HERMENÉUTICA DEL CONCEPTO LIBERTAD

Cómo hemos dicho anteriormente, la libertad está íntimamente relacionada con la liberación; no hay libertad sin liberación. Al respecto es sugerente la disertación de Epicteto sobre El arte de ser libre[1]. Lo significativo es que se trata de la disertación de un exesclavo, que valora la libertad y reflexiona sobre ella, es más, hace filosofía de la libertad. Se plantean la libertad los que son esclavizados, los que son dominados y sometidos. No hay libertad del que domina, del amo, del patrón, en el sistema mundo capitalista. No hay libertad del burgués. Desde la perspectiva de Epicteto, no tendría sentido, pues el amo, el patrón, el burgués, el que domina, se oponen a la libertad, pues esclavizan, someten, explotan, en definitiva, ejercen el poder.

Aquí comienza el contrasentido de uso del concepto de la libertad por parte del liberalismo, más aún por parte del neoliberalismo, se hace muchísimo más evidente por parte del llamado “liberalismo radical”, que radical solo lleva el nombre. La libertad de mercado y la libertad de empresa no son más que las pretensiones de legitimación de la burguesía, legitimación de algo que se opone al desenvolvimiento de la libertad. La libertad corresponde al que la necesita, al que no la tiene. En este caso al proletariado, al obrero, al trabajador, al pueblo explotado.

A pesar de estas contradicciones profundas el liberalismo ha continuado con una narrativa sobre la libertad, pretendiendo, además, ser el portavoz de la libertad. Esto es parte de las paradojas de la modernidad, de las ideologías de la modernidad, que se presentan, de manera contradictoria u ocultando su misma contradicción, como una apología de su misma dominación, es decir, de su misma negación de la libertad y obstrucción de la libertad.

En consecuencia, el discurso liberal, el discurso neoliberal y el discurso del “liberalismo radical” son narrativas que corresponden a la exaltación y legitimación de la dominación y de la explotación. Sin embargo, a pesar de esta situación, hay quienes creen en el discurso, sin asumirlo críticamente, sin decodificarlo adecuadamente, sin descifrar el sentido mismo de la narración. Entonces se quedan en la idea de libertad, mas bien, en la imagen de libertad; imagen que los convence, como si bastara enunciar el término para que la libertad aparezca como arte de magia. Esto, diríamos en lenguaje hegeliano, se trata de una enajenación.

En la actualidad, ante el derrumbe de los gobiernos “progresistas”, que han usado el concepto de justicia para legitimar su forma gubernamental clientelar, es decir, una forma de dominación política, que tiene efectos en el enriquecimiento de otra burguesía, la burguesía rentista, parte de la composición variada del bloque burgués. Hemos llamado a la burguesía rentista la burguesía que se beneficia del control del Estado.

En consecuencia, podemos decir que entre una burguesía liberal o bien, una burguesía comercial y financiera, que tiene su substrato en los propietarios latifundistas, la oligarquía terrateniente, y la burguesía rentista, la burguesía que se afinca sobre el engranaje masivo de los funcionarios, una burguesía burocrática, hay más complementariedad que oposición. Ciertamente ambas burguesías han pretendido mostrarse ante el público como antagónicas. Sin embargo, no lo son. Son cómplices del círculo vicioso del poder.

En la modernidad el concepto de libertad renace, por así decirlo, desplegado y desenvuelto en nuestras posibilidades interpretativas y significativas actualizadas. En su nacimiento o renacimiento el concepto de libertad está íntimamente ligado a las revoluciones sociales. Uno de los hitos de la revolución se sitúa en el imaginario de la revolución francesa, que adquiere su intensidad y radicalismo en la medida que se profundiza, pero también adquiere las connotaciones ensombrecedoras cuando la revolución entra en su decadencia, con la experiencia dramática y trágica del terror, su inversión del sentido con la emergencia y consolidación napoleónica.

La revolución francesa adquiere irradiación y expansión con las reapropiaciones locales y regionales, llevando el concepto de revolución a su connotación generalizada, a su universalización. Una de las experiencias de connotación mundial fue la guerra anticolonial de Haití, cuando los esclavos se revelaron a la dominación francesa. En este caso el concepto de libertad adquiere connotaciones anticoloniales y descolonizadoras. Libertad quiere decir suspensión y abolición de la esclavitud, pero también quiere decir suspensión y abolición del colonialismo. Es cuando la abolición de la esclavitud se asocia a la república. Son los parlamentarios afrohaitianos los que plantean en el congreso francés la abolición de la esclavización.

El concepto de libertad se enriquece, adquiere vuelo por así decirlo. El concepto de libertad se universaliza, también adquiere una composición conceptual y categorial más rica, de mayor connotación semántica. Más útil políticamente y con mayor capacidad connotativa.

El concepto de libertad tiene una connotación anticolonial, con semblante criollo, en la guerra de la independencia norteamericana, de las 13 provincias del este, al borde del Atlántico. En este caso la libertad y el carácter anticolonial se restringe a los criollos, a los voceros criollos del liberalismo trasatlántico. No incluye a las naciones y pueblos indígenas de Norteamérica. Podemos hablar de una restricción utilitaria del concepto de libertad, es decir, podemos hablar del empobrecimiento del concepto de libertad, su reducción al utilitarismo criollo, que se va a convertir en utilitarismo racial blanco. Es como decir que solo los blancos tienen derecho a la libertad, los demás se reducen a la condición de sometidos, de esclavos o condenados a las reducciones indígenas. Este derecho blanco a la «libertad», esta pretensión de supremacía, se da a la tarea de despojamiento, desposesión y de expropiación de los enormes territorios de las naciones y pueblos indígenas.

Del siglo XVIII al siglo XIX y después al siglo XX el concepto de libertad adquiere una arqueología del saber moderno. Las revoluciones sociales y políticas van a seguir su curso a lo largo del siglo XIX en Europa. En el caso del continente de Abya Yala, denominado América   por los conquistadores, durante el siglo XVIII se producen levantamientos indígenas y mestizos, tanto en el virreinato del Perú como en el virreinato de Nueva Granada. Aunque no se use de manera directa el concepto del libertad, estos acontecimientos serán el sustrato del concepto del libertad desenvuelto y desplegado en el siglo XX.

En el siglo XX las revoluciones sociales cobran una perspectiva definida por el marxismo, llegando a triunfar la revolución socialista en el imperio zarista, más tarde en el antiguo imperio chino, sometido al colonialismo europeo y japonés, a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. La revolución socialista china profundiza el concepto de liberación y el concepto de libertad, adquiriendo una connotación anticolonial y descolonizadora, definida tanto por la experiencia de la larga marcha campesina a nombre de la dictadura del proletariado, así como redefinida por la República Popular de China, es decir, por el Estado socialista. Podemos ver que las connotaciones del concepto de libertad y revolución, que estaban ligados desde la formación discursiva marxista, comienzan a mostrar sus dualismos paradójicos y a evidenciar sus contradicciones.

No podemos dejar de mencionar algo que ha ocultado tanto la historia universal, como la historia sesgada narrada por el marxismo, sobre todo por parte de las versiones del Partido Comunista, que se apropia del concepto comunismo y lo monopoliza. Esta otra historia tiene que ver con el anarquismo. Se puede decir que la conceptualización de la libertad en la formación discursiva y enunciativa, así como en la visibilidad anarquista, es otra, tiene otra composición, tiene un itinerario diferente en el desenvolvimiento de la conceptualización.

En el anarquismo la libertad no solamente está asociada la revolución social, sino fundamentalmente a la concepción de autogobierno y la autogestión. El acontecimiento de la liberación tiene que ver con respecto a todas las formas de dominación sociales, políticas, culturales, religiosas e ideológicas. Claro está, se sobreentiende, con respecto al Estado. De manera resumida, se puede decir que se trata de la liberación respecto a la dominación estatal, a la dominación del capital, a la dominación religiosa y a la dominación patriarcal.

El concepto de libertad anarquista supone múltiples planos de intensidad; se trata de una libertad social, de una libertad colectiva, de una libertad comunitaria, también de una libertad individual. Lo individual y lo colectivo no se contradicen, los individuos y lo social no se contradicen, al contrario, son complementarios. Una liberación social implica una liberación individual y viceversa. Hay colectivismo comunitarismo e individualismo en la concepción anarquista; se puede decir que también el feminismo es otro eje de la liberación múltiple anarquista, en la medida que se lleva adelante radicalmente la liberación respecto a las estructuras de dominación patriarcales.

Los espesores de intensidad involucrados en el concepto de libertad anarquista son primordiales; se considera la constitución de la subjetividad, no solamente del sujeto, sino de la ipseidad. Entre los espesores de intensidad del concepto de libertad anarquista se encuentra la concepción o la macro-concepción ecológica, la defensa de la vida y la defensa del planeta. La concepción de libertad en el sentido de armonía con el Oikos. No se puede hablar de libertad sin el contexto de armonía con los ciclos climáticos y planetarios.

