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La sociedad civil: ¿una causa para los ciudadanos o para el Estado?

Fausto Segovia

Nuevas lecturas sobre la sociedad civil frente al ocaso de los partidos políticos, y la influencia notoria de las redes sociales en una sociedad conectada.

El discurso oficial y las supuestas contradicciones entre una revolución ciudadana y el ejercicio de una ciudadanía plural que intenta participar sin la tutela estatal. Elementos para un debate abierto. La pregunta es pertinente, cuando los vientos de las reformas se cuecen no tanto en las ‘cúpulas’ como antaño –hoy casi desaparecidas-, sino en las calles donde se manifiesta la gente, gracias a un adminículo súper moderno –el celular- que es la ‘estrella’ de las redes sociales.

• El desarrollo humano: el contexto

La sociedad civil – ahora cuestionada en foros internacionales por el oficialismo – no nació de la nada. Fue en la década de los setenta, gracias a Manfred Max-Neff, un científico sueco que lideró un grupo de especialistas patrocinado por las Naciones Unidas, cuando el concepto y praxis de un nuevo modelo de desarrollo, tomó fuerza en nombre de la denominada tercera vía, ante el supuesto fracaso del socialismo y el capitalismo. Su trabajo se expresó en el libro ‘El desarrollo a escala humana’, que es un verdadero referente para el diseño de las políticas públicas de desarrollo hasta nuestros días, especialmente en el Tercer Mundo.

Asumida por las Naciones Unidas esta teoría se expresa en los Índices de Desarrollo Humano –IDH- que ubica a los países según tres variables fundamentales: la escolaridad (educación); la esperanza de vida (salud y nutrición); y el empleo (trabajo), que se complementa con algunos indicadores. La satisfacción de las necesidades básicas de las personas constituye la calidad de vida, que es el propósito central del desarrollo humano sustentable.

En este escenario, la sociedad civil organizada asume un papel importante, no tanto como contrapoder frente al Estado tradicional, sino como una instancia visible de la organización popular, antes liderada exclusivamente por los gremios de artesanos, comités de empresa y sindicatos. Y comenzó a hablarse de tres sectores plenamente definidos: el público, representado por el Estado; el privado, con sus cámaras y gremios instalados en la lógica del mercado; y la sociedad civil, abierta y plural que, en principio, halló un desfogue en las llamadas organizaciones no gubernamentales o ONG y en otras expresiones de militancia, cuyo eje articulador es algo difuso todavía, pero de gran significación social y política: la ciudadanía.

• Democracia y ciudadanía

Y con la ciudadanía –más allá de un eslogan electoral- surge una nueva expresión de concebir y hacer política, dentro de los parámetros democráticos. Veamos por qué: la ortodoxia consideraba que la democracia era el conjunto de procedimientos para elegir gobernantes. Esta teoría elitista de la política fue cuestionada por la teoría participativa que, sin salirse del enfoque institucional, intentó recuperar la acción política para los ciudadanos, pero dentro del ámbito del Estado y sus instituciones.

El resultado ha sido exitoso para el oficialismo, y un fiasco para el pensamiento alternativo. El supuesto éxito del modelo estriba en que los ciudadanos ahora ejercen el poder, con énfasis en una nueva institucionalidad derivada de la Constitución de 2008, mientras la otra concepción plantea lo contrario: desestatizar la política, en el sentido que los asuntos públicos, en esencia, conciernen no solo exclusiva y excluyentemente al Estado, como plantea la teoría tradicional, sino al pueblo (ciudadanos y ciudadanas conscientes y libres). De ahí la interrogante de este ensayo: La sociedad civil, ¿una causa para los ciudadanos o para el Estado?

• Una mirada académica

Ángel Sermeño en el ensayo ‘Democracia y participación política: los retos del presente’ sostiene que ‘como sabemos, la exitosa y oportuna invocación de la noción de sociedad civil a lo largo de los ochenta y noventa estuvo acompañada de evidentes desventajas analíticas y conceptuales en razón de la extraordinaria y laberíntica polisemia del término y por el abuso de su instrumentalización, así como de su usualmente pésima operativación (Honnet, 1999; Giner, 1996: 117–146; Olvera, 2003)’. ‘Sin embargo, más allá de esos usos erróneos, la categoría de sociedad civil, con su indiscutible riqueza normativa, posibilitó fundamentar el principio antiautoritario de autonomía de la esfera de lo social, sin el cual es impensable concebir un nuevo tipo de orden político genuinamente democrático.

En consecuencia, diferenciar la sociedad del Estado y del mercado permitió, por una parte, teorizar el rol de las redes de asociaciones independientes del Estado que, no obstante, persiguen influir en la definición de las políticas públicas; pero, por otra parte, también permitió caer en la cuenta de la importancia estratégica del espacio público y de la opinión pública para la ampliación del discurso democrático. Es decir, hizo posible tomar conciencia de la importancia para la democracia y la ciudadanía de una esfera pública asentada sobre la sociedad civil’, concluye Sermeño.

• La opción por la solidaridad E

En esa perspectiva, Agapito Maestre, investigador de renombre, siguiendo a Hannah Arendt, visualiza dos grandes corrientes: las democracias liberables que padecen una grave crisis de representatividad, y la sociedad civil, que busca denodadamente espacios que intentan resolver el dilema de los que creen -y hay muchas razones para ello- que la política equivale a corrupción, es decir, a una perversión de lo político.

Si la política es ‘materialmente de nadie y potencialmente de todos’, en la feliz expresión de Dubiel, está en los sujetos concretos y no en algunas instituciones -virtualmente desacreditadas- la construcción de una democracia posible. ¿Qué hacer entonces para lograr que ese ‘privatismo apolítico’, esto es, aquel en el que el individuo se refugia en lo privado, sin ningún contacto con lo social ni con lo político, tenga una salida hacia una participación real en las cuestiones que interesan a todos?

La respuesta no es fácil, porque este tipo de individuo -ensimismado y sin proyección histórico-social- está, en cierto modo, favorecido por el sistema que sacraliza el voto (El voto es igual a democracia, lo cual es un sofisma, porque el sufragio no pasa de ser para muchos un mero ejercicio formal de elección a cambio de un certificado).

Otra razón es que los llamados políticos profesionales nos tratan en época de elecciones como infantes o clientes, donde las demandas de los ciudadanos no aparecen. La alternativa es, según Maestre, a contrapelo de las tendencias privatistas, proponer la solidaridad como esencia de la democracia, sobre la base de animar la participación efectiva; no la manifestación ni el griterío, sino la generación de propuestas y acciones que ayuden a creer y crear oportunidades para construir una sociedad mejor.

