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Educación y desarrollo

*Rosalía Nalleli Pérez-Estrada

Cuando se piensa en la educación para el desarrollo no puede uno evitar pensar en la propuesta inicial que se hacía en los años 50´s cuando se invitaba a considerar a la educación en sus diferentes vertientes:  formal, no formal e informal  y  pensar en cómo ha ido evolucionando y que entre sus objetivos se encuentra el que se logre a ciudadanos que estén informados, que creen conciencia y que participen en sus comunidades contribuyendo con sus fortalezas para que el proceso educativo siga evolucionando constantemente.

La propuesta intentó adaptarse en los diversos contextos y niveles educativos  pero ha faltado profundizar en algunos de sus factores importantes, como buscar explicar la realidad mediante la investigación  aplicada y que esta sea un fenómeno total, de mayoría;  que tenga el mismo impacto de repetitividad como lo tienen el rumor y el caos que se generan en las redes sociales, por gente sin escrúpulos que busca un beneficio directo.

Otra manera de saber que hace falta profundizar en los objetivos para actualizarlos y cumplirlos, es cuando descubrimos que todavía el pensamiento crítico permanece, en algunos contextos,  en su etapa arcaica de pensamiento criticón, y que falta dar un paso gigante para poder analizar, reflexionar y actuar ante cualquier situación que genera incertidumbre. Todavía existen millones de personas que repiten rumores sin cerciorarse de su veracidad porque es más fácil repetir que dedicar tiempo a la indagación mediante la lectura.  Por otro lado, a pesar de que esta educación busca también que exista la igualdad y que se eviten las diferencias sociales,  y que el proceso educativo busque reforzar los conocimientos, las actitudes y los valores que llevan al ciudadano a  convivir y a insertarse de mejor manera en el ámbito laboral,  reforzando las competencias cognitivas, procedimentales y actitudinales para lograr la movilidad social, aún predomina el discurso abierto, poco concreto o asertivo, que lleva a la discusión e incluso a veces hasta a la guerra. Prueba de esto es la publicación reciente de la UNESCO,  del 2015 en el que muestra que aún hace falta que se atiendan aspectos como una mayor inversión educativa que en armas, pues reporta que el gasto militar mundial es el mismo desde el año 2000, y son 1742,000 millones de dólares que se invierten en EEUU y que muchos países dedican gran parte de su PIB a gastos militares que a su educación.

Otro aspecto que no se ha logrado completar en esta educación para el desarrollo es la atención a grupos vulnerables, sugiriendo que se atiendan aspectos de género, pero retomando nuevamente el escrito de la UNESCO, este presenta que la mayoría de las personas viviendo en pobreza extrema son mujeres. Menciona también, que ocupan menos del 20% de los escaños parlamentarios del mundo entero y que tienen menores oportunidades de empleo, con empleos precarios y no cuentan con ninguna protección frente a conmociones de tipo económico. Todo esto se suma a la discriminación contra la mujer en materia de salarios y de desarrollo profesional, Con estos resultados, se pierde el saber ser que proponen seguir considerando,  para que se atiendan en todo el planeta los valores y actitudes relacionados con la solidaridad, la justicia social, la búsqueda de vías de acción para alcanzar el desarrollo humano  y lograr así la posibilidad de una ciudadanía global, donde exista Justicia, equidad y  ordenamiento en  los derechos humanos, pero seguimos inmersos en una brutalidad que asusta, al leer encabezados de periódicos sensacionalistas que prefieren vender que informar.

Si esto continua así, se seguirán repitiendo  patrones del que manda y obedece sin que haya propuesta, pues jamás se logrará profundizar en una educación que verdaderamente desarrolle en todos los aspectos propuestos, y será mucho más difícil lograr resultados positivos, que atiendan problemáticas que se han repetido tras varias generaciones;  por lo que se hace necesario revisar y trabajar en el curriculum desde educación básica y en todos los niveles,  que haga que se respeten sus propuestas iniciales y se les de atención, pero además que se incluyan aspectos urgentes del siglo XXI, como son desarrollar el liderazgo, la toma de decisiones, la inteligencia emocional, la inteligencia financiera, el emprendimiento o el aprendizaje de una lengua extranjera.  Mientras tanto, los que amamos la docencia, debemos de dar nuestro mayor esfuerzo, rebelándonos y trabajando mejor y el doble, mediante la motivación y la actualización constante, en un diálogo que mueva conciencias y que genere actitudes; para lograr mejores resultados en los que si confían en nosotros: los alumnos.

