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Detienen a viceministra de Educación de Bolivia por pedir dinero a cambio de cargos públicos

Redacción: Diario Las Américas

El ministro de Educación boliviano, Víctor Cárdenas, ha precisado que han recibido varias denuncias, que incluyen audios, contra Yola Mamani, por lo que ha remitido el caso a la Fiscalía de Bolivia.

Los Agentes de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC) de Bolivia han detenido este jueves a la viceministra de Educación Alternativa y Especial, Yola Mamani, presuntamente pedir dinero a cambio de cargos públicos.

Del mismo modo, se investigan dos personas del entorno de Mamani por el caso, mientras que las oficinas del Viceministerio de Educación Alternativa han sido precintadas.

Cárdenas ha afirmado que en su cartera no se registra «ninguna irregularidad», al tiempo que ha pedido a la población denunciar «cualquier hecho irregular».

En este contexto, este miércoles también se ha informado sobre investigaciones contra un empleado del Ministerio de Cultura y Turismo de Bolivia por presuntamente recibir sobornos a cambio de favores y contra dos empleados del Ministerio de Comunicación que supuestamente habrían cobrado sobornos a medios escritos a cambio de concederles publicidad gubernamental.

Estos últimos, al parecer, solicitan el 10 por ciento de la cantidad de las adjudicaciones de publicidad que se hacen a los medios de comunicación al cambio de que se les otorgan dichos contratos. Al menos cuatro medios de comunicación se habrían visto afectados por este chantaje.

Fuente: https://www.diariolasamericas.com/america-latina/detienen-viceministra-educacion-bolivia-pedir-dinero-cambio-cargos-publicos-n4193409

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Protestan por inestabilidad laboral en petrolera boliviana YPFB

América/Bolivia/19/02/2020/ Autor y fuente: telesurtv.net

Los trabajadores de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) Transporte en Bolivia se mantienen en alerta ante la ola de despidos injustificados que se vienen ejecutando dentro de la firma.

El sindicato de trabajadores denuncia la inestabilidad laboral y permanece en vigilia para exigir respeto a la institucionalidad.

El vocero del sindicato, Dimar Céspedes, afirmó que la empresa iniciará un nuevo ciclo de cambios en el plantel administrativo.

«En una etapa de transición, nos quieren cambiar todo el staff gerencial. Sabemos que cuando finalicen las elecciones, vendrán unos cambios. Y lo que queremos es que se nos respete la carrera funcionaria y la estabilidad laboral», manifestó Céspedes.

De acuerdo con el dirigente sindical, el personal administrativo consta de 12 personas que asumieron la responsabilidad en el pasado mes de noviembre por tener una amplia experiencia dentro de la firma estatal.

Asimismo, los trabajadores de YPFB Transporte señalaron que se encuentran molestos y preocupados debido a que la compañía está reemplazando funcionarios altamente capacitados por otros con poca experiencia técnica.

A principios del mes de febrero, el sindicato de trabajadores YPFB anunció, a través de un comunicado, que no admitirán la reincorporación de personas que, bajo su orientación política, cometieron abusos en contra de los trabajadores.

El Gobierno de facto de Jeanine Añez, instalado tras el golpe de Estado contra el Gobierno de Evo Morales, nombró como presidente de la compañía estatal, a finales del año 2019, a Herland Soliz en sustitución de José Luis Rivero, también posesionado por Añez en el cargo tan solo por un mes.

El golpe de Estado cívico-militar sucedido en noviembre en Bolivia ha traído retrocesos en materia política, económica y social en el país suramericano.

YPFB explora, explota y refina petróleo, gas natural y demás derivados, por lo que es una empresa de gran importancia estratégica para la economía de la nación y tiene alrededor de 1.100 empleados en nómina.

fuente e imagen: https://www.telesurtv.net/bloggers/bolivia-trabajadores-ypfb-protestan-despidos-injustificados-20200218-0001.html

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Bolivia: un nuevo bloque de poder

Por: Fernando Molina

El derrocamiento de Evo Morales, más que a un gobierno transitorio, dio lugar a un nuevo bloque político y social que busca «refundar» el país borrando lo más posible huellas, símbolos y políticas de los últimos 14 años.

La situación boliviana actual solo puede comprenderse si se toma en cuenta la siguiente noción del sociólogo Fernando Calderón: «En Bolivia el Estado es muy débil y la sociedad, muy fuerte». Esto explica tanto las peculiaridades de la caída del presidente Evo Morales, que no trataremos aquí, como los sucesos de los dos primeros meses de la transición que esta inició.

«El Estado boliviano es débil» significa que sus instituciones no poseen un cuerpo propio y son fácilmente instrumentadas por los grupos de presión y las fuerzas políticas. Significa, también, que las normas no se dictan ni se cumplen por medio de procedimientos regulados y abstractos, sino de forma subjetiva y de acuerdo con la correlación de fuerzas coyuntural.

De lo dicho se infiere el significado de la sentencia opuesta. «La sociedad boliviana es fuerte» porque a menudo se impone al Estado y lo usa para sus propósitos.

Coincidentemente, Bolivia es el segundo país con más linchamientos, solo después de Guatemala. En un linchamiento, la sociedad prescinde del Estado o inhibe la acción de este con el fin de ejecutar, por cuenta propia, su concepción de la justicia.

