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Libro (PDF): Niñez en movimiento: del adultocentrismo a la emancipación

Por: Santiago Morales Y Gabriela Magistris

 

“Este libro es un desafío que obliga a sentir pensando y a pensar sintiendo, a mirar al mundo con la sorpresa y el espanto de quienes llegan recientemente a sus laberintos y encrucijadas, pero también desde una apuesta de vida”, afirma Claudia Korol en el prólogo de esta segunda edición. Nuestros sueños se actualizan, como una soberbia mariposa de alas anchas, cada vez que compañeras de su talla nos interpelan a seguir por el camino de revolucionar las revoluciones.

Descárgalo aquí:

Fuente de la información e imagen:  https://desinformemonos.org

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2023, niñez y juventud

Por: Tahira Vargas García

El desconocimiento de los derechos de la niñez, adolescencia y juventud genera círculos de violencia en la familia, los centros educativos, la vecindad y toda la sociedad.

La niñez, adolescencia y juventud en nuestro país sufre todo tipo de violaciones a sus derechos desde distintos espacios.  A pesar de ello, nuestra juventud está construyendo sus propios espacios de expresión y demanda políticas dedicadas tanto a la niñez como a la juventud.

El desconocimiento de los derechos de la niñez, adolescencia y juventud genera círculos de violencia en la familia, los centros educativos, la vecindad y toda la sociedad.

Junto al desconocimiento se presenta un gran miedo en estos ámbitos a ofrecer libertad y responsabilidad a estos grupos poblacionales por la errónea concepción de la disciplina y la autoridad sustentada en la imposición no en la comprensión, responsabilidad y diálogo.

Tanto en el hogar, en la calle, en las instituciones y centros educativos se educa con represión, con sanciones permanentes en donde el “no” o las prohibiciones son los mensajes principales. Las prohibiciones generan rebeldía, violencia e irresponsabilidad social.

Nuestras nuevas generaciones urgen de políticas focalizadas fundamentadas en su realidad social y cultural, sus necesidades y expectativas.

Ofrecer libertad sobre el manejo de su cuerpo, su afectividad y su interacción social a la niñez, adolescencia y juventud supone formar personas responsables de sí mismas y frente a su entorno natural y social.

La población adulta tiene miedo a ello porque confunde libertad con libertinaje y le niega así la toma de conciencia de sus derechos a las nuevas generaciones. Afectando con ello su empoderamiento con relación a su: cuerpo, sus expectativas futuras y su vida cotidiana. Ofrecerle libertad acompañada de responsabilidad y empoderamiento no los convierte en delincuentes ni en promiscuos sexualmente sino en personas comprometidas con su proyecto de vida y con la sociedad.

El creciente acceso a nuevas tecnologías, redes sociales e internet favorece a que nuestra niñez, adolescencia y juventud tenga acceso a información y conocimientos que no se ofrecen en espacios educativos y que los actualiza. Pero el uso continuo y descontrolado puede aislarlos y fortalecer el individualismo presente en nuestra sociedad, así como el consumismo.

Los espacios de interacción social entre pares desde la creación artística y cultural pueden contrarrestar este aislamiento e individualismo ofreciendo una perspectiva de colectividad y cohesión social necesaria para procesos identitarios en las nuevas generaciones.

La atención a la niñez, adolescencia y juventud propiciando en cada localidad, municipio y provincia su desarrollo cultural, artístico y empoderamiento desde el ejercicio de sus derechos sexuales y reproductivos debe ser una prioridad en nuestra sociedad.

Nuestras nuevas generaciones urgen de políticas focalizadas fundamentadas en su realidad social y cultural, sus necesidades y expectativas. Cada campo, barrio y pueblo tiene una población emergente que requiere miradas a su realidad desprovista de la perspectiva adultocéntrica.

Este articulo fue publicado originalmente en el periódico HOY

Fuente e Imagen: https://acento.com.do/opinion/2023-ninez-y-juventud-9148493.html

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Infancias, género y adultocentrismo: invisibilidad, mandatos y violencias

Por: Florencia Difilippo

La autora de esta nota se pregunta: ¿qué valor le damos a las experiencias, existencias, percepciones y decisiones de lxs niñxs?

