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El derecho básico a aprender

Por: Facundo Manes. 

 

Lo sabemos, el conocimiento es la principal herramienta de transformación de las personas y de las sociedades. Entonces, si queremos de verdad una nación que se desarrolle de manera sostenida e igualitaria resulta fundamental lograr una educación de calidad para todos los niños y niñas y adolescentes de nuestro país.

Para poder alcanzarlo, es imprescindible preparar a los chicos para el aprendizaje. Y esta preparación tiene que ver no solo con la estimulación cognitiva, sino con el acceso a una buena nutrición, a un contexto sano y seguro, a la salud.

Lamentablemente -debemos repetirlo para no habituarnos a esta dramática realidad- hoy alrededor de un tercio de los argentinos vive en la pobreza. La desnutrición y la malnutrición afectan el desarrollo físico y cognitivo, comprometiendo las posibilidades de desarrollo.

Debemos unirnos los argentinos para acabar con esta tragedia, que representa una inmoralidad y una hipoteca para nuestro futuro. Para que en una comunidad se pueda enseñar y aprender es necesario lograr un piso de bienestar y equidad. Si no hay un contexto adecuado, y aunque haya oferta educativa, no están dadas las condiciones plenas para que se produzca el aprendizaje.

Es responsabilidad del Estado garantizar, respetar y proteger el acceso a la educación y asegurar que se den las condiciones de educabilidad, es decir, los factores que promuevan que los chicos efectivamente aprendan.

¿Por qué acceder a educación de calidad es tan importante? La educación, tanto en el aula como en casa, nos ayuda a ser mejores personas. Conocer nuestra historia, por ejemplo, nos alienta a imaginar cómo sería caminar en los zapatos de aquellos personajes sobre los que leemos, conocer sus luchas, sus éxitos y sus fracasos. Saber cómo llegamos hasta acá. También nos ayuda a conocer otras culturas y, de esta manera, promueve la tolerancia. La discriminación es en gran parte producto de la ignorancia. Por el contrario, a través de la educación aprendemos a desarrollar la empatía.

Además, la educación es una herramienta fundamental que nos ayuda a convertir la información (que hoy es más accesible que nunca antes en la historia) en conocimiento. A su vez, nos prepara para seguir aprendiendo a lo largo de toda la vida. Es un desafío del presente para el futuro.

Es innegable que debemos repensar la escuela. A pesar del esfuerzo que día a día hacen docentes y trabajadores de la educación, el sistema educativo actual no prepara a los estudiantes para un mundo dominado por las ideas, la creatividad y la innovación.

Debemos preparar a los niños y niñas, además, para desafíos hoy inimaginables que requerirán de personas flexibles, creativas y con capacidad crítica. Mejorar la calidad y la relevancia de los contenidos y las estrategias educativas nos ayudará también a luchar contra la deserción escolar.

Otro de los desafíos del sistema educativo actual es erradicar los estereotipos que hacen que pensemos que solo algunos pueden dedicarse a ciertas disciplinas. Por ejemplo, muchas personas todavía piensan que para dedicarse a las ciencias, al desarrollo de tecnologías, a la ingeniería, al arte o las matemáticas (las llamadas STEAM) es necesario haber nacido con un talento especial y específico. Muy por el contrario, tanto el talento como las vocaciones pueden desarrollarse.

La vocación científica no tiene que ver con capacidades “naturales”, sino con el hecho de haber tenido ejemplos a seguir, de estar motivados y de la constancia que implica el trabajo duro. No debe haber distinción de género o clase social para tener la posibilidad de desarrollar las vocaciones. Esto no solo mejorará la calidad de vida de cada uno, sino que contribuirá al desarrollo de toda la comunidad.

La educación tiene un impacto económico en nuestras vidas. Y esto redunda también en las de nuestra sociedad porque el bien más importante con el que cuenta un país es el potencial y la formación de sus ciudadanos.

Sin embargo, hoy, pese a que los datos muestran una correlación entre el nivel educativo alcanzado, la calidad ocupacional y la movilidad social, en nuestro país parece haberse perdido la idea de que la educación es la herramienta más poderosa para transformar nuestra realidad.

Es urgente devolverle a la educación el valor social transformador. La tendencia a concentrarnos en el corto plazo, en las gratificaciones inmediatas, o la idea incorrecta de que hoy en día el ascenso social solo puede lograrse gracias a la herencia, los contactos o la corrupción atentan contra la apuesta de la formación a largo plazo.

Vivimos en un país cada vez más desigual. La brecha entre los que pueden acceder a la educación, a la alimentación o a la salud de calidad y los que no es cada día más amplia.

