Kiribati/19 de julio de 2016/Fuente: lagaceta
Los habitantes del pequeño Kiribati son víctimas del cambio climático
Un día de invierno, una marejada arrasó con un dique oceánico cerca de la ciudad de Tarawa, en el remoto y bajo país insular de Kiribati, destrozando puertas y ventanas en el Hospital Betio, y lanzando arena y escombros al pabellón de maternidad.
El mozo Beero Hosea, de 37 años, apagó la electricidad y ayudó a cargar a las madres aterradas hasta una escuela cercana.
“Si la próxima está combinada con una tormenta y vientos más fuertes, ese será nuestro fin”, notó. “Va a cubrir a toda esta isla”.
Durante años, los científicos han estado pronosticando que gran parte de Kiribati podría ser inhabitable en cuestión de décadas, debido al cambio climático. Y por el mismo lapso, muchos aquí han prestado poca atención. Pero la marejada del invierno, conocida como marea rey, fue una escalofriante alarma.
“Nos impresionó”, afirmó Tean Rube, de la iglesia Kiribati Uniting. “Nos dimos cuenta de que el cambio climático es real”.
Subsistencia amenazada
Los países insulares en el Pacífico están entre los más vulnerables, física y económicamente, al cambio climático y a los eventos climáticos extremos, como inundaciones, terremotos y ciclones tropicales, alertó el Banco Mundial en un informe del 2013. Mientras las potencias mundiales sostienen reuniones cumbre para negociar tratados para reducir las emisiones de carbono, los habitantes de la pequeña Kiribati, una ex colonia británica con 110.000 habitantes, están debatiendo cómo responder antes de que sea demasiado tarde.
Gran parte de Kiribati, una colección de 33 atolones coralinos e islas de arrecife dispersas en una franja del océano Pacífico, más o menos del doble del tamaño de Alaska, no está a más de seis pies (1,83 metro) sobre el nivel del mar. Los modelos climáticos más recientes indican que los océanos del mundo podrían aumentar de cinco a seis pies para el 2100.
Esa perspectiva de suba en el nivel del mar y la intensificación de las tormentas “amenazan la existencia y la subsistencia de grandes segmentos de la población”, le dijo el gobierno a la ONU en un informe el año pasado.
Por ejemplo, la mitad del pueblo de Bikenibeu, con 6.500 habitantes, podría quedar inundado para 2050, debido al aumento en el nivel del mar y las tormentas, según el Banco Mundial.
En el estudio se expone el futuro de Kiribati con detalles apocalípticos. El agua arrasaría las rutas, paralizando la economía; los arrecifes coralinos degradados a causa del calentamiento del agua harían posible que olas más fuertes golpearan la costa incrementando la erosión, y trastocarían el suministro de alimentos que depende muchísimo de los peces a viven en los arrecifes. Las temperaturas más altas y los cambios en las precipitaciones incrementarían la prevalencia de enfermedades, como la fiebre del dengue.
Aun antes de eso, es probable que el aumento en los niveles del mar empeore la erosión, provoque escasez en las napas freáticas e incremente la intrusión salina a las reservas de agua dulce.
Emigración “digna”
En respuesta, Kiribati ha elaborado planes para cuando desaparezca. El gobierno ha promovido “la emigración con dignidad” y exhorta a los habitantes con capacidad para trabajar que consideren mudarse a otros países. Adquirió cerca de 6.000 acres (unos 24 kilómetros cuadrados) en Fiyi, un país insular a más de 1.000 millas (unos 1.600 kilómetros) de distancia, como refugio potencial. Fiyi es más elevada y tiene una costa más estable, por lo cual es menos vulnerable.
Anote Tong, un ex presidente que consiguió que se hiciera la adquisición en Fiyi, dijo que también tenía el propósito de ser un llamado de atención al mundo.
Sin embargo, hacer que un país completo empaque no es fácil, y podría no ser posible. Y muchos habitantes de Kiribati siguen siendo escépticos respecto de la necesidad de prepararse para una eventualidad que podría tardarse décadas todavía.
Los escépticos incluyen a los habitantes rurales (menos instruidos), a los de las islas exteriores (dudan de que puedan desarrollar las habilidades necesarias para sobrevivir en otros países) y a los cristianos (ponen más fe en la protección de Dios que en los modelos climáticos).
A medida que Tong se volvió una celebridad del cambio climático, al que invitaron a hablar en conferencias por todo el mundo, sus oponentes lo acusaron de ignorar los problemas en su país, como un elevado desempleo y elevada mortalidad infantil. Se burlaron de la adquisición de terrenos en Fiyi, por casi 7 millones de dólares, por considerarla un despilfarro; desestimaron su “emigración con dignidad”, y calificaron de alarmista lo que dice.
A Tong, dado que ya había estado tres periodos en el cargo, no se le permitió contender por la reelección este año, pero en las elecciones de marzo, la oposición derrotó a su partido. El nuevo presidente, Taneti Maamau, adelantó que planea cambiar las prioridades. “La mayor parte de nuestros recursos se desviaron al desarrollo relacionado con el cambio climático, pero, de hecho, existen problemas mayores, como la población, la salud de las personas, la educación del pueblo”, manifestó al Parlamento.
Ensayos e informes
La adquisición de terrenos en Fiyi no fue el primer esfuerzo para abordar el futuro peligroso de Kiribati. El Banco Mundial lideró el Programa de Adaptación de Kiribati, iniciado en el 2003, con el cual se ejecutaron planes para el manejo del agua de lluvia, se construyeron rompeolas costeros, se plantaron manglares y se instalaron sistemas para la captura de agua de lluvia. El Banco dice que con el proyecto, que costó 17.7 millones de dólares, se ha conservado agua dulce en Tarawa y se ha protegido una de las 710 millas de costa de Kiribati.
