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México: Concluye ciclo escolar 2020 con el programa Aprende en Casa

América del Norte/México/07-06-2020/Autor(a) y Fuente: www.jornada.com.mx

El proceso de aprendizaje no se ha detenido en el país, ya que a través del programa Aprende en Casa se atendió a 9 de cada 10 niñas y niños, y 8 de cada 10 maestras y maestros mantuvieron comunicación constante, para continuar con los aprendizajes y cumplir con planes y programas correspondientes al ciclo escolar 2019-2020.

El Secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma Barragán, aseguró que el éxito del programa Aprende en Casa es producto de la unión de todo el sector educativo, de instituciones públicas y privadas, además de la vocación de maestras y maestros, y el compromiso de madres y padres de familia, para poner al centro de todas las acciones a las niñas, niños, adolescentes y jóvenes.

Los contenidos educativos en las 32 entidades federativas a través de 40 canales de televisión abierta como Televisión Educativa, Canal Once Niñas y Niños, TV UNAM, Justicia TV y de empresas como Televisa.

Las clases se transmitieron también en 36 canales del Sistema Estatal de Red de Radiodifusoras y Televisoras Culturales y Educativas de México.

El apoyo y colaboración de la televisión de paga permitió que los programas se transmitan por 48 canales de los sistemas Megacable, TotalPlay, Dish, Axtel, Sky, Izzi y Claro Video.

Para llegar a las comunidades más aisladas del país, y como parte del programa Aprende en Casa, el Consejo Nacional de Fomento Educativo (CONAFE) entregó 300 mil paquetes escolares a sus alumnos.

Se suma también la difusión de más de 300 programas educativos hasta el momento, en 15 lenguas indígenas, a través de 18 radiodifusoras en 15 estados de la república.

En internet, se logró la participación de más de 937 mil docentes, directores y supervisores en la plataforma de Google Classroom.

El éxito del programa Aprende en Casa no sólo es cuantitativo, sino cualitativo. En una encuesta practicada a 19 mil 528 supervisores, el 58 por ciento lo calificaron como bueno y muy bueno.

En una encuesta realizada por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), en donde participaron 55 secciones sindicales de las 32 entidades federativas, es decir, 302 mil 270 docentes, de los cuales el 82 por ciento aseguró que interactúa semanalmente con 9 de cada 10 de sus alumnos, y el 61 por ciento consideró como buenos, muy buenos o excelentes los medios utilizados para el desarrollo de este programa educativo.

En otra encuesta participaron mil 813 niñas, niños, adolescentes y jóvenes de todo el país, de los cuales 82 por ciento, considera que hacer actividades escolares en casa genera una sensación de bienestar.

Fuente e Imagen: https://www.jornada.com.mx/ultimas/sociedad/2020/06/05/concluye-ciclo-escolar-2020-con-el-programa-aprende-en-casa-4246.html

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OVE entrevista a José Carlos García Ramírez: “La criticidad es la sustancia de la praxis transformadora”

Entrevista realizada por Luis Miguel Alvarado Dorry en exclusiva para Otras Voces en Educación.

Conocimos a José Carlos García Ramírez en una clase virtual llamada “Proyectos de educación para la paz, la ciudadanía y los derechos humanos”, en la cual, su compromiso y aseveración es que, los valores, no se reduzcan a una simple transmisión  de conceptos, sino que estos, son necesario y fundamentales vivenciarlos para construir ciudadanías y sociedades noviolentas.

Tiene estudios de Posdoctorado en “Política Pública” por la Universidad de Washington, Estados Unidos. Es doctor en Humanidades por la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa. Es Maestro y Licenciado en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México.

Trabajó en la Casa del Jubilado Democrático en la Ciudad de México y en campañas de alfabetización para adultos mayores durante 15 años. Ha sido profesor invitado por las Universidades de Estambul, Seattle, Buenos Aires, Cartagena. Recientemente fue invitado por la Philosophische Fakultät und Abteilung Politische Wissenschaft, de la Universidad de Heidelberg, Alemania a impartir el curso titulado Nord-Süd-Dialog: Reflexionen über Karl Marx/Lateinamerika, Philosophie und Menschenrechte “.

Es coordinador del libro “¿Hacia dónde va la educación tecnológica en México?”, próximamente a publicarse. Hoy en día trabaja en cuestiones sobre “Descolonización Epistemológica en las tecnologías y teoría crítica”. Actualmente es investigador del Tecnológico de Estudios Superiores de Chimalhuacán en el área de Posgrado y del Instituto McLaren de Pedagogía Crítica.

Lo que caracteriza a José Carlos es la permanente investigación de la historia para nuestra desconstrucción-reconstrucción, es decir, su cosmovisión, en palabras de él es que “para entender lo que somos hoy en materia educativa, tenemos que comprender lo que fuimos: historias coloniales, pero también de resistencias”. Asimismo, su incesante e incansable trabajo y compromiso con les adultes mayores para su reivindicación en la sociedad, no como personas inútiles o no productivas, sino como seres humanos con vasta experiencia vivencial con los mismos derechos fundamentales que tiene cualquier otra persona joven o adulta.

 

José Carlos, cuéntenos un poco su historia de vida, ¿cómo llegó a la educación crítica y contestataria y, a la lucha gremial y social?

Agradezco al portal “Otras Voces en Educación”, la generosa y paciente entrevista.

Nací en “México-Tenochtitlán”, hoy en día Ciudad de México (CDMX). Mis padres son José García Uribe (finado) y Manuela Ramírez Sánchez (actualmente tiene 95 años de edad). Cursé licenciatura y maestría en Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). El doctorado en Humanidades en la Universidad Autónoma Metropolitana y realicé estudios de Política Pública en la Universidad de Washington. Mi vida de preparatoriano y universitario fue significativa pues a esa edad me ganaba el pan como corrector de estilo en oficinas de los Trabajadores Jubilados del Seguro Social. Desde esa época me vinculé a las luchas democráticas de los grupos de jubilados. Luego, comencé a trabajar como alfabetizador de adultos durante 15 años. Eran los tiempos de la efervescencia de las luchas de liberación nacional en El Salvador y Nicaragua.

Entre 1978-1988, la Ciudad de México era una especie de epicentro político donde convergían las diversas manifestaciones democratizadoras y empoderamientos de luchas populares. Durante mis estudios de Licenciatura comenzaba a entender la importancia de la teoría y la práctica. Fue una década muy fecunda pues podía observar cómo el trabajo teórico de los líderes de los movimientos sociales contestatarios (los jubilados, por ejemplo) marcaba una profunda huella en el trabajo organizativo y práctica social.

Lamentablemente, esa perspectiva integral entre teoría y praxis hoy en día se ha ido desvaneciendo. Me vinculé por algunos años con las Comunidades Eclesiales de Base en el sur de la CDMX. Era la época donde teólogos de la liberación marcaban una nueva ruta creativa de lucha popular. Conocí a don Sergio Méndez Arceo, Samuel Ruiz, Gustavo Gutiérrez, Oscar Arnulfo Romero, Pedro Casaldáliga, Leonardo Boff e Ignacio Ellacuría. Con ellos y desde mi experiencia social, fue construyéndose mi conciencia crítica, en términos sociales y educativos: siempre siguiendo el método de educación popular denominado “tripié” (ver, juzgar y actuar).

Comprendí que la revolución estructural era la radicalidad última a seguir. Pensaba que la razón (filosóficamente hablando) podría ir muy bien de la mano con la vida espiritual. No dudaba en llamarle a ese ejercicio de convergencia “espiritualidad revolucionaria”. Por eso uno de mis textos preferidos de aquellas épocas era “Marx y la biblia”, escrito por quien luego fue mi maestro en el doctorado, Porfirio Miranda de la Parra, gran jesuita y artífice de la teología de la liberación mexicana.

Al terminar mi Licenciatura realicé una estancia en Alemania. Allí perfeccioné mi idioma alemán trabajando un proyecto en la Universidad de Heidelberg sobre las obras de Karl Marx.

Durante un año me dediqué alfabetizar mujeres presas latinas en las cárceles de los Estados Unidos (Seattle), durante mis estudios en la Universidad de Washington. Coordiné grupos de mujeres presas para realizar trabajo comunitario en áreas restringidas y autorizadas por el departamento de policía de aquella localidad.

Antes de mi estancia en Estados Unidos instrumenté, entre algunos grupos de adultos mayores, proyectos productivos comunitarios en Xochimilco, lugar tradicional ubicado en el sur de la CDMX. Después logré establecer una red ciudadana con trabajadores agrícolas en Ensenada, Baja California para emprender proyectos colectivos en las zonas marginales de la llamada “Ruta del Vino” a finales del 2005.

Todas esas experiencias fueron gracias a mis cuatro libros de cabecera: “Pedagogía del oprimido” de Paulo Freire; “El vuelo del Quetzal” de Pedro Casaldáliga; “Canto cósmico” escrito por Ernesto Cardenal; “El campesinado: clase y conciencia de clase”, texto elaborado por uno de los principales epistemólogos críticos latinoamericanos, Hugo Zemelman. Poco a poco, me fui dedicando a los temas de envejecimiento poblacional, salud pública, movimientos sociales y educación para adultos desde las perspectivas de la Teoría Crítica (Escuela de Frankfurt) y la Filosofía de la Liberación latinoamericana (Leopoldo Zea, Augusto Salazar Bondi, Arturo Andrés Roig, Aníbal Quijano, Horacio Cerutti, Enrique Dussel, Juan Carlos Scannone, entre otros).

Finalmente, arribé a buen puerto: conocí a don Sergio Quiroz (+), gracias a la Red Ciudadana Ensenadense, en una ocasión que presenté uno de mis libros titulado “Derechos humanos y participación ciudadana en Karl Marx” (hoy, edición agotada). Desde un inicio me impactó el doctor Quiroz por su generosidad y por su espíritu crítico, combativo y de alto nivel teórico. Eso me agradó de su persona, además de su sencillez solidaria. Me invitó a dar el curso “Educación para la paz”. Además de ese curso impartido, recientemente impartí el de “Teoría crítica y sociología educativa” que, por razones de la contingencia del Covid-19, fue de manera virtual.

 

¿Cuáles considera que son los elementos más significativos de la crisis educativa en la CDMX, en México y en toda América Latina?

