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La pionera de la ciencia ficción que imaginó utopías feministas en los años 30

03 de agosto de 2016 / Por: Marta Sofía Ruiz / Fuente: http://www.eldiario.es/

Pionera de la ciencia ficción, la estadounidense Lilith Lorraine escribió historias utópicas en las que imaginaba futuros lejanos con sociedades socialistas y feministas. Mientras, en su presente, fuera de las páginas de las revistas pulp en las que publicaba sus relatos, Estados Unidos se sumía en la Gran Depresión. Borrada de la historia del género, como muchas otras mujeres de la época, en sus narraciones la tecnología libera a la mujer y permite conseguir, después de una época de guerra, una sociedad elevada en armonía total.

Lilith Lorraine fue uno de los seudónimos de la escritora, editora y poetisa  Mary Maud Wright, originaria de Corpus Christi (Texas) donde situó muchas de sus historias. Fundadora de una escuela de idiomas en México, donde residió durante algunos años, de una escuela de radio y de una asociación de poesía llamada Avalon, Lorraine escribió historias de ciencia ficción en las que volcó su feminismo y su socialismo e imaginó utopías en las que la tecnología transformaba el mundo.

“Le inspiraba la posibilidad de que la ciencia ficción pudiera hacer que la gente imaginara futuros mejores”, explica a  HojaDeRouter.Com Lisa Yaszek, profesora universitaria y autora del libro  “Hermanas del mañana. Las primeras mujeres de la ciencia ficción”.

 Sus ideas políticas y su misticismo colorearon sus relatos, en los que elucubraba sobre los posibles efectos de las máquinas e innovaciones técnicas. “Como otras mujeres escritoras de la época, Lilith Lorraine se preocupó por cómo experimentaríamos el futuro. En su caso, era una persona muy activa política y socialmente, por lo que trasladó esas preocupaciones a sus relatos”, añade la experta.

Su primera historia, ‘The Brain of the Planet’, se publica en el año 1929 como parte de una novela de diez centavos editada por Hugo Gernsback. Lorraine sitúa la acción en 1935 y presenta a un profesor de la Universidad de Arizona queprueba la existencia de la telepatía y construye una radio telepática gigante en las montañas de México con el objetivo de convertir el mundo en una utopía socialista.

Este profesor justifica su intromisión y el uso de la máquina explicando que es necesario abolir la esclavitud impuesta “por aquellos que controlan los medios de producción y distribución”, que llevan a cabo guerras únicamente “por su beneficio personal” y que explotan a la sociedad a través de la psicología de masas que se sustenta en “el patriotismo, el honor y la religión”.

Imagen de 'The Brain of the Planet'
Imagen de ‘The Brain of the Planet’

Cuando otro de los personajes del libro afirma que el empleo de esa máquina impedirá el libre albedrío y le robará la libertad al ser humano, el profesor, caracterizado como una especie de salvador al estilo de Jesucristo, afirma que “aquel que murió en la cruz también tuvo una gran responsabilidad” y defiende la necesidad de su invento escudándose en el pésimo estado en que se encuentra el mundo.

Tras emplearla, proyectando su rayo a lo largo del planeta, la humanidad es liberada de su represión y el mundo se transforma en una utopía: nuevas invenciones facilitan el trabajo que ya no pueden controlar los capitalistas, la religión y los nacionalismos caen y “los celos sexuales y la presión económica desaparecen de un hachazo y todos los matrimonios se basan en el amor verdadero y en la afinidad de gustos”. Cuando se alcanza la sociedad perfecta, el profesor destruye la máquina y se marcha a la jungla. La humanidad, acostumbrada al nuevo sistema, vive en armonía.

UN VIAJE AL FUTURO TECNOFEMINISTA

Su segundo trabajo, ‘Into the 28th century’, se centra en un hombre que viaja 800 años hacia delante desde 1932, a través de un portal que los habitantes del futuro han dejado abierto. Se encuentra con una sociedad en la que el socialismo y el feminismo han triunfado después de distintas etapas. Algunas de ellas son violentas, como la revuelta de los jóvenes en la que estos destruyen con un rayo a la generación de ancianos cuyos cerebros habían sido modificados por el sistema.

Son los personajes que lo recogen, todos con aspecto joven y sano debido a que han encontrado la fórmula del rejuvenecimiento y la inmortalidad, los que le explican los detalles de este nuevo orden. En él, hombres y mujeres son iguales –el movimiento feminista fue parte importante de la gran revolución– y las necesidades físicas han sido simplificadas por la tecnología.

La comida se aspira, el conocimiento se adquiere a través de una máquinadurante el sueño y la mayoría de los objetos y aparatos funcionan gracias a máquinas de  proyección mental que se potencian con cristales y espejos. Además, la ciencia ha acabado con los virus y “ha purificado el torrente sanguíneo de enfermedades hereditarias”.

Ilustración del futuro imaginado en "Into the 28th century"
Ilustración del futuro imaginado en ‘Into the 28th century’

En este futuro, cuando se concibe un niño, aunque ya no es una necesidad debido a la inmortalidad –según el texto, “la reproducción era solo una manera de intentar ganarle a la muerte”–, el embrión se extrae del cuerpo de la madre y se desarrolla en una máquina para que las mujeres no se vean sometidas a los “dolores y las dificultades” de la experiencia del parto. Al no tener que encargarse de forma continua de los cuidados de los hijos, las mujeres tienen puestos en el Gobierno.

Los habitantes del futuro también le explican al protagonista que a lo largo de distintas generaciones se ha cimentado un respeto mutuo entre sexos, que ahora basan sus relaciones en el concepto de igualdad. Aunque el sexo y el matrimonio siguen vigentes, cada vez son más raros, ya que las relaciones han alcanzado un nivel espiritual superior en el que dichas concepciones no son necesarias.

Una vez más, en este segundo relato, la escritora estadounidense emplea la tecnología para transformar el mundo y basa en ella el triunfo de sus ideas. Sin embargo, la figura dictatorial desaparece y las revueltas son comunes y con una pronta transición democrática.

UNA GENERACIÓN BORRADA DE LAS ANTOLOGÍAS

Clare Winger Harris, Leslie F. Stone, L. Taylor Hansen y Dorothy Gertrude Quick son algunos de los nombres de las pioneras de la ciencia ficción estadounidense cuyas historias se publicaron, aparentemente sin problemas ni oposición, durante finales de los años 20 y la década de los 30, junto a las ya mencionadas y otras de Lilith Lorraine. Sin embargo, sus nombres no han pasado a formar parte de la historia del género. La llegada de editores más jóvenes y más alejados de la lucha por los derechos de la mujer trajo consigo trabas a la publicación de los relatos de estas autoras, que además fueron borradas de las antologías.

“Durante mucho tiempo solo tuvimos las antologías para escribir la historia de la ciencia ficción», explica Yaszek. «Hay muchas de estas escritoras que explicaron en su momento cómo sus textos empezaron a ser rechazados por las revistas y cómo sus relatos no fueron incluidos en las recopilaciones de textos”.

Lorraine escribió sobre utopías socialistas y feministas
Lorraine escribió sobre utopías socialistas y feministas

“Leslie F. Stone, a la que tomaban por un varón debido a su nombre, iba a ser incluida en una antología hasta que su nuevo editor se dio cuenta de que era una mujer y le llegó una carta diciéndole que una decisión de última hora la había dejado fuera”, explica la experta.

