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Los estudiantes quieren otro Brasil y otro tipo de política

Por: Leonardo Boff

Sería ingenuo pensar que el movimiento de los estudiantes ocupando escuelas y universidades se agota en la crítica de uno de los más vergonzosos proyectos que hemos tenido para la reforma de la enseñanza media o en la protesta contra la PEC 241 de la Cámara y ahora PEC 55 del Senado, PEC de la brutalización contra los más vulnerables de la nación. Lo que se esconde detrás de las críticas es algo más profundo: el rechazo al tipo de Brasil que hemos construido hasta ahora y de la política corrupta hecha por algunos parlamentarios en provecho propio. Junto a esto hay un lado más positivo: la demanda de otra forma de construir Brasil y de reinventar una democracia, no de espaldas al pueblo, sino con él participando en las discusiones y decisiones de las grandes cuestiones nacionales. Ya he abordado en este espacio este tema a propósito del movimiento de los jóvenes de 2013. Tres autores siguen inspirándonos, pues lucharon por otro Brasil y siempre fueron derrotados. Ahora retorna la lucha con renovado vigor por medio de miles de jóvenes en todo el país.

El primer autor es Darcy Ribeiro en un texto de 1998 como prefacio a mi libro El caminar de la Iglesia con los oprimidos: «Nosotros los brasileros surgimos de una empresa colonial que no tenía el menor propósito de fundar un pueblo. Quería tan solo generar beneficios empresariales exportables con pródigo desgaste de gentes». Esta lógica del ultraliberalismo actual se radicalizó en Brasil.

El segundo es Luiz Gonzaga de Souza Lima en la más reciente y creativa interpretación de Brasil: La refundación de Brasil: rumbo a una sociedad biocentrada (São Carlos 2011): «Cuando se llega al fin, allí donde acaban los caminos, es porque ha llegado la hora de inventar otros rumbos; es hora de buscar otra cosa; es hora de que Brasil se refunde; la refundación es el camino nuevo y, de todos los posibles, el que vale más la pena, ya que es propio del ser humano no economizar sueños y esperanzas; Brasil fue fundado como empresa. Es hora de refundarlo como sociedad»(contraportada). Esa hora ha llegado.

El tercero es un escritor francés François-René de Chateaubriand (1768-1848): «Nada es más fuerte que una idea cuando ha llegado el momento de su realización». Todo indica que este momento de realización está en camino.

Los jóvenes que están ocupando los locales de enseñanza están revelando más inteligencia, a ejemplo de la joven Ana Júlia Ribeiro hablando en la Cámara Legislativa de Paraná, que la mayoría de los representantes sentados en nuestras sedes parlamentarias, más interesados en sus negocios que en el destino del pueblo brasilero.

Sin definición partidaria, con sus carteles incisivos los estudiantes quieren decirnos: estamos cansados del tipo de Brasil que ustedes nos presentan, con democracia de baja intensidad, que hace políticas ricas para los ricos y pobres para los pobres, en la cual las grandes mayorías son invisibilizadas y lanzadas a las periferias, sin estudios, sin salud, sin seguridad, sin tiempo libre. Queremos otro Brasil que esté a la altura de nuestra conciencia, hecho de pueblo mezclado y junto, alegre, sincrético y tolerante.

Efectivamente, hasta hoy Brasil fue y sigue siendo un apéndice del gran juego económico y político del mundo. Aunque políticamente liberados, seguimos siendo recolonizados, esta es la palabra exacta, pues las potencias antes colonizadoras, nos quieren mantener colonizados, condenándonos a ser una gran empresa neocolonial que exporta commodities: granos, carnes, minerales. De esta forma nos impiden realizar nuestro proyecto de nación independiente, soberana y orgullosa de sí misma.

Dice con fina sensibilidad social Souza Lima: «Aunque nunca haya existido en la realidad, hay un Brasil en el imaginario y en el sueño del pueblo brasilero. El Brasil vivido dentro de cada uno es una producción cultural. La sociedad construyó un Brasil diferente del real histórico, el tal país del futuro, soberano, libre, justo, fuerte pero sobretodo alegre y feliz» (p.235). En el movimiento actual renace este sueño exuberante de Brasil.

Caio Prado Júnior en La revolución brasilera (Brasiliense 1966) proféticamente escribió: «Brasil se encuentra en uno de esos momentos en que se imponen de pronto reformas y transformaciones capaces de reestructurar la vida del país en coherencia con sus necesidades más generales y profundas y con las aspiraciones de la gran masa de su población que, en el estado actual, no son debidamente atendidas» (p. 2).

Con los personajes que están ahí en la escena política, gran parte acusados de corrupción, imputados o condenados, no podemos esperar nada sino más de lo mismo. Deben ser democráticamente apartados de la historia para tener el campo limpio para lo nuevo.

