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Colombia:OCDE, REFORMAS Y PROGRESO

Colombia / www.elcolombiano.com / 7 de Junio de 2017

En el proceso que adelanta Colombia para ser admitida en la Ocde, y que está muy avanzado, dicha Organización presentó un estudio en el que plantea la necesidad de que se concreten las reformas pendientes.

Desde el primer período de gobierno del presidente Juan Manuel Santos, se fijó la meta de conseguir que Colombia haga parte de la Ocde (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos). Para tal efecto, se han venido surtiendo una serie de instancias y procedimientos establecidos por la Organización.

En este sentido, el Gobierno ha adoptado, en diversos campos, algunas reformas y concretado una serie de ajustes (en políticas, reglamentaciones, procesos y programas) para así responder a las recomendaciones y las sugerencias de los diferentes comités (23 en total) que tiene establecidos la Ocde.

El hacer parte de esta Organización, a la que pertenecen principalmente países de alto nivel de desarrollo e ingreso, le ofrece a una nación en desarrollo como Colombia la oportunidad no solo de aprender de otros países cómo hacer mejor las cosas sino de recibir retroalimentación sobre los avances y las dificultades que enfrenta el país en diversos campos del desarrollo y de la política pública.

Adicionalmente, se puede acceder a información privilegiada de gran ayuda para la formulación, la implementación y la evaluación de las políticas.

Según el Gobierno, otros beneficios que trae el ingreso a la Ocde son la posibilidad de acudir a fuentes de financiamiento de menor costo y asegurar un mayor flujo de inversión extranjera, pues la confianza de los potenciales inversionistas aumenta.

En desarrollo del proceso de ingreso a la Ocde, en días pasados la Organización presentó el “Estudio Económico de Colombia 2017”.

En este informe se plantean dos mensajes centrales. El primero tiene que ver con el hecho de que la economía colombiana “ha sido más resiliente al shock de los precios de las materias primas que otros países de América Latina”.

El segundo pone en perspectiva los retos del desarrollo y el progreso que se tienen por delante para brindarles a sus ciudadanos mayores niveles de ingreso y bienestar. Estos se resumen en la necesidad de avanzar “hacia un crecimiento más inclusivo” y asegurar “un aumento de la productividad”.

Para tal propósito, la Ocde recomienda una serie de medidas y reformas entre las que destacan la necesidad, en el mediano plazo, de recaudar más ingresos para financiar los gastos crecientes que se requieren en las áreas de infraestructura, educación y previsión social. En otras palabras, el próximo gobierno deberá llevar a cabo una nueva reforma tributaria.

De igual manera, será necesario enfrentar una reforma laboral que consiga reducir la informalidad en el mercado del trabajo, pues este fenómeno hace difícil reducir las desigualdades sociales, ya que limita el acceso de las personas a los beneficios públicos.

Para ello se propone, entre otras cosas, continuar con la reducción de los impuestos y las contribuciones sobre los salarios (los denominados costos laborales no salariales); simplificar los procedimientos para el registro de las empresas y la afiliación de los trabajadores a la seguridad social; e implementar la diferenciación del salario mínimo según la edad y la región.

De otra parte, la Ocde plantea la urgente necesidad de concretar “una reforma en profundidad del sistema pensional”, asunto que sigue pendiente y que ha venido siendo discutido en diversos foros, como el reciente congreso de Asofondos.

De concretarse la entrada de Colombia a la Ocde, es claro que, si se quieren alcanzar mayores niveles de crecimiento y equidad, el país tiene por delante la concreción de una serie de reformas económicas de gran calado.

Fuente:http://www.elcolombiano.com/opinion/editoriales/ocde-reformas-y-progreso-ND6674971

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Chile:Gobierno busca acelerar tramitación de reforma a la educación superior

Chile / www.latercera.com / 7 de Junio de 2017

Estuvo 10 meses estancado en la Comisión de Educación y ahora la discusión del proyecto de reforma a la educación superior avanza lento en su discusión y votación. Hace tres semanas que se inició el proceso, y aunque la iniciativa está con suma urgencia -lo que significa que debe ser despachada por la Cámara en 15 días-, solo se ha alcanzado el artículo 11, y aún no se votan el primero ni el segundo.