Cuando sus historias empezaron a ser rechazadas tras la partida de Hugo Gernsback, su editor habitual, Lorraine decidió que, además de escribir poesía, publicaría y editaría algunas revistas semiprofesionales y fanzines que se enfrentaran a las nuevas barreras de la comunidad. En ellas dio voz a las mujeres, y solía contar con autoras, editoras y artistas para crear sus números. “Publicó al menos una docena de revistas de ciencia ficción. Quería promocionar a las mujeres de la industria y hablar de los temas que le parecían importantes”, afirma Yaszek.

Con sus ideas siempre al frente, Lorraine experimentó con la ciencia ficción para provocar que otros soñaran, como ella, con un futuro más justo. Escritora, editora, profesora y poetisa, ahora aparece junto a otras pioneras en una antología que nos recuerda que, aunque sus nombres desaparecieron durante un tiempo, ellas y sus firmas estuvieron ahí.

Fuente artículo: http://www.eldiario.es/hojaderouter/tecnologia/Lilith_Lorraine-ciencia_ficcion-pioneras-Hugo_Gernsback_0_541746180.html

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Se abre la puerta al mapa del genoma perdido

03 de agosto de 2016 / Por: Anabel Paramá Díaz / Fuente: http://www.tendencias21.net/

Hace muchos años, Charles Darwin revolucionó el pensamiento de su época incluyendo dos conceptos que han transformado el mundo: la adaptación y la evolución. Estas ideas le costaron la mofa y risa de sus colegas, pero generaron un impacto de tal magnitud que nada en la biología ha sido igual desde entonces.

La evolución, sin ninguna duda, es el principio básico que unifica todo el edificio de la Biología. Sin este proceso, no es posible entender las características que diferencian a los seres vivos ni las adaptaciones que han ido sufriendo a lo largo de los años; ni mucho menos la relación de proximidad que existe entre las diferentes especies.

De hecho, otro de los grandes biólogos de los últimos años, Theodosius Dobzhansky, afirmó que “nada tiene sentido en biología si no es bajo la luz de la evolución”. Pero no solo eso. La evolución es un gran enigma que nunca deja de sorprendernos.

Recientemente, por ejemplo, se ha descubierto el vínculo evolutivo entre las estructuras respiratorias de peces y las extremidades de los vertebrados. Asimismo, también hace poco, se ha probado que los apéndices de mamíferos (pelos), aves (plumas) y reptiles (escamas) comparten un mismo ancestro, un reptil. Y las sorpresas no terminan aquí.

Ahora, un nuevo estudio realiza nuevas aportaciones, no menos sorprendentes que las anteriores. Un grupo de investigadores de la Universitat de Barcelona ha realizado un exhaustivo trabajo que señala que la pérdida de genes es un proceso de adaptación evolutiva.

Evolución y adaptación

La pérdida de material genético parece algo contradictorio. La lógica convencional nos lleva a pensar que “más es mejor”. Por ello, la adquisición de nuevos genes sería lo que nos permitiría evolucionar. Nada más lejos de la realidad.

Los investigadores, tal y como explican en la prestigiosa revista científica Nature Reviews Genetics, aportan una visión muy distinta y abren la posibilidad a la generación de otro gran programa de investigación; que podría ser algo así como el “Proyecto Genoma Perdido”.

La pérdida de genes se puede considerar como un proceso de cambio genético y adaptación evolutiva. De hecho, el estudio de los genomas de organismos muy diversos ha desvelado que la pérdida genética es un proceso que se ha venido produciendo a lo largo de los tiempos y que ha afectado a todas las formas de vida.

La nueva perspectiva biológica relacionada con la pérdida genética nos lleva a plantearnos una serie de preguntas fundamentales: ¿Qué hace cambiar a los genes para pasar de ser esenciales a ser prescindibles y, llegar incluso a desaparecer? ¿Tiene esto implicaciones para la humanidad?

Pérdida de genes y dianas terapéuticas

Sabemos que los genes desempeñan funciones muy importantes y son los determinantes de nuestra calidad de vida. Por ello, conocer en profundidad los genes perdidos podría ayudarnos a mejorar nuestra calidad de vida, ya que mostraría la existencia de variables genéticas resistentes a enfermedades o variedades potencialmente patológicas.

Pero antes es necesario conocer el proceso de pérdida de genes. Los autores explican esto en referencia a lo que ellos denominan “ontología de los genes”. Es decir, cómo son y cómo funcionan a nivel interno. Dicha ontología se mueve entre la funcionalidad y su posición en el genoma.

Ambos elementos deben estar equilibrados para que todo funcione idealmente. Ahora bien, en ocasiones la funcionalidad de los genes se mantiene a través de procesos genéticos que hacen que la función de un determinado gen se vea disminuida. Ello lo conduce hacia una posible desaparición.

Pues bien, el mal funcionamiento génico o la existencia de mutaciones provoca alteraciones que pueden tener consecuencias dramáticas, como patologías del calibre del cáncer.

Entonces saber cómo se pierden y cuántos se han ido perdiendo resulta básico para averiguar porqué existen alteraciones génicas que se manifiestan exteriormente y otras que pasan totalmente desapercibidas. Esta es precisamente la clave, saber que genes son imprescindibles y cuáles no.

De hecho, la secuenciación del genoma humano perteneciente a personas de diferentes poblaciones de todo el mundo ha puesto de manifiesto que cualquiera de nosotros tenemos una media de 20 genes que no funcionan.

Por todo ello, los autores del trabajo consideran que su investigación abre las puertas a un “primer genotipo”. Es decir, a una especie de “Proyecto Genoma Perdido” en el que se lograría tener una base de datos de genes y variedades de genes perdidos.

Imagen: Minami Himemiya - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0. Fuente: Wikimedia Commons.

¿Qué significa perder genes?

Tal y como explican los autores del estudio, el hecho de tener genes que no actúan, probablemente, sea debido a que son genes repetidos o genes que no tienen la necesidad de expresarse en el ambiente en el que vivimos.

En muchas ocasiones es una simple respuesta adaptativa a determinados cambios ambientales que rodean a los seres vivos y que se han producido de una forma repentina.

De hecho, la pérdida de genes se considera la responsable del origen de la especie humana. Y es que el hombre y el chimpancé comparten un porcentaje muy elevado de su genoma (98%).

Así, por ejemplo, se piensa que en este proceso evolutivo la pérdida de genes fue lo que indujo una reducción de la mandíbula primate. ¿Y cómo ha repercutido en los humanos este hecho? Concretamente permitió que el cráneo aumentase de volumen.

La pérdida de genes incluso hizo que nuestro sistema inmunológico mejorase de forma importante, permitiéndonos resistir determinados factores tóxicos que nos rodean. Así que la identificación de estos genes podría ayudar a identificar nuevos genes con posible interés terapéutico.

Para entender lo que supondría todo esto, vamos a remitirnos -al igual que los autores del trabajo- a un organismo, Oikopleura dioica. Este organismo fue  utilizado como modelo animal para estudiar la evolución, por parte del equipo de investigación dirigido por los autores de este estudio.

Oikopleura dioica, un modelo para esta investigación

Este es un organismo evolutivamente muy próximo a los vertebrados (entre los que nos incluimos). Presenta un patrón corporal parecido y comparte diversos órganos o estructuras homólogas. ¿Y por qué es un modelo de estudio? Concretamente porque ha perdido la mayor parte de los genes relacionados con el ácido retinoico. Y podemos pensar ¿y? ¿Para que es importante este ácido?

