“El espíritu nos mueve todos los días”, dice Ángela Castro Velásquez, médica tradicional de la comunidad Estación Mogoñé, municipio de San Juan Guichicovi, ubicado en la región del Mixe Bajo, Oaxaca. Ella fue una de las ponentes en el “X Encuentro de Defensoras y Defensores Comunitarios” que se llevó a cabo los días 23, 24 y 25 de noviembre de 2022, organizado por la Red de Defensores y Defensoras Comunitarios de los Pueblos de Oaxaca (REDECOM), Servicios para una Educación Alternativa A.C (EDUCA) y el Instituto Superior Intercultural Ayuuk (ISIA) en Jaltepec de Candayoc, Oaxaca.
En entrevista reflexiona, desde su experiencia, acerca de la vinculación entre la sanación y el territorio.
¿Cómo se relaciona la sanación con la defensa del territorio y los saberes comunitarios?
“La sanación se relaciona en defender nuestra cultura, es un derecho de defensa del territorio: por ejemplo, la medicina tradicional es una tradición que no debemos de ignorar, debemos de continuar ejerciéndola porque es un legado de nuestros ancestros, de nuestros abuelos, abuelas y demás. Ellos heredaron ese conocimiento de sus antepasados y afortunadamente a mí me lo han inculcado para la sanación y para apoyar a las comunidades”.
¿Qué beneficios tiene la sanación en nuestra vida?
“Una parte de la sanación es el espiritualismo, porque no confundamos espiritismo con espiritualismo: espiritualismo es nuestra madre naturaleza que es tan hermosa y que nos da de todo. No hay nada que tengamos que no provenga de ella, y de allí se obtienen todas las plantas medicinales que se utilizan en la medicina tradicional”.
¿Qué es para ti la defensa del territorio?
“La defensa del territorio es defender nuestro derecho a la tierra, al agua, nuestros espacios, los bosques, la lengua, la vestimenta, la gastronomía, una infinidad de cosas que no se pueden enumerar, entonces tenemos que defender todos esos territorios para que de allí podamos sobrevivir”.
¿Por qué es importante y por qué decidió participar en un encuentro de defensoras y defensores comunitarios?
“Para mí es importante la defensa del territorio porque en mi comunidad está pasando el tren interoceánico. Nunca se nos había informado qué es lo que realmente estaban tramando nuestras autoridades, porque siempre habían tenido reuniones con el ejido y en el espacio que ocupan mis compañeros que vivimos en la zona federal estábamos sin información. Entonces nos organizamos, se formó un comité y se convocó a los vecinos a una reunión para tomar acuerdos. Fue una buena estrategia y de esa manera estamos defendiendo nuestro espacio, nuestro territorio, nuestros derechos”.
Saberes como los de Ángela nos ayudan a recordar que los conocimientos de los abuelos y abuelas son muy valiosos en la vida, es identidad, pertenencia y una manera de defender nuestro territorio.
El Cuerno de África atraviesa la peor sequía en décadas. Análisis del profesor Hans Hurni, experto en la región, a la que ha dado seguimiento desde hace cincuenta años.
SWI swissinfo.ch: Las organizaciones humanitarias alertan sobre una amenaza de hambruna catastrófica en el África Oriental. ¿Qué sucede?
Hans Hurni: Las sequías de origen climático no son un fenómeno nuevo en la región, ocurren periódicamente desde hace siglos. La región es la prolongación Oriental del área del Sahel y se caracteriza por escasas precipitaciones en las tierras bajas. Cuando de manera consecutiva varias temporadas de lluvia no se producen, como ha sido el caso durante los últimos tres años, la situación rápidamente se vuelve precaria. Actualmente, 36 millones de personas se ven afectadas y 20 millones dependen de la ayuda alimentaria solamente en Etiopía. Esas son cifras enormes.
¿Se trata de una crisis debida al cambio climático?
Sí, pero no solamente. Muchos vínculos de causa y efecto no están claros. El Océano Índico se está calentando más de lo previsto, lo que tiene un impacto negativo en las precipitaciones en el Cuerno de África. El efecto invernadero ciertamente juega un papel, aunque honestamente, todavía sabemos poco para comprender el fenómeno con precisión. Los modelos climáticos globales son demasiado imprecisos para esta región.¿A qué se debe?En África Oriental hay menos datos científicos que en otros lugares. No es información que cae del cielo, hay que ir a recogerla. Necesitamos personas formadas e instituciones modernas. La débil presencia de científicos (as) es un problema en toda el África. A esto se suma la falta de infraestructura como estaciones de medición. Se habla mucho de la crisis climática en el continente, pero no conocemos muy bien el contexto.A grandes rasgos, podemos decir que en la región -es decir, en Etiopía, Eritrea, Somalia y Kenia- en el futuro hará más calor y las precipitaciones sufrirán variaciones más extremas, aumentando o disminuyendo.
¿Deberíamos, por tanto, esperar que crisis similares se repitan en el futuro?
