Estudiar con adaptaciones, aprobar y no titular, un callejón sin salida

El Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León reconoce, en una sentencia pionera, que no dar la posibilidad de titular la ESO a una alumna con discapacidad intelectual supone una vulneración de sus derechos fundamentales.

Víctor Saura

Irene González Magdaleno tiene síndrome de Down, además de otros problemas de salud asociados (problemas de visión, escoliosis) que elevan su grado de discapacidad por encima del 65%. Pero también, a lo largo de sus 20 años, ha tenido unas ganas enormes de aprender y de vivir, y por eso ha sido siempre una excelente estudiante. Durante toda la escolaridad obligatoria, en Cuéllar (Segovia), casi siempre sacó notables y sobresalientes, pero al acabar 4º de la ESO en su instituto le comunicaron que no iba a graduar. La razón que le dieron: esas buenas notas se debían al hecho de que había cursado algunas asignaturas con adaptaciones curriculares significativas y que, por tanto, no daba el nivel.

Para Irene el título de la ESO no es un capricho ni un trofeo con el que decorar la pared, sino que lo necesita para acceder a la que le gustaría que fuera su próxima etapa formativa, un grado medio de administración. Pero para acceder a un ciclo formativo necesita la ESO y, como no la tiene, ahora mismo está cursando una FP Básica de electricidad, que es la única oferta formativa para esta etapa de formación postobligatoria que tenía a su alcance en Cuéllar. «Este año lo ha cursado todo sin adaptaciones y ha aprobado todas las materias troncales», añade su madre, Chus Magdaleno. Irene sabe que jamás será electricista, pero sigue demostrando que le gusta estudiar.

La perversión del sistema

Cuando los padres de Irene supieron de la negativa del centro a concederle el graduado le respondieron lanzándole un órdago: “Si el problema son las adaptaciones curriculares significativas, pues que repita el curso con adaptaciones curriculares no significativas”. Pero la dirección se negó. Entonces la familia recurrió a la dirección provincial de Educación, que avaló la decisión del centro, y a partir de aquí se inició el litigio judicial que la semana pasada desembocó en una sentencia pionera de la sala del contencioso administrativo del TSJ de Castilla y León. Según la sentencia, la decisión de no permitirle realizar la ESO por su cuenta supone una vulneración de los derechos de la estudiante y una discriminación, y el hecho de que las adaptaciones sean un impedimento para obtener el título es una perversión del sistema.

«La Administración –apunta la sentencia 172/2019, de 24 de junio de 2019– al concluir que, pese a que se aprobaron todas las asignaturas con adaptaciones curriculares significativas, no se habían alcanzado las competencias básicas y objetivos de la etapa, convirtiéndose dichas adaptaciones, al no haberse permitido la renuncia a las mismas, en un obstáculo o limitación para dicha titulación, es por lo que dichas adaptaciones han venido a significar de facto una discriminación que ha impedido a la alumna alcanzar los objetivos y la titulación correspondiente a dicha etapa, por lo que se ha de convenir que con ello se provocan unos efectos perversos de las citadas adaptaciones curriculares que
se han convertido no en una medida para obtener una educación inclusiva».

Así, el tribunal confirma la posición de la fiscalía, que en este asunto se puso del lado de la familia. “La fiscal hizo un informe demoledor, en el que venía a decir que si la permites estudiar con adaptaciones y no titulas, y luego no la permites estudiar sin adaptaciones la estás abocando a un callejón sin salida porque no va a conseguir el título haga lo que haga”, recuerda Magdaleno.

Camino del Supremo

¿Significa esto que, según el tribunal, las adaptaciones curriculares no deben ser un impedimento para la titulación?, ¿o significa que la vulneración de derechos se produce solamente porque no se le permite repetir curso sin adaptaciones? “Hemos pedido varias aclaraciones sobre la ejecución de la sentencia, el tribunal confirma que se ha vulnerado un derecho pero no cómo se repara el daño causado”, comenta Magdaleno. Con todo, es bastante probable que el asunto acabe en el Tribunal Supremo, bien sea porque la dirección provincial presente recurso o porque lo haga la familia, puesto que había pedido que el tribunal se pronunciase directamente a favor de la concesión del título y en este punto falla en su contra.

La sentencia establece que la resolución de la Consejería no es conforme a derecho, por vulneración del derecho fundamental a la educación en igualdad de condiciones, pero la pretensión última de Magdaleno es que la Justicia reconozca sin ambages lo que establece el artículo 22.7 de la Ley Orgánica de Educación (LOE), y que sigue vigente ya que no fue derogado por la LOMCE: “Las medidas de atención a la diversidad que adopten los centros estarán orientadas a la consecución de los objetivos de la educación secundaria obligatoria por parte de todo su alumnado y no podrán, en ningún caso, suponer una discriminación que les impida alcanzar dichos objetivos y la titulación correspondiente”.

