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Sin consenso, avanza el plan de justicia del pueblo Yaqui

Por: Daliri Oropeza

El gobierno de mexicano planea pedir perdón al pueblo Yaqui y arrancar un plan de justicia en septiembre del 2021, con el territorio como eje. Sin embargo, uno de los ocho gobiernos tradicionales no participa y hay inconformidades. Hoy presentan los trabajos ante la ONU.

“La columna vertebral del Plan de Justicia para el Pueblo Yaqui es la demanda relacionada con la tierra y el territorio”, dijo Adelfo Regino Montes, titular del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), en enero de 2021 en Casa de la Niñez Indígena “General Lázaro Cárdenas” en Tórim, uno de los ocho pueblos yaquis.

Desde el inicio de los trabajos para realizar un plan de justicia, el territorio y el agua han estado en el centro del diálogo. Y en la memoria –tanto de las autoridades federales como del gobierno tradicional yaqui– está lo sucedido con el expresidente Lázaro Cárdenas del Río.

El INPI informa que tienen acuerdos sobre restitución del territorio, sobre la urgencia del agua, apoyos económicos, creación de universidades, bancos, vivienda, contralorías, carreteras y hasta un nuevo ordenamiento territorial ecológico le propusieron al pueblo Yaqui.

Pie de Página confirmó que de los ocho gobiernos tradicionales, siete participan en los trabajos de la comisión. El gobernador de Loma de Bacúm no. Este pueblo encabeza la defensa de la tierra ante la imposición de un gasoducto privado y hasta la fecha impide su construcción.

La ausencia de un gobernador tradicional repercute tanto en la legitimidad de los trabajos, así como en la información que llega a la tropa yaqui. Hay un desconocimiento de la tropa yaqui respecto a lo que han acordado sobre universidades, territorio, hasta un acueducto que acordaron construir.

Habitantes del pueblo yaqui denuncian la ausencia de la tropa yaqui en la totalidad de las reuniones que organizan para dar seguimiento al plan de justicia: “Sólo está en una cuantas manos y el grueso de la población está ajena a esta dinámica, por lo que es imposible generar consensos en los términos que la Tribu Yaqui acostumbra hacerlo históricamente”, denuncia una habitante que prefiere ser anónima por seguridad.

Las inconformidades de algunos pobladores se deben a que, en el arranque del proceso participaron los secretarios de Estado y ahora solo van suplentes que, dicen, les dan largas. Además, consideran que, hasta ahora, son nulos los avances de los acuerdos en el tema del territorio.

Para que sea un acuerdo de la nación Yaqui, se requiere que estén los ocho gobiernos tradicionales legítimos en consenso.

Fuente: piedepagina

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Pensadores radicales, Europa y Latinoamérica

Por: Jorge Alemán

 

En la Europa moderna, tanto la Escuela Francesa –Deleuze, Foucault, Badiou, Ranciere, etc– han constituido un legado que ha tenido una gran reformulación en los italianos Negri, Agamben, Expósito, entre otros.

Estas escuelas han realizado excelentes análisis de las condiciones de vida bajo el capitalismo. No obstante, en todos los casos ha habido una cierta indiferencia con respecto a la institucionalidad y los aspectos vinculantes y normativos de las construcciones políticas. O incluso una dedicada labor de impugnación de los proyectos de gobierno de la izquierda. Está claro que si todo se mira desde la potencia del Capitalismo los proyectos parlamentarios se muestran débiles.

Pero a su vez, quienes transitan por esos proyectos –especialmente a partir del primer Podemos– observan a los pensadores radicales capturados en su destino académico y sin consecuencias de las tesis doctorales. Asimismo, Latinoamérica no se puede permitir el lujo de pensar el Poder sin referencia a los proyectos políticos que lo puedan transformar en favor de los sectores populares.

Las elaboraciones denominadas «impolíticas», siempre muy atractivas cuando se trata de mostrar que lo verdaderamente político no se puede reducir a la mera gestión, a veces se deslizan a lo que designo con el neologismo Nopolítica, de últimas una renovada negación de lo político.

De este modo, el escenario Europeo muestra un fenómeno que merece atención, por un lado una multitud de pensadores radicales muy atractivos pero indiferentes con respecto a la institucionalidad gubernamental y por otro un claro ascenso de distintos neofascismos enmarcados bajo el régimen de dominación neoliberal.

La pandemia a su vez, por ahora, se muestra como un territorio muy fecundo para estas derechas ultraderechizadas. Esta realidad, un mundo intelectual por un lado, una realidad política por otro, se desarrolla en mundos paralelos que no se encuentran nunca entre sí. Aparto en este punto a Lacan, el psicoanálisis enseña que jamás tiene lugar una transformación del sujeto si no está sólidamente anudado al orden simbólico que lo sostiene. Traducido políticamente sería, que no hay ningún cambio real si el mismo no se anuda entre la Comunidad, la Sociedad y el Estado. Es lo que intento desarrollar en mi último libro Ideología.

La novedad podría surgir, una vez entrevisto este impasse, en una nueva alianza entre el pensamiento latinoamericano y la Europa del sur. Hay ciertas lecturas de las experiencias políticas de los movimientos nacionales y populares de Latinoamérica y las experiencias de Portugal y España que podrían ser elaboradas a la luz de un nuevo intercambio sobre las praxis políticas, los nuevos problemas de la ideología, los feminismos populares, los nuevos sujetos de la política.

Desde luego no se trata de rechazar a los pensadores radicales europeos con un nacionalismo ramplón, antiintelectual y seudo folclórico. Pero todos los problemas de la institución de lo político en territorios asediados por la ideología expansiva de la dominación neoliberal se extreman en Latinoamérica y en el sur de Europa donde también encuentran de un modo, por ahora más atenuado, distintas modulaciones.

Todas las bibliografías de los proyectos emancipadores se reparten de un modo eurocéntrico, pero no se trata de apartarse de la gran tradición europea, tal como lo hicieron los revolucionarios de nuestras independencias y el peronismo en sus comienzos, más bien se trata de apropiarse de las mismas y reinventarlas desde el nuevo republicanismo español de izquierda y los movimientos nacionales y populares latinoamericanos. Un nuevo saber espera aún constituir un corpus bibliográfico distinto y nuevo en nuestra lengua.

Fuente e imagen: www.pagina12.com.ar

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Primero de mayo. CNT: Dignidad y sindicalismo

Por: CNT

 

Es evidente que la COVID-19 ha marcado el último año para toda la humanidad. Pero tras la crisis sanitaria se han puesto de manifiesto con una gravedad sin precedentes los peores males de nuestra sociedad. Las desigualdades sociales y económicas han aflorado con tal virulencia que nos han mostrado la peor cara del actual sistema económico en el que vivimos.

Hemos podido comprobar, pese a la propaganda del Gobierno, que las medidas sociales para proteger a la clase trabajadora han sido insuficientes. Desde los primeros momentos del confinamiento el año pasado, cuando la economía paró, vimos cómo miles de personas perdían sus trabajos precarios, o simplemente ni siquiera pudieron acceder a la economía sumergida en la que miles de familias subsisten en este país. Los servicios sociales de los ayuntamientos, los sindicatos o muchas otras entidades sociales ya no recibían consultas o llamadas para solicitar ayudas económicas; la gente pedía comida.

Ante esa situación se activaron bancos de alimentos, redes vecinales de apoyo, sindicatos colaborando para abastecer necesidades básicas. Una vez más, el apoyo mutuo y la solidaridad pusieron soluciones mucho más efectivas de parte del pueblo.