Viajo por la región desde hace casi 50 años. En ese tiempo, la población se ha cuadriplicado. Durante la gran hambruna de 1984, diez millones de personas se vieron afectadas. Hoy, solamente en Etiopía, más del doble dependen de la ayuda alimentaria.El problema es que el desarrollo de los países no ha ido a la par del crecimiento demográfico. Según una estimación aproximada, alrededor del 80% de las personas todavía trabajan en una agricultura de bajo rendimiento, mientras que los sectores de servicios e industrial están poco desarrollados y concentrados en las ciudades. No es así como una economía nacional puede progresar de manera sostenible.Los agricultores (as) no se quedaron de brazos cruzados y aprendieron y aplicaron nuevos métodos de cultivo utilizando los recursos naturales de una manera más respetuosa. Este conocimiento provino inicialmente del exterior, mientras que las autoridades locales – por ejemplo en Kenia y Etiopía- se concentraron principalmente en el desarrollo de las ciudades. Era importante, pero unilateral.La crisis actual afecta principalmente a las poblaciones nómadas que ven desaparecer su ganado. En los últimos dos años, millones de animales han muerto de sed o hambre. Estas sociedades pastoriles -la mayoría de las cuales vive en tierras bajas inhóspitas y están amenazadas particularmente por el cambio climático-, atraviesan una crisis enorme y muchas personas buscan abrigo en campos de refugiados o en ciudades. Un retorno a un estilo de vida nómada puede resultar difícil en tales circunstancias.>>>>
¿Qué papel juegan la pandemia y la guerra en Ucrania en este contexto?
La pandemia naturalmente ha creado problemas, como lo ha hecho en todas partes. La desaceleración de la economía global también afecta a los Estados menos integrados en las cadenas de suministro globales. Paralelamente, los conflictos locales llevan años desestabilizando sociedades y agravando la situación. Es el caso del conflicto de Tigré, en el norte de Etiopía. Combinado con la sequía tiene efectos brutales.La guerra en Ucrania también es un gran problema. Es bien sabido que Rusia y Ucrania se encuentran entre los principales países exportadores de cereales. Gran parte de su producción se destina a países emergentes como China, mientras que los países más pobres sufren mucho por la subida de precios y la incertidumbre en la planificación. En el acuerdo sobre las exportaciones de granos de Ucrania, solo se garantizó una pequeña parte a África Oriental.
¿Veremos mayores movimientos de personas refugiadas?
Ya están ocurriendo, entre diferentes países, pero también a nivel regional. Es, en mi opinión, una de las razones por las que esta crisis no se percibe mucho en Occidente. Casi nadie de allá llega hasta nosotros, ya que estas poblaciones son simplemente demasiado pobres para emprender un viaje tan largo.
¿Qué se puede hacer ahora?
A corto plazo, está claro que se necesita ayuda rápida. Cientos de miles de personas están seriamente amenazadas por el hambre. Las organizaciones humanitarias están bien implantadas en el lugar, lo han estado desde hace tiempo y siempre han logrado intervenir en caso de crisis. Por lo tanto, las estructuras para la distribución de artículos de primera necesidad están activas.Sin embargo, hay una irónica paradoja: debido a que la ayuda contra el hambre funciona bien, vemos imágenes de hambruna menos dramáticas que en el pasado, a pesar de que el número de personas afectadas por la penuria de alimentos es mucho mayor. Como resultado, la voluntad de donar disminuye y eso es un gran problema actualmente.
¿Y a largo plazo?
Es mucho más complejo. El crecimiento y la composición de la población no cambiarán en el corto plazo. Por lo tanto, el tema debe abordarse en su conjunto: educación, salud, industrialización, estabilidad política. Sin sociedades robustas, será difícil superar los desafíos del cambio climático. En la agricultura, el uso sostenible de los recursos naturales limitados sigue siendo un tema central.Pero no soy solamente pesimista. Lo que vemos hoy es sin duda el resultado de una combinación de desafortunadas influencias climáticas e inestabilidad política. Sin embargo, según algunos modelos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), las condiciones climáticas podrían incluso mejorar a mediano plazo y los desastres podrían disminuir. En cualquier caso, los países no tendrán más remedio que desarrollar sus propias capacidades de resiliencia.
Tal y como advierte la tecnóloga madrileña Lucía Velasco, la disrupción digital en los entornos productivos es cada vez más evidente: 85 millones de empleos se transformarán debido a la revolución tecnológica antes de 2025 en todo el mundo. En su último libro, ‘¿Te va a sustituir un algoritmo?’ (Turner), esta experta independiente de la Comisión Europea, que además dirige el Observatorio Nacional de la Digitalización y el Impacto de la Tecnología en la Sociedad (ONTSI), analiza los beneficios, desafíos, contrariedades y amenazas de este nuevo escenario donde el metaverso parece interpretar el papel de protagonista. ¿Su recomendación? Reflexionar sobre las decisiones que debemos tomar para no quedarnos descolgados en un mundo donde nada, nunca, será igual.
«Estamos en un momento –respecto de las nuevas tecnologías– tan importante como la era atómica», afirmas en tu libro. ¿Cuántas personas se quedarán por el camino y de qué manera?
Los riesgos son importantes. Precisamente por eso he escrito este libro, porque debemos ser conscientes de ellos. Pero también estoy convencida de que estamos a tiempo de evitar que nadie se quede atrás y acompañar a aquellos que no puedan hacer esta transición digital.
¿Hasta qué punto son útiles los algoritmos y sus combinaciones? ¿Cuándo conviene desterrarlos para obtener resultados?
Los algoritmos nos facilitan la vida: nos dicen cómo llegar a los sitios, priorizan los correos, ayudan a interpretar radiografías, sugieren dosis de medicaciones, nos recomiendan música o películas, hacen un match en cualquier aplicación de ligoteo o le dicen al banco que dé o no, un crédito. No pienso que haya que desterrarlos sino, más bien, entenderlos y controlarlos. Siempre tiene que haber supervisión humana cuando se toman decisiones sobre personas y debemos ser capaces de saber cómo llegan a las conclusiones que llegan. Hay que estar muy atentos para evitar que nos lleven a lugares que ya habíamos superado: esto sucede porque repiten patrones, utilizándose datos que, sin tratar, son el reflejo de lo peor y lo mejor de la sociedad. Debemos avanzar en la auditoría algorítmica y en su transparencia.
