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Diario de un voluntario norteamericano en la Guerra Civil Española

La guerra es bella de James Neugass

En su introducción a La guerra es bella, los editores, Peter N. Carroll y Peter Glazer, aportan los datos esenciales de la biografía de James Neugass. Nace este en Nueva Orleans en 1905 en el seno de una familia judía acomodada de origen alemán, y en su juventud realiza estudios variados y viaja por Europa. De regreso a América en 1932, se ocupa en diferentes trabajos, que hace compatibles con una producción poética cuyos frutos llevan ya tiempo apareciendo en revistas especializadas. En 1937 toma la decisión de viajar a España, y aquí conduce ambulancias y participa también en violentos combates hasta marzo de 1938, lo cual constituye la historia que se narra en el libro. De vuelta en Estados Unidos, Neugass trabajó de ebanista y luego de capataz en un taller mecánico, mientras daba forma a una extensa novela, Rain of Ashes, que consiguió ver publicada en junio de 1949, tres meses antes de sufrir un letal ataque al corazón en una estación del metro neoyorkino.

La guerra es bella fue escrito durante su estancia en España y algunos fragmentos se integraron en 1938 en un folleto sobre la Guerra Civil, pero hubo que esperar hasta el año 2000 para que el librero Burton Weiss localizara una copia mecanografiada del texto en una librería de viejo y la enviara a la biblioteca de la Universidad de Illinois, donde llamó la atención de los editores. Levemente retocado para evitar repeticiones y aderezado con notas explicativas, el libro vio la luz en 2008, y en versión española (Papel de liar, trad. de Felipe Osanz) en 2010. El título ironiza con una frase del tristemente célebre poema-soflama de Marinetti, prontuario de locura al servicio de los poderes más oscuros de la Historia.

La acción arranca el 5 de diciembre de 1937, cuando Neugass, que había llegado en noviembre a España, es chófer de ambulancias en el hospital americano de Saelices (Cuenca), donde convive con otros jóvenes voluntarios estadounidenses, excitados todos por la posibilidad de entrar pronto en combate: “Estoy aquí en España porque la historia siempre produce hombres en la línea de Espartaco, que o ponen sus palabras en acción o se vuelven neuróticos mortificándose a sí mismos.” En Tarancón, tras un bombardeo de los facciosos, ve sus primeros muertos en España.

A partir del 12 de diciembre, James Neugass recorre diversas zonas de Aragón con su novia, metamorfoseada en ambulancia, acompañando a su jefe, Edward K. Barsky (1897-1975), legendario cirujano neoyorquino que tuvo un importante papel en los servicios médicos del frente republicano. Los diálogos entre los dos hombres son un arroyo de ironía inteligente que destella en el corazón de la guerra: “¿Sabes, Jim?, no me preocupa que un chófer se ponga a escribir poesía, pero que un poeta se ponga a conducir…” Neugass trasporta médicos, heridos y suministros en un grupo quirúrgico vinculado a la 15ª Brigada Internacional, y tras unas semanas de consumirse en la retaguardia mientras llegan noticias de la batalla por Teruel, al fin el 31 de diciembre parten para el frente. Las continuas nevadas complican el viaje y tras una noche interminable, la unidad médica consigue reagruparse en Aliaga, 50 km al nordeste de Teruel. El 6 de enero Neugass está ya en un hospital precariamente instalado desde el que oye el crepitar de las ametralladoras.

Conviene recordar aquí que el frente establecido en el sur de Aragón en el verano de 1936 tenía un trazado recto norte-sur con una invaginación dentro del territorio republicano que dejaba la ciudad de Teruel en manos de los franquistas. Su conquista en diciembre de 1937 fue una gran noticia para las armas leales, pero las acometidas que se producen en ese sector a partir de ese momento tendrán carácter devastador y acabarán poniendo de manifiesto la inferioridad de las fuerzas republicanas en una estrategia convencional de frentes, ofensivas y contraofensivas.

El 13 de enero, Neugass pasa unas horas en Teruel, ciudad en ruinas llena de caballos muertos, y el día siguiente descubre en Tortajada una novedosa técnica médica al presenciar cómo un joven doctor inglés extrae la sangre de cadáveres recientes para usarla en transfusiones. El desigual equipamiento de los dos bandos es un rasgo esencial de esta guerra, e impregna todas las sensaciones cotidianas. Neugass conduce su ambulancia camuflada con barro por carreteras maltratadas para abastecer de carne doliente los hospitales de campaña que el movimiento de los frentes obliga a improvisar en cualquier sitio, y nos sumerge en los ciclos mentales del que coquetea con la muerte: ocasionales crisis de pánico que domina la voluntad terca de cumplir un deber.

Tras una semana inmovilizado por la fiebre, a primeros de febrero, Neugass disfruta con su unidad de tres días de permiso en Valencia: “Nada puede perturbar la tranquilidad de la luz del sol a orillas del Mediterráneo y la pureza relajante de sus olas, ni siquiera los hombres que tienen tantas ansias de demostrar que la humanidad puede ser repugnante.” Pero es en ese momento precisamente cuando comienza la gran ofensiva franquista sobre Teruel y el día 14 ya está de nuevo en el frente con su ambulancia. El día 17, Muniesa, 100 km al norte de Teruel y su hospital son bombardeados. Neugass, sin perder jamás el humorismo elegante que marca su estilo, nos aporta los detalles sobrecogedores del miedo y la impotencia, del barro ensangrentado y los cuerpos despedazados, aunque luego sus nervios estén de punta y su ánimo roto.

Siguen días tranquilos en Muniesa, a donde llegan los heridos de la 15ª Brigada Internacional en la ofensiva que ésta emprende como maniobra de distracción en la lucha por Teruel. Para finales de febrero, la ciudad está ya en manos de los facciosos, que en poco tiempo avanzan rápido. Neugass sirve con su “cariñito” en el hospital de Híjar y después se ve envuelto en el dantesco horror de lo que se ha denominado “gran retirada”. Tras el 12 de marzo, el diario, fragmentario, deja de consignar fechas y dibuja escenas del heroísmo desesperado de internacionales y españoles en la resistencia imposible. Neugass participa en violentos combates y logra llegar maltrecho a Barcelona, donde toma la decisión de regresar a los Estados Unidos. El 24 de marzo escribe en Cervère (Francia) la última anotación de su diario; resurrección tras semanas en una sucursal del infierno.

Tenemos en las manos el texto que James Neugass tejía en sus ratos libres, a veces sobre el volante de su coche, y en él tienen su lugar las frecuentes bromas de los que lo veían absorto en esta labor. La obra nos acerca a las rutinas y rituales de la guerra, y de la retaguardia ociosa y anhelante a los horrores del frente, una prosa brillante desgrana lo que trae cada día con sabor a vida fresca y un humor inglés y yiddish a la vez. Ante nosotros quedan los hombres animosos y mal equipados que plantaron cara al fascismo mientras el mundo claudicaba, sin que falten descripciones amorosas de un país que sedujo a Neugass con la dignidad de su pobreza, ni anécdotas del desconcierto político que reinaba tras el asalto al poder de los estalinistas. Las notas de los editores aportan un minucioso listado de combatientes internacionales con esbozos biográficos.

James Neugass, un poeta treintañero espigado y miope, no se lo piensa dos veces a la hora de venir a España y arriesgar su pellejo por lo que cree que es justo. Es un intelectual, pero de otra pasta que los que más abundan, esos que usan su intelectualismo para arrebatar privilegios y se construyen de esa forma un refugio. Otros como él pueblan las páginas del libro, y algunos de ellos dejaron su vida en el intento de parar al fascismo en España. Paul y Jim, los hijos de Neugass, muy jóvenes a la muerte de su padre, descubrieron en las páginas de La guerra es bella a un personaje cautivador desconocido para ellos. Lo mismo le ocurre a cualquier lector de la obra.