El desarrollo de estructuras tan importantes como el corazón o el cerebro, entre otros, depende concretamente del ácido retinoico. Si O. dioica ha perdido la mayor parte de los genes implicados en la síntesis de este ácido ¿cómo desarrolla corazón y cerebro, si para el resto de cordados es imprescindible? Estos investigadores esperan poder aportar más datos sobre ello en posteriores trabajos.

Así pues, y definitivamente, descubrir cuáles son los genes perdidos y la ruta que los une, demuestra experimentalmente que identificar estos grupos de genes constituyen una herramienta útil para identificar genes funcionalmente relacionados.

Referencia bibliográfica:
Albalat R y Cañestro C. Evolution by gene loss. Nature Reviews Genetics (2016). DOI: 10.1038/nrg.2016.39.

Fuente artículo: http://www.tendencias21.net/Se-abre-la-puerta-al-mapa-del-genoma-perdido_a43037.html

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La construcción de conocimiento a través de la mediación pedagógica de ambientes virtuales

03 de agosto de 2016 / Por: Jenyree Alvarez / Fuente: http://revistaeducacionvirtual.com/

Ser parte de la creación de ambientes virtuales de aprendizaje requiere de diversas competencias por parte del tutor virtual, como indica Mill (2014), “el tutor virtual que actúa como mediador de la enseñanza-aprendizaje en el entorno virtual de aprendizaje requiere de otras habilidades que son específicas de la educación a distancia . Además, las asignaciones (así como el conocimiento enseñanza) puede variar según propuesta del modelo de curso o la educación a distancia adoptada por la institución en la que opera”

En general, el papel más importante se combina en actividades relacionadas con la participación de los estudiantes y la mediación en la enseñanza, por lo tanto, requiere el conocimiento como:

  1. cumplir con el planificación de estudios propuesto de los cursos que pueden estimular a los estudiantes y guiarlos en los ejercicios;
  2. dominar la disciplina de tutoría;
  3. estar al tanto de los detalles de creación de los objetos de aprendizaje;
  4. conocer el perfil del estudiante que cursa la formación;
  5. tener habilidades en la comunicación y lenguaje escrito para aclarar las dudas;
  6. dominar los recursos tecnológicos a través para que pueda ayudar estudiantes en cuestiones técnicas;
  7. conocer diferentes estrategias pedagógicas y didácticas para utilizarlos en la motivación estudiantes;
  8. comunicarse para realizar correcciones y retroalimentaciones en todo el proceso de formación;
  9. poseer habilidades de socialización para promover la interacción entre los estudiantes con el fin de motivar un aprendizaje colaborativo;

Sin embargo, la mayor parte de los conocimientos anteriormente citados no es parte de la formación inicial de los tutores virtuales. Por lo tanto, Tardif (2012) menciona: “se puede decir que los tutores virtuales se construyen y fortalecen en el conocimiento experimental y la mediación pedagógica de los Ambientes Virtuales de Aprendizaje.

Revista FAEEBA – Educación y contemporaneidad, Salvador, v. 24, no. 44, p. 97-107, jul./dic. A DOCÊNCIA VIRTUAL E SABERES DOCENTES: UM ESTUDO DA TUTORIA NA REDE E-TEC BRASIL1 Luciane Penteado Chaquime y Daniel Mill. Disponible en:http://www.revistas.uneb.br/index.php/faeeba/article/viewFile/1823/1237

Fuente artículo: http://revistaeducacionvirtual.com/archives/1975

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Aportes de la economía ecológica a la gestión ambiental

03 de agosto de 2016 / Por: Rodrigo Arce Rojas / Fuente: http://pcnpost.com/

Los defensores acérrimos de la pertinencia del sistema económico vigente aducen que la economía es el eje que mueve el mundo. Para ellos primero es la economía, segundo, es la economía y tercero es la economía.

Bajo esta concepción lo ambiental y social deben tomarse en cuenta pero solo si no afectan la economía. Incluso se ha inventado el término desarrollo sostenible para decir que se toma en cuenta lo económico, lo social y lo ambiental pero valgan verdades el peso específico que tienen los factores ambientales y sociales varía entre los actores porque éstos están supeditados a que no se afecte la economía.

Si aceptamos que es el Homo economicus el que domina el mundo, entonces habría que reconocer también que el sistema económico predominante no ha sido capaz de ofrecer un planeta sustentable. La afectación del sistema atmosférico global, la pérdida de los glaciares, la alteración de los recursos hídricos, la pérdida de biodiversidad, la deforestación, la desertificación, entre otros procesos globales, nos estarían indicando que el modelo civilizatorio ha fallado. Ello nos obliga a revisar los viejos paradigmas que han conducido los procesos políticos y económicos que predominan en el mundo.

La base de la economía neoclásica se sustenta en las siguientes premisas básicas: las personas se mueven con el propósito de maximizar sus beneficios, solamente interesa todo aquello que es producible, apropiable y vendible, y solo cuentan los actores que están en la transacción. Como tal el sistema económico se concibe como un sistema cerrado y con una mirada fundamentalmente cortoplacista de la ganancia inmediata.

Frente a esas posturas la economía ecológica apareció como la ciencia que estudia las interacciones entre los sistemas económicos y los ecosistemas en una perspectiva de gestión de la sustentabilidad (Van Hauwermeiren (1998). La economía ecológica parte de una crítica profunda a la economía convencional y da respuestas filosóficas, teóricas y metodológicas para construir una propuesta alternativa más amigable con la sociedad y el ambiente.

A diferencia de la economía convencional la economía ecológica reconoce que la economía es un sistema abierto y como tal abierto a las leyes de la termodinámica. Desde una perspectiva holística y sistémica la economía ecológica dice que no es posible abstraerse ni de la naturaleza ni de la sociedad por tanto incorporan en su reflexión y práctica conceptos que son esquivos en la economía convencional tales como la justicia ambiental, la equidad, la cultura, la igualdad y equidad de género y la participación de todos los actores involucrados en la definición de los límites económicos de los ecosistemas.

La economía ecológica no hace las explicaciones solo desde una perspectiva ecológica o económica sino más bien desde un enfoque interdisciplinar y transdisciplinar. En tal sentido está más acorde con lo que implica los retos del pensamiento complejo donde el enfoque sistémico es fundamental. De ahí que una preocupación central de la economía ecológica es el desarrollo de indicadores biofísicos de sustentabilidad para superar las limitadas mediciones del crecimiento económico. El reconocimiento de la incertidumbre en los sistemas y los diversos factores que están en juego convierten a la economía ecológica en una ciencia postnormal.

Los impactos de la actividad económica convencional al ambiente se manifiestan en el agotamiento de los recursos naturales, la contaminación y la afectación a los servicios ecosistémicos. No es posible pues abstraer las actividades económicas de la naturaleza pues en realidad se sustenta en ella.

La economía ecológica menciona que tanto la economía de los recursos naturales y la economía ambiental no logran dar respuestas a la sustentabilidad en tanto constituyen una prolongación de los marcos teóricos e instrumentales de la economía convencional. Por ejemplo plantean que para solucionar los impactos negativos de la economía convencional a la sociedad y el ambiente lo que hay que hacer es incorporarlo a las leyes del mercado, en este caso, internalizar las externalidades.

La economía ecológica dice que el problema es que hay valores en la vida que no son internalizables. Lo curioso es que la economía convencional también reconoce este hecho cuando dice: “la sonrisa de mi bebé no tiene precio, para todo lo demás existe una tarjeta de crédito”. La “sonrisa de mi bebé” puede ser reemplazada por el valor sagrado de la montaña, beber agua de la laguna con confianza, el paisaje cultural, la sabiduría que encierra un idioma local, entre otros.

