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El significado de la excelencia docente

Por: Blanca Heredia

Un espléndido estudio de Andreas Schleicher, Teaching Excellence through Professional Learning and Policy Reform: Lessons from around the World, publicado el mes pasado, aborda el tema de en qué consiste y cómo lograr la excelencia docente. El asunto es clave en general y especialmente relevante para México, dados los numerosos indicios sobre las limitaciones de los maestros mexicanos en lo que a calidad docente se refiere.

andreas_schleicher Andreas Schleicher

El trabajo de Schleicher nos ofrece un estado del arte sobre lo que sabemos (y no) en relación a la naturaleza y determinantes de la excelencia docente. El autor comienza señalando que, en el momento actual, un buen docente es aquel que prepara a sus alumnos para enfrentar con éxito los retos y oportunidades planteados por el mundo incierto del siglo XXI. Lo cito:

Los maestros de hoy necesitan preparar alumnos para empleos que aún no han sido creados, para usar tecnologías que no se han inventado todavía y para resolver problemas sociales que no se han presentado en el pasado.

En línea con todo el trabajo desarrollado por Schleicher en educación en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el punto de partida para evaluar, en este caso a un maestro, tiene que ver con definir un estado de cosas deseable centrado en lo que querríamos les diera a sus alumnos. Un docente excelente, nos propone, es aquel que va más allá de transmitir contenido y consigue desarrollar en sus alumnos la creatividad, el pensamiento crítico, la capacidad para colaborar con otros y las fortaleza de carácter de la que depende la convivencia productiva y civilizada. En suma, Schleicher empieza por donde hay que empezar en cualquier ejercicio de evaluación: definir un estándar compartido a partir del cual evaluados y evaluadores puedan hacer, en efecto, de la evaluación una herramienta para transformar conductas y mejorar resultados.

Uno de los motores de la reforma educativa mexicana iniciada en 2013 es, sin duda, la evaluación de los diversos actores y componentes del sistema educativo. Otro de sus motores, complemento indispensable de la evaluación en el caso de los docentes, es el impulso y renovación de fondo de la formación docente. Es de celebrar que una iniciativa centrada en ello, ambiciosa y mucho mejor fondeada que en el pasado, haya sido anunciada por el titular de la SEP, Aurelio Nuño, el lunes de esta semana.

Si de lo que se trata es de mejorar la calidad de la educación que reciben en las aulas del país los alumnos mexicanos, urgen muchas y muy variadas cosas. Destaca por su centralidad y urgencia entre ellas, sin embargo, el ofrecerles a los docentes mexicanos recursos de alta calidad y pertinencia para formarse, superar sus deficiencias y desarrollar sus fortalezas, así como para mantenerse actualizados.

Entrarle a este complicado asunto urge. De acuerdo a los resultados de Talis, 2013, encuesta a docentes desarrollada por la OCDE, México es el país con el mayor porcentaje de maestros de secundaria que manifiestan no estar en absoluto preparados para la docencia (ni en contenido disciplinario, ni en métodos pedagógicos) de entre los 34 países y regiones participantes en esa encuesta. Estos datos son consistentes con los resultados de la primera evaluación a maestros en servicio de básica y media superior dados a conocer recientemente y consistentes, también, con los muy pobres resultados de los alumnos mexicanos en pruebas estandarizadas nacionales e internacionales.

El nuevo programa de formación profesional para maestros de básica y media superior anunciado incluye muchos aspectos valiosos entre los que destacan: la elaboración de planes personalizados de formación para cada docente, el apoyo a estos por parte de ATPs, así como una nueva oferta de cursos a cargo de universidades públicas y privadas de alto prestigio.

Del anuncio al hecho hay, evidentemente, mucho trecho y habrá que ver qué tanto de todo lo anunciado logra materializarse y tener los efectos deseados en un tiempo razonable. Más allá de las interrogantes con respecto a la instrumentación, hay un faltante que valdría la pena cubrir a la brevedad. Me refiero a la necesidad insoslayable de hacer explícito el norte, la vara, de todo esto. Es decir: generar una definición clara y compartida sobre qué entendemos por un excelente docente (o dicho como lo puso Marco Fernández en una entrevista reciente: definir con precisión qué significa el que un docente sea evaluado con “insuficiente” o con “destacado”).

Básicamente, pues, para que la celebrable decisión del gobierno de darle a la formación docente una mayor prioridad surta los efectos deseados, esas definiciones resultan indispensables.

Publicado originalmente en: http://www.educacionfutura.org/el-significado-de-la-excelencia-docente/

Imagen destacada: http://www.compartirpalabramaestra.org/etiqueta/incremento-salarial

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Lograr la igualdad de genero

Por: Datin Mahathir

“Lograr la igualdad de género en la educación es fundamental para el desarrollo de un país”, dijo Mahathir, al tiempo que reconoció que está aumentando el número de mujeres formadas, activas fuera del hogar y que participan en la vida diaria de sus países, incluida la política. «Estudios internacionales han demostrado que los países con igualdad de género en la educación tienen un mejor crecimiento económico», dijo. «El hecho de formar a las niñas produce un efecto multiplicador y beneficios a lo largo de las generaciones y las comunidades», especialmente en materia de salud y seguridad para los niños.

