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¡No! Mejorar la calidad en educación no se logra escogiendo bachilleres con mejores puntajes para hacer carrera docente.

Por: Jhon Vergel.

Después de cuatro meses de tener la revista Semana Educación sobre mi escritorio esperando a que la lea (edición 20 de diciembre/2016, dedicada al tema “Predice el clima educativo de 2017”), por fin me decidí a llevármela a un café y ojearla. En uno de sus artículos encontré una afirmación que me revolvió los intestinos, razón por la cual estoy escribiendo este texto. El artículo trata sobre las mejores facultades de educación en el planeta y se cuestiona el panorama en Colombia, ya todos sabemos que es oscuro. Tratando de explicar las causas de nuestro penoso panorama en temas de educación, el articulista cita a un profesor de la Universidad de los Andes, que afirma lo siguiente:

“… considera que para que los colegios y universidades mejoren su calidad, se deben “poner barreras de entrada, no que todo el mundo pueda acceder a una carrera docente, sino solamente los que tengan puntajes más altos”…” (“La mejores universidades en pedagogía, ¿Que pasa en Colombia?”, 2016)

La siguiente es una reflexión con dos propósitos. El primero, plantear que no necesariamente porque un profesor de los Andes dice algo es palabra de “dios” (quiero aclarar que yo tengo un título de doctorado en esa universidad), quiero lograr implícitamente este propósito con el segundo, cuestionar si poner barreras con puntajes altos para acceder a la carrera docente permitirá mejorar la calidad en educación en nuestro país. Puede que eso funcione en Finlandia o en Nueva Zelanda, pero ellos tienen unas realidades tan diferentes a las nuestras que es posible que tal estrategia no tenga los mismos resultados en Colombia.

Quiero responder este cuestionamiento apoyado en un caso, mi caso. La ventaja de la interdisciplinariedad es que podemos ver un mismo problema desde diferentes ángulos, y aunque soy educador, también soy médico, por lo que veo en la medicina un excelente ejemplo para contra argumentar la tesis del artículo que menciono arriba.

Hace varios años, cuando salí del bachillerato, me puse como meta estudiar medicina en la Universidad Industrial de Santander (UIS), un reto bastante grande porque solo los estudiantes con mejores puntajes ICFES, lo que ahora conocemos como pruebas Saber 11, ganaban un cupo en esta carrera. Me preparé muchísimo para contestar bien este examen, lo presenté tres veces y al final obtuve un puntaje ponderado de 95%. Para mi temporal felicidad, logré un cupo en la carrera de medicina de esa universidad y, cuando entré a estudiar, noté  que mis compañeros también tenían excelentes puntajes, pasamos 35 estudiantes de 1000 inscritos.

La gran  mayoría de nosotros terminamos la carrera y comenzamos a ejercer como médicos del servicio social obligatorio en diferentes regiones del país. Años más tarde, caí en la cuenta de que lograr un cupo en la carrera de medicina es casi igual de difícil para las demás facultades de medicina en este país. Por lo tanto, solo aquellos con los mejores puntajes en las pruebas estandarizadas estudian medicina. Ahora bien, ¿quiere decir esto que en Colombia tenemos el mejor sistema de salud? ¿tamizar a los estudiantes de medicina por resultados en las pruebas del ICFES trajo como consecuencia que la morbimortalidad materno-infantil de Colombia sea la más baja en Latinoamérica? ¿Por qué, entonces, tantos pacientes (incluyéndome) nos quejamos del trato que recibimos de algunos médicos cuando tenemos la desgracia de enfermarnos? ¿Por qué existen colombianos que hoy se mueren de hambre, diarrea o gripas? ¿Por qué en nuestro país tenemos incrementos en los casos de obesidad, personas sedentarias, fumadores, gente que no lleva un estilo de vida saludable? ¿Por qué ocurre todo esto si tenemos médicos con los mejores puntajes? ¿Por qué las guías de manejo y atención a pacientes son construidas por médicos estadounidenses o europeos si tenemos a los más brillantes entre los brillantes estudiando medicina?

Yo creo firmemente que poner barreras en el acceso de la carrera docente, escogiendo a quienes tienen mejores puntajes, no traerá un sistema educativo con mejor calidad, así como sucede con el sistema de salud. Creo esto porque el significado de tener mejores puntajes no es el de tener mayor capacidad de transformar la realidad sino el de haber nacido con mayores privilegios que otros. Yo, por ejemplo, nací en una familia de clase media, mi mamá es licenciada en educación básica primaria y mi papá es comerciante, ambos se preocuparon siempre porque yo tuviese la mejor educación. Cuando estudiaba en el colegio tenía un compañero muy inteligente, era mi amigo, y ambos hacíamos los trabajos que nos dejaba la maestra de tarea, a veces en su casa, a veces en la mía. Cuando fui a su casa noté que su mamá era ama de casa y su papá albañil, las paredes no eran blancas como las de mi casa, eran de ladrillo y el piso no tenía baldosas, era de cemento.

Haciendo las tareas con mi amigo aprendí qué era ser pobre, mi amigo llegaba a nuestras clases sin haber desayunado, en cambio mi mamá se levantaba temprano todos los días para prepararme un milo, con huevos fritos y arepa antes de que yo saliera para el colegio. Mis papás pagaban un tutor para que me diera clases de matemáticas en mi tiempo libre, me permitieron pertenecer a un grupo infantil de literatura en el instituto Bellas Artes de Ocaña, hice dos cursos pre-ICFES, nada baratos, pero mi amigo no tuvo esos privilegios, él obtuvo un 35% de puntaje ponderado en su prueba ICFES, ahora él es albañil, mientras que yo tengo un título de pregrado y tres de postgrado.

Ahora, que veo la historia de mi amigo de la infancia desde otra perspectiva, entiendo que no vivimos en Finlandia, que los resultados de las pruebas tienen otros significados, que impedir el acceso a la carrera docente con base en esos puntajes solo aumentaría la espantosa brecha social que tenemos en este país. Hay que darle oportunidades a los que nunca las han tenido, ellos son los que saben qué se siente estar en desventaja y qué es querer transformar la realidad. Si no tenemos un sistema de salud como el de Finlandia, ¿por qué vamos a creer que escogiendo a los bachilleres con mejores puntajes en la carrera docente vamos a tener su mismo sistema educativo?