Esta concepción es primitiva, pues se funda en un principio moralista, aplica la ley del talión y se desencadena a causa del miedo a una amenaza externa. Las víctimas de los linchamientos suelen ser forasteros, gente que los linchadores encuentran sospechosa porque no pertenece al mismo grupo que ellos. La estólida creencia de los linchadores en su propia superioridad moral bloquea su capacidad de comprender y empatizar con los seres humanos que sufren y se quejan por sus tormentos. Cuando este bloqueo se activa, los excesos más terribles son alentados por la muchedumbre; se aplaude y protege a los crueles, y se sospecha o escarnece a los tibios y a los renuentes.

Las clases medias bolivianas consideraban los linchamientos prácticas salvajes, propias de indígenas, con las que ellas nada tenían que ver. Sin embargo, su conducta respecto a los jerarcas del anterior gobierno y los dirigentes y militantes del Movimiento al Socialismo (MAS) puede describirse como un linchamiento por etapas o progresivo.

Este comenzó antes de la caída de Morales, cuando los recién formados «grupos de choque» en contra del ex-presidente, que se llaman a sí mismos «La Resistencia», comenzaron a buscar y agredir a masistas en las principales ciudades del país. Estos grupos se habían radicalizado a causa del asesinato a bala, por parte de miembros del MAS, de dos manifestantes en Montero, el 29 de octubre pasado, en medio de las protestas que siguieron a las elecciones. El 7 de noviembre, «La Resistencia» secuestró por algunas horas a la alcaldesa de Vinto (Cochabamba), Patricia Arce, y la sometió a escarnio (como invariablemente ocurre en todos los linchamientos). Si Arce no perdió la vida fue porque por un equipo de televisión grabó a sus captores. En los días siguientes, con el fin de presionar a los funcionarios evistas para que renunciaran y la crisis se profundizara, grupos de civiles quemaron, en Potosí, la casa de la madre del ministro de Minería, César Navarro, y secuestraron a su sobrino; también capturaron, en la misma ciudad, al hermano de Víctor Borda, presidente de la Cámara de Diputados. En Oruro, fueron atacadas las casas de la hermana de Evo Morales y del gobernador de esta región, Víctor Hugo Vásquez.

Estos hechos fueron acompañados por el «linchamiento» de los masistas en las redes sociales, dominadas por los sectores más acomodados de la población. Los ataques que ya existían contra los usuarios digitales de izquierda, ligados al gobierno o simplemente críticos del sesgo antiinstitucionalista y racista que iba adquiriendo la lucha contra la «dictadura» del MAS, se tornaron simplemente frenéticos. Las redes se inundaron de mensajes de odio, delaciones, falsas acusaciones e información creada a posta para aterrorizar a los navegantes y azuzarlos en contra del masismo.

Luego de la renuncia de Morales, la tarde del 10 de noviembre, sus seguidores se manifestaron violentamente en El Alto y La Paz y quemaron una fábrica, una estación de buses, varios edificios policiales y las casas del rector de la universidad paceña, Waldo Albarracín, y de la periodista Casimira Lema. Estos excesos no fueron combatidos por la Policía, que entonces continuaba desorganizada por el motín que se había declarado en sus filas los días anteriores. Tampoco actuó el Ejército, que por razones todavía no esclarecidas prefirió esperar en sus cuarteles hasta el 11 de noviembre por la noche.

La indefensión de los barrios de La Paz durante estas 36 horas, en especial de los que colindaban con la periferia campesina, algunos de ellos muy ricos, reinstaló en la mentalidad de muchas familias el atávico «miedo al ataque indio», efecto irracional de una larga historia de racismo y conflictos étnicos. Numerosos vecinos varones se armaron con cuchillos y bates, salieron y montaron barricadas para defenderse de las «turbas» de alteños y las «hordas» de campesinos –como las llamaron los medios de comunicación– que, suponían, venían dispuestas a saquear sus casas y a violar y matar a sus residentes. Cuando, finalmente, los militares y policías coaligados comenzaron a patrullar las calles, fueron recibidos con un alivio que se trastocó rápidamente en adhesión fanática.

Los vecinos de clase media de La Paz y El Alto –y, por identificación natural, los de las demás ciudades del país–, que ya estaban molestos con la izquierda por la exclusión, los abusos y la torpeza del gobierno del MAS, y también por su convencimiento de que había habido un «monumental fraude» en las elecciones, giraron entonces completamente hacia la derecha. De ahí en adelante, su principal preocupación no fue otra que la pacificación del país mediante la implacable represión militar de cualquier fuerza y cualquier demostración que reivindicaran a Morales, al MAS o el anterior estado de cosas.

El vigor de este sentimiento fue tal que ahogó las aspiraciones «republicanistas» que habían alentado estas clases, confirmó a los militares el acierto de su decisión del 10 de noviembre de no defender al presidente constitucional y proporcionó a la elite política hasta entonces opositora, por primera vez en dos décadas, una agenda que podía realizarse con un amplio respaldo popular.

