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Venezuela. Tecnología ¡úsala sin abuso!

Venezuela/Abril 2016. Autora: Mariana Tello/Fuente: Panorama
La tecnología puede ser un gran estímulo para su aprendizaje,  sin embargo, el abuso provoca que muchos niños estén perdiendo habilidades sociales por causa de que sus días no pasan, como antes, jugando con otros niños, sino sentados frente a un aparato tecnológico. Actualmente es dificultoso evitar que los niños utilicen la tecnología, nosotros la empleamos, que no crezcan rodeados de ellas es casi imposible. La tecnología está cambiando la forma en que los niños aprenden en la actualidad permitiendo que aprendan conceptos complejos con mayor rapidez e incluso de formas divertida.

Con ayuda del docente Jesús Parra, especialista en nuevas tecnologías del colegio Fe y Alegría El Manzanillo y la psicóloga Catina Furlan nos ayudaron a establecer unas pautas para conocer los bueno y lo mano de las tecnologías. Lee con atención:

Ante lo positivo y negativo que el proceso tecnológico puede generar en tu vida, te presentamos los pros y los contras

Tecnología, aliada del aprendizaje

Los teléfonos inteligentes, tabletas, computadores y otros objetos tecnológicos pueden darle a los niños ventajas como:tic 2

Desarrollo de habilidades para niños con problemas de aprendizaje.

Los puede ayudar en el proceso de aprender a hablar y comunicarse correctamente con los demás.

Jugando, puede desarrollar autoconfianza al superar nuevos retos.

Pueden incluso realizar la actividad física que necesitan  gracias a los videojuegos con temáticasdeportivas.

Puede también encontrar y disfrutar material educativo diseñado especialmente para ellos (documentales, películas, instructivos, etc.).

“Los niños están creciendo en un mundo digital, por lo que la tecnología está integrada en sus vidas. Laptops de juguete, teléfonos celulares y teclados, están disponibles para que los niños exploren el mundo y los incorporen a sus juegos. La relevancia a nivel educativo de las nuevas tecnologías son muchas y diversas. En la escuelas es un reto, por eso es importante abordarlo de manera educativa y que no se pierda la intensión pedagógica porque este mundo ofrece cosas positivas y negativas. El garante de lo positivo está en manos del docente y padres”, precisó Jesús Parra, dicente del colegio Fe y Alegría El Manzanillo.

La tecnología: adicción y aislamiento

Pero una moneda tiene dos caras y por ello, la tecnología en los niños también puede representar un grave problema para su salud.

La adicción a la tecnología es el primero de ellos. Y es que puedes presentar los siguientes problemas de salud: 

Ansiedad,

Depresión,

Trastornos del sueño.

Bajo rendimiento escolar.

Riesgos de sobrepeso y obesidad.

En cuanto a sus habilidades y comportamientos sociales, también puedes recibir efectos negativos por parte de la tecnología.  Las más importantes son:

Aislamiento social.

Falta de habilidades sociales y dificultades de comunicación con los demás.

Falta de comunicación con sus seres queridos.

Al estar usando la computadora o tablet los niños están quietos, por lo tanto se quita tiempo al ejercicio físico que es el que permite desarrollar los músculo

«La tecnología puede ser una herramienta útil e interesante si se utiliza en el lugar adecuado para ayudarte a aprender, y no todo el tiempo ni como reemplazo de otras cosas, además de la necesidad de tener supervisión de un adulto» explica la psicóloga Catila Furlan.

Los niños pueden generar una adicción cuando no se les regula el horario de uso, el equilibrio entre el uso y abuso de la tecnología puede ser lo ideal para los más pequeños, para que obtengan sus beneficios sin llegar a los aspectos negativos. Encontrar el punto medio depende de nosotros, lo importante es enseñarles el uso responsable de la tecnología.

Fuente de la noticia: 

http://www.panorama.com.ve/pitoquito/Tecnologia-usala-sin-abuso-20160330-0100.html

Imagen 1: http://www.uakix.com/wp-content/uploads/2015/02/tecnologia-uakix-e1422966853534.jpg

Imagen 2: https://webadictos.com/media/2013/07/ensenar-programacion-ninos.jpg

Socializado por:

Dulmar Pérez. Candidata al Doctorado Pedagogía, Magister en Docencia Universitaria, Especialista en Docencia para la Educación Inicial. Ha publicado artículos internacionales y nacionales PEII-A Investigadora adscrita al CIM. Coordinadora CNIE en Barinas

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El cantante mexicano Gerardo Ortiz hace apología del femicidio

Se dio a conocer que policías del municipio de Zapopan participaron del polémico video que hace apología del femicidio. La lujosa casa donde se filmó el video, está asociada al crimen organizado.

Aberrante, brutal. El video muestra a una pareja en una lujosa propiedad. Llega otro hombre, caracterizado como un narco, personificado por el mismo Gerardo Ortiz, famoso cantante de música norteña en el país azteca. Enseguida, mata al hombre de un tiro en la cabeza, como acostumbran los narcos, y el resto del tiempo se la pasa violentando y amedrentando a la mujer. La amarra, la manosea, y tiñe de un erotismo degradante una cantidad infinita de actitudes violentas hacia las mujeres.

Como corolario, la lleva a empujones hasta un auto estacionado frente a la propiedad, la encierra en la cajuela, incendia el auto y se va sonriendo con satisfacción. En el medio aparecen los policías de Zapopan revisando la casa.

El video clip de la canción titulada “Fuiste mía” tiene ya más de un millón de visitas en Youtube y el caso ha transgredido fronteras para colocarse como escándalo internacional. De ello dio cuenta la cadena global de noticas CNN que reprodujo los dichos del cantante ante la prensa quien se “defendió” diciendo: “Tiene un final impactante pero de eso se trata: de impactar al público”. Circula ya en redes sociales unapetición de Change.org para sacar el video del aire.

Femicidio y narcotráfico: las mujeres como objetos descartables

No es simplemente una canción de amor despechado y un video controvertido. Es convertirnos a las mujeres en un objeto, sin poder de decisión sobre nada, y susceptibles de ser descartadas/eliminadas si no hacemos lo que se espera de nosotras: ser fieles, amorosas y sumisas.

Es también hacer apología del estilo de vida de los narcotraficantes, a todo lujo, ejerciendo su voluntad sobre su entorno, y entre cuyas costumbres se cuentan la degradación y manifestaciones de violencia contra las mujeres.

Y, además, el lugar donde se grabó el video, y la participación de la policía municipal en el mismo, viene de nueva cuenta a probar los nexos entre narcotraficantes y las fuerzas represivas del Estado, ya que la lujosa propiedad está vinculada al crimen organizado.

Se está reclamando vía redes sociales a Youtube que baje el video. Asimismo, activistas feministas han interpuesto una demanda.

Ante las críticas, el misógino Gerardo Ortiz trató de minimizar el femicidio. Este “artista” se dedica a hacer ideología para justificar y promover los femicidios: se muestra como poderoso ante la indefensión de las mujeres.

Un escándalo que cimbra a la cuna del femicidio en el mundo

Esto en un país donde en 2015 siete mujeres por día fueron víctimas de femicidio. Sin contar los innumerables casos de abusos sexuales, de trata, de discriminación laboral y de otras múltiples expresiones de violencia que sufrimos las mujeres.

Los femicidios -y todas las múltiples formas de violencia contra nosotras- son armas de disciplinamiento para que no trasgredamos los roles de género que al capitalismo le conviene que tengamos: ser esposas y madres, ser sumisas y poner por delante las necesidades de los demás antes que las nuestras. Garantes de las tareas domésticas en forma gratuita para que cada día haya comida en la mesa, ropa limpia y un lugar más o menos decente donde dormir y que a la mañana siguiente el trabajador concurra con energía renovada su centro de trabajo. Madres para criar a las futuras generaciones de trabajadores que constituirán, como hoy, un engranaje fundamental en el funcionamiento de la economía capitalista.

Gerardo Ortiz y su descarnado y ofensivo video constituyen un instrumento que opera en ese sentido. Para amedrentarnos, para intimidarnos, para que no digamos “esta boca es mía, estos son mis derechos y me lanzaré a la calle por ellos”.

Contra todos los Gerardos Ortiz de este mundo, contra los partidos que están en contra de los derechos de las mujeres en México – el PRI, el PAN y el PRD- y se asocian con narcos y empresarios en el negocio de la trata y el propio femicidio, que albergan en sus filas al priista Cuauhtémoc Ruiz, quien contaba con una red de trata propia para satisfacerse, que militan activamente contra el derecho al aborto, que solapan los abusos sexuales y la discriminación laboral, hay que alzar la voz muy fuerte.

