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Las 10 madres más abnegadas del reino animal

www.ecoportal.net

“En el Día de la Madre Ecoticias quiere rendir un homenaje a todas ellas regalándoles fotos y datos de 10 animales cuyas mamás destacan por sus arraigados y a veces increíbles instintos maternales.”

Los elefantes

Las mamás elefantes ocupan el primer puesto por que son las que tras 22 meses de gestación dan a luz a las crías más grandes en la superficie terrestre, ya que un bebé elefante puede pesar entre 90 y 115 kilos. Una vez que nacen los pequeños todas las hembras de la manada se comportan como auténticas niñeras y son las responsables de su supervivencia especialmente en estado salvaje, aunque entre la madre y su bebé existe una relación de afecto y dependencia muy fuerte.

Los suricatos

Estos animalitos viven en grupos de alrededor de 20 miembros aunque solamente una de las hembras (la que compone la pareja Alfa) es la que se reproduce cada año, dando a luz camadas de 2 a 5 individuos. El grupo se encarga de vigilar a los bebés con gran celo, pero lo asombroso es que tanto tías como hermanas son capaces de amamantar a los pequeños mientras la madre sale a alimentarse y que entre todos les enseñan a los jóvenes las habilidades necesarias para sobrevivir en el desierto de Kalahari.

Los koalas

Los koalas solo se alimentan con las hojas de un tipo de eucalipto que para otros animales resultan altamente venenosas. Esto es posible gracias a que sus estómagos tienen unas bacterias especiales que hacen que la digestión sea segura. Sin embargo, los bebés no están tan bien equipados al nacer, así que las madres se ocupan de masticar sus propias heces y dárselas a sus crías con el fin de que éstas generen poco a poco las defensas necesarias para alimentarse con tranquilidad.

Los osos polares

Las osas polares crían a sus hijos en una temperatura promedio de 4ºC. Cavan un foso subterráneo donde permanecen en un estado similar a la hibernación durante los meses más fríos del invierno y entre noviembre y febrero dan a luz de una a tres crías, que viven de la leche de la madre en la seguridad de la madriguera, mientras ella permanece todo el tiempo en ayunas. Cuando el clima resulta favorable la familia emerge y la madre comienza a cazar focas para enseñar a sus pequeños a proveerse de alimentos y para reponer fuerzas, tras haber pasado hasta 8 meses sin probar bocado.

Los cocodrilos

Las mamás cocodrilo son extremadamente protectoras. Después de crear el nido perfecto amontonando vegetación y cuidarlo mientras los huevos maduran, una vez que estos eclosionan llevan a los recién nacidos en sus mandíbulas hasta el agua donde les enseñan a comer peces, insectos, caracoles y otros crustáceos y los cuidan con  extremada ternura.

Las tijeretas

La madre proporciona a sus huevos el calor necesario y los protege de los depredadores, mientras los limpia uno a uno incansablemente para prevenir la formación de hongos. Durante este tiempo la madre no se alimenta. En el momento en el que se produce la eclosión ayuda a las crías a nacer y luego las protege durante unos meses más hasta que realicen la segunda muda. En ese período la madre solo se alimenta de las cáscaras de los huevos y de las pieles desechadas.

Los orangutanes

Las madres orangután tienen bebés cada ocho años más o menos por una única razón: necesitan estar disponibles para cuidarlos, ya que durante los primeros cuatro meses, el contacto entre la madre y el bebé no se rompe nunca y en el transcurso de los dos primeros años sus hijos son extremadamente dependientes de ellas. A medida que maduran, los orangutanes siguen estando muy unidos a su mamá, tanto que éstas pueden llegar a amamantarlos hasta los cinco años y los cuidan con mimo hasta los siete u ocho.

Las focas de Groenlandia

Por si no fuera suficiente desafío el tener que criar a sus bebés entre los hielos que están derritiéndose, el lugar donde lo hacen está lleno de osos polares hambrientos. Para evitar que sus crías sean presa fácil cuando recién nacen, las amamantan de forma continua durante dos semanas sin comer nada en absoluto. En este plan, el cachorro gana unos dos kilos y medio por día y la madre pierde casi tres en el mismo período.

Los guepardos

Las hembras de guepardo son solitarias y solo se juntan con los machos para aparearse. Cuando llega el momento se oculta para dar a luz una camada que puede componerse de dos a seis cachorros y como todos los felinos nacen con los ojos cerrados, por lo que el trabajo de madre es mucho más difícil. Ella tiene que enseñarles a cazar presas y a evitar a los depredadores. Esta formación puede tomar cerca de dos años, durante los cuales ella debe cazar para alimentarlos a todos. Una vez que sus hijos son autosuficientes, la madre los deja a su aire y busca un macho para empezar el ciclo otra vez.

Las arañas lobo

Aunque la enorme mayoría de las arañas cuelgan sus huevos en sus propias telas, las madres de la araña lobo hacen un paquete con los suyos, se lo ata a la espalda y los lleva con ella donde sea. Pero una vez que las crías nacen, esta abnegada madre sigue protegiéndoles y acarreando con sus pequeños, hasta que se hacen demasiado grandes y deben buscar su propio camino.

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YouTube: video del Día de la Madre hace llorar al mundo

Noticia/ 08 de mayo de 2016 / Por: Perú.com

“Todos los días se debe de saludar a nuestra mamá con la mejor sonrisa de todas”. Así es como inicia una grabación colocada en YouTube que ha sacado más de una lágrima a todas las personas que lo han visto y es que este trae un conmovedor mensaje por el Día de la Madre que nadie ha podido dejar pasar.

Lo que se puede apreciar en esta excelente producción audiovisual subida a YouTube por el usuario Paco Movies en el año 2014, es una señora mayor de edad que la pasaba sola día a día y solo recibía la visita de toda su familia cuando era el Día de la Madre.

El dolor de la señora al extrañar a su familia es muy notorio en el video de YouTube por lo que en este se deja un claro mensaje que ha llegado a alcanzar a muchísima gente y es que en este se coloca gigante la frase “Día de la Madre no es solo un día”.

La edición de esta grabación de YouTube ha tenido muchos frutos en todas las redes sociales puesto que, en el Día de la Madre, viene siendo muy compartido por todos los usuarios como un mensaje de realidad conmovedora que invita a todos a reflexionar y darle el gusto a sus mamis de siempre hacerlas feliz.

 

Fuente: http://peru.com/redes-sociales/youtube/youtube-video-dia-madre-hace-llorar-al-mundo-noticia-453819

Foto: http://i.giphy.com/gNEY3oXC8JPJS.gif

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Todos en la Escuela

Por: Lilia Julieta Guzmán Acevedo

El desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) nos ha permitido tener conocimiento casi inmediato de lo que ocurre en diversas partes del mundo. Las sociedades –y por ende, los individuos que las conformamos- experimentamos cambios a una velocidad a la que no estábamos acostumbrados.

Frente a esta situación, las sociedades reconocen cada vez más la necesidad de educar para un mundo global, interconectado; educar para desarrollar en las niñas, niños y jóvenes de todo el mundo las competencias que les permitan participar en este escenario de interacción intensa.

En grave contraste a esta tendencia a la apertura y el intercambio propiciados por el desarrollo de las TIC, las políticas migratorias en muchas partes del mundo se han endurecido. Por ejemplo, en la última década, en EUA han aumentado significativamente las detenciones y deportaciones de inmigrantes, lo que ha resultado en la dolorosa separación de muchas familias transnacionales.

Las familas en las cuales las madres y los padres deportados tienen la oportunidad de reencontrarse en México, con sus hijas e hijos nacidos en EUA o que nacieron en México pero que migraron a una corta edad, se ven afectadas principalmente por cuestiones de integración legal y social en nuestro México, su país de origen.

Esas niñas, niños y jóvenes retornados tienen limitado o impedido su acceso a escuelas y servicios sociales, al no poder cumplir con requisitos que incluyen actas de nacimiento originales o certificaciones con apostillas. Una “apostilla” es una forma de autenticación que se aplica a documentos para que se usen en los países que participaron en la Convención de la Haya de 1961. El proceso para apostillar un documento es largo y costoso, por lo que a las madres y padres de familia se les dificulta realizarlo. Además de ello, la generación joven de retornados enfrentan dificultades para ser recibidos con el aprecio y atención que les corresponde, debido a las barreras del idioma (pues a veces no dominan el español, o no han escrito o leído con él en su trayectoria escolar), por falta de asistencia lingüística adicional, y por las diferencias sociales y culturales en el sistema educativo.

La ironía es que, pese a los reclamos que hacen nuestras autoridades de Relaciones Exteriores para que a los emigrados no se les niegue acceso a la escuela en EUA, nuestras autoridades de Educación son omisas o contrarias a favorecer el acceso a la escuela en su propio país de origen.

Una educación de calidad es equitativa e incluyente, o no es de calidad. Para que estas niñas, niños y jóvenes hagan efectivo su derecho debemos presionar a las autoridades, sobre todo a las de Educación Pública en la federación y en cada estado, para que se eliminen las políticas internas –a veces, mera inercia- que actualmente exigen actas de nacimiento originales apostilladas para inscribirse en los servicios de educación, y también para que desarrollen programas lingüísticos complementarios para las hijas e hijos de migrantes. Todos en la escuela: ninguno nos puede faltar.

Fuente: http://www.mexicanosprimero.org/index.php/educacion-en-mexico/nuestra-opinion/item/todos-en-la-escuela

Fuente de la imagen: https://pixabay.com/static/uploads/photo/2015/09/27/03/40/japan-960260_960_720.jpg

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Día de la Madre: Así ven a su mamá los niños alrededor del mundo (Video)

Mayo 2016/Fuente y Autor: Ahoranoticias

En el siguiente video se le preguntó a un grupo de niños y niñas: ¿Cómo es mamá?, ¿Cuánto te hace reír mamá? o ¿ Por qué quieres a mamá? Revise a continuación sus hermosas respuestas.