En los centros de trabajo, por contra, se evidenció una vez más la avaricia sin fin de los capitalistas. Pese a las nuevas leyes del Gobierno para aplicar ERTEs que debían salvar los puestos de trabajo, hemos tenido que combatir los distintos abusos y fraudes de muchas empresas: plantillas a las que se les exigía trabajar desde casa pese a estar de ERTE, coacciones y presiones para abandonar los puestos de trabajo durante los ERTE, cuando no directamente despidos sin ningún tipo de vergüenza.

Podemos decir que la crisis sanitaria ha servido para acelerar y empezar ya una crisis económica que se había de activar en pocos años. Así, grandes empresas y multinacionales de toda índole han acelerado los despidos masivos destruyendo empleo y acelerando la desindustrialización de nuestra economía. Por contra, en otro tipo de industrias se incrementa la subcontratación, aplicando peores condiciones a la mano de obra, con el beneplácito de comités de empresa.

Ante esa situación desde CNT reivindicamos una acción sindical que devuelva la dignidad a la Clase Trabajadora de este país. Reivindicamos el papel de un sindicalismo que defienda subidas salariales reales, que mejoren el poder adquisitivo de la gente, que defienda la igualdad real en las empresas. No queremos maquillar convenios, queremos que la gente se organice y luche para conquistar más derechos, más dignidad. Y creemos firmemente que el sindicalismo de acción directa de quienes integramos CNT representa los mejores valores de la humanidad, el apoyo mutuo y la solidaridad. ¡Viva el Primero de Mayo!

Fuente e imagen: tercerainformacion

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Impotencia y vergüenza: vacunas que no alcanzan y una economía en manos del FMI

Por: Juan Guahán*


Dos títulos encabezan estas reflexiones y, aunque parecen desconectados, una realidad profunda los vincula. La impotencia y la vergüenza se acercan al estado de ánimo que impregna a gran parte de la población argentina. Impotencia ante una economía que afecta a gran parte del pueblo y no encuentra su rumbo. E impotencia ante un virus que nos sigue acorralando.

Vergüenza porque el gobierno nacional y la principal fuerza opositora profundizan la “grieta” -pensando en las conveniencias electorales- en lugar de buscar soluciones de consenso, ante el tamaño del drama colectivo. Mientras el gobierno se aferra a la vacuna como si ésta fuera su único camino, para la oposición electoral el fracaso del actual oficialismo es su política mayor. 

La famosa “grieta” se ha profundizado hasta alcanzar los abismos que hoy exhibe. La cercanía de las elecciones la ha transformado en la gran protagonista de las acciones más importantes del oficialismo y la oposición electoral. Es difícil saber quién es el principal responsable de esa situación. Si los políticos que la originan o los medios de comunicación que la promueven, reproducen y multiplican.

Es imposible no vincular este hecho con la proximidad electoral. Los mismos actores que hace un año atrás se sentaban juntos hoy están mucho más que distanciados. Radio, televisión y medios gráficos son testigos de cómo su “guerra particular” olvida el drama colectivo para agudizar sus intereses personales o partidarios con vistas a la próxima consulta electoral.

Ese abismo, esa grieta efectiva entre realidad y politiquería, alcanzó una insoportable presencia. Los gritos, insultos y mutuas acusaciones mostraban la saña e intolerancia con la que abordaban la defensa de sus intereses sectarios. No luchan por la verdad, mucho menos para responder a la pandemia, que dicen combatir.

 (Fuente: EFE)A la vista -impotente- de las grandes mayorías están peleando para definir quiénes están mejor posicionados para seguir gobernando. La sociedad, los niños y sus padres, la propia pandemia y sus efectos son instrumentos para esa disputa. Los grandes medios, esos que se autodefinen “nacionales” porque se producen en Buenos Aires, completan este vergonzante panorama.

Las cifras oficiales indican que Argentina está atravesando un momento álgido de este coronavirus: dan cuenta que la infraestructura física del sistema sanitario y la capacidad de aguante del personal afectado está en sus límites. Sobre el dramatismo de esa realidad y los graves problemas de subsistencia de millones de compatriotas se dan esas insensatas discusiones.

La vacuna, sola, no alcanza

La Ministra de Salud, Carla Vizzotti, planteó dos cuestiones esclarecedoras. La primera, que “estamos en el peor momento” de este Covid y la segunda, que éste se va desplegando a partir de los grandes conglomerados urbanos.

Ambas cuestiones describen el momento actual y nos dan algunos indicios sobre lo que pasa y algunos remedios que, muchas veces, se olvidan. La gravedad del momento indica la necesidad de buscar las soluciones con la mente puesta en ese tema, con el consenso como metodología, evitando el desarrollo de estériles disputas.

El despliegue del virus a partir de los grandes conglomerados remite a un problema estructural de largo plazo que alguna propuesta política deberá tomar en sus manos para resolver, de lo contrario seguiremos retrocediendo, con rumbo a la disgregación. Una y otra vez seremos el blanco recurrente de este tipo de ataques.

Argentina tiene una población urbana del 93% y un 38% del total habita en la reducida geografía de lo que se conoce como área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Ésa es la muestra más evidente de una sociedad que vive a espaldas de su naturaleza y de sus posibilidades.Se confirmó la llegada de un millón de dosis de la vacuna Sinopharm - Télam - Agencia Nacional de Noticias

Una gigantesca concentración de riquezas, poder y tecnología separa la feracidad de sus despobladas tierras y una empobrecida población concentrada en unos pocos kilómetros cuadrados. En ese reducido territorio sobreviven millones de argentinos dependientes del asistencialismo estatal y el clientelismo mediador de variadas dirigencias.

Allí mismo se concentra el poder administrativo estatal que, guiado por las tradiciones y normas del embudo portuario, se impone al conjunto del país. Según la ministra Vizzotti y las recientes experiencias, desde allí se expande la circulación del virus, su primera escala son las grandes ciudades del interior.

El pensamiento político y sanitario más generalizado, deposita toda su confianza en las vacunas para superar este mal trance que quedará grabado en la historia. Pero esa perspectiva es una verdad a medias.

Las vacunas son un bien escaso, casi se puede decir que -vistas mundialmente- son un bien de lujo, para gran parte del mundo. Una de las razones de las limitaciones que tienen las vacunas es que ellas son fabricadas por una mayoría de laboratorios privados asentados en los grandes países -conocidos como centrales- y sujetos a las reglas y comportamientos del capitalismo aún dominante, su objetivo es la mayor ganancia y no la salud.

La propiedad intelectual farmacéutica y su amenaza para la salud pública - Viento SurEl registro de patentes impide la libre circulación de los conocimientos sobre su fabricación, a pesar de existir disposiciones que permitirían liberaciones temporarias. Tal como está comprobado la vacuna se transforma en una mercancía más, sujeta a precios y razones geopolíticas que deja afuera a los países más pobres o de escasa incidencia en esas cuestiones

Esto hace que el poder económico y los laboratorios sean quienes decidan sobre el futuro de todos. De ahí deriva esta trágica lógica por la cual 10 países concentran el 75% de las vacunas producidas, mientras que otros 130 no tienen acceso a las mismas. Esta profunda inequidad -entre países- ahonda las desigualdades ya existentes y exhibe las características del mundo actual.

Una buena noticia: fabricar la Sputnik   

Después de la mala experiencia de la Oxford Astra Zéneca, Argentina parece haber dado un paso importante. Ahora tendrá la posibilidad de fabricar una versión de la vacuna rusa Sputnik V. En este caso han procedido al revés de lo hecho con la Astra Zéneca, que produjo aquí el principio activo para -luego- remitirlo a México (aunque terminó en EEUU) y completar el proceso.