*Directora de Universidad Santander, Campus Tlaxcala. Profesora por asignatura, de la Universidad Politécnica de Tlaxcala. rosalia_na@hotmail.com

Referencias:

UNESCO. (2015), Replantear la Educación ¿hacia un bien común mundial? UNESCO. Ediciones

En la Web:

http://www.aecid.es/ES/la-aecid/educaci%C3%B3n-y-sensibilizaci%C3%B3n-para-el-desarrollo/%C2%BFqu%C3%A9-es-la-educaci%C3%B3n-para-el-desarrollo

http://www.educacionsinfronteras.org/es/13311

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PISA: de nuevo a la cuestión de la calidad en educación

por: Bonifacio Barba

Como ocurre con otros asuntos de importancia para México, los resultados sobre la evaluación de PISA 2016 llegaron, se difundieron y cedieron su lugar de forma rápida a otros temas en los medios de comunicación. Quedó la impresión de que los resultados no sorprendieron a nadie y muchos comentarios reiteraron la necesidad de aumentar el trabajo, el esfuerzo y la inversión para mejorar la educación. Todo recondujo las cosas a la cuestión de la calidad de la educación.

Parece la calidad de la educación es un objeto muy conocido y comprendido y que el problema está en otra parte, claramente, en la acciones. Sin embargo, tiene sentido cada vez que se difunden resultados de evaluaciones, preguntarnos qué es la calidad, no como un acto obsesivo sino como un medio para asegurar que las acciones educativas están cubriendo todos los ámbitos necesarios para alcanzar mejor calidad.

De manera simple, los resultados de PISA indican que existen aún serias limitaciones para la educación. El sistema político continúa cercando al sistema de gobierno, es decir, al campo de las responsabilidades del Estado para con la sociedad. Considero que las limitaciones que tiene la educación por factores políticos (disputas por el poder), gubernamentales (el predominio de las políticas federales sobre las estatales, la falta de continuidad entre las administraciones, la diversidad de secretarios/subsecretarios), económicas (centralismo fiscal, débil fiscalización de los recursos destinados a la educación), organizacionales y pedagógicas, todo ello lleva a dudar de que hayamos pensado bien la educación, que hayamos asumido todas las consecuencias de que constituye un derecho con trascendentes implicaciones para las personas y para la sociedad. Y más aún, todo indica que no se ha comprendido de forma cabal su naturaleza de práctica social que no se limita a la escuela.

Vale la pena considerar algunos elementos relativos a la calidad de la educación, a la comprensión de lo que es tal calidad. Esta, es una representación conceptual –una elaboración teórica- de un bien humano que se logra por una acción social determinada, compleja. La calidad integra dos realidades: la educación como acción y el juicio acerca del grado de bondad de ella como bien personal y social, es decir, la calidad o cualidad que adquiere al ser realizada. Como consecuencia de ello, y en vistas de mejorar la acción educativa, para tener una respuesta de qué es la calidad de la educación, pueden distinguirse cinco planos o niveles interrelacionados o supra ordenados, de los que aquélla depende.

  1. El antropológico: es la concepción del ser humano, su naturaleza, su dignidad, su origen/destino ontológico antes de pensar la educación como experiencia y por lo cual esta es precisamente, pensada, debatida, expresada en términos de fines.
  2. El cognitivo, o científico: en este plano ocurre el conocimiento del ser humano en sus diversas expresiones culturales e históricas y se expresa en la construcción de un tipo de saber al que llamamos teorías explicativas o comprehensivas (interpretativas).
  3. El jurídico: en el proceso histórico de la vida social, en este plano se le reconoce valor normativo a varios elementos de los planos antropológico y cognitivo, como la dignidad; la justicia que le es debida al ser humano; el derecho a una experiencia formativa que le ayude a realizar su potencial, a adquirir en su experiencia, en su ser-en-el-mundo (su biografía), en su convivencia, la cualidad de ser humano.
  4. El político-gubernamental: este plano re refiere a un tipo de instrumento social que ha creado el ser humano para servir a los propósitos del plano jurídico, pues del orden normativo que en éste se genera, ha de elaborarse un orden convivencial, comunitario, que hace vida cotidiana al primero por medios como las políticas públicas, entre las que se encuentran dos inseparables: las del desarrollo y las de la educación.
  5. El teórico o pedagógico: este plano da vida -si se ponen las condiciones-, a todos los anteriores, de acuerdo con su supraordenación, las condiciones de realización en lo que a la formación de las personas -ciudadanos por el orden jurídico- se refiere. Se funda en ellos, por ejemplo en las teorías sobre el aprendizaje y en la axiología constitucional, para definir y dar al trabajo de la escuela un sentido de proceso personal y social.