El gran sueño colectivo que nos una como país debe ser terminar con la desigualdad y desarrollarnos. Resulta imposible pensar una sociedad con un crecimiento sostenible partiendo de una distribución desigual del conocimiento. Tenemos que consensuar un proyecto de país en el que el desarrollo humano sea prioridad. Y en el que todos tengamos las oportunidades de potenciar al máximo nuestras capacidades sin importar dónde hayamos nacido o el lugar en el que vivamos. De eso se trata una verdadera comunidad.

 

Fuente del artículo: https://www.clarin.com/opinion/derecho-basico-aprender_0_BTSiyXgoX.html

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Estrategias para la Educación Digital

Por: Ined21.

En la sociedad conectada es muy interesante colaborar con las familias y la comunidad educativa para aprovechar todo lo que nos aportan los nuevos medios.

También es recomendable acompañar a los menores a moverse por las redes y las pantallas. Siempre desde la confianza y el diálogo intergeneracional, estando disponibles como interlocutores válidos.

TRES ESTRATEGIAS Y DIEZ ACCIONES

Compartimos tres estrategias y diez acciones concretas para la educación digital en familia:

1

Compartir experiencias construyendo conocimiento.

2

Gestionar activamente nuestra conexión, dieta e identidad digital.

3

Tejer redes donde desarrollarnos personalmente y socialmente.

Fuente de documento: https://ined21.com/estrategias-para-la-educacion-digital/

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Rubalcaba, la LOGSE y la educación

Por: Álvaro Marchesi.

 

La negociación de la ley con la comunidad educativa iprimero y en el Parlamento después fue también tarea casi exclusiva de Alfredo

Tuve la enorme suerte de trabajar con Alfredo Pérez Rubalcaba en el Ministerio de Educación. Cuando él ocupaba el puesto de secretario de Estado, fui director general de Renovación Pedagógica, una dirección cuyo objetivo era elaborar un modelo integral sobre la reforma educativa. Más tarde le sustituí cuando fue nombrado ministro de Educación. Durante estos seis años, de 1986 a 1992, se diseñó, se aprobó y empezó la aplicación de la LOGSE, por lo que pude conocer bien sus ideales, sus habilidades y su forma de trabajar

La LOGSE no se improvisó. Primero se presentó un Libro Blanco sobre la reforma educativa en 1989. En él se incluían el sentido de las nuevas etapas educativas, los nuevos institutos en cada una de las Comunidades Autónomas que dependían del Ministerio, las medidas para mejorar la calidad de la enseñanza y el coste de todo ello (1,3 billones de pesetas). La negociación con el Ministerio de Hacienda para conseguir el aval a una propuesta tan ambiciosa y tan costosa fue obra de Alfredo, aunque hay que reconocer que el apoyo del ministro Solana y del presidente González fueron factores decisivos.

MÁS INFORMACIÓN
Rubalcaba, la LOGSE y la educación Muere Alfredo Pérez Rubalcaba
Perfil | El socialista de las políticas de Estado
El ministro que no dejó nunca de vibrar con la educación
La negociación de la LOGSE con la comunidad educativa primero y en el Parlamento después fue también tarea casi exclusiva de Alfredo. La consecuencia de su habilidad y esfuerzo fue el respaldo final de todos los partidos excepto del Partido Popular.

A lo largo de estos años vivimos juntos un esfuerzo enorme para acertar en el diseño de la LOGSE y para convencer a la sociedad y a la comunidad educativa de que las reformas propuestas merecían la pena. Solo destacaré en estas líneas los cambios más importantes para que pueda visualizarse su profundidad y su dificultad: un nuevo nivel de educación infantil hasta los 6 años con el objetivo de escolarizar a todos los niños de los 3 a los 6; una etapa de Educación Secundaria Obligatoria de los 12 a los 16 años en los antiguos Institutos de Enseñanzas Medias, lo que suponía que los maestros de 7º y 8º de la antigua EGB pasaran a dar clase en los Institutos; la construcción de centenares de nuevos Institutos de Secundaria en muchas ciudades y pueblos que solo tenía EGB para acercar la enseñanza obligatoria hasta los 16 años a todos los alumnos; un nuevo modelo de Formación Profesional con una oferta al término de la ESO y otra de Formación Profesional Superior al finalizar el Bachillerato; una apuesta por mejorar la calidad y la equidad educativa reduciendo el número de alumnos por aula, incorporando equipos y departamentos de orientación en los centros y ampliando la formación continua del profesorado; un nuevo currículo que incluyera no solo la enseñanza de conocimientos, sino también la educación en las estrategias de aprendizaje y en los valores.

