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Pavlov, lucrum y los tiempos posmodernos

Por: José Joaquín Brunner

Ha vuelto a despuntar el tópico “lucro en educación superior” a través de la agenda medial. Y como ya es costumbre, al toque de la campana sigue el reflejo condicionado que estudió el ruso Iván Petróvich Pávlov en la segunda mitad del siglo XIX. Ante el estímulo de los medios la reacción es inmediata y fulminante: fin al lucro, lucro maldito, inmoralidad del lucro, lucro es estafa, negociantes de la educación, educación pirata, lucro deshonesto, lucro vil; en fin, el turpe lucrum del cual hablaban los teólogos medievales.

Esta respuesta pavloviana ante la mera mención del lucro tiene dos consecuencias relacionadas entre sí.

Por una parte, activa una cadena simbólica que moviliza significados latentes, tales como: Universidad del Mar, educación de mercado, neoliberalismo, verdadero robo, privados inescrupulosos, universidades truchas, CAE, endeudamiento asfixiante, idolatría del dinero, contaminación ambiental de la educación, comercialización del conocimiento, gobiernos de la Concertación, polución ética, egoísmo individualista, mercantilización, instituciones empresa, muerte del alma mater.

Por otra parte, esa reacción pavloviana paraliza cualquiera deliberación pública seria y reflexiva sobe el tópico e inhibe la deconstrucción de esa cadena simbólica. No se alcanza a articular la conversación cuando ya la salivación del discurso estigmatizador inunda el espacio del pensamiento crítico. Tal es el ruido mediático que provoca la mera mención del vocablo-campana, cuyo eco luego se difunde por las redes sociales adquiriendo allí resonancias virulentas, que se torna imposible argumentar, intercambiar puntos de vista, ponderar y evaluar, invocar experiencias, citar evidencias, exigir lógica y aprender mutuamente entre los participantes en un diálogo.

Efectivamente, en un clima pavloviano de reflejos condicionados se imponen las opiniones ruidosas, machacones, repetitivas, automáticas, no pensantes. Es el reino de las reacciones automáticas y poco elaboradas, de código lingüístico restringido y autoritario, de cadenas simbólicas que operan sobre el esquema estímulo-respuesta donde no caben la refutación, la diversidad de explicaciones, la polémica.

Vence la retórica apabullante que no busca persuadir, sino, meramente, salivar.

Por lo mismo, el pavlovismo es poco propicio para el aprendizaje reflexivo y crítico. Es un conductismo primitivo: estímulo, respuesta; condicionamiento, conducta; reforzamiento, adquisición.

El lucro, al quedar atrapado en esa lógica esquemática, lineal y simplista, solo admite un discurso con las mismas características banales. Esto es, un discurso que declara la absoluta incompatibilidad entre lucro, conocimiento y educación. Cualquier contacto de la academia con el mercado mediado por dinero es considerado horrible y condenado a las hogueras del infierno.

II

Sin embargo, esta visión de las cosas es perfectamente anacrónica. Arranca de la condena impuesta a los sofistas por la posición platónica en la cultura filosófica griega que luego se proyecta hacia la Edad Media, momento en que queda reflejada en la máxima: “Scientia donum dei est, unde vendi non potest”; el conocimiento es un don de Dios, por eso no se puede vender. Esta máxima platónico-monástica pasa a ser doctrina oficial de la Iglesia durante los Concilios lateranenses tercero y cuarto de los años 1179 y 1215, respectivamente.

De esos tiempos se conservan, según señala un historiador, los ásperos testimonios y las críticas de San Bernardo: la condena contra “los que quieren aprender para vender su scientia: para tener dinero, para tener poder”. De San Bernardo se hace eco un modesto pero atento maestro parisino, Maurizio de San Vittore: los jóvenes, a los que observa y condena, dice él, “solicitan aprender no para adquirir sabiduría y ciencia, sino para prostituirse vendiendo su arte, para tener alabanzas humanas o para ganar dinero. Y por esto, indignos de la sabiduría adquirida, en realidad no venden nunca la verdad”.

El rechazo contemporáneo del lucro en sentido amplio -que se extiende a la comercialización del conocimiento, la mercantilización de la educación y la empresarialización de las universidades, a los aranceles y el crédito estudiantil- comparte con las antiguas condenas un mismo espíritu de pureza aristocrática y de separación del alma que vive de ideas por contraste con el cuerpo impuro que vive del mercado.

Ya Max Weber había observado que uno de los límites que encuentra el mercado es precisamente aquel impuesto por el tabú cultural de negociar con los bienes sagrados. El lucro constituye precisamente una forma de polución de aquellos bienes (los conocimientos), que son un don de Dios y como tales no deben ser transados en la plaza del mercado.

El anacronismo de esta visión es total, lo cual no significa que carezca de eficacia en el terreno simbólico de las ideologías.

III

En efecto, vivimos tiempos de capitalismo académico, donde el conocimiento es una de las mercancías más preciadas y el motor schumpeteriano de las economías basadas en la innovación. La universidad hace rato que dejó de ser una torre de marfil, como postulaban los neohumanistas alemanes de la época de Humboldt -pastores protestantes varios de ellos- representantes de una aristocracia del espíritu y de un Kulturstaat, un Estado de cultura.

Hoy las universidades son llamadas a trabajar eficientemente por una economía competitiva; deben involucrarse con el sector productivo y su capital humano es medido cada día según indicadores de desempeño y resultados. Forman una triple hélice con el gobierno y las empresas para generar productos y servicios de información y conocimiento que deben ser valorizados por el mercado. Son premiadas e inducidas a obtener ingresos propios, para lo cual el Estado crea mecanismos e incentivos que les permitan desarrollar negocios lucrativos. Incluso, se sostiene que ninguna universidad puede dejar de producir un excedente y que tal sería un indicador esencial de su solidez y capacidad de generar valor para la sociedad.

Dicho en otras palabras, las universidades en estos tiempos posmodernos son cada vez más parte y pieza de una cadena de valor, del entramado productivo de la sociedad. Son unidades performativas cuya centralidad para la economía y el bienestar de las naciones las transforma en algo completamente distinto de las bucólicas comunidades platónico-monásticas de adoradores de la “scientia donum dei est“.

Por todo esto, la reacción pavloviana frente al lucro es algo tan completamente inútil como ingenuo. Pues una vez más, como dice aquella famosa frase, el problema está en la economía (it’s the economy, stupid!), y no en la naturaleza jurídica del proveedor. En el capitalismo académico y no en la academia capitalista. En el mercado global y no en alguna peculiar maldad local.

