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La clave de educación inclusiva en España está en la formación del profesorado

España / 21 de septiembre de 2016 / Por: Maribí Pereira / Fuente: http://www.isep.es/

En un aula académica existen alumnos con perfiles muy diferentes, por ello, la escuela inclusiva es aquella que se define por la integración de todos los alumnos al ofrecer una enseñanza con una adaptación curricular que tiene en cuenta las características y necesidades de cada alumno.

En España, la Ley de 1985 planteaba explícitamente los beneficios y la necesidad de escolarizar en centros ordinarios a todas aquellas personas “con deficiencias psíquicas y sensoriales” a través de apoyos individuales específicos. Solo cuando las características del alumno no hicieran posible su inserción en el sistema educativo convencional, se debía recurrir a centros deeducación especial.

Posteriormente, la Ley Orgánica 1/1990 de Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE) apostó claramente por los principios de normalización e integración, introduciendo por primera vez el concepto de necesidades educativas especiales (NEE) para referirse a aquellos chicos y chicas que, llevando a cabo su escolarización en aulas ordinarias, precisaban de apoyos extras por profesionales con formación en Educación Espacial e incluso algún tipo de adaptación curricular para superar deficiencias o problemas de desarrollo o aprendizaje.

Con la Ley Orgánica de Educación (LOE, 2006) se ahondó en el compromiso social de los centros de realizar una escolarización sin exclusiones, respondiendo a los principios de calidad y equidad. Además, se intentó dotar a los centros escolares de la autonomía suficiente para favorecer la inclusión de todos los alumnos.

La Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE, 2013) que es la normativa más actual, tiene entre sus objetivos promover el máximo desarrollo personal y profesional de las personas. Sin embargo, diversos sectores relacionados con la educación consideran que no supone ningún avance significativo en material de inclusión escolar.

Ahora bien… ¿Qué caracteriza a una escuela inclusiva?

– Las diferencias son tomadas como base de la programación y planificación de las actividades en el aula.
– El aprendizaje tiende a ser significativo y basado en el contexto en el cual se desarrolla.
– Es importante considerar la cultura del grupo social.
– El tiempo es utilizado de manera flexible.
– Se recurre a múltiples recursos didácticos, proporcionando materiales variados que generen el interés de los estudiantes y puedan ser utilizados por ellos.
– Se ofrecen opciones de aprendizaje conforme el perfil personal o estilos cognitivos.
– Los estudiantes son estimulados para realizar elecciones conforme a sus intereses.
– El logro se determina desde un punto de partida o línea de base.
– La potencialidad del estudiante es desafiada en todo momento.
– Se busca que los alumnos interpreten los hechos y no que les sea trasmitida la interpretación de otros.
– El aprendizaje colaborativo es fundamental.
– Los temas tratados son adaptados teniendo en consideración los requerimientos de cada uno de los estudiantes para el logro de los objetivos comunes.
– La evaluación es continua, diversificada y tiene como propósito una permanente adaptación a las necesidades del estudiante.
– El docente está siempre atento a las distintas manifestaciones de la inteligencia y para descubrir nuevas estrategias de aprendizaje para todos y cada uno de los estudiantes.

El catedrático de Psicología de la Discapacidad de la Universidad de Salamanca (USAL), Miguel Ángel Verdugo, ha defendido que la educación inclusiva genera “resultados superiores en rendimiento académico, interacción social y habilidades” en todos los alumnos, puesto que el compartir con chicos que presentan alguna discapacidad hace que la mayoría de jóvenes se vuelva más solidario, más comprensivo de las diferencias que puede haber entre una persona y otra, y esto hace que sea más fácil la integración entre unos y otros (Paredes, 2014).

A su vez, Verdugo lamenta la frecuencia con la que se encuentran “prejuicios” entre los profesores, que “tienden a fijarse únicamente en lo que los alumnos no hacen bien, en lugar de los logros que obtiene, justificando así la falta de resultados”. Desde su punto de vista, el camino hacia la inclusión educativa debe suponer “un cambio cultural que requiere planificación, incentivación y evaluación continua” (2016). Por tanto, queda claro que hay profundizar en laformación de profesorado para la educación inclusiva, haciendo hincapié en la capacitación para un nuevo rol, tanto del profesor tutor como del de apoyo, para poder llevar a cabo estrategias adecuadas para la mejora escolar y el mantenimiento de la motivación de cada alumno.

ISEP cuenta con el Máster en Educación Especial con el que el maestro conocerá los instrumentos de observación y registro para detectar dificultades de aprendizaje en sus alumnos y ajustar la atención psicopedagógica que requiera cada niño con necesidades especiales. Sabrá desarrollar programas de intervención específicos en distintas áreas de aprendizaje. La formación del profesorado es clave para conseguir la tan anhelada educación inclusiva en España.

Fuente artículo: http://www.isep.es/actualidad-educacion/la-clave-de-educacion-inclusiva-en-espana-esta-en-la-formacion-del-profesorado/

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Alvin Toffler, padre de la revolución digital, ofrece rutas para la escuela del futuro

Por: Fausto Segovia Baus 

El mundo se ha conmovido con la noticia del fallecimiento de Alvin Toffler, un científico de rostro humano, un profeta de nuestro tiempo, quien estudió la sociedad desde nuevos y arriesgados frentes: las nuevas tecnologías, los efectos de la globalización y el imperio del conocimiento.Trazó, además, nuevas rutas para la educación en general, y para la escuela en particular.

 A los 87 años de edad, Alvin Toffler dejó de existir en Los Ángeles. Fue el escritor del futuro, de origen estadounidense, un profeta laico de enormes repercusiones en las ciencias y las tecnologías. Su obra será inmarcesible por sus contribuciones al desarrollo humano, al haber presagiado los cambios tecnológicos que vivimos y sus relaciones con la sociedad contemporánea.

• Obras maestras

De origen judío, Toffler nació en Nueva York en 1928. Fue doctor en Sociología, pero antes estudió filosofía y letras. Trabajó como periodista, investigador y docente universitario. Sus temas giraron sobre los cambios sociales derivados de la incidencia de las nuevas tecnologías de información y comunicación, en la última década del siglo XX y los comienzos del siglo XXI.

Escribió numerosas obras que incidieron en una generación de pensadores, entre los que se destacan Herbert Marshall McLuhan con ‘Aldea Global’, y Giovanni Sartori y su ‘El Homo Videns’. Alvin Toffler trabajó tres libros producto de sendas investigaciones: ‘El shock del futuro’, con su esposa Heidi, en 1970; ‘La tercera ola’, en 1980; y, ‘El cambio en el poder’, en 1990. ‘El shock del futuro’ se convirtió en un best-seller mundial, por su pensamiento premonitorio y lateral. Alvin Toffler pronosticó, por ejemplo, que el futuro de la humanidad iba a depender –no de la producción industrial y postindustrial, sino del conocimiento-. Y así fue. En tanto que en ‘La tercera ola’ identificó la gran ‘ola’ del desarrollo global –la sociedad del conocimiento-, luego de las revoluciones de la agricultura e industrial, primera y segunda ola, respectivamente. Y en ‘El cambio en el poder’ estudió las nuevas transformaciones de la riqueza, que imprimirían los dominios que controlan las tecnologías, los conocimientos y la violencia.

Toffler fue un adelantado de su tiempo. Sus propuestas fueron polémicas, pero en última instancia aceptadas por la comunidad científica y sus millones de seguidores. Fue el primero en hablar de la ‘era de información’ y presentó ideas vanguardistas sobre las secuelas de la vida, la sociedad y sus comportamientos. Sus enfoques originales en relación con la riqueza, construidas con su esposa Heidi, cambiaron las visiones tradicionales centradas en el dinero o los bienes. Ellos hablaron de ‘la riqueza que vemos y la riqueza que no vemos –los conocimientos- que plantearon novedosos análisis sobre el mundo y las modificaciones globales inminentes.

• Toffler para los docentes del siglo XXI

1. El conocimiento es la fuente más democrática de poder.

2. Formular la pregunta correcta es más importante que dar la respuesta correcta a una pregunta equivocada.

3. Tienes que pensar en cosas grandes mientras estés haciendo cosas pequeñas, de modo que todas las pequeñas cosas vayan en la misma dirección.

4. Hay que clausurar las escuelas (tradicionales).

5. El futuro será para aquellos que desarrollen habilidades o técnicas de pensamiento crítico.

6. La sociedad necesita todo tipo de habilidades que no son cognitivas, son emocionales, son afectivas. No podemos montar la sociedad sobre datos.

7. Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer o escribir, sino aquellos que no puedan aprender, desaprender y reaprender.

• La escuela del mañana según Toffler

Para concluir, una reflexión sobre la escuela del mañana, tomada de la entrevista que Hugo Alconada le hizo a Alvin Toffler, en 2009. Este fragmento no está hecho de respuestas, sino de las mejores preguntas: ‘¿Por qué no sumar a las aulas a quienes sin ser maestros, pueden ofrecerles otras perspectivas de aprendizaje a los chicos? ¿Por qué no sentarlos durante media hora, una hora o lo que fuere con un piloto de avión? ¿O con un cocinero, un empleado de oficina o un empresario? Que se genere una ida y vuelta: ¿qué haces? ¿Cómo es tu vida diaria? Y, más relevante aún, ¿cómo introducir a los estudiantes al mundo actual, a la vanguardia de la tecnología de la información, cuando los maestros conocen tanto o menos de ellas que los alumnos?’

Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección:http://www.elcomercio.com/blogs/la-silla-vacia/alvin-toffler-padre-revolucion-digital.html. 

