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La filosofía educativa en el ámbito universitario

Por: María Alejandra Rodríguez.

 

Resumen

La educación superior en Venezuela, como fundamento formativo para el desarrollo educativo, cultural, filosófico y  social puede ser un punto de referencia crucial  en función de la construcción de una sociedad humana, justa y libre. Los pedagogos y filósofos de renombre  suelen ser considerados como idealistas cuyas propuestas  han sido sueños ingenuos, pero que al final han influenciado en la creación de nuevos modos educativos. Se trata de educar más allá del bienestar individual y colectivo propuesto por una sociedad del éxito personal y del consumo, trabajar en función  del porvenir de la civilización y la supervivencia de la raza humana y del planeta; ya que una persona consciente de su compromiso existencial puede alcanzar grandes logros e impactar en el bienestar de los demás gracias a un humanismo trascendental y verdadero. Por eso la educación universitaria debe considerarse como el modo formativo humanista para emprender cualquier objetivo elevado, verdaderamente humano, comunitario y social, sea a través del currículo de carácter ético-espiritual de todas las profesiones, o de una formación filosófica en torno a las dimensiones antropológicas existenciales del sentido de la vida desde el compromiso social.

Palabras clave: Educación Universitaria,  Filosofía, Compromiso, Humanismo.

Abstract

The highest education in Venezuela as basis training to the educative, cultural, philosophic and social development can be a very important reference point in function to the building of a human, just and free society. The philosophers and pedagogues used to be considered as idealist which proposals have been naïve dreams, but that it has influenced in the creation of new educative ways. It’s treats to teach beyond to the individual or collective wellness proposed by a society of personal success, to work in function of the civilization future and the survival of the human beings and the planet; because of a person aware of his existential commitment can achieve big goals and impact in the wellness of others thanks to a true and transcendental humanism. That’s why the university education should consider as the humanist training mode to begin any high objective, human, communitarian and social, either through the curriculum of the ethic-spiritual character of every professions or a philosophic training around the existential anthropologic dimensions  of the life sense since the social commitment.

Key Words: University Education, Philosophy, Humanism.

La  educación superior es hoy uno de los retos más trascendentales para filósofos y educadores; y representa uno de los retos antropológicos y sociales más trascendentales. Al parecer las asignaturas actuales no responden a las verdaderas necesidades humanas en cuanto a su formación existencial, o búsqueda de sentido de la vida misma; las asignaturas apuntan hacia el “Hacer”, dejando de lado, y casi en el olvido, las dimensiones del “Ser” de los estudiantes. Sin duda, se está muy lejos, en la Venezuela actual,  de vivir en armonía con nuestros semejantes y no hemos conseguido razones existenciales para el compromiso social, como elemento esencial del ser humano concebido desde la antropología del encuentro, quedando en el fondo, un vacío existencial que reclama ser allanado desde el ámbito de la formación universitaria desde los planteamientos de la filosofía.

Por esto, desde una actitud fenomenológica y existencial, el hombre de la sociedad actual se plantea las preguntas sobre el sentido de la vida: ¿Qué es la vida? ¿Qué es la muerte? ¿Qué es el hombre? ¿Qué es la felicidad? ¿Por qué la muerte? ¿Por qué la injusticia? ¿Por qué el amor? Evidentemente, en el ámbito universitario, las preguntas surgen de un yo personal propio del joven estudiante quien se encuentra sumergido en la vorágine de la sociedad del siglo XXI. En este contexto,  Gevaert (1976) plantea lo siguiente:

Los interrogantes sobre la esencia del hombre y sobre el significado de su existencia, tanto hoy como en el pasado, no nacen en primer lugar de una curiosidad científica, encaminada al aumento del saber. Los problemas antropológicos se imponen por sí mismos, irrumpen en la existencia y se plantea por su propio peso. La existencia, al hacerse problemática, requiere una respuesta y obliga a tomar posiciones (p. 14)

Los intereses de la sociedad actual, dentro de la cultura de Occidente,  se han encausado al desarrollo de la  ciencia en función de la tecnología, economía y a la globalización de un modo particular de modelo antropológico centrado en el éxito personal como horizonte existencial, en donde solamente importa el yo-egoísta por encima de lo comunitario y social, enfocados en un modo filosófico totalmente envuelto en el pragmatismo. En este contexto, Barbera (2005) sostiene la dificultad de valorar la formación filosófica en la universidad pragmática, tecnológica y comercial propia de la sociedad capitalista actual:

Reflexionar acerca de la importancia de la Filosofía, dentro de una sociedad sumergida hasta el alma en el Pragmatismo más crudo que se haya vivido a lo largo de la historia de la humanidad, puede resultar un esfuerzo que probablemente carezca de significado , el recuerdo insignificante de  un momento de la vida universitaria, donde un profesor del montón habló de una asignatura del Pensum de estudio, referente a cosas extrañas y ajenas a la vida  real, no sólo de los estudiantes, sino de  la casi  totalidad del profesorado; tal vez, ajena y extraña de la vida concreta de los mismos profesores del Departamento de Filosofía, quienes muchas veces  reducimos la Filosofía a la utilidad que nos produce. Nosotros tendríamos que ser los primeros en hacernos la pregunta sobre la importancia de la Filosofía, pero, en el “Pensum de la vida misma. (p. 241)

Es decir, el crecimiento personal, humano, antropológico, existencial carece de interés por parte de una universidad al servicio del pragmatismo de la sociedad actual, la formación filosófica, ética, social, comunitaria, vocacional ha sido opacada por la formación técnica y comercial. El problema de fondo parece ser que no existe interés real, no solamente a nivel de discurso, que invierta espacio y tiempo en la formación humana de los diferentes egresados de las universidades venezolanas. ¿Hasta cuándo debemos esperar para empezar a construir una nueva sociedad, un nuevo ser humano comprometido vocacionalmente con la comunidad, con la sociedad y con el bienestar del planeta Tierra? Y sin dar la espalda a la realidad,  ¿Cómo educar para combinar tecnología y humanismo? Sin duda, la formación filosófica, desde las dimensiones antropológicas centradas en la trascendencia del compromiso como modo de existencia, conllevan a la trascendencia de la formación reducida al hacer tecnológico.

Hacia una formación existencial desde lo humano

Se tiene la convicción epistémica de que la Educación formal en el nivel superior, está plenamente justificada cuando se orienta al mejoramiento, tanto en cantidad como en calidad del sistema productivo de un país; es decir, la ciencia se convierte en tecnología y comercio; a pesar de que “la Universidad como formadora de generaciones futuras de profesionales y la Industria como lugar de producción en serie de bienes son realidades diferentes en cuanto a objetivos, lenguaje, valores, organización y percepción de procesos de formación humana. No resulta tan evidente lo homogéneo en cuanto a su naturaleza entre el mundo industrial y comercial, y las aulas de clases universitarias.

La estrecha unidad que se supone debe existir, se ha formulado desde un pragmatismo antropológico que gira en torno a la producción, la ganancia y el correspondiente éxito personal como sujeto que lleva adelante los procesos del capitalismo actual, que ha obviado el carácter humanista de la formación universitaria.

