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Enredados y Medios: ¿hacia un mundo post-factual?

Ya no parece importar si la información es cierta o no es cierta, si la noticia es o no real, sino cuánta gente la cree.

POR LEONARDO GARNIER / leonardogarnier@gmail.com

Hasta hace poco, criticábamos a la “gran prensa” por su control casi absoluto de la información que nos llegaba. Era el mundo dominado por el mainstream: el cuarto poder. Las agencias mundiales escogían y repartían las noticias y los grandes medios locales nos las hacían llegar. No parecía haber escapatoria excepto en algunos medios alternativos de poco peso y poca circulación o pequeños espacios que decoraban con aparente amplitud las páginas de algún medio mayor. Los costos eran prohibitivos y el modelo de negocios centrado en la publicidad comercial marcaba la pauta: el rating manda, la circulación manda, la escala manda.

De pronto, se aparece el siglo XXI ofreciéndonos una revolución que podría ser tan grande como la de Gutenberg y, al instante, parece que todos somos periodistas, todos somos jefes de redacción, todos somos editorialistas, todos somos correctores, pero ¿lo somos?

En esta mezcla de ciencia y ficción que es nuestra realidad, en la que somos un poco Brave New World, un poco 1984 y un poco Animal Farm, el cambio tecnológico ha hecho posibles cosas que hasta hace muy poco eran realmente increíbles (es decir: no creíbles). En pocas décadas – por ejemplo – pasamos de las certezas que lograban fijarse en las páginas de la Enciclopedia Británica al mundo de Wikipedia, una enciclopedia hecha por todos (o sea, por nadie). Confieso que la recibí con marcado escepticismo ¿una enciclopedia hecha así, por la libre? …hasta que una investigación de la revista Nature mostró que Wikipedia podía ser tan precisa como la Británica. Diderot habría bailado tregua y catala: si era posible crear una enciclopedia globalmente descentralizada, constantemente actualizada y confiable, los ideales de la Ilustración seguían vivos.

Pero volvamos a la prensa. Frente al cuasi-monopolio anterior, en el que era difícil la supervivencia de los pequeños medios e igualmente difícil para el ciudadano común y corriente lograr que su opinión circulara masivamente, la red permite – o podría permitir – que todo circule, que todos tengamos acceso a toda la información, a todo el conocimiento, a todos los análisis, a todas las opiniones… y que todos podamos opinar y aportar nuestra dosis de información y conocimiento, recibiendo a cambio la más amplia, profunda y diversa oferta del saber y el sentir humano.

Y así nos abalanzamos sobre y hacia la red. Y clic, clic, clic: como una telaraña, la red nos engolosina, nos encanta, nos atrapa. Pero Facebook no es Wikipedia – y digo Facebook porque lo demás se ha vuelto irrelevante excepto para pequeñas tribus. Hoy por hoy, Facebook tiene más de mil seiscientos millones de usuarios y sigue creciendo; y es, por mucho, el medio más utilizado en el mundo para buscar noticias y conseguir información, al punto que feisbukear ya ha sido sugerido a la Real Academia para su ingreso al DRAE.

Lo decía McLuhan al analizar el impacto que estaba teniendo la televisión en la segunda mitad del siglo XX: “el medio es el mensaje” o, más exactamente “el medio es el masaje” …y los masajistas somos todos nosotros: periodistas/masajistas y al mismo tiempo masajeados (o mensajeados, usted escoge).  Cada revolución tecnológica genera nuevas formas de percepción de la realidad. Pero no se trata simplemente de la tecnología: es también el negocio y, claro, la política. Todo junto y revuelto con nosotros: tecnología, negocio, poder y nosotros. El potencial es inconmensurable, los riesgos también.

Al igual que ocurrió no hace tanto con los libros hechos a mano por severos monjes en algún convento, los viejos medios de comunicación de masas se ven rebasados por la revolución: pierden lectores, pierden anuncios, pierden ingresos… en fin, pierden. Facebook reporta ingresos treinta veces superiores a los del New York Times, que es uno de los medios tradicionales que más éxito ha tenido en su transición a la red, pero aun así los ingresos de Facebook se triplicaron el último año, mientras los del Times cayeron 13%. Y claro, no todos son el New York Times.

Pero algo no cambia o, más exactamente, cambia para seguir igual: la lógica del modelo de negocios. Clic, clic, clic: el modelo de negocios que explota en la última década no hace más que elevar la vieja dictadura del rating a niveles impensables, clic, clic, clic… ahora lo que importa es el clic.  Todos persiguen el clic y por el clic muchos están dispuestos a vender el ¿tenían? alma.