Jeanine Añez, la segunda vicepresidenta del Senado y, por esto, la más alta autoridad política que quedaba en el país después del desbande del gobierno masista, pertenecía al «ala dura» de la Asamblea Legislativa. Conformó su gabinete con otros «halcones» y con representantes de los distintos sectores de las clases medias movilizadas, muchos de ellos provenientes de Santa Cruz, Beni y Tarija. Añez los convocó tanto por afinidad personal –ella es beniana– como porque estas regiones fueron la punta de lanza de la rebelión contra Morales. Esta conformación ministerial anticipó el desembarco, en todos los poderes del Estado excepto el Judicial (por razones que se explicarán enseguida), de una nueva elite política. Una elite que era distinta de la masista por su procedencia clasista y regional, como ya hemos explicado, pero también por ser más homogéneamente «blanca». En cambio, era similar a la anterior en su deseo («revolucionario» antes y «contrarrevolucionario» ahora, si queremos adoptar la nomenclatura marxista) de «refundar» el país, hacer desaparecer el legado de los últimos 14 años y monopolizar el poder político.

Se ha especulado que esta salida no habría sido posible si la presidenta de la Cámara Alta, Adriana Salvatierra, del MAS, no renunciaba junto con Morales y Álvaro García Linera, pero esta teoría no toma en cuenta que, en las circunstancias políticas de ese momento, era altamente improbable que el gobierno de una dirigente del MAS hubiera sido respetado, tanto por la gente, que continuaba movilizada y demandaba la consumación del linchamiento, como por los propios militares y policías, que a esa altura ya solo podían llevar el alzamiento hasta su conclusión final, fuera esta la que fuere.

Desde el comienzo, el nuevo gobierno consideró al MAS «narcoterrorista» y su gestión, un «narcogobierno». Estos conceptos se convirtieron en parte del sentido común que emergió de la acción combinada de las redes, los medios de comunicación y la competencia entre muchos intelectuales –incluso de izquierda– para justificar con más y mejores argumentos una transición que «no fue golpe, sino fraude».

A causa de la debilidad del Estado de la que hemos hablado, los fiscales y los jueces –comenzando por los del Tribunal Constitucional y terminando por los del último juzgado de provincia–, todos ellos nombrados de una u otra manera por el gobierno anterior, se cuadraron con el nuevo orden. Ninguno planteó la más mínima resistencia o crítica a las órdenes de los vencedores; en cambio, se empeñaron en tratar de borrar las huellas de su pasado comprometedor por medio de su diligente contribución a la «pacificación», entendida como sanción ejemplificadora de los movimientos sociales y de los individuos que sirvieron al régimen caído. Así, la Justicia se convirtió en una «guillotina» al servicio de los nuevos gobernantes y de las fuerzas sociales que estos representaban.

La «pacificación» costó la vida de al menos 29 manifestantes, cientos de heridos y miles de detenidos. El gobierno aprobó un decreto –posteriormente abrogado– para eximir a los militares de responsabilidad penal por las consecuencias de la represión. Al mismo tiempo, negó que las muertes hubieran sido causadas por las fuerzas del orden. La fiscalía respaldó esta inverosímil afirmación. «La Resistencia» se movilizó en contra de los delegados de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que llegaron a Bolivia para investigar lo sucedido. La policía no hizo nada para proteger a los familiares de las víctimas que debían declarar ante esa comisión de los grupos de activistas. La inmensa mayoría de los medios de comunicación señaló, sin recurrir a otras fuentes que las oficiales, que en Sacaba (10 muertos indígenas, ninguno político) y Senkata (10 muertos indígenas, ninguno político) «grupos armados» pretendieron consumar «atentados terroristas». Esta versión fue convalidada hasta por los profesores «marxistas» de la universidad, mostrando hasta qué punto la voz de los indígenas sin educación ni dinero iba a ser silenciada durante el nuevo periodo histórico.

Esta relación de hechos muestra, ad ovo, cómo un conjunto de fuerzas sociales, políticas, intelectuales y comunicacionales se articuló para dominar a la sociedad. En otras palabras, la emergencia de un nuevo bloque de poder en Bolivia.

Ese bloque está conformado por las fuerzas militares y policiales, la Justicia, los medios de comunicación, las universidades y las organizaciones e instituciones de las clases medias y altas (en lugar preeminente, los comités cívicos y la red de grupos de choque de «La Resistencia», pero también las asociaciones empresariales, las fraternidades, las logias, los clubes sociales, etc.).

En este bloque participan «con voz y voto» los jefes y las expresiones políticas de la derecha y la extrema derecha, sean de viejo cuño (el ex-presidente Jorge Quiroga), sean relativamente recientes (el Movimiento Demócrata Social, que es el partido de la presidenta Añez y de muchos ministros) o sean recién llegados (los líderes cívicos Luis Fernando Camacho y Marco Pumari, que constituyen la referencia política de «La Resistencia»). Los partidos de centro, como Comunidad Ciudadana, del ex-presidente y ex-candidato presidencial Carlos Mesa, y Unidad Nacional, de Samuel Doria Medina, solamente han tenido una participación acotada a la negociación de la sucesión presidencial; en este momento, respaldan a Añez sin participar en su gobierno.

Las causas por las que el nuevo bloque de poder está consagrado a la eliminación –el linchamiento– del enemigo en torno del cual se constituyó son dos: a) la necesidad de adaptarse, de forma populista, al estado de ánimo vengativo de las clases medias, que dominan el escenario luego de su victoria sobre los movimientos sociales masistas; b) su ya mencionado carácter «refundacional».