Tiene sentido ocuparnos de los planos y sus relaciones si realmente se quiere una calidad educativa más alta.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/pisa-de-nuevo-a-la-cuestion-de-la-calidad-en-educacion/

Imagen: www.educacionfutura.org/wp-content/uploads/2016/12/descarga-1-300×168.jpeg

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Vivimos en la era de la ignorancia ¿Por qué los jóvenes son cada vez más ignorantes

Por: Alejandro Martinez Gallardo

UN DESTACADO POETA Y PROFESOR UNIVERSITARIO HA NOTADO UNA PREOCUPANTE TENDENCIA: LOS JÓVENES QUE LLEGAN A LA UNIVERSIDAD CADA VEZ SABEN MENOS

En un efusivo artículo de 2012 publicado en el New York Review of Books el poeta Charles Simic declaraba que estamos viviendo en la Era de la Ignorancia. Desencantado por las manifestaciones culturales de su país, donde en algún momento el grueso de la población llegó a creer que Saddam Hussein había sido responsable de los ataques del 11 de septiembre o que Obama era musulmán, Simic denunció lo que considera es una “rebelión de mentes opacas en contra de la inteligencia”, por lo cual es acertado concluir “con Sidney Hook que la estupidez es una de las grandes fuerzas de la historia”, todo lo cual es bastante conveniente para la clase política que “resiente a todo aquel que muestra la habilidad de pensar de manera seria e independiente”.

Lo que más me llamó la atención de leer el artículo de Simic, un destacado poeta amigo de Octavio Paz, es su diagnóstico puntual, basado en su observación como profesor universitario de literatura, de que los jóvenes son cada vez más ignorantes, pasan de la escuela a la universidad sin estar preparados y sobre todo adoleciendo en conocimientos de historia. Esto mismo lo detecta Rushkoff en cierta forma en su libro Present Shock: inundados por enormes cantidades de información noticiosa, perdemos las noción de las grandes narrativas, de la continuidad del tiempo y la memoria. Todo es un perpetuo y atiborrado “ahora”. Simic escribe sobre la notable carencia que tienen los jóvenes de las grandes ideas de otros tiempos:Hemos necesitado muchos años de indiferencia y estupidez para hacernos tan ignorantes como somos hoy. Cualquiera que haya enseñado en una universidad los últimos 40 años, como yo lo he hecho, puede decirte que los estudiantes que salen de la preparatoria cada año saben menos. Primero fue desconcertante, pero ya no sorprende a ningún instructor universitario que los amables y entusiastas jóvenes que se enrolan en las clases no tienen la habilidad de retener la mayoría del material que se enseña. Enseñar literatura inglesa, como yo he hecho, se ha vuelto más difícil cada año, ya que los estudiantes leen menos literatura antes de entrar a la universidad y carecen de la más básica información histórica del período en el que una novela o un poema fue escrito, incluyendo las ideas y los asuntos que ocupaban a las personas de ese momento.

Tengo la impresión de que esto es un fenómeno global. Hablo desde lo que observo en México, pero podemos citar también al exprofesor de Cambridge, Terry Eagleton, quien en un artículo en el mismo tenor que el de Simic denunció la influencia neocapitalista sobre la educación superior, considerando que las universidades son administradas como negocios y que las humanidades están al borde de desaparecer puesto que no pueden competir en la producción de capital con otras carreras. Las impresiones de Simic son sobre los estudiantes en Estados Unidos, el país con la presencia mediática más incisiva del mundo, a la vez también, el país que más influencia tiene el mundo, siendo una especie de oficina central de adoctrinamiento cultural global. Algunos países obtienen lo peor de los dos mundos, son colonizados culturalmente y económicamente, pero no reciben los beneficios materiales de la libre economía y se ven obligados a consumir objetos (como ropa o gadgets) y productos culturales de baja calidad.