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Sobre la excepcional importancia de TeleSUR

Por: Atilio A. Boron
Rebelión

 En primer lugar agradecer la invitación que me hicieran las autoridades del Instituto Patria para participar en este panel en defensa de TeleSUR. Es un honor para mí poder decir algunas pocas palabras acerca de esta imprescindible señal informativa de Nuestra América. Y agradecer también las amables palabras de la coordinadora de esta mesa, Mariana Moyano, que le agradezco de todo corazón.
Iba a comenzar mi exposición yendo directamente al grano, pero las acertadas palabras de Oscar Laborde a propósito del supuesto “fin del ciclo progresista” me incitan a abundar un poco más en este asunto antes de referirme a la censura ejercida por el gobierno macrista en relación a TeleSUR.

Sobre el “fin del ciclo progresista”

Efectivamente, la derecha y los voceros del imperialismo vienen agitando hace tiempo la bandera del “fin de ciclo”. Lo que fue ya no está, y ahora viene otra cosa. Las políticas del pasado quedan relegadas al registro histórico y debemos aceptar resignadamente que otro ciclo ha comenzado: el ciclo del “neoliberalismo recargado” que por largos años estará presente y dominará nuestras vidas. La derecha ha regresado para “poner las cosas en su lugar”.

Ante ello quiero primero decir que este discurso es falso, que es una estratagema ideológica para desmovilizar, desmotivar y desanimar a quienes quisimos y queremos una sociedad mejor, una sociedad más justa. Se nos dice, desde arriba, que esa tentativa fracasó y que ahora, agotado ese ciclo, se deberá “sincerar” la economía (eufemismo para designar un ajuste brutal, la famosa “terapia de shock”) y reinstalar la sensatez en el reino de la política. En materia de política exterior esto quiere decir “regresar al mundo”, del cual supuestamente la Argentina se habría marchado desde el momentos en que a comienzos del “ciclo progresista” abrazó la política latinoamericanista y participó activamente en el rechazo del ALCA, la creación de la UNASUR y la CELAC y, también, de TeleSUR. Es necesario rechazar de plano estas acusaciones y defender con fuerza el camino emprendido en aquellos años. Mismo, que, como no podía ser de otro modo, no está exento de críticas pero que, a la hora de efectuar un balance, sus aciertos históricos superan sus errores y desaciertos.

Quiero también decir que esta estratagema no es nada novedosa. Ya conocemos versiones anteriores de la misma. En los años sesentas la propaganda imperial que circulaba a través de los medios y las estructuras académicas insistía en que habíamos entrado en la época del “fin de las ideologías”. Quienes por aquellos años éramos estudiantes de sociología debíamos afrontar el continuo diluvio de los divulgadores de las tesis de Daniel Bell y el discurso que exaltaba la neutra superioridad del saber técnico en la gestión de la vida económica y la obsolescencia de toda discusión en torno a la buena sociedad y los horizontes de la utopía.

Veinte años más tarde, en el contexto de la reconstrucción democrática, aparece otra variante de este discurso escatológico: en los años ochentas, la que ha pasado a mejor vida es la perturbadora “lucha de clases”. Un institucionalismo ingenuo que reemplazaba el análisis de las inevitables contradicciones sociales por el aceitado rodaje de las instituciones democráticas penetró con fuerza en el imaginario público y, por un corto tiempo, hizo perder de vista al conflicto social. Pero no tardó en producirse aquello que Freud denominara “el retorno de lo reprimido” porque, a poco andar, la lucha de clases irrumpió nuevamente en la vida política de la mano de las políticas de ajuste estructural, estabilización financiera y el pago de la monstruosa deuda externa que frustró las expectativas populares en los años posteriores a la derrota de las dictaduras, dejando como saldo un lamentable vaciamiento del proyecto democrático.

Ya en la década de los noventas, con el neoliberalismo rampante instalado en toda la región, apareció un politólogo norteamericano de origen japonés, Francis Fukuyama proclamando ya no el fin de las ideologías y de la lucha de clases ¡sino de la historia! Según esta alucinada pero nada inocente concepción, la historia concluyó con un resultado inapelable y definitivo: triunfo de la democracia liberal como forma de organización política y victoria del libre mercado como modelo de organización económica. Al igual que los otros “fines” este, el de la historia, fue terminantemente desmentido por el devenir del proceso histórico, por la dialéctica incesante de los cambios que sin pausa modifican día a día el paisaje de nuestra vida social. Esta burda concepción quedó sepultada bajo los escombros de las Torres Gemelas el 11 de Septiembre del 2001.

Por lo tanto, y a los efectos de no desviarme del tema, debo decir que el discurso actual del “fin del ciclo progresista” es otra engañifa de la derecha que debemos rechazar resueltamente porque su propósito es que nos demos por vencidos, que bajemos los brazos y que abandonemos la batalla. Cosa que no debemos hacer jamás, recordando lo que dijera tantas veces el Comandante Hugo Chávez: “¡aquí no se rinde nadie!” Una mirada sobria a la escena política latinoamericana basta para demostrar la falacia de aquel discurso. ¿Fin de ciclo? Pero si en la Argentina, único caso en donde un gobierno progresista perdió una elección presidencial, el gobierno de Macri está lejos de haberse consolidado. Apelando a mi benevolencia podría decirse que es un gobierno “tambaleante”, que gestiona a base de “ensayos y errores” y que, de no mediar una rápida recuperación de la economía corre el riesgo de sufrir una catastrófica derrota en las elecciones del próximo año. ¿Fin de ciclo en Brasil? Pero si el usurpador Michel Temer está enfrentando una denuncia por haber recibido sobornos corporativos por una cifra que supera los 41 millones de dólares, lo que puede detonar su fulminante eyección del Palacio del Planalto. Y si tal cosa ocurriera y hubiera que llamar a elecciones, que es lo que exige la ley brasileña cuando se produce la vacancia de presidente y vice, ¿qué dicen las encuestas, hoy? Dicen que Lula tiene una intención de voto del 21 %, contra 9 de su más inmediato rival, Aecio Neves. ¿Fin de ciclo? Y en Bolivia Evo Morales tiene mandato hasta comienzos del 2019; y en Ecuador cualquiera de los dos posibles candidatos de Alianza País le sacan más de veinte puntos de ventaja al mejor posicionado de la derecha. En Nicaragua Daniel Ortega está registrando una intención de voto cercana al ochenta por ciento, y en Paraguay se perfila con fuerza el posible retorno de Fernando Lugo. En suma: el discurso de “fin de ciclo progresista” es una trampa para desmovilizarnos y desmoralizarnos y que es necesario rechazar con energía.

Sobre la excepcional importancia de TeleSUR

Dicho lo anterior, ¿cómo explicar el brutal ataque del gobierno nacional a TeleSUR? ¿Por qué ese enfermizo empecinamiento para excluir a la señal informativa de América Latina de las pantallas argentinas?

Para responder a esta pregunta apelaré primero a lo que decía en una audiencia convocada por la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos un miembro informante del Pentágono: “en el mundo de hoy la guerra antisubversiva se libra en los medios, no en las junglas y selvas o en los suburbios decadentes del Tercer mundo. Ese es el principal teatro de operaciones.” Dado que esto indudablemente es así se entiende el encono de la derecha vernácula y sus mandantes imperiales en contra de TeleSUR. La lucha de clases prosigue su curso, sólo que el escenario principal –se entiende que no el único-se ha trasladado a los medios. Y lo hizo porque, tal como lo dijera Fidel, la “batalla de ideas” es de suprema importancia. El neoliberalismo ha demostrado ser un fracaso rotundo en la arena económica porque ni garantizó el crecimiento económico y, mucho menos, la distribución progresiva de los ingresos. La famosa “teoría del derrame” es insanablemente falsa y más que una teoría científica un instrumento de propaganda de la derecha. Pero a pesar de esto, recordaba Fidel, el imperialismo se anotó grandes triunfos en la “batalla de ideas”. Y para contrarrestar necesitamos armas como las que nos provee TeleSUR. La derecha también sabe esto y por eso la combate sin piedad e impide que se pueda ver sea en televisión abierta como por la vía del cable. Esto ocurre en Chile, en Colombia, en Brasil y en muchos otros países. No era el caso en la Argentina, pero por eso vino el gobierno de Macri para “corregir” ese error del anterior gobierno.

En ese crucial campo de la lucha antisubversiva que son los medios (y recordemos que quienes nos oponemos al capitalismo y al neoliberalismo somos caracterizados como “subversivos”) se produjo en las últimas décadas un fenomenal proceso de concentración corporativa. En una intervención hecha un par de años atrás el cineasta y documentalista australiano John Pilger afirmó que este proceso de concentración remata en la instauración de un “gobierno invisible” e incontrolable, que no rinde cuentas ante nadie y que actúa sin ninguna clase de restricciones efectivas a su enorme poderío. Por supuesto, una estructura de este tipo, agregamos nosotros, es absolutamente incompatible con la democracia. Pero oigamos a Pilger: “Hay que considerar cómo ha crecido el poder de ese gobierno invisible. En 1983, 50 corporaciones poseían los principales medios globales, la mayoría de ellas estadounidenses. En 2002 había disminuido a sólo 9 corporaciones. Actualmente son probablemente unas 5. Rupert Murdoch (de la megacadena Fox) ha predicho que habrá sólo tres gigantes mediáticos globales, y su compañía será uno de ellos.”