El sueño, mientras tanto, sigue pendiente: la red mundial, aquella world wide web que se suponía abierta y no jerarquizada, en la que todos efectivamente podíamos buscar y ser buscados mediante esquemas no centralizados, no es la red que tenemos hoy (y no sé si alguna vez la tendremos). Como bien señala Katharine Viner, Editora en jefe del  Guardian, “esta vieja idea de una red abierta ha sido suplantada por plataformas diseñadas para maximizar el tiempo que pasamos dentro de sus muros, algunos de los cuales (como Instragram y Snapchat) ni siquiera permiten vínculos externos”.

El riesgo que Viner identifica tiene dos caras. Por el lado de los medios – las organizaciones de noticias – el riesgo (que ya es más que evidente en muchos de ellos) es que, obligados/tentados por la nueva lógica de la red, “ellos mismos se alejen del periodismo de interés público y se dediquen al periodismo chatarra, buscando que sus páginas web sean visitadas, en la vana esperanza de atraer clics y publicidad”. Esperanza vana – dice Viner – porque ese negocio ya ha sido capturado: de cada dólar gastado en publicidad en la red, un 85% va a Google y a Facebook, dejando apenas un 15% para que se lo peleen todos, todos los demás.

Por el lado de los usuarios, vemos que lo que podría haber sido el reino de la diversidad, de la riqueza de opiniones, del acceso ilimitado a la información y el conocimiento, de la confrontación de ideas y visiones… se está convirtiendo en su contrario: si antes nos veíamos empujados a la uniformidad por falta de opciones, hoy parece que nos sometemos voluntariamente a la uniformidad pues, ante la agobiante multiplicidad de opciones, nos conformamos con las que nos resulten más familiares o, peor aún, con las más populares: la viralidad manda. El resultado es un mundo en el que prevalecen el best-seller y la secta: best-seller para la mayoría y secta para las minorías. Y ¿todos vivieron felices para siempre…? Podría ser, si cada uno viviera en su propio mundo, pero en este mundo que compartimos, esta segmentación puede ser muy peligrosa.

Agreguemos un elemento final, para entender qué tan peligrosa: en medio de tanta información, de tantas y tan diversas – pero muy segmentadas – opiniones, la búsqueda razonable de la verdad, sufre. Cada día circula más información – es cierto – pero cada día hay menos recursos para trabajar con seriedad esa información, porque eso de que “todos somos periodistas” olvida algo fundamental: el periodismo toma trabajo y requiere talento y conocimiento. No basta el cut and paste para que lo que transmitimos tenga valor periodístico: sin mediadores, sin chequeos y dobles chequeos, lo que circula simplemente circula y su veracidad se diluye en su viralidad. Si la gente lo comparte, debe ser cierto – parecemos creer.

El problema es tan serio como para que distintos autores empiecen a hablar del “mundo post-factual”, en el que ya no importa si la información es cierta o no es cierta, si la noticia es o no real, sino cuánta gente la cree. Al contrario de lo que ocurre en  Wikipedia, en el mundo de la información/opinión en redes, abundan los clics… pero brillan por su ausencia los controles de veracidad. Peor aún, a la mayoría de la gente parece no importarle: lo que cuenta es que la gente lo crea, que la gente lo circule, no que sea cierto. De todas formas no nos daremos cuenta porque las opiniones contrarias, la información que habría negado nuestras verdades, no cabe en los algoritmos: leemos solo lo que queremos leer, vemos solo lo que queremos ver. Creemos, lo que queremos creer.

Así, algo que tiene el potencial para ser enormemente bueno podría estar convirtiéndose en algo tremendamente peligroso: pasamos de un mundo en el que había una verdad oficial – la delestablishment – a un mundo en el que no parece haber verdades… lo que a fin de cuentas y paradójicamente, resulta ideal para la parte más oscura del establishment (tan oscura que no parece establishment).

La pregunta queda al aire: ¿Importan los hechos, o importa lo que la gente cree que son hechos? Cierro con Newt Gingrich, líder del Partido Republicano que apoya decididamente a Donald Trump, que responde nuestra pregunta con sorprendente candidez en la entrevista sobre el crimen violento que le hizo una periodista de CNN: parece que en un mundo post-factual, lo real es lo percibido como real.