Otro aspecto central a destacar en la economía ecológica es la participación de todos los involucrados en la toma de decisiones sobre los límites económicos de los ecosistemas en lo que se ha dado a llamar la comunidad extendida de pares que incluye a todos los que deben estar y no solo los tecnócratas o los sectores económicos involucrados. Con ello la economía ecológica se adelantó a los principios que se han ido desarrollando en la gobernanza ambiental.

Frente a los retos de la gestión de paisajes forestales sostenibles la economía ecológica da marcos filosóficos, teóricos y metodológicos que contribuyen a la reflexión y la acción para la gestión de la sustentabilidad. Por ello es irresponsable la propuesta de la candidata que pretende desandar el proceso de formalización de la minería informal.

Como todo proceso es perfectible pero lo que no se puede hacer es avalar la destrucción de la Amazonía, de Áreas Naturales Protegidas, la explotación sexual de niñas, entre otros nefastos impactos en nombre del trabajo, del crecimiento económico o de la sed insaciable del poder político.


Bibliografía revisada:

Van Hauwermeiren, Saar (1998), Manual de economía ecológica. Quito: Instituto de ecología política. Pp. 97


Imagen de página principal cortesía de Feelart en FreeDigitalPhotos.net

Fuente artículo: http://pcnpost.com/rodrigo-arce-aportes-de-la-economia-ecologica-a-la-gestion-ambiental/

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La fantasía en el imaginario popular

Por: Victor Montoya

En culturas como la boliviana, donde se mantienen vivas las creencias pagano-religiosas, los habitantes tienen la mente proclive a las supersticiones y la cotidianeidad está transversalmente atravesada por la tradición oral, cuya sabiduría cultural se transmite de padres a hijos, de adultos a niños, a través de leyendas, mitos, cantos, oraciones, fábulas, refranes, conjuros y otras formas de manifestación de la oralidad, que ha sido desde siempre una de las mejores formas de preservar los conocimientos ancestrales y transmitirlos como testimonios de épocas pretéritas a las nuevas generaciones, con la finalidad de que éstas enriquezcan su bagaje cultural con los aportes del ingenio popular.

No existe un solo individuo que no haya alimentado su fantasía con las narraciones de la tradición oral, puesto que en todos los hogares se cuentan historias de espanto y aparecidos, con las que disfrutan tanto los niños como los adultos. Los cuentos de terror o de fenómenos paranormales siempre fueron una fuente de la que bebieron los escritores, porque contienen temas y personajes que nos son familiares desde la cuna hasta la tumba.

Personajes fantásticos

Desde la más remota antigüedad, todas las civilizaciones crearon a sus personajes fantásticos, concediéndoles atributos que los diferenciaban de los simples mortales. Ahí tenemos a los titanes y dioses mitológicos, que poseían poderes sobrenaturales y una vida contextualizada en dimensiones extraterrenales.

Muchos de estos personajes ficticios, creados por la fantasía de los hombres primitivos y modernos, han llegado a formar parte de las comunidades urbanas y rurales debido a que tienen una poderosa fuerza de atracción, que nos permiten cumplir nuestros sueños y deseos a través de las aventuras y desventuras que ellos protagonizan en el mundo fantástico que los rodea, casi siempre estructurado sobre la base de una imaginación que transgrede los límites del racionalismo y la lógica formal.

Los personajes fabulosos, hechos de magia y fantasía, rompen con las franjas temporales y espaciales de un modo particular, ya que poseen la facultad de morir y resucitar, de aparecer y desaparecer, de transformase en entes materiales e inmateriales y, sobre todo, la facultad de ser dioses y hombres y a la vez; una dicotomía que forma parte de su esencia desde el instante en que fueron creados como tales por la imaginación de los simples mortales que, desde la edad primitiva de las civilizaciones, tuvieron siempre la necesidad de creer que existen, en otras dimensiones, seres más poderosos que los individuos del mundo terrenal.

La literatura anclada en la oralidad

No es casual que los hombres primitivos, con una fantasía similar a la de los niños, hayan sido capaces de crear a los dioses y demonios, con la finalidad de proyectar su propio fuero interno, que luego se fue transmitiendo de boca en boca y de generación en generación, hasta llegar a nuestros días como un legado de nuestro pasado histórico.

Las narraciones fantásticas no son una invención de los escritores modernos, sino de los cultores de una antigua tradición literaria anclada en la oralidad de las viejas culturas de Oriente y Occidente, pero también de las culturas  precolombinas, como en el caso de América Latina. Lo que quiere decir que la explicación empírica de la realidad, con una sobredosis de ficción, siempre ocupó la mente de los hombres en todas las épocas y culturas.

Lo interesante es que las narraciones de la tradición oral, de un modo general, son similares en todas las culturas, así éstas no hayan establecido un contacto directo. Lo que hace suponer que los individuos, indistintamente del lugar geográfico y la época, compartían las mismas necesidades de despejar las dudas concernientes a los fenómenos físicos de la naturaleza, los instintos naturales de la condición humana, los misterios de la vida, la muerte y, por supuesto, la  existencia de otras formas de vida después de la muerte; de lo contrario, no se creería en la existencia de una vida en el más allá ni en el espíritu de los individuos que, después de muertos, retornan como condenados al reino de los vivos.

La memoria colectiva

Todas estas creencias fascinantes del ingenio popular son elementos que sirven como base en la re-creación de una obra literaria que, más que ser el producto de una poderosa mente creadora, resulta ser el compendio de la memoria colectiva; es decir, la tradición oral convertida en literatura. No obstante, a pesar de esta evidencia, existen todavía quienes aseveran que las obras de carácter fantástico son creaciones auténticas y originales de los tiempos modernos; una afirmación que, desde luego, está lejos de la verdad, puesto que la literatura fantástica, en su forma oral y escrita, existió desde siempre. Por lo tanto, como enseña el sabio proverbio: No hay nada nuevo bajo el sol.

Todos los escritores, de un modo consciente o inconsciente, son plagiadores de los autores y las obras que los precedieron en su proceso de aprendizaje escritural. Esto lo reconocen, con la mano en el pecho, incluso los autores más prestigiosos de la literatura universal, conscientes de que el imaginario popular, desde los albores de la comunidad primitiva, fue el principal generador de narraciones que pretendían mostrar lo irreal o extraño como algo cotidiano y común.

La tradición oral

La tradición oral latinoamericana, desde su pasado milenario, tuvo innumerables Iriartes, Esopos y Samaniegos que, aun sin saber leer ni escribir, transmitieron las fábulas de generación en generación y de boca en boca, hasta que aparecieron los compiladores de la colonia y la república, quienes, gracias al buen manejo de la pluma y el tintero, perpetuaron la memoria colectiva en las páginas de los libros impresos, pasando así de la oralidad a la escritura y salvando una rica tradición popular que, de otro modo,  pudo haber sucumbido en el tiempo y el olvido.

No se sabe con certeza cuándo surgieron estas fábulas cuyos protagonistas están dotados de voz humana, mas es probable que fueron introducidas en América durante el siglo XVI, no tanto por las huestes de Hernán Cortés y Francisco Pizarro, sino, más bien, por los esclavos africanos traídos como mercancía humana, pues los folklorólogos detectaron que las fábulas de origen africano, aunque en versiones diferentes, se contaban en las minas y las plantaciones donde existieron esclavos negros; los cuales, a pesar de haber echado por la borda a los dioses de la fecundidad para evitar la multiplicación de esclavos en tierras americanas, decidieron conservar las fábulas de la tradición oral y difundirlas entre los indígenas que compartían la misma suerte del despojo y la colonización. Con el paso del tiempo, estas fábulas se impregnaron del folklore y los vocablos típicos de las culturas precolombinas.