Concentración mediática, oligopolios multimedia que medran también en Nuestra América: O Globo en Brasil, Televisa en México, Clarín en la Argentina y el duopolio massmediático en Colombia son exponentes regionales de esta tendencia que, por doquier, constituye una mortal amenaza a la democracia. Porque, ¿qué duda cabe?, no puede haber estado democrático, o una democracia genuina, si el espacio público del cual los medios son su “sistema nervioso” tiene una estructura profundamente antidemocrática, en cuyo vértice se encuentra un puñado de enormes corporaciones multimediáticas que dominan a su antojo la escena mediática. Gracias a los grandes avances de las ciencias de la conducta y las neurociencias un enorme intelectual norteamericano como Noam Chomsky asegura que los medios han adquirido una formidable capacidad para “formatear” la opinión política, imponer su agenda de prioridades y, en algunos casos –no siempre- son capaces de fabricar a los líderes políticos (caso de Silvio Berlusconi en Italia) que habrán gobernar. Y si no los inventan del todo ayudan a la emergencia de algunos, a los que brindan toda su protección y le ofrecen un “blindaje mediático” que los torna prácticamente inmunes a toda crítica, como lo comprueba, en estos días, el papel de los medios hegemónicos en la Argentina y Brasil. La amenaza a la democracia es enorme porque con la concentración de los medios y la instauración de una aplastante hegemonía se consolida en la esfera pública un poder oligárquico que, articulado con los grandes intereses empresariales, puede manipular sin contrapesos la conciencia de los televidentes y del público en general, instalar agendas políticas y candidaturas e inducir comportamientos políticos, todo lo cual desnaturaliza profundamente el proceso democrático.

De ahí la enorme importancia de TeleSUR, creada por obra de la sabia inspiración del Comandante Hugo Chávez, que percibió como pocos la gravísima amenaza que para el futuro democrático de Nuestra América representaban los medios controlados por una coalición absoluta e intransigentemente enemiga de cualquier proyecto democratizador. La situación exigía una lucha permanente en contra de esos bastiones del autoritarismo y la reacción, batalla que debía ser librada a escala continental. En las reuniones previas a la creación de TeleSUR Chávez recordaba una sentencia de Simón Bolívar más que apropiada para los tiempos actuales: “nos dominan menos por la fuerza que por la ignorancia y la superstición.” Precisamente, para combatir ambas fue creada TeleSUR. La beligerancia de la derecha no es casual si se tiene en cuenta la trascendental labor hecha por esta señal informativa desde el momento en que apareciera, once años atrás. Gracias a ella no sólo estamos informados, cuando antes estábamos desinformados; sino que estamos bien informados, con periodistas que comparten nuestra cultura y nuestros sueños, que nos muestran lo que las oligarquías locales y el imperialismo no quieren que veamos, como las infames maniobras perpetradas durante el golpe en Honduras o los crímenes perpetrados por la OTAN en Libia. Con haber hecho sólo esto TeleSUR habría justificado con creces su existencia.

Pero hizo mucho más: TeleSUR fue un factor importantísimo en la creación y consolidación de una conciencia nuestroamericana. Gracias a TeleSUR hoy todos los pueblos de la región somos más latinoamericanos que antes, hemos adquirido conciencia de que o somos una Patria Grande o no seremos nada. El gran proyecto bolivariano, relanzado por obra de Chávez, encontró en esta señal de noticias un instrumento irreemplazable para acelerar su concreción. TeleSUR nos mostró cada rincón de América Latina y el Caribe, tendió puentes entre pueblos que antes desconocían por completo lo que ocurría en otros países del área, su cultura, sus costumbres, su vida cotidiana, sus problemas y sus logros; fomentó por eso mismo la creación de esa nueva conciencia nuestroamericana que fue prerrequisito para la aparición de instituciones regionales como la UNASUR y la CELAC. Por eso TeleSUR atrae como un pararrayos las iras del imperio y el odio de sus lugartenientes y peones en América Latina y el Caribe. La verdad es intolerable, y TeleSUR muestra la verdad de lo que ocurre no solo en esta parte del mundo sino en todo el planeta. Muestra con esclarecedora sobriedad los estragos que el imperialismo perpetra día tras día. Al hacerlo, despierta a los pueblos y alienta su rebeldía en contra de un orden imperial que a diario acaba con la vida de decenas de miles de personas en todo el mundo. Por eso su voz debe ser acallada, y sus imágenes apagadas. Por eso la reacción del gobierno argentino, por eso la censura a que es sometida no sólo aquí sino también en Chile, Colombia, Brasil y tantos otros países. Pero, como dice el refrán popular, no se puede tapar al sol con un dedo. Más pronto que tarde TeleSUR, la única señal noticiosa de noticias de América Latina y el Caribe, será restablecida en Argentina y recibida en los países que, todavía hoy, permanecen sumidos en aquella “ignorancia y superstición” que tanto preocupara al Libertador y que la derecha se empeña en perpetuar.

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La importancia de las cosas

Por: Carolina Vásquez Araya

La capacidad de olvido es parte de un mecanismo de sobrevivencia.

Las grandes tragedias tienen un efecto particular: nos dan una via emocional para canalizar la frustración y la rabia acumuladas a lo largo de nuestra existencia, provocadas en su mayoría por una incapacidad atávica de confrontar aquello que nos ofende como seres humanos por comodidad, por miedo o por esa pasividad que nos va ganando mientras se disipan los ecos del hecho que nos conmueve. Entonces construimos barreras mentales para no saber, no sentir, no actuar.

Ciertos eventos espectaculares nos hacen reaccionar con todo nuestro arsenal de sentimientos y una empatía sublimada por la distancia física y la cercanía mediática. Y sufrimos por víctimas lejanas, lo cual no tendría nada de malo si no fuera porque aquellas tragedias cercanas, las ocurridas a pocas cuadras de nuestro hogar, nos dejan totalmente indiferentes.

Expertos en el arte de la evasión, rechazamos el contacto con la realidad sin tener en cuenta que esa realidad supuestamente ajena y extraña a nuestro entorno nos está cercando, nos toca en directo y termina por transformar nuestra vida en todos sus aspectos. Hacemos esfuerzos desproporcionados por enfocar nuestra atención en los mínimos puntos porcentuales de avances relativos con tal de no ver los grandes retrocesos en los temas cruciales.

Guatemala cruza por una crisis mucho mayor que la totalidad de sus fragmentos. En otras palabras: la situación de la niñez y la juventud, la marginación de los pueblos originarios, la discriminación de la mujer en los espacios de decisión, el desastre ecológico a nivel del territorio, las explotaciones incontroladas de su riqueza mineral y tantas otras fuentes de conflicto –como el tema agrario o una legislación pendiente sobre el derecho al uso del agua- conforman un cuadro global más grave de lo que el ciudadano percibe a simple vista.

Como un ejercicio interesante para adentrarse en el pensamiento del habitante urbano –principal emisor de opiniones, juicios y pronósticos- es conocer su grado de conocimiento sobre ciertos temas. Por ejemplo, algo cercano como la vida de las familias que habitan el vertedero de la zona 3, sobreviviendo en ese foco de contaminación y abandono. Allí, en donde los niños se disputan los despojos con los zopilotes en una atmósfera putrefacta, sin mayores perspectivas de escapar para tener una vida saludable, educarse y desarrollar sus habilidades como todo ser humano.

Se ha demostrado que la niñez no es un tema “de plaza” . Tampoco lo es el estado de los ríos o las fuentes de abastecimiento de agua, ni llega a la plaza la demanda por una ley que proteja a las trabajadoras de casa particular, muchas de las cuales viven en una situación de esclavitud de hecho, aunque disfrazada con un barniz de condescendencia ladina. ¿Temas de plaza? Muchos más, como el acceso a una educación de calidad para la totalidad de la población infantil, alimentación garantizada para evitarles el daño producto de la desnutrición crónica, protección contra la violencia sexual y acceso a los servicios de salud.

Por supuesto es más cómodo encerrarse a escuchar las noticias que vivirlas. Pero ninguna sociedad avanza sobre el silencio de sus integrantes y el de una prensa para la cual ciertos temas carecen de relevancia o de impacto en sus estadísticas de preferencia.

Las tragedias ajenas son importantes pero sobre las propias es posible actuar y contribuir a minimizar sus efectos. Guatemala es uno de los países más vulnerables del mundo y está entre los menos desarrollados en temas sustantivos, como la niñez. La indiferencia no es una opción.

elquintopatio@gmail.com

Blog de la autora: http://www.carolinavasquezaraya.com

@carvasar

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Críticas y convergencias con la Teoría de la Dependencia

Por: Claudio Katz

En los años 70 Agustín Cueva fue el principal crítico marxista de las Teorías de la Dependencia. Objetó la tesis del desarrollo asociado, cuestionó la visión metrópoli-satélite y mantuvo intensas polémicas con Bambirra, Dos Santos y Marini. Pero a partir de confluencias políticas, en la década siguiente participó de un reencuentro teórico que modificó el abordaje del subdesarrollo.

FUNCIONALISMO SIN SUJETOS

Cueva sobresalió como un intelectual muy creativo. Se forjó en el ambiente localista de Ecuador, absorbió concepciones estructuralistas en Francia y maduró su novedosa mirada historiográfica en México. Compartió ciertas estrategias políticas con los partidos comunistas, pero cuestionó el dogmatismo imperante en la URSS (Prado, 1992).

Sus debates con la teoría de la dependencia comenzaron con tres objeciones al esquema de Cardoso-Faletto. Criticó, en primer término, el uso de criterios funcionalistas para explicar la historia de América Latina, señalando que el “desarrollo hacia adentro” o las “colonias de explotación” carecían de la consistencia explicativa. Retrataban peculiaridades de ciertas áreas o singularidades de los productos exportados, pero no aportaban criterios para la interpretación del subdesarrollo.

