gobiernos han utilizado el contexto del coronavirus para intensificar la lógica represiva y de vigilancia y para aumentar el encarcelamiento de los más pobres, a líderes comunitarios, defensores y defensoras de derechos humanos y de la madre tierra. Es hora de reducir la población carcelaria y otros cuidados como un problema de salud pública. También es necesario revalorizar las autoridades propias y las guardias comunitarias que cuidan los territorios ancestrales y están siendo un efectivo organismo comunitario para cuidad la vida.

11. No a la intervención política, economica y militar imperialista: rechazamos de manera categórica el uso de la crisis como excusa para una intromisión militar en Venezuela por parte del imperialismo yankee y sus socios, el asesinato permanente de líderes indigenas y populares de Colombia, la feroz represión del regimen golpista en Bolivia y del gobierno antipopular de Piñera en Chile, la expansión de proyectos extractivos en territorios indígenas y campesinos. Exigimos que se levanten los bloqueos hacia Cuba y Venezuela.

12. Ayuda Humanitaria Internacionalista: Exigimos a los gobiernos que soliciten ayuda humanitaria a Cuba y a otros países que han desarrollado experiencia técnica para enfrentar la pandemia y que pueden ayudar a contener el brote de Covid-19 en las ciudades donde la pandemia se ha expandido con más crudeza, cómo Guayaquil y San Pablo.

Contra la riqueza de pocos, por la soberanía de los pueblos. ¡Por la vida, no el FMI!

Como luchan los pueblos latinoamericanos: Diciendo-haciendo, diciendo-haciendo, diciendo-haciendo, ¡carajo!

¡Solidaridad internacionalista!

CONAIE Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador-Ecuador
Congreso de los Pueblos-Colombia
MTST Movimiento de Trabajadores Sin Techo-Brasil
CONFENIAE Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana- Ecuador

FPDS Frente Popular Darío Santillán-Argentina
ONIC Organización Nacional Indígena de Colombia-Colombia
FOL Frente de Organizaciones en Lucha- Argentina
Ukamau-Chile
CRBZ Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora-Venezuela
CNTE-SNTE Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación-México
AUTE sindicato electricista-Uruguay
Coordinación y Convergencia Nacional Maya Waqib’Kej- Guatemala
CNA Coordinador Nacional Agrario-Colombia
Movimiento de los Pueblos/por un socialismo feminista desde abajo.(Frente Popular Darío Santillán Corriente Nacional-Movimiento por la Unidad Latinoamericana y el Cambio Social – Izquierda Latinoamericana Socialista-Movimiento 8 de Abril)-Argentina
CLOC (ANAMURI, Ranquil, Conaproch, Red Apícola Nacional, ANMI)-Chile

FENASIBANCOL Federación Nacional de Sindicatos Bancarios Colombianos-Colombia MPA Movimiento de Pequeños Agricultores -Brasil
CRIC Consejo Regional Indígena del Cauca-Colombia
UTT Union de Trabajadores de la Tierra-Argentina

PCN Proceso de Comunidades Negras-Colombia

CONAMURI Organización de Mujeres Campesinas e Indígenas – Paraguay

União Nacional de Trabaladoras(es) Camelôs, Feirantes e Ambulantes do Brasil-Brasil MICC Movimiento Indigena y Campesino de Cotopaxi – Ecuador
PAPDA Plate-forme haïtienne de Plaidoyer pour un Développement Alternatif-Haiti Comisión Intereclesial de Justicia y Paz-Colombia

MNCI Movimiento Nacional Campesino Indígena “Somos Tierra”- Argentina CENPAZ Coordinación Nacional de Paz-Colombia
MBL Movimiento de Barrios en Lucha-Ecuador
Brigadas Populares-Brasil

Zona humanitaria de San pedro del Ingara Chocó Territorio de paz-Colombia UNORCAC – Unión de Organizaciones Campesinas de Cotacachi – Ecuador MTD Aníbal Verón-Argentina
FOB Autónoma-Argentina

FOB La Libertaria-Argentina
MTR por la democracia directa-Argentina
FAR Frente Arde Rojo/COPA-Argentina
Frente Popular – Ecuador
Coordinadora Simón Bolívar-Venezuela
Radio al Son del 23-Venezuela
Plataforma de Lucha Campesina- Venezuela
Colectivo Caminos Verdes-Venezuela
FNL Frente Nacional de Lutas -Brasil
Movimiento de Mujeres por la Vida de Cajibio y Popayán-Colombia
Comité por la Abolición de las deuda ilegítimas CADTM Abya Yala Nuestra América (Colombia, Haití, Uruguay, Argentina, Venezuela, Brasil y Puerto Rico)
Red Emancipa de Educación Popular-Brasil
Feministas del Abya Yala
MPLT Movimiento Pueblo Lucha y Trabajo-Argentina
Pañuelos en Rebeldía-Argentina
Red de la Diversidad-Bolivia
Escuela Popular Permanente-Chile

Colectivo Whipala-Bolivia

Plataforma por la Auditoría Ciudadana de la Deuda de Colombia

OLP Resistir y Luchar-Argentina Colectivo Alexis Vive-Venezuela

Venceremos Partido de Trabajadores-Argentina Corriente Social y Política Marabunta-Argentina

Juntos! – Juventud en Lucha-Brasil

Fabrika Zurda – Ecuador

FECAOL Movimiento Nacional Campesino – Ecuador

Asociación de Trabajadores y Trabajadoras del Transporte (ASOTRASET) – Ecuador Corriente Sindical Carlos Chile-Argentina

Convergencia 2 de Abril-Chile
Democracia Socialista-Argentina
ASL Acción Socialista Libertaria-Argentina
La Junta-Peru.
Venceremos Abriendo Caminos-Argentina
ORG Organización Revolucionaria Guevaristas-Argentina

Organización Política Presentes por el Socialismo «PPS» – Colombia

CPI Corriente Política de Izquierda -Argentina

Adhesiones:

fru@resistencia-urbana.org

comunicacion@conaie.org

Fuente e imagen: https://rebelion.org/llamamiento-de-los-pueblos-originarios-afrodescendientes-y-las-organizaciones-populares-del-continente/

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Manifiesto por los Derechos de las Mujeres

Manifiesto por los Derechos de las Mujeres

Redacción Tribunal Feminista

Manifiesto que se leyó este 8M en Madrid

El 8M de 1857, centenares de trabajadoras marcharon por las calles de Nueva York. Años más tarde, la ciudad fue de nuevo testigo de las huelgas de las mujeres de las fábricas, saldadas con la represión y el fuego. El mes de marzo está marcado en el calendario por nuestra sangre y nuestra lucha centenaria. 163 años después, nos convocamos una vez más reclamando justicia.

Hoy, 8 de marzo de 2020, Día de las Mujeres, el Movimiento Feminista de Madrid MANIFIESTA:

Exigimos el fin de la violencia contra nuestro sexo, porque no hay paz para las mujeres. No la hay con un comienzo de año negro, con 19 mujeres y una niña asesinadas en este país por el terrorismo machista. Si oficialmente se cuentan 1.046 asesinadas por violencia de género desde 2003, se esconde gran parte de la verdad: los feminicidios son casi el doble. Las cifras de víctimas repuntan desde 2017. Toda la dimensión del terror de estos crímenes ha de ser tenida en cuenta.

Millones de mujeres en el mundo impulsan una ola de indignación contra la violencia, entre la resistencia y la furia de nuestras hermanas en América Latina. No es solo cuestión de Estado: es un grito global.