Por eso, para que se escuche la voz de las mujeres contra la violencia y por sus derechos, es que, junto con mi compañero Sergio Moissen, profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), desde la Plataforma Anticapitalista aspiramos a una candidatura independiente a la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México, y que como hemos planteado, defenderemos allí, como lo hacemos en las calles, los derechos de las mujeres.

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¿Qué es educación de CALIDAD?

Calidad, asociada a educación, es entendida y manejada de maneras muy diversas. La mayoría de la población opina (muchas veces inducida por el gobierno, la empresa privada, un determinado plantel o las opiniones de otros), desconociendo la abundante investigación y los acalorados debates que vienen dándose al respecto durante varias décadas, en América Latina y en el mundo.
Las familias y los políticos tienden a fijarse en lo primero que está a la vista: la infraestructura. Se asume – equivocadamente – que si la construcción es moderna, la educación en su interior es buena. Y al revés: si el lugar es precario o la educación se hace al aire libre, se asume – también equivocadamente – que la educación es mala.

Ultimamente, las tecnologías son codiciadas: computadoras e internet en el plantel son sinónimo de modernidad (aunque se usen poco y mal).No obstante, puede hacerse muy mala educación en medio de aparatos electrónicos y educación excelente sin cables. Finlandia es ejemplo de un modelo escolar con muy bajo perfil tecnológico.

La evaluación está de moda. Muchos creen que a más evaluación (de alumnos, docentes, establecimientos), mejor educación. Pero no es así. Evaluar no conduce automáticamente a mejorar. Hay mucha evaluación mal pensada y mal hecha, cuyos resultados no llevan a correctivos y colocan la culpa en los evaluados, nunca en los evaluadores. La evaluación distrae de lo importante: el aprendizaje; resta sentido y placer a la lectura y al estudio, pone enorme tensión sobre alumnos, profesores y familia, y fomenta la competencia y el engaño. Estudiar para la prueba no es aprender.

Está extendida la idea de que la educación pública es mala y laprivada buena. Lo cierto es que hay pésima educación privada (incluso si es muy cara) y buena educación pública.

Muchos – pobres y ricos – dan por bueno al plantel que ofrece enseñar una segunda lengua (prestigiosa).  No obstante, lo primero es que los alumnos aprendan en su propia lengua y respetando su propia cultura. Esto es un derecho y elemento esencial de la calidad de la educación. 

CALIDAD aplica a todos los componentes de la educación. Debemos tener en cuenta la calidad de las políticas, de la gestión, de la investigación, de la asesoría, de la infraestructura, del currículum, del gasto, de la formación docente, de la participación ciudadana, etc. La calidad de la educación depende de todas esas calidades.

De malas políticas educativas no puede esperarse que resulte una buena educación. La buena política educativa implica participación social,diálogo y consulta permanente con la comunidad educativa y con la sociedad, y una adecuada priorización de la inversión. Recordemos: lo más importante no es cúanto sino en qué y cómo se invierte.

Suele haber gran distancia entre realidades y percepciones: en América Latina esa distancia es enorme. Hay excesiva satisfacción con una educación de mala calidad y bajos resultados de aprendizaje. A menor nivel educativo y a mayor pobreza, más satisfecha y más conforme están las personas con el sistema escolar.
Para los pobres, muchas veces la calidad de la escuela pasa simplemente por una comida segura al día, un profesor o profesora que no falte, que no maltrate mucho y que, ojalá, al menos entienda la lengua de los alumnos.

Por eso, no cabe confiar en la opinión como criterio para determinarcalidad. (El Foro Económico Mundial en su Informe Global de Competitividad rankea calidad de la educación a partir de un Executive Opinion Survey, no basándose en mediciones objetivas).

Muy pocos se preocupan y ocupan de lo importante: qué y cómo se enseña; qué y cómo se aprende; qué, cómo y para qué se evalúa. El afecto, el interés, el amor por la lectura, el gusto de aprender y la ausencia de maltrato y de miedo son ingredientes indispensables de una educación de calidad, a cualquier edad.

Vale por eso un breve repaso del tema calidad educativa a la luz del conocimiento acumulado a nivel internacional.

Avanzar hacia una educación de calidad implica, justamente, que la ciudadanía se informe mejor a fin de saber qué y cómo exigirla. 

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Calidad educativa

Imaginemos un libro de texto escrito en un lenguaje indescifrable o una pizarra sin tizas. Imaginemos una clase que se celebra en una sala de conciertos estruendosa, o a un niño o niña que intenta hacer sus deberes en medio de un huracán. Es claro que cuando faltan los componentes clave del proceso de aprendizaje y el contexto, la educación en sí misma está condenada al fracaso.

Ciertamente, recibir una educación de escasa calidad es lo mismo que no recibir educación alguna. Tiene poco sentido brindarle a un niño o niña la oportunidad de matricularse en la escuela si la calidad de la educación es tan precaria que no le permitirá alfabetizarse, adquirir las habilidades aritméticas básicas o prepararse para la vida.

Una educación de calidad, esencial para el aprendizaje verdadero y el desarrollo humano, se ve influida por factores que proceden del interior y el exterior del aula, como la existencia de unos suministros adecuados, o la naturaleza del entorno doméstico del niño o niña. Además de facilitar la transmisión de conocimientos y aptitudes necesarios para triunfar en una profesión y romper el ciclo de pobreza, la calidad desempeña un papel crítico a la hora de disminuir la brecha existente entre los géneros en materia de educación básica.

El obstáculo más importante que dificulta la educación es la discriminación por motivos de género: las niñas constituyen el grupo poblacional más extenso privado del derecho a aprender. De los 93 millones de niños y niñas desescolarizados, casi el 52% son niñas.

Para los progenitores que cuentan con recursos limitados, la calidad de la educación desempeña un papel crucial a la hora de decidir matricular a sus hijas o que éstas prosigan su educación. Si las niñas no aprenden, si lo que aprenden no es útil, o si el entorno escolar no es seguro, los progenitores no enviarán a sus hijas a la escuela.

Mejorar la calidad educativa deberá ser la prioridad de cualquier programa cuyo objeto sea escolarizar a las niñas y lograr que prosigan su educación. UNICEF adapta sus programas educativos a los estilos de aprendizaje de las niñas y promueve entornos que facilitan su formación. El modelo de Escuelas adaptadas a la niñez es en la actualidad el medio más importante empleado por UNICEF para concienciar acerca de la calidad en la educación y promoverla.

Existen al menos cinco elementos clave que afectan a la calidad de la educación: lo que el estudiante trae consigo, el entorno, los contenidos, los procesos y los resultados. Estos elementos constituyen una base que permite supervisar la calidad.

1. Lo que el estudiante trae consigo. ¿Qué experiencias aporta el estudiante a la escuela y qué dificultades concretas enfrenta? ¿Se ha visto afectado por situaciones de emergencia, por el maltrato, el trabajo infantil o el SIDA? ¿En su primera infancia, su educación preescolar y las experiencias vividas en su familia y su comunidad fueron positivas? ¿El lenguaje empleado en su hogar es muy distinto del que se usa en su escuela? ¿Ha contado con la preparación suficiente que la permita mantener el ritmo de la escuela?

2. Entorno. ¿El entorno de aprendizaje es saludable, seguro, protector, estimulante y tiene en cuenta las necesidades de los géneros?

3. Contenidos educativos. ¿Son pertinentes los materiales didácticos y los programas de estudios? ¿Imparten destrezas básicas, especialmente en lo que se refiere a la alfabetización y la aritmética elemental?  ¿Promueven técnicas para la vida y aprendizaje sobre cuestiones tales como el género, la salud, la nutrición, la prevención del SIDA, la paz, u otras prioridades de ámbito nacional y local? ¿En qué medida el contenido de los programas de estudio y los materiales didácticos incluyen o excluyen a las niñas?

4. Procesos. ¿Los métodos que los profesores emplean se centran en los niños y las niñas? ¿Sus valoraciones facilitan el aprendizaje y reducen las disparidades? ¿Se gestionan debidamente las aulas y las escuelas? ¿Los métodos de enseñanza, aprendizaje y apoyo – provengan de los supervisores, el personal docente, los programas o las comunidades– mejoran o disminuyen la capacidad de las niñas?