Me gustaría responder su amable pregunta realizando un breve recorrido histórico sobre los diferentes procesos contradictorios los cuales han definido las distintas facetas que han caracterizado las crisis del sistema educativo mexicano, principalmente. Si no tiene inconveniente, me gustaría ir estructurando mi respuesta anteponiendo algunos subtemas que puedan ayudar a una mejor lectura.

Atando cabos: el discernimiento

De entrada pienso que no es posible hablar de la educación de manera homogénea, sino de procesos educativos heterogéneos: niveles diferentes en el ciclo formativo de los sujetos (prescolar, primaria, secundaria, media superior, tecnicatura, profesional), instituciones escolares que responden a contextos distintos como son escuelas normales, rurales, multigrado, a distancia, telesecundaria, educación privada, educación pública, escuela para adultos, mujeres o personas con capacidades diferentes. Existe una diversidad en la taxonomía de los procesos educativos. Eso hace que la pregunta que usted amablemente me formula, debería estar encuadrada en la especificidad del contexto desde donde se pretenda reflexionar.

Ahora bien, cada entorno educacional, aunque mantenga peculiaridades diferenciadas, constituyen un todo organizado jurídicamente a través de la Constitución Política. El sistema educativo tradicionalmente es definido como una estructura de enseñanza integrada por un conjunto de instituciones y organismos que regulan, financian y prestan servicios para el ejercicio de la educación según políticas, relaciones, estructuras y medidas dictadas por el Estado de un país.

Justamente esa definición encierra la problemática sustantiva del fenómeno educativo a nivel nacional y regional. Pongamos por caso la Constitución Política de la Ciudad de México que entró en vigor en el 2017. Es un documento de 212 cuartillas. El “Artículo 8” se denomina “Ciudad educadora y del conocimiento”. Son tan sólo 5 cuartillas de las cuales 2 se refieren al ámbito educacional en sus tres niveles de impartición. No hay gran cosa en ellas. Quizás lo relevante es que habla de un sistema incluyente en el ámbito multicultural, por un lado, y, por el otro, señala que la educación pública, en el nivel medio superior y superior, deberán estar enfocados a dar respuestas a las necesidades sociales, locales (CDMX) y nacionales. Eso último es un cambio de paradigma sustantivo que aún no se comprende sus alances ni tampoco se promueve sus bondades sociales.

Un poco de historia sobre el sistema educativo

Hablar de la crisis del sistema educativo mexicano, implica recurrir, grosso modo, a la historia desde donde emerge el primer modelo institucional de la educación. Llamaría a ese primer paradigma posrevolucionario “modelo educativo nacionalista”. Se cristalizó con la conocida propuesta de José Vasconcelos (fundador de la Secretaría de Educación Pública –SEP– en octubre de 1921). La visión de Vasconcelos era idealista cargada fuertemente de valores identitarios, científicos y humanistas. La frase célebre de “Por mi raza hablará el espíritu” (lema actual de la UNAM), resumía el poder de la historia de México a la cual la denominó “raza cósmica”.

Jaime Torres Bodet (coetáneo de Vasconcelos), secretario por dos periodos en la SEP y quien terminó suicidándose, entendió muy bien el proyecto educativo nacional emergente, al cual lo llamó “sistema educativo libertario, democrático y científico al servicio de la Nación”, señalaba que la educación pública tendría que ser por antonomasia un proyecto de Estado. Es decir, la educación pública tendría que ser administrada y direccionada por la política nacionalista de aquel entonces.

Quizás fueron 40 años del sistema educativo nacionalista confeccionado por las élites intelectuales siempre relacionadas con el poder político y económico. La educación, a menos en el nivel básico, fue catalogada como una responsabilidad jurídico-moral del Estado nacional. Por eso los servicios educativos tendrían que ser de excelencia: profesorado con alto sentido cívico, creación de escuelas a lo largo y ancho del país, desayunos gratuitos para los alumnos, cooperativas escolares.

Como usted bien sabe, fue la época del llamado “Estado Benefactor” replicado en varios países de América Latina, como en Argentina, México, Brasil, principalmente. El Estado Benefactor no era más que la concepción del Estado social en donde el desarrollo nacional iba de la mano de los deberes constitucionales. La educación era uno de los derechos sociales que el Estado tenía el imperativo categórico de salvaguardar.

Inicio de la crisis: monopolio de la educación versus movimiento magisterial contestatario

El punto de quiebre de ese proceso benefactor fue a principios de la década de los años 60s del siglo pasado. Los movimientos sociales campesinos comenzaron a ser detonantes en la crítica al monopolio de la educación ejercida por el Estado. Las desigualdades sociales y la confiscación de las libertades en las escuelas rurales, marcaron el inicio de la organización del magisterio en las áreas marginales y agrarias. Basta con recordar los aportes de Arturo Gámiz García (gran maestro rural) y su hermano, Jacobo quienes al lado de Lucio Cabañas, Prisciliano Padilla, Amadeo Vidales, entre otros, orquestaron el Asalto al Cuartel de Madera, primera acción insurreccional de envergadura de la guerrilla contemporánea en México. Dicha acción fue la más importante de la organización insurgente Grupo Popular Guerrillero, la cual fue llevada a cabo en la madrugada del 23 de septiembre de 1965.

Desde mi punto de vista, pienso que el modelo centralista de la educación pública tuvo su primera crisis cuando fue precisamente interpelado por los movimientos magisteriales rurales organizados a través de guerrillas y que luego pasaron a ser grupos de protesta social en las urbes (en universidades como la UNAM y la Universidad Autónoma de Guadalajara). La consigna era ¿qué tipo de educación pública en todos los niveles formativos se requería?

Las respuestas eran múltiples. Pues eran los años donde los partidos de extracción socialista, intelectuales orgánicos –a la manera de Antonio Gramsci– o críticos del sistema político mexicano incrustados en universidades públicas, se identificaban con idearios revolucionarios de corte leninista, trotskista y maoísta.

Desarrollo de la crisis educativa: 1968

Eran los inicios de la década de 1960 donde el mundo anunciaba cambios a lo largo y ancho del globo terráqueo: la música The Beatles conquistaba los oídos de la gente blanca anglo-americana con melodías como “Love Me Do”, “She Loves You” y “I Want to Hold Your Hand”; figuras como Ernesto “Che” Guevara y Camilo Cien Fuegos, marcaban la iconografía de la dignidad revolucionaria. En esa época, surgen movimientos independentistas como el de Argelia, Gabón y Costa de Marfil, entre otros países africanos; las dictaduras en Argentina (Francisco Del Ángel Rojas) y Paraguay (Alfredo Stroessner) estaban en todo su apogeo criminal; y en agosto de 1963, Martin Luther King Jr., en la Manifestación por los Derechos Civiles en Washington, pronunciaba su célebre discurso “I have a dream”.

Quizás todo se inició con el Free Speech Movement, en la Universidad de Berkeley, California, a principios de los años 60s del siglo pasado. Era la época contra el racismo, contra los programas académicos que se oponían a la libertad de cátedra y contra las estrategias del gobierno que prohibía a los estudiantes organizarse y hacer comentarios de problemas políticos del país. La violencia contra los estudiantes opositores a un sistema basado en el consumismo, la producción de armas, hot dogs y de valores religiosos supremacistas, se desató con ahínco en 1967 y 1968. Esos acontecimientos también se repitieron en Francia con la masacre de estudiantes defensores de la libertad y de la autonomía de los pueblos, en aquel episodio conocido como “Mayo Parisino”. México, no fue la excepción. Ni tampoco Argentina pasó desapercibida en aquel “Cordobazo” donde obreros y estudiantes fueron masacrados y otros más desaparecidos por la rabiosa dictadura de Juan Carlos Onganía.

En la mañana del 2 de octubre de 1968, los perros aullaban sin cesar, olores nauseabundos brotaban de las alcantarillas de los edificios de gobierno, vientos fríos levantaban remolinos de basura y las calles desérticas anunciaban la crónica de un fratricidio. La contrapuesta a esa tarde brumosa eran los cantos de alegría y los abrazos fraternales que miles de estudiantes ofrecían en el recinto de Tlatelolco, Ciudad de México. Jóvenes entonaban el himno a la alegría y llamaban a los estudiantes, a las amas de casa, a los campesinos, obreros, intelectuales, desempleados, para que juntos empezaran a construir un nuevo sueño, una nueva patria, un gobierno honrado.

Lo que había iniciado públicamente el 4 de agosto de ese año, el 2 de octubre concluyó en un anochecer donde las bayonetas perforaron estómagos, cercenaron manos y rompían los anhelos de una comunidad estudiantil (de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Instituto Politécnico Nacional) opositora al presidente Gustavo Díaz Ordaz y a sus ministros con caras de momia. Era la crítica a un gobierno espurio entrenado para desollar los cuerpos de estudiantes disidentes que, con razones, cuestionaban el autoritarismo, la tiranía y la corrupción del sistema político mexicano.

Vendrá la década de 1970 y el Estado benefactor mexicano de mediados del siglo XX, ya para finales de 1960 y el resto de los años a seguir, se convirtió en una especie de Estado policiaco y represor. Los años de 1970, fueron testigos de actos iracundos y violentos contra líderes magisteriales, sindicales y sociales. Gracias a la tecnología de Teléfonos de México (empresa paraestatal en aquel entonces), los agentes de la Dirección Federal de Seguridad podían escuchar las conversaciones telefónicas de hasta 117 personas al mismo tiempo. Los más vigilados eran el sindicalista socialista Vicente Lombardo Toledano, el periodista Julio Scherer y el líder opositor Heberto Castillo.

¿Hecatombe o transformación del sistema educativo?

La estrategia contra los movimientos obreros y magisteriales empleado por los sexenios de Díaz Ordaz, Luis Echeverría y José López Portillo, se basó en el espionaje, la detención arbitraria de los hoy llamados “presos políticos”, la tortura y el exterminio. Las contradicciones sociopolíticas, impactó severamente el sistema educativo nacional.

Fue (y sigue siendo) la época en la que la tecnocracia internacional y las oligarquías nacionales se acoplaban para resignificar la educación hacia las necesidades de las empresas. La educación ya no es para adquirir conocimientos, fortalecer la vida cívica y el desarrollo nacional, ni mucho menos para mejorar la vida de los pobres y excluidos. Por el contrario, educar es proporcionar habilidades para el trabajo principalmente técnico-operativo (además sin derechos laborales).