«Si los países sólo incrementan la educación primaria, prepararán a los niños para trabajar únicamente en trabajos peor remunerados, como obreros o empleados domésticos», dijo. «Si incrementan el número de escolarizaciones y el número de estudiantes que finalizan la educación secundaria, producirán en masa trabajadores de fábrica y vendedores para elaborar productos de forma barata para los países desarrollados. A pesar de que necesitamos trabajadores de todos los niveles, son los ciudadanos con títulos de educación superior los que realmente son capaces de hacer progresar al país hacia un nivel diferente. Por eso, aunque es admirable que muchos países estén reduciendo sus índices de analfabetismo, deben centrarse en mantener a los niños en la escuela el mayor tiempo posible y apoyarles a lo largo de todos los peldaños de la escalera educativa.

El papel de la educación a la hora de fomentar la igualdad y la desigualdad

Mahathir señaló que parte de la lucha por lograr la igualdad de género dentro de la educación consiste en eliminar los estereotipos de género en el aula y los materiales educativos. Además, sostiene que si no se toma como base un enfoque sensible con el género en los programas de estudio y las reformas del sistema educativo no se podrá conseguir ningún cambio en la sociedad.

«En lo que respecta a las relaciones de género, las desigualdades en la educación reflejan y engendran desigualdades en la sociedad, especialmente entre los hombres y las mujeres», insistió Mahathir. «Desatender la educación de las niñas implica que no dejarán de ser incultas y por tanto vulnerables a la manipulación y la explotación. Su falta de conocimientos las dejará desvalidas ante aquellos mejor formados y expuestas a un abuso que en ocasiones desemboca en enfermedades e incluso la muerte».

Dio el ejemplo de Mukhtar Mai, una mujer pakistaní que fue entregada a otra familia como recompensa por el delito que había cometido su hermano y a la que violaron y golpearon. A pesar de ser analfabeta, su supervivencia dependió de su propia determinación de buscar justicia. Mukhtar identificó su falta de conocimientos como la fuente de sus problemas y con el dinero que recibió de varios simpatizantes después de que su caso se publicara en los medios abrió una escuela donde ella misma está estudiando.

Niños y niñas formados

Según Mahathir: «El primer paso es escolarizar a las niñas. Pero este éxito debe ser equilibrado. Para desarrollar el país necesitamos TANTO niñas COMO niños en la sociedad. En mi opinión, ningún desequilibrio, ya sea a favor de las niñas o de los niños, es sano».

«Contar con altos índices de niñas en las instituciones educativas no se traduce automáticamente en una mejor vida para ellas y para las mujeres si sigue habiendo actitudes arraigadas», insistió. La agencia gubernamental malaya PEMANDU, encargada de estudiar la transformación económica, descubrió que un 40% de las tituladas mujeres ni siquiera llega a trabajar una vez que deja la universidad. Otro 25% deja de trabajar tres años después de entrar a formar parte de la población activa. «Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), para que un país se desarrolle, cerca del 70% de sus mujeres debe tener un empleo remunerado, así que estas cifras son preocupantes», dijo.

«Podemos suponer que el motivo de este fenómeno es que los estereotipos de género no han cambiado», dijo Mahathir. «A pesar de sus titulaciones, las mujeres consideran que hay menos puestos de trabajo para ellas. En parte, los estereotipos de género han hecho que sus elecciones de asignaturas tiendan a limitarse a las artes, algo que muchas veces no coincide con lo que el mercado laboral necesita. E incluso si optan por las ciencias, tienden a elegir profesiones consideradas como más ‘apropiadas’ para ellas».

También señaló que las mujeres se enfrentan al mismo problema al que se han enfrentado desde el momento en que comenzaron a trabajar fuera del hogar: tienen dos trabajos, uno fuera y otro dentro de él. «Para muchas mujeres, sin apoyo, es demasiado difícil. En un país como Malasia, donde la ayuda doméstica es cara y las buenas guarderías escasean, la presión sobre las mujeres es muy fuerte. Por eso, no es de extrañar que muchas empresas se quejen de que justo cuando las mujeres están dando lo máximo de sí, suelen dejar el trabajo porque también es cuando se casan y tienen hijos».

Luchar contra los estereotipos de género en la escuela

Mahathir también subrayó que el problema de la desigualdad en la sociedad no cambiará si la educación en las escuelas no cambia. Y la educación en las escuelas refleja la sociedad que la rodea. Si los programas de estudio no son sensibles con el género y se repiten una y otra vez los mismos estereotipos de género, eso es exactamente lo que absorben los niños y las niñas. Si los libros dicen constantemente que «el lugar de la mujer» está en la cocina y que los hombres siempre son los líderes y los jefes, no es de sorprender que las niñas duden en elegir asignaturas más masculinas o más difíciles en la escuela.

«Necesitamos la igualdad de género porque tiene sentido garantizar que la mitad de nuestra población participe en la sociedad plenamente, justo igual que la otra mitad» dijo.

«Un proverbio chino dice que las mujeres sujetan la mitad del cielo. Pero cuando observamos los papeles importantes que las mujeres ejercen en nuestras sociedades, creo que sujetamos más de la mitad del cielo. Sin nosotras, no habría niños, y si los hubiese, no estarían sanos. Nuestras familias no comerían si no garantizásemos que tengan comida todos los días. La experiencia de la epidemia mundial del SIDA ha demostrado que el mayor desastre de cualquier familia es la muerte de la madre, no del padre. Mientras la madre sigue viva, hace todo lo posible por mantener su familia intacta y alimentada».

