La maestra madrileña explica que las palabras que usan los padres con los niños y adolescentes son sumamente importantes y que la empatía, unida al respeto, son las claves para educar de un modo consciente.
A menudo, padres y madres se arrepienten de haber hablado de forma incorrecta a su hijo. De alzar la voz o amenazarle cuando no hace caso, se equivoca o se salta un límite. Tampoco están orgullosos de etiquetarle, enfatizando sus defectos sin ser conscientes de cómo las palabras pueden afectar a la autoestima del menor o dañar seriamente el vínculo que tienen con él. Unas situaciones que acaban generando mucha culpa y vulnerabilidad a la hora de educar.
“Eres un auténtico desastre”, “ya sabía yo que no lo ibas a hacer bien” o “esperaba mucho más de ti” son algunas de las frases que los progenitores llegan a decir a su hijo cuando su conducta no es la que se espera o no hace las cosas como a ellos les gustaría. Un lenguaje que afecta a su desarrollo y a la formación de su autoconcepto. Alejandra Melús (Madrid, 37 años), diplomada en pedagogía terapéutica y maestra de Educación Especial, advierte de que un mal uso del lenguaje en la educación puede suponer un gran peso en la mochila que carguen los hijos e hijas, tanto en su presente como en su futuro.
PREGUNTA. ¿Cómo afectan las palabras en el desarrollo de un niño?
RESPUESTA. Las palabras que les decimos a nuestros hijos son sumamente importantes porque nos ayudan a crear un vínculo. Se trata de empatizar y comprender que debemos hablarles como a nosotros nos gusta que nos hablen. La empatía, unida al respeto, son las claves para educar de un modo consciente. No podemos pedir respeto si no respetamos primero, o pedir empatía si no empatizamos. Sin duda, un niño que recibe una educación basada en una comunicación autoritaria, donde debe ser sumiso, obediente o siente que no se respetan ni escuchan sus ideas, mostrará sus consecuencias en cómo se comunica con el resto del mundo.
P. ¿Cómo debería ser el mensaje que padres y madres les dan?
R. Primero debemos tener en cuenta el nivel comprensivo del receptor. No es lo mismo un niño de 3 años que uno de 10. Una vez comprendamos esto y, siempre desde la naturalidad, debemos dar un mensaje partiendo del respeto, con claridad y afecto. Tratar de ponernos en su piel, comprender su mirada y su manera de ser nos ayudará a comunicar de manera efectiva.
P. Dicen que el lenguaje tiene un gran poder regenerador, ¿qué es capaz de crear?
R. La capacidad del lenguaje es innegable. ¿Quién no ha tenido un mal día y tras una conversación con una amiga o una mirada de su pareja se ha sentido infinitamente mejor? ¿Quién no ha sentido que algo no tenía solución y compartiendo su problema ha encontrado la calma y la luz que no era capaz de ver por sí mismo a través de las palabras del otro? Si para nosotros, los adultos, una conversación, un mensaje, una llamada, nos puede cambiar el día, nuestra actitud y nuestro estado de ánimo, para un niño puede ser aún más potente. Es esencial que cuidemos no solo el mensaje verbal sino también el corporal.
R. Aceptando que somos seres humanos y que no somos perfectos. Que estamos aprendiendo a hacerlo lo mejor que podemos. Pedir perdón nos acerca a nuestros hijos, nos muestra más humanos y les enseña que nosotros también nos equivocamos.
P. ¿Cómo pueden acompañar los progenitores las emociones de un hijo cuando estas se desbordan y corren el riesgo de comportarse de la misma manera que el menor?
R. De nuevo, es clave respirar. Acompañar las emociones desde la serenidad para poder validarlas y no juzgarlas. Para conseguirlo es esencial que seamos conscientes de nuestras propias emociones y nos cuidemos. Si nosotros no estamos bien, nuestros hijos tampoco lo estarán. En definitiva, el cambio comienza cuando comprendemos el verdadero valor que tiene la comunicación y el lenguaje. Nuestros hijos merecen que dejemos de vivir en modo automático para establecer así una relación sana, donde el vínculo afectivo que se forje sea adecuado y seguro.
Uno para todos es una película necesaria porque plantea que hay que repensar cómo educamos y la importancia de centrarnos en lo esencial»
«La película nos recuerda algo mucho más importante: no hay educación sin afecto. Del profesor hacia su alumnado, del alumnado entre sí»
«Un profesor puede cambiarte la vida y un alumno también. La escuela puede ser el lugar donde nacen los sueños, donde se aprende a convivir y donde se desarrollan valores humanos».
Acabo de ver Uno para todos, una película de David Ilundain -director de Bárcenas– protagonizada por David Verdaguer. Se basa en una historia real: un maestro interino es destinado a la escuela pública de un pueblo que no conoce, donde será tutor de una clase de sexto de primaria y tendrá que gestionar la reincorporación al aula de un alumno enfermo de leucemia y las relaciones dentro del grupo. De aquella experiencia nació el “Proyecto Guillén”, que buscaba mantener el contacto emocional entre un alumno ausente y sus compañeros a través de un blog con los contenidos que se impartían en clase y que se grababan en vídeo. Esta situación puede parecer un caso singular, pero no lo es ya que en España, por ejemplo, se diagnostican 1.400 cánceres infantiles al año. Quizá por reflejar un hecho real y por el buen trabajo del director y los actores, la película es verosímil y logra conmover al espectador sin tirar de recursos fáciles.