En este caso podemos decir que el concepto de libertad anarquista también se enriquece con la memoria del concepto de libertad antiguo, particularmente en lo que respecta a la armonía con la naturaleza, en relación con El Arte de ser libre de Epicteto, aunque no solamente, pues se retoma el concepto griego de democracia como asamblea y autogobierno. Se puede decir que el concepto de libertad anarquista remonta una arqueología mayor, más compleja e integral, se proyecta como una nueva hermenéutica crítica, en constante apertura, en la lucha por la liberación plena y la búsqueda de la vida plena, de la felicidad.

Piotr Kropotkin, en “Fijos en la naturaleza”, expone una perspectiva ecológica de la ética, del ethos. Habla del instinto social, de la inclinación por la ayuda mutua en las especies. Parte de la tesis de Charles Darwin, de un Darwin desconocido para los difusores del darwinismo, que no conocen la interpretación evolutiva del instinto social, de la que comparten los seres humanos. Por parte de estos promotores del darwinismo se ha difundido la tesis de la lucha por la sobrevivencia, de la imposición del más fuerte. Aunque algunos difusores han matizado esta interpretación, sesgada de Darwin, expresando que el más fuerte es a la larga el que mejor se adapta. En los críticos de esta difusión, por cierto intencionada, se ha recalcado que se ha manipulado esta tesis, que se refiere a las especies, como si valiera para los individuos. Cuando se trata de las especies singulares y diferenciadas. Olvidan la interpretación de Darwin de la sobrevivencia de las especies donde prepondera el instinto social.

El liberalismo se ha agarrado de la tesis sesgada de los difusores malintencionados del darwinismo, han convertido la tesis del más fuerte por la lucha por la sobrevivencia en su torcida y abstracta tesis de la competencia. Si hubiera competencia en los miembros de la especie y no instinto social no habrían sobrevivido, al dejarse llevar por el instinto de sobrevivencia individual habrían perecido. Los liberales, los neoliberales y los llamados “liberales radicales”, que obviamente no han leído a cabalidad a Charles Darwin, sino que tienen una idea peregrina de su teoría, a través de una difusión malintencionada, desconocen el principio del instinto social. Como decimos, si se parte de una premisa equivocada las conclusiones van a ser equivocadas. No es la competencia la que ha permitido la sobrevivencia del ser humano sino en instinto social.

Piotr Kropotkin considera la posibilidad de una moral devenida de la naturaleza. El ser humano, al participar de la naturaleza, forma parte del desenvolvimiento de esta moral ancestral e integral. Se puede discutir aquí el uso del concepto de moral, por eso preferimos hablar de ética, del ámbito cultural del ethos. Sin embargo, hay que recordar que Kropotkin recarga el acento de moral en el apoyo mutuo, es decir, lo que llama instinto social, incluyendo a los seres orgánicos en esta inclinación existencial de los seres por la proliferante creatividad de la vida.

Volviendo al concepto de libertad anarquista este concepto no se disocia de la voluntad y de la ética. Supone el apoyo mutuo, la asociación del instinto social; en otras palabras, la empatía y el afecto social, que derivan en la complementariedad y la reciprocidad, además de la solidaridad social.

El concepto de libertad anarquista no separa individuo de sociedad; se trata de dos instancias del devenir social y del devenir de la subjetividad. El espesor social deviene y se pliega en el espesor de la subjetividad. Por otra parte, ambos espesores están comprendidos y contenidos en los espesores dinámicos ecológicos.

En El único y su propiedad Max Stirner desarrolló una exposición sobre la individualidad única, que supone el propio cuerpo[2]. Un cuerpo que se piensa, que piensa, que reflexiona, que se libera de las representaciones, del corpus representativo e ideológico. La certeza absoluta se encuentra en el yo. La libertad tiene que ver con la realización plena del sí mismo, de la mismidad, de la ipseidad.

La ética también tiene que ver con la virtud, ser ético es ser virtuoso, al mismo tiempo, ser libre es ser ético y virtuoso. No se puede ser libre sin ser ético ni virtuoso. La libertad entonces implica la realización de las capacidades y las potencialidades del ser. La libertad es la potencia, concebida como tal, como posibilidad de realización plena de las capacidades.

Cuán distinto es este concepto de libertad del concepto escaso, vacío, abstracto, liberal. La libertad liberal se restringe la libertad de comercio. Mejorando un poco, se puede decir que se refiere a la libertad del individuo, sin embargo, se trata de un individuo también abstracto y vaciado de su subjetividad, de su ethos, de su virtud. Un individuo tan pobre, tan escaso, tan vacío, no puede lograr su singularidad única, su individualidad plena, puesto que se trata de un individuo cosificado, que se reduce a la dimensión restringida de las cosas. Sin embargo, el liberalismo hace la apología de esta muerte, de esta nada, de este nihilismo liberal. Contemporáneamente se trata de una libertad y de un individuo suspendidos en la abstracción, que sólo existen de manera exaltada en el espectáculo, que ofrecen los medios de comunicación.

Los liberales no hablan, en realidad, de libertad, tampoco de individuo, sino de una caricatura de la libertad y de una caricatura del individuo. Su narrativa anima a estas caricaturas y las insufla de supuesta vida, las maneja como marionetas, desde los hilos que siguen el guion de la comedia, la libertad de mercado, la libre empresa, la competencia.

Según Max Stirner el cristianismo redujo al mundo al espíritu, el principio y el fin es el espíritu, la carne es solamente una transición, una envoltura pasajera. Haciendo una paráfrasis podríamos decir que el liberalismo reduce al mundo y al espíritu a la valorización abstracta dineraria, el mundo y el espíritu se contabilizan, forman parte de una ecuación, que expresa el incremento del caudal la acumulación de capital.

Esta figura se llama, en el pensamiento dialéctico, enajenación. Ludwig Feuerbach expuso la figura de enajenación en La esencia del cristianismo. En George Wilhelm Friedrich Hegel la enajenación aparece como momento contradictorio en la Fenomenología del espíritu, en la dialéctica de la ciencia de la experiencia de la consciencia. En Karl Marx la enajenación aparece como un momento de la conciencia de la lucha de clases, cuando la conciencia responde todavía al ser sí y no al ser para sí. Se puede decir que la enajenación liberal corresponde a la cosificación, incluso al desvanecimiento de la misma cosa, como cuando todo lo sólido se desvanece en el aire.

En el apartado Los modernos de El único y su propiedad Max Stirner habla de las analogías y diferencias con los antiguos, habla de la manera como los modernos vuelven, una y otra vez, al espíritu; caracteriza a los modernos como poseídos, define el mundo de los modernos como un mundo de fantasmas. Representa el fetiche de los modernos como la marota, es decir un palo con cabeza de muñeco, que hace como de espantapájaros; por último, define la jerarquía en los modernos en un itinerario de decadencia. Respecto a lo sagrado, los modernos habrían invertido la relación entre sujeto y predicado, convirtiendo el predicado en sujeto. Se sustituye lo sagrado, que es Dios, que es espíritu, absoluto, por el hombre, una esencia. Otra forma de la metamorfosis de lo sagrado. De esta manera van a proliferar las esencias, que sustituyen a lo sagrado, sacralizando, podríamos decir, otros fetiches, como el Estado, la nación, la patria. También podríamos incluir hoy al mercado en esta lista de fetiches.

Max Stirner dice en El único y su propiedad: “Arquímedes pedía para levantar la tierra un punto de apoyo fuera de ella. Es este punto de apoyo el que los hombres han buscado sin cesar y que cada cual ha tomado donde lo ha encontrado y como lo ha encontrado. Este punto de apoyo extraño es el mundo del espíritu, el mundo de las ideas, de los pensamientos, de los conceptos, de las esencias, etc…, es el cielo. Sobre el cielo se apoya uno para mover la tierra, y desde el cielo se inclina para contemplar las agitaciones terrestres y despreciarlas. Asegurarse el cielo, asegurarse sólidamente y para siempre el punto de apoyo celeste, ¡cuánto ha penado por eso la dolorosa e incansable humanidad!”[3]

Desde la perspectiva de Stirner el cristianismo es una religión que se opone al cuerpo de manera decidida y radical, es una religión esencialmente espiritual al humano, al mundo espiritual. En consecuencia, nada de lo que implique cuerpo, deseos del cuerpo, tiene valor, sólo tiene valor el sacrificio en la transición carnal para ascender al cielo.

Ocurre algo parecido con el amor al hombre, se ha convertido al hombre en un esencia, lo que sea es esencia, ese hombre universal, abstracto, que no es ningún hombre concreto. ¿Después del cristianismo, el humanismo ha seguido sus pasos? Al parecer sí, en tanto seguimos la huella de Stirner. Se sustituye el ideal de Dios por el ideal humano, que no es otra cosa que Dios hecho hombre, el hijo del hombre convertido, después de la resurrección, en el hombre mismo universal, el rostro de Cristo. Al respecto hay que acordarse de Gilles Deleuze y Félix Guattari. Entre Stirner y Deleuze se encuentra Friedrich Nietzsche, cuando concibe al hombre como un tránsito al superhombre, cuando critica al hombre como humano demasiado humano.