La advertencia de Naciones Unidas

De hecho, uno de los puntos del informe elaborado hace un par de años por el Comité sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de Naciones Unidas, en relación al cumplimiento por parte de España de la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, era precisamente el de la titulación. Entre muchas otras críticas y aspectos que mejorar, el Comité no dudaba en calificar de injusto que en España se permita que muchos alumnos que finalizan la ESO con adaptaciones curriculares “no obtengan la misma titulación que sus compañeros”.

En este sentido, hace unos meses unos padres de Sant Boi (Barcelona) con una problemática similar iniciaron una recogida de firmas a través de change.orgpara que el Gobierno apruebe una legislación que reconozca el título de la ESO adaptado. Llevan casi 140.000 firmas, pero el parón electoral abortó la interlocución que se había abierto con el Ejecutivo a finales de 2018. Según explica Joan Cabezas, el padre promotor de esta iniciativa, en las últimas semanas han recibido una carta del Defensor del Pueblo en la que les confirman que la legislación no prevé este título pero que el Gobierno en funciones prevé una modificación legislativa para hacerlo posible.

“Irene quiere estudiar, le apasiona estudiar y le dedica mucho tiempo”, subraya su madre, Chus Magdaleno. “A pesar de tener una discapacidad –añade–, Irene nunca ha ido a una escuela a calentar la silla, sino que va a aprender, a participar y a convivir, como el resto de los alumnos, y por supuesto a obtener lo mismo que el resto cuando se aprueban unos exámenes”.

“¿O sea que ya puedo estudiar para ser administrativa?”, le preguntó Irene a su madre cuando le explicó que había salido la sentencia. “Todavía no”, le contestó Chus. “Y entonces… ¿de qué me sirve ganar?”.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/07/04/estudiar-con-adaptaciones-aprobar-y-no-titular-un-callejon-sin-salida/

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El abandono escolar y otras microexclusiones: “Me colocaban en la última fila”

Europa/España/CARINA FARRERAS/lavanguardia.com

Dos de cada diez estudiantes abandonan la escuela antes de los 16 años, edad en que la educación deja de ser obligatoria. La cifra, reprobada por la Comisión Europea que urge a España a rebajarla (en Catalunya la tasa de abandono es ligeramente inferior), no explica del todo la sensación de fracaso que sienten otros muchos estudiantes en su proceso de formación y que afecta a sus expectativas de vida. Existe lo que la investigadora en educación y profesora de sociología de la UAB, Aina Tarabini, denomina como “microexclusiones escolares”.

“Hablamos de repeticiones de curso (casi un tercio de los alumnos de 15 años ha repetido una o dos veces), de separaciones de alumnos por grupos de nivel, de chavales a los que gradúan sin tener las competencias suficientes, de abandonos en el primer mes de bachillerato, de adaptaciones curriculares que quedan en mínimos o de expectativas de docentes sobre el rendimiento del alumno en función de su situación socioeconómica, el nivel cultural de los padres, su origen familiar…”. Todo esto no consta en las estadísticas oficiales pero “hace que los jóvenes no sientan su modelo educativo como propio”, explica Tarabini, que ha publicado La escuela no es para ti.

La experiencia del fracaso mina la autoestima. “Poco a poco los chavales se apartan y se colocan en el lugar en el que el sistema quiere que estén: fuera de la clase”, añade la profesora. Fuera de la clase de una forma literal (absentismo u abandono) o metafórica (ausencia), y es un desencadenante de deficiencias educativas, conductas disruptivas, fragilidad emocional… Sin embargo, Tarabini considera que si a los alumnos se les ofrece una educación más personalizada, acorde con su ritmo, y un acompañamiento auténtico se lograría no sólo un sentimiento de pertenencia real a la escuela, sino la vinculación del chaval con sus ganas de aprender y encontrar un lugar en la sociedad.

Adrián, Andrea, Sergio, David y Coral son ejemplos de esas dinámicas de expulsión inconsciente del sistema educativo. Todos llevan una pesada mochila personal más allá de lo que han vivido en el centro educativo. Son alumnos de la escuela de segunda oportunidad El Llindar, escogidos al azar, que hablan brevemente de su experiencia de exclusión y fracaso y de qué les ha funcionado para reengancharse de nuevo a la formación.

La soledad en el patio

“Cuando llegué al instituto con 12 años pensé que sería tan guay como se veía en las películas”, relata Adrián. “Y no”. En el patio había el grupo de chicos populares que quedaban y se veían fuera de la escuela. También estaban los de los móviles. Y los de deporte. “Yo era muy cerrado y quedé fuera de cualquier grupo”. El curso resultó ser inesperadamente difícil y se encontró también solo frente a sus dificultades. Suspendió 1.º de la ESO y tuvo que repetir la dolorosa experiencia de la soledad en el patio con chavales más jóvenes. Suspendió tres asignaturas, lo que le abocaba a una nueva repetición. Abandonó y se abandonó.