Por esto, el gobierno quiere acelerar el paso, por lo que se estaría evaluando poner a la medida discusión inmediata, lo que daría un plazo de seis días para ser resuelta.
La subsecretaria de Educación, Valentina Quiroga, señaló que para el gobierno “este proyecto y desmunicipalización son prioritarios, por lo que estamos haciendo todo el trabajo para que se aceleren las votaciones”. En esa línea, sostuvo que “se está evaluando poner la discusión inmediata”.

Para algunos diputados oficialistas, la opción que busca el Ejecutivo no es la más adecuada. Alberto Robles (PR) dijo que “sería incomprensible ponerle discusión inmediata a superior y no a desmunicipalización”.

En tanto, la diputada Cristina Girardi (PPD) explicó que ya existen plazos para que a finales de junio se termine de ver la reforma, “por lo que es absurdo ponerle discusión inmediata. En la Comisión de Educación del Senado aún están viendo desmunicipalización y la creación del Ministerio de Cultura, sería una locura que nos matáramos viendo la reforma a la educación superior para que el Senado vea este proyecto recién en agosto. También, esto podría ser un retroceso, como no hay tiempo de discutir, podría votarse en contra cosas que efectivamente queremos que salgan”, remarcó Girardi.

Con todo, el Ejecutivo está dispuesto a hacer un calendario para lograr despachar los proyectos a tiempo. De acuerdo a Girardi, la ministra de Educación, Adriana Delpiano, tomó un acuerdo con los parlamentarios ayer en la tarde para hacer la planificación el próximo lunes: “Tomamos un acuerdo con ella, aunque no sé si a pesar de eso igual ingresarán la discusión inmediata”.
Gratuidad

Durante la cuenta pública, la Presidenta Bachelet señaló que para el próximo año la gratuidad alcanzará el sexto decil. A pesar de esto, el candidato y ex Presidente Sebastián Piñera señaló al programa En Buen Chileno, de Canal 13, que mantendrá el beneficio para los alumnos de los cinco primeros deciles y que la propuesta de la Mandataria, de subir al sexto decil, es irresponsable. Respecto del resto de los estudiantes, Piñera indicó que se hará un sistema de financiamiento combinando de becas y préstamos más favorable.
Con todo, algunos parlamentarios de Chile Vamos, como Jaime Bellolio (UDI), sostuvieron que aún no se discute con profundidad, al interior de la coalición, cómo se actuará al respecto.

Agregó que “todo depende de lo que haga el Ejecutivo. Si el gobierno sube al sexto decil en las condiciones actuales, no se puede, porque perjudica la calidad de los planteles. Por eso, estoy abierto a llegar al 60%, en la medida en que no sea con la fórmula actual”.

Fuente: http://www.latercera.com/noticia/gobierno-busca-acelerar-tramitacion-reforma-la-educacion-superior/

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Ecuador: Tres universidades subieron a la categoría C en el proceso de evaluación del Ceaaces

