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Costa Rica: UNA diseñó libro de matemáticas para cultura Bribri-Cabécar

UNA diseñó libro de matemáticas para cultura Bribri-Cabécar

KÚL ËLTËPA I CHA, es el primer libro de matemáticas elaborado desde y para las comunidades indígenas Bribri-Cabécar.

El texto para sétimo año se basa en una educación paralela y comparativa entre las matemáticas escolarizadas y las de los territorios indígenas Bribri-Cabécar de Costa Rica, que representan saberes matemáticos característicos de estos pueblos como el uso del cuerpo humano para hacer mediciones, la geometrización de su cosmovisión, el uso de técnicas propias para resguardar información contable.

Para fortalecer la educación matemática desde las etnomatemáticas, área que se fundamenta en las formas propias de entender la matemática desde los saberes y las prácticas culturales de todos los grupos humanos, es que se elaboró esta obra a cargo de la Dirección Regional de Educación Sulá del Ministerio de Educación Pública (MEP) y el Fondo Universitario para el Desarrollo de las Regiones de Etnomatemática de Campus Sarapiquí la Universidad Nacional (UNA), con apoyo de la Red Latinoamericana de Etnomatemática y la Unesco.

A mediados de febrero, unos 2 mil ejemplares se distribuyeron en los colegios y liceos rurales de Talamanca Bribri-Cabécar, Valle la Estrella y Bajo Chirripó, aproximadamente a una población de 700 estudiantes.

Para fortalecer la educación matemática desde las etnomatemáticas, área que se fundamenta en las formas propias de entender la matemática desde los saberes y las prácticas culturales de todos los grupos humanos, es que se elaboró esta obra a cargo de la Dirección Regional de Educación Sulá del Ministerio de Educación Pública (MEP) y el Fondo Universitario para el Desarrollo de las Regiones de Etnomatemática de Campus Sarapiquí la Universidad Nacional (UNA), con apoyo de la Red Latinoamericana de Etnomatemática y la Unesco.

A mediados de febrero, unos 2 mil ejemplares se distribuyeron en los colegios y liceos rurales de Talamanca Bribri-Cabécar, Valle la Estrella y Bajo Chirripó, aproximadamente a una población de 700 estudiantes.

Fuente de la Información: https://www.larepublica.net/noticia/una-diseno-libro-de-matematicas-para-cultura-bribri-cabecar

 

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Costa Rica: Haciendo familia se hace humanidad

Haciendo familia se hace humanidad

Víctor Corcoba Herrero

Uno viene a la luz del mundo para recrearse, pero también para socializarse y hermanarse; o sea, para crecerse en el espíritu fraterno. Lo hace en una familia, que lo vincula para siempre, desde su mismo origen. Por tanto, está bien que los Estados tengan la obligación moral y legal de eliminar las leyes discriminatorias y aprobar otras que protejan a las personas en favor de esa vida colectiva que todos nos merecemos porque sí. Pero la cuestión es, conjuntamente, algo más profundo. De entrada, no podemos ir contra nuestra propia naturaleza humana. Estamos aquí para construir asociados un mundo, en unión y en unidad, con la luz imaginativa de este innato impulso creativo. Lo importante, en consecuencia, no son tanto los conflictos que puedan surgir, como la resolución de nuestras típicas debilidades, que al tiempo que nos fortalecen, nos acabarán despertando.

Reconozco que, en el mundo de hoy, hambriento de amor verdadero, no sea fácil esperanzarse. Sin embargo, en cualquier esquina puede surgir una luz ilusoria, que nos ponga en movimiento para explorar el futuro de una nueva forma. Desde luego, esa vida en común, nos invita a proseguir con la audacia del saber, en la búsqueda de nuevos horizontes, al menos para conseguir sosiego interno y sonrisas en el alma. Del ocaso también se sale, solo hay que querer hacerlo, y ponerse a dar vueltas y revueltas con la certeza de que el sol siempre sale para esclarecernos el camino. Lo sustancial es entenderse uno consigo y con los demás. Quizás tengamos que comenzar a participar en la lucha contra el aislamiento, cultivar más y mejorar ese entronque soñador, que es lo que verdaderamente nos enriquece como seres pensantes.