Crece la incertidumbre ante la posibilidad de que los algoritmos vengan a quitarnos el trabajo. Aunque sabemos que, a su vez, las nuevas tecnologías crearán nuevos empleos, la proporción entre la destrucción y la creación de puestos de trabajo será escalofriante. ¿Qué sucederá con esas grandes masas de gente en paro?
Diría que vienen a quitarnos trabajo, no el trabajo. La revolución digital hará que tengamos que adaptarnos rápida y masivamente a cambios en gran parte de los trabajos, pero no habrá grandes masas de gente en paro. Los Gobiernos no lo permitirán.
¿Podría la digitalización acentuar aún más la brecha entre muy ricos y pobres?
Ya lo está haciendo. Hay una concentración de riqueza y de poder en unas pocas empresas y en quienes las lideran. Se debe equilibrar la balanza usando herramientas más tradicionales de economía política, pero también hay que atreverse a probar nuevas. La competencia de los mercados y la protección de los trabajadores, independientemente del tipo de contrato que tengan, son pilares fundamentales para combatir estas brechas.
«Tenemos en riesgo nuestra privacidad, que es en el fondo, nuestra libertad»
Argumentas que la capacidad de intercambiar grandes cantidades de datos de forma rápida y barata ha sentado las bases para el auge de la economía digital y sus nuevas formas laborales. Pero con este carácter financiero, ¿acaso la transformación no favorece una ‘economía ficticia’ (o abstracta) y más vulnerable, como vimos en la crisis de Lehman Brothers?
La gran crisis que hizo tambalear las economías más importantes del mundo hace casi 15 años vino provocada por una agresiva desregulación y un poder desproporcionado de los poderes financieros para influir en las normas que les restringían la especulación. Es necesario poner límites a los gigantes tecnológicos precisamente para evitar que vuelva a suceder. Esta vez tenemos en riesgo nuestra privacidad, que es en el fondo, nuestra libertad.
¿De qué modo podríamos reindustrializar España en clave digital?
Incorporando a la economía del dato los sectores tradicionales que sostienen nuestra economía, como el turismo, para que puedan competir en el siglo XXI; pero también entendiendo dónde está el futuro, como por ejemplo en la ciberseguridad. Debemos incorporar a nuestra reindustrialización coordenadas de soberanía digital y de autonomía estratégica para reducir dependencias.
El futuro inmediato es la regulación de las criptomonedas para evitarle disgustos a muchas personas que se dejan llevar por las promesas de pelotazos digitales.
A la hora de hablar de ciberseguridad, o del vehículo eléctrico o la educación digital… ¿En qué podemos competir y estar a la altura?
En todo. España no tiene nada de qué acomplejarse. Somos líderes mundiales en los índices de ciberseguridad. De hecho, el primer PERTE (Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica) del Gobierno de España, con los fondos del plan de recuperación, pretende crear el ecosistema para fabricar vehículos eléctricos, convirtiendo a nuestro país en el Hub Europeo de electromovilidad, con una inversión total de más de 24.000 millones de euros. Solo tenemos que creernos que somos capaces.
Respecto de nuestra formación digital, ¿cuál es nuestro talón de Aquiles?
Tenemos un país con unas infraestructuras digitales envidiables que nos permiten aprovechar al máximo esta ola de educación digital. Sin embargo, es necesario mejorar la recogida de datos para diseñar programas que sean realmente efectivos, asegurarnos que la desigualdad y la brecha educativa no son un obstáculo para que todas las personas puedan aprovechar el potencial de la revolución digital.
¿Caben las humanidades en un mundo digitalizado?
Son más necesarias que nunca. La tecnología debe tener una perspectiva humanista para que tenga sentido y mejore nuestras vidas.
«España no tiene nada de lo que acomplejarse: somos líderes en ciberseguridad y tenemos unas infraestructuras digitales envidiables»
Parece difícil imaginar hoy en día una desglobalización. En cambio, asegura que está ahí, a la vuelta de la esquina. ¿Podría esa desglobalización considerarse un retroceso en el bienestar?
En muchos casos yo lo consideraría una garantía de suministro y de recuperación de muchos trabajos que se fueron en su día. Depender de países cada vez más inestables, con regímenes no siempre democráticos que reniegan del orden global, no parece la mejor apuesta para mejorar en bienestar. El repliegue regional está sucediendo.
En este sentido, las redes, por un lado, estimulan el activismo (el fenómeno Greta Thunberg no se entiende sin ellas, por ejemplo) pero, por otro, nos alejan de la calle, de los espacios en los que realmente se cambia la realidad. Quiebra los vínculos fuertes como los afectos. ¿Esta tendencia se acusará más en el futuro?
Esa va a ser uno de los grandes retos. Convertir las redes en la nueva plaza pública como espacio de convivencia, garantizar nuestros derechos digitales y educar para que nos demos cuenta por nosotros mismos de que lo importante no es lo que pasa en el metaverso, si no al otro lado.
La tecnología suele generar la expectativa de que todo es controlable, medible y predecible. Desde la hora a la que va a llover hasta las pulsaciones nocturnas. Sin embargo, la vida siempre se abre paso e irrumpen con su contingencia, impredecible de todo punto.
Esa es la magia, que cuando menos te lo esperas, la vida te da la vuelta. Sin magia no se puede vivir.
