Por: Ileana Gólcher
La matrícula por salón de clases en las escuelas oficiales y en algunas particulares, por lo general, llega a 30 o 35 estudiantes. En ocasiones más. En atención a las diferencias individuales se pueden identificar alumnos de lento aprendizaje, con rendimiento normal o estándar; otros con alguna discapacidad y, en menor porcentaje, los que tienen alto coeficiente intelectual, denominados “sobresalientes” y con “talentos específicos”.
Pese a estas circunstancias que limitan o dinamizan el proceso de enseñanza, el docente por lo general imparte una misma clase, asigna tareas similares en complejidad, y la interacción se realiza sin mayores adecuaciones curriculares ni de otra índole. Históricamente, el sistema educativo panameño ha elaborado sus planes y programas de estudio, libros de texto y demás recursos de aprendizaje, de manera uniforme, para atender a quienes posean capacidades normales.
Existe la figura del “cuadro de honor”, que privilegia a estudiantes de mayor rendimiento, pero se olvida de descubrir las inteligencias múltiples del grupo. A partir del año 2000, el Ministerio de Educación (Meduca), mediante el Decreto Ejecutivo No. 1 de, 4 de febrero, establece la normativa para la educación inclusiva de la población con necesidades educativas especiales. Se considera con necesidades educativas especiales a los alumnos que para ser atendidos adecuadamente pueden requerir recursos de apoyo, ajustes o adaptaciones en una o varias áreas del currículum regular.
Los antecedentes de la Dirección Nacional de Educación Especial se ubican desde 1976, con el Programa Escuela para Pensar; Escuela Sin Murallas (1990); Estudiantes Creativos y Sobresalientes; y el Proyecto de Altas Capacidades (2011). La Dirección Nacional de Educación Especial del Meduca, para atender estas aptitudes sobresalientes ha trabajado de manera científica y tenaz bajo de orientación del psicólogo Alejandro Carrasquilla Jiménez. Este señala algunos indicadores para identificar a los estudiantes con aptitudes sobresalientes, por ejemplo, expresan ideas, conceptos y emociones con claridad; tienen memoria precoz de desarrollo mental: a los cuatro años ya son capaces de leer un libro; a los 18 meses identifican al menos seis colores; a los dos años y medio cuentan hasta el número 10; a los 30 meses memorizan cuentos, canciones y oraciones, y su lenguaje refleja riqueza conceptual y alto contenido simbólico, superior al de otros niños de su edad cronológica.
En ocasiones su talento puede poner en aprietos al docente más actualizado, porque desarrollan varias ideas a la vez, tienen alto nivel de abstracción, los libros escolares les resultan superficiales, tienen una curiosidad excepcional y un alto nivel de pensamiento crítico e imaginativo, las clases rutinarias les aburren y son independientes en sus actuaciones. Sin embargo, advierte Carrasquilla, un niño talentoso al sentirse amenazado puede volverse retraído o excluirse y es frecuente que elija sacrificar su creatividad para sentirse aceptado en el grupo.
El decreto en referencia indica, además, que “a los alumnos que demuestren competencias curriculares superiores a las que corresponden a su grupo de edad, se les ofrecerán opciones curriculares adecuadas a su nivel de habilidades y conocimientos, ya sea enriqueciendo los contenidos de su nivel o promocionando hacia el nivel superior”.
De ahí la importancia de crear programas de aptitudes sobresalientes y talentos específicos (2016), que entre otros objetivos aspira al descubrimiento de talentos y evitar la fuga de cerebros, la deserción y la apatía escolar.
¿Qué indican las cifras al respecto? Que estos estudiantes representan entre el 5% y 10% de la población. Se aproximan al porcentaje encontrado en alumnos con rendimiento académicamente excelente, son líderes en innovación y creatividad. Son la semilla cierta de las patentes y marcan el índice de creatividad y competitividad de una nación. Las políticas educativas no les prestan atención sostenida, debido a los prejuicios y estereotipos respecto a las altas capacidades y, también, por una legislación que mantiene su foco de atención en los niños de conocimientos y habilidades promedio o, bien, en los que se ubican en el nivel de discapacidad.
No obstante, podemos visualizar un futuro esperanzador en la medida en que se refuerce la Dirección de Nacional de Educación Especial; se capacite permanentemente a los docentes, a los padres y madres de familia y al público en general. Además, hay que estandarizar las pruebas para identificar a los alumnos con este potencial, pues a futuro Panamá lograría aumentar sus índices de patentes de invención, obtener mejores rendimientos en pruebas nacionales e internacionales, y entregar becas universales (basadas en talentos) para incursionar en las letras, la música y el deporte, entre otras tantas posibilidades.
Fuente:
http://www.prensa.com/opinion/Hiperactivos-sobresalientes-Ileana-Golcher_0_4580542037.html
Imagen:
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