Sea como fuere, nadie puede cambiar nada por sí mismo. Necesitamos de ese empeño colectivo, el de hacer familia en común y de sentirnos como tal. Pueblos enteros sufren cuando no se planta cara a ese hálito que nos separa. Debilitar esa innata cohesión social nos deja sin sentimientos, para poder enderezar lo torcido de nuestra historia, que no es poco. Al fin y al cabo, el mundo es algo más que un poema a reconstruir, es un verso diario al que nos hacemos cada día con jubilosa esperanza. Por eso, es fundamental volver al corazón para verse y reconocerse y, así, poder entrar en una etapa de mayor conciencia, al menos para fortalecernos como humanidad. Ciertamente, nos falta sensibilidad y nos sobran aspas contaminantes, corruptas en su mayoría, que producen unos efectos tan preocupantes como mortecinos. Sin duda, no tenemos derecho a degradar algo que nos pertenece a todos. Ya está bien de accionar una silenciosa ruptura de los nexos de integración y de aproximación social, algo que la misma tierra nos requiere en cada instante que subsanemos, para que el quebrantamiento no se produzca.

En cualquier caso, hemos de observar esperanzados, que la verdadera sabiduría humana no debilita las reacciones ante un orbe que clama, junto a una buena parte de moradores que también sollozan en el desconsuelo permanente. Tal vez nos falte, eso sí, más empuje. Personalmente, también reconozco que me llama la atención esta pasividad continua, altamente egoísta, ante este desbordante río de contrariedades y miserias humanas. No podemos continuar con esta inmoralidad que nos distancia. Se me ocurre pensar, justamente ahora, en ese huracán que discrimina a ese mundo migrante, en lugar de adoptar un espíritu de colaboración entre todos, de manos tendidas y puertas abiertas. Asimismo, también, debemos fortalecernos con la liberación de nuestras sociedades contra el tremendo veneno del rencor. Cuidado, además, con el uso de las nuevas tecnologías, para rastrear y controlar datos demográficos específicos, que puedan violentar los derechos a la intimidad, la libertad de reunión pacífica y asociación, la libertad de expresión o movimiento. El vuelo de la vida es lo que nos embellece como seres pensantes, no le pongamos grilletes.

Por tanto, lo significativo de esta vida en común, no está en dejar de pensar en los fines de nuestra acción, sino en ver que todo está relacionado, y que el auténtico cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza son inseparables de lo armónico, de la ecuanimidad y de la franqueza que nos tracemos entre sí unos con otros. Indudablemente, en las condiciones actuales de la sociedad mundial, donde imperan tantas desigualdades y cada vez son más las personas excluidas, privadas de derechos humanos básicos, el principio de la clemencia y el bien colectivo, ha de inspirarnos a la solidaridad y en una opción preferencial por los más necesitados. Esta expectativa implica, desde luego, que de no tomar espíritu de donación, la vida por sí misma se convertirá en un abismo del que va a resultar muy complicado salir.

*Escritor
corcoba@telefonica.net

Fuente de la Información: https://www.diarioextra.com/Noticia/detalle/443105/haciendo-familia-se-hace-humanidad

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República Dominicana: Se observan pocas banderas en el Día de la Independencia Nacional

Se observan pocas banderas en el Día de la Independencia Nacional

Pocos banderas se vislumbraron hoy colgadas en las afueras de las casas en los sectores del Ensanche La Fe y Villa Juana, durante un recorrido realizado por el Periódico Hoy.

El sentimiento patrio no se vio tan ferviente como años atrás, donde los ciudadanos conmemoraban con diferentes actividades el aniversario de la Independencia Nacional.

La enseña tricolor es uno de los símbolos más significativos de las celebraciones, y que nos idéntica como una nación libre y soberana.

Fuente de la Información: https://hoy.com.do/se-observan-pocas-banderas-en-el-dia-de-la-independencia-nacional/

 

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Haití: Estudiantes denuncian la brutalidad policial y la CIDH llama al diálogo para resolver la crisis

Estudiantes denuncian la brutalidad policial y la CIDH llama al diálogo para resolver la crisis

Estudiantes universitarios de Haití denuncian brutalidad policial

Estudiantes de Haití criticaron el empleo sistemático de munición real para dispersar las recientes manifestaciones de universitarios contra el secuestro, y calificaron los hechos de brutalidad policial.