Ante una tecnología con la que recopilamos todo, parece que la memoria es prescindible. Pero sin ella, sin memoria, no pueden establecerse redes de conocimiento. Ni siquiera la imaginación funciona sin memoria. ¿Cómo repercutirá esto en el ser humano?
Hay que profundizar en los efectos que tiene la tecnología en la salud mental, precisamente para evitar este tipo de consecuencias y educarnos a todos en los límites que debemos crear para preservar nuestro bienestar y, sobre todo, nuestra esencia.
«Los intentos de poner la educación superior al servicio del sector privado toman formas casi cómicas»
Entrevista a Noam Chomsky, filósofo y lingüista
A lo largo de la mayor parte del periodo moderno, desde la época conocida como la Ilustración, la educación fue ampliamente considerada como el activo más importante para la construcción de una sociedad decente.
Sin embargo, este valor parece haber caído en desgracia en el período contemporáneo, tal vez como un reflejo del dominio de la ideología neoliberal, creando en el proceso un contexto en el que la educación se ha reducido cada vez más al logro de habilidades profesionales y especializadas que atienden a las necesidades del mundo empresarial.
¿Cuál es el papel real de la educación y su vínculo con la democracia, con las relaciones humanas dignas y con una sociedad digna? ¿Qué define a una sociedad culta y decente? El lingüista, crítico social y activista de renombre mundial Noam Chomsky comparte sus puntos de vista sobre la educación y la cultura en esta entrevista exclusiva para Truthout.
Al menos desde la Ilustración, la educación ha sido vista como una de las pocas oportunidades para que la humanidad levante el velo de la ignorancia y cree un mundo mejor. ¿Cuáles son las conexiones reales entre la democracia y la educación? ¿O esos vínculos se basan principalmente en un mito, como argumentó Neil Postman en The End of Education?
No creo que haya una respuesta simple. El estado actual de la educación tiene elementos tanto positivos como negativos, en este sentido. Un público educado es sin duda un requisito previo para el funcionamiento de una democracia, donde “educado” significa no solo informado, sino capacitado para investigar libre y productivamente, el fin principal de la educación. Hacia ese objetivo a veces se avanza, otras veces se ponen obstáculos, en la práctica real, y cambiar el equilibrio en la dirección correcta es una tarea importante, una tarea de importancia inusual en los Estados Unidos, en parte debido a su poder único, en parte debido a las formas en lo que se diferencia de otras sociedades desarrolladas.
Es importante recordar que, aunque el país más rico del mundo durante mucho tiempo, hasta la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. era una especie de páramo cultural. Si uno quería estudiar ciencias avanzadas o matemáticas, o convertirse en escritor y artista, a menudo se sentía atraído por Europa.
Gran parte de lo que prevalece en el mundo actual es una educación impulsada por el mercado, que en realidad está destruyendo los valores públicos y socavando la cultura de la democracia con su énfasis en la competencia, la privatización y la obtención de ganancias. Como tal, ¿qué modelo de educación cree que es la mejor promesa para un mundo mejor y en paz?
En los primeros días del sistema educativo moderno, a veces se contraponían dos modelos. La educación podría concebirse como un recipiente en el que se vierte agua, un recipiente muy agujereado, como todos sabemos. O podría pensarse como un hilo, trazado por el instructor, a lo largo del cual los estudiantes avanzan a su manera, desarrollando sus capacidades para “indagar y crear”. Este es el modelo defendido por Wilhelm von Humboldt, el fundador del sistema universitario moderno.
Creo que las filosofías educativas de John Dewey, Paulo Freire y otros defensores de la pedagogía crítica y progresista pueden considerarse desarrollos adicionales de la concepción humboldtiana, que a menudo se implementa como algo natural en las universidades, porque es esencial para la enseñanza avanzada y la investigación, sobre todo en las ciencias. Un famoso físico del MIT era conocido por decirle a sus alumnos de primer año que no importa lo que estudien, importa lo que descubran.
Las mismas ideas se han desarrollado con bastante imaginación hasta el nivel de jardín de infancia, y son muy apropiadas en todo el sistema educativo y, por supuesto, no solo en las ciencias. Personalmente, tuve la suerte de haber estado en una escuela experimental deweyana hasta los 12 años, una experiencia muy gratificante, muy diferente de la escuela secundaria académica a la que asistí, que tendía hacia el modelo del agua en un recipiente, igual que los programas de “enseñar para el examen” que están más extendidos ahora mismo. Los alternativos son el tipo de modelos que se deben seguir si se quiere tener alguna esperanza de que una población verdaderamente educada, en todas las dimensiones del término, pueda enfrentar las cuestiones muy críticas que están ahora mismo en la agenda.
Lamentablemente, las tendencias educativas impulsadas por el mercado que usted menciona son muy reales y dañinas. Deberían, creo, ser consideradas como parte del ataque neoliberal general contra el público. El modelo empresarial busca la “eficiencia”, lo que significa imponer la “flexibilidad laboral” y lo que Alan Greenspan calificó de “creciente inseguridad de los trabajadores” cuando elogiaba la gran economía que dirigía (antes de que colapsara). Eso se traduce en medidas tales como socavar los compromisos a largo plazo con el profesorado y depender de mano de obra temporal barata y fácilmente explotable (adjuntos, estudiantes de posgrado). Las consecuencias son perjudiciales para la fuerza laboral, los estudiantes, la investigación y la indagación, de hecho, todos los objetivos que la educación superior debe tratar de lograr.
