África/Togo/23 enero 2020/elpais.com
Cada año unas 100.000 personas mueren en el continente por tomar fármacos falsificados. Siete países han firmado un acuerdo histórico para penalizar su fabricación, importación y distribución
Cuando contrajo la malaria y el tifus, el sastre togolés Ayawo Hievi, de 52 años, pensó que con la ingesta de medicamentos prescritos por su doctor iba a mejorar rápidamente. «Tras cuatro días tomándolos, no solo no hubo mejoría, sino que empecé a sufrir dolores de barriga», sigue Hievi. Lejos de curarle, empeoró su estado y acabó perdiendo un riñón. Eran fármacos falsificados.
«Mis riñones habían resultado dañados. La quinina y los antibióticos para tratarme estaban adulterados», comentaba a la agencia AFP. Ahora, cuatro años después, tiene que someterse a diálisis regularmente. La historia de Hievi está lejos de ser aislada en un continente inundado por este tipo de remedios falsos que se pueden comprar, además en cualquier esquina o mercado. Un negocio millonario en el continente africano: entre el 40 y el 60% de los fármacos vendidos son falsificados, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esto significa que no han sido sometidos a las evaluaciones normales de calidad, seguridad y eficacia.
Dos semanas después de iniciado el tratamiento Hievi no podía caminar y acabó en urgencias del hospital universitario de Lomé, la capital togoleña, la misma ciudad en que jefes de Estado y ministros de siete países africanos han firmado este sábado pasado un acuerdo como primer paso para penalizar la fabricación, importación y distribución de este tipo de productos falsos terriblemente peligrosos para la salud. Su contrabando no solo aumenta sino que usa métodos similares al de armas o drogas.
La OMS estima que cada año unas 100.000 personas mueren en África por tomar medicamentos «falsos, de baja calidad o que no cumplen los estándares mínimos». Aquellos con mayor probabilidad de estar caducados o de ser deficientes son los antibióticos y los antimaláricos. Para ayudar a identificar estos últimos, tarea nada fácil, existe desde hace años una herramienta llamada AQSurveyor, una suerte de base de datos global. Desde 2013, África responde por el 42% de los fármacos adulterados incautados en el mundo. Y la Sociedad Estadounidense de Medicina Tropical e Higiene informaba ya en 2015 que unos 122.000 menores de cinco años morían por mala calidad de antimaláricos en el África Subsahariana.
Los medicamentos fraudulentos no solo suponen un riesgo para el paciente, también juegan un papel preocupante en la generación de resistencia a otros que son vitales para la salud. La legislación deficiente, los sistemas sanitarios precarios y la pobreza generalizada han facilitado el crecimiento de este mercado paralelo y letal.
En la citada reunión de Lomé, el presidente de Senegal, Macky Sall; el de Togo, Faure Gnassingbe y el de Uganda, Yoweri Museveni; junto a los ministros de Salud de Congo, Níger, Ghana y Gambia firmaron la llamada Iniciativa de Lomé en la que se comprometieron a crear un marco legislativo panafricano con el fin de frenar este tráfico ilícito. Durante su discurso, el presidente togolés pidió a África una «lucha decidida» contra esta crisis y señaló como posibles causas -entre otras- la no ratificación de las convenciones internacionales existentes, la flagrante corrupción o la poca conciencia de los ciudadanos.
«Por primera vez, la iniciativa está siendo llevada a cabo por Estados africanos. (…) Sigo convencido de su resultado exitoso», expresó Gnassingbe, quien describió la situación actual como una emergencia de salud pública. «Tenemos la voluntad de luchar contra este drama humanitario que se desarrolla ante nuestros ojos con indiferencia general. ¡Es hora de actuar!», reiteró el líder togolés a través de su cuenta de Twitter. «Estoy de acuerdo en que los países africanos pueden hacer mucho para ayudarse mutuamente a luchar contra los medicamentos falsificados y de baja calidad a fin de garantizar que todas las personas tengan acceso a medicamentos seguros», añadió también por esa red social el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, también presente en Lomé.
Fronteras demasiado porosas al contrabando
Además de un marco legislativo común, esta iniciativa busca también aumentar la cooperación y el intercambio de inteligencia entre estos siete países, fortalecer la seguridad en unas fronteras hasta ahora demasiado porosas y animar a otros Estados africanos a sumarse a la campaña.
Pero la tarea de poner fin a esta avalancha de medicamentos falsificados parece imposible. Se expenden en cualquier mercado del África occidental. Los que se ofrecen en las calles suelen costar una fracción del precio en farmacia, donde los controles son más estrictos y el suministro suele proceder de canales oficiales. «Es muy difícil saber de dónde vienen los falsificados», dice Innocent Kounde Kpeto, presidente de la asociación de farmacéuticos de Togo.
«Los países mencionados en las cajas no suelen ser los países de origen o fabricación» dice, antes de agregar que «los fabricantes esconden las pistas para no ser identificados». Se estima que entre el 30% y el 60% de los medicamentos que se venden en África son falsos y Kpeto asegura que la mayoría proceden de China o India, algo que afirma también la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD). Ambas son naciones con dos de las industrias farmacéuticas de más rápido crecimiento del mundo.
Los esfuerzos para contener este torrente de falsificaciones han surtido algún efecto. Algunos centros de tráfico han sido desmantelados, como el mercado de Adjegounle, en Cotonou, que servía de puerta de entrada para medicamentos falsos con dirección a Nigeria. A mediados de noviembre pasado, la policía de Costa de Marfil se incautó de 200 toneladas en Abidyán y detuvo a cuatro sospechosos, incluido un chino. Togo es uno de los países pioneros en tratar de contener este flagelo. Cambió la ley en 2015 y los traficantes pueden pasarse 20 años en la cárcel y pagar de hasta 85.000 dólares (75.000 euros). En julio pasado, las autoridades quemaron 67 toneladas de medicamentos falsificados.
Pese a estos logros recientes, la gente en la industria como Kpeto insisten en que la amenaza es grande porque se trata de «redes criminales altamente organizadas». Las traficantes pueden sacar un beneficio de hasta 500.000 dólares con una inversión de 1.000, sostiene.
Nigeria, el principal destino
Nigeria, el país africano más poblado con un mercado de 200 millones de personas, es el principal destino en el continente de medicamentos falsificados y una muestra de las dificultades a las que se enfrentan las autoridades. En septiembre de 2016, la Organización Mundial de Aduanas confiscó decenas de millones de pastillas y medicamentos falsificados en 18 puertos en África: el 35% estaban destinadas a Nigeria. La competencia entre traficantes es feroz y la agencia oficial destinada a combatir el problema esta lacra está sobrepasada.
En un intento de mejorar la situación, Vivian Nwakah, fundó en 2017 la empresa Medsaf y consiguió 1,4 millones de dólares para ayudar a los nigerianos a seguir el recorrido de la medicación desde el fabricante hasta el paciente. «El país carece de una red de distribución centralizada y segura», aduce.
Como resultado, medicamentos falsos o de mala calidad no solo ha invadido los mercados sino también las farmacias y los hospitales, tanto públicos como privados. Medsaf trabaja para garantizar el control de calidad de miles de productos de más de 130 centros de salud en Nigeria. Y espera expandirse a Nigeria, Costa de Marfil y Senegal. La compañía utiliza tecnología, informática y análisis para monitorear el movimiento de medicamentos y verificar su número oficial de registro, las fechas de expiración y las condiciones de almacenamiento. «La tecnología que utilizamos puede resolver la mayoría de los aspectos relacionados con la falsificación de medicamentos», dice Nwakah. «La gente muere para nada. Podemos cambiarlo».
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