La asociación Zafè etidyan ayisyen (Asuntos estudiantiles haitianos) denunció que un colega fue alcanzado por una bala durante las protestas del pasado lunes, que exigía la liberación del profesor Abdias Édumé, secuestrado desde mediados de febrero.

Deploraron asimismo, que el estudiante James Pierrin de la Facultad de Ciencias Humanas, recibió un proyectil en el cuello el 20 de enero, disparado por las fuerzas de seguridad.

Esta organización integrada por alumnos de la Universidad Estatal de Haití, Universidad Episcopal, Universidad de Notre-Dame y la Universidad de Puerto Príncipe, lamentó el ‘silencio cómplice’ de las autoridades y subrayó que la misión de la Policía es proteger la vida y la propiedad de los ciudadanos y no reprimir protestas legítimas.

Al mismo tiempo, reclamó investigaciones y sanciones a los responsables de las muertes de Samu Mical, el 25 de agosto de 2020 y Grégory Saint-Hilaire, en octubre de ese mismo año, en el curso de dos movilizaciones.

Mientras se multiplican las protestas contra el Gobierno, crecieron las denuncias de organizaciones de derechos humanos sobre la violencia policial.

La semana pasada, la plataforma Defender Plus aseguró que recibió al menos seis denuncias formales relacionadas este fenómeno, y criticó la actuación de los agentes contra periodistas en el ejercicio de sus funciones.

Desde finales de enero al menos cuatro comunicadores recibieron el impacto de armas de fuego y otros fueron alcanzados por botes de gases lacrimógenos en el curso de las manifestaciones que pedían al Gobierno respetar la constitución y asumir el final de su mandato.

Aunque las autoridades condenaron los hechos, el pasado lunes el presidente Jovenel Moïse dijo ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que a menudo las bandas ‘se disfrazan’ de representantes de medios de comunicación para atacar a los policías en activo, lo que generó rechazo de las asociaciones de prensa.

Prensa Latina

Fuente de la Información: https://www.nodal.am/2021/02/estudiantes-denuncian-la-brutalidad-policial-y-la-cidh-llama-al-dialogo-para-resolver-la-crisis/

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Entrevista a Eduardo Halfon: “Nuestra identidad no es más que una colección de máscaras”

Por: Aloma Rodríguez

En ‘Canción’ Eduardo Halfon construye una novela en la que se mezclan episodios de la vida familiar pasada con el secuestro de su abuelo, pero también una intención de explicar Guatemala.

Canción (Libros del Asteroide) es la nueva entrega de esa especie de gran novela en marcha del escritor guatemalteco Eduardo Halfon (1971). Aquí los recuerdos de infancia y de un abuelo severo, de una prima que llega de Buenos Aires y cuya promesa de enseñarle las nalgas queda en suspenso se mezclan con el relato del secuestro de su abuelo por parte de la guerrilla. Halfon se cita con una de las secuestradoras en un bar, ella le ha hecho prometer que no escribirá nada. Y todo esto lo recuerda o lo cuenta a propósito de un congreso de escritores libaneses en Tokio, al que ha sido invitado porque su abuelo era libanés.

Canción es la historia del secuestro de tu abuelo, un judío libanés que prospera en Guatemala, y al que la guerrilla mantuvo secuestrado 35 días. Sin embargo, “Canción” es el sobrenombre del secuestrador con el que su abuelo parece que intimó más, ¿por qué?

Nunca supe por qué mi abuelo formó una especie de amistad con ese secuestrador en particular. Pero su amistad sigue el patrón clásico del síndrome de Estocolmo, ¿no?, en el cual una víctima de secuestro o retención desarrolla un fuerte vínculo afectivo con su captor. Sabemos que mi abuelo y Canción hablaban mucho, que jugaban dominó por las tardes, que cenaban juntos. Sabemos que mi abuelo no solo le compró medicinas durante el secuestro, sino que su captor lo visitó varias veces después, en su almacén de telas en el Portal del Comercio, para que mi abuelo le entregara más medicinas.

Lo que se cuenta en el libro es también qué fue de los secuestradores. El narrador se cruza por azar con uno de los guerrilleros que planificaron el secuestro y se da cita con otra guerrillera que estuvo implicada en el secuestro. ¿Por qué ese interés por saber qué fue de ellos?

