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El trampolín del Día del Medio Ambiente para caminar hacia la Agenda 2030 escolar

Sería más correcto conseguir que el medioambiente se perciba como un entramado complejo, con una dimensión planetaria, sujeto a ritmos acelerados por la intervención humana, que se manifiesta a menudo con episodios dolorosos para las personas.

Carmelo Marcén Albero

Este año el Día Mundial del Medioambiente se centra en la contaminación del aire.

Desde hace unas décadas el 5 de junio se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente. Esta fecha sirve de recordatorio para lanzar una mirada crítica hacia el estado global del entorno más o menos próximo, también, y cada vez más, de denuncia ambiental sobre el ecosistema planetario. Este año se construye alrededor de la contaminación del aire y su acto principal se celebra en China; ¡Vaya paradoja!

En torno a ese día tenemos la sensación, o la certeza, de que el medioambiente, así junto queda más completo y tiene una dimensión de globalidad que es su principal característica, padece una serie de problemas a los que debe enfrentarse ya. Pero, ¿quién le pone voz al planeta?, ¿o lo escucha?. Sin embargo, no hay duda de que las debilidades que cuestionan su futuro tal cual lo conocemos son muy concretas; es más, buena parte de ellas han sido generadas por la especie humana que, a su vez, sufre sus efectos y es parte imprescindible de su mejora. Esta es la gran contradicción de la conciencia ambiental: las personas somos causa y efecto de parte de sus bienes y males en ese día y en el futuro. Aquí radica de manera especial la dimensión de vulnerabilidad global y, consecuentemente, la urgencia por actuar.

Normalmente, en este día, en la escuela y fuera de ella, se hace una lectura plana del término medioambiente: lugar donde vivimos. Esta conceptualización ha limitado hasta ahora la potencia educadora que supuestamente se asimila a un día mundial. Sería más correcto conseguir que el medioambiente se perciba como un entramado complejo, con una dimensión planetaria, sujeto a ritmos acelerados por la intervención humana, que se manifiesta a menudo con episodios dolorosos para las personas –son ecovulnerables– y para la permanente entropía del medio natural. Por eso, es urgente asociar las dinámicas mundiales en lo social, económico y ambiental con las crecientes situaciones de indefensión, que ya no es coyuntural sino estructural, según cuentan la ONU y otras organizaciones internacionales ecosociales y demuestran grupos de expertos científicos. Para enfrentarse a ellas son necesarias estrategias colectivas que logren reducir sus efectos y, a la vez, permitan adaptarse a retos tan graves y grandes como, por ejemplo, el cambio climático. Esa debería ser la estrategia básica del permanente “Día del Medio Ambiente”.

Señalemos que la ONU concretó hace unos años caminos de salida para la situación crítica social y ambiental en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Suponen un tránsito ético hacia la equidad que discurre por itinerarios trazados por la progresiva eliminación de la pobreza, por una mejora de la nutrición de las personas a través de alimentos más saludables porque ponen en primer lugar el consumo responsable y la reducción de la huella ecológica para no esquilmar la Tierra. Lo intentan en un contexto de promoción y universalización de la salud, visible en la mejora de la calidad del aire y del agua, en la eliminación de la pobreza energética a partir del uso de energías limpias y sostenibles, en la ralentización del cambio climático, en la conservación de le biodiversidad. Todas las anteriores prácticas son un camino para lograr la igualdad de derechos de las personas, que se fundamentan también en la protección de sus vidas, en el dominio universal de la justicia ética y de la paz como medio de supervivencia.

La Agenda 2030, que surge de los ODS, supone un esfuerzo colectivo, de todas las personas e instituciones para todas las personas y el planeta. Las administraciones, de forma especial las educativas, deben impulsar con determinación verdaderos enfoques de equidad, asegurar la igualdad de oportunidades, luchar contra la segregación escolar: fomentar la participación de las familias y el alumnado para conseguir un clima escolar acorde con los ODS. Además, es urgente un aumento de los recursos en forma de becas y ayudas a las personas, y de mejoras en la gestión ambiental de los centros, muy lejana ahora de los retos ambientales planteados.

