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Alternativas al actual modelo de consumo

Por: Luis Azorín

La obsolescencia programada es un fenómeno que ha pasado del desconocimiento a hacerse un hueco en la actualidad informativa, lo que ha supuesto que reciba un gran rechazo social al ser concebido como un fraude frente al consumidor. Sin embargo, no puede ser considerado como un problema aislado, y es importante analizar el papel que cumplen ésta y otras formas obsolescencias en el modelo de consumo, así como sus consecuencias sociales y ambientales y las alternativas existentes.

Recientemente Greenpeace e iFixit, web colaborativa de manuales de reparación de equipos tecnológicos, han publicado un estudio donde se analiza el índice de reparación de diferentes productos electrónicos, de acuerdo a cuatro criterios: si es posible sustituir la batería, si se puede reemplazar la pantalla, la necesidad de herramientas especiales para abrirlo y la disponibilidad de piezas de repuesto. El objetivo es “luchar contra la obsolescencia programada que nos obliga a consumir de forma compulsiva’, según María José Caballero, miembro del grupo ecologista en España.

Este estudio vuelve a poner de actualidad la obsolescencia programada, un tema que desde que se empezó a tratar sufre un gran rechazo social, que sin duda, tiene más que ver por ser concebida como un fraude frente al consumidor que por tener conciencia de sus impactos ambientales y sociales, problemas que se perciben más lejanos y ajenos.

A la vez, el estudio aporta un sentido más amplio al problema, y es que el primer ejemplo que se nos viene a la cabeza de obsolescencia programada, es el mostrado en el documental de Cosima DannoritzerComprar, tirar, comprar, el de una impresora con un chip que hace que ésta deje de funcionar cuando alcanza un número determinado de copias. Sin embargo, igualmente, el diseño de objetos para evitar que sean reparados no hace otra cosa que determinar la vida útil del producto en su concepción.

Y es que son muchos los sistemas para reducir la duración de los productos tecnológicos, como el no hacer un control de calidad adecuado o el simple uso de materiales de mala calidad, por tanto, determinar que se trata de obsolescencia programada no es simplemente encontrar el chip en cuestión. Pero es que además, este fenómeno no sólo se aplica a la tecnología, sino que es una práctica generalizada en casi cualquier producto: ropa que dura una temporada, muebles endebles, juguetes que se rompen a los pocos usos, medicinas a las que se les pone una fecha de caducidad demasiado corta frente a su duración real [1]

Si analizamos la problemática, en toda su magnitud, el tema parece más complejo. Cómo diferenciamos si se trata de obsolescencia programada o de mala calidad del producto, aunque en cualquier caso sea un problema de obsolescencia. Sabemos, que en general, la calidad y por tanto la durabilidad va relacionada con el precio del bien, por tanto, cuando hablamos de uno barato que dura muy poco no lo asimilamos como un fraude o un engaño. Pero aun siendo así, ¿es justificable que se comercialicen productos con una duración muy reducida por bajo que sea su precio?

Lo efímero de los bienes de consumo está también relacionado con el contexto actual, nos encontramos en una sociedad empobrecida [2], pero en la que no queremos renunciar a cierto nivel de consumo, más allá de que con ello suplamos necesidades reales o inducidas por la publicidad. Esto determina una sociedad consumista, pero marcada por la escasez de recursos económicos, lo que hace que el precio sea el factor fundamental en el que compiten las marcas de los distintos productos, pasando a un segundo plano su calidad y durabilidad.

Por otra parte, dejando de un lado la obsolescencia programada como fraude al consumidor, hay que tener en cuenta que la obsolescencia en sí es uno de los pilares del modelo de consumo y producción, y en definitiva del sistema capitalista [3], y por tanto un fenómeno mucho más generalizado, con todas las consecuencias que ello conlleva. Desde los objetos concebido para un solo uso [4], asimilados a la cultura de usar y tirar, pasando por los envases y embalajes que acompañan a los productos, sobre todo en grandes superficies, hasta lo que denominamos obsolescencia inducida, que es aplicada por el consumidor bajo la influencia de la publicidad. En el caso de la tecnología, la obsolescencia inducida sería la transmisión de la idea de que la superación de los niveles tecnológicos de los nuevos equipos deja obsoletos los actuales, aunque sigan sirviendo para el uso que les damos, obligándonos a sustituirlos para estar a la última. Pero esto también se puede aplicar a otros ámbitos, la ropa que se deja de llevar porque pasa de moda…

Por si fuera poco, el sistema de reciclaje de residuos se presenta a la ciudadanía como una solución, por lo que en muchos casos, la persona entiende que con separar adecuadamente su basura ya ha establecido suficiente compromiso ambiental. Sin embargo, éste es bastante limitado, pues está basado únicamente en el tratamiento de envases y embalajes, y requiere un gran gasto de energía y recursos, frente a las opciones más deseables como la reducción y la reutilización.

La obsolescencia, mediante el incremento del consumo, acentúa aún más las consecuencias ambientales y sociales de un modelo depredador. Impactos que se producen en cada fase del ciclo de vida de los productos, partiendo de la obtención de materias primas para su elaboración, su propia fabricación y la posterior gestión como residuo, a las que hay que añadir los impactos de los sucesivos prolongados transportes en cada etapa. Todo ello en un modelo de producción en el que ha triunfado la religión de la libre competencia, deslocalizado y desregularizado, donde las grandes empresas subcontratan la fabricación de productos en los lugares con legislaciones laborales y ambientales más laxas.

Algunos avances legislativos

Dentro de este contexto, ha habido algunos avances legislativos, como el del anterior gobierno francés que aprobó la Ley de Transición Energética, que entre otras cosas, destacó por ser la primera legislación contra la obsolescencia programada, al considerar que establecer una duración determinada a un producto es un engaño y un fraude y al establecer castigos penales para esta práctica. Pese a sus muchas limitaciones, por la dificultad en demostrar en qué casos se trata de obsolescencia programada, esta iniciativa fue importante, primero por reconocer una problemática ignorada históricamente y segundo porque se consideró un punto de partida en la lucha contra esta práctica que debería extenderse a otros estados.

Igual de destacable es la iniciativa sueca de bajar los impuestos a las reparaciones, avance muy positivo, aunque su repercusión parece limitada al enfrentarse a los extendidos hábitos consumistas y su eficacia se ve mermada por el diseño de los productos para evitar que sean reparados.

Por tanto, más allá de los avances legislativos, de acuerdo a lo explicado anteriormente, no se debe olvidar que al final nos enfrentamos al problema sistémico y que la obsolescencia programada no es más que una de sus manifestaciones. Es por ello, que si queremos avanzar en la solución del problema, debemos partir del papel central que tiene el consumidor en todo este modelo, reivindicando el papel político que tiene el consumo y el poder que tiene el consumidor en cuanto a sus pautas de compra. El cambio de modelo no vendrá sin una concienciación necesaria, sin la modificación de los hábitos y las pautas de consumo y con una búsqueda de alternativas colectivas.

Alternativas a la obsolescencia

En estas nuevas pautas de consumo, el primer objetivo debe ser la reducción como única forma de frenar este modelo tan destructivo. Para ello debemos replantearnos las prioridades en cuanto a nuestras necesidades y considerar alternativas como compartir, reutilizar o regalar aquello que no usamos o empleamos con poca frecuencia.

Aparte, hay que dar un trato adecuado a los objetos para que duren, repararlos cuando sea posible y sobre todo apostar por el uso de aquellos más duraderos y evitar los de uso efímero. En este sentido podemos destacar, en un campo como el de la telefonía móvil donde la obsolescencia programada está al orden del día, el teléfono Fairphone diseñado para ser fácilmente reparable, lo que garantiza su durabilidad. También existen otras iniciativas importantes, como el sello ISSOP, promovido por la Fundación Energía e Innovación Sostenible sin Obsolescencia Programada, que distingue los electrodomésticos sin obsolescencia programada, o el trabajo del británico Tom Cridland, que fabrica prendas de vestir con una duración garantizada de 30 años.

Y es que opciones de consumo contra la obsolescencia hay muchas, Alargascencia, proyecto de Amigos de la Tierra, es un directorio de establecimientos en los que se pueden reparar objetos, alquilar, hacer trueque y encontrar o vender productos de segunda mano.