Vamos a comprar un juguete o una prenda de regalo, y quien nos atiende no podrá evitar hacernos la gran pregunta de rigor: “¿Es niño o niña?”. Si le decimos que eso no importa, quedará con una sensación de desconcierto, paseándose entre rosas y celestes, entre robots y bebés de plástico, sin saber específicamente qué ofrecernos.

Las infancias están marcadas por el género y es en ese momento vital, de tanta importancia, que ya, según el sexo asignado, se les exige que se comporten como nenas o varones; asumiendo y esperando “heterosexualidad” en todos los casos.

Según esta clasificación binaria, las infancias tendrán que vestir pollera o pantalón, hacer una fila u otra en los patios de las escuelas y actuar coherentemente con el sexo con el que han sido leídxs.

Si ven a una niña con otra niña, le preguntarán por su amiga y, si la ven con un niño, la interrogarán tal vez por su posible o presumido novio. Esto sigue sucediendo a lo largo de la vida, la “heterosexualidad obligatoria, lamentablemente, no se acaba con la niñez.

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(Imagen: Ana Medero)

Dirán que exageramos, pero merece especial atención y cuidado que normalicemos dar pistolas a los niños y cocinas a las niñas, naturalizando en ellas, a través del juego, las tareas de cuidado y, en los niños, la violencia. Los juegos refuerzan estereotipos y roles que son determinantes en las desigualdades de género. Sin embargo, pueden ser también herramientas de transformación que acerquen a las infancias a la creatividad, al entendimiento de lo colectivo y lo “común”; aquello que entienden muy bien, pero que lxs adultxs nos dedicamos de manera eficiente y sistemática a que lo desaprendan y lo olviden.

También podemos celebrar algunas victorias que se dan, en gran parte, en el terreno de la literatura. Ya no hay solo princesas en los cuentos que ofrecen las librerías. Proliferan ahora otras narrativas, que pretenden desmontar estereotipos y, muchas veces, visibilizar a las niñas y a las mujeres, otorgándoles un rol protagónico y no secundario como venía sucediendo.

Creemos que hemos avanzado muchísimo con las infancias y, desde luego, algunos pasos necesarios se han dado. A partir de la Convención de los Derechos del Niño, se ha consagrado al niño (y a la niña) como sujeto de derecho, a la doctrina de la protección integral frente a la de la situación irregular, que concebía al niñx como objeto de protección del Estado, de la sociedad y de la familia. Desde este cambio de paradigma, se ha ido progresando, en las legislaciones y en las prácticas judiciales, en darle lugar a las voces de las infancias. No obstante, queda mucho por conquistar y revertir en materia de derechos y de prácticas.

Consideramos que la niñez es la “preparación” para llegar a la adultez, una etapa de aprendizaje, de la cual nosotrxs poco y nada tenemos que aprender. Sin embargo, pese a ser desoídxs y discriminadxs, niñeces de todo el mundo alzan su voz, se organizan y participan de la vida comunitaria. Existen, por ejemplo, sindicatos de niñas, niños y adolescentes trabajadorxs en Perú, Bolivia, Colombia, Argentina, Chile, México, Guatemala, Ecuador y Venezuela, y a nivel regional, el Movimiento Latinoamericano y del Caribe de Niñas, Niños y Adolescentes Trabajadores (MOLACNATS).

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(Imagen: Fernando Bordón para La tinta)

Pero, ¿qué ocurre en lo cotidiano? En reuniones, en dinámicas familiares, en espacios públicos y privados, ¿qué valor le damos a las experiencias, existencias, percepciones y decisiones de lxs niñxs? Sus visiones, decisiones y deseos no tienen el mismo peso ni igual “seriedad” que las nuestras.

Vivimos en sociedades marcadas por un adultocentrismo que configura relaciones de asimetría y de poder entre el mundo adulto y las infancias, y a esto le damos muy poco lugar y relevancia a la hora de hablar de desigualdades. Así, se toma como punto de referencia al adulto y, más precisamente, al hombre adulto, blanco, cis, heterosexual y de clase media. Es él quien detenta el máximo lugar de privilegios, dando lugar, por consiguiente, a una serie de opresiones hacia el resto de sujetos.