La escuela para la vida como principio rector se debe imponer a las tradicionales tendencias que buscan la acumulación de los contenidos disciplinares, que poco sirven para entender lo que cada día acontece. Su quehacer cotidiano se debería estructurar en torno a ejes y mallas didácticos, ambientales y sociales: el ejercicio de la equidad, la promoción de una sociedad abierta, demócrata e integradora, o el respeto activo hacia el planeta. El profesorado es parte principal en la generación de cambios éticos. Debe contemplar su trabajo como promotor de la igualdad y la equidad, como animador educativo para la acción positiva hacia el medioambiente. Para lograrlo, necesita, además de una formación pertinente, implicarse en la selección de aquellos aspectos curriculares que favorezcan el tratamiento de los ODS, hasta que llegue el tan deseado y profundo cambio curricular. En el camino, los Proyectos Educativo y Curricular deben estructurarse en torno a una educación que se implica en el conocimiento experimental de los 17 objetivos y las 169 metas de los ODS, en la consecución de aquellos que están más cerca de su ámbito competencial. En estos momentos, el profesorado, como la educación y la escuela, no puede ser neutral.

En este sentido, hay que subrayar que no basta la buena voluntad, demostrada en numerosos centros educativos que han desarrollado iniciativas más o menos puntuales sobre estas temáticas. El siempre pendiente Pacto Educativo debe fijarse más en la finalidad de la escuela y su relación con la vida que en su estructura organizativa; las circunstancias lo exigen y aquí no caben opciones políticas reservadas.

La Agenda 2030 escolar se debe basar en la práctica democrática de la ciudadanía del mundo, en la percepción de la vulnerabilidad, en la participación de toda la comunidad educativa. Habrá de reflexionar sobre la necesidad de adoptar cambios en el estilo de vida para que en ese año se hagan realidad una buena parte de los derechos universales en las personas –el alumnado de hoy es actor del mañana en relación con el planeta del que forman parte. En fin, que les aconsejamos una inmersión en los ODS; rellenen de compromisos su Agenda 2030 escolar. La gente de ESenRED hace días que empezó y lo cuentan.

Carmelo Marcén Albero (www.ecosdeceltiberia.es)

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2019/05/31/el-trampolin-del-dia-del-medio-ambiente-para-caminar-hacia-la-agenda-2030-escolar/

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Ponernos las gafas

Es urgente propugnar una educación sexual acorde a nuestros tiempos, en todos los niveles educativos y bien adaptada a las expectativas de la gente pequeña y joven.

Vivimos una época confusa y de contradicciones patentes, aunque invisibles. Estas dos características juntas no favorecen en absoluto una educación ciudadana, acorde con los derechos, valores y conocimientos adecuados a una vida común pacífica y honestamente democrática. Junto al alarde tecnológico de la realidad aumentada está el truco analógico clásico de no mirar -y por tanto no ver- partes de la realidad que nos rodean y asaltan continuamente, pero que pretendemos negar o considerar accidentales o lejanas a nuestras propias circunstancias.

Todo lo que ocurre en las pantallas y se difunde y extiende por internet puede llegar al mismo tiempo a todo lugar y a toda persona que tenga a su disposición una pantalla. Si efectuamos la maniobra del avestruz, desde luego, no veremos lo que no nos agrada y, por tanto, no miraremos lo que no estamos en disposición de ver, para abordar.

Siempre oigo decir de algunos hechos que tenemos encima, que dentro de poco van a ocurrir, para ver si así conjuramos a las fuerzas tecnológicas a que se aparten de nuestro entorno.

El caso que quiero traer aquí es el de la iniciación sexual de la gente joven y pequeña en la actualidad. Sin aprendizaje ninguno ni períodos de adaptación, se sumergen en unos intercambios sexuales muy exigentes y casi nada placenteros, pues no suelen ser producto de los propios deseos, sino de las modas o modos difundidos y a los que imitan casi ciegamente.

Me refiero, sobre todo, a la pornografía en abierto y gratuita que circula profusamente a golpe de clic, en cualquier dispositivo conectado y sin filtros ni controles.

Ahora todo pasa en internet y por internet y los likes a ciertas imágenes corren como la espuma en pocos minutos y convierten a sus “dueñas” en populares famosillas o en blanco del bullying, llamado sexting, en los ambientes escolares. Las adolescentes de esta edad, sin formación sexual ninguna, buscan poner en práctica el principal mandato patriarcal para las mujeres: la Ley del Agrado, actualizado en cada generación. La multiplicación de likes, es la multiplicación del “me gustas” y este todavía sigue enraizado en la socialización de las niñas, de las jóvenes y de las adultas.

El primer pilar de la Ley del Agrado es la belleza, el canon de belleza actual y el capital erótico que el cuerpo de las mujeres comercializa y populariza, con las promesas de éxito que ello conlleva en la edad de la que estamos hablando. Las niñas exponen sus cuerpos en sus selfies y sus vídeos, ajenas a las consecuencias que tienen en la mayor parte de varones de todas las edades y condiciones, socializados ellos para que los cuerpos de las mujeres estén a su servicio pagando o sin pagar, disponer de ellos o tomarlos como moneda de cambio del amor o protección.