• Cultura política

Pero la solidaridad no basta, según Jesús Martín Barbero: ‘Tenemos una cultura política trasplantada que se condensó en instituciones formales necesarísimas, pero profundamente ajenas, distanciadas de los modos de ver, de sentir, de decir, de estos países’. Así, los partidos tradicionales no sintonizaron con la cultura política del pueblo y se produjo una especie de simulación, que dio origen a los populismos puramente gestuales, sin contenidos y definitivamente antidemocráticos y antisociales. El resultado no pudo ser más cruel: la democracia se volvió insignificante, en términos de participación de los bienes sociales. Y el populismo -que sigue vivo- tuvo la ventaja de ‘conectarse’ con la cultura política del pueblo, mientras en la otra orilla, la hegemonía del discurso ortodoxo e intelectual, convirtió a los ciudadanos en audiencias y públicos. En ambos casos la participación ciudadana quedó en el limbo.

 El despertar de la sociedad civil

La expresión sociedad civil tiene diversas connotaciones. En lo conceptual es un grupo humano constituido por ciudadanos y ciudadanas, libres e iguales, que participan, asumiendo derechos y obligaciones, en la construcción del bien común, que actúa –debe actuar- en espacios propios, no estatales ni centrados en la empresa o el mercado. A diferencia de la sociedad armada, la sociedad civil es deliberante y actúa dentro de espacios plurales, diferentes o divergentes al discurso oficial, donde la no violencia activa y la resistencia son estrategias reales, incluso garantizadas por la Constitución. La participación ciudadana es entonces una respuesta creativa frente al desgaste de los mecanismos de representación formal, porque intenta una acción directa sobre la base del reconocimiento de las diversidades políticas, económicas, sociales y culturales.

En ese despertar de la sociedad civil, las redes sociales ocupan un lugar protagónico. Pero ese es otro tema. Hasta pronto.

Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.com/blogs/la-silla-ElComercio.com

Fuente de la imagen: http://laboratoriosdepaz.org/wp-content/uploads/2013/10/sociedad_civil.jpg

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La educación y el cuidado de la casa común

Ángela Escallón Emiliani

Las problemáticas ambientales del siglo XXI plantean grandes retos para que las sociedades puedan avanzar hacia imaginar alternativas al desarrollo en el que hoy estamos inmersos. Es insostenible seguir creyendo en el “mito del desarrollo”, en esa carrera por conseguir el progreso y la felicidad, a expensas de la naturaleza y, poniendo en riesgo la viabilidad de la vida en la tierra.

Estamos viviendo un momento crítico en la historia del planeta que nos compete a todos. Han existido a lo largo de la historia otros momentos atribuibles a eventos naturales (glaciaciones, meteoritos), pero la diferencia es que éste lo ha causado el ser humano en muy corto tiempo, y la solución está en nuestras manos.

Las reacciones frente al clima actual reflejan que no hemos alcanzado aún la suficiente conciencia sobre la gravedad del cambio climático. Nos quejamos y sorprendemos por el calor, por la escasez de agua y por el racionamiento de energía, como si el problema fuera causado por otros o se lo atribuimos al Fenómeno del Niño, que es pasajero. No se ha logrado dimensionar que lo que está ocurriendo con el clima es estructural y en gran medida irreversible: descongelamiento de los nevados y glaciares, pérdida a gran escala de la biodiversidad, desertificación, plagas, elevación del nivel de los océanos…

Creemos que para ello se requieren varios cambios que tenemos que promover, desde distintos ángulos y obviamente todos pasan por ser procesos educativos, veamos algunos de ellos:

  • Una educación que reivindique el valor fundamental de la vida misma y el derecho de todas las especies a existir, y que desarrolle en el ser humano las dimensiones del saber, del ser, del saber hacer y del saber estar en el mundo para transformar el modo en que hoy percibimos, pensamos, valoramos y hacemos, que está asociado con una visión de la realidad que no es la única posible.
  • El reto de construir estilos de vida que sean realmente sostenibles exige una educación que promueva la creatividad, el pensamiento crítico y transformador del entorno, que motive y genere autonomía en las personas y que permita adquirir los conocimientos, las competencias, las actitudes y los valores necesarios para desarrollar la capacidad en los individuos y colectivos de imaginar y construir sociedades justas, colaborativas y ecológicamente equilibradas.
  • Una educación más incisiva e ilustrativa. No basta con hablar del calentamiento global y sus graves consecuencias, como un fenómeno que sentimos fuera de nuestro alcance. Es crucial entender la interconexión de los fenómenos biológicos y los sociales y la interdependencia entre la especie humana con todo lo que existe en este maravilloso planeta, así como también, el lugar que ocupamos en el universo y lo efímero de nuestra existencia.

Estamos enfrentando diversas crisis en la sociedad actual, que llevan a la turbulencia que vivimos, lo que evidencia la necesidad de un cambio de paradigmas. Para entender lo que ocurre no es suficiente contar con información, es fundamental desarrollar la capacidad de análisis sistémico y la educación no está formando para abordar este desafío. Cada vez es más evidente que lo que se necesita es una educación para el cambio, para la incertidumbre, con un enfoque de aprendizajes contextualizados en las realidades que vivimos, que incluya nuevos elementos en las comprensiones de los problemas, que reoriente la dirección y cambie las reglas de juego.

Son las nuevas generaciones las que nos han mostrado cómo romper con esos imaginarios y paradigmas que nos tienen atados sin hacer nada. Así como las llamadas generaciones X y Y trajeron grandes cambios en la sociedad, hoy estamos ante una generación que está rompiendo todos los esquemas. Estos niños y jóvenes nos dan ejemplo de cómo asumir desde ya la responsabilidad del mundo que dejamos, con verdaderos compromisos y tomando acciones reales que generen cambios. La nueva generación ya está creciendo con ese chip en su formación, su crecimiento junto al mundo digital, y la inmediatez de este, ha hecho que sean personas que no pueden esperar a que otros tomen decisiones y realicen acciones por ellos.

Casos como el movimiento “Generation Zero” de Nueva Zelanda, que fue fundado con el objetivo principal de proporcionar soluciones para para reducir la contaminación de carbono a través del transporte inteligente, ciudades habitables y la independencia de los combustibles fósiles; o el movimiento “Truth” de Estados Unidos, que busca consolidar la primera generación que decide no fumar por su salud y por la protección del medio ambiente; son muestra de que es hora de acabar con el imaginario que teníamos anteriormente, donde creíamos que la crisis ambiental era un tema que sólo les concernía a activistas o hippies.