Simic hace hincapié en que una de las cosas que se está perdiendo es el conocimiento de la historia –encandilados por el nuevo smartphone que hace desechable todo lo demás (incluyendo nuestra memoria); sin una noción histórica, el pueblo es fácilmente manipulable ya que no tiene el alcance de visión para percibir que los políticos están recurriendo a los mismos trucos o a las mismas falsas promesas que han utilizado antes sin entregar nunca resultados. Como dijo el filósofo George Santayana, “aquellos que no recuerdan el pasado, están condenados a repetirlo”. Me pregunto si, correteando las actualizaciones incesantes que nos hacen llegar nuestros aparatos, no nos estaremos programando para repetir los mismos errores del pasado, pensando que éste ya no existe, que ya lo hemos superado y con él los grandes desafíos de la condición humana. Simic considera que nuestra ignorancia, en el mundo real, nos hace presa fácil de la manipulación política e ideológica. “Para empezar, hay más dinero que ganar de los ignorantes que de las personas educadas, y engañar al pueblo es una de las pocas industrias que seguimos manteniendo en este país. Un pueblo verdaderamente ilustrado sería malo para los políticos y los negocios”.

Cómo explicarnos este incremento en la ignorancia –incremento al menos en lo referente a las bellas artes, a las tradiciones religiosas, a la historia. Simic culpa en Estados Unidos a la educación. “No hay duda de que el Internet y la televisión por cable han permitido que variados intereses políticos y corporativos diseminen desinformación a una escala antes imposible, pero para que eso sea creído es necesaria una población malamente educada y desacostumbrada a verificar las cosas que se le dicen”. Me pregunto si no existe una especie de loop de retroalimentación entre los medios electrónicos y la carencia educativa, uno magnificando el efecto de la otra. Pasamos grandes cantidades de tiempo consumiendo contenido electrónico en forma de snack, pedacería diseñada para atrapar nuestra atención y ante este contenido –hecho a la medida de nuestra dopamina– las películas de cine de arte, los libros de filosofía clásica o las novelas de autores de hace más de 50 años nos parecen aburridas. En inglés se ha creado el término “infotainment” para referirse a la información y al entretenimento como una misma (y ubicua) cosa. Hoy en día todo tiene que ser entretenido, fácil de usar  y útil (en el sentido de que nos brinde un capital, algo que podamos presumir que sabemos o que podamos vender).

Hace unos días me encontré con esta increíblemente popular app llamada Blinkist, la cual tiene cientos de miles de usuarios y decenas de millones de seguidores en las redes sociales. Me pareció sintomática de lo que Simic llama la Era de la Ignorancia a la vez que, paradójicamente, denota un fuerte deseo de saber. Blinkist ofrece resúmenes de miles de libros que puedes leer en 15 minutos, una especie de resumen ejecutivo compuesto de puros “insights” de populares obras de no ficción. Promete hacerte más inteligente y ahorrarte toda la paja y la molestia de tener que realmente leer el libro. En nuestra era todos queremos ser CEOs, todos traducimos el tiempo en dinero y todos nos preparamos para pasar el examen (no para realmente aprender, sino para parecer que sabemos lo suficiente para pasar el punto de control y obtener el beneficio social o económico).

noosphere-2Se podrá argumentar que los jóvenes no saben menos sino que sus saberes están orientados a lenguajes científico-técnicos, como por ejemplo la tecnología de la información, a través de la cual pueden, por ejemplo, extender su memoria a la Red y utilizar la Nube como un almacén de información mucho mayor de lo que las mentes más prodigiosas albergaban en la antigüedad. Y, también, el siempre citado argumento de que las habilidades intelectuales modernas están orientadas hacia el reconocimiento de patrones y no a la memorización de información. Como si fuéramos más ligeros y estuviéramos uniéndonos a una mente global incorpórea. En algún momento esto puede llevar a creer incluso que estamos por manifestar el sueño de Teilhard de Chardin de la noósfera, la evolución de una capa de conciencia inmaterial, una especie de superalma planetaria (al menos los entusiastas editores de la revista Wired así lo creían). El juicio que he querido exponer aquí, sin embargo, es un juicio de valor: una defensa de la calidad de la información y su capacidad de ser transformada en sentido y no de la cantidad de información que podemos manejar como individuos o en colectivo y su capacidad de ser transformada en ventaja o utilidad. A su vez, no tengo reparos en manifestar que el problema de educación que vivimos es un problema de valores, es decir un problema moral y estético. Hoy la mayoría de las personas preferirían tener una habilidad que puedan capitalizar fácilmente y no una sensibilidad que sea inútil económicamente pero que alimente al individuo de belleza y de una riqueza que no cotiza en la bolsa. Nuestras prioridades y deseos hoy son determinados en función de la economía, el éxito personal (deseo aspiracional) y el materialismo y no de la estética, la ética ni la espiritualidad. En suma, simplemente digo aquí que para mi forma de ver el mundo –una visión tradicional– el conocimiento debe estar ligado a principios que trascienden modas y corrientes pasajeras; ideas o valores que pueden encontrarse fundamentalmente en el arte, la religión y la filosofía (también en la ciencia, pero sólo en la ciencia que es capaz de encontrar sentido, es decir, en una ciencia siempre vinculada a la filosofía, como fue en el origen). Más allá de las apariencias y las rápidas descargas del hedonismo, lo que todos deseamos es entrar en contacto con algo más duradero y profundo y lo único que sabemos de cierto que trasciende nuestra corta estancia bajo el Sol son las ideas y los valores. Platón nos hablaría del Bien, de la Belleza, de la Unidad. Buda del Dharma (la ley de la cual el universo mismo es sólo una manifestación). Quizás lo mejor que tenemos actualmente –en un mundo fanáticamente secular– son intentos como los de Carl Sagan por encontrar belleza y sentido dentro del supuesto azar de la ciega máquina universal e incrustar nuestros procesos dentro de la madeja de la evolución cósmica desde una perspectiva de participación. Sobre lo último habría que recordar que las grandes ideas de Sagan –“somos polvo de estrellas”, “somos la forma en la que el universo se conoce a sí mismo”– son solamente ecos o reformulaciones casi exactas de nociones conocidas a través de una ciencia interna hace miles de años por diversas culturas como la védica, la griega o la egipcia, entre otras.