Fuente: http://lasillavacia.com/silla-llena/red-de-la-educacion/historia/no-mejorar-la-calidad-en-educacion-no-se-logra-escogiendo

Imagen: 

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Cuando leer no mola.

El 40% de la población española no lee nunca un libro. Nada: ni las cincuenta sombras, ni la ley de la atracción, ni un libro de recetas para el táper del curro. Así lo atestigua el último informe que publica el  gremio de editores de España. Jamás. Nunca. Ni en el día del libro, ni en la consulta del médico, ni en el tren, ni en la hamaca una larga tarde de verano.

Por: Inma Martin Alegre.

Grito en el cielo, vestiduras rasgadas. El cómo puede ser, así nos va, qué desastre de sociedad da para un artículo, sin duda. Una denuncia, un lamento escrito desde alguien que pertenece a lo que el citado informe califica como núcleo duro de lectores: los que, al contrario que los primeros, leen diariamente, «como un hábito consustancial en su vida».

Dicho comentario indignado lo leerán, probablemente, personas de usos similares al del articulista, es decir, ese grupo lector que según el informe consume, además de libros, otros productos culturales como el cine, el teatro o las exposiciones de arte. Un contenido que consultan y conocen a través de, por ejemplo, revistas culturales online, en las que también se refleja la opinión de los colaboradores.

Así el artículo de invectiva contra la lectura es publicado en uno de estos medios y sus lectores y lectoras habituales lo leen y se indignan. Y twittean. Se inicia la discusión: no es solo leer o no, atención, es el «qué» se lee. Que si el canon, que si el bestseller, que si odio a Ken Follet con toda mi alma o que el laberinto de los libros perdidos me da jaqueca.

Todas estas personas comparten un punto de partida común en su análisis: leer es más que un hábito. Y no son pocos. El núcleo de lectores habituales no solo está creciendo, sino que también lo hace en su actividad: los que leen son más y leen más libros (12 libros al año de media).

Pero las previstas discusiones y vehemencias respecto a la noticia hacen sospechar que, para estos, la lectura es más que un disfrute: contiene, en términos del sociólogo Pierre Bourdieu, un capital simbólico. Esto es, el hábito de la lectura genera una imagen de prestigio, de cultura y conocimiento respecto a los otros individuos con los que uno se relaciona. Además de ser un lector habitual, hay que parecerlo.

Marilyn Monroe James Joyce literatura

Marylin Monroe leyendo el Ulises de James Joyce.

 ¿Por qué, por qué por el fútbol me abandonas?

Y por la Play, y por las cañas, el cine, y por supuesto, la series de TV. Dejando a un lado a los letraheridos y sus discusiones, queda aún ese flagrante 40% de negadores de páginas. Es evidente que, para estos, la lectura no solo no es un entretenimiento sino que tampoco aporta un valor simbólico importante. Al contrario, leer carga con connotaciones negativas. El propio lenguaje las recoge. Rata de biblioteca,bookworm (gusano de libros), son calificativos que retratan al lector mustio y miope escondido entre volúmenes polvorientos. Existe un imaginario compartido por parte de la sociedad que transmite que leer es aburrido y que no sirve.

El sistema educativo tampoco ha ayudado mucho. Cuánto daño hicieron las lecturas obligatorias… Leer el Quijote o la Regenta a edad intempestiva los hizo enemigos de muchos. Hicieron falta años para volver a estas obras con la bandera blanca alzada.

¿Cómo fomentar la lectura?

El fomento de la lectura es todo un reto. Y para ello se hace gala de la misma creatividad que nos vende otros artículos: desde lemas como el #readingissexy, que muestra celebrities (guapas) de todos los tiempos libro en mano, para romper con la imagen del empollón granuloso, a campañas creativas para que los niños y niñas se desarrollen el hábito.

Loable es también el trabajo de las bibliotecas municipales, pequeños templos de amor a las páginas. Se olvida a menudo la función discreta pero esencial de los señores y señoras bibliotecarios: echen un vistazo a sus recomendaciones, una buena manera de leer cosas de calidad de hoy, ayer y siempre sin necesidad de suplementos culturales.

Finalmente, como tantas otras cosas, todo empieza por contagio: familias lectoras, amigos lectores. Lavarse los dientes, leer un libro antes de acostarse. La lectura, además, es un hábito que se vuelve más complejo con su práctica constante: la última lectura se alimenta de las previas, se complejiza y se vuelve más idiosincrática con la edad. Hay una reconfortante sensación de libertad en la elección del próximo libro. Y un vértigo, también, porque en lugar de esa obra se deja de leer otra. El clarividente Borges ya apuntó la importancia de nuestras elecciones literarias: «somos lo que leemos, y nuestro cerebro se transforma literalmente a través de los textos que introducimos en nuestra mente».

Por último, y parafraseando a otro grande, la lectura ha de ser un acto de amor. Italo Calvino así lo propone en su maravilloso ensayo Por qué leer los clásicos:

«Si no salta la chispa, no hay nada que hacer: no se leen los clásicos por deber o por respeto, sino solo por amor.»

Fuente: https://lemiaunoir.com/cuando-leer-no-mola/

Imagen: 

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¿Libros digitales vs. libros de papel?

El libro es un objeto que en pleno siglo XXI ha demostrado su capacidad de adaptación a la nueva realidad tecnológica.

Por: Ana Lilia Herrera Anzaldo.

Desde la invención de la imprenta y la consecuente producción de libros en 1449, la computadora junto con internet, sin duda constituyen las revoluciones tecnológicas más sorprendentes y útiles en la historia de la humanidad, al poner a disposición de cualquier persona el conocimiento.

El desarrollo vertiginoso de las tecnologías no solo ha convertido nuestro presente en el futuro sino que, como era de esperarse, alcanzó casi de forma inmediata a los libros; elementos sustanciales en el acceso a la educación, al conocimiento, la cultura y la recreación; además de ser portadores insustituibles en la preservación y conservación de la memoria humana.

La velocidad con que se mueve la sociedad de la información está transformando el uso de las redes sociales en medios de comunicación alternos, pero también en aliadas de la lectura.

El Módulo sobre Lectura (Molec) 2016 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), arrojó que de la población de 18 años y más, 97.2 por ciento es alfabeta. Y de ese grupo poblacional, 80.8 por ciento dijo haber leído en el último año por lo menos algún libro, revista, periódico, historieta, página de internet, foro o blog.