Desde los líderes espirituales hasta los políticos, desde los jóvenes hasta los parlamentarios, desde los niños hasta los padres, no sólo tenemos que tener consciencia de las problemáticas, debemos tomar acciones que empiecen a generar verdaderos cambios. Hoy más que nunca se necesita un ser humano consciente de sus responsabilidades individuales y como colectivo, que se reconozca como agente del cambio y que entienda que las decisiones que toma día a día, relacionadas con su estilo de vida, son determinantes para profundizar estas crisis o para aportar a su solución.

La educación, como la serpiente, debe soltar su vieja piel y transformarse para responder adecuadamente a estos desafíos. Tiene el gran reto de abrir nuevos caminos para que el homo sapiens repiense su ser y estar en el mundo.


Este Post,  elaborado en colaboración con el equipo técnico de profesionales de la Fundación Corona, se publicó originalmente en la Silla Llena en abril de 2016, o puede consultarse enFundaciónCorona.org.c

Fuente del articulo: http://pcnpost.com/angela-escallon-la-educacion-y-el-cuidado-de-la-casa-comun/

Fuente de la imagen: http://images.forwallpaper.com/files/images/d/dc92/dc92b041/1029140/%C3%B6kobirne.jpg

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En FOCO 6. 10 años de Carta Cultural Iberoamericana

29 de abril de 2016/ Iberlectura

La Carta Cultural Iberoamericana (CCI) sienta las bases para la configuración de la región como un espacio estructurado de cooperación cultural y pretende contribuir a la preservación y el desarrollo de su diversidad cultural y a acrecentar el protagonismo y el liderazgo de la Comunidad Iberoamericana en su recurso más valioso: su riqueza cultural.

La Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) promovió desde su inicio este proyecto en el año 2005. El desarrollo de la CCI sirvió de aliciente, estímulo y respaldo a la puesta en marcha de proyectos e iniciativas en materia de cooperación cultural y a la puesta en valor de las culturas en la región iberoamericana, procesos que a su vez sirvieron de estímulo y apoyo a la configuración de políticas culturales en la región.

Para acceder a la misma, hacer click aqui: Libro_IBERO_Web

Fuente de la noticia: http://iberlectura.org/noticias/spip.php?article35

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La agonía del sistema educativo

 Cristián Parodi*

La muerte sobrevuela a los adolescentes. Suena fuerte pero es cierto: casi todos los acontecimientos trágicos que suceden en nuestro país tienen como principales protagonistas a los jóvenes. Consumo de drogas, accidentes de tránsito, consumo de alcohol, violencia. Son hechos recurrentes de los que solamente nos enteramos cuando adquieren magnitud, como el drama de la fiesta electrónica de Costa Salguero. Mientras tanto, con o sin fiestas, miles de jóvenes transitan diariamente por una compacta maleza que les impide concretar un futuro mejor, que los inhabilita a desplegar su potencial. Una maleza, le agrego, llena de pozos ciegos que funcionan como trampas para los que aún intentan cruzarla. Allí no hay señales de peligro ni caminos seguros que los guíen. Tal vez encuentren un letrero que con un falso deseo de “Buena Suerte” los impulse a atravesarla.

La muerte sobrevuela a los adolescentes y como sociedad alzamos nuestras voces para exigir que se haga algo para evitarlo. Iniciamos acalorados debates, desde despenalizar el consumo de drogas hasta aumentar los controles sobre la conducta de los jóvenes. Mientras tanto no nos damos cuenta que estamos parados en la misma maleza que nos impide ver la verdadera razón del drama juvenil: la educación, o mejor dicho el colapso del sistema educativo.

Medio millón de adolescentes abandonan la escuela secundaria cada año. La población de jóvenes con edades entre los 14 y 17 años – es decir los que asisten al secundario – es de 2.500.000. En otras palabras, el 20% de esa población deja sus estudios cada año.  Si el secundario fuese esa maleza, veríamos que de 100 jóvenes que deciden desafiarla sólo 50 lograrán atravesarla. Si la maleza estuviera en la provincia de Buenos Aires, sólo 40 llegarían al final. ¿Qué le pasa a un sistema educativo que deja en el camino a la gran mayoría?

La dinámica de los acontecimientos sociales – especialmente todo lo relacionado al mundo juvenil – supera ampliamente la capacidad de respuesta de ese sistema. Envuelto en una burocracia lastimosa, por que lastima ni mas ni menos a quienes tiene que ayudar, trata de sobrevivir en un precario refugio que supo construir antes que la maleza lo tape. Es el “sistema educativo” el que está colapsado y no las personas que trabajan allí, que también necesitan nuevas fuentes de motivación para desplegar sus inteligencias en la construcción de caminos para el desarrollo de los adolescentes. Por allí pasa la solución sustentable a la problemática de los jóvenes, para que sí puedan concretar sus anhelos. La imposibilidad de lograrlo, las frustraciones y las reacciones que estas provocan (droga, violencia) son una clara señal que el sistema educativo no está cumpliendo con su principal objetivo.

¿Qué hacer?

Primero, entender que este sistema ha colapsado: los datos y las señales que recibimos son elocuentes. Tenemos que cambiarlo. Una aproximación debe partir de la descentralización de la burocracia que lo controla. Debemos ceder el protagonismo a la comunidad para abordar el problema en cada escuela a través de la impronta de la “cultura colaborativa”: grupos de afinidad que trabajan colectivamente en pos de un objetivo común. En nuestro caso: que haya menos repitencia y abandono y más egresados con título.

Una comunidad amplia, plural, representada por las voluntades, inteligencias y recursos que cada uno de sus miembros brindará para la concreción de esa meta colectiva, complementando los esfuerzos de la escuela, de sus docentes y directivos. Formada por ex-alumnos, ex-docentes, padres, vecinos, el club de barrio, ONGs y empresas que se concentrarán en una única misión: que todos los que empiecen primer año egresen con título en tiempo y forma.

Nos corresponde a nosotros tomar la iniciativa y dejar de esperar que las soluciones provengan del sistema. Un país en donde más de la mitad de los adolescentes no termina la escuela secundaria habla de la incapacidad de sus adultos en proveer caminos para el desarrollo de sus jóvenes. Si realmente ellos son – como muchas veces se dice – “el futuro de nuestra nación”, entonces tenemos que involucrarnos para que eso pase.

Propuestas para poner en marcha:

img_1127Leer “Conectando la Escuela con la Empresa”

Leer “Cómo las empresas de tecnología pueden transformar la educación pública”

Leer “Propuesta para Mejorar la Escuela Secundaria”

El verdadero cambio depende de cuánto nos involucremos para que, finalmente, las cosas cambien.

