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¿A qué juegan los niños peruanos?

Por María Caridad Araujo y Marta Rubio-Codina.

En Perú, los hogares rurales se encuentran en condición de mayor pobreza que los urbanos, además poseen menos activos y acceso a servicios públicos. Estos son hallazgos de un estudio reciente que presenta una caracterización de los niños menores de dos años, miembros de la población objetivo del Programa Cuna Más.

El Programa Nacional Cuna Más atiende a niños menores de 36 meses en zonas de pobreza y pobreza extrema del Perú con el objetivo de mejorar su nivel de desarrollo a través de dos modalidades de servicio:

  • En zonas rurales, el Servicio de Acompañamiento a Familias brinda visitas domiciliarias semanales en las cuales una persona de la comunidad, capacitada por Cuna Más, trabaja con el niño y su familia en la promoción de actividades de estimulación sicosocial, siguiendo un currículo estructurado.
  • En zonas urbanas, el Servicio de Cuidado Diurno ofrece alimentación, cuidado y estimulación a niños de entre 6-36 meses de edad, principalmente en locales comunitarios atendidos por mujeres de la comunidad.

El nuevo estudio es único en el contexto peruano y complementa el amplio trabajo del proyecto Niños del Milenio en Perú, ya que documenta de forma descriptiva, no solo el desarrollo infantil y las condiciones de vida sino también, la calidad del entorno familiar de los niños en hogares vulnerables del país. A continuación resumimos los principales hallazgos.

La educación de los padres

La población objetivo de Cuna Más tiene padres con niveles educativos bajos. El 60% de las madres en zonas rurales apenas ha completado la educación primaria mientras que, en zonas urbanas, un porcentaje similar ha concluido estudios secundarios e incluso tiene algún estudio de nivel superior. Tanto en zonas urbanas como rurales, los papás tienen un año más de escolaridad que las mamás en promedio.

La calidad del ambiente en el hogar

Exploramos la disponibilidad de materiales de juego en los hogares por tipo—juguetes para tocar música, para armar o construir, para pintar, para el juego de roles, para aprender formas o a contar, libros de cuentos, libros para colorear y juguetes que requieren mucho movimiento físico—y encontramos que:

  • Para todo el rango de edad, los niños de zonas urbanas tienen más juguetes de todo tipo que los niños de zonas rurales. La única excepción son los juguetes para el juego de roles (como los muñecos).
  • El uso de juguetes aumenta con la edad de los niños para todo tipo de juguetes, excepto aquellos que producen música, que ocurren con igual frecuencia en todas las edades estudiadas.
  • Tanto en zonas urbanas como rurales, los juguetes más comunes son aquellos que requieren mucho movimiento físico (por ejemplo, pelotas) y los que sirven para el juego de roles.

Indagamos también sobre la frecuencia con la que los niños comparten actividades como leer libros, contar historias, cantar, pasear, jugar con juguetes, dibujar y nombrar objetos con un adulto y observamos que:

  • Al igual que con los juguetes, los niños en zonas urbanas comparten más de estas actividades con adultos y, por lo tanto, gozan de mayores niveles de estimulación en sus hogares que los niños de zonas rurales.
  • También en este caso, las actividades son más frecuentes a medida que aumenta la edad de los niños tanto en hogares urbanos como rurales. Las excepciones son pasear, cantar y jugar con juguetes.
  • Las actividades menos frecuentes son leer libros, mirar libros de imágenes y contar cuentos o historias. Estas actividades son todavía menos comunes en hogares de zonas rurales.

El desarrollo infantil

Evaluamos el desarrollo infantil en las áreas cognitiva, de comunicación y de motricidad fina a través de la prueba Edades y Etapas, adaptada al contexto peruano. Por lo general, los niveles de desarrollo en estas tres áreas son bastante similares en ambas muestras. Este hallazgo nos sorprendió dado que los niños vulnerables de zonas urbanas presentan niveles mayores para muchas de las otras variables analizadas, incluyendo el nivel de estimulación en el hogar, que los niños vulnerables en zonas rurales. No obstante, esta evidencia es consistente con los bajos niveles de desarrollo de vocabulario de los niños de zonas urbanas documentados en otro estudio reciente en niños un poco mayores en el Perú. Tanto en zonas urbanas como rurales, los puntajes más bajos se observan en comunicación.

Los gradientes del desarrollo infantil

Entre los niños de zonas rurales existen brechas socioeconómicas en todas las áreas del desarrollo desde antes del primer año de vida. Estas diferencias son muy preocupantes y significativas tanto cuando se compara niños con diferentes niveles de riqueza relativos como cuando se compara niños con mamás más y menos educadas en la muestra. En zonas urbanas, los gradientes socioeconómicos son menos claros y tienden a aparecer a mayor edad.

En conclusión

Conocemos la importancia de los primeros años de vida en el desarrollo del capital humano. De igual manera, la literatura internacional ha documentado la importancia de la educación de los padres—en particular de la educación materna—y de la calidad del ambiente en el hogar para el desarrollo infantil. Este estudio muestra el gran margen de mejora de las condiciones de vida y estimulación de los niños en hogares vulnerables del Perú para potenciar de manera oportuna este desarrollo. De ahí que intervenciones de apoyo parental, tales como el Servicio de Acompañamiento a Familias de Cuna Más, sean inversiones estratégicas en la construcción de un Perú más productivo y equitativo.

¿Cuál es la situación de los primeros años de vida de los niños de tu país? ¿Existen estudios como este que sirvan de referencia? Cuéntanos en la sección de comentarios abajo o mencionando a @BIDgente en Twitter.

María Caridad Araujo es economista líder en la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo.

Marta Rubio-Codina es consultora en la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo y Fellow Internacional de Investigación en el Institute for Fiscal Studies en Londres. Es coinvestigadora en varios proyectos que promueven el desarrollo infantil temprano (DIT) en Colombia, India y Perú y ha hecho investigaciones enfocadas en la medición del DIT, las brechas socioeconómicas existentes y factores mediadores.

Fuente: http://blogs.iadb.org/desarrollo-infantil/2016/12/12/ninos-peruanos/?mc_cid=db42844007&mc_eid=37402ddfd1

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Nos equivocamos

Frei Betto
Continúo sumándome a los que dicen “¡Fuera Temer!” y denunciando, aquí en Europa, donde me encuentro por razones de trabajo, la usurpación del vicepresidente de Dilma como golpe parlamentario. Sin embargo las fuerzas políticas progresistas, que dieron la victoria al PT en cuatro elecciones parlamentarias, deben hacer autocrítica.