El promedio de libros leídos por la población de 18 años y más en el último año fue de 3.8 ejemplares; mientras que en Chile se leen 5.4 libros al año; en Argentina 4.6; en Colombia 4.1, y en Brasil 4 libros por año de acuerdo con El Libro en Cifras, boletín estadístico del libro en Iberoamérica, del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc).

En promedio, dedicamos 38 minutos a la lectura por sesión continua. El tiempo de lectura aumenta conforme se eleva el nivel de escolaridad. De ahí que quienes tienen al menos un grado de educación superior, dedican a esta actividad 49 minutos por sesión, mientras que las personas sin educación básica terminada registran un tiempo promedio de 28 minutos.

Aunado a ello, México es el país de América Latina con más descargas de libro electrónicos. Según el Reporte Bookwire de evolución y tendencias digitales en Latinoamérica 2015, nuestro país registró 60 mil descargas por mes o 720 mil al año, con un precio promedio de 135 pesos por libro.

Ya sea en papel o en formato digital, el libro sigue siendo el principal elemento para democratizar el conocimiento y lograr la igualdad de oportunidades mediante la adquisición de educación, cultura y recreación.

Hoy, millones de nuestros niños y jóvenes, no solo están familiarizados con las computadoras, sino que tienen acceso a internet. Utilizar este recurso como un complemento del sistema educativo es responsabilidad de padres de familia, autoridades y maestros.

En ese acompañamiento no debemos perder de vista que los recursos tecnológicos solo conforman la plataforma, pero los contenidos siguen siendo generados por personas. El acceso responsable a esos conocimientos exige equipamiento, el desarrollo de competencias y habilidades digitales, sistemas de seguridad, mobiliario e innovación, pero sobre todo la capacidad de discernir.

En la víspera de la celebración del Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, vale la pena reflexionar que ya sea impreso o electrónico, se trata de un objeto en el cual se han depositado conocimientos milenarios y que, en pleno siglo XXI, ha demostrado su capacidad de adaptación a la nueva realidad tecnológica.

El acceso a la lectura hoy tiene muchas más alternativas que el siglo pasado y eso, sin duda, es una buena noticia. Habría que centrarnos en la calidad y veracidad de la información que circula en medios electrónicos y en la capacidad de las personas para seleccionar y utilizar diferentes contenidos.

Fuente: http://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/articulo/ana-lilia-herrera-anzaldo/nacion/2017/04/14/libros-digitales-vs-libros

Imagen: http://www.organigrafic.com/wp-content/uploads/2014/05/11-imagen-01-481×230.jpg

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La educación en Tlaxcala, es el reflejo de la mala política educativa del Gobierno.

Por: Yorvelin Montalvo Solano.

A la opinión pública, lectores y seguidores de este importante medio de comunicación, en uso de nuestro de derecho de réplica, queremos hacer de su conocimiento lo siguiente:

Primero: la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios “Rafael Ramírez” (FNERRR), es una organización estudiantil que aglutina a estudiantes de nivel secundaria, preparatoria y universidad, de todos los estados del país,  quienes además de ser hijos de familias humildes y vivir en las comunidades populares, han decidido organizarse para luchar y mejorar las condiciones materiales de sus escuelas y recibir con ello una educación de calidad; ademas de lograr una mayor apertura educativa, pues muchos jóvenes no tienen la posiblidad de acceder a la educación, ya sea por falta de apertura o de recursos económicos que permitan sufragar los gastos que demanda su desarrollo académico e intelectual. Todo esto por la via de la legalidad, haciendo uso de nuestros derechos plasmado en nuestra constitución política de los Estados Unidos Mexicanos.

Segundo: es evidente para todos que la educación nacional está en una situación crítica, al no ofrecer las mismas oportunidades para todos los estudiantes, las cuales deberían ser independientes a sus condiciones económicas, pues lamentablemente en nuestro país, la diferencia de ingresos,  permite que sólo algunas familias puedan acceder a educación y a salud, lo cual hasta cierto punto podría ser una ventaja, pero el ingreso no sería tan importante si hubiera una mayor igualdad de oportunidades. Pues independientemente de si eres pobre o rico y el tipo defamilia en la que nazcas, la calidad de la educación no debe ser tan distinta a la que tienen los ricos y las oportunidades de mejorar la vida debe ser similar a la de los más adinerados. Aunque en nuestro país, esto último aún descansa en los sueños de la mayoría de los mexicanos, mientras la desigualdad económica sigue siendo la batalla que se libra entre pobres y ricos. En este sentido, el Estado de Tlaxcala no es el paraiso que muchos creen, y para prueba basta un botón: los resultados de la política educativa en el Estado son notables, pues el nivel promedio de escolaridad es ¡tan sólo de secundaria concluida!, con un promedio de 9.2 años de estudio; 4 personas de cada 100 no saben leer ni escribir, pues no tienen ningún grado de estudio; 43 de cada 100 personas no terminaron su educación básica; 78 de cada 100 no terminaron la preparatoria o el bachillerato; y sólo 17 de cada 100 terminaron una licenciatura o ingeniería, 83 se quedaron en el camino, todo esto de acuerdo a números oficiales del INEGI (INEGI, EI 2015). Ítem más, según la OCDE (2016) México invierte en educar a un estudiante de los 6 a los 15 años 27,848 dólares (poco más de medio millón de pesos), apenas el 31% del gasto promedio de los demás países afiliados a este organismo. Ahora bien, del gasto destinado a educación el 93% se destina al sostenimiento de la burocracia educativa y pago de maestros (mientras que la media de la OCDE es del 63%). Sólo el 7% se invierte en todos los demás aspectos educativos: infraestructura, investigación, innovación tecnológica, becas, programas, etc. Agregando que en los países con ingresos bajos como el nuestro, según estudios realizados por la UNICEF, el 46% del gasto público en educación es para los niños pertenecientes al 10% más rico de la población. Esta desigualdad no es accidental o inevitable, es resultado de decisiones políticas deliberadas. Pero no tiene que ser así. Por lo que se vuelve un factor que explica la mala educación no sólo en el Estado de Tlaxcala, sino en todo el País, generando condiciones deficientes para un desarrollo pleno de los estudiantes, con todo tipo de carencias materiales y de infraestructura, en la que transcurren los 9.2 años promedio del estudiantado tlaxcalteca. La concentración de la riqueza los excluye. Todo ello sin considerar los casos de inseguridad, falta de empleo (aunque se dice tener el primer lugar en generación de empleo, pero nada se dice del primer lugar que tenemos cuando a bajo salario de los trabajadores se refiere).