¿Por qué vine a España?, se pregunta Neugass recurrentemente, y en un momento cree haber hallado la respuesta: Estas son las claves de la guerra que se libra aquí. Que los teóricos y los sofistas hablen cuanto quieran de guerra ‘religiosa’, de conspiración bolchevique’ de ‘ley, orden y renovación de España’. Esta guerra es la lucha internacional del campesino pobre, del pequeño comerciante liberal (…), de los parados y de los obreros industriales contra las charreteras, mitras y plumas de oro internacionales que se lamentan, con extremas demostraciones de silenciosa paciencia, por la sangre que hay que derramar inevitablemente para ‘renovar España’ (…) ¿Poqué vine? No tanto por amor compor asco, supongo.”

Blog del autor: http://www.jesusaller.com/

Fuente:http://www.rebelion.org/noticia.php?id=226928

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Un cuento de hadas de 2050

Por: Jhon Feffer

Traducción del inglés para Rebelión de Carlos Riba García

El invisible monstruo del cambio climático

Introducción de Tom Engelhardt

Si el lector está buscando cuentos de hadas que tengan un sesgo sombrío, algo que solo podría haber sucedido alguna vez en la ficción distópica, no hace falta mirar muy lejos: aquí están nuestro planeta actual y nuestro momento presente. ¿Qué me dice, por ejemplo, de ese iceberg de un billón de toneladas –sí, ‘billon’; no es una errata– que se desprendió la semana pasada de la península Antártica y está flotando a la deriva? Es tan grande como el estado de Delaware y capaz de llenar unos 462 millones de piscinas olímpicas; su volumen duplica el del lago Erie. Si prefiere verlo en términos cinematográficos, entonces considere este estremecedor acontecimiento como si fuera un tráiler de la película que está en las pantallas de todo el mundo. Si en el futuro se desestabilizan partes importantes de la Antártida, veremos títulos de películas (dado el aumento del nivel del mar) como Adiós, Miami, Shangai bajo las aguas, La inundación de Londres, Ámsterdam desde la borda.

Francamente, si cuando hablamos de modernos cuentos de hadas, el lector piensa en Juego de tronos después que no el ‘invierno’ sino el ‘verano’ llega a Westeros, ya estamos en un mundo de cuento de hadas. Entonces, una semana después de que la Antártida cambiara perceptiblemente de forma, parece apropiado fijarse en el trabajo del colaborador habitual de TomDispatch John Feffer, nuestro experto en el futuro distópico del planeta y autor de la novela Splinterlands, que publicamos hace poco en nuestra nueva línea editorial. Hoy, en una extraña inmersión de DT en la ficción, él nos ofrece un cuento de hadas llegado de 2050 (el año en que sucede la historia de Splinterlands). Su hermana “Grimm” es Rachel Leopold, la esposa del famoso “geopaleontólogo” Julian West (ambos han aparecido antes en TomDispatch). En el 2020, él fue quien predijo tan clarividentemente la forma en que la creciente marea de nacionalismo encabezada por los populistas de derechas –como nuestro presidente– cuando se combinara con el cambio climático y otros factores agrietaría el orden internacional y crearía un mundo nuevo, bien que más desesperado. Con este pensamiento, permitidme que masculle, “Una vez, en 2017…”. Ahora cerrad los ojos e imaginad lo inimaginable, porque bastante pronto ese será nuestro mundo.

–ooOoo–

Donald Trump y el triunfo de la antipolítica

Una vez, hace mucho, mucho, tiempo, di mi testimonio ante la gran asamblea de nuestra tierra.

Cuando hoy cuento este acontecimiento a los niños, ellos en realidad no lo toman como un cuento de hadas. Una vez –un tiempo antes de que el mundo se rompiera en un millón de pedazos y Estados Unidos se convirtiera en los estados desunidos de hoy– esta anciana era una joven idealista que trataba de convencer a nuestro poderoso Congreso de que nos acechaba un monstruo.

–¿Te escucharon, tía Raquel? –me preguntaban siempre.

–Bueno, me escuchaban, pero no me oían.

–Entonces, ¿qué hiciste?

–Pensé y pensé; escribí y escribí. Y conseguí redactar una presentación cada vez mejor –les digo pacientemente–. De algún modo tenía que hacer que el monstruo fuese visible a aquella gente poderosa.

–¿A qué se parecía, tía Raquel?

–El monstruo era invisible, mis queridos niños, pero podíamos sentir su cálido aliento. Y éramos capaces de ver las cosas terribles que hacía. Podía hacer crecer los océanos, que se marchitaran los cultivos en el campo. Aun así, seguíamos alimentando a esta bestia terrible.

–Pero… ¿por qué?

–Era lo que el monstruo exigía. Algunos monstruos quieren comer niños pequeños. Otros prefieren jóvenes doncellas. Pero este insistía con buques tanque llenos de petróleo y camiones cargados de carbón. Incluso, según crecía, solo quería más y más.

Cuando llegaba a este punto, los niños siempre tenían los ojos muy abiertos.

–¿Qué hiciste entonces? –me preguntaban.

–Volví a hablar con esa gente importante. Y esta vez, incluso intenté poner más fuerza en la descripción del monstruo –a medida que me internaba en el pasado, las caras de los niños se parecían a las de los políticos muertos hace mucho tiempo–. Les llevé gráficos muy detallados del aumento de las temperaturas. Mencioné estadísticas sobre el impacto de la combustión del carbón y el petróleo y el gas natural. Les presenté fotos de lo que ya había hecho el derretimiento de los hielos y el crecimiento del nivel del mar. Después, les mostré dibujos de lo que sería el futuro: ciudades inundadas, tierras azotadas por la sequía, mares muertos. Ellos miraban pero eran incapaces de ver. Escuchaban pero no oían. La gente importante –concluía–, no siempre es buena gente.

–¿Qué hiciste entonces –preguntaban siempre.

–Dejé de hablar, queridos míos. Vine aquí, a Arcadia, para escapar del monstruo.

Los niños parecían desilusionados. Conocían muy bien los cuentos de hadas. Ellos esperaban que alguien –quizás un príncipe de brillante armadura– apareciera de pronto y matara al monstruo.

–No había príncipe alguno –me lamentaba–. Y el monstruo sigue vivo. Ahora mismo podemos sentir su ardiente respiración.

Por supuesto, mis jóvenes fiscales no entendían mi relato. Hoy, en 2050, el Congreso no existe. No hay reuniones de comisiones. No hay debates intergubernamentales ni encuentros internacionales. Lo mismo podría haberles hablado de los banquetes romanos o las justas medievales. Aun así, mis jóvenes estudiantes siempre reclamaban más historias del desaparecido mundo de Washington DC 2017, como lo harían también si se tratara de una fábula de Esopo. Pero ellos no alcanzaban a percibir la conexión que había entre esos cuentos y su vida presente.

Después de todo, ellos viven en un mudo post-político.

La muerte de la política

Antes de que el termómetro global se volviera loco, antes de que los grandes pánicos económicos de principios de la tercera década del siglo XXI, antes de que aumentaran los enfrentamientos entre los ‘vigilantes’ y yihadíes, antes de que la comunidad internacional se hiciera añicos como un espejo alcanzado por un puñetazo, hubo aquella muerte inicial, que apenas fue percibida en su momento.

Tal como los historiadores –aquellos que quedaron para contarlo– os informan, no hubo funerales por la muerte de la política; tampoco, obituarios. E incluso si los hubiera habido, muy pocos habrían derramado una lágrima. La confianza que el público estadounidense de aquellos tiempos tenía en el Congreso era la más baja entre todas las instituciones: apenas un 9 por ciento confiaban en él, mientras que en las grandes empresas confiaba el 18 por ciento y en las fuerzas armadas, el 73.

En las húmedas marismas de Washington en las que yo vivía en esos tiempos antediluvianos, la política se había convertido en una competición entre dos bandos que se odiaban. Alguna vez ganaba uno de ellos y arrastraba al otro por el estiércol. Después, la situación se revertía. No importa, al final del día, todo estaba cubierto de porquería.

Es cierto, las cosas podrían acabado de otra manera. Podrían haberse aprobado reformas radicales, se podría haber formado una nueva generación de políticos. Pero en el momento de mayor peligro –para el país y el mundo todo– los estadounidenses le dieron la espalda a la política y eligieron el más antipolítico candidato en la historia de EEUU. Los padres fundadores hicieron todo lo que pudieron para garantizar que el sistema no produjese semejante resultado pero no había manera de que pudieran anticipar el surgimiento de un Donald Trump ni las circunstancias que le llevaron al poder.

