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España: Educación «afectivo-sexual» para evitar más casos como el de ‘La Manada’

Europa/ España/ 14.05.2018/ Fuente: www.elplural.com.

Es un secreto a voces. El caso de ‘La Manada’ no es un tema aislado, sino que es otra forma de representación de una de las grandes lacras de nuestra sociedad: el machismo. Un mal que solo se puede combatir cuando todavía éste no se ha desarrollado totalmente en un individuo. En otras palabras, con la educación.

Así lo piensa también Iria Marañón, que de Educación sabe un rato. Marañón es la editora de la editorial educativa McGraw-Hill, y también es la creadora y autora de Comecuentos Makers, un blog en el que da ideas para educar a niños y niñas en igualdad. Asimismo, también ha publicado el libro ‘Educar en el feminismo’, donde propone a padres, madres y educadores que hagan un ejercicio de autocrítica sobre los mensajes que transmiten.

Ella, también es la persona que está detrás de “No más manada. Educación para la prevención desde Secundaria”, una petición iniciada en Change.org que acumula ya más de medio millón de firmas (en torno a las 610.000). Según la solicitante, “la mejor forma de evitar este tipo de debates (refiriéndose al caso de ‘La Manada’) es desde la educación”. Para ello, propone que en el Pacto de Estado sobre Educación, se “implante, desde ya, contenido afectivo-sexual” para prevenir ante este tipo de ataques misóginos.

Asimismo, considera que los jóvenes necesitan “herramientas” para enfrentarse a todos los peligros que les rodean (pornografía, redes sociales, etc.). Por ello, concluye resaltando la figura de la “familia y el sistema educativo para crear los pilares de una educación afectivo-sexual sana, que no fomente el machismo, ni la violencia”.

Fuente de la noticia: https://www.elplural.com/sociedad/2018/05/12/educacion-sexual-manada

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España: La educación, el verdadero camino hacia la paz

Europa/ España/ 14.05.2018 / Fuente: www.melillahoy.es.

Bajo el lema «La educación el camino hacia la paz ¡Deja tu huella!», 19 organizaciones sociales y sindicales melillenses llevaron a cabo en la Plaza de San Lorenzo diversas actividades orientadas a exigir a los gobiernos del mundo la adopción de políticas «coherentes y eficaces» para asegurar que los nuevos compromisos marcados para 2030 se cumplan, en el sentido de lograr una educación universal, gratuita y de calidad para todos, en especial para los millones de niños y niñas del mundo que aún siguen sin poder acudir a la escuela por falta de recursos. En la lectura del manifiesto se recordó a los numerosos niños y niñas que residen en la ciudad y no están escolarizados.

A las 12 de la mañana comenzaron los preparativos en una multifuncional plaza de San Lorenzo que acogió hasta las dos de la tarde a cientos de melillenses que quisieron celebrar la fiesta de la educación con juegos y actividades. Se calcula que acudieron algo más de 350 menores y adultos.Los voluntarios de todas las entidades promotoras de este encuentro hicieron participes a los más pequeños en esta jornada reivindicativa guiándoles en estas actividades lúdicas que se basaban en la cooperación, la integración y la participación. En la superficie de toda la plaza se podía ver a los niños tomando parte en diversos juegos populares, o en talleres de pintura de cara. La mañana estuvo amenizada por el grupo de batuka.

Manifiesto
En un momento de descanso, y con pequeños y mayores muy pendientes, se procedió a la lectura del manifiesto conjunto. Fue leído en castellano por un joven de Aspanies Plena Inclusión y en tamazight por una joven llamada Manal. El texto recordó que desde el año 2001, la Campaña Mundial por la Educación celebra la Semana de Acción Mundial por la Educación (SAME) y que «este año, los países que trabajamos por garantizar el derecho a la educación, nos movilizamos para visibilizar la situación de la educación en contextos de conflicto y emergencia».

El documento se hizo eco del problema de las elevadas ratios de las aulas melillenses, denunciando que “esto no nos ayuda a tener una Educación de Calidad». También demandó soluciones para los niños que residen en Melilla y no están escolarizado: “Hoy es un buen día para decir que queremos respuestas y pedimos soluciones».

Dejaron de manifiesto que «la Educación es un derecho. El conocimiento y la comprensión, nos ayudan a reconocer y evitar actitudes como el racismo y la xenofobia, y considerar el valor de la diversidad. La Educación es una herramienta imprescindible para favorecer una resolución pacífica de los conflictos y promover una cultura de paz» de ahí que finalizaran repitiendo el lema de este año: «La educación el camino hacia la paz ¡Deja tu huella!»