Stirner no busca al superhombre, sino abolir todo ideal, toda sustitución de lo sagrado, toda sustitución de Dios, abolir todos los fetichismos. Por eso podemos decir que Karl Marx se encuentra también entre Stirner y Deleuze. Marx critica a Stirner en la Sagrada familia de la Ideología alemana, sin embargo, está critica desmesurada y apasionada, además de excesiva, nos muestra a un Stirner caricaturizado por Karl Marx y Friedrich Engels, olvidando que retoman, tanto como Stirner, el desenvolvimiento del concepto hegeliano de enajenación. Concepto compartido por Ludwig Feuerbach, quién, en Esencia del cristianismo, dice que Dios es una criatura de la imaginación humana, que el hombre debe liberarse de esencialismo religioso y recuperar su condición humana, hacer de la religión un antropología. La crítica de Marx a Stirner no es honesta, pues es también heredero de Hegel y de la atmósfera filosófica del hegelianismo de izquierda. Friedrich Nietzsche mismo aparece como heredero de El único y su propiedad, sobre todo en su Genealogía de la moral. Se puede decir que Stirner inaugura la crítica de la moral y la crítica al fetichismo de la ideología.

Lo que hacen los liberales respecto Stirner no es heredarlo, debido a que están lejos de la riqueza conceptual hegeliana y la radicalidad de la crítica a todas las formas de fetichización, incluyendo, obviamente, la crítica a la valorización del dinero. En vez de esta herencia usan el concepto de individualismo de una manera mezquina y restringida, vaciada de su contenido filosófico, convertido en una caricatura del individuo, quien se convierte solamente en un dato en el espacio abstracto del mercado, donde se encuentran las curvas de la oferta y la demanda.

Haciendo una paráfrasis a Antonio Negri podemos decir que Stirner es una anomalía salvaje en toda esta historia de la filosofía de la crítica y de la crítica de la filosofía, que tiene que ver con las consecuencias del concepto de enajenación y sus narrativas teóricas.

La singularidad y su cuerpo 

Max Stirner escribe y publica El único y su propiedad. A estas alturas del debate y de la discusión sobre el individuo, el cuerpo, la sociedad y el Estado, además de la discusión y el debate sobre la libertad, la rebelión y la revolución, deberíamos hablar, mas bien, sobre las singularidad y su cuerpo. Ciertamente la singularidad es única, pero no parece apropiado usar el concepto de propiedad para referirse al cuerpo único, del único, de la única. Es mejor usar el concepto de cuerpo, desarrollado dinámicamente y de una manera integral por la perspectiva de la complejidad.

La singularidad es única, el cuerpo mismo es una composición singular y en constante devenir. El cuerpo es un espesor de dinámicas de fuerzas, fuerzas moleculares, también fuerzas molares, así como fuerzas atómicas, también fuerzas de partículas infinitesimales y ondas; por lo tanto, fuerzas cuánticas y de la física relativista, en el contexto de entramados corporales, de espesores territoriales y atmosféricos, de nichos ecológicos. ¿En estos contextos es adecuado hablar de egoísmo? No parece, salvo para definir al deseo del individuo, quizás a la práctica de su cumplimiento. El egoísmo forma parte de la competencia entre individuos; la competencia es un supuesto de la difusión darwinista, no de Darwin, pues él descubre la ayuda mutua, la predisposición para la asociación, el instinto social. Esto es elevar este presupuesto sesgado darwinistas, también spenceriano,  a la altura de un concepto universal, del cual quería escapar Max Stirner.

Por otra parte, la singularidad es ya una composición de singularidades, una asociación de singularidades. El cuerpo es una composición singular armónica. Max Stirner cae en la hondonada, de la que quería escapar, la fantasía de los universales.

No es el principio de competencia, no es el principio de egoísmo, lo que hace de condición de posibilidad del único, de la singularidad de los seres humanos y de los seres orgánicos. La condición de posibilidad es la capacidad de asociación de apoyo mutuo del instinto social. El error de Stirner es haber partido de esta premisa universal sesgada: la competencia, el egoísmo. No partir de la condición de posibilidad del acontecimiento, que es el estallido inicial y la proliferación de singularidades, la proliferación de asociaciones. En este sentido, tampoco se trata de poder. Después de Antonio Negri y Michael Hardt debemos distinguir poder de potencia. Poder como relación de fuerzas en concurrencia por la dominación, en cambio potencia como capacidad creativa de la vida.

El otro error de Max Stirner es suponer que el deseo del único es el poder, es decir la dominación, el despliegue de su voluntad de dominio, si se quiere, de su voluntad de gobierno. No se trata de la voluntad de potencia, que es como interpretamos la tesis de Friedrich Nietzsche, junto a las otras tesis, la muerte de Dios, eterno retorno de lo mismo, el súperhombre.

Formación enuciativa de la crítica 

Habría que hacer un arqueología del saber de la crítica, de la filosofía crítica, de lo que después se llamó teoría crítica, que continúa como crítica de la crítica, la crítica como deconstrucción,  así como acción, como diseminación, es decir, la complementariedad entre deconstrucción, que es hermenéutica crítica, y diseminación, que es acción política en Jacques Derrida. Desde esa perspectiva habría que evaluar lo que hacemos ahora desde la configuración de la macro-historia y el pensamiento complejo. Tendríamos que hacer una evaluación crítica de nuestra crítica, de nuestra crítica evaluativa, también considerar críticamente las dinámicas moleculares de lo que ocurre en las movilizaciones sociales y las resistencias, fuera de considerar sus proyecciones respecto a la invención del porvenir.

Todo esto es importante no solamente por lo que respecta a la autocrítica, al papel de autocrítica en el desenvolvimiento de la crítica, sobretodo de las consecuencias prácticas de la crítica, sino que es importante, sobretodo, por el esclarecimiento de la acontecimiento en su espesor actual y coyuntural. Obviamente hay que distinguir distintos recorridos, contextos diferenciados, en el desenvolvimiento y despliegue de la crítica. Por ejemplo es importante hacer un seguimiento de la filosofía crítica en Alemania, desde Emmanuel Kant hasta Karl Marx. Este contexto epistemológico se caracteriza por las herencias, continuidades y discontinuidades, desplazamientos y rupturas epistemológica, que se dan en esta historia de la filosofía crítica y de la crítica de la filosofía alemana, en el entramado histórico político y cultural del siglo XVII y del siglo XVIII. La relación Kant-Hegel es ilustrativa sobre el debate filosófico, que desata la inauguración de la crítica como sistema crítico por parte de Kant. A esta relación filosófica polémica se la sigue, se la asume como problema, en los discursos abiertos por las críticas de Kant, incluso podríamos decir que resulta dramática y tormentosa en la puesta en escena conceptual del despliegue del sistema dialéctico hegeliano. Continuando la crítica, el desenvolvimiento de la crítica como pensamiento y forma de pensamiento, los neohegelianos de izquierda buscan superar la filosofía dialéctica de Hegel. La problemática clave es el campo configurativo  de la enajenación, que es un concepto dialéctico en la ciencia de la experiencia de la conciencia o fenomenología de espíritu. Marx, que fue hegeliano de izquierda, se convierte en disidente, inaugura otro curso de la crítica, conocida como crítica de la economía política. Sin embargo no se desentiende de la epistemología de dialéctica de Hegel, a pesar que, según él, pone de pie lo que estaba de cabeza, tampoco se desentiende del sustrato conceptual de la enajenación. La crítica del ideología alemana tiene que ver con distintas interpretaciones del concepto de enajenación y diferentes desarrollos teóricos. El capítulo clave del capital, incluso para interpretar el capital o, como se dice, para leer el capital, es donde se encuentra la crítica del fetichismo de la mercancía. Esta categoría de fetichismo, que también es una metáfora, que se encamina a conceptualizarse, deviene del sustrato heredado del campo configúrante de enajenación.

Nietzsche retoma la crítica, la tradición crítica, por otro lado, otro recorrido distinto; crítica que busca ser demoledora. Escribe con sangre y golpea con martillos, como él mismo dice. A diferencia de las teóricos anteriores mencionados, de la filosofía alemana, Nietzsche no es dialéctico, al contrario, se opone a la dialéctica, de una manera antagónica, desenvuelve su crítica contra la dialéctica. El libro más ilustrativo de este antifilósofo, como él mismo se considera, es ciertamente Genealogía de la moral. No hay que olvidar que se puede considerar a esta crítica de la moral común epicentro del terremoto filosófico, crítica que desencadena movimientos tectónicos. Se puede seguir esta secuencia perturbadora en libros anteriores y posteriores a la Genealogía de la moral. Por ejemplo en Aurora, también en Así habló Zaratustra. Sin embargo, el concepto de enajenación sigue siendo clave en la crítica de la filosofía, en la crítica de la moral, en la crítica de la modernidad de Nietzsche. Este hilo es el que mantiene unido el tejido de la crítica, a pesar de las rupturas.

No podríamos entender este acontecimiento contrafilosófico de Nietzsche sin la incursión crítica y peculiar, quizás antecedente tanto de Nietzsche como de Marx, aunque no sea muy claro respecto de este último, de Max Stirner. En El único y su propiedad Max Stirner desarrolla una crítica de la moral, que contiene las figuras que van a aparecer más desarrolladas en la Genealogía de la moral. Por otra parte, la crítica del Estado aparece de manera anticipada, respecto de Marx, en Max Stirner. Se trata de una crítica más amplia a los fetichismo de la sociedad y de los hombres. También encontramos en Stirner un retorno al cuerpo, una recuperación del cuerpo como acontecimiento existencial, una perspectiva dinámica y material, para abordar los problemas heredados y contingentes. En este sentido hallamos un vínculo con Baruch Spinoza, en esta arqueología de la crítica.