Y ahora estamos sabiendo, a pequeñas dosis, alguna de las consecuencias de esta banalización del cuerpo sexuado femenino y de sus utilidades. La pornografía en abierto, gratuita y profusa deforma las mentes y las induce a pensar que los abusos sexuales contra las mujeres son normales porque a ellas les gusta. Son normales si los estamos viendo continuamente y les gustan porque las actrices porno están para eso, para participar en una ficción audiovisual, en la que, por supuesto, hay que interpretar lo que vende y fingir lo que sea menester para que reciba muchas visitas.

La mayoría de adolescentes no van a optar por ganarse la vida siendo actrices porno, ni tampoco siendo carne de prostitución y, sin embargo, pasan muchas horas pegadas a esos modelos de chicas “atractivas”, aunque sea un atractivo trucado o artificial. Todas estas horas les deforman la mente y los deseos, sin duda, y las apartan de un posible proyecto de vida propio, en el que el erotismo y la sexualidad tengan un papel elegido y satisfactorio, junto a otros muchos aspectos de la vida, como pueden ser los relacionales, hobbies, diversiones variadas, estudios, profesiones y aprendizajes.

Esto no salta a la vista de las personas adultas, porque transcurre en espacios digitales a los que no solemos tener acceso y, además, forma parte de un pacto implícito de silencio que las invita a negar siempre que practican un cierto striptease en las redes.

A los chicos les afecta y les llega igualmente pero, a ellos para reforzar el principal mandato patriarcal masculino: controlar el cuerpo de las mujeres, por cualquier medio a su alcance. Ellos van a dominar, no a agradar precisamente.

Creo que es urgente que nos pongamos a actuar como sociedad, como Estado, como personas ciudadanas y que exijamos que se intervenga de inmediato en todo lo que anda deformando las conciencias y manipulando las vidas de casi todas las chicas en formación. No basta con escandalizarse de tantas violaciones en grupo y por parte de chicos menores, no basta con comentar el horror que supone la desaparición de tantas chicas, casi siempre abusadas y en muchos casos asesinadas.

Y también es urgente propugnar una educación sexual acorde a nuestros tiempos, en todos los niveles educativos y bien adaptada a las expectativas de la gente pequeña y joven. Si seguimos con una miopía o ceguera enormes ante estos hechos, no realizaremos intervenciones responsables, como son: el control en las web y la educación sexual universal. Nada se aprende sólo: hay que enseñar para saber y saber para mejorar y para enseñar y ver bien hay que ponerse gafas.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/06/03/ponernos-las-gafas/

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Miles de docentes chilenos reclaman mejor educación pública

Por: Prensa Latina

Decenas de miles de docentes de primaria y secundaria de Chile, en huelga desde el lunes, realizaron hoy una contundente marcha nacional en esta capital en reclamo de mejoras para la educación pública.
La marcha comenzó pasadas las 11:00, hora local, en la Plaza Baquedano y transcurrió pacíficamente por la Alameda Bernardo O´Higgins hasta la Plaza Echaurren, donde finalizó la larga columna que congregó a 45 mil personas según reportes de Carabineros, pero muchas más a juicio de los organizadores.

A la altura del palacio de La Moneda la manifestación se detuvo para escuchar las palabras del presidente del Colegio de Profesores de Chile, Mario Aguilar, quien dirigiéndose al presidente Sebastián Piñera exigió que escuche los reclamos de los docentes y aseguró que ‘Chile no es una empresa ni los maestros sus empleados’.

En el acto de cierre Aguilar reiteró que los profesores no están pidiendo aumentos salariales, sino el mejoramiento de sus condiciones laborales y de las infraestructuras de la educación pública que se encuentran cada vez más abandonadas.

Asimismo los docentes reclaman al Ministerio de Educación el reconocimiento de una deuda histórica con los docentes desde la década de 1990, que no ha sido saldada, y que ese organismo cumpla su papel y preste mayor atención a los problemas que enfrenta la enseñanza pública en el país.

A sus demandas sumaron el rechazo a cambios en el currículo de la educación media que implican la eliminación de las asignaturas de Historia y Educación Física del programa obligatorio a partir del próximo año para dejarlas opcionales.

Esto ha sido rechazado por amplios sectores, no solo docentes, que ven un objetivo político en privar a los jóvenes del conocimiento de la historia contemporánea del país, y como un contrasentido suprimir el ejercicio físico en una nación con altos niveles de obesidad entre niños y adolescentes.

Durante la manifestación fue colocada en la fachada del Ministerio de Educación una enorme tela pidiendo la renuncia de la ministra Marcela Cubillos, quien no ha hecho alusión alguna al paro a pesar de que ya van cuatro días con las clases interrumpidas en la mayoría de las escuelas.