Acude al Llindar desde el pasado septiembre. Está matriculado en el curso de Ventallers, un programa que acompaña y orienta a los alumnos mayores de 16 años en un abanico de talleres profesionales distintos. En contra de su primera idea, seguir una formación profesional inicial (PFI) de imagen y estética “porque un tío mío tiene una peluquería”, está viendo otras posibilidades después de hacer talleres de escalada, cocina, electricidad, mecánica… “No sabía que me gustaban tantas cosas”, responde locuaz. Valora el acompañamiento de su tutora Irene, tan distinto a sus docentes de instituto. “No sé qué haré aún, pero quiero sacarme el acceso al grado medio de FP”.

Años de aburrimiento

“Los profesores estaban sólo para los niños de la primera fila”, explica Andrea. A mí siempre me colocaban detrás porque no me enteraba. Pregunté si yo podía sentarme junto a los que compañeros que aprendían, y el profesor dijo que no”. El fracaso de 1.º de ESO se convirtió en un lastre. “Pasé de todo porque pensaba vaya aburrimiento hasta los 17 años que pueda librarme de esto”. Ahora tiene 16 y cursa desde hace dos años un programa personalizado que combina la teórica de la ESO con aprendizajes profesionales. “Somos 10 en clase y aprendemos a diferentes ritmos, por eso los exámenes son distintos”. Le gusta acudir al centro. “Aquí no nos machacan, te lo explican hasta que lo entiendes y te animan a seguir”. Sueña con matricularse a un ciclo de auxiliar de enfermería y saltar a un grado de educación infantil después. “Tengo muchas ganas de llegar a 4.º de ESO porque ya estaré cerca de lo que quiero hacer. Me he caído del camino pero, como dicen aquí, puedo llegar de otras maneras”.

El desafío y la expulsión

Un día el profesor de ESO se dirigió a Sergio como “el tontito de la gorra”. Y reaccionó al desprecio no con la palabra sino con los recursos más primarios: le pegó. “Sé que no está bien”, admite para justificar que sabe que la violencia no es la manera de resolver los conflictos, “pero en el fondo se lo merecía”. Se queja de los intentos de los profesores de ignorar su presencia en el aula, de querer borrarlo de la clase, de expulsarlo por sus desafíos y mala conducta, según su versión. “Estás en clase 45 minutos sin enterarte de nada y encima te riñen. Y cada vez entiendes menos y, al final, todo te da igual”, se queja. Pero fracasar no estaba entre sus objetivos. La cuestión era cómo y en qué tener éxito. “Aquí no te aburres nunca. Para empezar, no estás con la libreta y el boli todo el día. Aprendes cosas interesantes, útiles. Haces proyectos y pruebas actividades, como la escalada. ¿Qué iba a saber yo que me gustaba?”. En cuanto a los estudios, disfruta con geografía. “He sacado un notable en la exposición del cometa Halley. Eso mola”.

Desmotivación

David quisiera aprobar el 3.º de la ESO este curso pero no sabe si lo logrará.“No me gustaría verme otro año más así”, reconoce aunque le gusta el centro actual al que compara como una mano extendida dispuesta a ayudar. “Puedes cogerla o no pero allí está y una vez te coges, ya no te suelta. Eso es nuevo para mí”. Le gustan los talleres, especialmente el de cocina (la escuela tiene un restaurante propio que cuenta con el apoyo del grupo Tragaluz). Y estudiar arte y filosofía, una materia que el centro introdujo este curso con buena aceptación por parte de los alumnos. “Me gusta hablar de la vida, de paranoias que todos tenemos en la cabeza”. Aspira a encontrar un trabajo en un supermercado para poder mantenerse y hacer lo que más le gusta: escribir poesías.

El abstencionismo como salida

Coral tiene 14 años y llegó al centro el pasado septiembre. El curso anterior las faltas de asistencia al instituto fueron muy altas después de ver que sus compañeros continuaban progresando y ella repetía curso… “No me enteraba de nada y no me interesaba nada, ¿para qué iba a ir?”. Aquí muestra interés en algunas actividades, especialmente las más profesionalizadoras. “Son útiles”, afirma. Está volviendo a engancharse a la rutina escolar. Le gusta porque en esta escuela de segunda oportunidad le dejan fumar en la hora del patio y no se encabronan los profesores si llega tarde por las mañanas. Quizás estas transgresiones adolescentes quedan compensadas si puede decir: “He pensado que quiero aprender y buscarme la vida”.

Fuente: http://www.lavanguardia.com/vida/20180413/442498514865/razones-abandono-escolar-educacion-autoestima-desarrollo.html?utm_campaign=botones_sociales&utm_source=twitter&utm_medium=social

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