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Y usted, profe, ¿Qué opina del aborto?

Por:  Manuel Becerra. 

Las alumnas que llevan sus panzas y sus hijos a la escuela son un fantasma que recorre las secundarias populares. Los docentes “progres”, observa Manuel Becerra, oscilan entre el paternalismo y la condena solapada; hacen una pedagogía del tabú, del asterisco, de la excepción. Así todo, lo que pasa afuera del aula entra por la puerta: sexo, drogas y represión policial son los tópicos que los pibes piden hablar. Es momento de que el sistema se haga cargo y asuma la pedagogía de la pregunta empezando por una: ¿cómo impactaría la legalización del aborto en esa problemática?

—¿Ya tenés pensado qué hacer?

—Rodri me dijo que quiere ser papá. Pero yo no sé si quiero ser mamá. Y menos con él.

Hace frío en el buffet de la escuela, afuera hay ruido de recreo, y con Natacha, la profe de Francés, nos miramos. Javier trajo un café con leche.

—Tomalo, hace frío estos días.

Sin agradecer ni mirarnos, Gina toma sorbos lentos. Se hizo un test de embarazo y le dio positivo, después fue llena de vergüenza a una guardia –se puso una campera del Milan de su hermano, anteojos negros, se escondió bajo la capucha– a mentir que le dolía la panza para forzar un análisis: sí, estaba embarazada. Y no estaba muy segura de tenerlo.

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Pedagogía del tabú

En las escuelas públicas populares –para diferenciarlas de las de élite– las alumnas embarazadas y madres son parte de la cotidianeidad. En general, aunque no únicamente, son chicas que viven en barrios donde es común la maternidad adolescente. La escuela secundaria, formateada en el siglo XIX con un patrón elitista que la terminó convirtiendo hoy en el agujero negro del sistema educativo, las sigue tratando como excepciones: nos apuramos a armar trabajos prácticos fáciles de resolver, no les contamos las inasistencias, bajamos al mínimo las siniestras exigencias burocráticas para que su bebé no venga con una deserción escolar bajo el brazo. La frase “ese chico no tiene que estar acá”, que parece esculpida en piedra en las salas de profesores, también aplica implícitamente –o no tanto– a las alumnas embarazadas o las que vienen con su hijo o hija a la escuela. Las chicas gestantes y mamás transitan el tabú, lo encarnan, soportan sobre sus pieles todo el peso plomizo del yunque rosa que las manda a ser mamás, porque “tener un bebé es una bendición”. Aunque hayan sido violadas.

Las tradiciones del sistema educativo son, también, las tradiciones de la sociedad donde está inserto. Porque la escuela es una caja de resonancia de lo social, no una cámara de vacío a salvo de él.

El aborto, en ese contexto, está teñido de ilegalidad y clandestinidad: está camuflado tras una burocracia de médicos copados, hospitales amigables, farmacias con contraseña, asesores, consultorías. Para una adolescente, abortar via la escuela sin violar la ley es una pesadilla kafkiana.

Por otro lado, en las escuelas públicas de élite y privadas la invisibilización es mucho mayor. Atravesadas por el mandato de una maternidad supeditada a logros personales –facilitados por la pertenencia de clase–, las chicas de clase media intelectual y de clase media alta no se permiten maternar en su adolescencia. Ellas sí tienen muchísimo que perder. Y tienen los medios para esquivar la clandestina burocracia del aborto.

Lo concreto es que con el aborto ilegal no sólo las mujeres pobres quedan expuestas a clandestinidades precarias, antihigiénicas y que ponen en riesgo su vida. También quedan al borde de la deserción escolar: las chicas pobres no tienen una red social de contención que las acompañen a transitar esa carrera de obstáculos y contra reloj, pero tampoco cuentan con soportes –mujeres– que le cuiden al bebé una vez que nació. Porque, muchas veces, el papá se borró. Porque quedaron solas. Porque tuvieron que decidir entre maternar o estudiar.

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Las alumnas que llevan sus panzas y sus hijos a la escuela son ese fantasma que recorre las secundarias públicas populares. Los docentes oscilamos entre el paternalismo y la condena excluyente, y sin lograr acertarle a la inclusión educativa. Bajo ese signo se arman los trabajos prácticos y las intervenciones pedagógicas hacia ellas.

Bajo su “condición” silenciada, disimulada, puesta entre paréntesis hacemos una pedagogía del tabú, del asterisco, de la excepción. ¿Cómo impactaría la legalización del aborto en esa problemática?

* * *

—¿Son bebés abortados?

—Profe dígale, son angelitos.

En el Museo Nacional de Bellas Artes una alumna y un alumno de primer año se detienen a mirar fascinados un óleo de Lucas Cranach el Viejo. Allí aparece Dios, rodeado de diecinueve cabecitas de querubines, y amenaza con lanzar tres flechas fatídicas a la Humanidad.