Aunque la historia principal se produce en torno a Carlos, el niño enfermo, la película es, al tiempo, un homenaje al profesorado interino. A esos profesionales marcados por la inseguridad, por la angustia de tener que aprobar las oposiciones, por la incertidumbre de ser llamados o no para poder trabajar, por el temor de la vuelta del profesor titular. Ese profesorado empieza cada curso en un centro o localidad diferente a la que se llega con una maleta cargada de libros y, a veces, de tabaco para soportar la soledad. Son personas que se mueven en ese difícil equilibrio entre el intento de no comprometerse afectivamente con algo que es efímero y los enamoramientos y amores imposibles. Pero combinan una fértil mezcla de entusiasmo, capacidad de adaptación y supervivencia, empatía y amor a la escuela.
Aleix es muy creíble porque no es el profe superguay, sino un profesor normal, que tiene recursos como aprenderse el nombre de sus alumnos desde el minuto uno y controlar bien la clase. Que les ayuda a pensar, les hace trabajar en equipo y va mejorando el espacio físico del aula. Pero es también una persona con sus problemas familiares, con un pasado laboral de precariedad, sus miedos a no saber gestionar el conflicto y su necesidad de encontrar afecto.
El buen cine educativo no abunda en España. Es aquel que plantea la aventura de educar a partir de una situación escolar concreta y que desarrolla el juego de relaciones y emociones entre un grupo de alumnos muy diversos en un contexto determinado. Ilundain huye de ese tipo de cine que convierte a los profesores (generalmente hombres, aunque sea una profesión muy feminizada) en superhéroes que con una guitarra o siendo más macarras que los alumnos malotes se hacen con la clase. Se inserta más en la excelente tradición francesa de cine sobre educación que nos ha dejado joyas como Hoy empieza todo, Ser y tener, La clase o Los chicos del coro.
Es una película necesaria porque plantea que hay que repensar cómo educamos y la importancia de centrarnos en lo esencial (en este caso, en un conflicto que bloquea la clase). Y es más necesaria aún en estos raros tiempos de pandemia. Tiempos en los que no se garantiza la seguridad ni la presencialidad; en los que las familias se ven obligadas a elegir entre educación y seguridad, ante la caótica organización de vuelta a la escuela. Los poderes públicos tienen la obligación de intentar conseguir la máxima seguridad posible. Para ello hay que invertir lo que sea preciso. Y aunque el Gobierno central ha puesto 2.000 millones de euros a disposición de las comunidades autónomas, no es una cifra suficiente y hay que recordar que todavía se deben 9.000 millones a la educación por los recortes de la etapa Rajoy. También le ha faltado valentía del Gobierno central para fijar una ratio máxima que obligase a organizar espacios, desdoblar grupos y contratar a profesorado interino –como Aleix-, algo que han hecho masivamente países como Italia.
La película habla del uso de la tecnología (vídeojuegos) para trabajar en común, crear cohesión e integrar al alumno que no puede asistir a clase por estar hospitalizado. Pero la película nos recuerda algo mucho más importante: no hay educación sin afecto. Del profesor hacia su alumnado, del alumnado entre sí, superando los graves problemas de convivencia existentes que vuelven aflorar como todo lo que no se trata y cura. Es irrenunciable la presencialidad, porque sin afecto el proceso de educación-aprendizaje no funciona de forma óptima y porque con la educación online un tercio del alumnado se descuelga y aumentan las desigualdades educativas y sociales.
Como decía Dantón, la educación siempre debe ser lo primero. Porque se educa fundamentalmente para ser personas. Porque su finalidad es esa: acompañar a los niños y niñas y a la juventud en su proceso de convertirse en individuos formados, informados y comprometidos con la mejora de su sociedad. Porque les ayuda a crecer, a superar etapas en su desarrollo emocional y moral. Y, efectivamente, un profesor puede cambiarte la vida y un alumno también. Porque la escuela puede ser el lugar donde nacen los sueños, donde se aprende a convivir y donde se desarrollan los valores humanos.
Pablo Campos Calvo-Sotelo, catedrático Universidad CEU San Pablo-Académico Real Academia de Doctores, explica en el siguiente artículo que «no existe herramienta tecnológica o programa informático capaz de sustituir la magia de mirar a los ojos a un alumno y captar su emoción cómplice»
Atravesamos una situación sanitaria, social y económica de profundísima complejidad, cuyas consecuencias globales todavía son desconocidas. Cual tsunami devastador, el COVID-19 ha inundado el escenario internacional, sumergiendo implacablemente a personas y estructuras político-sociales en un pozo de duda, temor y muerte. La peor secuela está siendo —sin duda alguna— la trágica pérdida de vidas acompañada de tristeza, impotencia y frustración, acentuadas por la falta de soluciones eficaces.