Aguilar reiteró igualmente que los maestros están dispuestos a reiniciar el diálogo, pero siempre que el gobierno muestre voluntad de brindar soluciones a los problemas de la enseñanza y a las peticiones de los docentes.

Asimismo aseguró que ante la falta de respuestas, la paralización de las clases continuará la próxima semana y que los maestros seguirán expresándose en movilizaciones en las calles.

Todo indica que con el transcurso de los días la huelga ha ido cobrando fuerza, pues este jueves se sumaron varios centros educacionales de esta capital que no habían interrumpido sus actividades, mientras que a la manifestación de hoy se sumaron varias organizaciones estudiantiles.

Estos incluso se movilizaron en puntos de esta capital desde temprano en la mañana y protagonizaron enfrentamientos con las fuerzas policiales.

Según reportes del interior del país, también se realizaron grandes marchas en varias ciudades.

La de esta capital transcurrió sin contratiempos, aunque al final se reportaron incidentes en los cuales fuerzas especiales de Carabineros lanzaron chorros de agua y gases lacrimógenos para dispersar a grupos de encapuchados ajenos a los manifestantes, los cuales lanzaron cocteles molotov contra los vehículos policiales.

Fuente: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=282190&SEO=miles-de-docentes-chilenos-reclaman-mejor-educacion-publica
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Claustros enmudecidos

Por: Guadalupe Jover

¿En qué momento dejamos de mirarnos las caras y hablar entre nosotros para pasar a mirar y hablar tan solo a quienes presiden el claustro? ¿En qué momento pasamos de analizar, debatir y decidir, a ser meros receptores de información ya procesada?

Hace ya un buen puñado de años, cuando empecé a dar mis primeros pasos como profesora de instituto, los claustros se celebraban en la biblioteca, nos sentábamos en círculo y todo en la vida escolar era objeto de debate. Hoy día los claustros se celebran en las salas de usos múltiples, reproducimos la disposición tradicional de las aulas -con sus filas de a uno y su mesa presidencial -, y no se dialoga apenas.

El uso del espacio importa. De hecho, el modo en que los interlocutores se sitúan en él es un buen indicador del tipo de comunicación que entre ellos se establece: más jerárquica o más democrática, más unidireccional o más participativa, más predeterminada o más abierta a la iniciativa de los hablantes. Un claustro, como casi cualquier situación comunicativa -desde una liturgia religiosa a una comida familiar- tiene sus ritos y sus rutinas, y está bien que así sea. Pero, ¿en qué momento dejamos de mirarnos las caras y hablar entre nosotros para pasar a mirar y hablar tan solo a quienes presiden el acto? ¿En qué momento pasamos de analizar, debatir y decidir, a ser meros receptores de información ya procesada?

Me cuesta recordar los nombres y los rostros de quienes fueron mis primeros directores. No he olvidado, sin embargo, los de aquellos colegas cuyas intervenciones en los claustros ensanchaban mi mirada sobre la educación hasta proyectarla más allá de las aulas; colegas de quienes aprendí que la educación es política, que cualquier decisión tiene implicaciones sociales y políticas, y que quienes las niegan son siempre quienes tienen la sartén por el mango (o carecen del más mínimo sentido crítico). Cuántas cartas, comunicados o reivindicaciones se gestaron entonces. Cuántas transformaciones tan lentas como medulares en lo que aún ni siquiera llamábamos proyecto educativo de centro salieron de ahí. El director -la directora- era entonces un primus inter pares, y nadie hablaba de profesionalizar la función directiva como nadie pretende hacerlo hoy en día con los decanos, los rectores o los alcaldes.

Jamás escuché entonces que lo que allí se dirimiera fuera la imagen del centro ni jamás se pronunció un posesivo: nuestro instituto. El compromiso era con la escuela toda, y tan acendrado estaba el sentido de lo público que cualquier colegio público, cualquier instituto, eran también los nuestros. Con frecuencia colaborábamos con ellos -o nos manifestábamos con ellos-. En los centros de profesorado -hoy tristemente desaparecidos en muchos territorios- nos formábamos todos juntos y teníamos la sensación de abordar con herramientas análogas los problemas comunes.

Cuánto han cambiado las cosas. En la Comunidad de Madrid, donde trabajo, los claustros hace tiempo que dejaron de ser foros de deliberación y debate. Se transmite información, se proyectan estadísticas y se acalla cualquier intervención alegando que “no es competencia del claustro”… o mirando el reloj con impaciencia.

