Cualquiera que sea el desenlace inmediato de la más profunda y prolongada crisis que el país ha vivido, Brasil no saldrá igual, nunca más será el mismo que fue. Será mejor o peor, pero nunca más el mismo. La crisis devastó la credibilidad de todo el sistema político, liquidó la legitimidad del Congreso, propagó la falta de creencia en el Sistema Judicial e hizo que el pueblo sepa que no basta votar y ganar cuatro elecciones para que el mandato presidencial sea respetado.
En resumen, lo que se creía que el país tenía como República, se terminó. Lo que se difundía que era un sistema político democrático, ya no sobrevivirá. O bien Brasil construye una democracia sólida – para lo cual el Congreso actual, esta Justicia, este monopolio de los medios de comunicación no podrán seguir existiendo como ahora – o el país deja realmente de vivir en democracia.
La derecha brasileña muestra su cara sin eufemismos. Al inicio alegaba que se trataría de un proyecto para “reunificar el país”, supuestamente dividido por los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT). Se valía de la pérdida de popularidad del gobierno Dilma, así como del Congreso más conservador y descalificado que el país ha tenido, como también del rol escandaloso y ya sin ningún pundonor de los viejos medios de comunicación, para destruir la democracia política que hemos tenido y promover un gobierno antidemocrático, antipopular y antinacional.
Muy rápidamente fue posible constatar que se trata simplemente de lo que se denunciaba por toda la región: el proyecto de restauración del modelo fracasado en los años 1990 con Fernando Collor de Mello y Fernando Henrique Cardoso, por un gobierno golpista y minoritario, contra el pueblo, contra la democracia y contra el país.
¿Cómo se va a pronunciar el Supremo Tribunal Federal sobre cualquier tema, si ha callado frente al golpe, puesto en práctica bajo sus narices, presidido en el Senado por su Presidente, que apoya todas las brutales ilegalidades que se practican? ¿De qué sirve una Justicia, un STF, que no está para impedir que un crimen en contra de la democracia sea perpetrado por el Congreso? Lo que hay es un silencio cómplice, mezclado con un vergonzoso aumento del 41% de sus salarios, concedido públicamente – con fotos en los periódicos -, por Eduardo Cunha, el político más corrupto del país, cuya impunidad solo se da por la complicidad de los que deberían punir, así como a tantos otros miembros del gobierno, incluso el presidente interino. Ya no habrá democracia en Brasil sin un Sistema Judicial elegido y controlado por la ciudadanía, con mandatos limitados y poderes circunscritos.
Dilma, con Danny Glover, sollidario
No habrá democracia en Brasil sin un Congreso efectivamente elegido y sin financiamiento privado, sin que represente a los lobbies elegidos por el poder del dinero. Un Congreso democrático tiene que estar fundado en el voto condicionado, por el cual los electores controlen aquellos en quienes han votado y que se comprometan con un programa y con un partido determinado.
En una democracia, todos tienen el derecho a la voz, la opinión pública no puede ser fabricada por algunas familias, que imponen su punto de vista al país, como si pudieran hablar en nombre del país, aun cuando han perdido cuatro elecciones presidenciales consecutivas. Nadie debe perder el derecho a hablar, pero todos deben tener el derecho a expresarse, sino, no se trata de una democracia, sino de la dictadura de una minoría oligárquica.
En una democracia un impostor no podría haber asumido la presidencia, aunque interina, por un golpe e imponer el programa económico derrotado cuatro veces sucesivamente, incluso en dos veces en que ese golpista estuvo en la lista vencedora, con un programa radicalmente opuesto al vencedor. Si ello ocurre, es porque la democracia fue herida de muerte, la voluntad de la mayoría fue desconocida.
Si el golpismo triunfa en el Senado brasileño, será necesario hacer que pague duramente el precio del atentado que está perpetrando. Que sus proyectos fracasen, que la vida de sus componentes se vuelva insoportable, que su banda de ladrones sea víctima de la ingobernabilidad. Que se ocupe y se resista en todos los espacios del gobierno ilegítimo, antidemocrático, antipopular y antinacional.
Es parte indisoluble de la resistencia democrática impedir cualquiera acción en contra de Lula, que representa los anhelos mayoritarios del pueblo brasileño, conforme las mismas encuestas que los golpistas han utilizado para buscar legitimidad popular, apuntan. Esta será la señal de que sobreviven espacios democráticos o no. Si logran blindar de tal forma su gobierno y constitucionalizar el neoliberalismo, habrán enterrado definitivamente cualquier señal de democracia en Brasil. En ese caso ellos tendrán el mismo destino de sus antecesores: serán tumbados, derrotados, execrados y un nuevo tribunal de la verdad los juzgará y los condenará por crimen en contra de la democracia. Serán derrotados por el pueblo, por la democracia, por el país, que construirán una democracia de verdad en Brasil.
El pasado 9 de julio de 2016, Sudán del Sur celebraba el quinto aniversario de la proclamación de su independencia. La fecha, que debiera haber sido festiva en el país, se tiñó de sangre tras la muerte de, al menos, 272 personas, 32 de ellas civiles. Los enfrentamientos entre las fuerzas militares afines al presidente, Salva Kiir, y su vicepresidente y rival político, Riek Machar, no son más que el penúltimo episodio de una cruenta guerra civil que data de diciembre de 2013 y que hace tambalear los cimientos del que se considera el país más joven del mundo.
Tras más de 20 años de guerra, en enero de 2011 Sudán del Sur votó un referendo a favor de la independencia de Sudán. La decisión estuvo respaldada por un 98,93% de la población sursudanesa, provocando la secesión. La paz y la tranquilidad, sin embargo, apenas duraron un par de años, ya que desde que estalló la Guerra Civil a finales de 2013, la situación económica, política, humanitaria y sanitaria ha sumido al país en una situación crítica. Y todo, a pesar del supuesto acuerdo de paz que tuvo lugar en agosto del año 2015.
En el conflicto, la población civil ha sido la principal perjudicada. Tanto es así que, según los últimos datos que proporciona la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (UNOCHA por sus siglas en inglés), en Sudán del Sur hay 1.616.026 personas desplazadas internamente (en adelante PDI). A pesar de que es necesario ser prudente al tratar cifras procedentes o relativas a países inmersos en conflictos de tales dimensiones, a nadie escapa lo alarmante del dato, pues la población del país no alcanza los 12 millones de habitantes.