La educación, el verdadero camino hacia la paz

Fuente: http://www.melillahoy.es/noticia/104388/educacion/la-educacion-el-verdadero-camino-hacia-la-paz.htm.

 

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Los tres principales problemas que hay que superar para mejorar el aprendizaje.

España / 13 de mayo de 2018 / Autor: Ángel Fidalgo / Fuente: Innovación Educativa

En  educación, independientemente del sector y ámbito, se dan  una serie de situaciones comunes que dificultan tremendamente el proceso de aprendizaje. Es importante identificarlas para así poder abordar una estrategia para su resolución.

Los tres principales problemas que afectan al normal funcionamiento del proceso de aprendizaje son:

Pasividad del alumnado. Habitualmente el alumnado permanece pasivo durante la mayor parte del proceso de aprendizaje, sobre todo en las clases magistrales. Desde el punto de vista cognitivo escuchar para tratar de reproducir lo escuchado es un medio muy pobre de aprender. Es necesario que, incluso en una clase magistral, nuestro alumnado esté activo, por tanto el reto es lograr que adquiera el hábito activo. Las metodologías activas ayudan, pero no son suficientes. De hecho, según los resultados de un reciente estudio que hemos realizado seguir una metodología activa no garantiza que el alumnado adquiera hábitos activos.

Carencia de conocimientos previos. Para abordar con éxito la gran mayoría de nuestras asignaturas es necesario que nuestro alumnado tenga una serie de conocimientos previos. Sin embargo es muy habitual que no los posean, bien porque se les ha olvidado, bien porque no los ha  recibido o sencillamente porque los obtuvo  de forma muy somera. En cualquier caso, el profesorado se enfrenta al siguiente dilema: si dedica tiempo a formar en los conocimientos previos no tendrá tiempo para finalizar el temario de la asignatura, pero  si no forma en dichos conocimientos los estudiantes no  entenderán la  asignatura (y se producirá, como es lógico, una gran tasa de abandono). Es bastante habitual que el profesorado de un determinado nivel educativo eche la culpa al nivel anterior. Sin embargo, la realidad es que el tipo de formación donde el alumnado está inactivo no consolida conocimientos y por tanto se olvidan o incluso se pierden.

Carencia de la competencia de cooperación. Se supone que la mayoría de nuestro alumnado (en distintos niveles educativos) ha realizado trabajo cooperativo. Pero normalmente  lo que ocurre realmente es que distribuyen o reparten las tareas  y posteriormente lo juntan.

Evidentemente esta acción ni es cooperar ni es trabajar en equipo. El alumnado, por tanto, no suele tener la competencia individual de trabajo en equipo (responsabilidad, compromiso, transparencia, seguimiento, ayuda, participación, cooperación, colaboración, liderazgo,….).

Esta situación hace que formar en la competencia de trabajo en equipo sea difícil y complicado, ya que únicamente se suele evaluar el trabajo. Además, todas las personas que componen el equipo de trabajo reciben la misma nota, desde la que más ha trabajado a la que menos.

Realmente estas tres situaciones están estrechamente relacionadas y posiblemente el cambio de  una de ellas afecte al resto. Es cierto que parte del profesorado está sensibilizado con estas carencias y trata de paliarlas a través de proyectos basados en innovación educativa. Sin embargo, esta acción es totalmente insuficiente, principalmente porque es minoritaria y puntual. Es necesario replantearse la forma de solucionarlo.

Lo triste de todo esto es que hay líneas de innovación educativa que han demostrado su eficacia, que tienen definido a la perfección el proceso de implantación y que además no suponen ni una inversión económica ni un cambio en el modelo educativo.

Si tenemos identificados los problemas y la forma de resolverlos ¿por qué siguen vigentes?

Nota.

Este post forma parte del planteamiento que he realizado en la charla impartida en el congreso “Tools and Methods of Competitive Engineering”. TMCE 2018 el día 7 de Mayo de 2018.

 

Fuente del Artículo:

Los tres principales problemas que hay que superar para mejorar el aprendizaje.

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La ‘Marea Verde’ volvió a manifestarse contra los recortes educativos del gobierno de Rajoy (Audio)

España / 13 de mayo de 2018  / Autor: Redacción / Fuente: Más Voces

Sindicatos de enseñanza realizaron el martes manifestaciones en todo el Estado español para protestar contra los recortes educativos del Gobierno de Mariano Rajoy. La Marea Verde que aglutina a profesores, padres y alumnos volvió a las calles para reclamar sus derechos. Los portavoces sindicales han reclamado al Gobierno del Partido Popular la reversión de unos recortes en Educación que cifran en 9000 millones de euros.