Ecuador/www.elcomercio.com/ 7 de Junio de 2017

Un nuevo proceso de evaluación a las universidades del país se abrirá en el 2018. Se aplicará otro modelo, en el que se priorizará la participación de estudiantes, profesores y autoridades de las instituciones educativas. Este comenzará luego del primer trimestre del próximo año. Así lo confirmó Francisco Cadena, presidente del Consejo de Acreditación y Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior (Ceaaces). Contó que con los directivos de los centros superiores se acordó preservar los parámetros más importantes del modelo de evaluación fijado en el 2015, pero con ajustes. Por ejemplo, no se analizará a profundidad el número de profesores con maestría. La razón: la situación es diferente a la del 2013, cuando se comenzó a pedir ese requerimiento en los establecimientos superiores. “Ahora es obligatorio. La calidad no mira el cumplimiento de la ley, va más allá”. Un punto en el que se enfocarán es en cómo los docentes manejan la carga académica y su vinculación con la colectividad. Se afinarán los procedimientos para la generación de conocimientos y cómo los transmiten a sus estudiantes. “Buscamos que no solamente tengan un amplio bagaje de saberes sino una metodología de desarrollo de la investigación”. El Ceaaces no solo está en los preparativos del nuevo proceso de evaluación del 2018, también se encuentra cerrando otros procesos. Ayer, 5 de junio del 2017, se presentaron los resultados de la revisión a las cuatro últimas universidades que aún se mantenían en la categoría D (la cuarta y última del escalafón). Se trató de la Universidad Católica, de Cuenca; Laica Eloy Alfaro, de Manabí; Luis Vargas Torres, de Esmeraldas, y Agraria del Ecuador, de Babahoyo. 41 992 personas estudian en ellas, en el momento. Esto ocurre luego del proceso de evaluación institucional realizado por el Ceaaces en todos los centros superiores del país desde el 2013. Entonces se estableció que ocho sigan en proceso de acreditación y se ubiquen en la categoría D. Tres años después, esa evaluación se dividió en dos grupos debido a varias alteraciones, generadas por el terremoto de abril del 2016. Los resultados de las evaluaciones del primer grupo fueron entregados en septiembre de ese año. Las universidades Técnica, de Machala; y Guayaquil ascendieron a la categoría B, mientras que la de Otavalo y la Estatal del Sur de Manabí pasaron a la C. Con el anuncio de ayer, Francisco Cadena, presidente del Ceaaces, aseguró que se hizo historia en la educación superior del Ecuador, ya que no existen centros en la categoría D. “El cierre de las universidades consideradas de ‘garaje’ no era suficiente para depurar el sistema”, apuntó. Según precisó, era indispensable que todas las instituciones de educación superior que permanecieron en el sistema demostraran su calidad. En el Ceaaces se indicó que hay 55 universidades, sin contar con Yachay, U. Artes, Ikiam y UNAE, no evaluadas. El 14% está en la categoría A, 51% se encuentra en la B y un 35% en la C. En el 2013, el 9% estaba en la primera jerarquía, mientras que el 43% se ubicaba en la segunda. En la tercera y cuarta se ubican el 33% y 15%. Cadena destacó los esfuerzos de la U. Católica de Cuenca. También el trabajo de las autoridades de la U. Laica Eloy Alfaro de Manabí, que asumieron “con seriedad” el reto de mejorar, ya que pasó por un proceso complejo de intervención. “Tiene potencialidades muy altas de subir en los indicadores de calidad”. No obstante, al funcionario le preocupan los casos de las universidades Luis Vargas Torres y Agraria. A su juicio, la última deberá establecer procesos de mejora urgentes si quiere mantenerse en el sistema de educación superior del país. Sobre los procesos de evaluación universitaria, desarrollados en el país, hay visiones críticas. Una es la de Édgar Samaniego, exrector y catedrático de la Universidad Central. Él coincide en que evaluar al sistema universitario, en todo el mundo, es necesario para ­garantizar la calidad. Pero, “lastimosamente, el Ceaaces ha manejado estas evaluaciones con carácter político”. Pide reflexionar en el mensaje que se busca pasar al dar a conocer que ya no hay centros en la categoría D ni en la E, desde antes. “Allí estaban las de peor rendimiento”. Es obvio pensar -afirma- que el Gobierno, políticamente o académicamente, ha mejorado la condición de las universidades ecuatorianas. “Ese es el mensaje que se está dando artificialmente, al decir que las D y E desaparecen”. En contexto Para el 2018, el Ceaaces realizará un taller de construcción del nuevo modelo de evaluación institucional. Este recorrerá cinco ciudades del Ecuador y contará con la participación de representantes de las universidades y las escuelas politécnicas.