En este caso, aquí se recibirá ese componente básico y se terminará la vacuna para su distribución local y latinoamericana. Dentro de la lógica señalada, esta perspectiva es una muy buena noticia para toda nuestra sociedad. Permite pensar que, hacia fines de este año, estaremos en condiciones de haber superado los aspectos más duros de esta pandemia.

Más allá de estos debates y complicaciones hay otra cuestión que tiene que ver con un mejor abordaje de esta pandemia. Se trata del rol que tiene la población y sus propias organizaciones.

La concepción vigente de esta medicina hegemónica reduce su actividad al hecho pasivo de que cada uno de nosotros se quede en su casa evitando la circulación para frenar el avance del virus. Eso está bien. Pero podríamos aprovechar la enorme energía de millones de personas y valorar su aporte para otras medidas efectivas.

Se trata de aprovechar al propio pueblo, contribuyendo a organizarlo, para que actúe como instrumento de prevención, detección, aislamiento y seguimiento de los casos. Eso demandaría darle vida a la escasamente desarrollada atención primaria.

Una formación sanitaria básica de núcleos de un pueblo organizado, articulada con el sistema hospitalario de cada lugar, podría constituirse en una gigantesca contribución a la contención del virus, la atención precoz o ambulatoria del mismo o de otras enfermedades que afectan a la población liberando recursos para las atenciones más complejas.

Dispersas y aisladas experiencias de estas posibilidades ratifican esta posibilidad que la medicina oficial y los gobierno suelen desechar. Hacer sentir al pueblo que no está solo, no es un problema menor y ayuda a mejorar las respuestas de la población.

La economía en manos del FMI, a menos que..

Los últimos movimientos del gobierno prueban que nuestra economía está en manos del FMI. En efecto, durante este año Argentina tiene obligaciones por unos 20 mil millones de dólares. La mitad corresponde pagarla durante el primer semestre. De ellos, cerca de tres mil millones se deberían efectivizar en mayo, unos 2.500 al Club de París  y otras “menudencias” que ya venimos pagando rigurosamente hasta completar la cifra indicada.

El FMI llega a Argentina para refinanciar la deuda por u$s 44.000 millones | Tu NoticiaQuienes conocen esa negociación -que en su momento- firmó el entonces ministro de Economía Axel Kicillof- aseguran que si no se paga, el país tendrá  una “multa” por dos mil millones. Estos vencimientos están detrás de los extensos viajes del ministro Martín Guzmán.

Uno de sus objetivos es lograr un arreglo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que permita “patear para adelante” esos y otros vencimientos. Argentina quiere que ese plazo, que el FMI acepta que sea de 10 años, se extienda a 20 y se disminuyan las tasas de interés. Desde el gobierno procuran que ese acuerdo se haga después de las elecciones parlamentarias para sacar este tema de la agenda electoral.

Pero ello metería al país en algunos incumplimientos con variados efectos. Seguramente habrá algún arreglo que se hará sentir, aunque se lo disimule, en el orden interno. El gobierno sabe que si “arregla” con el FMI tendrá costos políticos, pero también comprende que si no “arregla”, también los tendrá.

No pagar estas deudas, muchas de ellas injustas e ilegales, traerá enormes problemas, pero desde décadas venimos pagando y los problemas son cada vez mayores. Alguien, alguna vez, tendrá que tomar otro camino.

Un par de datos del mes de marzo dan una idea que esta situación toma al país bastante mal parado. Ya se ha difundido que la inflación de marzo fue del 4,8%. El INDEC publicó que, después de nueve meses de lenta pero continua recuperación a partir del nefasto primer trimestre 2020, la economía volvió a caer un 1% en febrero 2021, respecto  del mes de enero.

Más grave aún es el dato sobre el consumo, una bandera de Cristina y Alberto Fernández. El mismo se redujo, respecto a marzo del 2020, en un 26%, llegando a una disminución del 34% en los sectores más bajos. Si bien marzo del 2020 fue un momento especial por la tendencia a “abastecerse” en el inicio de las cuarentenas, este dato es un fuerte aviso al gobierno sobre la situación que están atravesando los sectores más empobrecidos.

*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

Fuente e imagen: estrategia

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El imperialismo en tiempos de desorden mundial

Por: Esteban Mercatante

 

El libro El imperialismo en tiempos de desorden mundial, publicado por Ediciones IPS, compila una serie de artículos que fueron publicados en Ideas de Izquierda desde el año 2013 hasta la actualidad.

En ellos fuimos analizando, desde distintos ángulos, la configuración de las relaciones de poder en el sistema mundial capitalista y las principales transformaciones que estas atravesaron durante las últimas décadas. Lo hemos hecho en muchas ocasiones a través del comentario crítico de algunos de los trabajos más relevantes que se han publicado durante estos años sobre la cuestión. A los artículos elaborados por quien esto escribe, se suman en la compilación distintas entrevistas que hemos realizado a quienes publicaron algunos de los trabajos más relevantes para entender las relaciones que imperan en el sistema mundial capitalista actual, así como intercambios polémicos que suscitaron algunos de los artículos. El hilo conductor en el recorrido por los distintos temas abordados está dado por una serie de coordenadas teóricas que vamos a discutir en esta presentación.

Imperialismo: la trayectoria de un concepto

Dos años después de estallada la I Guerra Mundial, en 1916, Vladimir I. Lenin publicó el célebre El imperialismo: fase superior del capitalismo, que como su título indica considera que ingresamos en una nueva época histórica. El texto de Lenin, que se convirtió desde entonces en el más clásico entre los trabajos “clásicos” sobre el tema, partía de una elaboración crítica de lo planteado por un autor marxista, (Rudolf Hilferding), y otro liberal, (John A. Hobson). Estos eran, a su vez, algunos de los aportes más relevantes en un debate que el movimiento marxista internacional (para ese entonces casi exclusivamente europeo) había empezado a tener tímidamente a finales del siglo XIX, de la mano del fortalecimiento de las presiones chovinistas y el desarrollo de una carrera armamentística entre las potencias de la época [1].

La emergencia del imperialismo, cuya contracara era una presión redoblada para cooptar a los sectores más elevados de la aristocracia obrera en los países capitalistas desarrollados, ya en la primera década del siglo XX había empezado a dividir aguas en la socialdemocracia europea. El punto de quiebre definitivo fue en agosto de 1914, cuando todos los diputados del Partido Socialdemócrata alemán, que hasta 1914 había sido la principal referencia para los marxistas de todo el mundo, votaron a favor de los créditos que permitirán al gobierno del Káiser iniciar la I Guerra Mundial.

Los marxistas de comienzos del siglo XX (entre los que además de los autores mencionados debemos destacar a Rosa Luxemburg con La acumulación de capital y a Nikolai Bujarin con La economía mundial y el imperialismo) definían al imperialismo como una nueva fase o etapa en el desarrollo del capitalismo, es decir, que capitalismo e imperialismo resultaban conceptos íntimamente entrelazados. Hilferding, y Lenin partiendo de su elaboración, destacaban la transformación ocurrida en la empresa capitalista como resultado de la concentración y centralización del capital (las dos tendencias fundamentales señaladas por Marx): estábamos ante el surgimiento del capital financiero como resultado del salto cualitativo que registraba la gran industria, y del dominio que los grandes bancos adquirían sobre los directorios de las firmas [2]. El dominio de los bancos estimulaba, en opinión de Hilferding, la aceleración de dos fenómenos que identificaba como característicos del capitalismo en esta época. La primera era la “cartelización”, término que refiere a la asociación de empresas para proteger sus intereses comunes y limitar el enfrentamiento entre ellas, que se había convertido en moneda corriente en los principales sectores de la gran industria. El segundo fenómeno, registrado sobre todo en Alemania y EE. UU. desde finales del siglo XIX, era una aceleración de fusiones y adquisiciones que había dado lugar en numerosas industrias al surgimiento de grandes trusts, es decir, nuevas empresas de escala gigantesca que surgían de la integración de las preexistentes.