En un plano de menor trascendencia que el sanitario, pero de preocupante proyección futura, puede situarse cuanto concierne a la educación: es una de las estructuras que ha padecido de modo más directo el impacto del virus, lo que ha obligado a reestructurar en tiempo real tanto metodologías docentes como sistemas de evaluación. Es muy plausible la agilidad de colegios y universidades en adaptarse a este cambio sobrevenido. A una decidida gestión se ha sumado el esfuerzo de docentes y el no menor esfuerzo de cuantos alumnos han visto alterada su cotidianeidad.
Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC´s) han sido grandes aliadas al posibilitar la impartición online de contenidos y poder finalizar el curso académico. Y no solamente lo han sido en esta difícil coyuntura, sino que en el pasado las TIC´s se han integrado razonablemente como apoyo a la docencia presencial de diversos modos: suministrando herramientas dentro y fuera del aula; apoyando ciertas acciones de innovación pedagógica; posibilitando la activación de lugares (antes inertes) como acogedores de modalidades alternativas de enseñanza/aprendizaje; implantando redes wi-fi en zonas exteriores; ayudando a enseñanzas a distancia para aquellos colectivos vulnerables que no pueden asistir en persona; y, asimismo, como canal de comunicación en la investigación al permitir la colaboración fluida entre expertos repartidos por el escenario internacional.
Para que pueda valorarse en toda su extensión esta firme advertencia, es preciso exponer una serie de sencillos pero contundentes principios:
1.-Educación y valores. El proceso formativo integral tiene como meta la construcción en valores de un ser humano para que mañana pueda ejercer su profesión bajo un profundo compromiso con la comunidad. Ello trasciende a un mero adiestramiento técnico, incidiendo de lleno en sus cualidades como individuo ético, con vocación de servicio social. Ya en la Grecia clásica, Platón señalaba como horizonte de la educación virtuosa la transformación del alumno del presente en el ciudadano del futuro. Tal construcción (siempre subordinada a la insustituible, generada en el seno familiar), comienza en la etapa escolar y concluye en la universitaria. Pues bien: es inconcebible si se excluye el roce humano. El experto norteamericano Richard Dober señalaba: «Internet transmite datos, pero no valores».
2.-Educación y afecto. No es viable un aprendizaje sólido que no cuente con la cercanía afectiva entre docentes y alumnos. Sin menoscabar el rigor y la exigencia que deben presidir toda dinámica académica, un buen profesor ha de ejercer la empatía con sus estudiantes, armando vínculos emocionales que refuercen los específicamente cognitivos. «La educación es amor y provocación», apuntaba el escritor José Luis Sampedro. Combinar razón y emoción con sensibilidad es una magnífica estrategia para motivar al alumno. Pero ha de hacerse presencialmente. No debe confundirse la mera transmisión de información (canalizable a través de las TIC´s) con la verdadera comunicación, pues esta añade el diálogo y el afecto.
La docencia online se limita a un intercambio oral, escrito o con imágenes, no pudiendo disfrutar del lenguaje no verbal (que afecta al tono empleado, el énfasis en la mirada, o la gestualidad corporal, que enfatizan las sensaciones y proyectan estados de ánimo: interés, diversión o entusiasmo…). En consecuencia, tampoco debe confundirse dicha transmisión de información con la formación integral del ser humano, que encarna lo verdaderamente trascendente, y que debe estar preñada de sentimientos.
No son nuevas estas convicciones; basta recordar a sabios como Giner de los Ríos, quien hace casi 150 años demandaba que la escuela debía acoger «escolares activos que piensan, que hablan, que discuten, que se mueven, que están vivos, en suma». Educar es vivir, y es sentir…
3.-Educación y colectividad. Líneas atrás se exponía que la formación humana, alimentada por la empatía, es un hecho afectivo. Ser sensibles a otras personas implica que es asimismo un hecho colectivo. Cuando un grupo se entrega a la génesis o transmisión del saber, la calidad y cantidad de cuanto se alcanza es mayor que la suma de las aportaciones individuales, tal y como han avalado numerosos expertos en pedagogía (Echols, Johnson o Sir Ken Robinson). El valor de lo colectivo se ha justificado igualmente desde la neurociencia, remitiendo a la liberación de oxitocina, y a la activación de «neuronas/espejo».
El trabajo colaborativo impulsa el sistema de motivación de la dopamina, fomentándose los sentimientos altruistas, como señalaba Rilling. Pues bien, para ello es necesario que los actores intervinientes coincidan en el lugar (material y temporal), posibilitando asimismo algo tan creativo como lo es la improvisación y el aprendizaje por descubrimiento. Dentro del aula (como célula básica arquitectónico-docente), el grupo puede organizar sus relaciones en el tiempo y el espacio, de manera libre y cambiante, como traducción espacial de las cambiantes relaciones humanas; y puede improvisar nuevas organizaciones y formatos pedagógicos, habilitando como estrategia la alternancia no programada (algo que la rigidez de una pantalla en la docencia online jamás permitirá).