Tercero: el primero de enero del presente año, el Lic. Marco Antonio Mena Rodriguez, en una concentración de gente selecta, tomo protesta como gobernador constitucional del Estado de Tlaxcala, donde informó que su administración se concentraría en tres ejes de trabajo: educación, salud y empleo. Y quiero referirme, específicamente, lo que ha pasado desde el inicio de su administración con el primero de ellos, haciendo hincapie en la lucha que la FNERRR ha emprendido desde su surgimiento en este estado, al tratar de contribuir a mejorar las condiciones materiales de estudio de los jóvenes tlaxcaltecas y que se refleja en la creación de tres planteles de educación media superior y de una casa de estudiante, denominada Casa del Estudiante “Tlahuicole” (CET), la cual a dado alojo a estudiantes que tienen el deseo de continuar con sus estudios universitarios, pero que ante las malas condiciones económicas de sus familias, no han logrado materializar esos deseos, sin embargo, la casa del estudiante ha permitido crear esas condiciones, necesarias para que los jóvenes puedan concluir su formación profesional. En este sentido, el comité estatal de nuestra federación, entregó un pliego petitorio a esta nueva administración, con la seguridad de que serían atendidas cada una de nuestras necesidades, todos de carácter educativo, confiando tanto el interés del gobernador por atender los asuntos educativos, como en su capacidad intelectual y política para resolver las necesidades de los estudiantes, pero la esperanza que teníamos de que esto se resolviera en este nuevo gobierno, se fue desmoronando poco a poco, pues no sólo no resuelve, sino que ahora argumenta que nuestras peticiones no obedecen a generalidades, evidenciando que el Gobernador Marco Mena no tiene claridad de los problemas sociales y que tiene poca capacidad crítica para entender y analizar que las manifestaciones sociales, de un sector de la población en particular, obedece precisamente un problema generalizado, y si la Fnerrr se manifiesta, es porque la comunidad de La Soledad, San Lucas Cuauhtelulpan y Chapultepec, no encuentran eco en la solución de sus demandas, y que los problemas sociales y económicos, como la falta de educación, la falta de empleo, la falta de vivienda, entre otros, son una manifestación de un problema generalizado que requiere una atención de la misma magnitud y no sólo un discurso que pretende engañar al pueblo de solucionar sus problemas sociales y económicos con las mismas recetas de siempre.

Pero no sólo ha sido la respuesta del gobernador y del mismo Secretario de Educación Pública del Estado, Dr. Manuel Camacho Higareda, quien ha declarado en los medios que las exigencias de los estudiantes no están justificadas, dejando en duda su preparación profesional e intelectual ante el análisis miope que hace de la problemática, sino que también hemos sido objeto de ataques mediáticos por algunos medios de comunicación que evidentemente están al servicio del gobierno y de algunos que en su intento de verter su opinión respecto a la lucha de la Fnerrr no hacen el mínimo esfuerzo mental de analizar de fondo las causas de la problemática para entonces hacer una crítica más objetiva y, si no es mucho pedir, científica. Tal es el caso de Miguel Ángel Meléndez Nava, quien escribe artículos de opinión para el medio digital “Contextos digital”, y que el pasado 12 de abril escribe un artículo que titula “Orgullo Tlaxcalteca”, en donde lanza una serie de injurias hacia nuestra federación estudiantil y a los mismo estudiantes, después de una manifestación que realizamos frente a las instalaciones del palacio municipal, donde califica a los estudiantes de “delincuentes” y “seudo-estudiantes”. Primero, catalogar a lo estudiantes como delincuentes es un reflejo más de la decadencia intelectual de quien, además de tener título de profesor, evidencia su rechazo a los estudiantes que han hecho un esfuerzo por organizarse y luchar por mejorar las condiciones educativas del estado, y no para andar asaltando las tiendas comerciales o a la ciudadanía en general, y si fuera el caso, estaría obligado a dar evidencias para argumentar su vómito hacia los estudiantes; segundo, los “seudo-estudiantes” como el refiere, son jóvenes que día con día se preparan aún a pesar de las pésimas condiciones de infraestructura que se tiene en sus planteles, como es el caso de los estudiantes de la comunidad de la Soledad, del municipio de El Carmen Tequexquitla, donde los padres de familia acondicionaron un local para que recibieran sus clases, donde, además, desarrollan actividades artísticas y culturales, mismas que ha permitido destacadas participaciones de los estudiantes, obteniendo primeros, segundos y terceros lugares en concursos académicos, culturales y deportivos y si hay duda de esto, invitamos a Miguel Ángel a visitar nuestros planteles y tenga motivos para calificar de falsos estudiantes a los jóvenes adheridos a la Fnerrr.

Por último, en su “brillante” opinión ante la lucha de la Fnerrr se hace los siguientes cuestionamientos: ¿Quién financia el movimiento? ¿Qué días asisten a clases? Por si no se había dado cuenta, le hacemos de su conocimiento que una de nuestras principales actividades para generar ingresos y sostener nuestra lucha es por medio de las aportaciones voluntarias de la ciudadania, quienes han mostrado su aceptación y apoyo a nuestra lucha, entre otras actividades económicas, como venta de dulces, rifas, por mencionar algunas. Y en cuanto a las clases, los estudiantes de La Soledad, San Lucas y Chapultepec toman sus clases en el plantón, pues no tienen otro lugar ya que fueron desalojados por las autoridades municipales y de comunidad del lugar donde comunmente recibían sus clases; y en el caso de los moradores de la casa del estudiante, asisten a sus clases cumpliendo con el horario establecido por la universidad, sin descuidar sus actividades educativas.

Y si bien es cierto que el gobierno no tiene la obligación de darles todo lo que piden los estudiantes, si tiene el compromiso de aplicar una política de desarrollo que permita dar un trato más justo a las necesidades de toda la ciudananía, sobre todo de las familias más humildes. Caso particular de la educación, si se quiere tener un desarrollo más favorable para todos en el estado y en el país entero.