Siempre supe del secuestro de mi abuelo, pero lo supe de una manera anecdótica, fragmentada, aun prohibida. Era una historia apenas comentada en la familia. Lo que finalmente me hizo interesarme por saber más —o sea, por escribir más— fue tropezarme con la historia de uno de sus secuestradores. Yo estaba en Guatemala de visita en 2019, cuando me puse a ojear un viejo ejemplar de Los años de la resistencia, de Miguel Ángel Sandoval. En un par de páginas, y en primera persona, Sandoval narraba los detalles del secuestro de mi abuelo por la guerrilla guatemalteca en enero de 1967, y especialmente la participación de uno de los guerrilleros, un tal Percy Amílcar Jacobs Fernández. Y como Percy trabajaba entonces en una carnicería, intentaba explicar Sandoval, sus compañeros lo apodaron Canción. Ese personaje, y su apodo tan extraño, me abrió la puerta a la historia de mi abuelo, y también a la historia reciente y tan violenta de mi país.

Contar la historia de ese secuestro es contar necesariamente la historia de Guatemala, que es una historia de violencia, de dictaduras y de intentos frustrados de llevar el país hacia una cierta igualdad y justicia, un camino fallido hacia la democracia.

Podríamos decir sin ningún titubeo que en Guatemala el intento revolucionario fracasó. Hoy existe aún más desigualdad, aún más violencia, aún más injusticia y corrupción, aún más pobreza extrema y analfabetismo y desnutrición infantil. Pero si uno se acerca un poco a la historia reciente del país, nada de esto sorprende. Guatemala es, como alguna vez escribió mi abuelo, un país surrealista.

Aparece la relación con ese abuelo, un señor de carácter; hay recuerdos de infancia, pero también visitas a bibliotecas en busca de documentación, ¿cómo se mezclan materiales tan diversos y de manera tan natural?

El escenario donde suceden mis historias se va armado siempre así, con recuerdos de infancia como telón de fondo, con documentos y detalles históricos como mobiliario y accesorios. Pero el drama que se desarrolla en el escenario es ficción. Y para que esa ficción funcione el escenario debe ser verosímil, palpable, muy visual. El lector debe sentirse subido ahí en las tablas, mirando a los personajes, oliendo los aromas.

Canción se abre –y se cierra– en un congreso en Tokio dedicado a escritores libaneses. Cuando le invitan, el narrador descubre que esa es otra de sus identidades, la de libanés…

Mi abuelo libanés no era libanés. Es decir, cuando él salió de Beirut, en 1917, Beirut formaba parte del territorio sirio. Mi abuelo, legalmente, era sirio, pero siempre se llamó a sí mismo libanés. Y cuando de pronto me invitan a Tokio como un escritor libanés, primero pienso que es un error o una broma, pero luego empiezo a preguntarme qué significa ser libanés, algo que para mi abuelo ni siquiera estaba relacionado con un país. Nuestra identidad no es más que una colección de máscaras.

El congreso de Tokio y el discurso de inauguración en la Feria del Libro de Guatemala le permiten hacer un retrato, casi una foto, de en qué consiste el mundo literario. Pensaba en los libros más recientes de Rachel Cusk, donde también se asoma a la vida cotidiana del escritor.

Es que no es lo mismo escribir que ser escritor. Escribir es un oficio solitario, íntimo. Mientras que ser escritor es un oficio público y hasta histriónico, en el cual uno viaja a congresos y se viste de escritor y cuenta pequeñas historias con una voz entre graciosa y tierna. Pero en mis páginas, como quizás también en las de Rachel Cusk, escribir y ser escritor se mezclan. Mi narrador, ese otro Eduardo Halfon, no puede evitar escribir sobre su pose de escritor.