Cuando los primeros europeos llegaron a lo que más tarde sería América del Norte, hace más de 500 años, portaban armas mucho más poderosas que las hachas de piedra y los garrotes empuñados por los pueblos originarios. Pero no fueron solo las armas de fuego las que resultaron tan devastadoras. Los europeos llevaban en su interior algo mucho más letal: enfermedades invisibles como la viruela y la gripe. Esos virus se abrieron camino entre los nativos matando al 10 por ciento de la población de este continente.

Muchos siglos después, Donald Trump llegó a Washington pertrechado con las armas explícitas de la retórica extremista y la sociopática sangre fría con la que ha destruido a sus adversarios políticos. Pero era lo que llevaba escondido en su interior lo que finalmente llagaría a ser tan catastrófico. A pesar de que durante su campaña electoral él clamaba contra el establishment político que lo pondría en el Despacho Oval, en su peculiar estilo él utilizaba las reglas políticas para conseguirlo. Sin embargo, en el fondo su mayor anhelo era destruir completamente la política; tweet a tweet, escándalo a escándalo.

Y su ataque a la política acabaría con el mundo que conocíamos en Washington año 2017. Al final, haría que las actividades del Congreso, y el Congreso mismo, llegaran a ser irrelevantes. Incluso hoy, habiendo pasado más de 30 años, los cadáveres siguen amontonándose.

El juicio de París

Soy profesora de ciencia en una escuela de jóvenes de Arcadia. No resulta difícil explicar los conceptos científicos básicos que cambiaron tanto nuestro mundo; además, tenemos un laboratorio bien equipado para que los estudiantes hagan experimentos. Entonces, entienden la ciencia del cambio climático. Lo que les desconcierta es la forma en que se presentó la crisis.

–Por qué hicieron nuestros abuelos que las cosas funcionaran siempre un día más? –me preguntó un vez una brillante joven–. ¿Por que no usaban esos estúpidos coches solo los fines de semana?

Nuestros jóvenes sabían poco de lo que no fuera Arcadia, y esta comunidad es totalmente sustentable. Aquí, en este rincón de lo que una vez fue el reino nororiental de Vermont, nosotros producimos todo lo que necesitamos. Lo que no cultivamos, lo sintetizamos o creamos en nuestras impresoras 3-D. Tenemos reducidas relaciones comerciales con las pocas comunidades vecinas. Si se da una muerte inesperada, expedimos otro permiso de nacimiento. Si la carga de nuestras baterías solares baja en el invierno, racionamos la electricidad. Los jóvenes de Arcadia no conciben el desperdicio.

Tampoco conciben la noción –extraño ahora– de comunidad internacional. Nunca se aventuraron más allá de los límites de nuestro pequeño universo. El mundo exterior lo han visto solo gracias al turismo virtual; esto mismo refuerza su deseo de permanecer aquí. Después de todo, el mundo de ahí fuera no es otra cosa que una colección de pequeños y afilados fragmentos, los que mi ex marido acostumbraba llamar “tierras resquebrajadas” de este planeta. Mis estudiantes son incapaces de comprender que esos fragmentos, muchos de ellos peligrosísimos microhabitats, estuvieran una vez reunidos y formaran grandes naciones que, a su vez, colaboraban alguna vez para resolver problemas compartidos. Es como la vieja historia del elefante y los seis ciegos. Los jóvenes de Arcadia pueden imaginar las partes pero –por más sorprendente que pueda parecer– dados los acontecimientos de las tres últimas décadas, la totalidad se les escapa.

Pensad en esa comunidad internacional desaparecida hace mucho tiempo, les digo, como si fuese un niño nacido en 1945 berreando ante unos progenitores que se pasan el día discutiendo. A una infancia problemática le sigue una juventud difícil. Solo en la madurez, al final de la Guerra Fría en 1989, pareció que podía arreglarse sola, aunque eso duró poco tiempo. Desgraciadamente, en unos pocos años, empezó a chochear prematuramente. En 2017, a sus 72 años, la comunidad internacional estaba para el retiro, su salud era frágil y necesitaba desesperadamente de cuidados asistidos.

Una vez se supuso que esta avejentada criatura colectiva, este Caballero del Triste Semblante, sería nuestra salvación, el que mataría al horrible monstruo. Sin embargo, a la hora de la verdad, apenas podía sostener una lanza.

Sin cierto conocimiento del ciclo vital de la comunidad internacional, es posible que mis estudiantes no pudieran entender por qué en la primera parte de este siglo la temperatura global continuó subiendo pese a los mejores esfuerzos de los científicos, los ambientalistas y los ciudadanos preocupados. Varios países, entre ellos Uruguay y Bhután, hicieron todo lo posible para reducir su emisión de carbón y, finalmente, más de una docena de ciudades llegaron a la emisión cero. Muchas personas adoptaron el vegetarianismo, utilizaron coches eléctricos, bajaron el termostato de su casa en invierno, como si el cambio de estilo de vida por sí solo pudiera matar al monstruo.

Lamentablemente, en realidad un problema global requiere una respuesta global. El acuerdo climático de París, que fue firmado por 196 países a finales de 2015, no fue más que eso: un esfuerzo. Solo dos países se negaron a firmar; uno (Siria) porque estaba en medio de una guerra civil y el otro (Nicaragua), solo por fastidiar. Aun así, los términos del acuerdo estaban lejos de ser los adecuados. La comunidad internacional, que se había aunado en esta crepuscular cooperación, entendió bien la dimensión del desafío: hacer que la temperatura global no subiera más de 2º C respecto de la temperatura media de la era preindustrial. Sin embargo, lo mejor habría sido que el tratado de París limitara en 3º el aumento de la temperatura. Como todo el mundo sabe ahora, lo que sucedió no fue precisamente lo mejor.

Fue así como esa comunidad abandonó la misma idea de sustentabilidad y abrazó a su prima menor, la resiliencia. Trato de explicar a mis estudiantes que sustentabilidad es todo lo que tiene que ver con armonía, es decir, mantener el equilibrio, no extraer nunca más que lo que devolvemos. Mientras que resiliencia tiene que ver con las adaptaciones necesarias para sortear una situación crítica, esto es, con simplemente arreglárnoslas. El juicio de París –con su guiño a la resiliencia– fue, de hecho, el reconocimiento de un fracaso.

Aunque con imperfecciones, al menos formó parte de un proceso. Esto es todo lo que pretende la política democrática, les digo a mis acusadores. Se trata de comenzar en algún sitio y esperar que a partir de ahí todo mejore. Después de todo, siempre existe la posibilidad de que un día se pueda pasar de la resiliencia a la sustentabilidad.

Pero, por supuesto, también existe la opción de retroceder, que es exactamente lo que pasó: la ‘liga mayor’ –según una expresión del nuevo presidente de Estados Unidos– en 2017.

La revolución Trump

Es un hecho poco afortunado de nuestro mundo que destruir sea mucho más fácil que construir. Cualquiera puede golpear con un mazo, pero son pocos los que pueden emplear una paleta de albañil. Un estornudo involuntario puede echar abajo el más elaborado castillo de naipes.

Donald Trump fue mucho más que un estornudo. Su devoción por la destrucción de la “administración estatal” era impresionante. En ese tiempo, todos estábamos tan centrados en el especto nacional de esa destrucción –el derribo de los pilares del estado de bienestar, la supresión del sistema universal de salud, la reducción de todo tipo de protecciones legales y derechos de los votantes– que nos olvidamos de prestar la debida atención a la forma devastadora que se extendía esa destrucción fuera de nuestras fronteras.

Así es, el nuevo presidente anuló acuerdos comerciales pendientes, menospreció a aliados tradicionales y cuestionó la utilidad de acuerdos como el que permitía el programa nuclear iraní. Pero, en su mayor parte, esos eran ataques de índole bilateral. Mucho más peligrosos eran sus feroces acciones contra el orden internacional.