Este domingo se celebra en todo el país el Día de la Madre. Conmemoración que se realiza en distintas fechas del año en todo el mundo.

Su origen se remonta al «Mother’s Friendship Day» y las reuniones «Mother’s Day Meetings» organizadas en 1868 por Ann Maria Reeves Jarvis.

En el siguiente video se le preguntó a un grupo de niños y niñas: ¿Cómo es mamá?, ¿Cuánto te hace reír mamá? o ¿ Por qué quieres a mamá?

Revise a continuación sus hermosas respuestas:

 

Fuente de la noticia: http://www.ahoranoticias.cl/video-impacto/172014-dia-de-la-madre-asi-ven-a-sus-mamas-los-ninos-alrededor-del-mundo.html

Fuente de la imagen: http://images-ahn.mdstrm.com/2016/05/08/172014_1_572f36d60c215.jpg?d=700×407

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Diez películas para celebrar el día de la madre

Drama, comedia y hasta terror son los géneros que han protagonizado mujeres que harían cualquier cosa por sus hijos y que invitan a reflexionar sobre cuánto las comprendemos realmente.

Marié Scarpa 07 de mayo del 2016 / La Tercera.com

El primer domingo de mayo es el espacio dedicado a las madres. Variopintas, sacrificadas y complejas, su figura ha sido representada en varias producciones cinematográficas y continúa encantando al público. Para conmemorar la fecha próxima, te dejamos un listado de filmes para disfrutar en familia.

«Una mamá en apuros»

La primera película nos sitúa en Manhattan, donde Eliza prepara la fiesta de cumpleaños de su hija. Con Uma Thurman como protagonista, esta comedia muestra el sinfin de contratiempos y obstáculos que toda madre debe enfrentar sin importar que la tarea «se vea sencilla».

«Todo sobre mi madre»

Considerada por muchos como la joya de Almodóvar, este filme nos cuenta sobre la dedicación absoluta que Manuela tiene con su hijo Esteban y cómo oculta la identidad de su padre buscando ocultar el pasado. Mezclando drama y juego con la identidad de género, «Todo sobre mi madre» fue la primera película española en ganar tanto en Globo de Oro como el Oscar y dos BAFTA.

«Una suegra de cuidado»

Como el título lo advierte, esta historia nos narra la clásica batalla entre una mujer enamorada y su despiadada suegra que, en un afán por no dejar ir a su hijo, le hace la vida imposible. Cuenta con las actuaciones de la reconocida Jane Fonda como Viola -madre del novio -, y de Jennifer López como la nuera protagonista.

«Mamma Mia!»

¿Qué pasaría si el día de tu boda no sabes quién te llevará del brazo al altar? Con un elenco querido por el público y buenas críticas, esta comedia musical nos cuenta cómo Donna le oculta a su hija la identidad de su padre hasta que, ella misma, encuentra el diario de su madre e invita a los tres candidatos.

«El Intercambio»

Con Angelina Jolie en la piel de una madre soltera, la película nos cuenta la desaparición de su hijo mientras ella trabaja para sacarlo adelante. Basada en una historia real ocurrida en la década de 1920, la producción abarca la cruenta realidad del intercambio de niños que tuvo lugar en Los Ángeles, Estados Unidos.

«Quédate a mi lado»

Isabel intenta que los hijos de su novio se encuentren cómodos junto a ella, pero los niños se resisten a aceptar a otra mujer que no sea su madre. Todo se complicará para la protagonista cuando, además, aparezca la ex mujer de su pareja.

«El Orfanato»

Como representante del género thriller español, el filme narra la vida de Laura quien, junto a su marido e hijo, decide regresar al orfanato donde ella creció para volver a abrir sus puertas.

«Un sueño imposible»

Basada en hechos reales y protagonizada por Sandra Bullock, la película nos cuenta cómo el amor desinteresado de una madre le cambia la vida a un joven que ha vivido en diferentes familias de acogida.

«Bailando en la oscuridad»

Este filme danés, que cuenta con la actuación de la cantante Björk, muestra el sacrificio que está dispuesta a correr una madre por su hijo. La protagonista ahorra todo lo que puede para que él no corra su misma suerte: sufrir de una ceguera progresiva.

«Ponte en mi lugar»

Una comedia de culto. La película juvenil protagonizada por Lindsay Lohan y Jamie Lee Curtis, muestra cómo madre e hija intercambian cuerpos para comprender mejor a la otra luego de varios conflictos tras el divorcio de la mayor.

BONUS

En cuanto a animación, tanto «Bambi» como «Valiente» exponen el fuerte vínculo que la figura protagonista tiene con su madre y cómo éste les hace crecer a medida que se desarrolla la historia.

Fuente: http://www.latercera.com/noticia/portada/2016/05/653-679729-9-diez-peliculas-para-celebrar-el-dia-de-la-madre.shtml

Fuente de la imagen de cabecera: https://pixabay.com/static/uploads/photo/2016/03/15/03/20/mother-and-son-1256829_960_720.jpg

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Bernardine Dohrn y Bill Ayers: «Violencia es quedarse en casa viendo la televisión mientras fuera se cometen injusticias»

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Bernardine Dohrn y Bill Ayers para Jot Down 0

La intervención militar de Estados Unidos en Vietnam durante los años sesenta y setenta dejó como mínimo tres millones y medio de muertos. Un historiador y periodista, Nick Turse, ha denunciado en Dispara a todo lo que se mueva (Ed: Sexto Piso, 2014) que las matanzas que se produjeron en la contienda no fueron errores, sino una estrategia organizada. Al menos, los estragos que continúa causando el agente naranja con el que se defolió la selva siguen siendo escalofriantes.

La Weather Underground fue una organización terrorista que se opuso a la guerra en la efervescencia ideológica de los años sesenta. Decidieron pasar a la acción directa, colocar bombas, para llevar el conflicto a suelo estadounidense. Siempre sin causar víctimas, las llamaban acciones simbólicas. Bill Ayers y Bernardine Dohrn fueron dos de sus militantes más destacados. Ella fue calificada por el FBI como la mujer más peligrosa de América.

Les atrapamos en un viaje que están haciendo por España presentando su nuevo libro Días de fuga (Hoja de Lata) y una novela gráfica sobre educación, Enseñar. Un viaje en cómic (Ediciones Morata). Queremos conocer sus motivaciones para llevar su movilización y su lucha a la clandestinidad, si creen que consiguieron algo y si se arrepienten de alguna cosa. Que nos cuenten su vida.

Vuestros padres son de la generación que vivió la Gran Depresión y la II Guerra Mundial. ¿Qué os contaban de aquella época?

Bernardine: Sufrieron. Mis abuelos, a los que yo nunca conocí, eran todos inmigrantes de Suecia, Rusia y Hungría. Imagínate lo que pasaron. Una experiencia tan dura como esa sirvió para que luego solo quisieran vivir con humildad y no dejar nunca de ahorrar.

Bill: Esa época fue tan sumamente dura que nuestros padres no querían ni hablar del tema, nunca mencionaban nada sobre el pasado. Como desde que nosotros nacimos todo había ido más o menos bien, ya estaba. Punto y aparte. Era un comportamiento que formaba parte de la cultura del momento: todo está bien ahora, vivimos sin grandes dificultades, así que no vamos ponernos ahora a hablar de recuerdos desagradables. Querían olvidar.

Bernardine: Y no solo fue la Gran Depresión, sobre la II Guerra Mundial crecimos sin que nos dijeran tampoco demasiado.

Bill: El inicio de los años sesenta que vivimos nosotros fue una época privilegiada, pero también de negaciones. Digamos que estábamos sumidos en un sueño profundo, no tenías conciencia de lo que había fuera de tu casita. Era todo como muy tranquilo… [risas].

El american dream.

Bill: Eso que llamaron american dream era en realidad un gran letargo en el que estábamos todos sumidos. Fue un fraude, pero era lo que había. Por eso cuando cumplimos dieciséis años y explotó el movimiento de liberación negro, a mi generación se le abrieron los ojos, apareció otro camino al margen del convencional, podías tomar la decisiones distintas sobre tu vida, elegir algo completamente nuevo.

Bernardine: Para mí empezó todo con un profesor en el colegio que nos hizo escribir sobre la guerra de Independencia de Argelia. Investigué y descubrí lo que era una guerra colonial, las torturas y demás… De modo que cuando luego entré en la facultad entendí rápidamente el significado de los movimientos por los derechos humanos que estaban apareciendo a nuestro alrededor.

Bill: También hubo una cosa más en los sesenta, el rock and roll y el béisbol. Los únicos dos ámbitos de la cultura popular donde podías ver que los negros existían.

¿El rock and roll fue una verdadera revolución?

Bernardine: Sí, en primer lugar porque los músicos eran negros. Luego aparecieron Elvis y otros blancos, pero la cultura negra estaba detrás del rock and roll. Con el rock entendimos el significado de la sensualidad en una sociedad muy reprimida.

Bill: Que el rock and roll estuviese inspirado en la cultura negra fue fundamental para romper la barrera que existía entre blancos y negros. Es interesante cómo el arte puede derribar muros hasta entonces infranqueables y enseñarte cómo es realmente la vida, el mundo y las posibilidades que tienes como persona. Tras el rock todo fue más vibrante, más intelectual, más creativo y de eso trata una revolución, ¿o no? Es un cambio político, pero también cultural, psicológico, imaginativo…

¿Cómo percibíais lo que era el capitalismo antes de entrar en contacto con los movimientos sociales?

Bernardine: Yo ni sabía lo que era el capitalismo cuando estaba en el colegio ¿Y tú, Bill? Algo sí, ¿no? Porque tu padre era capitalista… [risas].