Pedagogía de la pregunta

Los propósitos de toda planificación didáctica podrían resumirse en un objetivo central: lograr que las y los alumnos se involucren en la clase, en el objeto que se estudia, que le hagan preguntas, lo manipulen, lo adapten a sus conocimientos previos. La aproximación es espiralada, rara vez directa: una chica levanta la mano en un aula y lanza una hipótesis, intuitiva, tratando de enganchar eso que plantea su docente con algo que le viene rebotando en la cabeza. La función del docente es tomar esas intervenciones e ir corriendo la línea de lo conocido para acercarla a las metas de la clase. Para enseñar. Para que la alumna aprenda.

Cuando los docentes planificamos lo hacemos esencialmente tratando de forzar esa pregunta, implícita o explícita, a través de distintas estrategias. Sin embargo, a veces, cada vez más en un contexto global de sobreinformación y consumo, la agenda pública destruye las paredes del aula y obliga a docentes y estudiantes a hablar de determinados temas. Fuerza “naturalmente” el tan celebrado, prescripto y poco aplicado pensamiento crítico: “¿Y usted, profe, qué opina del aborto?”.

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Lo que pasa afuera de la escuela entra por la puerta: si la sociedad es violenta, encontramos un cuchillo en una mochila; si es desigual, desaparece un celular en el aula; si hay hambre, los pibes buscarán un plato de comida en la escuela. No podemos aislarnos del aborto que, además, forma parte central de la agenda particular de las y los adolescentes, incluso desde la pubertad. Sexo, drogas y represión policial: los grandes tópicos que los pibes le reclaman a la escuela.

La sesión de la Cámara de Diputados del 13/14 de junio fue el corolario de debates maratónicos, de una lucha de décadas que hace algunos años tomó un volumen insospechado. Ya se ha dicho: las mujeres son en este momento, tal vez, el motor de la historia de una forma que nunca antes fue tan explícita, escondidas como estaban tras las cortinas del patriarcado. La marea verde afiló las preguntas de los pibes y las pibas por la Educación Sexual Integral. Abandonada por el Estado nacional, y supeditada a los pocos gobiernos provinciales que decidieron darle impulso, la ley 26.150 cobró una vida y una fuerza inéditas, no ya como bajada, sino como demanda.

Las y los adolescentes han decidido que es tiempo de hablar. Es tiempo de hacer un tratamiento riguroso de temas complejos vinculados a la sexualidad. Es tiempo de que la escuela, especialmente la secundaria, se haga cargo de las preguntas de sus alumnos, de que asuma de una buena vez la pedagogía de la pregunta.

No es la tecnología la que pone en jaque a la escuela tradicional: lo que la obliga a repensarse y reinventarse es el avance de los derechos, es la masificación del sistema educativo; son los lentos, imperceptibles y contundentes cambios de hábitos culturales. Internet no incendiará a la escuela hasta sus cimientos. Al contrario: son los pibes y las pibas, cada vez más conscientes de sus derechos, los que la reforzarán.

* * *

—Ya conté cuatro pañuelos celestes acá –una compañera me pasa, por WhatsApp, una foto mal sacada de dos mochilas en la escalera de la escuela.

—Ojo, hay que tener ovarios para anudarse pañuelos celestes en este contexto.

Pedagogía del derecho

Los docentes “progres” miramos fascinados la marea verde, a las adolescentes empoderadas, a la demolición de los tabúes que forman parte de la ritualidad escolar. Adherimos categóricamente a lo que Luciana Peker llamó “La revolución de las hijas”, que celebra el protagonismo juvenil dentro de la lucha feminista. Nos maravillamos ante la toma de autonomía política y sexual de nuestras alumnas, pero lo hacemos fundamentalmente por compartir muchas de esas miradas. Hasta que aparece un pañuelo celeste, una militancia que desentona con lo general, que nos interpela también a nosotros.

¿Qué hacemos con esto?

Las hijas de Silvia Lospennato, Agustín Rossi y Daniel Filmus entraron al recinto de la Cámara de Diputados como protagonistas en las decisiones que tomaron sus madres/padres a la hora de legislar. Las hijas que tienen medios para abortar de forma segura y más desburocratizada –aunque aún ilegal–, cuyos progenitores tienen además la llave de los amplificadores mediáticos. Hasta allí, todo verde. Y en las escuelas públicas de élite, el color casi uniforme. Y también en algunas privadas, provocando tensiones con los esquemas del colegio, y hasta con sus familias. Hijas blancas, con más o menos formación política, ofreciéndole a la democracia argentina argumentos demoledores en oposición a las barbaridades –no caben otros calificativos para mucho de lo proferido dentro del Congreso en la madrugada del 14 de junio– en contra de la ley. No tienen más de 20 años. Vemos a todas las adolescentes con pañuelos verdes. Pero no: es más bien una forma de metonimia, de tomar las partes por el todo, una especie de ilusión óptica.