Hace mucho que se induce al hombre moderno a tener una visión economicista de la historia y del futuro personal y de la humanidad. Este sometimiento de lo humano a lo económico y tecnológico, empieza a provocar en el ámbito mundial resultados catastróficos a nivel planetario y de justicia social, tal como lo señala Solana (2012), en su llamada a volver a lo humano, a lo existencial:

Es necesario -a pesar del “mundo globalizado que demanda una respuesta directa e innovadora en relación con la ciencia y la tecnología”-, volver a los objetivos originales: aquellos que hicieron que la escuela, como institución rectora de la sociedad, llegara a existir, aquellos que enseñaron Aristóteles, Rousseau, Dewey y Kant entre tantos otros; al menos socializarlos, colocar al ser humano como elemento prioritario, por encima de las máquinas. (p. 42)

“Dentro de este contexto de reflexión filosófica y social, en búsqueda del sentido humano que pueda permitir la sociedad actual, Córdova (2009) apunta hacia la denuncia de las injusticias del hombre contra el hombre que  produce el pragmatismo llevado a sus últimas consecuencias:

Nuestra producción ha crecido en los últimos años, pero este crecimiento no ha permitido aún cambios significativos para el bienestar humano y la justicia social”; persiste la pobreza, la carencia de alimentos y de vivienda; sin embargo, se ha incrementado la delincuencia y la paz social se ve, más que nunca, seriamente amenazada. “No podemos seguir midiendo el mejoramiento de una sociedad sólo por el número de productos y de servicios que se ofrecen para su consumo. ” (p. 97)

Si se concibe el desarrollo de una sociedad como la capacidad de las personas para elevar, individual y colectivamente, la calidad de su vida, la educación humanista cobra la prioridad que le corresponde entre las acciones que realiza el Estado moderno. La persona humana es por excelencia el centro y razón de ser de la universidad. No se trata solamente de egresar “peones sociales”; sino seres humanos en el más trascendental sentido de lo humano; el ser humano no puede ser reducido a un hacedor, a una cosa producida en serie, el hombre es trascendencia en sí mismo, y su calidad de vida se da en el ser, en esa dimensión trascendental de la existencia, y no en el laborar mecánico con el cual se conforma el pragmatismo tecnológico.

Lo dado como “algo”, reduce al hombre a una cosa, y el hombre es un ser personal, un ser para la trascendencia, de eso se trata el sentido antropológico de lo educativo en las universidades formadoras de la juventud venezolana. Dentro de este marco reflexivo, Morales (2005) expresa el verdadero sentido trascendental y personalista como eje orientador del proceso educativo en todos los niveles de la educación formal:

En segunda instancia, educar para la trascendencia requiere ver el sentido de lo educativo, la perspectiva a desarrollar implica la educación como espacio tiempo de trascendencia, a ello se refiere el autor como el punto clave donde se deslindan otros aspectos como superar la estructura academicista y de didácticas centradas únicamente en el conocimiento como finalidad. La trascendencia surge en el compromiso de establecer lo humano como centro único de interés, el aula se convierte en encuentro de subjetividades, el otro no es visto como la negación del yo sino como fundamento de apertura a un tú. Trascender es apropiarse de la expectativa de futuro que posee el otro y generar la alteridad. El problema es que el costo de la trascendencia es el compromiso ontológico, un sujeto que emerge después de la postmodernidad con todo la esperanza de seguir siendo. Nadie podrá eliminar la “necesidad” perenne del ser humano por realizarse, ni siquiera un psicologismo reductor a una conciencia animal.  (p. 67)

Desde el paradigma positivista y pragmático, se concibe que los objetivos del sistema industrial se ajustan a la vida concreta de los seres humanos, quienes son formados como piezas del sistema de producción, que no poseen rostros, ni nombres propios, y que al final son remplazados como cualquier pieza de la maquinaria. De hecho, si se impone el positivismo pragmático de la filosofía de la producción y comercialización del actual sistema social; entonces, nuestras vidas carecerán de existencia, estarán al servicio de la maquinaria de producción y de comercialización; y en el fondo, esos serán los objetivos reales, más allá del currículum de la educación superior. De este modo el tener y el hacer en función de ese tener constituirán el verdadero marco de filosofía antropológica desarrollada en las universidades venezolanas.

Si, por el contrario, el sistema industrial y de comercialización es sólo una parte de la vida, y no la vida misma; entonces, lo humano emerge en modo espiritual, cultural y trascendental; aparece la familia, la comunidad, el  compromiso social como horizontes existenciales de la vida; es decir, aparece la antropología del ser. Así, pues,  los valores estéticos, morales, espirituales, tendrían preferencia; quienes dediquen su vida al compromiso de la formación filosófica, antropológica y existencial, no estarán sujetos a los fines reduccionistas del sistema comercial e industrial; sino que éste estará subordinado a los objetivos elevados del ser humano y sin duda, habrá más oportunidad de descubrir el humanismo real, comprometido en lo comunitario, social y planetario, tal como lo señala Morin (2000) al referirse al pensamiento complejo, el cual exige la capacidad de sinceridad epistémica y existencial en la comprensión de la naturaleza real del universo, como lo expresa en Los siete saberes necesarios a la educación, donde plantea un modo distinto de ontología y de la antropología filosófica correspondiente como modo alternativo de entender lo humano como habitantes de un mismo hogar planetario, biológico y universal:

Estamos en un gigantesco cosmos en expansión constituido por miles de millones de galaxias y miles de millones de estrellas y aprendimos que nuestra Tierra es un trompo minúsculo que gira alrededor de un astro errante en la periferia de una pequeña galaxia de suburbio. Nuestro planeta erra en el cosmos. Debemos asumir las consecuencias de esta situación marginal, periférica, que es la nuestra. Como seres vivos de este planeta, dependemos vitalmente de la biosfera terrestre; debemos reconocer nuestra muy física y muy biológica identidad terrenal (p.53)

Se trata de cumplir prioritariamente con los objetivos humanos, sin descuidar aquellos que nos permitirán vivir dignamente como familia, comunidad, nación y sociedad humana. De hecho, sería muy razonable pensar que cuanto mejor sea nuestro nivel de vida en el sentido estrictamente humano, más allá de la vida por el tener; mejor podremos enfocar las actividades destinadas a producir los mismos bienes que requiere la sociedad a través de sus procesos de industrialización, ya sea incrementando bienes o mejorando servicios. Ciertamente, al priorizar la formación humanista se promueve la formación de un mejor profesional, porque se atienden los aspectos más importantes como compromiso vocacional, con sentido existencial de la vida misma. Se trata de producir con sentido humano. Lo que requiere no hombre seriados, sin personalidad; sino, de seres realmente humanos, cuyo trabajo sea humano y con sentido trascendental.

 

Bibliografía

Barbera, G (2005) Sobre el Concepto y la Importancia de la Filosofía. Revista Ciencias de la Educación  Nº 26.  Editorial. Universidad de Carabobo. Valencia-Venezuela.

Córdova, E (2009) “Principios de la Educación humanista” Revista Magistralis, Abril. Universidad Iberoamericana-Puebla.

Gevaert, J. (1976) El problema del hombre. Salamanca: Sígueme.

Morales (2005) Fundamentos Epistemológicos para la Educación más allá de la Postmodernidad. Educar para la Trascendencia. Artículo publicado en la revista Anthropos – Venezuela

Solana, Fernando (2012). XX Sesión de la Conferencia General de la UNESCO, en París el 26 de octubre de 1978 y publicado por la SEP.

Fuente del artículo: http://www.eleutheria.ufm.edu/ArticulosPDF/161221_MARodriguez_La_Filosofia_Educativa.pdf

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Día del Niño: la infancia es una ventana de oportunidades

Por: Luisa Brumana.

En los últimos 30 años, un cambio social radical posicionó a los chicos y chicas como sujetos de derecho en vez de objetos de protección.

Garantizar la participación de los niños, las niñas y adolescentes es un desafío para los adultos que en los últimos 30 años vivimos un cambio social y cultural radical impulsado por la Convención sobre los Derechos del Niño, que posiciona a los chicos y a las chicas como sujetos de derecho. Esta afirmación, los niños y a las niñas son sujetos de derecho, cambia la manera en que el mundo interpela a las personas de 0 a 18 años que dejan de ser objetos de protección, como establecía el antiguo paradigma tutelar, que presuponía que los niños necesitan de un adulto que tome decisiones por ellos.

A partir de la adopción de la Convención sobre los Derechos del Niño, que este año cumple su 30° aniversario, las sociedades reconocen que los niños y las niñas son personas en crecimiento, llenas de potencialidades, que ganan autonomía en forma progresiva y que tienen derechos que les garantizan el acceso a la salud, la educación, la inclusión social, la protección frente a la violencia, para tener un buen comienzo en la vida y un desarrollo pleno durante la segunda década, que es la adolescencia.

30 años es mucho y a la vez muy poco en el desarrollo de un tratado internacional de derechos humanos que revolucionó la manera en que entendemos a la infancia y la adolescencia. Los niños y las niñas no son “adultos pequeños” como se creyó durante muchos años. No aprenden en el trabajo, aprenden en la escuela.No “moldean el carácter en la calle” o en el mundo adulto: los chicos y las chicas necesitan de espacios de juego y socialización con sus pares en los que aprenden a compartir, a interactuar en grupo, a disfrutar del tiempo libre. Las cosas que aprendemos durante la infancia dejan huella para toda la vida.