La aprobación de la LOGSE impuso una tarea ingente, pues su desarrollo exigía cambios en los contenidos de la enseñanza, nuevas tareas de los docentes, traslado de alumnos y de profesores, reformas en la formación inicial y permanente de los profesores y nuevos modelos de organización de los centros. Cada uno de estos temas abría en cascada otros muchos. Por ejemplo, si ya no iba a continuar el 7º y 8º de EGB, había que cambiar la especialidades de las escuelas de Magisterio. Pero, ¿qué perspectivas laborales se podían ofrecer a los estudiantes que se estaban preparando para dar clase en estos cursos?

Rubalcaba ha sido un hombre que creía en la capacidad de la educación para mejorar a las personas y reducir las desigualdades

Es preciso recordar que la LOGSE fue aplicada en gran parte de las Comunidades Autónomas desde el propio Ministerio de Educación, pues dependían de su gestión directa hasta su traspaso definitivo años después. Este hecho multiplicaba el esfuerzo del ministerio. Tal vez por ello se pudo asumir un liderazgo educativo en el conjunto de la educación española.

En este proceso, Alfredo volvió a demostrar unas habilidades estratégicas y negociadoras extraordinarias. Analizaba cada problema y veía sus implicaciones en otros posibles conflictivos. Hablaba entonces con sus interlocutores una y otra vez para buscar soluciones equilibradas, porque la cesión a un colectivo podía suponer agravios a otro o abrir una cadena interminable de reivindicaciones. En el conflicto con las Escuelas de Magisterio, el punto de encuentro fue establecer en la LOGSE que para el ingreso en el cuerpo de Maestros era necesario estar en posesión del título de Maestro, lo que anteriormente no era así.

Aprendí de él cuatro estrategias que he seguido fielmente. La primera, escribir el primer texto para la negociación. Siempre me decía: el primer texto marca el campo de juego y es fundamental. Y añadía: los políticos hablan mucho, pero no escriben. La segunda, tener en cuenta la perspectiva humana y política del negociador contrario. Entender qué necesita. La tercera, no dar nunca por perdida una negociación por imposible que parezca. A veces, cuando los sindicatos de profesores se levantaban de la mesa y decían que no volverían a reunirse, él me comentaba posteriormente que estaba dispuesto a llamarles de nuevo de forma individual para intentar alguna salida. Y la última, revisar de manera concienzuda todo lo que se escribe antes de su publicación. Era un poco pesado en esto. El desarrollo de la LOGSE supuso decenas de decretos, órdenes y reglamentos. Por mucha confianza que tuviera en nosotros, y de hecho la tenía, los leía con rapidez y en voz alta y te indicaba no solo cambios de fondo, sino también en las palabras para una mejor comprensión e incluso te advertía si una coma faltaba o estaba mal puesta. A esta tarea hemos dedicado todas las tardes de los sábados durante muchos años.

Hemos seguido conversando sobre educación hasta pocas semanas antes de su muerte. Yo le enviaba mis informes sobre los futuros cambios educativos, el último sobre la evaluación del profesorado y su desarrollo profesional, y él me comentaba sus impresiones y me abría nuevas perspectivas. Se acordaba de todas las normas aprobadas. En esta última etapa hablaba mucho más con los profesores y notaba una mayor valoración de la LOGSE que en el pasado, lo que le producía una íntima satisfacción.

Ha sido un hombre que creía en la capacidad de la educación para mejorar a las personas y reducir las desigualdades; un hombre inteligente, divertido, irónico, buen jefe y buen amigo, defensor de sus ideas, pero respetuoso con los que pensaban diferente. Un hombre leal y admirable.

 

 

Fuente del artículo: https://elpais.com/elpais/2019/05/17/opinion/1558081829_504349.html

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Five things parents can do to support the teachers

By:  . 

 

The biggest education strike in New Zealand history, including primary and secondary school teachers, and principals, will take place on May 29. But what can parents do to help? Emily Writes has some advice.

On Sunday it was announced that teachers in primary and secondary schools would strike for more funding, lower class ratios, support for children with additional needs and a pay jolt to address the teacher shortage. I have long supported the teachers in their efforts and I’ll continue to do so.

One of the reasons why I voted for, and encouraged others to vote for the Labour Party or the Green Party was because they both campaigned on a promise to support New Zealand’s children – this includes education.

I’ve watched in horror over the last few weeks as Education Minister Chris Hipkins has made juvenile, pouty comments about teachers not respecting him enough (and therefore I suppose making them unworthy of a fair deal?). I’ve been amazed by the lack of action by the government and the vulgar spin painting teachers as greedy or laughably “the top income earners in the country”. It’s like they think we’re idiots. Chris honey, our kids were born yesterday – we weren’t!

Parents around New Zealand contacted me after the strike announcement to ask how we can support teachers. Everywhere I look, parents want to mobilise and they want to make sure the government knows that they back the teachers.