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En las escuelas públicas populares se ve un escenario matizado: pocos pañuelos verdes, menos celestes, y una gran mayoría despañuelada. Son pibas y pibes de los barrios, para quienes este debate está abriendo un escenario de información compleja, que saben importante y que les atrae, pero no todavía como para militar una posición. Quienes han recorrido los barrios en las crisis lo saben: son las mujeres las que ponen de pie a las familias, a sus maridos, a sus hijos. Son las mujeres solas las que muchas veces, contra la violencia de género y la exclusión total, sostienen hogares haciendo lo imposible. Sus hijas hoy están aprendiendo la enorme complejidad de la soberanía de sus cuerpos. Nunca antes se había tratado detalladamente el tema en sus casas, sus aristas legales en tensión con las morales, las preguntas contundentes sobre el placer sexual y la maternidad, sobre el rol del Estado.

En las escuelas populares las chicas, sin decidirse si se calzan un pañuelo, están reformulando preconceptos instalados. Allí está la demanda más delicada: que la escuela esté a la altura del debate con información rigurosa pero, fundamentalmente, respetuosa de los tiempos y las preguntas de las y los alumnos.

Tal vez las escuelas populares, donde no hay posturas dominantes, se parezcan más a la sociedad en su conjunto y a la no linealidad de sus mecanismos democráticos: minorías militantes con posiciones tomadas, y mayorías silenciosas que están aprendiendo algo nuevo. En este caso, pibas y pibes que están aprendiendo también a opinar, a argumentar, a expresar su voz sobre algo tan íntimo como sus deseos.

La escuela, como agencia del Estado, debe garantizar el derecho de la libertad de opinión, del debate ordenado y sincero, debe orientar el disenso jerarquizando los argumentos. Debe garantizar la aplicación de la ley de Educación Sexual Integral. Debe enseñar que se está discutiendo, también, un derecho que opera sobre la materialidad más personal: el propio cuerpo. Es la hora, también de hacer una pedagogía del derecho.

* * *

La legalización de la interrupción voluntaria del embarazo permitirá a las alumnas embarazadas salir de la clandestinidad y decidir en mayor libertad. Les permitirá sopesar sus propias condiciones, sus propios deseos, y definir su futuro sin condenas legales ni morales. Así, el aborto legal será también una buena herramienta de inclusión educativa. Habremos derribado el tabú echando preguntas sobre él, haciendo florecer preguntas.

Que florezcan mil, cien mil, millones de preguntas. Que cada piba y cada pibe viva en un país donde tenga derecho a decidir sobre su cuerpo, donde entienda que no tiene derecho a decidir sobre un cuerpo ajeno. Va a suceder, si no es este año será pronto. Y en ese futuro, tan cercano, esta discusión, este mismo artículo, parecerán antigüedades.

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Fuente: http://www.revistaanfibia.com/ensayo/y-usted-profe-que-opina-del-aborto/

Fotografía: Revista Anfibia

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Escuela, educación y cultura en Colombia

Por Oscar Sánchez

Definir la cultura es algo muy difícil. No pretendo pontificar en dos párrafos sobre lo que ha ocupado a las mentes más lúcidas de todas las civilizaciones durante milenios. Afirmemos solamente que ante todo somos cultura. Es decir que aprendemos (o apropiamos) la cultura todo el tiempo, de modo cotidiano, a veces intencional y generalmente no inintencionado. La lengua; la corporeidad; las costumbres; las creencias; los patrones de consumo, progreso y equidad y hasta las ideas de lo bello y lo bueno suelen formarse a través de relaciones familiares y comunitarias, de experiencias de amor y poder y de mensajes recibidos a través de los medios de comunicación. Se aprenden sin mayor esfuerzo y con pocas elecciones.

Lo que nos permite hacer una distinción: la educación, aunque parte de la cultura, es un esfuerzo deliberado orientado a fortalecerla o transformarla. Lucha con o junto a la cultura con objetivos, contenidos, métodos y jerarquías firmemente definidos. Fíjense que a la hora de aprender, la una es veloz y natural, y la otra, lenta y exigente. Por eso, si queremos que la educación tenga el poder de actuar sobre la cultura, hay que tomarse muy en serio su tarea. Lo que no pueden ser las escuelas es ni ajenas a la cultura ni pretendidamente libres de creencias o valores. En cambio, aunque sea más difícil y escaso, pueden convertirse en un ámbito que abre puertas a las personas, asumiendo un desafío ético liberador y un rol, sobre todo, facilitador.

Digo lo anterior porque las escuelas pueden ayudar a que las comunidades transmitan a sus niños su tradición y los formen para adaptar el conocimiento universal a sus necesidades locales. Pueden mezclar elementos vernáculos y cosmopolitas. O pueden sostener unida a la nación y próspera a la economía como pieza de un engranaje institucional al servicio de las creencias de élites religiosas, políticas o empresariales. Y esas élites pueden ser de muchos signos ideológicos, pero en Colombia son dominantemente conservadoras.

Las escuelas pueden ayudar a que las comunidades transmitan a sus niños su tradición y los formen para adaptar el conocimiento universal a sus necesidades locales.