Intentando entender esta propagación de la ignorancia o este declive cultural –mayormente desestimado en la cresta del progreso tecnológico, puesto que, ¿cómo es posible que se hable de ignorancia cuando producimos tanta increíble, cuasidivina tecnología?– me parece ineludible dirigir la mirada a cómo hemos asimilado la tecnología o a cómo no nos hemos percatado de los efectos que tienen los nuevos medios en nuestros sentidos y en nuestra cognición. Marshall McLuhan, un autor al que todos deberíamos regresar en esta época, dijo que la tecnología es una extensión de nuestros sentidos, pero que de la misma forma que los amplifica también los amputa. Un automóvil es una extensión de nuestras piernas (aunque alguno ha bromeado que también del pene), un teléfono de nuestros oídos y de nuestra voz (¿un smartphone es un genio o demonio atrapado en el bolsillo?), el Internet es una extensión de nuestro cerebro. No hay duda que sus alcances son enormes, su potencial maravilloso, pero hay que detenernos a observar si su mismo poder, su fabuloso encantamiento no está obnubilando o inundando algunos aspectos de nuestra percepción o por lo menos modificando algunos hábitos que determinan nuestra relación con el mundo y nuestra capacidad de conectarnos con los demás. El sentido de la frase de McLuhan queda claramente ejemplificado en el slogan repetido incansablemente, lo mismo por compañías de telecomunicación que sitios de internet: que nos están conectando donde quiera que estemos, todo el tiempo. ¿Acaso a la vez también no nos están desconectando del mundo real y de nosotros mismos? ¿Si estamos conectados todo el tiempo a la Red podemos estar conectados a nuestro entorno y a lo que sucede fuera de la pantalla? Como dice el anarcoprimitvista John Zerzan: “está claro que las máquinas están conectadas, ¿pero no sé hasta que punto lo están los humanos? Todos están en su teléfono celular todo el tiempo, como zombis, vas por la calle y la gente choca contigo porque está tan embobada viendo sus aparatos”.

Fuente:http://www.pijamasurf.com/2016/01/vivimos-en-la-era-de-la-ignorancia-por-que-los-jovenes-son-cada-vez-mas-ignorantes/

Fotografía:pijamasurf

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Profesor universitario hasta los 80

Por: Ignacio Mantilla

Para el caso de los docentes universitarios, la ley 344 de 1996 estableció que éstos pueden ocupar sus cargos hasta por diez años más de la edad que se establezca de retiro forzoso. Así las cosas, esto significa que ellos podrán hacerlo ahora hasta cumplir los 80 años de edad.

Es imposible dejar de relacionar la edad del retiro forzoso con la edad a la que se adquiere el derecho de jubilarse. Pero el hecho de contemplar un periodo adicional para el retiro forzoso de los profesores universitarios es también un indicador de la fuerza intelectual que pueden aportar los profesores mayores, con su madurez académica, su amplia experiencia investigativa y un reconocimiento de la importancia de su permanencia en las instituciones de educación superior por un tiempo mayor.