El espíritu comercial smithsiano (de Adam) que se ha difundido entre los pueblos del mundo -desde China hasta Canadá, desde el norte hasta el sur- no se manifiesta esencialmente en lucro, sino en la orientación de la vida hacia al mercado, en la competencia, en la ética (sí, protestante) del trabajo, en la medición de los desempeños, la performatividad y el deseo faustiano de controlar el mundo para transformarlo, en la civilización del esfuerzo y la cultura de la innovación permanente de base científico-tecnológica. Como dicen las voces celestiales de Goethe al final del drama del Fausto: a aquel que se empeña y trabaja incansablemente lo absolveremos.

Entre las fuerzas del intercambio, la laboriosidad, el productivismo, las mediciones taylorianas, los incentivos y sus expresiones schumpeterianas en los mercados -la incesante destrucción creativa- y las fuerzas del espíritu, la contemplación, el platonismo de las ideas, la pureza de los bienes sagrados y el aislamiento del ruido de los mercados para volcarse a la esfera de lo ideal, hay una lucha sorda desde el comienzo de los tiempos.

Al principio, entonces, ¿fue la acción o la palabra? ¿La división smithsiana del trabajo o la contemplación platónica de los dioses? ¿El cultivo de las ideas o de los metales?

Lo que a todas luces resulta anacrónico es plantarse hoy frente al lucro a la manera como ayer lo hicieron nuestros antepasados cuyas almas circulan entre las ruinas de Grecia o confundidas con los cardenales reunidos en los concilios de Letrán. Más aún: resulta de una inexcusable ingenuidad.

Lo que cabe hacer, en cambio, es dejar atrás a Pavlov cuya campana todavía hace reaccionar salivando a platónicos y monásticos y tomar en serio al capitalismo académico y su ambigua pasión fáustica: la de conocerlo todo hasta dominarlo, transformando el mundo bajo la fuerza propulsora del conocimiento entendido como poder y como motor de riquezas.

El lema de nuestros tiempos posmodernos no es ya aquel de  “scientia donum dei est”, sino aquel otro que dice “ad lucrum per scientia”.

Fuente: http://ellibero.cl/opinion/pavlov-lucrum-y-los-tiempos-posmodernos/

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Los pensamientos más profundos de los niños, recopilados por una profe de filosofía

Por: Hector G. Barnés

Desde hace un par de décadas, Jana Mohn Lone, de la Universidad de Washington, se ha convertido en una de las mujeres que mejor entiende los pensamientos ocultos de los niños. No es psicóloga ni pediatra. Simplemente, se trata de una profesora de Filosofía que ha promovido uno de los proyectos más interesantes para acercar dicha disciplina a los más pequeños. Se trata de PLATO, una red de aprendizaje y enseñanza de la filosofía preuniversitaria que ha llegado a un gran número de colegios estadounidenses.

“Los padres a menudo no se enfrentan a las preguntas de sus hijos como si estas tuviesen el potencial para abrir líneas filosóficas de pensamiento porque tendemos a asumir, muchas veces sin pensar realmente sobre ello, que los niños no son capaces de realizar exploraciones filosóficas”, escribe la profesora en su libro ‘The Philosophical Child’ (Rowman & Littlefield). En casi todos los países, recuerda la autora, la filosofía se considera una materia solo para adultos, al contrario de lo que ocurre con otras como las matemáticas, que también son muy abstractas. Por ello estamos perdiendo un gran caudal intelectual, ya que los niños son capaces de plantear cuestiones que quizá ni siquiera los adultos se atreverían.

La felicidad no se alcanza intentando ser feliz. Llega al buscar la felicidad de los demás

No solo eso, sino que los niños y adolescentes atraviesan etapas complejas que los adultos suelen ignorar y que, sin embargo, pueden resultar reveladoras. “La infancia es más que una etapa de ‘adultos en formación’, y las perspectivas de los niños pueden enriquecer la forma en que entendemos el mundo”, recuerda Lone. Con el objetivo de demostrar que los niños pueden aportar más de lo que pensamos, la profesora ha recogido algunas de las mejores reflexiones que ha oído de su boca para ‘Business Insider’. Aquí están las mejores.

Felicidad: “La felicidad no se alcanza intentando ser feliz. Llega al buscar la felicidad de los demás” (8-9 años)

Un clásico del bienestar bien conocido en la teoría pero olvidado en la práctica. Como recordaba una investigación realizada por el profesor de Psicología de la Universidad de Oregón Ulrich Mayr, el altruismo contribuye a despertar los centros de placer en el cerebro. Sin embargo, incluso aquellos que hablan del egoísmo del altruismo coinciden en señalar que el camino más corto para sentirnos bien es ayudar a los demás.

Una de las lecciones que se aprenden al hacernos adultos es que la línea de separación entre nuestros sentimientos no está tan clara como pensábamos. A juzgar por esta frase, muchos niños piensan de manera semejante, y son conscientes de que no es tan fácil separar una sensación de otra. O quizá solo sea una forma sofisticada de decir “los polos opuestos se atraen”…

Imaginación: “Creo que los niños no saben muchas cosas sobre el mundo y por eso nuestra mente es más libre para imaginar cosas” (7-8 años)

Basta con comparar una novela infantil con otra destinada al público adulto para comprobar cómo las primeras suelen ser mucho más libres y imaginativas que las segundas, incluso aunque estas también sean fantásticas. A medida que nos hacemos adultos, el autocontrol y nuestra socialización provocan que lo que en el pasado era un juego termine viéndose simplemente como una herramienta para entender el mundo que nos rodea. En muchos casos, dejando la imaginación fuera de la receta.

Todo lo que está vivo morirá. Así sabemos que está vivo

Madurez: “Cuando piensas por primera vez en ello, dices ‘Oh, los mayores son maduros, porque puedes confiar en ellos’. Pero también te das cuenta de que ser fiable también significa tener tu propia opinión y ser capaz de guardar secretos. ¡Y los mayores son muy malos en eso! Sin embargo, si lo piensas bien –hasta que parezca que te va a estallar la cabeza–, te das cuenta de que no se trata de tu edad o de si eres mayor o un niño, se trata de quién eres” (9-10 años)

Una de las señales de madurez es empezar a ser responsable de su propio comportamiento. Sin embargo, cada vez es más frecuente en la ficción (sea drama o comedia) ver a adultos infantilizados, incapaces, como explica este alumno, de comportarse de manera acorde a su edad, y a niños mucho más sabios que sus progenitores. No es un síntoma casual.

Muerte: “Todo lo que está vivo morirá. Así sabemos que está vivo” (7-8 años)

Uno de los momentos más complicados en toda relación entre padres e hijos es cuando se aborda el tema de la muerte. Esta reflexión suena casi orientalista, en su aceptación de la muerte como parte esencial del ciclo de la vida. ¿Y si en realidad el ser humano mantiene, de forma natural, una relación más espontánea con la muerte y es la sociedad la que impone sus tabúes a medida que crecemos?