5. Resultados. ¿Qué resultados esperamos para las niñas en materia de educación básica? ¿Cómo se puede documentar el grado de progreso del aprendizaje de las niñas y valorar la influencia del programa de estudios en su crecimiento futuro? Los resultados educativos deberían estar vinculados a los objetivos nacionales relativos a la educación y promover una participación positiva en la sociedad.

La educación de calidad es clave para la igualdad entre los géneros, la seguridad humana, el desarrollo de las comunidades y el progreso de las naciones. Es un reto enorme, pero también una oportunidad. Como el motor de un coche o las alas de un avión, representa la diferencia entre permanecer inmóviles y avanzar hacia el futuro.
publicado originalmente en: http://www.unicef.org/spanish/education/index_quality.html

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Rossi: la ceguera eurocéntrica

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Viernes, 08 de Abril de 2016 / Aimdigital

El historiador Juan José Rossi reflexionó sobre las consecuencias del eurocentrismo en nuestro continente, a propósito del escándalo que suscitó en Europa una carta de Adolfo Hitler, hasta hace poco oculta, en que incitó abiertamente a exterminar judíos; explicó las razones por la que esa misiva escandalizó a Europa, pero advirtió a AIM que no hubo, en cambio, ninguna reacción equivalente con el genocidio mucho mayor cometido por los europeos en América durante 300 años.

Rossi reflexionó sobre las consecuencias del eurocentrismo en nuestro continente, a propósito del escándalo que suscitó en Europa una carta de Adolfo Hitler. En diálogo con esta Agencia, el historiador afirmó que “cuando uno lee una carta como la del europeo-cristiano Hitler, y con quien el catolicismo cumbre estuvo de acuerdo (algo parecido a lo que sucedió con la jerarquía católica en la Argentina durante la dictadura militar y, antes, con el genocidio de nativos en el Sur) dan ganas de colgar los guantes o las zapatillas y dedicarse a vegetar hasta que llegue el final de una humanidad metida en el corsé de la globalización (es decir en un globo…, el globo de los designios del seudoprimer mundo con relación a nuestro continente desde que entraron, entre otras bondades de la cristiana Europa, el dinero y la corrupción a partir de 1492).

Uno, desde Abya yala, está tentado de bajar los brazos y acomodarse en alguna matriz que nos resuelva todo (hecho que jamás sucederá). Pero se trata de crear una matriz que nos convoque a aceptar la realidad, lo que nos pasó a nosotros en el transcurso de la milenaria historia local y lo que nos pasó ayer”.

Sin embargo aclaró que “optamos por refugiarnos en el globo que nos fabricó Europa para someternos en nombre de su civilización, pacificación y cristianización, sin darnos opción, como si no hubiera otra salida, como si no existiera otro pensamiento, filosofía o capacidad de reflexionar; otro estilo de vida y respuestas propias que no sean precisamente las occidentales (por más cosas interesantes que tengan, o que digan tener, para mí las tienen tanto o menos que los demás continentes, incluido, obviamente, el nuestro, sobre todo para los habitantes de cada uno de ellos)”. “También yo leí en la portada de una página Web su curiosa pastilla titulada: La carta de Hitler que cambió la historia (cada uno interpretará si para bien o para mal o para cualquier cosa, porque a mí me parece que el mundo, sobre todo el llamado primer mundo, sigue igual o peor, aunque con variantes, como es el caso de la esclavitud: hoy la gente se cree más libre que los africanos esclavizados por la invasión del siglo XVI porque todos o casi todos tienen un televisor, celular y un empleo que te hacen marcar el paso; o un salario fijo que te encierra definitivamente en lo que los poderosos de hoy te marcan para que puedas seguir trabajando y consumiendo (como en la mina de Potosí en la que daban de comer a los quechuas y aymaras de entonces como para que no se derrumbaran.

Para mantenerlos débiles de modo que no pudieran rebelarse), para que no seas libre, aunque algunos se creen más libres porque ganan un poquito más que otros o hacen lo que les gusta para un patrón. ¿No te hace pensar en algo este atrevimiento del título, como muchos otros de los multimedia y propaganda última generación, tanto de Medios propiamente dichos como de los gobiernos democráticos (democráticos para los poderosos)?”.

En el artículo sobre la carta de Hitler ─en la que sostiene abiertamente que los judíos son inferiores a los no-judíos y que se debe pensar en hacerlos desaparecer─ se afirma sin atenuantes que a partir de ella el mundo cambió. “Si bien continúan omitiendo que Hitler, los nazis y los fascistas son emergentes de Europa (no caídos del cielo ni extraterrestres), es decir, ellos mismos…, es bueno que lo reconozcan y empiecen a mirarse hacia adentro y no como acostumbran desde tiempo inmemorial: estudiar a los de afuera, a los primitivos, salvajes, incivilizados, exóticos y finalmente invadirlos previa matanzas, y si es posible conversión a su cristianismo para dejar libre el camino del despojo. Es bueno que reconozcan el genocidio perpetrado por ellos mismos en sus propias narices que, por supuesto, no fue el primero. Es decir, sería bueno. Pero todavía se ocultan, o se hacen los distraídos porque les conviene, que ya antes, a partir del siglo XVI, el mundo cambió sobre todo para ellos (en un sentido de abundancia sin límites) y para nosotros en el peor de los sentidos, despojo y sometimiento casi total, cuando determinaron arbitrariamente (más bien por conveniencia) que los africanos y nativos de nuestro continente para lo único que servíamos y servimos era y es ser esclavizados (empleados, obreros, trabajadores en general). Recordemos aquel emblemático párrafo del emblemático teólogo y obispo de Darién, Tomás Ortiz, miembro del emblemático catolicismo europeo implantado por la fuerza en nuestro continente, o sea, excusa y vanguardia estratégica de la sociedad europea como tal, porque todos se decían cristianos, desde el papa (que se arrogó el derecho de ‘regalar nuestro continente: no dejen de releer Bula Inter Caetera rerum: ‘Entre otras cosas’ (fácil de encontrar en la Web) y los reyes (chorros de alta alcurnia ellos, como el Vaticano, con vuestro perdón si son creyentes) hasta el último chanchero como los Pizarro (insaciables ellos)”.

El texto

“(Los nativos) son siervos a natura (es decir, por naturaleza) teniendo en cuenta su incapacidad, tantos vicios y torpezas se les hace beneficio en quererlos domar, tomar y tener por esclavos. Exactamente igual pensaba el ‘teólogo’ de la corte de aquellos tiempos, Juan de Sepúlveda. O aquel otro de los fundamentos y considerandos de la ley nacional 947 del 5 de octubre 1878: “Someter cuanto antes, por la razón o por la fuerza, a ese puñado de salvajes (se refiere a los del Sur mientras Roca los aniquilaba) que destruyen nuestra principal riqueza y nos impide ocupar definitivamente en nombre de la ley y del progreso y de nuestra seguridad, los territorios más ricos y fértiles de la República”

O el testimonio de Juan Bosco desde Italia: “solo a la iglesia católica le está reservado el honor de amansar la ferocidad de esos salvajes. Para alcanzar tan noble fin, se ha convenido con el inmortal (aunque se pudrió bajo tierra, aclaro yo) Pío IX y con el eximio metropolitano argentino el plan siguiente: fundar colegios y hospicios en las principales ciudades de los confines y rodear, por así decirlo, con estas fortalezas la Patagonia; recoger a los jovencitos indígenas en esos asilos de paz y caridad, atraer principalmente a los hijos de los bárbaros e instruirlos, educarlos cristianamente; y luego por su medio y con ellos, penetrar en aquellas regiones inhóspitas (…) y abrir así la fuente de la verdadera civilización y del verdadero progreso”.

Hitler no era africano

Rossi recordó que Hitler y los alemanes “no eran africanos ni de Abya Yala (¡lejos de ellos, por favor!, eran europeos del siglo XX, eran cristianos aristotélicos-tomistas como lo fueron todos los invasores de nuestro continente antes, desde el siglo XV, hasta ahora. Aunque a veces lo nieguen con su palabrerío, en los hechos, tanto los auto-llamados cristianos como los ateos, siguen pensando y actuando como aristotélicos-tomistas que suponen tener derecho a apropiarse de todo para sobrevivir en un subcontinente que se agota. O viven a costa de los demás o perecen hundidos en el Atlántico y los mares de sus alrededores”.