Las formas de este populismo son, también, de dos tipos:

– Populismo judicial: hay una persecución sistemática y masiva de las ex-autoridades y ex-funcionarios del MAS, desde el propio Morales, buscado por sedición y terrorismo (que se sanciona con la pena máxima de 30 años de cárcel); sus ministros, algunos de los cuales están refugiados en la residencia de México en La Paz, sin posibilidad de obtener salvoconductos; hasta los mensajeros, las niñeras, los notarios y los parientes de los altos cargos, culpabilizados por ayudarlos (llevarles papeles, darles poderes notariales, sacar dinero del banco para ellos). Al mismo tiempo, se investiga el patrimonio de 600 ex-ministros, ex-viceministros, ex-directores, gobernadores y alcaldes del MAS, con el fin de encontrar movimientos sospechosos que pudieran llevar a cualquiera de ellos a engrosar la larga lista de procesados por corrupción que ya existe.

Los jueces son presionados para que manden a todos los imputados a prisión preventiva. Repitiendo prácticas del gobierno del MAS, las autoridades políticas consideran que un denunciado es de hecho culpable de lo que se lo acusa. Añez ha pedido al Parlamento que anule una ley de abril de 2019 que estaba orientada a dificultar el encarcelamiento preventivo de los sospechosos.

Andrónico Gutiérrez, líder de los sindicatos cocaleros y precandidato del MAS, anunció que este 22 de enero, el día en que el mandato de Morales se hubiera cumplido, comenzará otra etapa de la «resistencia pacífica al fascismo», sugiriendo que organizaría movilizaciones de protesta. En respuesta, el gobierno lo amenazó personalmente y reanudó los patrullajes militares, con carros de asalto, cánticos y coreografías que arrancan el aplauso de los transeúntes, que se encuentran asustados por varias campañas de desinformación en las redes sociales que alertan sobre la reanudación de los «ataques masistas» y piden «tomar fotos, grabar y difundir inmediatamente si ven algo sospechoso».

En un intento de frenar la ola represiva, la mayoría masista en la Asamblea Legislativa aprobó una Ley de Cumplimiento de los Derechos Humanos, que exige al gobierno de Añez pagar indemnizaciones a las familias de las víctimas, invita a los políticos que se sientan injustamente perseguidos a presentar recursos ante la Justicia y garantiza la libertad de expresión. Pese al carácter genérico de esta ley, el oficialismo la ha rechazado, afirmando que en realidad busca la «impunidad» de los «narcoterroristas».

El ministro de Gobierno, Arturo Murillo, se ha convertido en uno de los más populares colaboradores de la presidenta Añez a plan de durísimas amenazas («cazar» personas, «pasar por delante» de los sospechosos, etc.) y de detenciones diarias, por las cuales ahora trabaja «en la ampliación de las cárceles».

– Populismo represivo: los grupos de civiles de «La Resistencia» tienen el aval de la Policía para imponer su ley en las calles. Morales los considera «grupos paramilitares y fascistas». Estas organizaciones civiles operan cotidianamente en torno de la residencia diplomática de México en La Paz. Sus miembros se turnan para revisar los automóviles que entran y salen del exclusivo barrio La Rinconada, donde aquella se encuentra.

«La Resistencia» arrestó informalmente –y también ilegalmente, pero con apoyo de la Policía y la Fiscalía– al ex-ministro de Gobierno, Carlos Romero: grupos de civiles rodearon su domicilio, le cortaron el agua y el acceso de comida, y luego acecharon la clínica en la que tuvo que refugiarse ulteriormente, pese a que no estaba acusado de nada. Esta situación fue aprovechada por un abogado interesado en hacerse un sitio en el nuevo sistema político (varios de estos «justicieros» andan por ahí buscando la forma de iniciar procesos contra masistas para recibir algún beneficio) y la Fiscalía terminó acusándolo por corrupción y haciéndolo detener, esta vez de forma legal.

«La Resistencia» está compuesta por vecinos de clase media y por jóvenes estudiantes que, durante la crisis, se armaron con palos, cascos y escudos improvisados para enfrentar a las columnas de trabajadores y de campesinos que pretendían neutralizar las protestas en contra del «monumental fraude».

El nuevo bloque de poder no cuenta más que con unos pocos parlamentarios, pero tiene la capacidad de inhibir y dividir a la bancada del MAS en la Asamblea Legislativa. Su poder, entonces, es absoluto. En apenas dos meses, pese a la retórica sobre un «gobierno provisional», ha invertido las orientaciones de la política exterior, alineando a Bolivia con Estados Unidos, que volverá a darle cooperación económica (el presidente Donald Trump dijo que ayudar a Bolivia era «vital» para los intereses de su país). También ha cambiado los principios de la política económica, pues liberó las exportaciones de los controles estatales que les había impuesto la anterior administración, rebajó las tarifas eléctricas a las industrias y a los grandes consumidores en una proporción mayor que a los pequeños, y ha sacado a las empresas estatales del sitial de privilegio en el que se encontraban.

Como se ve por sus políticas, el nuevo bloque busca llevar la sociedad boliviana en dirección opuesta a la señalada por el bloque de poder anterior, haciendo un movimiento de péndulo que es constante a lo largo de la historia boliviana. En este caso, el péndulo está yendo desde un estatismo desordenado y despilfarrador de energías, que beneficiaba –legal e ilegalmente– a una elite plebeya (chola e indígena) y nacionalista, hacia un capitalismo de camarilla, también despilfarrador, que beneficiará –legal e ilegalmente– a una elite «meritocrática» (es decir, blanca) y conservadora.