Animales: “Lo que pensamos sobre las criaturas más importantes para nosotros depende de nuestras preferencias. Pensamos que la gente, los perros y los gatos y otras mascotas son más importantes que los mosquitos, pero eso se debe a que nos relacionamos con ellos. Si alguien tuviese un mosquito como mascota, probablemente lo verían de otra forma”.

Habrá quien califique esta reflexión de relativista o de pensamiento blando, pero también es una pertinente reflexión sobre la flexibilidad de nuestro sistema de valores que señala hacia una conciencia animalista en desarrollo.

Niños: “La infancia no consiste simplemente en convertirse en adulto. Es un tiempo para nosotros. Lo que nos ocurre nos afecta toda nuestra vida. Eso no ocurre con los adultos. Creo que lo que experimentamos lo sentimos con mayor profundidad y permanece con nosotros”

¿Cuáles son sus novelas preferidas? ¿Y películas? ¿Y discos? ¿La noche más divertida de su vida? Probablemente, aquellas que leyó, vio, escuchó o vivió durante la infancia y la adolescencia. A pesar de la importancia que tienen esas experiencias formativas en nuestras vidas, los adultos tienden a menospreciarlas, como bien señalan los estudiantes de Lone. Un buen recuerdo de que vivimos en una sociedad más “adultocéntrica” de lo que nos gustaría pensar.

http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2016-09-29/pensamientos-filosofia-ninos_1265929/

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Votaré Sí porque educación es vida, convivencia, democracia y paz

Por: Ángel Pérez Martínez

Votaré Sí, por lo mismo que vislumbró y lloró la señora Sandra Inés Henado, esposa del general Javier Alberto Flórez, quien declaró en entrevista para El Tiempo que una vez el médico del Hospital Militar le dijo que en todo el mes de enero del año 2015 no había llegado ningun soldado herido, “ese día se sentó a llorar y entendió que valía la pena, que una mano amputada menos, una viuda menos y un huérfano menos valían la pena”. La vida, dolores y traumas de soldados, guerrilleros y campesinos pobres que se evitaron durante el proceso de negociación en la Habana valen la pena y justifican mi voto por el Sí a los acuerdos. Acepto que los acuerdos no resuelven en el fondo ningún problema estructural de la sociedad, que por sí solos ellos no avalan la paz, pero les reconozco la intención de crear un camino para transitar hacia la paz.

Además, votaré sí porque existe evidencia en diversos países del mundo que una sociedad en guerra y violenta jamás podrá ser equitativa, democrática y de progreso para la mayoría de quienes la conforman.

Votaré Sí, porque necesitamos avanzar y no quedarnos en el pasado violento, dañino y cargado de odio, en el cual algunos quieren permanecer con diversas disculpas y engaños. La evidencia de nuestro desarrollo en los últimos 50 años muestra que la guerra y la violencia son un obstáculo para resolver los problemas de inequidad y de injusticia social entre los colombianos; al contrario, este país en la guerra profundizó y segmentó diferencias entre ricos y pobres, entre campo y ciudad, entre guerreros y pacifistas. Somos uno de los países más inequitativos del mundo, Gini de 56% y uno de los más divididos en América Latina.

Votaré Sí, porque aspiro a que tengamos cada vez menos disculpas para continuar con plebiscitos, elecciones presidenciales y de cuerpos colegiados donde el poder político y el voto lo define en esencia la guerra con frases tan certeras para atraer votantes como aquella pronunciada por la Congresista Cabal: “el Ejército no está para ser damas rosadas, el Ejército es una fuerza letal de combate que entra a matar”. No alcanzo a imaginar el lío que tendrá un docente para explicar a sus alumnos, en una aula de clase, el papel constitucional de las fuerzas armadas en Colombia.

Votaré Sí, porque de muchas maneras, algunas de ellas imperceptibles, la guerra termina imponiendo sus sin-razones y alrededor de ella se amamantan para subsistir y perdurar líderes, grupos y partidos políticos.

Votaré Sí, porque aspiro que se acaben los violentólogos; así como los analistas de la guerra, de las FARC, y de otros actores armados, quienes han gastado lo mejor de sus energías, de su capacidad investigativa y de su pensamiento crítico en interpretar y explicar la violencia política. Bienvenidos los educólogos, los estudiosos de la vida, los investigadores que ayuden a encontrar caminos para disminuir diferencias de todo tipo, los que se imaginen y ayuden a construir felicidad. Bienvenidos los plebiscitos para consultar decisiones educativas de interés nacional, bienvenidas campañas presidenciales donde votemos por propuestas de bienestar social y su financiación (quién paga impuestos y cómo se utilizan los recursos para mejorar equidad). Sin duda alguna, bienvenido el apoyo a los artistas con su inmenso poder para crear belleza, para reparar dolor humano y ayudar a una sociedad enferma con su sensibilidad y sentido crítico.

Votaré Sí, porque entiendo que la justicia transicional es un recurso que se establece de manera temporal para que los Estados puedan realizar acuerdos para recuperar la convivencia, la paz y la protección de derechos humanos, con dos objetivos a futuro: fortalecer el Estado de derecho y garantizar un sistema de justicia que funcione y cuente con el apoyo de la ciudadanía. No entiendo por qué se quiere vincular acuerdos con impunidad por el hecho de no garantizar que 8000 guerrilleros o sus jefes vayan a la cárcel, como si la cárcel en Colombia reparara o ayudara a crear mejores personas.

Votaré Sí, porque se respete la escuela como escenario de vida, de conocimiento y de formación humana. Porque 1084 maestros muertos por violencia política (cerca de 300 en el departamento del Caquetá) son la mayor prueba de la degradación del conflicto y los daños directos al sector educativo. En Colombia miles de maestros tienen miedo a hablar o a tener un sentido crítico de la sociedad, temen por su vida.

Votaré Sí a los acuerdos, porque el temor a las armas, a la violencia y a la denuncia son, en parte, el sustento de la corrupción y del mal uso de los recursos públicos en algunas regiones del país.

Votaré Sí, porque nada más alejado a los propósitos de la educación que el odio, la guerra, los heridos, los mutilados y la confrontación con intención de hacer daño a la vida humana.  La escuela existe para formar buenos seres humanos, capaces de proteger sus derechos y los de los otros, empezando por el más valioso de todos: la vida. Y la vida se protege con formación en convivencia, en democracia y en la consecución de una paz estable y duradera producto de una sociedad con mayores oportunidades y equidad: desarrollo de ciudadanía.