Desde 2013, el terror machista ha acabado en España con la vida de 35 niños y niñas y ha dejado en horfandad a otros 286. Demandamos que el reconocimiento a las familias de las víctimas se equipare al de otros terrorismos. No hay paz para nosotras cuando a la vez que honramos a las víctimas, se instala el negacionismo reaccionario: la extrema derecha ha declarado la guerra a las mujeres.

Esta es una lucha que apela a la conciencia de toda la sociedad. Exigimos acompañamiento y protección a las mujeres, formación de los agentes implicados, creación de juzgados especializados y unidades de valoración forense integral. La dispensa de la obligación de declarar contra su agresor es contraria a la lucha contra la violencia de género y deviene, en muchos casos, en impunidad. Más allá de los minutos de silencio, ¡basta ya de justicia patriarcal!

No haber sido capaz de proteger a las más de 200 mujeres que hoy estarían vivas tras dar la voz de alarma ante la justicia, es el mayor fracaso de nuestra democracia.

Una gran mayoría de las asesinadas no llegó a denunciar nunca: no es fácil dar ese paso. Es también una alerta de la desconfianza de las mujeres en un sistema que cuestiona su credibilidad. Si queremos salvar vidas, es urgente impulsar ya el título habilitante sin denuncia previa. Deben ponerse en marcha las medidas acordadas, porque es posible ayudar a muchas desde el cribado sanitario y los ayuntamientos. Exigimos transparencia para conocer el destino de los fondos de un Pacto de Estado contra la Violencia de Género que lleva ya dos años firmado.

La custodia compartida impuesta, la nueva coordinación de parentalidad o el falso síndrome de alienación parental son estrategias de coacción y castigo a las mujeres que promueven sectores reaccionarios. El feminismo no va a consentir la expansión de sus mentiras.

Todas las violencias machistas son expresiones de una misma ideología de odio. El aumento de las denuncias por violación en un 49 % en el último trienio obliga a dar respuestas. En las 177 agresiones sexuales múltiples registradas desde 2016, se han identificado, al menos, 141 menores entre los agresores. Casi un 40 % de las víctimas era menor de edad. Hasta la Fiscalía General de Estado califica como “muy inquietante” el incremento de la violencia sexual entre los jóvenes. Sin el impulso feminista, no se habrían llevado al legislativo las reformas en marcha sobre libertades sexuales. Demandamos que la nueva ley elimine el requisito de la denuncia previa cuando hay evidencias de violencia sexual. Reclamamos los argumentos de la propuesta que rebaja las penas por agresión sexual. Hay que acabar con la cultura de la violación y con las manadas.

La prostitución debe ser reconocida como violencia machista. Es en sí misma un atentado contra la libertad y la integridad personal, toda vez que implica el sometimiento sexual de quien necesita dinero. La prostitución reafirma y perpetúa la desigualdad entre los sexos, pues tiene su raíz en el núcleo duro del patriarcado: la subordinación de la mujer al varón. Porque lo contrario de la abolición es la barbarie, el feminismo es abolicionista.

La industria sexual es hoy una multinacional del crimen. La captación se alimenta de la violencia, la marginación, el abuso infantil o la necesidad, mientras la demanda sigue esquivando el foco: las redes proxenetas mueven cohortes de mujeres y niñas desde países más pobres, para satisfacer a los varones de países más ricos. En la última década se registraron 51 asesinatos de mujeres en prostitución. La verdadera revuelta puteril la traen las voces de las supervivientes, que hablan de “campos de concentración”. Las especialistas alertan de secuelas muy graves. La vulnerabilidad de las jóvenes encuentra uno de sus exponentes en las menores tuteladas por el Estado, para las que exigimos el máximo nivel de protección.

El modelo nórdico reduce los daños, mientras la regularización en Alemania es un tremendo fracaso. Nuestro país, tercer destino mundial de turismo sexual, necesita una ley abolicionista de la prostitución. Una ley que no penalice a las mujeres, sino que les brinde alternativas económicas, formativas, de empleo, habitacionales o de cualquier índole. Que persiga al proxeneta y al tratante. Una ley que sancione la demanda de pago por violar, elevando hasta la línea de los derechos humanos lo que esta sociedad considera aceptable.

Denunciamos el cabildeo que ha llegado hasta la Universidad para hacer propaganda de la prostitución como una salida laboral para las estudiantes. Cuando un Estado legaliza la prostitución, se hace cómplice por sus tributos. Debemos dar nuestro ejemplo para avanzar hacia la abolición internacional.

Si la prostitución es violencia machista, el porno es su pedagogía. El capitalismo salvaje ha dejado el acceso libre de los más jóvenes a una pornografía que escala por la extrema violencia sexual. En sus grandes plataformas en internet se suben millones de videos por año: uno de los términos más buscados es “adolescente”.

Es hora de cerrar sitios web y responsabilizar a sus ejecutivos, de dejar de mirar para otro lado ante la pedofilia. Se necesita una apuesta por la coeducación, con una educación sexual para la igualdad, que no sea solo un complemento en el currículo escolar. La verdadera “teoría del porno” es la misoginia.

La explotación sexual y la reproductiva comparten una profunda deshumanización. El alquiler de mujeres embarazadas para la compra venta de seres humanos es un atentado a la igualdad y a los derechos de filiación de madres e hijos. Nuestro ordenamiento debe tipificar explícitamente como delito esta práctica y considerar ilícita cualquier promoción de ella. Nuestras garantías deben incluir los “vientres de importación”, que sortean la ley, y derogar la Instrucción de 2010, sobre el régimen registral de la filiación, que nos instala en la ambigüedad legal.

Es inadmisible que desde los medios de comunicación se dé un tratamiento sesgado que normaliza la cosificación del alquiler de mujeres y la compra de bebés. Desde los medios se difunden también la hipersexualización de las niñas y la mercantilización sexual; en casos extremos, se rentabiliza el morbo amarillista sobre las víctimas. Si los medios de comunicación son una pieza clave para combatir el machismo, igualmente lo son para perpetuarlo. Su responsabilidad es ser garantes del derecho a la información, desde el principio de igualdad.

Las feministas venimos de lejos, y han sido muchas las luchas por el derecho al aborto. Exigimos un derecho a la interrupción voluntaria del embarazo sin el acoso de la ultraderecha religiosa, revertir la contrarreforma que afecta a las jóvenes de 16 y 17 años más vulnerables, anticonceptivos de última generación gratuitos, y la garantía de las prestaciones en la sanidad pública.

En verdad somos disidentes: lo somos contra los límites de una feminidad impuesta. Si no hay cerebros rosas ni azules, no hay juegos de niños o cosas de niñas. Nosotras somos abolicionistas del género. Es un pilar del feminismo acabar con esta construcción política que nos subordina como clase sexual. Millones de niñas en el mundo saben que ser mujer no es un sentimiento cuando mutilan sus genitales o se les impone sumisión bajo el velo patriarcal. No podemos diluirnos como sujeto político del feminismo ni permitir la implantación normativa de una neolengua que nos hace invisibles, que redacta “progenitor gestante” por “madre” en textos legales. El sexo es una realidad políticamente significativa y si no frenamos este borrado, la igualdad quedará entrampada en la diversidad.

Nosotras no estamos en conflicto con la libre expresión de la personalidad. Tampoco con la protección legítima de cualquier colectivo. Afirmamos que promulgar leyes de autoidentidad sexual, fusionada con el género, no sujeta a nada verificable salvo la voluntad de cada momento, es problemático para las mujeres. Tratar de imponernos silencio por ello es antidemocrático.