La violencia y la injusticia social están naturalizadas en nuestro machismo, clasismo, frivolidad y urbanocentrismo. Y los medios de comunicación y demás formas de reproducción de las creencias a lo sumo son hipócritas, cuando no cínicas frente a esos desafíos culturales. Pero los proyectos escolares para integrar en la educación a las personas diversas en circunstancias igualitarias y para reflexionar sobre el poder y la inequidad en la sociedad suelen ser vistos con recelo, cuando no descalificados de modo agresivo. Y doy cuatro ejemplos:

1. Los programas especiales para ofrecer educación de excelencia y apropiada a su contexto para poblaciones campesinas, indígenas y afrodescendientes no se logran concretar; todos decimos que sí, que muy importante, pero nuestra manera de ver el mundo no reconoce el valor del ámbito rural.

2. Frente a la discriminación homofóbica en los colegios se imponen fundamentalismos religiosos que justifican la violencia.

3. El sistema cada vez está más dividido por capacidad de pago y origen social, y hoy hay unos diez tipos de educación segregada desde los muy ricos, pasando por los ricos, las clases medias altas, las clases medias populares, hasta varios tipos de divisiones entre colegios para personas pobres; pero cuando se expresa la necesidad de romper ese tipo de barreras juntando a los chicos en condición de pares para tener una verdadera sociedad de ciudadanos, los padres de familia y asociaciones de colegios se oponen con todas sus fuerzas.

4. Se habla de educación para la ciudadanía, pero los ejercicios genuinamente democráticos en las escuelas, que cuestionan el poder dentro de esas instituciones, son casos muy excepcionales.

Cuando han existido políticas educativas en Colombia que han querido aprender de escuelas alternativas, democráticas, incluyentes o que han apostado por la equidad para generalizar sus experiencias, esos esfuerzos han sido rápidamente neutralizados. Las ideologías moralmente retardatarias se han impuesto, y en el mejor de los casos se entiende que el papel de la educación pública llega hasta el mejoramiento de condiciones físicas o el fortalecimiento de las competencias laborales de los estudiantes pobres, dejando que las clases medias accedan a un mercado educativo a la medida de los padres consumidores. ¿Quién se atreve a proponer escuelas realmente nuevas para una educación que transforme los rasgos trágicos de nuestra cultura?

Fuente del artículo: https://www.google.com/amp/www.eltiempo.com/amp/opinion/columnistas/oscar-sanchez/escuela-educacion-y-cultura-en-colombia-239322

 

 

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Más mujeres a ciencias, más hombres a pedagogía

Por Josefina Santa Cruz

Hace ya unos años, se ha hecho evidente el interés de la política pública por atraer más mujeres a las ciencias. Las campañas con dicho objetivo muestran que queremos mujeres en carreras de alto status a las que históricamente han accedido más los hombres. Sin embargo, no sucede lo mismo con carreras que atraen casi exclusivamente solo a alumnas.

¿Por qué no existen campañas similares para atraer hombres a carreras como Pedagogía Básica o Educación de Párvulos?

Según los documentos publicados en el Portal de Transparencia, de los 4.271 educadores de párvulos que trabajaban en la Junta Nacional de Jardines Infantiles (JUNJI) en diciembre de 2017, siete  eran hombres y solo dos de ellos estaban en sala; los cinco restantes tenían roles administrativos, pero ninguno de ellos era de planta.

Asimismo, la memoria 2017 de la Fundación Integra – cuyos jardines infantiles forman parte de la red pública – informa que el 97,1% de sus trabajadores son mujeres.

La predominancia del género femenino en la carrera de educación de párvulos es quizás consecuencia de un prejuicio que hace mucho daño a la profesión, que el rol de educadoras les es natural a ellas, casi como un instinto.

Creer que nacer mujer es suficiente para ser una docente de calidad resulta en un menosprecio de la formación profesional que tiene dos consecuencias fundamentales.

Primero, si se piensa que la formación de las educadoras es prescindible o accesoria, es inevitable pensar también que su trabajo no requiere especialización ni menos formación universitaria.

Dicha creencia se contradice con lo que ocurre en países que han logrado la mejor educación del mundo, como Finlandia, donde los educadores (de ambos géneros) deben pertenecer al 20% superior en puntajes de ingreso a la universidad y haber cursado un magister antes de tener la posibilidad de tener a cargo la responsabilidad de ser profesor de un curso.

Segundo, si se piensa que el rol de educador es inherente al sexo femenino, es lógico también pensar que no hay ninguna formación capaz de otorgarle a los hombres que puedan interesarse en enseñar ese “instinto” o “qué sé yo” que supuestamente tendrían ellas de forma natural.

Sin embargo, no solo la profesión y los escasos interesados se ven perjudicados por estos prejuicios. La literatura sobre el tema sugiere que la educación de los niños pierde algunas  ventajas cuando es impartida exclusivamente por mujeres.