Fuente: http://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/votare-si-porque-educacion-es-vida-convivencia-democracia-y-paz-por-angel-perez-martinez/232480

Imagen: http://www.nydailynews.com/latino/marcha-por-la-paz-de-colombia-en-nueva-york-gallery-1.42798

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Educación: abismo entre mensaje y proyecto

Por: Mariana Zegers

El Pacto Internacional de Derechos Económico, Sociales y Culturales establece en su artículo número 13 que la educación superior “debe hacerse igualmente accesible a todos, sobre la base de la capacidad de cada uno, por cuantos medios sean apropiados, y en particular por la implantación progresiva de la enseñanza gratuita”. En esta dirección, en teoría, camina la reforma a la educación superior, tan anunciada por el gobierno de Michelle Bachelet y la Nueva Mayoría. Luego de ser postergada en varias ocasiones, fue ingresada al Congreso recientemente, el 4 de julio de este año.

Una de las reformas más esperadas de este segundo mandato de la actual Presidenta ingresó al Parlamento con más detractores que defensores. Ha sido fuertemente criticada por los movimientos sociales que han luchado por una educación universitaria gratuita y de calidad, por los dirigentes estudiantiles y el resto de los principales actores de la educación superior, incluidos los rectores de universidades públicas y privadas. Ni siquiera contó con la venia del oficialismo.

El proyecto de Reforma a la Educación Superior, tal como aparece en la sección introductoria, manifiesta claramente entre sus lineamientos principales la importancia de buscar permanentemente la equidad e inclusión, vía implantación de la gratuidad; la calidad y, finalmente, la mantención de un vínculo estrecho entre la educación universitaria y las necesidades nacionales y regionales.

¿Cuál es la fórmula económica de la gratuidad universitaria? Durante este y el año que viene se asegura gratuidad para estudiantes del 50% más pobre del país que ingresen a universidades estatales o privadas que no lucren y estén acreditadas por cuatro años o más, para avanzar al 2020 al 60 por ciento de cobertura. Luego, la gratuidad aumenta solo si los ingresos estructurales del país (aquellos que recibe el fisco por recaudación tributaria, de Codelco y Enap), corresponden al menos al 23,5 por ciento del PIB tendencial y si la economía se mantiene en los promedios que se estima. La gratuidad universal, entonces, queda subordinada a variables económicas. Mientras, se mantiene el financiamiento mediante becas y créditos (ver infografía sobre gratuidad universal Educación 2020).

Los dirigentes estudiantiles alegan que esta reforma no cumple lo prometido; que, muy por el contrario, se consolida el actual sistema neoliberal en la educación. Los rectores de las universidades estatales, por medio de una carta publicada en El Mercurio, tampoco tardaron en pronunciarse. Celebran que se establezca el objetivo de cambiar los fundamentos del actual sistema universitario, que se defienda la educación pública y se asuma la incidencia del actual sistema de mercado en la inequidad y la baja calidad. Señalan, sin embargo, que en la implementación del proyecto el Estado sigue siendo un mero proveedor de educación, y que su tarea consiste en regular la oferta y calidad, aumentando incluso el financiamiento a privadas. Asimismo, lamentan la mantención de mecanismos de financiamiento desacreditados por los estudiantes y criticados por diversos sectores, ya que favorecen a instituciones bajo sospecha de lucro y calidad deficiente.

Con el cuestionamiento de los principales sectores interesados en el cumplimiento de los compromisos programáticos adquiridos por el Gobierno esta reforma hace su entrada, no tan triunfal, al Parlamento. Si bien, tal como han señalado los rectores, tal cumplimiento puede requerir una implementación gradual, “el horizonte ha de ser la construcción de una sociedad más democrática y más equitativa. Por el contrario, este proyecto puede terminar conservando estructuralmente los efectos sociales del actual modelo. A partir de la promesa de fortalecer la educación pública, se podría consolidar definitivamente la cobertura privada”.

También hay quienes critican los mecanismos diseñados para garantizar que no se lucre. Uno de ellos es el Contralor general de la República, encargado de fiscalizar el gasto público, quien afirma que el proyecto de educación superior “lejos de establecer controles de los recursos públicos, lo que hace es quitarlos”. Respecto de la destinación de fondos públicos a privadas, el rector de la Universidad de Chile, Ennio Vivaldi, señala: “las universidades privadas viven paraísos fiscales dentro del país,  (…) ellos reciben dinero por lo cual no tienen que dar cuenta para nada.”

La Superintendencia de Educación Superior será la garante de que los recursos entregados por el Estado a las instituciones de educación sean íntegramente utilizados para el desarrollo de docencia, investigación, innovación y vinculación con el medio. El proyecto enviado en julio establece como sanción por el desvío de recursos la devolución de dichos capitales y el pago de una multa que asciende al 50% del dinero apropiado. Solo de hacer caso omiso a dicha sanción, se configura el delito de apropiación indebida, con una pena máxima de 5 años de cárcel.

En este contexto, no olvidemos los gravísimos problemas de desregulación y abusos del sistema privado de educación superior. Investigadores de Educación 2020 insisten en que no basta con crear una Superintendencia de Educación Superior o perfeccionar el sistema de acreditación, sino que es preciso un cambio drástico en el marco regulatorio.

A meses de enviado el proyecto, se mantienen los cuestionamientos, a pesar de que la ministra de educación Adriana Delpiano anunciara el ingreso de indicaciones sustitutivas, desconocidas hasta el momento. Es importante mencionar que estas indicaciones solo se pueden presentar una vez que una comisión en el Parlamento apruebe en general el proyecto y entre a una discusión particular. Por ello, se entiende que el Ejecutivo buscará llegar a un trato con los parlamentarios, asegurando las modificaciones necesarias para obtener el voto a favor de legislar.

En medio de la crisis de legitimidad de los políticos, el grueso de la población ya no confía en las decisiones tomadas a puerta cerrada por los parlamentarios. A los que se oponen a este proyecto, debemos sumar a aquellos que desconocen su contenido y que, en realidad, rechazan que cualquier iniciativa importante como esta sea elaborada, modificada y aprobada entre cuatro paredes.

Es sin duda preocupante que esta reforma, tan anunciada y comprometida por el Gobierno de Bachelet, sea rechazada por buena parte de los actores sociales implicados. Alarmante es que se dé a conocer en medio de una serie de sucesos y declaraciones, a lo menos, desafortunados: las denuncias del Cruch por montos impagos en el marco del traspaso de recursos de gratuidad, la destitución de Roxana Pey por falta de lineamiento con planteamientos efectuados por el Gobierno en materia de educación superior, los alegatos de no escucha por parte de los actores sociales afectados por este nuevo diseño, las críticas de las universidades estatales y públicas respecto del financiamiento estatal al mercado privado de la educación y de la no consagración a las instituciones estatales como prioritarias para el sistema, los reproches de las universidades privadas, que aseguran que se les margina del sistema, y de las universidades regionales, que alegan centralismo y falta de estímulos para el fortalecimiento de sus instituciones. Es de esperar que el resguardo de la calidad, el fortalecimiento de la educación pública y la implantación gradual de la gratuidad sean algo más que lineamientos discursivos, partiendo por el reconocimiento de la educación como un derecho y no como un bien de consumo.