 

 

 

*Impulsor de “Hagamos algo por la Educación”

Fuente del articulo: https://laescuelacolaborativa.com/2016/04/25/la-agonia-del-sistema-educativo/
Fuente de la imagen: http://2.bp.blogspot.com/-haILdCqS3UI/UnO6T-LDuRI/AAAAAAAAFKU/X7d97JrhjaM/s1600/Classroom1.jpg
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Coca Cola: 100 años enfermando a la gente

Por: Carlos Ruperto Fermín

“No es 100 años vieja, sino 100 años joven y 100 años nueva”. Con esas erráticas palabras la transnacional estadounidense Coca Cola, festeja el centenario de su icónica botella de vidrio Contour, que desde el año 1.915 viene lavándole el cerebro a toda la Humanidad, destruyendo la salud de sus inocentes víctimas, contaminando los recursos naturales del Medio Ambiente, y adorando ciegamente a la chispa del dios dinero, que le paga con religiosidad las infernales estrategias de marketing.

Aunque comenzó siendo vendida en las farmacias de Estados Unidos, el tónico cerebral Coca Cola generaba una gran adicción al juntarse con la saliva, con la lengua y con la garganta de sus hipnotizados pacientes, por lo que el espíritu capitalista del farmacéutico Pemberton, convertiría el codiciado jarabe para la tos en el famoso refresco americano, que representa la máxima expresión cultural del gran pueblo estadounidense.

¿Por qué es tan oscuro el líquido de la Coca Cola? Si bien Samuelson intentó disimularlo con la elegancia de una silueta curva en relieve, no pudo limpiar la sucia imagen de la botella americana, que sigue siendo imposible de mirarla fijamente a los ojos, porque desconocemos el grosor de las cicatrices que burbujean en su turbio corazón. Yo me quedo admirando la forma y el fondo de la Coca Cola, solo para preguntarme ¿Cómo es posible que la gente ingiera litros y más litros de la atrofiada pócima mágica? Seguro que Dalí, Warhol, Baker y Rockwell se arrepienten de haber manchado el óleo y la tinta de sus obras de arte, con el simplismo taciturno de la estampida del buey.

Si no entiendes el significado de mis laicas palabras, es porque te encanta beber y eructar con una refrescante Coca Cola en la palma de tu mano, mientras te rascas el trasero lleno de flatulencias y hemorroides con el imperdible control remoto, esperando disfrutar la televisión basura que entretiene desde el cómodo sofá de tu hogar.

Dicen que el Universo es tan infinito como la ilimitada estupidez humana. Agua para que florezcan las plantas del soleado jardín, y Coca Cola para enfermar nuestros envejecidos cuerpos. La gente ya no distingue el bien del mal, el amor del odio y la verdad de la mentira. ¡Qué fácil es lavarle el cerebro a la Sociedad Moderna! Basta con un constante bombardeo publicitario en las calles, con hiperactivos spots en la TV, con pegajosos jingles en la radio y con coloridos banners en la Internet, para que el Tío Sam y su legendario adoctrinamiento de masas Made in USA, logre conseguir todas las metas que se proponga en la vida.

No es casualidad que uno de los slogans de la Coca Cola, para celebrar los 100 años de la botella Contour sea «Contiene recuerdos y otros ingredientes secretos». Precisamente, en sus ingredientes secretos radica el mayor éxito de la Coca Cola, pues transmite oralmente enfermedades degenerativas a todos sus consumidores, gracias a la prematura llegada de la diabetes que te vuelve adicto a la inyección de una trágica insulina, por toda la glucosa que se acumula en la sangre producto de la obesidad de los enfermos, quienes tarde o temprano acabarán postrados en una cama, preguntándose ¿Qué hice yo para merecerme esto?

Hasta la Organización Mundial de la Salud (OMS), que cada año recibe el jugoso financiamiento económico de la empresa Coca Cola, tuvo que reconocer públicamente que la venta indiscriminada de refrescos alrededor del planeta Tierra, es uno de los factores principales que acelera la aparición de la hiperglucemia, de la osteoporosis, de la hipertensión, de la gastritis aguda, de los cálculos renales, de la taquicardia y del deterioro del esmalte dental por la presencia de caries.

Recientemente leía comentarios escritos en las redes sociales por unos fanáticos de la Coca Cola, quienes no reconocían los daños a la salud causados por su ingesta. Ellos criticaban al resto de los foristas, y argumentaban sus opiniones a favor del refresco diciendo lo siguiente: «Váyanse a la mierda hijos de puta. ¡Aguante la Coca Cola!» «No digas boludeces maricón, andá a cagar» «Vergación si hablan paja, son una bola de huevones».

Navegando de incógnito en la Web, me preguntaba en silencio ¿Qué relación existirá entre la gente boca sucia y los consumidores de Coca Cola? Uno sale a la calle y observa que la mayoría de los individuos groseros, vulgares y obstinados que nacen, crecen y se reproducen en la amalgama multicultural de nuestras ciudades, son acérrimos adeptos de las bebidas carbonatadas que ofrece la transnacional estadounidense Coca Cola.

Antes de perder mi fe en la Humanidad, leí otro comentario que decía «Es un tema complejo, porque todos sabemos lo dañina que es la Coca Cola para la salud, pero con hielo y estando bien fría, qué mas da, jajaja». Tras leer su mensaje le pregunté en calidad de invitado «Amigo ¿Por qué no lees lo que acabas de escribir? Él me dijo ¿A qué te refieres? Y yo le dije ¿Cómo es posible que sigas bebiendo Coca Cola, si tú mismo reconoces que es perjudicial para el organismo? Finalmente me respondió «No lo sé, algún día supongo que la voy a dejar, no sé cómo ni cuándo, pero de que la dejo, la dejo», y me colocó un emoticón de carita feliz para terminar con su sincera respuesta.

Esa triste forma de pensar, es un espejo social de la adicción generada por el consumo de los refrescos a escala mundial. Hay mucho conformismo, terquedad y necesidad en dejar que otros decidan nuestro propio estilo de vida, incluyendo los hábitos alimenticios, los tiempos de ocio, los perfiles laborales, los gustos musicales, el estado civil, los prejuicios morales y hasta las preferencias sexuales. Vemos que la presión social de encajar con los ovejas del rebaño, nos deja esclavizados a obedecer la mediática voz de mando, sin pensar en el quiebre de la capacidad analítica y reflexiva que yace con independencia en cada uno de nosotros.