La escuela neoliberal y la crisis de lo cotidiano

Desde el régimen salinista hasta el gobierno pasado peñista, la tecnocracia ramplona encargada de diseñar la nueva ingeniería educativa, consideraba a la educación como una mercancía o un valor de cambio y no como un derecho social. En dicho diseño se dejaba claro que serían los organismos financieros y empresariales trasnacionales (la economía de mercado o capitalismo) los interlocutores válidos para imponer las rutas de la educación que los Estados nacionales deberían de reproducir. Es así como nace la “escuela neoliberal”.

Para eso se requerían gobiernos u oligarquías que fueran instrumentando lo siguiente:

  • Desmantelar la educación pública.
  • Erradicar las organizaciones de trabajadores democráticos.
  • Intimidar y golpear con políticas financieras arbitrarias los salarios de los trabajadores.
  • Sembrar el miedo bajo la amenaza del despido.
  • Imponer cargas laborales burocráticas con horarios extenuantes.
  • Fomentar capacitaciones de bajo impacto formativo y de alto impacto burocrático.
  • Aplicar criterios tecnócratas encargados de medir (cuantificar), evaluar y generar resultados con base al cumplimiento de procedimientos administrativos.

Además, el argumento político de la tecnocracia apoderada de la toma de decisiones en materia educativa, era combatir al Estado benefactor o social, desmantelar el Artículo 3ero Constitucional, acabar con el centralismo y diversificar las oportunidades para que el sector privado pudiese tener incidencia en la planificación de la educación pública. La idea era que los pobres, el populacho, según el ideario conservador empresarial capitalista, no requieran educación, no necesiten forjarse un camino profesional o universitario. Por tal motivo, la educación será para quien pueda pagarla. Porque de la muchedumbre, como diría Eduardo Galeano, la televisión se encargará.

Una de las secuelas de esos episodios dantescos, es que además de trastocar los contenidos de las currículas escolares (primaria, secundaria y bachillerato), eliminado temáticas sustantivas como la educación cívica, humanística y el pensamiento crítico, se pretendió domesticar a los profesores y profesoras a partir de posturas pedagógicas puestas al servicio de las exigencias de la tecnocracia. Las escuelas dejaron de ser para el pueblo para dar luego paso abierto a la escuela neoliberal.

Otra consecuencia de la imposición del paradigma neoliberal educativo fue echar andar el “proceso de desescolarización”, el cual tomó como bandera de lucha atacar el modelo educativo tradicional (eufemismo utilizado para combatir el modelo educativo benefactor de mediados del siglo pasado).  Las elites empresariales trasnacionales tuvieron que construir sus propias epistemologías dominantes, alienantes.

Tuvieron que diseñar y subsumir baja la lógica imperial del capitalismo, organismos internacionales que justificaran, ideológicamente, la decadencia de la educación pública (la OCDE, por ejemplo). Así como también el Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional, estructuras financieras las cuales sirvieron para endeudar a los países de América Latina con préstamos que generaron deudas impagables. Esos organismos se encargarían de fondear medios de comunicación de masas para desprestigiar la educación popular y limitar presupuestos destinados a los servicios públicos, la educación entre ellos, de los países endeudados y así desmantelar todo servicio educativo público.

Desescolarizar es sinónimo de individualizar. Es también otro nombre de automatizar o enajenar a los sujetos. Desescolarizar es poner conocimientos y aprendizajes al servicio de las relaciones comerciales. Estas críticas las encontramos en Iván Ilich, Basaglia, Freire, Zemelman, quienes con gran atino desmontaron la episteme dominante tecnocrática y sus categorías corrosivas como son: “capital humano”, “escuela bancaria”, “productividad pedagógica”, “destrezas y competitividad”, “pedagogía funcional”, “rentabilidad”, “cliente y proveedor”, “valores y fe en el mercado”, “toyotización”, entre otras.

Pero resulta que el otro problema de la crisis educativa en México, es ya no sólo las estructuras sistémicas del poder y la defensa del individualismo inmoral o falto de principios éticos, sino también la descomposición de las estructuras de la vida cotidiana. La instrumentalidad enajenante de la vida social está imponiendo los códigos salvajes de “sálvense quien pueda”, “la escuela es para tontos”, “la calle lo es todo”, “los narcocorridos son la neta del planeta”: el dinero, las mujeres, autos, armas y drogas son la clave del nuevo hombre exitoso. Aquí la pregunta fuerte sería ¿cómo hacer pedagogía crítica y educación popular en perímetros escolares donde quienes mandan son los sicarios, la “maña”?, ¿cómo sensibilizar y trasformar las subjetividades de los alumnos donde sus familiares pertenecen de una manera o de otra a grupos delictivos? El docente está situado en campo minado: al frente la ofensiva de gobiernos represores de las libertades, atrás, familias o vecinos cooptados por las mafias del barrio, a la derecha las exigencias administrativas de la escuela, a la izquierda, las promesas y traiciones de los colegas o sindicato. Entonces, ¿para dónde moverse?

José Carlos ¿La relación entre los gobiernos y los gremios en la CDMX y en el país es fluida? ¿Por qué?

Si por gremio entendemos las asociaciones de grupos que comparten una profesión, por ejemplo, asociaciones de exalumnos, profesores, profesores jubilados, entre otros, entonces la relación de éstos con el actual gobierno de la Ciudad de México, la veo intrascendente. Sólo se hacen visibles los maestros cuando sitian la ciudad. De allí en fuera, no hay propuestas ni debates públicos organizados.

Esperemos que, en los años restantes del gobierno actual de la 4T (Cuarta Transformación), la fluidez se pueda dar en términos de participación solidaria del magisterio citadino con el resto de los grupos democráticos de otras partes del país. Por ejemplo, hasta ahora no se ha visto en la CDMX un pronunciamiento formal en contra de lo sucedió en días pasados en la Escuela Normal de Tiripetío, Michoacán.

Me parece que los gremios actuales se han convertido en agencias gestoras de demandas particulares y no de peticiones público-relevantes de los agremiados insertadas en un proyecto congruente de transformación educativa. Además, lamentablemente, los movimientos sociales, pueden gozar de legitimidad, pero tristemente, muchos de ellos son incapaces de articularse con otros movimientos o actores sociales, solidarizarse en las demandas de manera transversal y conformar un “bloque histórico”, como diría Antonio Gramsci.

 Otro problema es que la dinámica y la experiencia social nos enseñan que todo gremio es fácilmente sujeto de cooptación. Es decir, con facilidad puede institucionalizarse. La actual Constitución Política de la CDMX, es un documento que no estimula la participación ciudadana y gremial para atender asuntos de las agendas pública y política.

En ese sentido, los procesos de comunicación institucional entre gremio y gobierno fluyen hasta donde el aparato burocrático lo permita. La protesta social, por ejemplo, ha perdido ruta crítica y programática ideológica. Ahora se actúa por mimetismo digital: un hecho aislado, una palabra y luego socializarla en las redes, hacen que la gente se congregue en el espacio público y emprendan acciones idénticas, repitan las mismas palabras, se vistan igual. La protesta social de los gremios corre el riesgo de convertirse en un carnaval del homo insipiens, como diría Sartori.

 

¿Considera que la formación inicial y continua de los docentes corresponde a las necesidades del país y los desafíos pedagógicos del siglo XXI? ¿Por qué? ¿Cuáles serían sus propuestas?

Si bien es cierto que existen sectores del magisterio críticos con una alta autoridad moral para intervenir con propuestas creativas, sin embargo, aún percibo, cierta despolitización en las bases magisteriales, cierto pragmatismo irreflexivo que impiden la toma de conciencia crítica.

La formación es un proceso necesario a través del cual los sujetos requieren para comprender la realidad, tomar conciencia y transformar aquellas condiciones mínimas que perturban procesos educativos emancipatorios. La criticidad es el elemento sustantivo de toda praxis pedagógica novedosa, innovadora y transformadora. La crítica reflexiva representa una oportunidad para la toma de decisiones y logro de objetivos direccionados para la mejora de los entornos educativos. Esa praxis es y será siempre de tipo social, política, ecológica y ética.

Existen varias propuestas en torno al sentido y la responsabilidad de la educación. En lo personal recomendaría releer el gran debate histórico entre Antonio Caso y Lombardo Toledano, allá por 1933. Por primera vez se planteó, en un sentido radical, la cuestión del sistema educativo que habría que construirse: desde la primaria hasta la universidad. En el debate se encuentra la discusión entre idealismo y materialismo histórico, la ruta que deberían seguir los aprendizajes, la estructura de las escuelas, pero sobretodo se planteó cuáles serían los contenidos fundamentales de todo proyecto de educación transformadora. Valdría la pena releer ese documento con ojos puestos en el siglo XXI.

 

José Carlos, ¿qué ha significado el confinamiento por el Coronavirus COVID-19 en lo educativo? ¿Considera que las medidas educativas tomadas en el contexto de la pandemia afectan al derecho a la educación? ¿Por qué?

Recientemente, Boaventura de Sousa, publicó su libro titulado “La cruel pedagogía del virus”. Grosso modo dice que con esta pandemia la idea conservadora de que no hay alternativa a la forma de vida impuesta por el hipercapitalismo en el que vivimos se desmorona. Para el autor, salvar nuestro planeta se requiere ir más allá del marco de la modernidad eurocéntrica y de los sistemas coloniales y de dominación. Boaventura incita a la búsqueda de la pluralidad de modos de adquisición de conocimientos alternos: principalmente de las experiencias civilizatorias de los países del Sur o quizás de los grandes relatos o cosmovisiones de los pueblos originarios.

Recientemente he publicado algunos artículos periodísticos (El Vigía) sobre el tema que nos aqueja mundialmente (Covid-19). Se viene diciendo que el confinamiento provocado por el Coronavirus ha reforzado la idea tecnoburocrática de que la mejor alternativa educativa es reducir los aprendizajes escolares a la experiencia digital, virtual. Los procesos reflexivos poco importan. Lo central es la habilidad para mantener interacción en la red, navegar por el ciberespacio y subjetivizar (introyectar) “sensaciones” virtuales, sin necesidad de recurrir a la realidad y al encuentro intersubjetivo (cara-a-cara).