Refugiados y desplazados internos en Sudán del Sur a 1 de enero de 2015. Fuente: ACNUR
Se consideran PDIs a aquellas personas que, aun permaneciendo en su propio país de origen, deciden abandonar su hogar por razones de inseguridad. Siguen así bajo la protección del Gobierno local, aunque paradójicamente sea éste en buena medida el causante del conflicto, como es el caso de Sudán del Sur. Además, las más de 50 tribus que existen en el país propician que los procesos de integración que encuentran los desplazados al abandonar sus ciudades de origen sean muy complejos.
Por su parte, la cifra de personas que deciden establecerse en alguno de los países fronterizos de Sudán del Sur es mucho menor, debido a las dificultades humanitarias, económicas e incluso psicológicas que supone para los emigrantes abandonar un país por el que han luchado durante varios lustros. A pesar de ello, el recrudecimiento de la situación y el incremento de sucesos violentos acaecidos durante los últimos meses está provocando una oleada de refugiados que tratan de abandonar el país.
De acuerdo con la cifras proporcionadas por ACNUR, un 70% de la población civil considerada refugiada son niños. Esto constituye, sin duda, una amenaza potencial para el futuro del país, que necesita de protección internacional y de ayuda humanitaria urgente para subsistir. Además de los niños, hay otro colectivo cuya vulnerabilidad se ha incrementado a lo largo de los últimos meses; se trata de las mujeres, segmento clave en la sociedad sursudanesa para garantizar el próspero desarrollo de un país en donde la figura de la mujer es vilipendiada y despreciada.
Nuevas estrategias que fomentan el conflicto interno: la inseguridad
El problema va más allá de una cuestión de género, presente todavía a día de hoy en tantos países, y no únicamente en aquellos subdesarrollados. Supone también una grave cuestión de seguridad que impide a Sudán del Sur y a su población impulsar, siquiera, un mínimo desarrollo. Anteriormente, la violencia sexual suponía una especie de instrumento dentro del conflicto. Pero el modo de hacer la guerra ha sufrido una importante transformación, pasando las violaciones, el maltrato o la humillación a ser componentes inherentes a éstas. Incluso la búsqueda de la muerte tanto de mujeres como de niñas es una realidad fomentada por el conflicto interno. Y Sudán del Sur es el vivo ejemplo de este tipo de cambios.
La principal consecuencia de estos actos es el rechazo, por parte de los propios familiares o de la comunidad en general, de aquellas mujeres que han sufrido abusos. Se trata de acabar, mediante la ruptura de los vínculos más cercanos, con la estructura social de las minorías étnicas. A medio plazo, el aumento de estos sucesos podría conllevar la desaparición de ciertas tribus con escaso protagonismo, circunstancia que podría calificarse de limpieza étnica. Estaríamos hablando entonces de una estrategia efectiva para conducir un conflicto. Todo esto se suma, por ejemplo, a los matrimonios forzosos que, durante décadas, han supuesto de igual manera abusos y violencia sobre las niñas de entre 15 y 19 años.
Es conocido el resultado de atrocidades como estas. Los niveles de SIDA en el país han aumentado en los últimos años. Una enfermedad provocada de modo intencionado que, una vez más, pretende frenar el desarrollo de ciertas regiones del país o de minorías étnicas. Naciones Unidas estima que 190.000 personas sufren SIDA en Sudán del Sur y que solo en torno a un 10% de los afectados puede recibir tratamiento. La situación, además, se agrava por momentos, pues en la actualidad se estima que unas 50 personas resultan infectadas cada día.
La indefensión procedente de la inseguridad también puede verse acentuada por el sistema legal establecido en el país. La existencia de un derecho consuetudinario supone, por un lado, el menor coste de los procesos judiciales, a los que pueden someterse las mujeres sursudanesas al reclamar, por ejemplo, su derecho a ciertas tierras. Este abaratamiento del proceso, junto con la no necesidad de desplazamiento a tribunales situados en grandes ciudades, supone una mayor accesibilidad a la justicia.
Por su parte, el derecho estatutario, es decir, aquel que proviene del Estado y que incluye la constitución, los cuerpos legislativos y los precedentes jurisdiccionales, es de difícil alcance para las mujeres, especialmente para aquellas que habitan en zonas rurales o aquellas consideradas PDI. Junto con su elevado coste, son comunes las prácticas discriminatorias hacia las mujeres por parte de jueces y demás personal del orden, debido a las diferencias sociales y culturales.
La realidad es que dentro de cada una de las más de 50 tribus que componen Sudán del Sur, cada una de ellas posee un derecho consuetudinario, no escrito, que también da paso a la arbitrariedad y a la indefensión. Además, en muchos de los casos, las mujeres desconocen las posibilidades que les ofrece la Justicia para reclamar, o no saben cómo acceder a estas posibilidades. Tal argumento se ve reforzado por la baja tasa de alfabetización de las mujeres, que asciende a un 16%.
De tal modo, puede decirse que los problemas causados por la inseguridad forman parte de una estrategia desarrollada dentro del conflicto interno por todos los bandos participantes, que apunta a la mujer como principal blanco, por suponer éstas realmente el futuro de Sudán del Sur, al menos mientras el conflicto perdure.
Derechos de tierra, vivienda y propiedad como solución para las mujeres consideradas PDI
Son precisamente las mujeres sursudanesas las consideradas pilar fundamental en la estructura familiar. Debido al conflicto, su responsabilidad para con la familia ha aumentado considerablemente, e incluso en mayor medida para aquellas consideradas personas desplazadas internamente. Los hombres pasan a formar parte de la guerra cobrando salarios bajos, dejando a sus hijos en manos de sus esposas y quedando, a la postre, gran parte de ellas viudas. Es por ello de especial trascendencia garantizar los derechos a la tierra, a una vivienda y el derecho de propiedad al colectivo femenino, que se muestra más indefenso ante el conflicto.
La reconocida posesión de un hogar y de unas tierras por parte de las mujeres está legalmente recogida tanto en cuerpos legales, como en la Ley de Tierras vigente desde 2009, como por la jurisprudencia constitucional del país. Aunque la capacidad de registrar tierras a su nombre es supuestamente cada vez mayor, forma también parte de la normativa sursudanesa la realidad por la cual las mujeres adquieren los derechos de los maridos, pero no los suyos propios. Esto es, existe una dependencia de la mujer hacia el hombre en lo que a la adquisición de derechos se refiere.