Las manifestaciones han servido también para exigir al Gobierno la derogación de la Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE), entre otras medidas.

Además, los manifestantes han denunciado que la inversión en educación no recupera los niveles anteriores a la crisis económica.

Bajo el lema ‘Ya no hay excusas. Ahora Educación Pública’, se llevaron a cabo casi una treintena de manifestaciones y concentraciones por todo el Estado español. La ‘marea verde’ vuelve ante la pasividad del gobierno del Partido Popular y a la espera de que la clase política se ponga manos a la obra para un pacto por la Educación en la que también participe la comunidad educativa.

 

 

Fuente de la Noticia:

http://masvoces.org/La-Marea-Verde-volvio-a-manifestarse-contra-los-recortes-educativos-del

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Como cambia nuestro cerebro al aprender (Video)

España / 13 de mayo de 2018 / Fuente: Centro Escuela Claridad / Fuente: Vimeo

David Bueno explica cómo cambia nuestro cerebro al aprender.
David Bueno es un científico rodeado de preguntas: ¿Cómo aprendemos? ¿Cómo piensa un adolescente? ¿Cuál es la mejor edad para comenzar con un segundo idioma? No quiere dejar ninguna sin respuesta porque como anuncia en su último libro, su pasión es contar todo lo que siempre hemos querido saber sobre el cerebro de nuestros hijos y nunca nadie se atrevió a explicarnos. Profesor de genética en la Universidad de Barcelona, David Bueno explica que la neurociencia ofrece claves que modificarán nuestra forma de enseñar y aprender.

 

 

Fuente: https://vimeo.com/269060602

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Teoría, verdad y educación: actualidad de la Pedagogía socrática y platónica.

España / 13 de mayo de 2018 / Autor: Marcos Santos Gómez / Fuente: Paideia

Explicar por qué hay que estudiar a los griegos antiguos para comprender el presente de la escuela tiene su dificultad; aun más, explicarlo a futuros educadores en una de las numerosas facultades de Educación (o de Ciencias de la Educación) que en España han asumido un sesgo técnico en detrimento del enfoque teóricopropio de la universidad anterior al Plan Bolonia. Pero es precisamente la reflexión en torno a este camino intelectual escogido masivamente por los planes de estudio y guías docentes en los Grados en educación el que puede aclararse en sus consecuencias y alcance acudiendo a los griegos. Porque resulta imprescindible remontarse al origen de la educación en occidente, tal como hoy la conocemos, para hallar su nervio actual más profundo. Un origen que, tanto histórica como teóricamente, nos sigue determinando, pues seguimos dentro de los márgenes de Grecia que dispusieron lo que hoy somos.

En particular, lo que nos caracteriza hoy en su aparente novedad es el rechazo de lo teórico y su suplantación por lo técnico en la investigación y la docencia. Pero esto es, aunque muchos no lo sepan, viejo como occidente, y ya ocurrió en Atenas, la Atenas de Pericles, los sofistas, Sócrates y, metidos ya en el siglo IV a. C., Platón. La pura posibilidad del dilema entre lo práctico-técnico y lo teórico es ya algo que se fraguó entonces en la discusión de Sócrates y Platón con la sofística, y ya se dieron respuestas e inquietudes parecidas a las que hoy podemos formular.

Lo esencial de lo que pasó (y nos pasa todavía) es descrito por Jaeger en su monumental obra clásica Paideia. Recordemos que la tesis principal de este ingente trabajo del conocido helenista es que la necesidad de educar de un modo consciente y ya no relegado al mero aprendizaje espontáneo y vivencial de la tradición, del puro impregnarse de ella, emerge al mismo tiempo que en la cultura se obra la racionalización que la escinde de lo natural, que la desnaturaliza, obligando a una relación distanciada y consciente con la misma. Lo hemos ya escrito y publicado en numerosas ocasiones. A partir del momento en que el saber no es lo que se da por cierto en los poemas, o sea, que no es lo que los poetas (primeros educadores de Grecia) transmitían seductora pero irracionalmente, emerge un “todo” que se empieza a mirar como un algo aparte, como un conjunto definido y separado del individuo, compuesto por los “nuevos” saberes que es preciso estudiar y no solamente interiorizar de manera inconsciente. Se ha superado, por tanto, el modo espontáneo y entreverado en la propia vida y placeres, de insertarse el individuo en su universo cultural o tradición, como por encanto, míticamente, atraído por el canto de las sirenas.