La Convención sobre los Derechos del Niño establece el derecho a participar, a que los chicos y las chicas expresen sus opiniones en la familia, en la escuela, en sus lugares de pertenencia, sobre los temas que los involucran, y a que estas opiniones sean tenidas en cuenta. Y en sintonía con otros tratados de derechos humanos, explicita el derecho a asociarse con fines culturales, deportivos o políticos siempre y cuando esas asociaciones o grupos estén sólo integradas por niños, niñas o adolescentes.

Los derechos humanos cobran sentido cuando nos apropiamos de ellos, los ejercemos, los revindicamos, los exigimos, los vivimos y aún más, desde edades tempranas. El Día del Niño es una fecha simbólica, que cambia de un país a otro, pero nos recuerda (donde sea que estemos) que la infancia es una ventana de oportunidades, un momento en la vida que no se repite más y que tiene derechos especiales que necesitamos, como sociedad y como individuos que la integran, garantizar para que estos primeros años en el mundo, sean equitativos para todos. Una misma “línea de largada” o como decimos en UNICEF, para cada niño, para cada niña, una oportunidad.

Fuente del artículo: https://www.clarin.com/sociedad/dia-nino-infancia-ventana-oportunidades_0_ZjNxwu4oe.html

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Cortometraje: El pez feliz

Por: Regina de Miguel. 

Este cortometraje animado del año 2006 ha recibido diversos premios, entre los cuales se encuentra el de Mejor Cortometraje de Animación del Festival Internacional de Berlín. Su historia se basa en el cuanto ‘A Fish that Smiled at Me’ de Jimmy Lao: además de trasladar el valor de la empatía habla también del valor de la libertad a través de su protagonista, un hombre solitario pero de carácter afable que encuentra en su mascota, un pez, una gran compañía.

Fuente del documento: https://www.youtube.com/watch?v=WSs1W7mP29M

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Hablemos de educación

Por: Antonio Argandoña.

«Mal momento para hablar de educación -me dice el lector-, ahora que todos estamos de vacaciones…» Bueno, yo diría que siempre es un buen momento para hablar de educación, porque hay muchas cosas en juego en este tema: el bienestar presente y futuro de unos cuantos millones de personas, el crecimiento futuro del país, nuestra capacidad de adaptación a los cambios tecnológicos y demográficos, el futuro de las pensiones o, más en general, del Estado del bienestar, o sea, pensiones, salud, educación, dependencia y otras muchas cosas.

Mezclo dos noticias de la prensa de hace pocas semanas. Una: la tasa de abandono escolar temprano es, en España, mucho mayor que la media europea, lo mismo que la tasa de paro juvenil y el porcentaje de ninis, que no estudian ni trabajan. Otra: el mercado laboral tendrá un déficit de más de 100.000 empleos de jóvenes cualificados en el plazo de 10 años. Y añado dos detalles más, estos de mi cosecha. Una: la culpa es nuestra. Dos: la solución es posible.

Empiezo por la tecnología. Cuando un estudiante salga al mercado laboral se encontrará con demandas bien pagadas, contratos a largo plazo y buenas expectativas de futuro. No sé si esas demandas serán muchas o pocas: solo sé que los expertos dicen que unas 100.000 se quedarán sin cubrir. Y después nos quejaremos de que los inmigrantes nos roban los buenos puestos de trabajo, o de que las empresas españolas se llevan sus departamentos innovadores a otros países, porque aquí no tienen trabajadores cualificados suficientes.

Y luego quedan los empleos basura, con sueldos bajos, contratos temporales y muy pocas expectativas de futuro, a los que aspirarán los jóvenes que no estudian (no labran su futuro) ni trabajan (no siguen aprendiendo, que esto es lo más importante cuando se tiene un empleo en esas edades); y tampoco podrán aspirar a ese puesto los que están en el paro y los que han abandonado sus estudios prematuramente. Y a nadie se le oculta que regalarles el diploma de la enseñanza secundaria no es la solución, aunque resulta atractiva para los políticos. O sea: hacer trampas puede dar una satisfacción inmediata al joven sin futuro, pero no le resolverá su problema.

Este no es el lugar para explicar cuáles son las soluciones. Pero se me ocurren algunas ideas. Una: movilicemos a la sociedad civil, es decir, a empresas, sindicatos, universidades, centros escolares y asociaciones de padres y madres, para que, dos, pongan a trabajar a los expertos, a los que saben de esto, que son muchos, para que, tres, hagan planteamientos magnánimos, casi utópicos, de lo que habría que hacer, de modo que, cuatro, esos planes vuelvan a los lugares donde se reúnen escuelas, universidades, familias y empleadores, para que ayuden a los expertos a bajar a la realidad, que no quiere decir devaluar aquellos planes, sino hacerlos viables, con números, plazos y recursos necesarios, que, cinco, llevarán a los políticos para decirles: «La sociedad civil propone esto; ustedes, los responsables de que esto salga adelante, ¿qué piensan hacer?». Y si, como hasta ahora, no dicen nada serio, hacer presión hasta que lo hagan.

HABRÁ QUE hacer planes parciales. Por ejemplo, para reducir el paro juvenil, los salarios de miseria y los contratos basura, que son tres patas del mismo problema, porque contratar a un chico o una chica joven, no preparado y mal estudiante sale muy caro a las empresas, cuando se suma el salario mínimo, más la seguridad social, más los costes de acabar el contrato y de buscar otro trabajador. Claro que se les puede obligar a hacer un contrato caro, pero entonces seguiremos sin resolver el problema del paro juvenil.

Otro plan será para los estudiantes que necesitaremos para aquellos empleos relacionados con las tecnologías nuevas. Aquí hay que poner a trabajar a las empresas con las escuelas y los expertos: qué necesitan saber, cómo pueden hacer prácticas en esos temas de futuro, cómo se puede organizar el reciclaje frecuente que necesitarán…

No basta saber cómo funciona internet: hay que enseñarles a desarrollar la tecnología que mueve todo eso. Y eso es caro. Por eso hace falta que las empresas se involucren, poniendo tiempo de sus expertos y dinero, con la esperanza de encontrar mañana los trabajadores que necesitarán, y desarrollando también una colaboración fructífera con las escuelas y las universidades. Y todos saldremos ganando.

Fuente del artículo: https://www.elperiodicodearagon.com/noticias/opinion/hablemos-educacion_1380383.html

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Vernos como un ecosistema

Por: Flor María Ramírez. 

No recuerdo cómo pero llegó a mí hace más de 20 años la primera versión del libro de Leonardo Boff ‘Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres’. En ella invitaba a una valoración de la ecología desde un cambio de paradigma; decía Boff en este libro que la “singularidad del saber ecológico reside en su transversalidad, es decir, en el relacionar hacia los lados (comunidad ecológica), hacia adelante (futuro), hacia atrás (pasado) y hacia dentro (complejidad) todas las experiencias y todas las formas de comprensión como complementarias y útiles para nuestro conocimiento del universo, nuestra funcionalidad dentro de él, y para la solidaridad cósmica que nos une a todos. De este procedimiento resulta el holismo (halos en griego significa totalidad). Él no significa la suma de los saberes o de las diversas perspectivas de análisis. Eso sería una cantidad. Traduce, más bien, la captación de la totalidad orgánica y abierta de la realidad y del saber acerca de esa totalidad. Eso representa una cualidad nueva”.

Creados para situarnos a lado de la naturaleza no por encima

Boff planteaba que era necesaria una nueva mirada a la ecología de los años 90’s; proponía una nueva alianza con la creación, alianza de veneración y de fraternidad. Las personas según Boff, no hemos sido creadas para situarnos por encima de la naturaleza como quien domina, sino para estar a su lado como quien convive como hermano y hermana. Hoy han surgido movimientos como la ecopedagogía inspirados en aquellas primeras aportaciones para intentar cambiar el paradigma de relación con los otros siendo conscientes que somos parte del ecosistema. Las aportaciones de Boff reflejan la observación de lo que él llamaba la “crisis de la Tierra”.