Fuente: https://www.elcomercio.com/tendencias/universidades-categoriac-evaluacion-ceaaces-educacion.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.com

 

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Colombia:¿Están preparadas las instituciones de educación superior para la llegada de los centennials?

Colombia / www.semana.com / 7 de Junio de 2017

Algunos de los jóvenes que integran esta generación ya están cursando estudios universitarios. Se caracterizan por el uso de la tecnología, no solo para el consumo, sino como una herramienta de educación.

Nacidos entre 1997 y el 2017, los centennials son el grupo demográfico que marcará el futuro, por lo que muchos han empezado ya a analizar sus comportamientos y características. The Futures Company, empresa líder en análisis del comportamiento humano, realizó un estudio en el que identificó características que los hacen muy diferentes a sus antecesores los millennials. Las principales son: buscan privacidad y exhiben menos su vida en redes sociales, son pragmáticos, menos idealistas y en vez de quejarse del sistema, innovan. De hecho, los centennials han crecido en un mundo mucho más incluyente, por lo que valoran y aceptan la diferencia, y su conciencia medioambiental es mucho más acusada.

Son la primera generación cien por cien nativa digital. Es decir, nacieron con la tecnología y la emplean como si fuera una extensión más de su cuerpo. Debido a esto, son muy independientes a la hora de acceder a la información, por lo que las Instituciones de Educación Superior (IES) se enfrentan a un gran desafío. Según Jorge Rubio, director nacional de mercadeo, comunicaciones y  SEGE de la Fundación Universitaria del Área Andina, “son mucho más visuales y mediáticos y buscan plataformas que se adecuan a la inmediatez que necesitan. Cuestionan todo lo que se les dice y lo confrontan con distintos estudios, términos y teorías que encuentran en la red”. Para ellos, los profesores ya no son su principal fuente de información, concluye el experto

Instituciones universitarias como Areandina, a través de programas presenciales y virtuales, están reestructurando los modelos educativos tradicionales en unos donde la labor del docente, más que transmitir conocimientos, sea la de generar discusiones, guiar y aclarar las dudas de los estudiantes. Los centennials tienen un sentido arraigado sobre el consumo responsable (C-Commerce), entendido como la economía colaborativa. De la misma manera requieren que la educación sea un espacio de  corresponsabilidad donde ellos puedan dar y recibir, compartir conocimiento, visiones y posturas.

Según The Futures Company, el 70 % de los centennials opina que para salir adelante es necesario un título universitario. Entre los matriculados en Areandina, los principales motivos para elegir sus carreras son las oportunidades laborales, la calidad de su propia vida y la familiar, la posibilidad de seguir estudiando y la superación personal. Para esto requieren tener conocimientos más especializados en idiomas, estudios en el exterior y posgrados. Uno de los retos de la educación superior está dirigido precisamente a generar programas por ciclos propedéuticos que permitan que los estudiantes obtengan títulos en menos tiempo, pero con diferentes enfoques que les permitan especializarse en su tema de interés y así ser más competitivos.

Ofrecer educación superior para los centennials implica conocerlos y entender sus intereses. Si las universidades quieren ser más atractivas para esta nueva generación, es imperativo que las nuevas tecnologías formen parte estructural de su oferta educativa y que cuenten con un enfoque pedagógico colaborativo donde el profesor tenga más un rol de curador de la información que de dueño del conocimiento y el estudiante un papel más participativo y empoderado.

Fuente:http://www.semana.com/educacion/articulo/educacion-universitaria-para-los-centennials/527555

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Chile: Gratuidad educación superior; Sube el promedio de retención al 86,7%

Chile / www.adnradio.cl / 7 de Junio e 2017

El Ministerio de Educación informó los datos de matrícula reportados por las propias universidades que el año 2016 recibieron estudiantes con gratuidad y el 86,7% de estos jóvenes siguió matriculado en su carrera este 2017.