En la práctica diaria de esta problemática, las mujeres viudas, solteras o sin familia son privadas del acceso o control sobre unas tierras. Su no dependencia hacia un hombre las convierte en “extranjeras” ante los tribunales, impidiendo la integración de aquellas desplazadas que vuelven a sus poblaciones de origen. Esto es especialmente relevante cuando las mujeres son madres, ya que si pudieran disfrutar de la herencia de esas tierras estarían garantizando un futuro y una forma de supervivencia a sus descendientes.
Por si hasta este punto no fuera suficiente, con el elevado coste que supone el registro oficial de las tierras, la comercialización de éstas dificulta a las mujeres desplazadas la recuperación de sus antiguas parcelas. Su desconocimiento les impide recibir una compensación y son con frecuencia realojadas en zonas inseguras, con difícil acceso a agua o madera, y con apenas posibilidad de escolarización de los hijos.
En el marco de las relaciones internacionales, se reconoce el derecho de propiedad como pieza angular en el crecimiento de los países más subdesarrollados. En el caso particular de Sudán del Sur, la garantía de estos derechos supondría uno de los principales remedios para la correcta integración de las mujeres desplazadas a causa del conflicto interno. No solo se vería reducido el riesgo a la desprotección de este colectivo, sino que además fomentaría su capacidad de proporcionar tanto un presente como un futuro a sus descendientes. El derecho de propiedad funciona, además, como medio de acceso a los recursos financieros, ofreciendo una vivienda o unas tierras como garantía de la devolución de un crédito. Todo el proceso puede resultar no solo en una mejora en las condiciones de vida, sino también en un incremento en la productividad o desarrollo de la economía familiar.
El papel de la corrupción a la hora de garantizar estos derechos
De los 168 países que el llamado Corruption Perception Index tiene en cuenta para establecer un orden según los niveles de corrupción, Sudán del Sur ocupa el lugar 163, con apenas 15 puntos sobre 100 –el 0 corresponde a un país completamente corrupto–. Estos guarismos reflejan a la perfección la situación política del país y la inestabilidad que esto provoca en la población civil.
En cuanto a los abusos sexuales a mujeres y niñas se refiere, confirma Naciones Unidas la trata de éstas como forma de salario que reciben las fuerzas gubernamentales, especialmente la denominada SPLA (Armada Popular de Liberación de Sudán) a cambio de sus labores de combate y protección. Así, sólo entre los meses de abril y septiembre de 2015, en la provincia sursudanesa de Unity, se recogieron 1.300 denuncias por violación, según la propia Organización de las Naciones Unidas. Estos crímenes, considerados por la ONU crímenes contra la Humanidad, quedan impunes al ser el propio Gobierno el que los autoriza, fomentando que se repitan con mayor frecuencia entre todos los bandos combatientes.
En lo que se refiere a términos legales relacionados con la propiedad y las tierras, a pesar del reconocimiento de titularidad de las parcelas, se han dado ocupaciones ilegales por parte de soldados, oficiales del gobierno o de familias adineradas con capacidad de ejercer una influencia tanto en las comunidades como en el Gobierno. Además, las fuertes inundaciones que han tenido lugar en los últimos años de forma periódica han creado una mayor necesidad de tierras aptas, lo que ha traído consigo un incremento en el control del Estado de propiedades ajenas de acuerdo con sus intereses. Este desigual reparto de las tierras afecta en mayor medida, como era de esperar, a aquellas mujeres que vuelven a sus poblaciones de origen.
Sudán del Sur, uno de los países más corruptos del mundo. Fuente: Transparencia Internacional
Cómo fortalecer la imagen de la mujer en Sudán del Sur. Posibles soluciones
Existen varias formas de abordar la situación de Sudán del Sur. Probablemente, todas ellas incluyen un importante cambio político o una reforma sustancial de las principales instituciones, ya que la pobreza extrema del país dificulta sobremanera que los ciudadanos puedan salir adelante por sus propios medios.
Una vez encaminada la democratización de los órganos de Gobierno como palanca fundamental del cambio, se antoja necesaria una profunda reforma en sectores como la Educación o la Sanidad, cruciales ambos para el desarrollo del país. Más adelante, será vital atender a otras lacras patentes como son la corrupción o el papel de la mujer en la Sociedad y en instituciones públicas como el Parlamento, donde tan solo ocupan el 24,3% del total de los escaños.
En este escenario, la participación de organismos internacionales se considera necesaria. Así, por ejemplo, la Corte Internacional de Justicia podría convertirse en observador garante de la independencia e imparcialidad de los tribunales. También puede actuar como asesor para tratar que casos tan graves como la violencia extrema o la violación de derechos fundamentales dependan en todo punto de un derecho consuetudinario arbitrario peligrosamente cambiante.
Del mismo modo, la sociedad internacional debería hacerse cargo del problema y colaborar en consecuencia para la inclusión del colectivo femenino en la toma de decisiones trascendentes, en negociaciones y en conversaciones de Paz. Su participación en cuestiones extraordinarias, sin duda ayudaría a que el papel de la mujer en la vida ordinaria fuera, poco a poco, tomando más valor.
Los movimientos ciudadanos liderados por aquellos sursudaneses que han tenido una mejor educación también tienen una importancia capital. Gracias a su perspectiva más amplia de la sociedad local y global, estos movimientos están llamados a garantizar aquello que en los países más desarrollados se consideran Derechos Fundamentales.
Presencia de ayuda en el país según organizaciones y sectores. Fuente: OCHA
Otra traba importante del conflicto es la escasa repercusión que éste tiene en países desarrollados. Al no verse afectados de modo directo, tanto los estados como las organizaciones supranacionales hacen oídos sordos a una realidad que aún no ha calado, ni tiene visos de hacerlo, en la opinión pública occidental. Como consecuencia, son las Organizaciones No Gubernamentales, sobre todo las internacionales, las que asumen, por su cuenta y riesgo, la responsabilidad de ayudar en la zona.
Como se ha visto, la cruda realidad que atraviesa Sudán del Sur es resultado de diversas cuestiones. Entre ellas destaca el fuerte arraigo cultural de una sociedad anclada en la tradición. Tal involución afecta de modo directo e inmediato a otros aspectos políticos, económicos y sociológicos y tiene como principal víctima a la mujer, utilizada por el hombre como mercancía y relegada de continuo a un segundo plano por instituciones públicas y privadas. En los movimientos ciudadanos y en la educación de las generaciones venideras está la esperanza de un país imberbe que pide Paz como principal premisa para el cambio.