Sin embargo, el informe del 2011, encargado por el gobierno, pone en duda que el proyecto del Banco Mundial haya ayudado a Kiribati a prepararse para el cambio climático. Y, si bien los planes de los manglares y la administración del agua han ayudado, en un estudio del 2014 se dice que la primera ronda de rompeolas, hechos con sacos de arena, habían resultado ser contraproducentes y habían ocasionado mayor erosión.
“La adaptación es este gran esfuerzo prolongado, horrible y duro”, hace notar el principal autor del estudio, Simon Donner, profesor de geografía en la Universidad de Columbia Británica, en Vancouver. “Es ingenua la idea de que una organización externa pueda llegar con dinero, experiencia e ideas a implementar algo con facilidad. Lo que necesitas es financiación sistemática y de largo plazo”.
Denis Jean Jacques Jordy, especialista senior en ambiente, en el Banco Mundial, reconoció hubo problemas con los primeros rompeolas, pero dijo que los subsecuentes, hechos de rocas, estuvieron mejor diseñados.
La pobreza limitante
No hay escasez de ideas para evitar el destino ambiental de Kiribati. La construcción que ha hecho China de islas artificiales en el mar de la China Meridional muestra la sofisticada tecnología en la ingeniería insular.
Sin embargo, tales medidas son financieramente poco realistas para un país pobre en recursos, como Kiribati. “No es que el lugar vaya a quedar completamente sumergido”, aclaró Donner. Y notó que, de hecho, algunas de sus islas habían aumentado de tamaño en los últimos años debido a la recuperación de tierras o a la dinámica costera natural. “Se trata de que vivir aquí se vuelve prohibitivo. Ese es el verdadero reto de Kiribati”.
La crisis paralela del agua dulce también se puede arreglar, a un costo. El agua potable es escasa en varias islas y el agua salada de las mareas altas se ha filtrado a algunos pozos. Muchos de los habitantes del sur de Tarawa, donde vive la mitad de la población del país, ahora recibe el agua potable exclusivamente de los tanques del agua de lluvia.
A los expertos les preocupa que, a medida que aumente el nivel del mar, habrá muchos más riesgos para las reservas frágiles de las napas freáticas de Kiribati; en tanto que con la próxima sequía se podría agotar rápidamente el suministro municipal y los tanques domésticos de agua de lluvia. Kiribati podría invertir en equipo de desalinización o traer agua potable en buques, pero se trata de un país que tiene un solo camino pavimentado.
“Todo se puede hacer”, dijo Doug Ramsay, gerente de la Cuenca del Pacifico en el Instituto de Investigación Acuífera y Atmosférica en Nueva Zelanda. “Pero será un ejercicio caro”.
¿Son refugiados?
Otra respuesta novedosa que está consiguiendo atención es la de aplicar la ley internacional sobre refugiados (fue elaborada después de la Segunda Guerra Mundial, en gran medida, para proteger a la gente que huyera a causa de la persecución política, religiosa o racial) a quienes se vean obligados a abandonar su casa debido al cambio climático.
En el 2012, Ioane Teitiota, un trabajador emigrante de Kiribati, solicitó asilo en Nueva Zelanda con el argumento de que no podía cultivar alimentos ni encontrar agua potable en su país debido a la intrusión marina. Su abogado, Michael Kidd, dijo que la distinción entre los refugiados ambientales y los políticos es arbitraria. “O eres un refugiado o no lo eres”, sentenció.
Los tribunales rechazaron el argumento y deportaron a Teitiota el año pasado. Kidd dijo que había apelado en la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos
No obstante, es posible que la emigración sea cada vez más importante. Tong dijo que esperaba preparar a su pueblo para movilizarse con programas de capacitación para el trabajo que cumplieran con los estándares que se reconocen en Australia y Nueva Zelanda. “La ciencia del cambio climático no es 100% precisa”, señaló en la entrevista. “Pero sabemos que, a la larga, nuestro pueblo tendrá que reubicarse, a menos que se asignen recursos, muy considerables, para mantener la integridad de la tierra.
Resignación y resistencia
Los habitantes de Buariki, un pueblo junto al mar, de chozas con techos de paja y enormes cocoteros, en la isla de Tarawa Norte, tienen cada vez más claras las amenazas costeras. Docenas de esas palmeras se han caído a lo largo de la playa debido a la erosión. El Banco Mundial estima que el 80% del pueblo, de unos cientos de metros de ancho, podría quedar sumergido en 2050.
Algunos pueblerinos dijeron que ya se resignaron a irse. “Nuestro gobierno ya tiene terrenos en Fiyi para la gente de Kiribati. Si hay más marejadas aquí, llevaran gente a vivir allá”, contó Kourabi Ngauea, de 29 años. “Pero depende del gobierno y si nos puede sostener”.
Otros no ven necesidad de irse. “Aquí es donde yo pertenezco”, expresó Aroita Tilamaen, de 76 años, mientras pelaba un coco en su patio. “Prefiero quedarme”.
Fuente: http://www.lagaceta.com.ar/nota/690477/medio-ambiente/pais-punto-ser-tragado-mar.html
Imagen: http://img.lagaceta.com.ar/fotos/notas/2016/07/17/tmb1_690477_201607161852080000001.jpg