¿Sobre qué bases se hará la Refundación de Brasil? Souza Lima nos dice que es sobre lo que tenemos de más profundo y original: la cultura nacional tomada en su sentido más amplio que envuelve lo económico, lo político y lo específicamente cultural: «A través de nuestra cultura el pueblo brasilero pasará a ver sus infinitas posibilidades históricas. Es como si la cultura, impulsada por un poderoso flujo creativo, se hubiese constituido lo suficiente para escapar de las constricciones estructurales de la dependencia, de la subordinación y de los límites tímidos de la estructura socioeconómica y política de la empresa Brasil y del estado que ella creó sólo para sí. La cultura brasilera escapa entonces de la mediocridad de la condición periférica y se propone a si misma con igual dignidad en relación a todas las culturas, presentando al mundo sus contenidos y sus valores universales» (p.127).

El texto de Souza Lima se libra de la crítica justa que Jessé Souza hace a la mayoría de nuestros intérpretes del status quo histórico: La necedad de la inteligencia brasilera (Leya 2015), completada con La radiografía del golpe (Leya 2016).

La mayoría de estos intérpretes clásicos miraron hacia atrás e intentaron mostrar cómo se construyó el Brasil que tenemos. Souza Lima, como los jóvenes de hoy, mira hacia delante e intenta mostrar cómo podemos refundar Brasil en la nueva fase planetaria, ecozoica, rumbo a lo que él llama “una sociedad biocentrada”.

O nace de estos jóvenes estudiantes un Brasil diferente o corremos el peligro de perder nuevamente el carro de la historia. Ellos pueden ser los protagonistas de aquello que debe nacer.

Fuente: http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=801

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Los deberes como pretexto para reinventar la escuela

Por: Jaume Carbonell

El problema no es tanto si los hay o si no, sino el modelo de deberes que se imponen, así como el modelo de escuela y sociedad que los fomenta

¿Más o menos deberes? ¿Hay que prohibirlos como se hace en varios países y piden algunos colectivos? ¿Continúan hoy teniendo algún sentido? ¿De qué hablamos cuando hablamos de deberes? ¿Se entiende siempre lo mismo o ello depende de la concepción educativa, del modelo de escuela y de los modos de enseñar y aprender? En torno a estos y otros interrogantes discurre el libro Hartos de los deberes de nuestros hijos (Lectio, 2016). Su autor, Jaume Funes (Calatayud, 1947), es un reputado psicólogo, educador y periodista con muchas horas de vuelo observando, escuchando, conversando, acompañando e interviniendo cerca de la infancia y la adolescencia: en la calle y en las instituciones. Pocos como él han sabido meterse en la piel de los adolescentes para encontrar las razones de su desconexión de la escuela y, en consecuencia, de una de las rutinas más tediosas y discutidas como son los deberes.

Hay que agradecerle a Funes su prosa ágil y directa -trufada de vivencias de los diversos actores educativos- que no rehúye la precisión conceptual pero sí el academicismo. Su tesis queda perfectamente sintetizada en el último párrafo del libro: “Vale. Sí. Tienen que hacer ‘deberes’ si no son deberes, si la escuela que los pone es diferente, si no impiden jugar o salir, si son la continuación de un deseo de saber que ha nacido en la escuela, si estudian en casa y hacen los deberes en la escuela, si no tienen fichas, si pueden utilizar el móvil, si la escuela ha explicado a los padres lo que están aprendiendo, si…. Temo que pocos deberes de los que en la actualidad hacemos padres e hijos reúnen estas características”.

En efecto, el modelo dominante sigue siendo el tradicional de toda la vida. El autor lo ilustra con algunas secuencias extraídas de su experiencia de abuelo: “En la ficha de mi nieta había que diferenciar los diptongos. ¿A qué niño de 5º de Primaria le interesa qué diptongos son ascendentes y cuáles descendentes?”. Se trata de una prolongación o repetición de lo que se hace en la escuela, porque no ha habido tiempo de terminar las tareas académicas o porque se piensa que machacando una y otra vez el alumnado terminará aprendiendo más.  Nada más lejos de la realidad: los deberes no inciden en la mejora del rendimiento del alumnado como han señalado numerosos informes e investigaciones. Es más, con frecuencia, provocan aburrimiento, desmotivación, desconexión y rechazo escolar. Y, en efecto, los padres están hartos.

La escuela desfasada del siglo pasado alimenta algunas falsas creencias pedagógicas y sociales aún hoy muy arraigadas -pero también contestadas- como el que la imposición de deberes constituyen un sello de calidad del centro o que el aumento del horario escolar y la carga de trabajo en casa suponen una mejora de la enseñanza. La calidad no tiene que ver con la cantidad de horas, conocimientos y actividades que tienen lugar a lo largo de la jornada sino con el sentido y la relevancia que adquiere el aprendizaje. “La pregunta principal que los educadores y las educadoras se hacen hoy día no es lo que se enseña, sino cómo se enseña y, sobre todo, cómo aprenden los alumnos y alumnas”. Aunque también cabría añadir un matiz a modo de objeción a esta afirmación tan contundente: también adquiere relevancia lo qué se enseña, los contenidos que se seleccionan del currículo -porque los hay de básicos e imprescindibles y también abundan los prescindibles y manifiestamente inútiles- que, obviamente, nunca pueden deslindarse de las habilidades, competencias y valores.

Sostiene Funes, por otro lado, que los deberes son una importante fuente de desigualdad, como lo son las actividades extraescolares porque, a diferencia de la escuela, ni la ayuda familiar está siempre garantizada ni la oferta de educación no formal es accesible a toda la infancia y adolescencia. La clase social, el nivel adquisitivo y el capital cultural son condicionantes que lo dificultan tal como han mostrado numerosos estudios. Todo el mundo disfruta hoy en España del derecho a la escolarización pero no necesariamente del derecho a la plena educación: porque el aprendizaje y la formación se adquiere cada día más fuera de la escuela, en los ámbitos familiar y comunitario, y en Internet y las redes sociales. Y en estos escenarios las oportunidades educativas son muy desiguales. Ésta es sin duda una de las grandes asignaturas pendientes de presente-futuro: transitar de la inclusión escolar a la inclusión cultural y social.

Cabe subrayar que en esta obra no se mencione nunca el término prohibición al referirse a los deberes, ya que el relato trasciende la simple dicotomía para adentrarse en la complejidad de unas escuelas en construcción que se van reinventando cada día de manera reflexiva y colectiva, contando con las miradas y complicidades de todos los agentes educativos. Por eso se apuesta por hacer las cosas de otra manera y preparar lo que aprenderemos mañana: “Los deberes pueden llegar a servir cuando provienen de acuerdos de los equipos educativos para que el alumnado lea, investigue y comparta, tratando que su experiencia en casa sirva para que sus aprendizajes de clase pasen a ser más significativos”. Pero se añade una precisión que figura ya en el subtítulo de la obra: “Queremos ayudarlos a aprender”, que no a hacer los deberes al uso convencional. Ahí está la clave.

¿Qué pueden hacer en concreto los padres y madres? En primer lugar, observar, escuchar e interesarse por lo que sus hijos hacen en la escuela, estar en contacto con el profesorado, participar en diversas actividades del centro para estrechar la relación familia-escuela, interesarse por el proyecto educativo y por estas otras formas de aprender que se basan, sobre todo, en provocar el interés y la curiosidad hacia el conocimiento. Algo que se logra cuando este se acerca a la realidad cotidiana y conecta con las experiencias vitales de una infancia y adolescencia que sabe apreciar el valor y la utilidad -que no el mero utilitarismo- de un aprendizaje con sentido que, al propio tiempo, les hace más competentes y más felices. Dos propósitos que en las escuelas innovadoras forman una pareja indisociable. Como lo son el juego y el aprendizaje ¡Cuánto saber puede llegar a proporcionar el juego!

Y la de cosas que pueden aprenderse en casa y con la familia: con los cuentos y otros relatos, con las visitas a la biblioteca, con documentales y series televisivas compartidas, con los videojuegos y las redes sociales, con las preguntas y consultas en torno a un proyecto de trabajo, en la cocina, en el camino a la escuela o en el paseo por el campo y la ciudad. Porque cualquier edificio, cualquier paisaje, conforman un amplio y rico contenedor de palabras, números, imágenes, conceptos, pensamientos, dilemas, conflictos, sentimientos, fantasías e historias. Todo escenario y ocasión es propicia para desarrollar habilidades básicas como la comparación, el cálculo, el razonamiento, la comprensión o la creatividad. Aunque ello requiere, obviamente, tiempo y disponibilidad para ejercer relajadamente de madres y padres, algo que no lo favorece actualmente la complicada conciliación laboral y familiar.

Por último, o quizás en primer lugar, este sabio psicólogo no se olvida de algo esencial: que la condición de alumno debe ejercerse solo en la institución escolar, y no prolongarse fuera de sus muros y más allá del tiempo lectivo. Y de que la escolaridad, mediante los deberes, actividades extraescolares y otras rutinas abusivas y a menudo perversas, no pueden colonizar la infancia y la adolescencia. El derecho a la educación ha de compaginarse con el derecho al ocio, al juego y a la felicidad. Sus vidas no pueden imitar la de sus progenitores con agendas repletas de tareas y actividades que les roban tiempo de juego y, simplemente, de no hacer nada. Porque también tienen derecho al aburrimiento. Es evidente que la presión y el estrés son malas compañías para cualquier ser humano. Pero para los menores es un suplicio mayor que debe evitarse a toda costa. Para ello, sostiene Jaume Funes, hay que ir más allá del sí o el no a los deberes y otear un horizonte más complejo y sistémico.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2016/11/07/los-deberes-pretexto-reinventar-la-escuela/

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Debatir con rigor sobre la escuela concertada

Por: Ángel Martínez González-Tablas

Se hace necesario en este momento hablar sobre cuál debe ser el papel de la concertada dentro del sistema educativo

En momentos en los que se abre la posibilidad de explorar un Pacto de Estado sobre la educación, sería miope y poco responsable que quienes estamos implicados en el mundo educativo, no fuéramos capaces de reflexionar seriamente y sin prejuicios sobre el significado, las posibilidades y las limitaciones de la educación concertada, en nuestro país, a comienzos del siglo XXI.

El  régimen de conciertos tomó forma en 1985 -en el contexto de la Constitución de 1978 y los acuerdos con el Vaticano cerrados un año después-, intentando responder a la importante presencia de la iglesia católica en la educación y a la incapacidad de la red pública para cubrir la demanda de plazas generada por el crecimiento demográfico y la extensión de la educación obligatoria.

Después, sucesivas leyes educativas, con concepciones a menudo contrapuestas, han conducido a una situación en la que la educación concertada representa un tercio del total, con un 63% impartido por organizaciones vinculadas a la iglesia católica y el resto impulsado por un variado espectro de cooperativas, fundaciones e instituciones sin ánimo de lucro, junto a concreciones jurídicas auspiciadas por grupos privados de claro perfil mercantil. Cualquier cosa menos un conjunto homogéneo que permita hablar de la educación concertada a secas.

El análisis de nuestro entorno aporta información útil, con ejemplos para todos los gustos y sin que las tendencias parezcan inequívocas. Si bien es cierto que España es uno de los países con mayor peso de la enseñanza de titularidad privada, tampoco carece de interés que sea en Cataluña, Madrid, Navarra y País Vasco donde supone más del 50%. En suma, no hay una opción que reúna consenso generalizado, por lo que somos nosotros los que tenemos que ponderar y elegirla. A ser posible, evaluando los logros relativos, sin ignorar nuestra trayectoria específica y con argumentos.

Tal vez no sea difícil alcanzar un cierto acuerdo en torno a proposiciones que nos permitirían avanzar desde fundamentos compartidos. Entre ellas podrían estar las siguientes: si la educación siempre ha sido crucial para cualquier sociedad, lo es más hoy en un mundo abierto, en el que la comunicación y el conocimiento son esenciales para la buena vida y la supervivencia; no nos basta con aprender del pasado y con extraer las mejores prácticas, porque los desafíos a los que se enfrentan nuestras sociedades son de nuevo tipo y, conscientes o no de ello, van a tener que enfrentarse a un cambio profundo y global; además, la posición relativa de la escuela ha variado. A su lado actúa una pléyade de instituciones que de forma continua y a través de medios diversos transmiten códigos de comportamiento, forman y deforman a las personas que (también) van a la escuela. Así mismo, la educación requiere recursos y la prioridad que en principio le atribuyan las sociedades quedará en nada si esa asignación no se concreta de forma suficiente y duradera; finalmente, digámoslo sin equívocos, la educación es un bien público y le corresponde a la sociedad ofrecerlo y garantizarlo de forma universal a sus ciudadanos o, dicho desde otro ángulo, la educación no es una mercancía que pueda ser regulada de forma satisfactoria por el mercado.

A partir de aquí, sería aconsejable que no cerráramos la reflexión y el diálogo con proposiciones que se consideran evidentes o planteamientos necesarios que se presentan como obvios, en vez de utilizar con rigor y contundencia opiniones que plantean argumentos e incluso proposiciones provisionales que nos pueden servir de guía. Analicemos la realidad, atrevámonos a argumentar y a escuchar a otros. ¡Cuánto nos ayudaría si fuéramos capaces de abandonar los axiomas y los planteamientos apodícticos, para avanzar con modestia sirviéndonos de tesis y de hipótesis de trabajo! Si lo hiciéramos, quizás descubriéramos que, en aspectos muy significativos, es más lo que nos une que lo que nos separa.

En esta línea, hablemos con propiedad de los distintos tipos de escuela, sin caer en simplificaciones porque, por su titularidad, la escuela puede ser pública o privada; si atendemos al régimen administrativo, pública, concertada o privada y, finalmente, si hubiera unos rasgos sustantivos diferenciadores nos encontraríamos con escuelas públicas o privadas, en función de que reunieran o no dichos rasgos. ¿Nos pueden ser útiles estas diferenciaciones o las descartamos por banales sin siquiera explorarlas?

El punto anterior nos lleva a preguntar cuáles son los rasgos que caracterizan a una verdadera escuela pública. ¿Es la titularidad y la gestión directa de las administraciones públicas condición necesaria y suficiente para serlo? ¿Acaso no puede haber un contenido sustantivo que nos proporcione una delimitación más consistente? Y si, al margen de la gestión y la titularidad, hubiera otros centros que cumplieran esas exigencias, ¿cómo considerarlos? ¿Habría que reclamar su absoluta subsidiaridad respecto a los de titularidad y gestión estatal o convendría reflexionar antes de dar una respuesta? ¿Es satisfactoria e inteligente la oferta de integración a esas variantes en una red de titularidad y gestión pública única o existen otras posibilidades? No ocultemos que hay riesgos de distinto tipo. De un lado que, al complejizar, abramos una fisura por la que se cuelen proyectos espurios, de otro, tirar al niño con el agua sucia para evitarlo. No parece que todo esté resuelto y hay campo sobrado para que merezca la pena pensar juntos, si nos atrevemos a hacerlo.

Si reflexionamos sobre la laicidad, tal vez también podamos sacar el debate a un espacio menos atravesado por apriorismos antagónicos, aunque, a la postre, es algo que corresponde decidir a los políticos. En nuestro contexto es un tema con una larga historia, pero es un hecho que la religión sigue siendo un fenómeno determinante. ¿Puede haber interpretaciones positivas del laicismo que  abran posibilidades de conocer y pensar sobre algo con lo que los ciudadanos se van a topar en su existencia social? ¿Cómo abordarlo? Y no digamos que eso es lo que defienden las posturas confesionales, porque hay expertos que lo plantean desde un inequívoco laicismo.

En lo económico, tratemos de verdad la financiación de la educación y la falta de prioridad efectiva que reflejan los presupuestos públicos, en la sesgada asignación de recursos a distintos tipos de escuela. Analicemos los costes reales de la educación impartida y los que exigiría una educación de calidad, sin ocultar el grado y la forma en la que, en la práctica, se cubren esos costes necesarios; hagamos propuestas que eviten la inseguridad jurídica y la hipocresía estructural que emerge cuando los principios que se enuncian se niegan con la realidad que se practica ¿Por qué no somos capaces de establecer con objetividad los hechos? ¿Por qué no llamamos a las cosas por su nombre y actuamos consecuentemente, en vez de escondernos en el doble lenguaje?

¿Por qué no entrar también a fondo en el diseño del control y la auditoría, de los números y de las prácticas, que son imprescindibles cuando se utilizan recursos públicos? ¿Debe haber cierto margen de diferenciación para la experimentación y la innovación no discriminatorias o es preferible encerrarse en un igualitarismo rígido, que sofoca la creatividad y deviene de mínimos? ¿Cuál debe ser la exigencia efectiva que, preservando la seguridad jurídica, aporte contundencia frente a las transgresiones de los que hacen un uso incorrecto de los recursos públicos? ¿No somos muchos los que, desde la escuela de titularidad y gestión pública y desde centros concertados con voluntad y compromiso de servicio público, compartimos decididamente cuestiones de fondo y de forma en esta materia?

Será grande la responsabilidad de quienes, por buena que sea su intención y acertadas algunas de sus propuestas, se encierren en la repetición de sus formulaciones, evitando dialogar. Y dialogar no es lo mismo que ensamblar monólogos. No es inocuo el papel de quienes, en la práctica, dividen a los que podríamos y deberíamos avanzar unidos, respetándonos y enriqueciéndonos recíprocamente, haciéndonos fuertes frente a las posiciones que realmente están enfrente. Tenemos ante nosotros una gran oportunidad y no deberíamos perderla. La mano de muchos está tendida.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2016/11/11/debatir-rigor-la-escuela-concertada/

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Cambiarán el modo de enseñar a leer y a escribir

Por: Luciana Vázquez 

El modo en que nuestros hijos aprenderán a leer y a escribir está a punto de cambiar en la Argentina. El Ministerio de Educación avanza en su decisión de impulsar una metodología de alfabetización diferente de la que, desde hace 30 años, domina en el aprendizaje de la lecto escritura de la mayoría de los chicos del país y que, según muchos especialistas, genera serios problemas de repitencia y abandono.

La nueva metodología es conocida en el mundo académico como «conciencia fonológica», una perspectiva de alfabetización que se enfoca en la oralidad y los sonidos de las palabras para el dominio de la escritura y la lectura. Hasta ahora el marco conceptual dominante fue el de la psicogenética, sobre todo en la ciudad y en la provincia de Buenos Aires, una perspectiva de alfabetización constructivista que supone que los chicos aprenden a partir de enfrentarse con diversas experiencias culturales de escritura.

«Estamos analizando el tema con la mesa federal de formación docente y formación continua, poniendo el énfasis en lectoescritura desde el Instituto Nacional de Formación Docente (Infod) y manteniendo reuniones con referentes del tema.» Con estas palabras, la secretaria de Innovación y Calidad Educativa de la Nación, Mercedes Miguel, confirmó a LA NACION la decisión a favor de alentar la «conciencia fonológica» como metodología de formación docente y pieza clave del diseño curricular en los primeros grados de primaria.

Por eso Miguel convocó para hoy, a las 10, a una reunión a los principales referentes de la perspectiva de la «conciencia fonológica». Entre los expertos invitados figuran la investigadora principal del Conicet Ana María Borzone; la investigadora del Conicet, docente de la Unsam y responsable de la propuesta Derecho a Aprender a Leer y Escribir (DALE), Beatriz Diuk, y Florencia Salvareza, directora del Departamento de Lenguaje del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco).

El tema anunciado del encuentro es «Alfabetización y lectura». En la práctica, la «conciencia fonológica».

¿Pero qué diferencia a cada una de esas metodologías? «Desde la perspectiva de la conciencia fonológica, sabemos que no emitimos sonidos aislados al hablar, sino sílabas. Los chicos identifican primero las sílabas, pero el gran objetivo de la alfabetización es el acceso al fonema. El desafío es que el maestro intervenga para que sean capaces de desarmar cada sílaba y aislar cada fonema», explica Diuk.

Se trata de que los chicos sean capaces de encontrar la correspondencia entre un fonema y su letra. El punto de partida es la oralidad.

Del lado de la perspectiva psicogenética, el proceso de alfabetización tiene un inicio bien distinto: la interacción con estímulos de escritura. «Los chicos van pensando el sistema de escritura en interacción con lo que el medio les va proveyendo en términos de experiencias culturales con los sistemas de escrituras.» Así describe la directora de la maestría en Escritura y Alfabetización de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Mirta Castedo. La creadora de la perspectiva psicogenética es Emilia Ferreiro, psicóloga y pedagoga radicada en México, discípula de Jean Piaget, una leyenda en el mundo de la enseñanza de la lectoescritura en América latina.

¿Cómo se diferencia el trabajo del maestro en el aula en cada caso? «La conciencia fonológica exige muchas intervenciones del maestro y muy precisas: apoya la escritura prolongando los sonidos de las palabras. El alumno escribe esos sonidos que el maestro prolonga para enseñar la correspondencia entre el fonema y su representación visual», detalla Diuk.

Los críticos tachan la «conciencia fonológica» de mero entrenamiento y de conductista. En el caso de la psicogenética, «el maestro introduce a los chicos en la cultura escrita desde el primer día sin piedad», afirma Castedo. Lectura de maestros a los chicos. Mucha lectura de los chicos. Y alentarlos a escribir como salga. Y un maestro que intervenga para que detecten los «índices» de escritura, suerte de patrones en la formación de las palabras.

Los defensores de la «conciencia fonológica» están convencidos de que ese tipo de inmersión en la escritura no conduce a la alfabetización.

Otra crítica contra la psicogenética es su falta de efectividad para alfabetizar a los chicos de sectores vulnerables. Para Borzone, «es una metodología que hace más pobres a los pobres». Diuk explica: «Los chicos que tienen menos oportunidades extraescolares necesitan que la escuela haga un trabajo sistemático para ayudarlos a acceder al fonema».

Entre los argumentos a favor de la «conciencia fonológica» los especialistas señalan su alineamiento con los procesos cognitivos en el cerebro. «Estamos trabajando con el Ineco en qué tienen las neurociencias para decir sobre cómo aprende el cerebro», explica Miguel.

Castedo afirma que la psicogenética puede validarse desde la neurociencia. El debate sobre los métodos de alfabetización es intenso entre los educadores de todo el mundo.

«The reading wars.» Las guerras de la lectura. Así se conoció en los Estados Unidos la polémica que enfrentó, en los 90, a los defensores de uno y otro método. Finalmente, en 1997, el National Reading Panel dictaminó a favor de políticas públicas basada en la «conciencia fonológica».

La Argentina, en cambio, tuvo otra experiencia. «La psicogenética dominó en lo que se les enseña a los docentes. La otra corriente fue sistemáticamente combatida», dice Diuk. En la práctica, los docentes suelen combinar las metodologías.

Algunos expertos esperan que la decisión dispare un debate intenso, aunque sin muchas esperanzas de acuerdo. La falta de consensos imprime sesgos ideológicos a posiciones académicas: el supuesto progresismo de la psicogenética y su constructivismo se oponen al supuesto conservadurismo utilitarista de la «conciencia fonológica».

Dos modelos en pugna

Conciencia fonológica. El método por venir

Parte de la oralidad para que los alumnos aprendan a reconocer los componentes del habla, los fonemas y, desde allí, llegar al conocimiento del sistema de escritura.

Característica: la conciencia fonológica requiere de mucha más intervención del maestro, pero es una intervención muy específica con un objetivo muy puntual y claro.

Papel del maestro: el docente apoya la escritura prolongando los sonidos de las palabras. El alumno pasa al frente y escribe esos sonidos que el maestro prolonga para aprender la correspondencia entre el fonema y su representación visual, es decir su letra.

Crítica: demasiado conductista; aprendizaje reducido a entrenamiento.

Psicogenética. El plan que tiene más de 30 años

Parte del contacto de los alumnos con experiencias de escritura y de lectura -escuchando leer a sus padres, viendo escribir a sus maestros, intentando leer o escribir- en sus hogares y en el aula para llegar gradualmente, por la comprensión de contradicciones, al conocimiento del sistema de escritura.

Característica: es un método constructivista en el que el aprendizaje parte la exposición del sujeto a los estímulos escritos del entorno.

Papel del maestro: colabora en ofrecer estímulos de escritura, con la lectura diaria, a partir de dictados que los chicos le proponen al docente.

Críticas: no tracciona el aprendizaje de la lectoescritura; confía demasiado en el poder de los estímulos escritos del entorno; no logra enseñar a los sectores desfavorecidos

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1956373-cambiaran-el-modo-de-ensenar-a-leer-y-a-escribir

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Dinero

Por: Fernando Savater

Según Maurice Baring, un escritor amigo de Chesterton, “para saber lo que Dios piensa del dinero no hay más que fijarse en a quién se lo da”. Donald Trump es la mejor ilustración de esta teología económica. El dinero, medio indispensable para el intercambio social, puede ser absolutizado por el deseo como finalidad vital y en ese punto convertirse en droga ponzoñosa. Lo mismo le ocurre al sexo, otro medio que tiende a inflarse en fin. Esa droga es del tipo de la que bebía el doctor Jekyll para convertirse en Hyde: transforma al que la toma en homúnculo procaz y deforme, capaz de atropellar a quien se le cruce en el camino, aunque sea una niña desvalida. Sus adictos nos suelen producir más repugnancia que compasión, aunque en puridad también la merecen. Pero ¿cómo compadecer a Trump, ese payaso siniestro, o a la caterva de felones que vemos en el banquillo por las causas de corrupción? Pero también la envidia envenena. Incluso entre quienes van a insultarles a la puerta del juzgado sospecho que hay más de un indignado no tanto por la sucia rapiña sino porque sea otro quien haya tenido la ocasión de forrarse sin trabas como él mismo sueña… De la envidia a la admiración: ¡el millonario presidente!