4.-Educación y Arquitectura. El Saber sí ocupa lugar… Como se ha argumentado, la educación es un acontecimiento afectivo y colectivo, siendo el contacto personal un ingrediente insoslayable de la formación integral. De ello debe colegirse la necesidad de la Arquitectura. La forma espacial influye en toda acción formativa, asumida como experiencia multisensorial, debiendo existir vínculos con los procesos educativos. El entorno construido induce a los alumnos a interiorizar cuanto les rodea, prioritariamente con la vista y el oído. Pero también el tacto (Hall): caminando lentamente, sintiendo el ambiente en la piel o palpando formas, se alcanzan bienestares psicológicos que redundan en el disfrute por aprender.
El tacto puede también transmitir conocimientos, fruto de la experiencia háptica (en el sentido formulado por Gibson); es decir, conociendo el mundo anexo a través del propio cuerpo. Tal conocimiento puede activarse al tocar con las manos objetos con facultades formativas, como asimismo disfrutando del propio contexto edificado, tanto a edades tempranas (el lúdico gatear, como acción por la que el niño descubre la inmensidad de lo íntimo, explorando los rincones del aula como «geometrías habitadas»), como en adultos (recrearse en el paseo y la pausa, para sentir la inmensidad de lo íntimo…).
Oportunidades todas ellas que los sistemas online ignoran o, incluso, —lo que es aún peor— tergiversan, planteando la figuración como falso reemplazo de lo real. Asumiendo que la educación es, pues, un hecho de carácter espacial, la Arquitectura desempeña un doble papel. Por un lado, sirve como escenario de las relaciones entre quienes enseñan y quienes aprenden; pero no puede limitarse a esta función estrictamente contenedora: tiene la responsabilidad de transmitir los valores derivados de su naturaleza como obra de Arte y de su potencial ejemplaridad (faceta que quien suscribe ideó hace años como «Campus Didáctico»).
«Libro de texto tridimensional»
Varios investigadores señalan que la Arquitectura se comporta como un «libro de texto tridimensional» (Taylor) e, incluso, como «tercer profesor» (Nicholson), sumándose así a la labor de la familia y de los profesores; es decir, enriqueciendo a quienes la experimentan in situ y no virtualmente. La Arquitectura promueve la convivencia, actúa como elemento formativo per se y crea atmósferas que refuerzan el sentimiento de identidad colectiva. Así valorada, el aula pasa de ser un mero receptáculo material a todo un territorio humano, dotado del aura del Saber y la belleza espacial… Como apuntó el maestro Alvar Aalto: «La Arquitectura tiene un motivo interior: la idea de crear un paraíso». La meta de la Arquitectura no es organizar espacios, sino ordenar las relaciones de personas en el espacio.
Se han expuesto las sinergias entre educación, valores, afecto, colectividad y Arquitectura; ello debe justificar que hoy —más que nunca— es imprescindible lanzar una advertencia ante el futuro ya presente: no debemos caer jamás en una excesiva seducción por los modernos canales de telecomunicación. Si bien en casos extremos, como el actual, pueden ser de inestimable ayuda, es una obligación moral prevenir sobre el peligro que encierra dicho exceso, pues atentaría contra las virtudes de la verdadera educación. Y hacerlo ahora, antes de que sea tarde, pues unos por desconocimiento, otros por omisión y otros por intereses económicos éticamente dudosos, quizá en el post-COVID-19 no respetarán ni valorarán la profunda dimensión humana del hecho educativo, y el inexcusable concurso del roce personal.
Cuando esta pesadilla mortal nos permita recuperar nuestra cotidianeidad docente, será tiempo de alcanzar una razonada proporción entre virtualidad y contacto humano. Pero sin olvidar que la columna vertebral de la formación reside en este último. Estas semanas, todos nos hemos consolado organizando reuniones telemáticas con nuestros seres queridos. Bien está, como remedio… Pero, ¿concebiría alguien en el futuro postular dicha solución como reemplazo del encuentro real? Pues la educación integral de nuestros jóvenes no está tan lejos de la relevancia de las relaciones familiares o de amistad….
Confieso que verme obligado durante semanas a la docencia online me ha servido para valorar la utilidad de dicha tipología en coyunturas excepcionales; pero -sobre todo- para refirmarme en la trascendencia de lo presencial (toda una convicción resiliente). No existe herramienta tecnológica o programa informático capaz de sustituir la magia de mirar a los ojos a un alumno y captar su emoción cómplice, cuando los docentes somos capaces de despertarles el gozo por el aprendizaje. Bajo una apariencia de progreso, las TIC´s pueden acarrear una grave secuela: reemplazar la interacción directa entre profesores y alumnos, pues supondría una gravísima involución. Sería entonces cuando su posible contribución al aprendizaje mutaría en un simulacro, en una banalización de la naturaleza del hecho educativo, quebrantando la formación en valores de la persona. El COVID-19 ya nos ha causado un trágico daño en vidas.
Como profesor, como arquitecto y, sobre todo, como padre, alzo la voz para manifestar con vehemencia un ruego: no permitamos que, como nefasta derivada en la educación, nos deje además el terrible legado de la deshumanización, pues minaría la auténtica formación integral de nuestros alumnos… Y de nuestros hijos.
Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-formacion-online-y-deshumanizacion-riesgos-post-covid-19-202004300121_noticia.html
La educación sexual de las nuevas generaciones es una preocupación compartida tanto por las familias como por las escuelas
La educación sexual de las nuevas generaciones es una preocupación compartida tanto por las familias como por las escuelas. El acceso masivo a internet desde muy corta edad a través de los dispositivos móviles obliga a las instituciones a afrontar una cuestión trascendental que algunas sociedades de tradición cristiana han demorado durante demasiado tiempo: ¿cómo dar respuesta a las inquietudes que surgen en los niños y niñas crecidos en la dualidad entre un entorno hipersexualizado y los tabús heredados de la moral sexual religiosa?
España es uno de los pocos países europeos que aún no ha adoptado las recomendaciones de organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas para la Educación (UNESCO) o la Organización Mundial de la Salud (OMS) para proporcionar un enfoque pedagógico integral sobre la sexualidad a través de la escuela, aunque los argumentos para poner en marcha este tipo de proyectos educativos son difícilmente rebatibles.
UNESCO en español
✔@UNESCO_es
¡La educación sexual integral de calidad es UN DERECHO esencial para fomentar la salud y el bienestar, el respeto de los derechos humanos y la igualdad de género!
Por un lado, numerosas investigaciones demuestran que en los territorios en los que se imparten estos contenidos de manera obligatoria –entre ellos, prácticamente todos los países de nuestro entorno excepto Italia– el inicio de las relaciones sexuales es más tardío y más seguro. La OMS indica que disminuyen los comportamientos de riesgo de los adolescentes y aumenta el uso de métodos anticonceptivos. Adicionalmente, la falta de información tiene efectos nocivos, ya que cuando los menores no ven satisfecha su curiosidad en materia de sexo ni en clase ni en casa, recurren con una alarmante facilidad al porno online.
“Los chavales de 13 a 18 años tienen el móvil lleno de porno”
ELENA CRESPIPsicóloga, sexóloga y autora del libro ‘Habla con ellos de sexualidad’
Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), casi el 90% de los menores de 10 años tienen acceso a internet, y uno de cada cuatro tiene un smartphone propio. No sorprende, en consecuencia, que estudios recientes revelen que los menores españoles tienen su primer contacto con la pornografía a los ocho años de edad: “En estas edades tan tempranas aún no les interesa, lo encuentran asqueroso, e incluso tienen sentimiento de culpa cuando se encuentran con esos contenidos, pero algunos ya empiezan a masturbarse con 9 años; a partir de los 12, cuando ya casi todos tienen móvil, se acaba definitivamente la edad de la inocencia; y los chavales de 13 a 18 años tienen el móvil lleno de porno, conocen muchas más webs adultas que los mayores”, explica Elena Crespi, psicóloga y sexóloga que acaba de publicar el libro ‘Habla con ellos de sexualidad’ (Lunwerg Editores).
Más allá de los riesgos relacionados con la salud y los embarazos no deseados, muchos sociólogos han relacionado el “alto contenido violento” de la pornografía online con el patrón que se reproduce en algunos episodios de violencia sexual en grupo que se han producido recientemente en nuestro país, como el caso de ‘la Manada’ y otros similares. “El problema no es que vean porno, porque eso ya es inevitable, sino que su socialización sexual sea solo esa; que nadie debata con ellos y ellas lo que significa besarse o abrazarse; que no se les explique que el sexo no es un instinto animal y que deben aprender a gestionar su deseo; que en una relación no hay placer sin libertad, y que su felicidad y sexualidad tiene que ver con la felicidad y la sexualidad del otro”, lamenta Jaume Funes, educador y autor de varios ensayos sobre la psicología de los adolescentes.
Ante la falta de una ley estatal que imponga las directrices a seguir en los planes de estudio, las únicas iniciativas en marcha surgen de las comunidades autónomas, aunque de momento son escasas y tienen poco recorrido. Por otra parte, las administraciones que han intentado integrar este tipo de enseñanzas en el currículo escolar se han encontrado con múltiples trabas. Es el caso de Skolae, un programa pionero en nuestro país estrenado en 2017 por el Gobierno Foral de Navarra. De momento ha llegado a 116 escuelas, y el nuevo gobierno socialista pretende implantarlo en todos centros educativos a pesar de la gran controversia política y social que ha suscitado.
Catalunya también ha iniciado en el presente curso escolar su propio programa piloto de educación sexual y afectiva, bautizado como Coeduca’t. En una primera fase se llevará a cabo en 300 escuelas e institutos públicos de todas las etapas educativas obligatorias, desde P3 hasta cuarto de ESO. El conseller de Educación, Josep Bargalló, anunció hace un par de semanas en el Parlament que el objetivo es que llegue a todos los centros públicos en tres años, pero ya a partir de enero los docentes dispondrán de los materiales trabajados con entidades especializadas a través de un espacio web en xtec.cat.