La más importante, por supuesto, fue su decisión de retirarse del acuerdo de París. Admitámoslo, se trataba de un compromiso débil y no vinculante. Aun así, eso para Donald Trump era demasiado. El presidente declaró que al acuerdo pondría en desventaja a los estadounidenses y obligaría a que los trabajadores y contribuyentes “absorbieran el costo” de la reducción de las emisiones de gases de invernadero por la “pérdida de puestos de trabajo, baja de salarios, cierre de fábricas y una enorme disminución de la actividad económica”. El que nada de eso fuese verdad no tenía importancia. En Estados Unidos, los programas relacionados con las energías renovables estaban creando más empleos bien pagados que los que la industria contaminante estaba tratando de conservar. Sin embargo, en su afán destructivo el presidente Trump jamás sintió la necesidad de justificar sus acciones recurriendo a los hechos reales.

Por otra parte, Estados Unidos era el país más rico del mundo y al mismo tiempo –históricamente– el mayor productor de emisiones de dióxido de carbono. Como les decimos a nuestros estudiantes aquí en Arcadia, si eres el mayor responsable de la suciedad, también deberías ser el mayor responsable de la limpieza. Este es un concepto sencillo para la comprensión de los jóvenes. Aun así, estuvo más allá de la capacidad de comprensión de la mayor parte de los estadounidenses.

Peor aun que ser meramente indiferente, el nuevo presidente estaba resuelto a acelerar el calentamiento global –en solitario, si fuera necesario–, expandiendo las perforaciones en el mar, permitiendo la construcción de más gasoductos y oleoductos, reduciendo las restricciones de todo tipo imaginable en la industria de los combustibles fósiles, recortando el apoyo al desarrollo de energías alternativas, estimulando la producción de vehículos que tragaban demasiado combustible y rebajando drásticamente los fondos necesarios para asegura el cumplimiento de todos los estándares medioambientales imaginables. En otras palabras, Trump no solo no deseaba dejar bajo tierra el tesoro representado por los combustibles fósiles: además, estaba impaciente dar al monstruo incluso más alimento que el que exigía.

De haber estado nosotros viviendo tiempos normales, habría sido posible luchar políticamente con eficacia contra esta arremetida. Pero justamente cuando el punto de vista basado en el carbón de Estados Unidos y el mundo estaba en su momento culminante, la política fue arrumbada en el trastero y liquidada.

La política de la antipolítica

Recuerdo el nacimiento de la antipolítica. Yo era joven cuando los disidentes del mundo comunista empezaron a asociar la actividad política oficial con el apoyo a un orden inmoral. Ellos creían que votar no tenía sentido si el partido gobernante obtenía el 99 por ciento de los votos en juego. Si el líder del Partido y el Politburó acababan siempre decidiendo todo, los parlamentos no eran más que cáscaras vacías. Cuando la política transige de esta manera, todo el mundo salvo los oportunistas se repliegan en la antipolítica.

El comunismo se murió en 1989, y la política renació en aquellos países de la antipolítica, pero su vida fue demasiado breve. En cuestión de una década, los nuevos conversos de la democracia empezaron a regresar a sus viejos recelos ante todo lo político, y los políticos convencionales pasaron a ser el enemigo. Una vez más, la colaboración y el compromiso eran anatema.

Y entonces, este mismo descontento con la política tal como la conocíamos comenzó a extenderse fuera de los confines del mundo postcomunista. Los votantes de otro sitio –aquellos con inclinación por los países unipartidarios o de líder único– se quedaban deslumbrados por el político más liberal. Donald Trump fue apenas uno más en esta nueva fraternidad de nacional-populistas, entre los cuales estaban Vladimir Putin, de Rusia; Recep Tayyip Erdogan, de Turquía; Rodrigo Duterte, de Filipinas; y Viktor Orban, de Hungría. Todos ellos comenzaron rápidamente a acumular poder en sus manos en un intento de gobernar por decreto (o, en el caso de Trump, mediante órdenes ejecutivas). En el ínterin, como estrategia, utilizaron la antipolítica para derrotar cualquier desafío en el ámbito nacional o en el exterior*.

Fue extraño que en tantos países, los votantes fueran aparentemente incapaces de darse cuenta de que esta nueva antipolítica recortaría sus derechos. Todos estos autócratas llegaron al poder, no por un golpe de Estado, sino mediante elecciones democráticas. Igualmente extraño fue el hecho de que, en esos años, fueran los jóvenes quienes, en proporciones cada vez mayores, ya no consideraran importante vivir en una democracia. Cuando solo los viejos creen en un sistema como ese, ya solo falta un paso para llegar a la tumba.

Quizá la culpa fuera de la economía. Casi uniformemente, los partidos más importantes de esos países tenían políticas que ensanchaban la brecha entre ricos y pobres, que robaban el empleo a la gente joven como también cualquier esperanza de un futuro. No debe sorprender entonces que ellos perdieran la fe en la profana religión de la democracia.

O talvez fuera la tecnología la que mató la política. El ordenador y el teléfono móvil se combinaron para reducir el espacio de atención necesario para la participación sostenida en los asuntos públicos. Las minicomunidades creadas por las redes sociales obviaron la necesidad de relacionarse con quienes no compartían las pequeñas preocupaciones que alguien podía tener. Y, por supuesto, cada uno empezó a reclamar resultados inmediatos con solo pulsar una tecla, lo cual –en el ámbito de la política– se tradujo en la utilización cada vez mayor de los decretos.

Durante un breve momento, el ‘impacto’ Trump provocó una reacción contraria. En Estados Unidos, hubo enormes manifestacioenes mientras algunos poco comprensivos burócratas del gobierno se atrincheraban porfiadamente en su posición; pero esto no hizo más que reforzar el discurso populista de una irresponsable elite liberal y, con ello, la profunda hostilidad estatal. En este breve lapso de aparente retroceso, los aliados europeos de Trump incluso perdieron algunas elecciones, pero quienes triunfaron en esos comicios continuaron con las políticas que perjudicaban económica y políticamente a la mayoría; en la siguiente confrontación o en la que seguía a ésta ocurrió lo previsible.

Como recuerdan quienes tienen cierta edad, a la larga el mismo Trump fue defenestrado vencido al fin por su contraproducente espíritu vengativo. En ese momento, sus críticos gozaron por el Schadenfreude**, solo para descubrir que él era reemplazado más que velozmente por alguien que compartía tenía su mismo talante destructivo y antipolítico, aunque sin sus rasgos personales más desfavorables.

Trump dejó atónita a la comunidad internacional; sus sucesores la destruyeron interiormente. Y, como todo el mundo sabe hoy en la Tierra fragmentada, el monstruo continuó recibiendo su alimento mientras las temperaturas, las inundaciones, las sequías, los salvajes incendios forestales, el nivel del mar, las olas de refugiados y el resto de calamidades continuaban aumentando inexorablemente.

El final de la infancia

Los cuentos de hadas deberían tener un final feliz. Yo les aseguro a mis estudiantes que en Arcadia están a salvo. Pueden ver por ellos mismos que nuestros cultivos son exitosos. Están los suficientemente lejos de las mareas oceánicas como para no sentir temor por el agua. Participan en la vida política democrática de nuestra comunidad. A pesar de algún problema ocasional, Arcadia, es una pequeña isla de esperanza en un mar de desesperación.

La temperatura continúa trepando. Fuera, la pelea por los recursos es cada año más encarnizada. Muchas de las comunidades que salpicaban una vez el paisaje alrededor de la nuestra no son más que un recuerdo. El muro que rodea a Arcadia es prácticamente inexpugnable y nuestro arsenal está muy bien provisto, pero la pregunta sigue siendo: ¿podremos sobrevivir sin la presencia de nuestros integrantes fundadores, quienes en estos momentos están empezando a morirse?

Criamos y educamos a nuestros hijos, pero la amenaza de un crecimiento aun mayor del mismo monstruo sigue vigente. Mientras se hacen adultos, algunos de los jóvenes sostienen que mi generación ha fracasado al no haber matado al monstruo; desgraciadamente, no podrían estar más en lo cierto. Creo que nosotros, al menos aquí en Arcadia, hicimos lo mejor que pudimos, pero lamentablemente no fue todo lo bueno que debía ser.