El Coronavirus también nos quiere enseñar, a través del cautiverio, si vale la pena volver a la “nueva normalidad” donde la rutina, el individualismo, la mezquindad y la competencia corrosiva seguirán siendo los estilos de vida impuestos por la modernidad capitalista. O bien, si el género humano asume su responsabilidad por salvarse como especie y relacionarse de otra manera con la Tierra. El Coronavirus nos puede motivar a crear otra forma de construir pedagogías alternas, liberadoras. El planeta Tierra está en peligro, pero también el ser humano puede desaparecer o autodestruirse en un santiamén.

Desde la Educación para la paz y la noviolencia, ¿cuál es la radiografía de las sociedades en el confinamiento obligatorio y la ponderación de las virtualidades en la vida cotidiana?

Los sociólogos franceses, Bourdieu y Passeron, propusieron hace un par de años el término de “violencia simbólica”. Y como bien dice Boaventura de Sousa, la forma en que se construyó inicialmente la narrativa sobre la pandemia en los medios de comunicación occidentales evidenció el afán de demonizar a China. Las malas condiciones higiénicas en los mercados chinos y los extraños hábitos alimentarios de los chinos (primitivismo insinuado) eran el origen del mal.

La violencia simbólica está constituida de representaciones basadas en imágenes, lenguajes, códigos (que recorren los imaginarios sociales hasta llegar a los dispositivos digitales como el por ejemplo el “trollear”) agresivos y estigmatizadores hacia una persona, un colectivo o un país por su condición de raza, género, clase social, usos y costumbres, entre otras. La violencia simbólica es un producto social generado por contradicciones histórico concretas reales.

En cuanto a lo que usted me pregunta sobre los temas de educación para la paz y la noviolencia, éstas encierran un poder revolucionario poco entendido. Para el pensamiento crítico, la pedagogía para la paz significa la construcción de procesos de enseñanza donde la noviolencia no solamente sea un conjunto de valores a transmitir, sino que esos valores pasen a la esfera de las vivencias. Los valores que refuerzan el significado de la paz y la noviolencia deben ser modos de vida concretos.

La pedagogía para la paz requiere de didácticas y estrategias donde docentes, alumnos, directivos y padres de familia estén articulados y comprometidos para emprender metodologías que refuercen las enseñanzas a favor de las conductas positivas y de colaboración para erradicar el odio, las agresiones y las prácticas simbólicas y reales de la violencia.

La cultura para la paz en un centro escolar o universidad no debe ser un código de buenas intenciones aplicado de manera temporal, sino más bien es un planeamiento fuertemente estructurado. Para la viabilidad de una pedagogía o cultura para la paz, ésta debe estar sostenida por principios ético-normativos rigurosamente definidos y aplicados.

Todo proyecto de educación para la paz y la noviolencia es una alternativa sustentable básica a implementarse en las mallas curriculares de educación básica, media y superior. Educación para la paz es uno de los horizontes poco explotados en las escuelas. No se ha percibido la riqueza transformadora que puede derivarse de ella.

Educación para la paz y la noviolencia forma conciencias críticas y sobretodo posibilita el tránsito de la conciencia escolar o universitaria a la conciencia ciudadana, responsable de su tiempo, de su comunidad, de su Patria.

 

Amigo José Carlos, por último, desde las pedagogías críticas y, a partir de sus experiencias docentes y sociales ¿cuáles serían algunas de las propuestas que considere importantes para iniciar un proceso de transformación radical del sistema educativo?

  • Emprender procesos de sensibilización para la toma de conciencia.
  • Tomar con responsabilidad el proceso formativo del pedagogo crítico, asumiendo con amor y con disciplina el aprendizaje-enseñanza.
  • Tener presente que los aspectos teórico- reflexivos son de vital importancia para comprender la realidad, explicarla y mejorarla a través de propuestas específicas según las experiencias de las escuelas y de los profesores.
  • Comprender que las pedagogías críticas son horizontes interpretativos de la complejidad (educativa) de lo real que exige reconstruir epistemologías, metodologías y estrategias que sirvan para la transformación de aquellos entornos aviesos para luego estructurar futuros emancipatorios, humanos, solidarios.
  • Atreverse a investigar para actuar, como diría Freire.
  • Recurrir a los teóricos que plantean la pedagogía de la liberación latinoamericana para saber entender contextos locales y mejorarlos. Así como elaborar herramientas metodológicas que enseñen a seguir objetivos y lograr procesos transformativos de micro-espacios donde se generan emociones, cogniciones, acciones y valores enfocados hacia el desarrollo comunitario.
  • Valorar los saberes populares como experiencias comunitarias e históricas que nos ayuden, finalmente al buen vivir en comunidad.

Muchas gracias.

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¿Por qué tanta tarea? La enseñanza centrada en las asignaturas y los contenidos.

La pandemia provocada por el coronavirus sacó a relucir problemas de diversos sectores de la vida pública. En educación, la calidad de los edificios escolares ha quedado exhibida, pero también muchos de las prácticas que tienen lugar en ellos. Han causado polémica, por ejemplo, las tareas escolares domiciliarias, centrándose la discusión sobre todo en su cantidad y pertinencia. Se ha dicho que en algunos casos la tarea ha sido excesiva, al grado de provocar estrés en los alumnos o hacerla incompatible con otras actividades en el hogar. ¿A qué se debe esta situación, que si bien no se puede generalizar en todos los ambientes escolares, sí se puede asumir como muy frecuente? ¿Se motiva por la simple voluntad de los maestros o hay algo más, de fondo, que propicia que esta práctica haya sido considerada, en algunos casos, como asfixiante?

Sin lugar a dudas una de las razones tiene que ver con las expectativas que se marcaron sobre el periodo de trabajo a distancia: continuar con la actividad escolar desde casa tratando de cumplir los mismos aprendizajes que se desarrollan en las aulas. Sin embargo, otro motivo puede encontrarse más allá de la mera voluntad de los maestros o el planteamiento de este periodo de trabajo. El asunto quizá sea más de fondo: la configuración de los programas de estudio que privilegian asignaturas y contenidos con delimitaciones muy marcadas.  Se puede hablar pues de un currículum fragmentado que desdeña los grandes temas, la interdisciplinariedad y las actividades de aprendizaje a profundidad y, en cambio, se centra en los contenidos escolares como un fin en sí mismos y, por tanto, llega a ellos mediante actividades abundantes y muchas veces superficiales e inconexas entre sí. El problema entonces no es exclusivo de la educación a distancia, pero ésta ha hecho más visibles sus efectos.

Basta observar los tableros de la programación televisiva “Aprende en casa” para ver reflejada la fragmentación del conocimiento escolar: cápsulas de 20 a 40 minutos, una tras otra, con contenidos que resultan difíciles de relacionar. Por ejemplo, la programación del 27 de abril para alumnos de quinto y sexto de primaria aborda, en dos horas, cuatro asignaturas con igual cantidad de temas diferentes: la comida, la colaboración, los cuerpos geométricos y las formas de vida en otros continentes. Para cada tema hay preguntas y actividades propias. La dinámica escolar cotidiana, no sólo en la educación a distancia, es más o menos similar. ¿Puede ser esto uno de múltiples factores que motivan la existencia de tareas de aprendizaje abundantes y distantes entre sí?

La situación anterior corresponde a lo que Jurjo Torres (2006) ha llamado modelo lineal disciplinar, la forma más común de organización del contenido, mediante la yuxtaposición arbitraria de asignaturas (p. 104). Aludiendo al pensamiento pedagógico freiriano y la concepción bancaria del aprendizaje, en este modelo se asumen “los contenidos escolares como un elemento más a consumir” (Torres, 2006, p.106), por lo que su acumulación y posterior agotamiento se convierte en una meta importante para maestros y alumnos.  La existencia de asignaturas rígidas impide el planteamiento del conocimiento desde una visión holística, además de dificultar la optimización del trabajo escolar bajo esquemas de interrelación entre áreas de conocimiento más generales y amigables entre sí. Sobre este modelo curricular, Torres asevera que “es la primera barrera que el propio sistema establece, para propiciar el aprendizaje profundo” (2006, p. 46). Desafortunadamente, esta situación escapa de las manos de los docentes, quienes “no disponen de un margen de opciones posibles entre las que decidir qué contenidos seleccionar para impartir, ni su forma de organización” (Torres, 2006, p. 105).

La SEP (2017), al menos en sus documentos oficiales, tiene claro que “un programa de estudio debe considerar el número de temas que se pueden abarcar correctamente, sin prisa y dedicando el tiempo necesario a su comprensión” (p. 107). Si bien en el título del plan de estudios más reciente de educación básica aparece el término “aprendizajes clave”, lo cierto es que, a comparación de ediciones anteriores, sigue estando estructurado en asignaturas más o menos rígidas y la cantidad de contenidos no disminuyó considerablemente con respecto a planes anteriores. Basta echar un vistazo al artículo 30 de la nueva Ley General de Educación, para comprobar el amplio listado de contenidos generales que recaen sobre la escuela mexicana. No es casualidad que Manuel Gil Antón (2019) hable de una “escuela exhausta”.  Así pues, uno de los orígenes de la saturación de tareas puede ser la configuración de los programas de estudio: su predilección por las asignaturas y el exceso de contenidos.

Sobre la educación a distancia, la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (MEJOREDU), además de aconsejar que “se debe evitar la tentación de reproducir los tiempos y las cargas de trabajo escolares en el hogar” (2020, p. 6), reconoce la importancia de una selección pertinente de contenidos escolares, recomendando “un esfuerzo de focalización para privilegiar los contenidos curriculares centrales: aquellos que son relevantes para enfrentar la emergencia actual y los aprendizajes más importantes de cada grado, etapa o nivel educativo” (2020, P. 7). La postura es clara: el hogar no es un espacio escolar y, por tanto, no es pertinente intentar transferirle la dinámica del aula pues se puede interferir en otro tipo de actividades igualmente importantes como las recreativas, lúdicas o familiares.