Bill: Yo estaba en un colegio interno de cierto nivel y en las clases de Historia teníamos que leer a Marx, pero por supuesto desde la interpretación de que sus ideas conducían a la esclavitud. Sin embargo, solo con algunos puntos uno ya podía deducir que la vida era distinta de lo que nos habían enseñado. Recuerdo cómo nada más leerlo le pregunté a mis padres por qué teníamos una asistenta y por qué ella ganaba menos que mi padre. Mi padre me contestó que él trabajaba mucho para conseguir su sueldo y yo le contesté que la asistenta también trabajaba duro [risas]. ¿Cuál era la diferencia entonces?

¿De qué iban las primeras manifestaciones a las que asististeis?

Bernardine: Las primeras manifestaciones a las que yo fui fueron antinucleares, cuando iba al instituto. Recuerdo ir, alucinar con la que estaba montando la gente que tenía alrededor y no saber ni lo que había que hacer.

Bill: Ir por primera vez a una manifestación suponía romper con la comodidad del pasado. Eso era muy excitante. Aunque también daba miedo salirse de repente de lo que para ti había sido hasta ese momento la «vida normal». Y el hecho de que las primeras manifestaciones a las que fuimos fueran antinucleares es interesante porque, primero, nos dimos cuenta de que el único país que había usado ese armamento era el nuestro y eso era muy duro de asumir. Se supone que nosotros éramos los luchadores de la libertad, los que traíamos la paz, pero fuimos nosotros los que tiramos esas bombas en las ciudades japonesas.

Bernardine: El mes pasado me fui de viaje con mi hijo a Hiroshima y volví a sentir una indignación que no te la puedes ni imaginar.

Bernardine Dohrn y Bill Ayers para Jot Down 1

Bill, lo dejaste todo y te enrolaste en la tripulación de un barco mercante.

Para mí supuso una gran experiencia. Estuve por primera vez en contacto con la clase trabajadora, un tipo de personas con las que nunca antes había convivido. Hacerme amigo de ellos fue genial, era uno más entre blancos y negros. Lo más didáctico de la experiencia fue comprobar que el propio barco estaba organizado como la pirámide social que dejábamos en tierra. Los negros hacían las labores más ingratas, los marineros algo cualificados eran de todo tipo de origen y los oficiales, todos blancos.

Cuando regresaste del barco empezó tu militancia.

Bill: No fui un militante precoz. Tardé en tomar conciencia. En esa época estaba estudiando Derecho y todos los estudiantes éramos blancos y todos menos seis chicas éramos hombres. Empecé a acercarme a movimientos sociales por afinidad, pero lo que supuso un verdadero cambio fue que Martin Luther King vino a Chicago. Antes, no reuní el valor suficiente para irle a ver al sur, pero cuando apareció por mi ciudad pensé que iba a arrepentirme toda mi vida si no me involucraba. King vino con diez activistas del sur. Nos preguntó a mí y a otros estudiantes si sabíamos quién era el propietario de la mayor parte de los pisos que se estaban arrendando en la ciudad a los pobres. Lo investigamos y nos fue imposible encontrar nada, todo iba por compañías y no logramos dar con un nombre, con un responsable. El problema era que los pisos estaban en muy mal estado. No eran siquiera habitables. No tenían ventanas, calefacción ni agua caliente. Estaban llenos de ratas y cucarachas. Así que nos pusimos a trabajar en poner de acuerdo a los vecinos para que reunieran dinero en una cuenta y pudieran reparar los edificios.

Bernardine: También nos dedicábamos a parar desahucios. Nunca olvidaré un día muy concreto en el que no pudimos detener a la policía, fallamos, y lograron entrar en el piso de una familia. Hacía mucho calor, recuerdo. Y los agentes empezaron a bajar los muebles, su ropa, las cosas de la cocina. La gente se puso muy furiosa, cada vez más. Yo estaba ahí metida en mitad de la masa rabiosa cuando de repente me empujaron, alguien enorme, miré arriba y se trataba de Muhammad Ali. Él me miró también, me pidió que le sujetase su chaqueta azul de mil dólares, se fue directo a los muebles que estaban tirados en la acera, cogió un sofá, se lo echó al hombro y lo volvió a subir al piso. Cuando la gente le vio hacer eso alucinó. Nos pusimos todos a imitarle y subimos las pertenencias de esa familia de vuelta a su hogar. La policía entonces volvía a cargarlas y las bajaba otra vez, pero, conforme las dejaban en la acera, nosotros las volvíamos a subir. Fue increíble. La acción directa en los barrios negros para mí fue una gran experiencia. Muchísimos vecinos se dirigían a mí a preguntarme cómo librarse de la guerra de Vietnam. Hubo un momento en el que empezaron a juntarse los mismos problemas: el racial, la pobreza y la guerra. Al final de verano ya empezaron a presionar a King para que se marchara de Chicago.

Bill: Ese gesto de Muhammad Ali de volver a subir el sofá y lo que supuso ha llegado hasta hoy. La gente se sigue oponiendo a los desahucios y hemos conseguido que muchos policías se nieguen a ejecutarlos.

El pretexto de Estados Unidos para su intervención en Vietnam fue la Teoría del Dominó. ¿Qué opinión os merece?

Bernardine: El capitalismo le tenía pánico a la revolución social en el tercer mundo. China y Vietnam les aterraban incluso más que la Unión Soviética por la cuestión latinoamericana y lo que les había sucedido en Cuba. Se sentían amenazados. Pero no creo que ellos se creyeran la Teoría del Dominó tal y como la formularon. Para ellos, más bien, con la demostración de fuerza que hicieron sobre Vietnam, persuadían a los demás países de no llevar a cabo una revolución social.

Bill: Para mí la Teoría del Dominó fue un mito en muchos aspectos. Aunque como metáfora era válida: la liberación nacional, el antiimperialismo, la emancipación de los trabajadores eran ideas peligrosas para el poder que no debían extenderse. Incluso tres años después de la ocupación de Vietnam, aunque estaban perdiendo, seguían matando; seguían los campos de concentración en el sur, arrasaron la poca infraestructura que el país pudiera tener. ¿Y por qué, para qué? Para que cuando los demás países vieran cómo había quedado Vietnam de destruida se lo pensaran dos veces antes de intentar ser libres, que liberarse tenía un precio inasumible. Y efectivamente, al final Vietnam ganó la guerra, pero las pérdidas fueron enormes.

Tengo aquí el libro de Nick Turse, Dispara a todo lo que se mueva. Es un estudio que detalla todos los crímenes que se cometieron allí. ¿En los sesenta teníais acceso a esa información?

Bill: Ese libro es fantástico. Explica perfectamente lo que ocurrió en Vietnam: Un genocidio.

Bernardine: La información nos llegaba a través de periodistas jóvenes que iban a cubrir la guerra. Sabían que las autoridades estaban mintiendo sobre el desarrollo de la guerra, en especial con las cifras de muertos. Por otro lado, teníamos a los soldados. No eran profesionales, eran de reemplazo, de leva, fueron obligados a ir. Y esta gente cuando volvía te contaba todos los horrores de la guerra de los que habían sido testigos. Contaban la verdad. Con lo que revelaban los periodistas y los veteranos ya sabíamos que estaban masacrando a miles de personas. Por eso se generó un pánico a la guerra, muchos jóvenes sabían que tarde o temprano iban a ser reclutados para ir a esa barbaridad.

¿Sabíais también lo de los campos de refugiados que, de facto, terminaban siendo campos de concentración?

Bernardine: Sabíamos algo, pero en realidad esa información no salió hasta 1969.

Bill: También obteníamos mucha información de Francia, de Europa, donde se contaba la guerra desde otro punto de vista.

Bernardine: Yo conocí vietnamitas en viajes que hice a Canadá y Cuba. La verdad es que llegó un momento en el que estábamos tan apasionados que llegamos a obsesionarnos con el conflicto de Vietnam. Teníamos mapas colgados en las paredes de casa, cocinábamos platos vietnamitas, leíamos a sus poetas. Llegamos a sentirnos muy identificados con ese pueblo. Por cierto, que en uno de estos viajes, conocí a un revolucionario español. Fue la primera persona que conocí que vivía en la clandestinidad.

Bill: Con toda la información que recibimos, al dejar de estar bajo la esfera de influencia del New York Times, tomamos conciencia de cuál era la situación real y nos propusimos como compromiso mostrar a nuestros compatriotas cuál era la cara humana de los vietnamitas, hacerles ver que se trataba de gente normal, con sus familias y sus amigos, y no una especie de seres extraños.

Bernardine Dohrn y Bill Ayers para Jot Down 2

¿Habéis visto la entrevista a Robert McNamara de Errol Morris?

Bernardine: A mí McNamara me saca de quicio. Verle llorar en esa entrevista…

Bueno, él cuenta tranquilamente cómo lanzaron miles de bombas sobre la población civil japonesa, cómo arrasaron Vietnam. Admite que murieron cientos de miles de personas por sus decisiones, que podría ser considerado un criminal de guerra, pero con lo que llora es cuando recuerda el asesinato de Kennedy.

Bill: Esa es su personalidad. Es uno de esos hombres que piensan todo en términos de números y categorías. Incapaces de pensar en términos de seres humanos que tienen sentimientos. Pasa lo mimo con Kissinger, que acaba de sacar un libro y en el New York Times hablan de él tranquilamente, como si fuera un intelectual más, cuando es un criminal de guerra. Posiblemente uno de los más grandes del siglo XX. De hecho, no puede viajar a ciertos países porque lo meterían en la cárcel, pero en Estados Unidos se le considera como un cerebro privilegiado de la política exterior. Lo que demuestra que es muy fácil justificar torturas, asesinatos, bombardeos y matanzas de civiles cuando eres tú el que las cometes. Si las hace otra persona entonces resulta que es terrorismo. McNamara y Kissinger son dos ejemplos de ese nacionalismo repugnante. Y ahora, en la actualidad, tenemos a John Kerry como ejemplo de esa brillante línea de pensamiento.