Tomado de: http://radio.uchile.cl/2016/09/28/educacion-el-abismo-entre-el-mensaje-y-el-proyecto/

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La hegemonía del utilitarismo

Por: Natalia Fernández

Acabo de leer un amplio debate sobre si ser culto sirve para algo, si nos hace mejores. Aunque ambos extremos aparecen como sinónimos, lo cierto es que no tienen nada que ver. La cultura sí sirve para algo. Lo que no está tan claro es que necesariamente nos haga mejores -a menos que la posibilidad de ser más lúcido la encuadremos ahí-. Por lo tanto, no me voy a ocupar de lo segundo, que atañe más a la ética. Y sí voy a tratar de reflexionar acerca de lo primero, porque ahí se entrevé el rostro duro del pragmatismo al que nos aboca la sociedad del eterno beneficio.

Creo haber agotado mis reservas de perplejidad, que suponía amplias; no así las de la indignación. Que en este debate acerca de la utilidad de la cultura gente presuntamente de izquierdas aparezca insistiendo en el carácter elitista de la cultura -cuando beben y viven de ella- me parece un rasgo de cinismo que, justamente, vendría a demostrar que la cultura no nos hace necesariamente mejores…Pero volvamos al eje de la discusión: una vez reventadas las humanidades -para qué leer algo más que las facturas y los exiguos contratos que nos lleguen a las manos-, dinamitada la filosofía y el espíritu crítico -tampoco nos hace mucha falta en un mundo homogeneizado por la obediencia al pensamiento único y rendido a los únicos dioses que cuentan, el capital y el fútbol, y tal vez no en ese orden-, solo falta derribar el edificio de la cultura, tan débilmente apuntalado -en el debate que menciono hay teóricos de la ignorancia y la mediocridad que sostienen que la cultura general se subsana acudiendo al oráculo de internet, olvidando una vez más que información y cultura no son lo mismo…entretanto, por si acaso, ellos siguen enviando a sus retoños a Harvard y no a Atapuerca-.

Hace algo más de dos décadas, antes de que la globalización monetario- digitalizada viniera a vendernos sus bondades de democracia auténtica y de horizontalidad jerárquica, como otrora los conquistadores engañaron con espejitos, la clase trabajadora seguía moviéndose por un impulso sano de prosperar. Y digo trabajadora en la conciencia plena de que hablo de  una clase obrera extinguida como tal y una clase media quebrada. Pero ambas con un sueño legítimo e incluso realizable una vez que se había superado la maldición determinista de que si naces en el fango estás destinado a permanecer en él. Por lo tanto, esa clase trabajadora podía acceder a eso que se llama cultura, sin connotaciones ilustradas. Y si no ellos, al menos sí sus hijos. Sus aspiraciones económicas se limitaban a vivir con unos mínimos que garantizaban la dignidad y algunas comodidades que no hubieran llamado la atención por ambiciosas. Todo ello, claro está, dentro de los parámetros del esfuerzo y el sacrificio.

Pero todo cambia, como decía la canción de Mercedes Sosa. El culto a la inmediatez no deja tiempo para el disfrute de aquello que no da rédito, llámese espíritu crítico o belleza. La cultura como tal ha pedido perdón para retirarse haciendo mutis por el foro, y, reemplazándola, ha aparecido un ejército nada desdeñable de todo lo que ha ido usurpando su lugar, desde los supuestos pensamientos o estilos de vida -cultura del dinero, cultura del fútbol, cultura de la comida rápida- hasta aquello tan nimio que, de no apodarlo “cultura”, estaría condenado a extinguirse en nuestra memoria  -cultura de McDonalds, cultura de la violencia, cultura de lo fashion, cultura del reality-show- Llamo la atención sobre este hecho. Porque unir la palabra “cultura” a según qué complemento constituye un ejemplo de oxímoron en toda regla. En el fondo se trata de poner la palabra “cultura” en alguna parte, porque queda muy “cool”, aunque la cultura en mayúsculas se desdeñe porque es para “élites” que gustan de excentricidades como ver una obra de teatro, visitar a un museo o leer un libro.

Ahora domina la cultura de oído. Lo que se cuenta. Lo que se falsifica una y mil veces. El mantra repetido hasta convertirse en consigna para decir todos lo mismo y a ser posible con idénticos gestos. Por si fuera poco, el sector educativo no sabe qué cartas jugar: ¿hay que preparar a la gente para que piense o para que encuentre su hueco en un mercado que cada vez más es un híbrido de la madrastra de Blancanieves y una versión casera de “Aterriza como puedas”?.

Al final eso que llamamos la hegemonía del utilitarismo no es otra cosa que la penosa gesta de la cultura y su derrota.

Tomado de: http://radio.uchile.cl/2016/10/03/la-hegemonia-del-utilitarismo/
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Defensa de la historia en educación

Por: Joaquim Prats

Hace cuatro años, más de 200 profesores de Historia e investigadores de su Didáctica elaboraron un manifi esto en defensa de la historia como pieza fundamental en la educación de niños y jóvenes. Pretendían salir al paso de la oleada conservadora, apoyada por algunos ingenuos postmodernistas del ámbito educativo, de retirar la historia de los currículos escolares. Ha sido así en los últimos años y continua siendo, como es el caso de los proyectos del Gobierno tory encabezado por David Cameron o del felizmente defenestrado Silvio Berlusconi. En los planes de estudio de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) se la intentó diluir, con poco éxito, en unas inconsistentes Ciencias Sociales; pero en la Educación Primaria ya ha perdido toda su identidad como materia educativa al difuminarse en un área llamada Conocimiento del medio.

Las causas de esta tendencia son variadas: una de ellas es el declive general de las humanidades en todos los niveles de la enseñanza, auspiciada por las organizaciones económicas internacionales y por los gobernantes que buscan resultados más ligados a las llamadas competencias y a la utilidad práctica de los aprendizajes. Otra, más interna a la educación, es el trasladar a la escuela las insatisfacciones y los problemas que la sociedad no sabe solucionar.

La ingenuidad pedagógica de pensar que tratar estos temas en los niveles escolares los estigmatiza y los neutraliza para el futuro ha hecho que, lo que es fruto de la imprecisión y del no consenso en las distintas ciencias sociales, sean núcleos de aprendizaje curricular. Esta orientación orilla a disciplinas como la Historia, que sirven de inútil sazonador para salpimentar los temas de actualidad. Algunos lo justifi can diciendo que los problemas actuales son más motivadores para niños y jóvenes. Todo lo contrario de lo que nos demuestra la investigación en Didáctica de la historia.