No cabe la menor duda, excepto para el sector miope de la oposición, que los 13 años del gobierno del PT fueron los mejores de nuestra historia republicana. No para el FMI, que mereció tarjeta roja; no para los grandes corruptores, alcanzados por la autonomía del Ministerio Público y de la Policía Federal; ni para los intereses de los Estados Unidos, afectados por una política exterior independiente; ni para los que defienden el financiamiento de campañas electorales por parte de empresas y bancos; ni para los invasores de tierras indígenas y esclavistas.

Los últimos 13 años fueron mejores para 45 millones de brasileños que, beneficiados por los programas sociales, salieron de la miseria; para quien recibe el salario mínimo, revisado anualmente por encima del nivel de la inflación; para quienes tuvieron acceso a la universidad, gracias al sistema de cuotas, al ProUni y al Fies; para el mercado interno, fortalecido por el combate a la inflación; para millones de familias beneficiadas por los programas Luz para Todos y Mi Casa, mi Vida; y para todos los pacientes atendidos por el programa Más Médicos.

A pesar de todo nos equivocamos. El golpe fue posible también debido a nuestros errores. En 13 años no promovimos la alfabetización política de la población. No tratamos de organizar las bases populares. No valoramos los medios de comunicación que apoyaban al gobierno ni tuvimos iniciativas eficaces para democratizar los medios. No adoptamos una política económica orientada hacia el mercado interno.

En los momentos de dificultad llamamos a los incendiarios para apagar el fuego o sea a los economistas neoliberales, que piensan con la cabeza de los pudientes. No realizamos ninguna reforma estructural, como la agraria, la fiscal y la previsional. Ahora somos víctimas de la omisión en cuanto a la reforma política.

¿En qué baúl avergonzado guardamos a los autores que enseñan a analizar la realidad bajo la óptica liberadora de los oprimidos? ¿Dónde están los núcleos de base, las comunidades populares, el sentido crítico en el arte y en la fe?

¿Por qué abandonamos a las periferias; tratamos a los movimientos sociales como menos importantes; y cerramos las escuelas y los centros de formación de militantes?

Fuimos contaminados por la derecha. Aceptamos la adulación de sus empresarios; usufructuamos sus regalías; hicimos del poder un trampolín para el ascenso social.

Cambiamos un proyecto del Brasil por un proyecto de poder. Ganar elecciones se volvió más importante que promover cambios a través de la movilización de los movimientos sociales. Engañados, acatamos una concepción burguesa del Estado, como si él no pudiera ser una herramienta en manos de las fuerzas populares y tuviera que ser siempre amparado por la élite.

Llegó pues la factura de los errores cometidos. Y en las calles del país la reacción al golpe no tuvo fuerza para evitarlo.

Pero dejemos el pesimismo para días mejores. Es la hora de hacer autocrítica en la práctica y de reorganizar la esperanza.

Fuente del articulo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=217443

Fuente de la imagen: http://www.bitacora.com.uy/imgnoticias/8176.jpg

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Colombia: Huila Lee y Escribe, transformando la educación para construir región

América del Sur/Colombia/17 Diciembre 2016/Fuente y Autor:La Nación

Con un total de 26 municipios, visitados a lo largo y ancho del Departamento, el programa Huila Lee y Escribe finalizó con gran éxito su primera etapa, y desde ya se prepara para lo que vendrá en el 2017.

El programa inició su recorrido con rutas lideradas por expertos maestros que traen a cuestas experiencias pedagógicas significativas en el departamento del Huila. Al mismo tiempo propuso una red de intereses y nuevas alternativas en la promoción de la lectoescritura, de tal forma que las bibliotecas públicas y las administraciones municipales, se unieron en alianza estratégica con las instituciones educativas del departamento para hacerle un frente común a la lectoescritura como herramienta básica de las competencias comunicativas.

Este extraordinario viaje cargado de enseñanzas tuvo que sortear diversas situaciones, dadas las condiciones geográficas del departamento  para poder llegar hasta las instituciones educativas, bibliotecas y plazas públicas que sirvieron de escenario para las lúdicas jornadas.

En total fueron 874 maestros y 901 estudiantes que participaron, aprendieron y se beneficiaron con saberes y aportes que recibieron de quienes desarrollaron y dirigieron esta iniciativa, un programa planteado desde la visión de la educación, como el camino más expedito para lograr el desarrollo del departamento y que busca de la manera más asertiva transformar la realidad de nuestra región.

Fuente de la noticia: http://www.lanacion.com.co/index.php/noticias-regional/huila/item/281066-huila-lee-y-escribe-transformando-la-educacion-para-construir-region

Fuente de la imagen:http://www.lanacion.com.co/images/2016/12/16/5.png

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The Authoritarian Politics of Resentment in Trump’s America

In the face of a putrid and poisonous election cycle that ended with Trump’s presidential victory, liberals and conservatives are quick to argue that Americans have fallen prey to a culture of incivility.

It’s true that in the run-up to the presidential election, Donald Trump strategically showcased incivility in his public appearances as a mark of solidarity with many of his white male followers. However, it is a mistake to lump the racism, bigotry, misogyny and ultra-nationalism that Trump has played upon under an obscuring and euphemistic notion of «incivility.» And it is simultaneously a mistake to delegitimize the anger that oppressed people feel about racism, sexism or class exploitation by categorizing protests over these injuries as merely «incivility.»

Understanding the ramifications of current discourses of incivility will be one key to understanding the results of the presidential election and Trump’s ascension. Clearly, Trump’s embrace of incivility (in addition to his embrace of racism and xenophobia) was a winning strategy, one that not only signaled the degree to which the politics of extremism has moved from the fringes to the center of American politics, but also one that turned politics into a spectacle that fed the rating machines of the mainstream media.

For more original Truthout election coverage, check out our election section, «Beyond the Sound Bites: Election 2016.»

The incivility machine Trump resurrected as tool of resistance against establishment politicians played a major role in gaining him the presidency. Moreover, it turned politics into what Guy Debord once called a «perpetual motion machine» built on fear, anxiety, the war on terror and a full-fledged attack on women, the welfare state and people of color.