Quisiéramos preguntarle a la bondadosa Sylvia Likens, qué sintió después que la obligaron a meterse en dos ocasiones, una botella de Coca Cola dentro de su vagina. Por infortunio, ella murió y jamás reveló la fórmula secreta del alucinante refresco. Pero nos dejó una gran lección de vida: La Coca Cola es un fiel reflejo del deshumanizado Mundo en el que vivimos, donde el materialismo, la hipocresía, la sed de venganza, el rencor, el orgullo, la soberbia y la envidia, van de la mano con la refrescante chispa de la vida.

Pregúntate y respóndeme con sinceridad ¿Le habrías salvado la vida a Sylvia? Yo creo que le hubieras hecho bullying hasta cansarte, luego le tomarías un selfie mientras se desangra frente a ti, y finalmente subirías la macabra foto a tu muro de Facebook, para obtener con rapidez un millón de nuevos seguidores.

Desde su fundación que data del año 1886, la Coca Cola se transformó en el gran símbolo de la guerra, del racismo y del genocidio impuesto por el régimen norteamericano, representando con gran fidelidad la fútil idiosincrasia de su gente. No sólo porque financió la campaña electoral del genocida George W Bush, quien ya tiene asegurado un puesto V.I.P en el infierno, sino porque la Coca Cola siempre ha estado involucrada en desfalcos, sobornos, actos de corrupción, secuestros, torturas, paramilitarismo y asesinatos que cobraron la vida del sindicalista Pedro Quevedo en Guatemala, cuya sangre llena de impunidad social, sigue resplandeciendo en el hermético vestíbulo del Hotel Mezhdunarodnaya en Rusia.

Con su hashtag #BotellaÚnica, la Coca Cola viene desarrollando una agresiva campaña de marketing para festejar sus 100 años de poca madre. Desde las redes sociales de Twitter y Facebook, hemos visto analogías que comparan la ingesta de la Coca Cola con el cosquilleo que produce dar el primer beso. Se afirma que la felicidad se destapa cuando compartes una Coca Cola. Piden que la efervescencia alcance las estrellas dentro de sus botellas. Nos aseguran que el sonido perfecto «Phsst, fizzzz, clink clink, glug, glug… ahhh» proviene de una Coca Cola. Y hasta un fanático extremo reconoce que sus dos amores en la vida son la videoconsola X-Box 360 y una botella de Coca Cola.

Yo creo que la Coca Cola se convirtió en una religión adorada por los «cocacoleros», porque nos acompaña en los momentos de alegría y nos ayuda en los momentos de tristeza. Es omnipresente, pues se vende en más de 200 países del Mundo. Todos los días la compramos y la honramos como si fuera un mandamiento o un manuscrito bíblico. Ninguna religión es más todopoderosa que la canonizada Coca Cola, ya que rompe con las barreras culturales, lingüísticas y sociales que separan a diario a su feligresía universal.

Tanto así, que Coca Cola inspiró a 200 jóvenes de distintas nacionalidades, para que cantaran desde una colina en Italia «Me gustaría hacer del Mundo un hogar, quiero enseñarles a cantar y enviar un mensaje de paz». Definitivamente ¡Lo lograron! Por eso nos deleitamos al observar que todas y todos le rinden pleitesía al monoteísmo de la Coca Cola, y se gozan al máximo cada bendito sorbo que ilumina la chispa de la vida, simbolizando una luz de esperanza para mantener la paz que habita en el esquizofrénico planeta.

Cabe destacar, que en su nuevo spot titulado «Un Mundo Generoso», podemos ver el altruismo que despierta la Coca Cola en sus solidarios consumidores. Desde un agradable turista en un kiosco, pasando por una enojada monja a quien le remolcaron su accidentado carro con una grúa, y llegando hasta un valiente bombero rescatista, se inhiben de beber el codiciado refresco para entregarle «la felicidad» a otra persona menos favorecida. ¡WOW! Es sorprendente ver el júbilo de la monja al aceptar la Coca Cola, y tenerle más fe a una sagrada botella de vidrio que al rezo de los grandes misterios del rosario.

No hay duda que vivimos inmersos en un despiadado proceso de transculturación, de hipnosis colectiva y de alienación social, que deja a la Pachamama al borde del fatal ecocidio. Pese a la alegría de la monjita, debemos considerar que por culpa de la reluciente botella Contour, el tono rojizo de la Coca Cola se convirtió en un baño de sangre para la Madre Tierra. Tenemos el anecdótico caso del río Matasnillo y de la Bahía de Panamá, donde Coca Cola derramó miles de litros de un colorante químico, que perturbó la hermosísima flora y fauna panameña e impactó el iris de los atónitos pobladores, quienes pensaron ser testigos de la primera de las plagas egipcias.

Sabemos que la prestigiosa confederación Oxfam ubicó a la Coca Cola, en la lista de las 10 transnacionales menos comprometidas en frenar los estragos ambientales, causados por las emisiones de gases de Efecto Invernadero en el planeta Tierra. La colosal quema de combustibles fósiles (petróleo, gas natural, carbón), facilita la retención en la atmósfera del dióxido de carbono, metano y óxido nitroso. Así, se acrecienta el problema del Cambio Climático y de sus drásticas alteraciones meteorológicas, que incluyen sequías, incendios forestales, pérdidas de cosechas y desertificación de los suelos, para que se acelere el implacable Calentamiento Global en los cimientos de la biosfera.

En calles, plazas, aceras, parques y demás espacios públicos de nuestras ciudades, hay un sinfín de latas y botellas de Coca Cola aglomeradas en el suelo, las cuales van destruyendo el equilibrio ecológico de ríos, playas, humedales y campos rurales. Es común visualizar el recorrido citadino de los gigantescos camiones rojos de la Coca Cola, llenos de humo diesel para quemar la santidad del aire a través del tubo de escape, y provocar enfermedades respiratorias en los malogrados pulmones del prójimo. Los camioneros deben mear y entregar con premura el adictivo refresco a los restaurantes, a los kioscos, a las tiendas, a los colegios, a las canchas deportivas, a los bodegones y a los centros comerciales.

Pero nunca se aprecia que los monstruosos camiones o sus diminutos consumidores, se dediquen a recoger, reutilizar y reciclar todos los envases de plástico, vidrio y aluminio que se acumulan en la capa vegetal o en el asfalto. La apatía ecológica de la Coca Cola, es comprobable viendo el etiquetado especial de sus botellas, para evocar los 100 años de la inigualable Contour. Si observamos en detalle la información de la etiqueta, resultará casi imposible hallar el símbolo de respeto ambiental, que invita a desechar el envase en un contenedor de basura.