Tantas movilizaciones hace apenas cinco años en defensa de la escuela pública y, en este escaso lapso de tiempo, la escuela pública ha pasado a ser gestionada -este es ahora el verbo- como una escuela privada. En las estadísticas lo que importa es quedar una décima por encima de los resultados de los otros centros de la localidad o de la Comunidad entera. Vano es advertir que ni en uno ni en otros superamos el 75% de los estudiantes que, habiendo llegado a 4º ESO -¡cuántos se nos perdieron por el camino!-, logran sacar el título de Secundaria. Inútil sugerir que indaguemos en las causas y tratemos de ponerles remedio, exigiendo de la Administración educativa los recursos que faltan -desde ratios y tiempos hasta profesionales de los departamentos de Orientación, sin cuya intervención gran parte de nuestro alumnado permanece en una situación de vulnerabilidad absoluta- y disponiéndonos como equipos docentes, como departamentos didácticos, como claustro de profesores, a ver en qué estamos fallando y en qué podemos mejorar. Porque no, el objetivo es otro. Mejorar en los rankings. El rankingpor el ranking mismo.

Se aprueban sin apenas debate alguno -o contra la voluntad del claustro- los programas de bilingüismo, fuente de sangrante segregación dentro y fuera del centro; se pide la adhesión del instituto a cualquier iniciativa de la Administración que suponga poner “un sello de calidad” en la fachada del centro, por más que las prácticas cotidianas sigan siendo las mismas; se acepta el desembarco de cualquier empresa, banco o fundación que dé visibilidad al colegio o instituto en este mercado de la educación en que, al parecer, todos estamos llamados a competir. Pretender manifestar una reserva implica “poner el cuerpo” contra el sentir mayoritario, y de ahí es difícil salir indemne.

Sé que afortunadamente hay excepciones a este triste panorama que dibujo. Que hay claustros donde se dialoga de cuestiones pedagógicamente relevantes, donde se toma la iniciativa, donde se habla y se escucha. Sé también que hay directores que, aunque la LOMCE no los obligue a ser democráticos, son conscientes de que tampoco se lo prohíbe y que, por tanto, pueden seguir sometiendo la Programación General Anual, por poner un ejemplo, a la discusión y votación del claustro de profesores y del consejo escolar. Pero mucho me temo que son los menos. Sea como sea, mirémonos en ellos para no perder los restos de dignidad profesional que nos queda.

Fuente e imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/06/06/claustros-enmudecidos/

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John Dewey (a propósito de “la fiesta de la democracia”)

Por: Jaume Martínez Bonafé

Si la democracia ha de liberar y cultivar la inteligencia, la escuela es el lugar en el que ese proceso se construye. Pero no puede haber aprendizaje de la democracia en una escuela que no sea democrática.

Estos días pasados se nos ha bombardeado desde los medios de comunicación y las declaraciones de diferentes líderes políticos con “la celebración de la fiesta de la democracia”, haciendo referencia a la reciente convocatoria electoral. Parece oportuno recordar, en tiempos en que las palabras pierden su sentido original y su fuerza más real, a uno de los autores que más ayudó a pensar la democracia y a relacionarla, además, con la función educativa.

Para Dewey la democracia no era una forma de gobierno sino una forma de vida social. Una sociedad democrática es móvil, cambiante, activa, conflictiva, tolerante, armónica (de todas estas maneras encontramos en Dewey acepciones a la democracia) y requiere de sus miembros inteligencia, compromiso e interacción positiva con el otro a fin de construir una comunidad justa e inclusiva. Esta capacidad humana debe ser educada, aprendida, haciendo democracia, es decir, resolviendo los problemas concretos que plantea la vida democrática. Y es en ese proceso, siempre social e inacabado, en el que se cultiva y desarrolla la inteligencia como función específica que dirige nuestros modos de comportamiento. Conviene recordar que Dewey era profundamente crítico con la sociedad industrial por la conformación rutinaria, pasiva, objetivada y mecánica del modelo de vida y de aquí la necesidad de la democracia como posibilidad de transformación de ese modelo de vida.

Así que la democracia es un procedimiento social que nos ayuda a crecer como seres humanos inteligentes y libres, un instrumento que facilita el cambio y la mejora de los modos de vida, alejada de verdades transcendentales o inmutables. Pero esa posibilidad pragmática deber ser educada. De aquí el importante papel que Dewey atribuye a la institución escolar. Si la democracia ha de liberar y cultivar la inteligencia, la escuela es el lugar en el que ese proceso se construye. Pero no puede haber aprendizaje de la democracia en una escuela que no sea democrática. Dewey, muy crítico con los sistemas educativos contemporáneos (“el sistema escolar siempre ha estado en función del tipo de organización de la vida social dominante” ) reclama una praxis educadora que partiendo de la experiencia vital investigue las realidades y conflictos sociales, desarrolle métodos rigurosos y científicos para su análisis y comprensión, y sugiera un “plan de operaciones” dice Dewey, proyectos de intervención y mejora de la realidad investigada.