Too often during this election season, a discourse of «bad manners» has paraded as insight while working to hide the effects of power, politics, racial injustice and other forms of oppression.

The rhetoric of «incivility» often functions as a conservative ideological tool, working to silence critics by describing them as ill-tempered, rude and uncivilized. Politics, in this sense, shifts from a focus on substance to style — reworking the notion of critical thinking and action through a rulebook of alleged collegiality — which becomes code for the elevated character and manners of the privileged classes. Within this rhetoric, the wealthy, noble and rich are usually deemed to possess admirable character and to engage in civil behavior. At the same time, those who are poor, unemployed, homeless or subject to police violence are not seen as victims of larger political, social and economic forces. On the contrary, their problems are reduced to the depoliticizing discourse of bad character, defined as an individual pathology, and whatever resistance they present is dismissed as rude and uncivil.

As a rich white man who has intentionally embraced an «uncivil» persona, Trump has related to this discourse in unpredictable ways. By claiming he loves the uneducated and appealing to the crudest instincts of the mob, Trump elevates incivility to a performance — a pedagogy of righteous indignation — while removing it as a platform for a substantial political critique. The uncivil persona becomes a threat, a signpost for misdirected anger and a symbol of a mass in need of a savior.

There is more at issue here than ideological obfuscation and a flight from social responsibility on the part of the dominant classes; there is also a language of violence that serves to reproduce existing modes of domination and concentrated relations of power. In this instance, argument, evidence and informed judgment — when they hold power accountable or display a strong response to injustice — are subordinated to the category of unchecked emotions, a politics that embraces rude behavior and a propensity for violence. When deployed in a way that obfuscates the injuries of class, racism, sexism, among other issues, the discourse of incivility reduces politics to the realm of the personal and affective while cancelling out broader political issues such as the underlying conditions that produce anger, the effects of misguided resentment and a passion that connects the body and mind.

As Benjamin DeMott has pointed out, the discourse of incivility does not raise the crucial question of why American society is tipping over into the dark politics of authoritarianism. On the contrary, the question now asked is «Why has civility declined?» Tied to the privatized orbits of neoliberalism, this is a discourse that trades chiefly in good manners, the virtues of moral uplift and praiseworthy character, all the while refusing to raise private troubles to the level of public issues. The call to civility confuses the relationship between anger and resentment, dismissing both as instances of faulty character and bad manners.

What happens to a democracy when incivility becomes a central organizing principle of politics? What happens to rational debate, culture and justice?

To read more articles by Henry A. Giroux and other authors in the Public Intellectual Project, click here.

The US has become a country motivated less by anger, which can be used to address the underlying social, political and economic causes of social discontent, than by a galloping culture of individualized resentment, which personalizes problems and tends to seek vengeance on those individuals and groups viewed as a threat to American society. One can argue that the call to civility and condemnation of incivility in public life by the ruling elite no longer registers favorably among individuals and groups who are less interested in mimicking the discourse and manners of the financial elite than in expressing their resentment as they struggle for power, however rude such expressions might appear to the mainstream media and rich and powerful. Rather than an expression of a historic if not dangerous politics of unchecked personal resentment (as seen among many Trump supporters), we are witnessing a legitimate and desperately needed politics of outrage and anger — one that privileges the struggle for justice over an empty call for civility and acceptable manners.

Difference Between Anger and Resentment

Anger is connected with injustice, while resentment is more about personalized pettiness.

We see elements of crucial anger among the many supporters of Bernie Sanders, as well as the Black Lives Matter movement and the Indigenous-led movement to stop the Dakota Access pipeline. Anger can be a disruption that offers the possibility for critical analysis, calling out the social forces of oppression and violence in which so many current injustices are rooted.

Meanwhile, resentment operates out of a friend/enemy distinction that produces convenient scapegoats. It is the stuff of loathing, racism and spontaneous violence that often gives rise to the spectacle of fear-mongering and implied threats of state repression. In this instance, ideas lose their grip on reality and critical thought falls by the wayside. Echoes of such scapegoat-driven animosity can be heard in Trump’s «rhetorical cluster bombs,» in which he stated publicly that he would like to punch protesters in the face, punish women who have abortions, bring back state-sanctioned torture and, of course, much more. Genuine civic attachments are now cancelled out in the bombast of vileness and shame, which has been made into a national pastime and central to a spectacularized politics.

Reflection no longer challenges a poisonous appeal to commonsense or the signposts of racism, hatred and bigotry. Manufactured ignorance opens the door to an unapologetic culture of bullying and violence aimed at Muslims, immigrants, Blacks and others who do not fit into Trump’s notion of «America.» This is not about the breakdown of civility in US politics or the bemoaned growth of incivility. Throughout its history, US society has been inundated by a toxic, racist ideology that oppresses and marginalizes Black people, Indigenous people and immigrants of color, and particularly since 9/11, has singled out Muslims as targets. It is a market-driven ideology that enshrines greed and self-interest, and a sustained attack on public values and the common good, fueled by the policies of a financial elite — much of it coded by both the Republican and Democratic political establishment.

Trump did not invent these forces; he simply brought them to the surface and made them the centerpiece of his campaign. As anti-democratic pressures mount, the commanding institutions of capital are divorced from matters of politics, ethics and responsibility. The goal of making the world a better place has been replaced by dystopian narratives about how to survive alone in a world whose destruction is just a matter of time. The lure of a better and more just future has given way under the influence of neoliberalism to questions of mere survival. As Zygmunt Bauman has argued in his books Wasted Lives and Consuming Life, entire populations once protected by the social contract are now considered disposable, dispatched to the garbage dump of a society that equates one’s humanity exclusively with their ability to consume.

The not-so-subtle signs of the culture of resentment and cruelty are everywhere, and not just in the proliferation of extremist talking heads, belligerent nihilists and right-wing conspiracy types blathering over the airways, on talk radio, and across various registers of screen culture. Young children, especially those whose parents are being targeted by Trump’s rhetoric, report being bullied more. Hate crimes are on the rise. And state-sanctioned violence is acceleratingagainst Native Americans, Black youth, and others now deemed unworthy and disposable in Trump’s America.