Cueva puntualizó que las ventajas o inconvenientes generados por los recursos de cada región no clarifican la lógica capitalista, ni esclarecen las aptitudes diferenciadas para la acumulación. Señaló que sólo los conceptos marxistas de fuerzas productivas, relaciones de producción y lucha de clases facilitan ese análisis (Cueva, 1976).

El pensador ecuatoriano estimó que Cardoso soslayaba los procesos histórico-sociales en todas sus caracterizaciones. Señaló que FHC ofrecía una descripción de las ventajas del control nacional sobre los recursos (México) frente a su administración foránea (pequeños países de Centroamérica). Destacó que también retrataba las conveniencias de ciertas alianzas políticas para incentivar la industrialización (Brasil en los años 60) u obstruirla (Argentina en el mismo periodo) (Cueva, 1973:102).

Pero el teórico andino puntualizó que en ese pantallazo, los desequilibrios de la acumulación capitalista eran tan omitidos como los conflictos entre los grupos dominantes.

Cueva objetó, en segundo lugar, el razonamiento “externalista” de Cardoso. Destacó que su enfoque sustituía el análisis de cada economía latinoamericana por una simple constatación de inserciones en el mercado mundial. Señaló que la contraposición entre situaciones de enclave y control nacional de los recursos nacionales registraba conexiones externas, sin indagar la dinámica endógena del desenvolvimiento de cada país.

Estimó que la omisión de la dimensión agraria ilustraba ese desconocimiento de los procesos internos. Destacó especialmente la ausencia de referencias a los conflictos entre campesinos y latifundistas, que determinaron los principales desenlaces progresivos (México) o regresivos (Perú, Colombia) de la historia regional. Observó que en muchas circunstancias esos procesos fueron más determinante del subdesarrollo que las exacciones externas.

En tercer lugar, Cueva advirtió la total ausencia de sujetos populares en la radiografía expuesta por Cardoso. Remarcó que presentaba al pueblo como un acompañante pasivo de las alianzas tejidas por las burocracias con las clases dominantes.

El teórico ecuatoriano señaló que FHC sólo reconocía cierta gravitación de la clase media, ignorando por completo a los obreros, campesinos o desposeídos. Estimó que ese desconocimiento obstruía cualquier análisis de lo acontecido en un continente convulsionado por rebeliones y resistencias populares (Cueva, 1976).

Con esta temprana percepción del funcionalismo, el externalismo y la omisión de las confrontaciones de clases, Cueva puso de relieve defectos en la obra de Cardoso, que los teóricos marxistas de la dependencia resaltaron con mayor tardanza (Katz, 2016).

EXOGENISMO MECÁNICO

Cueva objetó también la visión externalista del esquema metrópoli-satélite y la interpretación del subdesarrollo como un resultado exclusivo de la inserción subordinada en el mercado mundial (Cueva, 1979a: 7-11).

Cuestionó el énfasis unilateral de Frank en los desequilibrios exógenos, señalando que América Latina no era dependiente por su integración en el mercado mundial, sino por la obstrucción interna a su desarrollo. Observó que el predominio de rentas improductivas generadas por la primacía de las haciendas, plantaciones y latifundios bloqueó más la acumulación de capital, que las succiones coloniales o imperiales .

El pensador ecuatoriano atribuyó los errores de Frank a su asimilación acrítica de los enfoques de la CEPAL, exclusivamente centrados en el deterioro de los términos de intercambio. Señaló que esa mirada indujo a generalizaciones excesivas y a suponer que todas las sociedades latinoamericanas están cortadas por un mismo patrón.

Cueva destacó que el simplificado modelo de satélites y metrópolis omite las diferencias entre economías tan disimiles como Chile y Brasil. Cuestionó también la atención excluyente a l comercio en desmedro de la producción, como principal determinante del subdesarrollo (Cueva, 1986) . Varios autores de la época tipificaron ese defecto con el término de “circulacionismo”.

El crítico andino también cuestionó las conclusiones de su colega alemán. Estimó que la conocida fórmula para describir el retraso latinoamericano (“desarrollo del subdesarrollo”) sugería un erróneo escenario de estancamiento.

Cueva objetó la identificación de una situación dependiente con bloqueos a cualquier expansión y propuso indagar a Latinoamérica como un eslabón débil del desarrollo desigual del capitalismo. Resaltó que la competencia y la inversión son incompatibles con el estancamiento, en un sistema sujeto a espirales de contradicciones (Cueva, 1977: 98-113, 437-442).

El teórico ecuatoriano criticó, además, la desconsideración por los antagonismos entre opresores y oprimidos. Cuestionó la sustitución analítica de las luchas y las sublevaciones por meras clasificaciones de satélites.

Frank no respondió. Se limitó a registrar esos señalamientos como un indicio del impacto generado por su propia obra. Esta actitud fue congruente con el abandono de la Teoría de la Dependencia que consumó al poco tiempo de haberla formulado (Frank, 1970: 305-327).

Posteriormente retomó el tema afirmando que su enfoque nunca privilegió el comercio, ni desconoció las dimensiones endógenas. Pero no aportó argumentos para justificar esa opinión (Frank, 2005).

Las observaciones de Cueva sintonizaron con objeciones de otros analistas, que remarcaron “unilateralidades” del enfoque metrópoli-satélite (Vitale, 1981), su “exagerado dependentismo” (Martins, 2009) o su “pesimismo apocalíptico” (Boron, 2008).

PROBLEMAS DEL PAN-CAPITALISMO

La crítica de Cueva se extendió al diagnóstico del capitalismo comercial instaurado en América Latina desde el siglo XVI. Frank afirmaba que desde esa época predominó en la región un sistema de producción orientado por el mercado. Expuso esa tesis en polémica con las teorías del pasado feudal, señalando que nunca rigió una economía cerrada o meramente rural (Frank, 1970: 31-39, 167-168).

Cueva remontó también el origen del subdesarrollo a la colonia, pero no atribuyó ese problema al comercio. Recordó la devastación sufrida durante la “des-acumulación originaria” impuesta por la conquista y señaló que esa depredación no instauró modalidades capitalistas (Cueva, 1973: 65-78).

El pensador andino criticó la identificación del capitalismo con el intercambio comercial. Contrapuso la asociación de ese sistema con la economía monetaria (Adam Smith), a su presentación como un modo de producción basado en la explotación del trabajo asalariado (Marx). Subrayó que el capitalismo presupone procesos industriales de extracción de plusvalía, inexistentes en esa época no sólo en América Latina, sino también en Europa.

Cueva remarcó la preeminencia inicial en América Latina de regímenes pre-capitalistas estrechamente conectados con el naciente mercado mundial. Objetó el simplificado contrapunto entre los intérpretes de la colonización feudal y capitalista, destacando la imposibilidad de corroborar ambas caracterizaciones. Propuso incorporar la noción de formaciones económico-sociales para resolver ese problema (Cueva, 1988).

Señaló que las articulaciones de variados modos de producción rigieron desde la conquista hasta el siglo XIX (Cueva, 1979a: 60-68). D istinguió especialmente tres modalidades: la servidumbre en la hacienda, la esclavitud en las plantaciones y el trabajo asalariado en los latifundios. Entendió que esta atención por la forma de explotación imperante era más congruente con el marxismo, que la jerarquización analítica del comercio exterior. Rechazó el pan-capitalismo de Frank por reducir cuatro siglos de historia a la primacía de un modo de producción contemporáneo (Cueva, 1978).

El pensador ecuatoriano también destacó que el concepto de formaciones económico-sociales era indispensable para comprender el subdesarrollo desigual de América Latina. Estimó que lo ocurrido en cada proceso nacional se explicaba por la disolución de las bases pre-capitalistas, que precedieron al afianzamiento de los modelos oligárquicos predominantes desde el siglo XIX (Cueva, 1982).

El teórico andino ubicó el origen contemporáneo del subdesarrollo en la consolidación de la gran propiedad rural y describió cómo las repúblicas balcanizadas impidieron el surgimiento de los farmers. Situó la causa central del atraso latinoamericano en la carencia (Ecuador, Brasil) o insuficiencia de transformaciones agrarias (México, Bolivia).

Esta relevancia asignada a los determinantes internos del subdesarrollo sintonizó con otras miradas igualmente inspiradas en el enfoque althusseriano (Howard; King, 1989: 205-215). Todas rechazaban las contraposiciones tradicionales entre feudalismo y capitalismo, subrayando el predominio de mixturas condicionadas por la penetración desigual e insuficiente del capitalismo.

Estas visiones empalmaron con las objeciones dentro de la propia teoría marxista de la dependencia a la omisión de las estructuras internas y con la crítica a la falsa equiparación de situaciones coloniales y contemporáneas (Dos Santos, 1978: 303-304, 336-337; Marini, 1973:19). Estos cuestionamientos resaltaron el olvido de las raíces de la dependencia en el plano productivo (Chilcote, 1983) y convergieron con otros críticos de la tesis del capitalismo vigente en América Latina desde 1492 (Salama, 1976:13). 

Cueva también objetó el desconocimiento del protagonismo que tuvieron las clases populares en la historia latinoamericana . Señaló que Frank ignoró esa incidencia en las luchas por la I ndependencia y en las revoluciones agrarias, nacionales o antiimperialistas de la centuria posterior (Cueva, 1979a: 69-93).

El teórico ecuatoriano abordó el estudio del pasado desde una óptica de los oprimidos (“historia por abajo”), para subrayar cómo ese legado nutrió la cultura de la izquierda. Propició un enfoque que despuntaba también en teóricos marxistas de otras regiones. Los historiadores ingleses, por ejemplo, exploraban en esa época una nueva síntesis entre el papel de estructuras económicas y el rol definitorio de la lucha social (Kaye, 1989).