A veces, tales intentos de empujar el sistema de educación superior hacia el servicio al sector privado toman formas que son casi cómicas. En el estado de Wisconsin, por ejemplo, el gobernador Scott Walker y otros reaccionarios han estado intentando socavar lo que alguna vez fue la gran Universidad de Wisconsin, transformándola en una institución que satisfaga las necesidades de la comunidad empresarial del estado, al mismo tiempo que recorta el presupuesto y genera una mayor dependencia del personal temporal (“flexibilidad”). En un momento dado, el gobierno estatal incluso quiso cambiar la misión tradicional de la universidad, eliminando el compromiso de “buscar la verdad”, una pérdida de tiempo para una institución que produce personas útiles para las empresas de Wisconsin. Eso fue tan escandaloso que llegó a los periódicos, y tuvieron que afirmar que fue un error administrativo y retirarlo.
Sin embargo, es ilustrativo de lo que está sucediendo, no solo en los Estados Unidos sino también en muchos otros lugares. Al comentar sobre estos desarrollos en el Reino Unido, Stefan Collini concluyó de manera muy plausible que el gobierno Tory está intentando convertir universidades de primera clase en instituciones comerciales de tercera clase. Así, por ejemplo, el Departamento de Clásicos de Oxford tendrá que demostrar que puede venderse en el mercado. Si no hay demanda en el mercado, ¿por qué la gente debería estudiar e investigar la literatura griega clásica? Esa es la máxima vulgarización a la que hemos llegado, que puede resultar de imponer los principios capitalistas de estado de las clases empresariales a toda la sociedad.
¿Qué se necesita hacer para proporcionar un sistema de educación superior gratuita en los Estados Unidos y, por extensión, desviar fondos del complejo militar-industrial y del complejo penitenciario-industrial hacia la educación? ¿Requeriría esto una crisis de identidad nacional por parte de una nación históricamente expansionista, intervencionista y racista?
No siento que el problema sea tan profundo. Estados Unidos no fue menos expansionista, intervencionista y racista en años anteriores, pero sin embargo estuvo a la vanguardia del desarrollo de la educación pública masiva. Y aunque los motivos eran a veces cínicos (convertir a los agricultores independientes en engranajes de la industria de producción en masa, algo que lamentaban amargamente), hubo muchos aspectos positivos en estos desarrollos. En años más recientes, la educación superior era prácticamente gratuita. Después de la Segunda Guerra Mundial, el proyecto de ley GI proporcionó matrícula e incluso subsidios a millones de personas que probablemente nunca habrían ido a la universidad, lo que fue muy beneficioso para ellos y contribuyó al gran período de crecimiento de la posguerra. Incluso las universidades privadas tenían tarifas muy bajas para los estándares contemporáneos. Y el país entonces era mucho más pobre de lo que es hoy. En otros lugares, la educación superior es gratuita o casi gratuita. En países ricos como Alemania (el país más respetado del mundo según las encuestas) y Finlandia (que constantemente ocupa un lugar destacado en el rendimiento) y países mucho más pobres como México, que tiene un sistema de educación superior de alta calidad. La educación superior gratuita podría instituirse sin mayores dificultades económicas o culturales, al parecer. Lo mismo ocurre con un sistema de salud pública racional como el de países comparables.
Durante la era industrial, muchas personas de clase trabajadora en todo el mundo capitalista se sumergieron en el estudio de la política, la historia y la economía política a través de un proceso de educación informal como parte de su esfuerzo por comprender y cambiar el mundo a través de la lucha de clases. Hoy en día, la situación se ve muy diferente, con gran parte de la población de la clase trabajadora abrazando el consumismo vacío y la indiferencia política, o peor aún, apoyando con bastante frecuencia a partidos políticos y candidatos que de hecho son partidarios acérrimos del capitalismo corporativo y financiero y promueven un movimiento contra la agenda de la clase obrera. ¿Cómo explicamos este cambio radical en la conciencia de la clase trabajadora?
El cambio es tan claro como lamentable. Con bastante frecuencia, estos esfuerzos se basaron en sindicatos y otras organizaciones de la clase trabajadora, con participación de intelectuales en partidos de izquierda, todas víctimas de la represión y la propaganda de la Guerra Fría y del amargo conflicto de clases librado por las clases empresariales contra la organización obrera y popular, que aumentó particularmente durante el período neoliberal.
Vale la pena recordar los primeros años de la revolución industrial. La cultura obrera de la época estaba viva y floreciente. Hay un gran libro sobre el tema de Jonathan Rose, llamado The Intellectual Life of the British Working Class. Es un estudio monumental de los hábitos de lectura de la clase trabajadora de la época. Contrasta “la búsqueda apasionada del conocimiento por parte de los autodidactas proletarios” con el “filisteísmo generalizado de la aristocracia británica”. Más o menos lo mismo sucedía en las nuevas ciudades de clase trabajadora de los Estados Unidos, como el este de Massachusetts, donde un herrero irlandés podía contratar a un niño para que le leyera los clásicos mientras trabajaba. Las chicas de la fábrica estaban leyendo la mejor literatura contemporánea del momento, lo que estudiamos como clásicos. Condenaron al sistema industrial por privarlos de su libertad y cultura. Esto continuó durante mucho tiempo.
Soy lo bastante viejo para recordar la atmósfera de la década de 1930. Una gran parte de mi familia provenía de la clase trabajadora desempleada. Muchos apenas habían ido a la escuela. Pero participaban de la alta cultura de la época. Hablarían de las últimas obras de teatro, conciertos del Cuarteto de Cuerdas de Budapest, diferentes variedades de psicoanálisis y todos los movimientos políticos imaginables. También había un sistema de educación obrera muy activo en el que estaban directamente involucrados destacados científicos y matemáticos. Mucho de esto se ha perdido… pero se puede recuperar, no se ha perdido para siempre.