In the mainstream media, the endless and unapologetic proliferation of lies become fodder for higher ratings, informed by a suffocating pastiche of talking heads, all of whom surrender to «the incontestable demands of quiet acceptance,» as Brad Evans and Julien Reid haveargued in Truthout. Politics has been reduced to the cult of the spectacle and a performative register of shock, but not merely, as Neal Gabler observes, «in the name of entertainment.» The framing mechanism that drives the mainstream media is a sink-or-swim individualism and a shark-like notion of competition that accentuates and accelerates hostility, insults and the politics of humiliation.

Capitalism’s New Age of Bullying

Charles Derber and Yale Magrass are right in arguing in Bully Nation that «Capitalism breeds competition and teaches that losers deserve their fate.» But capitalism also does more. It creates an unbridled individualism that embodies a pathological disdain for community, produces a cruel indifference to the social contract, disdains the larger social good, and creates a predatory culture that replaces compassion, sharing and a concern for the other. As the discourse of the common good and compassion withers, the only vocabulary left is that of the bully — one that takes pride in the civic-enervating binary of winners and losers. What has been on full display in the presidential election of 2016 is the merging of the culture of cruelty, the logic of egregious self-interest, a deadly anti-intellectualism, a ravaging unbridled anger, a politics of disposability, and a toxic fear of others. Jessica Lustig captures this organized culture of violence, grudges and resentment in The New York Times Magazine with the following comments:

Grievance is the animating theme of this election and the natural state of at least one of the candidates; Trump is a public figure whose ideology, such as it is, essentially amounts to a politics of the personal grudge. It has drawn to him throngs of disaffected citizens all too glad to reclaim the epithet «deplorable.» But beyond these aggrieved hordes, it can seem at times as if nearly everyone in the country is nursing wounds, cringing over slights and embarrassments, inveighing against enemies and wishing for retribution. Everyone has someone, or something, to resent.

It gets worse. In the age of a bullying internet culture, the trolling community has elected one of its own as president of the United States. Criticizing the pernicious trolling produced by political extremists should not suggest a generalized indictment of the internet and social media, since the latter have also been key tools in pushing back against Trump’s egregiousness. As the apostle of publicity for publicity’s sake, Trump has adopted the practices of reality TV, building his reputation on insults, humiliations, and a discourse of provocation and hate.

According to The New York Times, since announcing his candidacy, Trump used Twitter to insult at least 282 people, places and things. Not only has he honed the technique of trolling, he has also made it a crucial resource in upping the ratings for the mainstream media who, it seems, are insatiable when it comes to covering Trump’s insults. Trump has done more than bring a vicious online harassment culture into the mainstream, he has also legitimated the worst dimensions of politics and brought out of the shadows white nationalists, racist militia types, social media trolls, overt misogynists and a variety of reactionaries who have turned their hate-filled discourse into a weaponized element of political culture. This was all the more obvious when Trump hired Stephen K. Bannon to run his campaign. The former executive chairman of Breitbart News is well known for his extremist views and for his unwavering support for the political alt-right. One of his more controversial headlines on Breitbart read, «Would you rather have feminism or cancer?» He is also considered one of the more prominent advocates of the right-wing trolling mill that is fiercely loyal to Trump. Jared Keller in The Village Voice captures perfectly the essence of Trump’s politics of trolling. He writes:

From the start, the Trump campaign has offered a tsunami of trolling, waves of provocative tweets and soundbites — from «build the wall» to «lock her up» — designed to provoke maximum outrage, followed, when the resulting heat felt a bit too hot, by the classic schoolyard bully’s excuse: that it was merely «sarcasm» or a «joke.» In a way, it is. It’s just a joke with victims and consequences…. Trump’s behavior has normalized trolling as an accepted staple of daily political discourse.

One example of such vitriol was noted by Andrew Marantz’s profile for The New Yorker on Mike Cernovich, a prominent internet troll. He writes:

His political analysis was nearly as crass as his dating advice («Misogyny Gets You Laid»). In March, he tweeted, «Hillary’s face looks like a melting candle wax. Imagine what her brain looks like.» Next he tweeted a picture of Clinton winking, which he interpreted as «a mild stroke.» By August, he was declaring that she had both a seizure disorder and Parkinson’s disease.

In the age of trolls and the heartless regime of neoliberalism, politics has dissolved into a pit of performative narcissism, testifying to the distinctive power of a corporate-driven culture of consumerism and celebrity marketing, which reconfigures not just political discourse but the nature of power itself. In spite of the large-scale protests against economic injustice that ranged from Madison to Occupy Wall Street, the teacher strikes that have emerged since the 2008 Wall Street collapse, the ensuing political corruption and the consolidation of wealth and power, millions of Americans turned to the politics of resentment.

This totalitarian logic has been reinforced by the strange intersection of celebrity culture, manufactured ignorance and the cult of unbridled emotion, to inhabit a new register of resentment, which as Mark Danner points out in The New York Review of Books, takes «the shape of reality television politics.» Within such an environment, a personalized notion of resentment drives politics while misdirecting rage towards issues that reinforce totalitarian logic. Under such circumstances, the long-standing forces of nativism and demagoguery drive American politics and the truth of events is no longer open to public discussion or informed judgment. All that is left is the empty but dangerous performance of misguided hopes wrapped up in the fog of ignorance, the haze of political and moral indifference, and the looming specter of violence.

The rise of Donald Trump as a corporate-fueled celebrity troll represents the broader contempt for a politics of empathy and compassion. This contempt is the bedrock of a neoliberal formative culture that, as my colleague David Clark once remarked to me, «breeds horrors: the failures of conscience, the wars against thought, and the flirtations with irrationality that lie at the heart of the triumph of every-day aggression, the withering of political life, and the withdrawal into private obsessions.»

The issue is no longer whether politicians, such as Donald Trump, are about to lead us into a new age of authoritarianism and bigotry. Rather, we should be seeking to locate and challenge the forces that have produced these politicians. When individualized resentment and scapegoat-centered violence are normalized, we move closer to a police state and toward an age that forgets the totalitarian impulses that gave us Iraq, state-authorized torture, a carceral state, war crimes, a plundering of the planet, and much more. Trump is only a symptom, not the cause of our troubles. Global capitalism is the monster and Trump is its most dangerous, confused and hateful messenger.