Según Mahathir, si las niñas y las mujeres reciben una educación, cuando se conviertan en madres, serán mejores madres y educarán mejor a sus hijos. Asimismo, insistió en que no se podrá conseguir sin igualar la condición de los géneros, y que no se pierde nada con la igualdad de género. «Entonces, ¿cuál es nuestra excusa para perpetuar esta desigualdad?» preguntó.

Publicado originalmente en: http://worldsofeducation.org/new/spa/magazines/articles/222

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Política docente y educacion de alta calidad

Por: Dennis Shirley
Vivimos en una época extraordinaria. Por un lado, se producen progresos sorprendentes en todos los lugares del mundo. En los últimos veinte años, mil millones de personas han salido de la pobreza. El 95 por ciento de niños y niñas de todo el mundo ahora reciben educación primaria. En los últimos 12 años hemos reducido el número de niños sin escolarizar de 102 millones a 57. Hemos hecho verdaderos progresos en la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y estamos preparados para definir nuevas y ambiciosas metas para los próximos años.

Por otro lado, a la par de estos impresionantes logros, persisten, y a veces incluso se han agravado, problemas ancestrales. Más de mil millones de personas padecen una vida de miseria absoluta. El cambio climático sigue sin disminuir. No hemos sido capaces de compaginar la prosperidad de algunos con la igualdad para todos; en los últimos años la desigualdad de ingresos ha aumentado extraordinariamente. Aun cuando la tecnología ha conseguido reunirnos en gran número, con más de mil millones de usuarios solamente en Facebook, el 17 por ciento de los adultos que viven en esta época son analfabetos y, por ende, están totalmente excluidos de la deslumbrante revolución mundial que representa la información instantánea.

Estas paradojas, que hacen convivir la pobreza en medio de la abundancia, la excelencia académica con la exclusión educativa y la transformación tecnológica con los más laboriosos e ineficientes medios de producción, conforman el orden del día de las asociaciones profesionales de educadores en todo el mundo. Las tendencias generales son claras y esperanzadoras. Está a nuestro alcance la posibilidad de eliminar por completo la pobreza extrema para el año 2030. Después de haber estado a un paso de establecer la enseñanza primaria universal, podemos y debemos seguir hasta obtener la educación secundaria universal gratuita y abierta a todos y a todas. La Internacional de la Educación se sitúa a la vanguardia de estos programas, tendiendo con toda rapidez y energía redes con las asociaciones de la sociedad civil, los gobiernos y los empresarios del sector privado a fin de asegurar que el ambicioso objetivo de una educación basada en los derechos para todos se haga realidad en el transcurso de nuestras vidas.

Sin embargo, para alcanzar estos objetivos necesitaremos ser mucho más claros en lo que se refiere a la forma de avanzar tanto en la teoría como en la práctica. Tendremos que reinventar las políticas docentes y redefinir lo que significa recibir una educación de alta calidad. En nuestras asociaciones profesionales tendremos que ser más severos con nuestros gobiernos y más exigentes también con nosotros mismos. Estamos ante una doble revolución que nuestra profesión debe encabezar con valentía y perseverancia para alcanzar el noble objetivo de conseguir los logros educativos actuando con total integridad.

La primera parte de esta revolución implica un replanteamiento radical de las políticas docentes en todo el mundo. Suele ser muy frecuente que los gobiernos digan a los docentes que quieren que sean verdaderos profesionales y luego los embrollen en una maraña tal de exigencias contradictorias que les impide contar con el tiempo y el espacio necesarios para una reflexión crítica y creativa continua. Los gobiernos dicen también a los directores escolares que quieren que lideren con audacia y valentía la educación, y en realidad se han dedicado a clasificar sus escuelas con tal empeño y persistencia que nuestros directores han tenido que introducir a sus docentes en un laberinto de manipulación competitiva de los datos y políticas que inducen a una verdadera sobrepuja. Los gobiernos tienen razón al insistir en que existe una urgencia real de mejorar las políticas docentes, pero se equivocan al inundar a los docentes con tantas iniciativas y sanciones que no hacen sino abrumarlos continuamente. Lo que empezó como algo positivo -un impulso sano y loable para mejorar las políticas docentes- se ha convertido en un contrasentido –una marcha forzada contraria a la educación en pos de metas que anulan la curiosidad y el amor natural por aprender, que es precisamente lo que debemos tratar de imbuir en nuestros docentes y alumnos.

De modo que la primera parte de nuestra revolución educativa tiene que tomar mucho más en serio la creación de capacidades entre nuestros docentes y estudiantes. Efectivamente, tenemos que medir el aprendizaje, para estar seguros, pero también debemos ampliar la lente a través de la cual lo hacemos para cerciorarnos de que los mejores logros no provocan la resistencia de los alumnos, ni su distanciamiento, con respecto a la educación pública formal. Tenemos que dar un nuevo impulso a nuestros debates y entender la finalidad de la educación, aceptar y reconocer sus consecuencias económicas, pero nunca reducir nuestras políticas docentes a poco más que voluminosas listas de comprobación que, en última instancia, despojan a los docentes de su sentido innato de la dignidad y la autoestima.