Los docentes en todo el país adhieren al paro nacional. El salario que no alcanza, el tarifazo y la defensa de la educación pública, entre las principales consignas. Bullrich salió a cruzar el paro.
Los docentes, estudiantes y el conjunto de la comunidad educativa tienen razones de sobra para adherir al paro nacional. Problemáticas muy sentidas que van desde el salario que no alcanza a los problemas de infraestructura, pasando por los fuertes tarifazos y los pobres comedores escolares, las evaluaciones docentes y los despidos en educación. Por todas estas razones, la bronca se está sintiendo muy fuerte en cada escuela donde los docentes definen parar y proponen medidas para continuar, y no dejarlo como un paro aislado.
Es el que gobierno de Mauricio Macri viene por todo. Sabemos que como ejemplo de gestión educativa tiene la Ciudad de Bueno Aires donde gobiernan hace más de 9 años. Todas las medidas contra la educación pública implementadas en la Ciudad, como la enorme transferencia de dinero de la escuela pública a la escuela privada, ahora son extendidas a cada escuela en todo el país. Siendo Jefe de Gobierno, Mauricio Macri aumentó casi 5 % el presupuesto total para la gestión privada, elevando del 15.8 %, en 2007 al 19.6 % en 2014. Esto implicó un salto de $ 2.103 millones acumulados en ocho años. Para muestra basta un botón.
Este paro se da en el marco de una creciente inflación del 47 % y un brutal aumento de tarifas del 400 % que está a la espera de las audiencias públicas que los docentes con los sindicatos tienen que participar para derribarlo. Mientras que el salario de un docente –que Ctera negoció a espaldas y arregló a la baja- quedó muy por debajo de la canasta básica familiar hoy valuada en los $ 20 mil, como sucede con el salario inicial en Buenos Aires de $ 9800 para un maestro de grado.
Como frutilla del postre, en la última reunión con los sindicatos el Gobierno dejó abierta la posibilidad de que «la edad jubilatoria de las docentes pase de 57 a 65 años». Una burla a los docentes que le imponen un elevado nivel de sobreexigencia. Más cuando el presentismo implica un porcentaje significativo de un salario que no alcanza, como ocurre con el nuevo Ítem Aula mendocino.
Esteban Bullrich enemigo público número uno
El ministro de Educación de la Nación, Esteban Bullrich, dijo que este tipo de medidas de lucha, «le hacen daño a la educación estatal». Para el ministro, los docentes “exageran algunos puntos”, por lo que él considera “motivaciones políticas”. Nada que envidiarle a la ex presidenta Cristina Kirchner cuando dijo en el inicio de sesiones legislativas que los docentes eran vagos y tenían tres meses de vacaciones. Lo que está en juego es el derecho a huelga para defender el salario y la educación pública.
También enunció que “No habrá apertura de paritarias” porque «los aumentos otorgados han sido significativos». Toda una declaración.
De todos modos no es raro escuchar estas declaraciones del propio ministro, que acumula frases célebres como “El boleto educativo no es prioridad si aún hay estudiantes que no saben leer y escribir”; “Es falso que las universidades no tienen para pagar la luz” o “se ha leído poco” y luego ordenó dejar de comprar libros para las escuelas.
Lo que verdaderamente daña la “educación estatal” como le gusta llamar al ministro, son las políticas de vaciamiento con un mísero presupuesto educativo -5 % del PBI nacional-. Pero esto no es solo responsabilidad de Cambiemos, ya que la gestión anterior dijo llegar al 6% del PBI, pero ni siquiera cumplieron esta meta. Una chantada. Desde las seccionales combativas del Suteba, desde los Congresales opositores en UTE y desde Ademys, como así también del Frente de Izquierda se plantea la necesidad de llegar de inmediato a un presupuesto del 10% del PBI, en base al no pago a los fondos buitres y una deuda externa ilegítima y el quite progresivo de subsidios a la educación privada, entre otras medidas.
Lo que “daña” es la burla de los comedores escolares, un gran impacto a mediano plazo de una mala alimentación en la educación de niñas, niños y adolescentes, más cuando la pobreza llega a 34,5 %, según un informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA). Hoy diversos cálculos estiman que 3 de cada 10 niños están en situación de pobreza.
Un plan de lucha de todos los trabajadores
La conducción “celeste” de la Ctera -Sonia Alesso, Roberto Baradel y Eduardo López- convoca a un paro con la intención de descomprimir la bronca que hay en las escuelas. Intentan mejorar la imagen de una central sindical que no pasó la prueba a principios de año, cuando dejó a la docencia de decenas de provincias luchando sola. Iban a llamar a un nuevo paro nacional para el 2 de septiembre, pero lo retiraron mostrando una gran debilidad de su propia conducción que no puede aunar a las provincias. Llaman a una marcha federal de la cual no se conoce el programa ni la política.
Por el salario, es necesario luchar para reabrir las paritarias. Hoy el salario docente está muy por debajo de la canasta básica familiar que se pretende alcanzar, con una cláusula “gatillo” que dispare el salario según la inflación real y así dejar de perder poder adquisitivo.
Entre los trabajadores se discute la necesidad de frenar el brutal tarifazo. Esto sólo será posible exigiendo a todas las centrales sindicales y a la Ctera y la UTE, la convocatoria a un paro y movilización el 16 de septiembre, día que se convoca a las audiencias públicas, que lleve a ser miles en las calles contra la suba de las tarifas de los servicios.
El desafío entonces es que cada docente sea protagonista, junto con estudiantes y familias, organizándose desde cada escuela, con asambleas por establecimiento, barrio, seccional y provincia, por todas las demandas: contra el tarifazo y el ajuste, en defensa de la educación pública.
«Lo que demonizó a Carlos Marx e hizo de él un adversario formidable; no fue haber predicado la revolución, sino haber demostrado su inevitabilidad, aunque tal vez ocurra de manera diferente a como él lo soñó.» Jorge Gómez Barata
«Defiendo la construcción del Estado como uno de los asuntos de mayor importancia para la comunidad mundial, dado que los países débiles o fallidos causan buena parte de los problemas más graves a los que se enfrenta el mundo: la pobreza, el sida, las drogas o el terrorismo». Esta idea jamás podríamos asociarla al pensamiento neoliberal, que se caracteriza por una apología de la libre empresa y de la reducción del Estado. Pero curiosamente es lo que dice Francis Fukuyama en su libro Construcción del Estado: gobierno y orden mundial en el siglo XXI, de 2004.