Recientemente ocurrió en México un derrame de ácido sulfúrico en el mar de Cortés, responsabilidad de una empresa Metalúrgica de Cobre. Todavía se debate si hubieron daños ambientales considerables y de qué magnitud. Algunos medios reportan que varias especies yacían muertas, mientras la empresa implicada aminora y descarta cualquier impacto. Esta situación es cada vez más frecuente y típica cuando suceden este tipo de incidentes, siempre las implicaciones de asumir responsabilidades juegan desfavorablemente en el prestigio o la reputación de los protagonistas.

La dimensión ecológica en todo ser humano es un componente imprescriptible de la responsabilidad de cada persona y de cada país. La activista Polly Higgins miembro de la Fundación Desertec, define el “ecocidio” como: “la destrucción, daño o pérdida de los ecosistemas en un territorio determinado, ya sea por la acción humana o por otras causas, llegando a tal punto que el disfrute pacífico de los habitantes de ese territorio se ha visto seriamente disminuida”. Greenpeace ha señalado para México incidentes recientes como: las 300 tortugas en peligro de extinción atrapadas en una red en costas de Oaxaca (1), la muerte masiva de manatíes en Tabasco (2), la muerte de millones de abejas en territorio nacional (3), la afectación a la zona de desove en la Isla Salmedina, que forma parte del Área Natural Protegida Parque Nacional Sistema Arrecifal Veracruzano por una fiesta de particulares (4) y hasta la pérdida de ejemplares de la casi extinta Vaquita Marina tienen un común denominador: negligencia, falta de vigilancia o displicencia de las autoridades que no hacen cumplir la legislación ambiental en nuestro país.

Tomar conciencia de los “pecados contra el medio ambiente”

Cada vez hay un esfuerzo importante por impulsar marcos regulatorios que permitan  mejorar el cuidado del ecosistema del que somos parte. Un ejemplo claro es la prohibición para usar artículos desechables que reduzcan el consumo de plástico e impulsen el consumo de biodegradables. Aún así es claro que la falta de conciencia personal y colectiva está muy lejos de generar un cambio de paradigma como planteado por Boff en su momento.

El papa Francisco en reiteradas ocasiones ha exhortado a los fieles a tomar conciencia de los “pecados contra el medio ambiente. Todavía no tenemos conciencia de este tipo de pecados” se lamenta, y alude al “grito de la tierra, violada y herida de mil maneras por una egoísta explotación”. La conciencia de ecosistema emerge desde las acciones más sencillas y responsables, revisar nuestros patrones de autoconsumo puede ser un primer paso.

Fuente del artículo: https://www.vidanuevadigital.com/blog/vernos-como-un-ecosistema-flor-maria-ramirez/

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El Pensamiento Complejo y el Paradigma de la Modernidad (Más allá del materialismo de Edgar Morin)

Por: Prof. Gerardo Barbera.

RESUMEN

El estudio de las obras de Edgar Morin es un proceso de investigación que implica abarcar áreas como la ontología, antropología, sociología, ética y educación, como un sistema único y complejo de alternativas filosóficas, con implicaciones epistémicas, antropológicas,  sociales y educativas. Morin plantea un saber centrado en la complejidad ontológica y epistémica, como estructura sistémica de la conciencia del sujeto, comprendido en unidad  con todos los seres vivos del ecosistema planetario, y en unidad onto-cósmica con el universo.  Sin embargo, no obstante a presentar la Complejidad como alternativa al paradigma positivista, el problema del Ser Trascendente en su relación con el hombre, no ocupa lugar alguno en las propuestas de Morin, como dimensión esencial antropológica  del Pensamiento Complejo, lo cual  ha motivado a proponer la posibilidad de complementar lo inmanente de las alternativas morianas, desde una antropología trascendente abierta a la esperanza espiritual que se postula como sentido de la existencia.

Palabras Clave: Pensamiento Complejo; Paradigma Positivista; Materialismo; Trascendencia.

 

THE COMPLEX THINKING AND THE PARADIGM OF MODERNITY

(BEYOND THE MATERIALISM OF EDGAR MORIN)

SUMMARY

The study of the works of Edgar Morin is a research process that involves covering areas such as ontology, anthropology, sociology, ethics and education, as a unique and complex system of philosophical alternatives, with epistemic, anthropological, social and educational implications. Morin proposes a knowledge centered on ontological and epistemic complexity, as a systemic structure of the subject’s consciousness, understood in unity with all living beings in the planetary ecosystem, and in an on-cosmic unity with the universe. However, despite presenting Complexity as an alternative to the positivist paradigm, the problem of the Transcendent Being in its relationship with man does not occupy any place in Morin’s proposals, as an essential anthropological dimension of Complex Thought, which has motivated propose the possibility of complementing the immanent of the morian alternatives, from an open transcendent anthropology to the spiritual hope that is posited as the meaning of existence.

Palabras Clave: Complex Thought; Positivist paradigm; Materialism; Transcendence.

La insuficiencia epistémica del Positivismo

Estudiar las obras de Edgar Morin deja huellas  en la propia episteme de vida de quienes se acercan a las propuestas del Pensamiento Complejo. De hecho, la visión epistémica del paradigma científico de la Modernidad dejar de ser la misma, y la simplicidad ontológica del positivismo que se pretende imponer en el área de las investigaciones sociológicas, psicológicas y filosóficas se cuestiona de modo radical desde el Pensamiento Complejo.

Desde las alternativas presentes en el Pensamiento Complejo, se logra comprender un modo de investigar más acorde con la problemática de la existencia personal, sin quedar atrapado entre los límites de en un método analítico y castrante del paradigma positivista. El método experimental se entiende como lo que es: una herramienta, y no “La Herramienta”

Por un lado, en cuanto  al contenido académico, las nuevas posturas desde el Pensamiento Complejo invitan a cuestionar, desde lo epistemológico, los fundamentos de la lógica racional positivista en su pretensión de imponerse como único lenguaje académico; y, en consecuencia, se cuestionan aquellos diseños de investigación en el área humanista que no van más allá de los repetidos “pasos experimentales”: Planteamiento del Problema. Objetivos, Marco Teórico, Marco Metodológico, Aplicación de Técnicas de Recolección de Datos, Cuadro Estadísticos, Análisis de los Resultados, Conclusiones y Recomendaciones.

Además, cabe señalar, que desde el Pensamiento Complejo, se cuestionan las propuestas del estructuralismo  social, en cuanto pretenden ser el modo casi único de explicación del desarrollo histórico de la humanidad; una sociedad entendida como una gran maquinaria, donde cada ser humano solamente cumpliría una función impersonal, y la opción antropológica se reduciría al rol social,  tal como lo señala Blanquart (2011) al referirse a la ausencia de lo verdaderamente humano de la teoría estructuralista: “Aquí el hombre no es más que un lugar de paso de las fuerzas de un mecanismo a escala de una ciudad o de mundo” ( p. 451)

Desde las alternativas del Pensamiento Complejo toda propuesta ontológica, epistémica y antropológica; y sobre todo, educativa, propias del paradigma de la Modernidad, entran en crisis epistémica en su pretensión de convertirse en el único lenguaje científico-académico  posible.

Morin (2003), en una de  obras centrales, Introducción al pensamiento complejo, de modo realmente humilde, se propone a sí mismo como un iniciador, de lo que tal vez, llegue a ser con el tiempo, un paradigma epistémico: “el Paradigma de la Complejidad”, que se convierta en una verdadera  alternativa al dogmatismo epistémico del llamado Paradigma de la Modernidad, que sin duda, es realmente el modo cultural actual del saber en el ámbito académico y científico:

El paradigma de simplificación (disyunción y reducción) domina a nuestra cultura hoy, y es hoy que comienza la reacción contra su empresa. Pero no podemos, yo no puedo, yo no pretendo, sacar de mi bolsillo un paradigma de la complejidad. Un paradigma, si bien tiene que ser formulado por alguien, por Descartes por ejemplo, es en el fondo, el producto de todo un desarrollo cultural, histórico, civilizacional. El paradigma de la complejidad provendrá del conjunto de nuevos conceptos, renuevas visiones, de nuevos descubrimientos y de nuevas reflexiones que van a conectarse y a reunirse (p.110)

Desde la complejidad se puede hablar de la aventura del saber humano, de caminar por lo desconocido, de sorpresas, de irracionalidades, de acercamientos, de ciertas sombras, de procesos de investigación,  la pasión de los seres humanos se impone de modo complementario a la fría razón de individuos centrados en un yo-conciencia apartado del mundo-cosa. Se trata del libre juego de la libertad humana, resistiendo a los obstáculos impuestos por las reglas de la racionalidad lógica del positivismo.