¿Cuál es la alternativa? Sabemos en qué consisten las buenas políticas docentes a través de varios sistemas educativos de alto rendimiento que existen en todo el mundo. He tenido la suerte, junto con mi colega Andy Hargreaves, de estudiar estas políticas y documentar sus características en dos libros:The Fourth Way (2009) y The Global Fourth Way (2012). Los sistemas de alto rendimiento apoyan a los docentes en sus asociaciones profesionales. Les dan tiempo y espacio para aprender unos de otros y para circular horizontal y verticalmente dentro y alrededor de sus sistemas educativos. Fijan normas, pero éstas no son tan detalladas ni tan mecanicistas que priven a los educadores de la oportunidad de idear formas creativas y apropiadas a cada edad para alcanzarlas. Saturan sus escuelas con una presión que realmente obedece el propósito moral de la educación, evitando estrategias simplistas de sorpresa y temor que distorsionen la naturaleza del aprendizaje y lleven a los educadores a desvirtuar el sistema en busca de una rápida mejora, por aquí, y un posible incentivo remunerativo, por allá.

La segunda parte de la doble revolución es mucho más difícil y exigente que la primera. La primera es fácil porque implica la autoafirmación profesional y ¿quién no goza reconviniendo la actuación del gobierno de vez en cuando? Sin embargo, años de experiencia nos revelan que hacer retroceder al gobierno rara vez se traduce en una mejora del aprendizaje de los estudiantes. Una vez encerrados entre los cuatro muros de nuestras aulas nos resulta demasiado fácil aplicar de nuevo los viejos patrones que nos resultan familiares, sin nunca intercambiar entre nosotros comentarios críticos que puedan ayudarnos a mejorar nuestra enseñanza y nunca jamás introducir innovaciones. Tenemos que evitar a toda costa este camino reconfortante pero, en última instancia, disfuncional. Lo que tenemos que hacer es tomar medidas valientes y audaces para reinventar nuestra vida de trabajo diaria. Este es nuestro nuevo imperativo profesional y no podemos, ni debemos, dar marcha atrás ni tergiversarlo.

¿Por qué es preciso el cambio? Tenemos a nuestras espaldas décadas de investigación educativa excepcional que indican que no podemos alcanzar un alto rendimiento cuando los educadores nunca se aventuran más allá de los confines de su propia aula para aprender de sus compañeros. No podemos mejorar el aprendizaje cuando nuestras escuelas carecen de acceso a la nueva investigación de alta calidad. No podemos llegar a todos nuestros estudiantes procedentes de universos culturales y lingüísticos diversos, cuando nosotros nunca hemos tenido la oportunidad de probar nuevas prácticas de enseñanza o nuevos planes de estudio. Y cuando tenemos la oportunidad de innovar, necesitamos un acompañamiento comprensivo y constante para superar los inevitables tropiezos y reveses que no deja de deparar todo camino conducente a un verdadero cambio.

Por lo tanto, la segunda parte de nuestra nueva revolución educativa consiste en dejar de hablar de la autonomía individual de cada docente y en su lugar debemos empezar seriamente a promover la autonomía colectiva de una profesión unida, tendiendo constantemente redes y en permanente aprendizaje. Tenemos que abrir las puertas de nuestras aulas y de nuestras escuelas, formular nuestros propios protocolos para definir la excelencia en la enseñanza y ¡aprender, aprender, aprender! ¡Nuestros alumnos deben vernos no como directores ejecutivos, directores financieros, o directores de tecnología, sino como jefes de los servicios de aprendizaje!

¿Quién puede ayudarnos a llevar a cabo esta segunda parte de nuestra doble revolución? Ciertamente no cabe pedir a los gobiernos que desempeñen el papel principal, porque los gobiernos están demasiado lejos del núcleo real de la educación, es decir, la intensa interacción existente entre docentes y estudiantes. Tampoco podemos pedir a las organizaciones de la sociedad civil, a la comunidad empresarial, ni a cualquier otro grupo que intensifiquen sus esfuerzos para llevar adelante esta segunda parte de la nueva revolución educativa. Como tampoco podemos dejarlo en manos de los docentes en lo individual, a los directores escolares, ni a los responsables del sistema educativo. En cambio, son únicamente nuestras asociaciones profesionales las que pueden y deben tomar la batuta en lo que se refiere a este tipo de aprendizaje y desarrollo profesional.

¿Tenemos prueba alguna de que las asociaciones profesionales pueden y deben intensificar sus esfuerzos para asumir nuevos roles en la búsqueda de un mejor aprendizaje de los alumno? ¡Por supuesto! Lo hemos visto en Alberta, Canadá, donde la Alberta Teachers’ Association (ATA) echó atrás un plan del gobierno conservador consistente en remunerar a los docentes de acuerdo con los puntajes obtenidos en las pruebas, y en su lugar convirtió esa propuesta en una red provincial que hizo posible el improbable ascenso de Alberta a la cima de los resultados internacionales en las pruebas del Programa de Evaluación Internacional de Alumnos (PISA) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Lo hemos visto en la forma en que la California Teachers’ Association (CTA ) en Estados Unidos demandó al gobernador de California para que liberara 2300 millones de dólares de fondos que luego se asignaron a un esfuerzo encabezado por los sindicatos que elevó los resultados de las escuelas más desfavorecidas del Estado. Educadores de todo el mundo han viajado a Finlandia y han visto cómo las asociaciones profesionales de los docentes ejercen un liderazgo generalizado e inspirador en el diseño de los nuevos planes de estudio, lo que les permite circular entre la profesión y colaborar con un gobierno de mente abierta que los respalda.