La polémica en torno a las tareas escolares no es exclusiva de nuestro país ni de esta época de contingencia sanitaria, pero el trabajo escolar remoto ha hecho más evidentes sus posibles errores y efectos. Sin dejar de considerar posibles necesidades en cuanto a la metodología de los docentes, no se pretende asumir que la fragmentación del currículum sea el único elemento que influye en la abundancia de tareas escolares, pero parece que su impacto es considerable. Hacer programas de estudio más sencillos, eliminando información innecesaria para los estudiantes, podría hacer viable, en aras de profundizar en los aprendizajes, aminorar la cantidad de actividades escolares. No es propósito de este escrito discutir la conservación o la extinción de esta práctica, pero está claro que “la nueva normalidad” educativa –haciendo uso de la jerga de nuestras autoridades– debe implicar un debate sobre los propósitos y características de esta actividad y de muchas otras facetas de la cultura escolar.

REFERENCIAS

GIL ANTÓN, MANUEL (2019). La escuela exhausta. Disponible en: http://www.educacionfutura.org/la-escuela-exhausta/ (Consultado el 01 de junio de 2020).

MEJOREDU (2020). 10 sugerencias para la educación durante la emergencia por COVID-19. México: autor.

SEP (2017). Aprendizajes clave para la educación integral. Plan y programas de estudio para la educación básica. México: autor.

TORRES, JURJO (2006). Globalización e interdisciplinariedad: el currículum integrado. Madrid: Morata.

Fuente: https://profelandia.com/por-que-tanta-tarea-la-ensenanza-centrada-en-las-asignaturas-y-los-contenidos/

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Muerte de George Floyd | «La idea de que América Latina es menos racista que EE.UU. es falsa»: Alejandro de la Fuente, experto en racismo de Harvard

Redacción: BBC Mundo

La muerte de George Floyd mientras se encontraba bajo custodia policial en Estados Unidos ha generado protestas contra la violencia racial en todo el mundo, incluyendo varios países de América Latina.

Pero, ¿es mejor la situación de lo afrodescendientes en la región que en EE.UU.?

Se lo preguntamos al experto en racismo en América Latina Alejandro de la Fuente, director del Instituto de Investigaciones Afrolatinoamericanas de la Universidad de Harvard.

Y de paso aprovechamos para conversar sobre temas como la arraigada convicción latinoamericana de que en la región no hay racismo, solo clasismo, y sobre la diferencia entre el racismo contra afrodescendientes e indígenas del sur del continente.

Activistas indígenas y afrodescendientes protestan contra el racismo en Brasil.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEl racismo en América Latina afecta a indígenas y afrodescendientes.
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¿Es comparable el racismo en contra de los afrodescendientes en Estados Unidos con el de América Latina? ¿En qué se parecen y en qué se diferencian?

Hay que empezar desdichadamente por las similitudes. Y hay que empezar por las similitudes porque la discriminación racial, el racismo sistémico y la exclusión de las personas afordescendientes de los proyectos nacionales, de los proyectos de ciudadanía, son realidades comunes a todas las Américas. Son realidades que tienen una historia compartida, una historia común, y que se expresan de maneras diferentes en distintos lugares, pero que se expresan en muchos lugares en las Américas.

Y las formas más extremas y recientes de esa historia -la brutalidad policial, la criminalización de las personas afrodescendientes, la asociaciones entre ciertos rasgos fenotípicos y la criminalidad- eso no es algo que atañe solo a EE.UU., aunque adquiera una visibilidad singular cuando pasa en los EEUU. Pero si uno sigue más o menos de cerca las noticias de Brasil encontraría noticias muy similares y probablemente mucho peores que las que estamos leyendo sobre EE.UU. en términos de violencia racializada y en términos de criminalización de la población afrodescendiente.

Protesta contra la brutalidad policial en BrasilDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEn Brasil la policía mata a mas afrodescendientes que en EE.UU.

La otra similitud fundamental y muy contemporánea es que en la situación de la crisis de salud pública que estamos viviendo, los efectos diferenciales de la pandemia de covid-19 según grupos racializados son otra realidad que parece ser común a las Américas. En eso tenemos mucha mejor información para EE.UU., tenemos alguna información para Brasil y tenemos casi ninguna información para los otros países de América Latina; sabemos muy poco sobre el impacto de la covid-19 sobre los distintos grupos poblacionales, pero hay muchas denuncias desde el terreno y suficiente información para intuir que la pandemia está teniendo efectos raciales diferenciados.

El racismo y la discriminación adoptan formas diferentes, maneras diferentes en los distintos países. El racismo puede expresarse de formas distintas. Pero a estas aturas hay que decir que el viejo sueño de que América Latina es menos racista que EE.UU., o que el racismo estadounidense es peor que el de América Latina, es simplemente falso

¿Y las diferencias? La primera que me viene a la mente es la mayor representación política y capacidad organizativa de la comunidad afroestadounidense, ¿o me equivoco?

No, no se equivoca. Creo que en EE.UU., después de las luchas por los derechos civiles (que se dieron desde mediados de la década de 1950 a fines de la de 1960), la representación política, la visibilidad política del tema, la capacidad de un sector de la población afroamericana de ejercer presión sobre el gobierno federal y los gobiernos estatales es superior a la de las poblaciones afrodescendientes en América Latina.

Niña con letrero con las imágenes de Martin Luther King y Barack ObamaDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionLa lucha por los derechos civiles de Martin Luther King Jr. permitió la llegada a la presidencia de Barack Obama.

Pero hay otra diferencia que creo es fundamental y es una diferencia que conecta con las maneras en cómo pensamos y cómo sentimos el racismo y la discriminación en los distintos países. Y es el hecho que, dentro de la Américas, la experiencia de la segregación racial formal, legalmente entronizada, es una experiencia muy peculiar de los EE.UU.

En EE.UU., a veces se habla del «excepcionalismo latinoamericano» y yo siempre digo que la excepción, si acaso, son ellos, aunque no me gusta mucho hablar en esos términos, porque creo que no es muy productivo. Pero en los países latinoamericanos, en muchos países de América Latina -en nuestra América, como hubiera dicho Martí- existieron y existen imaginarios nacionales que, al menos de forma retórica, incluían a la población afrodescendiente. Y esos idearios pueden funcionar de muchas maneras: pueden ayudar a silenciar las realidades, el racismo sistémico y la discriminación; pueden ayudar a invisibilizar a esas poblaciones; pero también pueden ayudar para hacer políticamente más difícil cualquier política abiertamente racista, incluyendo estas formas extremas de brutalidad policial.

Es decir, en América Latina existe una especie de consenso nacional de que el racismo es una cosa inaceptable y una cosa vergonzosa. En EE.UU. existen en estos momentos, incluso a nivel gubernamental, una coyuntura muy diferente. Porque hay un gobierno federal, hay una administración, que ha mandado muchas señales de que probablemente está bien ser racista y a veces de manera muy explícita ha utilizado un lenguaje que es abiertamente racista, abiertamente xenófobo, abiertamente sexista. Y todo esto crea un ambiente, digamos, favorable, para que ese policía que vimos en el caso de señor George Floyd se sienta empoderado para hacer algo así.

Miembro del KKKDerechos de autor de la imagenAFP
Image captionEl discurso supremacista blanco está mucho más naturalizado en EE.UU. que en América Latina.

¿Esa concepción más integradora de nuestro ideario colectivo es la que por ejemplo explica que muchos latinoamericanos insistan que en sus países lo que hay es clasismo, no racismo, sin darse cuenta de lo interrelacionados que están?

Sí, ese es uno de los anclajes culturales e ideológicos de esa visión, que no es por supuesto una visión completamente equivocada. El clasismo es una forma fundamental de estructuración de nuestras sociedades al sur del Río Grande. Lo que pasa es que como tú decías, el clasismo en América Latina tiene color. El clasismo de América Latina no es incoloro, no es neutral desde el punto de vista del color. Existe una asociación potentísima entre pigmentación y ubicación de clase y posibilidades socioeconómicas. Y hay muchos estudios -muchos muy serios, sobre todo desde Brasil, pero no solo desde Brasil- que demuestran que incluso cuando uno mide toda una serie de variables sociodemográficas -educación, estructura familiar, lugar de residencia…- hay todavía unas diferencias entre las personas afrodescendientes y las personas no afrodescendientes que no logramos explicar por esas variables. Y es ahí donde el racismo y a discriminación están jugando un papel fundamental, y eso es algo devastador que tiene un efecto acumulativo a lo largo de generaciones, y es así como se reproducen esas estructuras socio-clasistas racializadas.

Vendedor ambulanteDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEn América Latina hay una estrecha relación entre raza y clase.

¿Y hay diferencias entre el racismo que sufren los afrodescendientes y el que afecta a los pueblos indígenas u originarios?

Es interesante destacar que, en casi todos los países de la región, los indígenas tienen indicadores de bienestar inferiores a los de las personas afrodescendientes. Esto se debe en parte a que la categoría misma de indígena está asociada a las comunidades rurales, que suelen ser más pobres, mientras que las personas afrodescendientes participan más de las economías urbanas, aunque frecuentemente lo hagan desde la informalidad. Tanto «indio» como «negro» son categorías de manufactura colonial que produjeron grupos racializados, subordinados e inferiores. Pero la inferioridad indígena es frecuentemente explicada a través de insuficiencias culturales, mientras que la de los afrodescendientes hace énfasis en la supuesta inferioridad biológica, racial.

En la práctica, sin embargo, muchas personas de ambos grupos enfrentan la discriminación racial de forma similar, especialmente cuando intentan ascender socialmente y acceder a espacios tradicionalmente «blancos».

Indígenas guatemaltecasDerechos de autor de la imagenAFP
Image captionLos indígenas tienden a vivir en mayores condiciones de pobreza que los afrodescendientes.

Y en ese contexto, y haciendo referencia al eslogan de las prestas en EE.UU., ¿importa más la vida de los negros en América Latina o no hay mayor diferencia?

La verdad -y me duele y me apena decir esto- es que no hay una gran diferencia. Hoy en día tenemos mucha más información estadística sobre las diferencias raciales en América Latina, en los últimos diez años se han producido muchos datos que permiten demostrar perfectamente, y más allá de cualquier debate, que en América Latina tener la piel oscura implica mayor subordinación social.

Esto es verdad en toda la región, incluso en la Cuba socialista que supuestamente en algún momento resolvió este problema, sin resolverlo nunca.

Protesta contra el racismo en ColombiaDerechos de autor de la imagenAFP
Image captionEn muchos indicadores los afrodescendientes están peor en América Latina que en EE.UU.