Frente a este reduccionismo epistémico del positivismo, comienza el surgimiento de un Pensamiento Complejo, que se revela a los dogmatismos impuestos desde el paradigma de la Modernidad desde las llamadas ciencias exactas, que se levantan como modelos epistémicos desde lo analítico y aislable,  a todo conocimiento, tal como lo expresa Morin (1995) en su autobiografía Mis Demonios:

Mi singularidad estriba en haber querido vincular lo diverso, y haber levantado mi obra sobre este principio. Todo lo que he hecho a supuesto siempre la asimilación y la reunión de lo que estaba desencajado, informaciones e ideas compartimentadas. Mi sentido de las verdades contrarias y mi rechazo de las verdades aisladas suscitaron los principios de un pensamiento complejo, es decir de un pensamiento que relaciona lo que, de orígenes diversos y múltiples, forma un tejido único e inseparable: complexus. (p.273)

 La síntesis entre lo racional y lo pasional, como modo de acercarse a los textos de Morin, se hace  hilo hermenéutico de interpretación y comprensión de un pensamiento no encerrado entre los límites impuestos por un sistema lógico-positivista. Se propone un sistema de teorías  complejas, en el sentido de totalidad donde se conjugan lo intelectual, lo pasional y la vida misma del autor; o como lo expresa Sánchez (2010) al referirse a la naturaleza compleja de lo epistémico y ontológico del proceso de investigación:

Asumir este paradigma en sus dimensiones teórica, epistemológica y ontológica, implica que la naturaleza ontológica del hecho de estudio es indeterminada, incierta y contradictoria surge la dialógica entre lo simple y lo complejo, la unicidad y la diversidad, lo uno y lo múltiple de la docencia contenida en la investigación. (p.104)

 Así, pues, se recomienda que la obra de Morin ha de ser estudiada, no sólo en términos de su contenido; sino, del proceso productor, que incluye la historia de vida de alguien que ha transitado por vivencias del horror de la Segunda Guerra; y que ha vislumbrado la posibilidad de superar el horror de las guerras, hacia nuevas posibilidades de aprendizajes en función de  la sobrevivencia de la especie humana.

La experiencia de vida real de Morin, le lleva a la necesidad de aprender  de las cenizas de la muerte, de superar el odio, los conflictos, las irracionalidades, a través de la educación ecológica y del encuentro entre seres humanos que habitan el mismo planeta.  Sin embargo, desde las opciones trascendentales y espirituales de miles de millones de habitantes de este planeta, también es irracional imponer, al estilo de Morin, el materialismo radical como modo antropológico, y disimular la actitud antirreligiosa bajo el supuesto de que la religión no es un tema científico digno de los ámbitos académicos.

El  Pensamiento Complejo cobra su verdadero sentido en sus propuestas educativas hacia nuevos horizontes de paz y armonía, pero, con la alternativa de una trascendencia espiritual, que sigue ausente en Morin (2003), quien insiste en proponer una antropología donde el hombre tendría que reintegrarse a lo animal como su verdadera realidad ontológica:

La ciencia del hombre no tiene fundamento alguno que enraíce al fenómeno humano en el universo natural, ni método apto para aprehender la extrema complejidad que lo distingue de todo otro fenómeno natural conocido. Su estructura explicativa es aún la física del siglo XIX, y su ideología implícita es siempre el Cristianismo y el Humanismo occidentales. La sobre-naturalidad del Hombre: * Que se entienda desde ahora mi camino: es un movimiento sobre dos frentes, aparentemente divergentes, antagonistas, pero inseparables ante mis ojos; ciertamente, de reintegrar al hombre entre los otros seres naturales  para distinguirlos, pero no para reducirlo (p. 39)

 Sin embargo, en Morin, la producción teórica y académica es un proceso que, en su devenir histórico, marca un camino cognitivo desde el Pensamiento Complejo, con la finalidad de trascender el paradigma de la simplificación analítica del positivismo, tal como lo expresa Morin (1999) resaltando la necesidad de adecuación y asociación epistémica, antropológica, social, educativas  y ontológica del saber humano: “Existe una falta de adecuación cada vez más amplia, profunda y grave entre nuestros saberes disociados, parcelados, compartimentados entre disciplinas y, por otra parte, realidades o problemas cada vez más pluridisciplinarios, transversales, multidimensionales, transnacionales, globales, planetarios”.   (p. 23)

No se puede obviar que la historia propia del pensamiento y de la Cultura Occidental se ha basado casi exclusivamente en la epistemología racional, que responde desde la lógica a un paradigma de la simplificación. Ha sido un modo de conocer que se ha impuesto desde Parménides, Platón, Aristóteles y conforma  los sustentos teóricos de la Ciencia Clásica positivista y afecta otras áreas del saber humano: la Filosofía, la Ética, la Política y la Educación, la Psicología y la Sociología.

Al respecto Barbera (2001) señala la relación de la Cultura Occidental con la filosofía de la Antigua Grecia:

La Filosofía Occidental tiene su origen y sus raíces fundamentales en la Antigua Grecia, considerada como la cuna de nuestra cultura en general, y de manera especial, del eje ontológico, metafísico, antropológico y de la Ética. Sin embargo, el elemento básico de la filosofía griega, desde el cual se interpreta todo el sistema filosófico fue su concepción antropológica, centrada en la racionalidad como lo esencial de la naturaleza humana (p. 9)

La pretensión del paradigma racional ha sido el de idealizar, racionalizar, normalizar; en una especie de afán de reducir lo dado en la realidad a esencias conceptuales, encasillando al ser del ente en sí, entre las paredes de la conciencia subjetiva, perfilando la identidad entre Pensamiento y Ser, en una visión fragmentada de la realidad, compuestas  de elementos o eslabones,  comprensibles en sí mismos, sin relación a los otros elementos.

La tarea del conocer desde la racionalidad simplificadora, consistía en aislar cada elemento en su individualidad, sacarlo de su entorno, tenerlo ahí a la mano, para ser analizado como un ente particular. Es decir, concebir la realidad como esquemas o conceptos ordenados, dándoles un sentido lógico y definitivo que cuadre con la naturaleza lógica del pensamiento.

Por tanto, la búsqueda de la razón lógica como fundamento ontológico, ha sido el afán que impulsó los primeros esfuerzos del naciente paradigma de la racionalidad, que se fundamentó en una antropología del “animal racional”; y en una tarea filosófica basada en esencias abstractas correspondientes a un mundo entendido como el  conjunto de infinitos elementos o eslabones a los que habría que aislar para su adecuado conocimiento.

 Dentro de este contexto, Condillac (2010) defenderá el proceso analítico al referirse al modo de conocer lo dado en la realidad: “El análisis es el único método para adquirir conocimientos como lo aprendemos de la misma naturaleza” (p. 28)

En este sentido, Fraile. G (1990) en su Historia de la Filosofía I, presenta un comentario acerca de esta búsqueda; que ya en los primeros presocráticos, llamados “Naturalistas”, se convirtió en la tarea filosófica  por excelencia, la naturaleza era el desde donde encontrar sentido lógico racional a todo lo existente, a todo el saber en su totalidad:

Las especulaciones de los primeros filósofos griegos se inician en torno al hecho de la mutación. Les impresionan los cambios cíclicos de las cosas, la regularidad de los movimientos celestiales, el orden y la belleza del Cosmos, los fenómenos atmosféricos, la generación y corrupción de los seres. Pero en contra de lo que hubiera podido esperarse en la aurora misma de la Filosofía, su actitud no es de realismo ingenuo y directo, más que las cosas particulares les preocupa la Naturaleza. No se preguntan simplemente qué son las cosas, sino que tratan de penetrar más adelante, inquiriendo de qué están hechas, cómo se hacen y cuál es el primer principio de donde todas provienen. Esto equivale a contraponer el ser al aparecer, las esencias a los fenómenos, lo cual les lleva a preguntarse si por debajo de las apariencias sensibles existe alguna realidad estable, algún principio, permanente a través de las mutaciones incesantes de las cosas” (p. 138)

El paradigma positivista de la Modernidad se apoya en conceptos que suponen la existencia real de sustancia universales presentes en los objetos particulares, que están más allá de los fenómenos, más allá de las apariencias. Según el racionalismo lógico,  detrás del caos existe el orden, a semejanza de las realidades lógicas del pensamiento humano. De modo, que al estilo aristotélico, aun no superado en el positivismo racional del paradigma de la Modernidad, lo universal, en cuanto soporte ontológico, se encuentra presente en cada objeto; y, por tanto, puede ser descrito y descubierto por la subjetividad humana.

