“Los ataques de los bandidos y otros elementos criminales en el sector de la educación no sólo afectan a la seguridad de los estudiantes y del personal de las escuelas, sino que también afectan directa o indirectamente a la supervivencia de las universidades privadas”, ha dicho Su Exc. Mons. Ignatius Ayau Kaigama, Arzobispo de Abuja, durante una ceremonia en la Universidad Veritas de Bwari, Abuja.
El arzobispo Kaigama ha pedido al gobierno que mejore la seguridad en los campus universitarios para proteger la vida de los estudiantes: “Por lo tanto, deseo aprovechar esta oportunidad para pedir al gobierno que tome medidas drásticas para mejorar la seguridad de las vidas y las propiedades en los campus universitarios y sus alrededores de toda Nigeria”.
El llamamiento del arzobispo de Abuja se suma a los lanzados por asociaciones de profesores y estudiantes nigerianos en los últimos meses. En noviembre de 2021, el Sindicato de Personal Académico de las Universidades (ASUU) denunció lo que ha descrito como “una incontrolable ola de inseguridad” en Nigeria, que también ha afectado a las instituciones educativas del país, desde el nivel primario hasta el universitario.
El sindicato ha reprochado al gobierno su incapacidad para proteger las escuelas, colegios y universidades.
El sector escolar y universitario nigeriano ya está en tensión por las huelgas y las reivindicaciones salariales, con frecuentes interrupciones en los calendarios académicos. A esto se suma la inseguridad, con el aumento de los casos de secuestro de escolares y el temor a una tercera oleada de la pandemia de COVID-19; como consecuencia, las actividades educativas se han visto interrumpidas, aumentando el número de niños sin escolarizar.
Casi 1.000 estudiantes de secundaria y universitarios han sido secuestrados en ataques coordinados por terroristas y bandidos en los últimos 10 meses, principalmente en la región norte del país.
En el noreste, donde operan las facciones surgidas de la escisión de Boko Hamra, más de 800 escuelas permanecen cerradas debido a la inseguridad, mientras que aumentan los secuestros y los ataques violentos contra escuelas en las regiones del suroeste. En el sureste, el sistema educativo está siendo puesto a prueba ya que el grupo separatista IPOB (Pueblo Indígena de Biafra) ha impuesto la prohibición de todas las actividades, incluida la educación, todos los lunes hasta que su líder, Nnamdi Kanu, sea liberado. La prohibición impuesta el 30 de julio del año pasado se suspendió el 14 de agosto, pero en cualquier caso las actividades se ven paralizadas cada lunes en estas zonas.
En 2019, Sierra Leona convirtió el delito sexual contra menores de edad en emergencia nacional, tal era su frecuencia en este Estado, uno de los más pobres del mundo. Tres años después, las nuevas leyes no han logrado eliminarlo.
En 2019, Sierra Leona convirtió el delito sexual contra menores de edad en emergencia nacional, tal era su frecuencia en este Estado, uno de los más pobres del mundo. Tres años después, las nuevas leyes no han logrado eliminarlo.
Asegura Emanuel (nombre ficticio) que es inocente. Que antiguos enemigos de su familia lo orquestaron todo para que él acabara en la cárcel. Que el cargo por el que fue declarado culpable, abuso sexual a una menor, le parece abominable. Y que le resulta una injusticia manifiesta su condena: 14 años encerrado en la prisión de Pademba, el correccional central de Freetown –y un infierno en la tierra– situado en la capital de Sierra Leona, país africano de apenas ocho millones de habitantes y uno de los más pobres del mundo. “Mi casa estaba abierta para todo el mundo siempre. Por eso vieron a la chica varias veces entrar allí. Pero yo no hice nada malo. Fue una trampa, una venganza”, justifica.