Efectivamente, tenemos algunas excelentes y sólidas demostraciones de que cuando son plenamente activas y el propósito moral de los educadores prima por encima de las consideraciones políticas y administrativas, nuestras asociaciones profesionales pueden abrir de par en par nuevas y prometedoras perspectivas con miras a un cambio educativo duradero y sostenible.

Estos avances en el ámbito del cambio educativo encabezados por los sindicatos nos señalan el camino correcto que hemos de seguir. Ya es hora de dejar atrás tantas reformas abortadas. Tenemos que ir más allá de toda negociación política y de toda polémica administrativa que durante tantos años han llevado a los gobiernos a centrar sus reformas en el aumento del rendimiento académico o la rendición de cuentas y en dar respuesta a los mercados. Ha llegado la hora de dejar a un lado la infinidad de pequeños ajustes en los márgenes de nuestros sistemas e ir directamente al núcleo de este cometido.

Primer paso: es el momento de reafirmar nuestros conocimientos profesionales convirtiéndonos engeneradores innatos del cambio en lugar de obedientes ejecutores del último mandato del gobierno. Los gobiernos desempeñan un papel legítimo en la prestación de apoyo y la formulación de objetivos generales, pero cuando intervienen en las complejidades de la enseñanza y el aprendizaje, sobrepasan sus límites. Segundo paso: avancemos en nuestra autonomía colectiva para impulsar el rendimiento académico de los alumnos sin desvirtuar el sistema y sin poner en peligro nuestro propósito moral, con una integridad basada en el mejor interés de nuestros alumnos de principio a fin. Trabajemos denodadamente con los alumnos y los padres de familia de nuestras comunidades para garantizar que todos los estudiantes tengan todas las oportunidades, sin cortapisa alguna, de realizar su pleno potencial.

Esta es la doble revolución cuya hora ha sonado. Promovamos el cambio tanto dentro como fuera de nuestra profesión. Examinemos qué podemos lograr todos juntos para impulsar hacia delante la próxima gran revolución educativa mundial.

Referencias.

Hargreaves, A., & Shirley, D. (2009) The Fourth Way:  The Inspiring Future for Educational Change.  Thousand Oaks, CA: Corwin.

Hargreaves, A., & Shirley, D. (2012) The Global Fourth Way:  The Quest for Educational Excellence. Thousand Oaks, CA: Corwin.

Publicado originalmente en: http://worldsofeducation.org/new/spa/magazines/articles/218
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Miseria en la cultura: decepción y depresión

 En 1930 Sigmund Freud escribió su famoso libro El malestar en la cultura y ya en la primera línea denunciaba: «en lugar de los valores de la vida, se prefiere el poder, el éxito y la riqueza, buscados por sí mismos». Hoy día estos factores han alcanzado tal magnitud que el malestar se transformado en miseria en la cultura. La COP-15 en Copenhague nos dio la demostración más cabal: para salvar el sistema del lucro y de los intereses económicos nacionales no se ha temido poner en peligro el futuro de la vida y del equilibrio del planeta sometido ya a un calentamiento que, si no es encarado rápidamente, podrá exterminar a millones de personas y liquidar gran parte de la biodiversidad.

La miseria en la cultura, o mejor, de la cultura, se revela por medio de dos síntomas verificables en todo el mundo: la decepción generalizada en la sociedad y una profunda depresión en las personas. Ambas tienen su razón de ser. Son consecuencia de la crisis de fe por la que está pasando el sistema mundial.

¿De qué fe se trata? Es la fe en el progreso ilimitado, en la omnipotencia de la tecnociencia, en el sistema económico-financiero, con su mercado, que actuarían como ejes estructuradores de la sociedad. La fe en estos dioses poseía sus credos, sus sumos sacerdotes, sus profetas, un ejército de acólitos y una masa inimaginable de fieles.

Hoy día esos fieles han entrado en una profunda decepción porque tales dioses se han revelado falsos. Ahora están agonizando o simplemente han muerto, y los G-20 tratan en vano de resucitar sus cadáveres. Los que profesan esta religión fetiche constatan ahora que el progreso ilimitado ha devastado peligrosamente la naturaleza y es la principal causa del calentamiento global. La tecnociencia que, por un lado, ha traído tantos beneficios, creó una máquina de muerte que sólo en el siglo XX mató a 200 millones de personas y es hoy capaz de exterminar a toda la especie humana; el sistema-económico-financiero y el mercado quebraron y si no hubiera sido por el dinero de los contribuyentes, a través del Estado, habrían provocado una catástrofe social. La decepción está estampada en los rostros perplejos de los líderes políticos, que no saben ya en quien creer y qué nuevos dioses entronizar. Existe una especie de nihilismo dulce.