Esta novela forma parte de la exploración sobre su pasado, sus orígenes y su identidad, y en ese sentido se inscribe en un proyecto mayor, el que conforman sus novelas, una especie de libro por entregas…

Sí, es una especie de proyecto literario en marcha, pero uno que se ha ido formando muy espontáneamente ante mí, sin que yo lo supiera y sin ninguna planificación previa. Inició en 2008, con la publicación de El boxeador polaco: seis cuentos, escritos todos de una manera independiente pero narrados por un mismo personaje, un tal Eduardo Halfon. No soy yo, aunque se me parece. Fuma (yo no fumo). Viaja mucho. Es intrépido. Tiene su propio temperamento. Tiene su propia voz, en la cual nos cuenta seis episodios de su vida. Seis cuentos, y listo. Pero de pronto, en 2010, uno de esos cuentos empieza a crecer y se convierte en una novela corta titulada La pirueta. En 2013, otro de los cuentos originales se vuelve un capítulo de Monasterio. Le sigue Signor Hoffman en 2015, y Duelo en 2017, y este año Canción, todos narrados por ese mismo personaje. A veces él continua una historia anterior, otras veces revisita algún personaje. Pero siempre me sorprende. Entonces, sin yo planificarlo, y sin saber que esto iba a pasar, aquella primera edición de El boxeador polaco ha ido funcionando como una especie de libro gestor, o como libro madre, o como un sol, si se quiere, para todos los libros siguientes que circulan alrededor de él y que forman parte de un proyecto o quizás de un solo libro, escrito por entregas. Nunca sé cómo seguirá. Ni tampoco cuándo termina. Quizás sólo lo sabe ese otro Eduardo Halfon.

Fuente: https://www.letraslibres.com/espana-mexico/libros/entrevista-eduardo-halfon-nuestra-identidad-no-es-mas-que-una-coleccion-mascaras

 

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Jaime Barrios Carrillo: ¿Quién mata a los niños?. Guatemala

Los recientes hechos de extrema violencia, como la eliminación de una familia entera o el brutal asesinato de niños, confirman trágicamente la situación del país y sus precarias instancias policiales, ausencia de cohesión social y un espíritu de miedo que se generaliza.

Qué se dirá en el futuro sobre esta época bárbara, ahora que ser niño o joven resulta un delito, castigado con la pena de muerte por inanición o por enfermedad o el castigo del trabajo forzado en lugar de la escuela, el juego y la seguridad de un hogar.

La juventud y la infancia guatemalteca son explotadas y se les induce, directa o indirectamente, a la criminalidad. Se exportan niños, se envían a los coyotes en Tijuana, solos e indefensos y son miles. Se abusa sexualmente de los niños. Se roban niños. Se asesinan niños. El infanticidio prolifera entre la pobreza y la ignorancia. Y las drogas, la prostitución, el abandono y la violencia. ¿Qué puede esperarse del futuro si no se cambian las estructuras del infanticidio estructural?

Los problemas de fondo no pueden seguir abordándose por las ramas. Con inventivas graciosas a lo Jimmy o populismo agresivo a lo Giammattei, coyotes de la misma loma. A cualquier conciencia civilizada le horrorizan los asesinatos de niños y niñas y el grado de salvajismo y violencia en Guatemala. Pero también espanta escuchar que la solución sea matar a los que matan, que muchas veces son menores. No se trata de eliminar a unos cuantos asesinos sino ir a la raíz para superar las causas de la pobreza y la falta de educación. Es moralmente condenable eso de “limpiar a la sociedad” o “limpieza social” como si la sociedad estuviera limpia de pecado. ¿Existirá mayor escoria y ultraje que la corrupción? Mayor afrenta social que pagar bajísimos salarios y a la vez no pagar impuestos. No resulta difícil el razonamiento, y está clarísimo que la corrupción estructural del Estado no solo hace ricas a las mafias políticas sino empobrece más a los pobres, debido a la mala calidad del gasto público.

Ya cansa la cantaleta de que denunciar la injusticia es “castro chavismo” y es obra de los chairos. Repetir esto como un mantra solo es una muestra de la falta de argumentos y de escrúpulos para defender un sistema que produce pobres y la pobreza impide que Guatemala entre a la modernidad y se democratice.

El sistema no funciona o funciona solo para pocos. Por ejemplo, en educación el promedio de escolaridad es de 5.60 años en el ámbito urbano y más baja aún en el área rural, donde apenas llega a 3.84. Todas estas cifras nos ponen entre los últimos lugares del continente.