El imaginario popular

Algunas fábulas de la tradición oral son prodigios de la imaginación popular, imaginación que no siempre es una aberración de la lógica, sino un modo de expresar las sensaciones y emociones del alma por medio de imágenes, emblemas y símbolos. En tanto otras, de enorme poder sugestivo y expresión lacónica, hunden sus raíces en las culturas ancestrales y son piezas claves del folklore, pues son muestras vivas de la fidelidad con que la memoria colectiva conserva el ingenio y la sabiduría populares.

El folklore es tan rico en colorido, que Gabriela Mistral estaba convencida de que la poesía infantil válida, o la única válida, era la popular y propiamente el folklore que cada pueblo tiene a mano, pues en él encontramos todo lo que necesita, como alimento, el espíritu del niño. En efecto, los niños latinoamericanos no necesitan consumir una literatura alienante y comercial llegada de Occidente, ya que les basta con oír las historias de su entorno en boca de diestros cuenteros, que a uno lo mantienen en vilo y lo ponen en trance de encanto, sin más recursos que las inflexiones de la voz, los gestos del rostro y los movimientos de las manos y el cuerpo.

La moraleja en las fábulas

Desde tiempos muy remotos, los hombres han usado el velo de la ficción o de la simbología para defender las virtudes y criticar los defectos; y, ante todo, para cuestionar a los poderes de dominación, pues la fábula, al igual que la trova en la antigua Grecia o Roma, es una suerte de venganza del esclavo dotado de ingenio y talento. Por ejemplo, el zorro y el conejo, que representan la astucia y la picardía, son dos de los personajes en torno a los cuales gira la mayor cantidad de fábulas latinoamericanas. En Perú y Bolivia se los conoce con el nombre genérico de Cumpa Conejo y Atoj Antoño. En Colombia y Ecuador como Tío Conejo y Tía Zorra y en Argentina como Don Juan, el Zorro y el Conejo.

Los personajes de las fábulas representan casi siempre figuras arquetípicas que simbolizan las virtudes y los defectos humanos, y dentro de una peculiar estructura, el malo es perfectamente malo y el bueno es inconfundiblemente bueno, y el anhelo de justicia, tan fuerte entre los niños como entre los desposeídos, desenlaza en el premio y el castigo correspondientes.

En la actualidad, las fábulas de la tradición oral, que representan la lucha del débil contra el fuerte o la simple realización de una travesura, no sólo pasan a enriquecer el acervo cultural de un continente tan complejo como el latinoamericano, sino que son joyas literarias dignas de ser incluidas en antologías literarias, por cuanto la fábula es una de las formas primeras y predilectas de los lectores, y los fabulistas los magos de la palabra oral y escrita.

De Homero a García Márquez

La llamada literatura fantástica de nuestros tiempos, con personajes monstruosos y temas que abordan situaciones fabulosas, tiene sus referentes en autores y obras que se escribieron mucho antes de la Era cristiana, como el Poema de Gilgamesh, donde intervienen gigantes, dioses y hechos sobrenaturales. Asimismo, en los poemas épicos de Homero, particularmente en la Ilíada y Odisea,  donde se describen numerosos episodios protagonizados por personajes mitológicos y criaturas fabulosas, que no existen en la realidad pero si en el imaginario popular o en la cosmovisión de un universo ficticio narrado con verosimilitud, intentando convencer al lector de que es posible lo imposible, como ocurre en los cuentos de Las mil y una noches, que no tienen autor conocido, debido a que provienen de la tradición oral, como todos los cuentos compilados por Charles Perrault y los Hermanos Grimm.

Tampoco es casual que los escritores del llamado realismo mágico, desde Juan Rulfo hasta García Márquez, hayan encontrado su fuente de inspiración en varias de las narraciones del mundo bíblico, donde aparecen personajes con asombrosos poderes sobrenaturales y se describen episodios insólitos que, más que haber existido en la realidad, parecen haber sido arrancados de las páginas de una novela del género fantástico.

De modo que la narrativa fantástica de nuestros tiempos honda sus raíces en los relatos de la tradición oral, en las cuales los cuenteros natos, para lograr personajes debidamente caracterizados y argumentos sostenibles, dieron verosimilitud interna a lo fantástico o irreal, como en la retórica destinada a convencer de que lo negro es negro y lo blanco es blanco. Por eso mismo, los personajes y temas, plasmados en universos fantásticos de la forma más convincente y clara posibles, se acercan a los pensamientos y sentimientos de los oyentes y lectores, quienes se interesan, se identifican y se reconocen en las historias narradas con los recursos concebidos por la imaginación, capaz de mostrar que existen hechos reales que tienen una connotación fantástica, como existen hechos fantásticos que forman parte de la realidad cotidiana.

  • Articulo tomado de: http://victormontoyaescritor.blogspot.com/2016_02_01_archive.html
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Siete razones por las que se te pueden quitar las ganas de enseñar

Por: Melissa Bowers

Ya ha pasado más de un año desde que dejé la enseñanza, una decisión que tomé porque íbamos a mudarnos a la otra punta del país. Para conmemorar la ocasión, compartiré la frase que -con diferencia- más introduce la gente en los buscadores para llegar hasta mi página web.

«No quiero enseñar más».

En mis doce años de experiencia como profesora de Inglés, he visto a gente dejar la profesión en estampida. El clima es diferente. La cultura es diferente. El sistema se desmorona y los profesionales de la educación se dispersan para evitar ser aplastados por los escombros cuando todo se venga abajo.

No entraré en detalles sobre los recortes de presupuesto, la cantidad masiva de alumnos que hay por clase o el sueldo medio; de todo eso ya se ha hablado hasta la saciedad. No voy a hablar sobre el agotamiento profundo que implica estar todo el día sobre la tarima ni sobre la sensación de ahogo que te embarga esas noches y fines de semana en los que tienes cientos de trabajos que corregir.

Hay mucho más: cosas que solo comprenderás si tienes una llave de la sala de profesores.

1. Eres una figura de autoridad pero no tienes autoridad real.

Una amiga me dijo en una ocasión: «No sabes lo que es tener un trabajo de verdad, con entregas y adultos vigilándote constantemente. Tú puedes ser tu propia jefa». La ignorancia pura de su comentario lleva años conmigo, y sigue afectándome, en gran parte porque ese pensamiento erróneo es muy común.

Cuando cerramos la puerta cada día y nos dirigimos hacia la parte delantera de la clase, es fácil ser presa del espejismo de que estamos al mando. Después de todo, es tu nombre el que está escrito en la puerta, así que debes de ser quien manda.

Dosis de realidad: tú no eres quien manda.

Los padres mandan sobre ti. La administración manda sobre ti. Los alumnos lo notan. Es cierto. Y, como es cierto, comprometer tu integridad implica una presión inmensa: aprobar a un niño que no ha demostrado maestría, permitir la entrega tardía de un trabajo que mandaste hace dos meses, ser menos estricta al poner menos deberes, proyectos diferentes o notas; porque a veces se espera que no eches más leña al fuego.

2. Tu día no se parece en nada a la jornada del típico trabajador de oficina.

A pesar de la ignorancia de la amiga de la que he hablado antes, tengo que concederle esto: a veces somos dolorosamente conscientes de que nuestro «trabajo de verdad» se diferencia sospechosamente de otros «trabajos de verdad» que requieren tener un título universitario.