La cifras entregadas por el Mineduc muestran que se supera el promedio de retención de las casas de estudio (82,6%) y es más alta que la de aquellos jóvenes que estudiaron sin este beneficio en esas 30 instituciones la que alcanza al 77,9%.

La retención promedio entre 2016 y 2017 alcanzó el 68,7%. Lo que son 18 puntos menos que entre los estudiantes con gratuidad. Al 1 de junio más de 257 mil jóvenes se encuentran estudiando sin pagar aranceles ni matrícula.

Del total, el 64,4% está matriculado en una de las 32 universidades (165.567), el 35,6% cursa en alguno de los seis centros de formación técnica o de los seis institutos profesionales (91.463). El 51,5% de los beneficiados son mujeres, el 62,6% estudia fuera de la Región Metropolitana y el 36% proviene de colegios municipales.

Fuente: http://www.adnradio.cl/noticias/nacional/gratuidad-educacion-superior-sube-el-promedio-de-retencion-al-867/20170605/nota/3484110.aspx
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«La pobreza es un estado mental»: desigualdad y el mito de la meritocracia

Por: José Maria Aguera Lorente

«La injusticia siempre exige justificaciones y argucias; las causas justas mucho menos»
(Robert Trivers: La insensatez de los necios)

Oigo la escueta noticia a través de la radio: Ben Carson, el secretario de vivienda estadounidense, afirma que la pobreza es «un estado mental». Busco en internet qué hay tras lo que aparece en forma de titular en varios medios digitales. Así me entero de que el señor Carson, neurocirujano de oficio, fue el primer afroamericano en ser nombrado jefe de neurocirugía pediátrica en el Centro Infantil Johns Hopkins de Baltimore.

Negro, es decir, hombre perteneciente a una minoría que, atendiendo a los datos estadísticos de toda índole, es el grupo de la ciudadanía que más sufre la pobreza en un país de por sí con un importante índice de desigualdad; para ponerlo en cifras, el índice de Gini, que cuantifica la desigualdad en los Estados, se situó en la república norteamericana en 0,48 puntos según informe de 2015 , siendo en España de 0,33 puntos y del entorno de 0,25 en los países nórdicos, los de menor desigualdad del mundo dado que el máximo lo marca el 1. Pero como ciudadano de la desfavorecida minoría negra el secretario Carson es un magnífico exponente del american dream, igual que el personaje que interpreta Will Smith –antaño irreverente príncipe de Bel Air– en la película titulada En busca de la felicidad, en la que un desgraciado padre cambia su situación de patético loser por la de ejecutivo triunfador merced a su «mentalidad ganadora», la que precisamente el exneurocirujano ahora miembro de la administración Trump propugna que han de inculcar los padres a sus hijos. Por eso, seguramente y dicho sea de paso, en nuestro sistema educativo postLOMCE se haya considerado conveniente la implantación de una asignatura denominada «Cultura emprendedora y empresarial» con el fin de inculcar en nuestros jóvenes el «espíritu emprendedor» y promover el «autoempleo».

De modo que la pobreza –según cabe inferir de este planteamiento– es, principalmente, el efecto natural de un modo de afrontar los retos de la vida desde el derrotismo, actitud que bien pudo ser herencia de unos padres que fallaron a sus hijos a la hora de dotarles del sano espíritu emprendedor que les insuflara la fuerza moral del triunfador. O expresado en versión corta: si eres pobre, tú te lo buscas por cultivar el espíritu perdedor; ya que, como dicta la ética capitalista, el que trabaja, innova y emprende, siempre recibe su merecido premio.