Legislar sin prever todas las derivadas podría dificultar las políticas para la paridad o contra la violencia sexual, desvirtuar espacios en los que la seguridad y la privacidad son importantes, especialmente para las más vulnerables. Perjudicaría, asimismo, la posibilidad de competiciones deportivas justas para mujeres y niñas.

Alcanzar la independencia económica que permita a todas una vida digna es imprescindible. La realidad sigue siendo que las mujeres estamos discriminadas en el ámbito laboral. La brecha salarial está en el 21,9% en el cómputo estatal, en la Comunidad de Madrid llega al 25,9%.

Las mujeres ganan al año casi 6.000 euros menos que los hombres. Tenemos la mayor parte de los contratos a tiempo parcial y una tasa de paro al menos tres puntos más alta que los varones. Somos el máximo exponente de la precariedad en nuestro país, porque el patriarcado y el capitalismo se aseguran de mantenernos con las peores condiciones laborales y con la carga casi en exclusiva de los cuidados y las tareas del hogar. Exigimos una ley de igualdad salarial, como herramienta para la negociación colectiva, mecanismos para que el empresariado cumpla la legislación vigente en esta materia, y que las administraciones autonómicas y locales implementen medidas de igualdad laboral.

Necesitamos políticas eficaces sobre corresponsabilidad y gestión pública, cuando los cuidados no pagados en España supondrían un 15 % del Producto Interior Bruto. Por si fuera poco, al concluir nuestra vida laboral, la brecha en las pensiones es incluso más profunda, de media un 35 % inferiores a las de los hombres. El reconocimiento como gananciales de las cotizaciones a la Seguridad Social reduciría la injusticia de la carga adicional de trabajo que realizan las mujeres para sus familias.

El espejo de la pobreza en este país devuelve el rostro de una mujer. La mitad de las familias monomarentales se sitúa en ella, debido a la falta de legislación y protección por parte de los gobiernos. Si existe un colectivo precario en el empleo es el de las empleadas domésticas, para las que el Estado debe ratificar el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo. En su visita a España, el relator especial de Naciones Unidas las ha escuchado a ellas, a las mujeres gitanas en el umbral de la marginación o a las temporeras del campo, y ha dado un serio aviso sobre un sistema de protección roto.

El reconocimiento del talento de las mujeres también es hacer justicia. Vindicamos el valor de nuestra aportación al acervo común en la creación y el conocimiento. Es una gran misión de rescate colocar a las viejas maestras en las páginas de historia, abrir los cánones de la academia y verlas como referentes. Es preciso hacer cumplir la ley de igualdad, con la presencia equitativa de ambos sexos en los mandos públicos y privados.

Cada 8 de marzo y cada día del año, la vindicación de las mujeres se oirá en esta ciudad y en todo el mundo. El abolicionismo no es solo el camino por la consecución de una ley, al igual que el sufragismo no fue solo la lucha por la conquista del voto. Aquel fue un genuino movimiento de liberación encabezado por una vanguardia no siempre comprendida, y eso mismo ocurre, más de cien años después, con el movimiento abolicionista, que se rearma cada día.

Nosotras hoy debemos ser dignas herederas de esas voces, porque nosotras, las abolicionistas, somos las nuevas sufragistas.

Por eso nos hemos convocado aquí, junto al recuerdo de la republicana Clara Campoamor. Ella era una de aquellas sufragistas y abolicionistas. El diario de sesiones del Congreso guarda cómo la misma diputada que había ganado el voto para las mujeres, hablaba de la quiebra ética para el Estado y de la crueldad de no proteger a aquellas jóvenes cuyos cuerpos eran tratados como una mercancía.

Nosotras no olvidamos. El eco de esas feministas republicanas está aquí porque aún somos la resistencia y alzamos nuestra voz para que viva la lucha de las mujeres.

Fuente: https://tribunafeminista.elplural.com/2020/03/manifiesto-por-los-derechos-de-las-mujeres/

Fuente de la Imagen: Tribuna Feminista

Autor: Redacción Tribuna Feminista

 

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La genética no determina ninguna orientación sexual.

Los expertos recuerdan que los principales determinantes son ambientales, sociales y culturales
La genética no determina ninguna orientación sexual
Valentina Raffio
El Periódico

La orientación sexual, como cualquier otro aspecto de la conducta humana, tiene un componente genético. Una nueva investigación a gran escala sobre el genoma humano desvela que existen algunas variantes genéticas que se asocian con las identidades no heterosexuales. ¿Significa esto que se han hallado los ‘genes de la homosexualidad‘? En absoluto. Los expertos recuerdan que, aunque pueda existir cierta predisposición genética o biológica, el comportamiento sexual de una persona es impredecible y, como ocurre con todos los aspectos del comportamiento, puede variar en función de factores ambientales, sociales y culturales.

El recién publicado estudio, aparecido este jueves en la revista ‘Science‘, toma como referencia los datos genéticos de más de 470.000 personas que habían recurrido al Biobank del Reino Unido y a la empresa 23andMe, ambas iniciativas dedicadas al estudio del genoma humano. A partir de ahí, los investigadores interrogaron a los participantes de este estudio sobre su orientación a través de un cuestionario con preguntas como: «¿Alguna vez has tenido relaciones sexuales con alguien de tu mismo sexo? ¿Hacia quién te sientes sexualmente atraído?». A partir de esta información, los expertos empezaron a buscar correlaciones entre estas respuestas y los marcadores genéticos a través de un método conocido como GWAS, por sus siglas en inglés.

El análisis demuestra que existen unos cinco localidades del cromosoma que pueden asociarse con la no heterosexualidad. Esto implicaría que factores genéticos y, por lo tanto hereditarios, pueden predisponer entre el 8 y el 25% de la población a sentirse atraída hacia alguien de su mismo sexo. Esto, lejos de significar que existen uno o varios ‘ genes gays ‘, sugeriría que existen miles variantes genéticas que determinan pequeños rasgos de la personalidad y que la suma de todos esos pequeños cambios acabara dando forma a una orientación sexual.

La controvertida interpretaciónEsta no es la primera vez que se estudia si la homosexualidad puede tener un componente genético. Estudios en gemelos idénticos, por ejemplo, ya habían apuntado que, incluso en el caso de dos individuos criados en un idéntico entorno, los genes podían contribuir a su definir su orientación sexual en un 18% de los casos en las mujeres y en un 37% en los hombres. En este caso, las motivaciones de este estudio, según argumentan los investigadores en las conclusiones de su análisis, tendrían que ver con la protección de los individuos con sexualidades no normativas. «Evidenciar que la orientación sexual tiene un componente biológico podría contribuir a la aceptación y a la protección legal del colectivo», añade Melinda C. Mills, investigadora del departamento de Sociología de la Universidad de Oxford, en un artículo complementario.

«Estos hallazgos proporcionan información sobre los fundamentos biológicos del comportamiento sexual entre personas del mismo sexo», comenta Andre Ganna, investigador principal del estudio afiliado la Unidad de Medicina Genómica de Hospital General de Boston y el Broad Institute del MIT, Harvard y Cambridge. «Los resultados también subrayan la importancia de evitar conclusiones simplistas ya que los fenotipos de comportamiento son complejos, nuestros conocimientos sobre genética todavía son rudimentarios, sobre todo porque existe un largo historial de uso indebido de los resultados genéticos con fines sociales», comenta el experto. La interpretación del estudio, de hecho, podría resultar algo espinosa.