Obviamente no podemos olvidarnos, de ninguna manera, de Arthur Schopenhauer, quien en El mundo como voluntad y representación distingue entre mundo de la representaciones y mundo efectivo. Diferenciación que va a ser retomada y considerada por Max Stirner también por Karl Marx. La cuestión de la voluntad aparece con mucha fuerza, incluso considerada como primordial, en Schopenhauer. Temática y problemática que van a ser reiterados en Max Stirner y Friedrich Nietzsche en sus críticas respectivas de la moral.

Es distinto el tratamiento que da Piotr Kropotkin a la moral, pues considera la moral, mejor dicho la ética, como virtud, íntimamente vinculada a la inclinación por el apoyo mutuo por las asociación, es decir, el instinto social. Retomando a Darwin, desde una lectura diferente, que no remarca la competencia y la concurrencia, la lucha por la sobrevivencia, sino, mas bien, resalta el instinto social, la asociación, el apoyo mutuo. Kropotkin considera las costumbres como substrato de la moral, que sostienen y cohesionan la asociación y a la sociedad. De esta manera, con estas perspectivas se abre el apoyo mutuo como autogobierno del pueblo.

Cómo se puede ver la enajenación, la genealogía de las costumbres y el ethos son configuraciones rerurrentes, que hay que seguir en la dinámica de este tejido epistemológico de la crítica. A pesar de las diferencias, que podamos encontrar en el tejido epistemológico de referencia, hay obsesiones reiterativas, que tienen ocupados a los filósofos, a los teóricos y contrafilósofos de la crítica. ¿Qué son entonces estos hilos, en la composición del tejido epistemológico del que hablamos?

Estos hilos de los que hablamos, con los que se hace el tejido de la composición interpretativa y la narración teórica, están hechos de experiencia social, de memoria social, de prácticas y lenguajes cotidianos, además de habitus y narrativas configuradas y consolidadas. Los hilos son un producto complejo de lo que deviene de la experiencia, se convierten en comprensión, en entendimiento, en conocimiento, en saber e interpretaciones. Los hilos son también recorridos del tejido epistemológico, que hacen a los entramados del tejido, podríamos decir que se trata de substratos, de donde emerge el tejido dinámico, integral y en constante devenir. Cómo hemos dicho más arriba, son obsesiones persistentes en la construcción de las interpretaciones, tanto narrativas de toda índole, así como teóricas.

La configuración epistemológica de la enajenación es uno de sus hilos. Configuración que ha sido retomada a lo largo del desenvolvimiento de la filosofía alemana del siglo XIX. Después queda como herencia y temática de lo que viene, la continuidad de la filosofía moderna en el siglo XX, incluso de la crítica de la filosofía en el siglo XX, con sus reminiscencias en el siglo XXI.

Fuente de la información e imagen:  https://pradaraul.wordpress.com

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Entrevista a David Harvey : “No existe una idea buena y moral que el capital no pueda apropiarse y convertir en algo horrendo”

Por: Daniel Denvir 

Ha pasado más de siglo y medio desde que Karl Marx publicara el primer volumen de El capital. Es una obra enorme e intimidante que muchos lectores podrían sentirse tentados de pasar por alto; el erudito radical David Harvey cree que no deberían hacerlo.

Harvey lleva décadas impartiendo clases sobre El capital. Sus populares cursos sobre los tres volúmenes del libro están disponibles de forma gratuita en la red y los han visitado millones de personas de todo el mundo. El último libro de Harvey, Marx, El capital y la locura de la razón económica, es una guía más breve de los tres volúmenes. En él se ocupa de la irracionalidad inherente a un sistema capitalista cuyo funcionamiento se supone que es todo lo contrario.

Harvey habló con Daniel Denvir para el podcast The Dig, de Jacobin Radio, acerca del libro, las energías a un tiempo creativas y destructivas del capital, el cambio climático y de por qué sigue mereciendo la pena luchar con El Capital.

Lleva bastante tiempo impartiendo clases sobre El capital. Describa brevemente los tres volúmenes.

Marx entra mucho en los detalles y a veces es difícil hacerse una idea exacta del concepto general que aborda El capital. Pero en realidad es sencillo. Los capitalistas empiezan el día con cierta cantidad de dinero, llevan ese dinero al mercado y compran algunas mercancías como medios de producción y mano de obra, y las ponen a trabajar en un proceso laboral que produce una nueva mercancía. Esa nueva mercancía se vende por dinero más un beneficio. Después, ese beneficio se redistribuye de varias maneras, en forma de rentas e intereses, y circula de nuevo hacia ese dinero, que inicia el ciclo de producción nuevamente.

El volumen uno de El Capital es una obra maestra literaria, mientras que los volúmenes dos y tres son más técnicos y más difíciles de seguir

Es un proceso de circulación. Y los tres volúmenes de El capital tratan diferentes aspectos de dicho proceso. El primero se ocupa de la producción. El segundo trata de la circulación y lo que llamamos “realización”: la forma en que la mercancía se convierte de nuevo en dinero. Y el tercero se ocupa de la distribución: cuánto dinero va al propietario, cuánto al financiero y cuánto al comerciante antes de que todo se dé la vuelta y regrese al proceso de circulación.

Eso es lo que trato de enseñar de modo que la gente entienda las relaciones entre los tres volúmenes de El capital y no se pierda totalmente en un volumen o en partes de ellos.

En ciertos aspectos difiere de otros estudiosos de Marx. Una diferencia importante es que presta mucha atención a los volúmenes dos y tres, mientras que a muchos especialistas de Marx les interesa principalmente el primer volumen. ¿Por qué?

Son importantes porque lo dice Marx. En el volumen uno básicamente dice: “En el volumen uno me ocupo de esto, en el volumen dos me ocupo de aquello y en el volumen tres me ocupo de lo de más allá”. Está claro que en la mente de Marx existía la idea de la totalidad de la circulación del capital. Su plan era dividirlo en estas tres partes en tres volúmenes. De modo que sigo lo que Marx dice que hace. Ahora bien, el problema, por supuesto, es que los volúmenes dos y tres nunca se completaron, y no son tan satisfactorios como el volumen uno.

Pedir prestado consiste en hipotecar el futuro. Esa hipoteca sobre el futuro es una parte esencial de lo que trata El capital

El otro problema es que el volumen uno es una obra maestra literaria, mientras que los volúmenes dos y tres son más técnicos y más difíciles de seguir. De modo que puedo entender por qué, si la gente quiere leer a Marx con cierta alegría y placer, se quede con el volumen uno. Pero lo que quiero decir es: “No, si verdaderamente quieres entender su concepto del capital, no puedes quedarte con que se trata de una simple cuestión de producción. Se trata de circulación. Se trata de llevarlo al mercado y venderlo, después se trata de distribuir las ganancias”.

Uno de los motivos de su importancia es que lo necesitamos para comprender esta dinámica de expansión constante que alienta el capitalismo, lo que usted llama un “mal infinito”, citando a Hegel. Explique qué es ese “mal infinito”.

La idea del “mal infinito” aparece en el volumen uno. El sistema tiene que expandirse porque todo consiste en ganar dinero, en generar lo que Marx llamó una “plusvalía”, y la plusvalía luego se reinvierte en la creación de más plusvalía. De modo que el capital se basa en un crecimiento constante.

Y lo que hace es lo siguiente: si creces un 3 % al año constantemente, llegas a un punto en que la cantidad de crecimiento necesario es absolutamente enorme. En la época de Marx hay mucho espacio en el mundo para expandirse, mientras que en estos momentos estamos hablando de una tasa de crecimiento compuesto del 3 % en todo que está acaeciendo en China, el sur de Asia y América Latina. Y surge el problema: ¿hacia dónde te vas a expandir? Ese es el mal infinito que se está gestando.

En el volumen tres, Marx dice que tal vez la única forma en que puede expandirse es mediante la expansión monetaria. Porque con el dinero no hay límite. Si hablamos de usar cemento o algo así, hay un límite físico de la cantidad que se puede producir. Pero con el dinero, simplemente se pueden agregar ceros a la oferta monetaria global.

Si nos fijamos en lo que hicimos después de la crisis de 2008, agregamos ceros a la oferta monetaria mediante algo llamado “flexibilización cuantitativa”. Ese dinero regresó después a los mercados de valores y después a las burbujas de activos, especialmente en los mercados inmobiliarios. Ahora tenemos una situación extraña en la que, en cada área metropolitana del mundo que he visitado, hay un gran auge de la construcción y de los precios de los activos inmobiliarios –todo lo cual está siendo impulsado por el hecho de que se está generando dinero que no sabe a dónde ir, excepto a la especulación y al valor de los activos–.

Tiene formación de geógrafo y para usted la explicación que ofrece Marx sobre el capitalismo es fundamentalmente la de lidiar con problemas de espacio y tiempo. El dinero y el crédito son formas de resolver estos problemas. Explique por qué estos dos ejes de espacio y tiempo son tan críticos.