Como elocuente símbolo de este viraje, la escuela castrense que se llamaba «Juan José Torres» en homenaje a un presidente militar que fuera asesinado por el Plan Cóndor, ya no impartirá asignaturas «antiimperialistas» y cambiará de nombre por el de «Héroes de Ñancahuazú», que hace referencia a los militares que capturaron y asesinaron a Ernesto «Che» Guevara en 1967.

El nuevo bloque en el poder está allí para quedarse, sin importar cuáles de sus miembros terminen por ganar las elecciones del 3 de mayo. Un ganador de centro quizá atenuaría sus aspectos más agresivos. Pero no cabe duda de que si en estas elecciones el ganador fuera el MAS –lo que resulta improbable–, el resultado no sería reconocido ni aceptado. Son vanas las ilusiones que, respecto a un «milagro electoral», abriga Morales en el exilio. Las dificultades que hoy sufre su movimiento se repetirán durante toda la campaña. La derrota del MAS es profunda y será duradera (y, en parte, se debe a los errores personales de Morales, que este haría bien en aceptar). Quien desee comprender el proceso boliviano debe revisar la historia latinoamericana de la segunda mitad del pasado siglo. Nada más reciente puede comparársele.

Fuente e imagen: https://nuso.org/articulo/Bolivia-derecha-Evo-Morales/

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Curva de elefante y clase media

Curva de elefante y clase media

Álvaro García Linera*

Thomas Piketyy en su más reciente libro, Capital e ideología, retoma una gráfica de Milanovic para representar las desigualdades en el mundo en las últimas décadas. Lo notable de esa curva que mide los ingresos de la población es que toma la forma de una curva de elefante. Los primeros deciles, que abarcan a las personas del planeta más pobres han experimentado un crecimiento porcentual notable de su capacidad adquisitiva. Los deciles intermedios, es decir los “sectores medios“ han tenido un aumento, pero moderado, en tanto que el decil superior, especialmente el uno por ciento más rico ha experimentado un crecimiento exponencial de sus ingresos, tomando la forma de una pronunciada trompa.

Salvando las diferencias numéricas es posible también representar la distribución de los ingresos en Bolivia desde el año 2006 al 2018 como una curva de elefante moderada.

Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), entre 2006 y 2018, el 33 por ciento de los bolivianos anteriormente pobres alcanzaron ingresos medios (entre 5 y 50 dólares/día), pasando de 3.3 a 7 millones. El salario mínimo del país, que reciben la mayoría de los asalariados, subió de 440 bolivianos a 2 mil 122 (de 55 a 303 dólares, es decir, 550 por ciento). Como señala el Banco Mundial, Bolivia fue la nación que más favoreció en la pasada década –con distintas políticas redistributivas– los ingresos de 40 por ciento de la población vulnerable, en promedio 11 por ciento anual; por lo que está claro que la primera parte de la curva de Piketty está verificada.

Las clases altas por su parte, después de la nacionalización de los hidrocarburos, electricidad agua y telecomunicaciones, han tenido también un notable crecimiento de sus ingresos. La rentabilidad anual de la banca ha saltado de 21 a 208 millones anuales. Los productores mineros privados y la agroindustria han pasado de exportar 794 y 160 millones de dólares en 2006 a 4,001 y 434 en 2018. Por su parte, el monto global de la ganancia registrada del sector empresarial ha pasado de 6 mil 700 en 2005 a 29 mil 800 millones de bolivianos en 2018, 440 por ciento más. Lo que verifica la trompa de la curva; con una diferencia respecto a lo que sucedió escala mundial: una reducción drástica de la desigualdad entre el 10 por ciento más rico con respecto al 10 por ciento más pobre que se redujo de 128 veces a 36, fruto de las cargas impositivas a las empresas ( government take gasífero de 80 por ciento, bancario de 50 por ciento y minero de entre 35 y 40 por ciento); por lo que debemos hablar de una trompa de elefante recortada o moderada.

Lo que falta ahora es saber que pasó con el sector medio de la sociedad.

Las clases medias tradicionales

Se trata de un sector social muy diverso en oficios y propiedad formado después de la revolución de 1952 con los retazos de la vieja oligarquía derrotada, pero cohesionada en torno al reciclado sentido común de un mundo racializado en su orden y lógica de funcionamiento. Son profesionales de segunda generación, oficinistas, oficiales uniformados, intermediarios comerciales del Estado, pequeños empresarios ocasionales, ex latifundistas, propietarios de inmuebles alquilados, políticos de oficio, etcétera.