Los casi 2.000 presos de Pademba repiten ese “soy inocente” hasta la saciedad. Pocos admiten haber cometido las fechorías por las que permanecen encerrados. Asesinatos, robos, tráfico y trata de personas, secuestros… Pero en la cárcel, como ocurre en el país, un delito destaca sobre todos los demás. El presidio está lleno de violadores y de agresores sexuales que encuentran en niñas a sus principales víctimas. Y Sierra Leona también. Según informes recientes de la policía local, en los cuatro primeros meses de 2021 se denunciaron 974 delitos de esta naturaleza. No es una media demasiado alta si se tiene en cuenta que, en 2018, las autoridades registraron unos 8.500 casos. En febrero de 2019, tras una brutal violación grupal a una pequeña de cinco años, el presidente Julius Maada Bio declaró emergencia nacional “por violación de niñas”.
Yusuf (nombre ficticio) tiene cicatrices en la cabeza, un cuerpo extremadamente delgado, marcas que parecen picaduras de insectos mal curadas en piernas y brazos, las cuencas de los ojos hundidas y unos pocos dientes amarillentos y ennegrecidos. Ronda la treintena, aunque aparenta bastantes más porque su salud es frágil y parece castigada. Dice que lleva en Pademba casi cinco años. Y que todavía le quedan otros cinco para cumplir la pena de diez que un juez le impuso por violar a una menor de edad en 2015. Él ha dejado de entonar la cantinela de que es inocente y admite que tuvo sexo con aquella niña. Pero opina, rotundo, que la justicia no ha sido proporcional y que el delito que cometió no merece tanto tiempo de privación de libertad.
―¿Por qué dices que el juez fue injusto contigo?
―Porque mi delito duró 30 minutos y mi condena, diez años.
―¿Y la muchacha? ¿Sabes qué ha sido de ella?
―No… No quiero saber nada. Esa niña me destrozó la vida.
La cultura de la violación
Amida Aminata Sandy tiene 14 años. Nació en Bo, la segunda ciudad en tamaño y población de Sierra Leona tras Freetown, pero pronto se trasladó a Lakka, un distrito de la capital, donde reside desde que tiene memoria. Su vida, en realidad, no distaba mucho de la de otras chicas y chicos de su país. Sus padres se separaron siendo ella una chiquilla y se quedó con su madre. Pero un día, la mujer, que padecía diabetes, se desmayó. Amida cuenta que estuvo tres meses en coma en el hospital y que ella se mudó a una vivienda familiar habitada por su tía. Las primeras semanas llevaba una rutina muy normal. “Mi padre me pagaba el colegio, así que iba, estudiaba y después regresaba a casa, donde ayudaba en lo que me pedían. La relación con mi tía no era buena, pero al principio todo fue bien”, dice.
Al poco de llegar, prosigue Amida, su tía trajo a dos amigos para que trabajaran en algunas labores, dos chavales que no tenían dónde pasar las noches, por lo que usaban la propia vivienda. Algo que no resulta raro en un país en el que ni siquiera trabajar te libra de la pobreza más absoluta; casi el 53% de la población sierraleonesa debe vivir con menos de un euro y medio al día. Aquí, la falta de recursos es algo natural y presente en cualquier hecho cotidiano. “Ellos solían dormir en el salón y nosotras en un dormitorio, así que no nos veíamos mucho”, explica la niña.
El 22% de las violaciones denunciadas llega a la Fiscalía General del Estado. Y solo el 1% acaba en una sentencia condenatoria para el acusado
Un día, cualquiera de los vacacionales de junio de 2020, uno en el que la tía de Amida había abandonado temprano la casa y la muchacha, ya con 13 años, descansaba tranquilamente en su cama, sola, todo cambió para siempre. Ella lo recuerda así: “Uno de aquellos hombres entró en la habitación. Yo le dije que se fuera, pero él solo contestó que si gritaba me iba a matar. Entonces me cogió de la mano y del brazo, tapó mi boca y abusó sexualmente de mí. Yo luché, luché y luché. Pero él me sujetaba y yo no era capaz de protegerme ni de hacer nada. Cuando acabó, vi mi propia sangre en las sábanas. Entonces me enseñó un cuchillo y me dijo que acabaría conmigo si contaba algo”.