Anger is a double-edged sword and can be transformed into various forms of productive resistance or it can be appropriated and manipulated as a breeding ground for resentment, hate, bigotry and racism. What is clear is that Trump knew how to turn such an odious appeal into both a performance and a spectacle — one that mimicked the darkest anti-democratic impulses.

The Struggle Continues

Let’s hope the planet is around long enough to begin to rethink politics in light of this election of Donald Trump to the presidency, which ranks as one of the most sickening events in American political history. Democracy, however flawed, has now collapsed into Trump’s world, one led by a serial sexual groper, liar, nativist, racist and authoritarian. As my friend Bob Herbert mentioned to me recently, «Trump threatens everything we’re supposed to stand for. He’s the biggest crisis we’ve faced in this society in my lifetime. The Supreme Court is lost for decades to come. His insane tax cuts will only expand (and lock in) the extreme inequality we’re already facing. I don’t need to provide a laundry list for you. The irony of ironies, of course, is that the very idiots, racists, misogynists and outright fools who put him in the presidency will be among those hammered worst by his madness in office.»

The strategy of the left will be set back for years as a result of this election, given Trump’s propensity for vengeance, crushing dissent and sheer animosity toward anyone who disagrees with him. When he withdraws the US from the Paris Accords, goes after Black youth with his call for racial profiling, lowers taxes for the rich, deregulates business, sets back the Supreme Court for decades and expands the police state as he begins mass deportations, maybe we should rethink where the levers of power lie.

Amid this turmoil, we cannot let our anger simply become an expression of misdirected resentment. It is time to wake up and repudiate the notion that capitalism and democracy are the same thing. We must use our anger to fight collectively for a politics that refuses to forget the crimes of the past, so it can imagine a different future. Such a struggle is not an act of incivility, but a call to educated hope, civic courage and the need to start organizing.

Fuente: http://www.truth-out.org/opinion/item/38351-the-authoritarian-politics-of-resentment-in-trump-s-america

Imagen: A barbed-wire wrapped Trump/Pence campaign sign in Erie, Pennsylvania, two days after the election, November 10, 2016. (Photo: Hilary Swift / The New York Times)

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La Fenomenología como filosofía viva

Por: Diana Milagros Rueda de Aranguren

Debemos considerar que al reseñar sobre fenomenología necesariamente referimos acerca de la filosofía en los finales del siglo XX e inicios del presente siglo, en vista de ser en la década de los años sesenta cuando se evidenciaba la necesidad de comprender los fenómenos sociales con visiones más profundas y con nuevos paradigmas que arrojarían resultados más reales, profundos y distintos a lo que hasta ese momento se manejaba a través de lo hipotético-deductivo, pues entonces se considerarían estudios humanos en su praxis social más reales y adecuados a la dinámica del hombre, y es allí donde aparecieron métodos innovadores como la etnografía, la hermenéutica, el interaccionismo simbólico, la historia de vida, los estudios de caso y la fenomenología.

La fenomenología es una filosofía viva, y tal como lo señala A. Reinach (considerado por Husserl como su “primer compañero de trabajo real en el desarrollo del movimiento fenomenológico” p.194  Willard-1969), es un sistema de doctrinas filosóficas que conduce a ver el mundo de un modo filosófico, con lo cual se podría afirmar que reviste toda filosofía realizada con esfuerzo, seriedad y rigor.

Es así como al definir fenomenología se debe identificar con visión filosófica por su fidelidad a lo que real y verdaderamente describe los fenómenos tal y como se muestran a la percepción y pensamiento del individuo, considerándose por lo tanto en un método humanista, etnográfico, descriptivo y particularmente reflexivo; sus enunciados son válidos en un tiempo y en un espacio específico, de manera que estudia la vida cotidiana con el fin último de comprender el fenómeno o evento social estudiado.

Reconocido como el fundador de la filosofía fenomenológica, Edmund Husserl, se propuso superar la crisis de la ciencia positivista que había dominado hasta entonces, asentando que la ciencia había dejado de tener significado para el hombre ya que no le brindaba colaboración en cuanto a los problemas apremiantes que se presentaran, ni mucho menos proporcionaba criterios para conducir su conducta.

Es entonces, según lo señala León (2009), como la fenomenología se presenta como una reflexión filosófica que quiere fundamentar firmemente la objetividad del saber mediante un método, cuya principal regla es dejar que las cosas mismas se hagan patentes en su contenido esencial, a través de una mirada intuitiva que haga presente las cosas tal como se dan inmediatamente para el que las vive y poniendo entre paréntesis el juicio sobre la validez de los presupuestos, opiniones o interpretaciones acerca de ellas.

Es claro determinar que la fenomenología es opuesta al positivismo, constituyéndose en un  movimiento filosófico con bases y condiciones propias de una ciencia, que ha servido como fundamento de las ciencias humanas. Su punto de partida es la vivencia del sujeto y la intencionalidad que rige las relaciones de este con su realidad externa, pues estas experiencias configuran las ideas que definen el mundo que lo rodea.

La definición que Husserl asume para la fenomenología (1910), la determina como el estudio de las estructuras de la conciencia que capacitan al conocimiento para referirse a los objetos fuera de sí misma, requiriendo reflexión sobre los contenidos de la mente para excluir todo lo demás, siendo llamada ese tipo de reflexión por el autor como, reducción fenomenológica, ya que la mente puede dirigirse hacia lo no existente tanto como hacia los objetos reales. Indica además, que la reflexión fenomenológica no reconoce que algo existe con carácter material, corresponde es dejar de lado la cuestión de la existencia real del objeto contemplado, es decir, poner en paréntesis la existencia.

Reconociendo la fenomenología como método, Husserl propone dos términos técnicos, como lo son, la epojé y la reducción; siendo el primero un ejercicio voluntario de suspender toda toma de posición acerca de la existencia o no de los objetos que se dan a la conciencia (una especie de puesta entre paréntesis); mientras que la reducción, permite reflexionar acerca de lo que se ha recibido como dado a la conciencia, sin embargo, es oportuno señalar la precisión echa por el fenomenólogo San Martín (2005), indicando que el sentido de la reducción fenomenológica no es encerrar entre paréntesis, conservar un pedazo de la realidad, reducto, y desechar lo demás;  consonante con Husserl, toma la reducción como reconducción.