Por esta razón siempre me pereció paradójico que en la Universidad Nacional, hace unos años (más de 12), las directivas de ese momento tomaran la iniciativa de presionar la salida de todos sus profesores en edad de jubilación, con el argumento de llevar a cabo un urgente relevo generacional. Y no fue extraño entonces presenciar la actuación de algunos de los decanos de la época, que tuvieron la prepotente actitud de llamar a sus colegas, algunos de la misma edad de ellos, para recordarles su edad e indicarles que ya se debían pensionar y, por ende, retirar de la Universidad.

Por fortuna no todos atendieron tan irrespetuosa solicitud, para bien de la academia; pero hubo un buen grupo que con enorme molestia tomó entonces la decisión de renunciar. Como era de esperarse, muchos de ellos fueron llamados por universidades privadas que se han beneficiado de su capacidad, experiencia y trabajo.

Estoy seguro de que en el medio académico son muy valiosos los aportes de los profesores y los investigadores que alcanzan la edad que les da derecho a pensionarse. Es justamente cuando la experiencia y el conocimiento acumulados les otorga la autoridad para dirigir y consolidar los grupos de investigación en los que se han de formar los nuevos académicos, cuando su ganado reconocimiento facilita la divulgación y publicación de sus trabajos, es cuando deben ser llamados para aconsejar a los directivos en la toma de decisiones acertadas, y cuando se deben responsabilizar para llevar a cabo la transición en la formación de los nuevos profesores.

Aun cuando puede no ser lo general, abundan ejemplos que así lo indican; esta misma semana fue noticia el cumpleaños número 75 del famoso físico británico S. Hawking, quien está en la cúspide de su producción intelectual a pesar de sus limitaciones físicas, ampliamente conocidas. Otros ejemplos claros son los galardonados con el Premio Nobel, que en todos los casos se convierte en el máximo reconocimiento al trabajo fundamental de los académicos en distintas áreas. En 2016, hubo un buen grupo de profesores universitarios galardonados que tenían más de 70 años de edad. Así por ejemplo, el profesor David J. Thouless, de la Universidad de Washington, ganó el Premio Nobel de Física a sus 82 años y el otro galardonado en esta misma área fue el profesor Michael Kosterlitz de 74 años y académico activo de la Universidad Brown, en Estados Unidos. De la misma forma, el Premio Nobel de Química fue otorgado al profesor de la Northwestern University, Fraser Stoddart, que al momento de recibir el galardón contaba con 74 años.

Conscientes de lo señalado, en la Universidad Nacional, desde finales de 2013 se ha incorporado en el estatuto profesoral la figura de la “tenencia del cargo”, otorgada a aquellos profesores que después de muchos años de vinculación, alcanzan las mayores categorías que reconoce la Institución y que han sido evaluados satisfactoriamente. Profesores asociados con más de 25 años de vinculación y profesores titulares con más de 15 años en la carrera profesoral, pueden optar por pensionarse cuando cumplan los requisitos generales o por trabajar en la Universidad hasta la edad de retiro forzoso, si así lo deciden, que como ya se dijo, ahora será hasta los 80 años de edad.

No faltarán lectores que se pregunten si en efecto existen profesores que quieran trabajar hasta tan avanzada edad. La respuesta es sí. En el segundo semestre de 2016, por ejemplo, dos profesores de la Universidad Nacional que cumplieron 75 años de edad (o sea la edad de retiro forzoso vigente el año pasado) expresaron formalmente su deseo de seguir vinculados. Y ese deseo también lo comparte la comunidad académica de las facultades a las que pertenecen.

Creo que las universidades deben ofrecer unas condiciones especiales a profesores que quieran seguir vinculados después de cumplir la edad para jubilarse; principalmente una carga académica acorde, que les estimule para que enriquezcan la formación y la investigación, porque estoy convencido de que la edad de jubilación en los profesores universitarios no significa obsolescencia.

El año pasado en la Universidad Nacional, patrimonio de todos los colombianos, fuimos testigos de un ejemplo que reafirma mi posición: en el marco de una cátedra nacional, el doctor José Félix Patiño Restrepo, quien está próximo a cumplir 90 años de edad, fue invitado a desarrollar una sesión de dos horas en el Auditorio León De Greiff, con más de 1000 estudiantes presentes y con transmisión a las demás sedes de la Universidad. Habló sin pausa y manejó en forma magistral una presentación de decenas de diapositivas que él mismo preparó, proyectó, comentó y explicó con una habilidad pedagógica envidiable. Esto solo lo da la experiencia y el conocimiento construido por décadas de esfuerzos académicos.