Por ejemplo, el tipo de interés consiste en un descuento en el futuro. Y pedir prestado consiste en hipotecar el futuro. La deuda es hipotecar la producción futura. De este modo, el futuro está hipotecado porque tenemos que pagar nuestras deudas. Pregúntele a cualquier estudiante que deba 200.000 dólares: su futuro está hipotecado porque tiene que pagar esa deuda. Esa hipoteca sobre el futuro es una parte esencial de lo que trata El capital.

El tema del espacio tiene cabida porque a medida que comienzas a expandirte, siempre existe la posibilidad de que si no puedes expandirte en un espacio determinado, cojas tu capital y te vayas a otro espacio. Por ejemplo, en el siglo XIX, Gran Bretaña estaba produciendo una gran cantidad de capital excedente por lo que una gran parte fluía hacia América del Norte, otra a través de América Latina y otra hacia Sudáfrica. De modo que en esto hay un factor geográfico.

La expansión del sistema consiste en conseguir lo que yo llamo “soluciones espaciales”. Tienes un problema: tienes un exceso de capital. ¿Qué vas a hacer al respecto? Bueno, tienes una solución espacial, lo cual significa que sales y construyes algo en otro lugar del mundo. En un continente “inestable” como Norteamérica en el siglo XIX hay una enorme cantidad de lugares en los que se puede expandir. Pero ahora Norteamérica está bastante cubierta.

La reorganización espacial no consiste simplemente en  expandirse. También consiste en reconstruir. Logramos la desindustrialización de Estados Unidos y Europa, y después la reconfiguración de una zona a través de la remodelación urbana, de modo que las fábricas de algodón en Massachusetts se convierten en bloques de apartamentos.

Ha hablado de un futuro que está siendo hipotecado. Ese término se ajusta muy bien a las deudas sobre las viviendas, obviamente.

Por eso creo que el término “hipotecar” es muy interesante. Millones de personas perdieron sus casas con la crisis. Se les hipotecó el futuro. Pero al mismo tiempo, la economía del endeudamiento no ha desaparecido. Se podía pensar que después de 2007-2008 habría una pausa en la creación de deuda. Pero, en realidad, lo que se ve es un enorme aumento de la deuda .

En estos momentos nos estamos quedando sin espacio y tiempo. Ese es uno de los grandes problemas del capitalismo contemporáneo

El capitalismo contemporáneo nos carga cada vez con más deuda. Eso debería preocuparnos a todos. ¿Cómo se amortizará? ¿Y con qué medios? ¿Y vamos a acabar con más y más creación de dinero, que después no tiene adónde ir excepto a la especulación y el valor de los activos?

Ahí es cuando empezamos a construir para que las personas inviertan, no para que las personas vivan. Una de las cosas más asombrosas de la China contemporánea, por ejemplo, es que se han construido ciudades enteras que aún no se han habitado. Sin embargo, la gente las ha comprado porque es una buena inversión.

Es precisamente ese tema del crédito lo que le llevó a tomar prestada una frase de Jacques Derrida: “La locura de la razón económica”. Coloquialmente se apela a la locura y la demencia para estigmatizar o atribuir un carácter patológico a las personas con enfermedades mentales. Pero lo que nos muestra Marx, y lo que nos muestra su libro, es que lo realmente demencial es el sistema.

La mejor forma de medirlo es observar lo que sucede en una crisis. El capital provoca crisis periódicamente. Una de las características de una crisis es que hay un excedente de mano de obra –personas desempleadas que no saben cómo subsistir–  al tiempo que excedentes de capital que no parecen encontrar un lugar donde colocarse para obtener una rentabilidad adecuada. Tienes estos dos excedentes uno al lado del otro en una situación en la que la necesidad social es crónica.

Necesitamos juntar capital y trabajo para efectivamente crear algo. Pero no se puede hacer porque lo que se quiere crear no es rentable, y si no es rentable, el capital no lo hace. Se pone en huelga. De modo que terminamos con capital excedente y mano de obra excedente, uno al lado de la otra. Es el colmo de la irracionalidad.

Recientemente, usted escribió en Jacobin que Marx rompió con los socialistas moralistas como Proudhon, Fourier, Saint-Simon y Robert Owen. ¿Quiénes eran estos socialistas y por qué y cómo se apartó Marx de ellos?

En las primeras etapas del desarrollo capitalista hubo problemas obvios de condiciones de trabajo. Personas razonables, incluidos los profesionales y la burguesía, comenzaron a mirar esto con horror. Se desarrolló una especie de repugnancia moral contra el industrialismo. Muchos de los primeros socialistas eran moralistas, en el buen sentido del término, y expresaron su indignación afirmando que podemos construir una sociedad alternativa basada en el bienestar comunitario y la solidaridad social y cuestiones de ese tipo.

Se nos enseña que el sistema económico capitalista es sumamente racional. Pero no lo es. De hecho, genera increíbles sinrazones

Marx examinó la situación y dijo que, en realidad, el problema con el capital no es que sea inmoral. El problema con el capital es que es casi amoral. Tratar de confrontarlo con la razón moral nunca va a llegar muy lejos porque el sistema se genera y se reproduce a sí mismo. Tenemos que lidiar con esa autorreproducción del sistema.

Marx adoptó una visión mucho más científica del capital y dijo: ahora necesitamos reemplazar todo el sistema. No se trata solo de arreglar las fábricas, tenemos que lidiar con el capital.

¿Ha visto El joven Karl Marx?

He visto la película y la obra de teatro. Marx es un personaje de su tiempo y creo que es interesante mirarlo desde esa perspectiva.

Pero lo que quiero decir es que hay que fijarse en cómo, con su fuerza motriz, nos aprisiona a todos en deudas –seguimos en una sociedad que se mueve por la acumulación de capital. Marx elaboró un razonamiento partiendo de las particularidades de su tiempo, habló de la dinámica de la acumulación de capital y señaló su carácter contradictorio–. Marx decía que debemos ir más allá de la protesta moral. Se trata de describir un proceso sistemático con el que debemos lidiar y cuya dinámica debemos comprender. Porque, de lo contrario, la gente intenta crear algún tipo de reforma moral, y entonces es el capital quien se apropia de la reforma moral.

Es verdaderamente fantástico que tengamos Internet, algo que en un principio todo el mundo pensó que sería una gran tecnología liberadora que conferiría gran libertad a los seres humanos. Y fíjate lo que ha pasado. Está dominada por unos cuantos monopolios que recopilan nuestros datos y se los entregan a todo tipo de personajes sórdidos que los utilizan con fines políticos.

Algo que comenzó como una verdadera tecnología liberadora de repente se convierte en un vehículo de represión y opresión. Si se pregunta: “¿cómo ha ocurrido?”, se responde que ha sido causa de algunas personas malvadas o, como Marx, que el carácter sistémico del capital siempre hace eso.

No existe una idea buena y moral que el capital no pueda apropiarse y convertir en algo horrendo. Casi todos los modelos utópicos que han aparecido en el horizonte durante los últimos cien años se han convertido en una distopía por la dinámica capitalista. Eso es lo que apunta Marx, que dice: “Tienes que lidiar con ese proceso. Si no lo haces, no crearás un mundo alternativo que pueda ofrecer libertad a todos los seres humanos”.

Hablemos de las contradicciones de ese proceso. Marx fue un feroz crítico del capitalismo, pero también fue un admirador de su capacidad de destrucción creativa. Pensaba, por ejemplo, que el capitalismo era una gran mejora con respecto al feudalismo. ¿Cómo deberíamos considerar esa capacidad destructiva en la actualidad? Gran parte de lo que destruye el capitalismo es bastante obvio. Por otro lado, debemos tener en cuenta el aumento de los ingresos en lugares como China e India y ese gigantesco proceso de construcción de infraestructuras que se está dando en países como aquellos. ¿Cómo aborda usted estos procesos contradictorios?

Tienes razón al mencionar esto porque Marx no es un mero crítico del capitalismo, también admira algunas de las cosas que construye el capitalismo. Para Marx esa es la mayor contradicción de todas.

Marx decía que debemos ir más allá de la protesta moral. De lo contrario, la gente intenta crear algún tipo de reforma moral, y entonces es el capital quien se apropia de la reforma moral

El capital ha desarrollado la capacidad, desde el punto de vista tecnológico y organizativo, de crear un mundo mucho mejor. Pero lo hace a través de relaciones sociales de dominación en lugar de emancipación. Esa es la contradicción principal. Y Marx insiste: “¿Por qué no usamos toda esta capacidad tecnológica y organizativa para crear un mundo liberador, en lugar de uno que consista en la dominación?”

Una contradicción relacionada con esta es el modo en que los marxistas debían de considerar el debate actual en torno a la globalización, que se ha vuelto más confuso y confuso que nunca. ¿Cómo cree que la izquierda debería contemplar el debate sobre el proteccionismo de Trump de forma que difiera del dedo acusador de los economistas convencionales?