El historiador advirtió que,” con su clásico imperialismo (‘colonialismo’ o ‘neocolonialismo’ se dice eufemísticamente: no se entiende por qué los intelectuales, docentes y políticos no traducen el eufemismo por lo que es: “invasión”), desde Alejandro, Julio César, y antes también (realidad digna de estudiarse: ¿por qué lo son tan empedernidamente hasta hoy? ¿Será porque de lo contrario desaparecerían en esa pequeña especie de península, que es Europa, pegada en la cola occidental del continente euroasiático y de la maravillosa África? ¿o por otros motivos?”.

De todos modos, son invasores congénitos y además euro-céntricos y creídos en que “ellos” son los que filosofan; ellos los artistas, políticos, creyentes verdaderos, etcétera. Pero se cuidan de no decir: “somos como los demás”, pero también auténticos esclavistas y empedernidos invasores…, por supuesto, cambiando de método con el paso del tiempo. “Llenan las bibliotecas del mundo (donde se lo permiten) con libros de su clásico feudalismo, principados cristianos; con su monarquismo esclavizante; con su chauvinismo y, en general, con las peripecias de su tendencia innata a invadir al resto de la humanidad (sea África, Medio Oriente, Asia Menor, Lejano Oriente, Abya Yala), al menos desde la época de sus primeros imperios tan valorados y meticulosamente tenidos en cuenta y estudiados por ellos mismos en su sistema educativo ¡y también para el nuestro! y el político, al mismo tiempo que relajan y menosprecian a los nuestros (si es que los hubo: en realidad no hubo imperios en Abya yala sino confederaciones con ciertas exigencias éticas inviolables) y los vituperan para, de ese modo, justificar su desinhibición invasora. Tal como hizo el hijo dilecto de Inglaterra (el EE.UU. de los pastores religiosos, con el apoyo de Europa) con Vietnam, Irak y demás víctimas”.

“Dicen que una carta del recontra europeo austríaco-alemán Hitler cambió la historia… mientras todos ellos siguen en lo mismo. Intentan decir que habría cambiado la historia porque una masa alemana, austríaca, suiza y etc. conscientemente todos (no Hitler, sino la mayoría, aunque ahora traten de disimularlo) perpetraron el increíble genocidio de millones de judíos viviendo en Europa, según ellos no como europeos, sino como judíos en la diáspora (en general, desde su perspectiva, una diáspora voluntaria)”.

Reflexionar viene bien

Rossi llamó a pensar: “¿qué pasó en el siglo XV-XVI y ahora con la humanidad de nuestro continente, es decir, con nosotros?: los europeos mancomunada y solidariamente, aunque haya algunas voces que disientan o pretendan sacar las castañas del fuego, arrasaron y desarticularon alegremente lo más preciado de la humanidad de Abya yala (cosmovisiones, organización política y social, filosofía de vida, arte) y lo vaciaron hasta donde les fue posible mientras su tramposa ley cristiana (no es tal sino ‘europea’) se los permitía y permite (o sea siempre, hasta hoy, cuando el vaticano recoge descaradamente prebendas, limosnas –en la argentina también sueldos y subsidios permanentes del estado, es decir, de la gente, se diga o no cristiana), esclavizaron, ‘genocidaron’ (voz aceptada por la real academia guaraní y quechua), destruyeron o fundieron maravillas y se robaron todo con absoluta conciencia de lo que hacían, a pesar de oírse siempre la clásica e ‘ingenua’ excusa: es cierto, pero… ¡hay que contextuar los hechos!”.

Europa se permitió, incluido en primer lugar el poderoso catolicismo, hasta hace muy poquito, poner en práctica el pensamiento occidental del progreso y civilización (como decía Bosco) en la Patagonia y en el Gran Chaco de la Argentina (¡hasta 1920!) arrasando todo, desertizando un espacio palpitante de culturas milenarias. “¡Pero aquí no pasó nada! Aquí no hubo genocidio premeditado y meticuloso de millones y millones de personas, de gente como nosotros, pero de cultura diferente, durante 300 años que duró la pesadilla infernal de la presencia europea y todavía! Es cierto, genocidio de pueblos y etnocidio de cultura diferentes, pero, en todo caso, sobre la misma base: especie Homo sapiens, creadores de estrategias admirables, con lenguaje, música, escritura, matemáticas, astronomía, agricultura, arquitectura, hijos bien educados y libres ─no a merced del dogmatismos religiosos y filosóficos─; gente bien alimentada, que vivían, sentían, comían, defecaban, hacían el amor y morían sin tanto dramatismo como en occidente. Pero los europeos invasores eran cristianos impolutos y tenían filósofos que les explicaban la vida y se iban al cielo confesados después de robar, matar, violar e imponer, es decir, justificados para hacer lo que se les antojara cuantas veces quisieran con la excusa de la confesión. Sus filósofos eran la madre del borrego: soberbios, eurocéntricos al mango, despreciativos –todavía hoy– de lo que no sea de ellos. Pensaban sí, pero aquí y en los demás continentes, también”.

Ante esa realidad compleja y aplastante, Rossi aconsejó no ocultar que hoy somos responsables de nuestro propio problema, es decir, por causa de su acción invasora de largo alcance, casi no pensamos por nosotros mismos y para nosotros. “Seguimos sometidos epistémicamente, en el pensamiento que genera e impulsa la acción, la cultura en general, de la humanidad. Permanentemente nos sacamos el sombrero y bajamos la cabeza ante la menor mención del ‘genocidio judío’ o ‘armenio’, por nombrar dos de sus genocidios internos. Está bien, fueron genocidios perpetrados por europeos contra europeos (o con judíos y armenios viviendo en Europa: para mí no queda claro ese aspecto, quizá digan judíos y no europeos porque en el fondo son todos antisemitas y diciendo ‘judíos’ no se sienten fratricidas) y hay que repudiarlo y hacer memoria de esa masacre que se consumó a más de 10.000 km de nuestra tierra.

Pero ¿con nosotros y entre nosotros no pasó nada…? Todavía la mayoría de los políticos, de filósofos o pensadores y educadores, de la gente en general… sigue diciendo descubrimiento o conquista de América, del desierto, de las almas, etcétera, como si se tratara de hazañas que debemos celebrar. No hay conciencia de que el genocidio ―muchísimo mayor que el de los judíos― perduró por 300 años como algo que sucedió con ‘otros’ y no con nosotros mismos. Quizá debamos reflexionar y tratar de tener claro que en nuestro continente, como en Europa, nunca hubo ni habrá “indios” sino hombres, personas, humanidad, gente como la de Eurasia, África, Oceanía… tanto hoy, siglo XXI, como ayer, desde hace no menos de 40.000 años (y si fuera menos ¿qué importa?)”.

El historiador consideró que “quizá sea éste, sobre todo, un tema simbólico o un trampolín (por supuesto, hay trampolines de distintas medidas y alturas) a través del cual podamos quizá vislumbrar o captar la enorme dicotomía y distorsión que el occidente asiático ha logrado meternos en nuestra médula ―o ‘en el alma’ diría el ferviente catolicismo, proa de la invasión política, cultural, económica y, sobre todo, epistémica, esto último lo más difícil de percibir, porque es, precisamente, lo que hace sentir a nuestra gente más de Europa que de Abya Yala”.

Además, se preguntó: “¿cuándo la comunidad argentina y continental sentirá y hará memoria solidariamente del genocidio perpetrado infamemente por europeos y criollos europeizados contra nuestros antepasados (no indios: que no lo eran) de esta tierra? ¿Cuándo los presidentes y ministros, en las canchas y en las escuelas harán minutos de silencio y actos para memorar la desaparición de cientos de culturas, de millones de mujeres y varones como nosotros durante los siglos XV, XVI, XVII, XVIII, XIX y XX? ¿Cuándo…?”.