Junto con esto, lo característico de este nuevo período histórico estaba para Lenin en la agudización de la competencia por el dominio del territorio mundial entre los grandes conglomerados capitalistas de los pocos países que registraban un elevado desarrollo capitalista, con intervención creciente de los Estados y tendencias guerreristas, que se manifestaba en una carrera armamentística cada vez más acelerada y un crescendo de conflictos bélicos que desembocó en la I Guerra Mundial. El mundo, que entre finales del siglo XIX y comienzos del XX había presenciado una nueva ola de febril avance de las potencias europeas (y de EE. UU.) para asegurarse la primacía en todos los continentes, ya estaba “repartido”. La carnicería imperialista apuntaba a definir un nuevo reparto del planeta.

La I Guerra Mundial, como había adelantado –y apostado– Lenin que ocurriría, desembocó en levantamientos revolucionarios en toda Europa, empezando por el triunfo de la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia, pero llegando a conmover también a Alemania. La conflagración concluyó dejando irresueltos los motivos que la impulsaron, aunque selló el avance de EE. UU. en detrimento de Europa. Será León Trotsky quien desde comienzos de la década de 1920 discutirá esta relocalización del centro de gravedad del sistema capitalista mundial, y sus consecuencias para Europa. Si bien Trotsky no elaboró un trabajo dedicado especialmente a la cuestión del imperialismo, la abordó sistemáticamente durante dos décadas, lo que quedó plasmado en numerosos libros y artículos. Sus informes en los primeros congresos de la Internacional Comunista desarrollaron un método de abordaje integral de las relaciones entre las tendencias de la economía, la lucha de clases en cada país y las relaciones interestatales. Este método siguió informando la mirada de Trotsky hasta su asesinato, y le permitió entrever tempranamente las tendencias hacia una nueva matanza imperialista –y hacia nuevos alzamientos revolucionarios como resultado de la misma–.

La categoría de imperialismo tuvo sus idas y vueltas en las corrientes marxistas después de la II Guerra Mundial. Tras el triunfo de los aliados contra el eje, EE. UU. lideró la reconstrucción en el espacio mundial dominado por el capital –frente al cual se alzaba un espacio fuera del dominio capitalista gracias a que la URSS emergió también como victoriosa de la guerra y avanzó sobre Europa del Este, a lo cual se sumó en 1949 la revolución en China–. La integración militar de las potencias capitalistas en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), encolumnadas detrás del imperialismo estadounidense contra la URSS, y la creciente interpenetración de capitales de esos países que tuvo lugar durante los años del boom de posguerra (un período de elevado crecimiento económico que se prolongó hasta fines de los años 1960) hicieron surgir los primeros debates sobre en qué medida las coordenadas de las teorías del imperialismo –en las que la disputa interimperialista juega un lugar central– se ajustaban a la nueva realidad en la que el espacio capitalista aparecía dominado por una sola gran potencia.

Paralelamente, durante esos años de posguerra, y en América Latina especialmente después de la Revolución cubana, el debate del imperialismo desde la mirada de los países oprimidos tuvo un vigoroso desarrollo, plasmado sobre todo en la corriente marxista de la dependencia, un conjunto heterogéneo de autores y enfoques, pero que coincidía en el diagnóstico de que los países coloniales y semicoloniales tenían bloqueado cualquier desarrollo significativo, y la condición para superar este bloqueo pasaba por romper con las relaciones de producción capitalista [3].

Para buena parte de la producción teórica realizada desde enfoques marxistas, la teoría del imperialismo fue cayendo en el olvido en tiempos adversos para las clases subalternas, después de la derrota/desvío de los procesos revolucionarios de los años 1960/1970, con la “restauración burguesa” [4] y el auge de la globalización. Fred Halliday se quejaba de que el debate de la globalización, tópico trajinado hasta la obsesión por las ciencias sociales en las últimas décadas, se caracterizó por “la ausencia, o supresión, en los marcos de la discusión ortodoxa, de dos términos analíticos centrales para el análisis de este proceso”, capitalismo e imperialismo [5]. El economista marxista indio Pratap Patnaik retrataba este cambio de clima en un artículo del año 1990:

Yo abandoné Cambridge, Inglaterra, donde enseñaba economía, en 1974, y retorné a Occidente, en esta oportunidad a los Estados Unidos, luego de un período de 15 años. Cuando me fui, el imperialismo ocupaba tal vez el lugar más prominente en cualquier discusión marxista, y en ningún lugar se escribía y discutía más sobre la cuestión que en Estados Unidos, hasta tal punto que muchos marxistas europeos acusaban al marxismo norteamericano de estar empañado de tercermundismo […] Obviamente, ese no es el caso hoy. Los marxistas más jóvenes parecen perplejos cuando el término es mencionado [6].

Curiosamente, el clímax de ese momento se alcanzó con un libro cuyo título sugería lo contrario: Imperio, publicado en 2000 por Michael Hardt y Tony Negri, llevaba al extremo la idea de desterritorialización de los esquemas de poder global. Hardt y Negri construyen la teoría de un imperio sin centro. “EUA no constituye –y, en realidad, ningún Estado-nación puede hoy hacerlo– el centro de un proyecto imperialista”, decían [7]. Las tesis de este libro extrapolaban unilateralmente algunos rasgos que habían caracterizado el accionar imperialista durante la primera década desde el colapso de la URSS. Eran tiempos de globalización en auge e impulso por parte de EE. UU. de las intervenciones multilaterales. Pero con la llegada de George W. Bush al gobierno, de la mano de un gabinete poblado de figuras neoconservadoras, EE. UU. haría ver claramente sus intenciones de continuar siendo el “centro de un proyecto imperialista”. Los atentados del 11 de septiembre de 2001 realizados por Al Qaeda fueron aprovechados para desplegar una agenda de intervenciones unilaterales que ya estaba previamente diseñada, iniciada en Afganistán y continuada en Irak.

Después de esta nueva avanzada militarista unilateral de EE. UU. (que marcó un giro respecto de lo que fueron los años ‘90, durante los cuales casi todas sus incursiones militares se dieron bajo el paraguas del respaldo de la “comunidad internacional”, haciendo votar resoluciones de las Naciones Unidas que las avalaran), volvió al primer plano el debate sobre el imperialismo. De estos años son los trabajos de David Harvey El nuevo imperialismo y de Ellen Meiksins Wood El imperio del capital, entre otros. Pero este retorno no significa que hubiera mucho consenso sobre la pertinencia de la categoría para caracterizar las relaciones interestatales. Los altos grados de coordinación logrados por EE. UU. para responder desde 2007, y sobre todo desde 2008 con la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers, a la crisis iniciada entonces, que dio lugar a la peor recesión desde 1930 (hasta que apareció el covid y produjo un hundimiento aún mayor), dieron nuevos bríos a quienes afirmaban que la coordinación entre las potencias, y no su rivalidad, es lo que da la tónica a las relaciones interestatales en el momento actual del capitalismo.

