VANINA GIUDICELLI
Hace ya casi un año que Cazeneuve (Ministro del Interior francés) resumía así la política del gobierno respecto a los y las emigrantes: “humanidad y firmeza”. Este discurso, traducido a diferentes lenguas europeas, lleva a cada vez más desastres para los y las emigrantes así como a todos nosotros.
Una política criminal
Hace una semana, 500 migrantes se ahogaron en el Mediterráneo. Tampoco las alertas lanzadas por las ONG sobre las consecuencias dramáticas del acuerdo entre la Unión Europea y Turquía han bastado para impedir este crimen. Lejos de disuadir a las personas migrantes de venir a Europa, este acuerdo hace su periplo más peligroso aún: hay 300 km entre Libia e Italia… contra los 6 km entre Turquía y Grecia. La bajada del número de entradas en Grecia, de la que se ufanan los dirigentes europeos, tiene como contrapartida el aumento del número de entradas en Italia.
El acuerdo estipula que todas las personas migrantes llegadas a Grecia por Turquía desde el 20 de marzo deben ser devueltas a ese país. Por cada persona siria devuelta, otra proveniente de un campo de refugiados turco será “reinstalada” en un país europeo, con un límite de 72 000 plazas. Un resultado de dicho acuerdo, denunciado por Amnistía Internacional, es que Turquía (que cuenta ya con 2,7 millones de personas sirias registradas, de ellas 300 000 en campos) devuelva decenas de personas sirias a su país.
El cierre de la “ruta de los Balcanes” conduce a un número récord de migrantes bloqueados en Grecia: en el campo de Idomeni (cercano a la frontera con Macedonia), 11 000 personas migrantes están amontonadas. Bülent Kilic, enviado especial de la AFP a ese campo, escribe el 18 de abril lo que veía en él: “Lo que hay de particular aquí es la extrema y absoluta desesperación. Estas personas han abandonado países devastados por la guerra. Han realizado un peligroso viaje, a menudo con sus hijos e hijas a sus espaldas. Y están aquí ahora bloqueadas en un charco de barro frente a las cerradas puertas de Europa, obligadas a vivir en condiciones tan deplorables como en su país, sin tener la menor idea de lo que les va a ocurrir. (…). Esto les hace perder la razón. No es extraño. Cualquier persona en su lugar enloquecería”
El 10 de abril, centenares de migrantes se concentraron para exigir la apertura de la frontera e intentaron forzar las verjas que les impedían pasar a Macedonia. Trescientas acabaron con heridas por los disparos de bombas lacrimógenas y balas de goma de la policía Macedonia.
La muerte en las fronteras tiene un precio
Fue el gobierno austríaco quien inició este cierre, organizando a finales de febrero una conferencia con los países balcánicos. En marzo adoptaba nuevas medidas restringiendo el derecho de asilo y a comienzos de abril emprendía trabajos para construir una valla en su frontera con Italia. El control de la inmigración ha sido el principal tema debatido en la campaña de las elecciones presidenciales, haciendo previsible un triunfo del partido de extrema derecha, el FPÖ. En todas partes en que este tema logra imponerse como una evidencia, la extrema derecha aparece como una solución radical. En Alemania, fue el AfD quien realizaba un avance electoral en las elecciones regionales de marzo, y en Francia el Frente Nacional continúa estando a la cabeza de las intenciones de voto de 2017, a pesar de las movilizaciones actuales contra la ley del trabajo y las ocupaciones de plazas que debilitan considerablemente al gobierno.
Son 6 mil millones de euros los que la Unión Europea se ha comprometido a dar a Turquía para que retenga a las personas migrantes en su territorio. Libia exige la puesta en pie de un acuerdo financiero similar. La vigilancia de las fronteras se ha convertido, así, en una verdadera tarta a repartir para las empresas europeas de armamento y de información. “Se puede negociar sobre dinero, no sobre nuestros valores”, ha escrito en una tribuna el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, antes de acudir este fin de semana a Turquía. El control de las fronteras se ha convertido en un medio de chantaje dentro incluso de la Unión Europea. En febrero, Merkel anunció que estaría dispuesta a rediscutir la reestructuración de la deuda de Grecia si su gobierno aceptaba la política europea de gestión de las fronteras. Y a comienzos de marzo, Macron (Ministro francés de Economía) ha amenazado con abrir la frontera en caso de victoria del no en el referéndum sobre el mantenimiento de Gran Bretaña en la Unión Europea.
Todos estos planes ruines son los que deben echarse al agua: ¡apertura de las fronteras, anulación de la deuda griega, desmantelamiento de las instituciones europeas, solidaridad internacional!
Hebdo L’Anticapitaliste – 334 (28/04/2016)
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR