Por: Monica Quintero Restrepo.
En el tablero de la clase de filosofía aparecen un montón de nombres de unos señores con teorías de hace mucho tiempo: Platón, Kant, Nietzsche. El profesor explica al frente. Algunos estudiantes toman nota. Otros van al mundo de las ideas a dormir. Para muchos la filosofía es un karma. Aunque también lo sean las matemáticas y la física.
La idea de sacar del pénsum de los colegios la filosofía, y en general las humanidades, parece una idea que se repite cada tanto, por distintos autores. La más cercana es la del alcalde de Cartagena, Manuel Duque, que dijo que “tenemos que darles herramientas a los muchachos para que verdaderamente puedan salir adelante. ¿De qué les sirve la filosofía si estos son muchachos que se la tienen que salir a jugar a la calle? Nosotros tenemos que darles herramientas para el poder hacer”.
La idea vuelve a traer, cada tanto también, una pregunta que podría ser filosófica en sí misma: ¿Para qué sirve la filosofía? Es más, ¿de qué les sirve la filosofía a esos muchachos?
El profesor Freddy Santamaría Velasco, doctor en Filosofía, dice que definirla no es fácil. “Es el amor hacia el conocimiento, por el saber, como bien lo enseñaron los clásicos, y si vamos más allá de esta definición clásica, la filosofía es el compromiso con una actitud crítica del pensar, como bien lo enseñó Kant”. Está en la misma palabra: filosofía viene del latín philosophĭa, y este del griego antiguo amor por la sabiduría.
Fabio Garrido, profesor de filosofía en un colegio, señala que todo el que pregunta, cuestiona o duda sobre algo, en cierta manera es un filósofo. Luego, hay quienes lo llevan a otro nivel. La filosofía está en la vida, solo que no hay una consciencia de ella, ni tampoco una profundización, como la harían los filósofos profesionales. Así que no está tan lejana, como parece a veces.
Ahora bien, ¿cuál es la importancia de estudiar filosofía? Santiago Wills,periodista que estudió Filosofía en la Universidad Nacional, explica que permite ir más allá de los problemas del día a día. Así, más que la preocupación por hacer la tarea de la escuela, se preocupa por el conocimiento.
Y ahí el punto que muchos consideran más importante, y que Santiago subraya: si hay una disciplina que fomente el pensamiento crítico es la filosofía, poder cuestionar, no creer todo lo que dicen.
En ese sentido sigue Raúl Meléndez, profesor asociado al departamento de Filosofía de la Universidad Nacional: la importancia de que se estudie en los colegios es el desarrollo de habilidades de pensamiento crítico, que tienen que ver con tomar una posición sobre un tema, examinando las razones a favor o en contra, analizando argumentos, revisando qué tan válidos son.
Tener ciudadanos críticos es importante para que tomen mejores decisiones y, sigue Meléndez, en una sociedad como la colombiana, tener habilidades de lectura crítica y de pensamiento crítico es muy importante para formar ciudadanos que sepan resolver sus problemas desde la argumentación y no desde la violencia.
En ese sentido, formar ciudadanos conscientes de su entorno, que se preguntan, que cuestionan y que son capaces, por ejemplo en el caso de la política, de tomar las mejores decisiones porque analizan las propuestas, y no porque se da por sentado la verdad que un alguien lanza en plaza pública.
Santiago expresa que a quienes menos les conviene tener ciudadanos críticos es a los políticos, porque la filosofía enseña a cuestionar las verdades, a dudar, a revisar si lo que alguien dice tiene sentido.
El profesor Fabio señala que la filosofía es una obligación si se quiere tener una sociedad analítica, que sea capaz de criticar lo que ocurre a su alrededor y de proponer otras posibilidades. “Una ciudad o un país que no se piensa a sí mismo solo crea robots”.
Adiós, filosofía
Hasta 2014, las pruebas de estado, las que se llamaron Icfes y ahora son Saber, tenían un componente solo de esta materia. Ahora está dentro del componente de lectura crítica, que, según un documento guía, la prueba evalúa “las capacidades de entender, interpretar y evaluar textos que pueden encontrarse tanto en la vida cotidiana, como en ámbitos académicos no especializados”.
No es que la prueba no tenga que ver con la Filosofía, porque evalúa habilidades que fomenta esta disciplina, sino que desapareció con su espacio propio, sus individualidades.
En ese entonces se publicó un Manifiesto contra el asesinato de la filosofía en Colombia. En el punto cuatro, Consecuencias de asesinar la filosofía, se lee: “Al no dejar que el pensamiento se abra paso público y se manifieste en el aula escolar, estamos minando las estructuras y condiciones que harían que las nuevas generaciones construyeran una nueva historia, un nuevo futuro, un propio país”.
La consecuencia de quitar la filosofía del colegio, por supuesto, es otra pregunta. El profesor Santamaría indica que no es una catástrofe en sí misma, porque “la filosofía hace mucho tiempo dejó de ser mesiánica, pero sin lugar a dudas es un peligro que consiste en que entendamos la educación como una fábrica de adiestramiento para fines prácticos y útiles. Hombres sin una pizca de valentía para pensar por sí mismos”.
Para el docente Fabio Garrido vuelve al robot: “Quitar la filosofía es educar personas capacitadas para hacer actividades como máquinas, y no pensar más allá”.
¿La filosofía, aburrida?
Tal vez la propuesta no debería ser decirle adiós la filosofía en los colegios, sino replantear el cómo se enseña, porque sobre la materia parece caer la idea de que es aburrida, difícil, pesada, y de ahí lo de ser karma para muchos estudiantes.
Porque la filosofía puede ser difícil, no es secreto que hay textos complejos de leer, por su lenguaje abstracto, pero ello no significa que no se pueda enseñar de manera entretenida e interactiva. Se trata de cómo el maestro la acerca a los alumnos.
John Fernando Escobar, rector del Politécnico Jaime Isaza Cadavid, comenta que el profesor no se puede quedar pegado al libro, porque si es él reproduciendo lo que dice el texto frente a una clase, “eso no nos lo aguantamos ni los viejitos”.
El reto es cómo enseñar, y muchos coinciden en que es importante actualizar los problemas. Para Santiago Wills es entender el contexto histórico, leer a esos filósofos de hace tiempo y traerlos al presente, para decir por ejemplo que esa pregunta de qué es la felicidad, que todavía se pregunta en esta época, es un preocupación que viene de antes, y entender que hay cuestiones humanas y de la vida que ya otros estaban tanteando. Y son los mismos problemas y las mismas preguntas.
El profesor Freddy tiene más ejemplos: “Platón y Aristóteles nos enseñaron en sus textos de política, por ejemplo, el cómo enfrentar una polis enferma o en crisis, y el cómo vivir justamente y comprometerse con el saber. Por su parte Kant nos advierte de los peligros de alejarnos de pensar racionalmente, así como el compromiso y respeto serio por el otro, por su dignidad y su libertad”.
Porque los problemas de los jóvenes y su realidad, agrega Raúl Meléndez, sí se pueden conectar con las inquietudes individuales, con la experiencia, con la vida de los jóvenes. Es traer esas abstracciones a información concreta.
El profesor de colegio recuerda la historia de Tales de Mileto, quien además de filósofo era astrónomo, y mirando las estrellas se dio cuenta de que en verano se alineaban de una manera y en invierno de otra, y descubrió cuándo iba a llover. Durante una sequía compró las prensas de aceite, y aunque a los otros les pareció raro, cuando llegó la cosecha, se las alquiló a los demás y acumuló una gran fortuna. “Sacó provecho de ese conocimiento, y aunque de la filosofía sí se puede hacer una gran fortuna, ese no es el asunto, sino el de preguntarse si hay un problema, plantearlo y resolverlo”. Si bien las respuestas no son las importantes en sí mismas, tanto como el planteamiento.
Se trata de pensar clases que conecten, que sean claras, que la frase de Nadie se baña dos veces en el mismo río emocione.
El rector del Politécnico añade que es importante que los estudiantes autogestionen sus conocimientos, que vayan fabricando sus discursos, y que los docentes reinvidiquen los pequeños triunfos, como si un estudiante logra, frente a un problema dado, otras posibilidades de resolverlo, aunque no sean las del libro. Eso hay que premiarlo, el aventurarse.
¿Técnico y no filósofo?
Detrás de las declaraciones del alcalde de Cartagena está el tema de la educación media técnica. En la página web del Ministerio de Educación precisan que ella “prepara a los estudiantes para el desempeño laboral en uno de los sectores de la producción y de los servicios, y para continuar en la educación superior”.
Es una idea interesante, porque les abre a los jóvenes otras oportunidades. Ahora, ¿va en contravía del estudio de la filosofía y las humanidades?
John Fernando Escobar, quien estudió Ingeniería de Petróleos, dice que no, y que incluso hay que pensar en otras materias de las humanidades, como la sociología, la literatura, la historia, porque ellas les dan bases importantes a los estudiantes que pasan a la educación superior.
Para él no hay que pensar que si se les da a los jóvenes mucha información van a explotar. No. La propuesta siempre debe ser sumar. “Yo considero que no hay que quitar conocimiento”. De ahí que la media técnica no sea contradictoria con las humanidades.
El rector del Politécnico, desde el que operan unos 2.000 jóvenes de media técnica –1900 con la Secretaría de Educación de Medellín y 240 con Rionegro–, señala que se trata de un equilibrio. Él lo sabe: la media técnica desarrolla competencias para desempeñarse en lo laboral, lo que no significa que se vayan a quedar allí, sino, añade, que les permite ganar currículo en el desarrollo de una tecnología, y cuando lleguen a la universidad pueden adelantar entre dos y tres semestres.
Además, logran mayor desenvolvimiento, son proactivos y, sigue el rector, aleja a muchos del alcoholismo. “Una buena fracción de su tiempo libre se la pasan estudiando”.
Las humanidades también son importantes, y aportan en la formación de mejores estudiantes y ciudadanos. También lo sabe él por experiencia: quienes tienen buenas bases en estas materias tienen menos falencias, por ejemplo, en lectoescritura. Para él, que ha hecho maestría y doctorado, los conocimientos filosóficos fueron indispensables, aun siendo ingeniero: no se escribe una tesis si no se sabe cómo defender un texto, cuenta.
Es erróneo pensar que estudiar ingeniería aleja de la escritura: hay que saber escribir para mandar un correo electrónico o escribir una hoja de vida. Aunque esos solo son pequeños ejemplos.
Así que quizá no hay que pelear entre qué es más o menos necesario, o qué pasaría en quedarse en un mismo saber. El debate, por supuesto, es importante, así como pensar en la convivencia entre saberes. Cuestionarlo todo, además, es trabajo de la filosofía.
Fuente:http://www.elcolombiano.com/colombia/educacion/el-dilema-de-estudiar-filosofia-en-los-colegios-NB5355861
Imagen: http://www.elcolombiano.com/documents/10157/0/580×387/0c11/580d365/none/11101/JKLJ/image_content_27351999_20161112201118.jpg