Recordemos que el plástico y el vidrio son dos de los materiales sintéticos, que generan mayor polución en el entorno biofísico que albergamos, pues la Naturaleza tarda de 100 a 4000 años en lograr la biodegradación total de los tóxicos envases inorgánicos. Por culpa de transnacionales irresponsables como Coca Cola, hay más de 8 millones de toneladas métricas de plástico flotando en los océanos del planeta Tierra, que se están transformando en basureros marinos repletos de tereftalato de polietileno (PET), por la falta de políticas públicas que prioricen el reciclaje y protejan a las especies de fauna acuática.

Es consabido que la Coca Cola junto a sus salvajes aliados comerciales, que abarcan a Monsanto, Nestlé, McDonald´s y Cargill, están involucrados en graves delitos ambientales, que engloban la deforestación progresiva de los bosques nativos y la contaminación de fuentes de agua dulce y salada en la geografía del Mundo, por la expansión de la frontera agrícola y por las frecuentes descargas de residuos industriales que polucionan los hábitats. Así, se priva del vital líquido a los pueblos y a los lugareños que se cruzan con el mercantilizado camino de la ambición corporativa, buscando que las atemporales concesiones, las explotaciones de pozos o las kilométricas hectáreas, tengan espacio de sobra para aniquilar los ecosistemas y la biodiversidad autóctona.

Usted seguramente desconoce que por cada litro de la azucarada Coca Cola, se requieren en promedio 2,5 litros de agua, para comprobar el fracaso de los Objetivos del Milenio emprendidos por la ONU, y reeditar el triunfo del incontrolable empobrecimiento global. Basta con mover la brújula a Chiapas, Kerala, Concón, Fontibón o Nejapa, para beber un poco de los efluentes cancerígenos que se llevan la vida de los agricultores y de los campesinos. No obstante, duele reconocer que esos aguerridos compatriotas en pie de lucha, también se beben los litros de la espumosa Coca Cola mientras protestan por los derechos de sus tierras, ya que la transnacional yanqui sabe confundir, engañar y lavarles el cerebro a las comunidades globales.

Además, la Coca Cola es con insistencia demandada por la explotación laboral, por los despidos masivos y por el incumplimiento de contratos que afectan a sus trabajadores. Ellos no son vistos como Seres Humanos, sino como máquinas borregas dominadas por el sistema opresor de turno. Basta con viajar a la planta embotelladora de Coca Cola en Fuenlabrada (España), y apreciar como el desmantelamiento de sus instalaciones perjudicó a gran parte de la masa obrera, que fue echada a la calle, golpeada y reprimida por la policía española al servicio de la transnacional americana.

Un gran número de asalariados no fueron reenganchados a sus puestos de trabajo, incumpliendo las decisiones judiciales de los organismos competentes en España. Pero cuando se trata de cumplir con la ley, la Coca Cola siempre evita pagar los sueldos, las prestaciones sociales, los seguros médicos y demás beneficios contractuales, porque tiene maletines dolarizados por doquier para comprar los bolsillos de los jueces, de los tribunales y de las salas constitucionales. Incluso, los recortes de personal establecidos sin previo aviso, sumado a las pésimas condiciones de trabajo y a la sobrecarga laboral impuesta por la Coca Cola, han llevado al suicidio forzado a muchísimos de sus empleados, tal como aconteció con los trabajadores de Télécom en Francia o de Foxconn en China.

¡Qué loco se ha vuelto este Mundo! Se encuentra tan oscuro como el pasado, el presente, y el futuro de la hitleriana Coca Cola en el Cuarto Reich. Antes nos exterminaban dentro de las cámaras de gas, con el ácido cianhídrico enlatado en el Zyklon B. Ahora nos asesinan a cielo abierto, con el ácido fosfórico embotellado de la Coca Cola. Ambos son potentes pesticidas que causan la muerte de sus cándidas víctimas. Seguimos estando presos en el holocausto de Auschwitz. El Zyklon B lo siguen vendiendo para exterminar la plaga de insectos y roedores checos. La Coca Cola la siguen vendiendo en casi todo el planeta Tierra, para exterminar insectos, roedores y al Homo Sapiens. Ayer nos decían con entusiasmo Arbeit macht frei. Hoy nos dicen con alevosía zu Tode Trinken.

Creemos que si las personas se atrevieran a triturar una lata con el puño cerrado, o a romper una botella de vidrio con furia en el pavimento, seguro que se les quitarían las ganas de ingerir litros y más litros de la gasolina con hielo. La gente bebe Coca Cola como una ridícula treta psicológica para sacarse las frustraciones, el stress, los corajes y las ansiedades que se amontonan en la vida diaria de ancianos, adultos y niños.

Sin embargo, dicen que la única forma de que la Coca Cola pueda causarle daño a un niño, sería que alguien lanzara una botella por la ventana y le cayera encima. Por eso me entristece ver que jovencitos y hasta bebés recién nacidos, se la pasan chupando Coca-Cola por la completa irresponsabilidad de sus padres, quienes acabaron traumados por tantas botellas de Coca Cola que les lanzaron desde la ventana en la etapa de la infancia.

Es la auténtica verdad. Sus progenitores juegan con la salud de sus hijos, sin pensar en las consecuencias negativas de malograr el hígado, los riñones, el páncreas, la vesícula, los dientes, y los huesos de sus gordísimos retoños lactantes. Lo que empiezan siendo calambres musculares, se convierten en úlceras que terminan en amputaciones, por los kilos de azúcar que la diabética Coca Cola deposita e incinera en el reloj biológico del cuerpo humano.

Hirviéndola en una cazuela a fuego lento o mezclándola con leche descremada, con filetes de carne, con pastillas de mentas, con bichos del jardín o con tornillos oxidados, es impresionante dilucidar al alto poder corrosivo de la Coca Cola, que se transforma en azul petróleo, en huevo podrido, en desinfectante del inodoro, en aceite lubricante, en explosión doméstica y en plaguicida de bajo costo.

Vale aclarar, que la combinación de agua carbonatada con ácido ortofosfórico, cafeína, aspartamo, benzoato de sodio, fenilalanina, metanol, color caramelo, fructosa, acesulfame de potasio, y demás ingredientes adheridos a las gaseosas de Coca Cola (Original, Light, Zero, Stevia), influyen con mayor daño en nuestro organismo que los cigarrillos, los energizantes y las cervezas.

Es tanta la perversión consumista, que Coca Cola le paga a famosos nutricionistas, instructores de gimnasios y expertos del fitness, para que tiren a la basura su ética profesional y afirmen en blogs, en periódicos y en revistas como «American Heart Month», que una lata pequeña de Coca Cola constituye «una buena merienda» para mantener ejercitado el cuerpo. De igual manera, se maquilla el veneno con el uso de saborizantes artificiales (vainilla, limón, naranja, cereza, uva), que envician las papilas gustativas de los adictos cocacoleros, para que rechacen cualquier bebida, zumo o alimento de origen natural.