Como excelente compendio de esta perspectiva que ya había intuido a partir de la lectura de la obra de Jaeger, acabo de enfrascarme gratamente en un capítulo magistral de un libro colectivo y antiguo, un clásico del pensamiento pedagógico del siglo XX, y que ha reeditado la editorial FCE. Se trata de:

Château, J. (2013). Los grandes pedagogos. México: FCE (primera edición francesa  1956).

De manera sintética y genial, el autor de este capítulo (hay otro dedicado a Juan Luis Vives de García Hoz, por cierto) ha expuesto perfectamente la idea básica que a lo largo de mis recientes artículos y entradas en el blog de hace ahora justo un año, había querido mostrar. Parte del siglo V a. C., ¿cómo no?, porque en él ya ocurre algo fundamental, por lo menos en Atenas pero vinculado a lo que un siglo antes Jonia ya había desarrollado en torno a la Phisis o mundo natural.

Tras la desnaturalización de los saberes, con la distancia que con la razón (logos) el filósofo había creado ante los mitos y la tradición, se habían dado dos procesos. Uno consistente en la necesidad, ante el desarrollo de las técnicas de las distintas artes y oficios, de enseñar y aprender todo un caudal de conocimientos relacionados con el saber-hacer, es decir, de tipo práctico, relacionado con las técnicas empleadas por los artesanos. Lo que hoy denominaríamos una formación técnica sistemática y polivalente. Y otro fenómeno, que nos interesa mucho, fue la creación de la teoría, como hoy también la poseemos. Lo teórico era algo que aunque nacido históricamente después de lo técnico, sin embargo fundamentaba y dotaba a lo técnico (como un primer paso para la epistemología) a través de la reflexión en torno a la verdad y universalidad o particularidad residentes en el conocimiento. Era la búsqueda (y desde entonces educarse e investigar es precisamente buscar) de algo firme, de una relación de aquello que se sabe con la realidad en su íntima esencia y eternidad, por encima de los mitos y la tradición y fundamentando todo el edificio del conocimiento. La presunción de una verdad desnuda y formal que dotara a los contenidos de un carácter universal y objetivo. Un invento griego que por muy arriesgado que nos parezca es el que propició la aparición, siglos después, de la ciencia. Se colocaron con esto los cimientos para que una idea de lo verdadero, de la verdad desnuda e incluso a priori, de los conceptos, artes e ideas, fundara la posibilidad de explorar y explicar el mundo de un modo ajeno a los intereses que no fueran la mera certeza, la seguridad epistemológica mucho más poderosa que las certezas impuras y relativas que nos ha transmitido la tradición. 

Así, en Grecia, la TEORÍA tiene nada menos que el cometido de hallar lo cierto y lo falso en todo lo que se nos presenta, incluida la tradición y los saberes. Hemos de recordar que esto, es decir, la capacidad de la teoría o del pensamiento distanciado para dotar a lo bueno, al bien, o sea, a los valores, con la categoría de lo verdadero y por tanto con su universalidad, se aplicó al análisis de la tradición y del comportamiento racional (ética). La discusión (teórica) en torno a lo universal o relativo del currículo que enseñaban los sofistas, se fue aplicando al campo de la ética.

Vayamos por partes. En primer lugar la sofística tuvo dos modos generales de darse. Uno, casi ya lo hemos formulado, fue el punto de vista de los saberes estrictamente técnicos, el de los ingenieros y artesanos, saberes que en la universidad medieval apuntarían al Quadrivium y que desarrolló Hipias entre los sofistas. La idea de una formación práctica basada en lo útil y en el operar dentro de las cosas naturales. Así, un sofista sería un profesor, o sea, cobraba a alumnos que pagaban por sus clases, que enseñaba un compendio de saberes prácticos, relacionados muchos con oficios, como una especie de enciclopedia del conocimiento acumulado por los artesanos, un conocimiento útil y apto para sobrevivir con tino en el mundo. En esta primera acepción, no existía ni valoraba la teoría y por tanto lo que hoy denominaríamos “currículo” era detentado por saberes prácticos.