A primera vista han tenido un incremento de sus ingresos y del valor de sus bienes inmuebles. La tasa de crecimiento de la economía en 14 años, en promedio 5 por ciento anual, ha favorecido en general a toda la sociedad. Pero mientras las clases plebeyas tuvieron un incremento de sus ingresos de al menos 11 por ciento cada año y los asalariados más pobres 500 por ciento en 13 años. En el caso de los salarios altos, el presidente Evo Morales fijó como remuneración máxima el salario presidencial, que se redujo de 26 mil bolivianos a 15 mil; y en 13 años sólo subió a 22 mil, es decir, 46 por ciento, lo que llevó a que los ingresos de los profesionales con cargos más altos tengan que apretarse como acordeón por debajo del techo presidencial. Así, mientras la economía nominalmente pasaba de 9 mil 500 a 41 mil millones de dólares, un aumento de 430 por ciento, las clases medias profesionales sólo tuvieron un incremento menor a 95 por ciento por ciento de su salario promedio. Para las nuevas clases medias populares ascendentes era una gran conquista de igualdad, pero para las tradicionales, posiblemente un agravio.

Los propietarios de bienes inmuebles no sufrieron una depreciación de sus propiedades ni mucho menos una expropiación, pero el riguroso control de la inflación que ejerció el gobierno (alrededor de 5.4 por ciento en promedio en los pasados 13 años) y la gigantesca política de fomento a la construcción de viviendas, ya sea mediante cientos de miles viviendas estatales donadas y la obligatoriedad de crédito bancario a la construcción de vivienda a una tasa de interés de 6 por ciento, llevó a una amplia oferta que atempero el aumento de los precios de las viviendas en un tope no mayor a 80 por ciento en toda una década.

De esta manera las clases medias tradicionales tuvieron un incremento moderado de sus ingresos, porcentualmente mucho menor que el de las clases populares y las clases altas, lo que completa la parte baja de la curva de elefante de las desigualdades nacionales.

Si a ello sumamos que en este mismo tiempo a los 3 millones de personas de ingresos medios que ya existían en 2005 se sumaran otros 3.7 millones, resulta que para un puesto laboral donde habían tres ofertantes, ahora habrán seis; llevando a una devaluación de facto de 50 por ciento de las oportunidades de la clase media tradicional.

Esta devaluación de la condición social de la clase media se vuelve tanto más visible si ampliamos la forma de medir los bienes de las clases sociales a otros componentes más allá de los ingresos monetarios y el patrimonio, como el capital social, cultural y simbólico.

Toda sociedad moderna tiene mecanismos formales e informales de regulación de influencias sociales sobre las decisiones estatales. Ya sea para debatir leyes, defender intereses sectoriales, ampliación de derechos, acceso a información relevante, puestos laborales, contratación de obras, créditos, etcétera, los partidos, pero también los lobbys profesionales, los bufetes de abogados y las redes familiares funcionan como herramientas de incidencia sobre acciones estatales. En el caso de Bolivia hasta hace 14 años, los apellidos notables, los vínculos familiares, los círculos de promoción estudiantil, las fraternidades, las amistades de residencia gatillaban una economía de favores en el aparato estatal.

Un apellido siempre ha sido un certificado de honorabilidad y, a falta de ello, el paso por determinados colegios, universidades privadas, lugares de esparcimiento o pertenencia a una logia desempeñaban el resorte de parcial blanqueamiento social.

Ya sea en gobiernos militares o neoliberales siempre había una lógica implícita de los privilegios estatales y de los lugares preestablecidos, social y geográficamente, que las personas debían ocupar.

Por eso cuando el proceso de cambio introduce otros mecanismos de intermediación eficiente hacia el Estado, las certezas seculares del mundo de la clase media tradicional se conmocionan y escandalizan. La alcurnia, la blanquitud y la logia, incluidas su retórica y su estética, son expulsadas por el vínculo sindical y colectivo. Las grandes decisiones de inversión, las medidas públicas importantes, las leyes relevantes ya no se resuelven en el tenis club con gente de suéteres blancos, sino en atestadas sedes sindicales frente a manojos de hojas de coca. La liturgia colectiva sustituye la ilusión del mérito: 80 por ciento de los alcaldes han sido elegidos por los sindicatos; 55 por ciento de los asambleístas nacionales y 85 por ciento de los departamentales provienen de alguna organización social. Los puestos laborales en la administración pública, las contrataciones de obras pequeñas, la propia atención ministerial requiere el aval de algún sindicato urbano o rural. Hasta la servidumbre doméstica, vieja herencia colonial del sometimiento de las mujeres indígenas, ahora impone derechos laborales y de trato digno. Los indios están alzados, y la indianitud anteriormente arrojada como estigma o veto al reconocimiento, ahora es un plus que se exhibe para decir quien tiene el poder. En todo ello hay una inversión de la polaridad del capital étnico: del indio discriminado se pasa al indio empoderado.

La plebe, anteriormente arrinconada a las villas y anillos periféricos, invade los barrios de las “clases bien” comprando y alquilando domicilios vecinos rompiendo las tradicionales geografías de clase. Las universidades se llenan de hijos de obreros y campesinos. Los exclusivos shoppings se vulgarizan con familias populares que traen sus costumbres de cargar su comida en aguayo y meterse a los jardines de los prados. Y las oficinas antes llenas de traje, corbata y falda tubo, ahora están atravesados por ponchos, chamarras y polleras.

Para la clase media es el declive del individuo frene al colectivo, del buen gusto frente al cholaje que lo envuelve todo y en todas partes. Hasta las clases altas más hábiles en entender el nuevo relato social se agrupan también como gremio y se vuelven diestras en las puestas en escena corporativas.