Tus amigos pueden hacer cosas como estas en el trabajo:

1. Hacer pis
2. Tomar café
3. Hablar un rato con un compañero sin prisa
4. Salir a comer
5. Hacer papeleo y otras tareas relacionadas con el trabajo mientras están en el trabajo
6. Sentarse de vez en cuando

Estoy segura de que las vacaciones de verano existen porque los Dioses del Colegio cuentan todos los segundos que no tenemos para ir al baño y nos los devuelven todos juntos de golpe. Los 25 minutos para comer no propician comidas relajantes fuera de los muros del colegio o del instituto, y solo puedes aliviarte un poco durante el cambio de clase que, por desgracia, es la única oportunidad que tienen todos los demás profesores para ir al baño.

Porque ¿sabes quién más manda sobre ti? La campana.

3. Todo el mundo se cree que sabe cómo hacer tu trabajo. TODO EL MUNDO.

Además del hecho de que no tienes autoridad, hay muchas personas que sí la tienen y que, literalmente, no han pasado ni un día de su vida enseñando; y aun así muchos están seguros de que saben hacer tu trabajo mejor que tú.

Mucha gente tiene luz en casa, pero eso no los convierte en electricistas. Mi marido no sabe cómo llevar un restaurante solo porque hayamos salido a cenar fuera. ¿Puedo declararme experta en derecho por ver Ley y orden: Unidad de víctimas especialesuna vez a la semana?

Pero, por supuesto, la enseñanza es diferente, ¿verdad? En algún punto de nuestras vidas, todos nos hemos sentado en una clase. Todos hemos sido alumnos, después de todo. Durante seis, siete u ocho horas al día, desde preescolar, todo el mundo lo ve, así que todo el mundo puede opinar.

Pero incluso los que llevan poco tiempo enseñando pueden confirmarlo: todo se ve de una forma diferente desde detrás de la mesa del profesor. Así que cuando tus superiores son comités de personas que solo saben cómo es el asunto desde la perspectiva del estudiante, es como pedir a un equipo de contables que cableen un edificio.

¿Sabes lo que probablemente acabará pasando? Que saldrá ardiendo.

4. Querías fomentar la imaginación, no machacarla.

Los profesores llevan mucho tiempo luchando contra la presión cada vez mayor de «enseñar para aprobar un examen». A pesar de nuestros gritos de advertencia, la situación no mejora. Los cursos o asignaturas con valor para la vida real (como, por ejemplo, la economía doméstica o las clases de compra) van muriendo, y no de una forma gradual, precisamente; y no hay ninguna parte de «Alimentación y Nutrición» en el examen de selectividad. Los programas de arte y música corren un grave peligro y en algunos lugares prácticamente han desaparecido.

Una profesora de primaria a la que conozco -que trabaja en uno de los distritos más ricos y respetables de su estado- asistió hace poco a una reunión en la que se pedía a los miembros del personal que «limitaran o eliminaran por completo» la lectura de cuentos. «No está lo suficientemente diferenciada», les dijeron, «y, además, supone un desperdicio de las valiosas horas de clase».

Sus alumnos son de tercero de primaria. Se merecen que les lean un cuento, que alimenten su imaginación. Merecen la magia de una historia cautivadora. Merecen aprender que se puede leer por placer en vez de estrictamente para buscar información.

Y las asignaturas «más importantes» de secundaria tampoco son inmunes. Los profesores de Lengua contemplan con impotencia cómo van desapareciendo del programa las obras de ficción y cómo se van reemplazando por obras basadas en hechos reales. Aunque a veces se nos invita a asistir a comités curriculares (a los que he ido) para darnos la falsa impresión de que tenemos voz y voto, no son más que una trampa: tenemos la libertad que nos permiten los estándares nacionales y estatales. Ahora mismo, se apuesta de manera implacable por los HECHOS. LOS DATOS. LAS ESTADÍSTICAS.

Y eso no deja mucho espacio para la fantasía.

Pero la cuestión es la siguiente: los debates sobre ficción llevan a debates enriquecedores sobre la vida, que conducen a algo mucho más importante que el crecimiento de un estudiante: guían el crecimiento de un ser humano.

5. La obsesión por la tecnología está acabando con tu cordura.

Las cifras y los hechos no son los únicos que están dando de lado a nuestras queridas obras de ficción. El demoledor ritmo de la tecnología también las está aplastando. «¡Los niños deben aprenderlo TODO SOBRE LA TECNOLOGÍA!», afirma todo el mundo mientras agita los brazos y se dirige hacia la tienda Apple más cercana. «¡Es el futuro!»

Entonces, ¿por qué los directores generales de las empresas de tecnología más importantes envían a sus hijos a los Centros Educativos Waldorf, en los que no hay ordenadores? Tiene que haber una aplicación… No, perdón, quería decir «explicación».

Es un asunto peliagudo. POR SUPUESTO, como profesores que somos, nuestro trabajo es adaptarnos a los tiempos que corren. Pero me atrevería a decir que nuestro trabajo también es retar a nuestros alumnos con cosas novedosas; y, para esta generación, la tecnología no lo es. De hecho, es lo único de lo que saben. Los niños no necesitan saber más sobre ella -la mayoría lleva viendo una pantalla y haciendo clic desde que eran bebés- y seguirán haciéndolo en mitad de tu explicación (probablemente basada en hechos reales) sobre un libro (que probablemente no será de ficción), por cierto. Resulta increíblemente frustrante que todas estas gloriosas innovaciones sirvan más como una distracción que como una herramienta de aprendizaje.

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P.D.: Podrías detectar a alumnos escribiendo mensajes con el móvil aunque estuvieras ciega, ¡se te da demasiado bien!

Aunque los profesores tendemos a juntarnos, yo tengo amigos y familiares con vidas profesionales muy variadas: desde empresarios de éxito hasta ingenieros mecánicos pasando por directores de recursos humanos. Todos ellos llevan entrevistando a candidatos durante más de una década, y todos se quejan de algo similar: les resulta casi imposible encontrar a un aspirante al que realmente quieran contratar.

Hay tres ces que parece que faltan hoy en día: curiosidad, creatividad y comunicación.

La tecnología es maravillosa -en realidad no, pero es necesaria- para un montón de cosas, pero está acabando con estas tres preciosas ces. Y, como profesores que somos, no solo somos testigos de su muerte, sino que se espera que asistamos a su asesinato. Por culpa de las expectativas estandarizadas, tenemos que incorporar cada vez más tecnología, aunque lo único que queramos sea pegarle un martillazo a todo lo que tenga pantalla.

6. Los privilegios, los trofeos, la apatía… y todo eso.

Probablemente, dentro de las cuatro paredes de clase el aire esté algo cargado de un tufo a «no es culpa mía, es tu culpa», y ese hedor proviene de los alumnos.

Por irónico que parezca, no es su culpa.

Como el olor a tabaco, lo traen de casa, sale de sus mochilas, va adherido al tejido de su ropa y a las fibras de su educación. Durante toda su vida, estas generaciones de «niños únicos y diferentes» han recibido premios y conmemoraciones por participar -y no por ganar- así que queda bastante claro por qué los niños han llegado a esperar un sobresaliente «por haberlo intentado». Pero a veces un insuficiente no es más que un insuficiente, que no significa que Johnny tenga un profesor nefasto. Significa que posiblemente Johnny se lo haya ganado esta vez. Significa que a lo mejor no ha entregado un trabajo perfecto. Significa que a lo mejor no tiene que empezar a hacer un trabajo que le llevará unas tres semanas el día antes de la entrega.