Aquí (y no solo aquí) es que género e infancias se cruzan una y otra vez. Del mismo modo en que cuestionamos la subordinación de las mujeres a los hombres, debemos cuestionarnos la subordinación de la niñez al mundo adulto. Como decía Monique Wittig, “el pensamiento dominante se niega a analizarse a sí mismo para comprender aquello que lo pone en cuestión”. Es imprescindible y urgente ponernos en cuestión, reconocer el lugar de privilegio desde el cual nos vinculamos con las niñeces y comenzar a desentrañar todo aquello que nos hace ver a lxs adultxs como la única voz y existencia legítima.

Ahora mismo, nos resulta una obviedad que la historia ha sido escrita sin las mujeres, pero no tan evidente que las infancias prácticamente no aparecen en ella. Las niñeces también viven y sufren el cambio climático, la pobreza, los conflictos y las violencias estructurales. Estamos desoyéndolxs en nuestras propias casas, pero también en los lugares de toma de decisiones, perdiéndonos de su valioso aporte a nuestras vidas y al diseño de políticas públicas capaces de atender a sus necesidades.

Imagen de portada: Gentileza Equipo Extensionista UNC.

Fuente de la información:  La Tinta

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¿Qué es el adultocentrismo y por qué perjudica la educación?

Por: Sofía García-Bullé

Las personas adultas pensamos que por nuestra edad y experiencia estamos mejor equipados para tomar decisiones que afectan directamente a infantes y jóvenes, ¿es siempre el caso?

Las dinámicas interrelacionales entre infantes y adultos son básicas para generar un proceso didáctico humano y efectivo. ¿Qué pasa cuando la gestión de éstas parte de una perspectiva sesgada? El adultocentrismo como concepto sociológico se refiere a la supremacía social de los adultos por encima de infantes y adolescentes. El discurso adultocentrista envisiona a las personas adultas como grupo de referencia en cuanto a quién pertenece el poder y el privilegio, quién debe ser escuchado primero, o con más atención, y quién dicta los términos de convivencia y educación.

La perspectiva adultocentrista es una que no nos cuestionamos a menudo. Como adultos pensamos que una experiencia de vida más larga y la autoridad, que por costumbre social viene con la edad, nos sitúa en una posición más óptima que los jóvenes para tomar decisiones que les involucran directamente, pero ¿es siempre el caso?

Invisibilización desde la lengua

El enfoque de invisibilización de infantes y adolescentes está incrustado en los primeros hilos de la tela social y psicológica de los adultos. Esto se puede notar desde las palabras básicas que usamos para designar a los más jóvenes. La etimología del término infancia viene del latin infantia, que se traduce como la incapacidad de hablar. Infans, de la misma raíz, significa “el que no habla”. Desde lo más profundo de la construcción lingüística, las personas adultas vemos a niñas y niños como personas que no tienen lugar en la conversación.

En ambientes familiares y escolares tradicionales, está normalizado decirle a los niños y a veces hasta a los adolescentes, que guarden silencio cuando los adultos hablan, de esta manera se crean relaciones completamente verticales y autoritarias, que si bien son útiles para mantener un orden social, no son el mejor punto de partida para una experiencia educativa de valor.

¿Cómo impacta la educación?

El adultocentrismo no viene de un lugar malintencionado, por el contrario, parte de un deseo natural por velar por las infancias y cuidarlas. Pero sí establece un sesgo que dificulta la comunicación entre infantes y adultos, tanto en casa como en el aula. “Las consecuencias negativas del adultocentrismo pueden ser las mismas que las del etnocentrismo, fallas en la comunicación (con niños), juicios equivocados (sobre la intención y motivación de los niños) mal uso del poder (limitando la agencia de los niños)”, y la socavación de sus fuerzas y competencias, sostiene el trabajador social y autor Christopher G. Petr en su artículo “Adultocentrismo en la práctica con niños”.

Elementos como una comunicación efectiva, evaluaciones completas y conscientes, dinámicas interrelacionales equitativas, la participación directa del estudiantado dentro de su proceso educativo y el espacio para desarrollo de su autoestima y habilidades son elementos que, si no están presentes, disminuyen considerablemente la calidad de la experiencia didáctica.

No es lo mismo guiar que invalidar

Si hablamos únicamente de formación y educación, las cabezas de familia y el profesorado invariablemente tienen que tomar un lugar de guía, ejercer funciones de liderazgo, enseñanza y protección. Estas tareas no son inherentemente adultocentristas. ¿Cómo ejercerlas entonces sin caer en hábitos de esta naturaleza?