Pero la clase media tradicional no. La simulación siempre ha sido un estilo de su clase, pero que ahora no le da réditos. Otras apariencias más cobrizas, otros hábitos e incluso otros lenguajes ahora desplazan lo que siempre consideró un derecho hereditario. Y antes que racionalizar el hecho histórico, prefiere ahogarse en las emociones de una decadencia social inconsulta. El resultado será un estado de resentimiento de clase contra la igualdad que lo irradiará hasta sus hijos y nietos. Por eso su consigna preferida es resistencia. Se trata de resistir la caída del viejo mundo estamental. Y para ello el fascismo es su modo de encostrarse.

Así, más que una querella por los bienes no adquiridos la rebelión de la clase media tradicional es un rencor encolerizado por lo que considera un desorden moral del mundo, de los lugares que la gente debiera ocupar y de la distribución de reconocimientos que por tradición les debiera llegar.

Por eso el odio es el lenguaje de una clase envilecida que no duda en calificar de salvajes al cholaje que la está desplazando. Y es que al final no se puede ganar impunemente la lucha contra la desigualdad. Siempre tendrá un costo social y moral para los menos, pero lo cobrarán.

Esta es también una de las preocupaciones de Piketty en su libro, pues está dando lugar a un surgimiento de un tipo de populismo de derechas y de fascismo alentado por la insatisfacción de estos sectores medios con nulo o bajo crecimiento de sus ingresos. Y en el caso de Bolivia a un tipo de neofascismo con envoltura religiosa.

* Ex vicepresidente de Bolivia en el exili0

Autor: Álvaro García Linera

Fuente de la Información: https://www.jornada.com.mx/2020/02/08/opinion/018a1mun

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Educación popular y “buen vivir”: Interacciones en lo pedagógico

Por: Benito Fernández Fernández. 

Resumen

El artículo nos propone pensar de qué forma la Educación popular y el paradigma del Buen Vivir hacen aportes al debate actual sobre la “calidad educativa”, enriqueciendo el enfoque de la “educación como derecho” y contribuyendo a innovar el campo de la pedagogía. El texto parte de dos grandes discusiones, por un lado el contexto de debate
sobre la “calidad educativa”, donde se disputan dos posiciones: “la educación como excelencia” versus la “educación como derecho”, y por otro el debate por el sentido global de nuestro ser en el mundo, en un contexto de globalización y de crisis planetaria. Frente a estos escenarios, la Educación Popular encuentra en el “Buen Vivir” un sentido ético y político que enriquece su comprometida trayectoria a favor de la liberación de los pueblos y en la que se destaca en la dimensión pedagógica el papel del educador popular en la construcción de sujetos autónomos y en la “calidad educativa” como un derecho universal en función de las necesidades educativas de las personas.

EGR10-01-Fernández-Castellano

Fuente del artículo: http://educacionglobalresearch.net/wp-content/uploads/EGR10-01-Fern%C3%A1ndez-Castellano.pdf

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Bolivia: nace organismo para la defensa de los derechos humanos de los trabajadores y el pueblo

Bolivia: nace organismo para la defensa de los derechos humanos de los trabajadores y el pueblo

En un escenario de crecientes y brutales tendencias represivas, de persecución política y donde los derechos a la libertad de prensa y de expresión son coartados, trabajadoras, trabajadores, profesionales independientes, estudiantes y activistas por los Derechos Humanos, en una conferencia de prensa dimos inicio al lanzamiento de un organismo de “Profesionales por los Derechos Humanos y contra la Represión Estatal” (ProDHCre).

Estuvieron presentes tomando la palabra, familiares de presos políticos de El Alto, denunciando el calvario que vienen pasando para liberar a sus familiares, desde hace más de dos meses atrás. Se trata incluso de personas con discapacidad, menores de edad y mujeres que están separadas de sus hijos, que han sido detenidas de manera irregular y arbitraria. «Nadie habla de lo que está pasando con nosotros, es terrible está situación», señala María P., expresando la falta de acceso a justicia, el montaje por supuesta sedición, así como la situación política que ha puesto estos casos debajo de las piedras, mientras se habla de «Democracia».

Conferencia de prensa de lanzamiento del ProDHCre:

https://www.facebook.com/lid.bolivia/videos/471765720156230/

«Quienes impulsamos este centro ya venimos desarrollando acciones por la defensa de los derechos humanos de las y los trabajadores y del pueblo pobre que ha venido resistiendo al golpe de Estado», afirmaron voceros del ProDHCre.

Miembros de la LOR-CI, grupo que impulsa La Izquierda Diario en Bolivia, declararon que «hemos realizado junto con otras organizaciones actividades de solidaridad con familiares de las víctimas de Senkata, como fue la exitosa Kermés solidaria del pasado 8 de diciembre. Luego de estas experiencias y frente al creciente escenario de persecución política y de vulneración de derechos y libertades democráticas básicas, con detenciones arbitrarias, silenciamiento a radios comunitarias, entre otros atropellos, vimos la urgente necesidad de impulsar un organismo, con principios claros de independencia política de los partidos del régimen y del Estado, que defienda los Derechos Humanos y contra la represión estatal».