En cuanto a las alternativas colectivas, ya gran número en marcha, desde tiendas gratis de ropa, mercadillos de trueque o segunda mano, cosatecas, etc. Cabe destacar, por novedosos, los repair cafés, lugares o reuniones de libre acceso donde todo gira en torno a reparar cosas juntos, la propia plataforma Ifixit, que impulsa el compartir conocimientos de cómo arreglar objetos, programas como No tires, Aprende y Repara, también de la Fundación Energía e Innovación Sostenible sin Obsolescencia Programada, la campaña Millor que Nou, 100% Vell, iniciativas como la de Makea Tu Vida para el fomento de la reutilización creativa…

Notas

[1] Frente a estos casos, en el artículo Los siete objetos que desafían la Obsolescencia Programada se incluyen ejemplos de la durabilidad que pueden tener objetos cotidianos no sometidos a obsolescencia programada. http://elsalmoncontracorriente.es/?Los-siete-objetos-que-desafian-la

[2] En el Estado español y en mayor o menor medida en muchos otros; pero no sólo por la crisis, antes de que ésta comenzará el pago de la hipoteca se llevaba la mayor parte de los recursos económicos familiares. Hay que tener en cuenta que no sólo somos consumidores, también trabajadores y la competencia por obtener bajos precios de los productos que compramos se traduce también en bajos salarios en nuestros empleos como forma de abaratamiento de costes. Las distintas reformas laborales, llevadas a cabo en los últimos años, han buscado hacernos competitivos en un mercado globalizado y esto sólo se consigue legislando para reducir los derechos laborales.

[3] Según el reconocido defensor del decrecimiento, Serge Latouche, las tres patas de la sociedad consumista del crecimiento son la publicidad, la rápida obsolescencia de los productos de consumo y el crédito fácil y accesible

[4] Un dato para ilustrar este aspecto, “Cada minuto se compra un millón de botellas de plástico en todo el mundo” http://www.eldiario.es/theguardian/compra-botellas-plastico-mayoria-vertederos_0_659684375.HTML

Luis AzorínComisión de Consumo Ecologistas en Acción.

Fuente:http://www.elsalmoncontracorriente.es/?De-la-obsolescencia-programada-al

 

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¿En qué país dio resultado el ajuste laboral?

Por: Juan Pablo Bohoslavsky

La flexibilización y ajuste laboral no reducen el desempleo, no incrementan la productividad, no promueven el crecimiento económico, aumentan la desigualdad de género y la precarización e informalización del empleo. ¿Por qué entonces más de 130 gobiernos, y también instituciones multilaterales de crédito, impulsan reformas que implican la erosión de derechos laborales sin beneficio alguno?

 

Más de 130 países (de los cuales 96 son países en desarrollo) se han embarcado en los últimos años o planean hacerlo en reformas de políticas y normas laborales pro austeridad con el fin de superar contextos económicos recesivos o prevenir crisis financieras.

Esas reformas usualmente consisten en la congelación o reducción de los salarios, la ampliación de la jornada laboral, la imposición de contratos precarios, la limitación de seguros por accidentes o enfermedades laborales, la facilitación de los despidos y la reducción de la plantilla de empleados públicos. También se incluyen las reformas que han afectado a los sistemas de negociación colectiva, por ejemplo, restringiendo el alcance de los acuerdos sectoriales y rebajando el nivel de la negociación al lugar de trabajo, o permitiendo la negociación con representantes ajenos a los sindicatos.

¿Hay alguna evidencia empírica de que la situación de los trabajadores, de los desempleados, o de la economía en general mejore gracias al debilitamiento de los derechos laborales colectivos e individuales?

Son muchos los casos en que tales reformas han contribuido a un aumento de la desigualdad y la precarización e informalización del empleo, fomentado la discriminación en el mercado de trabajo contra mujeres, jóvenes, mayores y otras personas pertenecientes a grupos sociales marginados, y ocasionado la reducción de la protección social de los trabajadores. Por ejemplo, durante la aplicación del programa de ajuste estructural en México, se observó que el salario medio de las mujeres disminuyó en mayor medida que el de los hombres. Y los despidos en el sector público y la privatización de empresas de propiedad estatal suele afectar al empleo de las mujeres en forma desproporcionada, tal como sucedió en India y en muchos otros países.

La idea de que, en términos generales, los derechos laborales se ejercen en detrimento del desarrollo económico ha sido cuestionada por expertos en los planos teórico y empírico, y se ha demostrado de forma más concreta que las reformas laborales promovidas por las políticas de austeridad habitualmente no contribuyen a la recuperación económica. Esas reformas no mejoran los resultados económicos; por el contrario, causan grandes perjuicios a los trabajadores, que seguirán sintiendo sus efectos durante muchos años. En Grecia y Portugal, la aplicación de las reformas de la legislación laboral coincidió con un drástico aumento del desempleo y un incremento considerable del número de contratos laborales precarios. En Costa de Marfil, se ha observado que las reducciones a los salarios de los profesores, según lo recomendado por el FMI y el Banco Mundial, han afectado negativamente a la calidad de la educación, debido a la consiguiente fuga de cerebros al extranjero.

La desregulación del mercado de trabajo no favorece el crecimiento y el empleo. Por el contrario, en un número cada vez mayor de estudios se viene señalando que las normas del trabajo tienen efectos económicos positivos, entre otras cosas, en la productividad y la innovación. Los especialistas han puesto de manifiesto una serie de funciones de la legislación laboral que favorecen la eficiencia de la economía en vez de perjudicarla. Entre otras cosas, la legislación laboral favorece la coordinación económica, tanto en la empresa como en el mercado.

Otros estudios han determinado que las normas del trabajo tienen efectos positivos en la productividad y el empleo. Existe una correlación positiva a largo plazo entre la legislación laboral, incluida la reglamentación que protege a los trabajadores contra los despidos, y la productividad. Además, los datos apuntan a que una jornada de trabajo más corta lleva aparejada una productividad horaria más alta.

Por otra parte, las leyes relativas al salario mínimo o a la protección contra el despido suelen incentivar a los empleadores a utilizar su mano de obra de forma eficiente, invertir en tecnología y esforzarse por mejorar su organización. Las normas del trabajo contribuyen además a la estabilización de la demanda en épocas de recesión. Se reconoce con frecuencia que la legislación laboral contribuye a corregir los fallos del mercado y asumir una función contracíclica.

Los efectos económicos de una normativa laboral robusta tienen un efecto positivo en la distribución de los ingresos.

Por ejemplo, en un análisis de los datos de 20 países de la OCDE, no se encontró ninguna relación entre el debilitamiento de las instituciones del mercado de trabajo y una disminución del desempleo, mientras que se determinó que había correlación entre la negociación colectiva coordinada y un desempleo más bajo. A tal punto que el Comité Europeo de Derechos Sociales llegó en 2014 a la conclusión de que el hecho de que el gobierno de España permitiera que los empleadores dejaran de aplicar, unilateralmente, las condiciones estipuladas en los convenios colectivos, contravenía el artículo 6, párrafo 2, de la Carta Social Europea.

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Se ha llegado a conclusiones similares con respecto a las repercusiones de ciertas normas laborales en la innovación. Según un análisis de cuatro países de la OCDE entre 1970 y 2002, un elevado grado de protección contra el despido arbitrario fomentaba la innovación entre los empleados.

En lo que respecta a los países en desarrollo, los elementos que apuntan a una incidencia negativa de la protección laboral en los resultados económicos de un país parecen poco contundentes. Los informes sobre Argentina, por ejemplo, indican que la desregulación del mercado de trabajo parece haber reducido las elasticidades del empleo en vez de aumentarlas. Un estudio sobre los BRICS —Brasil, Federación de Rusia, India, China y Sudáfrica— indicó que las leyes sobre huelgas no tenían efectos notables en el desempleo, mientras que un alto grado de protección en las leyes de representación de los trabajadores guardaba una correlación parcial con el desempleo, a veces incluso negativa.

En un plano macroeconómico, parece claro que la presión a favor de la flexibilización de los mercados de trabajo a fin de fomentar el crecimiento impulsado por las exportaciones, lleva a la reducción del consumo, las exportaciones netas y el empleo. La reducción de los ingresos de grandes sectores de la población resultante de las reformas de flexibilización de la legislación laboral causa una contracción de la demanda, lo cual termina agravando la crisis.