Fuente: http://www.e-tlaxcala.mx/articulo/2017-04-14/la-educacion-en-tlaxcala-es-el-reflejo-de-la-mala-politica-educativa-del

Imagen: http://fotos.e-tlaxcala.mx/styles/thumbnail-corte-milagros/public/anabel_0.jpg

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La Escuela Nacional de Preparatoria y las guerras de la cultura en el México del Siglo XIX

Roberto Rodríguez

En abril de 1910 Justo Sierra, entonces secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes y José Yves Limantour, secretario de Hacienda, intercambian correspondencia sobre un tema de gran trascendencia en la historia educativa del país: la creación de la Universidad Nacional, proyecto del que Sierra es el principal promotor y que aprecia como la culminación de su trabajo al frente de la política educativa del país, primero como subsecretario de Instrucción Pública (1901-1905) y posteriormente como titular del ramo educativo de 1905 a 1911. Interesa a Sierra la opinión de Limantour por dos razones: primera, porque lo aprecia como un interlocutor intelectual a la altura del proyecto, y segunda, de mayor importancia, porque el visto bueno del secretario de Hacienda es indispensable para liberar los recursos solicitados. Así se lo había hecho saber a Sierra el presidente de la República, y así procede.

El intercambio epistolar Sierra-Limantour a propósito de la Universidad Nacional (publicado en el tomo XVII de la Obras Completas de Justo Sierra, UNAM, 1992) presenta varios ángulos de discusión, aunque uno de los más relevantes e intensos es el correspondiente a la integración de la Escuela Nacional Preparatoria al elenco de instituciones académicas que, piensa Sierra, deben formar parte de la nómina constitutiva del nuevo organismo. La Universidad estaría integrada, en su refundación, por las escuelas nacionales de ingeniería, jurisprudencia, medicina, por la sección de arquitectura de la Escuela Nacional de Bellas, por la proyectada Escuela Nacional de Altos Estudios, y por la Nacional Preparatoria.

Limantour argumenta que no conviene al proyecto que la Preparatoria forme parte de la Universidad. Por dos razones. La primera es que “ninguna de las materias que en ella se enseñan, con la extensión y método que deben ser peculiares de dicha Escuela, pueden formar parte de los estudios propiamente universitarios.” La segunda apunta a un problema de gobernabilidad. Con el tiempo —hacer ver Limantour—, la “enseñanza preparatoria tendrá que darse no en uno sino en dos o más planteles, y entonces ¿formarán parte del Consejo Universitario los directores y profesores de las diversas Escuelas Preparatorias?

Replica Sierra, claro y directo: “no aceptaré, naturalmente, la observación que se refiere a la Preparatoria; en la comisión del Consejo de educación y en el Consejo mismo se discutió el asunto hasta la saciedad (…). Nuestra Universidad, mi querido amigo, no está obligada a seguir palmo a palmo las otras: nuestra tarea ha sido ecléctica y en ciertos puntos (…) enteramente original (…). Nuestra Preparatoria debe formar parte de nuestra Universidad porque es un instituto sui géneris; nadie lo sabe mejor que usted. Las disciplinas en que allí se educa el espíritu están coordinadas en una disciplina general que constituye el método científico, que es precisamente indispensable para fijar las ciencias concretas y especiales, que a su vez constituyen lo que nosotros llamamos escuelas profesionales, y porque ese método es indispensable instrumento para la investigación científica a la que está expresamente destinada la Escuela de Altos Estudios. Si pues, forma parte necesaria de nuestras escuelas universitarias; si aunque en ella no se hagan estudios superiores, estos estudios no podrían hacerse sin ellos; si la noción clara del método científico que en ella se adquiere es como el que más un estudio universitario, ¿por qué no iba a formar parte de la Universidad que es la principal interesada en vigilar y regir a lo que constituye su base? (…) porque una de dos o la Universidad gobierna a la Preparatoria directamente o el Ministerio; si lo segundo ya se figura usted la cantidad de enredos, líos y conflictos que se armaría”.

A la segunda objeción de Limantour, su preocupación por que el crecimiento de la preparatoria implique un problema para el gobierno universitario, Sierra simplemente replica: “si hubiese algún día (dentro de veinte años) necesidad de duplicar o triplicar la Preparatoria, no veo por qué perdería ésta la unidad de dirección, al contrario, sería necesario conservársela. Veinte medios habría para obviar estos inconvenientes ajenos, que se resuelvan en su día”.

Dos anotaciones pueden servir para contextualizar las preocupaciones de Limantour sobre la Nacional Preparatoria. Primera, que, desde la reestructura practicada por Gabino Barreda en 1867, ésta comprendía el ciclo completo de los estudios secundarios, no sólo el bachillerato propedéutico. Segunda, consecuencia de lo anterior, que a esas alturas la ENP era la escuela individual más grande del país. Para 1910 la matrícula preparatoriana —más de un millar de alumnos— representaba el doble de la población escolar del conjunto de las escuelas profesionales. Todo llevaba a pensar, como lo habría entendido Limantour, que la mayor presión de crecimiento para la estructura universitaria ocurriría justamente en esa zona. El proyecto de Sierra preveía que el Consejo Universitario incluyera a los directores de las escuelas reunidas en la universidad y a representantes de profesores y estudiantes. Por ello, la solución estaba a la vista: si se multiplicase el número de escuelas preparatorias adscritas a la Universidad, bastaría con mantener la unidad orgánica de esa institución: una sola Escuela Nacional Preparatoria con tantos planteles como fuera necesario.

Finalmente, en la tercera carta en esa correspondencia, fechada 28 de abril de 1910, el secretario de Hacienda se limita a deslindarse: “en el (punto) de la inclusión de la Preparatoria, me rindo, no por convencimiento de que es bueno lo que Uds. proponen, sino porque no veo inconveniente mayor en que se lleve a efecto.”

El debate sobre la conveniencia de la enseñanza preparatoria como parte integral de la Universidad Nacional ha retornado varias veces en la centenaria historia de la institución. Incluso en nuestros tiempos, pero la respuesta, desde la Universidad, ha sido invariablemente la misma: la Escuela Nacional Preparatoria, por razones históricas pero también académicas, es un componente orgánico de la institución universitaria. Más aun, la calidad de la formación profesional se deriva de la capacidad de la institución preparatoriana, hoy en conjunto con la institución hermana, el Colegio de Ciencias y Humanidades, para preparar y orientar a los futuros universitarios.