Guiar a través del diálogo y la escucha sería un buen inicio. Marcar los límites necesarios para que infantes y adultos tengan claro su rol no se contrapone con escuchar el punto de vista de los más jóvenes, y contextualizarlo dentro de un proceso empático de aprendizaje. De la misma forma es necesario entender que las opiniones y conductas de los niños no son inherentemente una falta de respeto, ni tampoco una molestia. Representan la perspectiva de personas con una forma de pensar y comunicar diferente, marcada por un desarrollo y experiencia que si bien es más corta que la de los mayores, no por eso es inválida, o inferior, simplemente es distinta. También sería valioso considerar que aún si el rol principal del adulto sería enseñar, esto no quiere decir que las infancias sean totalmente incapaces de hacerlo a su vez. Toda relación didáctica es bilateral, y la experiencia educativa que esta produce mejora enormemente cuando se gestiona como un camino de dos vías.

Fuente de la información e imagen: https://observatorio.tec.mx
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¿Qué es el adultocentrismo y por qué perjudica la educación?

Por: Sofía García-Bullé

Las personas adultas pensamos que por nuestra edad y experiencia estamos mejor equipados para tomar decisiones que afectan directamente a infantes y jóvenes, ¿es siempre el caso?

Las dinámicas interrelacionales entre infantes y adultos son básicas para generar un proceso didáctico humano y efectivo. ¿Qué pasa cuando la gestión de éstas parte de una perspectiva sesgada? El adultocentrismo como concepto sociológico se refiere a la supremacía social de los adultos por encima de infantes y adolescentes. El discurso adultocentrista envisiona a las personas adultas como grupo de referencia en cuanto a quién pertenece el poder y el privilegio, quién debe ser escuchado primero, o con más atención, y quién dicta los términos de convivencia y educación.

La perspectiva adultocentrista es una que no nos cuestionamos a menudo. Como adultos pensamos que una experiencia de vida más larga y la autoridad, que por costumbre social viene con la edad, nos sitúa en una posición más óptima que los jóvenes para tomar decisiones que les involucran directamente, pero ¿es siempre el caso?

Invisibilización desde la lengua

El enfoque de invisibilización de infantes y adolescentes está incrustado en los primeros hilos de la tela social y psicológica de los adultos. Esto se puede notar desde las palabras básicas que usamos para designar a los más jóvenes. La etimología del término infancia viene del latin infantia, que se traduce como la incapacidad de hablar. Infans, de la misma raíz, significa “el que no habla”. Desde lo más profundo de la construcción lingüística, las personas adultas vemos a niñas y niños como personas que no tienen lugar en la conversación.

En ambientes familiares y escolares tradicionales, está normalizado decirle a los niños y a veces hasta a los adolescentes, que guarden silencio cuando los adultos hablan, de esta manera se crean relaciones completamente verticales y autoritarias, que si bien son útiles para mantener un orden social, no son el mejor punto de partida para una experiencia educativa de valor.

¿Cómo impacta la educación?

El adultocentrismo no viene de un lugar malintencionado, por el contrario, parte de un deseo natural por velar por las infancias y cuidarlas. Pero sí establece un sesgo que dificulta la comunicación entre infantes y adultos, tanto en casa como en el aula. “Las consecuencias negativas del adultocentrismo pueden ser las mismas que las del etnocentrismo, fallas en la comunicación (con niños), juicios equivocados (sobre la intención y motivación de los niños) mal uso del poder (limitando la agencia de los niños)”, y la socavación de sus fuerzas y competencias, sostiene el trabajador social y autor Christopher G. Petr en su artículo “Adultocentrismo en la práctica con niños”.

Elementos como una comunicación efectiva, evaluaciones completas y conscientes, dinámicas interrelacionales equitativas, la participación directa del estudiantado dentro de su proceso educativo y el espacio para desarrollo de su autoestima y habilidades son elementos que, si no están presentes, disminuyen considerablemente la calidad de la experiencia didáctica.

No es lo mismo guiar que invalidar

Si hablamos únicamente de formación y educación, las cabezas de familia y el profesorado invariablemente tienen que tomar un lugar de guía, ejercer funciones de liderazgo, enseñanza y protección. Estas tareas no son inherentemente adultocentristas. ¿Cómo ejercerlas entonces sin caer en hábitos de esta naturaleza?