Pero no es este el único aspecto que favoreció que la relevancia de la categoría para caracterizar el orden capitalista mundial fuera puesta en tela de juicio. En igual o mayor medida contribuyó el desplazamiento que venimos observando del centro de gravedad de la acumulación de capital hacia Asia, y hacia China en particular. Si este fue un producto de las políticas de apertura y globalización empujadas por EE. UU., junto al resto de las potencias europeas y Japón, a través de organizaciones multilaterales donde tienen un peso dominante, y el resultado fue una degradación, al menos relativa, del peso de estas potencias en términos de poderío económico, ¿en qué medida podemos caracterizar estos lineamientos como imperialistas? Para muchos autores, incluyendo a David Harvey, el ascenso de este “bloque de poder en la economía global” que conforman China, Corea del Sur, Taiwán, Singapur y otros países, no puede explicarse bien desde las categorías de la teoría del imperialismo.

Estos son algunos de los fundamentos por los cuales buena parte de lo que podríamos definir como el pensamiento social crítico pone en duda la relevancia de la categoría de imperialismo en la actualidad.

¿Globalización, imperio, o (nuevo) imperialismo?

Dentro de lo que podríamos llamar, siguiendo a Razmig Keucheyan, el hemisferio izquierda del arco ideológico [8], encontramos hoy tres posicionamientos ante esta cuestión. En primer lugar, quienes sostienen que la globalización constituye un punto de quiebre cualitativo y que, en concordancia con este salto en la integración de los procesos económicos, el poder también se trasnacionalizó. En esta corriente podemos ubicar el vaporoso imperio de Hardt y Negri, y también a toda una serie de teóricos que hacen eje en el avance de los procesos hacia la conformación de una clase capitalista y un Estado trasnacionales, como William I. Robinson, William K. Carroll o Ernesto Screpanti. Con salvedades, Rolando Astarita también se ubica en este espectro de quienes enfatizan el cambio epocal de la globalización en un sentido emparentado con estos autores, aunque sin necesariamente suscribir a todas sus conclusiones.

En segundo lugar, podemos ubicar a quienes reconocen la presencia de centros de poder geográficamente distinguibles, que actúan para imponer un determinado orden, en el sentido de que no es todo reducible al mandato del capital, pero que, al mismo tiempo, enfatizan que los Estados juegan este rol en beneficio del capital social global, sin que ninguna competencia entre ellos (ni que hablar rivalidades estratégicas) juegue un rol significativo. Con variaciones, estos hacen suyo el término imperio, pero con él refieren a una política de poder territorial bien definida, en las antípodas de lo que apuntan Hardt y Negri. En esta línea podemos ubicar en primer lugar a Leo Panitch y Sam Gindin, quienes afirman en La construcción del capitalismo global. La economía política del imperio estadounidense que, desde la posguerra, EE. UU. domina el planeta integrando de forma subordinada a las demás potencias (y al resto de los países) bajo su imperio informal. También Ellen Meiksins Wood y Perry Anderson (como podemos leer en sus textos “Imperium” y “Concilium”) sostienen con matices posturas afines a esta noción de que EE. UU. está constituido como un “imperio” que, al menos hasta tiempos recientes, no afrontó desafíos considerables a su poderío.

Finalmente, en una tercera mirada, distintos autores sostienen la necesidad de caracterizar las relaciones que dominan el sistema mundial capitalista como imperialistas, algunos de ellos proponiendo alguna forma de “nuevo imperialismo”. Una de las intervenciones más clásicas con este término corresponde a David Harvey que, en 2003, cuando tuvo lugar la guerra de Irak, escribió un libro titulado nada menos que El nuevo imperialismo. Desde entonces, sin embargo, Harvey destacó en varias oportunidades su insatisfacción con la “rigidez” de las categorías de la teoría del imperialismo, afirmando que “no funcionan demasiado bien en estos tiempos” [9]. Por eso nos parece que sería engañoso incluir a Harvey en este tercer enfoque o, al menos, hacerlo de forma no problemática. Otros autores que sí podemos incluir dentro de esta corriente heterogénea son Peter Gowan, Claude Serfati y Alex Callinicos. Claudio Katz viene tomando posicionamientos afines a los postulados de algunos autores de este espectro. También podríamos contar a John Smith, autor de Imperialismo en el siglo XXI, dentro de este conjunto. Pero hay que decir que en la mayoría de los casos la elaboración de estos autores adopta la categoría y su vigencia en solo una de las dos dimensiones de las que esta busca dar cuenta en las elaboraciones “clásicas”. Por ejemplo, Callinicos se enfoca exclusivamente en la cuestión de las rivalidades interimperialistas, sin otorgar mayor relevancia a la expoliación de los países imperialistas sobre el resto del mundo, que no es negada de plano pero sí relativizada en extremo. El autor engloba dentro de una corriente “tercermundista” –que en su opinión es errónea– a todo el conjunto de teóricos marxistas de la dependencia que, desde los años 1970 hasta la actualidad, desarrollaron una concepción en la que “el imperialismo es la dominación económica y política sistemática del Sur Global por los países ricos del Norte, una condición que incubó lo que [André Gunder] Frank llamó el ‘desarrollo del subdesarrollo’”, lo que “impedía cualquier progreso económico en los países de la ‘periferia’” [10]. Para Callinicos, “basta pronunciar la palabra ‘China’ para indicar lo que está mal con este entendimiento ‘tercermundista’ del imperialismo –aunque 20 años atrás, ‘Corea del Sur’ también habría bastado–” [11]. En ningún momento se adentra Callinicos en una mayor distinción entre corrientes y autores para delimitar aquellos enfoques de la “relación Norte-Sur” que puedan resultar más esquemáticos y parciales, de la importancia de considerar las problemáticas teóricas de las que buscaban dar cuenta, más allá de sus aciertos y errores. Por eso, el análisis de cómo varios de los mecanismos identificados por algunas teorías marxistas de la dependencia actuaron y continúan haciéndolo hoy, queda relegado a un segundo plano, en el mejor de los casos.

La posición de Callinicos es la respuesta a la tendencia opuesta, que efectivamente caracterizó a algunos exponentes de la teoría de la dependencia, a identificar imperialismo simplemente con opresión del Sur Global, sin introducir en el análisis las rivalidades interimperialistas y desligando la cuestión de la liberación de los pueblos oprimidos y la lucha del proletariado en los países imperialistas, cuestiones que verdaderamente el imperialismo separa pero que la lucha revolucionaria contra el capitalismo y el imperialismo debe unir, si aspira a triunfar. Esta separación la podemos encontrar en numerosos autores, desde Arghiri Emmanuel y su clásico El intercambio desigual, hasta la actualidad [12]. John Smith, uno de marxistas pioneros en analizar desde una perspectiva marxista las consecuencias de la formación durante las últimas décadas de las Cadenas Globales de Valor a través de las cuales el capital trasnacional reorganizó la producción, internacionalizándola, si bien no llega a los extremos de Emmanuel, pone en su análisis un énfasis casi excluyente en la superexplotación que realizan las multinacionales de los países más ricos de la fuerza de trabajo del Sur Global, y presta poca atención a la reconfiguración que tuvo en paralelo la explotación de la fuerza de trabajo en los propios países imperialistas.

Nuestro enfoque

La competencia y el conflicto –potencial o efectivo– entre los países imperialistas, y la expoliación del conjunto del planeta llevada a cabo por las empresas trasnacionales y las finanzas globales son dos dimensiones que, lejos de oponerse o separarse, deben ser abordadas de manera integral como parte de una comprensión del imperialismo contemporáneo. Creemos que ambas dimensiones deben ser pensadas de forma conjunta para elaborar una teoría del imperialismo que dé cuenta de cómo la economía mundial hoy está moldeada como una totalidad jerarquizada, como resultado de la acción articulada del capital global y los Estados más poderosos. Este es el abordaje desde el cual desarrollamos las elaboraciones que se encuentran en esta publicación.