Contar con hombres educadores de párvulos provee a los niños de un modelo masculino a seguir, según Bittner & Cooney, 2003; Coulter & McNay, 1993; d’Arcy, 2004 y reduce la frecuencia con que los niños desarrollan estereotipos sexistas, Farquhar et al., 2006.

Otro estudio concluyó que la relación entre apoderados y profesores se beneficiaba, al contar con docentes hombres con quienes un padre podría vincularse mejor d’Arcy (2004).

También la inclusión de profesores hombres en la sala de clases podría ayudar a reducir el sesgo femenino que perciben los estudiantes en los temas que se discuten y los ejemplos que se dan en clases. 

Partamos por casa y hablemos en familia de lo bueno que sería atraer más mujeres a Ciencias y más hombres a Pedagogía, dos tareas pendientes en un país cada vez más conciente de que necesitamos cambios culturales y que estos son urgentes, especialmente, cuando se trata de la educación de los niños y niñas de nuestro país.

Fuente del artículo: https://opinion.cooperativa.cl/opinion/educacion/mas-mujeres-a-ciencias-mas-hombres-a-pedagogia/2018-07-21/063748.html

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Rise in women travelling from Northern Ireland to England for abortions

By James Tapper

Campaigners say having different abortion laws on either side of Irish border breaches Good Friday agreement

The number of women travelling from Northern Ireland to have an abortion in England has jumped dramatically since the government set up a special hotline in March.

A total of 342 women and girls – including at least one 12-year-old – went to England for a termination through the British Pregnancy Advisory Service (BPAS) in the three months since March: a significant increase on the 190 women who travelled to use the same service in the previous nine months.

The figures have been released as pressure mounts on the government to repeal 19th-century legislation that prevents women from having an abortion in Northern Ireland. It is now the only part of Europe apart from Malta where abortion is illegal, after the Irish referendum in May.

On Wednesday, Theresa May will meet Leo Varadkar, the taoiseach, for the first intergovernmental conference between Britain and Ireland since 2007.

A letter to the leaders, signed by 173 parliamentarians from every major political party in Ireland and the UK, calls for the repeal of sections 58 and 59 of the Offences Against the Person Act 1861. In England, Wales and Scotland, the legislation has been superseded by the Abortion Act 1967 and other legislation, but it does not apply in Ulster.

Campaigners including Stella Creasy, the Walthamstow MP, who is one of the letter’s signatories, say that having different abortion laws in Ireland and Northern Ireland is a breach of the Good Friday agreement, which commits both governments to having equivalent legislation on both sides of the border.

Creasy called the letter an unprecedented intervention. She said: “We cannot let the human rights of women of Northern Ireland be forgotten. Our duty under the Good Friday agreement is to protect them, not let Theresa May sacrifice them to the political expediency of having the DUP prop up her government.

“Without action it’s clear hundreds of women and girls as young as 12 who are UK citizens are being forced to travel overseas for healthcare – and many more may be forced to continue an unwanted pregnancy as a result. The government must name the date when parliament can repeal this cruel legislation or else risk making a rape victim having to take them to court to vindicate the basic human rights of Northern Irish women.”

On 6 March the Department of Health and Social Care set up a central booking system so that women in Northern Ireland could call a phone number to make an appointment through BPAS. The figures show that an average of 28 women a day crossed the Irish Sea for an abortion through BPAS between March and May, with more than half drawing income support or having an income of less than £15,276 a year.

In 2017, 919 Northern Irish women travelled to England for an abortion, most using clinics run by BPAS or Marie Stopes.

In June, the supreme court said the abortion law in Northern Ireland was not compatible with the European convention on human rights.

 

Source of the article: https://www.theguardian.com/world/2018/jul/21/women-travelling-from-northern-ireland-to-england-for-abortions

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How new Orleans is helping its students succed

By David Leonhardt

The New Orleans turnaround shows the power of giving more freedom to teachers and principals — and then holding them accountable for their performance

Twelve years later, Nigel Palmer still remembers the embarrassment of his first days as a fourth grader in Monroe, La. He was a Hurricane Katrina evacuee from New Orleans, living with his family in a La Quinta Inn, 250 miles from home. As soon as the school year began, he could tell that the kids in his new school seemed different from him.

They could divide numbers. He really couldn’t. They knew the 50 states. He didn’t. “I wasn’t up to par,” he quietly told me. It’s a miserable feeling.

Until the storm, Palmer had been attending New Orleans public schools, which were among the country’s worst. The high-school graduation rate was 54 percent, and some students who did graduate had shockingly weak academic skills.

After Katrina’s devastation, New Orleans embarked on the most ambitious education overhaul in modern America. The state of Louisiana took over the system in 2005, abolished the old bureaucracy and closed nearly every school. Rather than running schools itself, the state became an overseer, hiring independent operators of public schools — that is, charter schools — and tracking their performance.