En realidad Marx aprobaba la globalización. En el Manifiesto Comunista hay un pasaje maravilloso que trata de ello. Lo ve como potencialmente emancipatorio. Pero, nuevamente, la pregunta es por qué no se aprovechan esas posibilidades emancipadoras. ¿Por qué se utilizan como medio de dominación de una clase sobre otra? Sí, es cierto que algunas personas en el mundo han mejorado sus ingresos, pero ocho hombres poseen misma riqueza que aproximadamente el 50 % de la población mundial.

Marx dice que tenemos que hacer algo al respecto. Pero, al hacerlo, no hay que ponerse nostálgicos y decir: “Queremos volver al feudalismo” o “queremos vivir de la tierra”. Tenemos que pensar en un futuro progresista que emplee todas las tecnologías que tenemos, pero con un propósito social en lugar de aumentar la riqueza y el poder que cada vez se concentran en menos manos.

Que es la razón por la que Marx rompió con sus contemporáneos socialistas románticos. En cuanto a lo que las teorías económicas liberales y los economistas convencionales pasan por alto sobre todo esto, usted cita un pasaje de Marx: “Cada motivo que ellos” –los economistas– “exponen  contra la crisis es una contradicción exorcizada y, por lo tanto, una contradicción real, que puede provocar una crisis. El deseo de convencerse de la inexistencia de contradicciones es al mismo tiempo la expresión de un deseo piadoso de que las contradicciones, que están realmente presentes, no existan”. ¿Qué se propone hacer la economía dominante? ¿Y qué omiten u ocultan en el proceso?

Odian las contradicciones. No encaja con su visión del mundo. A los economistas les encanta afrontar lo que llaman problemas, y los problemas tienen solución. Las contradicciones no. Permanecen contigo todo el tiempo y, por tanto, tienes que gestionarlas.

Se intensifican en lo que Marx llamó “contradicciones absolutas”. ¿Cómo afrontan los economistas el hecho de que en las crisis de las décadas de 1930 o 1970 o en la más reciente el capital excedente y la mano de obra excedente se encuentren uno junto a la otra y nadie parezca tener la menor idea de cómo volver a unirlos para que puedan trabajar con fines socialmente productivos?

El capital ha desarrollado la capacidad de crear un mundo mucho mejor. Pero lo hace a través de relaciones sociales de dominación en lugar de emancipación

Keynes intentó hacer algo al respecto. Pero, por lo general, los economistas no tienen idea de cómo lidiar con estas contradicciones mientras que Marx sostiene que esa contradicción está en la esencia de la acumulación de capital. Y esa contradicción provoca periódicamente esas crisis que se cobran vidas y crean miseria.

Es necesario abordar ese tipo de fenómenos. Y la economía no tiene una buena forma de plantearlos.

En cuanto a esa contradicción, en su libro especifica que “el capital excedente y la mano de obra excedente coexisten sin que aparentemente haya forma de volver a unirlos”. Después de la crisis reciente, ¿cómo se reencontraron esos dos elementos –el capital excedente y la mano de obra excedente–,  y el modo en lo hicieron ha derivado en una nueva forma de capitalismo, distinta de la que prevalecía antes de la crisis? ¿Seguimos viviendo bajo el neoliberalismo o ha echado raíces algo nuevo?

La respuesta a la crisis de 2007-2008 fue, en la mayor parte del mundo –excepto China–, redoblar la apuesta hacia una política de austeridad neoliberal. Lo cual empeoró las cosas. Desde entonces hemos sufrido más recortes. No ha funcionado muy bien. El desempleo ha ido bajando lentamente en Estados Unidos, pero por supuesto se ha disparado en lugares como Brasil y Argentina.

Y el crecimiento de los salarios es bastante lento.

Sí, los salarios no se han movido. Después está lo que ha estado haciendo la administración de Trump. En primer lugar, ha seguido algunas políticas muy neoliberales. El presupuesto que aprobaron hace casi un año es un documento puramente neoliberal. Básicamente beneficia a los tenedores de bonos y a los propietarios de capital, y el resto ha quedado al margen. Y lo otro que ha pasado es la desregulación, que tanto gusta a los neoliberales. La administración Trump ha redoblado la desregulación: del medio ambiente, las leyes laborales y todo lo demás. Así que en realidad se han duplicado las soluciones neoliberales.

El argumento neoliberal tuvo mucha legitimidad en las décadas de 1980 y 1990 como algo que, de alguna manera, era liberador. Pero ya nadie se lo cree. Todo el mundo se da cuenta de que es una estafa en la que los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres.

Para Marx no hay que ponerse nostálgicos y decir: “Queremos volver al feudalismo” o “queremos vivir de la tierra”. Tenemos que pensar en un futuro progresista

Sin embargo, estamos empezando a ver el posible surgimiento de un proteccionismo-autarquía etnonacionalista, que es un modelo diferente. Y no encaja muy bien con los ideales neoliberales. Podríamos dirigirnos hacia algo mucho menos agradable que el neoliberalismo, la división del mundo en facciones guerreras y proteccionistas que luchan entre sí por el comercio y todo lo demás.

El argumento de alguien como Steve Bannon es que debemos proteger a los trabajadores estadounidenses de la competencia en el mercado laboral limitando la inmigración. En lugar de culpar al capital, culpa a los inmigrantes. El segundo argumento es sostener que también podemos obtener apoyo de esa población mediante la imposición de aranceles y culpando a la competencia china.

En efecto, tienes una política de derecha que está ganando mucho apoyo por ser antiinmigrante y antideslocalización. Pero el hecho es que el mayor problema de los trabajos no es la deslocalización, sino el cambio tecnológico. Alrededor del 60 o 70 % del desempleo que se generó a partir de la década de 1980 se debió al cambio tecnológico. Quizás el 20 o el 30 % se debió a la deslocalización.

Pero la derecha ahora tiene una política. Esa política no solo se está dando en Estados Unidos, se da en Hungría, India, hasta cierto punto en Rusia. La política autoritaria y etnonacionalista está comenzando a dividir el mundo capitalista en facciones en guerra. Sabemos lo que sucedió con ese tipo de cosas en la década de 1930, algo que debería preocuparnos mucho a todos. No es una respuesta al dilema del capital. En la medida en que el etnonacionalismo conquiste al neoliberalismo, nos espera un mundo aún más feo del que ya hemos vivido.

Estas contradicciones son importantes dentro de la coalición conservadora que gobierna en Estados Unidos, pero creo que es un error que la gente las vea como nuevas. Han estado latentes durante mucho tiempo.

Ah, sí. Por ejemplo, en Gran Bretaña, a finales de la década de 1960, un discurso de Enoch Powell hablaba de “ríos de sangre” si continuábamos con aquellas políticas de inmigración. El fervor antiinmigrante existe desde hace mucho tiempo.

La administración Trump ha redoblado la desregulación: del medio ambiente, las leyes laborales y todo lo demás. Así que en realidad se han duplicado las soluciones neoliberales

Pero durante las décadas de 1980 y 1990 se las arreglaron para mantenerlo en secreto porque había suficiente dinamismo en la economía capitalista global para que la gente dijera: “Este régimen de comercio abierto y libre, y unas políticas de inmigración razonablemente benignas funcionan”. Desde entonces ha avanzado mucho en la otra dirección.

Ha mencionado el enorme poder de la automatización. ¿Qué dice Marx sobre la automatización y qué opina usted de ella? ¿Está realmente cerca el final del trabajo?

Vine a Estados Unidos en 1969 y fui a Baltimore. Allí había una enorme fábrica de hierro y acero que empleaba a unas treinta y siete mil personas. En 1990, la acería seguía produciendo la misma cantidad de acero, pero empleaba a unas cinco mil personas. Ahora el trabajo en acero prácticamente ha desaparecido. La cuestión es que en la manufactura, la automatización eliminó los empleos en masa por todas partes, muy rápido. La izquierda pasó mucho tiempo tratando de defender esos empleos y luchó desde la retaguardia contra la automatización.

Fue una estrategia incorrecta por dos razones. La automatización venía de todos modos y era un caso perdido. En segundo lugar, no veo por qué la izquierda debería oponerse absolutamente a la automatización. La postura de Marx, en la medida en que tuviera alguna, sería que deberíamos hacer uso de esta inteligencia artificial y automatización, pero de modo que aliviara la carga de trabajo.

La izquierda debería estar trabajando por una política que diga: “Damos la bienvenida a la inteligencia artificial y la automatización, pero para que nos proporcionen mucho más tiempo libre”. Uno de los grandes puntos que sugiere Marx es que el tiempo libre es una de las cosas más emancipadoras que podemos tener. Suya es esta bonita frase: el reino de la libertad comienza cuando se deja atrás el reino de la necesidad. Imagínese un mundo en el que se pudieran cubrir las necesidades. Trabajar uno o dos días a la semana, y el resto del tiempo es tiempo libre.

La política autoritaria y etnonacionalista está comenzando a dividir el mundo capitalista en facciones en guerra

Ahora bien, disfrutamos de todas las innovaciones que ahorran trabajo en el proceso laboral y también en el hogar. Pero si se le pregunta a la gente si tiene más tiempo libre del que tenía antes, la respuesta es: “No, tengo menos tiempo libre”. Hay que organizar todo esto de modo que tengamos todo el tiempo libre posible, de forma que un miércoles a las cinco en punto puedas ir a hacer lo que quieras. Este es el tipo de sociedad imaginada que Marx tiene en mente. Y es una idea obvia.