Hubo otra forma de sofística que se situó en el lenguaje como paradigma y en la figura del abogado, o sea, del saber propio de los abogados que estos ponían en marcha en su actividad pública. Esto fue además lo que compuso, por cierto, en la universidad medieval el Trivium o artes relacionadas con el lenguaje y la persuasión. Se consideraba que el conocimiento residía en el habla y los textos que podían ser hábilmente empleados para aquello que fundamentalmente era el fin, creían, del lenguaje, que consistía en conducir a los demás hacia los propios fines. También, como en el modelo técnico, se pretendía el éxito en la sociedad, una vez comprendidos y asumidos sus valores. Aquí aparece algo que hoy tiene mucho sentido en la Pedagogía: los valores. Un valor sería lo considerado bueno, lo que hay que hacer propio, y en función de ello, moverse estratégicamente para acomodarse en la sociedad. Respecto a la tradición esto implicaba una utilización de la misma que no iba más allá de su supeditación al éxito social, es decir, no se formulaba la pregunta sobre el grado de verdad de lo bueno, de los valores que se asumían como fines. Esto quiere decir que tampoco se integraba en esta enseñanza una teoría que fuera capaz de “mirar” o buscar con pretensión de certeza, lo verdadero. No se pretendía la verdad de los valores de la tradición que eran incluidos en la enseñanza de un modo irreflexivo. Los valores eran los fines asumidos de hecho para orientar las estrategias retóricas enseñadas en una relación comercial al alumno que pagaba (y mucho) por ello.

En ambas versiones, señala el capítulo que estamos parafraseando, no podemos establecer un cabal conocimiento científico. No se da siquiera la pregunta por la verdad, o sea, por el valor universal, por el rango que, extraído de las matemáticas, hacía a un saber o a un bien, verdadero a priori y en toda nación o circunstancia. En la medida que hoy la ciencia pretende “hablar” de este modo acerca del mundo, tiene que partir de esta idea de verdad en un sentido formal, matemático y universal. Algo opuesto por completo al relativismo de Protágoras que Platón expone en el diálogo con su nombre y que se nos antoja un texto fundamental para entender la educación. Un relativismo el del sofista en torno a la ética y a la ley. Según este enfoque la virtud no podría enseñarse porque, sencillamente, no existe. No existe la virtud como verdad a la que apuntar con la conducta. “La educación ética, tal como la concibe Protágoras, descubre así su fragilidad y su indigencia crítica. ¿Cómo restaurar la moralidad, instruir a los individuos en la virtud, guiar la conciencia colectiva, sin un efectivo conocimiento de los valores y de los fines? El relativismo de Protágoras no conoce otros valores que los que emanan de la opinión, expresada en la ley de cada ciudad; no dispone de ningún principio que permita juzgar la opinión, verdadera o falsa; (…) si la moralidad no descansa en un saber, carece de fundamento sólido; y la acción educadora, cuando no está dirigida por otros principios que la distinción puramente pragmática de lo normal y de lo patológico, cae fatalmente en el oportunismo” (2013, p. 21).

La consecuencia para la educación y la pedagogía es clara. No puede haber una educación en lo universal y lo máximo que puede regirla es aquello que una sociedad establece como lo bueno y en función de lo cual regirse tácticamente para vivir bien en ella. Se ha eliminado la teoría de la educación y se ha optado por una técnica de la educación que prima el saber hacer como básico recurso que el hombre educado debe adquirir. Un saber hacer que en el lenguaje actual llamamos “competencias”. Las competencias, como todo lo que se reduce a su aspecto técnico, implican o enseñan un actuar eficiente, pero ciego, sin la distancia y el desinterés con que la teoría “miran” a lo que uno mismo o los demás hacen.

Pero la conducta de un sujeto puede ser movida por lo que para Platón, en cambio, son ya valores, valores que encierran un bien que atrae y que, sobre todo, es verdadero. Hay una razón no meramente estratégica en lo que mueve al sujeto y esa razón se basa en que el fin buscado es verdadero, corresponde con una verdad. Dicho de otro modo, hay razones universales para determinados comportamientos, que así pueden fundarse con firmeza. “En esta determinación de la voluntad por el conocimiento descansa la posibilidad de la educación ética; la acción recta procederá infaliblemente, en efecto, de un juicio lúcido. Ahora bien, cualesquiera que sean las incertidumbres de la conciencia colectiva, las variaciones de la opinión, la subjetividad de las preferencias individuales, es posible llevar al sujeto consciente hasta reconocer que existe un ideal que se impone incondicionalmente a la reflexión, a la voluntad razonable, que hay valores independientes de la prevención individual o social, de los prejuicios o del egoísmo, y que responden a la más profunda aspiración del ser que piensa” (2013, p. 22).