Amida hizo caso a la amenaza y no habló de aquella violación con nadie. Ni siquiera con su tía. “Pensaba que, aunque le prometiera que era cierto, ella no me iba a creer. Incluso pensé que me echarían de aquella casa por mentirosa”, dice. No fue hasta que volvió a ver a su padre y a la mujer de éste cuando la niña se atrevió a hablar. Era septiembre del 2020. El siguiente paso fue ir a la policía y denunciar. Los agentes la derivaron a un refugio que la ONG Salesiana Don Bosco Fambul tiene en Freetown para chicas que han pasado por situaciones parecidas, donde se quedará al menos hasta que se esclarezca su caso. “Ahora estoy esperando el juicio, aunque nadie sabe dónde está el hombre. Ha huido. Yo me encuentro bien; solamente quiero que se haga justicia”, finaliza Amida.
Una rutinaria impunidad
Los casos de violadores o abusadores sexuales que huyen o que resultan imposibles de localizar tras cometer estos delitos no suponen una excepción en esta nación. Un estudio interno que Don Bosco Fambul realizó en 2019 tras visitar todas las Unidades de Apoyo Familiar del país –la unidad de la policía local encargada de las infracciones que tienen como víctima a los menores de edad– arrojó que únicamente el 22% de los casos denunciados llegaban a la Fiscalía General del Estado. Y, que de ese porcentaje, apenas el 1% acababa en una sentencia condenatoria para el acusado. “Sierra Leona debería haber reconocido ese estado de emergencia hace muchos años. A mi parecer, la declaración fue positiva porque llamó a la población a abrir los ojos y a decir: ‘Algo pasa”, expresa el misionero salesiano Jorge Crisafulli, director de la ONG.
Explica Crisafulli que niñas como Amida, menores de edad en general, son la parte más vulnerable de la sociedad sierraleonesa. Que los problemas suelen golpearlas a ellas con más virulencia. Eso explicaría, por ejemplo, las estadísticas que afirman que el 28% de las jóvenes de entre 15 y 19 años tiene algún hijo o está esperándolo o que el 39% de las niñas se casa antes de cumplir los 18 y un 13% lo hace antes de los 15. También habla el salesiano de las secuelas psicológicas, de esas heridas profundas pero invisibles a simple vista. “El trauma de la violación permanece para siempre. Cuando ocurre es importante crear un ambiente de resiliencia donde la niña vuelva a tener confianza en sí misma, en los demás, donde pueda tomar decisiones, hablar delante del grupo…”.
Los casos que han encarado Crisafulli y su equipo en los últimos años son múltiples, tanto como su naturaleza y procedencia. Él menciona alguno: “Hay una niña que vino con su bebé, de la que abusó su profesor. La reunificamos con su abuela, pero ha tenido que cambiar de colegio porque el maestro ha vuelto a dar clases en la escuela donde agredió sexualmente a la nena. El hombre ha reconocido que el chico es su hijo, pero ella me dice que tiene que ir por las mañanas al mercado, a vender, para darle de comer al niño”. Y está también el caso de una adolescente a la que agredió sexualmente un conocido político de su ciudad, por lo que la muchacha no podrá regresar nunca a su casa. Y el de otra a la que violaron entre tres jóvenes, aunque dos de ellos escaparon y nadie ha podido llevarlos a la corte. Así un largo y doloroso etcétera.
Imagen de archivo de presos de la cárcel de Pademba, en Freetown, Sierra Leona, en noviembre de 2006.LYNSEY ADDARIO (GETTY IMAGES)
“La corrupción juega un papel muy negativo. Hay expedientes que, simplemente, desaparecen. Algunas víctimas denuncian casos de violaciones incluso dentro del ambiente de la policía, lo que pasa es que tratan de cubrirlo. Las niñas son capaces de señalar a los agentes en concreto, de ubicar los lugares, pero, claro; ¿cuál es la voz de un pobre aquí, en Sierra Leona? Ninguna”, finaliza el salesiano. Y esa desconfianza hacia las autoridades y políticos locales no resulta injustificada. De nuevo, las muestras vuelven a ser tan claras como numerosas. Quizás, la más sonada se diera en octubre de 2020, cuando el presidente del país suspendió a su ministro de Agricultura y al secretario de la Vicepresidencia por aparecer en unos informes internos sobre corrupción y exigió la devolución de miles de euros a otro centenar de personas, a los que acusaba de haber robado durante los últimos diez años.