A lo largo de los artículos de esta serie, entramos en polémica con los planteos de los autores que defienden las tres posiciones que hemos mencionado, delineando a partir del debate una mirada enfocada en algunos núcleos de problemas. Lo hacemos, volviendo muchas veces a los mismos textos y autores para discutir, a partir de ellos, aspectos en cada caso relacionados pero diferentes.

El libro está organizado en tres partes. La primera aborda la cuestión del alcance y los efectos que ha tenido la llamada internacionalización productiva, que es a nuestro entender el aspecto verdaderamente novedoso que encerró durante las últimas décadas la llamada globalización. Esta internacionalización dio nuevos contornos al desarrollo desigual, haciendo que por primera vez en más de un siglo los centros más dinámicos de la acumulación de capital se encontraran no en los países más ricos, sino en lo que, desde el punto de vista del “centro” imperialista, aparecen como la periferia. Es fundamental calibrar adecuadamente en qué medida esto puede representar o no un cambio en la trayectoria del capitalismo imperialista, en la cual los procesos de acumulación en todo el planeta quedaron subordinados a la concentración de la apropiación de los beneficios de la misma por una ínfima minoría, permitiendo al mismo tiempo que los Estados imperialistas reafirmaran su posición de liderazgo.

En la segunda parte del libro abordamos la perspectiva del imperialismo norteamericano. Aunque en clara declinación, se mantiene como la potencia imperialista dominante, sacando una ventaja abrumadora a cualquier otro Estado imperialista en la mayor parte de los terrenos (militar, financiero, expansión internacional de capitales, peso mundial de su moneda, innovación, etc.). Definir cuál es el alcance de su retroceso y las perspectivas, y cómo responderá la clase dominante, es clave para determinar si vamos hacia una etapa de mayores choques. Discutir hacia dónde va el poderío norteamericano requiere, al mismo tiempo, entrar en el debate sobre en qué medida se ha transformado la naturaleza de las relaciones entre las potencias. Están, como ya señalamos, quienes afirman que se encuentra en curso la conformación de una clase capitalista trasnacional y, con ella, la de un Estado trasnacional. También, quienes caracterizan que no hay tal trasnacionalización, pero sí una creciente interdependencia entre las clases capitalistas de EE. UU., Europa y Japón, que se traduce en una presión –favorecida activamente por las Secretarías de Estado y del Tesoro estadounidenses, al menos en los tiempos pre Trump– hacia una cooperación permanente de los Estados, subordinados a la principal potencia imperialista, para asegurar en todo el planeta la reproducción del capital, lo cual desterraría cualquier horizonte de conflicto de envergadura entre potencias. Con ambas tesis polemizamos en numerosos artículos. La serie de artículos sobre EE. UU. también da cuenta de cómo se crearon las condiciones que hicieron posible la llegada de Donald Trump a la presidencia de EE. UU., y el saldo que deja su administración. Como señalamos, a pesar del optimismo de la mayor parte de la élite estadounidense –ubicada en el bando “globalista” opuesto a Trump– y de los grandes medios afines con estas miradas, hay mucho de voluntarismo en la idea que con Biden podrá haber un fácil regreso a la “normalidad” pre Trump.

Un lugar destacado en la arquitectura imperialista, especialmente en las finanzas internacionales, lo ocupa Gran Bretaña, aunque su esplendor imperial esté enterrado bien lejos en el pasado. Las finanzas de Londres, ayudadas en numerosas dimensiones por la geografía, supieron reconvertirse para mantener el liderazgo en la canalización de capitales y el comercio de instrumentos financieros cada vez más complejos. Gran Bretaña nos habla también de la Unión Europea, de cuya crisis viene siendo el capítulo más destacado desde el voto mayoritario en favor del Brexit en el referéndum de 2016, pero decidimos incluirlo en esta segunda parte por las íntimas conexiones que mantienen la vieja potencia imperial y su sucesor al otro lado del Atlántico.

Finalmente, en la tercera parte del libro abordamos otra cuestión crucial en la discusión sobre el imperialismo contemporáneo: hasta dónde llega el desafío planteado por China para EE. UU. y el resto de las potencias y cuál es su naturaleza. Esto exige discutir, en primer lugar, en qué se ha convertido China después de décadas de aceleradas transformaciones iniciadas con las reformas de Deng Xiaoping a partir de 1978. ¿Se trata de un “socialismo con características chinas”, como afirman los líderes del PCCh? ¿Una formación ni capitalista ni socialista, como sostienen algunos autores? ¿Un “capitalismo de Estado”? ¿Cuáles son los criterios que podrían permitir una mirada equilibrada de una formación económico social de China, caracterizada por una trayectoria tan peculiar, en la cual la dialéctica revolución/restauración siguió un camino bastante diferente del de la URSS? Una vez zanjada –al menos provisionalmente– esta cuestión, podemos discutir en qué medida China es, o puede llegar a ser, una potencia imperialista; o si, en realidad, plantea un desafío al poder imperialista pero sin aspiración a constituirse en otra potencia, una idea que hace 15 años planteó Giovanni Arrighi en su célebre Adam Smith en Pekín, y que hoy repiten varios autores.

La compilación, de acuerdo a estos ejes temáticos, no sigue un orden cronológico, aunque este es mayormente respetado dentro de cada una de las partes que integran el libro, con excepciones. En cada artículo se consigna la fecha de publicación. Tampoco están separadas las elaboraciones propias de las entrevistas que realizamos y los debates que pudimos entablar con algunos de los autores aludidos en nuestros artículos; creemos que la presentación conjunta de estos materiales contribuye a hacer inteligibles los hilos de la argumentación que pretendemos realizar, que se construye a través de estos diálogos.

Con los temas discutidos en este libro no pretendemos agotar todas las problemáticas de las que es necesario dar cuenta para tener una mirada completa del imperialismo contemporáneo. Sí buscamos, con esta compilación, aportar elementos para abordar una coyuntura sumamente fluida en la cual, todo lo indica, la trayectoria hacia rivalidades más exacerbadas seguirá marcando la tónica –entre EE. UU. y China, en primer lugar, pero junto con ellas al resto de las potencias, que ya son arrastradas a posicionarse, y lo serán aún más a medida que se agudice el conflicto–. Para quienes aspiramos a terminar con este sistema capitalista, basado en la explotación y en la opresión de todo el planeta, definir el estado de situación del imperialismo –que como señalaba Lenin es “reacción en toda la línea”– resulta una cuestión de primer orden para la actividad revolucionaria.

El libro podrá adquirirse a partir de esta semana a través de la página de Ediciones IPS.

Notas:

[1] Daniel Gaido y Richard Day rastrean las discusiones que al respecto se desarrollaron en el seno de los partidos que integraban la II Internacional desde finales del siglo XIX en Discovering imperialism, Leiden, Brill, 2010.

[2] Para una propuesta de cómo entender al capital financiero hoy puede leerse François Chesnais, Finance Capital Today, Leiden, Brill, 2016.

[3] Esta corriente marxista de la dependencia no debe ser confundida con otros autores que discutían la cuestión de la dependencia desde miradas no marxistas (aunque en algunos casos se permitieran abrevar en conceptos de Marx), como eran Celso Furtado o Fernando H. Cardoso y Enzo Faletto. Los autores dependentistas marxistas, entre quienes podemos mencionar a Ruy Mauro Marini y Theotonio Dos Santos, desarrollaron sus conceptos en polémica con las corrientes liberales, pero también con estos autores dependentistas que bregaban por políticas de desarrollo capitalista más autónomo.