Existen hoy en día datos estadísticos que permiten de hecho una comparación más o menos sistemática entre muchos países de la región y EE.UU. Y, en esa comparación, EE.UU. no siempre luce peor. Porque desde los derechos civiles se produjo en EE.UU. todo un diseño de políticas públicas para lidiar con los legados de la segregación racial, y antes de eso la esclavización de las personas africanas y afrodescendientes. Y en América Latina esas políticas solo han empezado a desarrollarse a partir esencialmente de finales de los años 80 y los años 90.

De hecho, si hubiéramos tenido esta conversación hace diez años, habríamos dicho que Brasil estaba a la cabeza en todo el hemisferio en términos de política pública con respecto a los afrodescendientes, especialmente porque Brasil estableció una serie de políticas de acción afirmativa en acceso a la universidad que transformó -y esto se puede demostrar- el escenario de la educación superior brasileña. Esos programas, como te imaginaras, han sido reducidos y han estado bajo ataque en los últimos años, pero produjeron resultados absolutamente dramáticos.

Es decir, que aunque a América Latina le tomó mucho más tiempo aceptar la noción de que era necesario desarrollar políticas públicas específicamente diseñadas para la población afrodescendiente, esas políticas públicas han ganado terreno. De manera insegura, de manera parcial, pero han ganado terreno. Y han ganado terreno en multitud de países, con Brasil a la cabeza. Pero Colombia también ha estado haciendo bastante.

Partdio Colombia vs. BrasilDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionBrasil y Colombia están entre los países de la región con mayor población afrodescendiente.

¿Le sorprende entonces que con esos avances en políticas en Brasil mueran mucho más afrodescendientes a manos de la policía que en EE.UU.? ¿Cómo se explica?

Mira, ahí pones el dedo sobre la esencia del racismo. El racismo no es solo una cuestión de una distribución desigual de recursos. El racismo está anclado en una distribución desigual de recursos, pero el racismo es mucho más que eso. Es todo un complejo cultural que de alguna manera «explica» o «naturaliza» -en los dos caso así, entre comillas- la subordinación de esas personas, de los que tienen menor acceso.

Por eso uno puede tener un ejemplo como el caso cubano, como el caso de la Cuba posrevolucionaria, donde a pesar de existir altísimos niveles de igualdad el racismo continúa, el racismo no desaparece.

Protesta contra la letalidad policial en BrasilDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionLa idea de que los afrodescendientes son más propensos al crimen y la violencia es una construcción racista fuertemente arraigada.

Lo que eso sugiere es que acabar con el racismo requiere no solo de políticas de acción afirmativa en Brasil, Colombia, Uruguay y otros países, sino además de una campaña sistemática para transformar cómo las personas se piensan a sí mismas y piensan a los demás. Porque cuando un policía interactúa con un afrodescendiente, lo que ve es un criminal. Ahora, uno puede preguntarse ¿por qué? ¿Por qué ve a un criminal? Pues porque existe todo un cuerpo de saber producido desde fines del siglo XIX que supuestamente demuestra, supuestamente científicamente, que las personas afrodescendientes -los mal llamados negros- tienen una mayor propensión a la criminalidad. Entonces ese policía ha incorporado eso en su manera de ser y de pensar. Y para que ese policía piense de manera diferente tenemos que reprogramarlo, tenemos que ayudarlo a desaprender eso.

¿Además de Brasil, hay otro país en la región brutalidad policial contra afrodescendientes sea un problema mayor?

Otro país donde la violencia racializada y la violencia racista es bastante generalizada es Colombia. Creo que es un fenómeno diferente al de Brasil, pero es un país del que tenemos información sistemática, absolutamente devastadora, de que la violencia de distintas fuerzas de seguridad recae con frecuencia sobre activistas afrodescedientes pacíficos que luchan por los derechos de las comunidades, los derechos medioambientales, la protección de territorios.

Esas son formas de violencia racializada que quizás leemos diferente a cuando tenemos a un policía uniformado, pero son forma de violencia racializada que también están siendo instrumentadas desde grupos de poder y cuerpos de seguridad más o menos formales. De manera que si uno quisiera ver un caso adicional al de Brasil probablemente el de Colombia sería el caso a mirar.

Militares en Buenaventura, ColombiaDerechos de autor de la imagenAFP
Image captionEn Colombia los territorios con mayor presencia afro a menudo son los que más sufren la violencia.
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Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-52922526

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ESTADOS UNIDOS El mito de la meritocracia en el sistema universitario de los Estados Unidos.

América del Norte/EEUU/Universityworldnewa

El nuevo libro, The Merit Myth: cómo nuestras universidades favorecen a los ricos y dividen a América * tiene muchas fortalezas y una debilidad importante.  Entre sus puntos fuertes están:

• La deconstrucción de la historia oficial ‘meritocrática’ de su sistema educativo que a los estadounidenses les gusta contarse;

• Su explicación sucinta de cómo el racismo debilita y continúa obstaculizando a los estudiantes negros y latinos, incluso de llegar a la educación universitaria;

• La explicación de cómo los ricos compran el camino de sus hijos a escuelas de élite como Harvard;

• Mostrar cómo, en nombre del «mérito», los gobiernos estatales financian generosamente universidades emblemáticas como la Universidad de California en Berkeley en lugar de las universidades estatales de acceso abierto y los colegios comunitarios que educan a la gran mayoría de los estadounidenses que van a la educación superior. ; y

• Cómo las pruebas de admisión supuestamente objetivas, como la Prueba de Aptitud Académica (SAT), no pueden predecir el éxito incluso cuando limitan el acceso a universidades de nivel superior como Columbia o Princeton, que requieren puntajes altos de SAT.

A pesar de que Thomas Jefferson no tenía la intención de ‘hombres’ en la apertura de la Declaración de Independencia («Todos los hombres son creados iguales»), la historia estándar de la historia estadounidense lo describe como un pequeño «d» demócrata.

Los coautores del libro Anthony P Carnevale, Peter Schmidt y Jeff Strohl muestran, sin embargo, que John Adams, el líder revolucionario y el segundo presidente de Estados Unidos, a quien ahora llamaríamos un pequeño conservador ‘c’, temía la noción de educación del Sabio de Monticello. siendo «una máquina de clasificación» que produciría una «aristocracia natural», una élite que debería y gobernaría.

En cambio, Adams, un abogado sombrío educado en Harvard, vio en la panacea de Jefferson las semillas de algo más que la producción de expertos: la creación de una clase que usaría el acceso a la educación como un medio para perpetuar su propio poder, como lo demuestra el libro pasó.

El requisito de que los protestantes tuvieran que leer la Biblia es por qué, durante los siglos XVIII y XIX, los Estados Unidos lideraron el mundo en la creación de escuelas comunes que también educaban a las niñas; A mediados del siglo XIX, reformadores como Horace Mann trabajaron para mejorar la educación de los inmigrantes pobres de la nación. Sin embargo, los sistemas educativos estadounidenses siempre se han estratificado: tenga en cuenta el plural.

A diferencia de la Francia moderna, por ejemplo, donde hay un sistema educativo, en Estados Unidos la educación primaria y secundaria siempre ha sido un asunto local. Esto significaba que se financiaba localmente, históricamente a partir de los impuestos a la propiedad, con el resultado predecible de que los distritos más ricos tenían mejores escuelas y que los estudiantes en estas escuelas tenían una mejor oportunidad de acceder a la educación superior.

Antes de su emancipación en 1865, los esclavos negros arriesgaban sus vidas para aprender a leer. Las leyes de Jim Crow, muchas de las cuales estuvieron vigentes hasta la década de 1960, aseguraron que los niños negros asistieran a escuelas públicas separadas y completamente desiguales. Hoy, el albatros de la financiación local perpetúa la discrepancia entre negros, latinos y blancos de las zonas pobres.

Aunque el sueño americano, celebrado por autores como Horatio Alger, atribuye el éxito a una amalgama de virtud y «desplume», el acceso a la educación postsecundaria fue y es desigual. Los bares contra las mujeres que asistían a Harvard, Yale y otras universidades condujeron, a mediados del siglo XIX, al establecimiento de colegios para mujeres como Vassar y Mount Holyoke.

Si no fuera por universidades como la Universidad de Howard en Washington, que fue fundada en 1867 para educar a los libertos, o Oberlin en Ohio, a los negros se les prohibió la educación universitaria hasta la década de 1960. La cuota que limitaba la matrícula judía en Princeton estuvo vigente hasta que tuve seis años.

Aunque las universidades de ‘concesión de tierras’ establecidas bajo Abraham Lincoln en los estados del medio oeste y oeste extendieron la educación postsecundaria a millones (los mayores saltos provenientes del GI Bill después de la Segunda Guerra Mundial y luego el baby boom), en los últimos décadas, los gobiernos estatales han dejado de lado estas instituciones de fondos.

Las universidades estatales, por ejemplo, educan al 55% de los estudiantes, pero reciben solo el 21% de las subvenciones de educación superior de varios estados. La perversidad de esto se ve en esta estadística: en las escuelas de élite, que inscriben un número enormemente desproporcionado de estudiantes ricos, los estudiantes pagan 20 centavos de cada dólar para financiar su educación, mientras que en las grandes universidades estatales pagan 80 centavos de cada dólar.

No es sorprendente que la tasa de graduación para las universidades de élite sea del 82%, mientras que solo es del 49% para los otros niveles. A nivel nacional, los colegios comunitarios y las universidades estatales son los primeros en llegar a la hora de apretarse el cinturón a nivel estatal.

Las escuelas estatales de élite, como la Universidad de Pensilvania, están financiadas de manera casi tan lujosa como las antiguas escuelas de la Ivy League, como Harvard. La defensa de gastar más en estas instituciones y estudiantes es un mérito, de los cuales, según los autores, hay dos tipos. Ambos están fabricados.

Su punto no es que estas instituciones no resulten en un trabajo de clase mundial. Por el contrario, en la batalla por la financiación, suben sus clasificaciones en la tabla de la liga al invitar a más y más estudiantes a solicitar un número limitado de espacios, lo que les permite demostrar su estatus de élite al mostrar el pequeño porcentaje de solicitantes que realmente inscriben.