Fue Sócrates quien apoyándose en esta cierta fe en la posibilidad de “verdad” y de una absoluta certeza del Bien, quien desarrolló otro tipo de pedagogía que ya no era aprendizaje de saberes técnicos o prácticos o retóricos y que además podía implicar la crítica a la tradición. Se ponía el cimiento para lo que hoy denominaríamos “espíritu crítico”. Esto, metodológicamente suponía que “aprender” o formarse no era tanto una incorporación, al modo de una suma, de un “currículo”, sino el penoso, esforzado y constante cuestionamiento y puesta a prueba de lo aprendido espontáneamente al absorber la tradición. La postulación de una verdad o universalidad posible de alcanzar en los valores, como una consistencia o rango ontológicos inscrito en ellos, era el motor para los diálogos socráticos que consistían en el hallazgo de este tesoro oculto que había que desvelar por vías antes negativas que afirmativas. Si emergía lo afirmativo, o sea, lo que era verdad en medio del desecho de las no verdades, sucedía como en un parto (mayéutica). Esto implicaba un modo socrático de concebir lo universal como algo inscrito en el hombre y posible de reconocer (reminiscencia) aunque generalmente se vive sin dicho reconocimiento, como en letargo. El bien sería este tesoro que rige la conducta y funda la ética, a diferencia de los sofistas, pero cuyo conocimiento en sí es el fin más elevado de la propia ciencia. En el proceso dialéctico de la paideia socrática hay, pues, al mismo tiempo el sentimiento de una carencia y el sentimiento de que es posible adquirir la certeza sobre algo o, en términos de la ética, sobre el bien. “La educación moral halla en la reflexión acerca de las condiciones de la objetividad, en la exigencia de la autonomía espiritual, su fundamento genuino; la virtud puede ser enseñada, porque se reduce a una ciencia; la moralidad descansa en un conocimiento objetivo de los valores” (2013, p. 28).

Es este concepto por el que lo teórico es lo universal, lo que capta la verdad en que lo técnico o la costumbre pueden o no apoyarse, el que puede ser llamado, desde entonces, “ciencia”. Pero, subrayemos, la ciencia se ubica en la hoy tan denostada por muchos pedagogos, “teoría”. “Teoría” es la capacidad de observar distanciadamente lo real, mediante la escrupulosa eliminación de cualquier otro interés que no sea el del saber en sí mismo. Como de manera concisa pero excelente se expone en el libro de Carlos Fernández Liria aludido días atrás, suprimir la teoría implica la condena a ceder de manera ciega a cualquier otro interés que se sobrepone a la verdad. Desde un punto de vista técnico incluso puede llevar a perdernos, pues lo técnico no halla verdades ni mentiras, solo acepta sin cuestionarlo el mundo, la tradición y los valores que hemos heredado o que imperan en la sociedad o que desde instancias jurídicas o políticas se imponen. Y la teoría es el conocimiento que postula y busca una verdad que corresponde de un modo cierto con el mundo, como un íntimo nervio, que puede presentarse de maneras engañosas, inciertas, esquivas pero que siempre reside como una última posibilidad de certeza universal. Desde el punto de vista del científico y la ciencia, esto quiere decir que la TEORÍA es el imperio del saber buscado por el mero afán de saber, en pos de lo verdadero como algo en sí valioso que no se supedita a nada para valer, en la denodada y desinteresada investigación que busca la verdadEl teórico lo es porque se ha elevado sobre lo útil, lo técnico, lo comercial, lo tradicional e incluso sobre los propios mitos. Esto fue el hallazgo griego que, como decía más arriba, nos ha hecho, aun hoy, ser como somos y cuyo estudio es necesario para comprender, por tanto, nuestro más inmediato tiempo presente.

Así la metodología socrática presuponía una teoría que a su vez es lo que hoy posibilita que haya ciencia. Si apelamos a la Historia de la Ciencia, comprobamos fácilmente que lo que ha movido su progreso, el alma de los grandes científicos, ha sido este amor puro por el saber en sí. Fue lo que Platón, en diálogos posteriores a los denominados “socráticos”, pensó sistemáticamente y a fondo, es decir, cómo había que ser y cómo hacerse (educarse) para esa búsqueda incondicional y desinteresada de la verdad. Como señala Moreau, autor del capítulo dedicado a Platón, este fue el primer filósofo de la educación, de la educación como aquel proceso que nos sitúa en la posibilidad de responder a la verdad y buscarla, lo que quiere decir, de emprender un camino teórico para hallar el íntimo nervio del mundo, lo que lo sostiene, lo que no cambia y siendo universal es, también, válido a priori.

La verdad, expondrá el Platón maduro, ostenta un esplendor en sí misma capaz de enamorar y hacer del proceso, como hoy señala Recalcati en su controvertido libro, algo eróticamente incentivado, en la medida en que es esa verdad o su posibilidad y búsqueda lo que dinamiza el proceso educativo en la escuela al modo de la atracción amorosa.