Fukuyama, funcionario del Gobierno estadounidense, se hizo famoso cuando en 1992 (acompañando la desintegración de la Unión Soviética y la reversión de todo el campo socialista de Europa del Este) pronunció el grito triunfal en su libro El fin de la historia y el último hombre: «la historia ha terminado». Pero en realidad lo dicho por él ni es pensamiento profundo, ni encierra ninguna verdad. ¡La historia no había terminado! ¿A quién se le podría ocurrir tamaño dislate? Es más que obvio que eso es una visceral manifestación ideológica, un grito de fanático atolondrado más que una serena reflexión de un acendrado académico.
A inicios de los noventa, caído el muro de Berlín y derrumbado el campo socialista europeo, el capitalismo se sintió exultante, triunfal. Todo parecía indicar que la economía planificada no llevaba a ningún lado y que el mercado se imponía como modelo único e inevitable. Coadyuvaba con esta visión la idea de democracias parlamentarias como más «civilizadas» y dando más respuestas a los problemas sociales que las «dictaduras» del proletariado de partido único. La misma población rumana, por ejemplo, se encargó de fusilar a Ceauscescu con la misma saña que lo hicieron anteriormente los italianos con Mussolini. La derrota del experimento socialista, al menos la presentada por la prensa capitalista, parecía total.
Fue tan grande el golpe –y en buena medida el golpe mediático que el capital supo implementar al respecto– que el discurso dominante inundó toda la discusión. La izquierda misma se quedó perpleja, sin argumentos. Parecía cierto que la historia nos dejaba sin respuesta. Pero la historia no había terminado. ¿Puede terminar acaso? ¿De dónde saldría esa monumental taradez?
El término «globalización» se adueñó de los espacios mediáticos y del ámbito académico, pasando a ser sinónimo de progreso, de proceso irreversible, de triunfo del capital sobre el «anticuado» comunismo que moría. Y nos lo hicieron creer. La siempre mal definida globalización pasó a ser el nuevo dios; según se nos dijo –Fukuyama fue uno de sus principales difusores– la misma traería desarrollo y prosperidad a todo el planeta. La historia había terminado (mejor dicho: el socialismo había terminado) y el término que lo expresaba con elegancia –por no decir con refinado sadismo– era globalización. No se podía estar contra ella.
Levantar los «viejos, anticuados, antidiluvianos» planteos del socialismo, del «defenestrado» marxismo, condenaba al ostracismo. Eran solo quimeras de nostálgicos trasnochados. O al menos ese fue el discurso dominante que buena parte de la izquierda terminó aceptando. A tal grado lo aceptó, que en muy buena medida esa izquierda fue cooptada por la ideología del posibilismo, de la resignación. De ahí que, ante tanto golpe recibido, algunos años después la aparición de izquierdaslight (encabezadas en muy buena medida por Hugo Chávez en Venezuela con la propuesta de un renovado socialismo del siglo XXI –nunca definido hasta el día de hoy–) encendieran tantas esperanzas.
En los noventa del pasado siglo el optimismo triunfalista del neoliberalismo en boga campeaba en mundo. Después de las fracasadas experiencias socialistas (bueno, habría que discutir más eso del «fracaso»), o mejor dicho, después de la presentación mediática que hacía el capitalismo victorioso de los acontecimientos que marcan estos años, no parecía quedar mucho espacio para las alternativas. Con fuerza irrefrenable, las políticas neoliberales barrieron el planeta. Según nos aseguraban sus mentores, por fuerza traerían la paz y la felicidad. Se quitaban así del medio, de un plumazo, los inconmensurables logros que habían traído todas esas experiencias socialistas, en cualquiera de sus expresiones: en la Rusia bolchevique, en la China de Mao Tse Tung, en la Cuba revolucionaria, en Vietnam, en la Nicaragua sandinista (cuando Daniel Ortega era comandante guerrillero y no empresario como es ahora). En todas esas experiencias, no hay que olvidarlo nunca, se terminó con el hambre, con la desnutrición crónica, con el analfabetismo, con la exclusión de los por siempre excluidos. En todas esas experiencias –¡no hay que olvidarlo jamás!– el poder popular fue un hecho, las mujeres mejoraron sustancialmente su condición de eternas oprimidas, no hubo niños de la calle, el deporte y la cultura pasaron a ser política de Estado y los logros científicos (premios Nobel a granel) brillaron rutilantes. Ningún país que fue intervenido con planes neoliberales (léase: capitalismo despiadado sin anestesia) logró algo de eso; por el contrario, en todos (¡en todos!, tanto del opulento Primer Mundo como entre los pobres del Sur) creció alarmantemente la pobreza, aunque hubiera supermercados abarrotados de productos del Tercer Mundo.
Pero hoy, dos décadas y media después de este grito de guerra proferido por Fukuyama y respaldado por el «No hay alternativas» de la Dama de Hierro Margaret Tatcher, la realidad nos muestra algo bastante distinto a paz y felicidad planetarias. El capitalismo creció, sin dudas, pero a condición de seguir generando más pobreza y devastando el planeta. La riqueza se reparte cada vez en forma más desigual, con lo que puede decirse que si algo creció, es la injusticia. Y las guerras no sólo no han desaparecido sino que pasaron a ser un elemento vital en la economía global; de hecho, en la dinámica de la principal potencia, Estados Unidos, es su verdadero motor, ocupando alrededor de un cuarto de todo su potencial y definiendo su estrategia política tanto interna como internacional. Pero aun peor: las estrategias bélicas siguen dominando el panorama político mundial, teniéndose la posibilidad de un enfrentamiento nuclear como una circunstancia real, lo que traería la peor tragedia para la humanidad. Por tanto la historia no había terminado. ¿Podemos quedarnos impasibles ante tamaña estupidez intelectual? ¿No debemos reaccionar ante esa fanforrenería académica y levantar nuestra voz? La historia sigue, y aunque la escriban los que ganan, ahí está devorando seres humanos, cambiando, transformándose continuamente, haciéndonos ver que junto a la «oficial» hay otra historia: la verdadera.
Después de unos primeros años de impactante conmoción, tanto el campo popular como el análisis objetivo de los hechos fueron saliendo del estado de shock, haciéndose evidente que este momento de euforia de los grandes capitales era un triunfo coyuntural, enorme sin dudas, pero solo eso: un triunfo puntual (una batalla) en una larga historia que sigue su curso. ¿Por qué iba a terminar la historia?