Y es en este sentido que la educación es política: la teoría política de la democracia reclama una teoría política de la escuela que asegure procesos de experiencia, reflexión y aprendizaje de la vida democrática. La escuela, por tanto, es una “agencia”, un “laboratorio”, una “practica intencional”, una “lugar experimental” con un ambiente organizado y un programa específico que ofrezca las condiciones objetivas y subjetivas para vivir experiencias cualificadas que ayuden a los sujetos en su formación como reconstructores sociales. Pero la formación en el aula del espíritu democrático “sólo existe cuando el individuo aprecia por sí mismo los fines que se propone y trabaja con interés y dedicación personal para alcanzarlos”. Ese laboratorio de vida democrática que es la esuela se basa en una didáctica activa y experimental que trabaja con datos y se enfrenta a perspectivas inmutables y universos cerrados. La democracia se construye experimentándola.

Dewey escribió Democracia y Educación en 1916. Su obra fue traducida al español por un comprometido inspector de educación cercano a la ILE, Lorenzo Luzuriaga, que escapó al exilio tras el triunfo de la dictadura franquista, manteniendo en Buenos Aires el empeño editorial de las obras de Dewey en español. No se cuanto hay, en esta simbólica huida al exilio del texto de Dewey de silencio, olvido y despiste sobre el verdadero sentido pragmático de la democracia y el papal que debiera jugar la educación. Y desde el silencio, el olvido o el despiste, el fiestorro de la democracia da de si lo que da de si. La charlatanería mediática, la vaciada llamada puntual a depositar la papeleta, o la afirmación autoritaria y no argumentada pueden ser contrastadas con un modo de vida democrático si ha tenido ya en la escuela un espacio de vida democrática.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/06/05/john-dewey-a-proposito-de-la-fiesta-de-la-democracia/

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¿Tiene sentido un único examen de Selectividad para toda España?

Por: Ana Torres Menárguez

Rectores y políticos no coinciden en el diagnóstico ni en la solución para evitar desigualdades en el acceso a la Universidad en las diferentes autonomías

El debate no es nuevo. Lo inició hace un año el consejero de Educación de Castilla y León (PP), Fernando Rey, quien aseguró que los exámenes de Selectividad son más fáciles en unas comunidades que en otras y que las notas de algunos estudiantes foráneos llegan “hinchadas” al matricularse en la Universidad de su región. España tiene 17 pruebas para el acceso a la Universidad, ahora llamadas EBAU o EVAU (en función de la región). Rey propuso ya entonces un examen único para toda España porque, dijo, hay grados muy competitivos como Medicina donde cada décima puede ser decisiva. Este año, como los anteriores, la polémica ha vuelto y, de nuevo, académicos y responsables políticos no se ponen de acuerdo ni en el diagnóstico ni en la solución.

El secretario general de Universidades, José Manuel Pingarrón, defendió este martes el actual sistema de acceso a la Universidad, en el que cada autonomía decide fechas y contenidos en su territorio, aunque reconoció que existen “algunos defectos”. “Dependiendo de con quién hables, unos dicen que sí hay desigualdades y otros que no, y el sí es muy estrecho. Lo que es verdad es que cuando los expertos hablan sobre este tema, ven que no es un problema demasiado importante”, advirtió.

Una postura similar mantienen desde la Universidad Complutense. “No por hacer una prueba idéntica resolveríamos los problemas”, dijo el vicerrector de Estudiantes, Julio Contreras. “Al revés, los crearíamos, porque lo único que haríamos sería aumentar esa inequidad educativa. Nadie se plantea hacer el mismo examen de Matemáticas en bachillerato para evaluar en la Comunidad de Madrid a todos los colegios, sería una locura”. Contreras aseguró que la selectividad está “muy adaptada” a los contenidos que los alumnos aprenden en bachillerato y señaló que cada instituto hace exámenes diferentes a los alumnos de bachillerato y que eso no genera “desigualdad”; cada profesor evalúa de acuerdo a los contenidos impartidos en clase.

El rector de la Universidad de Oviedo, Santiago García Granda, consideró que cada autonomía “tiene unas peculiaridades” y, por ello, “hay que intentar que las pruebas tengan el mismo nivel de dificultad, pero sin ser idénticas”.