  • Periodista: “El crimen violento ha bajado”
  • Gingrich: “No ha bajado en las ciudades más grandes”
  • Periodista: “El crimen violento, las tasas de asesinato, han bajado”
  • Gingrich: “¿Y cómo es que no han bajado en Chicago y Baltimore?”
  • Periodista: “Pero el crimen violento ha bajado en todo el país”
  • Gingrich: “El Americano promedio no cree que el crimen haya bajado, no cree que estemos más seguros”
  • Periodista: “¡Pero estamos más seguros y el crimen ha bajado!”
  • Gingrich: “Esa es su opinión”
  • Periodista: “No es una opinión, es un hecho”
  • Gingrich: “Lo que yo digo también es un hecho. Lo que ocurre es que los liberales tienen todo un conjunto de estadísticas que teóricamente podrían estar bien, pero no es ahí donde viven los seres humanos.”
  • Periodista: “Un momento, Mr. Speaker, porque usted está diciendo que los liberales fabrican estos números, pero estas son estadísticas del FBI y el FBI no es una organización liberal.”
  • Gingrich: “Pero lo que yo digo es igualmente cierto: la gente se siente más amenazada
  • Periodista: “Se “siente” pero los hechos dicen otra cosa”
  • Gingrich: “Como asesor de un candidato, yo me quedo con cómo la gente se siente y la dejo a usted con las estadísticas”.

 (y recordemos, agrego yo: las elecciones se ganan con sensaciones, no con estadísticas)

Katharine Viner: “How Technology Disrupted the Truth”: The Guardian, 12/7/06https://www.theguardian.com/media/2016/jul/12/how-technology-disrupted-the-truth

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El porno no es sexo, es educación (artística)

Por María Acaso

Últimamente el tema del porno está muy de moda en España. Muchos de los títulos de los artículos que me llegan a través de las redes sociales tienen que ver con el caso Torbe que parece que está ganando en interés social incluso a las noticias sobre las próximas elecciones. También ha tenido lugar el Valencia Sex Festival donde una de las figuras estrella ha sido Amarna Miller, una productora de cine y actriz que trabaja sobre el Porno Ético y nos anima a pensar si realmente estos dos conceptos pueden estar unidos y significar algo. En líneas generales parece que hay un debate en torno el porno y la verdad es que me parece sumamente necesario que lo haya.

Lo que quiero poner encima de la mesa en este post es que en este debate que se está creando sobre el tema del porno en nuestro país, hay muy pocas voces que identifiquen su problemática como un problema educativo (pincha aquí)y mucho menos con un problema educativo que tenga que ver con la educación artística, la educación visual o como queramos llamarla. Parece ser un problema relacionado con los banqueros, los futbolistas, las mafias y puede que el cine. Y además parece un tema que “No tiene que ver conmigo”, porque, claro, “Yo no consumo ese tipo de porno” cuando el porno es una de las industrias que fundamentan el capitalismo desde los años setenta y que nos afecta absolutamente a todos.

Pero resulta que el porno sí que tiene que ver con la educación, y mucho, fundamentalmente por dos razones.

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El porno no es sexo, es educación, porque la mayoría de los consumidores no logran establecer diferencias claras entre realidad y representación. En su artículo Cuesta pensar que tú también, publicado en eldiario.es del 11/06/2106 la periodista Lisa Beni escribe:

“La respuesta a estas preguntas me lleva a una última reflexión sobre el daño cierto que el acceso al porno más bestial de forma masiva desde edades muy tempranas ha producido ya en las generaciones nacidas a partir de los ochenta. Esos que habían visto casi de todo antes de tener su primera experiencia real. Esos que van buscando los límites porque indirectamente les han dicho que hay que probarlo todo y que siempre hay un límite más que transgredir. En la rueda de prensa de Amanda Miller lo dejó bien claro: esos que se han creído que las performance de la industria del porno son el sexo real”

Al final del párrafo está la clave, “esos que se han creído que las performance de la industria del porno son el sexo real”. Pues no señores, el porno no es el sexo real y no estoy escribiendo este post para juzgarlo, estoy escribiendo este post para que nos demos cuenta de que este es el quid de la cuestión: los cuerpos y las prácticas del porno mainstream no es posible mantenerlas en la realidad, porque en la realidad los cuerpos tienen pelos, las prácticas que parecen tan placenteras pueden no serlo y, los actores y actrices que las representan son exactamente esto, actores y actrices, y no las personas con las que tenemos sexo en la realidad real.