So I decided to make a list of five easy things we can do to encourage the government to address New Zealand’s education crisis and show solidarity for our wonderful teachers.

Talk to a teacher

Ask your child’s teacher how you can support them with their strike action. Thank them for their work and let them know that you appreciate that this was a really hard decision for them to make. Teachers are exhausted. They’re being beaten up by the government after being beaten up by the previous government and they’re demoralised. They need our support.

Go to a rally

Grab the fam and get to a local rally on 29 May. The rallies will hopefully be huge. They need to be big enough to show the government how important our children are to us. I took my kids to the last strike back in August and they had a great time – they’re always lovely events and they give us a chance to teach our children how democracy works.

Join a group and organise!

Almost immediately after the strike announcement parents started setting up Facebook groups to talk about supporting the teachers. This is an excellent thing to do. Start a local group or join a bigger group. Make signs together, write to MPs together, write thank you letters to your teachers or make posters. Involve the kids! Your kids are never too young to make themselves heard and to see their parents and loved ones fighting for their future.

Strike back at the BS

The government seems to be on a misinformation campaign – correct the BS wherever you see it. Teachers are not being offered a 10k pay raise in a year. Though let’s be clear they should be – teaching is an incredibly difficult role which requires a lot of emotional maturity as well as skill and expertise. I have all of the side-eyes in the world for people, mostly men, who think teaching isn’t a skilled profession given it’s mostly women who are in this profession. Talk to a teacher before you swallow comments by Chris Hipkins that teachers are rolling in cash like Scrooge McDuck. Tell your friends, tell your whānau, tell everyone you know that the truth is that what teachers are asking for isn’t unreasonable. We really do need smaller classrooms, we need more support for children with additional needs, and teachers need more time to plan their lessons. That isn’t a crazed and wild request! It makes perfect sense.

Talk! Talk! Talk!

Contact your board of trustees and ask them if they support the strike action. Before you vote in board elections, ask the candidates what they’re doing to help with teacher and principal workloads. What are they publicly doing to support striking teachers? Email your local MP. Contact Chris Hipkins and tell him to listen to the people who voted for his party and stop being a damn walnut (kids might be reading so I can’t say what I’d like to say to him). If you’re a Labour or Greens voter, remind Labour and the Greens they made election promises and if we wanted National in government we would have voted for National. If for some unknown reason you voted for Winston Peters – I don’t know. Put down your sherry and think about your great grandchildren and their future.

Getting political isn’t a natural state for a lot of us. I get that. But this issue is beyond politics. Yes, National did this. They fucked our education system. But what’s done is done and we have to fix it – there’s no other option. We just HAVE to fix it. Yes, seeing National MPs putting out press releases saying they’re astonished Labour MPs won’t fix the problems they made is pretty excruciating (a bit like when a child shits in the bath then gets angry that there’s shit in the bath) but we can’t get drawn into all that muck. It’s a diversion. This is beyond political allegiances – this is about our kids and their right to an education. It’s about our wonderful teachers who have been dumped on for so long it’s no wonder so many have given up on the profession.

A recent poll surveyed a bunch of New Zealanders and found 89% wanted money to be spent on fixing problems in education, rather than in other areas.

The survey found 83% agreed that primary and secondary teachers needed a pay rise, about 80% agreed teachers were bogged down in administration that was getting in the way of teaching, and more than 70% said class sizes should be reduced.

There’s massive support for fixing this problem. And what teachers have asked for is fair and reasonable. We just need the government to listen. This is our chance to really make our education system world-class.

We can do it. We just need to do it together. Everyone together.

 

 

Source of the article: https://thespinoff.co.nz/society/17-05-2019/five-things-parents-can-do-to-support-the-teachers/

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Gobierno, el enemigo público de la educación en Brasil

Por: Mario Osava.

El presidente Jair Bolsonaro ha hecho méritos para convertirse en el mayor enemigo de la educación en Brasil, en lo que pudiera parecer un intento de suicidio político, aunque sea algo incompatible con el instinto del poder.

Más de un millón de personas salieron a las calles en al menos 200 ciudades del país, el miércoles 15 de mayo, para protestar contra los recortes presupuestarios impuestos a la enseñanza pública, especialmente a las universidades, única medida relevante de su gobierno en el sector desde la toma de posesión el 1 de enero.

Bolsonaro, un político y militar retirado de extrema derecha, reaccionó llamando a los manifestantes “idiotas útiles” y “masa de maniobra de una minoría de listillos”, en declaraciones a periodistas que cubrían su visita a la ciudad estadounidense de Dallas. Militantes ideológicos controlarían las universidades, adujo.