Un granito de arena

Su intención , dijo, “no es dar una clase sino aportar un granito de arena para pensar juntos, si vale la pena, y sacar conclusiones propias como contenido, proyecto y método de nuestro trabajo hoy y en el futuro para superar un sistema político-religioso que nos tiene atados como burros de carga al carro del primer mundo, del dinero (decía mi amigo músico, lutier y decidor Kolla Anastasio Quirogaen sus andanzas por el mundo como embajador de nuestra cultura: ‘cuando ingresó el dinero a nuestro continente Abya yala… ingresó la corrupción… y se quedó’ (hoy esto esta realidad es patente). Cuando observamos la realidad y el sistema en que vivimos, imaginamos que es una utopía el intento de un cambio profundo, más humano e igualitario. Nos sentimos impotentes. Pero no nos atrevemos a pensar un sistema distinto al que introdujo Europa; a pensarlo desde estrategias y paradigmas filosóficos surgidos y cristalizados a través de miles de años en organizaciones sociales, políticas y simbólicas de Abya yala. Nos han puesto un seguro inviolable para que no pensemos por nosotros mismos. ¿Cómo lo logran todavía…? Nos hacen creer, sobre todo por el sistema educativo, que nuestra historia empieza con el arribo casual de Europa (y si no, analicen con lupa los textos escolares y ensayos de historia). Más aún se piensa que somos europeos porque, precisamente, ‘pensamos como europeos’ (lo cual es cierto, todavía) y que ‘nuestros antepasados son europeos’… ya que antes del comienzo de la invasión 1492 (que llamaron ‘conquista amorosa’) según ellos aquí no había ‘ni gente ni historia’”.

Fuente de la noticia y de la foto: 

http://www.aimdigital.com.ar/2016/04/08/rossi-la-ceguera-eurocentrica/

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¿Qué educación?

 España/07 abril 2016/ Autora: Julia Navarro/Fuente: La Voz Libre
Bajo la batuta del PSOE el Congreso ha aprobado por una amplísima mayoría dar los primeros pasos para la derogación de la LOMCE sin duda una ley controvertida desde su aprobación.

Desde 1977 todos los gobiernos han venido aprobando leyes sobre los contenidos que deben estudiarse en escuelas e institutos, con el resultado que el gobierno siguiente la manda al cajón, elabora otra que vuelve a correr la misma suerte cuando llega un gobierno de otro color. Pero si en algo coinciden todas esas leyes educativas es que la última siempre es peor que la anterior. Por decirlo claramente nuestro sistema educativo deja mucho que desear.

Si es que se termina culminando el paso que ha dado el Congreso para derogar la LOMCE, a mi me parece que debería de ir acompañado por una nueva ley que en primer lugar pueda obtener el consenso de la comunidad educativa pero también que tenga como primer objetivo que los centros educativos sean de verdad lugares donde el conocimiento sea lo fundamental.

Por ejemplo me sorprende que a ninguno de los lideres políticos se les haya ocurrido reivindicar que el estudio de las Humanidades vuelvan a las aulas. La supresión de las Humanidades, el convertir la Filosofía, la Historia o la Historia del Arte, etc, en «marías» no ha sido un decisión inocente, decisión por cierto en la que tanto la derecha como la izquierda han coincidido.

Verán el estudio de las asignaturas de Humanidades son las que nos ayudan a crecer como personas, las que no suministran las herramientas para entender el mundo e incluso a nosotros mismos, lo que nos va a permitir poder analizar la realidad con espíritu crítico y por tanto en ciudadanos menos manejables. Por eso afirmo que quienes, gobierno tras gobierno, han ido apartando las Humanidades, lo han hecho con la peor de las intenciones.

Otra cuestión que se debería de debatir es si cada Comunidad puede hacer de su capa un sayo o si por el contrario los niños españoles van a recibir los mismos conocimientos estudien en Galicia o La Rioja.

Me temo que un vez más el debate va a ser más periférico que sustancial, y que se va a tratar de hacer una nueva ley que más que ir a los problemas de fondo se quedara en sustituir la actual ley por otra con otro color y poco mas.

Hace falta un debate serio, profundo, sin prejuicios y sobre todo sin tintes partidistas para abordar de una vez por todas los agujeros negros de nuestro sistema educativo. En definitiva se trata de abordar que modelo de educación es el adecuado para este siglo XXI y que el resultado sea aceptado por una amplia mayoría para que ese modelo no sea sustituido por el siguiente gobierno. ¿Serán capaces de hacerlo? Esa es la cuestión.

Publicado originalmente en: http://www.lavozlibre.com/noticias/blog_opiniones/14/1202885/que-educacion/1

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¿Quién saca provecho del “apartheid climático”?

Los mil millones de habitantes de África figurarán entre los más vulnerables al cambio climático en los próximos decenios, siendo especialmente preocupantes los lugares sacudidos por conflictos geopolíticos y relacionados con recursos: la franja del cobre de la República Democrática del Congo y los Grandes Lagos africanos, una región rica en minerales que se extiende hasta el norte de Uganda, el oeste de Etiopía (bordeando la zona de guerra de Sudán), Madagascar y otras islas del océano Índico más pequeñas, además de la franja más septentrional de África, incluida Liberia y Sierra Leona (donde ha habido recientemente una guerra civil relacionada con los diamantes, seguida de la epidemia de Ébola). En otras palabras, las regiones africanas más fuertemente golpeadas por la guerra y el saqueo económico serán escenarios de estrés climático e inestabilidad sociopolítica, según el proyecto de la Universidad de Texas que investiga vulnerabilidades para el Pentágono de EE UU (Busby y cols., 2013).

La oportunidad perdida de cambiar este mapa con ocasión de la cumbre de París de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), en diciembre de 2015 (COP21), resulta trágica. En el sondeo de opinión pública mundial de 2015 de Pew Research, casi la mayoría de los encuestados –el 46 %– señalaron que el clima les tiene “muy preocupados”, más que cualquier otro asunto planteado en el cuestionario (la crisis económica figura en segundo lugar). Sin embargo, donde más importa, es decir, en los dos países que más contaminan, la proporción de personas que consideran que el clima es una amenaza importante es de apenas el 42 % en EE UU y del 19 % en China (Carle 2015). Y por mucho que el nivel de conciencia aumente entre la población, las élites mundiales parecen estar demasiado paralizadas para tomar las decisiones necesarias a fin de mantener el aumento de la temperatura por debajo de 1,5 °C, el punto en que es probable que se ponga en marcha un cambio climático descontrolado y catastrófico (Bond 2012, Klein 2014). Volviendo a la 21ª Conferencia de las Partes de la CMNUCC celebrada en París (COP21), los anfitriones franceses calcularon que las declaraciones de compromiso voluntario sumadas supondrían un calentamiento del planeta de 3 °C en este siglo, pero esto es apuntar muy bajo dada la probabilidad de un cambio climático desbocado una vez alcanzado el punto de no retorno de los 2 °C.

La Conferencia de las Partes (COP) de la CMNUCC es anual y se ha reunido en África tres veces: en 2001 en Marrakech, en 2006 en Nairobi y en 2011 en Durban, pero el momento crítico que definió la futura crisis climática de África fue en diciembre de 2009 en Copenhague. Las negociaciones en la COP15 se trasladaron una noche a una sala en que cinco líderes –el de EE UU y los del grupo formado por Brasil, Sudáfrica, India y China (BASIC)– cerraron un trato paralelo, el Acuerdo de Copenhague. Ahí está el origen de los principales problemas de África en las negociaciones climáticas de los años posteriores, incluida la COP21 de París.

Los negociadores del Departamento de Estado de EE UU, últimamente secundados por los de los gobiernos afines de Australia y Japón, suelen sabotear las conversaciones de las COP, que se extienden a lo largo de dos semanas. Canadá ha sido, hasta las elecciones de octubre de 2015, un socio contaminador leal y probablemente lo seguirá siendo durante mucho tiempo, visto el compromiso de las élites nacionales de explotar las arenas bituminosas de Alberta. Las esperanzas iniciales de que el bloque de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (BRICS) pudiera marcar la diferencia dentro de la política climática mundial y arremeter contra la gobernanza financiera antidemocrática se han visto frustradas, no solo a causa de la alianza de 2009 del BASIC con Barack Obama (Bond y Garcia 2015). Individualmente, cada uno de estos países es incapaz de asumir nuevos compromisos de descarbonizar sus economías.

El principal país emisor del mundo es China, si bien en términos per capita figura muy por detrás de los países del Norte. Pekín asegura que acaba de reducir el consumo de carbón, pero cabe dudarlo a la vista de sus notorias subestimaciones (probablemente con un margen del 15 %). La dirección del Partido Comunista ha optado por una trayectoria ascendente de las emisiones de gases de efecto invernadero por lo menos hasta los años veinte de este siglo. El punto de vista chino de que necesitan incrementar sus emisiones para “desarrollarse” choca frontalmente con la cruda realidad: las recientes afirmaciones por parte de EE UU y Europa de que están reduciendo sus emisiones se basan en el hecho de que sus empresas y consumidores externalizan grandes cantidades de emisiones a los nuevos centros de producción, mayormente de Asia Oriental. De acuerdo con el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, “una parte creciente de las emisiones de CO2 procedentes de la quema de combustibles fósiles en los países en vías de desarrollo se genera en la producción de bienes y servicios que se exportan, especialmente de países de renta media-alta a países de renta alta” (Hawkins 2014). En el caso de China, las cantidades externalizadas a este país son enormes, habiendo pasado de 404 millones de toneladas de CO2 en 2000 a 1,561 billones de toneladas in 2012.