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Cuando desde edades increíblemente tempranas la única educación sexual que se recibe es directamente un tipo de porno donde escenas vejatorias y que atentan directamente contra los derechos humanos se repiten día tras día, es fácil perder la perspectiva entre realidad y representación. Es muy fácil no desarrollar ni la más mínima reflexión y reproducir estas prácticas cuando pasamos a realizar sexo con otras personas, personas que son seres humanos reales, con sus biografías, experiencias y orientaciones. Por el contrario, en el caso de que sepamos lo que significa el término hiperrealidad (acuñado por el filósofo francés Baudrillard en 1978), podremos identificar el porno mainstream como una ficción y, si queremos seguir consumiéndolo, dejar de confundirlo con la realidad.

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En un segundo punto, el porno no es sexo, es educación, porque no existe una educación afectiva sexual alternativa ni desde la escuela ni en ninguna otra institución de nuestra sociedad. ¿Dónde están los libros de texto, las asignaturas oficiales, las no oficiales, las conversaciones con padres y madres o con los colegas en las que se habla de sexo de una manera contemporánea, seria y respetuosa? Tal como nos cuenta la propia Amarna Miller en el artículo escrito por Marisol Salanova del 16/06/2016:

“El elemento pornográfico influye en cómo concebimos nuestros cuerpos, no obstante, según la entrevistada, la educación y la responsabilidad propia, el informarse, propicia el poder consumir pornografía de forma ética.”

Yo dudo realmente si es posible consumir pornografía de manera ética hoy en día, lo que sí que tengo claro es que es necesaria una educación afectiva sexual contemporáneaque suponga una alternativa a las prácticas sexuales del porno mainstream. Necesitamos no solo otras imágenes sobre la sexualidad humana (que quizás pueden entrar en lo que se denomina posporno, o porno femenino, este es un debate que en estos momentos me sobrepasa), necesitamos una alternativa desde la educación también. Una alternativa que no consista en ir a la escuela a distribuir preservativos creando un imaginario obsoleto y bipolar entre una sexualidad ligada al placer (y que acaba muchas veces en porno) y una sexualidad ligada a la reproducción que se esfuma. Necesitamos que la educación afectiva sexual sea un contenido transversal que se desarrolle desde la pluralidad, la apertura, la libertad y el respeto, una educación que rompa la noción de tabú y presente el sexo como una actividad natural de la vida humana como la Historia, el Conocimiento del Medio o las Matemáticas. 

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Para que el porno deje de ser la única vía de acceso a la educación sexual de niños y jóvenes resulta por lo tanto imprescindible derogar la LOMCE y aumentar las horas de la Educación Artística en primaria (donde ha desaparecido ya que al ex ministro Wert le parecía que “distraían” del resto de las asignaturas) y por supuesto aumentarlas en la Educación Secundaria Obligatoria. En los últimos años, la Educación Artística ha sido cada vez más arrinconada en el currículum en todas las etapas y evidentemente esta supresión tiene un marcado origen político e ideológico.

Las asignaturas relacionadas con lo visual, desde Historia del Arte hasta Dibujo Técnico, son las únicas aprovechadas por muchos docentes para desarrollar el pensamiento crítico en una franja de edad, la adolescencia, donde este tipo de razonamiento es absolutamente básico para poder ser intelectualmente independientes, incluyendo en esta independencia lo sexual. En un periodo vital donde el cuerpo y la identidad están fortísimamente condicionados por la cultura visual dominante (es decir, por el porno mainstream tal como demuestra Cristina Castro en este artículo pincha aquí), solo las asignaturas relacionadas con las humanidades, como las Artes o la Filosofía, son las que nos pueden llevar a generar un conocimiento crítico sobre lo que nos rodea. Solo las asignaturas que nos invitan a reflexionar sobre las imágenes pueden descubrirnos las enormes diferencias entre realidad y representación; son las únicas que pueden hacernos pensar que lo que vemos en pantalla es pura ficción, una ficción representada por seres humanos reales, porque tal como escribe Elisa Beni “Las mujeres son, no lo olvidéis, seres humanos, y no un conjunto de tres agujeros con los que complaceros”. Y qué casualidad que éstas son las únicas asignaturas que han desaparecido del currículum con la LOMCE.

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Podría establecer muchas opiniones e investigaciones que demuestren lo fundamental de las Artes en la educación pero voy a señalar solo la importancia que tiene aprender a leer imágenes en un mundo evidentemente visual. En un contexto histórico en el que a través del lenguaje visual (publicidad, series, cine, redes sociales…) las personas hemos dejado de ser ciudadanos para pasar a ser consumidores, la única herramienta que nos queda para poder elegir quiénes queremos ser (y que no sean las grandes corporaciones y los gobiernos quienes elijan por nosotros) es la alfabetización visual crítica.