En torno a ello, Aguirre y Jaramillo (2012),  enfocan por lo menos dos tipos de reducción fenomenológica según Husserl (1997), la eidética y la trascendental;  en la primera se da el paso de la actitud natural al mundo dado como fenómeno en la conciencia. En la segunda, se espera que puedan establecerse las características generales que hacen posible toda evidencia de los objetos dados, siendo en esta última fase donde se constituirían los conocimientos más valiosos del proceder fenomenológico.

Lo citado puede concretar que el método fenomenológico consistiría en: partir de la actitud natural; epojé-reducción eidética; epojé-reducción trascendental; y, constitución. Todo el método se encuentra transversalizado por la descripción, ya que se describen las vivencias de los fenómenos hasta lograr su esencia; se describen las estructuras que los hacen posibles, y se describen los objetos en tanto constituidos.

Podemos también considerar que la fenomenología se presenta, tal como lo refiere Rodríguez (1997), como una reflexión filosófica que quiere fundamentar firmemente la objetividad del saber mediante un método, cuya principal regla es dejar que las cosas mismas se hagan patentes en su contenido esencial, a través de una mirada intuitiva que haga presente las cosas tal como se dan inmediatamente para el que las vive y poniendo entre paréntesis el juicio sobre la validez de los presupuestos, opiniones o interpretaciones acerca de ellas.

La conciencia no es para la fenomenología, continúa precisando el autor citado, algo cerrado en sí mismo, sino que está definida por la intencionalidad, es decir, por la particularidad de estar siempre abierta y referida a algo como su correlato objetivo. El análisis fenomenológico muestra, además, que los objetos no se dan a la conciencia aisladamente, sino insertos en un contexto mayor, en el que se destacan como lo que son. Este contexto es el mundo, horizonte general de todo lo que es y puede llegar a ser contenido de la experiencia.

Vemos como Husserl distingue dos formas de relación de la conciencia con el mundo. La primera es la forma natural o ingenua en que todos nos desenvolvemos en el mundo en el que nacemos, trabajamos, pensamos y morimos, y que por lo tanto se nos presenta como realmente existente. La segunda se refiere al mundo visto con la perspectiva del fenomenólogo, que ya no da por supuesta su existencia, sino que lo tematiza en forma crítica y reflexiva como constituido por actos intencionales de una conciencia pura.

Pero es precisamente esa exigencia metodológica de la epojé, de poner entre paréntesis la existencia del mundo y de los sujetos y objetos reales para quedarse únicamente con la experiencia de la conciencia pura, analizable por un observador desinteresado, lo que Heidegger, asistente y discípulo de Husserl a partir de 1918, terminaría por rechazar para orientar la fenomenología hacia la hermenéutica.

Ya para concluir, es importante destacar que Husserl mantiene su postulado de considerar que la fenomenología quiere ser una ciencia esencial descriptiva de las vivencias trascendentales puras en actitud plenamente fenomenológica. En tal sentido la autora del presente artículo adiciona e ilustra con argumentación, por ende esclareciendo, la riqueza y la profundidad del pensamiento husserliano, poniendo de relieve el método a seguir para conquistar los numerosos dominios significativos que integran la esfera de la objetividad en su totalidad.

Como es pauta obligada de quien escribe terminar sus escritos con referencias a la formación del pensamiento ético, se espera contribuir a la comprensión del pensamiento del fundador de la fenomenología Edmund Husserl, cuando considera que los principios supremos de la Ética han de ser suministrados por un análisis fenomenológico de los correspondientes actos axiológicos.

Referencias:

Aguirre, J.C. y Jaramillo, L. (2012). Aportes del Método Fenomenológico a la Investigación Educativa. Revista Latinoamericana de Estudios Educativos. No. 2, Vol. 8 Manizales: Universidad de Caldas.

Husserl, Edmund. (1997).  Psicológica y la Fenomenología Trascendental – Confrontación con Heidegger. (Traducción y estudio preliminar de Mario A. Presas). Madrid: Tecnos

León, E.A. (2009). El Giro Hermenéutico de la Fenomenología en Martín Heidegger. Quito: Polis-ITHI

Rodríguez, R. (1997) La Transformación Hermenéutica de la Fenomenología. Una interpretación de la obra temprana de Heidegger. Madrid: Tecnos

San Martín, Javier. (2005). La práctica de la Fenomenología según Lester Embree: Comentario al libro Análisis Reflexivo. Investigaciones fenomenológicas – Vol. 4

 

 

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La buena escuela portuguesa

Por: Javier Martín 

Portugal es el único país europeo que mejora continuamente su nivel educativo desde el año 2000

Ni la bancarrota del país ni el recorte de sueldos de los profesores ni el aumento de alumnos por aula. Nada. El periodo económico más sombrío de Portugal en lo que llevamos de siglo no ha roto la mejora continuada de su sistema educativo. Si la troika acudió al rescate económico del país de 2011 a 2014, el informe educativo PISA 2012-15 señala que Portugal es el único país europeo que sigue mejorando su educación desde comienzo de siglo.

“¿Quiere que le explique el milagro?”, anuncia con sorna Fátima Rodrigues, directora de la Escuela de Secundaria de Miraflores, en Oeiras, el extrarradio de Lisboa. “El milagro es el esfuerzo en lengua portuguesa y las matemáticas. El portugués es el vehículo de toda la información y de todas las disciplinas”.

PISA es un programa internacional de evaluación de alumnos en matemáticas, lectura y ciencias, que se realiza cada tres años en 70 países. Portugal participa en él desde el año 2000. Es el único país europeo que, desde entonces, mejora en cada prueba. Los resultados de los 8.000 portugueses de 15 años que participaron en el estudio colocaron a Portugal en la 17ª posición de la OCDE en ciencias, 18ª en lectura y 22ª en matemáticas. Pero si se consideran solo los resultados de alumnos de décimo año (es decir, sin repetidores), Portugal sería el segundo del mundo en ciencias, por detrás de Singapur.

Rodrigues apunta a otras claves para entender el milagro: “Mucho apoyo al alumno. Desde los 6 años cada alumno tiene refuerzos en las disciplinas troncales. El profesor dedica más tiempo a las dudas”.

En la escuela de Oeiras es la hora del almuerzo y los chicos entran y salen con su bocadillo en la mano. Guillermo tiene 15 años y ha elegido la rama de Economía. Jamás ha suspendido y está contento en el colegio, aunque no le gustan las matemáticas. “Elegí algo con futuro. Humanidades no tiene ninguno, Ciencias y Tecnología son muy difíciles, así que Economía”.