Si la estructura social del Antiguo Régimen legitimaba las desigualdades entre los integrantes de los diversos estamentos mediante el discurso religioso, el cual hacía del designio divino el fundamento moral del orden establecido, en el caso de nuestro actual statu quo, que tiene en las desigualdades económicas el elemento decisivo que marca las diferencias sociales, habrá que buscar su legitimación no ya en la dimensión trascendente, que no es válida en una cultura secularizada, sino en la inmanente de la propia responsabilidad individual, muy acorde con la concepción liberal de la democracia, que es la preeminente. Así la aristocracia viene a ser reemplazada por la meritocracia. Es el mérito ahora y no la superioridad del linaje el que da razón de la riqueza material que viene a ser moralmente aprobada, puesto que ha sido ganada en buena lid por el individuo en un contexto de competición en igualdad de condiciones. En consecuencia, la desigualdad resultante del enriquecimiento de unos y el empobrecimiento de otros no tiene por qué ser objeto de corrección, puesto que en nada contradice el canon de la ética capitalista. Meritocracia y aristocracia comparten el núcleo legitimador, que no es otro que la virtud (areté en griego), lo que otorga valor a algo o alguien (meritum en latín); y en el que se sustenta una jerarquía moralmente justa.

Considero que este constructo ideológico de la meritocracia es parte primordial de la ética de los trabajadores de las democracias modernas; y permite explicar en parte la casi inexistente resistencia y hasta resignación que caracteriza la actitud mayoritaria de la ciudadanía ante el crecimiento de la desigualdad económica y social. Cuando el ciudadano no trabaja, o tiene un trabajo indigno, cuando no logra darse a sí mismo la vida a la que el sistema le dicta que ha de aspirar como ideal, le ahoga la vergüenza del loser, del perdedor que no ha hecho méritos suficientes para obtener los favores del capital (yo lo he visto en personas de carne y hueso que conozco; apelo a la experiencia del lector). Aquí, como señala certeramente el filósofo Byung-Chul Han, descansa una parte principal de la estabilidad del orden establecido, que ha logrado en más de los que creemos hacer de su persona amo y esclavo a partes iguales; o dicho de otro modo, ha convertido al individuo en empresario empleador de sí mismo. No cabe, pues, la crítica a la sociedad, pues sólo uno es culpable de su propio fracaso.

La meritocracia va camino de convertirse, si no lo es ya, en una de esas creencias de las que hablaba José Ortega y Gasset hace casi un siglo en su ensayo titulado Creer y pensar; es decir, en una de esa clase de ideas que conforman el estrato más profundo de nuestro pensamiento, de las que no somos conscientes, pero con las que contamos sin más para hacer nuestras vidas, de tal modo que bien se puede decir que constituyen el continente de nuestras acciones. No vivimos con tales creencias, sino que estamos en ellas.

Hagamos méritos, entonces, y el sistema nos otorgará sus bendiciones. Seamos mejores, hagámoslo mejor que los otros, como dicta la regla dorada de la competición, y tendremos lo que nos merecemos. Y los que tienen más y son, en consecuencia más, es porque se han hecho merecedores de ello. Son mejores que los otros. Este sería el cuadro de la denominada por el economista francés Thomas Piketty «sociedad hipermeritocrática», un invento dice él de los Estados Unidos armado a lo largo de las últimas décadas con el fin de justificar la magnitud creciente de la desigualdad. Ésta va camino de alcanzar las cotas de concentración de riqueza extremas en las sociedades del Antiguo Régimen y en la Europa de la Bella Época (con típicamente el 90% de la riqueza total para el decil superior y el 50% para el percentil superior en sí mismo). Es el reparto según el modelo de la «sociedad hiperpatrimonial» o «sociedad de rentistas». Sólo que en este imperio del libre mercado global en el que nos hallamos instalados en nuestros días y que camina firme año tras año hacia el mayor crecimiento de la desigualdad el modelo es de una «sociedad de superestrellas» o una «sociedad de superejecutivos». En cualquier caso los ganadores de semejante sociedad justifican la jerarquía que la estructura por el valor del mérito. Ahora bien, éste no es objetivo ni absoluto. Es muy difícilmente cuantificable y varía a lo largo del tiempo. Fijémonos por un momento en el salario de los altos ejecutivos, que no ha hecho más que crecer de forma exagerada en las últimas décadas, aumentando la brecha con respecto a los asalariados con menos sueldo de las empresas. ¿Cómo evaluar con objetividad su productividad marginal? ¿Cómo se mide la productividad individual cuando se forma parte de un equipo, de una estructura, de una empresa? Sus ganancias dependen más de las normas sociales vigentes entre ellos y los accionistas, así como de la tolerancia de los trabajadores de bajo nivel salarial y de la sociedad en su conjunto, para lo cual la batalla ideológica es decisiva. Como precisa el mismo Piketty: «Estas normas sociales dependen principalmente de los sistemas de creencias respecto a la contribución de unos y otros en la producción de las empresas y en el crecimiento del país. Teniendo en cuenta las enormes incertidumbres a este respecto no sorprende que estas percepciones varíen respecto a las épocas y a los países, y dependen de cada historia nacional particular. El punto importante es que, teniendo en cuenta lo que son estas normas en un país determinado, es difícil que una empresa particular se oponga a ellas». (A este respecto, el visionado de la película titulada El capital del incisivo director Costa-Gavras hará las delicias del lector con sensibilidad masoquista.)