Dentro de poco tiempo nuestros jóvenes tomarán el testigo y seremos reemplazados. Se ocuparán de cultivar la tierra y mantener nuestro arsenal. En ausencia de una solución política para el cambio climático, continuarán buscando una solución científica y una comunidad internacional que la imponga. Y ellos serán quienes deberán asegurar que el monstruo –por mucho que resople y resople y amenace nuestro sustento– no acabe también echando abajo nuestra casa.

Notas:

* En la lista presentada unas líneas más arriba falta Mauricio Macri, presidente de Argentina desde diciembre de 2015, quien encaja perfectamente en la descripción que el autor hace de los gobernantes elegidos democráticamente cuya política es la antipolítica. (N. del T.)

** En alemán en el original. Schadenfreude significa ‘el mal ajeno’. (N. del T.)

John Feffer es autor de la novela distópica Splinterlands (publicada recientemente por Dispatch Books y Haymarket Books); Publishers Weekly dice de ella: “se trata de una advertencia escalofriante, seria e intuitiva”. Es director de Política Exterior en el Instituto de Estudios Políticos y colaborador habitual de TomDispatch.

Fuente: http://www.tomdispatch.com/post/176309/tomgram%3A_john_feffer%2C_the_invisible_monster_of_climate_change/#more

 

Fuente: rebelion .org

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Argentina: El espectáculo de la intemperie

Por: Sandra Russo

El cóctel molotov de este invierno estalla dentro de los cinco mil cuerpos que yacen en la noche, en la intemperie porteña. No son cuerpos anónimos, sino cuerpos con historia y con recuerdos de otros tiempos con techo. Por ese techo se pagaba con el trabajo que el macrismo ya deshizo o destruyó. Lo novedoso del macrismo es una disposición a la impiedad frontal. Una pulsión visceral a la despersonalización del otro, que ya no es la patria, porque el macrismo florece en un mundo trasnacional que vomita fronteras y rinde culto al off shore. No necesita de nada que se denomine patria. El dinero no tiene a sus padres enterrados en ninguna parte. El alma buitre del macrismo tampoco se detiene a pensar cómo habrá sido la eterna última noche bajo cero que un padre o una madre vieron convulsionar de frío a sus hijos. El alma buitre no es conmovible. Está diseñada con un dólar siempre atrasado como molde. Se alimenta de dolor y de entrañas ruidosas por el vacío que guardan. El alma buitre no es alma: es espina, es garrote, es balazo o es gas, es patada y señalador de desechos humanos.

Ese es el toque que caracteriza a este “fascismo democrático”–según describe Alain Badiou en la figura revulsiva de Donald Trump– que corona la irrupción al poder de gente que a muchísima otra gente le parece inconcebible y que sin embargo no sólo gobierna en ciudades y países de varios continentes, recalculando hasta dónde debe entrar la cuchilla de la crueldad en la carne de los otros, y que se hace más fuerte, se autoafirma, cuanto más hondo se muestra capaz de herir y malograr. De pronto, el mundo volvió a ser el Coliseo romano, pero en lugar de cristianos o de esclavos hay pobres, viejos y nuevos, y en lugar de leones hay multimillonarios a los que centenares de falsos periodistas untan minuto a minuto con la fascinación electrónica, lavándoles los pies de toda culpa, cubriéndoles los crímenes con tapaojeras, como si fueran vedettes del mal.

El estupor general suele ganarle a la indignación. Porque funciona. Ellos buscan votos enarbolando no banderas, sino motosierras humanitarias. Y los encuentran. Haber los hay. Les sigue garpando el asunto de la herencia pesada, la yegua, Bonadio, esas letanías de corrupción que de paso toman otros mediocres aspirantes a ser un poco menos crueles que éstos. Si algo de hallazgo político tiene Macri, es haberle sacado el velo al viejo sentido común que nos devolvía la imagen de un pueblo solidario y sensible, que donaba colchones o alimentos no perecederos en las catástrofes. La Argentina entera hoy es una catástrofe, pero no sólo porque gobierna Macri, sino sobre todo porque se lo tolera, porque se deja corromper, igual que otros pueblos, por ricos rústicos que sólo usaron alguna vez sus manos para contar lo propio. Macri no tiene idea de qué es un guante de trabajo. Se los pone al revés. Rodríguez Larreta nunca anduvo en el barro: él también se pone las botas de lluvia al revés. No disimulan porque no haber trabajado con las manos ni haber recorrido el territorio que gobiernan es parte de su lógica: no hay equivocación. Han logrado que la manada de repetidores con sobre por debajo de la mesa los muestre “auténticos”, y la masa peinada con spray mastica esa “autenticidad” mientras le llega el turno de ser su vez masticada por ellos.

Este invierno, que atravesó esta semana sus días más crudos hasta ahora, recibió con sus brazos gélidos a cinco mil expulsados irredentos del sistema que ofrece coqueterías a las mascotas y dedica una Dirección General a los ciclistas. Quienes los contaron llegaron a ese número que quintuplica el número oficial, pero desde el invierno pasado hemos visto cada uno de nosotros cómo en la esquina, en la puerta del bar ya cerrado, o en el umbral de la casa en venta, o en el cajero automático de la avenida, o bajo el alero del hipermercado, o en la recepción abierta del edificio sin terminar ellos se iban acomodando. Qué palabra insolente. Pero sí, acomodaban sus dos o tres bolsas de plástico, su colchón manchado de viejo o de sucio, su frazada tosca, su pila de diarios. Hemos visto que un día amanecieron ahí, muchos de ellos conciliando el sueño con alcohol, y otros con los ojos todavía asombrados de que ésta sea la vida que les toca. Algunos antes vendían artesanías o hacían changas que ya no hay. Casi todos conocían la miseria, pero fue entre el invierno pasado y éste en curso que comenzaron a formar parte del ejército rendido de los que sólo pueden dar la pelea de esta noche, los que deben llegar con vida hasta mañana. Han sido reducido por los jíbaros macristas a esas sobras que cuando Macri era jefe de gobierno de esta ciudad, la UCEP echaba a patadas porque deslucían el espacio público. Un sin techo no puede competir con una linda mascota que se ha hecho la manicura. En la ciudad macrista los perros o los gatos son mejor vistos que los seres humanos de piel oscura.

De los ´90, cuando los sin techo eran legión y casi plaga, recuerdo una nota que escribió Gabriel Giubellino en Clarín. Era una crónica muy buena sobre un matrimonio entre un hombre sin techo que dormía en las escalinatas de una iglesia, y una mujer a la que se había unido y con la que se había casado gracias a una colecta que les había permitido costear el trámite. Me quedó grabado a fuego el final de aquella nota, cuando el cronista, antes de irse, le preguntaba al novio: “¿Con qué soñás?”, y el novio contestaba: “Sueño con cerrar una puerta”. Y en esas cinco palabras sencillas a uno se le venía encima esa intemperie, que no sólo implicaba las noches heladas o las noches tórridas, sino que además indicaba, sin exageración ni grandilocuencia, la total desnudez en la que vivían aquellas pobres criaturas que quizá, encima, sintieran culpa de tener tan poco. No tener ni una sola puerta para abrir o cerrar. Estar en “situación de calle” es, además de lacerante, obsceno.

Cada vez habrá más. Y si no los hay, es porque inventarán alguna forma de levantarlos en un camión y mandarlos a otra parte. Lo ha hecho siempre la derecha. Desde la dictadura. Despejar, despejar. En la hondura de la noche y cuando nadie ve. Sacarlos de circulación. Llevarlos lejos. De eso se quejaba esta semana un funcionario marplatense: decía sobre una mujer que murió de frío en esa ciudad, que ya la habían llevado a un hospital varias veces pero que la mujer “volvía como un perrito a ese lugar que le gustaba”.