Frente a estas tendencias, es posible afi rmar que la Historia, en su máxima integridad epistemológica, tiene un alto poder formativo. No enseña cuáles son las causas de los problemas actuales, pero muestra el funcionamiento de la sociedad en el pasado y es un inmejorable laboratorio de análisis social. A principios del siglo XXI, la historia es una disciplina multidimensional, la ciencia que analiza mejor la complejidad social. Su valor formativo radica en sus posibilidades en el proceso de enseñanza-aprendizaje, ya que ayuda a una mejor comprensión del presente, contribuye a desarrollar las facultades intelectuales, enriquece otros temas del currículum y estimula las afi ciones hacia el disfrute de la cultura y el patrimonio. Todo ello potenciando al máximo la sensibilidad hacia los temas sociales y formando a personas con criterio para participar, de manera ejemplar, en una sociedad democrática.

La visión que debe trasladarse a los escolares es que la Historia no es una verdad acabada o una serie de datos que tienen que aprender de memoria. Es imprescindible que se enseñe incorporando toda su coherencia metodológica interna, de tal forma que ofrezcan las claves para acercarse a su estructura como conocimiento científi co del pasado. Tan solo es posible esta orientación si la historia es considerada, también a nivel escolar, como disciplina cientí- fi ca.

El alumnado deberá descubrir que el conocimiento histórico está sometido al sentido crítico y a la racionalidad como cualquier otra ciencia; Pierre Vilar nos decía que nos ayudará a pensar mejor, “a pensar históricamente”. En este sentido constituye un medio válido para aprender a realizar análisis sociales que integren muchas de las dimensiones epistemológicas procedentes de otras ciencias, lo que permite, a la vez, estructurarlas con rigor. Como afi rma C.A. Trepat, hay que seguir defendiendo la presencia clara de la Historia, tanto en la etapa Primaria, como en la Secundaria, ya que presupone un aprendizaje integrado de diversas disciplinas. Edgar Morin la caracteriza de ciencia multidimensional, que ha pasado a ser poliscópica, es decir, de múltiples miradas. En efecto: el conocimiento histórico moviliza y estructura progresivamente la geografía, la economía, la sociología, la polí- tica, el arte y otras disciplinas.

Pero hay que recordar que no es posible llegar a desarrollar todo el poder educativo e instructivo de la Historia sin una clara potenciación de la innovación y la investigación en nuevos métodos didácticos, camino imprescindible para acercarla a los estudiantes de todas las edades. También es necesario actualizar sus contenidos para que las nuevas corrientes de la investigación histórica se incorporen progresivamente a los programas escolares, propiciando un debate historiográfi co y didáctico constante –sin interferencias ocasionales de políticos y profesionales de la tertulia– para una adecuada elaboración de los contenidos educativos. Defi endo, por todo ello, que la historia sea una materia que ocupe un lugar importante en el currículo educativo, desde el inicio de la Educación Primaria hasta la universidad.

Estas ideas, contenidas en el manifi esto citado, son hoy más necesarias que nunca. En un tiempo en que el conocimiento se diluye ante la falsa contradicción: instrucción-educación, la historia es cada vez más necesaria para formar personas con criterio y con una visión fundamentada, formación muy necesaria para vivir en un mundo desbocado y lleno de incertidumbres.

Tomado de: http://www.ub.edu/histodidactica/images/documentos/pdf/historia%20en%20la%20educacin.pdf

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Transformando la Educación Especial en Educación Inclusiva

Por: Daniel Comin

Hace ya mucho que se habla de educación inclusiva, de hecho más de 30 años. Pero a pesar de todo hay mucha gente que sigue hecha un lío y que no se aclara bien con lo de la educación especial, la educación integradora y la educación inclusiva. Hagamos un brevísimo recorrido histórico para poder comprender el porqué de esta evolución en la visión de los modelos educativos y por tanto del cambio en la visión de la diversidad funcional (Discapacidad).

La evolución en la forma de ver y entender la educación a personas con diversidad funcional siempre ha estado basada en las creencias predominantes de una sociedad en un momento determinado de su historia. Desde el modelo espartano de ejecución en el monte Taigeto, al modelo usado por la iglesia católica de la baja Edad Media, donde para evitar los infanticidios de pobres niños inocentes que presentaban algún tipo de malformación, se condenaba a quienes matasen a esos pobres niños, aunque en el caso de que estos estuviesen “presuntamente” poseídos, o realmente fuesen el fruto de una relación demoníaca, brujería o cualquier otras barbaridad que se le ocurriera al cura de turno, los quemaban en la hoguera o los sometían a exorcismos, por supuesto en todos los casos el niño fallecía pero con la bendición de nadie sabe quién. Es a partir del Renacimiento cuando los modelos demoníacos dan paso a una visión más médica, y empiezan a aparecer manicomios, asilos y obras de corte similar, donde el deficiente es recogido de por vida, para mayor gloria de alguna deidad. A partir del siglo XVII y XVIII, la influencia religiosa decae en pro de una visión más médica del deficiente (o tullido, o demente, o inútil, o cualquier de las diversas y horrendas definiciones de la época) y entra en programas asistenciales. Aunque a partir de ese momento y hasta las postrimerías del siglo XX la visión de la institucionalización de la persona diferente se convierte en un modelo extendido.

Sin embargo aparecen algunos momentos determinantes que inician la visión más pedagógica que la clínica en la atención a la persona con diversidad funcional. Jean Itard en Francia, cuando en 1800 inicia el trabajo con el niño feral, o 100 años después con Anne Sullivan. Pero básicamente el modelo de institucionalización de la persona siguió vigente hasta finales de la década de los 50 (aunque en España esto se alargó casi 20 años más).

Es el momento de modernizar la escuela

Es el momento de modernizar la escuela

A partir de ese momento, y a raíz de esa efervescencia económica y cultural de los 50, y sobre todo, de la obligatoriedad de la educación, aparecen muchos niños considerados en la época como “débiles mentales”, quienes hasta la fecha sencillamente no existían a nivel oficial, de hecho el número no paraba de crecer, de tal forma que incluso se pensaba que se trataba de algún tipo de epidemia. La cantidad de niños con diversidad funcional no dejaban de aumentar en las cifras oficiales (antes habían los mismos, pero escondidos), y para afrontar esa situación se transforman esos hospitales, asilos, orfanatos y entidades de corte similar, en centros de educación especial, aunque desde una visión medico rehabilitadora, más que pedagógica. Incluso, muchos de estos centros de educación especial se especializan en un tipo concreto de discapacidad. A tal grado de sofisticación pensaban haber llegado. Sin embargo, ese modelo se basaba principalmente en la deficiencia del individuo. Y todo giraba en torno a esa deficiencia. De hecho existían programas adaptados a los Down, los psicóticos, los autistas, los retrasados o los deficientes mentales, …, nunca se ponía a la persona por delante. Eran sencillamente diagnósticos que definían una o varias deficiencias que se intentaban “resolver”. Pero siempre desde la exclusión. Nunca se mezclaba a los deficientes con los normales, como si fuese algo contagioso.