Del Colegio de San Ildefonso a la Escuela Nacional Preparatoria

La Escuela Nacional Preparatoria abrió sus puertas el 3 de febrero de 1868, en las instalaciones del antiguo Colegio de San Ildefonso. Su primer plan de estudios fue formado por don Gabino Barreda, célebre educador y político mexicano. El año anterior había recibido ese encargo del presidente Benito Juárez, recién instalado en la Ciudad de México y plenamente ocupado en la restauración republicana. Barreda se integró, por invitación del presidente, a la Comisión General de Estudios, establecida en septiembre de 1867, instancia en la que participaron, entre otros ilustres personajes, Antonio Martínez de Castro, recién designado Ministro de Justicia e Instrucción Pública, los hermanos Díaz Covarrubias, el doctor Leopoldo Río de la Loza, Alfonso Herrera y Antonino Tagle. Del trabajo de la Comisión habría de surgir, entre otros resultados, la Ley Orgánica de Instrucción Pública del Distrito Federal, publicada el 2 de diciembre de 1867. Se afirma que Juárez convocó a Barreda para formular el programa preparatoriano por la buena impresión que le causó su discurso en la conmemoración de las Fiestas Patrias (Guanajuato, septiembre de 1867). Las ideas de Barreda, plasmadas en su recordada “Oración cívica”, coincidían con el ideario de Juárez. Concluía Barreda su alocución afirmando la necesidad de que, en el mañana de la República:

“Una plena libertad de conciencia, una absoluta libertad de exposición y de discusión, dando espacio a todas las ideas y campo a todas las inspiraciones, deje esparcir la luz por todas partes y haga innecesaria e imposible toda conmoción que no sea puramente espiritual, toda revolución que no sea meramente intelectual. Que el orden material, conservado a todo trance por los gobernantes y respetado por los gobernados, sea el garante cierto y el modo seguro de caminar siempre por el sendero florido del progreso y de la civilización.” Texto completo

Contaba Barreda con una buena formación en ciencias y humanidades. Había cursado estudios en San Ildefonso, posteriormente en Jurisprudencia, aunque finalmente tomó el camino de la Medicina. Tras la guerra de 1847 emigró a Francia, en donde tuvo la oportunidad de asistir a las lecciones de sociología de Augusto Comte en la Sorbona.

A través del proyecto de Barreda se libraría en la Nacional Preparatoria la batalla decisiva del laicismo educativo proclamado por Juárez y por la generación de liberales republicanos.  En la discusión del proyecto educativo de la República Restaurada, iba quedaba claro que la sola prohibición de la enseñanza religiosa en el sistema público, resultaba insuficiente sin una alternativa educativa laica. Ese fue, precisamente, el principio que inspiró la tarea de Barreda (véase Clementina Díaz y de Ovando, La Escuela Nacional Preparatoria: los afanes y los días 1867-1910, UNAM, 1972, págs. 14-17).

A esas alturas, por cierto, el Colegio de San Ildefonso había dejado de pertenecer a la iglesia católica y funcionaba como una institución civil, con la denominación de Nacional Colegio de San Ildefonso. Fue fundado en 1588 por la Compañía de Jesús, en 1612 recibió el patronazgo de Felipe III, y en 1767, con la primera expulsión de los jesuitas, pasó a manos del clero secular. Al retorno de los jesuitas, en 1816, el Colegio les fue devuelto pero en 1821, en el marco de la consumación de la revolución de independencia, la institución retornó a la administración secular, y con ese carácter permanecería hasta 1852 en que su dirección fue encargada al civil Sebastián Lerdo de Tejada.

Guillermo Zermeño comenta que el fallido retorno de los jesuitas en el ocaso del virreinato cumplía la encomienda del papa Pío VII y el rey Fernando VII “para librar una nueva batalla intelectual, esta vez contra los filósofos ilustrados. Una lucha en contra de lo que en el campo de las ideas y de las creencias se calificaba en ese momento como materialismo, deísmo, irreligión, filosofismo, enciclopedismo. De hecho, algunos jesuitas al regresar advirtieron que si no hubieran sido expulsados anteriormente este movimiento intelectual no hubiera ganado tanto terreno en territorio novohispano.” (Guillermo Zermeño Padilla, “El retorno de los jesuitas en el siglo XIX. Algunas paradojas”, Historia Mexicana, vol. 64, núm. 4, 2015). Texto completo

Durante el imperio de Maximiliano (1863-1867) la institución asumió las características de colegio y liceo literario hasta su extinción por mandato de la Ley orgánica de instrucción pública del Distrito Federal. No obstante su conversión administrativa, el Colegio conservaba una orientación pedagógica de carácter eminentemente escolástico (véase Mónica Hidalgo-Pego, “La Reforma de 1843 y los reglamentos del Nacional Colegio de San Ildefonso”, Revista Iberoamericana de Educación Superior, vol. 4, núm., 2013). Texto completo

Poco después de fundada la Preparatoria, que permanecería bajo la dirección de Barreda hasta 1878, su creador envió una extensa carta a Mariano Riva Palacio, gobernador del Estado de México (octubre 10 de 1870) en la que explica con detalle la orientación educativa del proyecto. Barreda deslinda la pedagogía positivista, de carácter laico, del canon católico en los siguientes términos:

“El motivo por que los jesuitas no lograron, sino de una manera pasajera, el fin que se proponían fue que la educación que bajo sus auspicios se daba nunca fue y nunca pudo ser suficientemente enciclopédica. Esos directores de la juventud estudiosa siempre tuvieron necesidad de dejar fuera de su programa de estudios fundamentales, multitud de conocimientos de la más alta importancia práctica. Unos porque aún no habían desenvuelto lo bastante para que se hiciese sentir su importancia en su época, otros, porque se consideraban erróneamente como propios sólo para el ejercicio de ciertas profesiones, y casi todos porque las verdades que daban a conocer entraban en un conflicto, a veces latente y a veces manifiesto, con las doctrinas y con los dogmas que ellos se proponían conservar.”