Dominique Newton was the 2016 valedictorian of G.W. Carver High School. But she initially struggled in college, at Xavier, while also helping care for her father, who is on dialysis. She now is doing better, and majoring in political science.CreditWilliam Widmer for The New York Times

This month, the New Orleans overhaul entered a new stage. On July 1, the state returned control of all schools to the city. The charter schools remain. But a locally elected school board, accountable to the city’s residents, is now in charge. It’s a time when people in New Orleans are reflecting on what the overhaul has, and has not, accomplished.

So I decided to visit and talk with students, teachers, principals, community leaders and researchers. And I was struck by how clear of a picture emerged. It’s still a nuanced picture, with both positives and negatives. But there are big lessons.

New Orleans is a great case study partly because it avoids many of the ambiguities of other education reform efforts. The charters here educate almost all public-school students, so they can’t cherry pick. And the students are overwhelmingly black and low-income — even lower-income than before Katrina — so gentrification isn’t a factor.

Yet the academic progress has been remarkable.

Performance on every kind of standardized test has surged. Before the storm, New Orleans students scored far below the Louisiana average on reading, math, science and social studies. Today, they hover near the state average, despite living amid much more poverty. Nationally, the average New Orleans student has moved to the 37th percentile of math and reading scores, from the 22nd percentile pre-Katrina.

This week, Douglas Harris — a Tulane economist who leads a rigorous research project on the schools — is releasing a new study, with Matthew Larsen, another economist. It shows that the test-score gains are translating into real changes in students’ lives. High-school graduation, college attendance and college graduation have all risen.

Jewel Dauphin, a 2017 Carver graduate, now attends Opportunities Academy, a program that teaches life skills. He also does work as an advocate pushing the city to improve transportation options for people with disabilities. CreditWilliam Widmer for The New York Times 

One example: In most of Louisiana, the share of 12th graders going directly to college has fallen in recent years, probably because of budget cuts to higher education. In New Orleans, Harris and Larsen report, the share has jumped to 32.8 percent, from 22.5 percent before Katrina.

People here point to two main forces driving the progress: Autonomy and accountability.

In other school districts, teachers and principals are subject to a thicket of rules, imposed by a central bureaucracy. In New Orleans, schools have far more control. They decide which extracurriculars to offer and what food to serve. Principals choose their teachers — and can let go of weak ones. Teachers, working together, often choose thei

r curriculum.

“It puts decisions really close to the school site and the students,” Towana Pierre-Floyd, the principal of KIPP Renaissance High School, told me. Victor Jones, an English teacher at G.W. Carver High School, says, “We don’t have to wait to make changes when we know changes need to be made.”

Jones and his colleagues recently decided that their ninth graders needed more writing practice than they were getting from their literature-heavy curriculum. But the teachers still wanted to expose the students to great books. So they combined two curriculum plans to get the right mix, cutting down on novels without eliminating them. The students now read “Lord of the Flies,” “Romeo and Juliet,” “Parable of the Sower,” Ray Bradbury short stories and journalism about terrorism, among other things, and also do more writing than they used to.

Crucially, all of this autonomy comes with accountability: Schools must show their approach is working. They are evaluated based on test scores, including ACT and Advanced Placement, and graduation rate — with an emphasis on the trend lines. Schools that fail to make progress can lose their contract.

Over the past decade, the district has replaced the operators of more than 40 schools in response to poor performance. “You have to meet these minimum standards to continue to have the privilege of educating kids,” Patrick Dobard, the superintendent until last year, told me. Harris’s research has found that much of the city’s progress has stemmed from closing the worst charter schools and letting successful charters expand.

Think about how different this is from the norm in American education. In most districts, a single entity — a board of education — is responsible for both running schools and evaluating them. That combination is not a recipe for rigorous evaluation and consequences. It’s akin to letting students grade themselves.

Obviously, very few districts elsewhere are going to replicate the New Orleans model and start from scratch. But most would benefit from introducing both more freedom and more accountability. Together, the two spark human ingenuity.

For all of the improvement here, the schools still have their troubles. The academic results still trail those in less impoverished districts, and progress has slowed lately. “We’re not where we want to be,” Rhonda Dale, the principal of Abramson Sci Academy, said. Some residents told me they hoped that the new local control could accelerate academic progress – while also making the school system feel like more a local institution and less like one imposed on the city. My column next week will focus on these challenges.

Yet even with the caveats, it would be a terrible mistake to let the imperfections obscure the progress here. The city’s residents certainly recognize that progress. In a recent poll by Tulane’s Cowen Institute, 70 percent of public-school parents said the charter schools had improved education.

And what ended up happening to Nigel Palmer? In seventh grade, he moved back to New Orleans, a stronger student than when he left. Fortunately, the city’s schools had improved too. His high school, KIPP Renaissance, was “a fun, competitive environment — people wanted a high G.P.A.,” he said. “School was cool.”

This spring, he graduated from Xavier University, a historically black Catholic college here, and he recently started his first job — as a middle-school social studies teacher in New Orleans.