«Siéntate al lado del río a ver pasar el cadáver de tu enemigo», enseñó hace 2.500 años el sabio chino Sun Tzu en el Arte de la Guerra. Parece que este oriental entendió mejor el sentido de la historia que este moderno oriental americanizado, Fukuyama. La historia no termina.
Después de observar los desastres que ocasionó el retiro del Estado en la dinámica económica-social de tantos países siguiendo las recetas (impuestas, por supuesto) de los organismos financieros internacionales de Bretton Woods (FMI y Banco Mundial) en esta ola neoliberal absoluta, también hay gente pensante que reacciona. Este desastre –con éxodos imparables de inmigrantes desde el Sur hacia el Norte, con niveles de violencia creciente, con brotes desesperados de terrorismo– torna al mundo cada vez más problemático, más invivible. Y ahí aparece nuevamente Francis Fukuyama.
En realidad en el libro citado de 2004 no desdice radicalmente de lo dicho años atrás, pero lo matiza. Lo cual, en otros términos, no es sino expresión de una enorme inconsistencia intelectual. Un grito de guerra no es teoría. Y lo que años atrás se nos presentó como formulación seria y sesuda –que la historia había terminado– no pasa del nivel de pasquín barato de pueblito provinciano, mal redactado y mucho peor pensado. No hay en juego ningún concepto riguroso: sólo hay fanfarronería ideológica. Si luego Fukuyama debió apelar a esta revalorización del papel del Estado, ello es lisa y llanamente porque la historia le demostró la inconsistencia del show propagandístico que nos lanzó años atrás. Además, pone el acento en el Estado y no en las relaciones estructurales que el mismo expresa. El problema no está en el Estado, si debe ser fuerte o débil: el problema siguen siendo la lucha de clases, la estructura real de la sociedad, de la que el Estado es su expresión. ¿Acaso terminó la lucha de clases? Si así fuera, ¿por qué los centros de poder siguen almacenando armas y denostando al marxismo como su peor enemigo?
La historia no ha terminado, porque la matriz misma del ser humano es eso: la historia, el devenir, el fluir. Ser y tiempo (historia), dijo Heiddeger. «No podemos bañarnos dos veces en el mismo río», sentenció Heráclito de Efeso hace dos milenios y medio en la Grecia clásica. No se equivocaba: la historia pasa, fluye, no se detiene. El capitalismo –exultante, victorioso, lleno de glamour y de gloria en la actualidad, pero que hace agua por todas partes– es solo un momento de esa historia. Nada es eterno. ¡Sí hay alternativas!, habría que responder. En tanto haya injusticias habrá quien levante la voz y se oponga a ellas, aunque hoy día se amarre la protesta, se la criminalice y se la intente reemplazar por espejitos de colores. ¡Esa lucha interminable es la historia de nuestra especie!
1. Sí, el paro continúa, el plantón de miles de profesores de la Ciudadela sigue adelante y los bloqueos de carreteras, edificios y plaza comerciales no pararán; esto mientras el gobierno no se decida a abolir la llamada Reforma Educativa Privatizadora, a poner en libertad a todos los profesores presos, a reinstalar a los miles de cesados y a pagar los salarios que adeudan a los profesores. Mientras el gobierno no resuelva estos puntos el magisterio en paro no dará ningún paso atrás y continuará en sus batallas. No le tememos a la represión brutal, ya estamos acostumbrados. Pero cuidado con que no les salga el tiro por la culata.
2. La fuerza de los maestros de la Coordinadora (la CNTE) ha crecido de 300 mil a 500 mil en los últimos años. Desafortunadamente sólo son cuatro las secciones consolidadas (22 de Oaxaca, 15 de Chiapas, 18 de Michoacán y 14 de Guerrero) donde el paro es total. Pero también las fuerzas de los luchadores magisteriales en el DF, Zacatecas, Morelos, Veracruz, Tlaxcala, Edo. De México, Puebla, Tabasco y varios estados del Norte, han crecido y disputan las mayorías de maestros en esos estados. A los maestros de los tres estados de la península yucateca de origen maya los han tenido pisados en el cuello por gobiernos y líderes espurios.
3. Los últimos tres años y medio de fuertes batallas de la CNTE en las calles, con el apoyo de otras fuerzas, ya hubiesen derrocado gobiernos en algunos países, sin embargo en México no lo han logrado. ¿Por qué? Porque los gobiernos mexicanos –a pesar de ser tan negativos o nefastos para la mayoría de la población- siempre han contado con el total apoyo empresarial y de los gobiernos de EEUU. Por ejemplo, quien sea presidente de EEUU (Trump, el filofascista o Clinton, la derechista corrupta), terminará apoyando al gobierno mexicano porque éste ha sido siempre –como se puede ver en la historia- un servicial proyanqui dispuesto a todo.
4. Ha sido muy difícil el avance de las luchas independientes de los trabajadores. No debe olvidarse que en los años veinte y treinta fueron los gobiernos de la burguesía los que se encargaron de organizar en centrales, confederaciones y sindicatos a los mismos empresarios y trabajadores, asimismo les redactaron y aprobaron contratos, leyes, reglamentos, estatutos para sus organizaciones. ¿Puede olvidarse lo que se llamó el corporativismo creado por el mismo gobierno de la burguesía para controlar y maniatar a las organizaciones bajo el total control del gobierno, su partido en los sectores agrario, obrero, popular y militar?
5. Los profesores de la CNTE son los más avanzados del gremio por su conciencia de lucha por sus derechos y por la concepción educativa liberacionista que poseen. Por el contrario, hay casi un millón de profesores absolutamente dominados por el gobierno y la ideología que difunde la televisión y demás medios informativos. Es una mayoría conformista, silenciosa, mediocre, que con el hecho de no participar apoya de paso a los gobiernos y a los líderes sindicales venales. Esta mayoría conformista conoce las demandas de la CNTE pero aterrorizada por las amenazas de descuentos o de ceses en su trabajo, se pasa la vida temblando de miedo.
6. El lunes 22, al mismo tiempo que se inicia el año escolar mediante terroríficas amenazas contra los maestros que no se presenten a la escuela, se anuncian gigantescas marchas de maestros paristas en por lo menos cinco estados. En otras entidades se realizarán paros parciales o por lo menos mítines de protesta contra las amenazas de los gobiernos. Mientras tanto el gobierno asesino de Peña, Osorio, Nuño, seguirán amenazando a los profesores porque no se someten a sus órdenes. ¿Pero habíase visto gobiernos tan HDP que hablen tan cínicamente de diálogo cuando ponen toda su fuerza en la represión y los asesinatos?