Y frente a los poseídos por esa ilusión intangible (nada menos material que el dinero, Schopenhauer lo llamó “felicidad abstracta”), los auténticos materialistas buscan las riquezas verdaderamente indispensables. Las descubrieron sea al verse desposeídos por la catástrofe de comida, agua, cobijo, familiares o medicinas, como en Haití, en Alepo, etcétera… sea guiados por la razón y el sentimiento hacia los bienes que valen más allá de las tarifas bancarias: arte, amistad, conocimiento, amor. Aunque por mucho que intentemos prevenirnos del contagio, de vez en cuando todos somos intoxicados.

Fuente: http://elpais.com/elpais/2016/11/11/opinion/1478875911_290034.html

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La contra-revolución sí será transmitida

Por: Fernando Buen Abad Dominguez

Todos los territorios simbólicos que dejemos vacíos serán ocupados por las maquinarias de guerra ideológica burguesas. Sembrarán ahí sus ofensivas y sus “interpretaciones” de la realidad entre anuncios publicitarios y trompadas a la “lógica” hasta deformar integralmente la historia y terminar contándonos su insoportable moralina de la mercancía. Nada está a salvo. Cuando se practique la autopsia del Capitalismo escurrirán torrentes de odios putrefactos, incubados durante siglos contra el proletariado.

Todo el odio burgués (con tufo a Miami) acumulado contra Hugo Chávez, toma (ahora) forma de “tele-serie” para paliar la impotencia de quieres no pudieron derrotarlo ni asesinándolo. Ponen en escena buena parte de las perversiones incubadas en los cerebros de la farándula más reconocida por su mediocridad, su analfabetismo cultural, su lógica pigmea y su revanchismo bobo. En suma “más de lo mismo”. Creatividad de mercenarios.

Todo el esfuerzo que realizan tanto la productora, los anunciantes y las televisoras (acompañadas por prensa, Internet y redes sociales) es engendro de un pecado de tontería originaria que desconoce la Historia y se auto-condena a repetirla: cuanta más propaganda reaccionaria hagan contra Hugo Chávez más ayudarán a consolidar su figura como un líder, socialista y revolucionario, monumental en el siglo XXI. Abran sus apuestas.

Han gastado fortunas en inventar un “personaje” y una serie (mal logrados); se han tomado el trabajo de anunciarlo con toda anticipación; han hecho honores a su lógica publicitaria y han involucrado a sus jaurías de anunciantes para cerrar el cuadro de lo que será uno de los fracasos televisivos más estruendosos de la historia reciente, no sólo en materia de “audiencia” sino en lo contra-producente que les resultará el discurso su propio discurso de odio. Desde hoy ya podemos avisar cómo se expresará su derrota: a) se auto-premiarán con todos los galardones que uno pueda imaginar, b) habrá entrevistas, lisonjas y besamanos de todos los tamaños y géneros c) habrá vítores y habrá leyendas. Muestra clara, todo ello, del fracaso aquí preanunciado.

Ellos necesitan supurar el odio que les quema las entrañas, necesitan exteriorizar los elíxires perversos de su irá de clase y andan como locos a la cacería de pretextos. Chávez les parece idóneo porque acarician la peregrina idea de que muerto el comandante muere el Socialismo y la Revolución. Se aferran a la estupidez de que la ausencia física de Chávez será convertida en debilidad popular que a ellos les facilitará el negocio turbio de entregar Venezuela en charola de plata televisiva. Incluso. Está claro que el odio los ciega.

Casi no vale la pena detenerse en repasar la suma de falsedades que la “tele-serie” “El Comandante” acumula como producto de ignorancia y de la venganza obcecada de sus autores y financistas. Casi no tiene sentido repetir que escribir con tinta de odio desnuda la intencionalidad perversa de un plan de propaganda disfrazado de tele-drama para embelezar a los propios y fabricarse orgasmos revanchistas. Casi es innecesario acudir a un recuento de inexactitudes, episodios falsos, diálogos forzados, ripios, tonterías y inoperancias de la dramaturgia y de la historiografía que saltan a la vista en todos los capítulos de esta serie fallida en todos sus renglones. Pero no se la debe banalizar ni se la debe suponer más paupérrima de los que realmente es.

Este ejercicio de “calumnia” audiovisual o de usurpación simbólica ya ha sido ensayado por muchos especialistas en guerra psicológica de todos los continentes y todos los frentes oligarcas. Una veces y otras han errado en el intento por una suma de razones que hacen ya antología de barbaridades comunicacionales de coyuntura. Lo han intentado con películas, reportajes, documentales, fotografías y “revistas del corazón”. Lo intentaron con Internet, con Twitter, con Factbook y con cuanta cosa han tenido a mano y el fracaso se les hizo costumbre por ignorar tozudamente el lugar excepcional del líder Hugo Chávez en la lucha Revolucionaria y la lucha Socialista de los pueblos encarnada en sus líderes. Más allá de Venezuela y del continente americano.