De hecho, el ideal epistemológico del positivismo lógico, se caracteriza por suponerse no afectado por las vicisitudes de la subjetividad. Así, las esencias abstractas serían atemporales, eternas, invariables, iguales siempre a sí mismas. Dentro de este contexto, la conciencia sería observadora neutral de la realidad externa, la cual estaría compuesta por sustancias simples e individuales. En consecuencia, el saber consistiría en la elaboración de un sistema lógico de conceptos abstractos, sin importar su relación con lo vivido en lo personal, comunitario o social.

Se elabora un conocimiento científico de contenidos abstractos y no de relaciones; se describe generalmente lo referente al ente en sí reflejado en la subjetividad como abstracción universal. Referente a este tema, Sánchez (2010) refuerza la necesidad de centrarse en lo humano como razón de ser  del saber humano en su totalidad:

De allí que propone que un currículo humanista que responda a los resultados afectivos más que a los cognitivos, se conciba al salón de clase como centro clave para construir a partir del entorno social como contenido, donde las voces de los estudiantes sean para diagnosticar y avalar modelos de criticismo, lo relevante no es lo que uno sea sino lo que crea, para que haya tolerancia en ambiente democrático de socialización del conocimiento, para problematizar los contenidos preestablecidos y generar conocimiento escolar cada vez más humanos. (p. 85)

Desde el paradigma de la Modernidad, el conocimiento de estas sustancias abstractas sería positivo, simple y objetivo; lo que se traduce, en un conocimiento científico universal, objetivo y analítico; y en un proceso educativo, todos los alumnos aprenderían los mismos contenidos conceptuales, ya sean matemáticos, físicos, biológicos, comunitarios, humanitarios. Se hace pertinente la advertencia de Morin (2003) sobre la necesidad de trascender lo simplificador del positivismo hacia un Pensamiento Complejo:

Pero si los modos simplificadores del conocimiento mutilan, más que lo que expresan, aquellas realidades o fenómenos de los que intentan dar cuenta, si se hace evidente que producen más ceguera que elucidación, surge entonces un problema: ¿cómo encarar la complejidad de un modo no-simplificador?  (p. 21)

Desde el Pensamiento Complejo propuesto por Morin, se cuestiona la episteme  clásica de orden universal, propio de la Modernidad,  y se erosiona la idea de objeto sustancial y de esencia universales  de la filosofía positivista, desde la cual ha fundamentado la razón lógica-positivista su mundo de verdades universales, absolutas y eternas. El Pensamiento Complejo, por el contrario, es un proceso que plantea nuevas alternativas ontológicas, antropológicas, educativas y sociales, distintas al positivismo clásico.

El Pensamiento Complejo como alternativa

Con las alternativas epistémicas de la Complejidad, Morin inicia una nueva comprensión de lo ecológico, como propuesta educativa del nuevo milenio de paz mundial. Desde el Pensamiento Complejo se sostiene, que  el mundo no es solamente lo que se consume para sobrevivir como animales salvajes, donde el más apto lograría la permanencia; por el contrario, se busca una educación desde el compartir; y no aceptar la imposición de una educación para éxito personal como fundamento educativo único, que la cultura consumista propone  como finalidad misma de la vida; y, como razón del sistema educativo. Desde la cultura del éxito, el otro se concibe como la competencia a vencer; en el fondo, se insiste en la antropología de la violencia a través de una educación en función del logro.

Desde la cultura del éxito, lo que valdría sería la medalla de oro, el triunfo, la victoria; entonces, desde la educación para el éxito individualista o eres el ganador, o eres el perdedor. Pero, desde el Pensamiento Complejo, el mundo es el hogar de todos, como lo advierte Morin (2002) en su llamado sobre la necesidad de asumir, desde la política, el problema de la muerte, que se hace real y palpable en el sufrimiento cotidiano de los más débiles y en la amenaza de la aniquilación total de la raza humana:

Al convertirse en mundial, la política no sólo se ha ampliado a horizontes planetarios: se ha dejado invadir por los problemas primeros, fundamentales, de la vida y la muerte de la especie humana. La irrupción del Tercer Mundo en la escena mundial ha hecho que el hambre, los alimentos, la salud o la natalidad surjan como problemas clave de la política mundial. En el otro extremo de la política mundial, en el polo del desarrollo técnico, el armamento termonuclear plantea el problema de la vida o la muerte de la especie, y esta alternativa de vida o muerte plantea al modo político el hasta ahora problema filosófico del hombre. (p. 17)

Desde la perspectiva del conocimiento y sus fundamentos epistémicos, el Pensamiento Complejo se propone como alternativa de comprensión de una realidad que lleva en su seno confusión, incertidumbre, desorden. La realidad en sí misma es un sistema de relaciones complejas. Por tanto, la complejidad ontológica no puede ser reducida a una idea simple: “sistema”. Según Morin, lo complejo no puede resumirse a nivel de comprensión epistémica en el término “complejidad”, o ser interpretada objetivamente mediante alguna “ley de la complejidad”. La complejidad no sería definible de un modo simple para tomar el puesto de la simplicidad sustancial del positivismo lógico. La complejidad en cuanto  paradigma epistémico demanda la necesidad de una metodología alterna, que acerque a la complejidad ontológica de lo real, que no obvie el misterio de la realidad  y del sentido de la existencia  personal y social.

La ciencia y todo el saber humano se hace vida y no contenidos abstractos; o si se prefiere, todos los contenidos abstractos aprendidos cobran verdadero sentido desde la complejidad de la realidad y de la vida humana trascendente. La existencia en su complejidad se convierte en retos de compromisos morales y éticos donde el compartir con la comunidad, la sociedad y el bienestar del planeta Tierra se hace un modo de vida de convivencia y de conciencia humana, que deberían estar presentes en todos los diseños curriculares para iniciar el camino de paz y hermandad entre todos los pueblos de la Tierra.

Desde paradigma de la ontología mecanicista de la Modernidad, que entendería la realidad social como si se tratase de una colonia de hormigas, cada individuo se reduciría a la función, y la personalidad existencial desaparecería en una realidad totalitaria e impersonal, la meta sería la producción de bienes de consumo a través de las industrias, empresas, mercado y de la tecnología, tal como lo expresa Morin (2003)  en su artículo ¿Sociedad mundo, o imperio mundo?,  desde las propuestas para una nueva Era Planetaria, desde una educación ecológica para la paz :

La idea de desarrollo ha llevado consigo siempre una base tecno-económica, mensurable por los indicadores de crecimiento y los de renta. Supone de manera implícita que el desarrollo tecno-económico es la locomotora que tira adelante, naturalmente, de un “desarrollo humano” cuyo modelo acabado y exitosos es el delos países llamados desarrollados, es decir, occidentales. Esta visión supone que el estado actual de las sociedades occidentales constituye la meta y finalidad de la historia humana. (p 21)

Morin se muestra partidario de un concepto complejo de educación, de persona y de sociedad, que visualiza la heterogeneidad como  característica de lo humano, lo educativo, lo social, lo económico, la tecnología, la empresa, la industria y de la política; pero sin fe religiosa, sin esperanzas espirituales, lo que indica que se tiene que trascender el Pensamiento Complejo propuesto por Morin hacia un modo de Pensamiento Complejo Trascendental; y no materialista y nihilista.