Según datos oficiales, con informes de la propia CIDH, el nuevo régimen de Áñez en poco tiempo tiene un saldo de casi 40 asesinados de los que no se dice nada. Fueron más de mil detenidos durante las movilizaciones de noviembre. Hoy continúan como presos políticos más de un centenar de personas. Luego del acuerdo de “pacificación del país” firmado entre el llamado “régimen de transición” y los parlamentarios del MAS que negociaron sobre la sangre derramada de los asesinados en las masacres de Sacaba, Senkata y Ovejuyo y que les sirvió como moneda de cambio para hacerlo en mejores términos, para el pueblo trabajador y los sectores populares empobrecidos nada ha cambiado, solo un aumento exponencial de la represión.

«Hemos visto de manera pregnante cómo los organismos de derechos humanos han tomado partido por el campo golpista o los que estaban con el MAS pasaron a la inacción. Creemos que hoy más que nunca es fundamental contar con un organismo al servicio de la lucha del pueblo trabajador del campo y de la ciudad, de las mujeres, de las diversidades sexuales, contra la represión estatal y por la defensa de los derechos humanos. Quiénes conformamos este centro hemos peleado durante el gobierno del MAS contra sus medidas cada vez más autoritarias y de judicialización de la protesta», afirmaron desde el flamante organismo.

Hoy esta pelea sigue en pie ya que los métodos de persecución y amedrentamiento utilizados por el MAS han venido siendo implementados a escala “industrial” por el régimen de Áñez, impuesto por la movilización cívica, clerical, empresarial, policial y militar que consumó el golpe de Estado y del que también es responsable el MAS que traicionó la lucha de los sectores campesinos, de los vecinos y del pueblo de Sacaba y Senkata que se organizaron de manera independiente para resistir al golpe mientras el cerco mediático denigraba esta lucha calificándola de vandálica.

El MAS es responsable de haber entregado a la derecha, en bandeja, las banderas democráticas luego de haber vulnerado el resultado del 21F y la seguidilla de recursos que optó para ir por una cuarta reelección. Todo esto lo utilizó la derecha golpista para ser hoy quiénes administran el Estado imponiendo medidas que van en contra del pueblo trabajador. Nada se puede esperar del MAS que hoy sólo elige candidatos y nada hace por defender a los cientos de presos y perseguidos sólo por pensar diferente al nuevo régimen menos aún luego de que con los 2/3 que tienen en el Parlamento solo se han encargado de negociar con Áñez y su gabinete dándole legitimidad al golpe de Estado que ellos mismos denunciaron.

Desde el ProDHCre afirmaron que «somos conscientes que la justicia ha sido formada para defender los intereses de unos cuantos que viven del poder mientras el pueblo se encuentra en indefensión, más aún con el golpe que más que ser contra el gobierno del MAS, fue contra el pueblo. Estos sectores empobrecidos, de trabajadores y trabajadoras que para sostener la defensa de sus familiares se ven en la necesidad de pagar sumas exorbitantes, quedándose sin dinero hasta para pagar su comida, demostrando que esta justicia es para los ricos», e invitaron a sumar fuerzas en el organismo.

Fuente de la Información: https://www.laizquierdadiario.com/Bolivia-nace-organismo-para-la-defensa-de-los-derechos-humanos-de-los-trabajadores-y-el-pueblo

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Bolivia: Gobierno y maestros urbanos firman acuerdo que garantiza el inicio de labores educativas

América del Sur/ Bolivia/ 28.01.2020/ Fuente: www.la-razon.com.

También se acordó que el Ministerio de Educación trabajará con las normales del país para la formación de maestros del nivel inicial, además que junto al Ministerio de Economía se buscará un incremento del presupuesto destinado a ese sector, pero con la participación de la CTEUB.

El Ministerio de Educación y la Confederación de Trabajadores de Educación Urbana de Bolivia (CTEUB) firmaron un acuerdo que garantiza el inicio de las labores educativas en el país el próximo 3 de febrero.

Según el documento que fue consensuado por las 31 federaciones del país aglutinadas en la CTEUB y el Gobierno, se determina trabajar de manera coordinada en busca de los mecanismos para incrementar auxiliares para el nivel inicial de manera progresiva.

También se acordó que el Ministerio de Educación trabajará con las normales del país para la formación de maestros del nivel inicial, además que junto al Ministerio de Economía se buscará un incremento del presupuesto destinado a ese sector, pero con la participación de la CTEUB.

Asimismo, desde la gestión 2021 el número de estudiantes del nivel inicial en aula será de 25, mientras que otro punto que acordaron es que esa cartera de Estado emitirá un comunicado que señala la suspensión de la aplicación del reordenamiento, y se instalarán mesas de trabajo para su aplicación.

Otra determinación es flexibilizar la hora pedagógica de 35 minutos en el nivel inicial, debiendo respetarse el trabajo de los cinco días hábiles.

Otro punto tiene que ver con las horas de Física y Química y las gestiones que se realizarán para su pago respectivo.

La ministra de Educación, Virginia Patty, aseguró que su despacho se encuentra en constante diálogo con el sector del magisterio urbano, por lo que garantizó el inicio de las labores educativas para el 3 de febrero.

Por su parte, el ejecutivo nacional de los Maestros Urbanos de Bolivia, Ludbin Salazar, aseguró que sus demandas fueron atendidas en un 95%, y que cualquier manifiesto de alguna federación en contra de lo acordado no es «legítimo».

Fuente de la noticia: http://www.la-razon.com/sociedad/Gobierno-maestros-garantiza-labores-educativas_0_3300869901.html

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