Guiar a través del diálogo y la escucha sería un buen inicio. Marcar los límites necesarios para que infantes y adultos tengan claro su rol no se contrapone con escuchar el punto de vista de los más jóvenes, y contextualizarlo dentro de un proceso empático de aprendizaje. De la misma forma es necesario entender que las opiniones y conductas de los niños no son inherentemente una falta de respeto, ni tampoco una molestia. Representan la perspectiva de personas con una forma de pensar y comunicar diferente, marcada por un desarrollo y experiencia que si bien es más corta que la de los mayores, no por eso es inválida, o inferior, simplemente es distinta. También sería valioso considerar que aún si el rol principal del adulto sería enseñar, esto no quiere decir que las infancias sean totalmente incapaces de hacerlo a su vez. Toda relación didáctica es bilateral, y la experiencia educativa que esta produce mejora enormemente cuando se gestiona como un camino de dos vías.

https://observatorio.tec.mx/edu-news/que-es-adultocentrismo

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Inscripciones Abierta VIII Escuela Internacional “Agendas Urgentes en Educación: Nuevas Masculinidades, Ecología, Adultocentrismo y Antiracismo

Otras Voces en educación 
💥La escuela está dirigida a docentes de aula de todos los niveles de los sistemas educativos, tesistas de postgrado, investigadores, educadores y educadoras populares, público en general. Se realizará por medios virtuales del 22 al 28 de noviembre de 2021. Es promovida, organizada y acreditada por el Centro Internacional de Investigaciones Otras Voces en educación (CII-OVE), la Cooperativa de Educador@s e Investigador@s Populares Histórica (CEIP-H), Circulo de Investigadores del Pensamiento Crítico de América Latina y la Red Global/Glocal por la Calidad Educativa.
💥Cada sesión se iniciará con conferencias y diálogo de ponentes internacionales de reconocida trayectoria y contarán con la conducción de personal académico de las instituciones promotoras.
💥Formalizar la inscripción en el siguiente link: https://otrasvoceseneducacion.org/viii-escuela…
💥Más información: cursointernacional2021@gmail.com
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Los alumnos no vienen a estudiar, vienen a aprender

Por: Educación 3.0

La historia de Mario, un adolescente incomprendido y problemático, es el hilo conductor de este artículo escrito desde México por Antonio Aguas para ejemplificar cómo deben actuar los docentes ante el alumnado con problemas de comportamiento.

Mucho antes de la pandemia, mientras se disponía a descansar sonó una alerta del teléfono del maestro Cornelio. ‘¿No te enteraste?’ Esa fue la pregunta que un docente le envió a las 9:50 pm. Al ver este mensaje su respuesta fue: ‘¿De qué?’. Lo que leyó después es que un docente se había peleado con un alumno de tercer año de Secundaria, a quien llamaremos Mario.

En nuestro país, México, existen situaciones en las que un alumno y un docente se pueden ver inmersos en problemas que llegan hasta los golpes. Sin embargo jamás había consentido que dentro de mi centro de trabajo existiesen este tipo de anomalías, pensaba el maestro Cornelio mientras leía el mensaje. Minutos después, le contestó a su compañero: ‘Que me perdone el maestro, pero yo estoy de lado de mi alumno’.

Este suceso cuestiona y cimbra la labor docente: ¿hasta qué punto los docentes debemos tolerar los insultos de los alumnos? No niego que alguna vez un alumno me haya hecho enfadar por su mal comportamiento. Trabajar con adolescentes en ocasiones es complicado por la etapa en la que viven. Sin embargo, llegar a los golpes, ¿es necesario? ¿se justifica? Claro que no. La sociedad mexicana del siglo XXI es compleja, hija de su época, en donde impera el relativismo desde el sentido moral hasta epistemológico, además de otros aspectos culturales y demás factores que generan que la educación en nuestra realidad sea complicada.

La importancia de comprender la realidad adolescente

Los alumnos de Secundaria son adolescentes que oscilan entre los 11 y los 16 años. Es una edad compleja en todos los sentidos, pero ¿es solo culpa de la etapa que atraviesan los alumnos, lo que hace complicada su educación y la relación con ellos? O ¿son los adultos quienes viven acomplejados de su realidad?

alumnos vienen a aprender

Recordemos que a la edad en la que se encuentran los alumnos de Secundaria es la etapa de transición. Es aquí cuando surgen conflictos personales pues el cambio físico, agregando el psicosocial y conductual genera en el alumno una etapa difícil que solo puede ser llevada con apoyo de sus amigos, quienes comparten los mismos problemas.