La sociedad comprendida desde el Pensamiento Complejo no puede ser reducida a uno de sus rasgos dominantes, ya sea el económico, el cultural, la violencia, la paz, el político, todos los elementos pertenecen de igual modo al hombre y a la sociedad. Desde la complejidad, la sociedad no se entiende  sólo como capitalista o liberal, industrial o consumista. Éstas serían definiciones unidimensionales, que responderían a intereses de grupos dominantes, y no a lo que realmente sería en sí misma: la complejidad humana y social.

Desde el Pensamiento Complejo se comprende la realidad social como el hogar  comunitario  donde se desarrolla la historia de vida  de las personas de un mismo hogar planetario; se procura educar al ser humano como  habitantes desde una conciencia ecológica y de hermandad.

Mientras más compleja es una sociedad, mientras más antagonismos, desórdenes y conflictos la conformen en su historia,  entonces, mayor deben ser sus relaciones comunitarias de fraternidad, libertad y crecimiento; mayor debe ser el énfasis en un proceso educativo que hermane, que una, que lleve al compromiso, al encuentro; por lo menos en cuanto a ideales y horizontes éticos de compromisos personales y sociales centrados en lo que Morin (2003) llama lo irreductible del individuo ante el peligro de los totalitarismos sociales:

El individuo es irreductible. Cualquier tentativa de disolverlos en la especie y en la sociedad es aberrante. Es el individuo humano, repitámoslo, el que dispone de cualidades de la mente;  dispone incluso de una superioridad sobre la especie y sobre la sociedad porque sólo él dispone de la consciencia y de la plenitud de la subjetividad. La posibilidad de autonomía individual se actualiza en la emergencia histórica del individualismo, al tiempo que sigue siendo inseparable del destino social histórico.  (p. 78)

Sin embargo, Morin sigue las huellas teóricas-filosóficas del materialismo dialéctico del marxismo en su visión ontológica y antropológica. En lo referente al problema del hombre, ya en su obra , El Paradigma perdido (1973), Morin señalaba que, al intentar constituir el campo de estudio antropológico, son indispensables analizar  las interacciones, interferencias y actividad del ser humano de la actual sociedad, en por lo menos  cuatro dimensiones sistémicas y complementarias, a la vez que competitivos y antagónicos: (1) el sistema genético (código genético, genotipo), (2) el cerebro, (3) el sistema sociocultural y (4) el ecosistema, en su carácter local de hogar ecológico, y en su carácter global de medio ambiente.

Todas estas dimensiones son de un sujeto radicalmente biológico, cuyo aporte cultural sería como la energía lumínica que produce una lámpara; simplemente, para Morin, no hay ninguna posibilidad de un Yo espiritual que trascienda la muerte biológica del sujeto. La pérdida del valor del ser humano como persona siempre es una tentación  propia del marxismo y de las opciones materialistas, y de la misma antropología biológica-cultural de Morin, todo es materia, ya sea física o biológica, tal como lo advierte Gevaert (2014) al referirse a la antropología marxista, que en el caso de Morin, siempre está subyacente cuando se refiere a la relación hombre-humanidad:

Para Marx el individuo no es más que un eslabón de la colectividad. La persona pierde valor y significado porque depende totalmente de la colectividad, esto es, del partido que se presenta como encarnación y expresión de la colectividad. El individuo, en línea de principio, puede ser sacrificado a las exigencias del colectivo; hay ciertas exigencias totalitarias frente a las cuales el respeto a una persona no es más que un sentimiento burgués (p. 40)

En el Pensamiento Complejo propuesto por Morin (2002), lo central no es la persona, lo individual, sino, la supervivencia de la humanidad, iniciando desde lo físico, lo biológico hacia lo cultural, la persona no existe; sino, que está, ahí arrojado sin personalidad, como un sistema tan físico como el sol, así lo afirma, cuando reduce a lo físico todo cuanto existe:

Mi insistencia en inscribir físicamente el concepto de máquina no tiende en absoluto, el lector debe comenzar a saberlo, a reducir lo que es biológico a lo físico: tiende por el contrario a rehabilitar el concepto degradado de físico; tiende a comprender cómo lo que es biológico, humano y social puede y debe ser al mismo tiempo necesariamente físico. Y esto no solamente porque todo lo que es biológico, humano y social está constituido por materia física. Sino sobre todo porque todo lo que es biológico, humano y social es organización activa, es decir, máquina. (p. 202)

            Ahora bien, no resulta nada claro desaparecer y tranquilizarse existencialmente racionalizando la muerte: “somos parte de una realidad física y biológica, y tenemos que morir como cualquier célula, o desaparecer como una molécula que se desvanece”. El problema de la muerte como trama existencial, perturba el sentido  mismo de la vida; y no es tan sencillo, no desaparece en cuanto trama existencial. No es común y fácilmente aceptable que la persona se conciba a sí misma como una molécula del universo, o como una célula de la humanidad. Este modelo antropológico de Morin no resulta tan convincente desde las perspectivas de la existencia personal, problema que Barbera (2001)  enfoca desde la trascendencia del hecho físico de la muerte:

El problema del hombre en particular es el mismo de la humanidad en general. Es decir, si la vida de un hombre no tiene sentido; entonces, la historia de la humanidad no tiene sentido. El problema es el mismo: la muerte como único dato ontológico inevitable, como el mensaje más terrible que nos llega desde el exterior, como dato que la racionalidad no logra convertir satisfactoriamente en acontecimiento común en lo personal. La muerte se convierte en el rompe sentido. La tarea humana está planteada: la superación de la muerte. El camino es a través de la esperanza, un camino entre la angustia y la libertad. (p. 179)

Lo sistémico en lo físico, biológico y antropológico, permite y hace necesaria  la complejidad del pensamiento; y en consecuencia, las alternativas educativas parten desde la posibilidad del Pensamiento Complejo, en este aspecto se comparte el ideal de Morin, pero se insiste en la insuficiencia y se propone la visión de una antropología trascendental, que permita la posibilidad de un Pensamiento Complejo Trascendental realmente humano desde la vivencia de lo espiritual, Barbera (2006) en su texto Reflexiones elementales en torno a la ética, plantea el conocimiento como saber humano e integral:

Solamente desde una ontología y una metafísica como fundamento del saber, tiene coherencia la epistemología, la antropología filosófica, la ética, la lógica, la filosofía de la educación, y cualquier área del conocimiento filosófico; y, en consecuencia, cualquier conocimiento alcanzado por el ser humano, ya sea filosofía, ciencia, o religión; todo el saber humano se fundamenta en una ontología y en una metafísica determinada, que plantea una forma de vida específica, ya sea explícita o implícita, sea consciente o no la persona de la metafísica y de la ontología con la que fundamenta sus opciones epistemológicas y existenciales. (p. 10)

Este modo antropológico alternativo basado en la episteme de la complejidad, exige la capacidad de aprender desde lo existencial, ya que la educación sin lo humano, se convierte en un proceso de consumo de información analítica o sistémica, tal como lo señala Barbera (1987) al indicar que en los procesos masivos de educación impersonal, se corre el riesgo de desnaturalizar lo humano del proceso de aprendizaje:

Cuando la institución escolar consigue que el hombre identifique su necesidad de aprender con la demanda de la escolaridad como un hecho aparte de su vida familiar y espiritual, el proceso de educación deja de ser natural y se transforma en un producto de contenido abstracto y universal, totalmente impersonal, medible y elaborado profesionalmente con anterioridad. El aprender se convierte en un problema de cantidad de consumo. (p. 98)

El desarrollo del Pensamiento Complejo, siempre y cuando no se convierta en un “taller de habilidades del pensamiento”   facilitaría el  desarrollo de la creatividad, la cual adquiere hoy una singular importancia, pues permite la construcción de nuevos modos de entender el conocimiento y la enseñanza más allá del pragmatismo tecnológico como único resultado válido del saber científico; o del lenguaje “académico-científico”, como modo de exponer el proceso de investigación en el área de las ciencias sociales, y de modo específico en el campo de las investigaciones educativas.

Para que un discurso de investigación en las ciencias sociales sea válido, no es cierto que se requiera de un lenguaje técnico, como quien dice “hablar en tercera  persona”, o solamente de hechos comprobables, lejos de temas filosóficos, o de las reflexiones teológicas. Esto sería la negación más absoluta de la posibilidad de investigar desde el Pensamiento Complejo.