7. En Michoacán aún quedan en la cárcel por lo menos 11 estudiantes presos en los últimos días por exigir plazas de profesores para egresados de Normales Rurales. ¡Exigimos su libertad porque son parte importante de las batallas de los profesores de la CNTE! Los maestros tenemos confianza en que ganaremos esta lucha porque las manifestaciones de protesta crecen en los estados mientras el gobierno del país se enreda con sus problemas económicos en los que no encuentra salida alguna. Todos los maestros del país deben saber que el paro continuará y que el gobierno tendrá que echar a la basura su reforma y nosotros recuperamos nuestros derechos.
Mascaradas de la “belleza” burguesa. Por si fuese poca la avalancha represora que la ideología de la clase dominante descargó, históricamente, contra las mujeres, llegó el capitalismo con su creatividad y rápidamente las convirtió en masa explotada con carácter decorativo y estigma de “cabeza hueca”. La burguesía tardó siglos en confiar el voto político a las mujeres, por ejemplo. “En el comportamiento hacia la mujer, botín y esclava de la voluptuosidad común, se manifiesta la infinita degradación en que el hombre existe para sí mismo… Del carácter de esta relación se desprende en qué medida el hombre ha llegado a ser y se concibe como ser genérico, como ser humano: la relación entre hombre y mujer es la más natural de las relaciones entre uno y otro ser humano”. Marx
Convertidas en seres superfluos, serviles y dóciles las mujeres del ideal burgués debieron asumir, además, un mandato mercantil útil para reforzar el consumismo. Se las habilitó culturalmente para hacer las compras de las cosas menores. Jamás lo “caro”, jamás los “electrodomésticos” de “alta gama”, jamás las cosas que el hombre compra. Los publicistas saben bastante de esas trastadas ideológicas. Esa “capacidad” de compra establece el grado de éxito que las mujeres deben conquistar en el torneo burgués del éxito social, la aceptación y la admiración de otras mujeres. Especialmente. Para la burguesía la mujer (que se vuelve, también, propiedad privada) depende -su ontología– de la cantidad de dinero que el marido le da para gastar en las cosas “del día a día” y en la ropa que se pone para decorar bien a su personaje. Les llaman “señoras”.
Pero hay un reducto ideológico (de falsa conciencia) en el que se producen y reproducen las patologías más humillantes del capitalismo. Es un reducto histriónico en el que las mujeres se ven obligadas a ser “tontas” rentables. Eso se ve en la “tele”, en los “diarios”… en todos los medios y en todos los horarios. Es el reino del individualismo y de la egolatría de mercado que busca en las mujeres “lindas” a su presa predilecta porque, según reza la moral mercenaria de la publicidad, “lo lindo vende”. A eso se debe la profusión histérica de estereotipos que la burguesía impone a las mujeres para derrotarlas en una prisión ideológica invisible alambrada con anti-valores de mercado y conductas convenencieras para poner a salvo las instituciones de la familia, las iglesia y el estado burgués. El fetichismo de la belleza femenina y su valor de mercado. Vestidas o desnudas.
Se trata de un reducto ideológico en el que se amasan convicciones y conductas que, por colmo, cuentan con la complicidad de algunas mujeres y muchos hombres. Las más colonizadas tienen tendencia a hacerse famosas en la farándula mediática burguesa. Con o sin éxito, en las artes de exhibicionismo de las “lindas” los principios de mercado predominan, más allá de lo imaginable, en el centro mismo de la vida diaria. Incluso en el cuarto de baño donde recalan cientos de los productos “indispensables” para dar mantenimiento al modelo de “belleza” ordenado por los “medios”. Pero se trata de una “tontería” impostada que envuelve una gran astucia mercenaria y una moral de vendedor que, para venderse a sí mismo, cuenta con muchos clichés y muy poco tiempo. La “lindura” de mercado dura poco por que la velocidad del consumismo es una maquina productora de desechos humanos a destajo.
Las “lindas” “tontas” son ese cliché que ha tenido éxitos mercantiles resonantes. Dicen algunos que es una forma del “sex appeal” que condimenta magníficamente la imposición de los valores burgueses y todas esas aplicaciones, decadentes y humillantes, que uno mira por las calles en la apariencia más cruel que la realidad impone. Hay personas que transitan su vida entera sin percatarse del rol impuesto por una sistema económico enfermo, también, de “mercancías humanas”. Desde su mascarada, aquellas mujeres que juegan (con su voluntad o sin ella) el papel de “tontas” “lindas” van midiendo con una vara burguesa la cantidad y la calidad de sus victorias seductoras más rentables. Suele haber detrás de la apariencia de “tontas”, inteligencias mercenarias muy brillantes agazapadas entre los pliegues efímeros de su “lindura”. Garantizadas las reglas del negocio, algunas se contentan con la “fama”, otras aspiran a ser “divas” bajo el supuesto de que se puede ser “bella”, “tonta” y además “madura”. “Vieja”, es un término que la burguesía usa casi exclusivamente para las mujeres proletarias.
Por todo eso es que las luchas de género (que son realmente de clase) en el mundo revisten, con grados diversos, un carácter revolucionario fundamental. Especialmente esas luchas, no exclusivas de mujeres, en las que se demuele sistemática y profundamente la ideología de la clase dominante y todas sus trampas opresoras. Por más sutiles o seductoras que se presenten. A pesar de eso no contamos aun con una corriente crítica internacionalista capaz de generar repudios contundentes contra el modelo de humillación con que la burguesía somete a no pocos millones de mujeres. En todo el mundo y en pleno siglo XXI. Es necesario ser concientes, sensibles, solidarios y proactivos en las luchas emancipadoras que no son sólo de “género” porque son fundamentalmente de clase. Es necesario el desarrollo de una praxis revolucionaria que deplore y combata todo modelo de opresión por más “lindo” que parezca y siempre abrazando -con fuerzas amorosas y fuerzas científicas- a toda víctima. Aunque lo “lindo” y lo “tonto” haga creer a esas víctmas intocables, reverenciables o superiores.