Sin embargo, hoy en día los alumnos viven experiencias que algunos de nosotros no pensamos que pasarían, es decir, la relación cibernética por medio de las redes sociales, el interés de verse bien, no solo en la realidad si no también en fotos o vídeos que a diario suben en la plataformas, evadiendo la realidad que llevan y manipulando lo que experimentan.

En esta etapa, ellos experimentan una desconfianza a los adultos, a los que ven como enemigos, ya que no creen que sean capaces de ayudarles, sino que por el contrario, son personas que los limitan o que muchas de las veces generan reglas estúpidas.

Aunado a lo anterior existen realidades de aquellos que viven el abandono de sus padres y que los dejan a la deriva para que ellos a su temprana edad se hagan responsables de las actividades que les corresponden, ocasionado que la confianza en el adulto se vea más afectada.

El alumno de Secundaria va a la escuela no como un lugar en donde espera encontrar a sus maestros enfadados, sino porque cree que es un lugar de auxilio en donde puede sentirse seguro y rodeado de adultos que tratan de comprenderlo, un lugar en donde puede ser él, sin temor a ser juzgado por ser adolescente o por tener ideas idealistas de la realidad.

Pero, ¿qué han hecho algunos maestros? Destruir el único espacio que los adolescentes tienen para sentirse seguros con nuestro autoritarismo, nuestra falta de flexibilidad, con una imposición no dialogada de las tareas y trabajos… El alumno siente que la escuela es un martirio y solo espera el recreo, único espacio de dispersión, de libertad.

La historia de Mario

¿Mario?, él nunca está en clase, siempre está caminando por los pasillos y se acerca a las puertas de las aulas buscando qué maestro lo acepta. Los primeros meses de clases, de su último año en Educación Básica, cambiaron a Mario de grupo ya que donde estaba en sus dos años anteriores era considerado como un joven que generaba el desorden de los miembros del grupo. Por ello lo condicionaron a que si su comportamiento mejoraba, podría regresar a su anterior grupo.

En el primer ‘bimestre’ del curso escolar, Mario se comportó extraordinariamente: entregaba todos sus trabajos y destacaba en el aula por su capacidad y por sus participaciones asertivas. Por ello esperaba que las autoridades de su escuela le dieran la oportunidad de regresar a su clase. Pero la sentencia que le dijeron fue que debido a su mejora, debía quedarse en ese grupo. Eso le enfadó ya que no cumplieron el trato al que habían llegado y, por ello, el comportamiento de Mario cambió. Los directivos se cansaron y lo devolvieron al grupo inicial, de lo contrario el niño perdería el año.

Cuando volvió a su grupo, su rendimiento volvió a mejorar y su liderazgo es inminente. Desde la óptica del maestro Cornelio, todo iba bien. Sin embargo, ante los ojos de varios docentes, el joven era grosero, irresponsable y conflictivo. Un día antes del suceso entre Mario y el docente, Cornelio había felicitado a Mario por su trabajo y por sus cualidades de liderazgo. Le dijo: ‘Mario, enfócate y direcciona este enorme potencial que tienes’. Él solo sonrió y se fue a su lugar.

Días después Cornelio se enteró que al día siguiente de la felicitación un docente le pidió a Mario que se pusiera la camiseta del uniforme del colegio. El joven no accedió y contestó: ‘Haga lo que quiera, no me cambiaré’. El docente lo tomó con fuerza y entre palabras malsonantes comenzaron a pelearse en las instalaciones de la escuela. El docente terminó rompiéndole la camiseta al alumno. El profesor tiene que abandonar en ese momento la escuela, y el alumno es retenido y suspendido.

Después de ese día, Mario no volvió a la escuela, ya que después de varios avisos, este fue un ‘ultimátum’ que le llevó a la expulsión.

Los días transcurrieron y llegó la época de la pandemia. Cierto día, mientras el maestro Cornelio leía una notificación de su teléfono, algo le llamó la atención: era un mensaje de Mario que decía “Gracias, profe”.

Espero que en este retorno a clases los profes no olvidemos, que nuestros alumnos no llegarán a las aulas a estudiar, sino que llegarán a aprender.

Fuente e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/opinion/alumnos-vienen-a-aprender/

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