Las crisis económicas y financieras no son el resultado de una regulación excesiva del trabajo, por lo que la desregulación laboral no ayuda a superarlas.

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De hecho, las reformas laborales adoptadas en los últimos años en el marco de políticas de austeridad no parecen haber ayudado a los países (ver por ejemplo los europeos) a recuperarse ni han permitido reinstaurar un acceso al empleoequivalente al previo a la crisis. En lugar de ello, han socavado los derechos laborales y otros derechos sociales consagrados en el derecho internacional y doméstico. Lo que de hecho se necesita para fomentar el crecimiento inclusivo son medidas de reforma guiadas por el contenido normativo de los derechos laborales consagrados en el derecho internacional de los derechos humanos que fomenten la igualdad de género, favorezcan el empleo y proporcionen mayores posibilidades de ejercer esos derechos a los grupos y las personas marginadas.

Si el menoscabo de los derechos laborales no reporta beneficios justificables, ni siquiera para titulares de derechos que están fuera del mercado de trabajo, y si la reducción de los derechos laborales no permite un mayor disfrute de los derechos económicos y sociales de toda/os ni tracciona una recuperación o crecimiento económico, esas medidas regresivas no pueden considerarse respuestas admisibles frente a las crisis económicas y financieras.

Esto pone además de relieve la posible importancia de otros factores que están detrás de las reformas de desregulación y socavan la normativa laboral, como el sesgo ideológico y las intenciones no declaradas de adoptar medidas regresivas en materia de distribución.

Este ensayo sintetiza el informe que el autor, como Experto Independiente sobre Deuda Externa y Derechos Humanos de la ONU, presentó en marzo de este año al Consejo de Derechos Humanos de la ONU con sede en Ginebra.

Foto de portada: Antonio Marín Segovia

Fotos interior: Antonio Marín Segovia, Occupy.

Fuente: http://www.revistaanfibia.com/ensayo/en-que-pais-dio-resultado-el-ajuste-laboral/

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Tras las huellas del imperialismo

Por: Ivan Carrasco Andrés

El movimiento antideutsche, Israel y el neofascismo (I)

Una imagen surrealista pero cierta

Imaginen un movimiento de izquierda que se declara antifascista, anticapitalista y llama a la revolución comunista; pero, al mismo tiempo, ondea la bandera de Israel y la de Estados Unidos junto a la bandera anarquista y antifascista. Además, en su recorrido por las calles grita consignas como, “Abajo Alemania, por el comunismo, solidaridad con Israel”, “Alemania nunca más. Quitad el derecho de existir a Alemania” o “Hazlo de nuevo, bombardero Harris” (en alusión a la bomba lanzada sobre la ciudad de Dresden en 1945 por los aliados). Por si fuera poco, en sus publicaciones apoyan abiertamente y con vehemencia las políticas militaristas de Estados Unidos en contra de los países árabes (como la invasión a Irak en el 2003); al mismo tiempo, promueven la solidaridad incondicional para con el estado de Israel que se traduce en recolectar dinero para enviárselo a las IDF (Fuerzas de Defensa de Israel); y, por otra, en exigir al estado alemán apoyo económico, militar y político para el estado colonialista y terrorista de Israel.

Esta imagen que se antoja inverosímil es, en realidad, un retrato muy claro y preciso de una peculiar corriente de la “izquierda” alemana que se autodenomina como: antialemanes (antideutsche). Los antialemanes controlan periódicos y revistas como: Konkret, Bahamas, Jungle World; incluso tienen editoriales como la ça ira Verlag, perteneciente al gupo antialemán ISF (Initiative Sozialistisches Forum). En ciertas ciudades alemanas tienen bares; negocios en donde el hecho de portar una kufiyya se convierte en un “obstáculo” para entrar al local y es tomado como pretexto para ser insultado y tachado de antisemita. Si bien numéricamente no son una mayoría, sus publicaciones y posturas políticas tienen bastante eco e influencia en ciertos sectores de la izquierda alemana, incluido partidos como Die Linke y el SPD. Además, existen colectivos y organizaciones que promueven la ideología antideutsche como Bak-Shalom, quienes se autodefinen como un “grupo de trabajo contra el antisemitismo, antisionismo, antiamericanismo y contra el anti capitalismo regresivo…” (1). Hay quienes opinan, como el periodista y analista geopolítico Hauke Ritz, que los grupos antideutsche podrían ser usados por agencias de seguridad, alemanas o extranjeras, como grupos de soft power (2).

Por todo ello, parece no solamente lícito, sino sumamente importante, preguntar por este movimiento tan peculiar que, en su supuesta radicalidad, termina legitimando y apoyando las políticas imperialistas de los dos estados que han sido definidos históricamente por su belicismo, injerencismo, expansionismo y por su violación sistemática a los derechos humanos dentro y fuera de sus fronteras.

¿Cómo es posible, desde las pretendidas posiciones antinacionales y anticapitalistas, reivindicar al estado de Israel y al estado Norteamericano, así como sus políticas imperialistas?, ¿nos encontramos ante un discurso y una práctica política más radical que las de la izquierda comunista anticapitalista y antiimperialista?, o quizá, ¿estos grupos constituyen la punta de lanza de nuevas formas de manipulación ideológica y social dentro de la izquierda?

¿Existen en América Latina, en los movimientos sociales, en las universidades, o en los partidos políticos, estas posiciones?

En las siguientes líneas y entregas, intentaremos dar una imagen general del movimiento antideutsche para responder a dichas preguntas.

Orígenes y referentes

Tras la caída del muro de Berlín en 1989, la izquierda alemana discutió en torno a la reunificación de ambos países. Un sector minoritario de la misma, ligado al KB (Kommunistischer Bund o liga comunista), se opuso con ahínco a la reunificación argumentando que, de llevarse ésta a cabo, Alemania volvería a ser una nación imperialista que no tardaría en convertirse en un 4o Reich. Pues, según ellos, en la identidad alemana existiría, de forma inherente e irrebasable, un racismo y una mentalidad imperialista, que constituirían la esencia del “ser alemán”. Esta izquierda minoritaria, de la cual surgirán los antideutsche, llevaban ya, para 1990, algunos años haciéndole críticas al resto de la izquierda por su supuesto antisemitismo, antisionismo, antiamericanismo y por el presunto olvido del nazismo dentro de la historia alemana. Al grito de “Nunca más Alemania” (Nie wieder Deutschland), estos grupos salían a las calles para confrontar y violentar las manifestaciones de la izquierda antiimperialista. Mientras la gran mayoría de la izquierda realizaba protestas a favor de la paz, los antialemanes mostraban su total y enérgico apoyo a los ataques de Estados Unidos sobre Irak durante la guerra del golfo de 1990-91.

Entre sus precursores teóricos pueden destacarse los siguientes: Jean Améry, Eike Geisel, Wolfgang Pohrt y Moishe Postone. En este artículo sólo nos enfocaremos en el primero y en el último.

Jean Améry, un ensayista y filósofo austriaco, publicó en 1969, dos años después de la guerra de los seis días (3), un artículo en la revista Die Zeit titulado, “El antisemitismo respetable”. En dicho artículo, Améry critica a la izquierda marxista por ser, a su juicio, antisemita. El antisemitismo que Améry observa en la izquierda en general, y en la izquierda alemana en particular, se deriva de la falsa identificación que hace entre el antisionismo y el antisemitismo. Pues, para Améry, el antisionismo, lejos de ser una crítica al estado de Israel por su política colonialista, violatoria de los derechos humanos y aliada al imperialismo norteamericano, es una forma más del antisemitismo que termina por desear la aniquilación de los judíos. Por eso, llega a decir que, “el antisemitismo está contenido en el anti-israelismo y en el anti-sionismo como la tormenta en las nubes” (4), de ahí que, según él, bajo la fachada de combatir al sionismo, algo que sería respetable para la izquierda, sea, en realidad, una excusa y una fachada para reeditar el odio nazi hacia los judíos.