Una larga lista de luchas, luchadoras y luchadores sociales enriquece la perspectiva revolucionaria que nos acerca a un mundo liberado, por fin, del capitalismo y de toda la parafernalia grotesca que nos ha impuesto, también, con sus mercancías humanas y sus mercancías ideológicas. En esa larga lista de frentes para la lucha se desarrolla, de manera desigual y combinada, un repertorio de crítica que se impulsa científicamente porque aprendió a no ser víctima de los chantajes morales, éticos o estéticos que la ideología burguesa despliega, fundamentalmente, para inmovilizarnos y dominarnos. Un buen día los pueblos dejarán de ser vulnerables a la guerra psicológica que usa “lo lindo” y lo “tonto”(entre miles de subterfugios) como estrategias de ablandamiento, como trampas para generar solidaridades que, tarde o temprano, operarán en contra de las víctimas. Nada más anti-cristiano, por cierto. Un día aprenderemos a dejar de ser usados por la lógica del mercado aunque se presente en “paños menores”, con gestos sugerentes o con “hermosa” “tontería” impostada, de esa que tanta chatarra ha ayudado a vender en un mundo ahogado con mercancías que buscan millones de compradores compulsivos.
Europa/España/26 de Agosto de 2016/Autor: Agustin Moreno/Fuente: Rebelión.org
Medio millón de alumnos están llamados esta semana a realizar la prueba externa de 6º de Primaria que establece la LOMCE . Y el caos no puede ser mayor. Se juntan varios factores que indican que apenas se va a aplicar. Estamos hablando del gran rechazo que provoca una ley impuesta por el PP, del cuestionamiento de la utilidad de las reválidas, del cambio político producido en las comunidades autónomas en 2015 y de los llamamientos al boicot de la prueba. Es la tormenta perfecta para que más del 70% del alumnado no la haga.
La LOMCE carece de toda legitimación social y política, aunque se haya aprobado formalmente en el Parlamento en una coyuntura política que ya no existe. Que de esta realidad no hayan querido darse cuenta el PP y Rajoy dice mucho de la arrogancia con la que nos han gobernado. Una ley tan denostada desde el principio por la falta de consenso no puede esperar que su aplicación sea pacífica. La inmensa polémica y rechazo que produce por ser una ley impuesta por el rodillo parlamentario se está traduciendo en fuertes resistencias a su puesta en marcha. Hay que recordar el compromiso de derogarla de todos los partidos políticos de la oposición y que en la reciente y efímera legislatura se aprobó por amplia mayoría su paralización. Algo de puro sentido común, pero del que ostensiblemente carece el gobierno.
Hay un rechazo de las pruebas externas por amplios sectores de la comunidad educativa. Porque buscan el control burocrático sobre el aprendizaje y el profesorado. Por aplicarse de forma descontextualizada, sin considerar circunstancias personales y sociales (algo que puede hacer el profesor que conoce al alumno) y no medir el avance conseguido por cada niño y niña y por cada centro. Por estar basadas en contenidos memorísticos, estandarizados, que dificultan la innovación pedagógica y devalúan el aprendizaje, convirtiendo a los centros y al profesorado en preparadores para superar un test. Además de lo aburrido que es lo anterior, quitan funciones al profesorado en orden a la evaluación de sus alumnos, ya que estas pruebas se realizarían por otros profesionales ajenos. Y por esto mismo, son muy caras.
En la práctica las reválidas convierten la educación en una carrera de vallas, de superación de obstáculos pensados para segregar, penalizar y generar estrés desde muy pequeños(en 3º y 6º de Primaria la edad es de 8 y de 11 años). Y hay que superarlas para poder titular en ESO y Bachillerato, jugándose muchos años de escolarización en un examen. Detrás de ellas subyace una filosofía neoliberal que busca clasificar, segregar y exacerbar la competitividad entre centros y alumnado, en vez de fomentar la cooperación. En fin, puro darwinismo escolar. Hasta con la ley General de Educación franquista de 1970 se suprimieron las “temidas reválidas“ que el tándem Rajoy-Wert han resucitado.
Claro que hay que evaluar, pero de otra manera: de forma integral a todo el sistema, con la participación democrática de toda la comunidad educativa y de los centros, con carácter formativo y dando recursos a quién más lo necesite para compensar y corregir problemas. Nunca clasificando a los colegios con la publicación de los datos y la elaboración de un ranking que distinga y estigmatice. La evaluación ha de estar al servicio de la mejora de la educación o no sirve más que para cristalizar las desigualdades y hacerlas crónicas.
Después de intentar sin éxito convencer al Ministerio de Educación de su paralización, finalmente doce comunidades autónomas no la realizarán tal y como establece la ley. Y ello supone que sólo las harán las cinco gobernadas por el PP: Madrid, Galicia, Castilla y León, Rioja y Murcia (más Ceuta y Melilla). Las comunidades insumisas se dividen entre quienes han recurrido el real decreto y están en espera y las que aplicarán alternativas para burlar la ley (las gobernadas por el PSOE), no haciendo la prueba y sustituyéndola, por ejemplo, por informes individualizados de cada alumno realizados por sus propios profesores.
Además de las críticas de la comunidad científica expresadas contundentemente por el Foro de Sevilla, los sindicatos del profesorado, las familias, la Marea Verde y las Plataformas por la Escuela Pública, muchas organizaciones defienden el boicot a estas pruebas. La CEAPA, mayoritaria en la educación pública, llama a los cuatro millones de familias que representa a no llevar a sus hijos al colegio los días de las pruebas. Los sindicatos progresistas del profesorado rechazan rotundamente las reválidas y realizan campaña contra ellas. El sindicato CGT ha convocado en Madrid huelga los días 11 y 12 de mayo para dar cobertura legal al profesorado que se niegue a ser aplicador de las pruebas. Plataformas por la Escuela Pública como la de Vallecas, siempre muy activa y con éxitos en el tema del boicot a las pruebas CDI, seguirá trabajando para que las familias no envíen los niños a clase. La Marea Verde ha habilitado una campaña de recogida de firmas contra las reválidas.
Por no haber negociado la paralización de las pruebas, el Ministerio de Educación y las Consejerías autonómicas del PP se van a enfrentar a una situación de desobediencia masiva, aunque intenten negarlo. Si la suma de resistencias hace que tres de cada cuatro alumnos no realicen la prueba de Primaria, estamos ante un rotundo fracaso en la aplicación de la LOMCE. Y mal asunto cuando el maximalismo de un partido le lleva a aprobar leyes que sólo las cumplen los suyos. Hay que enterrar una ley que nació sin contar con la comunidad educativa y sin respaldo social y político y que hace aguas por todas partes. Es necesario elaborar una nueva legislación que asegure el carácter público, gratuito y laico de la educación. Y urge revertir los recortes que sólo entre 2008 y 2011 supusieron el 19,4% del gasto en educación para poder garantizar la equidad y la cohesión social en este país.
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