Es más, todos los dirigentes del BRICS han apoyado los mercados de carbono, la estrategia capitalista que permite compensar las emisiones locales mediante la compra de los cupos de carbono de otros. Al comienzo, de 2005 a 2012, estos mercados adoptaron la forma de oportunidades del “mecanismo de desarrollo limpio” (MDL) de las Naciones Unidas para la venta de “créditos de emisión”, basados en corruptelas y trampas, como supuesta contribución a la mitigación de las emisiones (Bond, Dada y Erion 2009). En los últimos años, después de que los países del BRICS dejaron de poder optar al MDL, siete ciudades chinas pusieron en marcha sus propios mercados de carbono, siendo probable que Brasil y Sudáfrica sigan sus pasos dentro de pocos años. Es más, los intentos chinos de controlar las emisiones en el futuro parecen apuntar a tecnologías peligrosas como la energía nuclear e hidroeléctrica, además de los sistemas no probados de captura y almacenamiento de carbono.

Los mayores esfuerzos por hacer frente al cambio climático en el Norte se dan en Europa, donde en octubre de 2014 se fijó un nuevo objetivo de reducción del 40 % de las emisiones de gases de efecto invernadero hasta 2030, tomando como base las emisiones de 1990 (sin incluir la externalización de las emisiones, de cientos de millones de toneladas anuales). Este objetivo es demasiado modesto, según la mayoría de científicos, pero supera de lejos los de otros focos de contaminación históricos. En un convenio de finales de 2014 entre China y EE UU, el objetivo de este último no preveía más que una reducción del 15 % hasta 2025 (desde el nivel de 1990).

En resumen, son muy pocos los motivos de esperanza que podemos encontrar con respecto al clima u otros aspectos de la protección del medio ambiente en los gobiernos de los principales países. Está, por supuesto, la excepción de Cuba, que, obligada por las circunstancias, emprendió una estrategia de descarbonización consecuente una vez dejó de tener acceso al petróleo ruso subsidiado a partir de 1990. Los buenos ejemplos que se anticiparon en 2008-2011 de países latinoamericanos inclinados a la izquierda –Bolivia, Ecuador e incluso la Venezuela rica en petróleo– acabaron agriándose, ya que cada uno de ellos optó por un “extractivismo” de hidrocarburos más intenso, si bien con fines redistributivos de índole nacionalista y no en beneficio de empresas multinacionales.

Cuando la cumbre especial sobre el clima organizada por Naciones Unidas en septiembre de 2014 vino precedida de una manifestación de 400 000 personas que expresaron duros mensajes de furia por la indecisión de las élites, no hubo nada más que vagas promesas. El entramado de poder global y nacional parece más inasequible que nunca, a lo que se añade la capacidad de influencia sin precedentes de los intereses empresariales –incluidas las compañías de combustibles fósiles– en los responsables políticos y la certeza de que hará falta una profunda reestructuración de vastos sectores industriales.

Volviendo a 2009, el acuerdo de EE UU con el BASIC en Copenhague no solo “hizo saltar por los aires a Naciones Unidas”, como señaló Bill McKibben (2009), de 350.org, en el sentido de que cortocircuitó el proceso más democrático, sino que encima tan solo prometió unos recortes insuficientes y voluntarios de las emisiones. Japón, Rusia, Canadá y Australia anunciaron después que abandonaban los compromisos contraídos previamente al amparo del Protocolo de Kioto.

En noviembre de 2015, la declaración de “Contribución pretendida determinada a nivel nacional” (INDC en inglés) de los países del G20 confirmó las enormes barreras existentes para alcanzar las reducciones necesarias de las emisiones. De acuerdo con el Climate Action Tracker (agencia de seguimiento de la acción climática) de 2015, “ninguna de las INDC del G20 son compatibles con la limitación del calentamiento a un máximo de 2 °C o de 1,5 °C.” La agencia calificó de “insuficientes” las siguientes contribuciones: Argentina, Australia, Canadá, Indonesia, Japón, Corea del Sur, Rusia, Arabia Saudí, Sudáfrica y Turquía, siendo las INDC de otro conjunto de países –Brasil, China, India, la UE, México y EE UU– también “incompatibles con la limitación del calentamiento a menos de 2 °C, salvo que otros países realicen reducciones mucho más drásticas y un esfuerzo comparativamente mayor”.

Cuatro motivos por los que París fracasó

La estrategia de las INDC estaba viciada porque las contribuciones son de naturaleza voluntaria y no se prevé ningún sistema de castigo suficientemente fuerte para los incumplidores, como por ejemplo sanciones económicas o la expulsión de Naciones Unidas. Por consiguiente, el primer motivo del fracaso de la COP21 de París fue que nunca se concretó la ambición requerida para reducir las emisiones a niveles de supervivencia. Como explicó Pablo Solon (2015), antiguo embajador de Bolivia ante Naciones Unidas y el hombre que intentó bloquear el consenso en la COP16 de Cancún en 2010, desde Copenhague todos los negociadores han obviado plantear la necesidad de dejar el 80 % de las reservas conocidas de combustibles fósiles bajo tierra y reducir drásticamente las emisiones: 44 gigatoneladas (Gt) de equivalente de CO2 hasta 2020, 40 Gt más hasta 2025 y 35 Gt más hasta 2030.

En segundo lugar, la reducción de las emisiones de CO2 acordadas en París se producirán en parte mediante la “financiarización” del clima a través de los mercados de carbono y las compensaciones. Aunque esta estrategia ha fracasado hasta ahora en los principales mercados –el Sistema de Comercio de Emisiones (ETS) europeo y la Bolsa del Clima de Chicago (que se hundió por completo en 2010)–, se reafirmó el mes anterior a la cumbre de París en una conferencia preparatoria. El nuevo lenguaje utilizado con ánimo de que estos mercados aseguren unas reducciones “reales, permanentes, adicionales y verificadas” refleja la conciencia de la mala imagen que tiene este sistema debido a los fracasos anteriores (Carbon Market Watch 2015). El Protocolo de Kioto y todas las COP subsiguientes permitieron a las empresas contaminantes comprar el derecho a contaminar (de otras empresas) a precios sumamente bajos y recurrieron a los financieros para crear mercados de carbono y compensaciones en vez de proceder a reducciones directas.

El único medio para reducir las emisiones pasa por la realización de controles estatales para imponer drásticas reducciones a los principales contaminadores, tal como sucedió con el Protocolo de Montreal de 1987 sobre los clorofluorocarbonos para detener la ampliación del agujero de ozono.

En tercer lugar, la “justa transición” solo será posible mediante la reconversión de cada uno de los sectores de la economía mundial con el protagonismo de los trabajadores y de las comunidades afectadas, pero este cambio tan radical no estaba sobre el tapete en París, con la salvedad parcial de la energía renovable. Esta estrategia no solo aseguraría la conversión a medio plazo de la economía basada en el carbono (como acordaron los líderes del G7 que se realizara para 2100, unos 50 años demasiado tarde), sino también, a más corto plazo, una manera más sana de relacionarse con el entorno natural y con los demás seres humanos.

En efecto, Naciones Unidas no ha tomado en consideración todavía las propuestas de amplia descarbonización, planificación medioambiental y reestructuración económica formuladas por activistas climáticos (Klein 2014). En su lugar, las únicas estrategias adoptadas comportarán cambios marginales, en particular aquellas que ponen precio al carbono con la intención de convencer a los mercados mediante una fiscalidad incremental, o peor, incentivando el comercio de emisiones de carbono. Para abordar con decisión la crisis urge llevar a cabo una transición justa en los sistemas mundiales de energía, transporte, extracción, urbanización, agricultura, producción industrial, consumo, vertido de residuos y financiación. Mientras estos sigan guiándose por el afán de lucro, la mayoría de externalidades –es decir, los daños ecológicos y sociales no contabilizados como costes de mercado– seguirán siendo daños que se endilgan a los desfavorecidos.