La rama de Arte ni existe en la escuela. José Manuel es profesor de Filosofía. En los tres últimos años, el Estado le recortó el sueldo un 10%, un recorte que no ha hecho mella en los resultados de PISA. “¡Qué le íbamos a hacer. El profesor tiene que seguir con su trabajo, preparar bien sus clases, sus textos. No iban a pagar el recorte los alumnos”.

Los buenos resultados portugueses persisten a pesar del progresivo recorte del gasto en Educación. En el año 2000, cuando comenzaron las evaluaciones de PISA, Portugal gastaba el equivalente a un 4,8% del PIB. En 2011, el plan de rescate de la troika desembarcó en el país, y el gasto representó un 4,5% del PIB. En 2015, se había reducido hasta un 3,8% del mismo.

En la sala de profesores del Miraflores se reúnen los docentes de diferentes especialidades. “Otra clave de la mejora educativa”, señala la directora Rodrigues, “es el trabajo colaborativo. No ya la articulación vertical, la de los profesores de la misma asignatura en todos los años, sino la articulación horizontal, que es la más difícil, la coordinación de todos los profesores de un mismo curso”.

Según un estudio de la Fundación Francisco Manuel Dos Santos, el profesor portugués es el que más tiempo dedica a preparar sus clases y el licenciado de la función pública mejor pagado, junto con el español. El primer año gana entre un 20% y un 30% más que un médico o un juez.

Es imposible encontrar un reproche hacia los profesores. Francisco, Andrea, Beatriz, Thiago, hablan bien de todos. “Se preocupan por nosotros, se adaptan a lo que necesitamos”, dice Francisco, que siempre saca buenas notas. Sus palabras coinciden con los resultados de PISA: el alumno portugués es el que más elogia a sus maestros. “Quizás es porque somos muy afectivos”, señala Rodrigues. “Estamos muy cerca de ellos. Somos maestros, amigos, padres, psicólogos…”.

Entre el examen PISA y la difusión de sus resultados ha habido un cambio drástico en Portugal. El Gobierno de centroderecha (2011-2015) ha sido relevado por uno socialista.

Nada más llegar, el nuevo titular de Educación, Tiago Brandão, suprimió los exámenes de 6º curso y de inglés, un sistema que calificó de “nocivo” y “pernicioso”, porque “el alumno se entrena para los exámenes”.

En Portugal, como en otros países, es un vicio nacional que el cambio de Gobierno llegue acompañado de cambios en la educación. “Cada uno quiere dejar su marca”, señala la directora del Miraflores. “Llevo 38 años en la profesión, han pasado muchos gobiernos, pero nosotros seguimos aquí. Ellos hacen lo que quieren y nosotros también. Es aquí, en la sala de profesores, donde se decide lo que es mejor para el alumno, y lo decidimos los profesores”.

Aunque suene extraño, el estudiante Guillermo, que aborrece las matemáticas, está a favor de examinarse. “Es una forma de prepararnos para el futuro, de saber si vamos bien”.

El profesor de filosofía José Manuel cree que el exámen crea un vicio educativo. “El profesor enseña para el examen, el alumno estudia para el examen. Es el objetivo; obliga a cumplir todo el programa y si falta tiempo se quita de otras actividades, de proyectos comunes, de horas de laboratorio…Se priman las asignaturas con exámenes, como ha sido el caso de lengua y matemáticas, las apuestas del anterior Gobierno, y se perjudica al resto”.

La directora de Miraflores tiene una posición ambigua. “Yo soy del PSD, así que no soy sospechosa por criticar a mi Gobierno, que impuso esos exámenes, pero la realidad es que los profesores hacíamos lo que queríamos, lo mejor para el alumno. No íbamos a arruinar a un estudiante bueno por haber hecho mal un examen que valía el 30% de la nota final. También es verdad, por otro lado, que el estudiante se implica en esa competición de la nota, y el colegio no quiere quedar por debajo de otros, y los padres quieren ver objetivamente cómo mejora su hijo… pero pedagógicamente la bandera del examen es una bandera antigua”.

El éxito de Portugal tiene sus claroscuros, y cada uno destaca lo que le conviene. Mientras el ex primer ministro Passos Coelho (PSD) se fija en los datos más positivos, el nuevo ministro de Educación (PS) incide en los negativos. “Espero que el señor ministro se repiense algunas decisiones que tomó”, ha señalado Passos Coelho.

Al ministro Tiago Brandão, le preocupa el alto índice de repetidores. «Más del 30% de los jóvenes con 15 años han repetido algún curso. Somos uno de los tres países de la OCDE con más repetidores, triplicamos la media, y esto tiene costes anímicos, simbólicos y sociales brutales».

PISA evalúa alumnos de 15 años, independientemente del curso en el que estén. Es decir que penaliza a los países con muchos repetidores. El 40% de los evaluados portugueses no ha llegado al décimo año, el curso de referencia. Si se bajara a la media de la OCDE, el 13%, Portugal sería el segundo país del mundo en lectura (por detrás de Singapur), el tercero en ciencias (tras Singapur y Japón) y el sexto en matemáticas.

La Asociación de Profesores de Matemáticas (APM) se felicita por el éxito, pero augura que los mejores días ya han pasado.”Los cambios curriculares en el ámbito de las matemáticas ya muestran indicadores preocupantes”, anuncia en un comunicado. A Susana Moura, licenciada de lengua portuguesa, que dejó la enseñanza, aunque la vive con sus dos hijos, le sorprenden los resultados de PISA. “Yo veo la enseñanza peor, los alumnos se dedican al “copio y pego’ de Internet, y los profesores tienen que dar resultados. El estudiante no aprende a relacionar conocimientos”.

Otro milagro portugués es que la mejora educativa no ha sido a costa de las clases más desfavorecidas o los inmigrantes. En nueve años, el país ha reducido tres veces la diferencia entre el estudiante nativo y el inmigrante, de 59 puntos a 17, cuando la media de la OCDE es de 43 puntos. Los estudiantes pobres portugueses tienen los mejores resultados de todo el informe. El trabajo en este sentido continúa: el próximo curso todos los libros de texto serán gratuitos en la Enseñanza General Básica.