Limitaciones del estudioMás allá de sus llamativas conclusiones, este estudio se presenta ante la comunidad científica con unas limitaciones un tanto controvertidas. Para empezar, «la distinción entre heterosexual y no heterosexual basándose en la práctica o no de relaciones con individuos del mismo sexo parece algo simplista. La orientación sexual no viene definida solo por comportamientos sexuales, sino también por los sentimientos y la identidad que considere el propio individuo», comenta Claudio Díaz García, bioquímico experto en genética y miembro de PRISMA, asociación para la diversidad afectivosexual y de género en ciencia, tecnología e innovación. A esto habría que sumarle que la investigación parte de una muestra sesgada: los participantes del estudio, ya incluidos en las bases de datos genómicas, son todos de procedencia occidental, clase socioeconómica alta y, según muestran los datos, tienen entre 40 y 70 años.

Asimismo, el debate de base también tendría que ver con el determinismo genético. Es decir, la tendencia a reducir algo tan complejo como la sexualidad humana como el resultado de unos genes concretos. «No podemos olvidar de los factores no biológicos mucho más difíciles de estudiar e interpretar», comenta Díaz García. Es el caso, por ejemplo, de las condiciones socioeconómicas, el país de residencia, el entorno familiar y otras variables que influencien el desarrollo de los individuos y, por lo tanto, la expresión de su sexualidad.

El aspecto ético a debateEl estudio, a su vez, se ha presentado acompañado de debate. «En una sociedad que no discrimina contra las orientaciones no normativas estos resultados serían neutrales. Como si estuviéramos buscando la base genética del color de los ojos, idealmente se trataría de entender qué nos hace como somos: heterosexuales, homosexuales o bisexuales; trans o cis; mujeres, hombres o intersex; de género normativo o queer-no binario», comentan desde la junta de PRISMA. Los científicos y activistas de la entidad se muestran preocupados ante el planteamiento del estudio y, sobre todo, sus posibles interpretaciones. «Los problemas a los que se enfrentan las personas LGTBIQA+ no se deben al hecho intrínseco de su diversidad afectivosexual y de género, sino al tratamiento injusto, de rechazo, discriminación y maltrato, que algunos miembros e instituciones de esas sociedades ejercen sobre el colectivo, tanto a nivel de comunidad como a título individual», añaden.

Esta preocupación tiene mucho que ver con el hecho de que históricamente las investigaciones sobre la conducta sexual no normativa han sido utilizadas para patologizar la homosexualidad y plantear herramientas para ‘curar’ o ‘evitar’ todo aquello que se salía de la norma. En el caso del recién publicado estudio, el debate ético que se plantea es hasta qué punto es necesario encontrar una justificación para los comportamientos no heterosexuales. «¿Es necesario encontrar una base genética para que se reconozca el derecho fundamental de ser quienes somos y amar a quien queramos?», reflexionan desde la entidad.

Fuente: https://www.elperiodico.com/es/ciencia/20190829/estudio-science-genetica-homosexualidad-7611044

Fuente de la Información: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=259982&titular=la-gen%E9tica-no-determina-ninguna-orientaci%F3n-sexual-

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Algunos delirios de la izquierda sobre la escuela

Por: Dayron Roque

A propósito del artículo “Educación y autoritarismo”, de Miguel Alejandro Hayes.

No parece tener que preocuparse la derecha por hacer labor de convencimiento ideológico, cuando cierto sector de la izquierda se dedica casi con mayor ahínco a embelesar a la gente mientras dice que la combate. Ese parece ser el caso del artículo Educación y autoritarismo, publicado de manera reciente en algunos medios digitales. El asunto se enmarca en la inexistencia de un debate público acerca de la filosofía de la educación en nuestro país —en tanto es enmascarado en «debates» sobre algunas de sus manifestaciones más prácticas y puntuales—.

Lo que parece ser el tema central del texto en cuestión es cómo la educación tiene determinada influencia en la política —¿o la política en la educación?—. El carácter político de la educación es incuestionable: la escuela es una zona política compleja y contradictoria; esto es que, es un espacio donde viven mecanismos de reproducción de la dominación y, a la vez, un campo donde se construyen estrategias y alternativas de oposición, contestación y resistencia. Toda escuela tiene su «contraescuela», y ello es un asunto que interesa a la política.

Como cabe suponer, en el análisis de tal realidad, existe un abanico muy amplio de posiciones desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda. Cada una, incluso, ha tenido la oportunidad de «ensayar» su tipo de escuela en determinados momentos y condiciones concretas. Mientras unos ven a la escuela bajo un manto de santidad y neutralidad, otros la observan «vigilantes» como «cómplice del adoctrinamiento» estatal y/o privado.

No creo que la razón esté en el «medio» de ambos posicionamientos: sería una solución salomónica muy fácil, pero errada; sobre todo si se toma en cuenta que en un extremo y otro del panorama político se repiten iniciativas, concepciones y prácticas educativas.

La derecha —que incluye, de paso, a la disfrazada de «centroizquierda»— ha logrado popularizar determinados discursos sobre la escuela que han sido «comprados» con mucho entusiasmo por la izquierda: entre ellos, la escuela como un «aparato ideológico del Estado», o que la autoridad deviene, «naturalmente» en autoritarismo en la escuela. Lo grave no es que haya personas que tengan el criterio —incluso demostrado con hechos de infelices ejemplos, que pretenden hacer pasar por la «regla»— de que la escuela solo sirve para «vigilar y castigar»; lo grave es que esas personas se hagan llamar de izquierda —y «marxista»— y que, además, que presenten su discurso como «progresista».

No es reciente la idea de ciertos sectores de la izquierda ejercer la crítica de la educación escolarizada, en el entendido de que reproduce estructuras de dominación, inherentes a toda sociedad organizada, incluyendo —dicho sea, con humildad— las que se han llamado «socialistas», a lo largo de la historia universal —la tradición anarquista, con tesis de indudable valor, ha estado en el «borde delantero» de tales esfuerzos—. El asunto en sí no es menor, pues se ubica en el centro de una de aquellas famosas tesis marxianas —sobre el tal Feuerbach— de que «el educador necesita ser educado», quizás dejada inconclusa al faltarle —por lo menos— una pregunta: ¿y cómo?

El artículo de referencia da pie para profundizar en varios aspectos de la vida en las escuelas y de la necesidad de profundizar en la misma, como parte de la necesidad de reflexionar sobre toda la vida en nuestro país. Con independencia de que trataré de profundizar en los nudos más conflictivos del mismo, en principio me permito señalar algunas cuestiones puntuales que son, cuando menos, inexactitudes de «forma»:

  • dice el autor que la «educación en Cuba no pudo zafarse de los tipos decimonónicos que llegaban de la metrópoli española». Sobre el particular cabe apuntar que la educación que persiste en Cuba tiene sin dudas, origen hispano; pero agotarlo ahí es, cuando menos, insuficiente. En realidad, le debe, y no poco, a la influencia estadounidense — a partir de finales del siglo xix y durante la primera mitad y poco más del xx; quienes fueron los primeros en convertir cuarteles en escuelas en 1899 y además de traernos tazas sanitarias para las escuelas, nos legaron una organización del sistema escolar más moderna y que, en esencia subsiste hasta el día de hoy — y; con posterioridad, a la influencia proveniente del extinto campo socialista — en especial la antigua URSS y la desaparecida RDA, quienes nos legaron una muy desarrollada psicología y didáctica de la matemática, por poner un ejemplo — . En la base de todo ello hay una versión muy criolla de lo que es la educación y la escuela que se vino fermentando desde inicios del siglo xix, se consolidó en la primera mitad del xx y tuvo su esplendor en la época revolucionaria — lo que permitió hacer una campaña de alfabetización en 1961, con un programa y manual hechos, en su totalidad, por educadores cubanos, que sin sonrojo ninguno ubicaba como las primeras letras a aprender «A», «E» y la «O», para formar una frase bien retumbante como «Con OEA, o sin OEA ganaremos la pelea», experiencia que estaría en el germen de lo que años después sería el movimiento de la educación popular latinoamericana, según Paulo Freire; de los logros de la educación revolucionaria un organismo tan poco sospechoso de simpatizar con la Revolución Cubana, como el Banco Mundial no tuvo más remedio que reconocerlo en los años ¡ochenta! — . El carácter repetitivo y memorístico de la escuela cubana no es responsabilidad exclusiva de ninguna de las raíces educativas de nuestro sistema: esos males se pueden apreciar en cualquiera de ellos, desde el siglo xviii hasta la actualidad, en Cuba se «acriollaron».
  • «la repetición es la madre de la enseñanza», y es cierto; lo que no es «madre absoluta» o «madre despótica». No hay — a riesgo de ser totalizador — ningún aprendizaje que no se produzca sobre la base de determinadas dosis de repetición que varían en dependencia del objeto de estudio y los sujetos cognoscentes. Ahora bien, ni toda enseñanza es, solo, repetición; ni toda repetición, determina, per se, aprendizaje. Lo perverso no es que haya repetición en la enseñanza, lo perverso es que la enseñanza se reduzca a la simple repetición.
  • lo que se entiende por «escuela tradicional» es un complejo cada muy amplio de experiencias y prácticas educativas, que no se reducen — ni con mucho — a las catequesis, ni al aprendizaje de los productos básicos en la educación primaria. Hay, al día de hoy, escuela «contemporánea» donde se memoriza, y escuela tradicional donde la memorización ocupa un papel menor. En cualquier caso, no son las prácticas memorísticas las que determinan el carácter tradicional de la escuela. La falsa dicotomía entre memorizar y aprender, o entre memorizar y aprehender; soslaya el hecho de que la memoria es un nivel del conocimiento, ni mejor ni peor que los otros niveles del conocimiento — la sensopercepción, la imaginación, y el pensamiento mismo — ; sino que solo eso: un nivel por el que se transita en el conocimiento. Sobre la «escuela tradicional» comentaré en detalles más adelante.
  • el autoritarismo no se reproduce porque el profesorado intente «trasmitir» un «paquete de información». Hay «paquetes de información» que son imprescindibles «trasmitir» a otras personas; a lo que hay que poner atención, es cómo se determina el contenido del «paquete» — porque lo que es innegable es que en no pocos casos la enseñanza se ha llenado de respuestas a preguntas que los estudiantes no se han hecho; lo cual no sería grave si fueran respuestas a preguntas que nunca se harán a no ser por una buena educación, por ejemplo, «¿gira el sol alrededor de la Tierra?» o «¿es natural que existan personas ricas y pobres?»; sino que lo es porque le enseñan cosas de la que jamás tendrán conexión o explicación con su vida, o que, en el peor de las casos los entretiene en cuestiones colaterales — y cómo se comparte. Autoridad y autoritarismo no es lo mismo; ni dirección del aprendizaje es autoritarismo.
  • un descubrimiento notable del marxismo — y más que del marxismo, de las prácticas revolucionarias en los últimos doscientos cincuenta años, de lo que lo mejor de la tradición marxista ha bebido — , en materia de liberación, es que nadie libera a nadie, las personas se liberan en comunión: el educador autoritario se libera por la acción mancomunada de los educandos, que al liberarse, lo liberan.
  • el sentido común — en la concepción gramsciana, que lo comprende como la «filosofía de los no filósofos», y que suele ser el peor de los sentidos, por oposición al «buen sentido» — es cierto que se forma en la escuela, pero no solo ahí — lo cual es señalado por el propio Gramsci y luego por Althusser — ; de hecho, en los tiempos que vivimos, ya mucho menos de lo que se formaba hace un siglo o hace incluso cincuenta años — y el asunto de cómo la escuela pública ha sido puesta bajo ataque, ha sido deslegitimada y su influencia disminuida frente a otros «productores de sentido común», excede los propósitos de estas líneas y es un tema a investigar con profundidad — . Y ello ha sucedido, en un entorno en el que, de manera paradójica, ha crecido la población escolarizada en el mundo — el «ejército de reserva» mundial no está formado, en su mayoría, por analfabetos sino por graduados universitarios de carreras que no logran encontrar trabajo — . Sin embargo, ya, cada vez menos, se cumple la idea aquella — de inspiración althusseriana — de que ninguna institución «dispone durante tantos años de la audiencia obligatoria, cinco a seis días a la semana, a razón de ocho horas», y no solo en términos cuantitativos de horas en un aula docente, sino por la influencia real que ejerce.

Como algunos de los puntos anteriores merecen una explicación más detallada que un párrafo, voy a exceder el límite del análisis y desarrollar algunas ideas enunciadas como titulares.

Sobre la «escuela tradicional»

En época de indudables avances tecnológicos que llegan a las escuelas, y, sobre todo, de proliferación de teorías de toda laya sobre la educación puede ser difícil discernir entre lo que es escuela «tradicional», y lo que no lo es.

Aunque existe educación desde que el ser humano se alzó sobre sus pies y tuvo necesidad de trasmitir a las nuevas generaciones determinados saberes ordenados, de forma sistemática — lo que explica la idea de la educación como «categoría eterna» — ; la escuela, en su concepción moderna y occidental — la que nos llega a nosotros en Cuba, pero que, dicho sea con pena, deja por fuera la experiencia educativa de las culturas organizadas orientales, en especial, la china que, sin embargo, legó a la educación occidental un instrumento «imprescindible»: los exámenes — ; es una construcción nacida entre el fin de la Edad Media y el inicio de la Modernidad capitalista — su origen aparece en las órdenes religiosas que se dedicaron al asunto de la educación: jesuitas, claretianos, salesianos — . Cuando muchos hacen referencia a la «educación tradicional» — o, con más exactitud a la «escuela tradicional» — , en realidad señalan a esa institución que nació como parte del movimiento de la Ilustración europea, en sus diversas variantes — hace rato quedó claro que no es lo mismo el modelo educativo inglés, la escuela prusiana, o la escuela francesa, por pensar en una comparación rápida — .