Son así de bestiales y se dirigen a gente que comparte su gusto por la impiedad. Como los que les gritaban a los despedidos de PepsiCo que “vayan a laburar”. Idiotas que se quejan cuando se les dice idiotas. Gente que cree que ha venido al mundo mejor dotada que otra gente que se merece sufrir o en todo caso no es su tema, y es su tema, porque ese electorado vota el castigo al débil. Hay maneras más complejas e inteligentes de decirlo, pero con esta alcanza por hoy, que hace frío. Mientras tipeo acalambrada de rabia, acá en la esquina ya sé que están las dos bocacalles ocupadas por los colchones que los sin techo de este barrio tiran después de las diez de la noche, cuando ya casi nadie camina por la calle. Tengo frío en mi cuarto pero me hiela adentro cuando pienso que ellos están ahí, y que no se lo buscaron, no lo eligieron, no pudieron hacer nada contra todas las vallas que el macrismo interpuso entre la vida digna y ellos. Buenos Aires está helada en su tuétano. Ha perdido la gracia que supo tener en otras épocas, ha perdido su aventura, su magia, su don de gentes.

Esta ciudad, que alguna vez fue progresista, envejeció. Ha adquirido el rictus de una vieja mala con anillos de oro en cada dedo, que mira displiscente a los desamparados.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/51652-el-espectaculo-de-la-intemperie

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Hora Cero, Gobierno bizarro, amenaza de sanciones: ¿toda la carne en el asador?

Por: Aram Ahoronian

Lo de Venezuela es un golpe de Estado continuado, pero que en los últimos cien días ha sumido al país en una violencia caótica y desestabilizadora de nuevo tipo, que utiliza como forma de lucha política una metodología terrorista. Es decir, el uso ilegal, premeditado, calculado y sistemático de una violencia indiscriminada y letal contra población civil, para provocar un terror paralizante en la sociedad.

Estados Unidos (al menos su Gobierno) huele el final del chavismo y ha lanzado la Hora Cero, muy de película gringa. Ya no confía en los mandaderos locales: ha asumido la responsabilidad de la ofensiva de manera pública y ahora los gobiernos subordinados servirán sólo de amplificadores de las decisiones de Washington. La situación cambia: ya el Gobierno no se enfrenta solo a la oposición venezolana, Trump se apuntó y quiere comandar la pelea.

El objetivo inmediato para el chavismo es llegar al 30, legitimar la Asamblea Nacional Constituyente con un alto porcentaje de participación -lo contrario agravaría el escenario-, evitar que se abran escenarios de destrozos masivos en las ciudades, ataques militares opositores, que la sociedad caiga en el enfrentamiento buscado por parte de la derecha. Se trata de un escenario complejo donde son necesarias inteligencia, unidad y organización del chavismo.

Ya no fue el jefe del Comando Sur o un senador o diputado zafado. El mismo presidente Donald Trump fue quien amenazó públicamente con sanciones –económicas y otras- si el Gobierno constitucional venezolano avanza con la elección de constituyentes el domingo 30 de julio. El circo se fue armando y el secretario general de la OEA, Luis Almagro, no tuvo ningún reparo (y menos moral) de ir al Senado estadounidense para exponer sobre “la crisis en Venezuela”.

Y trazaron en Washington la hoja de ruta en un entramado internacional que engloba desde el Departamento de Estado hasta la Exxon Mobil: en lo político-institucional, en la violencia, en lo económico, en lo comunicacional.

En lo político, lo previsto es la instalación del gobierno paralelo (un gobierno en el exilio, pero dentro del país), con nuevos magistrados del Tribunal Supremo de Justicia y el anuncio de la elección de un “presidente” del “gobierno de unidad”, puesto para el cual la gente de Washington confía en Leopoldo López. Seguramente Washington, una vez “instalado” éste, desconozca al Gobierno constitucional de Maduro, apoyando económica, militar y diplomáticamente al gobierno bizarro de la oposición.

En la violencia cabe esperar nuevas formas tras las ya practicadas como cortar el acceso a zonas urbanas, atacar con grupos de choque y paramilitares las zonas populares, asediar e incendiar instituciones pública (incluyendo hospitales, canales de televisión, centros eléctricos), incendiar a personas (con la excusa que pueden ser chavistas). Ahora surge el uso de armas largas, morteros y ataques contra fuerzas de seguridad (esperando la reacción).

En lo comunicacional las órdenes son las de invisibilizar, desconocer la existencia del chavismo. Internacionalmente, EEUU asumió públicamente la responsabilidad y los gobiernos sumisos deberán cumplirle. En lo económico el objetivo es apretar más la asfixia, bloqueando las líneas de importación de comida destinada a los Comités Locales de Abastecimiento y Producción, la quema de depósitos y camiones.

El circo no funciona tan bien

Hasta ahora el circo no funcionó tan bien como esperaban. La cumbre de presidentes del Mercosur en la ciudad argentina de Mendoza no logró sacar una declaración fuerte ni expulsar a Venezuela del organismo regional: la triple alianza argentina-brasileña-paraguaya sufrió otra postergación de sus planes. Esta semana puede ser definitiva y no se debe excluir la posibilidad de una expulsión desde la presidencia pro tempore brasileña en aplicación del Protocolo de Ushuaia.

Era técnica y políticamente imposible emitir una sanción, pero en Mendoza prepararon el paso que sustentará el procedimiento.

En lo comunicacional han impuesto un imaginario colectivo contrario al Gobierno. La matriz mediática legitima toda la violencia desplegada por la oposición, la presenta como justa, épica y necesaria (hasta la del centenar de muertos).

Nadie sabe cómo justificar los supuestos 7.676.894 votos del “plebiscito” realizado el domingo 16 por la oposición. Ellos mismos quemaron las urnas antes del recuento. Pero el terrorismo mediático internacional logró invisibilizar el simulacro de la votación para constituyentes, organizado por el Consejo Nacional Electoral, que llevó mucha gente, que hasta sorprendió a los dirigentes del PSUV.

Tras 100 días de iniciado el ciclo de violencia insurreccional, la oposición ha sumado algunos actores que estuvieron en el chavismo, pero no ha logrado el apoyo de la Fuerza Armada Nacional (ni por goteo). Tampoco el de los sectores populares. Ni la composición de clase ni la cantidad de participantes en las protestas han cambiado, tampoco la creciente violencia (incentivada hasta por el Episcopado), ni su dirigencia elitista, ni la carencia de un proyecto político, más allá de salir de Chávez primero, de Maduro ahora…

Un Gobierno en el exilio, pero en Caracas

El dirigente opositor Freddy Guevara habló de un levantamiento total, que a juzgar por los manuales de la «guerra no convencional» del Pentágono augura escenarios tipo Libia o Siria. Es decir, estaríamos en el inicio del estallido de una guerra fratricida entre venezolanos, con intervención de potencias extranjeras, mercenarios y grupos paramilitares, dice Carlos Fazio.

El presidente boliviano Evo Morales, en la cumbre del Mercosur en Mendoza, señaló a sus pares: “Las intervenciones en Libia, Irak y otros países son para apropiarse de recursos naturales. Detrás de la intervención en Venezuela está el petróleo”.

No sorprendente el impúdico cabildeo intervencionista a favor de un “cambio de régimen” de dos actores con intereses geopolíticos diversos: la petrolera ExxonMobil, de la que fue su histórico GEO el actual secretario de Estado Rex Tillerson y que ha invertido cuantiosos recursos para derrocar el Gobierno, y la jerarquía de la Iglesia católica venezolana.

Rex Tillerson

ExxonMobil ha financiando entre otros la campaña del presidente Trump y a los senadores estadunidenses Marco Rubio, Ed Royce, Ileana Ros y Bob Menéndez para que apliquen un paquete de sanciones económicas contra Venezuela y brinden apoyo a los “luchadores de la libertad” que han desatado la violencia terrorista en el país.

La trasnacional petrolera está más que preocupada por la disminución de su influencia en la región, y en Venezuela en particular, debido a los acuerdos de cooperación energética y política de PDVSA con Rusia y China, que son presentados en Washington como un problema de “seguridad nacional” de EEUU, intentando acelerar la intervención del Pentágono.