Source of the article: https://www.nytimes.com/2018/07/15/opinion/columnists/new-orleans-charter-schools-education-reform.html
 
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Esteban Moctezuma: el futuro inmediato (I)

Por Carlos Ornellas

Si todo sale como lo propone el virtual Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, Esteban Moctezuma Barragán será el próximo secretario de Educación Pública. Aunque EMB ha estado ausente de la política práctica desde el 2000, tiene experiencia administrativa en el alto funcionariado del gobierno mexicano. Además de secretario de Gobernación y de Desarrollo Social en el sexenio de Ernesto Zedillo, fue oficial mayor y subsecretario de Planeación en la SEP en el periodo de Carlos Salinas de Gortari.

A él le atañó negociar con el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación de Elba Esther Gordillo el Acuerdo para la Modernización de la Educación Básica; también con los gobernadores de los estados, aunque, en realidad, con ellos no convino, el gobierno central se los impuso. Uno de los puntos de aquel acuerdo era la revaloración social del magisterio, que, en la práctica, devino en la Carrera Magisterial, un sistema de incentivos que pronto manejaron los fieles del SNTE y lo cubrieron bajo el manto opaco de la corrupción.

Nadie sabe cuál será el desempeño de EMB como secretario ni cómo encarará los desafíos que tendrá enfrente. Pero es razonable suponer que serán enormes. Por lo pronto, parece que anda en busca de pistas o, quizá, lanzando buscapiés para medir respuestas de varios actores. A pesar de que no ha sido coherente en sus declaraciones, ha soltado indicios de cómo piensa actuar.

Nada hay más incierto que el futuro, pero los “futurólogos” han desarrollado técnicas para imaginar “escenarios” posibles. Claro, ésos son productos de la intuición, no se basan en evidencia, sino en supuestos razonables. Concibo tres situaciones entre muchas posibles: la pesimista, la optimista y una intermedia. Para su elaboración, me baso en las declaraciones recientes de EMB respecto a la Reforma Educativa.

El futuro sombrío. Tanto el presidente López Obrador como su secretario de Educación Pública se aplican a cancelar la “mal llamada” Reforma Educativa. Lo hacen para cumplir ofertas de campaña que, aunque dirigidas al magisterio en general, los destinatarios reales eran los restos de la camarilla de la señora Gordillo y diversas facciones de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. La marcha en reversa es radical. Dada la mayoría de Morena en el Congreso y el corrimiento de otros legisladores al carro del presidente, se enmienda de nuevo el artículo 3 de la Constitución; si no se abrogan, sí se reforman a fondo las leyes del Servicio Profesional Docente y del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación; también se altera la Ley de Coordinación Fiscal para devolver a los estados el control de las nóminas. Le cumple al grupo de la señora Gordillo la promesa de restablecer la carrera sindical (o que los comisionados al SNTE reciban sueldos de la SEP); también revoca el Programa de promoción en la función por incentivos en educación básica y restablece la Carrera Magisterial. Se acaba la evaluación del desempeño docente y el ingreso a la profesión por concurso.

Las rastras: en pocos años, los fieles del sindicato recolonizarán el gobierno de la educación básica y manejarán la CM y hasta sería posible que regresara la herencia y compraventa de plazas magisteriales.

El plan óptimo. Si bien ya no se habla de Reforma Educativa, se evalúan con seriedad sus avances y faltas. El nuevo plan educativo nace de consultas no sólo con el SNTE y la CNTE, sino con organizaciones de la sociedad civil, asociaciones de investigadores, académicos y periodistas. También intervienen funcionarios de otras dependencias como la Sedesol y la Secretaría de Hacienda. En el terreno legislativo se enmiendan las leyes, si bien se aminora el peso de la evaluación, el mérito sigue siendo el motor del SPD; crece la racionalidad en la asignación de plazas docentes y se entierra en definitiva la CM y la corrupción que produjo. Se toman las ideas humanistas del nuevo modelo para la educación obligatoria y, con cambios en algunas áreas, continúa la ruta de implementación. La SEP dialoga con maestros de base y no nada más con los líderes de las facciones del SNTE.

Secuelas: aunque con diferentes nombres, se rescata lo valioso de la Reforma Educativa y se profundiza en los aspectos (que son bastantes) que comulgan con las propuestas del Proyecto Alternativo de Nación.

El tercer escenario —una especie de ceteris paribus— será objeto de mi entrega del próximo domingo.

Fuente del artículo: https://www.excelsior.com.mx/opinion/carlos-ornelas/esteban-moctezuma-el-futuro-inmediato-i/1251565

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Las amenazas a los profes y la perpetuación de la violencia en Colombia

Por Ángel Pérez Martínez 

A través de un audio que grabó una valiente profesora de lenguaje de un colegio oficial, nos enteramos de cómo se conmina a la docente Deyanira Ballestas a que salga del municipio de San Pablo (Bolívar), si no quiere aparecer muerta. Amenaza que terminó con el desplazamiento forzado de la profesora.