La creencia, no obstante, del pensamiento liberal, que impregna la atmósfera mental que respira la ciudadanía, es que las notables diferencias en las retribuciones reflejan una desigualdad en el talento y la ejecución, necesaria para incentivar y alentar el trabajo duro, así como el reconocimiento del mayor esfuerzo, responsabilidad y estrés que conlleva el desempeño de los altos cargos. Este cuadro legitimador se resiente, sin embargo, cuando uno se entera de la ineptitud e incompetencia de muchos altos directivos, los cuales, empero, no dejan de cobrar sus escandalosas indemnizaciones, pensiones y bonus (¿necesitamos evocar la figura de nuestro ínclito Rodrigo Rato como referencia?). A ello hay que añadir que en el mundo real la productividad no es mero resultado del talento y esfuerzo de los individuos, sino del sistema socioeconómico en el que se desenvuelven. El heterodoxo economista Ha-Joon Chang, profesor de Economía Política del Desarrollo en Cambridge, plasma meridianamente lo mucho que de mito tiene la meritocracia en este párrafo extraído de su libro 23 cosas que no te cuentan sobre el capitalismo: «Esa idea tan extendida de que la única manera de que todas las personas reciban un salario correcto, y por lo tanto justo, pasa por que los mercados sigan su curso, es un mito; un mito del que habrá que olvidarse, comprendiendo lo que tiene de político el mercado y de colectiva la productividad individual, si pretendemos construir una sociedad más justa, en la que se decida cómo retribuir a las personas tomando en cuenta como se lo merecen la herencia de la historia y los actos colectivos, no solo el talento y el esfuerzo individual.»

Hay quien percibe, incluso, un proceso de secesión que pone en peligro la integridad del sistema democrático asociado a la legitimación meritocrática de la creciente desigualdad en la posesión de la riqueza. Los muy ricos constituirían ya un grupo de personas que han adquirido pautas de comportamiento e idiosincrasia exclusivas, resultantes en gran medida de identificar sus riquezas y las posiciones conquistadas en las últimas tres décadas con lo que conciben como su talento y su mérito singulares. Entienden que alcanzar las más altas cimas de la opulencia conlleva unos determinados derechos, que en realidad son privilegios, y que hacen todo lo posible por asegurar y acrecentar, segregándose del común de los mortales al mantenerse a salvo de los riesgos vitales e incertidumbre que no hacen más que aumentar en un mundo dominado por el omnipotente y veleidoso capital financiero. Es la tesis mantenida por los profesores Antonio Ariño y Juan Romero en su libro de hace un año titulado, precisamente, La secesión de los ricos, donde advierten, en efecto, del quebranto que se causa al fundamento mismo de la democracia cuando la ideología del mérito socava –como hemos apuntado más arriba– los principios políticos de la justicia y la igualdad legitimando la concesión de un poder tan desmesurado a determinados grupos.