Ya Max Weber y Friedrich Nietszche habían previsto tales efectos al anunciar la secularización y la muerte de Dios. No que Dios haya muerto, pues un Dios que muere no es «Dios». Nietszche es claro: Dios no murió, nosotros lo matamos. Es decir, para la sociedad secularizada Dios no cuenta ya para la vida ni para la cohesión social. En su lugar entró el panteón de dioses que hemos mencionado antes. Como son ídolos, un día van a mostrar lo que producen: decepción y muerte.

La solución no estriba simplemente en volver a Dios o a la religión, sino en rescatar lo que significan: la conexión con el todo, la percepción de que la vida y no el lucro debe ocupar el centro, y la afirmación de valores compartidos que pueden proporcionar cohesión a la sociedad.

La decepción viene acompañada por la depresión. Ésta es un fruto tardío de la revolución de los jóvenes de los años 60 del siglo XX. Allí se trataba de impugnar una sociedad de represión, especialmente sexual, y llena de máscaras sociales. Se imponía una liberalización generalizada. Se experimentó de todo. El lema era «vivir sin tiempos muertos; gozar la vida sin trabas». Eso llevó a la supresión de cualquier intervalo entre el deseo y su realización. Todo tenía que ser inmediato y rápido.

De ahí resultó la quiebra de todos los tabúes, la pérdida de la justa medida y la completa permisividad. Surgió una nueva opresión: tener que ser moderno, rebelde, sexy y tener que desnudarse por dentro y por fuera. El mayor castigo es el envejecimiento. Se concibió la salud total, y se crearon modelos de belleza, basados en la delgadez hasta la anorexia. Se abolió la muerte, convertida en un espanto.

Tal proyecto posmoderno también fracasó, pues con la vida no se puede hacer cualquier cosa. Posee una sacralidad intrínseca, y límites. Si se rompen, se instaura la depresión. Decepción y frustración son recetas para la violencia sin objeto, para el consumo elevado de ansiolíticos y hasta para el suicidio, como ocurre en muchos países.

¿Hacia donde vamos? Nadie lo sabe. Solamente sabemos que tenemos que cambiar si queremos continuar. Pero ya se notan por todas partes brotes que representan los valores perennes de la condición humana: casamiento con amor, el sexo con afecto, el cuidado de la naturaleza, el gana-gana en vez del gana-pierde, la búsqueda del «bien vivir», base para la felicidad, que es hoy fruto de la sencillez voluntaria y de querer tener menos para ser más.

Esto es esperanzador. En esta dirección hay que progresar.

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¿Dar clases?

Una reforma educativa es tan seria como su comprensión de la complejidad de factores que intervienen en el milagro de aprender a pensar y preguntar con fundamento, y da muestra de la solidez de su proyecto en relación directa con la concepción que tenga del quehacer docente. La emprendida en esta administración, si atendemos a estos dos criterios, reprueba: lejos de la complejidad, simplificó las cosas y endilgó todos los males educativos a un solo actor: el magisterio. Además, percibe a la docencia como el proceso que arranca y termina en una frase que es la antítesis del trabajo educativo: “dar clases”. Te toca tercero B… a ti matemáticas en segundo: a darle.

Los gestores de la reorganización laboral, administrativa y política del sistema escolar en el país tienen discursos largos pero miras cortas: consideran que lo crucial es que ningún niño se quede sin clases, como sean, y quien acceda a una plaza docente a eso se dedique: a impartirlas. ¿Quién no puede dar clases? Es fácil: repartir, repetir, recordar, repasar y reiterar lo que se sabe, y reprender o reprobar al que no atine a reconocerlo y rellenar el ovalito correcto del reactivo. Erre con erre, cigarro…

Esa profesión, oficio en el mejor sentido de la palabra, es lo más remoto al verbo repartir. Enseñar es la forma más alta del conocimiento, porque hay que saber, pero, a su vez, saber cómo propiciar en otros el hambre y la pasión por pensar las razones en las que se funda lo que se conoce. Por eso, ha habido en la historia instituciones dedicadas a la preparación del magisterio. Son escuelas, en nuestro caso las Normales, especializadas en la formación de lo que diferencia al que es erudito en un campo del conocimiento, del que sabe del mismo, sin duda, pero cuenta en su haber, además, con la sapiencia para ejercer el domino pedagógico del contenido a enseñar. Los distingue la perspectiva pedagógica y la capacidad para producir, de manera creativa, diversas  modalidades didácticas orientadas al aprendizaje. ¿Dar? Que den misa los curas y discursos los funcionarios. Las maestras y los profesores producen ambientes de aprendizaje en relación con sus alumnos y colegas.

Hay un programa de estudio inicial para ello, específico, que incluye prácticas docentes dirigidas y, como en las demás profesiones, en el ejercicio cotidiano y los retos que se presentan, ocurre la habilitación más profunda: no es nada más experiencia. Es experiencia reflexionada y discutida. Es lo que sabemos apreciar en la vida diaria cuando decimos: ese señor sabe bien su oficio. El que sea.

No va en este sentido considerar que, con base en la ley, a partir de este año “cualquier persona con un título universitario que obtenga el puntaje adecuado podrá acceder a una plaza docente en Educación Básica” Esta expresión relaciona un diploma y un examen, suponiendo que el diploma avala que se sabe, y el examen mide si se tienen las condiciones para ser docente. No hace referencia a la necesidad ineludible de una especialización en la labor pedagógica.