¿SINGULARIDAD METODOLÓGICA?

Cueva también criticó el status teórico del concepto dependencia. Objetó la enunciación de leyes específicas del capitalismo subordinado, señalando que esos principios sólo se corresponden con la universalidad de los modos de producción, sin aludir al centro o a la periferia. Precisó que las formaciones sociales específicas no están sujetas a ningún tipo de legalidad (Cueva, 1976).

El pensador ecuatoriano formuló estas observaciones en términos genéricos, pero reprochó la errónea búsqueda de leyes peculiares a “un autor tan riguroso” como Marini.

Cueva no cuestionó la existencia de una dinámica específica de la economía latinoamericana. Objetó su presentación como leyes, señalando que esas reglas explican el funcionamiento del feudalismo o el capitalismo, sin extenderse a los ámbitos peculiares de esos sistemas (Cueva, 1979b).

El pensador andino no profundizó en las consecuencias epistemológicas de su planteo. No pretendía iniciar una controversia filosófica, sino aportar argumentos al debate con los teóricos del singularismo regional. Por eso le cuestionó a Cardoso su búsqueda de originalidades latinoamericanas y rechazó la vehemencia identitaria de muchos auspiciantes de las ciencias sociales latinoamericanas.

Cueva tenía preocupaciones inversas a Marini. En vez de lamentar la ausencia de autores localizados en la región, resaltaba el exceso de provincialismo y la escasa absorción de ideas universalistas. Desechaba la existencia de “categorías nuestras” y confrontaba con las mitologías regionalistas (Cueva, 1979a: 83-93).  

En este debate Cueva prolongaba la batalla que había librado en Ecuador contra la ideología del mestizaje. Denunciaba el retrato imaginario de una armónica convivencia entre pueblos, que difundían los pensadores de las clases dominantes. Estimaba que ese idílico universo encubría la opresión ejercida por las elites adineradas y cuestionaba esa demagogia nacionalista desde una postura socialista (Tinajero, 2012: 9-35).

Esta oposición al nacionalismo populista explica la hostilidad de Cueva a la pretensión de elevar el status conceptual de la teoría de la dependencia. Rechazó esa aspiración afirmando que América Latina estaba regida por principios generales del capitalismo.

Para el teórico ecuatoriano las sociedades latinoamericanas era particulares, pero no originales y la indagación de sus dinámicas no implicaba descubrir leyes propias de la región.

Pero sus críticas sólo eran pertinentes para los pensadores que recurrían a explicaciones espiritualistas de la identidad latinoamericana o para los constructores de forzados de destinos nacionales. Ninguno de esos defectos se verificaba en los teóricos marxistas de la dependencia. Las acusaciones de nostalgia nacionalista contra varios integrantes de esa corriente carecían de justificación.

No sólo Dos Santos, Marini y Bambirra postulaban enfoques socialistas con miradas universalistas. Cardoso mantenía afinidades con el cosmopolitismo liberal y Gunder Frank con variantes libertarias de ese mismo ideario. El equívoco de Cueva estuvo muy influido por el tenso clima político de los años 70.

EL BALANCE DE LA UNIDAD POPULAR

Todos los participantes del debate de la dependencia estuvieron personalmente involucrados en la experiencia de la Unidad Popular chilena. Al igual que sus colegas, Cueva tuvo enormes expectativas en un desemboque socialista de ese proceso. Describió esa oportunidad en un país con excepcionales tradiciones de continuidad institucional. Señaló que ese legado facilitó el triunfo electoral de la izquierda, pero fue también utilizado por el pinochetismo para preparar el golpe .

Cueva estimó que la derecha demostró una voluntad de poder ausente en la UP. Esa coalición buscó acuerdos con la oposición y no supo utilizar el respaldo popular para desbaratar la asonada.

El pensador ecuatoriano retrató el papel arbitral de Allende y la confianza socialdemócrata en el legalismo. Pero también criticó la conducta “aventurera” del MIR por su promoción de acciones directas “utilizadas por la derecha” (Cueva, 1979a: 97-140).

Marini extrajo un balance totalmente opuesto. Identificó el triunfo de la UP con la apertura de un proceso revolucionario y responsabilizó al Partido Comunista por la frustración de ese curso. Criticó especialmente la hostilidad de esa organización a cualquier desborde del marco político burgués.

El economista brasileño estimó que Allende quedó entrampado en una tolerancia suicida del golpe. Señaló que el MIR nunca realizó acciones adversas a la UP. Al contrario colaboró con ese gobierno, promovió comités para sostenerlo, alentó la reforma agraria y la continuidad de la producción saboteada por los capitalistas (Marini, 1976a). Reivindicó al mismo tiempo el intento de gestar formas de poder alternativo para contener a Pinochet (Marini, 1976b).

Dos Santos coincidió con Marini. Integraba el Partido Socialista y proponía la unión de toda la izquierda para radicalizar el proceso abierto con el gobierno de Allende (Dos Santos, 2009:11-26).

En una mirada retrospectiva la balanza de la discusión se inclina a favor de Marini. El teórico de la dependencia captó la disyuntiva imperante en 1970-73 entre el debut del socialismo y el triunfo de la reacción. Cueva eludió ese dilema con enunciados contradictorios.

El escritor ecuatoriano objetó tanto la miopía institucionalista como la acción directa, sin aclarar cuál de los dos problemas fue determinante del trágico desenlace. Mientras que la izquierda de la UP fomentaba el poder popular, el sector conservador de ese frente buscaba una alianza con la Democracia Cristiana, para gestar una etapa de capitalismo nacional.

Cueva sugirió una tercera opción sin explicar cómo podría implementarse. Criticó la supresión de etapas intermedias y el desconocimiento de la correlación de fuerzas (Cueva, 1979a: 7-11). Pero Marini tomaba en cuenta ambos problemas al apoyar las iniciativas desde abajo en los cordones industriales y las comunas agrarias.

Tanto Cueva como Marini promovían la conversión de los triunfos electorales de la izquierda en dinámicas radicales de conquista del poder. Pero confrontaron duramente en la definición de las estrategias para alcanzar ese objetivo. Esta divergencia se proyectó a otros planos y generó drásticas críticas (Cueva, 1988) y virulentas defensas de la Teoría de la Dependencia (Marini, 1993; Dos Santos, 1978: 351, 359, 361; Bambirra, 1978: 40-73).

ENDOGENISMO TRADICIONAL Y TRANSFORMADO

Aunque Cueva compartió la estrategia de muchos partidos comunistas, no cuestionó la Teoría de la Dependencia desde ese alineamiento. Su enfoque contrastó con las objeciones formuladas por esa corriente.

Los exponentes del comunismo oficial criticaban el rechazo de Frank, Marini y Dos Santos a la política de alianzas con la burguesía nacional. Señalaban que con esa oposición se negaba la primacía de la lucha antiimperialista, se desconocía la necesidad de los frentes poli-clasistas, se desvalorizaba al campesinado y se omitía la centralidad de la lucha democrática (Fernández; Ocampo, 1974).

Pero en los hechos las alianzas con las “burguesías progresistas” conducían a esos desaciertos. Esos grupos dominantes adoptaban posturas regresivas de atropello a los trabajadores y de sostén de la represión. El oficialismo comunista no registraba, además, las potencialidades socialistas abiertas con la revolución cubana, que dos teóricos de la dependencia expusieron en un elaborado texto ( Dos Santos; Bambirra, 1980).

Cueva no participó en esas discusiones, ni repitió las acusaciones que recibía el dependentismo por su parentesco con la “ideología burguesa”. Ese cuestionamiento resaltaba el contenido filosófico “idealista” de esa concepción, subrayando su desatención por las problemáticas materialistas de la relación del capital con el trabajo (Angotti, 1981). También alertaba contra la existencia de una confusa variedad de conceptos de la dependencia, que eran aprovechados por los autores pro-imperialistas.

La inconsistencia de estas observaciones salta a la vista en cualquier lectura contemporánea. Pero los disparos verbales sin contenido eran muy frecuentes en una época de razonamientos orquestados en torno a fidelidades o herejías hacia el partido. Cueva se ubicó en un ámbito político próximo al comunismo sin compartir esos códigos. Nunca sustituyó la reflexión por la demolición de los disidentes.

Tampoco crucificó a los teóricos de la dependencia por su resistencia a endiosar a la Unión Soviética, ni estimó que le “hacían el juego al imperialismo” por soslayar panegíricos del “campo socialista”.

El pensador ecuatoriano desenvolvió, en cambio, los argumentos endogenistas sugeridos por varios críticos comunistas de la teoría de la dependencia. Transformó vagas observaciones en sólidos planteos, objetando especialmente la atención unilateral por los procesos de circulación comercial, en desmedro de la dinámica productiva del capitalismo.

Cueva resaltó también la importancia de priorizar el atraso agrario como explicación del subdesarrollo subrayando el peso del latifundio, la gravitación de la renta y la incidencia del campesinado. Postuló que la asfixia endógena generada por el estancamiento agrario era más gravitante que la exacción exógeno-imperial.

Pero a diferencia del endogenismo tradicional, Cueva nunca atribuyó el retraso de la región a la persistencia de resabios feudales, ni planteó la necesidad de una alianza con la burguesía para superar esa rémora.

El teórico andino desenvolvió la crítica al exogenismo de Frank sin compartir los preceptos del endogenismo tradicional. Rechazó el mecánico esquema de etapas históricas sucesivas y razonó con criterios de desarrollo desigual y combinado.

En su madurez Cueva ponderó la atención de la Teoría de la Dependencia al lugar internacional de América Latina, pero continuó señalando la carencia de nítidas conexiones analíticas con los parámetros locales. Resaltó la génesis nacional del capitalismo y subrayó los determinantes internos de la acumulación. Buscó por esa vía aportar fundamentos endógenos al dependentismo.