Lo que nos detiene es que todo eso se utilice para apuntalar las ganancias de Google y Amazon. Hasta que no nos ocupemos de las relaciones sociales y de las relaciones de clase que hay detrás de todo esto, no podremos utilizar esos fantásticos dispositivos y oportunidades de modo que beneficien a todo el mundo.

¿Qué opina de los programas de renta básica universal?

En Silicon Valley quieren una renta básica universal para que la gente tenga suficiente dinero para pagar Netflix, eso es todo. ¿Qué mundo es ese? Hablamos de una distopía. La renta básica universal es una cosa, el problema es Silicon Valley y toda esa gente que está acaparando los medios de comunicación y entretenimiento.

En algún momento la renta básica universal podría incluirse en la agenda, pero no es una de mis máximas prioridades políticas. De hecho, hay aspectos que tienen unos riesgos muy negativos, tal y como sugiere el modelo de Silicon Valley.

¿Cree que el cambio climático pone límites claros a la expansión permanente que requiere el capitalismo o el capitalismo podrá capear la crisis climática intacto, en detrimento de los demás?

No veo por qué la izquierda debería oponerse absolutamente a la automatización. La postura de Marx sería que deberíamos hacer uso de ella de modo que aliviara la carga de trabajo

El capital podría capear la crisis del cambio climático. De hecho, si nos fijamos en los desastres climáticos, el capital puede convertir esto en lo que Naomi Klein llama “capitalismo de desastres”. Hay un desastre, y bueno, hay que reconstruir. Eso ofrece muchas oportunidades al capital para recuperarse de los desastres climáticos de manera rentable.

Desde el punto de vista humanitario creo que no saldremos nada bien de esto. Pero el capital es diferente. El capital puede salir bien parado de estas cosas y mientras sea rentable, lo harán.

Hablemos de resistencia. Usted escribe que la producción y el consumo son dos facetas centrales del capitalismo y que “las luchas sociales y políticas contra el poder del capital, dentro de la totalidad de la circulación del capital, toman diferentes formas y exigen diferentes tipos de alianzas estratégicas si quieren tener éxito”. ¿Cómo deberíamos plantearnos la relación entre las luchas laborales, por una parte, y las luchas contra el estado –contra el encarcelamiento masivo, contra los desalojos de los terratenientes o los préstamos abusivos–  por la otra?

Una de las virtudes de considerar el capital como una totalidad y pensar en todos los aspectos de la circulación del capital es que se identifican diferentes escenarios de lucha. Por ejemplo, la cuestión medioambiental. Marx habla de la relación metabólica con la naturaleza. Por lo tanto, las luchas por la relación con la naturaleza se vuelven políticamente significativas. En este momento muchas personas que están preocupadas por el tema ambiental dirán: “Podemos lidiar con esto sin afrontar la acumulación de capital”.

Me opongo a eso. En algún momento tendremos que lidiar con la acumulación de capital, que es un crecimiento de aproximadamente el 3 % eternamente, como un claro problema ambiental. No va a haber una solución al problema ambiental sin afrontar la acumulación de capital.

También hay otros aspectos. El capital se ha centrado durante mucho tiempo en la creación de nuevos intereses, necesidades y deseos. Consiste en la creación de consumismo. Acabo de regresar de China y en los tres o cuatro años que llevo viajando a China he notado el enorme aumento del consumismo. Esto es lo que el Banco Mundial y el FMI aconsejaban a los chinos hace veinte años diciendo: “Estáis ahorrando demasiado y no consumís suficiente”. Así que ahora los chinos se han comprometido a hacerlo iniciando una verdadera sociedad de consumo, pero eso significa que los intereses, necesidades y deseos de la gente están siendo transformados. Hace veinte años en China lo que querías, necesitabas y deseabas era una bicicleta y ahora necesitas un automóvil.

El capital podría capear la crisis del cambio climático. Hay un desastre, y bueno, hay que reconstruir

Hay varias formas de hacerlo. Los publicistas tienen un papel fundamental, pero aún más importante es la creación de estilos de vida completamente nuevos. Por ejemplo, una de las formas en que el capital solventó el problema, en 1945 en Estados Unidos, fue a través del desarrollo de barrios residenciales, que es la creación de un estilo de vida completamente nuevo. De hecho, lo que vemos es la creación de estilos de vida que no se eligen.

Todos tenemos teléfonos móviles. Es la creación de un estilo de vida, y ese estilo de vida no es algo en lo que se elija entrar o salir individualmente; tengo que tener un móvil, aunque no sé cómo funciona ese maldito cacharro.

No es que en el pasado alguien deseara, quisiera o necesitara un teléfono móvil. Nació por una razón en particular, y el capital encontró una forma de organizar un estilo de vida a su alrededor. Ahora estamos atrapados en ese estilo de vida, y eso es todo. Como el proceso de desarrollo de barrios residenciales que he mencionado antes. ¿Qué se necesita en los barrios residenciales? Se necesita una cortadora de césped. Si hubieras sido listo, en 1945 te habrías metido en la producción de cortadoras de césped porque todo el mundo tenía que tener una cortadora de césped para cortar el césped.

Ahora bien, hay revueltas en contra de ciertas cosas que están ocurriendo. La gente empieza a decir: “Oye, queremos hacer algo diferente”. Encuentro pequeñas comunidades por todas partes, en zonas urbanas y también en zonas rurales, donde la gente está tratando de establecer un estilo de vida diferente. Las que más me interesan son aquellas que utilizan las nuevas tecnologías, como el móvil e internet, para crear un estilo de vida alternativo con formas de relaciones sociales distintas a las características de las corporaciones con estructuras jerárquicas de poder que encontramos en nuestra vida diaria.

No va a haber una solución al problema ambiental sin afrontar la acumulación de capital

Luchar por un estilo de vida es bastante diferente a luchar por los salarios o las condiciones laborales en una fábrica. Sin embargo, desde una perspectiva global, existe una relación entre estas diferentes luchas. Me interesa que la gente vea cómo las luchas por el medio ambiente, por la creación de nuevos intereses, necesidades y deseos y el consumismo están relacionadas con las formas de producción. Si se unen todas estas cosas, se obtiene una imagen global de lo que es una sociedad capitalista y de los diferentes tipos de insatisfacciones y alienaciones que existen en los diferentes componentes de la circulación del capital que Marx identifica.

¿Cómo ve la relación entre las luchas contra el racismo y estas luchas contra la producción y el consumo?

Según el lugar del mundo del que hablemos estas preguntas son fundamentales. Aquí en Estados Unidos es un problema muy importante. No te encuentras con el mismo problema si observas lo que está sucediendo en China. Pero aquí las relaciones sociales siempre están afectadas por cuestiones de género, raza, religión, etnia y cosas por el estilo.

Por lo tanto, no se puede tratar la cuestión de la creación de estilos de vida o la producción de intereses, necesidades y deseos sin abordar la cuestión de qué sucede en los mercados de vivienda racializados y cómo la cuestión racial se utiliza de diversas formas. Por ejemplo, cuando me mudé por primera vez a Baltimore, una de las cosas que estaba sucediendo era el blockbusting: el uso, por parte de la industria inmobiliaria, de disparidades raciales para forzar la fuga de blancos y capitalizar la alta rotación en el mercado de la vivienda como una forma de obtener ventajas económicas.

Luchar por un estilo de vida es bastante diferente a luchar por los salarios o las condiciones laborales. Sin embargo, desde una perspectiva global, existe una relación entre estas luchas

Las cuestiones de género que surgen en torno a cuestiones de reproducción social también son primordiales en una sociedad capitalista independientemente del lugar donde te encuentres. Estos problemas están integrados en la acumulación de capital.

Cuando hablo de esto a menudo me meto en problemas porque parece que la acumulación de capital es más importante que estos otros aspectos. La respuesta es que no, no es eso. Pero los antirracistas tienen que lidiar con la forma en que la acumulación de capital interfiere en la política antirracista. Y la relación entre este proceso de acumulación y la perpetuación de las distinciones raciales.

Aquí, en Estados Unidos, tenemos todo un conjunto de preguntas de este tipo, que son primordiales. Pero, de nuevo, ¿pueden manejarse sin llegar a abordar la forma en que la acumulación de capital está fomentando y perpetuando algunas de estas diferencias? La respuesta a eso, para mí, es no. No creo que eso sea posible. Hasta cierto punto los antirracistas también tienen que ser anticapitalistas si quieren llegar a la verdadera raíz de muchos de los problemas.

Es famoso por su trabajo académico, pero quizás se le conozca más como profesor de la obra de Marx. ¿Por qué cree que es importante que la gente de izquierdas fuera del mundo académico se involucre en el trabajo de Marx?