¿Tiene título y le falta trabajo? No se angustie: con la licenciatura y buen puntaje puede dar clases. ¿Y el examen? Calma: abundan negocios en que le enseñan, en un par de fines de semana, cómo sacar nota de idóneo. Garantizado. ¿Cobran? Sí: nada es gratis. Es una inversión…con lo escaso que está el empleo.

Fortalecer a las Normales y otras modalidades de formación de profesores es crucial. Urge. Suponer que la llegada de “cualquier” persona con algún título mejorará la educación ignora que la evaluación oficial reportó que el 85% de los examinados resultó satisfactorio, bueno o destacado: egresaron de Escuelas Normales. No cualquiera es capaz de llevar a cabo el oficio, salvo que dar clases sea el rumbo y objetivo. Así, la educación no avanzará pues no es idóneo el camino.

 

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En la batalla final contra el gran capital, dónde está la educación universitaria

Venezuela/Aporrea/04-04-2016/Por: Roger Lázaro

Han transcurrido 58 años de
la promulgación de la Ley de Universidades que norma en Venezuela la educación superior de entonces, modificada en el 70, actualmente educación universitaria, tal como lo plantea la Ley Orgánica de Educación. De esos 58 años de la Ley al servicio del Estado Burgués, 18 han transcurrido en el marco del proceso bolivariano, donde lo más resaltante de la IV Repúblicas, muy poco modificado hasta ahora, salvo excepción de algunas instituciones que dependen del estado, ha sido el monopolio del conocimiento, el docentismo, el profesionalismo y una educación para la dominación, así como, el mantenimiento del gran capital.

El gran capital, dado que la ciencia, ni la técnica, son neutras, conjuntamente con sus aliados nacionales ajustó la educación universitaria venezolana al desarrollismo desde la década del 70 hasta los 90, donde luego se adecuó al florecimiento del neoliberalismo; siempre considerando la autonomía universitaria como inmodificable, cuando se trata de una categoría histórica, es decir, cambiante, y prueba de ello, es que, los que antes defendíamos con la vida la autonomía universitaria, hoy la criticamos; y los que la atacaban en el pasado, ahora la defienden con todas las armas comunicacionales del gran capital, por cierto, con los recursos que aporta el estado, tal como lo planteó en su oportunidad el gran Camarada Luis Biggott, un gran ausente en esta batalla contra el gran capital, en el campo de la ciencia, la técnica y la investigación.

Ahora bien, en la estrategia de transformación de la educación universitaria nacional, planteada por el proceso bolivariano, en el caso de colegios e institutos de educación superior, a partir del año 2001, las autoridades de estos, empezaron a denominarse Comisiones de Transformación y Modernización, en atención a lo que luego sería el nacimiento de la Misión Alma Mater, creada mediante el Decreto 6.650 del 24 de marzo de 2009, publicado en Gaceta Oficial Nº 39.148 del 27 de marzo 2009, donde se oficializa la creación de esta misión relevante para la transformación de la educación universitaria.

Pasados 7 años del inicio del proceso de transformación universitaria, quienes hemos estado como autoridades universitarias debemos reconocer autocríticamente que no se han alcanzado las metas políticas establecidas, y que, debemos reimpulsar con fuerza el proceso de transformación para poder estar en condiciones favorables, en esta guerra frente al gran capital y sus aliados nacionales e internacionales, en una batalla que pudiera ser la final, en el choque inevitable entre el gran capital transnacional occidental, principalmente los Estados Unidos y los pueblos, que como el venezolano, decidieron tomar la ruta de la emancipación nacional.

Indiscutiblemente, seríamos inocentes si creemos que una nueva Ley de Universidades transforme las instituciones universitarias; no, no es así, solo ayuda o inclusive puede obstaculizar el proceso de transformación; proceso complejo, entre otras razones, porque la universidad tradicional, la iglesia católica y algunos estamentos militares en América Latina y el Caribe están calificados como las instituciones más conservadoras.

En la revolución bolivariana, la educación universitaria incrementó la matricula por encima del 300%, aumento el número de egresados en una cifra superior al 140%; está presente en 335 municipios, en más de 1900 aldeas; se dio la creación de una docena de universidades y aumento en 587% de becarios activos en el 2008. Estas cifras halagadoras tienen su principal componente en las universidades experimentales, Misión Sucre, universidades politécnicas territoriales, colegios e institutos universitarios de tecnología. Aun así, pareciera que no estamos en condiciones de enfrentar con éxito la batalla frente a una mayoría de los disociados de las universidades autónomas y privadas bajo la égida política de la MUD y sus dueños imperiales.

Se debe plantear en esta etapa un clima constituyente, para construir colectivamente una institución universitaria que contribuya con modelo económico productivo, frente al rentismo; clima constituyente, frente la sospecha permanente de lo constituido; sin reingenierías planteadas por algunos universitarios, ni partir de cero como proponen otros; hay que repensarlo todo, casi nada debe quedar en su lugar, aplicar la experimentalidad que no adoptaron precisamente las «universidades experimentales», que claudicaron en su intento, principalmente por el peso del lastre de la vieja universidad.

En esta batalla entre el gran capital y la reacción, las instituciones en general, lejos de ser el combustible de los 14 motores planteados por el Camarada Presidente Maduro, se constituyen en freno para el arranque y continuidad de estos motores, sino planteamos un movimiento constituyente que sacuda el alma, el corazón y la conciencia de los universitarios patriotas de la Venezuela amenazada por los cuatro puntos cardinales, por la «operación tenaza», que tanto denunció el Presidente Maduro.