Cuando los consumidores no son capaces de descodificar las imágenes y tomar decisiones con respecto a ellas, los Estados, las corporaciones y personajes como Torbe nos tienen en sus manos literalmente. Carolina Lupo nos explica que: “Es interesante recordar los últimos datos estadísticos en torno al maltrato y violencia de género en España: está aumentando entre los adolescentes. Si bien este es un fenómeno multicausal, diversos estudios están encontrando la existencia de una notoria correlación entre el consumo de pornografía y un significativo aumento de la pasividad y aceptación de las agresiones física y sexual.” Por esta razón, es necesario que la Educación Artística tenga un papel central en los contextos educativos de cualquier tipo, tanto en educación formal (la escuela y la universidad), no formal (museos e instituciones culturales) e informal (los hogares).

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El porno claro que tiene que ver con la educación en general, y con la artística en particular. Aprender a diferenciar entre realidad y representación, aprender que las representaciones constituyen puestas en escena creadas a partir de seres humanos verdaderos, y aprender una educación afectiva sexual contemporánea que huya de lo ñoño, de la culpa y del castigo y, que explore la realidad del deseo y proponga alternativas educativas abiertas, es una realidad acuciante en la sociedad española actual.

Porque ya que el porno no puede dejar de ser educación, que la educación del siglo XXI nos enseñe a reflexionar sobre el porno.

*Todas las imágenes de este artículo son de Barbara Kruger y del colectivo de artistas Guerrilla Guirls

Para acceder al artículo completo de Lisa Beni http://www.eldiario.es/zonacritica/Cuesta-pensar_6_525707434.html

Para acceder al artículo entero de Marisol Salanova http://valenciaplaza.com/amarna-miller-trae-el-porno-etico-a-valencia

Para acceder al artículo entero de Cristina Castro http://www.actuall.com/familia/los-usuarios-de-pornografia-en-espana-buscan-sobre-todo-adolescentes/

Para acceder al artículo entero de Carolina Lupo http://www.unav.edu/web/instituto-cultura-y-sociedad/detalle-etiquetas?articleId=6957048&tituloNoticia=los-jovenes-y-la-pornografia-en-la-sociedad-tecnologica&fechaNoticia=21-07-2015

Para acceder al artículo entero de Carmen Pérz-Lanzac http://politica.elpais.com/politica/2014/10/22/actualidad/1413971212_944564.html

Tomado de: http://www.mariaacaso.es/el-porno-no-es-sexo-es-educacion-artistica/#more-1678

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Ocultos tras los eufemismos

Evitar las palabras “desahucio”, “expulsión” y “desalojo” en documentos oficiales no impide que decenas de miles de personas se queden sin casa

Por Carlos Miguélez Monroy

“Apuesto a que si aún habláramos de neurosis de guerra quizá los Veteranos de Vietnam habrían recibido la atención que necesitaban”, decía el polémico actor George Carlin, que dedicaba muchos de sus monólogos a los eufemismos, a los que se refería como “soft language”.

Pero “neurosis de guerra” sufrió sucesivas transformaciones en las distintas aventuras bélicas que implicaron a soldados estadounidenses hasta convertirse en estrés post-traumático (post-traumatic stress disorder en inglés), un término técnico, aséptico, largo e incómodo de utilizar que no invita a una posible respuesta.

El comediante, que criticaba el lenguaje “políticamente correcto” por cuestión de formas y de estética, alertaba también a los oyentes sobre los motivos de fondo para la creación de ese lenguaje. ¿Quién lo creó y a quién beneficia?, se preguntaba.

Los detractores de Carlin consideraban una exageración que afirmara que los blancos y los poderosos han creado ese lenguaje para apaciguar a quienes se enfrentan a realidades adversas. Los arrabales se convierten en “barrios de nivel socioeconómico inferior”, los pobres en “personas con bajos ingresos” y las víctimas civiles en “daños colaterales”. Como si no hubiera personas detrás y nadie fuera responsable. Pero las palabras por si solas no transforman la realidad y, si la edulcoramos en exceso, corremos el peligro de aceptarla como ley natural y no hacer nada para corregir las injusticias que puedan derivarse de ella.

Evitar las palabras “desahucio”, “expulsión” y “desalojo” en documentos oficiales no impide que decenas de miles de personas se queden sin casa. Lo que faltan son medidas que los impidan.