Bernardine: Aunque eso no quita que para nosotros siga siendo muy importante apoyar a los veteranos de guerra. No solo a los que cambiaron su opinión, sino también a los jóvenes que han pagado un precio muy alto por entrar en combate pensando que están cumpliendo con su deber o con una obligación moral. Además, muchos de ellos fueron a Irak o Afganistán respondiendo al 11S, y una buena parte solo para poder conseguir una vía económica para financiar sus estudios universitarios. De repente se encontraron metidos en una guerra de once años de duración…

Bill, en tus memorias, comentas que la primera vez que te pegó la policía te sentiste «en el paraíso».

Bill: Es una ironía, pero fue así. Nunca me había sentido tan libre. Es difícil de explicar. Cuando estuve en la clandestinidad, por ejemplo, también tenía miedo, pero la sensación de libertad que sentía era más intensa que si me encontrase como un ciudadano más. Aunque te pegue la policía o te detengan, cuando te defines ideológicamente, cuando tomas tu elección de vivir por una causa superior, te emocionas tanto que los golpes no los sientes, aunque te puedan doler.

Llegas a decir en tu libro que en la cárcel no podías sentirte más libre.

Bill: En la celda me sentía más libre que los que están en su casa viendo la televisión zampando del frigorífico. Os lo aseguro. Y no solo yo. Leí que entre los miembros de la resistencia francesa, tras la II Guerra Mundial, sentían que al acabar la guerra habían perdido su tesoro, el subidón de libertad que es la lucha clandestina. Se habían quedado vacíos tras perder el motivo de su lucha. Suena duro, pero ellos estaban plantándoles cara a los nazis, contraatacándolos, y cuando eso se acaba, te debe absorber de tal manera que parece como que has perdido algo.

Bill, por curiosidad, en tus memorias citas mucho Ann Arbor. Por aquellos años, en esa ciudad, estaba el grupo MC5. ¿Les conociste?

Bill: Sí, claro que sí. Éramos muy buenos amigos de John Sinclair, su manager. Cómo olvidar que le metieron diez años de cárcel por llevar encima dos porros. Él predicaba que la marihuana era una forma de liberación y se lo hicieron pagar. Los MC5 estaban llenos de energía, además era un grupo mitad político, mitad rock and roll, eso era muy inspirador. También andaba por ahí Iggy Pop, pero MC5 estaban siempre tocando en todas las fiestas que organizábamos. Luego solíamos terminar con ellos en la cocina bebiendo vino y fumando marihuana, hablando tranquilamente. Eran muy buena gente y muy buenos amigos.

Os sentíais parte de una revolución global contra el capitalismo.

Bernardine: Claro, nos sentíamos identificados con los movimientos de descolonización africanos, seguíamos de cerca la guerra de liberación de Angola. Apoyábamos la lucha del pueblo vietnamita. Estábamos con los movimientos pacifistas de todo el mundo. Considerábamos que la lucha del tercer mundo era la nuestra, solo que nosotros la librábamos desde dentro.

Bill: Luchábamos por la descolonización, éramos antinucleares, pacifistas, estábamos con los movimientos negros y creíamos que Estados Unidos era responsable de todos los problemas contra los que luchábamos.

Bernardine Dohrn y Bill Ayers para Jot Down 3

Qué opináis de las nuevas generaciones, ¿son tan combativas como la vuestra?

Bernardine: Son mucho más globales de lo que nosotros éramos. Nosotros hicimos un cambio, digamos, hacia una mentalidad internacional. Pero ellos han crecido pensando de forma internacional. También creo que leen mucho y que están muy bien informados. Veo que son muy inteligentes. Mira cómo se organizaron este verano cuando la policía mató a un chico negro en San Luis. También han hecho triunfar a los movimientos gay…

Bill: Sobran los ejemplos. Ahora mismo hay jóvenes luchando por los derechos de los inmigrantes, por los derechos de las mujeres, contra la violencia de la policía, por el medio ambiente. No se puede comparar. Los años sesenta se han mitificado. Hay quien dice que en esa época pasaron todas las cosas buenas. La mejor música, las mejores manifestaciones, el mejor sexo. Y nosotros siempre respondemos que no, que el sexo sigue siendo bueno [risas]. No, incluso aún hay buena música y muchas cosas interesantes. Que no se engañe a los jóvenes metiéndoles en la cabeza que todo terminó con los años sesenta.

Bernardine: Los jóvenes cambian el mundo. Pasó en nuestra época, pasó después y ocurre ahora. Aunque haya una represión masiva, siempre son los jóvenes los que protagonizan los cambios. En nuestros tiempos, los medios siempre decían que los movimientos estudiantiles estaban muertos. Hasta en el año 68 lo decían, mientras el mundo explotaba y no encontrábamos espacios lo suficientemente grandes para poder reunirnos.

Bill: El poder siempre hace eso. Primero ignora al movimiento y luego lo ridiculiza.

En vuestra época había un libro de Mao en cada cajón de cada mesilla.

Bill: Sí, en algún momento todos tuvimos nuestro pequeño romance con el maoísmo. Pero para nosotros el Partido Comunista nunca fue interesante. Tampoco nos considerábamos una nueva izquierda. No éramos anticomunistas, no nos importaba que nadie viniese a nuestra organización siendo comunista.

El nombre de vuestra organización venía de una canción de Bob Dylan.

Bernardine: Estaban siendo asesinados seis mil vietnamitas por semana y la policía estaba asesinando a los miembros destacados de los Panteras Negras. Discutimos en una reunión de urgencia qué estrategia seguir y redactamos un documento de muchas páginas, como un informe interno de la organización. Después de leerlo, teníamos que ponerle un título y Terry Robins, gran fan de Bob Dylan, eligió ese título.

La primera norma de vuestra organización: sexo libre.

Bernardine: No fuimos solo nosotros. Pasó en muchos movimientos. Las píldoras anticonceptivas acababan de cambiar nuestros esquemas morales sobre el sexo, que la mujer podía tener placer formaba parte de su liberación. Dimos un paso adelante rechazando la monogamia.

Bill: Pensábamos que todo lo viejo, lo antiguo, lo anterior, tenía que ponerse en duda. Digamos que fue una idea experimental.

Bernadine: Pero no fue inútil. Con la propuesta del sexo libre muchos se encontraron a sí mismos; muchos amigos nuestros, por ejemplo, descubrieron que eran gais. Funcionó de maravilla porque conseguimos que cada uno fuese capaz de vivir su propia sexualidad, que es diferente en cada persona. Yo no quería casarme nunca [risas] y aquí estoy, pero porque consideraba que el matrimonio suponía para las mujeres convertirse en propiedad del marido.

Bill: También hay que decir en defensa del sexo libre que antes éramos jóvenes y guapos. ¡Quién quería ser monógamo!

¿Había muchos miembros de vuestra organización que provenían de familias acomodadas?

Bernardine: Había de todo. Mucha gente que vivía de familias ricas, otros eran de clase media. Otros inmigrantes. Pero en general la mayoría veníamos de las universidades, aunque también había gente que solo tenía la educación secundaria. Éramos una gran mezcla. El punto de ruptura fue cuando decidimos convertirnos en una organización que iba a vivir en la clandestinidad, a realizar acciones ilegales. Rompimos con la ley y las manifestaciones en las que participamos empezaron a ser violentas, con destrozos de mobiliario. Pero tenéis que entender que Estados Unidos es uno de los países más violentos que te puedas encontrar. En vuestra sociedad, en Europa, la gente no va armada. En nuestro contexto, estábamos ya rodeados de violencia de modo que hay que valorar en su justa medida que en nuestras manifestaciones hubiera actos vandálicos. En aquellas fechas estaban muriendo seis mil personas a la semana en Vietnam, dime ¿qué ibas a hacer, qué podías hacer para pararlo? Los grupos católicos de izquierda, curas y monjas, iban por ahí quemando cosas con gasolina. Que las autoridades nos consideraran violentos a nosotros era como de broma. Nunca matamos a nadie. Solo hicimos acciones que se pudieran entender como un mensaje.

Bill: Violencia es quedarse en casa viendo la televisión mientras fuera se cometen injusticias. La mayoría de la población americana piensa que si no hacen nada no están siendo violentos. Nosotros apoyamos la acción directa. Es otra cosa. Si le preguntas a Martin Luther King te diría que nuestra acción directa contra el militarismo o el racismo no es violencia.

Bernardine: Cuando salió el documental sobre nosotros se presentó en Sundance. Fuimos invitados al estreno y recuerdo que una periodista del LA Times nos preguntó que cómo podíamos ser violentos si nos gustaban Gandhi y Mandela. Yo le dije: ¿Cómo? ¿Mandela? En Estados Unidos la gente se piensa que fue un gentleman que estuvo en la cárcel y él solito acabó con elapartheid. Pensé: «Anda, vete a casa y lee un poco aunque sea en Google sobre lo que hizo Mandela y luego seguimos esta discusión». En Estados Unidos tenemos una imagen muy distorsionada de lo que es la verdadera violencia.

Bill: Es como cuando el presidente de Estados Unidos dice que King fue un ejemplo a seguir, un hombre recto. Y yo pienso que no, que no actuaba solo. Él era parte del movimiento. King no creó el movimiento, el movimiento creó a King.

Bernardine: Me gustan los movimientos juveniles actuales que se niegan a tener un líder.

Bernardine Dohrn y Bill Ayers para Jot Down 4

Bernardine, el FBI dijo que eras la mujer más peligrosa de América.