El presidente de Guatemala, doctor en Medicina Alejandro Giammattei, afirmaba en un derroche de irresponsabilidad retórica que la medicina contra el infanticidio en el país es la pena de muerte. Matar a los asesinos de niños y se acabó el problema, según el doctor Giammattei. Así de fácil. Al mandatario no le preocupan las causas estructurales que azotan a la infancia. No menciona la desnutrición que mata más niños, el maltrato, la drogadicción, la falta de educación, en una palabra, a Giammattei no le interesa cerrar la gran fábrica antiniños que es el sistema social que tenemos sino pedirle a sus aliados en el Congreso que reactiven la pena de muerte contra todas las convenciones que el país ha firmado. En otras palabras, se trata de una obvia y lamentable maniobra populista que no solucionará el problema del infanticidio estructural.

Pero ¿quién está matando a los niños en Guatemala? Para responderlo debemos hacer un acercamiento histórico. No es cosa de hace un mes o unos años sino décadas de violencia y pobreza.

La criminalidad y los homicidios no han disminuido en Guatemala. El país es considerado uno de los más violentos del mundo con más de 50 mil asesinatos en los últimos diez años. Es una problemática de décadas que ha hundido al país en el ámbito internacional y a nivel nacional ha producido la República del Miedo aunque lo niegue alguna personera del actual Ministerio Público que parece preguntar con arrogancia “¿quién dijo miedo?”, porque considera que en Guatemala no existe un problema de temor de la ciudadanía y que todo funciona a la maravilla.

De vuelta al Presidente, ya en octubre pasado había negado que hubiera una ola creciente de asesinatos de niños y secuestros. Entonces dijo que se trataba de “una campaña bastante peligrosa con intereses más políticos”, Y se atrevió a desmentir estadísticas, informes y testimonios afirmando lo contrario: “Había una disminución”.

Las estadísticas de la muerte, la desnutrición y la falta de escolaridad resultan dolorosas y concretas comprobaciones que el sistema social y político de Guatemala hace rato ha colapsado. No es fácil ser niño en Guatemala ni mucho menos ser padre.

Los padres pobres ven con aflicción la enfermedad de sus hijos, la falta de medios para una infancia feliz, la falta de distracciones y juegos, la carencia de seguridad social. Agreguemos la mala salud relacionada con la desnutrición.

Las historias de infanticidio sobrepasan la literatura del horror. Hace 15 años, un pandillero de 18 años, apodado el Black, fue detenido por agentes de la Policía Nacional Civil, acusado de haber participado en la muerte de cuatro menores y la madre en San Miguel Petapa. El Black mismo había perdido la pierna izquierda a los 14 años, en una balacera con miembros de una mara rival. El pandillero confesó que había dado muerte “solo” a uno de los niños, sin precisar a quién. En estado de drogadicción afirmaba no sentir nada, aunque repetía como aduciendo una defensa: “Yo solo maté un niño no a los cuatro”. “Solamente maté a uno”, insistía.

El sicariato juvenil, incluso infantil, viene siendo una realidad tenebrosa en Guatemala. La actitud y perspectiva de matar a los criminales también ha venido opacando los análisis serios y balanceados que ven en el sistema social y político la esencia del problema. Asimismo preocupa la falta de cultura social y democrática cuando no se ve ni se considera que existe una relación entre pobreza, criminalidad e infancia en Guatemala.

Un país que no apuesta por la infancia y la mantiene en condiciones flagrantes de precariedad social, escolar y sanitaria no puede pretender llegar al desarrollo. No se llega pasando por encima de miles y miles de infantes que ven sus vidas frustradas, acabadas, maltratadas.

La imagen del país no cambiará nunca si no se cambia primero al país. No puede esperarse que a base de ponerse como el avestruz, con la cabeza metida en la arena, se solucionarán los graves problemas. Los partidos evaden la problemática porque a la clase política nacional le importa muy poco la infancia.

La infancia es un periodo corto que, sin embargo, afecta el resto de la vida. Un país de niños desgraciados se labra un futuro incierto. La infancia debe ser una etapa maravillosa de la vida. Para todos y no solo para una minoría que desconoce el significado de la solidaridad y la empatía.

En Guatemala, 25 de cada mil niños que nacen mueren antes de cumplir un año. La mayoría fallece por enfermedades curables y por la desnutrición que azota nuestros campos. Un porcentaje grande de los niños y niñas sufren de anemia. Muchos morirán antes de llegar a los 10 años y antes de llegar a la vida adulta. Y de los que lleguen a la vida adulta, si no cambian las cifras actuales, solo una minoría llegará a pisar una universidad.