A la escuela tradicional se le endilgan, por igual, muchos aciertos y perversiones; en dependencia de quien lo apunte. También, cabe decir, hay diversas gradaciones en cuanto a la «tradición» de que se trate y el papel asignado al profesorado, el estudiantado, el contenido de la educación, y el papel del Estado y la sociedad, entre otros. No obstante, hay un número de características que, de manera común, la tipifican, entre otras:

  • la escuela es el lugar por excelencia en el que las «viejas» generaciones educan a las «nuevas» generaciones y le trasmiten su corpus de valores morales, habilidades sociales y conocimientos esenciales.
  • la educación es función del Estado, porque la sociedad «educa» a través del Estado; pero es, a la vez, ¡neutral! [Hay que reconocer, que, en rigor, desde la educación tradicional, o, con más exactitud, desde la pedagogía que la sustenta, es donde menos se reconoce el papel del Estado como un instrumento de represión y legitimación ideológica, con probabilidad, como veremos más adelante, porque no se propone «desmontar» — en términos analíticos, no de acción política — tal Estado, ni distingue entre un Estado tiránico, uno monárquico, y uno demorrepublicano.]
  • la confianza y el respeto son la base de la educación, aunque para ello haya que apelar al terror y el autoritarismo. Aquí lo curioso es que, en teoría, no se trata de una escuela autoritaria, el autoritarismo sería una «desviación», un «exceso», en determinadas condiciones. En cualquier caso, se trata de un «delicioso despotismo» que sería agradecido por el estudiantado, como parte de su educación para la vida: una versión del «no muerdas la mano que te da de comer».
  • las diferencias sociales existen de manera «natural», y son «asimiladas» por la escuela, ya sea vía diferenciación entre estudiantes «aventajados» y «desaventajados», vía expulsión escolar directa — llamada, con gentileza, «deserción escolar» — , o vía diferenciación en los tipos de escuelas, en atención a diversos criterios — escuelas técnicas o de oficios, escuelas religiosas, escuelas privadas de pago, escuelas para niños pobres, entre otras — .
  • la escuela es un mecanismo de ascenso social, de movilidad, que, al preparar «para la vida», realiza una «inversión» en ¡capital humano! [Para que no nos llamemos a engaño, en el año 2000, un documento de la ¡Unesco!, conocido como Informe Delors, se llama, en realidad, La educación encierra un tesoro. Y bien que sí, ya lo saben en la OMC y el Banco Mundial que vigilan los índices de escolaridad con la misma atención que el PIB.] En esta versión de la escuela como inversión, o como bien de consumo — que hay para todos los gustos y posibilidades… económicas — ; la educación es una mercancía, susceptible de ser privatizada, sino en todo, por partes. Lo curioso es que ciertos sectores de la izquierda han «comprado» este discurso de la educación como un «tesoro», una «inversión», que produce «capital humano». En rigor, se ha de apuntar, que ha sido vendida — y no ha tenido poca aceptación en el «mercado» — esta idea a países empobrecidos como un «boleto» para salir del subdesarrollo estructural, sobre la base de la presunta posibilidad del mismo para «capacitar la mano de obra» que necesita la economía trasnacional. [En este punto, como otra aparente digresión, he de anotar que esta concepción de escuela y de educación, no es, ni con mucho, «memorística», ni «mecanicista» ni, en apariencia pasa por «autoritaria», ni produce «dolor emocional»; antes bien, impulsa la «creatividad», las «competencias», las «destrezas», las «habilidades» técnicas y «emocionales», busca… ¡la «educación integral»!]

Un análisis detallado de las anteriores características y, sobre todo, de sus reales gradaciones en la práctica; permiten, en principio, apuntar que:

  • no hay «una» escuela tradicional, sino múltiples
  • cualidades de la escuela tradicional pueden ser la memorización y el autoritarismo; pero solo eso, pueden ser. De hecho, en las «versiones» más contemporáneas de la escuela, hay poco de memorística, y el autoritarismo ha sido sustituido por formas más sutiles de dominación — en el mejor de los casos se ha intentado crear una «burbuja» que deja el autoritarismo «fuera» de la escuela; y en el peor, se ha llegado a confundir autoridad con autoritarismo, llamando a «experimentos» de supresión de toda organización — . Cierto sector de la izquierda ha asumido que la autoridad es per se algo perverso, germen de la tiranía. Confundir autoridad con autoritarismo es como confundir el fondue de queso con el queso fundido.

La reacción frente al autoritarismo es lógica, pero no basta para llenar un proyecto educativo distinto, diferente, no solo opuesto al del capitalismo.

Aquí sucede algo parecido con la cuestión de la consideración de la escuela como «aparato ideológico del Estado»: el origen de la confusión está en la concepción que se tenga de la organización de la sociedad y el papel de los dirigentes. Se ha puesto muy de moda la concepción de «movimientos» que pretenden ser más «horizontales» que un ángulo de 180º, y tal idea se ha pretendido llevar a la educación — ¿o fue de ciertas corrientes educativas que salió esa concepción? — . Pero la práctica ya ha demostrado dónde terminan esas ideas.

La crítica a la «escuela tradicional» desde la izquierda: algunos equívocos

La escuela tradicional ha sido criticada desde su propio nacimiento, y a la misma se le han opuesto numerosos movimientos que han tenido mayor o menor éxito, en dependencia de determinadas condiciones. En algunos casos, las «contraescuelas» — por ejemplo, las «Montessori» — han sido «absorbidas» por el movimiento revolucionario del turbocapital y la han hecho parte del sistema dominante. En otros casos, «nuevas escuelas» y «nuevas pedagogías» — por ejemplo, la soviética y las de su inspiración — que ocuparon un espacio hegemónico importante desaparecieron bajo oprobiosas acusaciones — con razón en algunos asuntos, dígase con pena — . En no pocos ejemplos, se han mantenido, de manera «marginal», algunas experiencias «contraescolares» — «escuelas» de inspiración anarquistas, por poner un caso — .

Una de las cuestiones más comunes en la crítica, desde la izquierda, a la escuela — y que ya veremos, ha sido, en los últimos decenios, un discurso muy afín a las pretensiones de la derecha — es el de su conflictiva relación con el Estado. Ello pudiera explicar que, no pocas de las posiciones se han ubicado en un ámbito antinstitucional, como expresión de un posicionamiento antiestatalista.

Con probabilidad, uno de los asuntos más censurables de la crítica que se hace desde cierta zona de la izquierda es aquella que reduce la Ilustración como el movimiento que fundamenta, en términos ideológicos, la educación o los «mitos educativos», a partir de dos argumentos esenciales: la escuela como camino hacia una sociedad de «iguales» — por oposición a la sociedad estamental, típica de las formaciones precapitalistas — y la escuela como espacio de igualdad de oportunidades. Aquí solo cabe decir que ambos argumentos no son incorrectos, a lo sumo, son incompletos — y, de paso, que el proyecto educativo de la Ilustración no se reduce, ni con mucho a lo anterior, pero eso es asunto de otro momento — . Lo que no alcanzó la educación de la Ilustración no ha sido por exceso de aquella, sino, en rigor, por su falta; de la misma manera que lo que tuvo de burguesa la revolución francesa fue su ¡contrarrevolución! [Dicho sea de paso, las recordadas críticas que los «padres fundadores» de la nación cubana hicieron a la educación decimonónica se basaba, en rigor, en los términos y fundamentos de la Ilustración.]

En esta visión, la escuela misma es un límite a la capacidad de crecimiento y mejoramiento humanos, al convertirse en un sistema-monstruo, atado a intereses estatales o privados — otro ¡Leviatán! indomable — . Considerar, a la altura del siglo xxi, que, los indudables logros que la clase trabajadora ha arrancado a la burguesía durante los últimos doscientos cincuenta años en materia de educación masiva, pública y con ciertos mínimos de calidad, es parte de una perversa conspiración para darle más poder y afianzar al Estado, es, cuando menos, un desvarío.

Lo que sucede es que no pocos quieren pedirle «peras al olmo», y que la escuela resuelva lo que no ha podido resolver, por sí misma, la sociedad. [Por eso, entre otras razones, no bastaba con el «tengamos el magisterio y Cuba será nuestra», de don Pepe de la Luz y Caballero; hacía falta una revolución de sacrificio masivo para hacer «Cuba nuestra», y aun así no alcanzaron los primeros treinta años.]