Poco a poco ese modelo excesivamente clínico y rehabilitador de la persona va desapareciendo del modelo de educación especial, tornándose cada vez más importante el modelo pedagógico, pero sin olvidar ciertos aspectos medico-rehabilitadores. Sin embargo, hoy en día, los centros de educación especial, siguen teniendo al alumno excluido de la mayoría de actividades sociales, no por un deseo malvado de los responsables, sino por la propia dinámica de centro. Se sigue trabajando los aspectos individuales, aunque cada vez priman más los aspectos sociales, estando estos restringidos al entorno social en el que vive y habita la persona, es decir, que en la mayoría del tiempo son otras personas con discapacidad.

exclusion-integracion-inclusionA partir de los años 70 y 80 se empieza a implantar la idea social de que el alumno con discapacidad tiene derecho a ir al centro educativo ordinario o regular. Ya se sabe que el modelo de institucionalización de la persona con discapacidad y de educación segregadora, conduce a una vida aparte de la sociedad. Y ese proceso reivindicativo, llevado a cabo por familias y también por profesionales de la educación especial, empieza a llevar a alumnos con diversidad funcional a las aulas de los colegios ordinario o regulares, pero con matices. Y aparece el modelo integrador de la educación. Que es básicamente el llevar parte de los recursos del centro de educación especial al centro ordinario. Se crean aulas de integración, de forma que el alumno con diversidad funcional pueda compartir más momentos con el resto de alumnos.

Hay que tener en cuenta que en la gran mayoría de casos el centro de educación especial fracasa, ya que en muy pocos casos el alumno, al pasar a la vida adulta, consigue muchas de las metas básicas para un desenvolvimiento social en solitario. Es decir, que son dependientes de por vida. Tanto es así que su inclusión social en la vida adulta puede resultar muy compleja, ya que nunca tuvieron el aprendizaje social necesario. Quizá se pueda decir que tal afirmación contiene un fuerte sesgo, ya que las personas que acudían a esos centros tenían grados severos de discapacidad. Y será cierto lo del grado, pero hoy estamos viendo como cada vez más niños y jóvenes de los considerados con grados severos, adquieren un gran número de competencias, gracias a un conjunto de actuaciones, que todo sea dicho, antes no existían.

El modelo de integración adquiere fuerza y cada vez se abren más y más aulas de educación especial en centros ordinarios. Pero realmente seguimos con el mismo modelo de la educación especial, algo edulcorado, pero manteniendo dos grupos, el de los niños normales y el de los niños discapacitados. Recursos diferentes, visiones diferentes, proyectos diferentes, en suma, niños diferentes. De hecho, es común que el niño que asiste a aulas integradoras comparta tiempo con sus pares del aula regular, pero cuando realmente hay que dar determinado aspecto del currículo se le regresa al aula específica con el maestro especializado en niños diferentes. En muchos casos el niño ni es incluido ni integrado, acaba sencillamente incrustado.

Y al final, el edificio es el mismo, la puerta de entrada y salida también, pero ahí se acaba lo común. Y vemos como siguen faltando cosas. Ya con el Informe Warnock -1978, Reino Unido- aparece la propuesta de las Necesidades Educativas Especiales (NEE), que pretenden extender el concepto de atención específica a todos los alumnos que en un momento determinado tengan una necesidad de apoyo. Este aspecto también impacta directamente en el modelo de aulas de integración educativa, de hecho, mucha gente piensa que las NEE son solo para niños con discapacidad y no realmente un apoyo para cualquier niño que las requiera.

Esta categorización de alumnos por el sistema educativo deja bien claro que el propio sistema educativo es segregador y excluyente en el espíritu, en la forma y en la aplicación. Y esto nos ha llevado a la existencia de planes inadecuados basados en la discapacidad y el déficit, en apoyos inadecuados a las necesidades reales del alumno, a una mala distribución de los medios y recursos económicos, y por tanto a una traslación del fallo de la educación especial a la educación integradora. Y a su vez aparece una de las reclamaciones sostenidas por los propios profesionales de la educación. Y es que la formación a docentes es de baja calidad, incluso que la exigencia académica al docente es la más baja de todas. Y además vemos como la propia formación al profesorado es excluyente, es decir, preparo profesores para un determinado tipo de alumnos, de forma que ya se pretende implantar el modelo clasista en el docente. Afortunadamente la gran mayoría de docentes no caen en esa trampa, aunque deben mejorar su formación de forma individual y a su propio coste. Que es terrible, pero menos mal que la gran mayoría de los docentes se toman muy en serio su profesión.

Hoy los docentes, tanto los de educación especial como los de educación ordinaria, tienen cada vez más claro que una escuela mejor es posible. Y que el proceso de transformación hacia un modelo inclusivo es un factor base para el propio desarrollo social. Donde no es el alumno el que se adapta a las exigencias escolares, sino donde la escuela es un lugar de encuentro y de aprendizaje.

Educación inclusiva no significa que la validación de currículo académico sea más laxa, sino que éste cambia de la dimensión memorística y mercantilista actual, hacia un modelo social, holístico y reflexivo del conocimiento, donde uno de los parámetros básicos del programa educativo comparte una de las bases de la humanidad, la convivencia, pero no establecida en clanes, castas o clases sociales, sino en un modelo horizontal. De esta forma no asociamos la dificultad de un alumno a una discapacidad, sino a un error en el diseño del modelo educativo. Convertimos la dificultad en una nueva oportunidad. La diversidad en riqueza social y no en un motivo de exclusión. Pero además, conseguimos que los alumnos SIN discapacidad puedan ejercer su derecho a conocer la diversidad social, en la que finalmente viven. Según afirma Echeita “la inclusión no es la etiqueta moderna para la educación especial, ni un sinónimo de integración tal y como ésta ha venido desarrollándose en los últimos años”.