Por último, es necesario puntualizar algo controvertido en relación con la filosofía de la educación platónica, Platón reconoce que no todo el mundo puede alcanzar la verdad por estos medios trabajosos que sitúan a quienes buscan en el abismo de la duda respecto a lo previamente asumido. La filosofía no es para todos. Pero como la verdad es el presupuesto imprescindible para actuar bien, en la medida en que la verdad en sí atrae, resulta necesario crear una cierta propensión por ella previa a la razón. Utilizar a la poesía y sus artes seductoras en contra de la propia poesía. En esto consiste el proyecto de La República, una educación que favorezca la presencia de la verdad en el carácter y por tanto prepare para buscarla o ser receptivos a la misma, aunque estemos hablando de una educación que no es al modo racional que pretendía Sócrates con sus interlocutores. La verdad, y en esto consiste el proyecto pedagógico y filosófico del mencionado libro, ha de reinar en la sociedad, bien sea mediante la educación racional de quienes pueden (los filósofos) o la educación del carácter de quienes no pueden entregarse a la búsqueda racional de la misma, a su hallazgo a través de la dialéctica y el pensamiento. “Esta forma de educación es la única que conviene a los más y al mantenimiento de la moral pública; se impone necesariamente respecto de la infancia, cuando el sujeto que ha de ser dirigido no posee aún el uso pleno de la razón. Pero si no conduce a la autonomía moral, por lo menos no obstruye el acceso a ella; la opinión que inculca no es un prejuicio del que será preciso librarse; coincide con lo verdadero; el que la haya acogido dócilmente, si llega un día a reconocer en ella la razón, ratificará las enseñanzas recibidas cuando niño; descubriendo en ellas, por la reflexión, los valores ideales, recuperará, por decirlo así, viejos conocimientos; reconocerá en su verdad unas nociones que le eran familiares desde hace tiempo (…)” (2013, p. 30).

Es un adelanto de lo que también Rousseau proyectará en Emilio, la creación de un carácter proclive y sensible a la verdad que en el momento de la razón, responderá con gusto a su búsqueda racional y a su disposición en el mundo social. No en vano, el ginebrino menciona como el mayor libro de educación de todos los tiempos a La República. Se trata de una educación que motivada y regida escrupulosamente por lo verdadero (y lo bueno verdadero, o sea, la verdad presente en los valores que como fines han de orientar la conducta del educando), no llega a realizar todavía la autonomía moral, careciendo de racionalidad en cuanto que no es descubierto o elegido por el educando en un proceso reflexivo como eran los diálogos socráticos. Pero aun de un modo previo, actúa despertando el sentimiento y la atracción por lo verdaderamente bueno. Una vez el niño esté en condiciones de razonar y pensar su vida, descubrirá como universalmente bueno aquello en que fue educado. Su vida, antes y después de su autonomía moral, habrá respondido al esplendor de la verdad, porque la verdad es bella y de por sí atrae y produce admiración.

No creo que haga mucha falta subrayar cómo toda esta presentación de la educación en Grecia, sofística o socrático-platónica, nos aclaran circunstancias actuales. Lo hemos subrayado a menudo y seguiremos con ello, pero señalemos ahora, para terminar, el vínculo con una idea sofística de la educación que subyace en la actualísima pedagogía de competencias e incluso en el Aprendizaje Basado en Proyectos, en cuanto estos asumen las valoraciones de hecho existentes en la sociedad, sin ponerlas en cuestión. Se trataría de un modelo técnico tanto de la escuela y la universidad como de la formación de los futuros maestros. La erradicación de la teoría de los estudios, amparada bien es cierto en el mal hacer de la enseñanza académica del pasado, se nos presenta como algo muy peligroso pues, como ocurría con los sofistas, se elimina la posibilidad y el ejercicio de un distanciado análisis de lo que nuestra cultura y sociedad nos presentan como bueno. En realidad lo bueno es lo útil, lo que sirve para el mundo laboral, y es esta misma conexión la que si eliminamos un enfoque teórico como el de Sócrates, la que estamos dejando de poder cuestionar. Hace falta un claro enfoque teórico, sólido, con fe en su propia labor, para que de nuevo el magisterio, las facultades de Educación o de Ciencias de la Educación cumplan aquello que la Ilustración, con sus más y sus menos, designara a la Universidad. Hay que superar la concepción de la formación de maestros como algo regido por lo técnico y por tanto reducido a las didácticas, así como retomar para la Pedagogía una tarea más allá de la consistente en pensar y crear metodologías de enseñanza (en una confusión con la didáctica) o la que se ciñe solamente a describir lo dado,recuperando su carácter teórico, es decir, crítico y socrático. 