Pero la peor metedura de pata producida por esta serie televisiva es que nos regala la oportunidad de revisar (y acaso corregir) auto-críticamente nuestras debilidades en el campo de la disputa simbólica y del uso de las herramientas de comunicación para salvaguardar los patrimonios revolucionarios que las luchas han forjado. No se trata de rasgarse las vestiduras, se trata de pasar a la ofensiva, de una vez por todas, en la Revolución de la Comunicación y en la Guerrilla Semiótica que debemos desplegar por todos los medios.

Venezuela cuenta con los expedientes audiovisuales más originales, extraordinarios y potentes que la Revolución ha producido en presencia y en ausencia de Hugo Chávez. Cuenta con documentos históricos avalados por expertos de todo tipo. Cuenta con escritores reconocidos en el mundo entero, por propios y por extraños, cuenta con músicos fenomenales, con actores y actrices de primer nivel. Cuenta con sonidistas, vestuaristas, editores, escenógrafos, maquillistas… historiadores, sociólogos, filósofos y semiólogos. ¿Qué falta para no esperar a que vengan a robarse otros el territorio simbólico que pertenece a la lucha revolucionaria? Quien no tenga estos ingredientes producirá basura como es ya costumbre de muchos medios oligarcas.

Por método y por disciplina de ciencia semiótica (estamos en plena Guerra Mediática) habrá que dar seguimiento a todo lo que inventen para darle oxigeno y artificios a “El Comandante” en las televisoras de las burguesías. Ya se escuchan voces anhelantes de exhibir en sus terruños, los episodios de la estulticia televisada. Ya hablan de “rating” y de “marketing” quieren “prime time” y quieren “branding”. Avanzan hacia el abismo de su desmemoria. Mientras tanto, en otro extremo de la realidad social, los pueblos salen a las calles animados por la búsqueda histórica de su victoria definitiva contra el capitalismo y en labios de no pocos se repite sin cesar la frase “¡Chávez Vive!”

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=217702

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Autoridad docente

Por: Guido Crino

Un estudio de la Subsecretaría de Prevención del Delito muestra que aumentaron en forma significativa las agresiones física y verbal a profesores en los colegios. Desgraciadamente, esta situación se repite con una frecuencia que nos debiera preocupar seriamente. Esta cultura de la impunidad, ya ni siquiera llama la atención.

Las agresiones a profesores no son hechos aislados. Son la culminación de un proceso de minimización de la autoridad pedagógica del docente cada vez más limitada por la legislación que paralelamente empodera al sujeto de la educación sin tener en cuenta el debido respeto a su condición de maestra o maestro. Nada tiene que ver con un proceso de privatización de la educación escolar, como afirmó públicamente el presidente del Colegio de Profesores.

La agresión a una maestra o maestro, cualesquiera sea la forma que revista, genera una conmoción que afecta a toda la escuela, la cual pierde credibilidad como institución, porque no ha cumplido con una condición elemental de funcionamiento -válida especialmente para una organización cuyos objetivos son promover valores, actitudes, la primacía del diálogo, la trascendencia de la razón, el desarrollo espiritual y la promoción humana-, como es el respeto irrestricto a los miembros que la integran.

Sin un reconocimiento de las y los profesores como autoridades incuestionablemente respetadas, jamás una institución escolar logrará imponer sus emprendimientos para mejorar la calidad de la educación. Aunque se haya logrado incrementar los recursos financieros, optimizar la infraestructura, disponer de un currículum reformado y de mayores recursos didácticos como bibliotecas, computadores, acceso gratis a internet; aunque se cuente con una carrera docente y un sistema público para asegurar la calidad de la educación -factores todos muy positivos y muy necesarios-, de poco servirán si las maestras y maestros no son respetados, e incluso son objeto de agresión física o psicológica, sin que hayan mayores consecuencias.

Este desconocimiento de la autoridad de los profesionales de la educación los desmerece como sujetos creíbles de gestionar la tarea educativa. No podrán cumplir con su misión de reconstrucción del conocimiento, socialización, reflexión intelectual, de internalización de valores y de encuentros dialógicos, porque están desmerecidos como autoridad. La escuela se transformará así en un territorio donde los conflictos se resolverán por medio de la violencia, si las soluciones no concuerdan con los deseos.

La convivencia y la valoración de la escuela se fracturará y dejará de ser la misma, y los efectos de la agresión no se subliman en la memoria de los alumnos y docentes. Por el contrario, algo cambia radicalmente en la percepción de los alumnos, y se produce una alteración en la cultura escolar. Los hechos estarán vivos y latentesen aquella comunidad educativa, después que hayan afectado a sus maestros y maestras, enrareciendo el clima organizacional y alterando gravemente la estructura comunitaria de laescuela.

Fuente: http://www.latercera.com/voces/autoridad-docente/

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