COINCIDENCIAS CONTRA EL POS-MARXISMO

Con el afianzamiento de las dictaduras la Teoría de la Dependencia perdió gravitación. En los años 80 algunos autores diagnosticaron la disolución de esa escuela, junto al declive de los proyectos emancipación (Blomstrom; Hettne, 1990: 105, 250-253).

Ese retroceso no obedeció a miradas erróneas de la realidad latinoamericana, sino a las derrotas sufridas por los movimientos revolucionarios. Los conceptos de la dependencia no sucumbieron. F ueron silenciados por la contra-reforma neoliberal (López Hernández, 2005). La teoría que dominó el escenario precedente quedó relegada por motivos políticos y perdió interés entre nuevas generaciones distanciadas de la radicalidad anticapitalista.

La derrota electoral del Sandinismo en 1989 inauguró un repliegue de los proyectos socialistas, que se profundizó con la implosión de la Unión Soviética. La Teoría de la Dependencia decayó como consecuencia de ese retroceso.

Cueva y Marini receptaron de inmediato el golpe e iniciaron un proceso de aproximación en numerosos terrenos, aunque disintieron en la caracterización de las dictaduras.

El pensador ecuatoriano definió a esas tiranías como regímenes fascistas, equiparables a la barbarie de entre-guerra (Cueva, 1979a: 7-11). El teórico brasileño resaltó, en cambio, las diferencias con lo ocurrido en el Viejo Continente. Destacó la debilidad de las burguesías latinoamericanas, que aceptaban el rol sustituto de los militares sin forjar bases propias de sustentación política (Marini, 1976b).

Más allá de estos matices, ambos pensadores convergieron de inmediato en la prioridad de la resistencia democrática. Cuando decayeron las tiranías denunciaron los pactos concertados por los partidos tradicionales con los militares para perpetuar la cirugía neoliberal.

Cueva desplegó una intensa polémica con los autores que justificaban esas negociaciones. Señaló que esos acuerdos socorrían a los gendarmes, consagraban su impunidad y garantizaban las transformaciones regresivas del neoliberalismo (Cueva, 2012). Marini expuso la misma denuncia, mediante categóricos rechazos de la tutela militar de las transiciones pos-dictatoriales.

Pero la principal batalla convergente de Cueva y Marini fue la crítica a los intelectuales pos-marxistas (Laclau). Estos autores abandonaron el análisis de clase, desecharon la centralidad de la opresión imperial y consideraron perimida la acción de la izquierda. También redescubrieron la socialdemocracia y se reencontraron con los viejos partidos dominantes (Chilcote, 1990).

En este escenario Cueva y Marini concentraron todos sus dardos en la defensa del antiimperialismo y el socialismo y polemizaron con la presentación mistificada del capitalismo como un régimen inmodificable.

El escritor ecuatoriano también modificó en ese período su valoración del populismo. En vez de resaltar la funcionalidad de esa vertiente para la ideología burguesa, subrayó el fermento que aportaba a las concepciones jacobinas, que en América Latina enlazaban al nacionalismo radical con el socialismo (Cueva, 2012: 183-192).

En el mismo período Marini retornó a Brasil después de 20 años de exilio y enfrentó la hostilidad de los ex dependentistas acomodados en el universo académico. Denunció ese amoldamiento y retomó sus debates con Cardoso ( Marini, 1991) . La confluencia con Cueva fue un resultado natural de esa batalla contra adversarios comunes.

REENCUENTRO CON LA DEPENDENCIA

Cueva y Marini encararon una discusión también convergente con los teóricos neo-gramscianos (Aricó, Portantiero). Esa corriente reformulaba el pensamiento del comunista italiano, para derivar de ese enfoque una visión laudatoria de la democracia. Ignoraba el perfil distintivo de ese sistema político en los diversos regímenes sociales y estimaba que el antiimperialismo y la dependencia eran conceptos obsoletos.

Cueva rechazó esa visión presentado nuevos datos de la subordinación económica y el sometimiento político de América Latina . Ilustró cómo la dependencia se había acentuado con el agravamiento del endeudamiento externo (Cueva, 1986).

El teórico ecuatoriano señaló que el subdesarrollo persistía junto a los procesos de modernización. Resaltó la combinación de pobreza y opulencia vigente en Brasil (“Belindia”) y demostró la inexistencia de una aproximación de la economía latinoamericana con los países centrales (Cueva, 1979a: 7-11).

Con esta exposición Cueva precisó sus caracterizaciones anteriores. Afirmó que en los años 70 había criticado a la Teoría de la Dependencia desde posturas de izquierda, antagónicas con los cuestionamientos derechistas que observaba veinte años después. Declaró su total oposición a estas miradas y revalorizó los aciertos de la concepción que había cuestionado.

Cueva ratificó su proximidad con la Teoría de la Dependencia, aclarando que nunca negó la sumisión latinoamericana al orden imperial. Ratificó su pertenencia al mismo ámbito antiimperialista de los autores que objetó en el pasado. Señaló que sólo pretendió completar el enfoque dependentista, para superar su desconsideración de los determinantes internos del subdesarrollo (Cueva: 1988).

El pensador ecuatoriano expuso esta reconsideración con elogios al trabajo de Marini (Cueva, 2007:139-158) y a las posturas adoptadas por Dos Santos durante su retorno a Brasil (Cueva, 1986). A su vez, Marini reivindicó las críticas de Cueva a los intelectuales pos-marxistas y ponderó sus diferencias con otros autores endogenistas (Marini, 1993).

EL CAMINO INVERSO

Cueva fue el último exponente del endogenismo marxista y el precursor de una síntesis con la Teoría de la Dependencia. Buscó soluciones en el marxismo latinoamericano a los cuestionamientos que afrontaba esa última concepción. Siguió un rumbo contrario a otros pensadores de su tradición, que optaron por el rechazo del esquema centro-periferia y adoptaron una teoría comparativa de los capitalismos nacionales.

En ese curso se embarcó, por ejemplo, el inspirador francés de la Teoría de la Regulación, Alain Lipietz. Este pensador no trabajó específicamente la problemática latinoamericana, pero asimiló en sus inicios el mismo marxismo althusseriano de Cueva.

Con ese fundamento conceptual estudió la dinámica de los modos de producción articulados buscando comprender la singularidad de los modelos nacionales. Desde esa óptica expuso también fuertes objeciones a la Teoría de la Dependencia por su desconsideración de las condiciones internas (Lipietz, 1992: 20, 34-39, 62).

Pero a medidos de los 80 declaró su “cansancio” con el antiimperialismo y las interpretaciones marxistas del subdesarrollo . Objetó el principio de la polarización mundial, señalando que no existe un lugar predeterminado para cada economía en la división internacional del trabajo. Subrayó la existencia de muchos sitios disponibles para situaciones de dependencia o autonomía (Lipietz, 1992: 12-14, 25-30, 38-41).

El teórico francés concluyó este razonamiento ponderando la existencia de una gran variedad de capitalismos nacionales, cuyo rumbo es definido por las elites gobernantes, en función de escenarios sociales e institucionales cambiantes.

Esta tesis nutrió la Teoría de la Regulación -que mixturaba marxismo con heterodoxia keynesiana- y derivó posteriormente en las concepciones social-desarrollistas, que promueven esquemas de capitalismo redistributivo.

En este enfoque se verifican dos problemas que Cueva logró evitar. Por un lado, el abandono del horizonte socialista condujo a Lipietz, a concebir márgenes ilimitados del capitalismo para lidiar con sus propios desequilibrios.

Esa mirada supone que el mercado puede ser mejorado perfeccionando las instituciones, que la rentabilidad puede ser acotada con regulaciones estatales, que la explotación puede neutralizarse y que las crisis son manejables con dispositivos macro-económicos.

Con esos presupuestos de capitalismo auto-correctivo se promueve el régimen de acumulación más conveniente, para un sistema que siempre encontraría soluciones a sus contradicciones. De la descripción inicial de formas variadas del capitalismo se pasa a un diagnóstico de auto-superación de ese sistema, mediante tránsitos de un régimen de acumulación a otro (Husson, 2001:171-182).

El segundo problema de esta modalidad de endogenismo burgués es la omisión de los condicionamientos objetivos que impone la mundialización. Se supone que el capitalismo vigente en cada país constituye una elección soberana de sus ciudadanos.

Al resaltar la determinación puramente interna del curso imperante en cada nación se olvida cómo el capitalismo mundializado modela esas dinámicas nacionales.

La hostilidad a la teoría de la dependencia termina resucitando creencias de libre elección e imaginarios de capitalismo electivo. Cueva sorteó esos desaciertos al intuir las nuevas modalidades de subdesarrollo que genera la mundialización.

LA SÍNTESIS TEÓRICA

El camino de convergencia con Marini seguido por Cueva abrió el rumbo para una síntesis teórica. Ese empalme quedó planteado por el alineamiento de Cueva en el campo del dependentismo, no sólo como reacción frente a las críticas derechistas. El escritor andino reconoció la validez general de la vertiente marxista de esa concepción y distinguió ese enfoque de las simplificaciones de Frank y las inconsistencias de Cardoso.

Esta reconsideración permitió entender que la interpretación endogenista no era incompatible con la caracterización dependentista del subdesarrollo latinoamericano. Convergían de la misma forma que sintonizaron los marxistas de posguerra en la evaluación de la relación centro-periferia. Las mismas afinidades que conectaron a Sweezy-Baran, Amin y Mandel aunaron a los teóricos sudamericanos.