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/profesor-universitario-hasta-los-80

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Nicaragua, cooperación genuina, día de la maestra / del maestro

Una labor que deja huella

Por: Aurora Lacueva

Poco antes del 15 de enero, Día de la Maestra y el Maestro, revisando unos papeles tropecé con una página de Últimas Noticias de hace un año: En honor a los maestros. Allí se recogían remembranzas sobre docentes enviadas por lectoras y lectores del periódico. Por ejemplo, Alexander Bolívar recordaba a su profesor Francisco González “Gonzalito”, del liceo Humboldt en Calabozo. Entre otras cosas, señalaba que “este querido educador resaltaba por su excelencia académica y por su abnegada capacidad de servicio”, agregando que “parecía que nunca se cansaba de enseñar”. Incluso ya jubilado, siempre estaba pendiente del liceo. Un liceo, cabe notar, del cual el lector decía: “Por estudiar en esa institución le voy a agradecer a Dios por siempre”.

Por su parte, la lectora Berlytz Chacón indicaba: “Siempre recuerdo con cariño a mi profe de Castellano en el liceo Andrés Bello (Caracas)”, la profesora Botifoll. Chacón explicaba que con ella le tomó gusto a leer y escribir correctamente. Y además fue con ella que subió al Ávila por primera vez y fue con ella que conoció el Campo de Carabobo, donde todo el grupo guardó un minuto de silencio ante la Tumba del Soldado Desconocido. Chacón añadía: “Y un Día del Estudiante nos narró la historia de Ricaurte frente al sitio donde estaba el polvorín en San Mateo”. También esta profesora montaba obras de teatro con ellos, rememoraba la antigua alumna. Y concluía: “fue una profesora de una estirpe docente muy especial, de vocación”. En otra edición de Últimas Noticias me agradó leer un afectuoso texto que un ex alumno dedicaba a “la Gata” Pérez, profesora del liceo Rafael Rangel de Valera, a quien conocí cuando llegué allá a trabajar en los años setenta. Ella tenía fama de exigente, y lo era, a la vez que muy dedicada y justa.

El buen docente deja una positiva y profunda huella en sus estudiantes, para toda la vida. Y es que la docencia es una labor trascendente: su finalidad es ayudar a las personas -sobre todo a los niños, niñas y adolescentes- a desarrollar sus potencialidades, descubrir mundos nuevos y ser mejores. ¡Rescatemos el valor de esta profesión tan singular y útil! Y exijamos al Estado que dé a sus miembros un nivel de vida “acorde con su elevada misión”, como manda la Constitución.

Fuente: http://www.ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/aurora-lacueva-una-labor-deja-huella/

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El honor del Ejército español

Por: Lidia Falcón

La ministra de Defensa Dolores de Cospedal ha pedido perdón en nombre del Estado a las víctimas, y a sus familiares, del siniestro del avión Yak42 que se estrelló en Turquía, en el monte Pilav cerca del aeropuerto de Trebisonda el 26 de mayo de 2003 con 75 personas a bordo. El pasaje lo formaban 62 militares españoles, que regresaban a España tras cuatro meses y medio de misión en Afganistán y Kirguistán; todos ellos fallecieron junto a doce tripulantes ucranianos y un ciudadano bielorruso.

Pidió perdón en nombre del Estado, institución impersonal y que no tiene alma y honor, en vez del gobierno, cuyos integrantes sí son seres humanos, que en aquel momento administraba las acciones del Ejército y que era el verdadero responsable de la tragedia. Cospedal reconocía que se había contratado un avión cuyas condiciones no eran adecuadas para el vuelo y se había procedido a ordenar las identificaciones de las víctimas con tanta precipitación, y sin precisión alguna, que 30 de las 62 cadáveres fueron falsamente atribuidos a hombres que no eran las víctimas, con certificados de ADN  que no correspondían, y metiendo revueltos en los ataúdes restos de unos y de otros.

No pidió perdón Federico Trillo que era el ministro Defensa en aquel episodio y que fue el que organizó el vuelo y las identificaciones. No ha pedido perdón José María Aznar que era el Presidente del Gobierno en aquella época. No ha pedido perdón Mariano Rajoy que es el Presidente del Gobierno hoy.

Dolores de Cospedal, que ya se ve que hace carrera asumiendo explicaciones, responsabilidades y perdones bastante incómodos, como sucedió con Bárcenas y ahora Trillo, nos ha leído el informe del Consejo de Estado, que, 13 años y medio más tarde, descubre que la contratación del avión que debía repatriar a nuestros militares desde Afganistán fue muy inadecuada. Se contrató un Tupolev soviético, viejo, destartalado y sin mantenimiento, porque era más barato.