En cuarto lugar, amplias zonas de África, así como las islas bajas, las cordilleras latinoamericanas y asiáticas y áreas como la bahía de Bengala, ya necesitan reparar los daños masivos causados a los climas locales. Sin embargo, París no logró hacer avanzar sustancialmente la causa del pago de la “deuda climática” del Norte a favor del Sur. Se trata de daños mucho peores que los efectos que se notarán en Francia y otras zonas del mundo industrializado, donde las emisiones de CO2 por persona son máximas. Siendo África una acreedora climática, los negociadores africanos pueden mantener la cabeza bien alta, pero lamentablemente no fue hasta 2012 (en la COP18 de Doha) que Naciones Unidas reconoció los “daños y perjuicios” (el término técnico empleado) causados por las crisis relacionadas con el clima.

La naturaleza voluntaria del acuerdo de Copenhague y su Fondo Verde para el Clima implica que no existe ninguna responsabilidad jurídica de los deudores climáticos del Norte. Como expuso el negociador jefe de Washington, Todd Stern, en Copenhague, “reconocemos absolutamente nuestro papel histórico en las emisiones a la atmósfera. Pero el sentido de culpabilidad o la idea de las reparaciones, eso lo rechazo categóricamente” (Broder 2009).

¿A qué se enfrentan África y otras zonas vulnerables después de la COP21? En París no se han acordado reducciones vinculantes de las emisiones de la magnitud requerida. Se han reafirmado los mecanismos de mercado. Se ha rechazado una transición justa de la economía mundial hacia una sostenibilidad genuina. Los acreedores climáticos –especialmente los africanos– siguen pagando la factura de la mayor parte de los daños causados, pese a no haber provocado la crisis. El proceso de la COP21 de París no ha permitido cambiar la relación de fuerzas para poder abordar estos cuatro grandes retos. Los miembros de las grandes organizaciones no gubernamentales que fueron a París afirmando que se daban las condiciones para un acuerdo que salvara el planeta (por ejemplo, Ricken Patel, de Avaaz, 2015) estaban profundamente equivocados.

África arde bajo el apartheid climático y Pretoria atiza las llamas

Por tanto, París no hizo más que perpetuar lo que se ha venido en llamar el “apartheid climático”. Según el Foro Humanitario Global (2009) del secretario general de la ONU, Kofi Annan, ya entonces podían atribuirse más de 300 000 muertes al año al cambio climático, en su mayoría en el Sur. Con la presente trayectoria del calentamiento, que alcanzará los 4 °C por encima de la temperatura normal en 2100, aumento que llegará a los 6 a 7 °C en el interior de África, no solo se verán amenazados los humanos, sino casi todas las especies vivas, y la biodiversidad misma, que dependen del agua y de un ecosistema estable.

Cuando el sector mundial de los seguros ya se enfrenta a un aumento de los siniestros asociados a fenómenos meteorológicos extremos, cuyo valor ha pasado de 10 000 millones de dólares anuales en la década de 1980 a 50 000 millones a partir del año 2000, y cuando los daños no asegurados son incluso más amplios, hasta el gobernador conservador del Banco de Inglaterra, Mark Carney (2015), ha admitido que “las pérdidas que predicen actualmente los modelos matemáticos podrían duplicarse si las tendencias recientes de la meteorología se demuestran representativas de la nueva normalidad”. Así, en África se anuncia un caos climático creciente y se estima que este siglo morirán 182 millones de africanos antes de tiempo e innecesariamente a causa de enfermedades relacionadas con el clima (Christian Aid 2006). En este contexto, la delegada que encabezó el grupo G77+China de 130 en París, Nozipho Joyce Mxakato-Diseko, lo expresó con toda crudeza en las prenegociaciones de octubre en Bonn: “Es lo mismo que el apartheid.”

Mxakato-Diseko es sudafricana y conoce de primera mano de qué está hablando: “Nos encontramos en una situación en que básicamente estamos desahuciados” (Doyle 2015). Al final, sin embargo, los propios mandatarios de Mxakato-Diseko la dejaron caer. Los sudafricanos son particularmente adeptos a eso de “hablar por la izquierda y caminar por la derecha” (Bond 2006), de modo que resulta interesante examinar la postura que adopta Pretoria en materia climática dentro del propio país. Para cambiar la relación de fuerzas a escala mundial es preciso cambiar la política medioambiental nacional en cada país, y Sudáfrica es uno de los grandes campos de batalla del mundo (Bond 2002).

Las grandes empresas de la minería, fundición y transporte –sean de origen local, occidental o de los BRICS– parecen ejercer todavía una influencia omnímoda en Pretoria (sin duda tanta como la que tienen los hermanos Koch y otros miembros del lobby del gas y del petróleo en Washington). Frente a ellas, el Ministerio de Asuntos Medioambientales tiene una ministra, Edna Molewa, que no ha hecho nada por cambiar la correlación de fuerzas en defensa del clima, pese al papel relativamente destacado que desempeñó en las negociaciones internacionales. Su intervención fue crucial en la COP17 de Durban (Bond 2011, 2012) y en 2012 llamó la atención en la Cumbre de la Tierra Rio+20 organizada por Naciones Unidas.

Sin embargo, a la hora de la verdad, cuando se trató de regular la actividad de los contaminadores sudafricanos, Molewa supo cómo evitar el conflicto. Mantuvo el silencio con respecto al enorme gasto del Estado en infraestructuras destinadas a actividades intensivas en carbono: tres nuevas centrales eléctricas de gran envergadura basadas en carbón, aumento de las exportaciones de carbón gracias a un presupuesto ferroviario de 25 000 millones de dólares en el primer plan de la Comisión Presidencial de Coordinación de Infraestructuras y, en el segundo proyecto de la misma, la ampliación por 20 000 millones de dólares del puerto de Durban y de su complejo petroquímico, destinado a multiplicar por ocho la capacidad de trasiego de contenedores de aquí a 2040 (Bond 2014a). Asimismo, en 2013 el gobierno dio permiso a Shell Oil para iniciar el proceso de “fracking” en la región árida de Karoo. A esto le siguió a mediados de 2014 la Operación Fakisa (“aceleración”) del presidente Jacob Zuma sobre estrategia económica oceánica, que incluía la exploración del suelo marino profundo en busca de petróleo y gas, especialmente a cargo de ExxonMobil, con un coste de 500 millones de dólares. Pretoria también dio su aprobación a una nueva refinería de petróleo estatal, cuyo presupuesto asciende a 6 000 millones de dólares, y tiene previsto construir más altos hornos para el tratamiento de minerales, incluida una nueva siderurgia china (pese a que las importaciones desde China han llevado casi a la quiebra a los dos principales productores en 2015).

Ante esta intensificación de la inversión sudafricana en actividades intensas en carbono, el presupuesto de Molewa para 2014-2015 (400 millones de dólares) fue revelador. Además de un recorte real del 8,3 % del programa general contra el cambio climático, la reducción de 1,5 millones del presupuesto del Servicio Meteorológico de Sudáfrica supuso, según la Comisión de Supervisión Medioambiental del parlamento (2014), “que Sudáfrica sería incapaz de cumplir sus obligaciones internacionales en materia de control de la generación de gases de efecto invernadero a través de la estación de Vigilancia Atmosférica Global. […] El país también sería incapaz de formular niveles de referencia y comparar las emisiones con los objetivos fijados.”

En el Mail & Guardian [el principal periódico digital sudafricano], Molewa respondió en 2014 a las dudas expresadas (por el autor de estas líneas, Bond 2014b) en torno a tales decisiones, con una argumentación defensiva: “Contrariamente al análisis de Bond, Sudáfrica no corre riesgo de incumplir sus obligaciones internacionales con respecto al cambio climático y la prioridad que le corresponde y al seguimiento y reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Nuestra política nacional de respuesta al cambio climático determina el planteamiento del gobierno con respecto a los efectos del cambio climático y a la transición del país a una economía resistente al clima, baja en carbono y capaz de mitigar dichos efectos” (Molewa 2014).