Que un porcentaje saludable de los aceptados son heredados (hijos de graduados) o están conectados a donantes u otros miembros de lo grande y lo bueno no siempre está oculto: William R Johnston, ex presidente de la Bolsa de Nueva York y miembro del consejo de New College of Florida, se jactó de que cuando se entera de un prometedor estudiante de secundaria, sale (en la frase acertadamente estadounidense) «con todas las armas disparando».

Las escuelas de élite también fabrican su estado a través de su dependencia de los puntajes de las pruebas de admisión. Mientras que países como Japón y Gran Bretaña son famosos por sus regímenes de pruebas nacionales para determinar quién ingresa a la universidad, Estados Unidos depende de pruebas administradas de forma privada, como la Prueba de Aptitud Escolástica (SAT).

En lugar de probar el conocimiento aprendido, esta prueba, desarrollada a partir de las pruebas de coeficiente intelectual que Estados Unidos usó para elegir oficiales en la Primera Guerra Mundial, afirma juzgar, «capacidad de pensamiento crítico», según su comercializador, Educational Testing Service.

Dejando a un lado sus orígenes en las pruebas de coeficiente intelectual racistas y su propia historia de hacer preguntas que asumió un estudiante blanco, masculino y de clase media, la prueba, como muestran Carnevale, Schmidt y Strohl, de una miríada de estudios no puede predecir cómo lo harán los estudiantes durante el primer año.

Mi puntaje de matemáticas fue bajo y mi puntaje de inglés fue decididamente mediocre, sin embargo, en el Bard College en el centro del estado de Nueva York a partir de 1976 y más tarde en la Universidad McGill en Montreal, Canadá, nunca fui estudiante de honor a través de mi BA, MA y PhD. todo en ingles. Me escapé de la trampa del SAT porque mis padres tenían los medios para enviarme a una pequeña universidad de artes liberales, donde florecí; millones de estadounidenses no tienen tanta suerte.

Los no estadounidenses pueden encontrar desconcertante la discusión del libro sobre las peleas legales en torno a la Acción Afirmativa. Pero vale la pena continuar para ver cómo, a partir de 1969, los jueces conservadores cambiaron la lógica del acceso equitativo y comenzaron a dictaminar que los esfuerzos para contrarrestar más de un siglo de racismo eran, en sí mismos, racistas.

Una de las conclusiones más importantes de la discusión de Carnevale, Schmidt y Strohl son los párrafos que muestran que incluso en el apogeo del movimiento por los derechos civiles, los esfuerzos para integrar las universidades estadounidenses tuvieron tanto que ver con contrarrestar el atractivo del comunismo como lo hizo con el derecho moral .

Cada una de las referencias anteriores a otros países son mías, ya que, sorprendentemente, The Merit Myth está prácticamente desprovisto de comparaciones internacionales. Esta debilidad es más evidente en su capítulo final, «College for All», que, entre otras propuestas (incluida la eliminación de los SAT), insta a extender el flujo de K-12 al grado 14.

Si esta reorganización de la educación realmente mejoraría el acceso y los resultados podría haberse beneficiado de una comparación con dos sistemas educativos a escasos quinientos kilómetros de las oficinas de los autores en la Universidad de Georgetown en Washington DC. Ontario, Canadá eliminó el grado 13 hace menos de dos décadas, sin embargo, hoy en día un mayor porcentaje de estudiantes ingresa a la educación superior que antes.

El sistema educativo de Quebec se divide en tres partes: un flujo obligatorio de K-11 seguido de dos años de lo que equivale a la universidad secundaria (a la que casi todos los estudiantes van) y luego tres años de universidad. Bajo este sistema, el número de estudiantes que van a la educación postsecundaria ha crecido.

Dejando a un lado esta advertencia, tanto estadounidenses como no estadounidenses encontrarán mucho para morder en este libro, incluso mientras sacuden la cabeza con incredulidad ante las fallas estructurales de la educación postsecundaria estadounidense.

* El mito del mérito: cómo nuestras universidades favorecen a los ricos y dividen a Estados Unidos , Anthony P. Carnevale, Peter Schmidt y Jeff Strohl (2020), The New Press.

Fuente: https://www.universityworldnews.com/post.php?story=2020052913331398

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¿Medir el bienestar?

Por: Pedro Miguel

Las críticas al indicador del producto interno bruto (PIB) per cápita como indicador estrella del desarrollo de un país no son nada nuevo. El economicismo es un mal enfoque cuando se trata de aplicar a todos los aspectos de la vida de una sociedad. El propio Simon Kuznets, inventor del sistema de contabilidad nacional y uno de los primeros economistas que relacionó de manera hipotética el crecimiento económico como causal de distribución del ingreso, admitió, en fecha tan temprana como 1934, que resultaba improcedente calcular el bienestar de un país a partir del incremento a su renta nacional individualizada.

Sin embargo, la pretensión devino parte integrante de la ideología dominante, hasta el punto de que el PIB fue adoptado como rasero prácticamente único del éxito o el fracaso de las administraciones nacionales. Así, por ejemplo, la sempiterna animadver-sión de los medios occidentales hacia el régimen chino fue hecha de lado por una babeante admiración a los elevados índices de crecimiento de la potencia asiática y las elevadas cifras de su PIB mataron la atención sobre la represión de Tiananmen.

La más obvia de las objeciones a la asociación mecánica entre PIB per cápita y bienestar tiene que ver con que tal indicador es una abstracción matemática y que el promedio no refleja el grado de equidad en la distribución de la riqueza generada: mil dólares de PIB per cápita puede indicar un reparto igualitario de un millón de dólares entre mil personas a razón de mil dólares para cada una, pero también una realidad en la que 999 personas acceden a 100 dólares cada una, en tanto que un solo individuo se queda con 900 mil 100 dólares. La observación aplica directamente a México, donde el PIB per cápita correspondiente a 2018 (cifras del Banco Mundial) fue de 20 mil 616 dólares; en plena igualdad distributiva, esto habría debido significar un ingreso de mil 718 dólares mensuales para cada habitante del país. El célebre coeficiente de Gini tendría que ser un complemento indispensable al PIB para determinar el contexto de igualdad o desigualdad en el que se presenta el crecimiento económico.

Sin duda, la de disfrazar la desigualdad no es la única objeción al PIB y acaso no la más importante. Curiosamente, uno de los primeros que denunciaron en este siglo la absurda inferencia de bienestar a partir de ese indicador fue un reconocido promotor del malestar social: el ex presidente Nicolas Sarkozy, quien en 2008 convocó al premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz y a otras eminencias, las cuales confirmaron, en un informe de 300 páginas, la improcedencia del disparate. Incluyeron en el documento un ejemplo descarnado y crudo: los embotellamientos pueden hacer crecer el PIB debido al mayor consumo de gasolina, pero empeora el humor de los habitantes de las urbes, por no hablar de la calidad del aire.

Es claro que la medición del ingreso no necesariamente refleja grados de bienestar, que no toma en cuenta factores como salud (física y mental), educación, armonía con la sociedad y con el mundo ni grado de satisfacción personal o colectiva. Hay multimillonarios profundamente infelices y personas que con recursos materiales limitados, modestos e incluso escasos manifiestan un grado razonable de bienestar. Y es que si bien existen factores que son universalmente indispensables para lograrlo –alimentación, vivienda, educación, salud–, muchos otros difieren de país a país, de región a región y de cultura a cultura.

Hasta ahora, el principal problema al que se han enfrentado los múltiples intentos por determinar el bienestar de los países es la dificultad intrínseca de cuantificar algo que existe y es real, pero que escapa a toda medición posible porque pertenece al terreno de una experiencia personal o colectiva en la que los parámetros varían de persona a persona, de familia a familia, de municipio a municipio e incluso de religión a religión.

Una primera consideración derivada de esta dificultad es que tal vez resulte imposible determinar el bienestar nacional a partir de un modelo predeterminado por una autoridad y que deben ser las colectividades de la base social las que diseñen sus propios instrumentos para calificar su satisfacción o insatisfacción con el entorno inmediato, con las instituciones, con las condiciones materiales y con la vida en general. De esa forma, el censo de bienestar, por llamarle de alguna manera, tendría que ser un ejercicio colectivo y de abajo hacia arriba que necesitaría, más que métodos de medición, criterios de homologación para lograr una evaluación nacional consistente. De todas formas, acaso el producto principal del procedimiento no sería una cifra ni una flecha en una escala, sino un mapa tridimensional, o de múltiples capas, en el que se reflejaran los estados de ánimo del conjunto de la nación.

Puede ser así o de otras maneras, pero es un desafío muy estimulante.

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2020/05/29/opinion/019a1pol

Imagen: https://pixabay.com/

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Comunidad en la Selva Maya obtiene certificado por conservar la biodiversidad

América/México/03/06/2020/Autora: Priscila Hernández Flores/ Fuente: desinformemonos.org

 

En Campeche, al sur de México, en el Ejido Nuevo Becal todo está conectado. Nada ni nadie está aislado. Si hay jaguar, hay pecarí. Si hay milpa, la comunidad tiene qué comer. Si hay árboles, el zopilote rey puede anidar. Si hay árboles es porque hay bosque. Y si mantienen saludable el bosque es porque se realiza un manejo forestal comunitario.

A principios de mayo de este año, el Ejido Nuevo Becal obtuvo el primer certificado comunitario en México, por “Demostración del Impacto sobre Servicios Ecosistémicos”, otorgado por el Forest Stewardship Council (FSC). Esta certificación reconoce el trabajo que ha realizado esta comunidad, asentada en la Selva Maya, por conservar la biodiversidad en las 51 135 hectáreas que son de propiedad común.

La FSC solo ha entregado 29 certificados de este tipo en nueve países. El Ejido Nuevo Becal, que se localiza dentro de la Reserva de la Biósfera de Calakmul, es el primero en obtenerlo en la región de Norteamérica. A nivel mundial, la Cooperativa dos Productores Agroextrativistas do Bailique (AmazonBai), en Brasil, fue la primera en obtener esta certificación.

Acahual en Ejido Nuevo Becal, Quintana Roo
Con este certificado, el Ejido de Nuevo Becal puede demostrar con datos que el manejo forestal que realizan también conserva la biodiversidad. Foto: Consuelo Pagaza /CCMSS.