Los contenidos se han elaborado sobre la base de las conclusiones obtenidas de la investigación ‘La educación afectiva y sexual: un derecho, una prioridad’ (pdf), que hace dos años reveló los déficits de los modelos pedagógicos actuales y del abordaje de la materia en los centros educativos, a menudo se limitada a intervenciones externas puntuales, como charlas o talleres. “Lo que ha ocurrido hasta ahora en Catalunya es que cada uno ha hecho la guerra por su cuenta: por un lado, los equipos directivos de los centros decidían qué contenidos impartir y con qué métodos; por otro, las AMPAS organizaban talleres asesorados por asociaciones externas; y en otras escuelas no se ha hecho nada. Esta situación provoca que se perpetúe la desigualdad de acceso a la formación en sexualidad”, explica Jordi Baroja, director del Centre Jove d’Atenció a les Sexualitats (CJAS).
Un amplio estudio realizado por el grupo de investigación AFIN de la UAB, en el que han participado 600 niños, 112 profesores y 78 padres y madres, pone de manifiesto el desconocimiento de los alumnos y las dificultades de familias y maestros a la hora de tratar el tema. “Según los resultados de nuestro estudio, los niños y niñas no saben qué es el clítoris, ya que la mayoría de los libros con los que trabajan muestran el aparato reproductor femenino en vez del aparato genital; todos saben cómo es un pene, pero muy pocos saben dibujar una vulva”, revela Estel Malgosa, una de las investigadoras.
Asimismo, existen grandes diferencias de género en los relatos sobre sexualidad y reproducción que hacen niños y niñas de 8 a 12 años: “Ellas se centran en el embarazo y en una dimensión más relacional; ellos, en las relaciones sexuales y en el placer masculino”, explica Malgosa. Pero la ignorancia es patente. “Muchos niños de 11 y 12 años no tenían información alguna sobre los cambios que se producirán en breve en su cuerpo, como la regla, el flujo vaginal o las eyaculaciones”. Y preguntados para qué sirve la pornografía, un grupo de niños de 6º de Primaria responden: “para aprender”.
Para paliar esta falta de información, el Departament d’Educació ha construido, con la ayuda de entidades especializadas, un itinerario curricular que integra la formación afectivosexual en la escuela con un enfoque interdisciplinario y transversal. “El objetivo es plantear una aproximación integral que cubra todas las dimensiones de la sexualidad, que no sólo tiene que ver con la reproducción y la prevención de riesgos, lo único que se enseña hoy en día”, reflexiona el director del CJAS, uno de los organismos que ha contribuido en la elaboración de los materiales.
La transmisión de conocimientos será gradual y evolutiva, y se tratarán conceptos como la autoestima, la salud sexual, la igualdad de género, los modelos de familia o la diversidad sexual. “Se trata de construir un mapa de competencias básicas que se impartirá tramo a tramo, desde los 3 hasta los 15 años. El objetivo es garantizar que al final de su escolarización los alumnos dominen los conocimientos afectivosexuales básicos, exactamente igual que con las matemáticas”, prosigue el director del CJAS.
Educación en casa
“La educación sexual y afectiva comienza en casa, empezando por no perpetuar los roles de género de la sociedad patriarcal”
JORDI BAROJADirector del Centre Jove d’Atenció a les Sexualitats (CJAS)
Esta formación reglada, sin embargo, no sustituye la educación que los niños reciben en casa: “No es cierto que el porno sea la primera entrada de los niños en la sexualidad. En realidad los educamos desde que nacen. Continuamente les estamos enviando mensajes: cuando paseamos desnudos por casa o, por el contrario, si somos muy pudorosos; cuando no llamamos a los genitales por su nombre y utilizamos eufemismos como pirulina o flor para referirnos al pene y la vulva; cuando cambiamos de canal a la mínima muestra de erotismo en televisión y, en cambio, no lo hacemos ante escenas de extrema violencia en películas o telediarios; incluso no abordar el tema en absoluto es también un mensaje claro”, concluye la sexóloga Elena Crespi.
“Venimos de un contexto muy censurador, centrado en la idea reproductiva de la religión y en un modelo falocentrista en el que se educa a la niñas desde el miedo (¡Ten cuidado con esto y aquello!) y en cambio nadie les dice a los niños: ¡No te pases, no acoses!”, argumenta Crespi. Baroja coincide: “Hay que ser consciente de que la educación sexual y afectiva comienza en casa. Podemos empezar por no perpetuar los roles de género propios de la sociedad patriarcal y no asociar el sexo a un tabú, sino al placer. Ya no son tiempos de esperar a que sean adolescentes para que la madre le hable a su hija de la menstruación y el padre le ponga al chaval un preservativo encima de la mesa. Lo más probable es que ya lleguemos tarde”.
Nuestras primeras experiencias con el mundo marcan nuestro desarrollo emocional. En los niños se entreteje una red que conectará su mente y su cuerpo, lo que determinará en gran parte el desarrollo de la capacidad de sentir y de amar.
En este sentido, nuestro crecimiento emocional dependerá de nuestros primeros intercambios emocionales, los cuales no enseñarán qué ver y qué no ver en el mundo emocional y social en el que nos encontramos.
Así, el campo de nuestra infancia nos permite sembrar las semillas del amor de manera natural, lo que determinará que la capacidad de amar y ser amados crezca de manera saludable y nos ayude a desarrollarnos.