Fuente: http://www.aporrea.org/actualidad/a225643.html

Fuente de la Imagen: Pink Floyd

 

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España: Tras el debate de la LOMCE el PSOE debe romper con Ciudadanos

El día 5 de abril se debatió y aprobó una proposición de ley en el Congreso que planteaba la paralización de la LOMCE. La votación tiene pocas consecuencias prácticas pero un importante valor político. Desenmascara a los que se oponen, por activa o por pasiva, a la paralización de la LOMCE por estar de acuerdo con un sistema segregado y que mercantiliza la educación.

También tiene la fuerza de demostrar que existe una mayoría  de progreso y que Ciudadanos no forma parte de ella.

1. La LOMCE es la ley de educación más nefasta y con menos apoyos políticos y sociales que ha haya habido nunca en España. Es la herencia de José Ignacio Wert, que encima fue premiado con una canonjía en la OCDE por ostentar el récord absoluto de ser el ministro peor valorado.

Hay un gran consenso contra una ley unilateral que consolida los recortes en la inversión educativa, consagra la doble red de centros privados-concertados financiados con fondos públicos, y segrega al alumnado introduciendo reválidas, clasificaciones competitivas en un modelo que es puro darwinismo escolar.

La proposición de ley fue planteada a iniciativa del PSOE que firmó el 17 de julio de 2013 un texto solemne comprometiéndose a la derogación de la LOMCE en cuanto hubiera un cambio político. Compromiso que adquirió con todos los partidos menos con el PP y que la propuesta de ayer no respeta estrictamente. La ciudadanía deberá exigir su fiel cumplimiento o las responsabilidades correspondientes si no se hiciera.

El rechazo a la ley ha sido tan grande que solo el PP -con el voto en contra- y Ciudadanos –con la abstención- se han opuesto a su paralización. La mayoría absoluta del Congreso ha votado a favor reflejando el repudio social y de la comunidad educativa. Hay otra reflexión a hacer ¿puede un partido imponer un cambio legal tan radical que rompe todos los consensos aprovechando una circunstancial y efímera mayoría absoluta?

2. Ciudadanos ha roto el pacto con el PSOE al no votar la paralización de la LOMCE. Hay que recordar que el acuerdo firmado entre PSOE Y Ciudadanosen las negociaciones para la investidura dice: “Se paralizará con carácter inmediato el calendario de implantación de la LOMCE en todos aquellos aspectos que no han entrado en vigor”.

Es muy grave que Ciudadanos no cumpla ni siquiera un acuerdo tan flojo y ambiguo. Por eso la pregunta es ¿piensa el PSOE gobernar con Ciudadanos que no vota siquiera a favor de lo pactado? Es conocido el programa neoliberal de Ciudadanos en educación, en el que apuesta por aumentar la privatización y colocar la educación al servicio del mercado y de las  élites. Este modelo intenta enmascararlo con un etéreo  “pacto educativo”. Un pacto que dada la dificultad para alcanzarlo (vistas las intransigentes posiciones del PP y de la Iglesia) conducen a la paralización de cualquier iniciativa y, como consecuencia, al mantenimiento del actual status quo, es decir, la LOMCE. Ésta es la jugada maestra de Ciudadanos.

Que el socio preferente del PSOE para formar gobierno no haya votado con ellos en un tema tan importante indica que son de poco fiar. Pero, sobre todo, que el papel adjudicado por el establishment a Ciudadanos no es otro que el de embridar al PSOE para que no gire a la izquierda. O dicho de otra manera, actuar como caballo de troya de los intereses de la derecha evitando el acuerdo PSOE/Podemos/IU-UP… Ya habrá tiempo luego para pactar con el PP si tras unas nuevas elecciones les diera la suma de votos para formar gobierno. Ahora bien, que nadie lo dude: un gobierno PSOE-Ciudadanos no asegura ni un sistema educativo público de calidad, ni la paz social en las aulas.

3. La mayoría de progreso hay que construirla a partir de los 186 votos a favor de la paralización de la LOMCE. Empeñarse en un acuerdo con Ciudadanos es un error del PSOE. Y se demostrará como puro teatro para rebañar votos al no sumar los apoyos suficientes ni conseguir la abstención del PP o Podemos.

Hay que avanzar hacia la formación de una mayoría de cambio para que la paralización de la LOMCE sea efectiva y para ir más lejos, hasta la derogación. El PP ya ha anunciado que no va a hacer ni caso de la propuesta acordada ayer y la bloqueará en el senado. Y mientras tanto, la incertidumbre del alumnado y de sus familias crece. Por ejemplo, ¿qué va a pasar el año que viene con la reválida a los chicos y chicas de mi tutoría de 1º de bachillerato?

4. Por eso es necesario y urgente un acuerdo social, político y territorial para la educación española. La referencia de contenido y de procedimiento está en el‘Documento de bases para una nueva Ley de Educación, Acuerdo social y político educativo’ que el Foro de Sevilla y otras muchas organizaciones sindicales y educativas han elaborado para defender la educación pública como una palanca de equidad y cambio social y cultural.

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