En los últimos años, el abuso de eufemismos se ha instalado también en los discursos de grupos, movimientos y organizaciones que tienen como objetivo luchar contra desigualdades injustas.

Las organizaciones coinciden en la conveniencia de utilizar “persona sin hogar” que “mendigo”. Pero más que para evitar una ofensa, para ser precisos en el lenguaje, pues no todas las personas en situación de calle piden limosna. Pero en otras ocasiones se producen debates interminables sobre cuestiones estériles. En una exposición de museo en Holanda se ha llegado al extremo de cambiar los nombres originales de antiguas obras de arte tituladas con palabras que pudieran ofender a ciertos “colectivos”.

En ciertos círculos puede resultar ofensivo utilizar “ciego” en lugar de “persona con discapacidad visual”. Incluso pretenden desterrar la palabra discapacidad pues, para “ellos y para ellas”, se trata de “diversidad funcional” de “personas con otras habilidades”, como si el término “persona con discapacidad” resultara vergonzante.

Carlin sostenía que la carga de las palabras depende del contexto, de quién las utilice y cómo. De ahí que el racismo de la palabra nigger depende de si la utiliza Will Smith o un blanco en un tono despectivo. Incluso la palabra “black” se ha sustituido por “afroamericano”, lo que en el fondo constituye una discriminación mucho peor.

“Soy negro, no afroamericano. ¿Acaso llamamos euroamericanos o angloamericanos a los estadounidenses blancos?”, preguntaba Kwadwo Anokwa, profesor y antiguo decano de la facultad de Periodismo y Comunicación en Butler University.
El escritor Javier Marías carga contra la imposición de “vocablos artificiales, nada económicos, a menudo feos y siempre hipócritas, que tan sólo constituyen aberrantes eufemismos, como si no sufriéramos ya bastantes en boca de los políticos”.

“Cualquier cosa que se invente acabará por resultarle denigrante a alguien. Y, lo siento mucho, pero en español quien no ve nada es un ciego, y quien no oye nada es un sordo. Lo triste o malo no son los vocablos, sino el hecho de que alguien carezca de visión o de oído”, dice el escritor.

Llamar invidente a un ciego no le conseguirá trabajo, ni más amigos, ni le hará la vida más fácil a él o a su familia. Si la dignidad y la efectividad de los derechos humanos dependieran de terminologías arbitrarias, ya se habrían sorteado muchas de nuestras barreras económicas, laborales, tecnológicas y sociales. Las conquistas sociales no se han producido por las imposiciones de ciertos policías del lenguaje, sino por la labor de quienes han denunciado injusticias y propuesto alternativas para derrumbar primero las barreras de nuestras mentes para luego derribar las de ladrillo y cemento.

Tomado de: http://www.lajornadanet.com/diario/opinion/2016/mayo/12-2.php

Fuente de la imagen de libre uso: https://c2.staticflickr.com/6/5279/5859161111_b4e5c37b8c_b.jpg

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Comercial chino «peligrosamente racista» recorre el mundo

Excélsior/ 016/05/27/CIUDAD DE MÉXICO. 

Mientras una parte del mundo se preocupa por encontrar la igualdadentre los seres humanos, a los publicistas chinos poco les importa.

Los medios informativos de esa parte de Asia mismos no parecen preocuparse en absoluto y tampoco lo hace el gobierno o el pueblo chino.

El comercial de detergente para la ropa china Qiaobi, fue transmitido en la televisión y en las salas de cine, y es un remake de un viejo anuncio.

En el original un hombre blanco, al parecer el marido o novio un una mujer italiana, es atraído hacia la lavadora, solo para ser «purificado» y sale como un culturista negro, una insinuando su «color es mejor».

El anuncio provocó controversia cero hasta el momento y todavía se comparte como «divertido» y «hilarante».

Este remake chino cuenta con una mujer con la misma trama, pero los papeles invertidos, como el hombre negro sale como un chino.

Es un ejemplo de lo políticamente incorrecto: humor y combinaciones raciales que no se aprueban, al menos, en otros continentes.

Las reacciones de las organizaciones de derechos humanos en diversas naciones, ya toman cartas en el asunto. A los chinos poco les importa.

¿Bullyng comercial? o creatividad.

Tomado de: http://www.excelsior.com.mx/de-la-red/2016/05/27/10952

Fuente de la imagen: https://cnnespanol2.files.wordpress.com/2016/05/comercial-racista-china-detergente-cnn-1.jpg?quality=80&strip=all&w=940&h=530&crop=1

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