“Somos seres emocionales que aprendimos a pensar, no máquinas pensantes que aprendimos a sentir”
-Stanisla Bachrach-
Si alimentamos a los niños de amor, los miedos morirán de hambre
Las muestras de cariño y afecto elevan la autoestima en los niños y les ayudan a construir una personalidad emocionalmente adaptada e inteligente. Es decir, nuestro amor les ayuda a manejar los miedos naturales que surgen en las diferentes edades, fomentando un grado de sensibilidad saludable.
Los niños tienen una confianza natural en sí mismos. De hecho, nos asombra que ante desventajas insuperables y fracasos repetidos no se rindan. O sea, que la persistencia, el optimismo, la automotivación y el entusiasmo amistoso son cualidades innatas.
En este sentido, es el mundo o, mejor dicho, los adultos, los que vamos mermando esa inteligencia emocional con la que todos nacemos.
Darnos cuenta de esto nos ayuda a ser conscientes del papel tan relevante que tiene amar a nuestros hijos y educarlos desde el respeto, la empatía, la expresión y la comprensión de sentimiento, el control del enfado, la capacidad de adaptación, la amabilidad y la independencia.
¿Qué podemos hacer para criar niños felices y saludables?
El temperamento de un niño refleja un sistema de circuitos emocionales innatos específicos en el cerebro, un esquema de su expresión emocional presente y futura, y de su comportamiento. Estos pueden ser o no adecuadas, por lo que la educación debe convertirse en apoyo y guía para ellos.
Para lograr una salud emocional óptima, debemos cambiar la forma en la que se desarrolla su cerebro. La idea es que a través del amor y de la educación emocional fomentemos ciertas conexiones neuronales saludables en los niños.
O sea, todos los niños y todos los adultos parten de unas características determinadas que tienen que gestionar juntos para lograr su bienestar físico y emocional.
Por ejemplo, el hecho de que un niño sea tímido por naturaleza, suele provocar que los adultos que nos encontramos a su alrededor lo sobreprotejamos, haciendo que se vuelva ansioso y perturbable con el paso del tiempo.
En este sentido, con lo que hoy en día conocemos, la educación emocional requiere de cierto desaprendizaje adulto. Un niño tímido debe aprender a poner nombre a sus emociones y a enfrentar lo que le perturba, no debe sentir que le cortamos las alas porque es vulnerable.
Un adulto tiene que mostrarse empático sin reforzar sus llantos y sus preocupaciones, proponiéndole a su vez nuevos desafíos socio-emocionales que le permitan evolucionar. Es decir, hay que proteger su salud emocional a través del desarrollo de sus características naturales.
Las claves básicas de una educación emocional saludable
Algunas de las claves básicas de una educación emocional saludable son:
Los especialistas suelen recomendar ayudar a los niños a hablar de sus emociones como una manera de comprender a sí mismos y a los demás. Sin embargo, las palabras solo dan cuenta de una pequeña parte (un 10%) del verdadero significado que obtenemos a través de la comunicación emocional.
Por esta razón, no podemos quedarnos solo en la verbalización, sino que tenemos que enseñarles a comprender el significado de la postura, de las expresiones faciales, del tono de voz y de cualquier tipo de lenguaje corporal. Esto resultará mucho más efectivo y completo para su desarrollo.
Desde hace años se viene promocionando el desarrollo de la autoestima de un niño a través del elogio y los refuerzos constantes. Sin embargo, esto puede hacer mucho más daño que bien. Los elogios solo ayudarán a nuestros niños a sentirse bien consigo mismos si están relacionados con logros específicos y con el dominio de nuevas aptitudes.
El estrés es uno de los grandes enemigos de la niñez. Sin embargo, es un inconveniente con el que tienen que vivir, por lo que protegerlos en exceso es una de las peores cosas que podemos hacer. Ellos tienen que aprender a enfrentar estas dificultades naturales de tal forma que desarrollen nuevos caminos neurales que les permitan adaptarse al medio en el que viven.
No podemos tratar de criar a nuestros niños en un mundo Disney de inocencia e ingenuidad. El estrés y la inquietud forman parte del mundo real y de la experiencia humana tanto como el amor y el cuidado.
Si tratamos de eliminar estos obstáculos, impediremos que tengan la oportunidad de aprender y desarrollar capacidades realmente importantes que les ayuden a enfrentar desafíos y decepciones que son inevitables en la vida.
Agacharte a su altura, mirarle a los ojos, esbozar una sonrisa y hacerle ver que le entiendes. Todo esto marca una diferencia en la educación de nuestra infancia.
Una criatura que disfrute de sus años en la etapa de infantil, cuando estos años están cargados de momentos felices, será una persona sana en el futuro. Los recuerdos positivos permanecen en nuestra memoria marcando una impronta que permanece viva en años posteriores. Una criatura que ha vivido ricas experiencias, acordes a sus necesidades, capacidades y ritmo evolutivo, que además ha sido querida, amada y respetada por encima de todo, tendrá mayores posibilidades de ser una persona adulta con grandes capacidades. Si esto se acompaña con un apoyo mutuo en el grupo de iguales y un respeto profundo a la libertad individual en un proceso cargado de afecto, estaremos contribuyendo a hacer de la infancia una etapa plena y feliz. El afecto mueve el mundo.