[4] Albamonte y Maiello, “En los límites de la restauración burguesa”, Estrategia Internacional N.º 27, noviembre 2011.

[5] Fred Halliday, “The Pertinence of Imperialism”, en Mark Rupert and Hazel Smith (eds.), Historical Materialism and Globalization, Londres, Routledge, 2002, p. 76.

[6] Pratap Patnaik, “Whatever happened to imperialism?”, Social Scientist N.º 6-7 vol. 18, New Delhi, 1990.

[7] Michael Hardt y Antonio Negri, Imperio, Buenos Aires, Paidós, 2002, p. 15.

[8] Razmig Keucheyan, Hemisferio Izquierda. Un mapa de los nuevos pensamientos críticos, Buenos Aires, Siglo XXI, 2014.

[9] Ver una discusión sobre algunos de sus posicionamientos recientes en Esteban Mercatante, “Capitalismo y desarrollo desigual, ¿una desmentida al imperialismo?”, semanario Ideas de Izquierda, 05/08/2018.

[10] Alex Callinicos, Imperialism and Global Political Economy, Cambridge, Polity Press, 2009, p. 5.

[11] Ídem.

[12] Ver, por ejemplo, Zak Cope, The Wealth of (some) Nations. Imperialism and the Mechanics of Value Transfer, Londres, Pluto Press, 2019.

Fuente: laizquierdadiario

 

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¿Qué es la replicabilidad y por qué está en crisis?

Por: Sofía García-Bullé

Además de reforzar los criterios para el control de calidad y honestidad académica, es necesario considerar la comunicación en artículos académicos.

Los manuscritos científicos prefabricados que provienen de paper mills (fábricas de manuscritos) han generado una situación desfavorable en la academia. Ha debilitado la calidad de los artículos así como puesto en riesgo su credibilidad. De la misma forma, ha orillado a científicos a prácticas perjudiciales como dividir artículos en entregas más pequeñas e incompletas para mantener un ritmo de publicación determinado. Pero existe una consecuencia que está afectando la base de la producción científica: la crisis de la replicabilidad.

El término, también conocido como reproducibilidad o replicación, se refiere a la capacidad de repetir un experimento en diferentes situaciones, con diferentes sujetos e investigadores. Esto con el fin de comprobar la seguridad de los hallazgos del primer experimento y comprobar su viabilidad.

La razón por la que los artículos académicos prefabricados amenazan la replicabilidad de estudios, trabajos de investigación y experimentos es porque no se realizan dentro de una estructura operacional para producir conocimiento, sino de una para crear productos para académicos que están tratando de llenar una cuota de publicación. Los datos provenientes de un paper mill pueden ser producto de plagio, estar incompletos, alterados, manipulados o sesgados con la intención de respaldar la tesis de quien ordena el trabajo.

Ciencia sin comprobación

¿Podemos hablar de conocimientos válidos cuando la comprobación como paso del método científico está inhabilitada? La pregunta ha inquietado a académicos desde hace por al menos una década ante la alarmante realidad de una ciencia sin vías de fiabilidad. La producción científica ha tenido problemas con la comprobación desde antes de que los manuscritos prefabricados tuvieran su periodo de auge.

Alvaro de Menard, investigador académico de ciencias sociales y participante del proyecto de mercados de la replicación a cargo de la Agencia de Proyectos de Investigación y Defensa Avanzada (DARPA por sus siglas en inglés), ofrece una perspectiva precisa pero desalentadora con respecto al estado de la replicación en las ciencias.sociales. Los procesos que llevan a resultados poco fiables son rutinarios, están bien entendidos dentro de la comunidad académica, son predecibles y fáciles de evitar, sostiene de Menard, y a pesar de esto el rigor de la investigación científica no ha mejorado.

La conversación sobre estos aspectos de la producción científica se han discutido ampliamente, pero no ha generado aún una estructura para la producción y divulgación más rigurosa, que facilite el ejercicio de la comprobación. La ciencia falible sigue publicándose en diarios científicos.

El papel de la revisión por pares

La comunidad académica tiene mucha confianza en la última instancia de validación antes de publicar un artículo. La revisión por pares ha sido el bastión para defender la calidad técnica de los trabajos de investigación y el sistema ético sobre el cual basan la credibilidad del conocimiento producido. Sin embargo, no ha sido del todo efectiva para separar a los contenidos replicables, de los que no lo son.

Sería fácil pensar que los monitores académicos tendrían la capacidad de realizar esta labor sin problema, pero un estudio de la Universidad del Noroeste, en Evanston Illinois, comprueba lo contrario. La investigación realizada por los profesores Yang Yang, Wu Youyou y Brian Uzzi encontró que no existe correlación entre la replicabilidad de un estudio, su publicación y cuántas veces sería citado. De acuerdo con los autores, los artículos falibles circulan tanto como los comprobables.

No basta con solo rigor

La mayoría de las conversaciones acerca de la crisis de replicabilidad giran en torno a protocolos. Se considera principalmente qué medidas tomar para controlar la proliferación de artículos apresurados, prefabricados o con un proceso de revisión de pares que no detectó su falibilidad.

Ante esta priorización, un aspecto clave para garantizar la replicabilidad queda desatendido: la comunicación. Las probabilidades de repetir determinado experimento disminuye exponencialmente cuando se está trabajando con descripciones vagas o instrucciones difíciles de comprender, el problema se vuelve más grave cuando se trata de reproducir un experimento escrito en otro idioma.

Con esta problemática en mente, la prensa Nacional de las Academias, en Estados Unidos, publicó una serie de recomendaciones para facilitar la lectura de manuscritos de investigación y experimentos. El organismo recomienda a los investigadores incluir una descripción clara de cómo alcanzaron sus resultados. Los reportes deberán incluir detalles sobre el tipo adecuado de investigación, que deberán cubrir:

  • Descripción completa y concisa de todos los métodos, instrumentos, materiales, procedimientos, mediciones y demás variantes utilizadas para el estudio.

  • Un desglose claro del análisis de datos y decisiones para la exclusión de determinados datos y la exclusión de otros.

  • Para resultados que dependan de una inferencia estadística. Una explicación de las decisiones analíticas correspondientes, cuándo fueron tomadas esas decisiones y si el estudio a realizar era con fines exploratorios o de confirmación.

  • Una discusión sobre las restricciones generales, tales como qué aspectos metodológicos los autores consideran que podrían ser cambiados sin alterar el resultado, el cual debe permanecer constante.

  • Un reporte de la precisión de las estadísticas empleadas.

  • Una discusión acerca de la incertidumbre de las mediciones, resultados e inferencias.

A pesar del complicado panorama, algunos académicos pronostican un periodo de mejora consecuente al problema de la baja reproducibilidad, pero para esto es necesario hacer el trabajo y cubrir las áreas de oportunidad que esta problemática plantea. ¿Eres académico? ¿Te has topado con estudios que no son replicables? ¿Cuáles son tus impresiones? ¿Qué sugerirías para mitigar esta situación dentro de la academia? Cuéntanos en los comentarios.

Fuente e imagen: observatorio.tec

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No mueren de hambre… Los están matando de hambre

Por: Sergio Ferrari 

Con el gasto militar mundial de 26 horas se podría evitar la inanición

Los 270 millones de personas que en el mundo padecen inanición y sufren hambruna son víctimas de un sistema. La sociedad civil internacional alzó la voz para desafiar a los responsables de este drama planetario

Los que padecen hoy de hambre son “personas capaces de producir o ganar lo suficiente para alimentarse a sí mismos y sus familias”. Pero que no lo logran debido a situaciones de conflictos y violencia, desigualdad, impactos del cambio climático, pérdida de tierras y empleo o las consecuencias directas de la pandemia que las han golpeado de manera trágica. “No están muriendo de hambre, las están matando de hambre”, denuncia la Carta abierta a los Estados y sus líderes publicada la tercera semana de abril.