El encuentro de Cueva con Marini permitió decantar la teoría de la dependencia, depurar sus conceptos e incorporar aportes de otros pensadores. Esa síntesis fue un proceso de maduración simultánea. Al mismo tiempo que Cueva revalorizó la obra de sus viejos contendientes, Marini, Dos Santos y Bambirra afianzaron su distanciamiento de Frank y Cardoso.

La aproximación de endogenistas y exogenistas no implicó unanimidad, ni coincidencia plena. Cueva reafirmó su desacuerdo con varios conceptos de Marini. Resaltó el interés de los diagnósticos del ciclo productivo dependiente, pero remarcó la supremacía de la dimensión financiera .

El pensador ecuatoriano tampoco consideró satisfactorio el concepto de superexplotación, que siguió observando como una variante de la pauperización absoluta. Pero defendió enfáticamente a Marini de las acusaciones de “estancacionismo”, recordando que ese defecto signó la obra de Furtado (Cueva, 2012: 199-200) .

En la síntesis de Marini con Cueva se encuentran los pilares de una caracterización integral del status de América Latina. Partiendo de la condición subordinada y retrasada de la zona, esa visión permite distinguir tres niveles de análisis.

En el plano económico la región es subdesarrollada en comparación a los países avanzados. En la división internacional del trabajo Latinoamérica ocupa un lugar periférico, contrapuesto a la inserción privilegiada que detentan las potencias centrales. En el aspecto político padece dependencia, es decir márgenes de autonomía estrechos y contrapuestos al rol dominante que ejercen los imperios.

Subdesarrollo, periferia y dependencia constituyen, por lo tanto, conceptos conectados a una misma condición. Estas tres nociones no aparecen claramente diferenciadas en Cueva y en Marini, pero han sido precisadas por autores posteriores (Domingues, 2012) .

El marxista ecuatoriano y sus pares brasileños sugirieron una nítida interrelación entre los tres conceptos. Señalaron que la subordinación periférica al mercado mundial define distintos niveles de subdesarrollo, que son acentuados por la dependencia política.

Cueva y Marini resaltaron los márgenes reducidos que tiene América Latina -bajo el capitalismo- para modificar su status. Esta óptica difiere del camino abierto al desarrollo que imaginó Cardoso a partir de los años 80. También discrepa del sendero complemente cerrado a cualquier alteración que supuso Frank en la década del 70.

Los teóricos marxistas realizaron, además, exploraciones muy originales de las diferencias existentes al interior de la región. Cueva presentó un esquema de subdesarrollo desigual determinado por el grado de penetración capitalista vigente en cada país. Bambirra expuso una detallada clasificación de esas variedades y Marini investigó las singularidades de la economía más industrializada de la región.

En este abordaje cada autor jerarquizó distintas localizaciones. Cueva centró su atención en los países con resabios pre-capitalistas y Marini en las estructuras de mayor desenvolvimiento fabril.

Por esa razón el primer autor utilizó criterios endógenos aptos para el estudio del subdesarrollo agrario. El segundo privilegió en cambio parámetros de conexión con el mercado mundial, que son más útiles para comprender los desequilibrios de las economías semiindustrializadas.

CONVERGENCIA METODOLÓGICA

Una síntesis de Cueva con Marini permite superar la contraposición entre primacía del abordaje interno o externo en la interpretación del subdesarrollo.

Cueva criticó el externalismo simplificador, indagando cómo rigió en América Latina una articulación variable de los modos de producción, como consecuencia del insuficiente desarrollo capitalista. Analizó la cadena de determinaciones recíprocas que se estableció entre elementos internos retrasados y componentes externos avanzados . Por su parte Marini indagó de qué forma el capitalismo internacional condiciona todas las relaciones internas de la región .

La maduración de ambas miradas contribuyó a dejar atrás posiciones binarias igualmente reduccionistas. El énfasis en la subordinación externa o en la carencia del desarrollo interno -como causa del retraso- debe modificarse según la etapa histórica analizada o la zona específicamente estudiada.

Es evidente que la devastación externa fue el dato central en las primeras décadas de la conquista de América, mientras que la regresión interna prevaleció durante la fase posterior de consolidación del latifundio. A su vez la depredación externo-colonial padecida por los enclaves mineros difirió del estancamiento endógeno-agrario, generado por el afianzamiento de las haciendas.

La Teoría de la Dependencia provee un acertado esquema de explicación de la subordinación sufrida por América Latina. Pero necesita el complemento analítico del endogenismo, para analizar el bloqueo interno generado por la prolongada preeminencia de modalidades pre-capitalistas.

Osorio remarca cómo esa integración combina un abordaje totalizador del capitalismo dependiente, con un estudio peculiar de las formaciones históricas de la región. Destaca que estas modalidades sólo pueden ser esclarecidas evaluando su inserción en el mercado mundial. La teoría marxista de la dependencia define un marco analítico enriquecido por el endogenismo (Osorio, 2009: 94-98) .

La profundización de esta síntesis exige dejar atrás tres equívocos. En primer lugar la visión sin historicidad del esquema metrópoli-satélite, que confunde la situación colonial con la dependencia posterior, suponiendo que una misma contradicción se repite a lo largo del tiempo en estructuras invariables (Osorio, 2009: 86-89) .

En segundo término, corresponde abandonar el diálogo de sordos que se entabló entre las tesis de la colonización feudal y capitalista, desconociendo que la inserción de América Latina en el mercado mundial exigió recurrir a formas pre-capitalistas de producción (Osorio, 2009: 44-47) .

En tercer lugar hay que superar la falsa disyuntiva entre exogenistas puros, que ignoran cómo el capitalismo dependiente internaliza los condicionamientos externos y endogenistas puros, que desconocen la forma en que América Latina quedó inscripta en el mercado internacional (Osorio, 2009: 82-85) .

El empalme de Cueva con Marini, Dos Santos y Bambirra resuelve esos escollos a partir de un abordaje integrado, que asigna alta significación a la lucha de clases en el devenir de la historia. En los cuatro autores lo interno y lo externo no alude exclusivamente a desarrollos económicos, conquistas militares o hegemonías políticas. Se refiere a incidencias y desenlaces de la confrontación clasista.

Estos enfoques se alejan del funcionalismo de Cardoso y del distanciamiento de la acción política de Frank. Razonan en una tradición de atención simultánea al desenvolvimiento de las fuerzas productivas y a los resultados de la batalla social.

La convergencia de endogenistas y exogenistas contribuye a esclarecer también el controvertido status metodológico de la teoría marxista de la dependencia. Al principio Cueva planteó la inexistencia de leyes del capitalismo dependiente, estimando que esas normas sólo rigen para los modos de producción (capitalismo) y no para las modalidades específicas de esos sistemas (dependencia). Marini y Dos Santos definieron, en cambio, leyes de funcionamiento particulares de las regiones subdesarrolladas.

Al exigir una categorización tan restrictiva del objeto estudiado, la visión inicial de Cueva cerraba el camino para estudiar el funcionamiento específico de la periferia. Varios autores propusieron resolver esa encerrona, liberando la concepción de las fuertes exigencias que supone una teoría.

Sugirieron estudiar la dependencia como un paradigma, es decir un modelo aceptado por la comunidad de las ciencias sociales, a partir de las innovaciones radicales en las miradas prevalecientes (Blomstrom; Hettne, 1990) . En la misma línea de pensamiento otros autores postularon caracterizar a la dependencia como una perspectiva, un enfoque o un punto de vista ( Johnson, 1981).

En todas esas visiones se observa a la dependencia con un programa de investigación positivo. Su estudio permite esclarecer las relaciones centro-periferia, más allá del status epistemológico de esa indagación (Henfrey, 1981).

El paradigma de la dependencia y del subdesarrollo estudia, por lo tanto, la dinámica de la acumulación que distingue a la periferia e indaga las modalidades de funcionamiento específico del capitalismo dependiente.

En este abordaje tienen cabida las distintas variedades históricas de modos de producción y formaciones económico-sociales que rigieron en América Latina. Este enfoque incorpora, además, nuevos conceptos como el patrón de reproducción, para estudiar los modelos peculiares del capitalismo dependiente, en los períodos contemporáneos (Osorio, 2012:37-86) . Las investigaciones iniciadas por Marini y Cueva inspiraron este fructífero desarrollo reciente .

BALANCES Y DECLIVES

La importancia de la convergencia de Cueva con Marini fue percibida por varios analistas. Registraron cómo las divergencias entre ambos autores se redujeron al compás de sus coincidencias políticas. Ese empalme esclareció las desinteligencias precedentes y permitió superarlas a fines de los 80. Los dos teóricos se reencontraron en el escenario neoliberal, desenvolviendo una batalla común en defensa del socialismo ( Gandásegui, 2009.

En esta convergencia definieron un abordaje similar para caracterizar la lógica del subdesarrollo y para desentrañar las causas de las brechas que separan a las economías avanzadas y retrasadas (Chilcote, 1981). En el nuevo marco político se decantaron las viejas posiciones ( Moreano, 2007) y se verificó que expresaban variantes de una misma matriz conceptual (Bugarelli, 2011).

Este empalme puede ser visto como otro ejemplo de la revisión más general de las interpretaciones que contraponían las lecturas “productivista” y “circulacionista” de Marx (Munck, 1981). La síntesis consumada ilustró la maduración del pensamiento social latinoamericano, que comparte ópticas antiimperialistas para el estudio de la región.

El contrapunto entre dependentismo y endogenismo perdió sentido a fin del siglo XX. Pero la maduración de Cueva también expresó el declive de un enfoque afectado por la definitiva extinción de los estadios pre-capitalistas.