Bernardine: Ya me gustaría…

Bill: ¡Esa es mi chica! [risas]

Bernardine: Antes de mí, ¿sabes quién dijeron que era la mujer más peligrosa de América? Jane Addams, una feminista que era socialista y lesbiana. Se había opuesto a la I Guerra Mundial. Edgar Hoover, que estaba empezando, dijo que era la mujer más peligrosa de América y después de unos años la dieron el Premio Nobel de la Paz  [risas].

Bill: A Bernardine la pusieron en una lista de los diez delincuentes más buscados. Las listas de los más buscados habían estado siempre llenas de criminales, mafiosos, de asesinos terribles y, a partir de los setenta, se empezaron a llenar de estudiantes guapos [risas].

Bernardine: Fracasaron. Iban de organización poderosa, pero les pillamos por sorpresa. Durante años mandaron a gente a que preguntara por mí de puerta en puerta. Creían que nuestros padres o nuestros compañeros de la universidad iban a decirles algo, pero nuestra campaña de convencer a la gente de que no colaborase en absolutamente nada funcionó.

Bill: Incluso en la investigación del FBI podías ver reflejada la pirámide social. Cuando fueron a hablar con mi padre, un profesional considerado, le pidieron una cita para verle en su oficina. Cuando fueron a hablar con el de Bernardine, que era un inmigrante, aparecieron en mitad de la noche en su casa diciéndole que tenían un cuerpo en la morgue que querían que identificase a ver si era su hija. Le intentaron aterrorizar, mientras que a mi padre le guardaron una distancia y un respeto.

Bernardine: Como sabéis, una vez conseguimos robar los archivos del FBI. Ahí vimos que había dos estrategias. Para los negros, asesinar a sus líderes; para los blancos, infiltración y destrucción desde dentro.

Bill: Sí, con los movimientos negros hicieron eso, matarlos. Tardó siete años en salir a la luz, en que los abogados lograran demostrarlo, pero al final se vio que eran ciertos algunos asesinatos.

Bernardine: Pero ya os digo, nadie colaboró con ellos para atraparnos a nosotros. Porque, además, no éramos los únicos que estaban en la clandestinidad en aquel entonces. Había mucha gente indocumentada, traficantes de LSD, insumisos que huían de la mili, desertores, no estábamos solos. Estados Unidos estaba lleno de gente furtiva.

¿Cómo era la vida en la clandestinidad?

Bernardine: Trabajábamos. Yo lo hacía de camarera, limpiando casas, recogiendo fruta, vendimiando. Y entretanto, muchas reuniones. Mientras, sabíamos que parte importante de la sociedad nos apoyaba, tenían ese gran romance americano con losoutlaws, como si fuésemos Bonnie & Clyde.

Un antes y un después en vuestra organización fue cuando le explotó la bomba en Nueva York a unos militantes de vuestro grupo, una bomba que iban a colocar en un baile de oficiales para matar al mayor número de ellos posible. Ahí decidís no atentar contra vidas humanas.

Bill: Unos del grupo decidieron hacer ese ataque en una base militar. Prepararon la bomba, les estalló y murieron los tres. Pero ya habíamos pasado a la clandestinidad y esta decisión la tomó un grupo por su cuenta porque funcionábamos de forma descentralizada. De todas formas, lo que pasó en ese edificio donde explotó la bomba no lo sabe nadie. La bomba estaba hecha con metralla para matar personas, no para hundir un edificio. En lo que a nosotros respecta, cuando descubrimos lo que habían planeado, fue un shock. Estábamos muy asustados. Horrorizados. Nos reunimos para decidir si apoyábamos esa clase de violencia y, tras meses de discusiones, optamos por realizar acciones meramente simbólicas, sin víctimas. ´

Bernardine: No queríamos ser una fuerza militar, asesinar a gente, sino una fuerza política. Los que estuvieron de acuerdo se quedaron y los que no, abandonaron la organización. Nos llevó un año definirnos.

¿Qué acciones realizasteis según ese modelo?

Bernardine: Los objetivos de la Weather Underground, donde pusimos bombas, fueron todos militares. El Pentágono, comisarías… La verdad es que no tengo un atentado favorito. [risas] [Lista de todas sus acciones N. del R.]

Aparte de las bombas, organizasteis la fuga de prisión de Timothy Leary.

Bernardine: De eso sí nos arrepentimos, de no haber hecho más acciones donde estaba presente el sentido del humor como en esa, que fue una operación tan divertida. Nadie nos lo ordenó jerárquicamente, simplemente vimos que era una buena oportunidad y lo hicimos. Timothy Leary era un intelectual que experimentaba con LSD y promovía esta droga como forma de romper con las costumbres e iniciar una nueva forma de vida, encontrar una nueva manera de ver el mundo. Él tonto no era, entendía nuestra lucha contra la guerra de Vietnam y el racismo. Era un activista más. Sencillamente, estaba en la cárcel por el asunto de la droga, como tantos otros, y quería escaparse. Su gente se puso en contacto con nosotros, nos pareció bien, nos financiaron y desarrollamos el plan. Fuimos capaces de sacarle de la cárcel y del país.

¿Cómo hacíais las bombas, qué materiales empleabais?

Bernardine: De eso no hablamos.

¿Conocíais a la Baader Meinhof?

Bill: Sí, sabíamos que existía, fue un fenómeno más de los sesenta. Formaciones revolucionarias que intentaban luchar. Entonces tenías ese tipo de resistencia en todas partes, en Inglaterra, en Francia, en Japón, en Alemania, en España…

Bernardine: Pero nosotros tomamos la decisión de nunca abandonar nuestro país. Éramos hijos de América. Veíamos lo que hacía la Baader Meinhof por televisión, pero nuestras estrategias, las decisiones que tomamos, fueron diferentes.

Bernardine Dohrn y Bill Ayers para Jot Down 5

Decís en el documental que en los setenta vuestra vida en la clandestinidad y vuestros atentados empezaron a ser como una rutina. Decidisteis dejarlo.

Bernardine: Teníamos una regla que no era muy habitual en las organizaciones que operaban en la clandestinidad. En Weather Underground los militantes podían irse cuando quisieran. No había consecuencias por abandonar. Durante los setenta unos entraron, pero también muchos se fueron. Cuando acabó la guerra de Vietnam, la cuestión de seguir siendo fugitivos se puso sobre la mesa. Hubo diferentes opiniones, unos querían seguir y otros queríamos volver a disfrutar de una vida privada normal, tener familias e hijos. Muchos lo dejaron pero se unieron al movimiento gay, otros al sindicalismo… Yo odiaba tener que rendirme y entregarme, pero Bill fue adorable y me dejó tomarme mi tiempo. Al final nos entregamos cuando nació nuestro segundo hijo.

Bill: Estábamos también deseando militar en una organización más grande. Fuimos a Chicago, resolvimos nuestros problemas legales y no entendimos que nuestra reinserción fuese en contra de nuestras ideas revolucionarias.

Bernardine: Yo hice mi discurso militante: «Me niego a entregarme, pero aquí estoy» [risas]. No sabíamos qué iba a pasar. Teníamos dos críos. Le dijimos a nuestro hijo mayor lo que pasaba y al menos se quedó con que íbamos a cambiarnos los nombres, nunca habíamos ido por ahí con los verdaderos. La noche siguiente vimos a los padres de Bill por primera vez en once años y luego fuimos a que yo le presentara a los míos.

Bill: Lo que más me gustó es que el primer comentario de mi padre al verme fue que necesitaba un buen corte de pelo. Y lo primero que dijo el padre de Bernardine fue «¿Estás casada?». Seguían siendo unos padres como los de toda la vida.

Bernardine: Ahora bromeamos con eso pero la verdad es que los pobres pasaron por un auténtico infierno. Pero bueno, llegado el momento estaban muy felices de ver a sus nietos.

¿No tuvisteis problemas con la ley?

Bernardine: Yo tenía cargos por las manifestaciones violentas, unos dieciséis o diecisiete. Cargos federales por destrozar propiedades públicas. Pero el FBI había llevado las investigaciones de forma tan claramente ilegal que no pudieron acusarnos de nada. Tampoco tenían muchas pruebas a esas alturas, la verdad. De todas formas, muchos militantes de Weather Underground sí que terminaron en la cárcel, pero por otros cargos al margen de nuestras acciones. Por no querer revelar nada sobre mis compañeros yo ya me había chupado en su momento siete meses de cárcel.

Bill: Las acusaciones fueron muy débiles. Nos acusaban de haber planeado acciones pero no tenían pruebas de que las hiciéramos. Con esas acusaciones ridículas nos habían puesto en la lista de los diez más buscados. Además, el FBI pretendía secuestrar al hijo de la hermana de Bernardine y retenerle hasta que nos entregáramos. No llegaron a hacerlo, pero con esos métodos ningún juez les hubiera podido haber dado la razón.

Bernardine: Los agentes que planearon eso terminaron condenados. Tras el final de la guerra de Vietnam y la guerra sucia del FBI América estaba en shock. Nos colamos por la puerta que abrió el presidente Jimmy Carter, aunque nos entregamos justo cuando Reagan fue elegido presidente [risas].

Hoy en día seguís recibiendo amenazas de muerte.

Bill: Es que uno de mis libros lo publiqué justo el 11 de septiembre de 2001. Esa misma mañana el New York Times llevaba en portada de su sección cultural una foto de nosotros dos con la reseña. El diario salió a las seis de la mañana y los atentados contra los Torres Gemelas fueron a las nueve. A raíz de eso, nos llovieron más amenazas que durante la guerra de Vietnam. En esos días de auténtica paranoia con el terrorismo, nosotros nos convertimos en los terroristas domésticos de Estados Unidos. Recibimos amenazas de muerte prácticamente todos los meses. Si vamos a dar un discurso a algún lado, siempre hay amenazas, pero no las tomamos en serio. Es solo gente muy ruidosa pero nada más. Nos los imaginamos como el típico tío bebiendo demasiado whisky delante del ordenador, quién sabe si viviendo en el sótano de la casa de su madre [risas].