Cambios en las leyes
“No es que Sierra Leona se produzcan más violaciones que en las naciones vecinas, sino que aquí la determinación de acabar con este problema es mucho mayor”, justifican fuentes de la Unidad de Apoyo Familiar de la comisaría de Ross Road, encargada de la mitad oeste de la capital. Y ponen como ejemplo todos los cambios que se han producido en las leyes locales desde la declaración de aquella emergencia nacional. Cambios como la aprobación de una nueva ley, la Sexual Offence Act 2019, que sustituye a la 2012 y establece penas mínimas (antes no las había y dependía de lo que decidiera el juez de turno), nuevas circunstancias agravantes para violadores y abusadores e incluso la cadena perpetua. O la creación de una unidad en la policía exclusiva para crímenes de naturaleza sexual. O la implantación de ocho nuevos magistrados que se encargan únicamente de juzgar estos delitos, lo que contribuirá a acelerar los procesos.
Pero los cambios sobre papel no siempre llegan a las niñas de a pie. Anna (nombre ficticio) llora desconsolada sentada en un banco de madera de la comisaría de Allen Town, otro de los distritos de Freetown, a una media hora en coche de la de Ross Road. Tiene 13 años y ha acudido sola hace unas horas a denunciar que un hombre la ha violado. Mientras cuenta su historia, un agente vestido de paisano le toma declaración a mano, para lo que usa un bolígrafo y un par de folios. Poco sabe Anna de leyes, de emergencias nacionales y de penas privativas de libertad. Ella está a punto de empezar su propia batalla: la de asimilar lo que le ha pasado, la de escuchar y empatizar con otras víctimas y la de comprender que, en su país, su historia no es algo aislado, que hay demasiadas Annas en las calles de Sierra Leona.
LUWERO, 12 enero, 2022 (Xinhua) — Imagen del 11 de enero de 2022 de la maestra Hilda Ayebare impartiendo una lección en el primer día de reapertura de las clases de chino tras seis meses de cierre debido a la pandemia de la COVID-19, en la escuela secundaria Ndejje, en el distrito de Luwero, Región Central, Uganda. (Xinhua/Nicholas Kajoba)
LUWERO, 12 enero, 2022 (Xinhua) — Imagen del 11 de enero de 2022 de la maestra Hilda Ayebare impartiendo una lección en el primer día de reapertura de las clases de chino tras seis meses de cierre debido a la pandemia de la COVID-19, en la escuela secundaria Ndejje, en el distrito de Luwero, Región Central, Uganda. (Xinhua/Nicholas Kajoba)
LUWERO, 12 enero, 2022 (Xinhua) — Imagen del 11 de enero de 2022 de la maestra Hilda Ayebare impartiendo una lección en el primer día de reapertura de las clases de chino tras seis meses de cierre debido a la pandemia de la COVID-19, en la escuela secundaria Ndejje, en el distrito de Luwero, Región Central, Uganda. (Xinhua/Nicholas Kajoba)
Fuente e Imagen: http://spanish.news.cn/photo/2022-01/14/c_1310421770.htm
El edificio insignia del Instituto Avanzado de Ciencia y Tecnología de Kenia ( KAIST, por sus siglas en inglés) se completará en junio de este año en preparación para la inauguración presidencial planificada.
Se espera que el primer grupo de estudiantes sea admitido en septiembre de este año.
Hablando en el sitio durante su visita, el Secretario Principal de Educación e Investigación Universitaria Emb. Nabukwesi alentó a los contratistas a trabajar con rapidez y garantizar que se cumplan los plazos establecidos.
El campus se está construyendo en 36 acres de tierra en Konza Techno City ubicada en el condado de Machakos y sigue el modelo del Instituto Coreano Avanzado de Ciencia y Tecnología (KAIST).
KAIST comprenderá 10 laboratorios de investigación científica que trabajarán con investigadores locales e internacionales especializados en ciencia, tecnología e ingeniería.
Contratistas del BOMI informan a la PS sobre el avance de la excavación
KAIST desarrollará planes de estudios académicos para seis departamentos iniciales de ingeniería mecánica, ingeniería eléctrica/electrónica, ingeniería de TIC, ingeniería química, ingeniería civil y biotecnología agrícola, que sentarán las bases para la investigación y la educación en ingeniería en Kenia.