Lo de Venezuela es un golpe de Estado continuado –quizá desde el 2002- pero que en los últimos cien días ha sumido al país en una violencia caótica y desestabilizadora de nuevo tipo, que utiliza como forma de lucha política una metodología terrorista. Es decir el uso ilegal, premeditado, calculado y sistemático de una violencia indiscriminada y letal contra población civil, para provocar miedo y un terror paralizante en la sociedad.

Es un terrorismo que mediante campañas de saturación mediática se encubre bajo una apariencia de movilización pacífica (incluyendo linchamientos, incendiar a gente, destruir toneladas de alimentos, incendiar centros de salud y guarderías). Desde 2014 la prensa hegemónica, convertida en terrorismo mediático y con camarógrafos, fotógrafos y guionistas actuando como unidad de combate, ha logrado ganar la guerra simbólica internacional. Es la posverdad, la mentira convertida en verdad universal.

Las sanciones

El Gobierno de Barack Obama ya había tomado medidas, pero todas dirigidas contra altos funcionarios y mandos militares, no contra el Estado o la economía venezolana en su conjunto.

El 9 de marzo de 2015, suspendió las visas y congeló los activos en territorio estadounidense de los directores de inteligencia Gustavo Enrique González y Manuel Bernal; del exdirector de la Policía Nacional Manuel Pérez Urdaneta; de los excomandantes de la Guardia Nacional Antonio Benavides y Justo Noguera; del inspector general de la Fuerza Armada Miguel Vivas Landino y de la fiscal Katherine Haringhton.

Este tipo de sanciones continuaron con Trump: en febrero tocó al vicepresidente Tareck El Aissami, en mayo a ocho magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, incluido su presidente Maikel Moreno.

Las nuevas medidas amenazadas podrían ser más sanciones individuales a altas figuras del régimen, entre las que se menciona a Diosdado Cabello (vicepresidente del partido de Gobierno) y a Vladimir Padrino (ministro de Defensa), como congelamiento de activos y prohibición de entrar a Estados Unidos, además de eventuales sanciones económicas a PDVSA como empresa.

La posibilidad en mente de varios dirigentes de la oposición es la suspensión de las importaciones de petróleo venezolano, principal fuente de divisas del país: sin ellas no podría importar todos los bienes de consumo básico que necesita, de los cuales produce apenas un tercio, ni pagar sus elevados compromisos financieros internacionales.

Pero hete aquí que EEUU es su principal mercado, lo que vuelve muy vulnerable a PDVSA, porque no le sería nada fácil encontrar otro comprador. Una sanción de peso sería impedirle participar de nuevos contratos con el Gobierno federal a través de su subsidiaria, CITGO.

Los dirigentes opositores sueñan con que Trump bloquee todas las importaciones de crudo provenientes de Venezuela. Puede hacerlo sin pasar por el Congreso, amparado por la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional (IEEPA, por su sigla en inglés), en caso de que haya una amenaza externa a la seguridad de EEUU (en este caso el Gobierno venezolano).

Pero esto también tendría un costo para la economía estadounidense, ya que el Venezuela es el tercer proveedor de crudo. Además, las exportaciones de derivados de petróleo estadounidense a Venezuela han crecido sustancialmente en los últimos años. En las últimas semanas varias refinadoras que procesan crudo venezolano han hecho lobby con la administración Trump para evitar que eso ocurra.

La medida podría hacer que los efectos los padezcan los estadounidenses, que acuse en incremento en el costo del combustible y la energía en general para consumo doméstico.

Más allá de que el impredecible Trump enfrenta en este momento varias crisis domésticas por las revelaciones sobre la relación de Rusia con su campaña presidencial y la imposibilidad de pasar en el Congreso la derogación del Obamacare, lo que lo podría hacer más proclive a una medida extrema contra Venezuela con el fin de “cambiar la narrativa”, por lo menos por unos días.

Los analistas internacionales señalan que las consecuencias para Venezuela de las sanciones a la industria petrolera serían severas y el país quedaría muy expuesto porque, incluso sin el castigo, ya se encuentra al borde del default por la escasez de dólares. Sus reservas están en el nivel más bajo de los últimos 15 años: menos de 10.000 millones de dólares. Y por sus dificultades de flujo de caja ya tiene una moratoria sobre el pago de sus deudas a China.

Mientras, el Gobierno venezolano continuó pagando religiosamente a los tenedores de bonos de Wall Street, recortando gastos en importaciones y generando mayor desabastecimiento”, señaló.

No obstante, por más que se reduzca su margen de acción, no hay ninguna garantía de que sea suficiente para obligar al chavismo a una salida negociada. Un embargo petrolero aceleraría el inminente default de Venezuela, pero aun así el Gobierno podría mantenerse, concluyen los analistas.

Colofón

– Hay variado y alto descontento en los barrios populares, con mucho cansancio por la falta de respuesta a la situación económica, donde la culpa no solo la tienen el imperialismo y la oligarquía. Allí hay gente que hasta votó el plebiscito del domingo 16, pero la oposición no ha logrado sumar adeptos dentro de estos sectores.

– Lo cierto es que Venezuela se ahoga en el odio y que, de una u otra manera, el fenómeno nos afecta a todos, señaló el exvicepresidente José Vicente Rangel. “La mayor responsabilidad recae en el líderazgo de la oposición por su obsesión de acabar con el chavismo, de negarse al diálogo, de desatar la violencia irresponsablemente; pero también admito que en el chavismo ha habido excesos, arrogancia y adopción de equivocadas medidas políticas y económicas”, agregó.

– La legitimación de la violencia política descansa en un sistema de creencias que sirven para la configuración de la identidad del grupo que lleva a cabo una supuesta gesta heroica libertadora, como en el encuadre negativo del adversario, responsable de la situación y deslegitimado hasta eliminar o neutralizar cualquier conflicto ético. Convertido el adversario en un peligro para la sociedad, se lo proscribe e incluye en categorías socialmente condenables -asesinos, ladrones, paramilitares- que demandan medidas defensivas especiales, justifican su asesinato, exterminio y tortura aun después de muerto”, señala la socióloga Maryclén Stelling.

– Para no confundirse con las cifras, hay que tener en cuenta que las elecciones presidenciales el abstencionismo suele superar el 20% y que el chavismo solía sumar alrededor del 60% de los votos.

Fuente: http://questiondigital.com/hora-cero-gobierno-bizarro-amenaza-de-sanciones-todo-la-carne-en-el-asador/

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Elegir a los mejores

Por: Manuel Alberto Navarro Weckmann.

La formación de docentes en el mundo no es un asunto menor, la calidad de los docentes constituye, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (UNESCO) así como para diversas organizaciones multinacionales como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), el principal impulsor de las variaciones en el aprendizaje escolar.

De acuerdo con el informe Mckinsey, que estudió 25 sistemas educativos en el mundo, incluyendo a los 10 de mejor desempeño destaca que los estudios que toman en cuenta todas las pruebas disponibles sobre eficiencia docente sugieren que los estudiantes asignados a docentes con alto desempeño lograrán avances tres veces más rápido que los alumnos con docentes con bajo desempeño, por lo que es un asunto trascendental en la vida de un país.

De acuerdo a diversos estudios, incluido el informe anterior, así como la UNESCO, la OCDE y el BM, aquellos países que tienen los más altos estándares educativos, invariablemente seleccionaron a las personas más aptas para ejercer la docencia y, aunque varían las formas de acuerdo a la cultura y el contexto, la mayoría eligen desde el nivel medio superior a aquellos que tienen el más alto desempeño, los preparan rigurosamente sobre bases firmes de conocimiento pedagógico y disciplinar del nivel en que se desempeñarán, acuden en grupos a procesos de observación que luego analizan, para luego desarrollar prácticas docentes donde son observados por especialistas, desarrollan una maestría, para después de todo ese proceso, aplicar, solo a quienes han demostrado ser los mejores, un examen que permite elegir a quienes habrán de incorporar al sistema educativo.