En el mismo texto se encuentra una crítica no desarrollada hacia la izquierda antiimperalista; crítica que desliga los factores geopolíticos y económicos de la existencia del estado de Israel, llegando a decir que dicho estado no es ni puede ser visto como un aliado estratégico del imperialismo norteamericano, así como “los estados árabes no pueden ser vistos como razonablemente progresistas” (5). Améry concuerda con lo expresado por Robert Misrahi al hacer la siguiente cita, “El antisionismo es fundamentalmente un fenómeno reaccionario que, cuando habla deIsrael, se esconde bajo consignas revolucionarias, progresistas y anticolonialistas” (6).

Moishe Postone es, quizá, el autor más conocido dentro de la izquierda marxista a nivel internacional por su lectura de Das Kapital desde el horizonte de la Wertkritik.Postone ofrece una lectura que busca actualizar la radicalidad del pensamiento de Marx al retomar los conceptos de mercancía, valor, fetichismo de la mercancía, trabajo abstracto, alienación, etc. Para él, la radicalidad de Marx consistiría en haber descubierto y descrito la función del “sujeto autómata”, el capital, cuya forma social se basaría en el trabajo abstracto productor de valor y mercancías. Al ser este sujeto el verdadero agente por el cual existen y se reproducen las relaciones capitalistas, los obreros y los capitalistas serían una personificación, o representantes terrenales de aquella, aunque real, abstracción. A partir de este razonamiento, Postone intenta explicar el antisemitismo, pues, si se parte de la diferencia entre el valor de uso y valor de cambio de la mercancía, el antisemitismo identificaría a los judíos con las características que definen al valor, esto es con: lo abstracto, universal, inasible, etc.Según Postone,

Cuando se examinan las características específicas del poder atribuido a los judíos por el moderno anti semitismo -abstracción, intangibilidad, universalidad, movilidad- se descubre que ellas son todas las características de la dimensión del valor de la forma social analizada por Marx. Además, esta dimensión, como el supuesto poder de los judíos, no aparece como tal sino siempre en la forma de un soporte material, la mercancía. (7)

Además, esta identificación avanzaría al establecer a los judíos como la personificación del dinero, y más concretamente del capital financiero; pero, iría incluso más allá al personificarlos como el capital mismo e identificarlos con lo totalmente destructivo, al respecto escribe Postone,

De acuerdo a esta interpretación, los judíos fueron identificados no únicamente con el dinero, con la esfera de la circulación, sino con el capitalismo mismo…Los judíos no fueron vistos únicamente como representantes del capital (pues en ese caso los ataques antisemitas habrían sido más específicos en términos de clase). Ellos devinieron la personificación de lo intangible, destructivo, lo inmensamente poderoso de la dominación internacional del capital en tanto forma social alienada.(8)

Para Postone, la teoría crítica de la forma valor permitirá entender, desde la contradicción valor/valor de uso y trabajo concreto/trabajo abstracto, la biologización-personificación del lado abstracto de la mercancía en el judío, por una parte; y, por otra, la biologización-personificación del lado concreto de la mercancía en el ario. Por eso, según Postone, el nazismo podría entenderse como una revolución “anticapitalista”, caracterizada por su odio a lo abstracto y, frente a ello, la reivindicación de lo concreto, de la comunidad (como Volksgemeinschaft) y, así,entonces, los campos de exterminio habrían sido pensados como campos de exterminio del valor mismo. Postone finaliza diciendo,

Auschwitz, no como la toma del poder por los nazis en 1933, fue la verdadera “revolución alemana”, el intento de derrocar, no solamente un orden político, sino una forma social existente. Con esta hazaña, el mundo habría estado seguro de la tiranía de lo abstracto. En el proceso, los nazis se “liberaron” de la humanidad. Los nazis perdieron la guerra contra la Unión Soviética, América e Inglaterra. Ganaron, en cambio, la guerra, su “revolución”, en contra de los judíos europeos.(9)

Bibliografía

Améry, JeanDer ehrbare Antisemitismus, http://www.zeit.de/1969/30/der-ehrbare-antisemitismus

Bak-ShalomGrundsatzerklärung des BAK Shalom, http://bak-shalom.de/index.php/materialien-des-bak-shalom/wir/

Hagen, Patrick, Die Antideutschen und die Debatte der Linken über Israel,http://www.trend.infopartisan.net/trd0405/t030405.html

Postone, Moishe, Anti-semitism and National Socialismhttps://libcom.org/library/anti-semitism-national-socialism-moishe-postone

RT, Antideutsche oder Allzudeutsche?, https://www.youtube.com/watch?v=UiuRixvPf0o

Notas:

(1) Véase su declaración de principios en la página, http://bak-shalom.de/index.php/materialien-des-bak-shalom/wir/.

(2) En entrevista con la cadena rusa de noticias RT, el analista Hauke Ritz se pregunta sobre la función del movimiento antideutsche y sus posibles nexos con agencias de seguridad. Véase el siguiente link, https://www.youtube.com/watch?v=UiuRixvPf0o&. (1:35 a 2:23 mm)

(3) La guerra de los seis días, o guerra de Junio de 1967, fue un conflicto bélico que involucró al estado de Israel en contra de los estados de Egipto, Jordania, Irak y Siria. Como consecuencia de esta guerra, el estado de Israel aumentó sus fronteras al ocupar los territorios de Egipto (península del Sinaí y franja de Gaza), Jordania (franja de Cisjordania) y Siria (los altos del Golán). Con esta guerra, el estado de Israel mostró su afán expansionista, belicista y su carácter colonialista en tanto fuerza de ocupación.

(4) Améry, JeanDer ehrbare Antisemitismus, http://www.zeit.de/1969/30/der-ehrbare-antisemitismus.p. 2. Ésta y las traducciones que siguen son nuestras.

(5) Ibíd., p. 3.

(6) Ibíd., p. 3.

(7) Postone, Moishe, Anti-semitism and National Socialismhttps://libcom.org/library/anti-semitism-national-socialism-moishe-postone.

(8) Ibíd.

(9) Ibíd.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=228945

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EE UU: La ansiedad cultural de la clase media blanca

Por: Jordan Kraemer

En un vuelo en avión el pasado mes de noviembre me senté junto a una mujer blanca, de unos cincuenta años, una profesional católica del Midwest que me confesó a regañadientes haber votado al cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos. Decía repudiar el racismo a pesar de estar en contra de las “cuotas” en educación y contratación. Estas visiones sintetizan un debate actual sobre si el apoyo a Trump se debe más a la desposesión económica – gran parte de las clases trabajadoras y medias sienten ansiedad y abandono en la economía global – o al racismo, una reacción violenta blanca contra los esfuerzos por acabar con la discriminación y la injusticia.

Este debate sin embargo pasa por encima una confusión crucial: qué significa ser blanco y de clase media depende de concepciones de la raza y la clase que están históricamente entretejidas. Aunque la élite y los profesionales blancos urbanos han mantenido su estatus cultural y social en una economía globalizada, los empleos estables han desaparecido para mucha gente – no sólo industriales, también posiciones directivas. Y mientras los empleos técnicos de alta cualificación y bien remunerados  (una forma de trabajo “intelectual”) se concentran en enclaves urbanos, el trabajo de clase media gira en torno a trabajo de servicios con bajos salarios en la precaria Gig Economy, esto es, trabajo temporal sin prestaciones ni seguridad.

Aunque esta transformación económica ha atraído mucha atención, especialmente tras las elecciones de 2016, pocos han discutido el vínculo entre el incremento de los profesionales urbanos creativos por un lado, y la desposesión cultural de los blancos que no pertenecen a las élites, por el otro. La conflictividad política estadounidense corresponde a una clasificación geográfica que ha acompañado la destrucción de la clase media, ilustrada, por ejemplo, por la reurbanización blanca y la gentrificación. La ‘blancura’ tiene un largo historial como pilar del estatus de clase, asegurando respetabilidad y legitimidad para aquellos que se imaginan a sí mismos como protagonistas de la historia (blanca) americana. Para muchos blancos, perder estatus económico implica una profunda pérdida de identidad y pertenencia cultural – no sólo ansiedad económica, sino también ansiedad cultural.

Puede parecer contra intuitivo para los cristianos blancos de clase media, por ejemplo, sentirse perseguidos cuando ellos siguen siendo una mayoría nacional y controlan puestos en el gobierno y la dirección de empresas. Pero la victoria de Trump (ajustada e impopular) amplifica las quejas de los blancos desposeídos culturalmente, en un sentido antropológico amplio.