La reclamación de Castilla y León pone el foco en casos como el de los alumnos canarios. En 2017, el 34,71% de los que se examinaron de Historia de España en la EVAU sacaron un 9 sobre 10. En cambio, en Castilla y León solo obtuvieron ese resultado el 9,55% de los estudiantes. El presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, y la Comunidad de Madrid (ambas en manos del PP) son algunas de las regiones que han apoyado la reivindicación de Rey. Feijoó pidió una evaluación “idéntica para todo el Estado” igual que se hace con el MIR para Medicina.

Los rectores consideran que las diferencias que se pueden dar en los resultados “no se explican por la mayor o menor dificultad de las evaluaciones (que suponen solo el 40% de la nota de acceso a la Universidad, el 60% es la media del bachillerato), sino “por otro tipo de condicionantes socioeconómicos”. Esas diferencias son las que la CRUE quiere estudiar “en profundidad” para trasladar al Gobierno una propuesta que mejore la igualdad de oportunidades “que ya existe”.

Los rectores insistieron en que la EVAU “funciona bien” y, por ello, “cualquier intento de cambiarla debería hacerse desde el más amplio consenso y tras un riguroso análisis de la realidad”. “Cada comunidad decide, dentro de unos márgenes muy tasados, qué examen pone. Pero no hay ningún informe académico que sostenga con datos contrastados que hay pruebas más fáciles que otras”, aseguraron.

Fuente: https://elpais.com/sociedad/2019/06/04/actualidad/1559668847_271235.html

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Las niñas quieren ser líderes… si las dejan

Por: Alejandra Agudo

Una encuesta a 10.000 chicas de 19 países revela que el 76% aspira a ocupar altos puestos en su comunidad, carrera o país, pero creen que tendrán que esforzarse más que los varones

Una carrera de obstáculos. Así ven las niñas su camino hacia el liderazgo. Una encuesta a 10.000 jóvenes de 19 países revela que el 76% de ellas aspira a ocupar altas posiciones en sus comunidades, carreras y países, pero creen que lo tendrán muy difícil, al menos, más que los varones. «El clavo que sobresale se aplasta», respondía una joven japonesa que ha participado en el estudio de la ONG Plan Internacional y el Instituto Geena Davis sobre Género en los Medios.

«Las niñas nombran a la discriminación de género, el sexismo flagrante y los estereotipos como barreras», escriben las autoras del informe, titulado Tomamos la iniciativa: las niñas y jóvenes cambian los rostros del liderazgo. El 60% piensa que las mujeres tienen que trabajar más duro para ser respetadas. Prácticamente todas, el 93%, cree que las que alcancen el liderazgo habrán tenido que experimentar «contacto físico no deseado», y una vez en la cima no serán tratadas igual que los hombres.

Para Anne-Birgitte Albrectser, directora ejecutiva de Plan Internacional, estas respuestas son el resultado de «la dura verdad» que ven las niñas. Solo el 24% de los parlamentarios en el mundo son mujeres, según datos de la Unión Interparlamentaria. El mismo porcentaje que han alcanzado roles ejecutivos en el mundo empresarial. Y eso que en los últimos años se han producido progresos en ambos casos, si bien con altibajos y a un ritmo lento.

Pese a su confianza en su capacidad de liderazgo —solo el 5% dijo no tener ninguna—, este tipo de percepciones sobre lo que les espera y lo que la sociedad considera apropiado para ellas, suponen un freno para las jóvenes. «Todas son conscientes de que las sociedades reconocen a los hombres como líderes. Y perciben que cuando una mujer alcanza algo de poder, son criticadas», apunta Jacqueline Gallinetti, unas de las autoras del estudio, en una conversación telefónica.

La clave para superar la parálisis o desazón es «no callarse, no tener miedo». Así lo cree la antropóloga Mercedes Fernández-Martorell, profesora en la Universidad de Barcelona. En su opinión, el temor que durante siglos han experimentado las mujeres está desapareciendo. «Antes nos quemaban vivas, nos decían que fuéramos buenas porque de lo contrario se nos consideraría prostitutas, como si ellas fueran enemigas», explica. Pero ahora «algo se está haciendo bien», opina, si las chicas se atreven a expresar sus aspiraciones como hacen las encuestadas para el estudio.

Erika, ecuatoriana de 19 años, pudo saltarse las barreras de los estereotipos y culturales. No fue fácil pues su comunidad, asegura, es muy patriarcal. Ella dice que lo consiguió porque cree en ella misma. Aunque como mujer, indígena y sin recursos no se suponía que debía llegar a la universidad, hoy estudia Arquitectura. Escogió esta formación porque le gusta, pero tenía además otro incentivo. «Para desafiar los patrones de que esta carrera es para hombres y gente con dinero», explica por teléfono desde Vancouver, donde participa en la conferencia internacional sobre los derechos de las mujeres Women Deliver como miembro de la red de jóvenes de Plan Internacional. «De nosotras se espera que estemos con los animales y los hijos, que son los que nos cuidarán en el futuro», lanza. «Pero aquí estoy, soy el claro ejemplo de que las niñas podemos cambiar el mundo».