Fuente de la Información: https://rebelion.org/los-intentos-de-poner-la-educacion-superior-al-servicio-del-sector-privado-toman-formas-casi-comicas/
Entrevista con Koncha Pinós, autora de ‘La belleza de ser bueno’ (Neurociencia de la bondad para padres)
En su libro ‘La belleza de ser bueno’ (Sinequanon) Koncha PInós ha puesto negro sobre blanco las intensas inquietudes de su infancia. «Esta obra nace después de ver tanto sufrimiento en el mundo, deshumanización y horror por todas partes. Trabajar muchos años en zonas de conflicto y vulneraciones de derechos humanos me llevó hasta esas preguntas que no podían esperar más: por qué existe gente tan mala, capaz de hacer tanto daño a los demás, y qué ha sido de la bondad».
-Lo bondadoso, lo bellamente generoso, no está de moda.
-Lo primero quisiera decir es que las personas confunden el término de bondad. Cuando nos planteamos hacer el libro lo primero era definir qué es la bondad desde distintas miradas: desde la filosofía, la ciencia, la educación… Y poder comprender así para poder llegar a un punto en común. La bondad está en todas las tradiciones y en todas las religiones, pero nos hemos olvidado de tenerla presente. Ahora de hecho somos una sociedad con alergia a la bondad.
-En efecto. La bondad está incluso denostada.
-Por eso me pregunté, ¿por qué no la valoramos? ¿Cómo podríamos valorar la bondad de una forma nueva e incluso medirla? El libro pretende eso en cuatro partes, la primera parte te plantea un marco sobre qué es la bondad y cómo se puede medir.
-Quiero decir que la bondad se ha vuelto sospechosa, e incluso a veces se define como un rasgo de ‘vulnerabilidad’: «De tan bueno era tonto».
-Porque se confunde la bondad con el buenismo. Pero no tienen nada que ver. La bondad, implica un discernimiento, una apostura de comprender cuando hay que decir sí, cuando hay que decir no, la bondad es una inteligencia superior. No es lo mismo ser bueno que ser bondadoso. Se puede ser ingenuo, pero ser bondadoso implica discernimiento, cognición, y resiliencia, que son competencias muy elevadas.
-¿Cómo definir entonces la bondad?
Es la base del cerebro en los humanos. Es nuestra base de operaciones: es el compendio de la amabilidad, la ternura, la capacidad de comprometerse con los demás, de ser resiliente… La bondad reúne todas las competencias, es la base desde donde se despliegan el resto de competencias.
–¿Cómo se puede promover la bondad?
-La bondad surge en humanos en las 16 primeras seis semanas de vida del embrión, cuando se forman los circuitos de la percepción y la emoción. Los niños en el 98 por ciento antes de los 9 meses prefieren la bondad a la maldad. Pero hay un 2 por ciento que no lo prefieren.. Ese dos por ciento que no lo prefiere no es por motivos de genética, es por experiencias en el vientre materno. Si cuidamos a las embarazadas podríamos disminuir ese dos por ciento.
Lo que sucede claramente es que si la persona no encuentra que en el contexto de la comunidad existe un lenguaje que hable de la bondad, lo que va a pasar es que va a ‘cambiar de bando’.
– ¿Qué podemos hacer las familias a este respecto para fomentarla?
–Los niños son buenos por naturaleza. Sabemos que los niños prefieren la bondad pero, a pesar de esto se tiene que cultivar y enseñar a nuestros hijos desde una edad muy temprana, ya que la , y que hay un dos por ciento que no. Pero ese pequeño porcentaje podríamos revertirlo. ¿Cómo? Cuidando el embarazo, creando condiciones de tranquilidad, donde no haya trauma, ni estrés, no haya miedo, eso ayudaría. No hay que perder la bondad innata, y a la vez hay que hacerla crecer.
-¿Qué hacemos con los niños que perdieron la bondad, son recuperables?
-Sí que lo son. Hay tres grandes ventanas de plasticidad en el cerebro. La primera ventana es de los 0 a los 3 años, cuando nuestro cerebro está todavía por acabar y podemos moldearlo como lo haríamos con la plastilina. La adolescencia es la segunda ventana y la tercera es cuando sucede algo terrible en nuestra vida, como un trauma, una muerte, una separación… Cuando la persona está toda convulsa los circuitos neuronales se pueden organizar de una manera diferente. Es el momento para decidir, es una oportunidad. Esto nos lleva a otra gran pregunta: la responsabilidad de quién puede modificar los circuitos de la bondad. Seguramente todos los padres. Este libro está pensado para que los progenitores aprendan cómo funciona la mente o el cuerpo y sepan qué pueden hacer en cada etapa. La segunda son los cuidadores: los docentes, maestros, médicos, las enfermeras… cualquier persona que tenga contacto con un niño. Si nosotros entrenamos esas personas no solo mantendríamos la bondad sino que la haríamos crecer.
Adriana Puiggrós repasa la vigencia del pensamiento del revolucionario pedagogo brasileño
El 19 de septiembre se cumplieron 101 años del natalicio del pedagogo brasileño Paulo Freire, creador de una metodología revolucionaria utilizada en Brasil en campañas de alfabetización. Quienes pretendían educación para pocos no le perdonaron sus convicciones: perseguido ideológicamente, fue un preso político después del golpe de Estado de 1964 y sufrió un largo exilio. Sus ideas –pese a su muerte en San Pablo en 1997– siguen vivas, por rotundas y sugerentes, para todos los lectores que se aproximan a su obra. Freire marcó un hito en el pensamiento pedagógico.