El auge de los Hip Creatives

Dada la historia entretejida de la raza y la clase en los EEUU, no es sorprendente que la clase medias blanca experimente una pérdida de identidad en términos de raza, culpando a los inmigrantes, musulmanes y gente de color cuando ve que su subsistencia está amenazada. Los desplazamientos económicos asociados con la globalización neoliberal exacerban las divisiones entre los blancos urbanos y profesionales y las crecientes capas plebeyas precarizadas, en formas que se desarrollan tanto a través del gusto y el consumo cultural como de ansiedad económica.

Las élites blancas han hecho uso desde hace mucho tiempo de las distinciones raciales para dividir y triunfar, por supuesto. Estas distinciones no están biológicamente dadas ni son consecuencia inevitable del “tribalismo”; en vez de ello, las categorías raciales modernas se formaron durante el encuentro colonial desde el siglo XVI llegando hasta la actualidad – todavía marcan el orden económico y social dominante. Cuando los colonos ingleses llegaron por primera vez a Norte América, por ejemplo, distinguieron entre los cristianos y los paganos en sus primeros estatutos legales. No obstante, en el proceso de esclavizar a la población indígena y africana, los colonialistas diseñaron una nueva terminología legal para los hijos de los esclavos y la gente libre (el término ‘Negro’ fue el primero en aparecer, el término ‘Blanco’ apareció después). De acuerdo a las concepciones emergentes de la raza, tal estatuto determinaba quién podía heredar la propiedad frente a quién se convertía en propiedad – esto es, los derechos políticos y legales que constituyen una persona en cuanto tal.

Hoy día la blancura sigue estando vinculada al estatus de clase (y la posición cultural), donde ‘blanco’ a menudo es una marca de ‘clase media’. Los blancos pobres, por el contrario, están racialmente marcados, denigrados por ejemplo como ‘basura blanca’ (la gente pobre de color directamente no requiere una designación específica). Tomemos los Millenials – este apodo generacional refiere típicamente no a toda la gente joven nacida en los ochenta y los noventa, sino a los jóvenes de clase media blanca obsesionados con las nuevas tecnologías.

Pero los desplazamientos económicos de los últimos quince o veinte años han combado a la clase media y a la naturaleza del trabajo de formas novedosas. No es casualidad que al moverse la producción actual al extranjero, la creatividad se convirtiera en el nuevo sello distintivo del trabajo profesional. La creatividad vino a caracterizar una clase media urbana y profesional emergente (lo que Barbara y John Ehrenreich una vez llamaron los “PMC” o Professional-Managerial Class) en los últimos años de la década de los noventa (aunque la originalidad, novedad, juventud y demás han estado desde hace tiempo asociadas con el consumo de clase media y la productividad, desde al menos los años 60 de la contracultura, si no incluso desde la bohemia del s.XIX).  Thomas Frank rastreó este movimiento en la era de los ‘Mad Men’ en los 60, mostrado en su obra de 1996 The Conquest of Cool, donde defiende que las industrias de medios ‘científicos’ vinieron a patrocinar la creatividad y la individualidad como parte de los mismos desplazamientos culturales liderados por la contracultura juvenil, en lugar de cooptarla.

Richard Florida describió en 2002 la clase media de trabajadores ‘intelectuales’ (aquellos que no crean bienes sino ideas, traficando en los flujos de información de la sociedad-red de Manuel Castells) como una nueva “clase creativa”, argumentando que la creatividad impulsa la productividad en la era postindustrial. Pero a diferencia de una generación anterior de jóvenes profesionales, los trabajadores de los mass media, en sectores tecnológicos y otros trabajadores creativos de Florida prefieren centros urbanos diversos y multiculturales con mucha vida nocturna, arte, música y, el indicador de la gentrificación, cafés hip. David Brooks ha parodiado a estos bebedores de cappuccino con pajita, los “Bobos” (“bourgeois bohemians”) por su mezcolanza de inconformidad y ambición empresarial, “los miembros de la élite de la nueva era de la información”  que comercian en “capital intelectual” para subir escalafones en la empresa. Florida reelaboró las clases medias-altas como los nuevos impulsores de la economía y de lo hip, las ciudades creativas.

Gran parte de la tesis de Florida no se han cumplido prescriptivamente – ciudades como Detroit y Cleveland que invirtieron en los estilos de vida como principal atractivo se han decepcionado con los resultados económicos, ni tampoco son las ciudades costeras más cool necesariamente los centros del poder financiero. Lo que Florida diagnosticó certeramente, sin embargo, fue la re-urbanización de la clase media, cómo los profesionales blancos y jóvenes se mudaron a áreas urbanas menospreciadas, revirtiendo décadas de huida de gente blanca, y cómo, a diferencia de sus predecesores, se asentaron y permanecieron ahí.

Cosas que le gustan a la gente de clase media

El aumento de la polarización política en EEUU desde los noventa – cuyo pico se alcanzó con las llamadas “guerras culturales” – probablemente refleje la clasificación geográfica de la economía del conocimiento. Las áreas urbanas, de acuerdo a los politólogos, han devenido uniformemente en zonas de tendencia izquierdista mientras que las áreas rurales son más conservadoras. Politólogos como Wendy K. Tam Cho, por ejemplo, encontraron que en las elecciones presidenciales de 2008  los distritos azules eran más azules y los distritos rojos más rojos que en elecciones previas: “la expresión geográfica de las preferencias partidistas rivales parece haber alcanzado su máximo respecto a elecciones previas”. A pesar de la preocupación porque la conformidad ideológica conduzca al extremismo, Cho señala que la mayoría de gente se mueve por razones económicas.

Mientras los hip creatives acudieron en manada a los cafés culturetas en los núcleos urbanos revitalizados, las clases medias en el resto de lugares estaban sufriendo cambios perjudiciales. Después de la crisis económica de 2008 los empleos de alta tecnología y alta cualificación se recuperaron, así como lo hicieron los empleos del sector servicios temporales y de baja cualificación; fue propiamente el estrato medio el que se evaporó, dando lugar a “la transformación de América de una economía industrial a una de servicios que ha privilegiado la élite educada y limitado las posibilidades de movilidad social para aquellos sin educación superior”, como subrayó la antropóloga Kaushik Sunder Rajan. Describiendo a los blancos que perdían derechos, especialmente hombres, continúa diciendo: “lo que queda es un sector demográfico que una vez fue un privilegiado social pero ahora ha sido privado económicamente de sus derechos y que no ve oportunidades, sólo amenazas – tanto a su subsistencia como a sus derechos – que a menudo vienen de otros que no se parecen a ellos”.

El antropólogo David Graeber vincula especialmente el vaciamiento de la clase media – trabajo del conocimiento muy bien remunerados en un extremo, ‘curros’ poco fiables en el sector servicios en el otro – a la financiarización de la economía en la cual el beneficio del negocio no viene de bienes manufacturados, sino de instrumentos financieros (a menudo opacos). Al mismo tiempo, las clases directivas (los “PMC” de los Ehrenreich) recientemente alineadas con las élites financieras reemplazan al electorado de clase trabajadora en la política de izquierdas (como los “Nuevos Demócratas” de Bill Clinton). Los PMC se convierten así en el rostro del capitalismo para las clases trabajadoras crecientemente desposeídas, excluidas tanto de la creación de riqueza como de las instituciones de reparto de credenciales (como las universidades) necesarias para unirse a los escalones medio-altos.

La transformación de la clase media tiene ecos en los gustos de consumo y las preferencias. A finales de los 2000, por ejemplo, el estilo hipster era difícilmente separable de las “cosas que le gustan a la gente blanca” como apodó el blog epónimo. El blog, Cosas que le gustan a la gente blanca, cambió el humor interno de los profesionales urbanos hip. Pero la “gente blanca” aquí quería decir los profesionales creativos de tendencias izquierdistas, combinando la raza (y la política) con la clase, como observó Danny Rosenblatt (2013).