Ese ímpetu por transformar sus sociedades es lo que explica, en opinión de Jacqueline Gallinetti, unas de las autoras del estudio, de que las niñas de los países menos desarrollados tengan más ansias de liderazgo que las de países ricos. «El contexto influye mucho, las dificultades que enfrentan, las motiva para querer cambiar sus países desde dentro», explica. Esta es una de las diferencias geográficas que encontraron entre los 19 países analizados: Benín, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, Filipinas, Finlandia, Honduras, India, Japón, Países Bajos, Perú, República Dominicana, Senegal, Sierra Leona, Sudán del Sur, Suecia, Vietnam, Uganda y Zimbabue. «Me parece inaceptable que el lugar de las mujeres solo esté en la casa. Deben estudiar y participar en el cambio de su país», respondió una de las senegalesas encuestadas.

Las niñas quieren ser líderes... si las dejan

Otro factor que influye en las ganas de llegar más alto es la formación. «Cuanto más educadas, más ambición tienen para el futuro», apunta Gallinetti. Por eso, subraya la experta, es clave que las chicas tengan acceso a la mejor educación posible si se las quiere ayudar a conseguir sus sueños de poder.

El informe apunta que el apoyo de la familia, las campañas contra el sexismo desde el sector público y el privado, así como tener modelos femeninos a seguir alientan a las chicas a superar las barreras y perseguir el futuro que desean. «Las niñas aprenden a una edad más temprana que no es apropiado que sean ambiciosas. (…) Los niños reciben más estímulos para ser política ambiciosos por parte de sus familiares, amigos y compañeros», citan las autoras. «La visibilidad de mujeres en posiciones de poder también es un factor importante», agregan. Si otras lo han conseguido, ¿por qué no ellas? «El cambio tiene que empezar en los hogares y las comunidades», razona Erika.

«Mi modelo es mi madre. Siento que no soy nada sin su apoyo. Quiero introducir cambios en mi sociedad inspirándome en ella, ya que también una trabajadora social», dijo una joven india a los investigadores. «En la vida, necesitamos personas nos den ejemplo y nos digan: ‘Tú puedes hacerlo’. Alguien que nos anime», pedía una menor de República Dominicana a sus entrevistadores.

Qué es un líder: controlador, asertivo… ¿compasivo?

«Las características que se asocian con ser un líder son los mismos rasgos de carácter que las sociedades asocian con los hombres (controlador, dominante, enérgico, asertivo)», detalla el informe. Las chicas, según los hallazgos del estudio, no solo desean alcanzar posiciones de poder para cambiar sus sociedades, sino que además defienden hacerlo a su manera. «Ellas piensan que las buenas cualidades de un líder son la empatía, que sea alguien comprensivo y compasivo. Estas no son necesariamente las características masculinas del liderazgo», detalla Gallinetti.

Fernández-Martorell asegura que el verdadero líder es quien crea e innova «porque el ser humano tiene que inventar continuamente» para adaptarse. «Aunque nos hagan ver que lo importante es otra cosa» porque para ellos no es fácil asumir que las mujeres son creativas y, por tanto, líderes. De hecho, lo que prueba su argumento es que continuamente, ellos se apropian de las ideas de sus compañeras.

«Quiero ser una lideresa que pueda escuchar y respetar cada opinión y, sin embargo, no ceder ante los demás y dar una buena solución», sentenció una adolescente japonesa.

Gallinetti considera clave que se reconozca que las niñas y mujeres jóvenes «tienen características específicas para el liderazgo, que no son más débiles o peores, que pueden ser tan eficaces como la forma en que los hombres mandan». De hecho, agrega, la diferencia entre unos y otras no es mala, sino que se complementan.

El problema, continúa, es que ellas no tienen las mismas oportunidades, ni el mismo espacio para ser escuchadas y tomar las riendas. «Es muy bueno que tengan estas aspiraciones, pero deben ver que pueden lograrlas. Cuando te topas constantemente con una pared, no te respetan ni escuchan, obviamente, esas aspiraciones van a morir. Depende de las ONG, de los gobiernos y los medios de comunicación permitir que las niñas y mujeres jóvenes tengan un espacio donde sus voces sean escuchadas», zanja Gallinetti.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/06/04/planeta_futuro/1559641010_179826.html

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