El endogenismo ilustró la dinámica latinoamericana de la época colonial y clarificó la gravitación del atraso agrario en la era del imperialismo clásico. Pero tuvo escasa gravitación para indagar lo ocurrido durante de posguerra y no tiene relevancia para comprender el actual período de dominio pleno del capitalismo.

En esta etapa se han disuelto todos los resabios de los modos de producción articulados en formaciones económicas diferenciadas. En el siglo XXI sólo pueden distinguirse modelos, variedades o patrones de acumulación del capitalismo vigente en cada país. Ninguno de esos esquemas mantiene resabios pre-capitalistas.

El endogenismo se debilitó con la extinción de esas rémoras en el sector agrario. E l caso mexicano -tan observado por esa corriente -ilustra la reorganización radical de la vida rural bajo el patrón del agro-business, el fin de la auto-suficiencia, la sustitución de la vieja alimentación por las importaciones y la especialización en nuevos productos rentables.

Lo mismo se verifica en todas las economías andinas. El tipo de conflictos que genera esta transformación -desigualdad, éxodo rural, desposesión, lumpenización, narco-tráfico, informalidad laboral- es típico del capitalismo contemporáneo.

La propia definición endogenista del crecimiento como expansión del capitalismo explica su pérdida de significación. La consolidación de ese sistema quita utilidad a todas las observaciones precedentes sobre el desenvolvimiento insuficiente de ese modo de producción.

El declive endogenista también obedece a la pérdida de centralidad de las economías nacionales como consecuencia de la mundialización. Esa expansión recorta drásticamente todas las explicaciones del subdesarrollo en clave nacional (Chinchilla; Dietz, 1981).

Esa referencia era primordial para explicar cómo se articulaban varios modos de producción en cierto espacio regional bajo la custodia del estado. Pero la gravitación de la economía global redujo primero y anuló después la autonomía de esos procesos (Barkin, 1981). El avance de la internacionalización acrecienta drásticamente la primacía de los factores exógenos y explica la pérdida de interés en el endogenismo.

Pero ese declive colocó todos los interrogantes en el polo opuesto. ¿Qué ocurrió con los enfoques que enfatizan el condicionamiento externo como causa del atraso latinoamericano? ¿Cómo se relacionó la escuela del Sistema Mundial con la Teoría de la Dependencia? Abordaremos este tema en nuestro próximo artículo.

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Fuente del articulo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=216406&titular=cr%EDticas-y-convergencias-con-la-teor%EDa-de-la-dependencia-

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Reflexiones sobre el gobierno de Allende

Por: Marta Harnecker

A cuarenta y tres años de un 11 de septiembre que los latinoamericanos siempre recordarán, debemos preguntarnos qué lecciones podemos obtener de la experiencia chilena. En esta oportunidad, volvemos a publicar un texto importante de Marta Harnecker que subraya en particular que «en la medida en que el gobierno Allende fue avanzando, se fue creando internamente una verdadera situación contrarrevolucionaria. Los primeros síntomas ya eran patentes cuando Fidel visitó Chile en noviembre de 1971. Cada vez más sectores sociales de la derecha y sus aliados fueron participando en política: en cacerolazos, manifestaciones callejeras, paros de transportistas, huelgas en el cobre, manifestaciones contra los militares. Mientras que las fuerzas opositoras aplicaban consecuentemente su estrategia, las fuerzas de la Unidad Popular no lograban ponerse de acuerdo en torno al qué hacer»:
Reflexiones sobre el gobierno de Allende : estudiar el pasado para construir el futuro (junio 2003)

Descargar el texto en .PDF desde la Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSO:allende

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AMLO y la historia

¿Podrá AMLO traernos una ligera brisa de izquierda como en Brasil de Lula y Argentina de Kirchner?

Pedro Echeverría V.

1. Los gobiernos de Hugo Chávez-Maduro en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa de Ecuador, Lula Da Silva-Rousseff de Brasil, Ernesto y Cristina Kirchner de Argentina y José Mujica de Uruguay, metieron un aire fresco muy agradable y esperanzador en la primera década del siglo XXI en América. Sin embargo, con el derrumbe de la Kirchner en Argentina, de Rousseff en Brasil, así como el fuerte bloqueo a Nicolás Maduro de Venezuela, la agradable brisa que comenzaba a llegar al pueblo se transformó en una poderosa tormenta que está devolviendo la podredumbre a su lugar de antes. No era mucho lo que se esperaba porque aún el imperio yanqui es poderoso, pero deseábamos que por lo menos se conservara la hegemonía progresista en la zona.

2. Hoy Maduro ni siquiera puede ser representante de Mercosur (económico) porque Brasil, Argentina. Paraguay y Uruguay lo impiden dado que la ultraderecha se hizo de los gobiernos de los tres primeros países y, seguramente –aunque Unasur (político) representa un mayor número de países- seguramente el boicot de los EEUU contra Venezuela se hará más grande. Cuba, el faro de América, después de más de 50 años de Revolución, parece encaminarse a reconstruir un capitalismo “sui géneris” porque el bloqueo imperialista de los EEUU le impidió desarrollarse para salir de sus profundos problemas económicos. Como dirían en México: luchar contra el capitalismo buscando construir una sociedad igualitaria no son “enchiladas”, o sea, no es nada fácil.

3. En México la única esperanza electoral, de verdad la única –aunque yo nunca haya votado- la sigue encabezando Andrés Manuel López Obrador (AMLO, el Peje). Es, sin duda, el único político electoral honesto que, por sus recorridos por todos los pueblos del país durante 10 años, es el único en la historia. Pero el problema es que en las dos veces anteriores (2006 y 2012) que se presentó como candidato presidencial no fue derrotado sino defraudado por el sistema político electoral (primero por el PAN y luego por el PRI) absolutamente dominado por la derecha política, los empresarios y los medios de información. Por ello un triunfo de él es extremadamente difícil porque frente a una consigna de la clase dominante (“AMLO no puede llegar, es un peligro”) ¡No pasa!

4. AMLO sigue pensando con ingenuidad que los votos de los electores cuentan y que el pueblo es muy libre al depositarlos. Parece que su optimismo y pacifismo le da fuerza para vivir políticamente y para no sufrir ningún desánimo. Mi experiencia de más de 50 años me dice que los electores votan por quienes dirigen y manipulan el voto durante un año de campaña electoral donde se dilapidan miles de millones de pesos. Cuando la clase dominante determina quien sí y quien no se desatan todos los medios para comprar los votos, así como la intensísima propaganda; cuando dicen quien no, se desata el desprestigio, la calumnia, la persecución, para impedir a como dé lugar a la persona peligrosa. ¿En qué momento la población puede gozar de noticias neutrales si son de propiedad empresarial?

5. Los movimientos guerrilleros armados de los sesenta en América –organizados con el ejemplo de la revolución cubana victoriosa en 1959- con la firma de paz de la FARC (de Colombia) en 2016- desaparecieron (por lo menos unos veinte derrotados por las burguesías y el imperialismo) sin haber logrado los objetivos originalmente trazados. De otro lado, los movimientos de masas siguen luchando con heroísmo en las calles, plazas y campos; sin embargo, a pesar de magnas batallas, no han logrado construir un gobierno que responda a los intereses de los trabajadores. México y la lucha de los profesores de la Coordinadora (la CNTE) es un ejemplo de tenacidad, consecuencia, heroísmo durante años, pero la burguesía sigue campante.

6. Sólo he estado contento, feliz, lleno de entusiasmo, acompañándolas, cuando veo a las masas sublevadas, organizadas, lanzando sus consignas contra la explotación y el capitalismo; pero luego de estar con ellas meses, años, décadas, mis reflexiones me dicen que hay avances y retrocesos, que las luchas son más amplias, pero que la clase dominante tiene a mano infinidad de recursos mediatizadores y manipuladores en primer lugar, y de represión brutal si estos fallan. Peña Nieto, por donde se le quiera ver (en economía, política, desprestigio) está muy mal; pero el asunto es la clase política y empresarial que exige orden y disciplina para conservar el sistema capitalista de explotación. Dicen: “nosotros no salvamos a los hombres sino al sistema”.

7. Sigo siendo un militante del movimiento social de la Coordinadora (la CNTE). A pesar de no ser electorero, me encantaría que AMLO obtuviera la Presidencia de la República en 2018 para vivir una nueva experiencia. Creo conocer más o menos bien la experiencia de América a partir de sus gobiernos burgueses de derecha y de las luchas de los pueblos por su liberación. Sé de los enormes esfuerzos que haría López Obrador (primero, si lo dejan llegar) por lanzar muchas reformas en beneficio de la población, pero de lo que estoy seguro que llegaría condicionado por la gran burguesía empresarial y el imperialismo para ubicarse hasta un límite: No tocar las bases fundamentales del capitalismo ni aliarse con gobiernos que marchen por ese camino.

8. Con López Obrador habría una brisa agradable de izquierda que como Venezuela, Bolivia, Ecuador, la dejarían como brisa encantadora hasta que la clase poderosa diga ¡basta!, deje de invertir sus capitales, emplace al gobernante y reciba el apoyo imperial. La experiencia del asesinato de Allende en 1973 y el bloqueo de Cuba (de 1961 a 2016), el golpe de estado contra Chávez y las amenazas contra Maduro; sobre todo el desplazamiento de Brasil y el debilitamiento del BRICS, así como el apoyo al derechista presidente de Argentina, son sólo muy superficiales muestras de lo que podría esperarse de un gobierno progresista en México. Espero que la historia no sea tan lineal, pero no veo más que entusiasmo y buena voluntad porque las cosas salgan bien para el pueblo. (15/IX/16)

https://pedroecheverriav.wordpress.com

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