Cuando estás involucrado en acción política y activismo generalmente tienes un objetivo muy específico. Por ejemplo, el envenenamiento por pintura con plomo en el centro de la ciudad. Te estás organizando para ver qué hacer con el hecho de que el 20 % de los niños del centro de la ciudad de Baltimore sufran envenenamiento por pintura con plomo. Estás involucrado en una batalla legal y en peleas con los lobbies de los propietarios y con todo tipo de oponentes. La mayoría de la gente que conozco que está involucrada en activismos de ese tipo están tan absortas en los detalles de lo que están haciendo que a menudo se olvidan de dónde se encuentran en el cuadro general, de las luchas de una ciudad y mucho menos del mundo.

Las cuestiones de género que surgen en torno a cuestiones de reproducción social también son primordiales en una sociedad capitalista independientemente del lugar donde te encuentres

A menudo te das cuenta de que la gente necesita ayuda del exterior. Ese asunto de la pintura con plomo es mucho más fácil de manejar si las personas involucradas pertenecen al sistema educativo, que ven niños en las escuelas con problemas de envenenamiento por pintura con plomo. Empiezas a construir alianzas. Y cuantas más alianzas construyas, más poderosa será tu acción.

Trato de no sermonear a la gente sobre lo que debería pensar, sino de crear un marco de pensamiento para que la gente vea dónde se encuentra en el conjunto de las relaciones complicadas que conforman la sociedad contemporánea. De este modo, la gente puede formar alianzas en torno a los temas que les preocupa y, al mismo tiempo, movilizar sus propios recursos para ayudar a otras personas en sus alianzas.

Me gusta construir alianzas. Para construir alianzas debes tener una imagen de conjunto de lo que es una sociedad capitalista. En la medida en que consigas algo de eso estudiando a Marx, creo que es útil.

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Traducción de Paloma Farré.

Fuente original: Jacobin.

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Los pilares del capitalismo (1ª parte)

Por: Manuel Nb


Menos mal que los tenemos. Son los defensores de la libertad de expresión y sin ellos no tendríamos democracia. Nos lo han repetido tantas veces que hoy esta idea forma parte de nuestra cultura y nuestras creencias modernas. Los de la pequeña pantalla lo llenan todo. Y están tan instalados en la infinita autocomplacencia que se les llena la boca, sacan pecho y levitan en su asiento cada vez que nos recuerdan su papel. Pero si alguien se atreve a ponerlos en cuestión, es posible que se corte el micro y se ponga punto final a la entrevista para que solo podamos oír el sermón pontificio del periodista sobre su «profesionalidad e independencia».

La cámara se les sube a la cabeza y sufren fantasías. Se creen los buscadores de la verdad, los destinados a mantenernos bien informados. Sin embargo, su principal logro consiste en que todo aquello que nos gustaría conocer sobre la trama de intereses que hay a sus espaldas ―alrededor de los cuatro individuos que tienen la propiedad de las cadenas y alrededor de los fondos de inversión, la banca y las grandes empresas que son accionistas, financian o sostienen las cadenas con pagos por publicidad― se desvanezca como el humo y permanezca ausente, invisible. Aquí hay más arte que en un gremio de trileros. ¿Acaso no existen esos intereses? ¿Nada tras las cortinas que desvirtúe la democracia y que debería conocer el gran público? Algunos ejercen de primeros espadas en favor del capital. Otros disimulan y ponen carita de progresista o se especializan en programas chistosos sobre la corrupción, la ineptitud o el tufo franquista de algunos políticos a los que eligen como objeto de chanza. Pero todos son intolerantes a hablar de la mano que les da de comer: ninguno se atreve con el tabú nº 1, la propiedad de los medios, porque perdería su puesto de trabajo de manera fulminante.

No tenemos la soberanía sobre los grandes medios de comunicación. No nos representan. No están a nuestro servicio. La cadena pública debería ser de todos, pero sus relatores se quitan y ponen según el partido de turno que alcanza el poder. El resto de los grandes medios pertenece a un puñado de individuos que, a pesar de ser pocos y caber en el reservado de un restaurante, acumulan un enorme capital, lo que les otorga legitimidad para erigirse como amos y señores de los medios. Y con ello compran el derecho a contratar y pagar el sueldo a cientos de periodistas y tertulianos que ―por muy independientes que estos se crean en sus fantasías― serán despedidos si se portan mal o estarán bien alimentados y colocados en horario de máxima audiencia si se portan bien: son los elegidos por el capital, los destinados a tener los rostros más conocidos y las voces más escuchadas, los sumos sacerdotes de nuestro tiempo. Bonito reparto. Fijémonos en la belleza y en la profundidad de las palabras con las que ellos mismos se refieren a este asunto: lo llaman libertad y pluralidad, ¡el pilar de la democracia! ¿No es para caer de rodillas y llorar de emoción? Pero yo no veo pluralidad ni democracia ni libertad. Lo que veo en este reparto es cómo se establece el primer fundamento del capitalismo: un puñado de individuos adquiere ―gracias a su dinero― una enorme ventaja sobre el resto de la población para difundir sus propias ideas, la ideología de la élite.

Defendemos la libertad de expresión y queremos que ellos, aunque sean pocos, puedan decir lo que quieran, sean cuales sean los intereses que tengan detrás. Ellos también defienden la libertad de expresión a capa y espada: la suya, no la nuestra. Se han apropiado del altavoz más grande y no lo quieren soltar. Es una desigualdad que no debemos tolerar y que debemos corregir de inmediato. Los propietarios de las grandes cadenas y sus periodistas a sueldo, gracias a un poder comprado con dinero, tienen capacidad infinita para montar noticiarios y tertulias ―todos los días, mañana, tarde y noche, y todo cosido a su medida― para hacerse oír ante medio país, pero el pueblo soberano no tiene esa capacidad: es algo que queda fuera del alcance de sindicatos, partidos políticos nuevos, asociaciones de consumidores, pensionistas u otras asociaciones ciudadanas, aunque representen a millones de personas. Con esa ventaja han conseguido que una buena parte de la población confíe en ellos, los crean y vean en la televisión el referente a seguir (“Si lo han dicho en la tele, es cierto”). No ha sido difícil. Está en nuestra naturaleza. Los humanos tendemos a compartir la corriente principal, a asumirla y a mimetizarnos con el grupo para no sentirnos excluidos. Así damos forma a las culturas que nos diferencian por naciones y épocas, aunque esas culturas estén basadas en creencias o grandes falacias: si nos hemos pasado miles de años creyendo que la élite antigua y sus hijos eran los elegidos por los dioses para poseer la tierra y gobernarnos a todos, no es de extrañar que hoy creamos que los miembros de la élite actual y sus herederos, los que acumulan el capital en nuestra cultura moderna, tengan el derecho inviolable a quedarse los grandes medios de comunicación y a eso lo llamemos libertad. En consecuencia, los periodistas elegidos por el capital se creen tan sagrados e intocables que se comportan como los niños pijos y mimados de la tele. Se muestran intolerantes a recibir críticas. Cuando hablas mal de ellos, patalean, se quejan, cogen su altavoz y le dicen a todo el país que esto es un ataque contra la libertad de expresión. Cuando dices que esto no es democracia, se ofenden y te exhiben ante la audiencia como a un bicho raro.

La televisión es su club privado: a ellos siempre se les ve, pero tú no puedes entrar si no es con invitación; y si te invitan, solo estarás en antena los segundos que ellos determinen. Los que no comulgan con el ideario de la élite ―los que protestan, los indeseables para el capital, los que molestan― son apartados del debate; y así, tras una presencia fugaz o ausentes del todo, quedan indefensos y fácilmente son destrozados, linchados por periodistas que siempre están ahí y que actúan al unísono ante la atenta mirada de millones de votantes que creen lo que ven y oyen en el templo sagrado de la televisión. ¿Y tú quieres acabar con la especulación, con los privilegios de la banca, con el oligopolio de los grandes medios de comunicación y con los movimientos de dinero opacos que van y vienen a través de los paraísos fiscales? Prepárate para el patíbulo: son pocos, pero la televisión es suya. Te van a mostrar ante las cámaras y ante todo el país como un indeseable que quiere destruir las libertades de la élite; estás muerto y enterrado.

¿Qué tal si ponemos también el Parlamento a la venta? Vivimos en un «mundo libre» porque el capital goza de libertad para comprar los grandes medios de comunicación.

Ha sido todo un avance: con Franco había un solo amo de la televisión y ahora hay tres o cuatro. Agitamos banderitas y celebramos la fiesta democrática cada vez que hay elecciones y gana uno de los partidos que nos trajeron este regalito. Yo ardo en deseos de favorecer al capital y no quiero dejarlo a medias: propongo ampliar sus libertades para que también pueda comprar la Cámara legislativa. Así, al igual que elige a los periodistas del templo, también podrá elegir a nuestros representantes políticos y tenerlos en nómina. Como los otros, también rebosarán de «profesionalidad e independencia». Pero no nos hace falta llegar a tal extremo porque esta propuesta es un sueño liberal casi cumplido: el capital y los propietarios de los grandes medios ya influyen de manera decisiva, más que ningún otro grupo social, en el resultado de las campañas electorales y en la composición de nuestra Cámara legislativa.

HOMO SAPIENS CREDULUS Así somos Sociedad, pautas de conducta, élites,  política y origen del dinero: Amazon.es: Manuel Nb: Libros

Artículo basado en el libro Homo sapiens credulus, de Manuel Nb.

Fuente e imagen: rebelion.org

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