En relación con la concepción presente en las críticas, desde la izquierda, al Estado como un instrumento de dominación, como un medio institucionalizado con el cual se impone, se inculca y se legitima los intereses de la clase dominante comentaremos en el epígrafe siguiente, dada su centralidad en el asunto.

Sobre la escuela como Aparato Ideológico del Estado

Como ya he apuntado al inicio, al parecer los enemigos del marxismo no tienen que dedicarse mucho a combatirlo cuando, en nombre del propio marxismo — y con más ahínco que aquellos — , una parte no despreciable de los marxistas se dedican a defender lo mismo que defienden sus enemigos. Hay múltiples ejemplos, pero, el relacionado con la escuela — como institución pública — es paradigmático.

Y esta confusión parte de una confusión mayor: la concepción del Estado. En relación con el Estado moderno — entendiendo como tal el de la época del capitalismo — , no poco de la tradición marxista ha fallado en delimitar varias cosas: desde qué es, de verdad, el Estado, hasta cuál es la diferencia entre Estado, como sociedad política y la sociedad civil, y cuáles son las diferencias entre el poder del Estado y el aparato del Estado, por hablar de algunos casos; Marx dejó esbozadas algunas ideas, Lenin, en lo que pudo las continuó, pero más allá de Gramsci no ha habido un desarrollo, esencialmente nuevo. Uno de esos fallos ha sido al delimitar dónde comienza la Ilustración y dónde el capitalismo — sí, porque aunque algunas personas les cueste trabajo creerlo, el derecho de las masas populares a participar, incluso donde ha sido apenas a nivel representativo, de la vida política de la nación, no fue un dócil regalo de la burguesía empoderada, ha sido, como otros tantos derechos, arrancado con no pocas luchas; y en algunos lugares, todavía hoy, ni eso — ; en el entendido perverso de que Ilustración y capitalismo son dos caras de la misma moneda. La cuestión no es menor porque las confusiones entre el proyecto de uno y otro y la presunción de que el Estado moderno era consustancial del capitalismo económico — su «superestructura» — regaló a los enemigos del marxismo un caudal teórico — sin contar realizaciones prácticas — del que aun adolecen todos los que se ubican en un «antiestatalismo», que presume de izquierdas — y en rigor histórico hay que reconocer que no mejor les fue a los que intentaron ir «más allá del Estado y del derecho», yendo justo a más Estado y más a la derecha — .

Dentro de los regalos que aceptó cierta zona de la izquierda está el concepto de «aparatos ideológicos del Estado» — en su versión althusseriana — , como una explicación que, aplicada a la escuela, permitiera desmontar una de las más grandes conquistas de las revoluciones de los siglos xviiiy xix: la educación pública. [Y quizás en 1968, en medio del mayo francés, parecía el asunto muy pertinente; pero en 2019 ya no «cuaja» la historia.]

En resumen, el concepto de «aparato ideológico del Estado» entiende que la escuela es, en los sistemas modernos capitalistas, lo que la Iglesia fue al feudalismo: es decir, un lugar donde se enseñan siempre ciertas «habilidades» — «competencias» pudieran decirse, para estar a tono con las circunstancias — , pero mediante formas que aseguran el sometimiento a la ideología dominante. No pocos podrán suscribir con entusiasmo esta afirmación superficial que, sin embargo, deja por fuera la cuestión del carácter público-estatal de la escuela moderna republicana, básico en su origen. En la modernidad — en la capitalista, pero también en la de la transición socialista — , los «aparatos» público-estatales están imaginados, como «aparatos» republicanos, quiere esto decir, antimonárquicos, anticlericales — no, en rigor, «antirreligiosos» — y antidespóticos. Ahora bien, entender que la sustitución, sin más, de los «aparatos ideológicos» feudales por los burgueses fue el resultado «natural» en el proceso de consolidación de la modernidad es pasar por alto que si ello sucedió así no fue a causa del éxito de la Ilustración, sino por su derrota.

En rigor, no es posible hablar, en abstracto, de «aparato ideológico del Estado», sin caracterizar, como mínimo, qué Estado es al que hace referencia. En un Estado republicano, la escuela pública es, justo, la vacuna necesaria, la «cura en salud» frente al «control ideológico» — y aquí se abriría otro debate sobre qué entender por «control ideológico» y por qué no refiere lo mismo que «hegemonía», pero, igual, es una deuda para saldar en otro momento — . Lo público-estatal es, hasta el día de hoy, el único antídoto que se ha encontrado contra el «control ideológico» privado, incluyendo el de los padres y las sectas religiosas, políticas y gremiales. Cualquier solución que no sea enseñanza estatal-pública, será enseñanza privada y privatizada para determinados estratos — sean estos determinados por su poder adquisitivo, su pertenencia ideopolítica, su origen territorial, étnico, racial, y otras de las agrupaciones posibles — ; cualquiera de ellos, incluso, muy disfrazados de métodos educativos «contemporáneos», «integrales», «democráticos», «horizontales» y «libertarios». Los experimentos, en uno y en otro sentido, a lo único que conducen son a formas de «privatizar» la educación — que no significa, en rigor, que sea «no-gratuita»; puede haber educación gratuita «privatizada» — . Si un grupo ultraizquierdista — o izquierdista a secas — decide desertar de la enseñanza estatal para tener su experimento de enseñanza «diferente», «libertaria», no es menos «control ideológico», ni menos nocivo que si los testigos de Jehová, los miembros de la Iglesia Católica Romana, el Talibán, los de la Alianza Evangélica, o los «nuevos ricos» decidieran hacer su propio experimento de enseñanza «distinta» — y no es que estos grupos no hayan hecho ya sus «experimentos» educativos; o que, ahora mismo no reclamen tal oportunidad — . [Como un paréntesis en este punto, se puede añadir que han existido ejemplos notables de experiencias educativas progresistas que procuraron y lograron en lo posible evitar tales defectos y alimentan nuestro caudal de la pedagogía crítica; y que, ante el panorama actual de la educación escolarizada, engrampada por acción u omisión en una crisis tremenda, no es que falten ganas de crear una «nueva escuela», pero eso es «harina de otro costal».]

Cada vez que se lanza un dardo contra la enseñanza estatal se hace en nombre de la «libertad de escoger» el «tipo de educación» y en el entendido — por algunos — de que la escuela estatal es un «germen de dictadura». Como ha apuntado alguien: «Lo malo no es que la escuela sea estatal, lo malo es que el Estado no sea un Estado de derecho». [Y en una pequeña digresión sobre la «libertad de escoger», no es ocioso apuntar que el abuso de la misma, en materias de interés público como la salud ha conducido, entre otros desvaríos, a los «movimientos» antivacunación y de ahí, en conjunto con otros factores, a la reemergencia de enfermedades que se pensaban erradicadas; y no fue en lugares de «atraso cultural».]

Ahora bien, ¿cómo impedir, en las condiciones de una sociedad en transición como la cubana, que las escuelas público-estatales devengan en «aparatos ideológicos»? Es un desafío tremendo, porque los caminos recorridos no han hecho, en no pocos casos, el mejor favor a ese propósito y porque más allá de determinadas certezas de principio, no todo está claro en términos de organización práctica.