¿Qué habéis hecho contra la guerra de Irak y Afganistán?

Bill: Estuvimos en muchos movimientos. En especial en un movimiento colectivo en Chicago [Movement Building Colective] Pero creemos que no puedes limitarte solo a estar en un movimiento ni quedarte en tu casa sentado. Hay que hacer algo más. Por eso hemos estado profundamente involucrados en proyectos pacifistas que van de la educación a la justicia, aunque la guerra sea la idea central.

Bernardine: Yo también estuve en el movimiento en contra de que la OTAN se reuniera en Chicago hace dos años.

Bill: Esas manifestaciones fueron un gran éxito. Vimos cómo el Gobierno se lo tomaba como un ensayo general para la represión. Nunca habíamos visto la ciudad tan vacía. Los únicos que quedamos fuimos nosotros, los manifestantes, y la policía y los militares. Todo lo demás, drones, helicópteros, quitanieves ¡en mitad del verano! Hacía un calor infernal, pero los trajeron.

Bernardine: Lo más impresionante es que los que más daban la cara en las manifestaciones eran veteranos de la guerra de Irak. Los líderes de estos movimientos habían estado en la guerra. Iban los primeros, encabezaban la protesta y lo más espectacular fue cuando les lanzaron sus medallas a los generales de la OTAN, fue una imagen imborrable.

Bill: Estados Unidos tiene una larga historia de ocupaciones militares y guerras. Invasiones de terceros países que no solo son injustas e ilegales, sino que además acaban con las aspiraciones de paz y justicia de todos los ciudadanos del planeta. Lo más grave de todo, además, es que las guerras por petróleo no responden a una causa política, que implique a mucha gente, sino solo a los intereses de un 1%. En este contexto, nosotros no podemos influir en el Congreso, pero sí en nuestras áreas de influencia más cercanas, como es la educación. Por eso tratamos de organizarnos de abajo a arriba. Promovemos nuestros valores en la comunidad, en las aulas, en la iglesia, en la universidad. No te creas que esto no le preocupa al Gobierno. Si miras la historia de todos los grandes cambios, siempre vienen desde abajo.

Bernardine: De hecho, en política, nunca harás nada bueno sin el poder de abajo.

¿Ha cambiado algo con Obama?

Bill: Obama en 2008 dijo que era pragmático y moderado. Pero la derecha dijo que era un musulmán encubierto, que estaba con los terroristas, que tenía una agenda socialista. Y ya veis, creo que iba en la buena dirección, pero al final no tardó en disgustarnos con todas estas guerras.

¿Os arrepentís de algo?

Bernardine: Ahora, hablando como una mujer de setenta y tres años, creo que no nos equivocamos. No me arrepiento de nada.

Bill: Nunca causamos muertos. Como dice Bernardine, no nos arrepentimos de haber causado destrozos con bombas de una forma simbólica. No nos arrepentimos de haber luchado contra un Gobierno que llevaba a cabo un genocidio en Vietnam y pretendía acabar con la cultura negra por la violencia. Con setenta años, por supuesto que me arrepiento de muchas cosas. Políticamente, el arrepentimiento más profundo que siento es el de haber formado un movimiento tan sectario. Desde ese punto de vista, tan reducido, nunca actúas bien. Ahora hemos aprendido más y crecido como personas.

Bernardine Dohrn y Bill Ayers para Jot Down

Fotografía: Begoña Rivas

 

Enlace original en: http://www.jotdown.es/2014/11/bernardine-dohrn-y-bill-ayers-violencia-es-quedarse-en-casa-viendo-la-television-mientras-fuera-se-cometen-injusticias/

 

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A conversation with Jürgen Habermas

Critique and communication: Philosophy’s missions –A conversation with Jürgen Habermas

Decades after first encountering Anglo-Saxon perspectives on democracy in occupied postwar Germany, Jürgen Habermas still stands by his commitment to a critical social theory that advances the cause of human emancipation. This follows a lifetime of philosophical dialogue.

Michaël Foessel: It has become commonplace to link your work to the enterprise that the Frankfurt School initiated in the 1930s: the elaboration of a critical theory of society capable of breathing new life into the project of emancipation in a world shaped by technocapitalism. When you began your university studies after World War II, a different image of philosophy was prevalent in Germany: the less heroic image of an impotent philosophy compromised by National Socialism. What motivated you to choose this discipline? Did the pessimistic judgement on reason expressed in Horkheimer and Adorno’s Dialectic of Enlightenment play a role in your initial choices in philosophy (the study of Schelling)?

Jürgen Habermas: No, that’s not how it happened. I didn’t go to Frankfurt until 1956, two years after the completion in Bonn of my doctoral thesis on Schelling. In order to explain how I came across critical theory, I’ll have to go into a bit more detail. At German universities between 1949 and 1954 it was in general only possible to study with professors who had either been Nazis themselves or had conformed. From a political and moral standpoint, German universities were corrupted. There was, therefore, an odd divide between my philosophy studies and the left-wing convictions that had developed in discussions night after night about contemporary literature, the important theatrical productions, and film, which was dominated at that time above all by France and Italy. As early as my last years at the gymnasium, however, I’d obtained the works of Marx and Engels and addressed the subject of historical materialism. In view of these interests, the obvious choice of study would have been sociology, but this subject was not yet taught at my universities in Göttingen and Bonn. After my studies, I was granted a scholarship for an examination of the «concept of ideology». During this time, I familiarized myself with the theoretical literature on Marxism from the 1920s and above all with the Hegelian-Marxist tradition – and I was then electrified when Adorno published Prisms in 1955. I already knew the Dialectic of Enlightenment by Horkheimer and Adorno, but the tenor of this thoroughly «dark» theory did not correspond to the attitude towards life of young people, who finally wanted to do everything better.

But Prisms made a completely different impression on me. It was a collection of Adorno’s great essays from the 1940s and early 1950s on Oswald Spengler, Karl Mannheim, Thorston Veblen, etc. Today, it’s no longer possible to imagine the contradiction between these sparkling texts and the mixed-up, clotted climate of the Adenauer era. The start of the Cold War was characterized in Germany by an anti-Communism that fostered the forced suppression of the perceptibly hushed up Nazi era. Into this ambiguous silence burst the sharply articulated words of a brilliant mind, who – undeterred by the anti-Communist zeitgeist – captured the mood of the day in dusted-off Marxist categories. The radical terminology and the complexity of the dark style pierced the fog of the early German Federal Republic. It was also the gesture of «absolute modernity» that hooked me. But in Adorno’s essays I was confronted above all by someone who overturned the historical distance – which up to that point had been taken for granted – between the ongoing Cold War and the Marxist social theory of the 1920s, because he dealt with these categories in a very current, very contemporary way! If you recall: even Jean-Paul Sartre, who dominated the post-war stages with his theatrical plays, was at that time not yet really political as a philosopher. For us students, The Second Sex by Simone de Bouvoir struck a political chord far more than Sartre’s Being and Nothingness.

When Adorno, who had read a few things of mine, then – via a journalist, Musil’s editor Adolf Frisé – invited me to come to the Institute of Social Research, there was no holding me back. My wife still says today that I rushed to Frankfurt «with banners flying». I still regard it as a stroke of luck that I became Adorno’s first assistant in 1956.

MF: You often portray your own intellectual career as a «product of re-education». After the German catastrophe, you were determined from the outset to re-evaluate the (generally negative) philosophical view of democracy. To what extent did this necessity play a role in your assessment of the figure of Heidegger, who – at least in France – has strongly influenced contemporary philosophy, which has borrowed a great deal from him? If we look for a moment beyond the personal involvement of Heidegger: doesn’t the point at issue also touch upon the appeal of philosophy in a world that is threatened by irrationalism?

JH: To this day, Kant and the French Revolution are decisive for my understanding of democracy. In the immediate aftermath of the war, we lived in the British occupation zone and learned more about the Anglo-Saxon democracies. Against this backdrop and in light of the fractured history of German democracy, we attempted at the time to comprehend the incomprehensible regression into the abyss of fascism. This infected my generation with a deep self-distrust. We began to search for those nagging, anti-Enlightenment genes that had to be hiding in our own traditions. Before any preoccupation with philosophy, that was for me the elementary lesson to be learned from the catastrophe: our traditions were under suspicion – they could no longer be passed on without being subjected to criticism, but only acquired reflexively. Everything had to be passed through the filter of rational examination and reasoned approval!

When, in the summer of 1953, that is, still during my university studies in Bonn, I read a recently published lecture by Heidegger from the year 1935, theIntroduction to Metaphysics, the jargon, the choice of terminology and the style told me at once that the spirit of fascism was manifested in these motives, thoughts and phrases. The book really unsettled me because I had regarded myself up till then as a student of Heidegger. The newspaper article, in which I poured out my great political and philosophical disappointment the same weekend, is therefore entitled: «Thinking with Heidegger against Heidegger». At the time it was impossible to know that Heidegger had written anti-Semitic letters to his wife as early as 1916 and that he had become a convinced Nazi long before 1933. The fact that he had remained an unrepentant Nazi, however, could be known by 1953 at the latest.