A continuación describe la organización de la educación preparatoria de nuevo cuño:

“Como usted podrá notar a primera vista, los estudios preparatorios más importantes se han arreglado de manera que se comience por el de las matemáticas y se concluya por el de la lógica, interponiendo entre ambos el estudio de las ciencias naturales, poniendo en primer lugar la cosmografía y la física, luego la geografía y la química, y por último, la historia natural de los seres dotados de vida, es decir, la botánica y la zoología. En los intermedios de estos estudios (,,,) se han intercalado los estudios de los idiomas, en el orden que exigía la necesidad de que ellos se había de tener para los estudios antes mencionados, o los que más tarde debieran seguir. Así es que se ha comenzado por enseñar el francés, ya porque es este idioma están escritos multitud de libros propios para servir de obras de texto, ya porque de este modo podríamos aprovechar desde luego las nociones más o menos avanzadas de este idioma, que casi todos los alumnos traen actualmente de las escuelas primarias: después se ha continuado con el inglés, por razones análogas a las anteriores; y por último, con el alemán, en los casos que la ley lo exige. Respecto del latín, encontrará usted también una verdadera novedad, la cual consiste en que en vez de ser el estudio por el que deban comenzar los alumnos, éste se hace, por el contrario, en los dos últimos años de su carrera preparatoria (…) El estudio de la gramática española se ha transferido hasta el tercer año, en vez de dejarlo en el primero como parecería tal vez más natural, porque si se desea que este estudio tenga una utilidad real, es preciso salir de estas superficialísimas nociones, que antes de hoy habían constituido los cursos de gramática castellana de todos los colegios, y dar a los alumnos un conocimiento más profundo y razonado de su idioma, presentándoles a la vez ejemplos dignos de imitar (…) En cuanto a las raíces griegas, su estudio se ha colocado en el año en que, por haber menos recargo de materias, se creyó más oportuno.” Texto completo

Positivistas contra Krausistas, liberales puros contra moderados

Apenas retirado Barreda de la dirección de la ENP, una polémica intelectual enfrascó el debate preparatoriano, en particular entre las fracciones de liberales que se daban cita en las aulas de la preparatoria y polemizaban a través de sus cátedras. A raíz de la decisión de Ignacio Mariscal, secretario de Instrucción Pública, de implantar, a partir del 1880, como libro de texto Lógica: La ciencia del conocimiento de G. Tiberghien, traducido por José María del Castillo Velasco, de orientación krausista (sobre el krausismo en México véase Atolín C. Sánchez Cuervo, Krausismo en México, UNAM, 2004), en reemplazo de los textos de lógica de John Stuart Mill y Alexander Bain, de orientación positivista. Los positivistas seguidores de la doctrina Barreda criticaban acremente el enfoque metafísico del nuevo texto de lógica y señalaban que el mismo desvirtuaba el núcleo mismo de la propuesta educativa preparatoriana. Pero algunos intelectuales, recién convertidos al krausismo (véase hy críticos de la dogmática de Comte, defendían el cambio de orientación intelectual que implicaba la renovación filosófica impulsada por Mariscal. Según sistematiza Hale, en la polémica tomaron partido, a favor del canon de Barreda, Justo Sierra, Porfirio Parra, Telésforo García, Francisco Cosmes y Jorge Hammeken. Apoyaban el cambio de enfoque, desde sus trincheras periodísticas, Hilario Gabilondo, Ignacio Manuel Altamirano y José María Vigil (véase Charles A. Hale, La transformación del liberalismo en México a fines del siglo XIX, Fondo de Cultura Económica, 2002). Según Valencia Flores, también intervinieron en la discusión “más de un centenar de intelectuales y académicos: dentro del ámbito interno de la ENP participaron Rafael Ángel de la Peña, Isidro Chavero, Eduardo Garay, José María Bustamante, Manuel Tinoco, Francisco Bulnes, Manuel Fernández Leal y Francisco Covarrubias.” (Abraham O. Valencia Flores, “Debate en torno a la enseñanza de la lógica  en 1880: una experiencia histórica”, Innovación Educativa, vol. 13, núm. 63, 2013). Texto completo. La solución a la polémica radicó en la autorización a la recomendación de Vigil, entonces titular de la cátedra de lógica, de adoptar como libro de texto, a partir de 1882, el Tratado elemental de filosofía, de Paul Janet.

Un segundo frente de debate se abriría al darse a conocer, en 1881, la iniciativa del ministro Ezequiel Montes en el sentido de retornar al sistema de bachilleratos por carreras, en lugar del plan homogéneo defendido por Barreda e instaurado en la Nacional Preparatoria. En defensa del sistema ENP y contra la iniciativa Montes, Justo Sierra jugó un papel importante y al cabo definitivo al convencer a los legisladores de desestimar el proyecto ministerial (Sobre la polémica Sierra-Montes se sugiere la obra de Claude Dumas, Justo Sierra y el México de su tiempo 1848-1912, UNAM, 1992, págs. 190-197).

Según varios historiadores de las ideas, entre ellos Leopoldo Zea en El positivismo en México. Nacimiento, apogeo y decadencia, o el ya citado Charles Hale, la polémica entre espiritualistas krausianos y positivistas ortodoxos anticipaba un debate político de mayor envergadura, el que comenzaba a desarrollarse entre los intelectuales representativos del liberalismo radical, con Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez e Ignacio Manuel Altamirano a la cabeza, y los liberales moderados, que con Justo Sierra al frente iniciaban el camino de respaldo a la presidencia de Porfirio Díaz.

La batalla final del modelo de Barreda sería librada por una nueva generación, la del Ateneo de la Juventud (Antonio Caso, José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, Isidro Fabela; Julio Torri; Diego Rivera, Martín Luis Guzmán, entre otros) que inició sus actividades, en el marco preparatoriano, en los primeros años del siglo XX. Serían los ateneístas quienes impulsaron, de manera definitiva, la restauración de las humanidades en las enseñanzas preparatorianas… y Justo Sierra, atento al cambio de época, su principal protector intelectual.

Hoy, a 150 años de la creación de la Escuela Nacional Preparatoria, interpretar los primeros desarrollos de la institución como escenario de las “guerras de la cultura” fundamentales en la definición ideológica del México moderno, resulta un elemento clave para ponderar su importancia en la configuración del proyecto educativo y político de la Nación.