“Participaron no solo profesores, alumnos y funcionarios de universidades, sino exalumnos, sindicalistas, políticos opositores. No se puede denominarlo un movimiento de minoría, sino una nación en defensa de su enseñanza pública”: Maristela Crispim.

Pero, de hecho,  el Día Nacional en Defensa de la Educación, una de las más masivas protestas de este siglo en Brasil, no contó con líderes visibles ni una participación ostensible de partidos en su convocatoria y organización.

Carteles improvisados en cartones o tejidos fueron el recurso de expresión gráfica más usado, reflejando la movilización mayoritariamente espontanea de 1,5 millones de personas en todo el país, según  los organizadores de la Unión Nacional de Estudiantes, sindicatos y movimientos sociales.

Portar libros fue otra manera común de destacar la importancia de la educación.

“Bolsonaro es enemigo de la educación”, rezaba el cartel de un sindicato de profesores que sintetizó una opinión generalizada entre los manifestantes, coreada en forma diferente durante las movilizaciones.

“Elegir la educación como enemiga del país” fue la decisión del actual gobierno que provocó como respuesta esas masivas protestas, señaló Fernando Haddad, el rival de Bolsonaro en las elecciones de octubre de 2018 y exministro de Educación (2005-2012), en un discurso durante la manifestación en São Paulo.

Esa es una orientación peligrosa para cualquier político, que tiende a aislarlo, ante el consenso de que la enseñanza es el factor indispensable e insustituible para el desarrollo y el futuro de la sociedad brasileña.

La presencia de muchos manifestantes ajenos a las escuelas, incluso ancianas que se presentaban como “abuelas de estudiantes”, escenifico el apoyo de la sociedad en general a las inversiones en la educación pública.

En este país de 2009 millones de personas, hay 67 universidades federales estatales, con dos millones de estudiantes. A ellas se suman otras universidades públicas financiadas por los gobiernos de los estados, para alcanzar un total de ocho millones de estudiantes universitarios en centros del Estado.


Mapa teñido de movilizaciones
En 2018, Brasil tenía 48,5 millones de estudiantes en la enseñanza básica (primaria y secundaria), según el censo escolar. De ese total, 73,5 por ciento estudiaban en escuelas públicas, municipales o estadales, siendo un gran elemento de democratización y de ascensor social en el país.

En Fortaleza, capital del nororiental estado de Ceará, la movilización empezó temprano con estudiantes bloqueando avenidas.

“Participaron no solo profesores, alumnos y funcionarios de universidades, sino exalumnos, sindicalistas, políticos opositores. No se puede denominarlo un movimiento de minoría, sino una nación en defensa de su enseñanza pública”, definió a IPS la periodista Maristela Crispim, fundadora de la agencia Eco Nordeste, especializada en la sostenibilidad.

São Paulo, la mayor metrópoli brasileña, de 12 millones de habitantes que suben a 22 millones si se suma su área metropolitana, reunió 500.000 manifestantes en su avenida Paulista, el centro financiero nacional y escenario usual de las mayores manifestaciones políticas y fiestas populares en Brasil.

En Río de Janeiro concurrieron cerca de 150.000 personas, según el Sindicato de Profesionales de la Educación.

Pero también pequeñas ciudades diseminadas por este país de dimensiones continentales tuvieron su jornada en defensa de sus escuelas y universidades públicas.

Muzambinho, una ciudad de solo 20.000 habitantes en el suroriental estado de Minas Gerais,  movilizó sus estudiantes por segunda vez en 10 días, para reclamar la estabilidad financiera de su Instituto Federal que tiene un campus con seis cursos universitarios.

“Esta vez vino menos gente”, se lamentó con IPS desde esa ciudad la estudiante de veterinaria Tereza Camargo Pezzuti. Presentaciones musicales y de danza atrajeron la población local que también puso conocer muestras de los trabajos científicos de los estudiantes.

#Antieducación ideológica

La etiqueta de “antieducación” puesta a Bolsonaro no deriva solo de los recortes presupuestarios, que el ministro de Educación y Cultura, Abraham Weintraub, trató de justificar como una necesidad financiera ante la merma de ingresos fiscales, en una audiencia en la Cámara de Diputados, en Brasilia, el mismo 15 de mayo.

Se debe a la crisis económica heredada de gobiernos anteriores, arguyó en la sesión a que fue obligado a concurrir por decisión de una amplia mayoría de los diputados.

Pero durante la campaña electoral Bolsonaro ya atacaba las escuelas, especialmente las universidades, como foco del “marxismo cultural” y de la “ideología de género”, alegadas perversiones que prometía extirpar en su presidencia.

Era el ambiente, aseguraba, que propiciaba malas costumbres y una formación para convertirse en homosexuales, en desmedro de la familia tradicional y la moral.