A los niños guatemaltecos los está matando ese sistema que el Presidente y el Pacto de Corruptos defiende y utiliza para sus propios fines. Giammattei niega la realidad y se aboca al patíbulo. A castigar directamente a los autores materiales, unos cuantos asesinos. Pero los verdaderos asesinos son gente de camisa blanca y corbata, con maletín de ejecutivo, con grandes empresas, con automóviles blindados, con curules, con casas en Miami y lugares aledaños. ¿Quién les pide cuentas? La historia en todo caso no los absolverá. Ni a Giammattei que se queja de ser el presidente más criticado de la era democrática. Tiene razón, pero sus críticos también la tienen, y de sobra.

¿Qué habrá sido de la vida del Black? ¿Cuántos Black están naciendo cada día?

Fuente: https://elperiodico.com.gt/noticias/domingo/2021/02/21/quien-mata-a-los-ninos/

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Educación pública, muerte silenciosa y pandemia

Por; javier Suazo

La Covid-19 profundizó las brechas de desigualdad en la educación, ya que más de 1600 millones de estudiantes, a nivel mundial, abandonaron las aulas porque cerraron las escuelas.

Cada vez se hace más necesario contar con individuos críticos y creativos que comprendan su mundo, lo cuestionen y persigan lo perfectible”

Andrews Paiva

 

Las llamadas políticas públicas universales, hace mucho tiempo desaparecieron de Latinoamérica. Cada vez más el Estado ha ido trasladando parte de las competencias, funciones y recursos en este campo a actores privados, algunos disfrazados de ONGs y otros de iglesias evangélicas. Igual, la descentralización y sus modalidades “impuras” como la desconcentración y terciarización, han acelerado este proceso, ya que los gobiernos subnacionales y locales encuentran más fácil negociar con centros de enseñanza privada para que presten este tipo de servicios, que asumir la responsabilidad que implica la enseñanza pública, garantizando acceso permanente y educación de calidad a la población.

Los gobiernos asignan menos recursos a los presupuestos de educación, salud y protección social, por lo que, en el caso de la educación, las familias se ven orilladas a buscar conocimiento en escuelas y universidades privadas, o simplemente, por los altos costos y aumento del desempleo y pobreza, renunciar a dicho conocimiento. La alta deserción escolar tiene explicación en esta realidad, pero también en la ausencia de nuevos enfoques y metodologías de enseñanza que utilicen al máximo recursos locales que ligan la presencia en las aulas o talleres de clase, con el trabajo material que se realiza dentro y fuera del hogar.

Varios países latinoamericanos, entre lo que destaca Uruguay y Costa Rica, le apostaron a la educación con políticas de cobertura universal, incluso en el marco de la vigencia de programas de ajuste económico, donde la orden del día era recortes de gastos sin excepción; prácticamente, con el respaldo de la población, convencieron a los OFIs, de la importancia de mantener o aumentar en forma vegetativa el gasto en educación. Con todo lo que ha significado el bloqueo a Cuba, la educación es uno de los pilares donde ha descansado el desarrollo a escala humana, aunque recién, por el bloqueo histórico y la crisis financiera, en lo económico se flexibilice la ejecución de políticas económicos para permitir mayor participación de inversión externa.

Antes del Covid-19, era evidente que, en la mayoría de los países, se apostaba a una educación acrítica, donde los valores del mercado, tecnicismo y los idiomas, eran más importantes que el humanismo. Y es que no puedan coexistir, sino que su avance se ha hecho a costo del debilitamiento de la educación en valores universales, derechos y culturas propias. Hay escuelas privadas donde se enseñanza el idioma inglés como segunda lengua, pero los jóvenes asumen que debe acompañarse con estilos de vida como en el país del norte. Como escribieron algunos miembros de la escuela de Fráncfort, “el conocimiento se constituye en la realidad y no por producción de conceptos, no hay que separar sujeto y realidad, ya que todo conocimiento depende de la práctica, de la época y de la experiencia”.