De muchas maneras los hipsters de finales de los 2000 representan la última versión de los Bobosbebedores de cappuccino con pajita de Brooks o los creativos urbanos de Florida. Gustos estéticos que una vez señalaban inconformismo – piercings, tatuajes, pelo teñido – se convirtieron en marcadores de ser un urbanita cool. El desplazamiento del significado del gusto contracultural, de los márgenes a la élite, no es nuevo, por descontado. Pero, como ilustra Cosas que le gustan a la gente blanca, estos gustos vinieron a definir una clase profesional blanca, urbana y liberal cada vez más uniforme que se beneficia de la “nueva” economía que deja tras de sí, o como lo nombró el creador del blog Christian Lander, del “tipo equivocado” de gente blanca.

El fin del Hombre Blanco

El deterioro de la estabilidad de la clase media blanca contribuyó al momento de renovación de derechas del Tea Party a finales de los 2000. El resentimiento era cada vez mayor contra los republicanos mainstream durante la crisis financiera de 2008, y se combinó con la ansiedad que la campaña de Obama supo capitalizar en las tecnologías digitales con mayor eficacia. Los blogueros de derechas defendieron una política más descentralizada y basada en las redes sociales que se fusionase en varios Tea Party, como contó el antropólogo Charles Pearson en su tesis doctoral sobre las redes sociales de derechas. Estos grupos descentralizados capitalizaron en redes páginas para movilizar votantes en las elecciones de mitad de mandato de 2010, derrocando con éxito a muchos republicanos moderados. La revolución del Tea Party puso el escenario para reemplazar la era de las guerras culturales del conservadurismo de “valores familiares” con una agenda anti-establishment, nativista y libertarian.

Como record Adam Haslett en The Nation, la cadena Fox News ha estado avivando el extremismo de derechas desde los años de Clinton. Los novatos en redes ganaron ascendencia durante el escándalo de Monica Lewinsky, mezclando una guerra cultural moralizante con la agitación de prensa amarilla. Pero finalmente, sostiene Haslett, la emoción que cosechó la campaña de Trump no fue la ira, ni siquiera la protesta, sino la vergüenza.  Y es precisamente vergüenza lo que muchos sintieron cuando perdieron su capacidad de subsistencia, especialmente aquellos hombres que vivieron el desempleo como una pérdida de su masculinidad. En su libro de 2012 El fin del hombre, Hannah Rosin detalló las dificultades que tenían los hombres blancos de clase media, particularmente en las ciudades empresariales, cuando los empleos respetables se dieron a la fuga. Ella describe esposas que asumieron el tradicional rol de ganador-del-pan porque estaban dispuestas a aceptar posiciones menos prestigiosas – y peor pagadas – que sus maridos. Aunque la dominación masculina no ha desaparecido, la explicación de Rosin captura la política de género de una economía de servicios postindustrial que trastoca radicalmente los roles de género tradicionales y mina la autoestima de muchos hombres. 

No debería sorprendernos, entonces, que la extrema derecha nacionalista florezca en el misógino mundo del troleo online, como ilustró la reacción violenta del “Gamergate” a las críticas feministas y antirracistas de los videojuegos. Muchos en la izquierda se pelean por entender cómo conservadores devotos votaron por un impresionante magnate inmobiliario de Nueva York convertido en estrella televisiva. Pero las elecciones de Trump ponen al desnudo las amenazas que mucha gente blanca percibe no sólo a su posición económica, sino a su sentido básico de identidad y pertenencia.

La insufrible blancura de la clase media evanescente

En el malestar general postelectoral del pasado noviembre, yo traté desesperadamente de entender a los votantes de Trump, especialmente a los más reacios. Mi compañera de asiento en el vuelo del avión estaba igualmente frustrada con el estado del debate político en EEUU, y (a pesar de haber votado una vez como demócrata) se sintió calumniada por los liberales de la costa este.

Como alta directiva en una institución financiera, había crecido en el rural Iowa y estaba viviendo en la suburbana Miinneapolis. Aunque había tenido éxito profesionalmente sin un título universitario, eventualmente obtuvo uno auxiliar requerido para la promoción. No le gustaba Trump y se atormentaba con el voto. Pero odiaba más a Hillary, percibiendo a esta candidata como irremediablemente corrupta, a pesar de su deseo porque hubiese una mujer presidente – “solo que no ésta”. La mañana de las elecciones, me contaba, se levantó desgarrada, pero finalmente sus visiones pro-vida triunfaron sobre otras consideraciones – principalmente la perspectiva de una Corte Suprema de justicia que fuese conservadora.

De muchas maneras, ella encajaba con el perfil del votante reacio a Trump – blanca, estable financieramente, sin titulación universitaria, y ansiosa sobre el futuro económico de sus hijos. Se preocupó porque sus hijos hubieran perdido recursos en la escuela así que en vez de ello fueron a clases particulares. Estaba resentida con las familias migrantes que conocía, convencida de que estaban teniendo “bebés para echar el ancla” en vez de vivir según las reglas. Y se sintió censurada en sus puntos de vista por una familia y unos colegas liberales, moviendo el dedo e imitando a una sobrina que despreciaba sus puntos de vista sobre el feminismo y los derechos de los homosexuales.

Este sentido de persecución refleja el sentimiento de exclusión respecto de la clase credencializada y la esfera cultural de las élites costeras. Los defensores de un mundo igualitario tienen razón al denunciar la primacía de los sentimientos blancos sobre las privaciones de los marginalizados, especialmente porque la marginalización asegura un orden social devastadoramente desigual. Pero es también necesario fundamentar la pérdida de estatutos y reconocimiento cultural percibidos – de sentir que la experiencia de clase media blanca y cristiana se ha descentrado – en la reorganización de la clase media y los perversos incentivos del capital global. Contrarrestar el apoyo que recibe elnativismo y el autoritarismo en los EEUU y otros lugares significa enfrentar estos desplazamientos económicos y culturales más amplios.

 

es investigadora social especializada en antropología de los medios (especialmente nuevas tecnologías) y su papel en las clases medias emergentes. Es Visiting Assistant Professor de Antropología en la Universidad Wesleyana (Connecticut), es Visiting Fellow en el Centro por las Humanidades (Nueva York), y Associate Faculty en el Instituto de Investigación Social de Brooklyn. Actualmente está completando un libro sobre redes sociales en Berlín que aparecerá próximamente en la editorial Penn Press.

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Traducción:Julio Martínez-Cava

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SEMIÓTICA de las FALACIAS

Por: Fernando Buen Abad

Urge intervenir la noción de “Pos- verdad” -con una buena dosis de pensamiento crítico- para radiografiarla hasta saber qué contiene y a qué propósitos tributa su uso. Sus definiciones la pintan como una forma “emotiva” de la mentira para manipular la “opinión pública”… para subordinar los hechos a las habilidades emocionales del manipulador. Es la mentira que prescinde de los hechos, que los arrodilla ante los intereses del enunciado para revertir (pervertir) la relación conocimiento-enunciación. El conocimiento se convierte en producto del enunciado y no al contrarioLa realidad se convierte en un estorbo o en una anécdota decorativa -o prescindible- del enunciado. Una figura “retórica” más importante que la propia verdad. De cualquier manera parece ser necesario interpelar a la noción de “pos- verdad” con otra noción de contraste dialéctico que llamaremos aquí “Plus-mentira”. Incluso la construcción histórico-social de la “verdad” debe ser obra crítica.

En todos los sistemas económico-políticos que dividen a la sociedad en opresores y oprimidos, la mentira es un dispositivo consustancial o, dicho de otro modo, son mentirosos por definición. Sistema mentiroso que se basa en robar el producto del trabajo, con estratagemas diversas, que usa represión, miedo, armas, idolatrías e ideologías. La dictadura de las creencias y las supercherías. Mentiras que se perfeccionan en laboratorios de guerra psicológica fabricantes de “Plus-mentira”. Ahora quieren imponernos como “verdad” su reino de la des-honestidad y la anti-política. La fachada fagocitando el contenido; las técnicas de persuasión produciendo crisis de confianza; la política huérfana de sociedad. Se trata de aniquilar lo que contradiga, lo que interpele, lo incómodo, lo difícil, lo profundo y lo social. Es un modo más de la ideología de la clase dominante en su fase intolerante y excluyente. Uno de sus modos más extremos y contradictorios que se “justifica” con “pos-verdades” creadas exprofeso y con tono “académico”. Medios para coagular el odio de clase como “verdad” que aniquila “lo otro”.