Al llegar al poder, nombró como ministro a Ricardo Vélez, un colombiano naturalizado brasileño, graduado en teología y filosofía, con una carrera sin brillo como profesor de universidades privadas y de una escuela para oficiales del Ejército.

En tres meses no logró siquiera componer su equipo ministerial y coleccionó desastres como el anuncio de que los libros didácticos distribuidos por el gobierno serían revisados, especialmente para modificar el dato de que hubo dictadura militar en Brasil de 1964 a 1985.

Bolsonaro y sus seguidores niegan el carácter dictatorial de los gobiernos militares que abolieron garantías legales, encarcelaron y torturaron miles de personas, suspendieron las elecciones por voto directo de la población.

La medida más autoritaria de Vélez fue instruir las escuelas, mediante una carta formal, para que filmasen los alumnos en formación militar y cantando el himno nacional, y enviasen el registro al ministerio.

Tuvo que echarse atrás de inmediato y algunas semanas después fue despedido y sustituido por el economista Weintraub, otro ministro sin conocimientos de gestión educativa, pero sí con larga experiencia en el mercado financiero.

En varias declaraciones dejó claro su aversión a las universidades, por sus malas experiencias como alumno y profesor. Informó que reducirá inversiones en los cursos de filosofía y sociología, porque no producen retornos concretos como veterinaria, ingeniería y medicina, un criterio refrendado por Bolsonaro.

El anuncio de los recortes presupuestarios sonó también idiosincrático. Empezó por decir que solo tres universidades sufrirían reducciones de 30 por ciento en el presupuesto de gastos corrientes, que no incluyen sueldos.

“Alboroto” y malos resultados serían las causas del castigo. Tras reacciones negativas, incluso con datos comprobando que las tres universidades están entre las mejores del país, el ministro anunció que el recorte se aplicaría a todos los centros superiores.

En sus críticas a las universidades públicas, Bolsonaro insiste en otra falsedad, al asegurar que casi no realizan investigaciones, cuando en realidad 90 por ciento del total que se realizan en los centros superiores las realizan las financiadas por el Estado.

Weintraub, ahora, pasó a enfatizar que el gobierno pretende dar prioridad a la enseñanza básica y preescolar, aunque también esas áreas sufrieron recortes, aunque menores.

Sus explicaciones a los diputados generaron críticas y la convicción de que no hay en ralidad una política educativa en marcha.

La pérdida de ingresos fiscales se debe en gran parte al propio gobierno actual. Las previsiones apuntaban un crecimiento económico de 2,5 por ciento este año, impulsado por la confianza de los inversionistas en la nueva gestión.

Peleas internas entre gobernantes, la vuelta atrás en muchas medidas visiblemente inadecuadas y prioridades basadas en creencias y paranoias del presidente y varios de sus ministros resultaron incertidumbres, incluso en la aprobación parlamentaria de la reforma previsional considerada clave para la recuperación económica.

Hoy nadie espera más que 1,5 por ciento y muchos economistas hablan de cerca de uno por ciento, índice similar al registrado en 2017 y 2018.

Además el gobierno desató otras batallas que movilizan opositores.

“Menos armas, más libros” y “Nuestra arma es la educación” decían carteles en las manifestaciones pro educación.

Se referían al decreto presidencial que amplió a unos 19 millones de brasileños la posibilidad de portar armas en las calles, una amenaza de más violencia y muertes en un Brasil que ya registra más de 60.000 asesinatos anuales.

Fuente del artículo: https://kaosenlared.net/gobierno-el-enemigo-publico-de-la-educacion-en-brasil/

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Students going without the basics: ‘I was heartbroken when I missed school’

 

By: 

Bec* loves school and wants to go to university so she can become a social worker, and help children who grew up in similar situations to her own.

The Aboriginal teenager missed a lot of classes when she was younger – from grades five to seven. Her mum was in an abusive relationship, and money was so tight affording petrol just to get to and from school was difficult. Her Naplan test results nosedived in that period, her principal says.

“I was heartbroken when I missed school from years 5-7,” she wrote in her application to the Public Education Foundation, a not-for-profit organisation that provides financial aid to students in public schools.

“Not only did I have to face what was happening at home, I was missing out on learning, new friends, and skills.”

By the time she was in year 10 though, Bec was living in a more stable situation with her brother and his partner, and her attendance was back at almost 100%.

“If I was granted $5,000 it would improve my learning and my knowledge,” she said.

“It would help me access internet at home, hire a tutor to help fill gaps in my learning, and cut my hours at work so I can focus on my studies.

“I would like to attend university and become an Aboriginal caseworker to help young children that were like me to know that there is a good ending to it all.”