El certificado de “Demostración del Impacto sobre Servicios Ecosistémicos” de la FSC otorga a las comunidades o empresas certificadas una herramienta para medir, verificar y comunicar los impactos positivos de sus operaciones en la conservación del agua, el suelo, la biodiversidad o la captura y almacenamiento de carbono.

Este tipo de certificado —explica Tania Caro, coordinadora de desarrollo de negocios de FSC-México— permite que las comunidades y ejidos puedan entrar al mercado de los servicios ecosistémicos.

Por ejemplo, si algún organismo público o privado, nacional o internacional, desea aportar recursos al Ejido Nuevo Becal, la comunidad puede demostrar con datos que está contribuyendo a la conservación de especies como el zopilote rey (Sarcoramphus papa) o el jaguar (Panthera onca).

Desde 2016, el Ejido de Nuevo Becal ya contaba con el certificado internacional FSC, el cual garantiza que la comunidad produce madera sin poner en riesgo el futuro del ecosistema. Además, desde enero de 2018, el 90 % del territorio del ejido fue reconocido como Área Destinada Voluntariamente a la Conservación (la de mayor extensión en el país), al recibir el certificado de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP).

Acahual, en Quintana Roo, México
Imagen de un acahual, una zona de recuperación de la selva, en el Ejido Nuevo Becal. Foto: Consuelo Pagaza/CCMSS.

Conciliar aprovechamiento forestal y conservación

El jaguar es una de las especies emblemáticas del Ejido Nuevo Becal. También es uno de los animales favoritos de Lucio López, responsable del consejo de vigilancia del ejido y quien cuenta que conservar a este felino es uno de los orgullos de la comunidad.

Ahora a ese orgullo, y al de tener la zona más grande de México destinada a la conservación, se suma el de “ser los primeros” en el país en conseguir la certificación por servicios ecosistémicos.

“Nos sometimos a diferentes evaluaciones rigurosas”, recuerda Lucio López. El ejido, cuenta, buscó esa certificación para que los productores de madera, miel, semillas y otros productos tengan un mayor beneficio económico. “Por ejemplo, que el pago del (goma para elaborar) chicle tenga mejor precio en los mercados voluntarios de carbono”.

Desde el 2009, el Ejido Nuevo Becal aprovecha sus recursos forestales en forma sustentable. Para comenzar en este modelo, los 74 ejidatarios de Nuevo Becal tuvieron que hacer, entre otras cosas, un plan para el aprovechamiento de su territorio. Se preguntaron: ¿dónde se puede hacer aprovechamiento forestal, dónde se puede tener la milpa, dónde la ganadería, dónde es factible el aprovechamiento de fauna? Y, sobre todo, qué área se dedicará solo a la conservación de la biodiversidad, explica José Zúñiga Morales, director de la Reserva de la Biosfera de Calakmul.

Ejido Nuevo Becal
En el Ejido Nuevo Becal, la conservación de la fauna de la selva maya es una prioridad. Foto: Cortesía Ejido Nuevo Becal

La estrategia de conservación del Ejido Nuevo Becal, explica Zúñiga Morales, no está diseñada alrededor de una sola especie, “ni en función de conservación per se. La estrategia es el resultado del manejo forestal comunitario, certificado por FSC desde 2016, y del ordenamiento” que se dio en las tierras comunitarias del ejido.

Esta estrategia, que tiene en sus cimientos un programa de manejo forestal a 15 años, ha permitido que la comunidad pueda generar fuentes de empleo, a través de un aprovechamiento sustentable del bosque tropical.

El aprovechamiento forestal, por ejemplo, emplea a 150 personas; en la recolección de la resina de chicozapote (Manilkara zapota), que sirve para elaborar chicle, laboran 20 ejidatarios; y en la unidad germoplasma que permite la conservación de las semilla de la caoba (Swietenia macrophylla), trabajan 20 ejidatarios.

Además, la comunidad también ha buscado diversificar sus fuentes de ingresos, para no depender solo de la venta de la madera, por lo que ha desarrollado proyectos de producción de miel orgánica y de té de un árbol que en la región se conoce como Ramón (Brosimum alicastrum). Este último proyecto está a cargo de una cooperativa de mujeres. Estos emprendimientos integran el Sello Colectivo Calakmul.

A esto se le suman las fuentes de trabajo que se generan en las dos Unidades de Manejo Ambiental que tiene el ejido, espacios con permisos para la reproducción y el aprovechamiento de venado blanco, faisán y tepezcuintle.

Ejido Nuevo Becal, Calakmul, Quintana Roo
La producción de miel es una de las varias actividades productivas que desarrollan en el Ejido Nuevo Becal. Foto: Consuelo Pagaza / CCMSS

En el Ejido Nuevo Becal, cuyas tierras forman parte de la Selva Maya, la producción sustentable de madera y de productos no maderables no está peleada con la conservación de cuatro especies: el jaguar, el tapir (Tapirus bairdii), el pecarí de labios blancos (Tayassu pecari) y el zopilote rey. Las cuatro están bajo alguna categoría de riesgo, además de que se consideran especies “paraguas”, porque su conservación permite proteger, en forma indirecta, a otros animales.

Y si se habla de flora, el Ejido Nuevo Becal se considera un área vital para la conservación de la caobaespecie arborea protegida por el el Apéndice II de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES).

En Nuevo Becal la organización es a través de usos y costumbres, por lo que las decisiones se toman durante asambleas; así es como los integrantes del ejido han acordado que parte de su territorio sea área destinada voluntariamente a la conservación; así fue como también votaron a favor de que se realizaran todos los trámites para conseguir la certificación internacional de servicios ecosistémicos de la FSC.

En la comunidad “hay una gobernanza interna que les ha permitido tomar decisiones (como comunidad) y seguirlas”, comenta María Luis Villarreal Sonora, de la empresa Sociedad de Servicios Técnicos (SOSETEC Selvas de Calakmul, SC de RL), y quien asesoró al Ejido Nuevo Becal durante el proceso de la certificación. Ella organizó los indicadores de los 16 proyectos productivos que tiene el ejido.

Monitoreo “inteligente”

En el Ejido Nuevo Becal se realiza un monitoreo constante, sobre todo en la zona considerada como de alto valor de conservación. Para esto se utiliza el sistema SMART —un software y otros soportes — desarrollado exclusivamente para colectar, almacenar, comunicar y evaluar datos que ayuden a la protección ambiental.

Un consorcio, formado en 2011 e integrado por diversas organizaciones internacionales dedicadas a la conservación de especies, impulsó la creación de SMART, sistema que hoy se utiliza en 500 áreas de conservación de 47 países.

Con una capacitación previa sobre SMART, la misma comunidad puede hacer el monitoreo directamente para obtener información de la distribución de las especies, su hábitat y si ha crecido o disminuido la población. Este programa tiene como principal ventaja que graba de forma rápida datos de campo georreferenciados para luego organizarlos y sistematizarlos.

El director de la Reserva de la Biósfera de Calakmul, José Zúñiga Morales, explica que este sistema se utiliza en el Ejido Nuevo Becal, pero también en Guatemala y Belice, sobre todo para monitorear la Selva Maya.

Un gato_Jaguarundi_Herpailurus yagouaroundi_Muy raro de verse/Ejido Nuevo Becal
Entre los felinos que se han registrado en las tierras del ejido está el yaguarundi (Herpailurus yaguaroundi), especie que se encuentra en la categoría de Amenazada. Foto: Cortesía Ejido Nuevo Becal.

Zúñiga Morales asegura que en México, el Ejido Nuevo Becal va un paso adelante en el uso de esta tecnología, ya que hay planes de implementar este tipo de monitoreo en otras áreas naturales del país.

Los integrantes de la comunidad de Nuevo Becal ya recibieron capacitación para aprender a utilizar el sistema SMART, así como a manejar drones y otros equipos. Además, se instalaron cámaras trampa, con las que han registrado a diversas especies. Por ejemplo, se ha confirmado la presencia de 35 jaguares tan solo en los terrenos que pertenecen al ejido.

El tapir es una de las especies registradas por las cámaras trampa en forma constante; eso muestra que “Nuevo Becal tiene condición de hábitat favorable para que se reproduzca”, señala el director de la Reserva de la Biosfera de Calakmul.

En el caso del Zopilote Rey, explica, “se ha visto un mantenimiento de la población, no podemos hablar de crecimiento porque son especies de alto desplazamiento. Este se ha establecido y mantenido los mismos nidos y año con año ha estado aportado las crías. Es una zona de anidación y reproducción de zopilote rey. Y agrega que, pese a la sequía que afecta a la región, no se ha perdido un solo nido”.

Impulsar el certificado por servicios ecosistémicos

Este año el Ejido Nuevo Becal se postuló al Mérito Ecológico 2020, certamen impulsado por la Comisión Nacional Forestal (Conafor) para reconocer proyectos que, a través del manejo ambiental fomentan la no discriminación, igualdad de género y procesos comunitarios.

Además, el ejido busca formar parte del Programa el hombre y la biósfera de la UNESCO, el cual reconoce el esfuerzo de la comunidad para la conservación del medio ambiente, el impulso que dan a la investigación científica y el desarrollo sostenible.

Tapir. Tspirus bairdii/Ejido Nuevo Becal
El tapir (Tapirus bairdii) también se ha registrado en el Ejido Nuevo Becal, en el municipio de Calakmul, Campeche. Foto: Cortesía Ejido Nuevo Becal.

Con esto, explica el director de la Reserva de Calakmul, buscan “demostrar que esta comunidad cumple con los estándares internacionales del programa hombre y biosfera para ser la primera biosfera comunitaria en el mundo”.

Así como buscan ese reconocimiento, el ejidatario Lucio López cuenta que a su comunidad le gustaría que otros ejidos repliquen lo que se está haciendo en Nuevo Becal: cuidar y mantener los bosques para que las futuras generaciones puedan recorrer la selva que tanto les gusta a ellos y al jaguar. Porque ellos y el jaguar están conectados en territorio e identidad, tanto así que este felino es la imagen que identifica al Ejido.

Fuente: https://desinformemonos.org/comunidad-en-la-selva-maya-obtiene-certificado-por-conservar-la-biodiversidad/

* Imagen principal: El Ejido Nuevo Becal se encuentra dentro de la Reserva de la Biósfera de Calakmul, en Campeche, México. Foto: Thelma Gómez Durán.

Publicado originalmente en Mongabay Latam

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