Dos ideas básicas pudieran ser:

  • la existencia — real y no formal — de un Estado de derecho socialista: y esto quiere decir cosas que no se agotan en el «Estado de derecho burgués», incluso, quizás, ni siquiera en el «Estado de derecho» y punto. Quiere decir, imperio de ley, y que nadie — ni una persona, ni un grupo de personas — , puedan ocupar el lugar de las leyes. Para ello hace falta concebir una teoría de la dominación en el socialismo — porque está claro que existe dominación en el socialismo, pero sería, en términos teóricos y, sobre todo en términos de política real práctica muy necesario entender cuáles son sus manifestaciones y límites reales, posibles y necesarios — . La escuela es como un pequeño Estado, y como tal funciona: puede ir desde la más abierta dictadura a la más perfectible democracia republicana; en el espectro entre ambos puntos y en ellos mismos, muchas personas se encuentran cómodas por lo que habrá quienes no se inmuten con que la escuela funcione de manera despótica, pero una sociedad que busca una ciudadanía responsable que participa del poder del Estado — mientras exista el Estado, para cuando este no exista, habrá que ver — , la escuela debería ser el «reflejo adelantado» de la sociedad.
  • la consideración del magisterio y el profesorado como una clase de propietarios especiales: de propietarios de sus puestos de trabajo, en asociación libre y organizada en las instituciones público-estatales llamadas escuelas, sujetas a control popular. A esta clase de «propiedad» no se accede por privilegios de estrato, sino por oposición pública que garantice la presencia de los más capaces para ocupar ese cargo. El corolario de esta idea es la llevada y traída «libertad de cátedra», que tiene un «mapa» claro de los «límites» de la libertad y es el que establece la Constitución de la República. [Y habrá siempre una relación conflictiva entre los grados de libertad que impone la Constitución — o la práctica misma de la política en Cuba — y la libertad que se pueda experimentar en una escuela; lo que es poco probable que haya es una relación en forma de función lineal que empareje los límites de la libertad en uno y otro espacio.]

Estaba tentado a terminar con un decálogo — en realidad mucho menos de diez — ideas sobre cómo superar una educación autoritaria en las condiciones de Cuba, como país en transición socialista. Luego recordé que tales pretensiones — las de condensar un listado, unos requerimientos mínimos — pueden ser tan peligrosas y autoritarias como justo dicen no ser. Por eso, se me ocurrió que, con probabilidad, serían más útiles algunas interrogantes, para seguir el debate y, quizás, contribuir al propósito de educar en y para la libertad:

¿cuál debe ser la naturaleza de la relación entre el Estado socialista de derecho y la escuela cubana? ¿dónde se regulará tal relación? ¿quiénes controlarán su cumplimiento exitoso, cómo?

¿cuáles son los contenidos — en el sentido más amplio posible — de una educación en y para la libertad? ¿cuáles sus métodos?

¿cómo se forma el magisterio y profesorado para tales propósitos? ¿qué papel desempeña la «sociedad» — la civil y la política — en ese empeño?

¿qué papel se le reserva al estudiantado en su proceso de formación? ¿cómo lo ejerce?

¿cómo se mide el impacto de la educación en la sociedad?

¿cómo ensayar, desde la escuela, el alcance de una sociedad con la mayor suma de felicidad posible?

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=259961

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Marta Harnecker: No confundir los deseos con la realidad, evitar autoengañarse

Por: Rebelión

1. Por desgracia suele existir mucho subjetivismo en el análisis de la situación política. Suele ocurrir que los dirigentes movidos por su pasión revolucionaria tienden a confundir los deseos con la realidad. No se hace una valoración objetiva de la situación, se tiende a subestimar las posibilidades del enemigo, y, por otro lado, a sobrestimar las posibilidades propias.

2. Por otra parte, los dirigentes tienden a confundir el estado de ánimo de la militancia más radical con el estado de ánimo de los sectores populares de base. Existe una tendencia en no pocas direcciones políticas a hacer generalizaciones acerca del estado de ánimo del pueblo a partir de su propia experiencia, de la región o sector social donde éstas funcionan o, en un sentido más general, de lo que perciben quienes las rodean, que siempre son los sectores más radicalizados.

3. Es distinta la visión que tienen del país los que trabajan con los sectores más radicalizados, de la que tienen los que realizan su actividad política entre los sectores menos politizados. No tienen la misma visión del país los cuadros revolucionarios que trabajan en un barrio popular combativo, que los que lo hacen con los sectores medios.

4. Esto mismo ocurre en los países donde existen zonas de guerra y espacios políticos. Los guerrilleros que viven enfrentamientos reales con el enemigo, que han logrado obtener gracias a sus victorias militares el control de determinadas zonas, tienden a creer que el proceso revolucionario está más avanzado de lo que consideran aquellos militantes que participan en los espacios legales en los grandes centros urbanos, donde el poder ideológico y el control militar del régimen es todavía muy grande.

5. La única garantía de no cometer estos errores es asegurar que los dirigentes sean capaces de evaluar la situación, no en función de su estado de ánimo, sino a partir de tomarle el pulso al estado de ánimo del grueso de la gente, al estado de ánimo del enemigo, a la realidad internacional. Una vez hecha esa evaluación es preciso diseñar las líneas de acción que permitan capitalizar toda esa situación.

6. Parecería una perogrullada decir que es importante que los dirigentes máximos aprendan a escuchar. Estimamos que esto es fundamental. Sucede, sin embargo, que algunos líderes están tan impregnados de ideas preconcebidas acerca del estado actual de la situación, de como están las cosas, de lo que se puede hacer y de lo que no se puede hacer, y en su contacto con los dirigentes intermedios y de base tienden más a trasmitirles su visión de las cosas que a informarse acerca de cuál es el verdadero estado de ánimo de la gente.

7. Puede ocurrir entonces que, a la hora de hacer los análisis, se cometan errores, no tanto por falta de información, sino porque ésta, a pesar de haber sido trasmitida correctamente y en tiempo oportuno por la militancia, no haya sido asimilada por la dirección.

8. Pero también es importante que los militantes y dirigentes intermedios sean objetivos al entregar la información. Algunas veces éstos desinforman en lugar de informar al proporcionar, por ejemplo, cifras abultadas de determinadas movilizaciones o acciones.

9. Es bastante común en política la tendencia a autoengañarse, a falsificar los datos de las movilizaciones, de los mítines, de los paros, de las fuerzas de que dispone cada organización. A decir, por ejemplo, que se ha logrado movilizar a miles cuando solo se ha logrado movilizar a centenas.

10. Este enfoque triunfalista es el producto de la errada concepción de que siempre tenemos la razón, que siempre somos los mejores, de que todo lo que hacemos nos da resultado.

11. Y no solo ha existido un autoengaño frente a las cifras, sino también en la evaluación de las acciones que nos propusimos llevar a cabo. Si el objetivo era lograr determinada representación parlamentaria y ésta no se lograba, no se reconocía que los votos alcanzados estaban muy por debajo de las expectativas que se habían creado; se buscaba siempre la forma de presentar ese hecho como un triunfo, se decía, por ejemplo, que aumentaron los votos con respecto a la anterior elección. Si se proponía un paro nacional y solo se lograban paros parciales no se reconocía el revés, sino que se hablaba de éxito del paro porque en relación con las acciones anteriores de este tipo se había logrado un aumento de los trabajadores que no acudieron a trabajar, etcétera.

12. Si los dirigentes no saben escuchar, para lo cual se requiere de una gran dosis de modestia revolucionaria, y, al mismo tiempo, reciben informaciones falseadas, lo que ocurre es que bajan líneas de acción que –al partir de bases falsas– no se ajustan a las posibilidades reales de los destacamentos con que se cuenta; se preparan batallas que por no estar basadas en la real correlación de fuerzas pueden conducir a significativas derrotas.

Fuente: Capítulo 12 del libro de Marta Harnecker Ideas para la lucha

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=257252

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