Con la “pos-verdad” y la “plus mentira” ya no habría rumores “falsos”… todo es “verdadero” mientras sirva para obturar la realidad. Se la usa para destruir al rol del Estado, para invisibilizar escenarios de represión y crimen, para ocultar fraudes electorales de todo tipo. La “pos-verdad” endiosa a los monopolios de guerra ideológica hacia públicos entrenados para no exigir “pruebas” ante ninguna calumnia, públicos entrenados para omitir “re-preguntas” y, especialmente, para no interrogarse a sí mismos sobre su información verdadera. Públicosentrenados para la “pereza mental”.

Ellos anhelan audiencias modeladas como repetidoras automáticas de falacias dramatizadas por la coyuntura donde domina el punto de vista hegemónico que anula los cánones de veracidad. Que los “hechos” queden sepultados por el énfasis, por las exageraciones y por todos los estereotipos imaginables. La red de “plus-mentiras” en que se sustenta la “pos-verdad”, se propone recorrer a lo ancho y a lo largo, a lo alto y a lo profundo… el cuerpo social para hacerlo adicto a las mentiras. Adicto a la ingeniería de la “plus-mentira”. Inyectarle odio coagulado en intolerancia para aniquilar lo otro, lo que implique a lo diferente… lo que implique a lo popular y a lo revolucionario. Imponer la negación compulsiva de la “verdad” su necesidad de existir, negarle su razón de proceder y negarle el ser. La “plus-mentira” liberada de toda culpa o penitencia. La “plus mentira” basada en la inmoralidad misma. El vacío de principios. La desfiguración alevosa de la realidad cómo signo de clase. El dogmatismo de la falacia, el fundamentalísimo de la irracionalidad impune. Y entonces lo falso es real.

Acaso el “plus” de la mentira en la “pos-verdad” sea su capacidad de consenso aplastante, su manera de obturar la duda. Incluso su glamour autoritario. La “plus-mentira” basada en componentes dinámicos de usurpación simbólica para asesinar la verdad con las banderas de lo que se niega o se combate. Hitler se hizo llamar “socialista”, Franco en nombre de Dios produjo matazones diabólicas. Así que ni la “pos-verdad” ’ni la “plus-mentira” son novedades ni hallazgos teóricos actuales y acaso un factor decisivo, o de su vigencia, sea el uso de las tecnologías subordinándolas a sus fechorías. La tecnología aporta su “prestigio” para hacer más contundente el desprestigio de la verdad. Total pasará nada. Y todo conduce a la anti-política.

En esta reflexión hay un litigio filosófico profundo y crítico que atañe a la “verdad” sus búsquedas, encuentros y desencuentros siempre históricos. No sobre el valor de su existencia social e histórica sino sobre sus depredadores aunque en la “pos-verdad” se los niegue. Y todo esto pone de relieve la responsabilidad social por la verdad, su lugar y sus desafíos. La verdad en cada pliegue de la revolución, la verdad de las masas y para las masas. La verdad que expresa la ética política de la lucha emancipadora. La verdad desde las bases con sus derrotas y sus victorias. La verdad y sus procesos, sus logros reveladores como saltos cualitativos de conciencia y compromiso. La verdad que es táctica inmediata de combate, la verdad revolucionaria siempre. En suma, si el capitalismo anhela manipular la percepción y las creencias con rumores y calumnias, con sobrecarga acelerada de información falsa para decir que hay “crisis humanitaria” donde hay luchas sociales; para imponer “guerras económicas” y decir que la voluntad popular no es confiable o lograr que nadie pueda reconocer la verdad de las luchas y eso deje de tener importancia… entonces la “plus mentira” también es un campo de guerra en la Batalla de las Ideas.

Fuente: rebelion.org

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G-20: Un mundo zombi

Por: Michael Roberts

Los zombies llegaron a la reunión del G-20 en Hamburgo este fin de semana – y no me refiero a los líderes del G-20, sino a un grupo llamado Gestalten, que se vestían como zombies y caminaban por las calles. El grupo afirmaba que querían que el G-20 buscara una sociedad más abierta, igualitaria, en lugar de poner el poder en manos de unos pocos; y quería enviar un símbolo de solidaridad y participación política al mundo.

Hubo pocas señales de solidaridad entre los líderes del mundo capitalista en Hamburgo. El presidente estadounidense, Donald Trump, después de volar para visitar al derechista presidente de Polonia (¿como un desaire a Putin?), dejó en claro, a su peculiar manera, que los EEUU no volverían al Acuerdo de París sobre el cambio climático y se opondrían a cualquier declaración del G-20 que comprometiese a los EEUU con el libre comercio. De hecho, Trump está considerando imponer aranceles a los productos siderúrgicos  de la UE.

La globalización, tal y como los líderes del capitalismo y las grandes empresas han llegado a quererla y disfrutarla, está bajo la amenaza del nacionalismo y el proteccionismo. Además está el aumento de los puntos calientes de crisis política de Corea del Norte y Oriente Próximo, para los que los líderes del G-20 no tienen ninguna política o solución clara.

Pero tal vez hay un dato positivo para el capitalismo: la mejora aparente de la economía mundial, por fin, después de seis o siete años de crecimiento económico, inversión e ingresos deprimidos desde el fin de la Gran Recesión en 2009.

Como el FMI señaló en su última actualización de la situación de la economía mundial: “La buena noticia es que la economía mundial está ganando impulso en la medida que la recuperación cíclica promete más puestos de trabajo, mayores ingresos y mayor prosperidad en el futuro”.  Sin embargo, hace una advertencia: “la economía mundial puede estar ganando impulso, pero no podemos estar seguros de que estemos fuera de peligro … hay riesgos bajistas evidentes: la incertidumbre política, incluso en Europa; la espada del proteccionismo que pesa sobre el comercio mundial; y estrictas condiciones financieras globales que podrían provocar salida de capitales disruptivas de los países emergentes y en desarrollo “.

Sin embargo, parece que hay una recuperación económica en la mayor parte de Europa. El crecimiento medio del PIB real de la zona euro se acerca al 1,5% anual, con Escandinavia y Europa del Este creciendo aún más rápido. La economía de Estados Unidos está mostrando signos de desgaste, pero se mantiene alrededor del 2% anual. Japón oscila alrededor del 1,5% anual. China también, después de que los analistas más pesimistas predijeran su colapso, continúa expandiéndose a un 6,5-7% anual. Incluso algunas de las principales economías emergentes, como Brasil y Rusia parecen estar saliendo de las depresiones que sufrieron en los últimos 18 meses.

Los beneficios parecen haber aumentado globalmente en los últimos meses después de salir de territorio negativo. Esta recuperación se debe principalmente a la mejora en China y Japón.

Esto ha hecho que algunos economistas “ortodoxos” (JP Morgan) se sientan más seguros de que la Larga Depresión ha terminado. La recuperación y el crecimiento sostenido más rápido pueden llegar pronto, liderados por una mejora de la inversión empresarial.

De las grandes economías, sólo el Reino Unido, parece estar empeorando. Después de la decisión de abandonar la Unión Europea (Brexit), las empresas han dejado de invertir y los flujos de capital en la ciudad de Londres la han abandonado. Los últimos datos del PIB real en el primer trimestre de 2017 muestran que la economía del Reino Unido creció sólo un 0,2%, la menor tasa de crecimiento del conjunto de Europa, ¡como Grecia! La producción industrial se está desplomando y la inversión empresarial está congelada.

La familia media británica se enfrenta a la contracción más dura de ingresos reales de los últimos cinco años, en la medida en que el ingreso disponible real per cápita cayó un 2% en el primer trimestre de 2017. De hecho, según un nuevo informe de la Fundación Joseph Rowntree, una familia de cuatro (dos adultos que trabajan y dos niños) requiere “al menos” 40.800 libras al año para llegar a fin de mes y, en promedio, y una familia de ese tipo en el Reino Unido se queda corta en unas 3.000 libras.

Y tampoco es todo de color de rosa en los EEUU. Los últimos datos de empleo mensuales de julio muestran un mayor incremento del empleo, pero también un aumento en la tasa de desempleo por primera vez en años. Eso sugiere que el empleo ha alcanzado su pico. El crecimiento de los salarios sigue por debajo del 2,5% anual y, después de la inflación, los ingresos medios siguen sin crecer. Lo más importante es que las ganancias en los sectores productivos de la economía de Estados Unidos están cayendo.