Since then, the uncritical reception in France, and the USA for that matter, has always struck me as strange. It seems to me completely absurd that today theBlack Notebooks are treated like something new – and that some colleagues even attempt to sublimate Heidegger’s anti-Semitism and the rest of his dull resentments into the history of being! On the other hand, I’m still convinced that the arguments of Being and Time, if read with the eyes of Kant and Kierkegaard, retain an important place in the history of philosophy. In spite of the political ambivalence of the style, I regard this work as a result of the long history of detranscendentalizing the Kantian subject: by appropriating the methods of Husserlian phenomenology in his own way, Being and Time also digests an important legacy of American pragmatism, German historicism and the kind of philosophy of language that originates from Wilhelm von Humboldt. Some critics read the book only from the perspective of a historian of political ideas. But then the reader overlooks the relevance of philosophical arguments and the waywardness of long-term philosophical learning curves. My friend Karl-Otto Apel always insisted that only in 1929 with Kant and the Problem of Metaphysics did Heidegger set the course for his fatal late philosophy – and subsequently assigned to himself a privileged access to the «destiny of truth». From that point on, Heidegger increasingly abandons philosophical argumentation and becomes a private thinker. The transition from the Marburg Lectures, which he gave jointly with the theologian Rudolf Bultmann, to his inaugural address as rector in Freiburg was a shift from the individualistic interpretation of «existence» (Dasein) to the collectivist (or völkisch) reading, to the «existence of the people». This turned Heidegger into a propagandist in 1933 and – after 1945 – into an apologist for the Nazi regime, or even into a spin doctor for Nazi crimes.

MF: Later, in The Philosophical Discourse of Modernity, you apply to contemporary French philosophy your criticism of unilateral incriminations of reason. In this context you make reference, especially with Foucault and Derrida, to the potential alliance between postmodernity and neoconservatism. Could you briefly recall the background to this verdict, as well as the reasons that later moved you to change it (think of the book you wrote with Jacques Derrida or your homage to the Foucault of Enlightenment)?

JH: In my generation there have been many misunderstandings between the philosophers on this side of the Rhine and those on the other side, and few attempts to get on instead of ignoring one another. One of the few exceptions is the admirable Paul Ricoeur. One explanation for this unfortunate situation is surely the Germans’ strong orientation towards Anglo-Saxon philosophy. Added to this are linguistic and accidental misunderstandings. Your question reminds me of the confusion over the terms «young conservative» and «neoconservative». I referred to Foucault and Derrida – admittedly in a polemically exaggerated and thus unfair way – as «young conservatives». I was attempting to make them aware that German authors, whom they invoke above all others, are placed in a politically poisoned context. Heidegger and Carl Schmitt drew on deeply German, namely militantly counter-revolutionary sources, which stand in stark contrast to the intentions of a reflective Enlightenment and, indeed, left-wing traditions in general. In Germany these young conservatives were characterized with the slogan «left-wing people from the right-wing» because they wanted to be «modern». They wanted to force through their elitist ideas of an authoritarian society welded together in uniformity by means of anti-bourgeois gestures. This activist mentality nourished itself on resentments against the Peace of Versailles, which was regarded as a humiliation. Carl Schmitt and Heidegger became intellectual pioneers for the Nazi regime not by chance, but as a result of motives deeply embedded in their theories. I was always aware of the contrast with the intentions of Foucault and Derrida. My affective attitude can perhaps also be explained in that it was precisely distinguished French left-wingers who fixated on such people. Admittedly, I should have done a better job of controlling my emotions.

But you asked me about the reasons for the disagreement regarding the Enlightenment. As far as I understand, this controversy is not about the indisputable ideological role repeatedly played in the history of western modernity by the selective application of our western standards of egalitarian and individualistic universalism. They often served, and still do serve, to cover up the practice of double standards – both in the hypocritical justification of repressive regimes, and in the imperialist destruction and exploitation of foreign cultures. The dispute is rather over the correct philosophical explanation of this fact. We must recognize that any criticism of a hypocritically selective application of universalist standards must appeal to the standards of this very same universalism. To the extent that the discourse on moral universalism is carried out at the conceptual level of Kantian arguments, it has become self-reflective: it self-consciously realizes that it cannot criticize its own flaws but by an appeal to its own standards. It was Kant who overcame the historical kind of so-called «universalism» that is centred upon itself and limited to its own fixed perspective. Carl Schmitt had in mind this political «universalism» which was typical of the ancient empires. For these empires, only barbarians lived beyond the borders. From that rigid perspective one’s own supposedly rational standards were applied to everything foreign without taking into consideration the perspectives of the foreigners themselves. By contrast, only those standards can withstand criticism that can be justified from a shared perspective developed in the course of an inclusive deliberation requiring themutual adoption of the perspective of all those affected. That is the discourse-ethical interpretation of a universalism that has become self-reflective and no longer assimilates the other to oneself. Universalism properly understood proceeds from the premise that everyone is foreign to everyone else – and wants to remain so!

In 1982, Foucault invited me to the Collège de France for six weeks. On the first evening we spoke about German films: Werner Herzog and Hans-Jürgen Syberberg were his favourite directors, whilst I spoke out in favour of Alexander Kluge und Volker Schlöndorff. Later we told each other about the curriculum of our respective years of philosophical study, which took something of a different course. He recalled how Lévi-Strauss and structuralism had helped him to liberate himself from Husserl and «the prison of the transcendental subject». With regard to his discourse theory of power, I asked him at the time about the implicit standards on which his criticism was based. He merely said: «Wait for the third volume of my History of Sexuality«. We had already arranged a date for our next discussion about «Kant and the Enlightenment». I was very shocked when he died in the interim. In the case of Derrida, fortunately I took the initiative just in time to clear up the misunderstandings between us. I subsequently visited him several times in Paris and he visited me in Frankfurt. We also met in New York and remained in telephonic contact – until the very end. I’m grateful for the cordial relationship of those final years. But since Bourdieu also died, it’s become lonely for me in Paris. Whom should I meet for lunch? I was all the more pleased about the interest shown by my young French colleagues when Jean-Francois Kervégan and Isabelle Aubert invited me late last year to an interesting conference in Paris.

MF: Your book The Structural Transformation of the Public Sphere (1962) laid the foundation for your philosophical standing in Germany and abroad. To what extent does this book, which attempts a re-evaluation of the bourgeois ideology of the Enlightenment and the ideal of the «public sphere», express a distancing from orthodox Marxism? Does this distancing require the renunciation of the project of «Realizing Philosophy» in favour of a reflexive method that rejects any «position that towers above» society?

JH: From its inception the Frankfurt Institute was anti-Stalinist – and all the more so after the war. There are also other reasons why I was never tempted by orthodox Marxism. For example, I was never convinced by the centrepiece of political economy, the theory of surplus value, in view of the intervention of the welfare state in the economy. During my youth I was certainly more closely aligned with left-wing activism than I was later. But also the early project of «Realizing Philosophy», to which you’re alluding, was more idealistic and inspired by the young Marx. The Structural Transformation of the Public Sphere, which was my post-doctoral thesis under the supervision of Wolfgang Abendroth, the only Marxist to hold a chair at a German university, at best points in the direction of socialist democracy. If you like, I was always a parliamentary socialist – in this respect I was in my early days influenced by the Austrian Marxists Karl Renner and Otto Bauer. My attitude to Theory and Practice has not significantly changed since I wrote the introduction to the new edition of this book in 1971. Academic studies are always written with the reservation that all research is fallible. This role must be clearly separated from the other two roles of a left-wing intellectual – from his involvement in political discussions in the public sphere and from the organization of joint political action. This separation of roles is necessary even if the intellectual attempts to combine all three roles in one person.

MF: One can say that your philosophical project, as it can be found in its provisional completion in The Theory of Communicative Action, strives to find a way out of the «battle of the gods» and of value relativism, which Max Weber spoke of in characterizing modernity. To what extent is this project linked to a new understanding of the term «reason»? To what extent do you think today’s condemnations of instrumental reason, given that they are once again finding a broad echo, are still inadequate for the purpose of avoiding the impasses of modernity?

JH: Max Weber’s «battle of the gods» cannot be reconciled with arguments, as long as it’s a question of competition between «values» and «identities». One culture brings values, in which it recognizes itself, into a different transitive order than other cultures. The same applies to the identity-building self-conception of people. In both cases existential questions of a good or successful life can only be answered from the perspective of the first person. But the dispute about moral universalism concerns issues of justice; and these issues can in principle be resolved when all parties are prepared to assume the perspective of the respective other in order to resolve the conflict in the equal interests of all sides.

A little different is your question about the criticism of instrumental – I would rather say functional – reason. This question arises today, for example, in view of financial capitalism, which has gone wild and is beyond all political control. To put it in a nutshell: from a long-term historical perspective, with the rise of a capitalist economy a clotted piece of «second nature» has emerged within society, namely an economic system that regulates itself by obeying exclusively the logic of a profit-orientated self-utilization of capital. Marx recognized this result of social evolution as the real engine of societal modernization. As we know, in view of its unleashing of productive forces, he enthusiastically welcomed this fact. But at the same time he examined and denounced the tendencies inherent in capitalism that demolish social cohesion and make a mockery of the self-conception of democratically constituted societies.

During the second half of the twentieth century such tendencies were to some extent tamed by means of the welfare state in the countries belonging to the OECD. By contrast, in our increasingly interdependent but still nationally fragmented world society, global financial capitalism, which has taken on a life of its own, still largely escapes the grip of politics. Behind democratic façades the political elites technocratically implement the imperatives of the markets almost without resistance. Trapped in their national perspectives, they have no other choice. Thus, they prefer to uncouple the political decision-making processes from the political public arenas, which are in any case dried out and whose infrastructure is crumbling. This colonialization of societies, which disintegrate from within and take up right-wing populist positions against each other, will not change as long as no political power can be found with the courage to take up the cause of achieving the political aim of universalizing interests beyond national frontiers, if only within Europe or the eurozone.

Neoliberalism insists on the rationality of leaving market mechanisms to their own devices. Your question now enquires as to how «rationality» or «reason» must be understood if one is not satisfied with the exclusive reference to patterns of rational choice or the functional rationality of self-maintaining systems. Social theory in the classical sense is distinguished from the individual disciplines of the social sciences not only by virtue of its relation to the whole but by virtue of its critical aspirations. With The Theory of Communicative Action, therefore, I’m attempting to explain the base for critical standards that are often hidden in pseudo-normative assumptions. My proposal is to seek out the traces of a communicative reason rooted in processes of communication in social practices themselves.

