Por: Juan Carlos Iorio
Para afianzar la educación superior es necesario otorgarle mayor importancia a la evaluación de todos los establecimientos de enseñanza, incluso los institutos de nivel superior no universitarios. Una tarea que hasta el momento ha avanzado muy poco.
Más allá de las discusiones, legítimas muchas de ellas, sobre los rankings de las instituciones de educación superior que se elaboran en distintas partes del mundo, lo cierto es que el tema de la evaluación de la calidad, que está detrás de esos rankings, ha llegado para quedarse. En la Argentina, donde la recuperación de la educación constituye una exigencia ineludible del proceso de transformación y modernización de nuestro país, dicha evaluación se impone como condición necesaria para dar respuesta a esa exigencia.
El Nuevo Consenso Educativo, integrado por más de treinta asociaciones y varias universidades públicas y privadas, abrió un amplio debate destinado a elevar la calidad de la educación que, a pesar de la ingente cantidad de recursos que se le brindan, muestra un creciente deterioro. Como dice el Consenso en su declaración “Una nueva agenda educativa para el país”: “Las evaluaciones de la calidad y la información del sistema educativo son insumos fundamentales de ese proceso, deben confrontar a la escuela con su realidad para habilitarle los modos de mejorarla y deben operar como una referencia para el ‘contrato cultural’ de trabajo de los equipos docentes y de éstos con la comunidad”.
Como afirmara enfáticamente Maria Izabel Azevedo Noroña, representante de Brasil en el seminario internacional “Por qué y para qué la evaluación docente en América Latina” organizado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires: “Sin evaluación no hay educación”. Ambas cosas van de la mano.
Como se afirmó en un artículo anterior, “La creación de la Coneau (Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria), hace veinte años, significó un hito en la historia del afianzamiento de estos procesos en la Argentina. Ya son muchas las universidades públicas y privadas que llevan adelante su proceso de autoevaluación y se someten a la evaluación externa en forma periódica, como las que han acreditado carreras que puedan afectar el interés público, según lo que determina el Artículo 43 de la Ley de Educación Superior Nº 24.521 de 1995, y cientos los posgrados que han cumplido con la exigencia de acreditación.
Donde se ha avanzado muy poco es a nivel de los institutos terciarios. La mencionada Ley de Educación Superior, en su Artículo 5º, establece: “La Educación Superior está constituida por instituciones de educación superior no universitaria, sean de formación docente, humanística, social, técnico-profesional o artística, y por instituciones de educación universitaria, que comprenden universidades e institutos universitarios”.
Más adelante, en su Artículo 15º, Inciso g), determina que las jurisdicciones, entre ellas menciona específicamente a lo que en ese momento era la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, deberán “desarrollar modalidades regulares y sistemáticas de evaluación institucional, con arreglo a lo que estipula el Artículo 25 de la presente Ley”.
Estos dos artículos dejan bien en claro que los institutos de nivel superior no universitario, usualmente denominados institutos terciarios, no sólo forman parte del nivel de enseñaza superior junto con las universidades y los institutos universitarios sino que, como éstos, deben llevar a cabo su proceso de evaluación institucional, orientado a medir la calidad de su funcionamiento y de sus resultados académicos y profesionales.
Evaluación. Dada la existencia de una legislación nacional al respecto, la fuerza creciente con que se va expandiendo el proceso de evaluación en todos los niveles del sistema educativo y la creación a nivel de la Ciudad de Buenos Aires de un organismo de evaluación de la calidad educativa, se impone llevar adelante la evaluación sistemática e integral de los institutos de nivel terciario públicos y privados. Sin docentes de calidad no es posible siquiera pensar en una educación de calidad. Resulta indispensable, en consecuencia, contar con los instrumentos que permitan materializar esos procesos con la rigurosidad que los mismos requieren, más allá de subjetividades y apreciaciones personales, articulando adecuadamente los métodos y técnicas cuantitativas y cualitativas que las ciencias sociales disponen.
Esto lleva necesariamente a preguntarse: ¿con que parámetros y de qué manera debe llevarse a cabo esta evaluación? Es necesario contar con una clara respuesta a estas preguntas. Cosa que prácticamente ahora no ocurre. Como manifestara en un artículo periodístico el rector de la Universidad de Buenos Aires, Alberto Barbieri, lo primero es determinar el “modelo de calidad” específico que servirá como marco de referencia comparativo. Toda evaluación, de cualquier tipo que sea, intenta medir el mayor o menor grado de aproximación de la realidad a un modelo deseado. Ese es el modelo que hay que definir y al que se refiere el rector Barbieri cuando habla de “modelo de calidad”. Por supuesto que no es una tarea sencilla e involucra a una gran multiplicidad de actores, tanto del sistema educativo como de otros sectores del Gobierno y la sociedad. Definido el modelo, es necesario desagregarlo en criterios y estándares a fin de traducirlo en términos específicos para cada uno de los componentes y unidades a evaluar: planes de estudio, docentes, alumnos, egresados, infraestructura, equipamiento, etc. Por último, definir los indicadores empíricos en términos de las variables en juego, que permitan medir y evaluar el grado de aproximación de los valores de la realidad a los estándares propuestos por el modelo.
A tener en cuenta. Los objetivos de la presente propuesta son:
1. Determinar, planificar y articular las acciones necesarias para elaborar un modelo de calidad institucional de los institutos terciarios que permita llevar adelante un proceso de evaluación institucional, adaptado a las prioridades y particularidades de cada jurisdicción territorial.
2. Desagregar, a partir de cada modelo, los criterios y estándares correspondientes a los componentes y actores involucrados en el proceso.
3. Seleccionar los indicadores y elaborar los instrumentos de medición, recolección y procesamiento de la información para llevar adelante el proceso que permita conocer el grado de aproximación de la realidad al modelo de calidad propuesto
Fuente:http://www.perfil.com/universidades/mejorar-la-calidad-de-los-institutos-terciarios-0402-0123.phtml