Los violentos, allí donde no existen razones ni argumentos humanos, amenazan y atentan contra los docentes de la educación básica y media oficial para callarlos y evitar que formen a sus alumnos con un sentido crítico y enfrenten con su conocimiento y proyectos pedagógicos entornos violento e ilegales. Al final de esto se trata —así el país no lo quiera ver—, a estos grupos no les interesa que los estudiantes desarrollen opiniones críticas frente a temas muy complejo como los cultivos ilícitos y producción de drogas, corrupción, inequidades sociales, destrucción del medio ambiente y los desmanes del poder. Por eso amenzan a profes.

Cuando los docentes son amanazados y/o desplazados vienen traslados o miedos que inciden en el desarrollo normal del aula de clase. Con ello quienes ejercen poder a través de la violencia logran acercar a los jóvenes a sus ejércitos del mal, perpetuando condiciones inhumanas como el subdesarrollo y la pobrezac. Es esto lo que sucede en el sur del departamento de Bolívar, y otros lugares de Colombia, en donde la violencia no permite discusiones éticas sobre lo que conviene o no conviene a las personas y al desarrollo social y económico del territorio.

En este sentido, la violencia contra los docentes es un fenómeno social muy grave. No sólo ocurre en los territorios donde de manera tradicional se mantienen acciones armadas y la consecuente condición de vida en medio de la zozobra y el miedo, también ocurre en las grandes ciudades, sin que la política pública, la justicia y los medios valoren en su real dimensión el daño que implica para los niños y adolescentes, así como para el desarrollo de la profesión docente.

Los datos que entrega la Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación (Fecode) son para preocuparse: entre los años 1977 y 2015 asesinaron más de 1.000 docentes y más de 10.000 fueron amenazados. Como se expuso en un especial de El Espectador: “Fecode tiene registros de años en los que fueron asesinados más de 50 profesores en Colombia. Por ejemplo, en 1988 fueron asesinados 60; en el 2000, 74, en 2001, 60, y en 2017 se presentaron 6 casos de asesinatos este año van 4 los reportes de esa organización indican que los departamentos que más asesinatos revelan son Antioquia, con 350 docentes; Caquetá más de 200, Córdoba, con 110, y Caldas, con 70. Esta cifra no representa el total de los profesores asesinados, ya que la base de datos que tiene Fecode solamente registra los delitos en contra de docentes sindicalizados”.

Ahora bien, como se expuso anteriormente, en Bogotá y en las grandes ciudades también amenazan y atentan contra los docentes. Basta recordar que en el año 2007 un joven estudiante de 16 años ingresó a la Oficina del rector José Jaime Rojas y lo asesinó, en el entonces Colegio Distrital Naciones Unidas. Miguel Ángel Pardo, presidente de la Asociación Distrital de Educadores, me informó que, durante los dos últimos años, 317 docentes de colegios distritales han recibido amenazas contra sus vidas y cerca del 10% de ellos han sido valorados con alto riesgo por parte de la Unidad Nacional de Protección.

Sin embargo, vale la pena aclarar que en las grandes ciudades los riesgos para los docentes no son los mismos que en las zonas de alta violencia en el país.  En Bogotá, en el Concejo se sostuvo que según datos de la Secretaria de Educación de Bogotá las principales causas de amenazas o agresiones de los profesores son:

  1. Estudiantes que reclaman por haber sido presuntamente mal evaluados.
  2. Pérdida de asignaturas.
  3. Problemas de convivencia o de disciplina de estudiantes.
  4. Denuncias de consumo o porte de alucinógenos.
  5. Intervención en enfrentamientos entre pandillas donde hay estudiantes.
  6. Atracos en entornos escolares.

Los lectores se podrán imaginar qué piensa y siente un docente que asiste a una aula escolar cohibido frente a un grupo de adolescentes, donde no se puede usar el conocimiento de manera crítica, donde predomina el miedo y no las razones o los argumentos; allí no existe la búsqueda de la verdad, tampoco autoridad y liderazgo por parte del profe. También podemos preguntarnos, ¿cómo cambiar culturas violentas e ilegales si no es a través, precisamente, de la educación?

A manera de conclusión, las amenazas y atentados contra los docentes de la educación oficial en las zonas donde perdura la violencia y la pobreza impiden la libertad de catedra, y debilitan la autonomía académica de los docentes y de las instituciones escolares. Con ello se perpetúan en algunos territorios, quizás sin darnos cuenta, valores y principios que en nada se relacionan con el propósito fundamental de la educación: ayudar a formar buenos seres humanos y ciudadanos con un sentido crítico frente a su proyecto de vida y al de su entorno más cercano. Sólo así podemos cambiar.

Nadie con algún sentido humano puede aceptar la atrocidad de amenazar o matar a un docente o un líder social, ellos son personas que tienen el valor, en sus regiones, sus ciudades y su aula de clase, de enfrentar gran parte de los males de Colombia.

Fuente del artículo: https://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/amenazas-a-profesores-y-la-violencia-en-colombia-por-angel-perez/260114

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