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Ejecución del Padre Marcelo: ¿Otro crimen de Estado?

Por: Jorge Salazar García

“No esperemos que nos toque la violencia para participar”: Padre Marcelo.

Una de las más elevadas manifestaciones de la libertad, sin duda, es la rebeldía. Ésta, citando a Camus (El Hombre Rebelde, 1951), es “concebida como la negación categórica de una instrucción juzgada intolerable y en la certeza (…) de un derecho justo, (y) sensación de tener la razón”. Dicha negación consiste en no aceptar imposiciones de ninguna tipo, aún arriesgando la propia seguridad. Eso hacía el Padre Marcelo Pérez cuando fue asesinado el pasado 20 de octubre en San Cristóbal de las Casas, Chiapas: no aceptó las condiciones intolerables de violencia impuestas por paramilitares, narcotraficantes y funcionarios corruptos. Su ejecución y la de centenas de campesinos (tres párrocos incluidos), podrían estar ligadas a la política contrainsurgente implementada en las zonas de influencia zapatista desde 1994. La construcción de cuarteles militares y decenas de bases para instalar la guardia civil en todo el territorio chiapaneco conducen a esa hipótesis. Son abrumadores los indicios de colusión entre la autoridades, crimen organizado y mandos militares para facilitar a las empresas extranjeras despojar las tierras y recursos naturales a los pueblos originarios. Parecieran fomentar una guerra fratricida destinada a expulsar y exterminar a los rebeldes defensores de la vida y el territorio.

La rebeldía del padre Marcelo, “nace del espectáculo de la sin razón, ante una condición injusta e incomprensible” (Camus), auspiciada y planeada desde el Estado, generalmente. Siendo el caso, la desobediencia no sólo se justifica, es una acción legítima de sobrevivencia. Si no hubiera rebeldías, reflexiona Camus, no habría cuestionamientos, desaparecerían los pros, los contras; no habría culpa ni razón, maldad o virtud; nada sería verdadero ni falso, bueno o malo: todo lo determinaría el más fuerte: “El mundo se dividiría en amos y esclavos, no en justos e injustos, (donde) el crimen tiene un lugar privilegiado”. Esta última frase resultó profética en México: millones de habitantes del campo y la ciudad viven angustiados ante la posibilidad  de ser secuestrados, desplazados, desaparecidos, extorsionados o ejecutados por quienes disponen de franquicia para delinquir: “el crimen autorizado ” y desorganizado. Entidades autófagas que se devorarán entre sí en gobiernos como el nuestro donde reina la impunidad. Un Estado así conformado degrada su deber de garantizar la paz a los gobernados, pues ni sus propios socios la tienen. Basta que la codicia y la traición fracturen los pactos establecido, para que surja un pandemónium de violencia y terror (coches bomba en Guanajuato) dejando en la indefensión total a quienes intentan ganarse honradamente el sustento.

Contra esa ignominia luchó el Padre Marcelo, quién en su ultima entrevista (13 de septiembre, Tuxtla Gutiérrez) concedida en la marcha por la paz, pidió a las autoridades “hicieran su trabajo; que  tomaran en serio defender la vida del pueblo. Que no lo sometieran a la esclavitud, bajo el yugo de la violencia”. También advirtió: “si no reaccionamos ni (nos) organizamos, el crimen organizado entrará en los pueblos y entonces ya no podremos sacarlos”. Con mucha tristeza calificó como inaguantable la violencia, la cual condujo a las tres diócesis del Estado, a levantarse junto con el pueblo. Allí, entre el gentío, dictó su sentencia de muerte: “La lucha contra la injusticia es y será permanente, cueste la cárcel o la vida”. Hay razones de peso para suponer que su asesinato fue un crimen de Estado. Pues las autoridades locales y federales ignoraron todos los llamados de auxilio, le negaron protección (habían atentado tres veces contra su vida), lo criminalizaron formalmente en 2022 y, ahora, la diputada de Morena, Patricia Armendariz lo acusó de tener vínculos con el narcotráfico. Su abovinable actuar, ordenado desde arriba, confirma la sospecha mencionada.

Mientras oposición y oficialismo se disputan en lo oscurito su cuota de jueces, magistrados y ministros, el sainete mediático, el paro de los trabajadore del poder judicial y las acusaciones mutuas de mentirosos corruptos y traidores desvían la atención sobre Chiapas. Una vez se ponga de acuerdo la coprocracia en la repartición de los señores “justicia” regresarán a repetir hasta la naúsea que México vive un Estado de Derecho. Los seguidores castrados en su  capacidad crítica dirigirán sus condenas a las víctimas de los abusos del poder. Bien dijo Camus, los faltos de conciencia no pueden parir rebeldías. Es digno de reconocimiento el pronunciamiento hecho por el Movimiento Nacional Convencionista, Artículo 39 condenando el monstruoso crimen del padre Marcelo.

Seis fueron las balas disparadas al padre Marcelo y 4, (número asociado con la desconfianza y el autoritarimo) el dígito que indentifica al proyecto político de Morena. Balas, autoritarismo e impunidad, juntos, causaron la muerte de ese sacerdote Tzotzil dedicado a predicar con el ejemplo. El padre Marcelo, originario de San André Larráinzar, fue un hombre bueno y consecuente: acudía a las comunidades a celebrar misas, ungir enfermos, casar parejas, confesar moribundos y ayudar a quien se lo pidiera. Apoyó a la  organización civil Las Abejas, cuyo dirigente Simón Pedro, recién fue asesinado. Por cierto, el próximo 22 de diciembre se cumplirán 24 años de protección a los autores intelectuales del masacramiento de 45 Tzotziles en Acteal: hombres, niños y mujeres (embarazadas incluidas) fueron baleados y macheteados mientras rezaban. La inmolación del padre es otro mensaje de amedrentamiento social perfectamente compatible con las políticas omisas del Estado. Las autoridades continuarán ignorando las advertencias de organizaciones no gubernamentales, nacionales e internacionales, periodistas, del EZLN, comunidades y, desde luego, de los sacerdotes como el jesuita José Avilés quién alertó que “Chiapas vive en un estado de convulsión permanente”.  Allí, el neoliberalismo tiene sembrada una bomba de tiempo y está a punto de estallar. AMLO, fiel a su estilo maquiavélico, además de evadir esas alertas, satanizó, descalificó, ridiculizó, minimizó y criminalizó a los opositores a sus megaproyectos sureños. Esperar un cambio en su corcholata es inútil si hasta la mano de sicarios oficiales besa (Manuel Velasco). Ojalá y no permita, dado su origen, la recolonización de esas ricas tierras, conforme lo hace Israel en Palestina.

Nada conmueve a la 4T. Su respuesta a los llamados de auxilio emitidos en encuentros de reconciliación, mesas de diálogo, marchas, peregrinaciones, misas y denuncias formales, es el silencio y ostracismo cómplices. Todo indica la existencia de esa guerra contrainsurgente encargada a caciques, autoridades y paramilitares cuyos objetivos son callar a las comunidades indígenas que exhiben la asquerosa coprocracia Mexicana. Su exigencia de autonomía para disponer de sus recursos naturales y elegir a sus autoridades, apartados de los partidos, pone en riego el poder establecido; consecuentemente, deben ser exterminados junto con quienes les dan voz. El padre Marcelo era eco de esos rebeldes, eso determinó su destino.

Imposible garantizar ganancias y estabilidad a las trasnacionales en medio de comunidades opositoras al despojo y saqueo territorial. Dichos pueblos estorban a la integración económica “a gran escala” (Marcelo Ebrard dixit) con los Yanquis. Esa es la raíz del despliegue de estrategias para despoblar el campo mexicano. Utilizando al narcotráfico, la represión selectiva, desplazamientos y masacres obligan a emigrar a millones de mexicanos dejando sus pueblos habitados por ancianos, niños y algunas mujeres que los cuidan. ¿Quién lo duda?: el Estado ha resultado sumamente eficaz sirviendo lacayunamente a las trasnacionales en eso de vaciar pueblos y reprimir rebeldías.

Nos acercamos a un punto de inflexión política en América: las rebeldías se unen. Por ejemplo: conmemorando 532 años de resistencia a la invasión europea, representantes de pueblos originarios y centenas de activistas organizaron el “Primer Encuentro Continental en Contra de Gasoductos y Megaproyectos”, realizado en Oaxaca (Tierra Bonita, Istmo de Tehuantepec, octubre 10, 11 y 12) con el propósito de articular alianzas. Solidariamente demandaron el cese de todo tipo de hostigamiento, represión, violación de derechos humanos, criminalización y encarcelamientos de quienes luchan defendiendo su territorio y recursos naturales. De sus acuerdos destacan: coordinarse internacionalmente contra TC-Energi, el gasoducto del sureste, tren maya, Bonafont, Granjas Carroll; establecer nexos de cooperación, intercambiar información y estrategias comunitarias para evidenciar la destrucción de ecosistemas; y, denunciar la violación de los derechos de los pueblos. Finalmente, determinaron emprender acciones colectivas, tal como lo hacen los defensores de la Cuenca del Río “La Antigua” en Veracruz, y generar una red coordinadora de luchas nacionales, regionales y continentales para detener la criminalización y estigmatización contra defensores de los derechos ambientales.

Fuente de la información e imagen:  https://insurgenciamagisterial.com

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Jornada laboral: Una lucha continua

Por Juan J. Paz-y-Miño Cepeda

El mundo contemporáneo ha sido transformado por cuatro revoluciones industriales. La primera (Inglaterra, mediados del siglo XVIII), basada en las máquinas de vapor y carbón, aceleró el crecimiento de las ciudades, el desarrollo de las fábricas y del trabajo asalariado. Las jornadas habituales en el mundo rural del pasado, que podían llegar a 14 o 16 horas diarias, inicialmente se extendieron a la industria. Resultaron insostenibles al despertar la lucha obrera, apoyada por políticos e intelectuales que denunciaron la miseria y la explotación. Inevitablemente intervinieron los Estados para expedir leyes y reducir la jornada, que a fines del siglo XIX llegaba a 10 horas diarias.

El empresario y socialista utópico Robert Owen (1771-1858) fue pionero en proponer “8 horas de trabajo, 8 horas de recreación, 8 horas de descanso”; mientras Karl Marx (1818-1883) descubrió la “ley de la plusvalía”, que explica el origen de las ganancias de los capitalistas. En 1866, la Primera Internacional de Trabajadores (AIT) fundada por Marx, así como la Federación Estadounidense del Trabajo (AFL), demandaron la jornada de 8 horas. Sin embargo, el movimiento fundamental ocurrió en los Estados Unidos con los huelguistas de 1886 que reivindicaron las 8 horas y cuyos “Mártires de Chicago” son recordados en el mundo al conmemorarse el 1 de Mayo como Día del Trabajo.

La segunda revolución industrial (EE. UU., Alemania, Gran Bretaña, fines del siglo XIX), con el uso de motores a base de electricidad y derivados del petróleo, tuvo repercusiones impresionantes en el transporte (ferrocarriles eléctricos, navíos, automóvil, avión), las comunicaciones (teléfono, radio, televisión) y el nacimiento de gigantes empresas (monopolios). Ese progreso material y tecnológico hizo posible la reducción mundial de las jornadas de trabajo, por la que seguían luchando los trabajadores. Paradójicamente el empresario estadounidense Henry Ford (1863-1947) fue el primero en introducir las 8 horas en sus fábricas de automóviles en 1914 y en duplicar el salario a 5 dólares, lo que salvó a su empresa, al mismo tiempo que despertó la ira de otros industriales. Esa jornada finalmente fue imponiéndose tanto en los EE. UU. como en Europa, incluso porque se sucedieron tres acontecimientos de significación internacional: la Revolución Mexicana de 1910, cuya Constitución de 1917 fue pionera en proclamar el principio pro-operario y reconocer derechos laborales con jornada máxima de 8 horas diarias y 48 semanales (Art. 123); la Revolución Rusa de 1917, que inspiró el auge de las luchas sociales por edificar un sistema postcapitalista; y el nacimiento de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en 1919, cuyo Convenio No. 1 consagró la jornada máxima de 8 horas (industria) y 48 semanales.

Exceptuando México, que empezó la industrialización durante el porfiriato (1876-1911), junto con Argentina (enorme migración europea), la siderurgia en Brasil, la minería en Chile y Perú, pero todos con inversiones de voraces compañías extranjeras, en conjunto el resto de América Latina permaneció como gigante región primario-exportadora, con predominio de terratenientes y trabajo servil en el campo. La industrialización y el desarrollo capitalista recién despegaron con el avance del siglo XX.

También despertaron reformas sociales y legales, aunque los primeros países en decretar la jornada de 8 horas fueron Uruguay (1915) y Ecuador (1916): el primero por su adelantada cultura reformista social que también supo expresarse en la segunda presidencia de José Batlle y Ordóñez (1911-1915); y el segundo porque la medida en poco o nada afectaba al régimen de dominio plutocrático-bancario y terrateniente garantizado por el gobierno de Alfredo Baquerizo Moreno (1916-1920). Al mismo tiempo que se establecieron jornadas máximas, fueron reconocidos amplios derechos: contrato individual y colectivo, salario mínimo, pago por horas extras, sindicalización, huelga, indemnizaciones, descansos, maternidad, seguridad social. En Ecuador los gobiernos de la Revolución Juliana (1925-1931) sentaron las primeras bases para superar el régimen oligárquico-bancario, inaugurar el papel social y económico del Estado, y decretar leyes laborales, además de expedir la progresista Constitución de 1929, que consagró sus principios. El Código del Trabajo en este país se expidió en 1938. A mediados del siglo XX los que cabe denominar como derechos laborales históricos estaban reconocidos por la OIT, la ONU y las legislaciones y códigos de los distintos países latinoamericanos.

La tercera revolución industrial (EE. UU., Japón), aunque en forma progresiva durante la segunda mitad del siglo XX con la electrónica, informática, telecomunicaciones, computadoras, microprocesadores, internet, robótica, modernizó al mundo en forma espectacular, pero sin alterar sustancialmente los derechos laborales históricos. En América Latina estos fueron golpeados por el anticomunismo de la Guerra Fría introducido en la región a raíz de la Revolución Cubana (1959) y especialmente conculcados por las dictaduras militares terroristas del Cono Sur. Pero el mayor impacto laboral ha provenido de la cuarta revolución industrial (EE. UU., Europa, China, Japón, Corea del Sur) desde inicios del siglo XXI, con el desarrollo del internet, biotecnología, tecnología digital, automatización avanzada y recientemente la inteligencia artificial.

Estos impresionantes progresos humanos han alterado las tradicionales formas del trabajo, creando “fábricas inteligentes” e “industrias 4.0”, que hacen posible no solo la producción automatizada sino el alivio de la carga del trabajo diario y semanal en amplios sectores económicos, en favor del disfrute individual, familiar o colectivo, del ocio y la recreación. En Francia y Alemania ya se introdujo la semana de 35 horas, mientras en Islandia, España, Reino Unido el “experimento” con jornadas de 4 días ha resultado espectacular. La pandemia del Covid en 2020 demostró incluso que era posible el trabajo desde casa.

Sin embargo, en América Latina quienes rápidamente han intuido esos alcances no son burguesías schumpeterianas, sino los grupos dominantes tradicionales o “modernos” que han lanzado las ideas de “flexibilidad” laboral, pero para arrasar con los derechos laborales históricos. Contrariando las nuevas tendencias históricas abogan por aumentar la jornada diaria a 10 o 12 horas sin pago de horas extras, con tal de que se cubran las horas semanales que fluctúan en la región entre 40 y 48 (ocurre en Ecuador estos momentos), o extendiendo la semanal y violando, en ambos casos, las jornadas máximas. De otra parte, buscan establecer las jornadas reducidas a través del trabajo por horas, la tercerización, el “smart-working”, el “salario emocional” u otras modalidades, pero con “costos” salariales que resultan miserables, impiden la estabilidad y afectan la seguridad social. Todo se hace con la finalidad de incrementar las ganancias y pese a que numerosos estudios demuestran que la reducción de las jornadas puede aumentar la productividad y alienta la responsabilidad y el bienestar de los trabajadores, además de evitar los agotamientos, el estrés y los errores.

Los capitalistas del presente han ganado enorme terreno en América Latina contando con la ideología neoliberal, la reciente anarco-capitalista libertaria y gracias a los gobiernos empresariales. El problema es que las izquierdas, así como las organizaciones de trabajadores, no han formulado las respuestas alternativas, contundentes y eficaces que permitan contrarrestar la arremetida patronal, así como promover y demandar nuevos derechos laborales acordes con el tiempo presente. Lo común ha sido limitarse a reclamar y proteger los derechos laborales históricos. Es una situación que inevitablemente tendrá que cambiar. Requerirá, además, la clara conciencia que comprenda lo pernicioso que resultan los gobiernos empresariales.

Blog del autor: Historia y Presente
www.historiaypresente.com

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El derecho a la educación superior y sus amenazas

El derecho a la educación superior y sus amenazas[1]

Por: Edgar Isch L.

Introducción

La educación es un acto político. Esta afirmación de Paulo Freire y muchos otros estudiosos se explica en cuanto un sistema educativo y un modelo pedagógico tienen detrás una idea de cuál es el país deseado que se busca establecer o mantener con esa educación. Así, es la idea hegemónica de sociedad la que va a direccionar lo que se haga en educación, aunque se pretenda que es pensada en todos y todas.

Este hecho explica que, en consecuencia, la educación es también un territorio en disputa. Desde allí y, más aún desde la llamada educación superior, se pretenderá orientar el desarrollo de un país y se impulsará una determinación ideológica.

La confrontación en torno a qué hacer en educación, se expresará en nuestros días en varias contradicciones que merecen ser consideradas. La primera de ellas es si se trata de un derecho humano o de un servicio. No se trata de un mero reconocimiento en instrumentos legales superiores, sino de la realidad en el día a día de las instituciones educativas. Si se reconoce que es parte del derecho humano a la educación, que es para toda la vida, entonces las normativas, la pedagogía, las estructuras y relaciones se relacionan con esta postura de principios.

Ciertamente una pregunta que se repite con cierta frecuencia es si la educación superior es o no un derecho humano. Muchas veces, cuando se pregunta de manera más general ¿Por qué la educación es un derecho humano?, la respuesta que se obtiene parte de educadores y estudiantes tiende a ser de carácter muy limitado, tales como: me dará un beneficio en mi status personal, mejoraré mis ingresos económicos, todos queremos tener una formación profesional o porque contribuye al país.

De hecho, la existencia de un beneficio personal, es decir individual, no es suficiente para tener un derecho humano que, por ser tal, abarca a toda la humanidad como una colectividad única.

En el caso de la educación, este derecho nace de una realidad: sin educación, que inicia en el seno de la familia y puede o no continuar en establecimientos educativos, no existe el proceso de humanización de la persona. El ser humano, para constituirse como tal, necesita una vida social en colectivo, una vida en comunidad humana. Una demostración de ello está en casos lamentables de personas que ha sido apartadas de su familia, tal y como ha ocurrido con niños que presentaban distintos grados de discapacidad y fueron abandonados junto a los animales de granja, obligándolos a criarse junto a esos animales y que, consecuentemente, no han desarrollado lenguaje y, por ende, tampoco inteligencia superior, porque pensamiento y lenguaje son dos factores que van íntimamente ligados. En estos casos, su desarrollo como personas no ha sido posible por falta de un fundamental proceso de socialización, que corresponde a la educación en la primera infancia.

Entonces, sin educación no se logra la humanización, el construirnos en sewr consciente, en condiciones de vivir en su colectividad, su cultura y su tiempo. Somos seres sentipensantesy es la educación la que brinda las condiciones en las que se generará esa característica específica de integrar pensamiento y sentimiento.

Además, la educación es necesaria para favorecer todas las potencialidades de la sociedad y de las personas. Y cuando se considera esta característica se pone un punto de contradicción con aquella tendencia de promover una educación por competencias que, en última instancia, son expresión de los términos de referencia de aquello que debe ejecutar una persona en un empleo específico, mientras que la educación como derecho se plantea desarrollar el conjunto de capacidades humanas.

Por ejemplo, para ser empleado en un restaurante de comida rápida se puede encontrar descripciones de competencias como: el trabajador deberá armar perfectamente una hamburguesa, realizada bajo los pedidos del cliente y de manera rápida, manteniendo una sonrisa permanente. Allí están todos los componentes de una competencia: el saber hacer (armar perfectamente una hamburguesa); el indicador de logro (realizada bajo los pedidos del cliente y de manera rápida); y, el componente actitudinal (mantener una sonrisa permanente). Sin embargo, está muy lejos de una educación , entendida como formación integral.

Cuando se plantea el desarrollo de capacidades se hace referencia a algo distinto, que se relaciona precisamente con un conjunto de características que nos hacen humanos. Y su fortalecimiento nos lleva a plantear la necesidad de un ambiente donde esas características pueden expresarse para que, insistimos, se desenvuelvan todas las potencialidades de la persona y de la sociedad a la que se pertenece. Esta es una segunda razón para señalar a la educación como derecho humano. Y se podría decir, como lo hace Freddy Zambrano, que se trata del “derecho a alcanzar el máximo desarrollo posible de las energías y características de la personalidad, de forma que toda persona pueda disfrutar de la vida personal y social de forma más integrada y plena posible” (2004, p. 236). Si los derechos humanos tienen correspondencia con la dignidad de las personas, es incuestionable que la educación forma parte constitutiva de la misma.

Y una tercera razón para considerar a la educación como derecho humano: todos decimos que la educación y el conocimiento dan poder. De manera que la única forma de repartir este poder es logrando que todos y todas lleguemos al máximo nivel de educación posible y, cuando esto sucede, se logra además tener el mejor medio para prevenir la intolerancia entre las distintas formas de pensar o las distintas características culturales de los grupos humanos.

Por último, es importante considerar la relación que existe entre el derecho a la educación y la posibilidad de vivenciar otros derechos como el de libre expresión, la salud, el de trabajo y el de creatividad. La educación es un factor que promueve los demás derechos humanos, sin olvidar que, a la vez, esos otros derechos conducen a una mejor educación que dignifique a todas las personas, sin distingo de ninguna especie.

La educación superior como derecho humano

Tras reconocer que la educación es un derecho humano, hay quienes se cuestionan hasta que edad los Estados deben asumir este principio y con ello la obligación de garantizar la educación.

En el Foro Mundial de Educación, diez años después de la Conferencia Mundial sobre Educación para Todos, reunida en Jomtien, Tailandia, del 5 al 9 de marzo de 1990, ya se señaló que:

La educación, empezando por la atención y educación de los niños pequeños y prosiguiendo con el aprendizaje a lo largo de toda la vida, es fundamental para la capacitación del individuo, la eliminación de la pobreza, en el hogar y en la comunidad, y un mayor desarrollo social y económico. Al mismo tiempo, la atenuación de la pobreza facilita el avance hacia los objetivos de la educación básica. Se producen sinergias patentes entre las estrategias de fomento de la educación y las de atenuación de la pobreza, que deben explotarse tanto en la planificación como en la ejecución de los programas. [2]

Es importante resaltar que aquí se insiste en la idea de “educación a lo largo de toda la vida”, cuando en otros documentos internacionales se reduce a “aprendizaje a lo largo de toda la vida”, lo que podría ser entendido como una acción individual sin las correspondientes obligaciones de los Estados. Por ejemplo, el Foro Mundial sobre la Educación 2015 llevado a cabo en Incheon, República de Corea (19 al 22 de mayo de 2015), se desarrolló bajo el título de: “Educación de calidad, equitativa e inclusiva así como un aprendizaje durante toda la vida para todos en 2030. Transformar vidas mediante la educación”, que más tarde se centra en el aprendizaje. Esto, a pesar de que se deja planteada una verdad que habla más de un derecho que de una opción secundaria: “Toda persona, en cualquier etapa de su vida, debe disponer de oportunidades de aprendizaje permanentes, a fin de adquirir los conocimientos y las competencias necesarias para hacer realidad sus aspiraciones y contribuir a la sociedad” (UNESCO, 2015). Esas oportunidades deben considerarse como parte de las acciones del Estado para garantizar la educación.

Un principio fundamental de la doctrina de derechos humanos es el de no discriminación bajo ninguna causa. Si se acepta que la educación es un derecho humano, como todos los demás este debe permanecer a lo largo de toda la vida. La edad o nivel educativo no pueden ser causa de discrimen. Sin embargo, muchos documentos fundamentales de los Derechos Humanos no incluyen expresamente a la educación superior como parte de ese derecho humano y hacen referencia a «Satisfacción de las necesidades básicas de aprendizaje», tal y como se tituló la Declaración de Jomtien.

En el Art. 26 de la Declaración Universal de Naciones Unidas se señala que:

Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. Instrucción elemental será obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos

Como se puede observar, hay una tendencia a considerar que el derecho está relacionado a la instrucción elemental y fundamental y no a la integridad de lo que supone la educación. Esto, claro está, responde al momento histórico en el cual se aprobó la Declaración Universal. En la parte que hemos añadido la negrilla para resaltar el texto, encontramos que la educación superior no está realmente al acceso de todos.

El Pacto Internacional de Derechos Sociales, Económicos y Culturales, en su artículo 13 ratifica esa idea (igualmente, las negritas son nuestras):

Los Estados Parte en el presente Pacto reconocen el derecho de toda persona a la educación… La educación debe orientarse hacia el pleno desarrollo de la personalidad humana y del sentido de su dignidad, y debe fortalecer el respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales… La enseñanza primaria debe ser obligatoria y accesible a todos gratuitamente… La enseñanza secundaria, en sus diferentes formas, incluso la enseñanza secundaria técnica y profesional, debe ser generalizada y hacerse accesible a todos, por cuantos medios sean apropiados, y en particular con la implementación progresiva de la enseñanza gratuita… La enseñanza superior debe hacerse igualmente accesible a todos, sobre la base la capacidad de cada uno, por cuantos medios sean apropiados, y en particular con la implantación pro que reciba de la enseñanza gratuita…

Aunque el Pacto demuestra el carácter progresivo de los derechos humanos y propone de manera muy importante avanzar hacia la educación superior gratuita, se insiste en la idea de que a este nivel educativo sólo deben acceder quienes tienen méritos para ello, o “sobre la capacidad de cada uno”.

Por tanto, es una educación para una “élite intelectual”, rompe el principio de igualdad y no discriminación y, sobre todo, no aclara quien establece cuales son “los méritos”, como se los evalúa, como se aplica en la vida real y, sobre todo, de qué manera esto afecta a la vivencia real de los derechos humanos. La “meritocracia” es una visión política contraria a la democracia y que, en última instancia, plantea que quien tiene el poder lo recibe por tener méritos para ello, lo cual lo hace incuestionable el poder hegemónico y recuerda a la consideración de que los reyes tenían el mayor mérito de todos al ser escogidos por la divinidad (Isch, 2013).

La meritocracia reconstituye la condición de la aristocracia[3]. Ése era el “gobierno de los mejores” y ahora es el “gobierno de los que tienen méritos”. Lo hace mediante mecanismos de “elección de los elegidos”, tal y como lo estudió Pierre Bourdieu (Bourdieu y Passeron, 1994), demostrando que los exámenes de selección para el ingreso permiten justificar y decir que es un derecho que ingresen aquellos que ya han tenido todos los derechos, las mejores condiciones de vida, padres estudiados, libros e Internet en su casa, etcétera, mientras se excluye de la Universidad aquellos que ya habían estado excluidos de aquellas condiciones de vida. En los hechos, ese tipo de selección por “capacidades” pone en duda las declaraciones respecto a un “acceso abierto a todos”.

Al analizar el perfil de los estudiantes que forman parte del Grupo de Alto Rendimiento (GAR), tras el examen de ingreso a las universidades, Celorio, Mena y Belalcázar (2017) concluyen que “… esta investigación demuestra que las aptitudes de los estudiantes GAR, no son más que condiciones favorables en cuanto a la atención y convivencia familiar, acompañamiento escolar, cercanía con la cultura escolar, nivel de ingresos, etc., más que dotes individuales de los estudiantes” (p. 61). Con ello, sin poder generalizar, se facilitó las mejores becas en el exterior a quienes tenían mejores condiciones de vida y se excluye a los demás.

Por otra parte, este debate nos pone ante un debate que se vivió en la última Asamblea Constituyente del Ecuador, que es la necesidad de diferenciar el derecho a la educación del derecho al acceso a la misma. El derecho al acceso se podría decir que lo tenemos todos. Así, la Universidad privada más cara no puede negarle el ingreso a un ciudadano siempre y cuando el mismo tenga la capacidad de pago de la colegiatura y pensiones respectivas. De esta manera, no se niega formalmente el ingreso pero se pone una condición que no corresponde a un derecho humano y ésta es la de pertenecer a un estrato socioeconómico determinado o de ser beneficiario de una beca, tras cuestionables mecanismos de selección. Un Derecho Humano, por definición, debe contemplar servicios gratuitos ya que, para qué se nos reconozca un derecho humano, la única condición es haber nacido como parte de la familia humana. Cuando se añaden otras condiciones y, particularmente, cuando esa condición es tener un determinado nivel socioeconómico, el derecho deja de ser tal y el servicio termina constituyéndose en una mercancía de libre compra y venta. Y la mercantilización de la educación entra en los tratados comerciales y no en la doctrina de los Derechos Humanos.

Desde esta perspectiva mercantil, la educación es un negocio más y se la trata como tal. Por ello, la enseñanza, al igual que los demás servicios, están comprendidos en el ámbito del  Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (AGCS) de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y en las cláusulas de los llamados tratados de libre comercio. Allí se mercantiliza la educación y deja de ser considerada un bien público (Isch, 2006).

Una advertencia realizada por la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación (CLADE, 2013, p. 7) es de mucha importancia: “El reemplazo del concepto de gratuidad por el de asequibilidad tiene profundas implicaciones ya que promueve una política de educación privada barata para sectores de bajos ingresos… Esta lógica está orientada hacia el achicamiento de lo público y la fragilidad de la ciudadanía y de la democracia participativa…”.

Respecto al acceso a la educación superior es correcto referirse también a otros dos documentos de los cuales el Ecuador es signatario. El primero es la Carta de la Organización de Estados Americanos (1948), también conocida simplemente como carta de la OEA, que plantea: “la educación superior estará abierta a todos, siempre que, para mantener su alto nivel, se cumplan las normas reglamentarias o académicas correspondientes”.  Como se ve, no plantea como única posibilidad la necesidad de “méritos” personales, sino que se puede considerar abierta a una visión de carácter educativo superior con calidad garantizada.

Complementariamente, aunque de manera más estrecha, en el Protocolo de San Salvador (OEA, 1988), se afirma que “la enseñanza superior debe hacerse igualmente accesible a todos, sobre la base de la capacidad cada uno, por cuantos medios sean apropiados y, en particular, por la implementación progresiva de la enseñanza gratuita” (artículo 13º, 3.c.).

Desde el punto de vista doctrinal hay cuatro concepciones sobre los derechos sociales que hacen referencia a su concepto y estructura. Por supuesto, cada una de ellas presenta una correlación con respecto al derecho a la educación desde una perspectiva social, que trataremos de resumir muy brevemente. Siguiendo a Carlos Bernal Pulido[4] (2008.Pág. 302-326), estas concepciones son:

  1. Las que conciben a estos derechos más como disposiciones programáticas, sin el carácter de vinculantes. Quita por tanto los espacios de exigibilidad y los trata como servicios puestos al arbitrio de la autoridad. Así, la educación no es un derecho que los pueblos y colectividades puedan demandar, sino un componente de un programa político por el que puedan votar.
  2. Las que conciben a los derechos sociales como fuente de fines del Estado. De esta manera establecen la obligatoriedad de enrumbarse hacia determinado fin sin señalar el camino, los medios y los plazos, elementos que quedan en el campo de la política. Se torna complejo, señala Bernal, en estas condiciones concretar el contenido esencial de fines como “fomentar la educación sanitaria, la educación física y el deporte”.
  3. La corriente que identifica a los derechos sociales como mandatos jurídicos objetivos, por lo que no quedan en la Constitución y menos como finalidades sino que se traducen en cuerpos legales dirigidos al Estado y sus componentes (particularmente el legislador y el administrador, como elementos pasivos de la norma). Señala Bernal que, en esta tesis “en ningún caso el juez tiene competencia para concretar interpretativamente el objeto del deber legislativo” (pág. 315) establecido en la norma. De esta manera el derecho pierde capacidad de defensa y se mantiene la idea que los derechos sociales pueden aislarse.
  4. Una cuarta visión plantea que los derechos sociales son derechos definitivos o no susceptibles de restricción, expresados como tales en la normatividad jurídica. Aquí tiene importancia un sujeto activo o titular del derecho el cual lo puede defender y demandar al Estado su obligatoria garantía. Sin embargo, se considera que están sometidos a la “reserva de lo posible”, tanto en lo presupuestario o fáctico, cuanto en lo posible jurídicamente.
  5. Los derechos sociales como derechos “Prima Facie”, que mantienen la presencia del titular del derecho y la obligatoriedad del Estado de actuar para garantizar el Derecho y ofrecer las prestaciones necesarias. Tiene particularidades como: la prohibición de protección deficiente, idoneidad, necesidad y proporcionalidad en sentido estricto. Si se relaciona esas particularidades con la educación se encontrará nexos con otros derechos como el de sostener y desarrollar la cultura propia de pueblos y nacionalidades.

Para nuestro país, el neoconstitucionalismo vigente, sea entendido como corriente del Derecho (Ávila, 2011) o como movimiento o tendencia práctica (Rentería, 2010), se caracteriza por el carácter garantista de la Constitución, que debe permear en todas las demás normas y actuaciones de la autoridad. Según Ávila, esto implica que:

El estado social tiene la obligación de respetar los derechos sociales, de garantizarlos y de lograr su progresiva realización. Por la obligación de respeto, el estado tiene prohibición de inmiscuirse cuando las personas o las colectividades, particularmente las diversas como las andinas, están desarrollando o ejerciendo sus derechos (ejemplo, las prácticas ancestrales en salud). Por la obligación de garantía, el estado debe prevenir, normar, sancionar y reparar. Por la obligación de desarrollar progresivamente el derecho, el estado debe formular políticas públicas, ejecutarlas con la debida diligencia, no adoptar medidas regresivas, corregir y evaluar el plan. (Ávila, 2011. Pág. 172).

Es indudable que esta es la visión que debe orientarnos. Los juristas sabrán relacionar esta perspectiva garantista y neoconstitucional con las distintas corrientes del pensamiento sobre los derechos sociales. Posiblemente, en nuestro caso, lo más destacable es que se abren las posibilidades de exigir el derecho a la educación, como cualquier otro derecho social, y que ello va como parte de la estructuración de un Estado Social de Derechos.

La universalización de la educación superior frente a la estandarización

Si asumimos que la educación es un derecho básico que se expresa lo largo de toda la vida, es necesario reconsiderar al nivel superior y considerarlo como parte de ese derecho. Parcialmente esto se entiende en la Constitución del Ecuador, cuando plantea la gratuidad al menos hasta el tercer nivel educativo.

Adicionalmente, a sabiendas de que un principio es que el Estado debe garantizar “todos los derechos para todos”, esto debe implicar que todas las personas tienen el derecho a la educación superior y que, por tanto, esto plantea la necesidad de masificar la educación en todos los niveles.

Aquí encontramos una relación directa con el Principio de Progresividad de los Derechos al igual que los deberes legales del Estado de respetar, proteger y garantizar los derechos, que abarca por igual tanto a los Derechos Civiles y Políticos como a los Derechos Económicos, Sociales y Culturales –DESC- (Melish, 2003, p. 39).  En los Principios de Limburgo sobre la aplicación del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Naciones Unidas, 1987) se aclara que el Principio de Progresividad “bajo ninguna circunstancia será interpretado de manera que implique que los Estados tienen el derecho de aplazar indefinidamente esfuerzos destinados a asegurar la plena efectividad” de los DESC.

El término masificar muchas veces ha sido mal entendido. Se ha pensado que es sinónimo de llenar las aulas de clase con un número excesivo de estudiantes, imposibilitando adecuados procesos formativos. La masificación debe ser entendida como la garantía real de que el conjunto de personas que forman parte de la sociedad (la masa), sin discriminación alguna, puedan formar parte de la Universidad. Una sociedad equitativa, con justicia social, tiene que ser una en la que se resuelvan las contradicciones sociales y, entre ellas, la actual contradicción y distancia entre trabajo manual y trabajo intelectual.

Fernando Vecino Alegret (2006) en su calidad de Ministro Educación Superior de Cuba encabezó ya una propuesta de universalización de la Universidad, iniciada en la isla en el año 2000. Si bien por razones que no analizaremos hoy falta mucho para que este propósito se lleve a cabo, deja una puerta abierta a este planteamiento que, como condición previa, requiere de la universalización de los niveles inferiores del sistema educativo.

“Los retos actuales a los que se enfrentan las universidades son complejos, pues hay que trabajar en varias direcciones que permitan simultáneamente expandir el acceso, mejorar la equidad, aumentar la eficiencia de las universidades, incrementar su calidad y pertinencia. Como premisa para ello, se encuentra la necesidad de hacer prevalecer el principio de que la educación superior es un bien público. Hay que revertir la idea de la incapacidad el Estado para financiar la masificación con calidad y relevancia, y ratificar el convencimiento de que el compromiso estatal no puede ser solamente con una parte de la ciudadanía, sino con todos los miembros de la sociedad” (Vecino Alegret, 2006).

La historia de nuestro país y del mundo demuestra que es posible la masificación de cada nivel educativo. Porque en el Ecuador, por mucho tiempo, no podían ingresar a la escuela los indígenas, las niñas o los pobres, a quienes se les excluía señalándolos como faltos de capacidades para el aprendizaje. Y la escuela primaria ahora está masificada. Desde los años 60 en adelante, el Ecuador ha tenido uno de los índices de cobertura educativa básica más altos de la región. Y luego hubo que avanzar firmemente en dirección a masificar la secundaria. Esto se concreta en la Constitución de 2008 en la que se recoge la demanda de obligatoriedad de la educación hasta el bachillerato, como medida para lograr el cumplimiento del derecho a la educación.

Para lograrlo, en lugar de exceder un número racional de estudiantes por aula, el Estado debe abrir aulas y establecimientos allí donde existe la necesidad social. Junto a ello, se requiere ampliar el número de maestros, dar pasos hacia una sociedad educadora y democratizar el conocimiento.

A nivel mundial ha crecido también de manera continua la matrícula a nivel universitario.  La Tasa Bruta de Matrícula (TBM) que es definida como el número de estudiantes matriculados independientemente de su edad y expresado como porcentaje de la población en el grupo de edad teórica para ese mismo nivel educativo, es la medida más utilizada y ella demuestra que entre 1970 y 2010 el acceso a la universidad creció en un 500%. (Nicoletti, 2014, p. 11). En los últimos veinte años, la TBM en la educación superior en todo el mundo casi se duplicó, pasando del 19% al 38% entre 2000 y 2018 (IESALC, 2020).

Por supuesto habría que analizar en cuales estratos sociales se concentra ese avance en el ingreso, así como las disparidades de género y pertenencia étnica, pues si consideramos el Ecuador actual es conocido que la matrícula ha crecido mayormente en las universidades privadas a las cuales ingresan estudiantes que tienen una capacidad de pago no generalizable.

Pero, cuando se considera la TBM por regiones, encontramos que para el año 2010 a nivel mundial la misma se encontraba en el 29%, en América Latina y el Caribe en el 41% y, en América del Norte y Europa occidental en el 76% (Nicoletti, 2014, p.12). Un estudio más reciente (IESALC, 2020), que establece la comparación por el nivel de ingresos de los países, señala que, para 2018, en aquellos de ingresos altos la TBM es del 77%; para los países de ingresos medios altos 52%; países de ingresos medios bajos el 24%; países de ingresos bajos es de apenas el 5%. Menos ingresos es igual a menos matrícula universitaria, pero esta a su vez es un freno al desarrollo de país.

Se podría decir sin exagerar, que en los países desarrollados hay una aproximación hacia la universalización de la educación superior, sin que esto implique una masificación perjudicial. Y la tendencia internacional demuestra un proceso inevitable hacia la generalización de la educación superior.

Por supuesto, esto en el marco de una duplicidad inseparable que es que seamos iguales en nuestra condición de seres humanos pero que. al mismo tiempo, se reconozca el derecho a expresar la diversidad en aspectos como cultura, género, pertenencia generacional, entre otros. Esta perspectiva es contraria a lo que hoy se está viviendo en todos los niveles de educación en los cuales se impulsa la homologación y se imponen estándares no como condiciones básicas de funcionamiento, sino como la orientación y los objetivos a los cuales se pretende llegar. Una calidad basada en estándares se explica para la manufactura, por ejemplo, en una fábrica de zapatos, pero es incompatible con la diversidad humana y con el hecho de que no existen personas estándar ni estudiantes estándar. Tomar un mismo examen a estudiantes mestizos, quechuas, shuar o de otras nacionalidades y pueblos, en poblaciones de distintas características culturales y socioeconómicas es de hecho un acto de discrimen. Ningún examen estandarizado se toma en las lenguas indígenas.

La estandarización, que desconoce el contexto en el cual viven los estudiantes, está relacionada con una visión de calidad basada en el mercado, que parte del hecho de que se consulta a los empresarios que es lo que ellos quieren de la Universidad, cuando no se hace la misma pregunta a las organizaciones sindicales, indígenas, de mujeres, estudiantes o de educadores. En lugar de ese tipo de calidad, es necesario proyectar una perspectiva social y humana que lleva a muchos estudiosos a plantearse que probablemente es mejor de hablar de una educación digna para garantizar la dignidad de las personas como lo hacen todos los Derechos Humanos.

Cuando se habla de la calidad en los términos del mercado, poco importa que se añadan adjetivos como: “calidad y calidez”. Menos cuando la realidad demuestra que se pretende educar para la competitividad, que no tiene que ver ni con la calidez ni con la solidaridad sino con el funcionamiento del mercado en donde sencillamente el pez grande se come al pez chico. O se educa para competir al modo capitalista o se educa para compartir, no se puede hacer las dos cosas al mismo tiempo.

Todo esto lleva a que la vivencia cotidiana de los Derechos Humanos no sea, hoy por hoy, una realidad en la Universidad ecuatoriana, en la que perduran prácticas excluyentes y donde no es habitual la promoción de los derechos. En ese sentido la Universidad refleja lo que pasa en el país.

Pero, además en nuestro sistema universitario hay retrocesos en derechos como el de participación. Por ejemplo, antes los decanos eran elegidos democráticamente por vía de la votación, pero hoy son designados por los rectores; se redujo la presencia de representaciones estudiantiles y de empleados y trabajadores en los organismos de dirección de la vida universitaria; la autonomía se encuentra permanentemente sometida a los controles y normas de instancias superiores pero externas a cada centro universitario. El propio trabajo docente se va burocratizando con fichas y formularios, una productividad basada en el negocio de las revistas indexadas y más normas que reflejan como la evaluación externa y la categorización de las universidades se convierten en el mecanismo orientador por excelencia.

Todo esto implica que la vida democrática en la academia se reduce y el debate se aleja de las universidades. Al mirar estos mecanismos y frente al autoritarismo, se podría recordar lo expresado por el entonces rector de la Universidad de Cervera, en Cataluña, al rey Fernando VII: “Lejos de nosotros, Majestad, la funesta manía de pensar”.

Pero los que defendemos el derecho a pensar con cabeza propia, queremos una universidad que no sea copia de otras, que tenga la manía (nada funesta) de pensar y sirva para la emancipación humana. Hacer, en la realidad, a la educación superior un derecho, es una meta que junto a muchas otras permitirán superar la actual crisis civilizatoria.

Amenazas al derecho a la educación superior

En término de orientaciones, o más precisamente imposiciones, hay varios organismos al servicio de las políticas neoliberales y, por tanto, de los intereses de las potencias imperialistas.

El primero que debemos mencionar es la Organización Mundial del Comercio (OMC), que establece las normas para regular el mercado internacional. Una vez considerada la educación como mercancía, se establecen las condiciones para su participación en ese mercado, facilitando una internacionalización que pone a transnacionales educativas por encima de las decisiones de carácter nacional y que, bajo el principio de “nación más favorecida”, garantiza las mejores condiciones que ofrece el país a cualquier inversionista extranjero. Se lo hace, además, colocando a las entidades extranjeras en las mismas condiciones de los proveedores nacionales del servicio, en una competencia que, al igual que otras, se torna injusta y favorecedora de los monopolios.

El primero de los aspectos de base se vincula especialmente con los procesos de mercantilización de la educación superior impulsados por el soporte ideológico de la globalización -el neoliberalismo- que promueve, entre otras políticas, un fuerte proceso de privatización y libre disponibilidad de los bienes y servicios. En términos educativos implica concebir a la educación como un servicio transable, comercializable como cualquier otro commodity. Quienes fomentan esta liberalización señalan que los servicios de educación superior están ampliándose y diversificándose mediante el uso de internet, de modo que constituyen una actividad empresarial internacional cada vez más im-portante, que complementa el sistema de enseñanza pública y contribuye a la difusión en todo el mundo de la moderna economía del conocimiento (Fernández Lamarra y Perez Centeno, 2014).

Las Modalidades de comercialización que la OMC determina para la educación superior son:

  1. Suministro a través de las fronteras: esta modalidad no implica un traslado del consumidor (Ej. educación a distancia, e-learning, universidades virtuales).
  2. Consumo en el extranjero: implica un traslado del consumidor al país proveedor (Ej. personas que van a estudiar a otro país).
  3. Presencia comercial: El proveedor se establece en otro país a fin de realizar su prestación de servicios (Ej. filiales, franquicias, oficinas de asesoría, acuerdos de asociación entre universidades).
  4. Presencia de las personas de la entidad extranjera en el país (Ej. profesores o investigadores que viajan temporalmente a otros países para prestar servicios).

Estas ideas, consecuencia de la creciente significación económica del conocimiento en la fase actual del desarrollo capitalista, impregnan fuertemente el debate educativo y han logrado imponerse a nivel global traduciéndose en decisiones políticas de carácter internacional. Desde 1999, el Acuerdo General de Comercio de Servicios de la OMC (AGCS o GATS, en inglés) incluye a la educación entre los servicios, tendiendo a la “liberalización en el comercio de servicios de enseñanza”, lo que obligaría a los países miembros de la OMC a eliminar las reglamentaciones o regulaciones nacionales que afecten el comercio de esos servicios. Debido a ello, la reglamentación nacional en materia de calificación, procedimientos, requisitos y procedimientos de concesión de licencias, normas técnicas, pasarían a ser objeto de “evaluación” por parte de la Organización Mundial de Comercio.

Dado que es el lucro junto con la formación de profesionales en una lógica neoliberal es lo que se busca, se procura la mercantilización de las universidades. Esto incluye a las estatales, pues son convocadas a participar en esos esquemas y, de paso, allí estará un componente de las evaluaciones internacionales.

Similar es la postura de los bancos Mundial (BM) e Interamericano de Desarrollo (BID) que de manera especial usan la deuda externa para imponer la receta neoliberal (Isch, 2008). La primera amenaza viene de la tesis impulsada por el BM que plantea a los estados favorecer el financiamiento para la educación básica, reduciendo el presupuesto para las universidades. Esto lleva a formas directas e indirectas de privatización y a una competencia que perjudica a las universidades públicas. El derecho a la educación superior simplemente no existe o se reduce a las posibilidades de ingreso.

Según el (Banco Mundial, 1995), la crisis de las universidades se debía al déficit presupuestario ocasionado por el elevado “gasto” por estudiante y al uso ineficiente de los recursos transferidos por el Estado. Esta situación generó el incremento de universidades privadas en la región para cubrir la creciente demanda de estudiantes (Psacharopoulos & Woodhall, 1986). Ecuador, en abril del 2012, contaba con 70 unversidades, de las cuales 45 de ellas fueron creadas entre 1992 y 2006, es decir un crecimiento del 180% en 14 años, lo que llevó a una saturación en cantidad y mala calidad.

El Banco Mundial (BM) y el BID utilizan las condicionalidades que acompañan a cada crédito de deuda externa para imponer sus políticas. Esto le otorga un peso específico que conduce a que, más allá de las políticas y normativas nacionales, se impulsen sus dictados. Así, Martins (2018) concluye que:

Si bien los aportes de las conferencias regional y mundial de UNESCO tuvieron un impacto en las legislaciones de la educación superior de algunos países, hay que reconocer que su impacto fue menor que la doctrina neoliberal y no pudo desplazar de manera clara, ni en la práctica universitaria ni en el debate, los postulados mercantilistas y privatizadores del Banco Mundial, aunque ofreció una alternativa teórica a sus postulados que reforzó la legitimidad de las universidades públicas en nuestros países(2018, p. 77).

Aunque Ecuador no es parte de la OCDE, en el gobierno de Correa se comprometió al país con las pruebas PISA que más allá de la evaluación comparativa y estandarizada establece orientaciones de políticas para cumplir con los rankings y homogenización[5]. Si bien PISA no se aplica en el nivel superior, el hecho es que se estableció con ello una vinculación que incide en todo el sistema. Por otro lado, las mismas pruebas PISA se entregaron a una empresa privada, la misma que se encarga de la más importante edición de textos para todos los niveles. Con ello, la pertinencia universitaria cae aún más y se le aleja de la posibilidad de cumplir una clara actoría en la solución de problemas nacionales.

Las pruebas presentan los mismos males que todo tipo de prueba estandarizada, los que las convierte más un mecanismo de control que un instrumento de mejora educativa, además de poseer un “profundo error conceptual” y graves «desviaciones» en lo pedagógico y en lo estadístico. “La prueba PISA responde claramente a las exigencias del mundo globalizado y a la circulación de cerebros privilegiados como mercancías altamente tasadas, por ello sus resultados son interesantes indicadores” (Isch, 2016).

La OCDE plantea una fuerte presencia de las plataformas digitales como instrumento de uso en todo sistema de comercialización. Lo que sucede finalmente es que “El capitalismo de plataforma virtual coloniza la educación” (Kuenh, 2020). Las plataformas tendrán que ver con la manera de enseñar, la reducción de docentes, la venta de información de los “usuarios”, la monetización de los “servicios”.

Una línea de cooperación privada, que muestra diferencias entre sí y que en muchos casos también decide por encima de los Estados, plantea igualmente una internacionalización que desconoce el derecho educativo y la necesaria autonomía se los centros de educación superior. Aquí se encuentran grandes corporaciones del mundo digital, como Google, Microsoft, Apple, Amazon, cuya presencia crece aceleradamente imponiéndose sobre cualquier sentido de libertad de cátedra y autonomía universitaria.

A las amenazas se suma las crecientes alianzas de UNESCO con el capital financiero y empresarial (Bonilla 2022a) y que llevó a fuertes críticas a la manera de organizar la III Conferencia Mundial de Educación Superior (CMES), convocada por la UNESCO para Barcelona del 18 al 20 de mayo de 2022. Particularmente la participación de los docentes y sus organizaciones fue muy acotada y el hecho que incluso meses después todavía no se difunda el documento final, demuestra el grado de contradicciones presentes.

Como se ve, hoy como siempre la educación es un campo de definiciones en las que lo determinante es la correlación de fuerzas entre los distintos actores sociales. Si es un derecho o una mercancía es un punto central, pero no la única contradicción presente. Y, por otro lado, no bastan las normativas o las declaraciones, porque lo importante está en la totalidad de los hechos. Allí es donde debemos avanzar para garantizar una educación universitaria digna al alcance de todos y todas.

Referencias bibliográficas

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[1] Este artículo está basado en: Isch L. Edgar, (2016). El derecho a la educación superior en el marco de las políticas actuales, 2016. Nuevos tiempos, nuevos desafíos. Memorias del Primero Congreso Ecuatoriano de Derechos Humanos. Suplemento de la Revista de Ciencias Sociales de la Universidad Central del Ecuador. UCE – CEDHU – Ediciones La Tierra, Quito. Págs. 183-195. Se han realizado ajustes y añadidos en esta nueva publicación.

[2] Párrafo 51de “Educación para Todos: Nuestros compromisos comunes. Comentario detallado del Marco de Acción de Foro Mundial de Educación de Dakar”, Senegal, abril de 2000.

[3] Si fuese cierto que la meritocracia “da a cada uno lo que merece”, tal como lo dice el gobierno del Ecuador o una publicidad de los automóviles Chevrolet en Argentina, habría que preguntarse si el burgués más adinerado del Ecuador es realmente el ciudadano más inteligente, o el más trabajador o el más creativo. Como seguramente nadie pensará eso, podemos decir que no se explica por la vía de los méritos una concentración de riqueza a ese nivel. Así como no se explicaría por la vía de los méritos, que tengan los “que merecen”, indígenas de Saraguro injustamente condenados a cárcel por manifestarse en defensa de sus derechos. La desigualdad social en el capitalismo está muy lejos de ser un asunto de méritos.

[4] En la obra de Bernal Pulido se realiza una importante presentación de estas corrientes, incluyendo referencias a sus representantes más importantes y análisis desde la doctrina jurídica.

[5] La pruebas se aplicaron en 2017.

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Brasil: Manifiesto de convocatoria para el Tercer Congreso Mundial contra el Neoliberalismo Educativo

Manifiesto de convocatoria para el Tercer Congreso Mundial contra el Neoliberalismo Educativo

 Luis Bonilla-Molina

Manifiesto

La lucha por defender la educación pública ante la ofensiva neoliberal

Documento de política para el Tercer Congreso Mundial Contra el Neoliberalismo Educativo

El derecho a la educación pública universal es un logro del pueblo, arrebatado al capitalismo en décadas de lucha. Sin embargo, las burguesías nacionales e internacionales continuaron intentando mantener los sistemas escolares y las universidades dentro del marco limitado de la empleabilidad y el control social.

En los años sesenta, la Conferencia Internacional sobre la Crisis Mundial de la Educación (1967), convocada por el presidente de Estados Unidos Lyndon Johnson, impulsó un renovado ataque al humanismo pedagógico, estableciendo a nivel global la idea de que la educación estaba en crisis, porque Los sistemas escolares y las universidades han tenido serias dificultades para incorporar la innovación científica y tecnológica de manera oportuna. A esta iniciativa le siguieron múltiples declaraciones y documentos, entre ellos el libro del cofundador del Instituto Internacional de Planificación de la Educación (IIPE-UNESCO) Philip Coombs (1968) llamado “Crisis Mundial en la Educación” (1971) y el Informe Fauré ( 1973). La solución que el capital empezó a proponer para superar esta “crisis educativa” fue la cultura evaluativa, la comercialización y la privatización.

En los años setenta del siglo XX, cuando comenzaron a soplar vientos neoliberales en el mundo, el discurso de la cultura evaluativa tomó forma con la normalización de términos, la estandarización de currículos y prácticas pedagógicas, la indexación de modelos de políticas públicas para el sector. , serialización de publicaciones y bibliometría, pragmatismo didáctico y funcionalismo evaluativo. La comercialización se centró en la construcción de perfiles de formación escolar y universitaria orientados a la empleabilidad y el mercado, mientras que la privatización se basó en la instalación de la noción de que las buenas prácticas educativas sólo podían lograrse si eran posibles distintas formas de privatización.

En la década de 1980, el capitalismo avanzó en la promoción de las cinco categorías evaluativas. para una educación, a partir de la cual construir indicadores y metas de logro, como si los sistemas escolares y las universidades fueran fábricas convocadas para producir mercancías tituladas. Calidad, relevancia, innovación, efectividad e impacto se convirtieron en las ideas que permitieron institucionalizar la lógica comercial de oferta-demanda en la educación.

En el camino, las malas condiciones y salarios de los docentes se agudizaron, mientras que la desinversión en educación se generalizó. La tercerización de servicios, prestación, mantenimiento e incluso infraestructura terminó abriendo caminos para que el presupuesto educativo terminara en manos de los sectores empresariales. El ataque al sindicalismo y al sindicalismo docente se intensificó para reducir las posibilidades de resistencia organizada a la ofensiva capitalista contra la educación.

En la década de 1990, el neoliberalismo popularizó las pruebas estandarizadas para la educación primaria y secundaria, haciendo lo mismo con las clasificaciones estandarizadas para la educación universitaria. La cultura ISO se instaló en la educación, haciendo de la medición la forma de evaluar si la educación estaba saliendo de los parámetros de “crisis”, para reinventarse según las demandas del mercado. El paradigma STEM y las pruebas estandarizadas implementadas por el Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad Educativa (LLECE – UNESCO) y PISA (OCDE), se convirtieron en los referentes aceptados por el cosmopolitismo empresarial para indicar si salía o no de la crisis educativa, cuando en En realidad, se trataba de combinar la empleabilidad y la comercialización de los procesos de enseñanza y aprendizaje. En la educación superior, los rankings se consolidaron a través de las dinámicas de acreditación, internacionalización, bibliometría, imposición de recaudación de fondos privados para poder realizar investigación y extensión, así como la devaluación de los contenidos humanísticos y el pensamiento crítico; La universidad intentó encapsularse para poder estudiar la realidad sin pisarla.

En el siglo XXI, la estandarización multilateral de la educación (Objetivos del Milenio, Objetivos de Desarrollo Sostenible), la llamada transformación digital de la educación (centralidad de lo digital-virtual) y la creciente influencia de la filantropía corporativa ( Tink Tank que dicen y financian lo que las empresas considerar hacer en educación) continuó intentando alinear los sistemas escolares y las universidades con los propósitos del mercado.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) son un terrible esfuerzo de homogeneización educativa a escala planetaria, que busca alinear los sistemas escolares y universitarios y, la adhesión a la transición del modo de producción capitalista de la tercera a la cuarta revolución industrial. Pretenden imponer una visión única de la educación, con indicadores, metas y logros uniformes, como si la diversidad no existiera. Quieren imponer una forma única y controlable de diversidad sexual, negritud, género, nuevas masculinidades y opresión en general, despolitizando diferentes formas de resistencia a la opresión de cuerpos, mentes y clases sociales.

La llamada Transformación Digital de la Educación estuvo acompañada de nuevas formas de privatización. Desde el confinamiento por la pandemia de COVID-19, han sido los estudiantes, docentes, trabajadores de la educación y las familias quienes han tenido que soportar los costos del cambio a modelos educativos virtuales, híbridos, asincrónicos y digitales. El acceso a Internet y planes de datos, la adquisición de equipos de conexión remota y el acceso a plataformas de conexión propias es cada vez más una responsabilidad de la que los Estados buscan eximirse de pagar. La suma individual de esta dinámica privatizadora significa la transferencia de millones de dólares de los bolsillos de los trabajadores a las arcas del capital y de las grandes corporaciones tecnológicas. Sin embargo, la desigualdad de oportunidades, debida al origen social y al poder adquisitivo de muchos estudiantes, también está generando renovadas formas de estratificación y exclusión educativa.

El capital pretende convertir a quienes participamos en los procesos de enseñanza y aprendizaje en simples operadores tecnológicos ilustrados, eliminando la posibilidad de que seamos trabajadores de la educación y estudiantes que reflexionemos sobre las formas tecnológicas que la educación requiere en el presente. Pretenden limitar las demandas de los sectores organizados al suministro de equipos, conexión y mantenimiento de redes y no pensar en tecnologías situadas y socialmente capaces de producir una transformación de las mentes y del medio ambiente.

Como colofón a esta situación, ahora lo digital-virtual, en escuelas y universidades, se convierte en un instrumento de captura de datos, para instalar un régimen predictivo capitalista que permita modelar personalidades según las necesidades del consumidor y del mercado, pero también implementar modelos orwellianos de control en espacios educativos. Esto plantea nuevas exigencias a los sindicatos, sindicatos y organizaciones estudiantiles, que tampoco pueden olvidar los otros aspectos de la ofensiva del capital en la educación.

Cada día son más los llamados “emprendedores unidos por la educación” que quieren marcar la pauta de lo que hay que hacer en educación y utilizan para ello los fondos disponibles en sus fundaciones. Financian think tanks que se convierten en nuevos lugares de enunciación de políticas públicas en educación y controlan el multilateralismo educativo, a través de la llamada gobernanza global de la educación.

Todo esto sucedió – ​​y sucede. con la complicidad abierta o encubierta de los gobiernos. Las políticas públicas en educación estuvieron permeadas por estas perspectivas y prácticas, tratando de construir un sentido común de aprendizaje alineado con la formación como mercancía.

Sin embargo, con lo que no contaba el capital era con la resistencia de los sindicatos, los trabajadores de la educación, los estudiantes y las familias, que estaban construyendo un tejido social nacional alternativo, frenando la ofensiva de la burguesía sobre la educación, pero también construyendo prácticas y propuestas que recuperaran la idea de educación liberadora, de lo común, fundamentalmente la perspectiva de los trabajadores sobre el significado y orientación de la educación.

Estas resistencias gremiales, sindicales y estudiantiles fueron sorteando los aparatos burocráticos que buscaban legitimar el pensamiento mercantil único para la educación y tomando conciencia de que la lucha contra el capital en materia educativa se da en todos los lugares y territorios del planeta. La ofensiva del capitalismo contra la educación pública, libre, popular, laica, científica, democrática y humanista es global y, por tanto, resistirla sólo es posible si quienes resistimos lo hacemos de manera coordinada.

Hoy, las mayores posibilidades de resistencia a la ofensiva del capital se expresan en la alianza de sindicatos y asociaciones de trabajadores de la educación, organizaciones estudiantiles y comunitarias. La alianza del capital contra la educación del pueblo sólo puede enfrentarse con una alianza amplia de sectores populares organizados.

Este es el espíritu que inspira la convocatoria y realización del Tercer Congreso Mundial contra el Neoliberalismo Educativo: en defensa de la educación pública. Del 11 al 17 de noviembre de 2024 luchadores sociales, sindicales y estudiantiles nos estaremos reuniendo no sólo para analizar lo que está pasando y construir un mapa de resistencia, sino para pensar alternativas.

iniciativas pedagógicas y seguir recorriendo caminos de unidad en la diversidad para defender la educación crítica, la creatividad y el compromiso social. La gente humilde de hoy y las nuevas generaciones de hombres y mujeres que viven del trabajo requieren de un esfuerzo redoblado para evitar que el capitalismo logre sus propósitos en la educación.

Te esperamos con los brazos abiertos, con el corazón emocionado y con la conciencia clara del desafío que tenemos por delante. El evento se llevará a cabo del 11 al 17 de noviembre, en la Universidad Estatal de Río de Janeiro, Brasil. Construyamos juntos el futuro de libertad, democracia y justicia social a través de la educación, que nuestro pueblo exige.

Comité Organizador

Fuente de la Información: https://luisbonillamolina.com/2024/10/26/manifiesto-de-convocatoria-para-el-tercer-congreso-mundial-contra-el-neoliberalismo-educativo/

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España: El recreo escolar como un derecho, no como un castigo

El recreo escolar como un derecho, no como un castigo

José Luis Fernández

Quedarse sin recreo por un mal comportamiento en clase es una acción en manos del profesor tan antigua como corriente, pero podría no ser la mejor opción. Es más, el Observatorio del Juego Infantil acaba de reivindicar este espacio de ocio como un derecho incontestable.

Para ello ha elaborado un manifiesto que tiene como fin proteger los recreos infantiles, amenazados, dice, por las reducciones de tiempo que aplican algunos colegios o por los castigos que dejan sin patio a otros niños.

“Los patios de los colegios constituyen lugares espacio-temporales únicos, donde el recreo se configura como un derecho inalienable”, se afirma desde el Observatorio, que recuerda que “el juego es un derecho para la infancia reconocido por la Organización de las Naciones Unidas, al igual que otros derechos como la educación, la alimentación o la sanidad, y tan necesario para el desarrollo saludable infantil como los anteriores”.

Asociaciones de padres y madres han hecho llegar al Observatorio la práctica de “castigar sin patio” o “sin un rato de patio” las conductas inadecuadas de los niños, tal y como se recoge en los planes de convivencia de los centros. El Observatorio constata que, incluso en algunos colegios, especialmente fuera de España, la tendencia es a abreviar los tiempos destinados al recreo para evitar problemas potenciales.

Por este motivo, el Observatorio recuerda en su manifiesto que el juego es un derecho reconocido por el artículo 31 de la Convención de los Derechos del Niño, tan importante como lo es el derecho a la educación, a la alimentación o a la salud. De hecho, en el año 2013 el Comité de los Derechos del Niños de Naciones Unidas aprobó la Observación General nº17 sobre el derecho del niño al descanso, el esparcimiento y el juego, en la que instaba a los países miembros a respetar la necesidad de los niños a jugar.

Y más allá de un derecho, subraya, “es también una necesidad vital para el correcto desarrollo de la infancia y un potente protector para su salud mental”. Además, destaca, a través del juego se trabajan múltiples procesos intelectuales, como el razonamiento lógico, el pensamiento abstracto, la memoria, la atención, el vocabulario, se adquieren competencias socioemocionales y habilidades sociales”, etcétera.

Porque, agrega, “cuando dejamos que los niños jueguen libremente sin ningún adulto que les guie, permitimos que madure la función ejecutiva que es la capacidad que tenemos de orientarnos a las metas, de planificar, corregir, dirigir, supervisar, mantener la atención… aspecto claves para el éxito académico y personal”, sentencia.

Desde hace ya más de un siglo, pero también las investigaciones más recientes, apuntan a la necesidad de tiempos dedicados al descanso, la recreación y el juego libre para potenciar el aprendizaje en niños y mayores. Tanto es así porque durante el recreo se liberan las tensiones acumuladas en el aula a través del juego físico y del juego libre y se ponen en práctica las actitudes, conocimientos y valores adquiridas en el aula. “A través de ese juego libre los niños construyen una narrativa de lo que les ha ocurrido y les ayuda a integrar las situaciones que viven”, se apunta desde el Observatorio.

De hecho, recuerda, la propia palabra “recreo”, del latín recreare, significa crear de nuevo, hacer revivir, reanimar, vivificar los ánimos o las fuerzas. Es todo aquello que repara del trabajo, divierte o deleita, tan fundamental para el correcto desarrollo de la infancia y para el buen funcionamiento de las aulas.

Con todo esto, desde el Observatorio del Juego Infantil se ha lanzado el manifiesto “¡Protejamos el recreo!” que incluye las siguientes reivindicaciones:

  1. El juego es un derecho que debe ser garantizado, ¡tan importante como la salud y o la educación! Respetar el tiempo y el espacio de juego en los centros educativos es clave para garantizar el aprendizaje y un desarrollo psicosocial saludable.
  2. Como adulto, ¡da un paso atrás! La labor del adulto debe ser respetuosa con el juego de niños y niñas. Esto implica que, a veces, los adultos tienen que dar un paso atrás o no intervenir directamente. En caso de que el adulto participe, debe ser consciente de que tiene que abandonar el rol directivo y tomar un papel secundario, colaborador en el juego, salvo para establecer límites en la seguridad física o psíquica de los menores.
  3. Conecta con la naturaleza. Los niños necesitan estar conectados al medio natural. Ofrece oportunidades de juego en entornos donde haya árboles, plantas, tierra y arena antes que en otros espacios artificiales.
  4. Invítales a experimentar todo tipo de juegos. Las pistas deportivas muestran sólo un modo de uso del espacio que no debería determinar la jornada del recreo. Es importante que se expongan a diversos tipos de juegos: simbólicos, físicos, de mesa, tradicionales. Desde el juego libre inventado por ellos mismos hasta el juego estructurado de normas.
  5. Ayúdales a fomentar el juego inclusivo desde distintas formas de agruparse. Es esencial que en la niñez experimenten distintas formas de agruparse, grupo-clase, entre distintos grupos de distintas edades, en cuartetos, tríos, parejas, etc. Ningún niño/a debería quedarse solo en el patio. Jugar también significa convivir con niños y niñas de diferentes edades. Los mayores enseñan desde el ejemplo a los pequeños y los pequeños enseñan a adaptar su lenguaje y su pensamiento a los mayores.
  6. Invítales a experimentar con todos los sentidos. En una época predominantemente visual y digital, ayúdales a realizar actividades que pongan en juego todos sus sentidos. El tocar, oler, escuchar, sentir y observar son capacidades que merecen la pena ser cultivadas.
  7. Dale una vuelta al material de juego. Los materiales deportivos son un excelente complemento que puede enriquecer el juego. Igualmente importante son otro tipo de materiales que inviten a la expresión artística como disfraces, instrumentos o pinturas. Y, si no se tienen ciertos materiales quizás puedan ser creados y elaborados por los niños y niñas.
  8. Incítales a cambiar el ritmo. Cualquier juego puede cambiar por completo si se modifica la velocidad de los juegos. Ante la aceleración predominante en la vida, sugiéreles alteraciones en el ritmo de los juegos, para que puedan apreciar otros detalles que la velocidad no siempre permite percibir.
  9. Los niños y niñas tienen que ser corresponsables de la organización del recreo y de sus propias actividades. Hay que preguntarles, dejarles decidir y dejarles hacer. Así, colectivamente aprenden a tomar decisiones, respetar y a tolerar sus diferencias e identificar sus similitudes.
  10. ¡No te olvides de divertirte y hacer disfrutar a los demás! El patio es un lugar para experimentar emociones de todo tipo pero ante todo tiene que ser un lugar amable para todos y todas. Invita a los niños y niñas a pensar cómo un juego puede ser más divertido no sólo para sí mismo sino para los demás. Ayuda a los niños y niñas a vivir con alegría, entusiasmo y optimismo la aventura de jugar.

El Observatorio del Juego Infantil es un instrumento de la Fundación Crecer Jugando dedicado a la entidad cuyo fin es el seguimiento, vigilancia y control de la aplicación de uno de los derechos recogidos en la Convención de los Derechos del Niño, el derecho al Juego. Recopila y contribuye a la difusión de todos aquellos estudios e investigaciones o eventos cuyo contenido versa sobre el valor del juego y los juguetes, con el fin de ofrecer información de interés a todos aquellos que deseen profundizar en este tema.

La Fundación Crecer Jugando tiene como fin la defensa y promoción de uno de los derechos fundamentales del niño: el derecho al juego. El juego es una de las actividades más importantes para el desarrollo global del niño.

Junto a RTVE lleva a cabo de forma anual la campaña “Un Juguete, una ilusión” cuyo objetivo es la recaudación de fondos a través de la venta del bolígrafo solidario para hacer llegar juguetes a niños de países desfavorecidos www.unjugueteunailusion.com

El compromiso de la Fundación Crecer Jugando por defender el derecho al descanso, al esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas se concreta en la promoción de la actividad lúdica en sí misma y a través del juguete y en la celebración de mesas redondas, conferencias, coloquios y difusión de trabajos de investigación.

 

Fuente de la Información: https://exitoeducativo.net/el-recreo-escolar-como-un-derecho-no-como-un-castigo/

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México: Pensar en los estudiantes, fundamental para cambios en educación superior: especialistas

Pensar en los estudiantes, fundamental para cambios en educación superior: especialistas

Clara Grande Paz

*A veces las instituciones de educación superior no son suficientemente abiertas: De los Reyes Heredia

*Sólo alrededor de 30 por ciento de los jóvenes termina sus estudios superioresAlvarez Mendiola

 

El pensar en el estudiantado resulta fundamental para articular el conjunto de cambios y de políticas necesarias a nivel nacional, coincidieron la y los ponentes del Conversatorio ¿Cuáles son los retos de la universidad pública mexicana?, moderado por el doctor Jesús Álvarez Calderón, del Departamento de Ingeniería de Procesos e Hidráulica de la Unidad Iztapalapa de la UAM.

Temas como la cobertura, la desigualdad, la equidad y la formación que se ofrece en las instituciones públicas de educación superior fueron discutidos por los doctores José Antonio De los Reyes Heredia; Germán Álvarez Mendiola, del Departamento de Investigaciones Educativas del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (CINVESTAV); Marion Whitney Lloyd, del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación, y Roberto Rodríguez Gómez Guerra, director del Programa Universitario de Estudios sobre la Educación Superior de la Universidad Nacional Autónoma de México.

El rector general de la UAM, José Antonio de los Reyes Heredia, se refirió a la relevancia de actualizar los planes y programas de estudio, a partir de necesidades ya expresadas a nivel internacional que permiten vislumbrar algunos de los requerimientos a futuro y poner en el centro los requerimientos del alumnado.

“En términos de la investigación, contar con la suficiente apertura y flexibilidad y estar abiertos a nuevos campos sin perder las ventajas de la libertad de investigación que nos dan las universidades públicas y estar pendientes de las exigencias de las sociedades”.

El Rector General de la UAM reconoció que a veces, las instituciones de educación superior “no somos lo suficientemente abiertas para incorporar armónicamente las funciones sustantivas y que las comunidades se integren”.

En ese sentido, declaró la importancia de fomentar una discusión colectiva que involucre los órganos colegiados en un momento en que el trabajo interdisciplinario y transdisciplinario está a la orden del día.

Indicó que es preciso convencer a la sociedad de que las universidades no son una torre de marfil y son pertinentes socialmente, lo cual es uno de los grandes retos “en donde creo que hay soluciones que ya están al alcance y nada más nos queda explotarlas para mostrarlas a la colectividad en su conjunto”.

El doctor Álvarez Mendiola expuso que sólo alrededor de 30 por ciento de los jóvenes termina sus estudios superiores, aspecto que refleja que las universidades podrían hacer algo para ofrecerles mayores herramientas y capacidades para poderse insertar en el campo laboral.

“En ciertos ámbitos académicos hay el rechazo de que las instituciones de enseñanza superior deban formar para el trabajo, cuando en realidad es una necesidad que tienen los alumnos de estar bien formados para tener mejores condiciones de vida”.

La doctora Whitney Lloyd observó que es esencial recordar que la universidad es un vehículo de movilidad social, por lo que deben enfrentar sus problemáticas de fondo y generar políticas de Estado que traten de ser audaces, comprensivas de la realidad que viven y enfrentan los jóvenes y con un verdadero efecto, de ahí que se analice a profundidad aspectos como la cobertura y la calidad educativa.

Por su parte, el doctor Rodríguez Gómez Guerra abordó los cinco retos para las universidades: la necesidad de crecimiento; el financiamiento; la defensa de la autonomía; la coordinación, articulación y gobernanza de las instituciones del sector público, y los temas referentes al cambio institucional.

La UAM comprometida con la justicia social y el avance del país

La Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) ha mantenido un compromiso histórico con la justicia social y el avance del país y hoy, más que nunca, “debemos liderar con el ejemplo, ser un faro que ilumine tanto las mentes de quienes transitan nuestras aulas como el alma de una nación que, en medio de múltiples crisis, busca una salida que sólo puede nacer de una educación profundamente transformadora, afirmó el doctor José Antonio De los Reyes Heredia, rector general de esa casa de estudios.

En la inauguración del Foro de Educación Superior, Sociedad y Retos para el Futuro Inmediato, en la Unidad Iztapalapa, en el marco de las celebraciones del 50 aniversario de la UAM, puntualizó que este encuentro es una invitación a reflexionar crítica y autocríticamente sobre los desafíos actuales, y a formular propuestas que impulsen hacia un futuro más equitativo, inclusivo y sostenible.

En ese sentido, aseguró que la Casa abierta al tiempo se encuentra en un momento decisivo para redefinir su papel en un país que evoluciona, pero que aún carga con antiguas desigualdades y nuevas urgencias.

Entre algunos de los desafíos, señaló la equidad, en un contexto en el que miles de jóvenes se enfrentan a la desigualdad social; el desarrollo de habilidades para adaptarse a un mundo en constante cambio y circunstancias impredecibles; el acceso a las herramientas tecnológicas; la necesidad de abordar la crisis climática y  la atención a todas las formas de violencia, en particular la de género, así como promover un ambiente más inclusivo, aspecto en el que la UAM, dijo, ha generado políticas transversales y acciones concretas para fortalecer la cultura de paz.

El doctor De los Reyes Heredia enfatizó que ser críticos implica hacer autocrítica, de ahí la pertinencia de preguntarse si como universidad se está respondiendo de manera adecuada a las necesidades urgentes de la sociedad y si se ha logrado que el conocimiento generado aquí no se quede en los muros de la academia para que llegue a las calles y sirva a quienes más lo requieren.

Por su parte, la doctora Verónica Medina Bañuelos, rectora de la Unidad Iztapalapa, consideró imperativo analizar el impacto y responsabilidad de las casas de estudio en la formación de profesionales de alto nivel, la investigación como motor para el desarrollo nacional y el compromiso que se asume día a día con la juventud y la sociedad mexicana.

“Los temas que se abordarán en este Foro son cruciales para delinear el camino que nuestras universidades deben seguir durante los próximos años, se discutirán desafíos actuales y venideros en los procesos de enseñanza aprendizaje, la generación de conocimiento y el desarrollo de innovaciones en ciencias, humanidades y tecnología, así como la solución de problemáticas sociales que demandan atención urgente”.

Asimismo, expresó que se analizará la relevancia de colaborar estrechamente con las comunidades y las instituciones para construir respuestas adecuadas a los retos del siglo XXI y agradeció la participación de los especialistas y ponentes tanto nacionales como internacionales, y al comité organizador encabezado por la Red de Investigación Interdisciplinaria Educación Superior, Sociedad y Tecnología, de esta casa de estudios.

 

Fuente de la Información: https://www.educacionfutura.org/pensar-en-los-estudiantes-fundamental-para-cambios-en-educacion-superior-especialistas/

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Psicología Infantil: Quién fue Jean Piaget, el psicólogo que creía que un niño no es un adulto en miniatura y planteó las 4 etapas del desarrollo cognitivo infantil

Quién fue Jean Piaget, el psicólogo que creía que un niño no es un adulto en miniatura y planteó las 4 etapas del desarrollo cognitivo infantil

 BBC News Mundo

¿Qué tienen en común la observación de moluscos y una teoría revolucionaria sobre la mente infantil?

La vida y obra de Jean Piaget ofrecen una respuesta fascinante a esta pregunta. Desde su formación como biólogo hasta convertirse en uno de los psicólogos más influyentes del siglo XX, Piaget transformó nuestra comprensión de cómo los niños piensan y aprenden.

Su «Psicología del niño», escrito con su colaboradora Bärbel Inhelder, sigue siendo un pilar importante en la educación moderna y en la psicología del desarrollo. En este artículo, comprenderemos cómo un biólogo suizo llegó a cambiar el panorama educativo para siempre.

Un investigador precoz

Una pequeña mira con una lupa 

Getty Images
Para Piaget, el conocimiento no es simplemente una acumulación pasiva de hechos, sino que es el resultado de la interacción constante entre el niño y su entorno.

Jean Piaget nació el 9 de agosto de 1896 en Neuchâtel, Suiza. A los 11 años, Piaget ya había publicado su primer artículo científico sobre un gorrión albino que observó en un parque cercano.

La historia es más que una anécdota curiosa; refleja el temprano interés de Piaget por la observación detallada de la naturaleza, algo que marcaría su enfoque en la investigación a lo largo de su vida.

En la adolescencia, continuó publicando trabajos sobre moluscos, lo que lo llevó a obtener un doctorado en Ciencias Naturales a la edad de 21 años.

Sin embargo, a medida que profundizaba en la biología, Piaget comenzó a interesarse por preguntas más amplias sobre el conocimiento y la mente humana.

Este interés le llevó a cambiar de rumbo, orientándose hacia la psicología y la epistemología, disciplinas en las que se convertiría en una de las figuras más influyentes.

De la biología a la psicología infantil

Una caja con una serie de pruebas de inteligencia que se usaban en 1937. 

Getty Images
Piaget encontró más llamativas las respuestas equivocadas que daban los niños a las pruebas de inteligencia que las correctas.

En París, Piaget trabajó con Théodore Simon, colaborador de Alfred Binet, el creador de las pruebas de inteligencia.

Durante este tiempo, Piaget realizó un importante descubrimiento: las respuestas incorrectas de los niños en las pruebas de inteligencia eran más reveladoras que las correctas.

A partir de estos errores, Piaget comenzó a formular la idea de que los niños no piensan de la misma manera que los adultos, sino que pasan por una serie de etapas cualitativamente distintas a lo largo de su desarrollo.

Para Piaget, el niño no es simplemente un adulto en miniatura: piensa de una manera completamente distinta. Su convicción lo llevó a abrir la puerta a la creación de su influyente teoría del desarrollo cognitivo.

Las 4 etapas del desarrollo cognitivo

Una niña con un teléfono de juguete 

Getty Images
Uno de los famosos experimentos de Piaget planteaba que los niños tienen una capacidad limitada para entender otras perspectivas entre los 2 y 7 años.

Piaget describió el desarrollo cognitivo de los niños a través de cuatro etapas principales:

  • Etapa sensoriomotora (0-2 años). Los niños experimentan el mundo principalmente a través de sus sentidos y acciones físicas. En esta fase desarrollan la “permanencia del objeto”, es decir, la comprensión de que los objetos siguen existiendo aunque no se vean.
  • Etapa preoperacional (2-7 años)Durante esta etapa, los niños comienzan a utilizar el lenguaje y los símbolos, pero su pensamiento sigue siendo egocéntrico. Un ejemplo curioso que ilustra este egocentrismo es la famosa anécdota en la que Piaget observó a su hija pequeña hablando por teléfono y asumiendo que su interlocutor podía ver lo que ella veía, mostrando cómo el niño en esta fase aún no comprende completamente las perspectivas ajenas.
  • Etapa de las operaciones concretas (7-11 años)Los niños comienzan a pensar de manera lógica sobre situaciones concretas. Aquí, Piaget realizó unos de sus experimentos más conocidos, donde los niños tenían que juzgar si la cantidad de líquido que contenían dos vasos de formas diferentes era la misma. Descubrió que, en esta etapa, los niños entienden que, aunque la forma cambie, la cantidad de líquido sigue siendo la misma.
  • Etapa de las operaciones formales (12 años en adelante)En esta última etapa, los adolescentes desarrollan la capacidad de pensar de manera abstracta y lógica, un paso fundamental para el razonamiento científico y matemático.

El método clínico y la observación directa

Retrato de Piaget 

Getty Images
Piaget usó la observación científica para entender la manera en la que los niños desarrollan conocimientos.

Una de las grandes innnovaciones de Piaget fue su uso del método clínico, que consistía en observar y cuestionar a los niños de manera abierta, sin imponerles respuestas o direcciones.

Este enfoque le permitió descubrir cómo los niños construyen activamente su conocimiento a través de la interacción con el mundo que les rodea.

Para Piaget, el conocimiento no es simplemente una acumulación pasiva de hechos, sino que es el resultado de la interacción constante entre el niño y su entorno.

Esta construcción del conocimiento tiene lugar a través de dos procesos clave: la asimilación, a través de la que el niño incorpora nueva información a sus esquemas existentes, y la acomodación, que le permite ajustar estos esquemas para adaptarse a nuevas experiencias.

Impacto en la educación

Un niño revisando debajo de las rocas de un río 

Getty Images
Piaget defendía la idea de que las cosas que se le enseñan a un niño son cosas que deja de descubrir o aprender por sí mismo.

El trabajo de Piaget ha tenido un impacto profundo en la pedagogía. Sus teorías sugieren que el aprendizaje no es lineal ni homogéneo para todos los niños, sino que debe adaptarse a las etapas del desarrollo cognitivo de cada uno.

Piaget defendía que la enseñanza debería centrarse en proporcionar experiencias ricas y variadas que permitieran a los estudiantes explorar y descubrir por sí mismos.

Para Piaget, los educadores tienen un papel esencial como guías que ayudan a los niños a construir su propio conocimiento. Destacó la importancia de la libertad en el aprendizaje. Y consideraba que el principal objetivo de la educación es formar personas que sean capaces de hacer cosas nuevas, no simplemente repetir lo que otras generaciones han hecho.

En otras palabras, el aprendizaje debe ser un proceso activo que fomente la creatividad y el pensamiento crítico, en lugar de una mera memorización de hechos. Como él mismo resumió: «Todo lo que se le enseña a un niño, se le impide inventarlo o descubrirlo».

Legado y relevancia actual

Una niña explora un lago 

Getty Images
Muchas de las teorías de la pedagogía actual se basan en las teorías y experimentos de Piaget.

Aunque algunas partes de su teoría han sido revisadas con los avances en la neurociencia y la psicología moderna, el legado de Piaget se mantiene pertinente.

Sus ideas sobre el desarrollo infantil y la importancia de adaptar la enseñanza a las necesidades cognitivas del niño continúan influyendo en las prácticas pedagógicas en todo el mundo.

Su enfoque desde la experimentación y la observación detallada le permitió observar de cerca cómo los niños construyen activamente su conocimiento.

Demostró que, al igual que en el caso de los moluscos que estudió en sus primeras observaciones biológicas, el desarrollo intelectual de los niños es un proceso orgánico y progresivo.

Cada etapa es un paso en la construcción de un conocimiento más profundo y más complejo, un proceso que define quiénes somos y cómo entendemos el mundo que nos rodea.

* Fernando Díez Ruiz es profesor e investigador en la facultad de educación y deporte de la Universidad de Deusto. España. Este artículo apareció en The Conversation. Puedes leer la versión original aquí.

 

Fuente de la Información: https://acento.com.do/bbc-news-mundo/quien-fue-jean-piaget-el-psicologo-que-creia-que-un-nino-no-es-un-adulto-en-miniatura-y-planteo-las-4-etapas-del-desarrollo-cognitivo-infantil-9414042.html

 

 

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