Bec’s story is far from unique. Guardian Australia was provided with a range of anonymised applications for these scholarships; all were from ambitious students swimming against a current of financial hardship to try to get the best education possible, and to one day make a generational break with poverty. They needed the money not for expensive school fees, but for everyday basics – uniforms and well-fitting school shoes, laptops, internet access and excursion fees.

One student hoped to study nursing at university after spending so much time with her single mum in hospital, two years after her dad died. She said the scholarship could help her get there by covering the cost of tutoring, uniforms and stationery. Another Year 12 student wrote her application while living in refuge accommodation. She was already financially independent and working two casual jobs, and said the scholarship money would make a huge difference in alleviating her financial strain and allowing her to complete school and attend university without going into major debt.

A Torres Strait Islander boy wrote that his mother left home when he was little, then his father committed suicide after a car accident left him with chronic pain and depression. He and his two siblings moved in with their grandma.

“We live in a housing commission and my grandma has low income and struggles to pay for education, resources, excursions, and uniform. My grandma never went to Tafe or University however she has always encouraged me to do my best, my attendance at school is very good, I try my best at school but with all the things that have happened in my life, it’s very hard.”

David Hetherington, who oversees the disbursements as executive director of the foundation, says: “The promise of public education is that any student can attend a public school at no cost to themselves and can get a proper education.

“But we know that there are students who are going without these educational basics.”

Though the scholarships aim to address these immediate financial needs, their aim is something bigger – to disrupt, if only for a select few, the ongoing link that exists in Australia between poverty and poorer educational outcomes.

Despite decades of school funding wars, the landmark Gonski report and major increases in commonwealth funding to schools, children from socio-economically disadvantaged backgrounds in Australia are still falling well behind their wealthier peers at school.

By Year 9, Australian teenagers from the most disadvantaged quartile are still, on average, around three years behind their peers from the most advantaged group in science, reading and maths.

More than a third of students from this most disadvantaged group still do not finish high school, and only a quarter go on to university.

Though the general public may have grown weary of discussions about inequality and education, experts stress there is still much unfinished business. Too many public schools in particular continue to be funded below government targets, while the problem of school segregation – particularly of disadvantaged kids being concentrated in disadvantaged schools, that are being abandoned by other families – is worsening.

It’s a much bigger problem than charities and not-for profits can fix alone.

“Educational investment can break the cycle of economic disadvantage – that’s the wonder of education,” says Hetherington. “But it’s got to be properly resourced and properly managed, and I think that’s still where we’re falling down in Australia.”

***

“Demography is not destiny” was a favourite mantra of former prime minister Julia Gillard, and one she said guided her government’s signature education reforms.

Addressing the inequity in Australia’s education system was a major focus of the landmark 2011 report by David Gonski and a committee of experts, which set the framework for reform for the decade that has followed.

At its core was a new “needs-based and sector-blind” funding model, to distribute higher levels of public funding to those schools educating students with the highest levels of disadvantage. The report established these schools were overwhelmingly, though not exclusively, public schools: almost 80% of students from low socio-economic status (SES) backgrounds attended a public school, along with 85% of Indigenous students and 83% of students from remote areas.

But eight years on, many schools, particularly public schools, are not meeting the government’s own funding benchmarks set in the wake of theGonski reforms.

Attempts to ensure “no school would lose a dollar”, a web of special deals in the years and shortfalls in funding, particularly from some state governments, have left the full vision unmet.

“Funding is not everything, I agree,” says Trevor Cobbold, the convener of the public school advocacy group Save Our Schools.

“But it’s pretty fundamental to being able to employ extra teachers, extra support staff, and so on … we have to direct much larger funding increases into disadvantaged public schools than we have been.

The Gonski model was built around a tool called the Schooling Resource Standard (SRS), the amount of money a school needs to properly educate each child, made up of a base amount of funding plus additional loadings for key areas of disadvantage.

In 2017, government schools were only reaching, on average, 90% of the SRS, while non-government schools were reaching 95%, according to the Grattan Institute.

Julie Sonnemann, a school education fellow at the Institute, points to the funding split between the commonwealth, which is the primary source of funding for non-government schools, and the states and territories, which are the main source of funding to government schools.

“There has been a lot of progress made in channelling more funding to disadvantaged schools, however still a long way to go,” she says.

“Because some state governments have been less effective in meeting the new school target set out under Gonski, government schools have got the short end of the stick.”

Under current Coalition policy, the amount the commonwealth will contribute to government systems will be at least 20% of SRS by 2023, and education minister Dan Tehan has touted the fact education spending has grown every year the Coalition government has been in power.