El Cohete a la Luna rescata su pensamiento en diálogo con la doctora en pedagogía Adriana Puiggrós, quien destaca “la importancia de poner a Paulo Freire en el marco de la historia democrática y popular de América Latina porque sus ideas han sido expropiadas por sectores que no se condicen con sus principales principios, con los ejes de su pensamiento”.
Puiggrós explica que “ha habido una captura por parte de organismos internacionales, por parte de sectores social demócratas, incluso intereses de alguna ONGs, que fueron despojando a Paulo Freire de elementos que son los que realmente impactan, no simplemente en una transformación de la educación, de las concepciones educativas populares en América Latina. Lo que hacen es quitarle toda la fuerza que tiene una corriente educativa” que, por ejemplo, “la podemos encontrar en la Colonia, en muchas experiencias de educación indígena. Las experiencias de los propios jesuitas en la Colonia o la experiencia hecha en Tlatelolco de educación indígena; podemos encontrar una línea de educación popular, incluso hay algunos trabajos sobre educación de los mapuches durante la Colonia. Luego, por supuesto, llegando a Simón Rodríguez, pasando por momentos muy importantes de la educación democrática durante la independencia”, sostiene Puiggrós, apuntando a quienes desean vaciar a Freire de toda esa corriente histórica que lo antecedió.
En la foto superpuesta y borrosa, año aproximado 1990, se puede ver a Adriana Puiggrós, Paulo Freire y su compañera Ana María Araújo en Buenos Aires, en uno de sus últimos viajes a nuestro país.
Densidad histórica
La docente, ex viceministra de Educación y asesora del Presidente de la Nación destaca que durante la Independencia “se discutía qué tipo de educación se iba a llevar adelante, donde (Juan José) Castelli tuvo mucha importancia, en la misma época en que Simón Rodríguez luchaba por una educación que tuviera base en el pueblo, en los sectores populares”. Y si seguimos esa historia –esa que desean ocultar quienes desde una concepción neoliberal se apropian de Freire para vaciarlo–, “vamos a llegar a muchos movimientos emancipadores y figuras del siglo XX, vamos a encontrar el Manifiesto de los Pioneros de la Educación Nueva que, sin ninguna duda, estuvo en los antecedentes de Paulo Freire”. Para Puiggrós es importante subrayar esos historiales “porque siempre se menciona como antecedente de Paulo Freire la lectura de (Emmanuel) Mounier o (Jacques) Maritain, lo cual es cierto, pero digamos que no se redujo a eso. Había una tradición en Brasil que era una línea, lectura, de la Escuela Nueva, con influencia del pragmatismo de John Dewey”.
Puiggrós, quien también es profesora consulta de la Universidad de Buenos Aires, destaca las ricas experiencias que influyeron en el pedagogo, como “el asentamiento de la escuela activa en Brasil, que fue muy importante y de alguna u otra manera influyó en Freire. Por supuesto está, además, la gestión de (José) Vasconcelos en México, en 1923, que es una maravillosa experiencia de educación popular, quizá la más importante que hubo en el siglo XX, antes de Freire. Y también (Juan Carlos) Cárdenas y la educación peronista. Descubrimos, por lo tanto, que hay una densidad histórica detrás de la figura de Freire”.
Un salto cualitativo
“Freire tiene algunos conceptos que calan muy fuerte y que producen –de alguna manera– que haya un salto cualitativo en el pensamiento pedagógico, democrático y popular de América Latina”, precisa Adriana Puiggrós. “Como la idea de que la educación está profundamente vinculada a la política, como la idea de que la educación no necesariamente tiene que ser autoritaria, sino que puede ser dialógica. Que en la educación juega un papel fundamental el vínculo y que la educación mira al futuro. La educación puede abrir la perspectiva, lo que él llama ‘el inédito viable’”.
Para la doctora en pedagogía, fueron esos conceptos, “junto con la idea de una educación emancipadora… Esta idea de la emancipación es una de las que más vienen de la tradición democrático-popular de la educación latinoamericana, las que constituyen este conjunto de ideas en un paquete teórico político-educativo que caló en muchos sectores y que tuvo una influencia, no solamente en aquellos que leyeron, que fueron estudiosos de Paulo Freire, sino que –sin dudas– tuvo una influencia en el conjunto de los educadores y de la educación en América Latina”.
La profesora de la Universidad Pedagógica Nacional expresa también que, en la actualidad, Freire está presente “en la educación dialógica, que es la forma en que más se ha extendido. La idea del docente autoritario, la escuela que impone, es solamente patrimonio de una derecha conservadora”. Y advierte que “hay que tener cuidado con las lecturas de Freire, las interpretaciones y los usos de Freire. Hay una versión –un uso– desde el neoliberalismo, donde se extrema la postura de Freire hacia una noción de libertad que no es la de Freire. La libertad para Freire estaba muy vinculada a la emancipación, y él es muy claro en ese sentido. Y es muy claro en resaltar el papel del docente. Es decir, el hecho que exista una educación dialógica no quiere decir que se borre la figura del docente ni que se pierda la transmisión de la cultura de una generación a otra”, destaca.