In the routines of their everyday actions, the acting parties mutually presuppose that they are acting responsibly and speaking about the same objects. They conventionally and tacitly presuppose that they mean what they say, that they will keep the promises they make, that the claims they make are true, that the norms they tacitly assume to be valid are indeed justified, etc., etc. These naive everyday communicative actions operate in a space of reasons which remain latent in the background as long as the reciprocal claims to validity are accepted as credible. But criticizable claims to validity can be negated at any time. And every «no» interrupts the routines; every contradiction mobilizes latent reasons. I term as «communicative reason» the capacity of social actors to operate in this space of reasons with a critical probe instead of fumbling blind. This ability manifests itself in saying «no», in loudly protesting or in quietly annulling an assumed consensus. Furthermore, in the refusal to follow conventions for the sake of convention, in the revolt against intolerable conditions or in the tacit withdrawal – whether out of cynicism or apathy – on the part of the marginalized and the excluded. All social orders and institutions are established on the basis of reasons. We would not even bother to go to court in intractable conflicts if we did not expect a more or less fair trial. We would not take part in democratic elections if we did not assume that every vote «counts». These are admittedly idealistic and often counterfactual assumptions but – from the perspective of the participants – necessary ones. Today we see what happens when these assumptions are obviously refuted by post-democratic conditions – increasing rates of election abstention. If the social scientist reconstructs such necessary assumptions from the participants’ perspective, he can base his criticism, for example of post-democratic conditions, on a form of reason that emerges in social practices themselves.

MF: All your work is characterized by the attempt to detranscendentalize philosophy, i.e. to renounce the paradigm of the subjective awareness of the certainty of oneself and one’s faculties. The surrender of the transcendental point of view reveals in particular themes such as discourse, intersubjectivity and the necessity to combine philosophy with the social sciences. Does this mean for you that the concept of «subjectivity» has lost any normative validity?

JH: With the paradigm shift from the philosophy of the subject to the philosophy of language you touch upon an important issue. Hegel was already aware of the symbolic and historical embodiment of reason in the forms of the «objective mind», for example in law, state and society. But Hegel then sublates this objective mind after all in the dematerialized thoughts of the absolute mind. By contrast, J.G. Hamann and Wilhelm von Humboldt or the young Hegelians, i.e. Feuerbach, Marx and Kierkegaard, regard the transcendental achievements as being realized only in the performative acts of subjects capable of speech and action and in the social and cultural structures of their lifeworlds. For them, apart from the subjective mind there is only the objective mind left, which materializes itself in communication, work and interaction, in appliances and artefacts, in the living out of individual life stories and in the network of socio-cultural forms of life. But in the process, reason does not lose the transcendental power of spontaneously projecting world-disclosing horizons. This «creative» power of imagination expresses itself in every hypothesis, in every interpretation, in every story with which we affirm our identity. In every action there is also an element of creation.

Photo: Európa Pont. Source: Flickr

Pragmatism and historicism were involved in the development of this detranscendentalized concept of reason just as much as phenomenology, philosophical anthropology and existential philosophy. I myself would grant a certain precedence to language, communicative action and the horizon of the lifeworld (as the background context of all processes of communication). The media in which reason is embodied, i.e. history, culture and society, are symbolically structured. The meaning of symbols, however, must be shared intersubjectively. There is no private language and no private meaning that can be understood only by a single person. This precedence of intersubjectivity does not mean, however, that – to return to your question – to some extent subjectivity would be absorbed by society. The subjective mind opens a space to which everyone has privileged access from the perspective of the first person. This exclusive access to the evidence of one’s own experiences may not, however, belie the structural correlation between subjectivity and intersubjectivity. Every additional step in the process of the socialization of a person, as they grow up, is simultaneously a step towards individuation and becoming oneself. Only by externalization, by entering into social relationships can we develop the interiority of our own person. Only by marching in step with the communicative entanglement in social networks does the subjectivity of the «self», i.e. of a subject that assumes relationships to itself, deepen.

MF: During the course of the 1980s you began a long-term debate with Anglo-Saxon philosophy, both on the front of political philosophy (Rawls, Dworkin) and on the front of the philosophy of language (Searle, Putnam, Rorty, Brandom, etc.). How would you characterize the contribution of the diverse Anglo-Saxon schools of thought to the awareness that philosophy has of itself and of its own limits?

JH: In political theory, for which you mention the names of John Rawls and Ronald Dworkin, the gap between continental philosophy, dominant in France and Germany, and Anglo-Saxon philosophy was never as pronounced as it was in the philosophy of language or in the philosophy of science, the two core areas of analytical philosophy. In all these fields I learned a lot from my collaboration and friendship with American colleagues, who belonged to the pragmatic school of thought in the widest sense – above all the connection of a fallibilist mentality with a non-defeatist concept of discursive reason. It certainly helped to be able to refer to a common background. Via the Emersonian Transcendentalism of the early nineteenth century, American pragmatism is namely also rooted in German traditions – in Schiller, in German idealism, in Goethe’s view of nature, etc. If you’re asking in general about the contribution of the Anglo-Saxons to the self-understanding of philosophy and the necessary limits of post-metaphysical thinking, however, then it’s necessary to differentiate more. Today, a deep split runs through analytical philosophy itself.

The hard, scientistic core of the analytical philosophy was always alien to me. Today, it comprises colleagues who take up the reductionist Programme of the Unified Sciences from the first half of the twentieth century under somewhat different assumptions and more or less regard philosophy as a supplier for the cognitive sciences. The advocates of what we might call «scientism» ultimately view only statements of physics as capable of being either true or false and insist on the paradoxical demand of perceiving ourselves exclusively in descriptions of the natural sciences. But describing and recognizing oneself are not the same thing: decentring an illusionary self-understanding requires recognition on the basis of a different, improved description. Scientism renounces the self-reference required to be present in every case of re-cognition. At the same time, scientism itself utilizes this self-reference performatively – I mean the reference to us as socialized subjects capable of speech and action, and who always find themselves in the context of their lifeworlds. Scientism buys the supposed scientification of philosophy by renouncing the task of self-understanding, which philosophy has inherited from the great world religions, though with the intention of the enlightenment. By contrast, the intention of understanding ourselves exclusively from what we have learnt about the objective world leads to a reifying description of something in the world that denies the self-referential application for the purpose of improving our «self»-understanding.

MF: In view of an increasing distrust of the promises of democracy, and confronted with what you call the «colonization of the lifeworld» by the logic of the market, what is philosophy still capable of in this respect? To what extent is philosophy quite rightly still part of the emancipation project of the Enlightenment?

JH: As I said, philosophy, which, by the way, in its platonic origins constituted something of a religious world view, similar to Confucianism, inherited the important, even vital task of self-understanding, albeit with the intention to enlighten the self-understanding of man in a rational way, i.e. on the basis of improved knowledge about the world, including us as something in this world. I would like to expand on this sentence in two respects.

Under premises of post-metaphysical thinking, philosophy today, unlike myths and religions, no longer has the power to create a world view of its own – in the sense of an image of the world as a whole. It navigates between religion and the natural sciences, social sciences and humanities, culture and art, in order to learn and to dissolve illusions. No more, but also no less than this. Today, philosophy is a parasitic enterprise feeding on foreign learning processes. But it is precisely in this secondary role of a reflexive connection to other, already extant forms of the objective mind that philosophy can critically take into account everything we know or think we know. «Critical» means «with the intention to enlighten». This curious ability to lead to a decentred view of the world and of ourselves, by the way, was acquired by medieval Christian philosophy during the course of long-lasting discussions about «faith and knowledge». Philosophy can enlighten us regarding an illusionary self-conception by making us aware of the meaning that an increase in knowledge about the world has for us. In this way, post-metaphysical thinking is dependent on scientific progress and new, culturally available perspectives on the world, without itself becoming another scientific discipline, though it remains an academic activity pursued in the scientific spirit. Within universities philosophy has established itself as a subject, but it belongs to the scientific expert culture without assuming the exclusively objectifying perspective of a discipline that is defined by the focus on a methodically limited subject area. On the other hand philosophy, unlike religion, which is rooted in the cult of religious communities, must fulfil the task of rationally improving the self-understanding of mankind through arguments alone that, according to their form, are permitted to lay fallible claim to universal acceptance.

I furthermore regard the function of self-understanding as vital, for this was always coupled with a socially integrative function. This was the case as long as religious world views and metaphysical doctrines stabilized the collective identities of religious communities. But even after the end of the «Age of World-Views», the pluralized and individualized self-understanding of citizens retains an integrative element in modern societies. Since the secularization of state authority, religion can no longer meet the requirement of legitimizing political rule. As a result, the burden of integrating citizens shifts from the level of social to the level of political integration, and this means: from religion to the fundamental norms of the constitutional state, which are rooted in a sharedpolitical culture. These constitutional norms, which secure the remainder of collective background consent, draw their persuasive power from the repeatedly renewed philosophical argumentation of the rational law tradition and political theory.

Today, however, the increasingly high-pitched appeal by politicians to «our values» sounds ever emptier – alone the confusion of «principles», which require some kind of justification, with «values», which are more or less attractive, irritates me beyond all measure. We can see our political institutions being robbed more and more of their democratic substance during the course of the technocratic adjustment to global market imperatives. Our capitalist democracies are about to shrink to mere façade democracies. These developments call for a scientifically informed enlightenment. But none of the pertinent scientific disciplines – neither economics nor political science or sociology – can, in and of themselves, provide this enlightenment. The diverse contributions of these disciplines have to be processed in the light of a critical self-understanding. Since Hegel and Marx it is precisely this that is the task of critical social theory, which I continue to regard as the core of the philosophical discourse of modernity.

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