Escuela Integradora vs Escuela Inclusiva

Diferencias entre integración e inclusión según Arnaiz (2003) y Moriña (2002)

ESCUELA INTEGRADORA ESCUELA INCLUSIVA
Centrada en el diagnóstico Centrada en la resolución de problemas de colaboración.
Dirigida a la : Educación especial (alumnos con n.e.e) Dirigida a la : Educación en general (todos los alumnos)
Basada en principios de igualdad y competición Basada en principios de equidad, cooperación y solidaridad (valoración de las diferencias como oportunidad de enriquecimiento de la sociedad)
La inserción es parcial y condicionada La inserción es total e incondicional
Exige transformaciones superficiales. Exige rupturas en los sistemas (transformaciones profundas)
Se centra en el alumno (se ubica al alumno en programas específicos) Se centra en el aula (apoyo en el aula ordinaria).
Tiende a disfrazar las limitaciones para aumentar la posibilidad de inserción. No disfraza las limitaciones, porque ellas son reales.

Obviamente este proceso transformador debe realizarse con sumo cuidado y atención. Lo del pensado y hecho, aquí mejor no lo aplicamos. El hecho real es que la desaparición de los centros de educación especial va a suceder. Lo importante es que no sea una desaparición de tipo mágico, sino llevada a cabo tras un proceso de transformación y adecuación. Y esto implica muchos cambios de estructuración y metodología, pero sobre todo de forma de pensar y entender la educación. Debemos asumir que la educación inclusiva no es solo el hecho de que los alumnos con diversidad funcional compartan aula con el resto de alumnos, es algo que va más allá; mucho más allá.

“…las escuelas deben acoger a todos los niños, independientemente de sus condiciones físicas, intelectuales, sociales, emocionales lingüísticas u otras. Deben acoger a niños discapacitados y niños bien dotados a niños que viven en la calle y que trabajan niños de poblaciones remotas o nómadas, niños de minorías lingüísticas étnicas o culturales y niños de otros grupos o zonas desfavorecidos o marginados.” Declaración de Salamanca – 1994

no es inclusion siHabrá que entender que la dicotomía existente en la actualidad entre docente especialista y docente generalista deberá cambiar. Quizá la respuesta no deba ser unificar o diferenciar, quizá con acercar a ambos será suficiente, de forma que evitemos esa especie de visión de un tipo de docente para un tipo de alumno. Ese proceso de revisión de los roles de los profesores implica también un modelo de formación continuada, esa vieja petición que los docentes no paran de reclamar.

En términos radicales, si debe desaparecer la educación especial, al menos el léxico, y se debe hablar sólo de educación de calidad para todos los alumnos, no tiene sentido hablar de especialistas en educación especial. En sentido mitigado, el dilema es si la educación especial debe centrarse en la clasificación de los sujetos y en las categorías del déficit (incluso en el eufemismo «necesidades educativas», derivadas de deficiencias) o en las necesidades educativas del alumno, sin hacer referencia a la causa de la necesidad.” Dilemas sobre los profesores en educación especial. Francisco Salvador Mata – José Luis Gallego (1999)

A su vez, este cambio de concepto educativo es visto por el docente como un cambio de funciones del propio maestro, pasando de ser una especie de operador y supervisor de currículo predefinido, que según Cristina Alemany (Abril 2009) sería algo así como “un técnico ejecutor de las directrices prefijadas”, y de ese modelo encasillado y rígido, el docente se convierte en un arquitecto y un creativo educativo, un reto por supuesto, pero ese modelo de innovación educativa es lo que crea la verdadera esencia de la escuela. Aunque obviamente el proceso de cambio y transformación requiere de muchos más cambios.

No obstante, hay algunos aspectos que considero relevantes y que entiendo desaparecerán del panorama. Por ejemplo: Los alumnos discapacitados ya no podrán ir gratis en la visita anual al zoo, porque ya no darán pena. Ninguna familia volverá a ser declarada como problemática por no doblegarse a un dictamen educativo segregador, y ya no volverán a decir que esa familia es problemática porque no quiere aceptar el diagnóstico de su hijo. No se usarán diagnósticos como predictores de futuro. No se volverá a considerar a los niños como robots programables y sujetos a error, tanto de procesamiento como de fabricación. Ningún docente podrá decir que nadie le formó para atender a alumnos diferentes. La administración educativa no podrá poner trabas al ingreso a una escuela de un niño con diversidad funcional, ya que todas las escuelas serán válidas para todos los alumnos. Los alumnos no aprueban o suspenden, adquieren conocimientos. La escuela prepara al alumno para la vida, no para desempeñar un empleo de forma obediente. Se acabará categorizar alumnos, como si de simple mercancía se tratase.

Al final esto es muy simple. Este proceso se va a dar, y es la petición mayoritaria, tanto desde los profesionales de la educación como desde las familias. Por supuesto hay gente cuyo proceso evolutivo intelectual se quedó fosilizado hace mucho tiempo y entiende que esto es malo, o que es un peligro. Bueno, desde cierto punto de vista es malo y es un peligro, pero solo para los intereses económicos que se mueven alrededor de la educación especial y para quienes obviamente de una forma u otra se aprovechan de esta mercantilización exagerada de la educación o para aquellas personas (son pocas pero las hay) que ven en su hijo un problema que debe ser atendido de forma específica. Y para esta gente una sociedad inclusiva es mala y es peligrosa. Pero para todos los demás es bueno. Para los alumnos en su totalidad, para los profesionales de la educación, para la sociedad, y también para las arcas del Estado, ya que el modelo de educación inclusiva es más viable económicamente que los cócteles educativos que tenemos en la actualidad, que además de caros son malos.

Y ciertamente se podrá someter a un millón de críticas esta exposición, que si no se ajusta a la realidad (a la de alguien en concreto), que si el sistema en realidad no es tan malo, que si el modelo de integración es buenísimo, o que si hay que defender al educación especial por algún tipo de motivo anacrónico y rancio. E incluso se podrá afirmar que esto es un discurso radical. Aunque a mi modo de ver lo radical es cuando una madre y un padre se quedan helados al ver como su hijo es rechazado de un colegio regular por ser diferente, o cuando se le cambia el dictamen educativo y se le expulsa con deshonor del colegio para mandarlo a un centro específico, donde afirman “estará mejor atendido” ¿qué pasa, que donde está no quieren atenderlo como merece? Radical es cuando un alumno llega a los 16 años y apenas sabe escribir su nombre y todo lo arreglan diciendo que tiene discapacidad intelectual y que es todo lo que puede rendir el chico. Radical es cuando unos padres acaban en la desesperación absoluta porque saben que su hijo está siendo discriminado por su discapacidad. Radical es cuando un muchacho acaba atado a la cama de un hospital porque el sistema educativo fracasó.

Creo que un mundo mejor es posible, y una de las formas de trabajar para ese mundo mejor es tener una escuela mejor. La escuela es lo que modela la sociedad del futuro, es nuestra responsabilidad decidir qué futuro queremos.

Tomado de: https://autismodiario.org/2014/12/03/transformando-la-educacion-especial-en-educacion-inclusiva/?doing_wp_cron=1475605602.7672579288482666015625

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