Seamos sinceros, la composición química de la Coca Cola demuestra claramente que es una droga vendida sin prescripción médica. Usted se está drogando a diario consumiendo una sustancia transgénica invasiva, que desequilibra el bienestar físico y mental del cuerpo humano. Si supieran que la vida es un pequeñísimo instante sideral en retrospectiva, no fueran tan tontos para asfixiar por voluntad propia el pequeñísimo sueño cósmico de la vida, bebiendo la ignorante chispa que honra la muerte.

Piensa que tu abuelo podría haber vivido 10 años más, tu mamá podría haber vivido 5 años más, y tú tienes la vida entera para recapacitar y no continuar haciéndole un irreparable daño al organismo. Yo no lo digo porque escribí un artículo de opinión o porque investigué bastante al respecto. Lo afirmo, porque como la gran mayoría de las personas, yo también compraba los refrescos de la Coca Cola, pero fue por mi propia mala experiencia que dejé de ingerirlos hace más de 10 años.

Recuerdo que cuando estudiaba en la universidad y bebía Coca Cola, me daba con recurrencia acidez estomacal. El centro del pecho se me endurecía muchísimo, hasta pensaba que me daría un infarto por el fuerte dolor torácico. Los ojos se me enrojecían. Sentía que mis dientes se estaban volviendo arcilla, y perdía la paciencia con facilidad. Era obvio que las bebidas carbonatadas me estaban enfermando.

Por eso, decidí cambiar drásticamente mis hábitos alimenticios, bebiendo ocho vasos de agua al día que activan los órganos internos, favorecen la digestión, bajan la presión arterial, aumentan la energía, reducen el riesgo de sufrir problemas cardiovasculares, hidratan la piel y desintoxican el sistema linfático. A su vez, le dí prioridad a las galletas integrales, a los jugos naturales, a las ensaladas, a los cereales, a las frutas y a la milagrosa práctica del veganismo. Ese cambio radical en mi estilo de vida, me ha transformado en un hombre más positivo ante los retos que trae consigo la vida, mejorando mi estabilidad emocional y mi concentración, para desenvolverme como periodista en mi querida Venezuela.

Dicen que no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista. Pero parece que el flash capitalista en el centenario de Coca Cola, inmortalizará el destino de todos sus ángeles caídos.

Ecoportal.net

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La interdisciplinariedad una necesidad en la era del conocimiento

Roberto Mauro Velásquez Rondón.
Arequipa Perú.
IBERCIENCIA. Comunidad de Educadores para la Cultura Científica.

30 de abril de 2016

La interdisciplinariedad permite que las nuevas generaciones puedan acceder a la modernidad de una manera adecuada, que les permita dejar atrás la formación tradicional que es una señal de fracaso, que sean capaces de generar soluciones acertadas y oportunas, por lo tanto se tiene que tener un nuevo estudiante capaz de desenvolverse adecuadamente en la era del conocimiento.

La educación continua desempeña una función estratégica para el desarrollo sostenible de la sociedad por lo que se necesita dirigir todos sus esfuerzos hacia la formación de las nuevas generaciones capaces de generar soluciones acertadas y oportunas. Ello exige la formación integral del profesional de la educación.

La organización clásica, aquella donde las materias o asignaturas con contenidos aislados que se encuentran agrupados por disciplinas, aún persiste en este Siglo XXI, con ello estamos condenando a nuestros estudiantes a seguir en el pasado, con un futuro muy incierto, donde no tendrá la menor oportunidad de desenvolverse en forma adecuada. Algunos sistemas educativos, como el de mi país, utilizan las áreas o ejes trasversales, que sin tener un profesor específico, están inmersas en todo el currículo para ser desarrolladas por todos y cada uno de los profesores a través de sus diversas áreas curriculares.

No se sabe cuáles serán los puestos laborales que irán surgiendo en el futuro, por lo tanto necesitamos jóvenes preparados para dichos cambios, el trabajo rutinario como lo conocemos ahora desaparecerá; por esta razón los docentes tenemos que olvidarnos de brindar una educación basada en los contenidos porque estos quedarán obsoletos muy rápidamente para aparecer otros acordes con el avance científico y tecnológico de ese momento, lo aprendido por los estudiantes se queda para el pasado, y como ellos dicen “ya fue” ya pasó.

Lo que tenemos que tener en cuenta es cómo hacemos para que ellos se adapten rápidamente a estos continuos cambios, cómo hacemos para que las nuevas profesiones que aparezcan no los saque del mercado laboral, tenemos entonces que brindar una educación de calidad mirando al futuro, aquella donde utilice su imaginación y que luego le permitirá ser creativo e innovador, aquella donde tenga la capacidad de analizar rápidamente situaciones en las que se encuentra, diseñar estrategias, tomar decisiones y resolver problemas, a saber colaborar y comunicarse, que tenga habilidades en las tecnologías de la información, que se adapten a los grandes cambios que van a ocurrir, que tengan una formación más humanista y ambiental, con ética, conciencia de equidad social y juicio crítico, que sean aquellos que logren el cambio social que tanto se espera.

Teniendo en cuenta que en este siglo XXI se busca construir una sociedad de la información, multicultural donde la presencia de las TIC tienen que estar presentes en el proceso educativo, es fundamental la integración de las distintas disciplinas para formar un profesional universal, un ciudadano que tenga un conocimiento integrado en su interpretación del mundo y la sociedad donde se desenvuelva, que tenga una visión amplia y global de la realidad, que pueda ubicarse en el mundo.

No será posible lograr este cambio, acorde con el desarrollo científico social si las instituciones educativas, no están educando interdisciplinariamente, considerando que un alumno debe recibir influencias positivas a través de las actividades docentes y extradocentes de tal manera que la formación de su personalidad le permita una proyección política, ideológica, intelectual, ciudadano universal y respetuoso de su medio ambiente.

Para lograr este propósito se requiere de un trabajo metodológico consciente, siendo una de las vías principales para lograr la optimización del proceso docente educativo. El contenido del trabajo metodológico se orientará en el logro de la integralidad e interdisciplinariedad.

Se puede considerar que la interdisciplinariedad es una estrategia pedagógica que implica la interacción de varias disciplinas, entendida como el diálogo y la colaboración de éstas para lograr la meta de un nuevo conocimiento, permite que los conocimientos de las asignaturas se integren en sistemas conceptuales de categorías, leyes, teorías, se puede abordar problemas desde perspectivas diferentes.