El Instituto Avanzado de Ciencia y Tecnología de Kenia será una institución de importancia nacional estratégica, ya que la ciencia, la tecnología y la innovación se consideran un catalizador fundamental para acelerar la modernización y la transformación de la sociedad de Kenia en un país de ingresos medios para 2030.
Se espera que KAIST avance los cursos (STEM) en instituciones de educación superior en la búsqueda de crear una gran cantidad de especialistas para industrializar la economía para 2030, así como impulsar el crecimiento económico a través de ciencia y tecnología avanzadas.
Funete e Imagen: https://www.kbc.co.ke/kaist-university-set-to-be-complete-in-june/
«Fueron liberados 29 estudiantes y 1 profesor secuestrados por parte de hombres armados del Colegio Federal para Niñas en la región de Burnin Yauri del estado» declara el portavoz del gobernador de Kebbi
Fueron liberados después de 7 meses, 29 estudiantes y 1 profesor secuestrados en el estado de Kebbi de Nigeria, el país de África Occidental.
El portavoz del gobernador de Kebbi, Yahaya Sarki, en la declaración escrita afirmó que el 17 de junio fueron liberados 29 estudiantes y 1 profesor secuestrados por parte de hombres armados del Colegio Federal para Niñas en la región de Burnin Yauri del estado.
Mientras Sarki no concedió detalles sobre cómo fueron liberados los estudiantes, afirmó que estas personas serían entregadas a sus familias después del control de salud.
En el asalto realizado el 17 de junio contra el Colegio Federal de Niñas en la región de Burnin Yauri de la provincia de Kebbi, murieron 2 policías y 4 profesores.
Después del ataque, se suspendió la educación en 7 escuelas del estado por problemas de seguridad.
En los estados de Nigeria como Benue, Plateau, Katsina y Zamfara, muchas veces fuıeron secuestrados estudiantes en las escuelas.
La educación fue suspendida en algunos estados a causa de los ataques contra escuelas.
Decenas de miembros de la comunidad LGTBQ+ de Kenia se manifestaron hoy en Nairobi contra el ministro keniano de Educación, George Magoha, quien recientemente abogó por prohibir el ingreso de estudiantes gais en internados.
Magoha provocó notable polémica cuando a finales de diciembre pasado afirmó que «hay casos contemporáneos de niños que son homosexuales y lesbianas, deben ir a escuelas diurnas cercanas a sus hogares».
«Su responsabilidad debe ser para la gran mayoría y no para unos pocos individuos. No se dejen intimidar por los niños”, señaló el ministro en un acto en el oeste del país.
Los manifestantes, que protagonizaron una colorida protesta ante el Ministerio de Educación en el centro de Nairobi, criticaron hoy las palabras de Magoha y reivindicaron los derechos de los niños y niñas que son gais y lesbianas, respectivamente.
«La educación debe ser accesible para todos los niños de un país independientemente de cualquier título que se les adjunte», dijo Marylize Buibwa, convocante de la protesta, al subrayar que la comunidad LGTBQ+ ve como una amenaza al ministro.
Buibwa, citada por medios locales, enfatizó que los estudiantes de educación primaria y secundaria tienen poca o ninguna idea de lo que es la sexualidad y aún están comprendiendo sus emociones.
«¿Cómo van a entender su crecimiento y desarrollo cuando el que se supone que los guía les prohíbe y excluye de aprender?», se preguntó la activista.
Los asistentes a la protesta portaban banderas arcoíris y pancartas en las que se leían consignas como «Todos los niños son iguales, sean gais o no. Los padres de esos niños tienen derechos también».
También señalaron que la prohibición que propugna el ministro perpetúa la marginación de la comunidad LGBTQ+, lo que puede empujar a sus miembros a la periferia de la sociedad donde radica la pobreza, el crimen y la desigualdad.
Entre los manifestantes se encontraba la actriz keniana Makena Njeri, experiodista de la cadena británica BBC y conocida activista del movimiento LGTBQ+.