El conocimiento desde el Pensamiento Complejo, desde la apertura a lo trascendental se hace vida, capaz de combinar numerosas cualidades racionales, emotivas, afectivas, espirituales en torno a los problemas y situaciones de la historia de vida que desarrolla cada persona.  La educación es vida, y la vida trasciende lo informático, lo físico y lo biológico. El Pensamiento Complejo como propuesta epistémica supera los límites impuestos por el materialismo inmanente de Morin.

El centro de la antropología de la complejidad, lo plantea Morin desde lo ontológico. Entonces, es la propuesta ingenua de un manual, sino, que la complejidad de la inteligencia humana es un hecho, el hombre es complejidad en sí mismo, su hacer personal, comunitario y social es complejidad, su modo de pensar es complejidad; este es precisamente lo obviado por la epistemología positivista de la Modernidad.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Barbera, G (1987) Críticas socio-educativas de Ivan Illich. En revista Anthropos Nº 15. Instituto Superior Salesiano de Filosofía y Educación. Caracas- Venezuela.

Barbera, G (2001) Aproximaciones al problema del sentido de la vida. En Revista Ciencias de la Educación Nº 17. Universidad de Carabobo. Valencia-  Venezuela.

Barbera, G (2006) Reflexiones elementales en torno a la ética. Ed. Universidad de Carabobo. Valencia- Venezuela.

Blanquart, P (2011) Ateísmo y Estructuralismo. Ed. Cristiandad. Madrid- España.

Condillac, E (2010) Lógica. Ediciones Orbis. Barcelona- España.

Fraile, G (2010) Historia de la Filosofía  I. Biblioteca de Autores Cristianos (BAC). Madrid-España.

Geveart, J (2014) El Problema del Hombre. Ed. Sígueme. Barcelona-España.

Morin E. (1973) El Hombre y la muerte.  Ed. Kairos. Barcelona-España.

Morin, E. (1995) Mis Demonios. Barcelona- España: Cairos.

Morin, E. (2002)  Introducción a una política del hombre. Barcelona-España: Gedisa

Morin, E (2002) El Método  II (La vida de la vida)    Madrid-España.   Ed.  Cátedra

Morin E (2003) Introducción al pensamiento complejo. Ed. Gedisa. Barcelona-España.

Morin, E (2003) ¿Sociedad mundo, o imperio mundo? En Revista Gazeta de Antropología Nº 19 París- Francia.

Sánchez, B (2010) Praxis pedagógica y construcción del conocimiento. Un concretum integrador en la educación básica venezolana. Tesis Doctoral en Educación, presentada a la Universidad de Carabobo- Venezuela.

Fuente del artículo: http://www.eleutheria.ufm.edu/Articulos/180321_GBarbera_Pensamiento_Complejo_Paradigna_Modernidad.htm

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La educación en valores

Por: Eduardo Daniel Ramírez Silva. 

La necesidad de una educación en valores es evidente. Vivimos una crisis social, en la que problemáticas como la violencia, la inseguridad, la desigualdad socioeconómica, la corrupción y la discriminación se han apoderado de nuestra cotidianidad. Se manifiestan en diferentes contextos sociales, en las calles, dentro de los mismos hogares e incluso en las instituciones educativas. Pese a ello, desde diversas orientaciones se percibe la convicción de implementar acciones concretas en torno a estas problemáticas.

Bonifacio Barba señala que desde “un sentido formativo de la escuela y de su eficacia, tanto social como pedagógica, la educación es por naturaleza, una cuestión de valores, un proceso de formación moral” (Barba: 2005; p. 9). Los esfuerzos que en México se han realizado para mejorar la calidad de vida y el acceso a la educación desde su políticas públicas no es suficiente. El porcentaje de personas entre 25 y 34 años de edad sin educación secundaria, cayó un 13 % entre 2007 y 2017, para convertirse en un 52 % de nuestros jóvenes adultos, lo que sitúa a México como el país con mayor proporción de esta población sin estudios, según datos de la OCDE. Esto propicia una mayor inmovilidad social.

“Los esfuerzos que en México se han realizado para mejorar la calidad de vida y el acceso a la educación desde su políticas públicas no es suficiente”

Requerimos pensar la educación de una forma diferente. Para ello, se torna necesario establecer una definición de valores que permita llevar a cabo el proceso de formación moral que señala Barba. La axiología, desde la escuela objetivista, sostiene que los valores existen objetivamente; que son entidades externas e inmateriales, independientemente de si el hombre los percibe o no (Rodríguez, Frade y Albelo: 1995; p.22). Esto quiere decir que los valores se conocen por intuición o, mejor dicho, por la capacidad cognoscitiva que se afina en los contextos familiares y escolares. Estos valores se relacionan con los derechos naturales del ser humano que en teoría son inquebrantables, inalienables y universales. Hablamos de la dignidad, la libertad, la equidad, el respeto y el amor que nos son innatos, por lo que una educación en valores debe estar dirigida siempre en pro del bien común basada en la inteligencia, en la consciencia y en la voluntad.

Ante esta condición, contrastan considerables dificultades que se manifiestan al momento de establecer un eje de trabajo, una dirección universalmente legítima. Hay quienes mantienen que ello se debe a lo peculiar del terreno educativo, en el que por supuesto convergen diferentes visiones del mundo, múltiples ideologías políticas, creencias religiosas, estilos de vida y en general culturas. Por ello, conviene determinar si es posible construir desde lo común y unificar las diferencias considerando marcos referenciales para el colectivo que construye comunidad.

En ese sentido, fijamos dos postulados que nos pueden orientar a ese punto: el primero de ellos es lo que señala Serafín Antúnez: “La educación en valores se justifica por la necesidad que tenemos los individuos de comprometernos con determinados principios éticos que nos sirvan para evaluar nuestras propias acciones y las de los demás” (Antúnez: 2009; p. 15); por otro lado, Gerardo Barbera nos dice: “La educación en valores supone acciones ontológicas y axiológicas trascendentes que la fundamenten como propuesta ética y política, y así se hacen vida en una comunidad existencial concreta e histórica” (Barbera: 2008; p. 111). Ambas posturas nos indican que las necesidades humanas generan derechos para satisfacerlas, por lo que emergen deberes naturales para atender estas necesidades por medio de los valores que se traducen en derechos naturales.

De esta manera, nos aproximamos a lo que probablemente sea ese eje de trabajo que son los valores traducidos en derechos naturales que fortalecen la vida social en comunidad.

El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible de 2015 planteó 17 Objetivos de desarrollo sostenible, que conllevan un espíritu de colaboración para elegir las mejores acciones con el fin de mejorar la vida, de manera sostenible, para las generaciones futuras. Proporcionan orientaciones y metas claras para su adopción por todos los países en conformidad con sus propias prioridades y los desafíos sociales y ambientales del mundo en general. Por lo que los gobiernos deben diseñar sus políticas públicas basadas en estos 17 objetivos, y los pueblos deben respetar y realizar estos lineamientos siempre y cuando, dentro de estas agendas se apele fuertemente a la educación en valores ya descrita, con la que nos quite la venda de los ojos para dejar de concebir una vida desde el individualismo y protejamos el bienestar de todos.

La educación en valores es trascendental para que nuestra libertad no sea contemplativa únicamente, sino que actúe en nosotros mismos para alcanzar un estado justo y equitativo.

Invito a todos los profesores a compartir su opinión así como sus experiencias pedagógicas a través del Observatorio de Innovación Educativa.

Referencias 

Antúnez, S. (2009). Cómo educar en valores. Madrid: Nárcea.

Barba, B. (2005). Educación y valores. Una búsqueda para reconstruir la convivencia. En Revista Mexicana de Investigación Educativa (pp. 9-14). Ciudad de México: Consejo Mexicano de Investigación Educativa, A.C.

Barbera, G. (2008). Educación en valores. En Revista La Educación en Valores (pp. 110-118). Universidad de Carabobo. Venezuela.

Rodríguez Lozano V., Frade Perdomo P. y Albelo Martín L. (1995). Conceptos fundamentales de la moralidad. En Ética (pp. 19-31). Ciudad de México: Alhambra Mexicana.

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