“We are providing a record $21.4bn for schools which is an extra 66% since we came to government and we can afford to pay for it without increasing taxes,” he told Guardian Australia.

Labor is pledging an additional $14bn for public schools over a decade, effectively lifting the commonwealth contribution to at least 22% of the SRS in the first term, as well as cracking down on some deals that allow states to deduct costs such as transport from their spending on public schools.

Those policies would, according to the Grattan Institute’s Peter Goss, “put government schools on track to reach 97.2% of SRS.”

“Not quite full funding, but within touching distance.”

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While the wide gap in achievement between kids from the lowest SES group and their more advantaged peers may seem like an intractable problem, many experts don’t agree – for a simple reason. The size of gap varies significantly between different countries.

In Canada, a similar country to Australia in many ways, this gap between students is markedly less, at 2.4 years (compared to 3.1 in Australia) and Canadian students from the most disadvantaged quartile routinely outperform disadvantaged Australian students in international PISA tests.

Canada spends a higher proportion of GDP per capita on school education than Australia, but researchers point to another factor too.

“The thing that I keep coming back to is that schools are more socially mixed in Canada than they are in Australia,” says Laura Perry, an associate professor at Murdoch University .

“Canada has one of the highest proportions of kids in the OECD that go to a socially mixed or diverse school … Australia is the opposite.

“School choice”, the idea that parents should pick the “best” school for their child and not necessarily attend the local comprehensive high school, has long been a governing philosophy in Australia, and one encouraged by the generous public funding of non-government schools and supercharged by publicly available comparison data on the MySchool website.

One result is that disadvantage is increasingly concentrated in particular schools, and the social mix of students from a range of socio-economic backgrounds is often missing.

More than half of students (51.2%) classified as coming from a disadvantaged background in Australia attended disadvantaged school in 2015, according to a recent OECD analysis, while less than 5% attend a socio-economically advantaged school (the remainder attend schools classified as socio-economically average).

Those figures are more polarised than they were a decade earlier, when the proportion of disadvantaged students at disadvantaged schools was 46%.

The trend comes despite a growing proportion of parents choosing public over private schools, in a recent reversal of a decades-old trend.

Research conducted by Chris Bonnor, a former Sydney principal and fellow at the Centre for Policy Development, shows that more advantaged families are seeking out more advantaged public schools – such as selective schools, or ones that have a higher socio-economic profile. As a result, some public schools serving poorer populations are getting left behind.

When Bonnor taught in Mount Druitt in the 1970s, a working class suburb on Sydney’s western fringe, he says there was more socio-economic diversity in the local public high schools than today.

“Even in those very difficult schools – Mount Druitt High, Shalvey High, there was always a small but significant group of high achieving kids,” he says.

“But what MySchool data clearly shows is that sort of critical mass of aspirant kids are less likely to be found in those schools now.”

This trend matters because the concentration disadvantage is compounding the difficulties students face, and is believed to be leading to poorer educational outcomes.

The same OECD analysis found that, on average, students from disadvantaged backgrounds attending more advantaged schools scored markedly better results in standardised tests.

“If you have a school with a significant disadvantaged enrolment there are negative impacts that build on each other,” Bonnor says.

“It’s partly about teacher expectations of kids, partly about resources that the school has, it’s certainly about the intellectual capital that kids bring to school everyday … There’s a whole pile of things that interact with each other to further reduce opportunities for students in low SES schools. And that’s often despite the best intentions of teachers and reformers.”

Concentrating disadvantage in these smaller, public schools also compounds the need for more funding, Perry says.

“When you concentrate students with high needs – and poverty is a high-needs, high stress situation – it makes teaching and learning a lot more difficult, and it also makes it a lot more expensive,” she says.

“Low SES schools are small. Even though their per student allocation is quite generous compared to other schools, you don’t have the economies of scale you have at other schools.”

But while debates about funding have featured prominently in education policy-making for some time, tackling the issue of segregation and residualisation has proved far more taboo in Australia.

Policy solutions could take the form of mandating non-government schools take more students from low SES backgrounds in return for their public funding, removing fees at some non-government schools, as well as changes to entrance policies to make sure selective public schools and more advantaged government schools take a wider range of enrolments.

“There are some parts of the US that have tried to tackle this issue with admissions policies, to ensure there is a diversity of kids in every school, and perhaps Australia should consider policy settings like that,” says Sonneman.

But most experts know this is likely to face deep opposition.

“There is a really strong sense of entitlement among the Australian community that they have the right to choose the best school for their child, and as long as that cultural norm exists, it’s pretty difficult for governments to do much.”

 

 

Fuente del artículo: https://www.theguardian.com/australia-news/2019/may/12/students-going-without-the-basics-i-was-heartbroken-when-i-missed-school

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