«Personalmente, como una persona que pasó por el sistema educativo de Kenia, como una niña queer, sé la presión por la que pasan, y sé que esta directiva del ministro les hará mucho daño», aseveró Njeri.
El cantante Chimano, de la famosa banda keniana «Sauti Sol» y quien anunció recientemente su homosexualidad, envió a los manifestantes este mensaje: «Nuestros derechos son derechos humanos. ¡Estamos aquí, siempre hemos estado aquí, nos quedaremos aquí!».
La homosexualidad se considera un tema tabú en África, donde homosexuales y lesbianas sufren discriminación, persecución y violencia.
En Kenia, las relaciones homosexuales constituyen un delito punible con hasta catorce años de prisión.
El Tribunal Superior de Nairobi declaró en mayo de 2019 constitucionales los artículos del Código Penal de Kenia que criminalizan las relaciones homosexuales, en respuesta a un recurso presentado contra esos artículos.
En 2018, el presidente de Kenia, Uhuru Kenyatta, declaró en una entrevista con la cadena estadounidense CNN que los derechos de lesbianas, gais, transexuales, bisexuales e intersexuales (LGTBI) es un tema «sin relevancia» en el país.
Kenyatta enfatizó que «no es cuestión de derechos humanos», sino un asunto que concierne como cultura y que, según él, rechaza la sociedad keniana.
Africa/Uganda/14-01-2022/Author and Source: www.kbc.co.ke
Children in Uganda have expressed their joy at finally returning to school nearly two years after they were closed because of Covid.
“I am really excited because it’s been a long time without seeing our teachers. And we have missed out a lot,” Joel Tumusiime told the BBC.
“I am glad to be back at school,” echoed another, Mercy Angel Kebirungi.
But after one of the world’s longest school closures, authorities warned at least 30% of students may never return.
Some have started work, while others have become pregnant or married early, the country’s national planning authority said.
About 15 million students have been affected by the closure, the government says.
“We can’t let this happen again. We must keep schools open for every child, everywhere,” the UN children’s agency, Unicef, warned on Twitter.
Some classes reopened in October 2020 temporarily but closed again in May and June of the following year.
While schools were closed, there have been some lessons via the radio, TV and newspapers while some schools have provided printed materials, but these have not reached everyone.
Wealthier Ugandans have also been able to access online classes and home tutors.
But many children have not been to school for about 22 months.
One pupil explained how she continued learning during the long hiatus.
“My parents never had the time to study with me. When schools were closed, I was able to read, but on my own. Sometimes I would meet with friends to study,” said Christine Teburwa. Like Joel and Mercy, she is in Primary Five, meaning they are between nine and 11 years old.
Pupils who have not had any education since March 2020 will resume classes a year above where they were before the pandemic.
However, some parents in the capital, Kampala, questioned this.
“My children have not been learning at all. I wish they could be allowed to continue from where they stopped,” Rachael Nalumansi said.
“Before the first lockdown, our children had only been in school for two weeks. So it is a bit concerning that they are now promoting them to the next class,” Vanetta Bangi said.
For those students who have not accessed any form of studying during the pandemic, the curriculum will be abridged to focus on core areas and give them a chance to catch up.
Lessons were already underway at some schools I visited on Monday morning while at others, students were still cleaning classrooms and re-organising their desks. Others were still registering with the school administration.
Boarding school students in Kampala and the nearby districts will start throughout the week, to avoid congestion on public transport.
Despite authorities instructing that health and safety measures like masks and social distancing should be in place, not all institutions have the space or facilities to ensure that these steps are properly followed. Some have huge numbers of students and very few classrooms.
But it is not only learners who will struggle, but many parents’ incomes were also hit by the pandemic, and some will find it difficult to raise money for tuition fees and other school requirements.
The phased reopening of schools, which started in November with universities and higher education institutions, was pegged to the vaccination of over 550,000 teachers, their support staff, and students aged 18 and above.
Uganda, which has had some of the world’s strictest lockdowns, is now moving to fully reopen the economy despite being at the start of its third wave of the pandemic driven by the Omicron variant.
Source an Image: https://www.kbc.co.ke/uganda-schools-reopen-after-almost-two-years-of-covid-closure/
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