Sin embargo, a pesar de su máxima importancia, a veces se nos olvida la necesidad de trabajar las emociones en la vida cotidiana y, de manera sorprende, en nuestras aulas.
Docentes y alumnado solemos estar inmersos en una vorágine social de horarios rígidos, estructuras espaciales de contención, fiestas pomposas, a veces extra valoradas, todo ello rodeado de contenidos que se dan y se absorben a velocidades máximas; una rutina diaria en la que la rapidez es lo importante, donde la eficiencia es sinónimo de una buena labor profesional y en la que la visibilidad de lo que se hace es lo fundamental, pareciendo así que damos mayor valor a nuestra profesión docente.
Y con ello llega el olvido, en silencio, de puntillas… Y nos roba el tiempo, el nuestro y el de los niños y niñas de nuestra escuela, colegio o instituto. Nos anula la sonrisa, nos absorbe la mirada, nos quita el abrazo mañanero, nos arrebata las caricias, las preguntas de si han dormido bien, la necesidad de saber si vienen con hambre, con frío, con sueño, con alguna preocupación… Nos extirpa la capacidad de expresar cómo nos sentimos, cómo nos encontramos… la capacidad de escuchar cómo se siente el compañero, cómo se encuentra la compañera… las palabras bonitas que nos hacen fuertes, grandes, insuperables y a las que no se les da importancia. Y sin embargo, serán dichos recursos los que propiciarán que esos niños y niñas en un mañana sean personas amables, alegres y, sobre todo, quesean y se sientan queridas.
Inmersos en la rutina escolar olvidamos dedicar momentos y espacios a dialogar con los niños y niñas sobre lo que piensan, pero sobre todo sobre lo que sienten. En la sociedad actual está demostrado que existen problemas de socialización, que las personas sufren de estrés, de ansiedad y que se crea depresión y malestar en uno mismo y con los otros. A veces, según expertos en el tema, estos problemas vienen por carencias en la expresión de las emociones. Las emociones que no se nombran, que no se expresan, que no se gestionan se quedan dentro y se comen poco a poco la alegría y a uno mismo.
En la escuela, donde los niños y niñas son pura esencia emocional, debemos permitir que estas capacidades afloren y se fomenten. Y esto no solo se realiza poniéndoles nombre en una hora del currículo, sino sintiéndolas y expresándolas con la máxima expresividad para que nos empoderen. Y cuando decimos esto nos referimos tanto a emociones consideradas bonitas como la alegría, la sorpresa, la ilusión… como a las no tan bonitas, pero igual de necesarias, como la tristeza, la desesperanza e, incluso, la rabia. No hay que culpar a la criatura ni hacerle ver que hay emociones buenas o malas, hay emociones y deben de vivirlas, saborearlas y expresarlas en todo su esplendor guiándoles para entenderlas y gestionarlas en beneficio suyo y de otros y otras.
Y esto es incompatible con la prisa.
¡BASTA! Paremos el tiempo. Llenemos el aula de momentos de encuentros: riamos con nuestros niños, abracémonos con nuestras niñas, hablemos con nuestros cuerpos, nuestras miradas, nuestras sonrisas y nuestras palabras. Gritemos, saltemos, corramos, brinquemos solos/as y acompañadas/as en todas las situaciones en que sea posible, muchas más de las que les otorgamos si elegimos enfoques metodológicos que permitan la actividad libre y espontánea. Vivamos el tiempo de Educación infantil como solo podemos hacerlo en la infancia y más allá si queremos: con intensidad, con un paraguas de amor.
En pos de los contenidos dejamos en el cajón los afectos abrazados a sentimientos y emociones. Abramos este cajón, dejemos que salgan, que llenen nuestras aulas y hagamos que sean el motor de cada día.
El Día Universal del Niño, que se celebra todos los años el 20 de noviembre, es un día dedicado a todos los niños y niñas del mundo.
Naciones Unidas celebra el Día Universal del Niño el 20 de noviembre, fecha en la que la Asamblea General de la ONU aprobó la Declaración de los Derechos del Niño en 1959. Esta declaración, que no tenía legalmente carácter vinculante, no era suficiente para proteger los derechos de la infancia. Tras diez años de negociaciones con gobiernos de todo el mundo, líderes religiosos, ONG, y otras instituciones, se logró acordar el texto final de la Convención sobre los Derechos del Niño, el 20 de noviembre de 1989, cuyo cumplimiento es obligatorio para todos los países que la han firmado.
El objetivo del Día Universal del Niño es recordar a la ciudadanía que los niños son el colectivo más vulnerable y por tanto que más sufre las crisis y los problemas del mundo.
Este día mundial recuerda que todos los niños tienen derecho a la salud, la educación y la protección, independientemente del lugar del mundo en el que haya nacido.
Dedicar un día internacional a la infancia también sirve para hacer un llamamiento mundial sobre las necesidades de los más pequeños y para reconocer la labor de las personas que cada día trabajan para que los niños y niñas tengan un futuro mejor.
OtrasVocesenEducacion.org existe gracias al esfuerzo voluntario e independiente de un pequeño grupo de docentes que decidimos soñar con un espacio abierto de intercambio y debate.
¡Ayúdanos a mantener abiertas las puertas de esta aula!