La suscriben 260 Organizaciones No Gubernamentales (ONG) nacionales e internacionales de los cinco continentes que trabajan estrechamente en el terreno, con víctimas de este drama. “Todos los días somos testigos del sufrimiento y la resiliencia”, enfatizan, https://www.icvanetwork.org/system/files/versions/Carta%20abierta%20a%20los%20Estados_SPANISH.pdf.

Y afirman que con el gasto militar mundial de 26 horas se podría cubrir los fondos suplementarios necesarios a fin de asegurar la ayuda alimentaria urgente para más de 34 millones de niñas, niños y personas adultas que “están a un paso de la hambruna”.

Se hacen eco, así, del llamado lanzado hace varios meses por el Programa de Alimentos (PMA) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) con el objetivo de recaudar ese fondo adicional para el año 2021.

Entre los firmantes se encuentran, por citar solo algunos nombres, Tierra de Hombres de Suiza; Médicos del Mundo de Canadá; numerosas Caritas de Europa y de Latinoamérica -entre ellas las de Argentina y Brasil-; el Consejo Internacional de Agencias Voluntarias (ICVA); la Acción contra el Hambre de Francia; el Consejo Noruego para los Refugiados; InterAction de Estados Unidos; Oxfam de Kenia; la Federación Luterana Mundial; CARE Internacional; Alianza 2015 de Bélgica y el Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria de España, https://www.icvanetwork.org/OpenLetterFaminePrevention.

Cruda acusación

Las ONG, que tienen proyectos y presencia en sectores necesitados, sostienen que no hay nada de casual en la situación actual: son acciones humanas las que provocan esta realidad. Comprueban también el aumento cada vez mayor de la brecha entre las necesidades que confronta la gente y la asistencia que las mismas ONG pueden brindar. Situación que amenaza con “robar la esperanza. No podemos permitir que se pierda la esperanza”, afirman.

Las cifras siguen creciendo. Un total de 174 millones de personas en 58 países corren el riesgo de morir por desnutrición o falta de alimentos «y esta cifra aumentará en los próximos meses si no se hace nada», denuncian las ONG. Los conflictos bélicos son el principal motor del hambre en el mundo, seguidos del cambio climático y la pandemia de coronavirus.

Según explica en su sitio WEB Oxfam de Quebec (Canadá), un año después que las Naciones Unidas advirtieran sobre «hambrunas de proporciones bíblicas», los fondos aportados como respuesta por los países ricos llegan apenas al 5% del pedido de la ONU para este año en curso. Por el momento están confirmados, solamente, 415 millones de dólares de lo solicitado para luchar contra el hambre en el mundo, https://oxfam.qc.ca/depenses-militaires-pour-financer-aide-humanitaire/

De Yemen a Afganistán, de Sudán del Sur al norte de Nigeria, las armas y la violencia están empujando a millones de personas al borde de la inanición, afirma Oxfam. Ésta recuerda que los precios medios de los alimentos a nivel mundial se encuentran en el nivel más alto de los últimos siete años.

“Los países más ricos están recortando la ayuda alimentaria mientras millones de personas pasan hambre; se trata de un enorme fracaso político”, subraya.  El hambre en el mundo no se debe a la falta de alimentos, sino a las desigualdades socio-económicas, sostiene dicha ONG, una de las más activas en lo que hace a la información y la sensibilización sobre esta temática.

Latinoamérica también víctima

Más de 20 países sufrirán hambre aguda si no se les asiste con urgencia. Yemen, Sudán del Sur y el norte de Nigeria encabezan la lista de naciones de alto riesgo. En algunas zonas de Sudán del Sur y de Yemen hay familias que ya están en peligro de morir de inanición, señala el documento presentado el 23 de marzo por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos, http://www.fao.org/news/story/es/item/1390765/icode/ 

En el mismo, las agencias señalan que, si bien la mayor parte de los países afectados se encuentran en África, el flagelo del hambre aumentará en prácticamente todas las regiones del mundo, incluida incluso América Latina. Este informe afirma – de igual manera que ahora lo hacen las 260 ONG- que 34 millones de personas están en este momento a un paso de morir de hambre.

En cuanto a América Latina y el Caribe destaca la escalada de la inseguridad alimentaria aguda en El Salvador, Guatemala y Honduras debido al doble impacto de los huracanes Eta e Iota y los efectos  económicos del COVID-19.

Estos cataclismos, agrega, dañaron grandes extensiones de tierras de cultivo, al igual que la infraestructura de los sectores productivo, ganadero, pesquero y de transporte, provocando una caída del suministro de alimentos y un alza en los precios de los mismos. Además, el cierre de actividades impuesto por la pandemia redujo el empleo, sobre todo el informal, lo que ha provocado la pérdida de ingresos familiares y un menor acceso a los alimentos.

El estudio anticipa un panorama dantesco. Estima que las condiciones en Honduras empeorarán entre abril y junio, cuando unos 3,1 millones de personas enfrenten inseguridad alimentaria aguda y 570.000 lleguen a una situación de emergencia. Calcula que, en Guatemala, 3,7 millones de personas se encuentran ya en situación grave, con 428.000 en alto riesgo de inanición. En cuanto a El Salvador, las dos organizaciones de la ONU anticipan que un millón de personas enfrentará inseguridad alimentaria entre marzo y mayo, con 121.000 en situación de emergencia.

Panorama continental agudizado por la realidad haitiana y venezolana. En Haití, el COVID-19 y las malas cosechas han dejado a casi la mitad de la población, es decir unos 4.4 millones de personas, en situación de inseguridad alimentaria grave, y a 1.2 millones en situación de emergencia, lo que representa un aumento del 6% con respecto al año anterior. En Venezuela, “la situación es probable que se deteriore más” por la hiperinflación y las sanciones internacionales, subrayan la FAO y el PAM. Anticipan que los niveles de inseguridad alimentaria crecerán con respecto al 2019, cuando 9.3 millones de personas padecieron por la carestía de los alimentos.

Es hora de actuar con urgencia

La Carta abierta hecha pública el 20 de abril por las organizaciones no gubernamentales insta a los líderes y a los Estados a dar respuestas inmediatas. Y enfatiza que dichos dirigentes tienen una “responsabilidad única”. La ayuda debe llegar lo más directamente posible a las personas más necesitadas y de forma urgente. Recuerdan que se necesitan 5.500 millones de dólares para que la asistencia alimentaria urgente llegue a esos 34 millones de personas a punto de caer en el abismo de la hambruna.

Los firmantes llaman a los jefes de Estado a poner fin a los conflictos y violencias de todo tipo y contribuir así a la solución global del hambre en el mundo. Y enfatizan la necesidad de que se aplique el “cese global de hostilidades” al que convocara el Secretario General de las Naciones Unidas el pasado 23 de marzo, https://news.un.org/es/story/2020/04/1472342.

“No hay lugar para el hambre y la inanición en el siglo XXI. La historia nos juzgará a todos por las acciones que tomemos hoy”, concluye la reflexión-advertencia-exigencia de la sociedad civil internacional. Y junto con el punto final de la misiva se abre el corolario analítico de este drama mundial. El hambre no es una fatalidad. Es el resultado de una voluntad política en la que prevalece un sistema ilógico. Es decir, la consecuencia de una falta de voluntad política para concebir el mundo desde el prisma de la equidad humana.

Los están matando de hambre

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