En México, a diferencia de esos estudios y como se reconoce en los acontecimientos desarrollados a partir de la Reforma Educativa, en cuya última pincelada establecida el pasado 28 de junio, en que se da a conocer el modelo educativo para la educación obligatoria en donde, a pesar de que hay ciertos avances como lo es reconocer que un desafío importante es reducir las desigualdades estructurales que persisten en el sistema educativo, las cuales obedecen a causas internas y externas, en los hechos debemos preguntarnos si estamos seleccionando a los mejores, porque, en ciertos casos, no existe ningún proceso de formación profesional previo de preparación para la docencia y, con ello, deberán de esperar un número importante de generaciones de niñas, niños y adolescentes, en donde habrán de aprender -en el mejor de los casos y si existe una verdadera vocación- el significado del desarrollo biopsicosocial, las muy complejas competencias para enseñar, la detección de las condiciones que favorecen el aprendizaje, etc.

Como bien lo establece el informe Mckinsey, medir el desempeño no conduce automáticamente a obtener una perspectiva sobre cómo pueden las políticas y las practicas ayudar a los estudiantes a aprender mejor, a los docentes a enseñar mejor y a las escuelas a operar en forma más efectiva, lo que si estoy seguro es que el camino trazado desde la experiencia internacional sobre la materia no está siquiera cerca de lo que hoy en día se hace en nuestro país.

Fuente:htpp://manuelnavarrow.com/2017/07/05/elegir-a-los-mejores/

Fotografía: El financiero

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Estrategias en normales apunta a crear un nuevo Mexicano: individualista y competitivo,

Por: Laura Poy Solano. 

Nada tiene que ver con las aspiraciones humanistas que les dieron origen
Se retoma el modelo educativo aprender a aprender de forma descontextualizada: docentes.

Con la Estrategia para el Fortalecimiento de las Normales elaborada por la Secretaría de Educación Pública (SEP) se avanza en hacer de la formación inicial de docentes un mecanismo para generar técnicos de la enseñanza con habilidades de planificación y secuenciación pedagógica, afirmaron profesores de escuelas del país.

Se trata, afirmaron, de una estrategia perfectamente bien planeada y acorde con la implementación de la reforma educativa, que busca la formación de un nuevo mexicano: individualista, competitivo y flexible.

Catedráticos de la Benemérita Escuela Normal de Maestros (BENM), de la Benemérita Escuela Normal Veracruzana Enrique C. Rébsamen” (BENV) y de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN) destacaron que con esta estrategia se impulsa un proyecto tecnocrático y neoliberal en la educación, que nada tiene que ver con las aspiraciones humanistas y de transformación de la realidad que dieron origen a las normales.

Denunciaron que pese al discurso oficial de una gran participación de la comunidad de normalistas en este rediseño, se trató en realidad de reuniones a nivel de cúpulas directivas, las cuales son impuestas, en la mayoría de los casos, por los gobiernos estatales, pues hasta la fecha, afirmaron, no se ha dado a conocer un documento oficial que sustente los planteamientos pedagógicos, didácticos, académicos y presupuestales de esta nueva estrategia.

Oswaldo Antonio González y Luis Bello, profesores de la BENV, destacaron que en los seis ejes generales que ha dado a conocer la SEP para establecer el nuevo currículo en las normales, se fomenta la formación de técnicos de la educación, que dominen los contenidos de planes y programas de estudio y los puedan implementar en un sistema secuencial de aprendizajes.

Sin embargo, destacaron que hay un discurso vacío en muchos de los planteamientos, tanto en el énfasis del conocimiento profundo de las disciplinas que impartirán los docentes, como en la educación indígena e intercultural, la enseñanza del inglés, y la vinculación con universidades y centros de investigación, porque las normales no buscan ser faculta-des de pedagogía ni los planteamientos responden a las necesidades educativas, históricas y culturales que les dieron origen.

En entrevista por separado, Marcelino Guerra, profesor-investigador de la UPN, destacó que la estrategia es parte de la reconfiguración del sistema educativo nacional, un proceso que va más allá de este sexenio, y que seguramente continuará si no logramos abrir un verdadero debate sobre la educación que buscamos impulsar en México y el maestro que queremos formar, desde una visión totalmente distinta.

Se coloca en el centro del modelo educativo y normalista la enseñanza por competencias, el aprender a aprender, pero totalmente descontextualizado de aquello que se buscaba impulsar desde antes de la década de los 80 del siglo pasado, y que estaba asociado a una búsqueda de permitir que el alumno hiciera frente a los cambios sociales, históricos, e incluso climáticos, desde una perspectiva crítica, no tecnocrática, como se pretende actualmente.

Por su parte, Juan Manuel Rendón, ex director de la BENM, Óscar Cortés, Guadalupe Ayala y Cenobio Popoca, profesores de esa casa de estudios, destacaron que también se busca imponer una mirada homogenizante sobre las normales, sin importar si son urbanas, rurales, indígenas o interculturales. Todas van con el mismo patrón, el cual no se adapta a las realidades distintas que enfrenta el normalismo.

La SEP, aseguraron, tiene un discurso esquizofrénico con respecto a las normales, porque primero no importaban, luego se dijo que había que convertirlas en escuelas de turismo e inglés, y ahora son el corazón de la reforma educativa.

Destacaron que con la modificación a planes y programas de estudio de la educación normal se profundizará el perfil de un técnico de la enseñanza que estará muy pocos años en el sistema y que se dedicará a instrumentar contenidos sin cuestionar nada.

*Fuente: www.jornada.unam.mx

*Fotografía: jornada.unam

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Crianza en tribu, anticonsumista y feminista.

Por Alejandra Boni Aristizabal

La crianza es un práctica social, que habitualmente se compartía con el entorno más cercano: familia, vecinas, comunidad. Actualmente hay una falta de estas redes de apoyo, así como de espacios dónde compartir experiencias, inquietudes, preocupaciones. La crianza se ahoga en los muros del hogar y busca oxígeno en las voces de expertos y en el consumo de teorías e infinitos accesorios. Este modelo de crianza en muchas ocasiones viene acompañado de unos rígidos moldes. Uno de ellos sirve para dar forma a la maternidad, una maternidad que suele relacionarse con el rol de esposa, la madre abnegada y sumisa o por contra con la superwoman que puede sóla y sin rechistar con dos o más jornadas laborales. Otros de estos rígidos moldes dan forma al género de nuestras criaturas.

Si echas de menos la tribu, si crees que hay otros modelos de maternidad más allá de estos arquetipos, si te gustaría que hubiese más espacios donde socializar la crianza y colectivizar saberes, si estás harta del cambio de tendencias en el campo del cuidado infantil o de todos esos consejos contradictorios, si apuestas por criarle con fluidez de género, seguro que disfrutarás de este itinerario de lectura que te ofrecemos en el Espai Contrabandos

Dónde está mi tribu Maternidad y crianza en una sociedad individualista, de Carolina del Olmo (ed Clave Intelectual) un ensayo en primera persona que reflexiona sobre la falta de redes de apoyo para la crianza y las práctica de cuidado, cuestiona el expertismo y  revisa de manera crítica los actuales discursos sobre la crianza.

Madres en red. Del lavadero a la blogosfera  de Mariona Visa y Cira Crespo (ed Clave Intelectual) un estudio multidisciplinar sobre la maternidad contemporánea, aunando la perspectiva histórica con un análisis comunicativo de la blogosfera maternal.

Bebé a coste cero de Giorgia Cozza (ed Txalaparta) una guía de consumo crítico que recoge experiencias de madres y padres, y da ideas de cómo cuidarte a ti y a tu retoño mirando a vuestras necesidades y no a las de la lógica de mercado.

Buscando el final del arcoíris. Una exploración de las prácticas de crianza desde la fluidez de género. de Fiona Joy Green y May Friedman (ed Bellaterra) Un libro que recoge testimonios de familias que comparten sus diferentes estrategias y reflexiones  entorno a una crianza que permita a las criaturas vivir el género de manera creativa y fluida, cuestionando así los rígidos límites del género, pero también de la etnia, la clase o la edad.

y por último, un libro que esperamos para octubre Maternidades subversivas de Maria Llopis (ed Txalaparta)

Fuente:https://www.espaicontrabandos.com/crianza-en-tribu-anticosumista-y-feminista/?_sft_pa_autor=alejandra-boni-aristizabal

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