Pero Johnny no sabe que un insuficiente significa todo eso, porque lo que oye en su casa es que sus padres están increíblemente enfadados porque su profesor haya tenido las narices de suspender a su niñito. (Prepárate para la llamada encolerizada a la mañana siguiente).

Evidentemente, igual que hay padres de este tipo, los hay que son devastadoramente ausentes, igual que los hay tan comprensivos que hacen que te preguntes si son reales. Que son generosos, amables y responsables y en las reuniones de padres y profesores les dices que lo están haciendo muy bien porque lo piensas de verdad.

Espero ser como ese último tipo de padres.

Me convertí en madre hace unos años y debo admitir, no sin vergüenza, que ahora lo entiendo. Mis hijos SON especiales. Mis hijos LO INTENTAN. No quiero que tengan que sentirse NUNCA como si no fueran las personas más importantes del mundo. Cuando la profesora de preescolar de mi hija le puso una nota en la que decía que no había estado muy receptiva en clase, me sentí frustrada e impotente y estaba prácticamente segura de que la profesora estaba siendo demasiado exigente. Cuando corrió su primera carrera de Acción de Gracias el pasado mes de noviembre, los organizadores me preguntaron si quería comprarle una medalla. «Sí, claro», contesté. «Pues claro que tendría una medalla». Sin dudar, aflojé el dinero para contribuir.

Como madre que soy, lo entiendo.

Pero, como profesora, lo que me gustaría es decir: dejad de ponerles excusas a los niños. BASTA YA. Hay que enseñarles a ganarse las cosas, no a pedirlas. A tener ambiciones. Hay que plantearles desafíos. De esa manera, cuando yo intente retarlos, sabrán que eso es lo que ambos esperamos.

Sabrán que estamos en el mismo equipo.

Abandonados a sus propios medios, los niños son los primeros que te dirán: Sí, se me había olvidado por completo que habías mandado ese trabajo. No me esforcé al máximo. No me apetecía terminar la lectura. ¡Ups! Lo siento, profe. Y se encogerán de hombros, levantando las cejas y haciendo gala de una adorable conciencia de sí mismos.

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Querida señorita Bowers:
Creo que eres una profesora genial e incluso mejor persona. Sé que no soy muy buen estudiante. Esta era una de mis clases favoritas, aunque la suspendiera, pero eso es culpa mía. Y me siento mal por no haberme esforzado al máximo aunque tú lo hayas hecho.

Lo saben. En el fondo, a pesar de esos aires de privilegio que les rodean, saben exactamente lo que está pasando. Son mucho más listos y capaces de fracasar -y, por consiguiente, de tener éxito- mucho más de lo que el mundo les deja experimentar.

7. No hay ninguna manera fiable de evaluar quién lo está haciendo bien de verdad.

Cualquier profesor que se precie sabe que probablemente esto sea lo más inquietante.

Para que la gente sepa lo bien que estás haciendo tu trabajo, necesitan verte trabajar. Pero, si solo hay un director por cada treinta y tantos profesores, la supervisión adecuada se convierte en algo físicamente imposible. Incluso aunque el único deber de un director fuera tragarse una clase tras otra, seguirían faltándole horas al día, así que los legisladores y los superiores del distrito luchan por encontrar una forma de tapar agujeros.

Una idea que está cobrando fuerza consiste en analizar las calificaciones de los exámenes de los alumnos. En teoría, esto debería funcionar; pero, en la práctica, no pueden ir en serio. Los alumnos no son productos de una cadena de montaje. Sonseres humanos, y en cada clase hay unos 30, y reciben influencias más allá de la lección de vocabulario de ayer. Un profesor no es responsable de cuánto han dormido sus alumnos, de si la semana pasada rompieron con su pareja o de si en casa no desayunan porque su familia no está bien de dinero; pero todas esas cosas influyen en los resultados de los exámenes.

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Querida señorita Bowers:
Me lo he pasado genial en tus clases y creo que he aprendido un montón al tenerte como profesora. Aunque mi gramática y mi ortografía siguen sin ser las mejores, sí que he mejorado. Has trabajado conmigo, con mi déficit de atención y con mi dislexia. He aprendido a expresarme mejor con la poesía y la escritura y eso significa mucho para mí. Gracias. Te voy a echar de menos.

A medida que cada vez más distritos vayan aplicando estas prácticas sin sentido, ¿quién enseñará a los niños que tengan dificultades? ¿Qué educadores van a sacrificar potencialmente sus propias carreras para guiar a los alumnos que se esfuerzan mucho por un aprobado raspado? Algunos de los mejores profesores ya actúan así, y lo único que los retiene es la motivación intrínseca.

Otro método consiste en cargar con el peso de la prueba al profesor. En vez de pasar el domingo por la noche preparando una brillante clase para el próximo día o calificando las decenas de trabajos que recogiste el viernes, tienes que pasar ese tiempo pensando en cómo cumplir con objetivos arbitrarios que se quedarán obsoletos y serán irrelevantes para el próximo curso. Después de eso, debes malgastar emplear más tiempo de clase aplicando dichos objetivos e iniciativas, y después debes emplearmás tiempo los domingos por la noche redactando informes para demostrar lo bien que los has implementado. Eso, junto con las puntuaciones que obtengan tus alumnos en los exámenes, determinará si eres un educador eficaz o no.

¿En vez de eso, podemos limitarnos a hablar de De ratones y hombres? ¿Podemos emplear el tiempo en aprender por qué algunas palabras impresas en una página nos hacen llorar? Esas son las cosas importantes. Eso es lo que importa de verdad. Esas son las cosas que nos enseñan quiénes somos.

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Querida señorita Bowers:
A lo largo de este año, en su clase, he descubierto partes de mí que no habría encontrado si no hubiera estado en esta clase. Me ha encantado poder ser yo mismo a través de todos los proyectos creativos que hemos hecho. Especialmente poder ser yo mismo y estar a gusto con todo el mundo en clase. Tengo que decir que es el profesor el que hace la clase. Tú, como profesora, has hecho de esta clase una de las más divertidas para mí. Sinceramente, he aprendido mucho más que gramática o redacción, esta clase me ha permitido aprender cosas nuevas sobre mí mismo también. Gracias por compartir esta experiencia de aprendizaje conmigo, ¡es todo un honor! También quiero darte las gracias por enseñar la materia de formas comprensibles.
¡Que tengas un verano fantástico!

Estas son las cosas verdaderamente importantes: ayudar a un grupo de alumnos a lidiar de forma cívica con los desacuerdos, conseguir que todo el mundo mantenga la calma cuando alguien vomita dentro del aula o ver cómo el alumno más tímido de la clase -ese que en septiembre nunca abría la boca- se presenta voluntario para leer en voz alta una parte de Las brujas de Salem, pone acentos y hace dos nuevos amigos porque por fin se permite ser vulnerable.

Tu trabajo es mucho más que puntuaciones de exámenes, objetivos irrelevantes e iniciativas cínicas. Es atar cordones y poner tiritas. Es consolar a un padre que te cuenta que su matrimonio se derrumba. Es enseñar a los adolescentes a debatir, a pensar de forma crítica, a mostrar su desacuerdo respetuosamente. Es ver que, cuando se gradúan, los antiguos alumnos te dicen que tus clases de Francés son las que les han hecho querer estudiar en el extranjero, que tus clases de Biología les han hecho matricularse en Bioquímica, que tus ánimos durante sus etapas más oscuras les convencieron para seguir yendo a clase cada día.