José Bono, ministro de Defensa que sustituyó a Trillo cuando cambió el gobierno, explicó que el Ministerio de Defensa pagó 135.000 euros por ese trasto pero que a la empresa contratada únicamente llegaron 35.000, y asegura que nadie sabe a donde fueron a parar los otros 100.000. Como tampoco nunca se ha encontrado el contrato que debió firmar el ministro, o algún alto mando, con la empresa que administraba el avión. Nadie tampoco ha intentado averiguarlo.

Antes de la tragedia varios de los militares destinados en aquellas zonas escribieron al Ministerio denunciando que los traslados de las tropas se hacían en condiciones deplorables. Viejos aviones desahuciados que ningún gobierno de otro país alquilaba. Sin espacio siquiera para sentarse –he visto alguna foto con los hombres en el suelo- y que a la vez transportaban carga, que, apenas sin sujeción, se volcaba sobre los pasajeros.

Los procesos que se iniciaron a denuncia de los familiares han concluido, uno tras otro, absolviendo de responsabilidades al ministro –la complicidad del Poder Judicial con el Ejecutivo es evidente-  y condenando –levemente- a algunos militares que participaron en el desaguisado de las identificaciones de los cadáveres, y que fueron inmediatamente indultados por el gobierno de Mariano Rajoy.

Este retrato de uno que parece incidente aislado, es sin embargo una fotografía exacta de un Ejército y de un gobierno. Porque ni el ministro Trillo ni el Presidente del Gobierno han pedido perdón, pero tampoco los altos mandos militares que conocieron la operación, los médicos forenses que no hicieron las autopsias y que aceptaron firmar los certificados falsos, los mecánicos que supervisarían la operativa y dieron por bueno el vuelo, los inspectores que investigaron y aseguraron que el accidente se debía a un fallo humano, los oficiales que no se arredraron de declarar en público que el avión reunía las condiciones adecuadas.

En las televisiones hemos visto a un teniente coronel, con todo el empaque, afirmar que las identificaciones de los cadáveres estaban bien realizadas porque todos llevaban la placa con su nombre, para, unos diez años después, declarar en el juicio que únicamente unos cuatro o cinco las portaban. Este fue condenado y rápidamente indultado. No he podido averiguar si ha regresado a su puesto en el ejército.

Lo cierto es que este Ejército tan bendecido por la Monarquía y exaltado por los medios de comunicación serviles y pagados para mantener el engaño de la bondad y el prestigio que no se merece, no se ha pronunciado en ningún momento para aceptar los errores que se produjeron al escoger el avión. No considera que debe explicar la verdad de los negocios que alguien estaba haciendo con las contrataciones de los vuelos. Y ni pensar en pedir perdón a los familiares de las víctimas y a toda la ciudadanía española que no solo les pagamos, sino que permitimos que luzcan un uniforme que nos representa y se exhiban orgullosamente en los desfiles, que también pagamos, mientras reciben diariamente los elogios de políticos y  medios de comunicación por “su extraordinaria labor” “a favor de la paz y de la solidaridad internacional”.

Ni los altos mandos militares ni los medianos. Ni los que conocían las circunstancias que se daban en esos vuelos de retorno de las tropas ni los que estuvieron directamente implicados en la contratación, la puesta a punto de la aeronave, el control de vuelo, la búsqueda de las víctimas, las autopsias de los cadáveres, las informaciones que se publicaron, las ruedas de prensa que nos ofrecieron y sus declaraciones en la televisión. Ni más tarde en los juicios ni por fin, ahora, cuando el informe del Consejo de Estado ha denunciado alguna de las infamias que cometieron.

Se pide perdón para consolar a las víctimas pero sobre todo para restaurar en alguna medida el propio honor mancillado por los crímenes cometidos. Que no hayan pedido perdón los gobiernos del PP que provocaron la tragedia y después han intentado ocultarla, maquillarla y falsificarla, no nos resulta demasiado sorprendente porque ya sabemos que esos gobiernos no tienen honor.

Pero que el Ejército, que presume de arriesgar la vida por proteger al pueblo, que es el garante de las más altas esencias de nuestro país, no lo haga, resultaría más indignante, si no fuera porque desde hace 80 años sabemos que el Ejército español no tiene ninguna estima por su propio honor.

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2017/01/18/el-honor-del-ejercito-espanol/

Imagen: http://actualejercitospanish.blogspot.com/

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