Con el Covid-19, la Relatora Especial de la ONU para el Derecho a la Educación, Koumbou Boly Barry, demanda que la población reciba una educación, pero una educación con pensamiento crítico. La Covid-19 profundizó las brechas de desigualdad en educación, ya que “más de mil seiscientos millones de estudiantes, de todos los sistemas juntos, a nivel mundial, abandonaron las aulas porque hubo que cerrar bastante rápido las escuelas”. El cierre se dio por decreto de las Secretarias de Educación, sin que se tuviera certeza de volver a la educación presencial, incluso después que entrara la vacuna en los países que hicieron contratos a tiempo, como Panamá, Costa Rica, Bolivia, Chile y México, no así países como Honduras que confiaron en la OPS-OMS y su mecanismo COVAX, que se retrasó y orilló a las autoridades a negociar directamente la compra de vacunas con empresas comerciales y países, incluyendo la vacuna Sputnik V, y a obtener unas 5,000 vacunas (dosis) donadas por Israel a cambio de apoyar sus propuestas de tipo político e ideológico.

En el caso de la educación, los países latinoamericanos debieron aprender de Uruguay, el primer país que retomó la presencialidad con mucho éxito, efectividad y responsabilidad. La valorización de sus autoridades educativas es que la educación es más que un aula de estudio, es vida, contario al encierro que es muerte. En el caso de Costa Rica, una de las justificaciones para abrir las escuelas y colegios, lo fue el ausentismo generado por la pandemia, donde muchos alumnos y alumnas se retiraban por no contar con los recursos para acompañar la educación en línea.

 

Debido a la ausencia de las comidas escolares, los niños están hambrientos y su nutrición está empeorando. A causa de la falta de interacciones diarias con sus compañeros y la reducción de la movilidad, están perdiendo su forma física y están mostrando síntomas de trastornos mentales. Asimismo, al no disponer de la red de seguridad que suele brindarles la escuela, los niños están más expuestos al abuso, el matrimonio infantil y el trabajo infantil”. (unicef.org. nicaragua/prensa 12-01-2021),

A ello se agrega, el problema del inmovilismo, especialmente en los colegios de secundaria y la universidad, donde las asociaciones de estudiantes y los grupos estudiantiles no han podido seguir con la lucha dentro de los centros de estudio para enfrentar las reformas educativas promovidas por los gobiernos y apoyadas por los Organismos Financieros Internacionales, caso particular del Fondo Monetario Internacional (FMI). Estas organizaciones de estudiantes siguen saliendo a las calles para protestas por la falta de educación presencial antes y durante el Covid-19, manteniéndose activas en las redes sociales; pero también lo harán una vez que se profundicen las reformas neoliberales por los gobiernos Post-Covid-19, en tanto los niveles de endeudamiento público serán inmanejables, sobre todo los pagos del servicio de la deuda externa.

Los procesos de innovación educativa también han sido afectados por el Covid-19, pero no aquel tipo de “innovación” que entrega 8,000 “tabletas” a niños y niñas para que puedan conectarse al internet y seguir las clases virtuales (que en mayoría son abandonadas), tal como sucede en Honduras; hablamos de aquella innovación que rescata las lenguas e idiomas ancestrales y valores comunitarios, donde se sigue con un tipo de enseñanza participativa liderada por maestros de las comunidades. En el caso de Nicaragua, la educación a distancia forma parte de este proceso de enseñanza-aprendizaje.

Hay evidencia que los costos por pago de maestros, materiales y servicios públicos de los gobiernos, han bajado por la pandemia, ya que, en el caso particular de la educación secundaria y universitaria, el ausentismo escolar es alto. Se argumenta que, la reingineria tecnológica en las universidades para enfrentar la demanda de la educación en línea, implica un gasto adicional, pero ello es mucho menor que el gasto de la educación presencial. A ello se debe que varios gobiernos que enfrentan problemas financieros por la caída de los ingresos tributarios, no estén muy interesados en volver a la normalidad, y sigan trasladando los costos de la educación virtual a la población.

Finalmente, los grupos y partidos de oposición y gobiernos deben concretar una alianza para priorizar la educación como una de las principales políticas públicas de los Estados, conjuntamente con la salud, generación de empleo masivo y el ambiente. Ocupamos asignar los recursos necesarios cada año para que se garantice una educación universal y de calidad, sustentada en un pensamiento crítico que involucre a las organizaciones sociales y comunitarias. Esta (s) políticas públicas no deben ser negociadas con el FMI y Banco Mundial, ya que es un mandato de la voluntad popular hecho gobierno.

Tegucigalpa, DC, 24 de febrero de 2021

Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/211115

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