¿En qué categoría cabe todo eso? ¿Cómo se puede documentar ese tipo de impacto de efecto retardado? No puede medirse en sobresalientes ni en suficientes, ni con controles semanales. Normal que los profesores se frustren.

Normal que se te quiten las ganas de seguir enseñando.

Esas son las razones que pueden hacer que se te quiten las ganas de enseñar, pero hay una razón por la que merece la pena seguir haciéndolo: los niños. Después de un año sin ellos, quizá eches de menos su desenfrenado espíritu durante la última semana de curso, su contagioso sentido del humor, la forma que tienen de saludarte por los pasillos y de regalarte dibujos. Quizá eches de menos su capacidad para hacerte olvidar lo mal que has empezado la mañana, o las miradas de asombro que se les quedan cuando aprenden algo verdaderamente importante.

Si no fuera por ellos, en vez de buscar en Google «no quiero enseñar más», ya lo habríais dejado.

Este post fue publicado originalmente en Michifornia Girl.

El texto se publicó con anterioridad en la edición estadounidense de ‘The Huffington Post’ y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero.

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¿Es oro todo lo que reluce en el arroz dorado?

Por: Jorge Riechmann
La complejidad de la alimentación humana en un mundo rasgado por la fractura Norte-Sur, dominado por megacorporaciones y enfrentado a una crisis socioecológica global se pone de manifiesto en el caso del “arroz dorado”, una variedad de arroz transgénico creado por investigadores suizos que contiene cierta dosis de betacaroteno (sustancia precursora de la vitamina A). De entrada, hay que reconocer que con esta planta estamos en un terreno de discusión distinto al de otras variedades transgénicas resistentes a herbicidas o productoras de toxinas insecticidas: aquí cabe debatir sobre un auténtico beneficio potencial para gentes desfavorecidas. En efecto, muchos millones de personas en todo el mundo no ingieren suficiente vitamina A (en un contexto general en el que el 40% de la población mundial, al menos, padece deficiencia en micronutrientes); según la OMS, para 2’8 millones de niños menores de cinco años la falta de vitamina A es tan grave que produce ceguera.

¿Podría este arroz enriquecido ser una solución? La industria biotecnológica emprendió ya hace lustros una intensa campaña de public relations para convencer al mundo de que sí, y de que por fin llegan los cultivos transgénicos “buenos”. Es cierto que desde el año 2000 “ el arroz dorado ha funcionado como pararrayos en la batalla en torno a los cultivos transgénicos”. Para la industria se trataba sobre todo de una escaramuza de contención de daños que se jugaba en el plano de la aceptabilidad política. No es la primera vez que llaman “asesinos” a los colectivos ciudadanos y ecologistas que se oponen a los cultivos y alimentos transgénicos, pero en esta ocasión el grito ha resultado especialmente estridente: una carta firmada por más de cien premios Nobel que ha sido ampliamente publicitada en el mundo entero.

Sin embargo, e incluso dejando de lado los posibles riesgos ecológicos (aún no investigados), y las incertidumbres sobre si el betacaroteno del “arroz dorado” podrá ser asimilado fácilmente por las personas (especialmente por los niños desnutridos a quienes se supone va dirigido), y si podrán ser transferidos los nuevos e inestables constructos genéticos a las variedades de arroz empleadas en los países pobres, y si las más de setenta patentes sobre pasos del proceso propiedad de multinacionales no supondrán en algún momento obstáculos insalvables para que las semillas estén a disposición de los más pobres, incluso dejando de lado todo eso –que ya es dejar de lado-, las cosas están lejos de ser sencillas. ¿Por qué padece la gente en muchos países malnutrición, con carencias de vitamina A, C, D, hierro, yodo, zinc, selenio, calcio, riboflavina y otros micronutrientes? A causa de las dietas empobrecidas típicas de la agricultura de la “revolución verde”, que ha llevado a que hoy más de dos mil millones de personas tengan una alimentación menos diversificada que hace cuarenta años.

Por ejemplo, una investigación en granjas de Corea del Sur mostró que sólo en el período 1985-1993 se perdió el 25% de las variedades cultivadas en ellas, con el consiguiente empobrecimiento de la dieta. En Filipinas, Bangladesh y otros países se ha observado una mengua constante del consumo por persona de frutas y verduras. La pauta que aparece con la “revolución verde” es pérdida de calidad nutricional a cambio del aumento de cantidad y el incremento de desigualdad con las consiguientes carencias de micronutrientes. Por eso, apostar por una “nueva revolución verde” basada en plantas transgénicas no parece una buena solución al problema:

· la erosión genética y la pérdida de biodiversidad que conduce a la malnutrición continuarán;

· “enriquecer” las variedades transgénicas con uno o dos micronutrientes no resolverá por lo general el problema, ya que las carencias habitualmente son múltiples y cruzadas;

· las fuentes naturales de vitamina A abundan incluso en los países más castigados con esta carencia, lo que remite a soluciones más “culturales” que a cambios tecnológicos;

· sin abordar directamente el problema de la pobreza, lo poco ganado en un terreno se manifestará previsiblemente como nuevo problema en otro.

Se diría que un enfoque racional del problema lleva a aumentar la biodiversidad en los cultivos y la variedad en las dietas, más que a fiar en las seductoras promesas del “arroz dorado”. De hecho, un importante programa internacional se orienta a introducir entre los campesinos del África subsahariana –donde cientos de miles de niños menores de 5 años padecen ceguera por deficiencia en vitamina A— variedades de boniatos adaptadas al clima y los gustos culinarios africanos. Los boniatos son ricos en betacaroteno, y sólo con incorporar pequeñas porciones de estas nuevas variedades a la dieta africana habitual se eliminan las deficiencias en vitamina A. A menudo las soluciones más sencillas son preferibles a la agricultura high-tech: en esto, una noción clave es la de resiliencia.

Indicaba con sensatez Pedro Prieto en alguna ocasión que “si en algún momento nuestra orgullosa civilización colapsase (debería decir con más seguridad: cuando nuestra civilización actual inevitablemente colapse) los productos transgénicos que ahora se hacen prevalecer frente a las variedades tradicionales, sin el apoyo de la agroindustria, terminarán perdiendo la batalla de la supervivencia frente a éstas. Las vacas cuyos vientres llegan al suelo para optimizar la producción de carne caerán, frente a las reses bravas si quedan o las de alta montaña. Lo mismo para todas o prácticamente todas las especies vegetales amañadas por aprendices de brujo de universidades, laboratorios y centros de investigación de grandes corporaciones, que no podrán ganar la batalla a campo abierto de las especies cuyo experto manipulador ha sido la naturaleza durante milenios”. Un sistema agroalimentario demencialmente dependiente de los combustibles fósiles ¿puede ser considerado viable en la era del peak oil? ¿Una elemental sensatez no aconseja más bien orientarse hacia la agroecología, la producción local, la soberanía alimentaria –en definitiva, la resiliencia en el terreno de los productos del campo?

En las turbulencias del Siglo de la Gran Prueba, poner nuestra alimentación bajo el control oligopólico de megaempresas es todo menos una buena idea. En el mundo de calentamiento global, descenso energético y conflicto humano acrecentado que es nuestro mundo real del siglo XXI –no el fantaseado en ensoñaciones tecnolátricas-, nada más disfuncional que el capitalismo. Cuanto más tardemos en entenderlo y en poner fuera de juego a las elites nihilistas que están al mando, peor será el desastre.

  • Articulo tomado de: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=214431
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