Sin embargo, tal como había advertido la Comisión de Supervisión Medioambiental (2014), “como país hemos de demostrar que estamos haciendo nuestra justa contribución al esfuerzo global por mitigar el cambio climático, asegurando una reducción de nuestras emisiones de gases de efecto invernadero por debajo de los niveles de la inacción en un 34 % para 2020 y un 42 % para 2025.” A mediados de 2015 surgió una nueva oportunidad para que Pretoria se comprometiera de cara a la COP21, pero la oferta de Molewa inspiró una respuesta mordaz por parte de la oficina sudafricana de Greenpeace (2015): “El documento de debate ‘Las INDC de Sudáfrica: 1 de agosto de 2015’ evita cuantificar cualquier contribución a la mitigación e incumple los requisitos genéricos más básicos para el componente de mitigación de las INDC. De no rectificarse, esta descarada evasiva minará la credibilidad de Sudáfrica y toda pretensión de ostentar autoridad moral para encabezar el grupo de negociadores de los países en desarrollo.”

Esta falta de ambición es coherente con la actitud de Pretoria de hacer la vista gorda ante las prácticas contaminantes ilegales, especialmente por parte de la minería del carbón, la generación de electricidad y las refinerías de petróleo (todas ellas asociadas al cambio climático) (groundWork y cols. 2014). La réplica de Molewa (2014) confirmó un grado de modestia gubernamental inapropiada: “Abordamos continuamente cuestiones que tienen que ver con el cambio climático, a menudo entre bastidores.”

Eso de mantenerse “entre bastidores” se explica por el poder sempiterno del llamado complejo minero-energético sudafricano (Fine y Rustomjee 1996). Ese poder se desveló cuando dos colegas de Molewa en el gobierno, Nathi Mthethwa y Cyril Ramaphosa, echaron una mano a la compañía de extracción de platino Lonmin, cuya matriz tiene su sede en Londres, cuando en agosto de 2012 desplegaron a la policía frente a los trabajadores en huelga en aras a mantener los beneficios de la empresa minera. Ramaphosa, quien más tarde fue elegido vicepresidente de Sudáfrica, poseía el 9 % del capital de Lonmin, y fueron sus mensajes de correo electrónico los que indujeron la intervención de tropas sanguinarias para poner fin a la huelga salvaje (él la calificó de “ruin y criminal”), matando a 34 trabajadores, muchos de los cuales pretendían rendirse. El testimonio de Ramaphosa ante la comisión de investigación a mediados de 2014 confirmó sus lealtades: admitió que en vez de construir 5 500 viviendas para los trabajadores de Lonmin, tal como había prometido la empresa, la Comisión de Transformación de esta, que él supervisaba, nada más construyó tres. Asimismo facilitó los “flujos financieros ilícitos” de Lonmin a las Bermudas.

Las vastas operaciones empresariales de Ramaphosa en la minería del carbón y similares industrias contaminantes estuvieron amparadas durante mucho tiempo, según conocedores del sector, por los inspectores de aguas de Molewa. Actualmente están excavándose o planeándose cuarenta nuevas minas de gran tamaño para suministrar carbón a dos nuevas centrales térmicas, por no mencionar las nuevas excavaciones de carbón para la exportación a China e India. En 2014, la provincia carbonífera de Mpumalanga estaba casi literalmente resollando (groundWork y cols. 2014). Sin embargo, la compañía eléctrica Eskom solicitó a Molewa un “aplazamiento prorrogable” de la reducción de la contaminación que imponía la ley a 14 centrales eléctricas locales. Eskom suponía que sus propias crisis –y las regulares caídas de tensión que infundían temor en la sociedad– convencerían a Molewa de la necesidad de mostrar tolerancia. En febrero de 2015, Molewa aceptó una prórroga de cinco años de la tolerancia legal de la contaminación por parte de Eskom, Sasol y docenas de empresas más, cuyas emisiones perjudicaron a los trabajadores y residentes locales y contribuyeron al cambio climático.

La única esperanza que puede derivarse de la relación de fuerzas desfavorable a escala nacional en Sudáfrica reside tanto en el ámbito global como en la base social: en la caída de los precios mundiales de los combustibles fósiles y en la resistencia de los activistas vecinales y ecologistas, que a finales de 2015 comenzaron a contraatacar. En el primer aspecto se produjo, entre otras cosas, una reducción del precio del carbón de 170 dólares por tonelada a 50 dólares entre 2011 y 2015, lo que sentó las bases de una victoria al menos temporal en uno de los principales frentes de lucha contra las nuevas minas: la zona de iMfolozi, la reserva natural más antigua de África. Allí, en mayo de 2015, más de un millar de mujeres se manifestaron en contra de una compañía, Ibutho Coal, asociada con las megaempresas Glencore y BHP Billiton. Esto y las objeciones legales basadas en los daños medioambientales hicieron que Ibutho se echara para atrás, abandonando su proyecto, pese a que muchos de los jefes zulúes locales habían sido comprados por la compañía y el gobierno nacional.

En un segundo caso esperanzador, a 300 kilómetros más al sur, en Durban, la crisis mundial de sobreacumulación había paralizado el transporte marítimo internacional hasta el punto de que en noviembre de 2015 se pospusieran por tiempo indefinido los planes de dragado del nuevo puerto y la nueva terminal de petróleo, con un coste presupuestado de 20 000 millones de dólares. Esto reflejó también la eficacia de la oposición vecinal, ya que el cambio climático fue uno de los principales motivos por el que el grupo local se opuso a la ampliación del puerto y del complejo petroquímico, así como los planes de ExxonMobil de perforar el suelo marino frente a la costa de Durban. Son estas victorias populares las que representan la “Blockadia” (Klein 2014) climática de Sudáfrica. Mientras que el acuerdo de París ha sido un fracaso sin paliativos, la combinación de la resistencia local con las contradicciones capitalistas globales indica el camino a seguir.

Visto que según el sondeo de 2015 de Pew (Carle 2015), el 47 % de la población sudafricana es consciente de que el cambio climático representa la mayor amenaza del mundo, la posibilidad de transformar esta conciencia en activismo constituye la única esperanza, dado que las élites de Pretoria no parecen estar dispuestas a cambiar de rumbo.

Conclusión

El caso de Sudáfrica ilustra lo difícil que es para el mundo resolver la crisis climática, por mucho que su delegada más destacada denunciara el “apartheid climático”, tal como se escuchó en la COP21 de París. Las verdaderas víctimas del apartheid climático no estuvieron en París (y no solo por la fuerte restricción de visados de la UE a raíz de los recientes atentados terroristas). Aun así, seguirán haciendo oír sus voces a escala nacional y local, donde después de todo se ganará o se perderá la guerra contra las fuentes de emisión.

Los atentados terroristas que causaron la muerte de más de 130 parisinos, principalmente jóvenes, el 13 de noviembre pasado, son un ejemplo del efecto bumerán a que se enfrentarán los futuros gobiernos obstinados del Norte y del BRICS. Afluirán refugiados en oleadas más rápidas y potentes a sus costas, primero del norte de África y Oriente Medio –que a mediados de siglo se calentarán a temperaturas inhabitables–, mostrando cómo las migraciones masivas de muchos lugares acreedores climáticos se generan a causa de conflictos relacionados con el clima. Los refugiados climáticos de la extrema sequía de 2006-2010 en Siria –tan inhumanamente tratados por el régimen de Asad que propiciaron la rebelión popular en 2011– y las dificultades simultáneas que experimentaron los pastores nómadas de Darfur, en el oeste de Sudán, otorgan a estas regiones el dudoso honor de ser testigos de las primeras guerras climáticas.

Las futuras COP tratarán de hacer cumplir los compromisos no vinculantes de la cumbre de París. Sin embargo, este enfoque de arriba abajo probablemente será un fracaso, pues en Washington Obama ya se enfrenta a los esfuerzos de los Republicanos por convertir en papel mojado las resoluciones contra el carbón adoptadas en 2015 por la Agencia de Protección del Medio Ambiente. En Marruecos, con motivo de la COP22, que tendrá lugar en diciembre de 2016, las condiciones para la movilización social serán mucho más adversas que en París. Así que volviendo la vista atrás hacia París, pese a que las marchas por el clima que hubo en todo el mundo los días 28 y 29 de noviembre desempeñaron un papel positivo de cara a concienciar a la gente, son las actividades de protesta contra el flojo resultado de la COP21 las que sentarán las bases del activismo por la justicia climática de los próximos años.

Evidentemente, de las élites mundiales no vendrá nada útil de cara a resolver esta crisis. La acción seguirá produciéndose en los centros locales con cara de carbón de “Blockadia” para intentar que se agreguen las luchas y las protestas nacionales se conviertan –como con respecto a la política económica del gobierno sudafricano–en el campo de batalla en que los activistas puedan aunar las energías y cambiar la correlación de fuerzas.

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