Fuente del Artículo:

La Escuela Nacional de Preparatoria y las guerras de la cultura en el México del Siglo XIX

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Urgente rehabilitar escuelas

Aurora Lacueva

El propio ministro de Educación, Elías Jaua, se lo exigió públicamente hace dos semanas al ente encargado, la Fundación de Edificaciones y Dotaciones Educativas (Fede): hay que agilizar el seguimiento a las infraestructuras de escuelas y liceos. Por de pronto, Fede -con un nuevo presidente desde febrero- anuncia que está desarrollando un plan de inspecciones en todo el país hacia una ofensiva que permita mejorar la atención.

Deberíamos estar pendientes de que cumplan, porque ¡cuánto daño hacen a la formación de los niños y las niñas las escuelas en mal estado! A veces funcionan, pero en precarias condiciones: con aulas estrechas y húmedas, áreas clausuradas, sin patio para la recreación… Otras veces pierden valiosos días de clases de modo recurrente mientras se parapetean sus fallas graves aquí y allá. Y en ocasiones hay que desalojarlas, y las y los estudiantes se quedan sin clases durante meses o son mudados a galpones u otros locales inapropiados. También ocurre que deban compartir espacios con otro plantel: fue un caso de este tipo el que provocó el reclamo del ministro. En su programa radial, un vecino de la parroquia La Pastora, en Caracas, le informó de una escuela donde se desalojó a las niñas y los niños hace cinco años y todavía están esperando por el nuevo local. Mientras, comparten aulas de un liceo.

Pareciera que se abren perspectivas: Fede informa que este año recibió un incremento de su presupuesto de mil ochocientos por ciento. Y que busca acuerdos con empresas para atender sus metas; así, Maderas del Orinoco les va a elaborar 600.000 mesas-sillas. Además, en su página web resalta que, como lo establece el proceso de transformación curricular del ministerio, también las estructuras físicas son parte del currículo y deben diseñarse en consecuencia. Reconocer esto es clave: hay que lograr edificaciones, si bien austeras, que propicien una educación liberadora, ecológica y multicultural.

Paralelamente, el Presidente anunció en noviembre que la Misión Barrio Nuevo, Barrio Tricolor también rehabilitaría escuelas y liceos. Esta participación, bien coordinada, puede aportar mucho, dada la experiencia y los recursos con que cuenta la misión. Señalan intervención en 37 escuelas, lo cual no es mucho. Ojalá la iniciativa crezca.
lacuevat@hotmail.com

Fuente del Artículo:

http://www.ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/opinion-urgente-rehabilitar-escuelas-aurora-lacueva/

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Nacionalismo y educación: Japón mira al pasado

Por Carlos Ornelas*

Hay motivos de alarma entre los educadores liberales de Japón. El resurgimiento del nacionalismo japonés, que se observa desde la década pasada, toma un aire inusitado. En su edición del 11 de abril, The Japan Times informa que el 31 de marzo el gabinete del primer ministro, Shinzo Abe, aprobó una moción que declara que el rescripto (o bula) imperial puede usarse como materia de enseñanza en las escuelas.

Esta bula contiene ciertos valores éticos que quizá sean de validez universal, como piedad filial, solidaridad entre hermanos y amistades, lealtad y diligencia en el trabajo y los estudios. El Times cita al famoso historiador Teruhisa Horio, profesor emérito de estudios de educación en la Universidad de Tokio. Él señala que el emperador Meiji emitió ese edicto en 1890, cuando Japón deseaba alcanzar al Occidente. Buscaba una columna vertebral que pudiera servir como equivalente japonés de la enseñanza moral bajo el cristianismo en Occidente.

Pero también constituyó lo que el profesor Horio denomina el “eje de la educación moral de Japón en tiempos de guerra llamada shushin (entrenamiento moral), un tema ahora obsoleto que infundió en los alumnos de la escuela primaria un sentido de nacionalismo”. De nuevo, siguiendo al autor de Educational Thought and Ideology in Modern Japan (Pensamiento e ideología educativos en el Japón moderno): “Los directores de las escuelas reunían periódicamente a los estudiantes en una asamblea y leían el rescripto”.

Los debates continúan. Mientras los miembros del gabinete defienden la reinserción de la bula imperial, intelectuales y periodistas critican el hecho. Lo ven como un paso hacia el regreso del nacionalismo (e ideología de guerra) japonés.

Cierto, dicen los críticos, en las traducciones actuales se trata de “suavizar” el contenido y ponerlo en tonos positivos. El texto, por ejemplo, exhorta a los ciudadanos a “dedicarse a la paz y seguridad de su nación”. Mientras que el original que consagró Meiji Tennō en 1890 lo expresó de manera más franca: “Ofrecerse valientemente al Estado”, en caso de una emergencia.

En 1948, la Dieta de posguerra, por unanimidad, declaró nulo el rescripto; alegó que su doctrina “socava claramente los derechos humanos básicos y pone en tela de juicio la fidelidad internacional de Japón”.

Sin embargo, los aires cambian, el Partido Liberal Japonés, el dominante desde el final de la Segunda Guerra Mundial, se torna cada vez más a la derecha. La tensión que genera Corea del Norte y las diatribas con China, crean un ambiente popular proclive al patriotismo. Asunto que aprovechan quienes se consideran los sucesores de los ultranacionalistas que llevaron a Japón a invadir porciones de Asia y a la Guerra del Pacífico.

Si bien desde el comienzo del gobierno del primer ministro Abe se criticaba a la reforma educativa liberal, la Yutori Kyôiku que, entre otras cosas, eliminó el castigo corporal, disminuyó el currículo y las clases de los sábados, hoy sufre un ataque frontal de todas las fuerzas nacionalistas.

Más alarmante aún. En su edición del 15 de abril, The Japan Times reportó que el gobierno japonés decidió tolerar el uso de la autobiografía de Adolf Hitler Mein Kampf (Mi lucha) como material didáctico en las escuelas.

Esto es motivo de preocupación no sólo para los educadores progresistas y liberales del Japón. También enerva a quienes nos comprometemos con un proyecto de educación democrática y para la democracia, aquí y en el mundo.

No es que quiera ser apologista, pero puesto frente a las tendencias de derecha (camufladas de educación moral) en Japón y otras partes del mundo, el Modelo educativo para la educación obligatoria que recién presentó el gobierno de México parece un respiro de aire fresco.

                *Académico de la Universidad Autónoma Metropolitana

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