Bibliografía:

Château, J. (2013). Los grandes pedagogos. México: FCE (primera edición francesa  1956).

Fernández Liria, C. et al. (2017). Escuela o barbarie. Entre el neoliberalismo salvaje y el delirio de la izquierda. Madrid: Akal.

Fuente del Artículo:

https://educayfilosofa.blogspot.mx/2018/03/teoria-verdad-y-educacion-actualidad-de.html

Fuente de la Imagen:

http://www.quieroapuntes.com/apologia-de-socrates_platon_25.html

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Las cinco reflexiones educativas de Ken Robinson en ‘El Elemento’

España / 13 de mayo de 2018 / Autor: Daniel Poyatos Soguero / Fuente: HuffPost

Desde luego, a mucha gente le va bien en la escuela y le encanta lo que ésta le ofrece. Sin embargo, demasiadas personas no se gradúan o abandonan prematuramente sin estar seguras de cuáles son sus verdaderos talentos y sin saber qué dirección tomar porque sienten que en los colegios no valoran aquello que se les da bien. Por ello, Ken Robinson, autor de El Elemento analiza, diagnostica y anticipa intervención sobre diversas cuestiones en materia de educación.

1. La búsqueda de nuestra pasión

La educación tendría que ser uno de los procesos principales que nos llevara hasta el Elemento, la pasión o talento que todos poseemos, aquello en lo que nos sentimos como peces en el agua. Encontrarlo es fundamental para nosotros como individuos y para el bienestar de nuestra comunidad. Ejemplos como el de George Harrison y Paul McCartney, que nunca se interesaron por la música en el colegio ni a quienes se llegó a aventurar su talento, son dramáticamente frecuentes.

2. La conformidad goza de mayor valía que la diversidad

Las escuelas actuales se crearon a imagen del industrialismo del siglo XX, en base a sus principios de cadena de montaje y división del trabajo. Promueven una visión reduccionista de la inteligencia y tratan de homogeneizar y estandarizar, por lo que lamentablemente la diversidad sale malparada.

3. Reformas educativas ineficaces

Casi todos los sistemas educativos públicos del mundo están en proceso de reforma: Asia, América, Europa, África y Oriente Medio. La mayoría de estos movimientos de reforma se centran en el plan de estudios y en la evaluación, pero no en la pedagogía.

Al intentar controlar el plan de estudios, primero, se consolida aún más la arcaica jerarquía de las asignaturas y éste se convierte en un elemento segregador de alumnos que destacan en las perjudicadas; segundo, se ha fomentado la creencia de que las artes, las ciencias y las humanidades, y el resto son totalmente diferentes entre sí. Pero la verdad es que tienen mucho en común. El plan de estudios ha de ser interdisciplinario, ya que no aprendemos algo de forma aislada sino dinámica y constructivamente; y tercero, ha de ser personalizado, teniendo en cuenta los intereses y estilos individuales, porque sólo así se motivará a la persona para aprender ahora y a lo largo de su vida.

En cuanto a la evaluación, se prioriza la aplicación de tests estandarizados que minan la innovación y creatividad (tanto de docentes como discentes), motores para el progreso de la sociedad. Por otro lado, la penalización de colegios con «deficiencias», sin tener en cuenta sus condiciones socioeconómicas, aumenta la desigualdad y provoca el cierre o la cesión a entidades privadas con dudosos propósitos.

4. Invertir en profesores

Los verdaderos desafíos de la educación sólo se solucionarán confiriendo el poder a los arquitectos de la vida, a aquellos profesores creativos y entusiastas que se conviertan en mentores de los alumnos y estimulen su imaginación y motivación.

5. Transformar la educación

La educación no precisa que la reformen, sino que la transformen. La clave para esta transformación no es estandarizar la educación sino personalizarla: descubrir los talentos individuales de cada uno, colocar a los estudiantes en un entorno en el que quieran aprender y puedan descubrir de forma natural sus verdaderas pasiones, para que éstas faciliten una vida plena y feliz.

Referencias:Robinson, K. (2009). El Elemento. Barcelona. Editorial: Random House Mondadori.

 

Fuente de la Reseña:

https://www.huffingtonpost.es/daniel-poyatos-soguero/las-cinco-reflexiones-edu_b_9274612.html?utm_hp_ref=es-reforma-educativa

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