La interdisciplinariedad nos permite la colaboración sistemática, científica, de cada una de las disciplinas en función de enriquecer el saber y la práctica social. Para lograr esta relación los profesionales tienen que pensar y actuar de otro modo, tienen que actuar de una manera menos personalista, de una manera más abierta, más flexible, de tal manera que les permita analizar cada relación interdisciplinaria que se presente.

 Fuente:: La interdisciplinariedad una necesidad en la era del conocimiento

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Desprecio

Enrique Calderón Alzati

Abril 2016

Son varias ya las ocasiones en las que los altos funcionarios de la Secretaría de Educación muestran su arrogancia y su desprecio por la educación pública, al igual que por quienes fuimos preparados en ella, incluyendo a grandes figuras de la vida nacional, de lo cual seguramente no están enterados.

En días pasados, una de las oficinas de tercer nivel de la Subsecretaría de Educación Media Superior, a cargo de Rodolfo Tuirán, envió una carta convocatoria a los rectores de varias universidades estatales o públicas –a las que consideraron las mejores, o seguramente las menos peores– para que éstas enviaran una lista de aquellos profesores e investigadores calificados como los más capaces, con la curricula de cada uno de ellos, para que la Cosdac (Coordinación Sectorial de Actividades Académicas) seleccione a quienes decida contratar como trabajadores a destajo para realizar tareas como facilitadores (ayudantes) de diversos cursos elaborados por los expertos de la Secretaría de Educación, que esa institución pretende impartir en la modalidad en línea a los docentes de las escuelas públicas de educación media superior, luego de enterarse de que sus métodos de preparación en cascada aplicados durante más de dos años no sirvieron para nada, como muchos se los hicimos ver en su momento.

La nueva convocatoria, seguramente ordenada por el titular de Educación, Aurelio Nuño, que daba dos días a los rectores para presentar sus ofertas de colaboración a la SEP, ha generado el enojo de diversas autoridades universitarias y de sus cuerpos académicos, ante la pretensión de utilizar a esas instituciones como meras bolsas de trabajo para que la dependencia pueda contar con mano de obra calificada para preparar a los maestros, ignorando que las universidades tienen la capacidad de generar los cursos de preparación de docentes en las diferentes ramas del conocimiento, ignorando también la existencia de una serie de organizaciones y de especialistas con enormes conocimientos de educación, que bien debieron ser tomados en cuenta para este desarrollo, anunciado inicialmente como un programa de preparación de profesores con 500 cursos sobre temas muy diversos a ser seleccionados por los docentes de acuerdo con sus necesidades, mientras en la convocatoria mencionada se habla sólo de tres cursos, que por lo demás poco tienen que ver con las fallas detectadas por las pruebas Enlace y Planea.

En este caso, como en muchos otros, la soberbia del subsecretario de Educación Media Superior, Rodolfo Tuirán, y su equipo de colaboradores, radica en pensar o creer que al ser designados funcionarios, sus conocimientos, su inteligencia y su visión crecen de manera automática, haciéndoles superiores a los ciudadanos de segunda, es decir, a todos nosotros, sin percatarse de que su incompetencia y los daños que están causando son cada día más evidentes.

La otra parte del problema consiste en su particular manera de pensar, de que una educación pagada o privada necesariamente debe ser mejor que la educación pública, ignorando que ésa es precisamente su responsabilidad, asegurar que la educación pública y cada una de las escuelas que han sido creadas y operadas con los recursos de la nación deben distinguirse por tener los mejores maestros, métodos de enseñanza, ambientes para propiciar la construcción del conocimiento, laboratorios y talleres para asegurar los diferentes aspectos de la educación moderna, así como instalaciones dignas e higiénicas, de manera que los estudiantes puedan terminar su educación básica y media entendiendo el país del que forman parte y también lo que quiere decir la igualdad en deberes y derechos de toda la población de nuestro país.

Actualmente, nada de esto sucede; los altos funcionarios de educación son los primeros en pensar que la educación pública es de mala calidad y que así debe ser, sin entender que en ello admiten su propio fracaso como funcionarios y sin comprender tampoco el gran esfuerzo de muchos maestros que en vez de ser corridos por no aceptar las evaluaciones forzosas e inútiles, deberían ser reconocidos por sus esfuerzos en medio de toda clase de carencias y las historias de éxito de sus estudiantes. Hoy se habla de lograr una educación de calidad como si la educación fuese equivalente a un par de zapatos, a un vestido de marca, o a una caja de cereal, ignorando que también cuenta el conocimiento del México real, el de las familias de los obreros y de las costureras, de los campesinos y los comerciantes, de los ricos y los pobres, una educación que enseñe a tratar a todos con el mismo respeto y cariño, pues eso es lo que sucede en una sociedad sana, democrática y desarrollada, donde ningún estudiante pueda considerar como Pinches proles a los que no tienen un puesto como el de su papi.

Cuando yo era estudiante, los funcionarios del gobierno mandaban a sus hijos a las escuelas públicas, ya que ello les aseguraba que sus hijos tuvieran de compañeros a niños pertenecientes a familias con todos los rangos posibles de ingreso. El resultado era maravilloso porque todos los estudiantes podíamos observar, conocer y entender las diferencias de pensamiento de acuerdo con las ocupaciones de los padres.

La soberbia de los altos funcionarios de la SEP seguramente proviene de que ellos mismos nunca pisaron el suelo de una escuela pública ni se percataron de que en ellas se han formado las mujeres y los hombres más valiosos de nuestro país. Soberbia que también les impide aceptar que en los tres años y medio que llevan de responsables de la educación pública nacional, con la imposición autoritaria de su reforma educativa, lo único que han logrado es el retroceso de los conocimientos y del desempeño escolar de los estudiantes del país a los niveles existentes al final del ciclo 2008-2009; esto, de acuerdo con los resultados de las pruebas Enlace de 2009 a 2014 y de Planea 2015, hecho que hoy quieren ocultar eliminando esas pruebas que se han constituido en la mejor evidencia de su fracaso.

Termino este artículo preguntándome ¿por qué mientras los presupuestos para las medicinas de los hospitales y los programas de educación sufren recortes continuos, los trabajos para la construcción del Aeropuerto de la Ciudad de México continúan sin problemas ni obstáculos?, ¿cuáles son las prioridades del actual gobierno?

Invito a los lectores que aún no han participado en la consulta realizada por La Jornada a emitir su opinión sobre la reforma educativa del actual gobierno. Se puede acceder utilizando la liga consultas.jornada.com.mx

Facebook: Reflexiones en la educación

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/04/16/opinion/015a2pol
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