Fuente: http://internacional.elpais.com/internacional/2016/12/08/actualidad/1481200752_446018.html

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“Son cosas de niños” y otras frases que usamos para no ver el acoso

Por: Olga Carmona

Es necesaria una reflexión profunda, una revisión de los modelos en los que educamos a nuestros hijos

Con alarmante frecuencia asistimos a la noticia de un niño o niña hospitalizado como consecuencia de haber sido víctima de maltrato escolar o bulliyng.

Hace falta llegar a extremos donde está en juego la vida del niño, ya sea por una paliza o por un fallido intento de suicidio, para que motivados por el horror y la incomprensión, reflexionemos sobre el crónico discurso: “Cosas de niños”, decimos los adultos mientras miramos para otro lado. “Toda la vida ha sido así”, “siempre hubo y siempre habrá fuertes y débiles”, “ tú no te metas”, “si te pegan, devuélvela”…

Un empujón repentino y repetido. Un insulto al entrar en el aula, una risa burlesca con el dedo que señala, un apodo humillante… se llama violencia. Se llama maltrato entre iguales.

En palabras de la ONG dedicada a la infancia Save the Children: «La violencia contra la infancia se define como la acción o la omisión que produce daño y que se da en una situación de indefensión o desequilibrio de poder». El bullying es el maltrato físico y/o psicológico deliberado y continuado en el tiempo que recibe un niño o adolescente por parte de otros, con el único objetivo de dañarle y someterle, a fin de lograr un objetivo determinado o simplemente por satisfacer el impulso violento del agresor. Puede implicar silencios, amenazas, agresiones físicas, burlas, rechazo, exclusión. Suele estar iniciado y liderado por otro niño y seguido por un grupo de cómplices necesarios. Unos forman parte activa, siguiendo las instrucciones del agresor, mientras que el resto, la inmensa mayoría, prefiere mirar para otro lado para “no meterse en problemas”. La víctima se siente sola y muy indefensa, mientras los adultos de referencia, es decir, padres y profesores restan importancia a las quejas del niño agredido o ni siquiera llegan a saberlo.

Es cierto que el acoso escolar lo ha habido siempre y que las causas no han variado mucho con el tiempo, se suele atacar la diferencia: el que lleva gafas, el gordito, el estudioso, el frágil. Sin embargo, las estadísticas hablan de un considerable aumento de los casos y de una nueva forma de acoso que solo puede darse ahora y que no deja escapatoria a la víctima: el ciberacoso.

Las causas del bulliyng son múltiples, por ejemplo, los entornos socioeconómicos y culturales precarios son más propensos, la exposición de los niños y adolescentes a contenidos audiovisuales violentos, la ausencia de los padres en la educación o la presencia de padres violentos… simplificando mucho la principal causa que propiciaría la aparición de la conducta violenta es la educación basada en la ausencia de límites, básicamente punitiva a través de la cual se castiga mediante amenaza, intimidación o directamente agresión física, y con la cual el niño interioriza que la violencia es un modo aceptable de lograr un objetivo.

Un niño educado con violencia física o psíquica aprenderá de forma inconsciente a normalizarla y sin duda alguna la ejercerá sobre otros.

El agresor no ha aprendido a ser empático, ni ha sido educado en la ética y los valores necesarios para el respeto a la diferencia, suele tener una autoestima muy frágil y necesitada de reforzadores externos (de ahí la exhibición del maltrato). Tiende a ser impulsivo, egocéntrico, con malos resultados académicos y es estadísticamente más probable que proceda de un entorno socio cultural bajo.

Como educadores y padres debemos estar atentos a una serie de síntomas a través de los cuales podemos detectar que un niño está siendo víctima de acoso:

  • Cambios en su conducta tales como ansiedad, tristeza, irritabilidad, apatía, insomnio, pesadillas, verbalizaciones de culpa, conductas de huida, pérdida de autocontrol, llanto frecuente, rechazo a asistir al colegio, descenso brusco del rendimiento escolar, somatizaciones tales como dolor de cabeza, estómago, ganas de vomitar.
  • Pierde o trae el material escolar deteriorado (mochilas, estuches, etc.…) de forma frecuente.
  • No quiere asistir a excursiones ni actividades del colegio.
  • No se relaciona apenas con sus compañeros.

Las consecuencias del acoso escolar son devastadoras. Solo trascienden a la opinión publica aquellos casos que terminan en el hospital o en el cementerio, no el resto, el que sobrevive al maltrato con secuelas, en algunos casos, de por vida. Secuelas que destruyen la autoestima de la víctima afectando a su rendimiento escolar, a sus relaciones presentes y futuras, a su visión del mundo. La mayoría de los niños que han sufrido acoso escolar presentan Trastorno por estrés postraumático (TEPT), Ansiedad Generalizada, tendencia a la depresión… Hay que añadir que los efectos no se quedan en el presente de la víctima, contaminando de forma irreversible su infancia, sino que trascienden a su vida adulta como ya demuestran numerosos estudios longitudinales, los cuales concluyen una correlación entre el estrés sufrido por el acoso escolar y la tendencia a enfermar de forma física (enfermedades metabólicas y cardiovasculares) y también psiquiátrica tales como trastornos de alimentación, abuso de alcohol y otros tóxicos, depresión e incluso algunos tipos de cáncer.

Es necesaria una reflexión profunda, una revisión de los modelos en los que educamos a nuestros hijos. Son excepcionales aquellos casos de acoso donde el agresor tiene una personalidad disfuncional o un trastorno psiquiátrico. En la mayoría de los casos son una representación del síntoma, la punta del iceberg de una sociedad desconectada, individualista y egocéntrica que educa en la filosofía del “no es asunto mío” y que busca la comodidad por encima de cualquier otro valor. Una sociedad que deja solos a los niños para que nos los eduquen otros, que no tiene tiempo para ellos, que vive incomunicada para sí misma y para los demás y que ha normalizado sutiles formas de violencia como medio para lograr un fin.

Quiero terminar con unas palabras rescatadas de la carta que Diego, de 11 años les dejó a sus padres antes de suicidarse víctima de acoso escolar:

“Por favor, espero que algún día podáis odiarme un poquito menos”.

Fuente: http://elpais.com/elpais/2016/12/13/mamas_papas/1481623002_624601.html

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