Los beneficios de las acciones en el mercado de valores de Estados Unidos está en su nivel más bajo – lo que es una señal de que los precios de las acciones están muy por encima de las ganancias (beneficios) de las empresas estadounidenses.

Y la curva de rendimiento de los bonos de Estados Unidos está aplanándose (es decir, la diferencia entre el rendimiento a largo plazo y la tasa de interés a corto plazo en los mercados de crédito). Lo que suele ser un signo de desaceleración de la economía. Cuando se invierte la curva (el rendimiento a largo es inferior a la tasa a corto plazo), es señal de una próxima crisis.

La curva de rendimiento de los bonos se aplana porque la Reserva Federal de Estados Unidos parece decidida a aumentar su tasa de referencia, que establece el piso para todas las tasas de interés para préstamos en los EEUU y, a menudo, en el extranjero. Esto significa que el coste de los préstamos para el consumo o para invertir en la expansión de negocios aumentará. Según las actas de su última reunión, los miembros de la Fed están dispuestos a subir las tasas aún más, a pesar de que la inflación no está aumentando, por el contrario, y los salarios apenas crecen.

Como un gerente de fondos de riesgo estadounidense dijo: “no veo nada diferente de lo que la Fed ya ha dicho. La economía sigue siendo aceptable. No se esta sobrecalentando o enfriando. El mensaje implícito es que estamos en el camino para elevar las tasas de interés y para reducir el tamaño de los balances, no porque la economía se esté recalentando, sino porque queremos normalizar la política monetaria”. Pero si la Fed continúa con esta política, bien podría aumentar la presión a la baja sobre los beneficios empresariales y la inversión. Ya hay señales de que el coste de los préstamos ha aumentado en las economías asiáticas.

Por otra parte, las razones subyacentes para dudar del optimismo de los líderes del G-20 y de los jefes de fondos de riesgo sobre la economía mundial son que ninguna de las causas principales del bajo crecimiento de la productividad y la inversión se han corregido. En su último informe sobre la economía de Estados Unidos, el FMI redujo sus previsiones de crecimiento al 2,1 por ciento en 2017 y 2018, abandonando su hipótesis de que los planes de recorte de impuestos y del gasto fiscal de la administración Trump impulsaría el crecimiento. Lejos de acelerarse, la economía de Estados Unidos continúa arrastrándose lentamente, en el mejor de los casos. Mientras que la administración Trump sigue trabajando con unas proyecciones de crecimiento del 3 por ciento en 2021, el FMI cree que el crecimiento de EE UU se reducirá a una tasa potencial subyacente de 1,8 por ciento en 2020.

El crecimiento de la productividad en todas las grandes economías continúa en mínimos históricos.

Mientras que el PIB real per cápita está todavía muy por debajo de los niveles anteriores a la Gran Recesión, la desigualdad de ingresos y riqueza en las principales economías se mantiene en niveles récord: de hecho, sigue en aumento.

Y los volúmenes del comercio mundial siguen estando un 25% por debajo de los picos anteriores a la crisis financiera global.

La economía mundial todavía parece un zombi, aunque existe cierto optimismo de que los muertos vivientes recuperen su aliento vital.

es un reconocido economista marxista británico, que ha trabajador 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.

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América Latina contra el pensamiento único

Por: Emir Sader

Hay que borrar las políticas que han caracterizado a cierto número de países de América Latina, porque ellas desmienten el pensamiento único. Hay que borrar de la consciencia de la gente que es posible hacer políticas distintas a las que todavía dominan el mundo.

Hay que hacer que las personas olviden que no se debe naturalizar el mercado, que los derechos deben ser garantizados, si queremos sociedades menos injustas, con menos exclusión social, miseria y pobreza. Para ello hay que hacer como si Argentina no hubiera superado la peor crisis de su historia, a comienzos del siglo XXI, no haciendo que el peso de la crisis recayera sobre la gran masa del pueblo. Como si Brasil –hasta hace poco el país más desigual del continente, del mundo– no solamente haya dejado ese puesto, como ha salido, por primera vez en su historia, del mapa del hambre. Como si Bolivia no hubiera pasado de ser una de las naciones más pobres de América Latina a ser la más ejemplar en desarrollo económico, social, político, étnico y cultural. Y todo lo que ha pasado también en países como Ecuador, Uruguay y Venezuela.

Hay que hacer como que América Latina –o al menos algunas naciones del continente– deja de ser punto fuera de la curva y vuelve a su rol de países injustos, endeudados, humillados y ofendidos. Que no tengan soberanía externa y tampoco estados fuertes y legitimados por el voto democrático del pueblo.

Me dí cuenta recientemente, cuando participé en un seminario sobre políticas de inclusion, en el cual, para mi espanto, de que las políticas sociales de los gobiernos progresistas de América Latina han estado ausentes, aun si el seminario tenía 17 conferencias. Pero una sola sobre América Latina, sobre la exclusión social en algunas naciones del continente.

Hasta hace poco las políticas sociales brasileñas, bolivianas, venezolanas, uruguayas, agentinas y ecuatorianas eran el centro de cualquier evento o debate sobre cualquier aspecto social del mundo contemporáneo. Como ejemplos que contrastan con lo que pasa en Europa, Estados Unidos, Asia, África y países de América Latina. Eran ejemplos concretos de cómo es posible, aun en un mundo dominado por el neoliberalismo, remar contra la corriente y disminuir la desigualdad, la injusticia, el hambre, la miseria y la pobreza. Eran malos ejemplos para el pensamiento dominante. Habría que derrotar a esos gobiernos y borrar de la consciencia de los pueblos de esas naciones y de los otros esas políticas. Habría que destruir las imágenes de los líderes de esas políticas. Campañas feroces de ataques personales se desarrollan en contra de Luiz Inácio Lula da Silva, Evo Morales, Cristina Fernández, Pepe Mujica y Rafael Correa, entre otros, para complementar el cierre de un capítulo que debería pasar a la historia como un breve paréntesis populista, de locura política contra la indefectible lógica económica.

Largas exposiciones sobre la exclusión y la pobreza en el mundo y en todas sus regiones no se complementan con alternativas sociales concretas, resultado de gobiernos populares y democráticos. Todo, como se ha hecho siempre: en eventos sobre cuestiones de carácter social. Pero ahora se trata de mantener el debate a nivel teórico, en constataciones sobre la concentración de la renta, la exclusión social, etcétera, pero sin desembocar en alternativas concretas. Todo se queda envuelto en un escenario desalentador, en el que el mundo va para lo peor, caso inevitable porque no se mencionan opciones concretas de superación de esos problemas.

Es que el cuestionamiento de la supuesta condenación de la humanidad al pensamiento único había dejado de ser un tema teórico para residir en el plano concreto de países determinados, que ha hecho la opción de atacar las raíces de esos problemas –el modelo neoliberal.

Es un mal ejemplo para el sistema financiero internacional, para los ideólogos del fin de la historia, para los adeptos del Consenso de Washington, para los que –en particular, economistas– creen todavía en el pensamiento único como política económica dictada por los mercados. Un mal ejemplo que hay que eliminar como gobiernos, como políticas, como derechos y como memoria de la cabeza de los pueblos.

La historia no ha terminado. El pensamiento nunca es único. Consensos sólo hay impuestos por Washington. La historia es siempre un proceso abierto, en el que la consciencia y la organización de los pueblos definen los caminos hacia una dirección u otra. Nunca la historia de la humanidad ha estado tan abierta, tan indefinida. Ni siquiera la globalización neoliberal es un camino sin vuelta. En América Latina es donde esa disputa está más abierta que nunca. Elecciones en los próximos dos años en países como Chile, Colombia, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia, México, Honduras, Paraguay y Venezuela, entre otros, van a definir futuros en el continente, en el que las luchas populares y por ideales son los escenarios que preparan los futuros, siempre abiertos, del continente. América Latina puede dar nuevos pasos definitivos para enterrar definitivamente las ilusiones del pensamiento único.

Fuente:http://www.rebelion.org/noticia.php?id=228934

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