La empatía social se resiente cuando no hay reconocimiento de la afinidad en la vulnerabilidad, que es el requisito casi indispensable según la filósofa norteamericana Martha C. Nussbaum para que los seres humanos se compadezcan. La meritocracia contribuye a reforzar el punto de vista desde el cual contemplamos a los perdedores del sistema como objetos distantes cuyas experiencias no tienen nada que ver con la vida propia. Su desdicha –pobreza, paro, exclusión social, pérdida de estatus…– es percibida no como algo inmerecido; es decir, la creencia es que la persona de la que se trate, de algún modo, ha provocado su propio sufrimiento. Las desigualdades devienen justas al asumir como evidencia irrefutable un terreno social en el que todos los individuos compiten en presunta igualdad de condiciones, ya que pueden recibir la educación que necesitan y son juzgados al margen de la colectividad en la que crecen. La socialización afirma la individualidad y sus virtudes, de forma que el triunfo y el fracaso se convierten en resultados de la actuación personal, incluida la pobreza, claro está, que es la consecuencia natural de la conducta de quienes no han sabido aprovechar las oportunidades que la vida y una sociedad abierta les ha brindado.

Es menester una buena dosis de autoengaño para no caer en la cuenta de las consecuencias políticas que todo esto acarrea, y que tienen que ver con la deslegitimación del estado de bienestar. El mito de la meritocracia es un barreno en el pilar de la solidaridad, uno de los que sustenta dicho estado de bienestar, cuyo presupuesto es que las desigualdades no son producto exclusivo de las acciones de los individuos que forman parte de él, o sea, que hay factores en la dimensión colectiva que objetivamente perjudican a unos y favorecen a otros al margen de sus méritos personales.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=227547&titular=%22la-pobreza-es-un-estado-mental%22:-desigualdad-y-el-mito-de-la-meritocracia-

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Colombia evidencia mayor acceso a la educación superior, pero requiere más calidad

Colombia / www.larazon.co / 7 de Junio de 2017

Según un estudio realizado por el Banco Mundial, nuestro país ha mejorado en el acceso a la educación superior, pero aún falta calidad y equidad en este campo, lo que representa un alto índice de deserción.

Además se evidenció que un 50% de los estudiantes no culminan su carrera universitaria.

Una de las autoras de la investigación, es María Marta Ferreyra, quien en diálogo con el diario EL TIEMPO, explicó que la expansión evidencia que la economía en nuestro país ha crecido, así como el crédito de consumo que se usa para pagar matrículas, además se han creado más programas para satisfacer la demanda.

Pese a esto, enfatizó que se debe trabajar en reforzar la equidad en el acceso y reforzar la calidad de la educación previa.

A su vez, la exviceministra de Educación, Isabel Segovia, indicó que  se necesita una mayor respuesta en las políticas públicas, mejorar la calidad de la educación superior, y garantizar mayor continuidad en el acceso a esta.

La investigadora del Banco Mundial, reveló que las brechas de acceso se deben porque los estudiantes de menores ingresos no se gradúan de la secundaria o se gradúan, pero saben menos. Además, vienen de hogares más limitados en cuanto a la educación de los padres y eso también restringe el acceso que estos estudiantes tienen al sistema.

Otro tema en el que debe mejorar Colombia, según el estudio, es en la calidad. Si bien ha expandido su matrícula, las tasas de deserción también han subido. Por lo cual aún el reto  es trabajar por la calidad de la educación superior.
En el estudio se estimó que en torno al 37 por ciento de los estudiantes que comienzan un programa universitario abandonan el sistema de educación superior, la mayoría de ellos de escasos recursos.

Fuente: https://www.larazon.co/web/2017/06/colombia-evidencia-mayor-acceso-la-educacion-superior-requiere-mas-calidad/

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