En ese sentido, Puiggrós alerta nuevamente sobre la utilización por parte de sectores de la derecha de Paulo Freire, cuando “el liberalismo reforma esta idea de libertad, al separarla de la idea de emancipación”. También advierte, en su agudo análisis sobre los errores que se cometen desde los sectores liberales que hacen “un uso de Freire como si hubiera tenido un pensamiento como el de Iván Illich, cuando en realidad tuvieron posiciones contrarias e incluso entraron en una fuerte polémica”. La posición de Freire era muy distinta. Remite a una construcción de saber, una posición de construcción del vínculo y no su disolución, como propone el austríaco Iván Illich con su teoría de la des-escolarización.
En tiempos de modernidad líquida –como tituló Zygmunt Bauman a su fundamental libro–, les trabajadores de la educación seguimos apelando a Paulo Freire. Lo hacemos con interrogantes. ¿Cuánto tiempo dedicamos en el aula a que se adquiera experiencia? ¿Buscamos hacer posible aquella escuela de la pregunta y no de la respuesta de la que hablaba Freire? ¿Cuánta experiencia se logra dando respuestas y cuánta elaborando interrogantes? ¿Qué espacio brinda la escuela que construimos todos los días con nuestras prácticas a que les alumnes se permitan pensar? El avance tecnológico dio paso a un nuevo alumne, pero esto no significa que acompañar a una sociedad en cambios permanentes implique abandonar lo más positivo, vigente y revolucionario que Paulo Freire nos enseñara al decirnos que “la liberación auténtica, que es la humanización en proceso, no es una cosa que se deposita en los hombres. No es una palabra más, hueca, mitificante. Es praxis que implica acción y la reflexión de los hombres sobre el mundo para transformarlo” [1].
Traer a Paulo Freire a la actualidad implica valorar las categorías elaboradas por el pedagogo, que sin dudas ponen en jaque al discurso educativo neoliberal de los pesados y pasados cuatro años de Cambiemos: el vínculo entre educación y política; la educación basada en el diálogo y en el reconocimiento del otro, no en la negación, barriendo con la educación “bancaria”, son ideas que sirven al presente. Cuando en su libro Pedagogía del Oprimido, Freire diferencia la concepción “bancaria” –en la que el educador va llenando al educando de falso saber, de contenidos impuestos– y la práctica problematizadora –en la que los educandos van desarrollando su captación y comprensión del mundo–, nos dice: “La primera es ‘asistencial’, la segunda es crítica; la primera, en la medida que sirve a la dominación, inhibe el acto creador y, aunque no pueda matar la intencionalidad de la conciencia como un desprenderse hacia el mundo, la ‘domestica’, negando a los hombres en su vocación ontológica e histórica de humanizarse. La segunda, en la medida en que sirve a la liberación, se asienta en el acto creador y estimula la reflexión y la acción verdadera de los hombres sobre la realidad, responde a su vocación como seres que no pueden autenticarse al margen de la búsqueda y de la transformación creadora” (Freire, 2010:89-90).
Esa concepción “bancaria” reinó con la instalación del Operativo Aprender, que reducía a los educadores a meros “aplicadores”. En una evaluación inconsulta, debían “aplicar” a los educandos, a los que se los veía como vasijas a las cuales había que llenar con la aplicación. Los “aplicadores” debían concurrir a otros establecimientos educativos y realizar la aplicación (evaluación), con quienes no tuvieron ningún vínculo, ni compartieron trayectoria, ni historia en común, a contramano de lo que nos enseñó Freire como primordial para establecer la horizontalidad de un vínculo de diálogo para la construcción de conocimiento, que con la prueba estandarizada se descartaba. Quienes nos opusimos como trabajadores de la educación a esa idea “bancarizada”, lo hicimos recurriendo a Paulo Freire.
Si bien Freire, como nos enseña Adriana Puiggrós, es un hombre del siglo XX y también lo es su pensamiento [2] (sus ideas nacen con el Che Guevara haciendo la revolución, con la Teología de la Liberación), y el nuestro es un contexto donde el siglo XXI nos atravesó con la hegemonía neoliberal (que interrumpió el avance de gobiernos populares), las ideas del pedagogo, sin olvidar el tiempo en el que las escribió, perduran. Son vigentes ante ese intento de barrer con la experiencia y aplicar la tecnocracia y meritocracia en las escuelas, como vimos en la Argentina con Cambiemos.
Freire también vuelve a nosotros una y otra vez con su libro Cartas a quien pretende enseñar, que publicó en 1993, donde nos recuerda que “somos militantes políticos”. Nuestra tarea no se agota en la enseñanza de la materia que abordamos en el aula, sino que exige ese compromiso político “en favor de la superación de las injusticias sociales” (Freire: 102) [3]. Y es ahí donde debe estar nuestro compromiso: como trabajadores de la educación, somos actores políticos que debemos frenar la privatización impulsada por corporaciones, fundaciones y ONGs que ven allí un negocio sin fin.
[1] Freire, Paulo, Pedagogía do oprimido, Editorial Tierra Nueva, 1970. (Pedagogía del Oprimido, 2010, 3ª edición, 3ª reimpresión, Buenos Aires, Siglo Veintiuno, página 83).
[2] Puiggrós, Adriana, “El pensamiento de Paulo Freire en tiempo presente”. Conferencia de inauguración de la Cátedra Libre Paulo Freire de la UNLP, 2019.
[3] Freire, Paulo, Profesora sim: tia nao, cartas aquem ousa ensinar, Sao Paulo, Olho d’Agua, 1993. (Cartas a quien pretende enseñar, 2010, 2ª edición, 3ª reimpresión, Buenos Aires, Siglo Veintiuno, disponible en https://bit.ly/36gatzA [noviembre 2021].
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